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Género y Religión

Bendito sea Dios que no me hizo gentil, bendito sea Dios


que no me hizo mujer, bendito sea Dios que no me hizo
esclavo. (Plegaria del buen judio).
“Multiplicaré tus sufrimientos en los
embarazos y darás a luz a tus hijos con
dolor. Siempre te hará falta un hombre
y él te dominará”. (Génesis 3, 16).
Religión

El Diccionario de la Real Academia Española


define a la religión como: “Conjunto de
creencias o dogmas acerca de la divinidad,
de sentimientos de veneración y temor
hacia ella, de normas morales para la
conducta individual y social y de prácticas
rituales, principalmente la oración y el
sacrificio para darle culto”.
Biblia

Sagrada Escritura, o sea los libros


canónicos del Antiguo y Nuevo
Testamento.
La mujer en la Biblia y el machismo
en la tradición Judeocristiana

Primero que todo debemos aclarar que la Biblia


no es un libro sino un compendio de libros
escritos en diferentes épocas, no muy distantes
unas de otras en la historia, y dentro de una misma
cultura y mentalidad; libros escritos por hombres en
su gran mayoría y escogidos y categorizados como
“de origen sobrenatural” por otros hombres.
Evidentemente la mentalidad y las costumbres
semíticas tienen gran resonancia en el compendio
llamado Biblia.
El machismo semítico reluce en el compendio desde
el primer libro hasta los últimos. Veamos sólo algunos
ejemplos. En el libro del Génesis o del Origen
encontramos dos mitos que hacen referencia a un
cosmogénesis y a un antropogénesis. Estos mitos son
de mucha antigüedad; En Génesis 2:18-24 la mujer
es creada como un instrumento para el varón, es
creada no por iniciativa divina sino por que el varón
no encontró conexión con las otras criaturas que el
Creador puso a su disposición; en pocas palabras, la
mujer es creada como un instrumento para uso del
varón.
Además es creada desde el varón, (la costilla
extraída) para dejar de manifiesto la primacía de
éste. Evidentemente este mito fue escrito por la
mano de un hombre, quien se creía superior a la
mujer y quien de alguna manera tenía un
dato perverso en su cerebro: el uso de la mujer para
evitar la zoofilia.
El mito continúa y en Génesis 3:1 la mujer es
culpada por un supuesto “primer pecado” o pecado
original. El varón que lo escribió no fue tan hombre
como para reconocerse culpable como cualquiera lo
es de los malestares de la humanidad; este mito
sobre el origen del ser humano
(antropogénesis) busca dar sentido al origen de
la vida humana y al malestar presente en la
existencia pero busca al mismo tiempo la manera de
evadir toda responsabilidad del varón en el malestar
humano. La culpable es la mujer, el instrumento que
el Hacedor se inventó cuando notó que el varón no
encontró deleite en la vaca o el caballo.
En el mundo semítico existía la poligamia unilateral, es
decir, sólo el varón podía tener varias mujeres; la
mujer, no podía ser mujer más que de un único varón.
En caso de que la mujer hiciera algo en contra de la
norma era condenada a muerte por lapidación; (Véase
Juan 8:3) este precepto era de origen divino, según los
varones; que extraño que uno de los mandamientos de
origen divino dijera exactamente lo contrario: “no
matarás” (Exodo 20:13).
LA MUJER COMO OBJETO

En el mundo semítico la mujer es sólo una


propiedad más del varón; es una propiedad
valorada como el ganado. Génesis 31:43 es un
claro ejemplo: “Y respondió Labán, y dijo a
Jacob: Las mujeres son mías, y sus hijos,
hijos míos son, y las ovejas son mis ovejas, y
todo lo que tú ves es mío”. Otro ejemplo de la
cosificación de la mujer en el mundo semítico es
Deuteronomio 20:14 “las mujeres y los niños,
y los animales, y todo lo que hubiere en la
ciudad, todos sus despojos, tomarás para ti:
y comerás del despojo de tus enemigos, los
cuales Yahvé tu Dios te entregó.”
La mujer semita

La mujer semita era humillada


constantemente; no podía negociar, no podía hacer
muchas cosas por sí misma, no podía ser testigo en
una litigación, el testimonio de ella era nulo y no era
tomada en cuenta. Nunca contaban las mujeres para
nada. Mateo 14:21 “comieron cinco mil hombres,
sin contar mujeres y niños.”
Las decisiones eran tomadas por los varones.
La mujer ni siquiera tenía cualidades; en el mundo
hebraico la mujer no podía ser piadosa, ni justa, ni
buena porque el lenguaje desarrollado por sus varones
no permitía la declinación femenina de esos adjetivos.
Sólo los varones podían ser piadosos, justos y buenos.
Jesús y las mujeres

Jesús trató de reivindicar a la mujer pero a


pesar de todo su esfuerzo no fue capaz de
cambiar la mentalidad obstinada de los judíos
de su tiempo. Con el iban mujeres y varones en
los viajes misioneros. En Lucas 8:1-3 vemos
que Susana, Juana y María Magdalena eran
parte del grupo misionero. Esto es corroborado
por Lucas 24:22 donde los apóstoles que
caminaban hacia Emaús platican sobre ellas:
“algunas mujeres de nuestro grupo.”
También reivindica Jesús a la mujer cuando
según el dato bíblico es María Magdalena el primer
ser humano que ve al resucitado. El privilegio más
grande de la historia, según muchos teólogos, se le dio a
esta mujer (Cfr. Juan 20:11), a quien por muchos siglos
se le llamo Puta. No se lo dieron a ningún varón, ni
siquiera al joven Juan, el discípulo amado. Además con
esto, María Magdalena quedó elevada a la categoría de
“Apóstol de los Apóstoles” “…vé y dile al resto
que…” Queda claro que ella no se autoproclamó
apóstol.
La enseñanza del maestro duró poco en los
corazones de sus adeptos. En 1 Corintios 14:34
Pablo, quien se autoproclamó “apóstol” prohíbe la
participación activa de la mujer en las iglesias o
asambleas. Según él, la mujer debe permanecer
callada, que ella hable en la iglesia es inadecuado;
considera Pablo que si la mujer desea saber algo debe
preguntárselo a su marido. Claro en la cultura hebrea la
mujer no podía ser sabia tampoco, ese adjetivo solo
existía en masculino; sólo el varón podía ser sabio.
El Cristianismo fue creciendo como un niño
que nace de la religión judía y que es capaz de
sobrevivir todos los embates que le presenta la
vida; desafortunadamente, el cristianismo heredó
casi todas las bestialidades y las torpezas de
su religión madre, entre ellas el machismo y el
desdén por la mujer.
Tenemos tantas barbaridades escritas por
personajes que son mencionados en libros católicos
y en conferencias y sermones como sabios,
maestros y doctores que nos gastaríamos la vida
entera cuestionando su lucidez. Realmente son
misóginos.
¿Los hombres ilustres
de la Iglesia?

San Isidoro de Sevilla escribió que la sangre


menstrual impedía el crecimiento de los frutos,
marchitaba la hierba, oxidaba el hierro y opacaba
el bronce. Este hombre embrutecido por la fobia
a la mujer se las daba de científico porque sabía
leer y escribir, y no que lo sabía en el sentido
crítico, sino como un estudiante de escuela
elementaria.
Dionisio de Alejandría ordenó que la mujer
que estuviera menstruando no recibiera la
comunión.

El Papa Gregorio Magno exhortaba a las


mujeres a que no comulgaran si estaban
menstruando.
Muy pronto el Cristianismo fue tan machista como
su padre el Judaísmo. San Tomás de Aquino, el
Doctor Angélico, enseñaba, basándose en la Física
de Aristóteles, que la intención de la naturaleza
durante el coito era la creación de un varón pero,
decía, que a veces hay errores y que lo que sale es
una mujer. En pocas palabras, para este Doctor la
mujer es un error de la naturaleza. Los que lo
escucharon decir al final de sus días que lo que él
había escrito era pura paja debieron haber hecho
con sus escritos lo que se hace con la paja.
La mujer como un
demonio
Esta idea de que la mujer es la encarnación del
diablo, de que la mujer es el instrumento de pecado para el
varón trajo prácticas atroces y crueles al interior del
catolicismo. Hay datos veraces sobre la castración de
varoncitos con talento para el canto; esta atrocidad se le
practicaba al pobre hombrecito en cuanto apareciera el
primer signo de la pubertad. Existen partituras de música
para coros donde las voces femeninas soprano y contralto
eran ejecutadas por hombres castrados.
Los rangos de voz dentro de los coros no estaban
categorizados como lo están normalmente: sopranos,
contraltos, tenores y bajos sino de esta manera: castrati,
tenores, barítonos y bajos. En otras palabras, coros de solo
varones, de los cuales algunos eran castrados para alcanzar
los rangos femeninos de soprano y contralto. La razón de
todo esto es que la mujer no podía participar activamente
en la vida de la iglesia; ella era el demonio encarnado, no
podía pisar el santuario.
Mujer y sacerdocio

Con la teología de la liberación se planteó la


igualdad fundamental del hombre y la mujer con
acciones concretas como el ministerio sacerdotal
femenino; la jerarquía aunque a regañadientas
proclama esa igualdad fundamental se pierde en
recovecos y palabrerías para determinar por la fuerza
y no por la razón que la mujer no puede ser
ordenada al diaconado, o al presbiterado o al
episcopado.
Es dogma y punto, nadie se atreva a
discutirlo; así lo hizo saber Karol Voltija, el papa
polaco que sonreía y acariciaba niños, que se
presumía filósofo pero que no fue capaz de pensar
por sí mismo. Este escribió sobre la mujer pero solo
para que ésta se quedara resignada en la banca de
atrás.
Esta idea de las mujeres por el sacerdocio no es
nueva Santa Catalina de Siena (1347-1380),
pensaba en ser hombre y fraile predicador en
tierras lejanas.
Sor Isabel de la Trinidad (1880-1906), ella veía su
vida como la de un sacerdote.

según el Vaticano, éstas y otras muchas no podrían


ser auténticas vocaciones porque: «Tal atracción,
por muy noble y compresible que sea, no basta para
la genuina vocación. En efecto: ésta no puede
reducirse a la mera inclinación de la mente, que
podría ser simplemente subjetiva. Siendo el
sacerdocio un ministerio peculiar, cuya custodia y
administración ha recibido la Iglesia, la autoridad y
fe de la Iglesia es tan necesaria, que se transforma
en parte constitutiva de la vocación al mismo,
porque Cristo eligió a quienes quiso»
¿Sólo los hombres pueden ser
imagen de Dios?

«Por el ministerio ordenado, especialmente por


el de los obispos y presbíteros, la presencia de
Cristo como cabeza de la Iglesia se hace visible
en medio de la comunidad de los creyentes.
Según la bella expresión de San Ignacio de
Antioquía, el obispo es “typos tou Patros”, es
imagen viva de Dios Padre (Trall. 3, 1; cfr.
Magn. 6, 1).
Imagen Teológica de la
mujer y sacerdocio

La opinión oficial de la Iglesia es que la mujer no


puede recibir el sacramento del orden. El nuevo
Código de Derecho Canónico, que repite a este
particular al antiguo, lo expresa clara y sucintamente:
«Sólo el varón bautizado recibe válidamente la
sagrada ordenación» (n. 1024). Las razones de
esta postura las enumera y desarrolla el documento
ínter insigniores o Declaración sobre la cuestión de ¡a
admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial (l)
emitida por la Sagrada Congregación para la Defensa
de la Fe y aprobada por el Papa Pablo VI.
La razón principal que se da en el escrito es
el ejemplo de Jesús y el proceder de los apóstoles,
quienes no incluyeron a las mujeres entre los
llamados a ejercer este ministerio. Esta actitud fue
recibida por la Iglesia y mantenida indefectiblemente
hasta nuestros días. Lo que hicieron Jesús y los
apóstoles tiene rango de norma perpetua, recuerdan
los autores, y la praxis de la Iglesia es asimismo
normativa. La llamada exclusiva de los varones al
ministerio sacerdotal ha sido una tradición continua a
lo largo de toda la historia del cristianismo, universal
tanto en Oriente como en Occidente, y «esta norma,
amparada en el ejemplo de Cristo, ha sido observada
porque se la considera conforme con el plan de Dios
para su Iglesia» (p. 108). Por eso, resumen, «la
Iglesia, que quiere permanecer fiel al ejemplo
del Señor, no se reconoce autorizada para
admitir a las mujeres a la ordenación
sacerdotal» (p. 100).
El feminismo en la religión

Juan Pablo II llega a decir de los movimientos para la


liberación de las mujeres que son un auténtico signo de
los tiempos (Mulieris Dignitatem), pero a nadie se le
esconde el miedo que el feminismo —palabra en sí
maldita— suscita en la Iglesia. Tanto es así que el
arzobispo de Canterbury negó que hubiera conexión
entre el feminismo y la ordenación de las anglicanas.

Si bien las "feministas de género" promueven la


"desconstrucción" de la familia, la educación y la cultura
como panacea para todos los problemas, ponen especial
énfasis en la "desconstrucción" de la religión que, según
dicen, es la causa principal de la opresión de la mujer.
Numerosas ONG acreditadas ante la ONU, se han
empeñado en criticar a quienes ellos denominan
"fundamentalistas" (Cristianos Católicos, Evangélicos y
Ortodoxos, Judíos y Musulmanes, o cualquier persona
que rehuse ajustar las doctrinas de su religión a la
agenda del "feminismo de género").
Vale señalar que para el "feminismo de género", la
religión es un invento humano y las religiones
principales fueron inventadas por hombres para
oprimir a las mujeres. Por ello, las feministas
radicales postulan la re-imagen de Dios como
Sophia: Sabiduría femenina. En ese sentido, las
"teólogas del feminismo de género" proponen
descubrir y adorar no a Dios, sino a la Diosa. Por
ejemplo, Carol Christ, autodenominada "teóloga
feminista de género“.
Diferencias de Género en
la religión

No es los mismo ser religiosa o miembro laico (y


mujer) de la Iglesia, que sacerdote. El tipo de
funciones que se le adjudica a éste; cómo se hallan
definidas por Roma; cómo, en una palabra, las
encontramos revestidas de autoridad y jerarquía. La
«exigencia» de este perfil de personas para el
sacerdocio no liga con la identidad femenina adquirida
y aprendida, ni tampoco agrada a muchos sectores de
la Comunidad Cristiana.
En la encuesta realizada entre 1.000 de los 1.450
sacerdotes existentes en la Archidiócesis de
Madrid y respondida por 380 (más no fue
posible) el 73,9 % se manifestaba a favor de la
ordenación de la mujer y sólo el 21,1 % estaba
en contra (15).
Juan Pablo II

En este horizonte de "servicio" -- que, si


se realiza con libertad, reciprocidad y
amor, expresa la verdadera "realeza" del
ser humano -- es posible acoger también,
sin desventajas para la mujer, una cierta
diversidad de papeles, en la medida en
que tal diversidad no es fruto de
imposición arbitraria, sino que mana del
carácter peculiar del ser masculino y
femenino. (Carta dirigida a las mujeres por
Juan Pablo II, en la IV Conferencia Mundial
sobre la Mujer 1995, Pekín).
La mujer en la Iglesia del
siglo XXI
¿Dónde quedó la igualdad fundamental del
hombre y la mujer?
¿Por qué la jerarquía católica le tiene pánico
a que la mujer sea reconocida como otro
igual?
Es por el monopolio, se acabaría la demanda, se
acabarían los privilegios.
A pesar de las nuevas ideas muchas religiones
siguen rezagadas en la idea que un Sacerdote,
Obispo, Cardenal o Papa es la Imagen de Dios
Padre, que sólo los hombres pueden figurar como
tales. En síntesis, el género dentro de la religión se
centra más es el hombre como autoridad principal
de la jerarquía de las Iglesias y como único en
realizar los actos de Jesús.
¡Gracias por tu
Atención!

José Luis Martínez Juárez

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