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Castoriadis: Un griego pasó por París

Ante la muerte de un pensador nos sobreviene un temor -no siempre infundado- de que la muerte
lleve también a la desaparición del propio proceso de entendimiento que los pensadores nos prodigan.
Pero cuando el que muere es un filosófo de la talla de Castoriadis, este temor se intensifica a la vez
que nos desafía.
La tristeza que la muerte convoca requiere entonces que apelemos a la alegría productiva que
caracterizó su trayectoria.
Castoriadis una y otra vez reencontraba la alegría cuando a través de la crítica a las estructuras
burocráticas y dogmatizadas recuperaba la posibilidad de una invención colectiva.
Ejercía con consistencia la función del pensador que es la de crear conceptos.
Pero algunos de ellos como el de Imaginario social tienen la capacidad de develar cuáles son
justamente, las potencias que posibilitan la producción de los conceptos.
Su militancia consistió en desarmar allí donde le tocara actuar (Política, debate filosófico,
psicoanálisis) las resistencias que inmovilizan esa potencia del imaginario colectivo.
En esto fundó su denuncia de la burocracia, de los dogmáticos, y de los estructuralismos
psicoanalíticos de diversos tipos.
Todo el movimiento institucionalista muy en particular el análisis institucional le debe a las
propuestas de Castoriadis el haber hecho posible a través de las más diversas prácticas (sociales,
psicoanalíticas, políticas) repensar la sociedad contemporánea, analizar su dinamismo, para así poder
indicar las fuerzas que actúan en ella.
El socialismo, la democracia, las instituciones, la subjetividad tomaron una perspectiva
experimentadora e inventiva en el contexto de una firmeza teórica que cerró el paso a las críticas que los
dogmáticos y sus escuelas intentaron.
Castoriadis los enfrentó con la firmeza de su carácter y con la erudición con la que acompañó
siempre sus invenciones teóricas.
Estuvo en Buenos Aires y pudimos disfrutar de su erudición pero mucho más de su modo de
construcción del pensamiento. Sabía crear un plano de consistencia a cada paso en que avanzaba, ante
cada concepto que nos proponía.
Su obra más estudiada "La institución imaginaria de la sociedad" fue publicada en 1975 y los años
de oscurantismo que en esa época comenzaban en la Argentina impidieron que el vigor de su pensamiento
influenciara en nuestra cultura condenándonos a una serie de reiteraciones estructuralistas o en el mejor de
los casos a un freudo marxismo bastante arcaico para la época durante demasiados años.
Todos los que participamos de aquel seminario vimos su respuesta lúcida y firme cuando desde
argumentos deterministas y desde las llamada teorías de la historia se intentaban reiterar las viejas y
consabidas fórmulas sobre cómo fue y debe ser el mundo .
Renovó así entre nosotros, la saludable práctica de cuestionar y evitar los seguidismos a la que
nuestra cultura es tan afecta.
Francois Chatelet, nos muestra cómo trabaja Castoriadis su rechazo a las categorías mecanicistas:
"Sus trabajos sobre Freud y Marx, no resultan de un deseo -siempre ingenuo- de conciliar dos
pensadores de los grandes (cuando no se acrecienta un tercero ciertamente Nietzsche). "Las reflexiones de
la Institución Imaginaria, nos dice este autor, sistematizan desde un punto de vista ontológico las
reflexiones teóricas y políticas que suscita el estudio del marxismo. En su recorrido ese estudio se enfrenta
con cuestiones donde las referencias a Freud son esclarecedoras sin que ocurra ninguna pretensión
sintética.
Castoriadis es el pensador que al mostrar la radical historicidad de lo real, permitió terminar con la
prepotencias de las teorías totalizadoras . "La historia es esencialmente poiesis, y no poesía imitativa, es
creación y génesis ontológica"
Más adelante dice el mismo Castoriadis: "Si para tener una teoría de la historia es preciso excluir
de la historia casi todo, a no ser lo que pasó por algunos siglos en una faja de tierra cercada por el Atlántico
norte el precio a pagar será verdaderamente muy alto, es mejor quedarse con la historia y rechazar la
teoría. Precisamos de comprender e interpretar nuestra sociedad. Eso lo podemos hacer relativizándola
mostrando que ninguna de las formas actuales de alienación es fatal para la humanidad, ya que no siempre
existieron. Decir que poseemos el secreto de la historia pasada y presente (e inclusive hasta un cierto
punto futuro) no es menos absurdo que decir que poseemos finalmente el secreto de la naturaleza".
El campo de la izquierda donde inscribió su obra Castoriadis resultó particularmente estremecido,
en la medida en que ésta se fue acostumbrando a acotar siempre su pensamiento crítico hasta el punto que
no interfiriese sus "urgencias políticas".
La cultura de izquierda y sobre todo sus instituciones hasta Socialismo y Barbarie -el grupo que
fundó Castoriadis- actuaban cada vez más con un realismo que consistía en adaptarse a las circunstancias.
Estos instituidos, ya sean el partido, el ejército, la nación o la subjetividad, fueron desarmados por
este pensador con tal virulencia que -en épocas donde el socialismo real no hacía tan visibles sus zonas
podridas- llevó a que muchos juzguen su pensamiento como reaccionario.
Tal vez se podría pensar que la dedicación a la práctica psicoanalítica de Castoriadis en los últimos
años, tuvo que ver con la decepción que vivió el planeta ante la caída de las utopías y los proyectos
autogestionarios, acorralados por las urgencias del liberal capitalismo y el despotismo ineficiente de los
socialismo burocráticos.
En realidad si apeló a la teoría del inconsciente fue para renovar el entendimiento que conduzca a
una subjetividad liberada y experimentadora de nuevas formas de instituir la vida y expandirla.
La corriente más renovadora y más vital del pensamiento actual está quedando casi sin titulares.
Considerando a Foucault, Deleuze y Guattari, es Castoriadis el que encontró sin duda, en el final de su
carrera un mayor consenso y no debe ser ajeno a este reconocimiento el haber inscripto gran parte de su
últimos trabajos en el campo psicoanalítico.
El no tuvo tal vez la irreverencia, ni la creatividad, de Deleuze y Foucault, pero aportó para toda
una corriente de institucionalistas de psicoanalistas y psicólogos sociales una consistencia que nos mantuvo
capaces de seguir resistiendo a los embates más o menos dogmáticos de los renovados y apáticos
posibilismos de turno.
Su pensamiento su capacidad para mostrar la potencia de lo imaginario puso al desnudo la
mediocridad que cabalga detrás de esas apologías estructuralistas de lo simbólico como único registro de
verdad posible,
Este griego que a pesar de trabajar en París, nunca abandonó la potencia mediterránea: la que
prefiere la incertidumbre de la vida a la razón consabida.
Uno de los más estrictos y a la vez más imaginativos hombres de este siglo ha muerto, es un
griego de los grandes que se suma a los filósofos que renovadamente nos devuelven el goce de pensar.
Como epitafio recordemos algunos versos que Borges, nuestro Griego, le dedica a Heráclito:

¿Que trama es ésta


del ser, del es y del fue?
¿ Que río es este
por el cual corre el Ganges ?
¿Que río es este cuya fuente es inconcebible?
¿Que río es éste
que arrastra mitologías y espadas?

Osvaldo Saidon

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