De la Ciudad
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Boletín Numero 6 - Martes 8 de Abril de 2008
Federalismo argentino del siglo XXI
El artículo 1° de la Constitución Nacional
establece que “ La Nación Argentina adopta para su
gobierno la fórmula representativa, republicana y
federal...”.
El federalismo es la forma de gobierno que
más se adecua a la tradición y a la historia
política del país. Ello es así porque las
provincias son preexistentes a la Nación y
se integran como miembros de un estado
federal, delegando ciertas competencias en
el poder central y reservándose los poderes
no delegados.
La forma de gobierno federal
tiende a evitar la concentración de poder,
descentralizándolo, logrando además una
mayor participación e inmediatez en el
conocimiento y resolución de los
problemas. Es una técnica de distribución
territorial del poder y también una técnica de control y
cooperación recíproca entre el Estado Federal y los
Estados Provinciales que coordina sus competencias.
El Partido de la Ciudad fue el primer partido
netamente distrital en la Ciudad de Buenos Aires y desde
Psicología, Filosofía y Espiritualidad
Perspectiva antropohistórica (por Victor J. Vergara) -1º parte-
La ignorancia se concilia muy bien con una
cierta satisfacción animal, pero la metafísica tiene por
tarea sublime encontrar una explicación plausible del
Universo. Las formas que impuso la cultura en su
desenvolvimiento histórico fueron la familia, la
propiedad, el Estado y la Religión, pero ninguna de las
tres primeras alcanza un imperativo tan fuerte como esta
última. El hombre primitivo se impresiona más por las
fuerzas de la naturaleza que le son hostiles que por las que
le son propicias, y el sentimiento de temor está en el
origen de todos los actos primordiales de expresión del
sentimiento religioso; por eso los viajeros de todos los
tiempos han recogido como dato que “lo religioso” suele
ir unido a temerosa superstición. Hubo
un remoto tiempo precristiano, en que
la religión lo era todo frente a una
ciencia que era poco o nada. La
religión fue un medio de unión por
idearios trascendentales más o menos
inconscientes de la infancia de la
humanidad, pero en la “era” en que
conjuntamente se experimenta la
televisión, la farmacología, la
cibernética y la computación es difícil
hacer creer en dioses a las masas; hoy
la religión será o no cada vez menos,
pero los humanos ya no pueden vivir sin la ciencia. La
soberanía de la ciencia se impone aún a sus mismos
enemigos. Lo grave es que la verdadera ciencia, exige
como inherente e indispensable, “la abnegación”.
Sin embargo, el atavismo de creer en poderes
sobrenaturales continúa sinceramente arraigado en
espíritus semieducados como en realidad son aun hoy la
mayoría de los hombres. La idea de una voluntad como
causa de los fenómenos del mundo y, por consiguiente, la
idea de un dios y hasta la de dioses personales, pertenece
también el concepto de un alma en el hombre y una
supervivencia de tal alma después de la muerte, como
proyección del instinto de conservación individual.
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sus inicios ha venido dialogando con otros partidos
provinciales con el fin de construir un país más
participativo,
con un desarrolla más equilibrado en sus regiones, un país
verdaderamente federal. La controversia campo-ciudad
desatada por las benditas retenciones fiscales
nos genera dudas sobre la eficiencia de la
forma federal adoptada por la constitución que
supimos conseguir.
La riqueza que se genera en los
territorios se concentra sin embargo en el
puerto. El interior produce la materia prima,
pero las fábricas están amontonadas en la gran
urbe. La distorsión alcanza al sistema rentístico
del Estado: la renta agraria –el cuerno de la
abundancia en un tiempo excepcional de alza
de los commodities- no vuelve al territorio.
La disputa por los derechos de
exportación o retenciones no sólo pasa por la alícuota,
sino por el destino y la administración de los fondos que
se recaudan por este mecanismo. El federalismo conlleva
una distribución de la riqueza más revolucionaria aún que
cualquier programa socialista. No hay antagonismo entre
una mejor distribución del ingreso y expansión
productiva, sino entre políticas productivistas y políticas
de estancamiento.
organismo siente en todas sus células el torbellino de los
fenómenos vitales, como si se autocaptara eterno (ya sea
desde su sexualidad que lo tranquiliza como inmortal,
desde el instinto en la esfera de lo inconsciente), la idea
de la nada le es incomprensible. Hay un horror al vacío en
la materialidad de la Naturaleza bruta tanto como en la
artificialidad (por decir así) del elucubrar mental de los
humanos; pero aunque sin idea definida de “en que
consiste”, conjuntamente contenemos una noción intuitiva
de que pueda existir el “no ser”. Realmente no
alcanzamos una idea clara ni de la “nada” ni del
“infinito”; se los puede traducir a fórmulas para su mejor
empleo, pero no se lo logra hacer entrar realmente en la
lógica de nuestros cerebros. Curiosamente,
es perfectamente concebible y aceptable, la
muerte de un semejante. Paralelamente, los
que han contemplado la muerte en muchos
moribundos se sorprenden de que, salvo
excepciones que confirman la regla, los
que ya no tienen vida mueren serenos,
como si se resignaran a aceptar el final de
un extraño.
Un rey es un autócrata, dueño
del honor vida y haciendas de sus súbditos,
pero es requisito “sine qua non” para que
la monarquía funcione, el aceptar la
existencia de un Dios. Es imposible entender la
monarquía sin creer en Dios; el rey manda sólo y
exclusivamente por gracia de Dios, o es rey de opereta. La
estirpe real, de manera expresa o solapada, se jacta de
descender en línea directa de los dioses. Ahora claro, en
una verdadera República, se den cuenta o no, se sea rico o
pobre, todos los ciudadanos al ser iguales ante la ley y
dado que pueden acceder a la primera magistratura, en
realidad son “príncipes”, y eso por dignificador es
antineurotizador y viceversa. La humanidad, cual otro
Fausto de Goethe, busca la dicha desilusionada de las
religiones que, activas o pasivas, siempre avalaron las
explotaciones y las guerras.