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CÓMO DISCERNIR LO CORRECTO Y

LO INCORRECTO

I. INTRODUCCIÓN

Todos nosotros tenemos que tomar multitud de decisiones cada día


de nuestras vidas. Además, cada decisión que tomemos llevará
consigo toda una serie de consecuencias. En muchas ocasiones, estas
decisiones carecen de importancia o trascendencia, cómo me vestiré,
qué comeré, a dónde iré de vacaciones. Sin embargo, muchas otras
tienen o pueden tener serias implicaciones para nuestras vidas
personales.

Tomar decisiones es uno de los privilegios de ser libres. Ahora bien,


libertad y responsabilidad acostumbran a ir unidas. Al ejercer nuestra
libertad y tomar una decisión determinada también asumimos
nuestra responsabilidad por las consecuencias de la misma. Muchas
veces desearíamos ser libres para escoger pero no responsables para
asumir. Desgraciadamente el binomio libertad/responsabilidad no
puede ser eludido.

Las consecuencias de nuestras decisiones no siempre son evidentes


de forma inmediata. Únicamente serán manifiestas a medio y largo
plazo, esto hace que en ocasiones tomemos decisiones equivocadas
por carecer de la perspectiva necesaria o, por pensar neciamente que
al no presentarse de forma inmediata podremos sustraernos al efecto
de las mismas. Una ilustración en este sentido serían las
consecuencias del tabaco, el alcohol o la obesidad. En estos tres
casos los resultados dañinos de las decisiones tomadas día a día
pasan factura a medio y largo plazo.

La realidad de que toda decisión nos pasará factura, para bien o para
mal, hace imprescindible el tener criterio claros para poder tomar
decisiones que nos ayuden a discernir entre lo correcto y lo
incorrecto, lo bueno y lo malo y lo conveniente e inconveniente.

II. FUENTES DE CRITERIOS

La verdad es que estamos viviendo en unos tiempos y una sociedad


en la que cada vez existen menos criterios que puedan orientar a las
personas en su proceso de toma de decisiones. Nuestra sociedad ha
desarrollado lo que podríamos definir como una cultura “primaria”.
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Vamos a definir este término. Algo primario es, según el diccionario,


algo primitivo, no civilizado ni sofisticado. Algo secundario sería, por
el contrario, algo más desarrollado, más civilizado, más sofisticado.
Una cultura “primaria” sería aquella en que las decisiones son guiadas
por el impulso, el sentimiento, la pasión, el corazón o el deseo, es
decir, sin la intervención, el filtro, la evaluación y el diagnóstico de
criterios más racionales, más morales, más espirituales.

Por el contrario, una cultura “secundaria” sería aquella en que las


decisiones están guiadas, controladas o dirigidas no por lo primario,
es decir, lo más animal o irracional de la persona, sino antes bien por
valores o criterios morales.

Lo cierto es que nuestra sociedad cada vez se está volviendo más


animal, entendiendo por ello que cada vez actuamos más por el
impulso que por la razón, más viviendo según los apetitos y deseos
que los valores y las creencias.

Sin embargo, y a pesar de todo, todavía siguen existiendo criterios


que las personas –incluidos los creyentes- seguimos utilizando a la
hora de discernir bueno/malo, correcto/incorrecto y
conveniente/inconveniente. Veamos algunos de ellos.

La cultura que nos rodea

Este es uno de los criterios más usados por las personas no


cristianas. Aquello que la sociedad en su mayoría considera que es
bueno, correcto o conveniente, se convierte en la norma que muchas
personas utilizan para tomar sus decisiones. “Si todo el mundo lo
hace no debe ser malo” Este es el razonamiento de muchos seres
humanos en su toma de decisiones. Olvidan que habitual no
necesariamente significa normal. El extermino de judíos durante la
Alemania nazi era algo habitual, sin embargo, no podemos admitir de
ninguna manera que fuera algo normal.

Así pues, la normal general se convierte en la pauta utilizada por


muchas personas para tomar sus decisiones. Sería demasiado largo,
y no es este el propósito de este artículo, el exponer cómo los
medios de comunicación contribuyen a moldear el concepto de qué
normalidad y anormalidad en nuestra sociedad. Valga mencionar
únicamente que los mismos son los principales formadores de la
opinión pública en nuestros días.

Padres y otras fuentes tradicionales de autoridad

A pesar de que en las culturas postmodernas las fuentes tradicionales


de autoridad, a saber, los padres, los maestros y la iglesia, cada vez
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van perdiendo más fuerza e influencia a favor de los medios de


comunicación, todavía en muchos lugares estas fuentes tradicionales
continúan proporcionando criterios y pautas para orientarse a la hora
de tomar decisiones y discernir entre lo correcto y lo incorrecto. A
través del proceso formal e informal de educación los padres, los
maestros y la iglesia continúan proporcionando orientación a las
personas que están bajo la influencia de estas fuentes tradicionales.

Nuestro sentido común

A pesar del dicho que afirma que “el sentido común es el menos
común de los sentidos” todavía muchos de nosotros seguimos
confiando en el mismo para orientarnos a la hora de tomar
decisiones. El diccionario define el sentido común como “un modo de
pensar y proceder tal como lo haría la generalidad de las personas”.
Lamentablemente ya hemos visto anteriormente como este punto
puede ser fácilmente manipulable, además, no siempre tenemos toda
la perspectiva de un asunto o una decisión para garantizar que
nuestra decisión será la más acertada y correcta. Tampoco
necesariamente nuestra percepción de una situación es la más
objetiva y correcta, especialmente si nuestros intereses están
involucrados en la misma.

No pretendemos ser exhaustivos a la hora de definir cuáles son las


fuentes en la que bebemos a la hora de obtener criterios para la toma
de decisiones, tan sólo mencionar algunas de las más usuales y
evidentes.

III. DISCERNIR NO SIEMPRE ES TAN FÁCIL COMO PARECE

La verdad es que discernir no siempre resulta fácil, antes al contrario,


cosas que a primera vista pueden parecer buenas, correctas y
convenientes, con una mirada más atenta y/o con el paso del tiempo
se revelan como dañinas e inadecuadas. Lo contrario también es
cierto. Veamos algunos ejemplos bíblicos que nos muestran la
complejidad del proceso de discernir.

El árbol del Edén

De todos es bien conocida la historia de Génesis capítulos 2 y 3


donde se nos relata la creación del ser humano y su caída. En este
pasaje Dios ordena a Adán y Eva que no coman del árbol de la ciencia
del bien y del mal. De hacerlo, los resultados serían funestos para
ellos.
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Sin embargo, una mirada al versículo 6 describe el fruto de árbol


como bueno y agradable. Curiosamente este fruto es descrito con dos
adjetivos positivos. Existía pues un contraste entre lo dicho por Dios
acerca del árbol y lo que este aparentaba.

Una evaluación del árbol hecha por Eva hizo que esta lo percibiera
como algo bueno y agradable. Sin embargo, y todos sabemos los
resultados, lo que a primera vista parecía ser bueno se convirtió en
algo catastrófico, no únicamente para los primeros seres humanos,
sino también para el resto de la humanidad. Sin hacer caso a Dios y
siguiendo sus propios criterios el árbol y su fruto no aparecían como
algo malo, antes al contrario, parecían o aparentaban ser buenos y
agradables.

Josué y los gabaonitas

El capítulo 9 del libro de Josué nos narra la historia de los gabaonitas,


uno de los pueblos cananeos que habitaban la tierra antes de la
conquista por el pueblo de Israel.

Estos fueron tremendamente perspicaces y se dieron cuenta de que


estaban perdidos, que irremisiblemente la tierra iba a ser conquistada
por los judíos ya que Dios estaba de su parte.

Los gabaonitas trazaron una buena estrategia, hacerse pasar por un


pueblo que habitaba tierras lejanas para poder obtener de este modo
un tratado de paz con el pueblo de Israel. Para poder conseguir su
propósito usaron estratagemas que están muy bien descritas en el
libro de Josué.

El versículo 14 del capítulo mencionado indica que Josué y su equipo


tomaron la decisión de pactar con el pueblo de Gabaón. Sin embargo,
el autor de libro hace una apostilla interesante: “No consultaron al
Señor”. Su sentido común les indicó que podían hacer pacto con
aquellos hombres ya que procedían de tierras lejanas. Nosotros
sabemos que no era así. Ellos lo descubrieron más tarde. El punto
que queremos ilustrar es que de nuevo lo aparente, lo bueno, lo
correcto, lo conveniente, no necesariamente lo es. Dejados a
nuestros propios criterios o sentido común podemos tomar decisiones
equivocadas y, como le pasó la pueblo de Israel, pagar las
consecuencias.

Jesús y Pedro

El capítulo 16 del Evangelio de Mateo narra un interesante y extraño


episodio que ocurrió entre Jesús y Pedro, vamos a reproducir el
pasaje:
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“Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era


necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los
principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al
tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a
reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna
manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro:
¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no
pones la mira en las cosas de Dios sino en las de los hombres”

¡Pobre Pedro! Podemos imaginar la escena, desde su punto de vista,


desde su perspectiva, con sus criterios, lo que Jesús estaba
anunciando era algo horrendo y totalmente malo, de ahí nace su
consejo a Jesús de evitarlo. Desde la perspectiva de Dios lo que
aparentemente no era bueno ni conveniente era totalmente
imprescindible para nuestra salvación y reconciliación con Dios.
Vemos de nuevo que el discernimiento se vuelve difícil y complicado
desde una perspectiva humana ya que las cosas no siempre son como
aparentan ser.

Vamos a finalizar este punto con una recomendación nacida de la


Palabra de Dios que reproduciremos a continuación:

“Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia


prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus
veredas. No seas sabio en tu propia opinión”

El consejo de la Escritura es claro y meridiano. Nuestra prudencia y


nuestra opinión no siempre son fiables, no debemos olvidar que, en
primer lugar, somos seres caídos y, en segundo lugar, no tenemos
omnisciencia, por tanto, somos incapaces con demasiada frecuencia
de anticipar las consecuencias de nuestras decisiones. Ante tamaña
realidad el consejo es fiarnos y confiar en los criterios de Dios con
todo nuestro corazón.

IV. CRITERIOS BÍBLICOS PARA DISCERNIR

La recomendación del libro de Proverbios es fiarnos del Señor y sus


criterios con todo nuestro corazón, por tanto, ha de ser en su Palabra
donde encontramos guía y orientación para nuestro proceso de toma
de decisiones.

En la carta que el apóstol Pablo escribió a los Efesios, en el capítulo 5


versículos del 15 al 17 leemos lo siguiente:

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como
sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por
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tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad


del Señor”

Este pasaje nos anima a desarrollar, de forma diligente, un estilo de


vida caracterizado por la sabiduría y no por la necedad. Para poder
llevar a cabo semejante empresa hemos de ser entendidos de cuál es
la voluntad de Dios. Vamos a verlo de forma gráfica

Discierno la voluntad de Dios  desarrollo un estilo de vida caracterizado


por la sabiduría y no por la necedad

Analicemos el significado de algunos de los términos que aparecen en


este breve pasaje de la carta de Pablo.

Con diligencia

Actuar con diligencia es, según el diccionario de la Real Academia


Española de la Lengua, hacerlo de forma activa, exacta y cuidadosa.

Andéis

En la Biblia, salvo que el contexto indique lo contrario, andar es un


sinónimo del vivir cotidiano.

Necio

En toda la Biblia, y muy especialmente en el libro de los Proverbios, el


necio es aquel que organiza y estructura su vida y su proyecto vital al
margen de los criterios y valores de Dios.

Sabio

Contrariamente al necio, el sabio es aquel que organiza su vida y su


proyecto vital personal y familiar en concordancia con los valores,
criterios y pautas del Señor.

En resumidas cuentas, debemos de forma activa desarrollar un estilo


de vivir que esté caracterizado porque nuestra vida es gobernada,
dirigida, orientada por los principios, criterios y valores de Dios. Esto,
sólo es posible, tal y como afirma el pasaje, cuando entendemos cuál
es la voluntad de Dios.

Pablo se refiere en este pasaje a la voluntad moral de Dios tal y como


aparece reflejada en su Palabra. De hecho, es a través de la misma
que Dios nos muestra cuál son sus criterios, valores y principios que
deben de orientarnos y guiarnos en nuestro proceso de discernir lo
bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo conveniente e
inconveniente. Vamos a verlo de nuevo de forma gráfica
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Conozco su Palabra  discierno su voluntad  desarrollo un estilo de


vida caracterizado por la sabiduría  tomo decisiones en base a la
voluntad de Dios

V. LA APLICACIÓN EN LA VIDA COTIDIANA

Llegados a este punto sería conveniente poder hacer una breve


recopilación de lo visto hasta ahora.

Libertad y responsabilidad. Cada uno de nosotros ha de tomar


multitud de decisiones y vivir con las consecuencias de las mismas. El
binomio, soy libre de decidir y responsable de las consecuencias de
las decisiones, no puede ser obviado.

La necesidad de criterios. Ya que a toda decisión le siguen


consecuencias necesitamos tener criterios claros para poder decidir,
especialmente porque no siempre son evidentes las consecuencias de
nuestras decisiones ni siempre es fácil discernir qué es bueno/malo,
correcto/incorrecto, conveniente/inconveniente.

Nuestra sociedad cada vez es más primaria. Es decir, cada vez toma
más las decisiones basadas en impulsos que en criterios. No
obstante, todavía existen algunas referencias en las que confiamos
para obtener dichos criterios: la cultura, las fuentes tradicionales de
autoridad y el sentido común.

Discernir no siempre es tan fácil como parece. El árbol del Edén,


Josué y los gabaonitas y Jesús y Pedro son ejemplos evidentes de
esta compleja realidad. La Biblia nos invita a no fiarnos de nuestros
propios criterios y confiar de todo corazón en el Señor.

Pablo nos enseña que la comprensión de cuál sea la voluntad de Dios


es básica para poder desarrollar una vida sabia. Nos anima a que
persigamos semejante estilo de vida de una forma diligente.

En resumidas cuentas, no podemos discernir y, por tanto, tomar


decisiones basadas en aquello que es aparentemente bueno (el árbol
del Edén), aparentemente malo (el sufrimiento y muerte de Jesús) o
nuestro sentido común (el caso de los gabaonitas). Antes bien
debemos hacerlo a la luz de la voluntad de Dios, es decir, de sus
pautas, valores y criterios tal y como aparecen reflejados en su
Palabra.

La voluntad de Dios nos ha sido revelada de una vez y por todas por
medio de la Biblia. La implicación que de ello se deduce es rápida y
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contundente, a menos que conozca la Palabra de Dios no podré


discernir su voluntad, consecuentemente no podré aplicarla en mi
vida cotidiana, por lo tanto, no desarrollaré una vida sabia, sino una
necia en la cual, mis decisiones y discernimiento estarán basados en
los criterios equivocados. Observémoslo de forma gráfica.

No paso tiempo leyendo y meditando en la Biblia  no puedo conocer la


voluntad de Dios reflejada en la misma  no puedo aplicarla en mi
proceso de toma de decisiones  desarrollo un estilo de vida necio, es
decir, al margen de los principios de Dios  experimento las
consecuencias de mis decisiones

Paso tiempo leyendo y meditando la Palabra  conozco y entiendo la


voluntad de Dios manifestada en sus páginas  aplico sus criterios en mi
proceso de toma de decisiones  desarrollo una vida sabia, es decir
construida en base a los principios de Dios  experimento las
consecuencias de mis decisiones

El punto final es la necesidad que todos los creyentes tenemos de


pasar tiempo en la lectura, meditación y estudio de las Escrituras. Sin
ello, es totalmente imposible el discernir la voluntad de Dios y, por
tanto, aplicarnos de forma diligente al desarrollo de un estilo sabio,
caracterizado por una toma de decisiones basada en los criterios
correctos.

Leer cada día la Biblia y preguntarnos qué nos enseña la Palabra


acerca de la voluntad de nuestro Dios y cómo la misma nos alumbra
y guía en las decisiones cotidianas que hemos de ir tomando.

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