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Vidas Ejemplares 2

Seguimos conociendo la
vida de estas personas
consagradas a Dios.
Tratemos de
introducirnos en el
contenido, y tratemos de
imitar a estas valientes
almas, que se entregaron
de lleno a servir al Señor.

Francisco Martínez Arias


Santa Clara de Asís
Santa Clara de Asís
Estas palabras resumen la
vida y espíritu de Clara:
"Yo, Clara, sierva de Cristo,
pequeña planta de nuestro
Padre Francisco"

"Seguir a Cristo tras las


huellas de San Francisco en
pobreza, humildad y
caridad. Nadie ha realizado
jamás con mayor plenitud el
ideal concebido por un
hombre como esta mujer"
(Joergensen).
SU VIDA

Nació en Asís en 1194, poco se conoce


de su infancia y adolescencia. A los 18
años se consagró a Cristo haciéndose
cortar los cabellos y vistiendo el sayo
oscuro de la orden de San Francisco
que se había convertido para ella desde
1208 en el "loco, cuyas palabras le
parecían inflamadas y sus obras
sobrehumanas". Después de lo cual
inició una vida de pobreza radical,
renunciando a todo lo que poseía y
prometiendo vivir sin poseer nada.
Comenzaba así la Segunda Orden
Franciscana: Las Damas Pobres o
Clarisas. Esto sucedía en Santa María
de los Ángeles (Porciúncula), la iglesia
restaurada por San Francisco. En 1228
obtenía del Papa el "privilegium
paupertatis" de vivir totalmente de
limosnas.
El ideal de San Francisco lo
realizaba Clara y un grupo de
mujeres de Asís y de toda Italia.
Cuarenta y tres años vivió Clara
este ideal sin salir del convento.
En vida pudo ver como su orden
se extendía por España (43
conventos en el siglo XIII,
Bohemia, Francia, Inglaterra).
Dos veces logró hacer huir a los
sarracenos, alistados en el
ejército de Federico II, con solo
mostrarles desde la ventana del
dormitorio la custodia con el
Santísimo Sacramento (1240), o
exhortando a las hermanas a la
oración, estando totalmente
inmovilizada a causa de sus
continuos dolores.
Murió en San Damián, a las afueras de
Asís, Santa Clara estuvo enferma 27
años en el convento de San Damiano,
soportando todos los sufrimientos de su
enfermedad con paciencia heroica. En
su lecho bordaba, hacía costuras y
oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la
visitó dos veces y exclamó "Ojalá yo
tuviera tan poquita necesidad de ser
perdonado como la que tiene esta santa
monjita". Fue canonizada solo dos años
después por Alejandro IV. Dejó cuatro
cartas, la Regla y el testamento. "Vete en
paz ya que has seguido el buen camino;
vete confiada, ya que tu creador te ha
santificado, custodiado incesantemente
y amado con la ternura de una madre
con su hijo". "Oh Dios, bendito seas por
haberme creado". Estas fueron las
últimas palabras de una gran mística
llena de alegría y de amor a Dios y a los
hombres. Fiesta, 11 de Agosto.
El 10 de agosto del año 1253 a los
60 años de edad y 41 años de ser
religiosa, y dos días después de
que su regla sea aprobada por el
Papa, se fue al cielo a recibir su
premio. En sus manos, estaba la
regla bendita, por la que ella dio su
vida. En el año 1260, el 3 de
octubre, sus restos fueron
trasladados de la capilla de San
Jorge, Asís, y enterrados muy
profundo en tierra, debajo del altar
mayor de la nueva iglesia, bien lejos
del alcance y la vista de los
visitantes. Después de estar
escondidos por seis siglos y luego
de mucha búsqueda se los
encontró en 1850 (al igual que los
restos del mismo San Francisco).
En medio del inmenso gozo
de los habitantes de Asís, el
23 de setiembre de ese año
el ataúd fue abierto
encontrándose el cuerpo y
la ropa reducidos a polvo,
pero sus huesos estaban en
perfecto estado de
preservación, desafiando
las leyes de la naturaleza.
Finalmente, el 29 de
setiembre de 1872, los
huesos de la Santa fueron
trasladados con gran pompa
por quien luego fue León
XIII a la cripta de Santa
Clara, donde se los puede
ver en la actualidad.
Sinopsis Histórica , sobre Santa Clara
Fechas principales de la vida de Santa Clara
1193-(1194?) - Nace Clara en Asís, de Favarone de Offreduccio y de Ortolana,
familia noble.
1211-(1212?) - En la noche del Domingo de Ramos, Clara abandona la casa
paterna y recibe de manos de Francisco, en la iglesita de Santa María de los
Ángeles o de la Porciúncula, el hábito religioso.
1212-1213 - Clara y sus hermanas reciben de san Francisco la
«Forma de vida» que, al igual que la primitiva Regla de los
Hermanos, consta de algunas frases breves del Evangelio.
1216 - Recibe de Inocencio III el «Privilegio de la pobreza», que
permite a Clara y a sus hermanas vivir sin posesión alguna.
1218-1219 - El cardenal Hugolino da a las clarisas la Regla de S.
Benito y las Constituciones (de tradición camaldulense).
1228 - Gregorio IX confirma el «Privilegio de la pobreza».
1233-1253 - Clara escribe 4 Cartas a Inés de Praga.
1247-1252 - Clara escribe el Testamento y la Regla.
1253 - 9 de agosto. Inocencio IV confirma la Regla propia de Santa
Clara.
1253 - 11 de agosto: muerte de Clara. Es enterrada en la iglesia de
San Jorge.
1254 - 24 de noviembre. Apertura del proceso de canonización de
Clara.
1255 - 15 de agosto. Canonización de Clara por el papa Alejandro
IV.
Santa Rita de Casia
Uno de sus grandes
milagros fue, el rosal que
florecio en pleno invierno
cuando estaba todo
cubierto de nieve.
Cortesía de
Santa Rita de Cascia
(1381 †1457)‫‏‬
Fiesta: 22 de Mayo
Santa Rita
nata en 1381 Nacida en 1381, Santa Rita tuvo problemas
familiares desde que se casó a la edad de 15 años.
Su marido le pegaba brutalmente, la pateaba y la
insultaba por su disgusto al perder dinero en el
juego. Tuvo dos hijos que, pese a la influencia de
Rita, se tornaron malvados a partir de las
enseñanzas de su padre. Su marido murió de
manera violenta, pero por concesión Divina a las
oraciones de Rita, se arrepintió antes de morir.
También sus hijos murieron a una edad temprana,
arrepintiéndose antes de fallecer. Luego de muchas
dificultades y de forma milagrosa, Rita logra
ingresar al convento de las Hermanas Agustinas,
donde a la edad de sesenta años recibe en su
frente el Estigma de la Compunción. Una espina de
la Corona del Señor había atravesado su propia
carne. En sus últimos dieciséis años de vida Rita
llevó este signo externo y doloroso de
estigmatización y unión con Cristo, muriendo el 22
de mayo de 1457.
Cuando Rita fue beatificada, en 1627, su cuerpo
fue encontrado en el mismo estado en que estaba
al momento de su muerte, ocurrida más de ciento
cincuenta años atrás. Su cuerpo había cambiado
de posición a lo largo de los años. En la
actualidad, los visitantes suelen sentir un dulce
aroma que proviene de su cuerpo. Partes del
rostro de Rita han sido recubiertos de cera.

La herida del estigma desapareció y en lugar


apareció una mancha roja como un rubí, la cual
tenía una deliciosa fragancia. Debía haber sido
velada en el convento, pero por la muchedumbre
tan grande se necesitó la iglesia. Permaneció allí y
la fragancia nunca desapareció. Por eso, nunca la
enterraron.
El ataúd de madera que tenía originalmente fue
reemplazado por uno de cristal y ha estado
expuesta para veneración de los fieles desde
entonces.
Multitudes todavía acuden en peregrinación a
honrar a la santa y pedir su intercesión ante su
cuerpo que permanece incorrupto.
Santa Rita nació en 1381 junto a Casia, su
segunda patria, en la hermosa Umbría,
tierra de Santos: Benito, Escolástica,
Francisco, Clara, Angela, Gabriel... Santa
Rita pertenece a esa insigne pléyade de
mujeres que pasaron por todos los
estados: casadas, viudas y religiosas. Por
otra parte, pocos santos han gozado de
tanta devoción como Santa Rita, Abogada
de los imposibles. Su pasión favorita era
meditar la Pasión de Jesús. Los antiguos
biógrafos esmaltan su infancia de
prodigios sin cuento. Lo cierto es que fue
una niña precoz, inclinada a las cosas de
Dios, que sabía leer en las criaturas los
mensajes del Creador. Su alma era una
cuerda tensa que se deshacía en armonías
dedicadas exclusivamente a Jesús.
Sentía desde niña una fuerte inclinación a la vida
religiosa. Pero la Providencia divina dispuso que
pasara por todos los estados, para santificarlos y
extender la luz de su ejemplo y el aroma de su
virtud. Fue un modelo extraordinario de esposa,
de madre, de viuda y de monja.
Por conveniencias familiares se casa con Pablo
Fernando, de su aldea natal. Fue un verdadero
martirio, pues Pablo era caprichoso y violento.
Rita acepta su papel: callar, sufrir, rezar. Su
bondad y paciencia logra la conversión de su
esposo. Nacen dos gemelos que les llenan de
alegría. A la paz sigue la tragedia. Su esposo cae
asesinado, como secuela de su antigua vida. Rita
perdona y eso mismo inculca a sus hijos. Y
sucede ahora una escena incomprensible desde
un punto de vista natural. Al ver que no puede
conseguir que abandonen la idea de venganza,
pide al Señor se los lleve, por evitar un nuevo
crimen, y el Señor atiende su súplica.
Vienen ahora años difíciles. Su soledad, sus
lágrimas, sus oraciones. Intenta ahora cumplir el
deseo de su infancia; ser religiosa. Tres veces
desea entrar en las Agustinas de Casia, y las
tres veces es rechazada.
Por fin, con un prodigio que parece arrancado de
las Florecillas, se le aparecen San Juan Bautista,
San Agustín y San Nicolás de Tolentino y en
volandas es introducida en el monasterio. Es
admitida, hace la profesión ese mismo año de
1417, y allí pasa 40 años, sólo para Dios.
Recorrió con ahínco el camino de la perfección,
las tres vías de la vida espiritual, purgativa,
iluminativa y unitiva. Ascetismo exigente,
humildad, pobreza, caridad, ayunos, cilicio,
vigilias. Las religiosas refieren una hermosa
Florecilla. La Priora le manda regar un sarmiento
seco. Rita cumple la orden rigurosamente
durante varios meses y el sarmiento reverdece.
Y cuentan los testigos que aún vive la parra
milagrosa.
Jesús no ahorra a las almas escogidas la
prueba del amor por el dolor. Rita, como
Francisco de Asís, se ve sellada con uno de
los estigmas de la Pasión: una espina muy
dolorosa en la frente. Hay solicitaciones del
demonio y de la carne, que ella calmaba
aplicando una candela encendida en la mano
o en el pie. Pruebas purificadoras, miradas
desconfiadas, sonrisas burlonas. Rita mira al
Crucifijo y en aquella escuela aprende su
lección.
La hora de su muerte nos la relatan también
llena de deliciosos prodigios. En el jardín del
convento nacen una rosa y dos higos en
pleno invierno para satisfacer sus antojos de
enferma. Al morir, la celda se ilumina y las
campanas tañen solas a gloria. Su cuerpo
sigue incorrupto.
Cuando Rita murió, la llaga de su frente
resplandecía en su rostro como una estrella
en un rosal. Era el año 1457. Así premiaba
Jesús con dulces consuelos el calvario de su
apasionada amante. Leon XIII la canonizó el
1900.
Sinopsis
La infancia de Rita estaba llena de narraciones
sobre la vida de los santos, héroes y mártires
cristianos. La mamá la llevaba con frecuencia a
las iglesias de Casia. Allí cada altar tenía su
santo, cada pared su historia narrada en
imágenes pintadas al "fresco" cada vitral sus
episodios bíblicos, narrados con el color y la
luz. Rita había adquirido desde niña una
gran familiaridad con los santos que llenaban,
entonces como ahora, el calendario. Alguna vez
la mamá la sorprendió acurrucada en un rincón
de la habitación " dialogando" con sus tres
amigos: San Juan Bautista, San Agustín y San
Nicolás de Tolentino. Ella para repetir lo que
había visto en la iglesia prendía una vela, la
colocaba entre dos vasos llenos de flores y se
inclinaba varias veces
haciendo un gesto de adoración.
Pero esto no siempre era grato a los ojos de su
madre quien se lo impedía preocupada por aquel
extraño silencio.
EL NACIMIENTO DE RITA

No hay que pensar que el nacimiento de los


santos va acompañados de circunstancias
extraordinarias. No se nace Santo, se llega a
serlo. Rita nació en el remoto 1381 como todos
los niños de su tiempo; entre algún lamento de
su madre, la espera impaciente del papá,
mucha agua hervida en el fogón y algo que no
podía faltar: los acostumbrados pañales.

Narra la leyenda, que pocos días después del


nacimiento, mientras la niña dormía, unas
abejas entraban y salían de su boca. El
episodio ciertamente poético, es también fruto
de la devoción popular que ha querido dar a la
pequeña una señal de su predestinación a la
santidad pero una destinación más evidente
para rita fue aquella de tener padres cristianos
convencidos y de haber recibido de ellos el
incomparable don de la fe.
Las velas encendidas en la penumbra, los
vitrales de variados colores, los rostros y
las manos de los santos, todo allí habla de
una presencia misteriosa. Luego de la
recitación de los salmos, el silencio es aún
más profundo en las naves de la Iglesia.
Todos están esperando con la con la
respiración en suspenso, al famoso
predicador franciscano Santiago de la
Marca. Y ahí está, efectivamente. Con la
cabeza levemente las manos escondidas
bajo el hábito, los pies descalzos.

Rita se encuentra emocionada y quisiera


acercarse para ver a aquel hombre de
Dios, pero él sube enseguida al púlpito y
empieza a hablar.
RITA ESCUCHA UN SERMÓN

Empieza a amanecer. El cielo aún


conserva algunas de las nubes grises que
desde la tarde anterior se habían posado
sobre los techos de casia como un manto
misterioso. Rita, a la primera señal de su
mamá, abre los ojos y se baja de la cama
rápidamente; no quiere perder, por ningún
motivo, las ceremonias del viernes Santo
que comenzarán a las ocho de la mañana
y concluirán a las tres de la tarde con la
adoración de la Santa Cruz. La mamá ha
bajado a recoger un poco de leña para
calentar el agua. Rita ya sabe lo que debe
hacer: empieza a llenar de agua la caldera
de que está suspendida bajo la chimenea.
Faltando solamente media hora para las
ocho, las dos Mancini salen de casa y se
dirigen a la Iglesia de San Agustín. Allí
dentro hace frío.
Rita no entiende todo lo que el
hermano predicador dice a los
fieles, pero observa como poco a
poco se va dibujando en sus rostros
una gran compasión por las
humillaciones ocasionadas a
Nuestro Señor. Algunos lloran, otros
buscan, con la mirada, a algún
sacerdote para confesarse y otros
miran al Crucifijo del altar mayor
arrebatados en un diálogos sin
palabras. Cuando terminó el
sermón, Rita no se había dado
cuenta del tiempo. Su mamá,
mientras tanto, le hizo señas de que
debían marcharse. Las calles de
Casia empiezan a mojarse por la
lluvia que cae suavemente y sutil
como el llanto.
LA MUERTE DEL MARIDO

Era una de esas noches oscuras, tan


oscuras que hasta los mismos lobos
habrían tenido miedo de rondar por las
calles de Casia.

Las personas más ancianas contaban, por


el gusto de ver asustados a los niños, por
el gusto de ver asustados a los niños, que
en otro tiempo habían bajado de la
montaña y habían llegado "hasta la plaza".
Pero quien en verdad temblaba aquella
noche era Doña Rita Mancini, esperando
la llegada de Fernando su marido. Las
campanas de la torre ya habían dado las
primeras campanadas de la noche. Eran
las 11, una hora peligrosa para estar por la
calle.
El marido de Rita pertenecía a un partido
bastante fuerte entonces: el de los
Guelfos, formado por un grupo de familias
poderosas.
DEL NOVIAZGO AL MATRIMONIO

Rita no se libró de las miradas de los


jóvenes cuando dejó las ropas de niña
para vestirse de señorita. Sin embargo, no
le importaba saber cuál sería su novio
entre los fogosos jóvenes de Roca Porena.
En ella latía otra aspiración: sentía gran
fervor por las cosas de Dios.

¡Cuánta atracción ejercía en ella la Iglesia,


el canto de los salmos, las campanas, el
olor a incienso! Y nadie se extrañaba al
verla tan aficionada a estas cosas ya que
ello era común en la vida de las
muchachas de Casia. Rita, por su parte no
se preocupó de comunicar estos
sentimientos a nadie, ya que a ella le
parecían cosas muy naturales.
¿Quién era en realidad su madre sino una
especie de monja de clausura consagrada
para siempre al marido y al hogar?
Solamente salía de casa para ir a la misa o
al mercado.

Por esto Rita no se preocupaba mucho de


los jóvenes de Roca Porena y menos aún
de los de Casia; su corazón estaba
interesado en un sueño diverso al que ni
siquiera ella misma sabía darle un nombre.
Pero, sin embargo, eso no era
impedimento alguno para que los jóvenes
se interesasen por ella. De hecho, entre
éstos tantos jóvenes había uno que no
dejaba de mirarla
ni siquiera cuando el sacerdote levantaba
la Hostia durante la Misa Solemne del
Domingo. Rita, sin embargo, no se dio
cuenta de nada hasta el día que su madre
le confió que un muchacho de nombre
Fernando Mancini, había pedido
oficialmente su mano.
Del otro bando estaban los Gibelinos, no
menos poderosos y poco dispuestos a dejarse
suplantar. Ya se habían sucedido altercados y
amenazas de parte y parte y no pocas veces
se había llegado hasta el derramamiento de
sangre en feroces peleas que habían enlutado
precisamente a las mejores familias y a las
menos vengativas. ¿Nos tocara ahora a
nosotros?, pensaba Rita asomándose a una y
a otra de las ventanas de la casa. Quería alejar
aquel pensamiento que la tenía angustiada
desde hacia ya varias noches. Oraba.

Sus dos hijos dormían o fingían hacerlo ya que


de vez en cuando los oía hablar bajo. ¿ O era
el viento que soplaba por entre las hendiduras
de la gran puerta de encima?. Empezó de
nuevo a orar: "Dios mío, haz que regrese
pronto, porque esta noche... Su angustia fue
interrumpida por pasos en la calle y luego por
pasos precipitados en la puerta de entrada:
"¡Rita! ¡Doña Rita! corred... vuestro marido
yace al pie de la torre!".
Rita lo comprendió todo, no necesitaba explicaciones;
sin saber cómo; se encontró en la calle con una
linterna en la mano. Sus hijos se habían enterado
antes que ella de los sucedido y se habían precipitado
por las escaleras ansiosos por llegar antes. Ella quiso
detenerlos con sus pequeñas manos y no lo habría
logrado a no ser por la ayuda que le prestaron sus
vecinos prontamente. Mientras tanto, la gente se
había aglomerado; venían a preguntar, a gritar, a
ayudar y también a crear confusión. Dos hombres y
una mujer quisieron acompañar a rita hasta la Torre
cuando ya no había nada que hacer: la sangre corría
abundantemente. No se sabe si Rita logró recoger de
labios del moribundo alguna palabra de perdón para
sus asesinos. De inmediato Rita fue rodeada de
nuevo por la gente, hubo guardias, enfermeros y
hasta un cura que había sido llamado en último
momento.
Los hijos de Rita no estuvieron presentes en aquella
trágica escena. Parece ser que la madre escondió la
camisa manchada de sangre de su marido para evitar
que ellos se animasen entre sí y vengasen la muerte
de su padre.
Los hijos de Santa Rita, le tomaron mucho odio al que había asesinado a su padre
y juraron vengarse. Rita no queriendo mas problemas de esa índole, pide al Padre
Celestial que aparte de sus hijos esos malos pensamientos; pero su odio se
acrecentaba día tras día, por lo cual ella en santa oración le pide al Altísimo que
antes de ver a sus hijos condenados por el pecado, que mejor se los lleve y así
fue, al poco tiempo sus hijos enfermaron a consecuencia de una peste y mueren
en santa Paz.
Para Rita como madre fue muy dolorosa la muerte de sus hijos, pero le agradeció
al Señor, por haberlos salvado del pecado y de la condenación eterna
RITA VIUDA
SOLEDAD:

¡Soledad! ¿De que manera se puede expresar todo lo que


encierra esta palabra?.
La soledad de un hogar en donde cada objeto casi grita la
presencia de personas queridas que ya no existen. su lecho
de esposa, el armario con la vestimenta de su marido, sus
armas que no le sirvieron de nada la noche de su asesinato.
Las botas, el manto... Rita se sienta a mirar aquellas cosas
como esperando que vuelvan a la vida. Y el cuarto de los
hijos... Aún queda allí su olor y el de los objetos que traían a la
casa. El silencio es muy profundo en el hogar de Rita para
poder ser soportado. Rita se asoma al umbral de la puerta a
mirar el atardecer con los ojos bañados en lágrimas.

EL DÍA DEL NO:

Se encamina hacia el convento de las Agustinas. Pedirá a la


Abadesa que la admita. Ya había tenido otros coloquios con la
pero hasta el presente las cosas marchaban mal. En la
primera votación seis monjas votaron a favor y seis en contra;
en la segunda, siete contrarias, dos a favor, una enferma y
dos de viaje
Llegando ya el mes de Julio no sabe todavía si
será admitida en el monasterio. Las promesas de
la Abadesa eran cada vez más vagas y las
oposiciones de la comunidad se hacían más
fuertes. El problema era el de siempre: se teme
que la viuda de un Mancini turbe la paz del
convento donde hay monjas que pertenecen a
familias enemistadas. Nos encontramos en el año
1406, uno de los períodos más difíciles en la
historia de Casia y de Italia.

Cuántas veces tuvo que tocar al gran portón de


madrea?. Ya estaba a punto de irse cuando
finalmente se abrió. Pero antes de dejarla pasar; la
hermana portera quiso espiarla a través de la
ventanilla. - ¿Dormías? - le pregunto Rita con
una pálida sonrisa.
- No; estaba bebiendo un poco de agua -
respondió la monja. Perdóname si te he hecho
esperar.
- No te preocupes, - respondió Rita. ¿Está en
casa la Reverenda Madre?.
- Si, está en el coro. Te está esperando.
¡Qué frescura en los corredores del convento!
Las pesadas sandalias de la portera hacen eco
bajo los arcos hasta que a través de un
estrecho corredor, llegan a la sala del coro. La
portera vuelve atrás y deja a Rita inmóvil a la
entrada, entre el silencio y el encanto del lugar.
La Abadesa está sentada en su escaño y tiene
sobre las rodillas el libro de los almos; parece
muy absorta en la oración, pues está pidiendo
al Señor nada menos que le dé fuerza para
decir una vez más aquella humilde viuda "NO
podemos aceptarte“.

EL DIA DEL SÍ:


¡Cuántas leyendas ha hecho florecer la
devoción popular en torno a la vida de los
santos!. Una de las más bellas es aquella que
narra cómo Rita fue introducida
Milagrosamente al Monasterio de Santa María
Magdalena por los tres santos tan queridos por
ella: San Agustín, San Juan Bautista y San
Nicolás de Tolentino. Se ha dicho que Rita no
podía entrar porque las viudas no eran
aceptadas en aquel tiempo, pero no es cierto.
La historia de aquel tiempo nos da a entender que
la muerte violenta de Fernando, esposo de Rita, era
solamente un anillo de una cadena de venganzas.
En la atormentada Italia del Medioevo la división
entre familias se reflejaba en la división de los
políticos en donde asumía proporciones de lucha
armada. En Casia esto tenía preocupados a los
jefes del pueblo. Rita, convertida en una Mancini
mediante el matrimonio con Fernando, había sido
incluida en aquella corriente de rivalidad que había
envuelto al marido. En el Monasterio, de
hecho había hijas, hermanas y primas de familias
enemigas, decididas a obstaculizar el paso a la
viuda del orgulloso Fernando.

La Madre Abadesa deseosa de mantener la paz en


la Comunidad, no hacía ninguna presión sobre las
monjas, las cuales solían expresar su voluntad
votando en blanco (sí) o en negro (no). Pero Rita,
antes que ser una de los Mancini, era una Lotti e
hija de una de las familias más estimadas en Casia.
Sus padres habían desempeñado por muchos años
la profesión de pacificadores, encargados de poner
fin a las contiendas emitiendo fallos obligatorios.
Lo que sus padres habían hecho en la
ciudad con la aprobación de todos. ¿Por
qué Rita no podía hacerlo en el convento?.
Por eso San Agustín, San Juan Bautista y
San Nicolás de Tolentino no se cansaban
de interceder, en el Cielo, para que la
futura santa fuese aceptada, en la tierra,
entre las monjas de la Orden de San
Agustín.

Y cuando la madre Abadesa, después del


éxito de la tercera votación, abrió de par
en par las puertas del convento a Rita, un
presentimiento le dijo que aquella
pequeña mujer traía consigo un gran
bagaje de esperanza que transformaría el
Monasterio de Santa María Magdalena
en un oasis de paz y en un jardín de
gracias. Pero esto no pudo decírselo a la
nueva ingresada porque en el momento de
abrazarla, un sollozo bastante fuerte cortó
en dos único saludo que lograba darle:
"Entra... en el momento del Señor".
ADIÓS AL PASADO:
Los primeros meses de permanencia en el
Monasterio fueron de mucho entusiasmo.
Rita se sorprendía cuando, con el balde
lleno de agua, cantaba mientras subía las
escaleras que del patio conducía a su
cuarto. Todo le parecía bello: las flores del
jardín trepaban por las columnas del
Kiosco, las golondrinas con su incesante
gorgojeo revoloteaban entre el cielo
abierto y los nidos bajo los techos; el humo
de los campos se levantaba como un velo
azul y transparente. Todo le parecía bello
porque era
feliz. Pero llegaron los días de la prueba.
Entonces se extendió un velo pesado
sobre todas aquellas cosas que ella
amaba y que ni siquiera los rayos del sol
lograban disipar. ¿En qué pensaba? En las
personas queridas desaparecidas para
siempre: los papás, el marido, los hijos y
también en aquellos que sin estar muertos
vivían lejos de allí: los parientes,
Una gran nostalgia pesaba e invadía el
corazón de Rita. Quería hablar de esto a la
Superiora, a las hermanas, pero en el
momento de abrir su corazón no lograba.
El Señor callaba. Rita pasó varios días con
aquel peso en su corazón hasta que una
tarde, mientras se encontraba en la Iglesia
con las hermanas, logró liberarse de
aquellos recuerdos que la atormentaban.
No volvería a pensar en aquellas tristezas,
en el marido, ni en los hijos, ni es sus
padres ni en sus vecinos. "Para mí
comienza una nueva vida".

San Francisco de Asís despojándose de


todo, había empezado una nueva vida
desnudo, pobre y feliz. Así también se
siento Rita y gustó la paz del corazón. De
nuevo era libre y feliz. Le dieron ganas de
cantar... y así lo hizo uniéndose a las
hermanas quienes en aquel preciso
momento entonaban el "Magnificat" : Mi
alma engrandece al Señor...
UNA HERMANA DIFÍCIL:

- Hermana, UD. Siempre deja algo en


desorden. Quien le decía esto, con la voz
alterada por la ira, era Sor Conchita
que atravesaba el jardín con el breviario
en la mano. Rita no se turbó al oír aquella
voz bastante conocida por demás y se
apresuró a mover la carretilla que usaba
para recoger las hojas secas.
- Buenos días, Sor Conchita, le dijo con el
brío de siempre mientras la otra sin darle
respuesta proseguía su camino con
paso acelerado y nervioso. ¡Qué bello es
vivir en Comunidad cuando las personas
se aman! Se aprovecha todo encuentro
para dirigirse un breve saludo mostrando
interés por lo que el otro está haciendo.
Pero Conchita tenía otra manera de ser:
pocas palabras y a menudo buscas, raros
los saludos y frecuentes los reproches.
Rita, sin embargo, se esforzaba por
comprenderla y excusaba las
manifestaciones de aquel extraño carácter.

"Quizás habrá dormido mal esta noche... o


tal vez pensará que es mejor manifestar la
propia ira antes de reprimirla. Como quiere
que fuese no debo disgustarme por ello".
Sor Conchita no perdía la ocasión para
demostrar a todas su mal carácter. Pero
Sor Rita no se desanimaba: estaba
convencida de que el silencio, la calma y
alguna sonrisa sincera habrían de triunfar.
Solamente esperaba una ocasión propicia
para demostrarle que, no obstante todo,
podía encontrar en ella una verdadera
amiga.
RITA MÍSTICA
EN EL TIEMPO DE AYUNO:

"Fiat volúntas tua: que se haga tu voluntad", dijo entre sí l a


cocinera ingiriendo el último trago de bebida que se había
preparado violando
la regla del ayuno. Inmediatamente después, Sor Camila tuvo
el primer escrúpulo : " ¿Habré pecado?... un vaso de agua
fresca, el jugo de medio limón, apenas una cucharada de azúcar...".
A veces le daba rabia: siempre hacía el propósito de mortificarse durante la
cuaresma pero no lo lograba. Luego el confesor tenía que consolarla repitiéndole
que tenía que aceptarse como era. Le habría sido más fácil aceptarse si no hubiese
tenido siempre ante sus ojos el ejemplo de Sor Rita. ¡Aquella sí que era una Santa!
Observaba bien la regla monástica del ayuno cuaresmal y siempre estaba
sonriente; cumplía lo que dice el Evangelio: "Cuando ayunes, úngete la cabeza y
lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en
lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará".
Camila quisiera ser como Sor Rita, pero no lo logra. A veces se atormentaba
esforzándose por imitarla también en otras virtudes, pero siempre se encontraba en
el mismo punto de partida como el que quiere trepar sobre un espejo. Con el pasar
del tiempo, habría entendido y se habría transformado de imitadora fracasada en
devota admiradora de la cohermana Rita; y le bastaba.
PERO ¿QUÉ ESTA SUCEDIENDO AQUÍ?:
Aún existe hoy en el Monasterio de casia la celda en donde Rita vivió 40
años de vida monástica. En vano buscaremos allí ver con los ojos las
huellas de lo que solamente podemos ver con el corazón: la
aventura espiritual de una mujer que llegó a se santa. Para
saber algo, sería necesario preguntar a los ladrillos del
pavimento, al cielo raso, a las ventanas; pero ellos son el
Amor y veía horizontes luminosos abrirse más allá de las
paredes, no sabía qué decir.
La presencia divina envolvía aún las cosas más humildes de
su habitación y las transfiguraba sin cambiarlas. ¿Cuánto tiempo
duraba aquella experiencia? ¿Un instante o una eternidad? No
lo sabía. Solamente veía aquellas pobres cosas de cada día
presentársele con una nueva luz...¡su humilde celda se había
transformado en un palacio real!.
Esto sucedía sobre todo cuando estaba ocupada en los trabajos más humildes:
quitar el polvo, lavar el piso, quitar las telarañas en los ángulos de las paredes.
Eran trabajos que dejaban libre el corazón para poderse unir a Dios.
Luego, cuando todo había pasado y no oía más aquella dulce música, volvía sobre
sí misma y no oía más aquella dulce música, volvía sobre sí misma y se sentaba
sobre la cama sorprendida y feliz: "Dios mío, ¿qué me está sucediendo? ¿Qué está
sucediendo aquí dentro?".
Nadie le respondía. Todo estaba como antes: el pavimento gris, las paredes mudas
y el cielo lejano, más allá de las rejas de la ventana.
FRENTE AL CRISTO:
Una fuerza misteriosa atrae a Rita hacia Cristo, El, de antemano lo sabe todo, pero
escucha de buena gana a quien se postra a sus pies. ¡Cristo! Sobre Ti se han
volcado todos los males del mundo. Sobre tus miembros llagados se ha escrito una
historia de odio, de insultos, de golpes y de muerte. Te han cargado todos los
pecados de los hombres y Tú uno a uno los ha
cancelado todos cuando diste aquel grito que nos ha
salvado: "Todo está cumplido". ¡Cristo!, para tu dolor
no existe preguntas, sólo quien ama lo comprende.
¡Cristo!, Ayúdanos todavía a luchar contra el mal que
está presente en el mundo: el hambre, la guerra, las
lágrimas, la soledad, la enfermedad. Pero sobre todo
cólmanos de Amor, de Fe y de Esperanza. Mientras
Rita decía esto, la llama de las velas flameaban
ininterrumpidamente alrededor de la Cruz reanimado
los rígidos miembros del Cristo.
La Iglesia estaba inmersa en una paz que no
puede describirse con palabras humanas. Fue en aquel
momento cuando Rita se dio cuenta de que había
recibido en la frente una espina, como signo indeleble
de su consagración al Hombre Crucificado.
Y le pareció que esto le podía suceder a quien va en busca del
Amor.
RITA INSTRUMENTO DE DIOS

1) Matea, sordomuda de nacimiento, habiendo ido, en


compañía de sus padres y de otros parientes, a visitar el
cuerpo de la Beata, quedó libre de sus enfermedades a la
vista de todos. El pueblo, maravillado, organizó una
procesión para dar gracias a Dios por tan grande milagro.
2) Cecco d`Antonio di pasquale, también sordomudo de
nacimiento, después de dos días de oraciones al pie del
sepulcro de la sierva de Dios, obtuvo por su intercesión la
misma gracia del habla y del oído.
3) Lucía, habiendo estado durante quince años totalmente ciega de un ojo y
habiéndosele empañado el otro en tal forma que poco le servía, fue a Casia en
compañía de su madre e hicieron oración al pie del sepulcro de la Beata.
Después de quince días de insistentes oraciones, estando arrodillada frente al
santo cuerpo, recobró totalmente la vista.
4) Vaneta, sufría de un gravísimo tumor en la garganta que no solamente le
impedía comer y beber sino también respirar. Un día se quedó como muerta y
todos creyeron que efectivamente estaba muerta. Despertándose, de improviso,
como de un agradable sueño, se quejó ante los presentes por haberle
interrumpido la bella visión. Interrogada sobre que visión hablaba, dijo que la
Beata Rita había venido a consolarla y le había puesto las manos sobre la
garganta en el lugar enfermo diciéndole que escupiese y en aquel momento
quedó sana... perfectamente sana.
5) Antonio de Nursia fue herido por ciertos
paisanos con nueve heridas una de las cuales casi le
quita un hombro. La madre y la hermana hicieron un
voto de llevar una imagen de cera al sepulcro de la
Beata Rita y el enfermo sanó milagrosamente.

6) Andrés, cortando un árbol de nueces,


inesperadamente le cayó encima. Recordándose de
una gracia recibida de la Beta Rita en otra ocasión, la
invocó de nuevo para que lo socorriese. El árbol,
milagrosamente se movió de tal manera que Andrés
pudo levantarse por su cuenta sin haber daño alguno.

7) Vanucio, tenía un brazo paralizado por una enfermedad anterior. Hizo un voto
de llevar un brazo de cera al sepulcro de la Beata. Un domingo por la mañana
teniendo que viajar a Casia para cumplir con el voto, cambió de parecer y resolvió
más bien irse a Nursia por otros asuntos. De inmediato le sorprendió un agudísimo
dolor en los pies. Recordó entonces su primer voto prometiéndole llevar a la Beata
junto con el brazo de cera también un pie. En aquel preciso momento cesó el dolor
y de inmediato, Vanucio fue a satisfacer sus promesas.
8) Un tal Messer Francisco de Monferrato, tenía en la garganta un
cáncer ulceroso y maligno por el cual llevaba 5 años postrados en
cama. Se le apareció una noche, en sueños, la Beata Rita con la frente
llagada pero no le dio importancia al hecho. Apareciéndosele una
segunda vez, y ya por la mañana, preguntó a los presentes si alguno de
ellos sabía algo del cuerpo de una Santa con una llaga en la frente,
narrándoles la visión con los detalles vistos. todos sonrieron al oír el
recuento y le dijeron que todo era un sueño. La tercera noche, sin
embargo, la Beta Rita se le apareció de nuevo, le dijo su nombre y el de
la ciudad exhortándolo para que fuese a visitar su sepulcro. Le toco la
garganta con la mano. El enfermo obtuvo tal mejoría que a la mañana
siguiente se levantó de la cama.
Decidió entonces ir en peregrinaje hasta donde estaba aquel Santo Cuerpo y
se puso en viaje solo. llegado a Siena y oyendo hablar de San Casiano,
famoso por sus baños, engañado por lo parecido de los nombres, creyó que
había llegado al término de su peregrinación. Dándose cuenta de su
equivocación llegó a Roma. Allí, unos campesinos de Nursia que encontró
en la posada, le indicaron el camino exacto hacia Casia. Llegado allí dio una
gran limosna y, en testimonio del milagro recibido mandó celebrar una
procesión solemne.
9) Antonia, de nueve años de edad cayó a un río mientras atravesaba el
puente. Fue arrastrada por las aguas media milla sin poder ser vista. Con
gran estupor de todos la encontraron luego sentada en la orilla sin haber
padecido daño alguno gracias a la intercesión de la Beata Rita a quien se
encomendó mientras caía.
Fin de la segunda parte
Poned atención a la
Vida ejemplar de San
Francisco, Santa Clara
y Santa Rita, que os
brindo en este power
point.

Que Dios los Bendiga.


Francisco Martinez

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