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Lección 10 para el 8 de septiembre de 2018

En su tercer viaje misionero, Pablo enfrentó muchas dificultades. Pero ni el


dinero, ni la magia, ni el paganismo, ni la política pudieron –ni pueden–
detener el avance del Evangelio, cuando el mensajero está listo para
entregar su vida “por el nombre del Señor Jesús” (Hechos 21:13).
2. Éfeso. Hechos 19. 1. Galacia y Frigia. Hechos 18:23-28.
 Los discípulos de Juan.  Apolos.
 Milagros.
 Diana de los efesios.

3. Macedonia,
Acaya y Troas.
Hechos 20:1-12.
 Eutico.

4. De Asón a Mileto. Hechos 20:13-38.


 Reunión con los ancianos.

5. De Cos a Tiro y Cesárea. Hechos 21:1-14.


 Advertencias del Espíritu Santo.
“Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos,
natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso
en las Escrituras” (Hechos 18:24)
En un solo versículo, Lucas resume los primeros
2.400 km del tercer viaje misionero de Pablo.
Recorrió las regiones de Galacia y Frigia, afianzando
las iglesias, hasta llegar a Éfeso.
Antes de que Pablo llegase a Éfeso, apareció allí un
elocuente predicador: Apolos.
Discípulo de Juan el Bautista, predicaba a Jesús
como el Mesías. Cuando Priscila y Aquila lo
escucharon, le tomaron aparte y le enseñaron más
plenamente el Evangelio.

Posteriormente, le dieron cartas de recomendación


para que fuese a trabajar en Corinto.
No esperes conocer todo de Jesús para hablar de
Él. Da testimonio con el conocimiento que
tienes ahora.
“—¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? —les preguntó. —No, ni
siquiera hemos oído hablar del Espíritu Santo —respondieron” (Hechos 19:2 NVI)
En Éfeso, Pablo encontró a unos 12
hombres que, como Apolos, eran
discípulos de Juan el Bautista.
Cuando Pablo les explicó la verdad en
Jesús, pidieron ser bautizados en el
nombre de Jesús. Entonces, recibieron el
Espíritu Santo, hablaron en lenguas y
profetizaron.
Estos hombres, aún sin la capacidad
homilética de Apolos, hablaban a otros de
Jesús. Cuando ampliaron su conocimiento
del Evangelio, continuaron más
eficientemente con su labor misionera.
Al contrario que ellos, los judíos
rechazaron el mensaje de Pablo. Durante
dos años, se reunió con los gentiles en la
escuela de Tiranno.
“Y hacía Dios milagros extraordinarios
por mano de Pablo” (Hechos 19:11)
¿Ser sanado por tocar una prenda que había sido llevada
por Pablo? Suena a superstición, ¿no?
Lo cierto es que ocurría. Incluso los demonios eran
expulsados así.
Por su falta de conocimiento de la verdad, Dios los sanó
usando métodos que ellos podían entender.
El hecho de que,
voluntariamente, quemasen sus
caros libros de magia, implica
que llegaron a rechazar la
superstición y abrazar la verdad.
Hasta tal punto llegó la fama
sanadora de Pablo, que unos
judíos exorcistas quisieron
expulsar demonios “por Jesús,
el que predica Pablo”. En esta
ocasión, Dios no permitió
el milagro.
“Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron,
diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!” (Hechos 19:28)

Habiendo recibido de
Macedonia y Acaya una
ofrenda para ayudar a la
iglesia de Jerusalén, Pablo
decidió ir allí a entregarla
personalmente.

Con esta ofrenda, se mostraba el deseo de


integración y apoyo de las nuevas iglesias
multiculturales a la comunidad judía de
creyentes.
Antes de partir, Dionisio provocó un grave
altercado con la intención de acallar el
mensaje de Pablo.
Aunque sus motivos eran evidentemente
económicos, usó la religión como tapadera
para provocar el altercado.
“El primer día de la semana, reunidos los discípulos para
partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día
siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche” (Hechos 20:7)
Pablo llevó consigo a hermanos de distintas
iglesias, encargados de entregar la ofrenda
en Jerusalén.
Al hacer escala en Troas, quedaron allí por
siete días. El día anterior a su partida, se
reunieron para despedir a Pablo con la
celebración de una Santa Cena.
Eutico, vencido por el sueño, se precipitó a la
calle, muriendo en el acto. Por la gracia
divina, Pablo levantó vivo al muchacho.
La reunión se alargó aún
hasta el alba, momento
en el cual Pablo se
despidió y prosiguió su
camino por tierra.
Mientras, sus compañeros
tomaron un barco
hasta Asón.
“El primer día de la semana, reunidos
los discípulos para partir el pan,
Pablo les enseñaba, habiendo de salir
al día siguiente; y alargó el discurso
hasta la medianoche” (Hechos 20:7)

Algunos han usado el hecho de que Lucas


mencione una reunión el primer día de la
semana para sostener que Pablo enseñaba a
los gentiles a reunirse en domingo.
Sin embargo, el contexto implica claramente
que ésta era una reunión especial motivada
por la partida de Pablo “al día siguiente”,
después de su estancia de siete días en Troas.
En una ocasión anterior, los judíos rechazaron
el mensaje, y los gentiles le pidieron a Pablo
que les predicase aparte (Hechos 13:42-48).
Pablo no los reunió en domingo, sino en
sábado. Si hubiese pensado que los cristianos
debían reunirse en domingo, hubiese
aprovechado, sin duda, esta oportunidad
para hacerlo.
“Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo
llamar a los ancianos de la iglesia” (Hechos 20:17)
Preocupado por lo que le pudiese ocurrir en Jerusalén, Pablo quiso reunirse con
los ancianos de Éfeso, a los cuales temía no volver a ver más.

Les recordó cómo se había Les aseguró que no temía


comportado cuando estaba sufrir problemas por predicar
con ellos. el Evangelio.

Les animó a cuidar del rebaño Les advirtió de los falsos


sobre el cual habían sido maestros que, como lobos, se
puestos. levantarían entre ellos.

Ante este emocionante discurso


de despedida “hubo gran llanto de
todos; y echándose al cuello de
Pablo, le besaban”.
“Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome
el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun
a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús” (Hechos 21:13)
En Tiro, el Espíritu Santo, a través de los hermanos, le
advirtió nuevamente a Pablo acerca de las dificultades
que tendría que enfrentar en Jerusalén. Hospedados en
Cesárea en casa de Felipe, el diácono, recibieron un
mensaje profético de Ágabo.
Atándose de manos y pies
con el cinto de Pablo,
indicó que los judíos
atarían así al dueño del
cinto y le entregarían a los
gentiles.
Al oír este mensaje, los compañeros de Pablo
intentaron persuadirle para que no fuese a Jerusalén.
Pero, para él, la integridad del Evangelio y la unidad
de la iglesia eran más importantes que su propia
seguridad o sus intereses personales.
“El corazón de Pablo estaba lleno de un
hondo y constante sentimiento de su
responsabilidad; y él trabajaba en íntima
comunión con Aquel que es la fuente de
justicia, misericordia y verdad. Se aferraba
a la cruz de Cristo como su única garantía
de éxito. El amor del Salvador era el
constante motivo que lo sostenía en sus
conflictos con el yo y en su lucha contra el
mal, a medida que en el servicio de Cristo
avanzaba frente a la frialdad del mundo y a
la oposición de sus enemigos”
E.G.W. (Obreros evangélicos, pg. 62)

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