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PASQUALE DI PIETRO, C.R.

"UNICA NORMA,
EL AMOR "
URSULA BENINCASA IMPRlMI POTEST
Napoli 8 diciembre 1990
Festa dell'Immacolata Concezione
P Graziano Capannolo C.R.
Prep. Prov.le.

Curia General de las RR. Teatinas


Roma 1992

LA VENERABLE SOR
URSULA BENINCASA
FUNDADORA
DE LAS RELIGIOSAS TEATINAS
DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Traducido del italiano por ANTONIO OLIVER, C.R

Primera edición italiana, 1990


Segunda edición italiana, 1991
Primera edición española, 1992

Ven. M. Ursula Benincasa


fundadora de las Religiosas Teatinas de la Inmaculada Concepción
PRESENTACION

Ursula Benincasa constituye, querido lector, un ejemplo de vida humana en


frontera. Uno de los claros ejemplos del prodigio que llega a ser la aventura
humana lanzada al infinito; una demostración de lo que Dios puede llegar a hacer
con el hombre, cuando el hombre le abre de par en par sus puertas.
Lo que vas a leer de esta italiana del Barroco se te antojará a menudo
imposible. Y es que ella vivió en aquel punto en el que lo imposible se hace posi-
ble; en el punto en el que lo humano se adentra en lo divino; aquel lugar, paraíso
del alma, en el que Dios le habla al hombre como un amigo y su voz resuena por
toda la cordillera del ser, y los ríos de la sangre, puestos de pie, sienten con gozo
que lo que de verdad sueña el hombre cuando sueña en sus profundidades está
ensayando su danza eterna en las plazas de esta vida que entre las manos se nos
muere, porque nuestras manos tejen ya la tela más nuestra, la de todo aquello
que esperamos.
No es que a Ursula le pasara lo que a nadie le pasa; es que a todos nos pasa
lo que a Ursula le pasaba: Que el infinito se nos mete por todas las fisuras de la
vida, y poco a poco nos ocupa, y va despertándonos por dentro a lo que de verdad
somos. Y somos de la otra parte. En ésta estamos de paso. Ursula, llevada en
volandas por el Dios que la llenaba, sabía por dónde se va a la otra parte, la
nuestra. Ese portentoso camino es el amor. No hay más camino ni más regla que
el amor. Dios es el Amor. Experimentarle es la eternidad. Mística llaman los
teólogos a ese camino y a esa experiencia.
Es curioso: Si Ursula nos hubiera dejado un mensaje de vida normal,
establecida, la creeríamos sin dificultades. Ahí está precisamente su actualidad
fulgurante: Nos muestra lo anormal, lo sorprendente, lo increíble, y nos dice: Lo
normal es esto, lo que no os cabe en la cabeza; lo más nuestro que tenemos es el
Dios a quien buscamos.
No la pierdas de vista: Ursula es guía experta en el Amor. Síguela, y verás
maravillas.

El P. Di Pietro, muy teatino él, ha captado todo el temblor espiritual y todo el


ímpetu del vuelo de esa mujer, menuda y bella, contemplativa y entrañable, lejana
de lo que no somos, muy vecina de lo que hemos de ser, predicadora del amor y
confiada en la Providencia, amiga de teatinos, teatinamente optimista.
Es tan delicioso el estilo del P. Di Pietro como lo fue el tono de vida de M.
Ursula. Tan delicioso que es un gozo y un tormento traducirle. Si algo no te gusta
de M. Ursula, lector, es que la traduces mal; si algo no te gusta del texto que lees,
es que se tradujo mal.
Para adentrarse en tierra santa hay que descalzarse, y en la zarza que arde
aparece Dios.
Antonio Oliver, C.R
“UNICA NORMA, EL AMOR”
“Única norma, el Amor". La expresión, ágil y certera, como una flecha, lleva en
su vuelo toda la vida y toda la obra religiosa y social de su actividad, y cabalga en
ella toda la bandada de cosas ordinarias y extraordinarias que jalonan el camino
de su humano existir.
y practicando esa regla que no es otra que el Amor, Ursula Benincasa, la
mujer luminosa y admirable, nos dejó redactada su autobiografía y con ella el
perfil espiritual que es la herencia de sus hijas, las teatinas, que hacen norma de
su vida lo que fue santo y seña, tarea y programa de la de su venerable
fundadora.
El Señor sometió a mil pruebas su alma y su cuerpo; de todas salió victoriosa y
enriquecida gracias a la fuerza y poder de ese lema, una fuerza que, después de
casi cuatro siglos, se descubre poderosa y centelleante en el esfuerzo y en el
comportamiento cotidiano y personal de sus inconfundibles hijas, las teatinas.
Ese Amor es la linfa que alimenta todavía el espíritu y las empresas de su
Congregación, siendo la regla suprema de la vida religiosa.
El amor lo vence todo, lo supera todo y construye siempre; Ursula venció y
superó las pruebas y dificultades de una vida llena de adversidades, y construyó
en la Iglesia una familia religiosa a impulsos del amor. Un amor que la condujo a
una unión con Dios tan íntima y profunda que aun hoy deja perplejo a todo aquel
que se asoma a la maravilla de su vida.
Si miramos al tiempo, la figura de Ursula nos queda muy lejana, pertenece al
siglo XVI. Pero es el espíritu el que cuenta. Y ese espíritu está cercano y presente
a cada uno de nosotros, gracias a la herencia espiritual que nos legó en sus
palabras, en sus obras y en el vivo ejemplo de su vida. Se impone su espíritu, y a
él nos vamos a acercar, mientras dejamos al tiempo su figura guardada en el libro
de la historia de los hombres.

Dios admirable en sus santos

De entrada, una constatación: lo que caracteriza la vida de la venerable Ursula


Benincasa y la hace diversa de la de otras santas que conocemos, son los éxtasis
y arrobamientos, casi continuos, que la tenían unida a Dios ya desde los primeros
años de su infancia. Justamente esos éxtasis constituyeron para ella un motivo de
pruebas, y pruebas muy dolorosas, de parte de la Iglesia.
Puede suceder que esos éxtasis la alejen de nosotros y la hagan poco
agradable a nuestros gustos. Hemos llegado a acostumbramos a ver a los santos
inmersos en nuestra vida ordinaria. Habrá que recordar que la Escritura nos dice
que "Dios es admirable en sus santos".
En la existencia de Ursula Benincasa se mostró Dios realmente admirable, al
arroparla en increíbles arrobamientos, al enseñarle a sobrevolar las cosas de la
tierra, haciéndole probar anticipadamente las delicias de la unión con El.
El P. Lorenzo Santacroce, un teatino que fue su confesor y su primer biógrafo,
escribió de ella: "Su vida transcurrió más en el cielo que en la tierra, más en el
paraíso que en el mundo".
Nos resulta hoy difícil entender todo esto y aceptar el misterio de Dios. Pero los
santos son y hay que aceptarlos tal como Dios nos los muestra y, si no nos es
dado copiar su vida, sí es preciso hacer de ella tema de reflexión muy seria para
nuestra vida cristiana y religiosa, admirando la grandeza de Dios, que se
manifiesta a través de ellos cuando y como a El le place. Hay que dejar al Señor la
libertad que tan a menudo le negamos, y que a menudo es objeto de nuestras
críticas y murmuraciones.
Me ha parecido tanto más necesario hacer esa acotación, cuanto que estamos
a punto de acercarnos a una criatura privilegiada que vivió entre éxtasis. Unos
éxtasis de los que nacían, nada menos, que las decisiones que señalaban el
rumbo de su vida y de su obra de fundadora.

Nápoles, la ciudad que fue su cuna

El camino de la peregrinación de Ursula Benincasa por este mundo fue un


peregrinar largo: 71 años. La octava y última hija de Jerónimo Benincasa y de
Vicenta Genuino nacía en Nápoles el 21 de octubre de 1547.
Su padre, oriundo de Cava dei Tirreni, era descendiente de los Benincasa de
Siena, prestigiosa familia que dio a la Iglesia y al mundo la bella figura de santa
Catalina de Siena. La infancia de Ursula transcurrió en un ambiente
profundamente cristiano: su hermano Francisco vistió la sotana clerical y se dedicó
al estudio de la teología, a la oración y a los ejercicios de piedad. Se ordenó
sacerdote y murió como un santo cuando no contaba más que 32 años. Luis, el
otro hermano, tuvo prisa y voló antes, a los siete años de vida. De las cinco
hermanas, tres se casaron: Cristina, Bernardina y Lucrecia; las otras dos, Antonia y
Juana consagraron a Dios su virginidad sin abandonar el mundo dedicadas a la
oración, a la penitencia ya las obras de caridad.
Temprano se presentó la prueba del sufrimiento. Muy niña todavía, empezó
Ursula a sufrir un terrible dolor en las piernas que le dejará para toda la vida una
gran debilidad que le hará laborioso y doloroso el caminar.

Las primeras pruebas

Una sublevación popular que llegó a crear a la familia serias dificultades,


obligó a Jerónimo Benincasa a abandonar Nápoles y a refugiarse en la paz de su
pueblecito natal, Cetara. Mas tampoco en Cetara encontró la paz aquella familia:
Un día llegó una horda de piratas turcos que saquearon el pueblo. Los habitantes
no pudieron escapar sino refugiándose en la montaña. Cuando los Benincasa
regresaron, pasado el temporal, se encontraron con la casa vacía. Parece que
Dios se complace en tratar así a sus amigos. ¡Por eso tiene tan pocos! - decía
santa Teresa.
Después de tan duras experiencias y acosados por la carestía, los Benincasa
intentaron salvar la estrechez familiar y proporcionar a la pequeña una infancia
más tranquila, confiándola a una tía de Nápoles, cuando no tenía más de siete
años. La acogida y la permanencia en el nuevo hogar tampoco resultó tan color de
rosa como los padres esperaban.
La tía la trataba como una extraña y la obligaba a trabajar como una criada
cualquiera en los más humildes servicios. Y, por si eso era poco, la mandaban
todavía a prestar los mismos servicios en la casa de otros familiares.
Y aun cuando el insistente dolor de piernas le hacía difícil el moverse, no tuvo
jamás la pequeña Ursula una palabra de queja para nadie, y decía y repetía: "Todo
lo que quiero es agradar al Señor". A lo largo de ese período de prueba le dio el
Señor la alegría del aliento que le daba Francisco, el hermano siempre tan
cariñoso y bueno.
Es así: a lo largo del camino del Calvario, Dios coloca siempre un cirineo.
Cuando en Nápoles se calmaron las aguas de la revuelta, allá volvieron los
Benincasa en bloque. A papá no le cupo empero la alegría de ver a su pequeña
sobre el camino de un porvenir mejor: una grave enfermedad se lo llevó al cielo,
dejando a su familia la única riqueza que poseía: la bondad y la honradez de su
vida cristiana.
No había pasado mucho tiempo, cuando su esposa Vicenta lo siguió al cielo.

La primera soledad

Ursula se quedaba sola. Después de la partida de los padres el Señor la probó


todavía llamando a
Sí a su hermana Juana y al entrañable Francisco que había sido hasta entonces el
orientador de su formación religiosa. Era Francisco el que había afianzado
sólidamente sus pies en el terreno espiritual a través de aquellos ejercicios de
oración y aquellas explicaciones de la Biblia que cada día le impartía. De aquella
familia, tan numerosa, quedaban sólo ella y Antonia. Dos almas gemelas, pro-
fundamente religiosas, que pasaban el día entre oración y oración, fieles a las
enseñanzas del querido Francisco. Y entretejiendo la oración con el trabajo de sus
manos expertas en el telar. Manos de ángel, pues las telas que salían de las de
Ursula eran tan magníficas que llegaron a hacerse famosas en toda Nápoles.
Las lecciones de Francisco calaron tan adentro, que Ursula las reflejará más
tarde en la Regla que dictará empujada por sus hijas: "Has de vivir en la presencia
de Dios y pensar que te ve y te observa en todo lugar y en todo tiempo. Los ratos en
que no pienses en El dalos por perdidos".
¡Cuánta sabiduría contienen esas palabras! Encierran una admirable regla de
vida que conduce directamente a la santidad a quien la practica.
Se pensaría que aquella vida de trabajo y de recogimiento habría significado,
al fin, una época de serenidad para las dos hermanas. No fue así; Dios llamó al
cielo a Antonia, la compañera de trabajo y de soledad, dejando a Ursula en el
dolor de una nueva prueba.
Desprendida de todo y de todos, la joven Ursula se quedaba definitivamente sola.
Sola y libre para lanzarse al logro de la meta que había ansiado desde los
primeros años de su adolescencia: la unión con Dios. Era la hora de llevar a cabo
lo que, antes de morir, le había indicado Francisco: abandonar el mundo y
retirarse a un monasterio.
La llamada de Dios

Era cierto, Dios la llamaba y su voz sonaba en todas las cordilleras del corazón;
pero ¿a qué convento la llamaba? Nápoles estaba a la sazón lleno de conventos.
Entre ellos uno la atraía con una fuerza especial, el de las capuchinas, que había
fundado una noble dama, María Longo, bajo la dirección, nada menos, que de san
Cayetano de Thiene. Lo llamaban el convento "De las Treinta y tres", porque la
comunidad de sus religiosas no debía nunca superar ese número. Y como ese
número estaba entonces completo, Ursula no pudo entrar. Es muy probable,
además, que las condiciones de su salud, tan endeble, no le habrían permitido
soportar la dureza de aquella regla. Cuando supo que no la aceptaban, dijo
Ursula: "Yo deseaba desprenderme de todo y, sepultada en vida, no dejar de darte
gracias, Señor. Por culpa de mis pecados no lo he merecido; y ya que no me aceptan
los hombres, acógeme Tú, Dios mío. Sé que tu bondad me otorgará las gracias que
no merezco". Tales fueron en aquella prueba sus palabras, según ella misma
confesó a su director espiritual, el teatino P. Lorenzo Santacroce.
Casi sin sentirlo, sus frecuentes arrobamientos hicieron que su habitación se
transformara en un minúsculo convento, y así, viviendo en el mundo, emulaba la
vida de las almas consagradas que vivían en los monasterios. Vistiose una túnica
negra parecida al hábito de los teatinos, ciñó su cuerpo con un cilicio y empezó a
dormir en el suelo. Comía frugalmente y no condimentaba sus platos; vivía en una
atmósfera de oración y de penitencia.
Dispuso junto a la habitación, con un ajuar reducido al mínimo, una pequeña
capillita en la que el obispo le permitía tener la Eucaristía, y en la que de vez en
cuando se celebraba la misa. Un programa de vida monástica en el mundo, por el
que, a sus veintisiete años, Ursula quedaba consagrada al Señor.
A los que estamos acostumbrados a las ventajas y comodidades del opulento
siglo XX todo eso puede parecemos extraño y hasta sin sentido. Pero hay que
saber que la santidad y el amor de Dios siguen un rumbo que no es el de nuestra
lógica. "El Espíritu sopla donde y como quiere" - decía Jesús a Nicodemo (Jn 3,8).
¡Feliz aquel que se deja llevar por ese Espíritu!
Ursula se dejaba guiar dócilmente por El y no le preocupaba lo que otros
pudieran decir o pensar.
"Sea lo que el Señor quiera - solía decir -; lo que El quiere lo quiero yo".

A la montaña, a la montaña

Aquella criatura, frágil de cuerpo pero de alma llena de fortaleza, no se daba


cuenta de que con sus éxtasis atraía a su "convento doméstico" muchedumbre de
fieles de todos los estamentos. La gente acudía a ella para encomendarse a sus
oraciones y llevarse en el alma la expresión dulcísima de su rostro extasiado. En
uno de sus éxtasis un día comenzó a gritar a voz en cuello: “A la montaña, a la
montaña; allí me espera el Señor; allá he de ir. Es su voluntad”, llegó a pronunciar
esas palabras en sucesivos arrebatos. Desde la puerta de su casa señaló el
lejano monte de Sant'Elmo y declaró que aquella era la montaña a la que en los
éxtasis aludía. Sant'Elmo es otro hito decisivo en la vida de Ursula Benincasa.
El año 1581 pasó allá con todo el grupo que la acompañaba y formó, también
con el permiso de la autoridad eclesiástica, el núcleo de una pequeña comunidad.
El obispo de Nápoles, Mons. Ambal de Capua dio el visto bueno a la construcción
de una pequeña capilla para la celebración de la Eucaristía y mantener su
reserva. Era como una profecía. Con el correr de los años, en ese mismo lugar
santificado por la presencia de su fundadora, surgirá la Casa madre de las
Teatinas. Lo había dicho ella ya cuando llegó a la montaña: "Santo Monte de Dios.
Aquí vendrá a hacerse santo un interminable número de almas, aquí vendrá a servir a
Dios una legión de vírgenes". Y así fue.

Una misión difícil en Roma

Tenía Ursula otra expresión muy corriente en sus éxtasis: "Perdón, Señor,
perdón por los pecadores. Carga sobre mí el castigo". Esa insistencia en el perdón la
empujaba a aumentar sus oraciones y penitencias en reparación del amor de Dios
tan ofendido por la malicia de los hombres. Cuando de verdad se ama, no hay
dolor más grande que ver ofendida la persona que se ama, y el corazón se muere
de ganas de hacer algo para reparar la ofensa. A esta criatura llena de amor, tan
humilde, Dios le preparaba una misión que mil otras personas podrían haber
desempeñado tanto por su inteligencia como por su capacidad y dotes humanas.
Pero ¿no dijo san Pablo que "Dios escoge lo que el mundo tiene por despreciable y
por tonto para confundir a los sabios, y lo que el mundo tiene por débil para confundir
a los fuertes"?
A ella la escogió Dios precisamente, a Ursula Benincasa, la mujer que no era
ilustrada ni docta ni noble, para enviarla al papa Gregorio XIII con este mensaje
que El mismo le había dictado en un éxtasis: "Quiero que vayas a Roma. Y le dirás
al papa que estoy muy ofendido con los pecados de los cristianos. Ve; Yo estoy
contigo. Si no vas, el mundo será castigado igualmente. Ve; tus credenciales serán
tus éxtasis, que irán siempre contigo".
Pobrecita; ¿quién la iba a creer? Toda la razón tenía cuando dijo, después de
la audiencia papal:
"Sólo Dios sabe cuántos pañuelos he empapado con mis lágrimas, y lo que me ha
costado un encargo tan desagradable”.
Menos mal que el arzobispo de Nápoles había descubierto ya un designio de
Dios en todo lo que acaecía en aquella criatura y la hizo partir con su bendición.
Ursula partía el 29 de abril de 1582 y llegaba a Roma el 3 de mayo. El 5 la recibía
el papa en su residencia de Frascati. Se presentó Ursula con una convencida
declaración de nulidad y muy indigna de comparecer ante el pontífice. Pero allí
estaba - afirmaba - a los pies del papa por expresa voluntad de Dios, que estaba
tan ofendido de los hombres que deseaba una severa llamada a toda la
cristiandad para que reformara sus costumbres. Después expuso con toda
humildad los detalles de su misión que, precisaba, "no es mía, sino de Dios".
El papa acogió la voz de Dios que le llegaba a través de aquella sencilla
mujer, y, después de bendecida, le dijo: "Hija, pide a Dios que nos perdone".
No hay para que decir que todos esos hechos extraordinarios imponían una
cautela: los visionarios no habían faltado nunca en la Iglesia de Dios a lo largo de
los siglos.
¿Y si esta mujer fuese uno de tantos?
El calvario romano

La visita de Ursula al papa no quedó encerrada en el palacio papal de


Frascati; llegó a todas las plazas de Roma, y lo que había hecho y se había atre-
vido a decir al papa levantaba sospechas y resquemores. Pronto se dividieron las
opiniones entre los que ponderaban la valentía de Ursula, descubriendo en ella la
mano de Dios que obraba a través de ella, y los que la censuraban hasta llamarla
endemoniada.
El papa había tomado en serio el mensaje de la vidente napolitana, y por eso
nombró una comisión de expertos que debía estudiar a conciencia el caso de
Ursula y someter a prueba su virtud.
Se trataba de aclarar si era una santidad aparente, si los éxtasis, tan
frecuentes, constituían un engaño del demonio, y averiguar si - ¡quién sabe! -
aquella santa no era víctima de ilusiones seudomísticas.
Fue así como la obediencia a la voluntad de Dios se transformó para Ursula en
un auténtico
viacrucis: lo mismo le había sucedido ya a Jesucristo y, tras El, a los demás
santos.
La comisión estaba compuesta por el cardenal Antonio Carafa y por expertos
teólogos y sacerdotes cualificados en la guía de las almas; sobresalía entre todos
la figura de san Felipe Neri. Las pruebas, a veces muy humillantes, a las que fue
sometida, las amenazas de entregarla a la Inquisición, los constantes exorcismos,
la privación de la Eucaristía, el aislamiento de sus familiares más queridos, todo
ello y más que podríamos añadir nos impulsa a correr el velo de la caridad sobre
lo mucho que hubo de sufrir aquella criatura que otra culpa no tenía, sino la de
verse agraciada con el privilegio de sus éxtasis y la voluntad de obedecer a Dios.
Después de cada prueba a la que era sometida exclamaba Ursula dócilmente:
"Estoy dispuesta a aguantar cualquier tormento, si tal es la voluntad de Dios".
Siete meses duró aquel calvario de pruebas y de sufrimientos. Los peritos, al
final, depusieron y declararon todos a favor de Ursula. San Felipe llegó a pedirle
perdón por la severidad que hubo de usar para poder cumplir fiablemente el
encargo del papa. La tomó de la mano y le dijo: "Igual que paseamos ahora por
esta sala, pasearemos un día por el paraíso".
Subyugados por el resplandor de su santidad quisieron hacerla quedar en
Roma; pero Ursula quiso volver a Nápoles. Al despedirla, el papa la

bendijo diciéndole: "Que Dios te conceda las gracias que le pides”. No hay duda
de que Dios camina al lado de su Iglesia, una Iglesia que, si bien de origen divino,
se apoya en la fragilidad de los hombres.
De vuelta a Nápoles, Ursula se estableció definitivamente en el monte
Sant'Elmo. La soledad que ella apetecía resultó una ilusión. Las halagadoras
noticias que sobre su santidad de vida llegaban de Roma, hacían crecer cada día
la procesión de los que acudían a ella para pedir oraciones y consejos. Pero
acudían, sobre todo, muchachas jóvenes atraídas por el deseo de consagrarse a
Dios y de vivir en comunidad con ella. Entre los visitadores ilustres descubrimos
los cardenales César Baronio, Pedro Aldobrandini y muchos otros purpurados,
obispos y príncipes, como Filiberto de Saboya, y hasta dos santos, san Lorenzo
de Brindis y san Camilo de Lelis.
De vidente a fundadora

Aquel luminoso testimonio de una vida llena de bondad y de amor y, sobre todo,
aquella ininterrumpida unión con Dios, habían llegado a ser un reclamo y señuelo
para las jóvenes de Nápoles que se sentían atraídas por su ejemplo. De la noche
a la mañana, Ursula se vio rodeada de un enjambre de muchachas con ganas de
consagrarse a Dios en la vida común a fin de seguir a Jesús más de cerca.
Una vez obtenido el permiso de la autoridad eclesiástica para constituirse en
comunidad, dio principio, en el monte de Sant'Elmo, a la "Congregación de la
Inmaculada Concepción", estableciendo que en ella no se emitirían los tres votos
consabidos de pobreza, castidad y obediencia, sino sólo una renuncia pública
como oblación al Señor. Ella lo explicaba así: "El Señor desea que se le sirva con
amor y agilidad de espíritu; así que nadie debe sentirse retenida por fuerza en la
comunidad".
A aquellas primeras jóvenes consagradas se unió muy pronto un grupo
todavía más numeroso de jovencitas que pedían ser formadas en la perfección
cristiana, mientras seguían viviendo en el mundo en estado secular. Las llamó las
"Educandas" y para ellas fundó el "Conservatorio de sor Ursula", que alcanzó un
inmenso prestigio en la ciudad partenopea.
Dios enaltece a los humildes, y éstos, puestos en sus manos, como puntales
de la santidad de la Iglesia, son artífices de obras maravillosas.
Aquella Ursula, tan humilde, tantas veces probada por los hombres, se
encuentra, casi sin darse cuenta, que es la fundadora de dos obras: una de ellas
juntaba en el monasterio unas almas consagradas a Dios en el silencio, la otra
comprometía seriamente las almas en el ejercicio de la perfección cristiana aún
estando en el mundo. Y así, con el nacimiento de estas dos obras, se cumplía lo
que ella misma había anunciado proféticamente en un éxtasis de su adolescencia:
"Santo Monte de Dios; aquí vendrán a servir al Señor legiones de almas". La
misma Ursula, que no podía creerse lo que sucedía en torno a su persona, dirá
más tarde, en el principio de la Regla: "Os aseguro, hijas mías, que jamás fue mi
intención fundar congregación, es el Señor quien lo ha querido así. Nosotras
pretendíamos estar en nuestra casa y santificamos sirviendo y amando en paz al
Señor, pero El ha dispuesto de otra manera".
Y aquí se nos ocurre una pregunta: ¿Cómo es posible una Congregación de
la Inmaculada Concepción en el siglo XVI?
Pienso que es oportuno recordar que en los tiempos de Ursula el culto a la
Inmaculada era profundamente sentido y vivido por los fieles napolitanos y que
justamente los teatinos eran aguerridos promotores y propugnadores de ese culto
con sus escritos y con su predicación. Esa devoción, tan profundamente
enraizada en el pueblo y más todavía en el alma de Ursula, debió ser la que
sugirió llamar de "La Inmaculada Concepción" a la Congregación por ella fundada.
Pero hay más: la Iglesia que construyó ella bajo la inspiración divina tenía por
titular a "La Santísima Concepción de María Virgen Inmaculada", que fue así la
patrona principal de la naciente Congregación.
La Ven. Ursula Benincasa a los pies de la Inmaculada.
Oleo en tela de Giovanni Manno. 1834, en la Curia General de los Padres Teatinos - Roma.

Y antes de morir, someterá Ursula su persona y su Congregación a los Padres


Teatinos que la habían dirigido espiritualmente durante su vida.
Al final de ella, le indicó el Señor que había llegado el momento de llevar a
cabo la ilusión secreta de su corazón: vivir como ermitaña en la oración, en la
soledad y en la penitencia. Todo ello en espíritu de reparación por los pecados
que "tanto ofenden el amor de Dios".
El 2 febrero de 1617 tuvo una visión en la que le apareció el paraíso abierto
del que bajaba a la tierra la Virgen santísima con el Niño en brazos. Ella vestía de
blanco y azul y el Niño llevaba en la mano una sotana negra. Llenaban el cuadro
un coro de vírgenes vestidas de la misma manera. Animada por la visión, Ursula
dio comienzo a la familia de la Ermitañas de la Inmaculada Concepción,
prescribiendo que vistieran como vestía en la visión la Virgen María, a saber, con
túnica blanca y manto azul. Se habrán de consagrar al Señor con votos solemnes
y pasar su vida en el silencio, entregadas a la oración, alejadas por completo del
mundo. Pero Ursula no pudo gozar de aquella soledad que tanto había deseado;
la dejó como un inagotable regalo a las que la seguirían.
Justamente se relaciona con aquella aparición la devoción al "Escapulario
Azul", que sus hijas han propagado por todas partes. Más tarde, el papa Clemente
X concederá con un "Breve" del 1671 a los teatinos la facultad de bendecir e
imponer a los fieles el escapulario azul que tanto éxito había logrado entre el pueblo
de Dios.
Su misión quedaba cumplida: había atendido a las jóvenes Educandas para
que se formaran para el mañana en la práctica de las virtudes cristianas; a las
Oblatas para que "sólo por amor" sirvieran al Señor como Marta, atendiendo a sus
hermanos, especialmente a las jóvenes; a las Ermitañas para que, con el vestido
de María, vivieran junto a Jesús escuchando, orando y reparando con penitencias
los pecados de los hombres.

Guía y maestra

Ursula, alma elegida y, sobre todo, mujer en el sentido más pleno y hermoso de la
palabra, sólo se decidirá a dictar la Regla que insistentemente le pedían sus hijas dos
años antes de morir, y lo hará por un acto de obediencia a su superiora. En la Regla
aparecerá con singular relieve la mujer llena de una riquísima carga de humanidad
antes que la religiosa. ¿Y qué regla habría podido dictar aquella que había encerrado
en una sola palabra “Amor” toda la regla de su vida entera?
Ursula tenía en su mente una idea fija: el Amor ante todo. ¿Y no es ésa la
primacía que todos deberíamos tener y practicar desde el momento que nuestra
religión cristiana ha sido definida justamente "la religión del Amor"?
El amor había sido para ella el programa de vida, y por eso pudo escribir
sabiendo bien lo que decía: "No hay más regla que el amor".
Un amor lleno de gozo es el que rezuma la Regla, lleno de premurosa
atención por la salud física de las hermanas y de cariño para cada una de ellas:
"Hijas mías, sed alegres. Es con alegría como se sirve al Señor. Tomaos de vez en
cuando las distracciones que os parezcan oportunas, con tal que no sean impropias
de la vida religiosa ".
Dedica una particular atención a las enfermas:
"Quiero que la comunidad haga por la enferma lo que haría una madre por su hija;
oro habría que darle, si oro fuese lo que necesitaba".
Y sabiendo bien de dónde parten las trampas más peligrosas que pueden
acabar con la tranquilidad y la serenidad de una casa religiosa, recomienda:
"¡Frenad la lengua, frenad la lengua! La que en eso no se esfuerce, intentará en vano
conquistar las demás virtudes".
Y al fin, como si quisiera dejar de lado todo lo que acababa de dictar por
obediencia, esculpe, al final de la Regla, una frase tan verdadera y tan actual que
el tiempo jamás logra desgastada: "Vuestro libro ha de ser el Crucifijo. Ha de ser
todo para vosotras; en El encontraréis todo bien".
La santa, la maestra, la fundadora quiso, una vez más, recomendar a sus hijas
antes de morir lo que había sido el lema dominante de toda su vida: “Amaos,
amaos las unas a las otras; respetaos y desead a las demás lo que para vosotras
deseáis. Si lo hacéis así, el Señor estará con vosotras. Y rogad por mí ”.
Después de encomendar su obra, a través de su confesor el P. Santacroce, al
gobierno y dirección de los Padres Teatinos, a los que había estimado
profundamente, y después de entregarles la Regla para que los Padres se
sintieran responsables de la Congregación, su alma voló al cielo arrebatada en un
éxtasis que ya no tendrá fin.
Murió teniendo fijos los ojos en la imagen del Crucifijo que tenía enfrente de sí.
¡Era su libro! Así lo dicen todos los que asistieron a su muerte.
Era el 20 de octubre del 1618.
Los Teatinos, en su Capítulo General de 1633, tomaban bajo su autoridad y
dirección la Congregación y el Monasterio. Y desde aquel momento las religiosas
de Madre Ursula Benincasa se llamaron oficialmente "Teatinas de la Inmaculada
Concepción".
Y el 7 de agosto - fiesta de san Cayetano - de 1793, en la basílica teatina de
san Andrés della Valle de Roma, el papa Pío VI proclamaba solemnemente la
heroicidad de sus virtudes.
Las que fueron fuentes de vida para ella y para nosotros

Aquella criatura de cuerpo tan frágil desde su infancia, desprovista de aquellas


cualidades que dan relieve a una persona, parecía destinada a pasar inobservada
y a terminar en el olvido de los hombres. Y sin embargo, causa asombro todavía
hoy aquella su fuerza de voluntad y de amor que hizo de ella un personaje de
primer plano en la historia de la Iglesia de Nápoles de su tiempo y en la historia
general de su ciudad.
Una fuerza que la llevó a enfrentarse con digna firmeza a los grandes
personajes eclesiásticos y civiles que acudían a ella en demanda de consejo y de
oración. Ursula, la humilde mujer, llega hasta los pies de Gregorio XIII, para
hablarle en nombre de Dios. El testimonio de su bondad y de su prudencia era tan
contundente que Nápoles la declaró, en vida de ella, patrona de la ciudad.
¿ Cuál era el secreto que hizo tan fuerte a aquella mujer tan débil? Podemos
encontrar en su vida unos puntos de energía que, cual manantiales, alimentaron
su alma enriqueciéndola con energías e iniciativas en pro de las jóvenes
muchachas y de todos aquellos que deseaban entregarse generosamente a la
perfección.
"El amor a la Virgen Inmaculada y a su Hijo presente en la Eucaristía" son los
pilares de la espiritualidad de Ursula Benincasa. Quiere ella que en el día de su
fiesta esté el Santísimo expuesto todo el día, para "Honrar a la Madre con la
presencia del Hijo". Y en las Reglas dirá más tarde: "Si María nos deja, ¿quién
intercederá por nosotros? Todo el bien que tenemos lo recibimos a través de ella" y
añade: "¿ Qué sería de este mundo sin la Eucaristía? El Señor recibió de la Virgen
Santa su carne mortal; disponed vuestras almas para que sean morada digna de su
Hijo".
Un amor tan profundo a la Eucaristía que la llevaba a rodear de afecto y
aprecio a los sacerdotes, ministros de la Eucaristía, hasta llegar a hablarles de
rodillas y a besar sus pies.
"Estamos al servicio de la Virgen, así que debe ser santa nuestra vida". Les
repetía a sus hijas mientras les recomendaba que cada una tuviese en su
habitación una bonita imagen de la Virgen, pero siempre teniendo en brazos al
Niño Jesús.
Otra fuente de energía que alimentaba su alma y que quiso llevar consigo
hasta después de la muerte era el Crucifijo: "El libro" - lo llamaba, y añadía: "Sea el
Crucifijo vuestra alegría, sea todo para vosotras". En los muros de su pequeña y
reducida habitación llegó a tener colgados cinco crucifijos, ya quien le preguntaba
por qué tantos, respondía ella que así siempre le quebada alguno frente a los
ojos.
"He vivido siempre con la cruz; quiero morir y ser enterrada con la cruz entre los
brazos; ni viva ni muerta quiero separarme de ella". Y tenía razón, ya que de esa
fuente que es la más alta expresión del amor de Cristo, había bebido ella aquel
amor que fue la única regla de su vida y que dejará a sus hijas como el
compromiso más radical.
Es la actualidad que habría que inyectar en nuestra vida de hoy. Los tiempos
son diferentes sin duda, los gustos y las costumbres han cambiado, nuestra
mentalidad no es ya la de su tiempo, pero las fuentes en las que ella bebió ayer
son las mismas en las que debemos beber hoy nosotros. Sólo de ella brota el
agua que salta hasta la vida eterna. (Jn 4,14)
Y bebiendo en esas fuentes, Ursula fue capaz de dejar una maravillosa
riqueza de santidad que todavía subyuga a quien se le acerca con deseos de
entregarse a la perfección cristiana en la vida religiosa o en la vida seglar.
Es posible que Ursula se nos presente lejos de nuestros habituales esquemas
de trabajo y de actividad, dado que la suya es una vida de oración y de amor. Mas
son justamente ésas las alas que nos permiten remontamos hasta Dios y bajar
después hasta los hombres para ayudarles y servirles con total entrega.
Tal es el testamento que podríamos hacer carne de nuestra vida, mientras
alentamos la esperanza de ver pronto a la venerable Ursula elevada a los honores
de los altares.

Galería a la que se abren las antiguas Campanario del monasterio de las Pérgola característica en el jardín del
estancias de las religiosas eremitas. Hoy, religiosas teatinas de la Ven. Ursula antiguo monasterio, hoy “Instituto Suor
sede del “Instituto Suor Orsola Benincasa, hoy en el “Instituto Suor Orsola Benincasa” de Nápoles.
Benincasa” de Nápoles. Orsola Benincasa” de Nápoles.
Retrato físico de la Venerable

Pienso que el lector agradecerá que le ofrezca el retrato físico de la Ven. Sor
Ursula Benincasa tal como nos lo pinta Giovanni Bagatta en 1690.
"Dado que hasta ahora hemos hablado sólo de su alma, es justo reseñar
ahora las facciones externas de nuestra Madre.
Era su cuerpo pequeñito con miembros bien proporcionados a la estatura.
Hermosísima su cara, especialmente en la juventud. Encarnadura muy blanca,
ojos negros y grandes, muy vivaces y expresivos, las cejas perfectamente
arqueadas. Tenía en la parte izquierda de la barbilla un lunar con mucha gracia.
Frente ancha y espaciosa, cabellos negros, gracioso semblante, más bien
llenito".
D.O.M.
A LA ETERNA MEMORIA
DE LA VENERABLE URSULA BENINCASA FUNDADORA
DE LA CONGREGACION TEATINA y DE ESTE MONASTERIO.
MURIO EL 20 DE OCTUBRE DEL AÑO 1618.
RECOGIDOS POR MANDATO DEL SUMO PONTIFICE y DESCRITOS EN ACTA OFICIAL
LOS HECHOS SINGULARES DE SU VIDA,
SE PROCEDIO AL RECONOCIMIENTO DE SU CADAVER Y, HALLADO INTACTO,
FUE DEPOSITADO EN EL MISMO LUGAR DONDE ANTES HABIA SIDO SEPULTADO.
LAS HERMANAS DE DICHA CONGREGACION A SU MADRE Y PATRONA.

Lápida sobre el sepulcro de la Ven. Ursula Benincasa, en el santuario de la Inmaculada - Nápoles.

ORACION A LA SANTISIMA TRINIDAD


para pedir la beatificación de la Venerable Ursula Benincasa

Eterno Padre, por los méritos de la pasión de tu Hijo Jesucristo y por la acción
santificadora del Espíritu Santo, te ruego que glorifiques en esta tierra a tu sierva
Ursula Benincasa, concediéndome por su intercesión la gracia que te pido.
Padrenuestro, AvemarÍa y Gloria.

N. 24/82 Nihil obstat - Romae, d. 26 oct. 1982


Fabianus Veraja, subsecretarius

Las gracias que se reciban por intercesión de la Ven. M. Ursula Benincasa pueden ser
notificadas a cualquiera de las comunidades de Teatinas que se reseñan a continuación:

Casa General RR. Teatinas


Salita di Monte del Gallo, 27
00165 Roma

Casa Provincial
Marqués de Portugalete, 14 28027 Madrid

Casa Provincial
Cuzco, 752 - Col. Lindavista
07300 México D.F.

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