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FUENTES PARA EL

CONOCIMIENTO HISTÓRICO
DE JESÚS

P. José Zapata Carrasco


Prof. De Cristología
En el presente tema analizaremos los testimonios escritos de personajes
no cristianos y judíos, para luego estudiar los Evangelios como fuentes
principales y el testimonio de los cristianos de los primeros siglos.

De Jesús tenemos más datos históricos que de cualquier personaje de


la historia.

Nos llama mucho la atención que encontremos datos históricos de Jesús,


además de los cristianos, en los ámbitos culturales de Roma y de Judea. La
existencia de Jesús, un sencillo carpintero de Galilea y uno de los
numerosos profetas del judaísmo de entonces, parecía no carecer de
importancia histórica para el Imperio. Tenemos los siguientes datos sobre
su existencia:

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• Plinio el Joven (62-113),

Gobernador de Bitinia, en el Asia Menor, al consultar al emperador Trajano,


hacia el año 112, cómo debe comportarse con los cristianos, constata la
existencia histórica de Jesús, además de la ejemplar conducta de los
cristianos y de su gran extensión por el Asia Menor. Plinio informa al
emperador que «los cristianos, a los que pertenece un gran número de
gentes de toda condición, edad y sexo, se reúnen un día determinado [el
domingo] antes de salir el sol, tributan a Cristo adoración cultual como a un
Dios,… y participan en una comida inocente».

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• El historiador Tácito (54-119),

Para escribir los Anales de Roma, hacia el año 116, se sirve de las Actas del
Imperio, es decir, los archivos oficiales. Al comentar el incendio de Roma
provocado por Nerón el año 64, afirma que el fundador de los cristianos,
«Cristo, fue ajusticiado, bajo el mandato de Tiberio, por el procurador Poncio
Pilato». Esta referencia breve y concreta afirma la muerte de Cristo a manos
de las autoridades romanas de entonces.

“…Sin embargo, ni por industria humana, ni por larguezas del emperador,


ni por sacrificios a los dioses, se lograba alejar la mala fama de que el
incendio había sido mandado. Así pues, con el fin de extirpar el rumor,
Nerón se inventó unos culpables, y ejecutó con refinadísimos tormentos a
los que, aborrecidos por sus infamias, llamaba el vulgo cristiano.

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El autor de este nombre, Cristo, fue mandado ejecutar con el último
suplicio por el procurador Poncio Pilatos durante el Imperio de
Tiberio y reprimida, por de pronto, la perniciosa superstición,
irrumpió de nuevo no sólo por Judea, origen de este mal, sino por la
urbe misma, a donde confluye y se celebra cuanto de atroz y
vergonzoso hay por dondequiera.

Así pues, se empezó por detener a los que confesaban su fe; luego por
las indicaciones que éstos dieron, toda una ingente muchedumbre
(multitudo ingens) quedaron convictos, no tanto del crimen de
incendio, cuanto de odio al género humano. Su ejecución fue
acompañada de escarnios, y así unos, cubiertos de pieles de animales,
eran desgarrados por los dientes de los perros; otros, clavados en cruces
eran quemados al caer el día a guisa de luminarias nocturnas. Para este
espectáculo, Nerón había cedido sus propios jardines y celebró unos
juegos en el circo, mezclado en atuendo de auriga entre la plebe o
guiando él mismo su coche.
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De ahí que, aún castigando a culpables y merecedores de los últimos
suplicios, se les tenía lástima, pues se tenía la impresión de que no se
los eliminaba por motivo de pública utilidad, sino para satisfacer la
crueldad de uno solo”.

• EL HISTORIADOR SUETONIO (75-160)

También hace referencia a los cristianos y a Cristo al relatar, hacia el año


120, la vida de los emperadores romanos. Habla de la persecución de los
cristianos por parte de Nerón y afirma que Claudio «expulsó de Roma a los
judíos por los constantes disturbios que provocaban a causa de un tal
Cristo». Suetonio no supo distinguir entre la religión cristiana y la judía; él
se refiere a los hombres pertenecientes a una raza que, debido a sus
discusiones religiosas, fueron expulsados por Claudio. Esta expulsión se
menciona en el libro de los Hch 18,2. Nos encontramos ante un caso en el
que fuentes de origen diverso afirman los mismos hechos, lo cual refuerza
el testimonio histórico.
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Entre los judíos solo encontramos dos de gran interés: son los de
Flavio Josefo y las breves y negativas alusiones a Jesús en el libro
del Talmud.

El historiador Flavio Josefo, que vivía en Roma, escribió «La guerra de los
judíos» (a. 75-79 d.C.) y «Antigüedades judaicas» (a. 93-94 d.C.). En esta
última afirma la existencia histórica de Jesús. «En este tiempo vivió un tal
Jesús, hombre sabio, si es permitido llamarle hombre, porque realizaba
obras prodigiosas. Enseñaba a las gentes que se mostraban dispuestas a
recibir la verdad. Se ganó a muchos de entre los judíos y también de entre
los del mundo helenista.

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Se pensaba que era el Cristo, pero, según el juicio de nuestros
príncipes, no lo era. Por este motivo, Pilato lo crucificó y le dio muerte
de cruz. No obstante, sus seguidores no lo abandonaron, pues se les
apareció a los tres días otra vez vivo, según lo habían predicho los
profetas, y así otras muchas maravillas sobre él. Todavía hoy, no se ha
extinguido el grupo de los cristianos, llamados así por el nombre de su
fundador» (18, 3,3)

El primero que cita este texto es el historiador Eusebio de Cesarea, s. IV.


Algunos autores han puesto en duda la autenticidad del texto citado,
debido a las afirmaciones de carácter cristiano. Es posible que algunas
frases hayan sido escritas por copistas cristianos; pero esta hipótesis
no disminuye en nada la autoridad del testimonio de Josefo sobre la
existencia de Jesús de Nazaret.

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El testimonio anterior viene confirmado por la mención que hace
Josefo de «Santiago, el hermano de aquel Jesús, llamado el Cristo »
(20,9,1), a quien Anás en el año 62 condenó a ser apedreado por
confesar a Jesús como Cristo.

El Talmud (ss. I-V), libro religioso judío, admite la existencia histórica


de Jesús y su condena a muerte por el Sanedrín: « En la víspera de la
Pascua fue colgado [crucificado] Jesús por hereje». Las pocas
alusiones del Talmud a Jesús tienen una tendencia despectiva. Afirma
que Jesús sedujo y extravió al pueblo de Israel, que se burló de las
palabras de los sabios y que interpretó la Torá, es decir, la Ley o
Pentateuco, como lo hacían los fariseos; pero afirma su existencia
histórica.

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Entre las obras de la cultura antigua, ordinariamente solo
encontramos testimonios sobre Jesús en los autores cristianos y en
los que combatieron la religión cristiana. Se comprenderá que los
otros autores no hayan escrito sobre Jesús y su religión, si tenemos en
cuenta que, en los primeros siglos de nuestra era, el cristianismo era
incipiente y que aparecía a los ojos de los no interesados por él, como
uno de los numerosos grupos religiosos de la época, que desaparecían
poco después de haber nacido.
Aunque no hayan sido testigos directos de su vida, algunos escritores
de esta época testimonian la existencia histórica de Jesús, pues no
solo recogen la tradición de los que conocieron a Jesucristo, sino que
edifican su fe sobre la firme convicción de su existencia . Por su
parte, los escritores anticristianos pretenden destruir la fe
cristiana, pero todos dan por supuesto la existencia de Jesús .
Entre los testimonios más antiguos, destacamos los siguientes:
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• San Clemente Romano,

Tercer sucesor de San Pedro, conoció personalmente a San Pedro y


San Pablo en Roma. Escribió una Carta a la Iglesia de Corinto hacia el
año 95, en nombre de la Iglesia de Roma, en la que pide a los fieles
que obedezcan a los presbíteros. Acerca de lo que ahora nos interesa,
entresacamos las siguientes frases, las cuales solo tienen sentido
supuesta la existencia histórica de Jesús: « Los Apóstoles nos
predicaron el Evangelio de parte del Señor Jesucristo; Jesucristo fue
enviado de parte de Dios... Los Apóstoles, después de haber sido
plenamente instruidos, con la seguridad que les daba la Resurrección
de nuestro Señor Jesucristo, salieron... Jesucristo dio su sangre por
nosotros según el designio de Dios, dio su carne por nuestra carne, y
su vida por nuestras vidas (42, 1.3; 49, 6)

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• San Ignacio de Antioquía,

Segundo obispo de Antioquía, discípulo del Apóstol San Juan. Durante


su viaje de Siria a Roma, donde seria martirizado hacia el año 107,
escribió cartas a algunas iglesias por las que había de pasar. El texto
que recogemos es de la Carta a los Tralianos ; en su alusión a los
«docetistas» afirma claramente la existencia histórica de Jesús:
«Jesucristo es del linaje de David e hijo de María; nació
verdaderamente, comió y bebió, fue verdaderamente perseguido por
Poncio Pilato, verdaderamente crucificado, y murió a la vista de todos... El
mismo resucitó verdaderamente de entre los muertos, siendo resucitado
por su propio Padre. Y de manera semejante, a nosotros, los que hemos
creído en El, nos resucitará su Padre en Cristo Jesús, fuera del cual no
tenemos vida verdadera. Pero si, como dicen algunos hombres sin Dios,
mejor dicho, sin fe, solamente padeció en apariencia –ellos sí que son
apariencia–, ¿por qué estoy encadenado? ¿por qué anhelo luchar contra
las fieras? Vana seria mi muerte y falso mi testimonio acerca del Señor»
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• Cuadrato

Presentó una Apología al emperador Adriano hacia los años 123 ó


124. En ella atestigua que algunas personas curadas o resucitadas por
Jesús sobrevivieron «no solo mientras el Salvador vivía aquí abajo,
sino aun después de su muerte, de suerte que algunos de ellos han
llegado hasta nuestros días».

• Arístides de Atenas

Escribió una Apología dirigida al emperador Adriano (117-138), o tal vez


a su sucesor, Antonino Pio (138-161), hacia la mitad del s.II. Dice así:

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«Los cristianos toman su linaje del Señor Jesucristo. Este es confesado
como Hijo del Dios Altísimo, descendido del cielo por medio del
Espíritu Santo, para la salvación de los hombres. Y engendrado de una
Virgen Santa, sin fecundación ni perdida de la virginidad, tomo carne y
se mostró a los hombres, con el fin de apartarlos del error del
politeísmo. Y una vez cumplido su maravilloso designio, gusto de la
muerte de cruz por su libre voluntad, según un grandioso designio. Y
después de tres días volvió a la vida y subió a los cielos»

• San Justino (†165)

Filosofo de profesión, en su primera Apología , dirigida al emperador


Antonino Pio (138-161), afirma que «Cristo nació hace solo ciento
cincuenta años en tiempos de Quirino... Sabemos que se hizo
hombre por medio de una virgen... fue crucificado bajo Poncio
Pilato... resucitó de entre los muertos».

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A continuación, describe las verdades principales de la religión
cristiana, relata la celebración de la Eucaristía e invita al emperador a
que consulte las Actas de Pilato y revise la injusta condena a muerte de
Jesús y a que admire su grandeza.

En el Dialogo con el judío Trifón hace un paralelismo entre Cristo-Adán


y María-Eva, al tiempo que afirma que «Cristo nació de la Virgen como
hombre» (84) y que fue «crucificado bajo Poncio Pilato, procurador
que fue de Judea»

• Luciano de Samosata (t h. 167)

Escritor griego, en su dialogo Sobre la muerte del peregrino presenta a


Jesús como un vulgar estafador, habla de su muerte y se burla de la
caridad de los cristianos y de su fe en la inmortalidad.

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Lo atestiguan los Evangelistas Mateo y Lucas. Este último hace notar
que, a causa del censo ordenado por las autoridades romanas, « José
subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada
Belén, en Judea, por ser el de la casa y de la familia de David, para
empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y estando allí
le llego la hora del parto» (Lc 2,4-6).

Fecha de nacimiento:

La investigación moderna ha logrado con bastante exactitud


determinar la cronología de la vida de Jesús, en el marco de la Historia
Universal. La actual datación cronológica se debe al monje romano
Dionisio el Exiguo, quien en el 533 propuso medir el tiempo a partir
del nacimiento de Jesucristo, en sustitución del año de la fundación de
Roma.

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• Celso († 180),

Filósofo pagano, fue el impugnador más temible de los primeros siglos.


En su obra Discurso verdadero admite la existencia histórica de Jesús.
Dice de Jesús que no desciende de David, ni es Dios, ni se refieren a él
las profecías, ni fue concebido virginalmente; afirma que fue mago y
que no resucitó. Y amonesta que la actitud de los cristianos es
peligrosa para la sociedad.

Lugar de nacimiento :

Según los Evangelios, la gente de su tiempo llamó a Jesús «el Nazareno»,


por el lugar en que residió con su familia hasta la edad de treinta años.
Sin embargo, sabemos que el lugar de nacimiento de Jesús no fue
Nazaret, sino Belén, localidad de Judea, al sur de Jerusalén.
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Se admite comúnmente que Dionisio cometió un error de cálculo,
pues situó el nacimiento de Jesús en el año 753 de la fundación de
Roma y señaló el 754 como el primero de la era cristiana; pero los
datos más seguros indican que Jesús ya había nacido el año 750 de la
fundación de Roma.

Los expertos estiman que Jesús nació 5 ó 6 años antes de la era


cristiana; en concreto, en los años 748 ó 749 de la fundación de Roma.
Esta conjetura se basa en la fecha de la muerte de Herodes el Grande,
que tuvo lugar en Jericó en la primavera del año 750 de la fundación
de Roma, según el testimonio de Flavio Josefo, estimado como cierto.

Según San Mateo, Jesús nació «en tiempos del rey Herodes» (Mt 2,1);
por lo tanto, en el año 750 Jesús ya había nacido. Los Magos que
fueron a «adorar al Rey de los Judíos» tuvieron la entrevista con
Herodes cuando este aún residía en Jerusalén (Mt 2,2). Se sabe que
Herodes se ausentó de Jerusalén a causa de su enfermedad en el
otoño del año anterior a su muerte.
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También afirma San Mateo que Herodes «mandó matar a todos los
niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo,
con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los
Magos» (Mt 2,16).

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Comienzo de la vida pública: Jesús comenzó su predicación poco
después de ser bautizado por Juan Bautista en el Jordán (Mc 1,9-11),
a comienzos del año 28, que corresponde al 781 de la fundación de
Roma.

Juan comenzó a predicar y bautizar «el año quince del reinado del
emperador Tiberio» (Lc 3,1), que corresponde al ano 780 de Roma y
al año 27 de la era cristiana. Jesús tendría 32 años, que concuerda con
la edad aproximada que le atribuye San Lucas: «como unos treinta
años» (Lc 3, 23)
Muerte de Jesús: Se sabe con certeza que Jesús murió un viernes del
mes hebreo de Nisán, dentro del mes de abril de nuestro calendario:
Mt 27,62; Mc 15,42; Lc 23,54; Jn 19,31.

Sobre el año, lo más probable es que haya sido el año 30 de la era


cristiana, que corresponde al 783 de la fundación de Roma.
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Con respecto al día del mes, lo más probable es que ocurriese el 14 o
el 15 de Nisán, es decir, el 7 u 8 de abril. El 14 de Nisán del año 30
cayó en viernes.

Ahora pasamos a estudiar la Fuente principal de la vida, ministerio,


pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazareth:

Analizaremos en primer lugar el carácter histórico de los


Evangelios , es decir, quiénes los escribieron, cómo se formaron,
cuándo fueron escritos, así como también la garantía de que no han
sufrido adulteraciones con el correr de los tiempos, sino que
expresan lo que realmente sucedió.

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Como saben todos, los Evangelios desde sus inicios, fueron recibidos
por los cristianos como LIBROS SAGRADOS como lo eran los libros del
Antiguo Testamento. Y los trataban así porque eran conscientes que
fueron escritos con la AYUDA DEL ESPÍRITU SANTO, es decir, con el
CARISMA DE LA INSPIRACIÓN. Los Evangelios son obra humana pero
a la vez divina. Veremos en primer lugar qué cosa es la INSPIRACIÓN:

Se llama inspiración divina a la acción de Dios sobre los que


escriben los libros de la Biblia (hagiógrafos) para que pongan
por escrito todo y sólo lo que Dios quiere para nuestra salvación:

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«Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la
Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. La
santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos
los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes,
porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo (cfr. Jn 20,31; 2Tm
3,16; 2P 1,19-21; 3,15-16), tienen a Dios como autor y como tales se le
han entregado a la misma Iglesia. Para la composición de los libros
sagrados, Dios eligió y empleó hombres en posesión de sus facultades y
capacidades, y actuó en ellos y por medio de ellos, para que escribiesen
como verdaderos autores, todo y solo lo que Él quería» (Dei Verbum, 11)

Esta acción divina actúa de tres modos diferentes e inseparables:

 La inspiración divina ilumina la inteligencia de los autores de la Biblia,


para que puedan entender con profundidad las verdades
sobrenaturales que Dios quiere que escriban.

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 Mueve la voluntad de los autores sagrados, sin violentar su
libertad, para que estos escriban fielmente lo que han concebido
en su inteligencia.

 Por último, la inspiración divina ayuda eficazmente para que los


escritores encuentren el lenguaje y los modos apropiados para
expresar de modo apto y con infalible verdad todo lo que han
concebido y han querido escribir. De este modo, Dios es el autor
principal de la Sagrada Escritura; y los escritores sagrados
también son verdaderos autores, aunque secundarios o
subordinados, al modo de instrumentos inteligentes y libres en las
manos de Dios.
Según lo anterior, el libro inspirado es el fruto de una acción de
Dios y del escritor sagrado –llamado «hagiógrafo», de hagios =
santo, y grafo = escribir–.Por eso se puede decir que, en la Sagrada
Escritura, todo es de Dios y todo es del hombre. Y también se
puede afirmar con verdad que, todo lo escrito por los autores
humanos está inspirado por Dios.
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Ahora, ¿qué criterios se deben de tener en cuenta para
interpretar la Palabra de Dios que está en los libros de la
Biblia ? Veamos lo que dice el Concilio Vaticano II (1962-1965)
en su documento Dei Verbum (Palabra de Dios) en el numeral 12:
«Dios ha hablado en la Escritura por medio de hombres y en
lenguaje humano; por lo tanto, el intérprete de la Sagrada
Escritura, para conocer lo que Dios ha querido comunicarnos,
debe estudiar con atención lo que los escritores sagrados
realmente quisieron decir y lo que Dios quiso dar a conocer con
sus palabras».
Por consiguiente, para interpretar la Sagrada Escritura debe
estudiarse tanto lo que escribieron los autores humanos –lo que
suele llamarse «interpretación histórico-literaria»–, como lo que
Dios quiso revelar en las palabras inspiradas –lo que se designa
con la expresión «interpretación teológica»
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Significa que el estudio e interpretación de la Sagrada Escritura
debe comenzar por el análisis del texto mismo, es decir, en el
estudio de los géneros literarios y de la cultura de la época:

a) En primer lugar hay que tener en cuenta los «géneros literarios »,


es decir, las formas de expresión que los autores han utilizado en sus
escritos: narrativo, lírico, profético, etc. El sentido de lo escrito por el
autor humano depende precisamente de estos géneros literarios.

b) Para comprender exactamente lo que el autor sagrado propone en


sus escritos, también hay que tener muy en cuenta los habituales y
originarios modos de pensar, de expresarse o de narrar que eran
usuales en la época del escrito r, así como las expresiones que
entonces solían utilizarse con mayor frecuencia en la conversación
ordinaria.
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Consiste en la investigación y estudio de las verdades que Dios ha querido
revelar (dar a conocer) a los hombres. Según la DV 12, «la Escritura se ha de leer
e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita, para sacar el sentido
exacto de los textos sagrados»
El Concilio señala tres criterios para una interpretación conforme al
Espíritu que la inspiró:
1) Prestar una gran atención «al contenido y la unidad de toda la
Escritura», que tiene a Dios como autor principal. Todos los libros de la
Biblia deben leerse desde Cristo porque Él es el centro.
2) Leer la Escritura en «la Tradición viva de toda la Iglesia»; los Padres
afirmaban: «la Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la
materialidad de los libros escritos». Por una razón de fondo. Antes de los
libros está la Tradición, es más, ellos se han originado dentro de la Tradición
(porque primero se predicaba oralmente luego se puso por escrito, de ahí
que se diga que primero es la Tradición y luego la Escritura).
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3) Estar atento «a la analogía de la fe», es decir, a la cohesión de las
verdades de la fe entre sí y con el plan total de la Revelación, pues
Dios no se contradice ni puede engañarse.

La Iglesia ha recibido de Cristo «el mandato y el ministerio divino de


conservar y de interpretar la Palabra de Dios »; en consecuencia, todo
lo que se refiere «al modo de interpretar la Escritura, queda sometido
al juicio definitivo de la Iglesia». En otras palabras, el Magisterio de la
Iglesia (es decir el Papa con los Obispos) ha recibido de Cristo el
ministerio o facultad de interpretar autorizadamente el contenido de
la Revelación (Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y
el poder del infierno no la derrotará, te daré las llaves del Reino, todo
lo que ates en la tierra será atado en el cielo y todo lo que desates en la
tierra será desatado en el cielo. Cfr. Mt 16,18-19).
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Esta interpretación autorizada recibe el nombre de interpretación
«auténtica». Por eso, la enseñanza de la doctrina católica abarca toda
la Escritura, y constituye el argumento más sólido para aceptar la
Revelación divina.
Una vez dado conceptos básicos, vamos a centrarnos en el estudio del
valor histórico de los Evangelios. Junto al argumento de fe,
ofrecemos demostraciones de razón: a través de diversos métodos, la
ciencia histórica nos asegura, como veremos a continuación, que los
Evangelios narran hechos que han ocurrido realmente y expresan
enseñanzas que proceden del propio Jesús.

La palabra «evangelio» procede de dos términos griegos: eu angelion


= buena noticia, buen mensaje.
Este término era usado en el mundo griego y romano para indicar el favor
de los dioses y los privilegios que los emperadores concedían a las
ciudades o pueblos.
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En los Evangelios aparece con estos significados principales:
a) Jesús utilizó esta palabra para referirse a la Buena Noticia del Reino
de Dios, que el propio Jesús anuncia, trae y realiza: « El tiempo se ha
cumplido y está cerca el reino de Dios; arrepiéntanse y crean en el
Evangelio» (Mc 1, 15).
b) También significa la predicación de los Apóstoles sobre Jesucristo y
su obra salvadora. Los Apóstoles cumplieron la misión recibida de
Jesús de «predicar lo que El les había enseñado » (Mt 28, 19). En este
caso, «evangelio» significa «el anuncio Gozoso de la salvación realizada
por Jesús». San Pablo, por ejemplo, habla de «mi evangelio», para
expresar su predicación sobre Jesús.
c) Por último, la palabra «evangelio» significa los cuatro libros que
contienen el Evangelio de Jesús predicado por los Apóstoles: « los
Evangelios son el testimonio principal de la vida y de la doctrina de
Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, que ha venido al mundo para
lograr la salvación de los hombres»
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Se entiende por «historicidad» o «valor histórico» de los Evangelios la
correspondencia o adecuación de las narraciones contenidas en
estos libros con la realidad de los hechos y de las enseñanzas de
Jesús .
Para los cristianos, como ya hemos visto anteriormente, la fuerza
principal del valor histórico de los Evangelios radica en que son
escritos inspirados por Dios : al tener a Dios mismo como autor
principal, la historia que contienen los Evangelios es historia verídica,
porque Dios no puede engañarse ni engañarnos. Por esta razón, la
Iglesia siempre ha mantenido que los cuatro Evangelios de Jesucristo
son libros históricos, pues consta que «transmiten con fidelidad lo
que Jesús, el Hijo de Dios, mientras vivía entre los hombres, hizo y
enseno realmente, para la salvación de ellos, hasta el día en que
ascendió al cielo»

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HISTORICIDAD DE LOS EVANGELIOS
Los autores de los Evangelios Estudia las razones por las que los
Origen apostólico Evangelios se atribuyen a Mateo, Marcos,
Lucas y Juan.
Historia del texto Comprueba la fiabilidad de las copias
Autenticidad literaria manuscritas de los Evangelios

Veracidad histórica Comprueba que los Evangelios narren


hechos sucedidos realmente

Desde la perspectiva de nuestro curso, la historicidad de los Evangelios


se limita a la información que ofrecen las ciencias históricas. Estas
ciencias también llegan a la conclusión de que los libros de los
Evangelios son escritos históricos, con un grado de fiabilidad
superior a cualquier otro documento histórico de la época .

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A continuación estudiamos más detenidamente esos puntos:

Se conoce quiénes son los autores de los Evangelios por:


• varios testimonios antiguos,
• por el análisis interno de los propios textos evangélicos y
• por el contenido que narran.
Esto ha llevado a afirmar que los Evangelios tienen origen apostólico.

Consta que los autores de los Evangelios son dos Apóstoles


-Mateo y Juan- y dos discípulos de los Apóstoles –Marcos y
Lucas–; a éstos desde antiguo se les llama « varones
apostólicos».

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El estudio de la historicidad de los Evangelios, al igual que de los
demás documentos antiguos, suele abarcar tres campos:

 El conocimiento de los autores que han escrito los Evangelios, lo


cual lleva a la conclusión de que tienen origen apostólico.

 La «historia del texto», o «autenticidad literaria»: consiste en la


comprobación de la fiabilidad de las copias manuscritas que han
llegado a nosotros:

 La «veracidad histórica»: la comprobación de que tales


documentos narran hechos sucedidos realmente.

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El estudio de los autores viene exigido porque los manuscritos más
antiguos de los Evangelios no expresan quién es el autor de cada uno
de los cuatro libros. Este mismo hecho ya es una prueba de
antigüedad de tales libros, pues refleja la costumbre vigente en la
época en que fueron escritos los Evangelios. Además, consta
históricamente que los primeros cristianos siempre atribuyeron
los cuatro Evangelios a cuatro personas muy conocidas en el
ámbito cristiano.
 Mateo y Juan fueron Apóstoles de Jesucristo; es decir, testigos oculares o
directos de la vida y de las enseñanzas de Jesús (Mt 10, 1-4).
 Marcos y Lucas no fueron Apóstoles, sino discípulos de algunos de
ellos: Marcos era hijo de María, una de las primeras mujeres que
ayudaron a Jesús y a los Doce (Hch 12,12), primo de Bernabé (Col
4,10) y discípulo de Pedro (1P 5,13) y de Pablo. Lucas, de origen
pagano, fue compañero de Pablo en su segundo (Hch 16, 10s.) y tercer
viaje (Hch 20,5s.), así como las dos veces que estuvo preso en Roma
(Hch 27,1s.).
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La atribución de los documentos escritos a estos cuatro autores tiene a
su favor numerosos testimonios antiguos, así como el análisis interno
de los propios textos evangélicos, como veremos a continuación:

Se conocen numerosos documentos, cercanos a la época en que fueron


redactados los Evangelios, que afirman que estos cuatro libros fueron
escritos por autores perfectamente conocidos en los ambientes
cristianos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los testimonios más
importantes son los siguientes:
• San Clemente Romano, tercer sucesor de San Pedro, en una carta
escrita a los cristianos de Corinto hacia el año 100.

• San Ignacio de Antioquia, en varios escritos anteriores al año 107.

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• Papías, obispo de Hierápolis, en el Asia Menor. Fue discípulo del
apóstol San Juan. Tiene especial relieve un escrito suyo datado en
torno al año 125, en el que escribió el siguiente párrafo, recogido por
Eusebio de Cesarea en su «Historia Eclesiástica».

“Marcos fue intérprete de Pedro y escribió con fidelidad, aunque


desordenadamente, lo que solía interpretar, que eran los dichos y
los hechos del Señor. Él mismo no había oído al Señor ni había sido
su discípulo, sino que fue discípulo de Pedro...; todo su cuidado
estuvo en una solo cosa: en no omitir nada de lo que había oído y
en no poner falsedad alguna acerca de ello... En cuanto a Mateo,
ordenó en lengua hebrea las sentencias del Señor, y cada uno las
interpretó luego según su capacidad»
• El libro Pastor de Hermas, escrito entre los años 140 y 155.

• San Justino, en Dialogo con el judío Trifón, escrito hacia el año 155.

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• El llamado Canon de Muratori, escrito hacia el año 180 en Roma.

• San Ireneo de Lyon, oriundo del Asia Menor, nació hacia el 140 y
murió en la persecución del emperador Septimio Severo hacia el 202;
recibió la doctrina cristiana en la catequesis de San Policarpo de
Esmirna, que había sido discípulo del apóstol San Juan; estuvo en Roma
y luego a ser obispo de Lyon, en las Galias. En un escrito de los años
178-188, San Ireneo da testimonio de los autores de los cuatro
Evangelios:
«Mateo, estando entre los hebreos, escribió en su lengua un escrito
del Evangelio, al tiempo en que Pedro y Pablo evangelizaban en Roma
y fundaban allí la Iglesia. Y, después de la muerte de estos, Marcos,
discípulo e intérprete de Pedro, nos dejo también por escrito lo que
Pedro había predicado. Asimismo, Lucas, compañero de Pablo,
redacto en un Evangelio lo que aquel había predicado. Después, Juan,
discípulo del Señor, el que se había reclinado sobre su pecho, publico
también su Evangelio, cuando vivía en Éfeso de Asia»
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Después de San Ireneo, los testimonios sobre los autores de los
Evangelios son unánimes; destacan los siguientes:

• Clemente de Alejandría, entre los años 150-215.

• Tertuliano, entre los años 160-223.

• Orígenes entre los años 185-254.

El estudio de los Evangelios muestra la coherencia interna de estos


escritos, así como las características propias de cada autor y el
ambiente de los destinatarios . El análisis de los escritos evangélicos
apoya los testimonios históricos sobre los autores de los Evangelios:

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• Mateo: expresa su propia experiencia personal, siguiendo en líneas
generales el esquema del discurso de Pedro en Cesarea de Filipo (Hch
10, 37-43); escribe en hebreo para los cristianos que viven en Palestina
y que son de origen judío. Refleja el ambiente judaico y utiliza con
frecuencia las profecías mesiánicas. Posteriormente este libro fue
traducido al griego, y esta traducción es la que ha llegado a nosotros.

• Marcos: escribe la predicación de Pedro a los cristianos de Roma, que


habían sido gentiles. Refleja el ambiente romano, explica ritos y
costumbres judaicas desconocidas por los gentiles, y trata de modo
singular la figura de Pedro.

• Lucas: expresa la predicación de Pablo a los gentiles de Asia Menor y


de Grecia. Tiene el mismo estilo que el libro de los Hechos de los
Apóstoles, es como la primera parte de una obra única recogida en dos
volúmenes.

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• Juan: afirma que el autor de este libro es «el discípulo amado» (Jn 21,
20-24), es decir, el apóstol Juan; recoge su propia predicación y la
reflexión teológica dirigida a los cristianos del Asia Menor. Explica
términos e instituciones judaicas; describe la geografía de Palestina.

Consta históricamente que los Evangelios recogen y transmiten la


predicación de los Apóstoles.

Los testimonios históricos que acabamos de mencionar, además de


confirmar el nombre de los autores de los Evangelios, manifiestan que
los Evangelios transmiten lo que los Apóstoles predicaron por mandato
de Jesús: «Vayan al mundo entero y prediquen el Evangelio a toda
criatura. El que crea y sea bautizado, se salvará » (Mc 16,15).

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El evangelista Juan expresa en estos términos el motivo por el que
fueron escritos los Evangelios: «Fueron escritos para que crean que
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su
nombre» (Jn 20, 31).
DV 18 resume del modo siguiente que el contenido de los Evangelios es
la predicación de los Apóstoles y que los autores de estos libros son las
personas reconocidas por la primitiva tradición cristiana: « Entre los
escritos del Nuevo Testamento sobresalen los Evangelios, porque son el
testimonio principal de la vida y de la doctrina del Verbo Encarnado,
nuestro Salvador.
La Iglesia siempre y en todas partes ha sostenido y sostiene que los
cuatro Evangelios tienen origen apostólico. Pues lo que los Apóstoles
predicaron por mandato de Jesucristo, después ellos mismos y ciertos
varones apostólicos lo escribieron, bajo la inspiración del Espíritu Santo,
y nos lo entregaron como fundamento de la fe: a saber, el Evangelio en
cuatro formas, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan».
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Para demostrar la historicidad de los Evangelios, además de conocer
cómo se formaron éstos y cuándo fueron escritos, es necesario
comprobar que los Evangelios NO HAN SUFRIDO VARIACIONES
SUBSTANCIALES. Esta cuestión viene planteada porque los Evangelios,
al igual que los demás textos de la Sagrada Escritura y de los autores de
la antigüedad, se conocen sólo a través de copias manuscritas .

Los escritos originales de los evangelistas –los llamados «autógrafos»– se


perdieron relativamente pronto, a causa de la corta duración del papiro,
que ordinariamente no sobrepasa los 200 años.
El estudio de las numerosísimas copias manuscritas de los Evangelios,
desde las más antiguas a comienzos del s. II hasta las que fueron
impresas en el s. XVI, ha llevado a los historiadores a concluir que los
textos evangélicos son perfectamente fiables como documentos
históricos .
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En otras palabras, se puede afirmar con certeza científica que el
paso del tiempo no ha alterado, disminuido ni ampliado
substancialmente los escritos que usaban los cristianos de finales
del s. I como los Evangelios que habían sido inspirados por Dios a
Mateo, Marcos, Lucas y Juan. El estudio de los historiadores suele
abarcar los siguientes campos:
5.5.1. La historia de la formación de los Evangelios
Esta expresión usada por los historiadores comprende dos aspectos:
cómo se formaron los Evangelios; y cuándo fueron escritos.

a. Etapas de predicación.

Consta que ha habido tres etapas históricas principales en la


formación de los Evangelios.

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• La predicación de Jesús : Durante tres años, Jesús anunció el
Evangelio de la salvación de los hombres, eligió a un grupo de
Apóstoles, murió crucificado bajo el poder de Poncio Pilato, resucitó
y subió al cielo.
• La predicación de los Apóstoles : Después de la Ascensión, y en
obediencia al mandato de Jesús, los Apóstoles predicaron por todo el
mundo conocido las enseñanzas y los hechos del Señor, con la
comprensión más profunda que les dio la Resurrección gloriosa de
Cristo y la luz del Espíritu Santo que recibieron el día de Pentecostés.
Esta predicación se realizó de tres modos diferentes:

• la evangelización: predicación del «kerygma».


• las catequesis a los bautizados.
• Las celebraciones litúrgicas: Eucaristía y demás
sacramentos.

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b. Proceso de redacción de la predicación apostólica:
Se sabe que antes de la redacción de los Evangelios, algunos cristianos
pusieron por escrito las enseñanzas más importantes de los Apóstoles,
para guardar con mayor fidelidad el mensaje de Jesús y meditarlo. Estos
escritos suelen distinguirse del siguiente modo:

• Pequeños escritos: se trata de relatos breves y aislados sobre:

• la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor,


• algunos milagros,
• parábolas,
• episodios de la infancia de Jesús.

• Colección de textos: escritos largos que contienen abundantes


enseñanzas de Jesús; por ejemplo, el denominado Logia (escrito
entre los años 40-50), sobre discursos o enseñanzas del Señor.

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• Redacción de los Evangelios que han llegado a nosotros : Inmersos en
la realidad viva del mensaje de Jesús, los autores sagrados recogieron
en sus escritos lo que estimaron más importante acerca de los
«dichos» y los «hechos» de Jesús. Según los principales estudiosos y el
magisterio de la Iglesia, los Evangelistas redactaron sus libros del
modo siguiente:
• seleccionaron algunos datos transmitidos de palabra o por escrito;
• resumieron algunas otras cosas;
• las explicaron atendiendo a la situación concreta de los cristianos a
los que se dirigían;
• conservaron la forma de proclamación, es decir, retuvieron el estilo
de predicación oral de los Apóstoles;
• comunicaron en sus escritos cosas verdaderas y sinceras acerca de
Jesús;
• escribieron de acuerdo con su memoria (Mateo y Juan), o según el
testimonio (Marcos y Lucas) de quienes «fueron desde el principio
testigos oculares y ministros de la palabra» (Lc 1,2), es decir, según
el testimonio de los Apóstoles.
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c. Fechas de redacción:
• Los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) fueron escritos
antes del año 70, fecha de la destrucción de Jerusalén por las
tropas del emperador Tito. Los tres hablan de la destrucción de
Jerusalén de modo profético, y no como un hecho ya realizado (Mt
24,1-31; Mc 13,1-27; Lc 21,5-36). Cabe precisar un poco más.

o Mateo, en la primera redacción aramea, parece que fue escrito


entre los años 50-55, en Palestina. Nos ha llegado la traducción
al griego –texto canónico recibido por la Iglesia–, realizada
alrededor de los años 68-70, seguramente en Siria.

o Marcos, parece que fue escrito hacia el año 60. Algunos lo


adelantan al 53-58. Mateo griego y Lucas recogen algunas
cosas escritas en Marcos.

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o Lucas fue escrito antes de los Hechos de los Apóstoles. El libro de
los Hechos narra que los cristianos acuden a rezar al templo de
Jerusalén (Hch 2,46; 5,42), concluye con la absolución de Pablo de
su primer proceso en Roma en los años 61-63, y no menciona su
martirio, ocurrido el año 67. Por consiguiente, se estima que el
libro de los Hechos fue escrito alrededor del año 63, y el Evangelio
de Lucas un poco antes de esta fecha; la mayor parte de autores lo
datan hacia el año 62.

En definitiva, los Evangelios sinópticos tienen en su base la garantía


de testigos oculares y fueron escritos en fechas próximas a los
acontecimientos narrados, lo cual constituye una prueba muy
importante de su historicidad.

• Juan fue escrito a finales del siglo I, en Asia Menor.

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Respecto a las copias de los Evangelios nos queda por ver su
autenticidad y su integridad literarias.

Se entiende por «autenticidad literaria » el hecho de la concordancia


substancial de las copias que han llegado a nosotros con los
escritos originales de los evangelistas; es decir, a la identidad de las
copias con los originales.

Se entiende por «integridad literaria» el hecho de que las copias


que han llegado a nosotros sean completas, sin que les falte
ninguna de las partes escritas por los Evangelistas .

En el caso de los Evangelios nos encontramos ante una situación


privilegiada, pues desde los primeros tiempos los cristianos hicieron
numerosas copias en griego y en latín, para el culto litúrgico y para
alimentar la vida cristiana con su lectura y meditación.
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5.6.1. Testimonios documentales

Son abundantísimos; suelen clasificarse en tres grupos:

a) Copias griegas: en la actualidad se conocen más de 6.000


manuscritos;
b) Traducciones antiquísimas: más de 40.000 manuscritos en
diversas lenguas;
c) Citas del Nuevo Testamento en escritores cristianos: son tan
numerosas que podría reconstruirse casi la totalidad del NT en
griego y en latín. Toda esta variedad y extensión de testimonios
contrasta con el hecho de que ninguna obra de la antigüedad
llega al millar de manuscritos conservados.

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5.6.2. El papiro Rylands

Es el más antiguo que se conserva de los Evangelios; se estima que fue


escrito en Egipto hacia el 125 y contiene varios versículos del
Evangelio de San Juan. Solo dista del original unos veinticinco o treinta
años.

5.6.3. Pruebas

Además del juicio de fe de la Iglesia, hay numerosas pruebas que


confirman la autenticidad y la integridad literarias de los Evangelios
que han llegado a nosotros. Esta cuestión suele plantearse del siguiente
modo: Los escritos originales, que son los inspirados por Dios, han
desaparecido; los textos que han llegado hasta nosotros son copias. En
consecuencia, ¿podemos seguir leyendo el NT como palabra de Dios,
escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo; o nos hallamos ante unos
libros corregidos, acortados o aumentados por los hombres?
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Gozan de gran autoridad científica los tres modos siguientes de
argumentar que las copias llegadas a nosotros concuerdan fielmente
con lo escrito por los Evangelistas:

a. La Vulgata: Es la versión latina de la Sagrada Escritura que fue


realizada entre los años 390-404 por San Jerónimo, teniendo a la
vista copias antiquísimas en griego que se han perdido. La
garantía de historicidad es muy grande. El Concilio de Trento la ha
declarado «auténtica» en el sentido de que carece totalmente de
errores en materia de fe y de moral.

b. Los textos originales griegos: Hoy día son abundantes las


traducciones de la Sagrada Escritura que han sido realizadas
sobre los llamados «textos originales griegos». Uno de los
procesos de verificación parte de las versiones actuales de los
Evangelios y se remonta hasta sus fuentes literarias; abarca cuatro
pasos principales:
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 Se puede comprobar fácilmente que los Evangelios que leemos hoy
concuerdan con las primeras ediciones críticas realizadas en
imprenta en el siglo XVI: Las más famosas son:
 Biblia Poliglota Complutense, Cisneros, Alcalá de Henares, 1514;
 Novum Instrumentum, Erasmo, Basilea, 1516;
 Biblia, Teodoro Beza, 1565;
 Poliglota de Amberes o Regia, Arias Montano, Plantino, Amberes,
1568-72.

• Se sabe que para fijar el texto a imprimir en esas ediciones, se


hicieron numerosos estudios críticos sobre copias manuscritas del
Nuevo Testamento, algunas de las cuales se remontan hasta el siglo
VIII.

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• Posteriormente se encontraron códices manuscritos de los siglos
IV y V, que concuerdan substancialmente con el texto impreso . Los
códices más importantes son los siguientes:

• Códice Vaticano (B, 03), copiado en Egipto en el siglo IV.


• Códice Sinaítico (S, 01), del s. IV y encontrado en el año 1844 en
el monasterio de Santa Catalina del monte Sinaí.
• Códice Alejandrino (A, 02), escrito en el siglo V.
• Rescripto de Efrén (C, 04), de origen egipcio, escrito en el siglo V.

• Desde el siglo XIX a nuestros días se encontraron cerca de cien


papiros, procedentes de Egipto, escritos entre los ss. II y IV .
Contienen fragmentos del NT de extensión muy variada; todos ellos
coinciden substancialmente con el texto que ha llegado a nosotros (los
papiros más importantes están reseñados en el diagrama de arriba).
La conclusión a la que se llega es que los Evangelios actuales coinciden
substancialmente con los que tenían los cristianos del siglo II.
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c. La Neovulgata: Es la versión latina de la Sagrada Escritura que ha
realizado la Iglesia Católica recientemente y que fue publicada en el
año 1979 con la autoridad del Romano Pontífice. La Neovulgata es
el texto latino oficial de la Iglesia, que debe usarse en las
celebraciones litúrgicas y en el estudio de la Revelación divina. Esta
publicación ha sido fruto de un minucioso estudio crítico de todos
los manuscritos conocidos hasta hoy, además de las investigaciones
históricas, bíblicas, filológicas, arqueológicas, etc. más recientes. La
Neovulgata es la mayor garantía científica que tenemos hoy de la
autenticidad y de la integridad de la Sagrada Escritura.

Por último, además de conocer a los autores y de demostrar la


«autenticidad literaria» de los escritos, es necesario comprobar su
veracidad histórica , es decir, demostrar la concordancia entre lo
narrado en los textos evangélicos y lo sucedido realmente .
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Con respecto a la veracidad surgen estas preguntas: Los Evangelios
¿cuentan la vida de Jesús tal come ha sido realmente? ¿Los «hechos» y
los «dichos» de Jesús son los mismos que vienen en los Evangelios o
han sido modificados?

Para demostrar la veracidad histórica de los Evangelios tenemos


cuatro argumentos principales:

a) La comprobación de los hechos por fuentes de conocimiento


independientes;
b) El análisis crítico de los textos;
c) Modernos criterios de historicidad; y
d) Explicación de las variantes.

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5.7.1. Comprobación por fuentes de conocimiento
independientes
Se llega a la conclusión que los Evangelios narran hechos históricos
cuando comprobamos que tales hechos también son
considerados reales en fuentes de conocimiento que son
independientes a ellos .

a) Los hechos más notorios de la vida de Jesús son


perfectamente comprobables por los métodos de la
Historia; por ejemplo, que Jesús fue crucificado en tiempos de
Poncio Pilato; que predicó en Palestina; que se rodeó de unos
discípulos; que resucitó a Lázaro; que fundó la Iglesia; que al
tercer día de su muerte comenzó a aparecerse a varios de sus
discípulos y que estos experimentaron un cambio
extraordinario en su conducta, etc. Los testimonios romanos y
judíos sobre la existencia histórica de Jesús constituyen
también una comprobación de la mayor parte de estos hechos
de la vida de Jesús.
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Los hechos ordinarios y carentes de importancia en el marco de la
Historia universal -por ejemplo, que Jesús lloró por la muerte de su
amigo Lázaro-, son muy difíciles de comprobar por otras fuentes que no
sean las propiamente cristianas. Esto no quiere decir que la
comprobación de tales hechos no sea teóricamente posible, sino que en
la práctica no suele haber documentación histórica sobre tales
acontecimientos.

En estos casos, como en otros semejantes de la Historia universal, la


ciencia histórica suele juzgar el grado de credibilidad que merecen tales
relatos, a partir de los análisis críticos de esos mismos testimonios,
como vamos a ver a continuación.

5.7.2. Análisis crítico de los testimonios evangélicos


Otro procedimiento para aceptar el carácter histórico de lo narrado en
cualquier documento antiguo es el análisis crítico de los escritos en
cuestión. Los historiadores suelen exigir las siguientes condiciones:
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• que los autores de los escritos sean sinceros , es decir, que
quieran lealmente decir la verdad;
• que estén bien informados sobre los hechos que narran; y
• que sean hombres normales y se muestren bien seguros de lo
que han escrito . El estudio sobre los Evangelios añade otras
pruebas: la aprobación social de los mismos, así como la proximidad
entre los escritos y los hechos narrados, sin olvidar que, para los
católicos, el argumento principal es la verdad de fe de la inspiración
divina de toda la Sagrada Escritura, como hemos visto al comienzo
del capítulo.

Se afirma que los Evangelios son veraces tomando como base los
hechos siguientes:

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a. Intención veraz de los evangelistas:
Los propios evangelistas manifiestan que su intención es narrar
sinceramente la verdad de los hechos ocurridos y la verdad de las
enseñanzas de Jesús. Esta intención está probada. En concreto, el libro
de los Hechos de los Apóstoles afirma varias veces que los
Evangelistas escribieron «lo que han visto y oído» (Hch 1,21; 4,20;
10,39). Por su parte, San Juan expresa de modo gráfico la veracidad de
su intención: «Lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos
oído con nuestros oídos, lo que hemos tocado con nuestras manos
referente al Verbo de vida..., eso es lo que les comunicamos » (1Jn 1, 1-
3).
b. Excelente información:

Consta que los evangelistas estaban muy bien informados: como ya


hemos visto, Mateo y Juan fueron testigos directos de la vida y de las
enseñanzas de Jesús; Marcos y Lucas fueron discípulos de los
Apóstoles y orientaron sus vidas a la difusión del mensaje evangélico.
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c. Hombres normales:

Tamzbién consta que los evangelistas fueron hombres normales, con


las reacciones propias de los hombres corrientes; no fueron unos
alucinados, ni estuvieron dominados por una imaginación
exaltada , sino que se mostraron muy seguros de lo que escribieron y
dieron prueba de ello con su propia vida.

d. Aprobación social:

Consta esa aprobación social por parte de las primeras generaciones


de cristianos y por las autoridades religiosas y políticas de Palestina.
En el caso que hubiesen deformado los hechos, podrían haber sido
rechazados como falsos y calumniosos por los directamente
interesados.

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Los fieles cristianos que conocieron directamente a Jesús
acogieron los Evangelios como libros históricos e inspirados ,
mientras que rechazaron como no inspirados otros libros
contemporáneos que hablan de Jesús y que usaron para su formación
cristiana, tales como la Didajé, el llamado Evangelio de Bernabé, o el
Pastor de Hermas.
Por su parte, las autoridades romanas y las judías, directamente
implicadas en la muerte de Jesús, aceptaron las narraciones de los
Evangelios, pues no consta ningún proceso judicial contra los
evangelistas, ni ningún escrito de protesta por calumnia.

e. Proximidad entre los escritos y los hechos:

La proximidad entre los escritos y los acontecimientos narrados en los


Evangelios es otra prueba de la veracidad de estos.

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La deformación magnificada de los hechos -la «mitificación» de la vida
de Jesús, según la interpretación de los racionalistas y de los
modernistas del s. XIX- exigiría un amplio espacio de tiempo entre los
hechos y los escritos, cosa que no ocurre con los Evangelios. Los
modernistas, para justificar su tesis, tienen que retrasar erróneamente
la redacción de los Evangelios hasta finales del s. II.

f. Inspiración divina:

Como argumento sobrenatural la inspiración divina de las Escrituras es


la prueba más profunda de que los Evangelios narran verazmente la
vida y las enseñanzas de Jesús. La inspiración divina es un hecho
sobrenatural. En concreto, DV 10 enseña que «en la composición de los
libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas
sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por
ellos, como verdaderos autores pusieron por escrito todo y solo lo que
Dios quería».
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La Iglesia ha recibido estos libros como divinamente inspirados. Este
hecho indica que el contenido de los Evangelios está de acuerdo con la
predicación que los Apóstoles han difundido acerca de Jesucristo. A este
respecto, DV 19 afirma que los Evangelios «narran con fidelidad lo que
Jesús, el Hijo de Dios, viviendo entre los hombres hizo y enseñó realmente
para nuestra salvación, hasta el día de la Ascensión. Después de este día,
los Apóstoles transmitieron a sus oyentes lo que Jesús había dicho y hecho,
con aquella más ilustrada inteligencia de que ellos gozaban, instruidos por
los acontecimientos gloriosos de Cristo [Resurrección y Ascensión] y
adoctrinados por la luz del Espíritu de verdad».

5.7.3. Los modernos criterios de historicidad


A partir de 1960, algunos estudiosos plantean la veracidad histórica de los
Evangelios con arreglo a unos criterios de historicidad que, en su opinión,
conduce a la certeza de que «determinados hechos» narrados en los
Evangelios han sucedido «realmente». Los principales criterios de
historicidad con los que los autores están de acuerdo son los siguientes:
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a. Criterio del testimonio múltiple:

se consideran históricos los datos evangélicos que se encuentran


atestiguados en fuentes de información independientes entre sí (por
ejemplo, Mateo y Lucas); cuando esas fuentes coinciden en un dato, este
es considerado histórico; por ejemplo, el uso que hizo Jesús de la
expresión «Hijo del Hombre» para mostrar su identidad divina,
expresión que se encuentra en todas las fuentes evangélicas.

b. Criterio de la discontinuidad:
se consideran históricos los datos, sobre todo cuando se trata de
palabras y de actitudes de Jesús, que son irreductibles a las
concepciones del judaísmo o de la Iglesia primitiva; estos datos
expresan la originalidad e irrepetibilidad de Jesús; por ejemplo, el uso
que hace Jesús del término «Abba» para hablar de Dios, lo cual resulta
impensable en el judaísmo antiguo y no pudo tener su origen en la
Iglesia primitiva.
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c. Criterio de conformidad:

se consideran históricos los datos que sintonizan perfectamente con el


ambiente social y cultural que corresponde a la época de la vida pública
de Jesús, y que son coherentes con las características de su predicación
suficientemente probada; por ejemplo, las parábolas que explican el
Reino de Dios, pues está suficientemente probado que el núcleo de la
predicación de Jesús es el Reino de Dios.

d. Criterio de explicación necesaria:


se considera histórico aquel dato evangélico que aparece como la única
explicación posible y suficiente de otros hechos narrados en los Evangelios; de
otro modo estos hechos constituirían un enigma insoluble; por ejemplo, los
milagros de Jesús: sin la aceptación histórica de los milagros no serían
explicables la exaltación de las gentes ante Jesús, la fe de los Apóstoles en su
Divinidad, la actitud de Jesús de perdonar los pecados, el lugar que ocupan los
milagros en los Evangelios, el odio de los sumos sacerdotes ante los prodigios de
Jesús; estos hechos solo pueden ser explicados por la realidad de los milagros.
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e. Criterio del estilo peculiar de Jesús:

una vez conocido el estilo peculiar de Jesús por medio de la


aplicación de los criterios anteriores, el estilo personal de Jesús,
tanto en sus dichos como en sus hechos, suele considerarse por los
autores como criterio de autenticidad histórica; por ejemplo, en la
parábola del hijo prodigo se dan la sencillez máxima y la bondad
inaudita que son propias de Jesús; aunque esta parábola solo se
encuentra en el Evangelio de Lucas, nadie ha puesto en duda nunca
la autenticidad histórica de la misma.

En definitiva, estos modernos criterios de historicidad son nuevos


argumentos que fortalecen la doctrina tradicional de los científicos y de
la Iglesia acerca de la historicidad de los Evangelios.

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5.7.4. Explicación de las variaciones

No obstante la convicción científica de veracidad, en los Evangelios


encontramos los dichos de Jesús expresados de modos diversos en las
numerosísimas copias, lo que ha llevado a algunos a dudar de la
veracidad de los Evangelios; sin embargo, las variantes encontradas en
los Evangelios no suponen una falta de veracidad histórica, pues
admiten explicaciones satisfactorias. Las variantes encontradas en los
Evangelios obedecen a los hechos y a las explicaciones siguientes:

• Los Apóstoles nunca pensaron escribir una biografía histórica de


Jesús : Es imposible que se imaginaran tal proyecto por las razones
siguientes:
 Los israelitas desconocían este género literario. La intención de
los autores sagrados es contar las relaciones de Dios con los
hombres y de estos con Dios; es decir, la historia de la salvación.

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 Los autores sagrados no recibieron el encargo de escribir una
historia, sino de predicar al mundo la redención realizada por
Jesús. Por eso, el núcleo principal de la predicación de los
Apóstoles es la Muerte y la Resurrección de Jesús.

 El interés del auditorio se centraba en la salvación. Esto era lo


novedoso de la noticia -la Buena Nueva-, no las circunstancias
geográficas o de tiempo. En concreto, es probable que muchos
lectores de San Mateo hubieran sido testigos de la vida pública
de Jesús.

• Sin embargo, se tiene la certeza científica de que los Evangelios


contienen la verdadera historia de Jesús , pues transmiten lo que
predicaron los Apóstoles sobre la Persona y la obra salvadora de
Jesús, el Señor.

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• Los Evangelios son historia predicada ; es decir, contienen la
predicación de los Apóstoles orientada según las circunstancias y
necesidades de sus oyentes: judíos o greco-romanos; grupos
reducidos en una tertulia familiar o en una celebración eucarística;
grupos amplios a quienes se adoctrina sobre puntos concretos de la
enseñanza de Jesús (catequesis); precisiones doctrinales a los
discípulos ante los primeros errores o ante problemas surgidos en
alguna comunidad cristiana (por ejemplo, el Evangelio de San Juan).

Estas formas variadas de predicar quedaron plasmadas en los


Evangelios, en los que se descubren diversos estratos o niveles de
redacción.

• Características de las narraciones : A la vista de los hechos


anteriores, se deduce que las narraciones evangélicas sobre Jesús
presenten unas características peculiares, que están en función de su
misión sobrenatural. Tales características son las siguientes:
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• Los Apóstoles profundizaron en la vida de Jesús. Consta que algunas
cosas de la vida y de la enseñanza de Jesús no fueron comprendidas
totalmente por los Apóstoles durante la vida histórica del Señor. El
mismo Jesús se lo advirtió: «Ahora no son capaces de entender» (Jn
16,12), pero «el Espíritu Santo, que el Padre les enviara en mi
nombre, les enseñará todo y les recordará todas las cosas que les he
dicho» (Jn 14,25).
La Resurrección de Jesús, y la luz sobrenatural del Espíritu Santo el
día de Pentecostés, a los Apóstoles «les abrió la inteligencia para que
comprendiesen las Escrituras» (Lc 24,45); y esa más profunda
comprensión quedó plasmada en los Evangelios.

• También consta que los Apóstoles y los evangelistas interpretaron los


«hechos» y las «palabras» de Jesús, al descubrir el verdadero sentido
sobrenatural de los mismos.

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• En atención a las necesidades de las comunidades cristianas a las que
iban dirigidos, y según su criterio personal, los evangelistas
sintetizaron o agruparon sus narraciones en capítulos (por ejemplo,
los capítulos 8 y 9 de Mateo relatan milagros y el 13 describe las
parábolas del Reino).

• Niveles de redacción. Por último, en los Evangelios encontramos


diversos niveles o estratos de redacción:

 En ocasiones, encontramos las mismas palabras de Jesús.


Este hecho, que hoy nos produce asombro, se explica por
diversos motivos: la tradición oral de la cultura hebraica, el
grafismo peculiar de la predicación de Jesús, su
extraordinario prestigio moral, y la acción del Espíritu Santo
sobre los Evangelistas.

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Las mismas palabras de Jesús se encuentran especialmente:
cuando Jesús habla en primera persona: «Yo soy»; «en verdad, en verdad
os digo».
en las oraciones que Jesús dirige a Dios y le llama «Padre»;
cuando se dirige expresamente a los discípulos y les dice: «Seguidme»;
«Vengan en pos de mi»;
cuando enaltece su misión divina: «Habéis oído que se dijo..., pero yo os
digo».

 De ordinario, encontramos los dichos y hechos de Jesús con


expresiones propias de los evangelistas : resúmenes de largos
discursos, pinceladas personales en hechos sobresalientes de
la vida de Jesús, etc.

 También encontramos algunas fórmulas litúrgicas plasmadas


ya en la primitiva comunidad cristiana: por ejemplo, según
algunos autores, la fórmula del bautismo de Mt 28, 19.

P. José Zapata Carrasco


Prof. De Cristología
Los tres primeros Evangelios (Mateo, Marcos y Lucas) presentan
muchos pasajes comunes, con bastantes coincidencias incluso al pie de
la letra. Al mismo tiempo encontramos también diferencias que llaman
la atención. Ordenando el contenido de los tres Evangelios en columnas
paralelas, se aprecian con una simple mirada (sinopsis) las semejanzas
y las diferencias que existen entre ellos. Por eso se llaman «Evangelios
sinópticos». Los tres tienen en común unos 350 versículos. Mateo y
Lucas coinciden en unos 230; Mateo y Marcos en unos 180; y Marcos y
Lucas en unos 50.

La explicación de tales semejanzas y diferencias suele llamarse la


«cuestión sinóptica» y es una de las más complicadas en el estudio de
los Evangelios. Existen varias teorías que no satisfacen plenamente. Una
de las explicaciones más aceptadas por los especialistas se consigna en
el diagrama de la página siguiente.
P. José Zapata Carrasco
Prof. De Cristología
P. José Zapata Carrasco
Prof. De Cristología

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