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Fue la mayor derrota en toda la historia romana: según Polibio, 70.000 legionarios
cayeron bajo el filo de las espadas de hispanos, celtas y africanos. Pese a su
victoria, el general cartaginés no se atrevió a atacar Roma
Roma parecía madura para caer en manos de los invasores. Dispuestos a resistir, los
romanos destruyeron los puentes sobre el Tíber y adoptaron una medida excepcional:
elegir un dictador en la persona del patricio Fabio Máximo. Pero Aníbal no atacó a la
Urbe sino que se dedicó a vagar por el centro de la península, estorbando el
abastecimiento de Roma, derrotando a los escasos contingentes enemigos que se le
oponían e incitando sin éxito a los pueblos itálicos a sacudirse el yugo romano.
Su marcha llevó a Aníbal, en la primavera del año 216 a.C. a Cannas, localidad del
norte de Apulia, a orillas del mar Adriático, y gran depósito de víveres del que se
abastecía Roma. Derrotados tres veces sus ejércitos, y en situación cada vez más
precaria el vital suministro de trigo a la ciudad, el Senado romano decidió expulsar a
cualquier precio a los invasores. Se reunió, por lo tanto, el mayor ejército movilizado
por Roma, con unos 80.000 infantes y 6.000 jinetes, compuesto a partes iguales por
ciudadanos romanos y aliados itálicos. A su frente fueron colocados los dos cónsules,
Paulo Emilio y Terencio Varrón, que se repartían el mando en días alternos.
Varrón dispuso a sus tropas ala manera romana clásica, una línea de vélites en
vanguardia que precedía a la masa de la infantería pesada, formada en tres líneas
consecutivas. La infantería estaba flanqueada por la caballería romana a la derecha y la
de los aliados itálicos a la izquierda. Por su parte, Aníbal dispuso a los mercenarios
íberos y galos en formación de media luna, con la parte convexa orientada hacia el
enemigo. En cada extremo situó contingentes de infantería pesada africana. El flanco
izquierdo estaba protegido por la caballería pesada, formada por jinetes íberos y galos y
al mando de Asdrúbal, mientras que la caballería ligera númida, dirigida por Maharbal,
operaría a la derecha, lejos del río Aufidus y libre para moverse a su antojo.
La carga de Asdrúbal
La batalla se inició con algunas escaramuzas entre la infantería ligera que formaba la
vanguardia de ambos ejércitos: velites contra honderos baleáricos. Pero no adquirió
intensidad hasta que Asdrúbal ordenó a sus jinetes atacar a la caballería romana, que
dirigía Publio Emilio. El choque entre ambas formaciones, con sus movimientos
limitados por la proximidad del río, se decidió en favor de los púnicos, que pusieron en
fuga a sus adversarios.
Avanzó entonces la infantería romana. Formados en apretadas filas tras una muralla de
escudos, los romanos y sus aliados marchaban al redoble de los tambores envueltos en
nubes de polvo cegador. En un principio, impusieron su número a las tropas íberas y
galas. Creyendo que la victoria estaba al alcance de su mano, los romanos concentraron
su presión sobre el centro del dispositivo enemigo para partirlo en dos. La media luna
cartaginesa se fue convirtiendo en cóncava.
Mientras tanto, la caballería númida del flanco derecho cartaginés cargó contra la
caballería de los aliados itálicos, mandados por el cónsul Varrón, que resistieron el
choque hasta que fueron atacados por la espalda por los jinetes galos e íberos de
Amílcar. Este dejó a Maharbal la tarea de perseguir a la dispersa a la caballería romana,
y organizó sus escuadrones a la espera de las órdenes de Aníbal.
Polibio, casi coetáneo de los hechos, cifra los muertos en unos 70.000 romanos y 5.700
cartagineses, mientras que Tito Livio y Plutarco dejan en unas 50.000 las bajas de los
romanos y de sus aliados itálicos. Hoy los historiados suelen reducir estas cifras, aunque
situándolas por encima de los 30.000 hombres.
La táctica de Aníbal
Aníbal, según Polibio, planteó así la batalla: “A su izquierda, junto al río, colocó la
caballería íbera y celta, frente a los jinetes romanos; inmediatamente la mitad de la
infantería pesada africana y, a continuación de ésta, la infantería íbera y celta. A su
espalda colocó a la otra mitad de los africanos y, finalmente en el ala derecha formó la
caballería númida”. Sigue contando Polibio que Aníbal hizo avanzar el centro ibero-
celta hasta formar una media luna, con la intención de emplearlos en los más duro del
choque, manteniendo a los africanos como reserva, éstos iban armados como los
romanos, pues habían adoptado las armas arrebatadas a los romanos en las anteriores
batallas de Tesino, Trebia y Trasimeno. En cambio, “el escudo de los íberos y de los
celtas era muy parecido; no así las espadas, pues las de los íberos podían herir lo mismo
de punta que de filo, pero las de los celtas servían únicamente para atacar de tajo y
contando con cierta distancia” (por eso Aníbal los situaba en compañías alternas, de
manera que se complementasen). Los celtas combatían desnudos; los íberos, cubiertos
con túnicas de lino de color púrpura.
Y, tercero, en la resistencia presentada por íberos y celtas a las legiones romanas, que les
duplicaban en número, pero no podían desplegarse por lo angosto del frente de batalla.
La infantería ligera de Aníbal cedió el terreno muy lentamente, metiendo en una
mortífera trampa a los legionarios. Aníbal estimaba que su actuación constituía el centro
de su estrategia, tanto que le arengó personalmente antes del combate y se hizo cargo
del mando de esas tropas, dirigiendo la batalla en su retaguardia.
Victoria pírrica
El triunfo de Aníbal en Cannas fue completo, pero no lo pudo aprovechar para lograr
sus objetivos políticos. Esperaba que los aliados de Roma la abandonasen ante sus
repetidos reveses militares, obligándola a firmar una paz ventajosa para Cartago, pero
eso no sucedió. Algunas ciudades del Sur, como la poderosa Capua, cambiaron de
bando; mas la Italia central, sembrada de colonias romanas, se mantuvo fiel a la
confederación y en Roma no se pensó ni por un momento en la capitulación. Falto de
tropas para intentar asedios de ciudades, Aníbal no podía esperar refuerzos, ya que estos
iban a parar a la Península Ibérica, donde su hermano Asdrúbal hacía frente a un ejército
enemigo mandado por Publio y Cneo Escipión. Además, los romanos aprendieron la
lección, y en adelante rehusaron el combate abierto y se limitaron a una activa guerra de
guerrillas que buscaba dificultar los suministros del aislado ejército cartaginés.
Los años siguientes conocieron alternativas en la guerra sobre una Italia devastada. Los
romanos completaron la conquista de Sicilia con la toma de Siracusa, aliada de Cartago,
y Aníbal llegó a las cercanías de Roma en una audaz incursión que intentaba obligar a
las legiones a levantar el sitio de Capua. En el 211 a. C., Capua cayó, y la situación de
los cartagineses, confinados en el extremo sudoriental de la península, se hizo
sumamente precaria. Desde Hispania, Asdrúbal acudió en ayuda de su hermano,
cruzando los Alpes en el año 207 con un gran ejército, pero fue derrotado y muerto en el
río Metauro por las últimas reservas humanas de que disponía Roma. Este desastre
aceleró la derrota de los cartagineses en Hispania y a partir del 205 a. C. su vencedor,
Publio Cornelio Escipión el Joven, estuvo en condiciones de llevar la guerra al territorio
metropolitano de Cartago.
Pese a que no sirvió para ganar la guerra, Cannas fue un triunfo de la táctica militar que
dejaría honda huella en la historia bélica. Perfecto ejemplo de acción envolvente, Aníbal
consiguió la victoria sobre un ejército que le doblaba en numero porque convirtió al
suyo en un conjunto estratégico flexible, en el que la caballería jugaba un papel
fundamental. Los estrategas romanos, inferiores al caudillo púnico y apegados a tácticas
de más de un siglo de antigüedad, tuvieron que sufrir el desastre de Cannas para
introducir una mayor movilidad en el manejo de sus legiones.
"Durante 16 años ininterrumpidos, Aníbal combatió a Roma, sobre suelo italiano, sin
dar reposo a su ejército, forrando a sus importantes tropas a una actuación
ininterrumpida, dirigiéndolas como un experto piloto, haciendo gala de una gran
paciencia con todos, incluyéndose a si mismo, aunque sus tropas eran heterogéneas, de
diversa nacionalidad y raza... Pero eran tan extraordinarias sus dotes de mando que las
grandes diferencias entre sus soldados no perturbaban la disciplina y eran ejemplares la
obediencia y la diligencia con que se ejecutaban sus órdenes y deseos"... Pese a tan
rendida admiración, Polibio le reprocha que fuera "extraordinariamente cruel" y "ávido
de dinero" (Polibio, Historias, IX y XI).
Siluetas Militares
Hacia 247 a.C. Hijo del general cartaginés Amilcar Barca, nace en el Norte de África.
237 Acompaña a su padre a Hispania. En Gades, jura odio eterno a los romanos.
229-228 Muere Amílcar Barca. La lucha de los cartagineses contra Roma en suelo
hispano pasa a ser dirigida por su yerno, Asdrúbal, que funda Cartago Nova.
226 Tratado del Ebro, entre romanos y cartagineses.
221 Asesinato de Asdrúbal. El ejército cartaginés proclama a Aníbal comandante en
jefe. Ruptura del statu quo con Roma
219 Ataque a Sagunto, ciudad aliada de los romanos.
218 Desembarco romano en Ampurias: inicio de la Segunda Guerra Púnica. Aníbal
marcha con su ejército hacia Italia, a través de los Pirineos, las Galias y los Alpes.
Victorias de Tesino y de Trebia.
217 Victoria de Trasimeno.
216 Victoria cartaginesa en Cannas. Estancia invernal en Capua.
215-213 Toma de Taranto y serie de pequeñas victorias.
211 Es empujado hacia el Sur de la península por los romanos.
209 Los romanos toman Cartago Nova.
208 Su hermano Asdrúbal atraviesa los Alpes para ayudarle en Italia.
207 Derrota de Asdrúbal en Metauro.
205 Los romanos toman Gades y afianzan sus posiciones en Sicilia y el Sur de Italia.
204 Los ejércitos romanos amenazan Cartago.
203 Tras la triunfante ofensiva de Escipión, Aníbal abandona Italia.
202 Es derrotado en Zama por Escipión. Tratado entre Roma y Cartago. Aníbal apartado
del poder. Fin de la Segunda Guerra Púnica.
195 Autoexilio de Aníbal, que se instala en Siria. Inicia su etapa al servicio de varios
monarcas del Egeo.
190 Los romanos derrotan a Antíoco de Éfeso y exigen que les entregue a Aníbal.
Hacia 183 Se suicida por envenenamiento en Libisa, Bitinia
Maharbal -hijo de Himilcon, uno de los generales preferidos de Amílcar Barca- amigo y
compañero de armas de Aníbal desde las guerras ibéricas hasta el final de la II Guerra
Púnica y el mejor jefe de su caballería, dicen que estalló indignado al no poder
convencer al bárquida de que atacase Roma inmediatamente después de Cannas:
"Evidentemente, los dioses no derraman todos sus dones sobre un sólo hombre.
Sabes vencer, pero ignoras como se aprovecha la victoria"...
Muchos historiadores han creído que, efectivamente, Roma hubiera abierto sus puertas a
Aníbal si se hubiera presentado ante ellas inmediatamente después de Cannas: "Aquella
jornada de retraso salvó seguramente la ciudad y el imperio", opinaba Tito Livio
historiador romano, dos siglos posterior al general bárquida. Livio no podía ocultar su
admiración por Aníbal: "A un extraordinario valor ante el enemigo unía una gran
serenidad para afrontar el peligro"; pero hallaba aspectos menos gloriosos en él,
acusándolo de ser un hombre de inhumana crueldad, sin respeto alguno por "la verdad,
ni la santidad, ningún temor hacia los dioses, ningún respeto hacia sus juramentos y
escasos escrúpulos religiosos" (Livio, Décadas, XXI ,IV).