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EL TIEMPO DE JESÚS
Uno de los grupos más estudiados en los últimos años ha sido el de los
esenios. Tenemos amplia información acerca de cómo vivían y cuáles eran
sus creencias a través de Flavio Josefo, y sobre todo de los documentos en
papiro y pergamino encontrados en Qumrán.
Por lo que se refiere a sus ideas políticas, había una cierta variedad.
Algunos de ellos consideraban que, aunque la soberanía absoluta co-
rresponde al Señor, se podía tolerar cualquier régimen político,
también el sometimiento a un poder extranjero como era el caso del
Imperio romano, siempre que los gobernantes no se entrometieran en
los asuntos religiosos. Para otros, en cambio, la soberanía divina hacía
totalmente reprobable cualquier género de colaboración con quien no
reconociese al Señor como único rey.
P. José Zapata Carrasco
Prof. De Cristología
También mantenían viva la esperanza en la llegada de un rey Mesías, de
la estirpe de David, que liberase a Israel de todas las opresiones a las
que estaba sometido y trajese para todo su pueblo una paz y felicidad
estables en su tierra. Sin embargo, aunque mantenían abierta su espe-
ranza, eran más escépticos que otros grupos con respecto a una pronta
manifestación del Mesías, y miraban con reservas a todo aquel que
anunciase una llegada inminente.
El motivo es que cuando las tropas asirias habían conquistado Israel, los
miembros de las tribus israelitas que habitaban en el antiguo reino del
norte habían sido exiliados a otros lugares. Su territorio, una vez
sometido y despojado de su población autóctona, había sido repoblado
con gentes de muy diversas procedencias. Aunque con el tiempo los
descendientes de la población extranjera que fue deportada a esas
tierras habían adoptado la religión local y daban culto al Señor, no eran
considerados como hijos de Israel.
P. José Zapata Carrasco
Prof. De Cristología
El rechazo por parte del judaísmo oficial había llevado a los samaritanos a
encerrarse en sí mismos y a desarrollar unas costumbres peculiares. Tenían
un sacerdocio propio, distinto al del templo de Jerusalén, que ejercía
funciones de culto al aire libre, o en el santuario que se habían construido
en el monte Garizim. Sólo aceptaban el Pentateuco, que sus códices tienen
algunas pequeñas diferencias en el texto respecto a los que se utilizaban en
las sinagogas judías, sobre todo en lo referente al culto en el Garizim.
En tiempo de Jesús vivían en las aldeas de Samaria, región que estaba muy
helenizada y en la que había grandes ciudades y numerosa población
helenista. Eran menospreciados por los judíos, y ellos correspondían a su
vez con desprecio hacia los que pasaban por su territorio con intención de
dirigirse a Jerusalén.