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TEORIAS DEL COMERCIO

INTERNACIONAL

GUSTAVO LUGONES

FICHA No 6

TERCERA PARTE:
EL PAPEL DEL SECTOR EXTERNO EN EL
DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL
6. DOS EXPERIENCIAS HISTORICAS: SUSTITUCION DE
IMPORTACIONES Y CRECIMIENTO VIA EXPORTACIONES

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TERCERA PARTE:

EL PAPEL DEL SECTOR EXTERNO EN EL


DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL

6. DOS EXPERIENCIAS HISTORICAS: SUSTITUCION


DE IMPORTACIONES Y CRECIMIENTO VIA
EXPORTACIONES

6.1. LA INDUSTRIALIZACIÓN POR SUSTITUCIÓN DE


IMPORTACIONES (ISI) EN AMÉRICA LATINA
Pese a las diferencias teóricas que distinguen el pensamiento de Karl Marx de las posiciones
de los clásicos (Smith, Ricardo y Mill), por un lado, y de las correspondientes a los
neoclásicos, por el otro, todos estos enfoques coincidieron en un aspecto: creían en el carácter
progresivo del capitalismo. En otras palabras, confiaban en que -tarde o temprano- todos los
países con algún grado de inserción en la economía internacional accederían a niveles más
altos de prosperidad y bienestar, a partir de la difusión del desarrollo desde las economías
maduras a las atrasadas a través del comercio exterior y los movimientos del capital. En
particular, se esperaba que el comercio actuara como motor del desarrollo al favorecer
la acumulación de capital y los aumentos de productividad en todos los países
participantes de los intercambios internacionales.

En el siglo XX sin embargo, desde la gran depresión de los años treinta y, sobre todo, a partir
de los años cincuenta, fueron tomando fuerza un conjunto de ideas y proposiciones que
cuestionaron esa visión del desarrollo y que, bajo una fuerte influencia de las ideas
keynesianas y de los aportes de los clásicos de la teoría del imperialismo, comenzaron a
preguntarse hasta qué punto y bajo qué condiciones era posible el desarrollo capitalista
en las economías atrasadas, si podía esperarse que ese desarrollo fuera espontáneo y, en
todo caso, de qué dependía su concreción.

Las dificultades mostradas por el sistema capitalista para resolver el problema del retraso
relativo de los PED, motivaron crecientes dudas, por parte de los que comenzaron a ser
llamados “economistas del desarrollo” o, lisa y llanamente, “desarrollistas”, acerca de sí la
división internacional del trabajo según las ventajas comparativas estáticas era una estrategia
correcta, tal como lo sostenían los enfoques clásico y neoclásico.

Algunas posiciones más radicales (Teoría de la Dependencia) llevaron el cuestionamiento aún


más allá, al sugerir que el comercio no sólo no es motor del desarrollo sino que podría ser
considerado una de las causas del subdesarrollo al consagrar un conjunto de relaciones de tal
naturaleza entre los países, que las diferencias de desarrollo entre los mismos tienden a

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perpetuarse e incluso a ahondarse, ya que los beneficios obtenidos en el intercambio resultan
ser marcadamente desiguales en perjuicio de los países menos desarrollados.

Salvo las posiciones más extremas, como la última mencionada, que sostenían la
imposibilidad del desarrollo de los PED en el marco del capitalismo y proponían el socialismo
como vía alternativa, los críticos del enfoque ortodoxo desde el desarrollismo no
cuestionaban la viabilidad del desarrollo capitalista para los PED, sino el papel clave
que clásicos y neoclásicos asignaban, en ese sentido, al mercado y al comercio
internacional.

De hecho, los desarrollistas planteaban que si la acumulación de capital y la


industrialización habían sido los vehículos para el crecimiento y el desarrollo en los PD;
lo mismo debería ocurrir en los PED. Esto implicaba confiar en que los eventuales
logros en materia de crecimiento industrial por parte de los PED se traducirían en
modernidad y desarrollo, mientras que, contrario sensu, no se podría lograr el desarrollo
sin un sólido crecimiento industrial.

La discrepancia fundamental con el pensamiento tradicional estaba, como se ha dicho, en los


medios o caminos a seguir, particularmente en cuanto a las posibilidades de avanzar en el
proceso de industrialización por la vía de la división internacional del trabajo según las
ventajas comparativas estáticas que, de acuerdo con la mirada desarrollista, podrían condenar
a los PED al papel de proveedores internacionales de materias primas y productos poco
elaborados. En otras palabras, desconfiaban de las supuestas bondades de la asignación
de recursos por los mecanismos de mercado y descreían del cumplimiento de la regla
ricardiana del beneficio mutuo para las economías involucradas en el comercio
internacional.

PROBLEMAS Y OBSTACULOS AL DESARROLLO EN AMERICA LATINA

El diagnóstico ofrecido por los desarrollistas, en relación con los principales problemas del
desarrollo latinoamericano, ponía el acento en dos graves desequilibrios que, en mayor o
menor medida, afectaban (y aún afectan) a la mayoría de las economías de la región: las
llamadas “brecha externa” y “brecha fiscal”.

Por un lado, la “brecha externa”, es decir, los desequilibrios en el sector externo de los PED
motivados por egresos de divisas (importaciones, servicios de la deuda, salidas de capitales,
etc.) que, sistemáticamente, resultan superiores a los ingresos por exportaciones y entradas de
capitales. El carácter estructural o recurrente de esos desequilibrios los distingue de los
fenómenos que pueden presentarse en coyunturas desfavorables, pero que no suelen repetirse
en circunstancias normales.

También los desequilibrios entre ingresos y egresos fiscales (la “brecha fiscal”), tendían a
repetirse año tras año, en ocasiones adquiriendo proporciones superiores a varios puntos del
PBI, aspecto que parece estar algo más controlado en la región en los últimos años, al menos
en lo que se refiere a las magnitudes del déficit presupuestario ya que, por cierto, no se ha
logrado su desaparición como problema estructural.

Las consecuencias de estos problemas para el funcionamiento económico son numerosas e


invariablemente negativas, ya que implican serias dificultades operativas tanto para el sector
privado (por ej., escasez y encarecimiento de las divisas necesarias para la importación de
insumos y equipos para la producción) como para el Estado (dificultades para honrar los

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compromisos externos y para el pago de los sueldos de la Administración Pública, entre
otras).

El diagnóstico se refería también a otros aspectos característicos de las economías


latinoamericanas, que tienden a convertirse en formidables obstáculos para el desarrollo, tales
como:

• Ahorro insuficiente, con las consecuentes dificultades para encarar o hacer viables
proyectos con requerimientos de capital importantes, situación frecuente en la industria;
• Retraso tecnológico o brecha tecnológica, que limita las posibilidades de los PED de
incursionar en la producción de bienes intensivos en conocimiento, cuyos mercados
resultan más atractivos por el comportamiento más favorable de los precios y por su
mayor dinámica;
• Deterioro de los términos de intercambio, por una mayor tendencia al alza en los
precios de los productos importados por los PED (tecnológicamente más complejos) que
en los correspondientes a sus exportaciones (compuestas principalmente por bienes
primarios o con bajo grado de elaboración) por los constantes cambios en los precios
relativos internacionales en favor de los productos más complejos y que dieron lugar en
los años 50s. y 60s. al clásico comentario: “cada vez se requieren más vacas para comprar
un tractor”;
• Desventajas en economías de escala y externalidades, que han dado lugar a la
abundante literatura referida a las “fallas de mercado”, a las que nos hemos referido en
Unidades anteriores;
• Diferencias en la elasticidad ingreso de las importaciones entre los PD y los PED, que
explican en buena medida la brecha externa. En efecto, ante incrementos en los ingresos
respectivos, las tendencias a aumentar las importaciones son mayores en los PED que en
los PD por las diferentes características de los bienes de importación en uno y otro caso:
se ha comprobado que con el aumento de la capacidad adquisitiva de la población los
incrementos son proporcionalmente mayores en la demanda de bienes complejos que de
bienes primarios o con bajo grado de elaboración.

Ante el cuadro descripto, los desarrollistas se preguntaban cuál era la forma adecuada para
impulsar un proceso de crecimiento y desarrollo. No esperaban que ese proceso fuera
espontáneo ya que no confiaban en que los mecanismos de mercado permitieran superar los
obstáculos antes señalados; consecuentemente, asignaban al Estado una importante cuota de
responsabilidad en el cambio de las condiciones de desenvolvimiento de las economías de
América Latina.

EL ESTRUCTURALISMO CEPALINO

Bajo la inspiración de estas ideas, en la Comisión Económica para América Latina (CEPAL)
de las Naciones Unidas se fue conformando, en los años 50s. y 60s., un conjunto de
propuestas de acción tendientes al impulso del crecimiento industrial y el desarrollo
económico y social, que partían de la concepción de que los problemas del desarrollo en
América Latina no eran fenómenos debidos a circunstancias particulares de la coyuntura
económica, por lo que no era posible resolverlos con las recetas tradicionales -en particular,
con las sugeridas por el Fondo Monetario Internacional (FMI)-, que ponían el acento en el
orden macroeconómico, el equilibrio fiscal y el control de la inflación y sugerían adoptar

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políticas estrictas de ajuste presupuestario y astringencia monetaria aún a costa de las
consecuencias recesivas que podían esperarse de las mismas.

El enfoque de la CEPAL, en cambio, sostenía que lejos de ser coyunturales los problemas de
A. L. tenían carácter estructural, ya que estaban originados en la heterogénea
conformación de las economías de la región. En otras palabras, a diferencia de las estructuras
productivas de los países más ricos que, junto con una gran diversificación de sus aparatos
productivos, mostraban un alto grado de homogeneidad en el desarrollo de sus distintos
componentes, las economías latinoamericanas presentaban marcadas diferencias entre
sectores, actividades y regiones, donde coexistían áreas sumidas en el atraso con otras de alto
nivel de modernidad, la pobreza extrema con la riqueza desproporcionada. Por lo tanto, los
eslabonamientos y encadenamientos entre actividades y regiones eran débiles, lo que impedía
el aprovechamiento de externalidades y reducía el efecto multiplicador de eventuales
incrementos en la demanda.

HETEROGENEIDAD Y PROBLEMAS ESTRUCTURALES

El estructuralismo cepalino destacaba dos problemas estructurales en el desarrollo


de A. L.: desempleo estructural y desequilibrio externo (brecha externa).

DESEMPLEO ESTRUCTURAL

El excedente de mano de obra por crecimiento de la población activa y por


expulsión del sector rural/tradicional excede las posibilidades del ritmo de
acumulación. El empleo en la industria y los servicios no crecen al ritmo
suficiente para absorber a los trabajadores expulsados de los sectores y regiones
atrasados o de menor crecimiento relativo.

DESEQUILIBRIO EXTERNO

Existen diferencias en la elasticidad-ingreso de la demanda de importaciones en


los dos polos que conforman la economía mundial (centro y periferia). En la
periferia (los países menos desarrollados) este indicador tiene valores más altos
debido a que sus importaciones tienden a crecer más rápidamente que su ingreso y
sus exportaciones (elasticidad ingreso de importaciones > 1) ocasionando las
crisis recurrentes en la balanza comercial que han caracterizado a las economías
latinoamericanas. En el centro, en cambio, la elasticidad ingreso de las
importaciones de los productos menos elaborados provenientes de la periferia es
menor a 1; estas diferencias estructurales fijan un límite al ritmo de
crecimiento posible en la periferia.

En efecto, para que haya equilibrio a largo plazo en la balanza de pagos de los
países periféricos, a cada tasa de crecimiento del ingreso real en el centro
corresponderá un límite al crecimiento del ingreso real en la periferia. Este deberá
ser menor al del centro en proporción a la disparidad entre las respectivas
elasticidades.

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COMERCIO INTERNACIONAL Y PROBLEMAS ESTRUCTURALES

El diagnóstico cepalino podría sintetizarse en los siguientes cuatro puntos:

1. La heterogeneidad estructural impide a la periferia crear y difundir progreso técnico al


ritmo del centro; por ello, la productividad del trabajo crece más lentamente.

2. El excedente de mano de obra en los sectores periféricos atrasados deprime los salarios
también en el sector moderno, afectando el nivel de la demanda efectiva interna y
contribuyendo al deterioro de los términos del intercambio.

3. Por las razones expuestas en 1. y 2. el ingreso real promedio en la periferia crece más
lentamente que en el centro y esto hace que se perpetúe la heterogeneidad y el subdesarrollo.

4. Consecuentemente, existen tendencias al desarrollo desigual entre los polos (centro y


periferia), tanto en ingreso, como en creación de progreso técnico e integración de la
actividad productiva, que no puede esperarse que se resuelvan espontáneamente, sino
que requieren la intervención de los poderes públicos para modificar las causas que las
originan mediante un proceso deliberado y forzado de transformación de las estructuras
en busca de una mayor proporcionalidad y homogeneidad.

Precisamente, la posición más heterodoxa del estructuralismo cepalino, es decir, la más


enfrentada a la visión tradicional del desarrollo sostenida por clásicos y neoclásicos, tiene que
ver con las propuestas de acción y estaba referida al papel potencial del comercio
internacional en el desarrollo económico de la periferia. En efecto, la CEPAL consideraba que
la principal dificultad para el desarrollo radicaba en la diferencia de estructuras entre centro y
periferia y que el comercio internacional tiende a reforzar estas diferencias estructurales.

Al igual que los desarrollistas, el estructuralismo cepalino asignaba a la industrialización la


capacidad de convertirse en la fuerza motora de las transformaciones requeridas. Para ello, se
auspiciaba la sustitución de importaciones por la producción doméstica en todos los casos
en que la magnitud de las importaciones y/o el tamaño del mercado doméstico justificara los
esfuerzos por desarrollar una industria local.

Por cierto, la brecha tecnológica jugaba, en este sentido, un doble papel. Por un lado,
conspiraba contra las posibilidades de instrumentación de la estrategia, al reducir la cantidad
de sectores o actividades a impulsar, restringiéndolas a los casos en que los conocimientos y
habilidades requeridos estuvieran al alcance de los productores locales. Por el otro, cada
avance que se lograra en la sustitución de importaciones implicaba mayores posibilidades de
reducción de esa brecha por la vía de la difusión de conocimientos y el fortalecimiento de los
encadenamientos en el aparato productivo local. Ambos aspectos incidieron en las
expectativas creadas en relación con el papel que se esperaba que cumplieran las empresas
extranjeras, mejor dotadas en capital y tecnología que las domésticas.

De esta manera, el éxito de la industrialización por sustitución de importaciones (ISI) no


dependía exclusivamente de los logros que se obtuvieran en el impulso a firmas industriales
locales sino también, en gran medida, de la localización de firmas extranjeras de las cuales se
esperaban aportes de capital, así como derramas de conocimientos hacia el resto del aparato
productivo.

Si bien por efecto de las perturbaciones en el comercio internacional ocasionadas por las dos
grandes guerras mundiales que tuvieron lugar en el siglo XX, así como por la profunda y

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prolongada depresión económica de los años 30s., América Latina había comenzado a
incursionar en un proceso espontáneo de sustitución de importaciones, hacia los años 50s. y
60s. se trataba de poner en práctica programas de industrialización orientados activamente por
el Estado, consistentes en:

• planificación y coordinación estatal de la inversión pública y privada;

• instrumentación de políticas explícitas de desarrollo industrial y tecnológico que


incluían medidas de protección selectiva y transitoria;

• gestión estatal de los recursos de la economía y administración de las transferencias


entre sectores y regiones;

• impulso a la integración regional, en procura de ganancias de escala y del desarrollo


de especializaciones complementarias con los socios comerciales.

RESULTADOS

Los resultados de la ISI en América Latina no fueron, sin embargo, los esperados.

• Las crisis recurrentes de la balanza de pagos no lograron ser evitadas; antes bien, el
proceso de industrialización llevó a una mayor rigidez en la estructura de las
importaciones, compuesta ahora por una mayor proporción de bienes intermedios
requeridos por las actividades manufactureras, sin los cuales el aparato productivo
encuentra trabado su funcionamiento, con las consecuencias esperables en términos de
recesión y desempleo;

• Los desequilibrios fiscales también se agudizaron por el esfuerzo requerido a las arcas
estatales en materia de subsidios, exenciones y apoyos diversos a la industria;

• Aunque con diferencias entre los países latinoamericanos, en general, los logros en
materia de reducción de la brecha tecnológica fueron escasos, en gran parte por el
escaso aporte de las firmas internacionales en este sentido;

• Además, y contrariamente a lo esperado, los flujos de capital extranjero provocaron


una corriente neta negativa al verse superados los ingresos por los egresos en concepto
de repatriaciones, giro de utilidades, servicios de la deuda, etc.

No obstante lo expuesto, siguiendo a Katz y Kosacoff (1998), puede decirse que la


experiencia de la ISI dejó saldos positivos en diversos aspectos, incluídos algunos en los que
se basan los principales cuestionamientos a esta estrategia regional.

En lo que se refiere al desarrollo tecnológico, por ejemplo, si bien, como era de esperarse, la
creación endógena de nuevo conocimiento ocupó muy escaso lugar entre los esfuerzos de las
firmas, con lo que la conducta tecnológica prevaleciente fue la copia y adaptación de procesos
de origen externo, no debe soslayarse que esto implicaba la posesión (adquisición) de los
conocimientos mínimos que hicieran posible esas prácticas. Se abría, además, la posibilidad
del desarrollo de conocimientos y aptitudes adicionales a partir de las mismas (proceso de
aprendizaje), lo que llevó a numerosas firmas a la organización de áreas, grupos o
departamentos ad-hoc, encargados de la realización de esfuerzos tecnológicos domésticos.

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Consecuentemente, por la vía de mejoras incrementales en productos, procesos y
organización, se alcanzaron avances productivos que reflejan importantes potencialidades que
podrían ser mejor aprovechadas y ampliadas. Se avanzó, asimismo, hacia una cultura
organizacional y de interacción social en el campo productivo antes ausente, fortaleciéndose
las tramas y tejidos locales y, por tanto, los encadenamientos y complementariedades entre los
agentes, lo que derivó en mayores posibilidades de aprovechar economías de escala y
externalidades.

Entre los aspectos negativos mostrados por la ISI, merece destacarse el bajo crecimiento de
las exportaciones industriales que caracterizó a este proceso en todos los países de la región.
Los promisorios avances logrados en este sentido en Brasil y México resultaron, de todas
formas, insuficientes para asegurar el equilibrio del sector externo, uno de los principales
objetivos buscados con la sustitución de importaciones.

6.2. EL MILAGRO ASIATICO


Los años de la segunda posguerra fueron también escenario de otros esfuerzos de
industrialización acelerada, que obtuvieron resultados mucho más favorables que los
alcanzados por la ISI. Nos referimos a las experiencias de Japón y Corea, dos países que, a
partir de un vigoroso impulso a las exportaciones industriales lograron catapultarse a
posiciones de liderazgo en el contexto económico internacional.

El caso de Corea resulta particularmente interesante ya que a comienzos de su proceso


de industrialización mostraba indicadores generales de desarrollo económico y social
inferiores a los de varios de los países de América Latina, a los que aventaja
considerablemente en la actualidad, circunstancia que estimula las comparaciones.

Otro aspecto del crecimiento de Corea en la posguerra que llama poderosamente la


atención es el hecho de ser un caso reivindicado tanto por autores liberales como por
quienes sostienen la idea de que es necesario algún grado de intervención estatal. En
efecto, tanto los primeros, en su defensa de la necesidad y conveniencia de desregular la
economía y abrir los mercados al comercio libre de trabas, como los segundos en sus
planteamientos a favor de que el Estado aplique medidas proteccionistas y transferencias de
distinto tipo en apoyo de los sectores de actividad considerados prioritarios para el impulso al
crecimiento industrial, han utilizado el ejemplo coreano como una demostración de las
bondades de sus respectivas propuestas.

En cuanto a la importancia de los logros alcanzados por Corea basta con decir que en el lapso
de los 30 años que van de 1960 a 1990 alcanzó un crecimiento del 7% anual acumulativo en
el ingreso per capita, y que en ese período protagonizó un cambio estructural en su economía
que implicó transformaciones tales como pasar de ser un país basado en la agrominería a
convertirse en un país de alto desarrollo industrial; o de contar con un bajo nivel de
exportaciones (3% del PBI), constituídas principalmente por bienes primarios, a exportar el
40% del PBI (en un 90% manufacturas); y de producir fundamentalmente bienes intensivos en
mano de obra de baja remuneración (manufacturas sencillas) a la fabricación de bienes
complejos, intensivos en conocimiento (bienes de capital e informática).

La utilización del ejemplo coreano tanto por liberales como por intervencionistas, se explica
por la singular combinación de instrumentos empleada por el Estado en su impulso al
crecimiento industrial. Quienes vieron en Corea un adalid de la apertura al comercio

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internacional y la desregulación de los mercados, podían apoyarse en la evidencia que
indicaba que la amplia mayoría de las actividades productivas funcionaba sin trabas,
regulaciones ni intervenciones estatales y en condiciones de libre comercio; por lo tanto, los
precios, en su mayor parte, eran fijados libremente por el juego de la oferta y la demanda. Por
su parte, los que sostenían que el despegue coreano era producto de las políticas activas
puestas en práctica por el Estado, exponían como fundamento que todos los casos de
adquisición de ventajas competitivas recibieron apoyos de diversa índole por parte de los
poderes públicos.

En realidad, el corazón de la estrategia coreana de industrialización acelerada descansa,


precisamente, en la aplicación de políticas sectoriales de asistencia y promoción que
tuvieron efectivamente el carácter de selectivas y transitorias.

Los sectores de actividad eran clasificados en dos grupos, distinguiendo a las industrias
“asentadas” o “con ventajas”, de las industrias “nacientes”. El primer grupo (las “asentadas”)
estaba compuesto por las industrias que exportaban y por aquéllas que no tenían competencia
de importaciones en el mercado local, mientras que el segundo grupo (las “nacientes”) lo
componían las industrias con competencia de importaciones (fueran exportadoras o no). Las
medidas fuertemente intervencionistas estaban destinadas a un pequeño grupo de actividades
que secuencialmente iba siendo seleccionado por el Estado entre las industrias “nacientes”,
para apoyarlo en sus esfuerzos de adquisición de ventajas dinámicas.

Sobre esos grupos selectos, cuya composición variaba periódicamente, pasando en cada
etapa a actividades de complejidad tecnológica creciente, se aplicaba una amplia gama
de instrumentos de política económica que incluía el otorgamiento de subsidios,
protección arancelaria y paraarancelaria y financiamiento preferencial (ver L.
Westphal, 1992). En ciertos casos, el efecto conjunto de los apoyos otorgados implicaban
la operación en condiciones virtualmente monopólicas.

Al respecto, tres aspectos merecen ser destacados. Por una parte, como ha sido expresado
antes, los beneficios se otorgaban transitoriamente y pasaban de unas industrias a otras en la
medida que se iban cumpliendo los objetivos de adquisición de ventajas competitivas
buscados por el Estado. Consecuentemente, como lo demuestra L. Westphal (1992) en su
trabajo de análisis de la experiencia coreana, la participación en el PBI de las actividades
subsidiadas o protegidas nunca superaba un muy bajo porcentaje sobre el total, ya que
recibían los apoyos estatales mientras su aporte al producto era escaso, pero dejaban de
recibirlos no bien alcanzaban cierto grado de desarrollo1.

Por otra parte, los beneficios estaban férreamente condicionados al cumplimiento de


metas establecidas en compromisos que las empresas de los sectores beneficiados
asumían con el Estado y que consistían fundamentalmente en la conquista de mercados
externos vía exportaciones.

Esos compromisos estaban establecidos no sólo en función de los objetivos


macroeconómicos de fortalecimiento de la balanza comercial, sino que apuntaban
también al alcance de niveles genuinos de competitividad por parte de las firmas, una
vez que desaparecieran los apoyos estatales: los mercados externos debían proporcionar,
por un lado, la escala adecuada para hacer competitivos a los productores coreanos en

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Esto permitía a los observadores y analistas defensores del liberalismo económico destacar el hecho de que la
casi totalidad de la actividad industrial coreana funcionaba en condiciones de libre mercado.

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actividades fuertemente sujetas a rendimientos crecientes y, por el otro, la exposición y
exigencia competitiva necesaria como para estimular en los industriales el afán por una
permanente y sistemática mejora en sus capacidades tecnológicas.

El tercer aspecto a destacar del modelo coreano es la decidida vocación por la búsqueda de la
construcción de capacidades competitivas en bienes de complejidad tecnológica cada vez
mayor, para lo cual los apoyos estatales al sector privado fueron poniendo el acento,
sucesivamente, en sectores como cemento, fertilizantes y refinerías, pasando luego al acero y
la petroquímica, más adelante a la construcción naval, los bienes de capital y los de consumo
durable y posteriormente a la electrónica.

Stiglitz (1997) destaca algunos rasgos del modelo asiático que resultan particularmente
significativos:

• La decidida orientación hacia las exportaciones fue alimentada por una activa acción
de fomento estatal a través de políticas específicas.

• Las elevadas tasas de ahorro, acompañadas de altos niveles de inversión, pueden


explicarse en parte por factores económicos pero también por la acción del Estado en
la movilización del ahorro.

• La reducción de la brecha tecnológica fue posible no sólo por las facilidades para la
adquisición de tecnología. Las enormes inversiones en capital humano, en educación y
en capacitación significaron un claro incentivo para absorber y adaptar eficientemente
la más avanzada tecnología.

• El “efecto derrame” de los beneficios del crecimiento hacia el resto de la sociedad


tuvo lugar a partir de políticas estatales específicamente destinadas a promover una
mayor igualdad .

Sin embargo, los gobiernos del Este Asiático no reemplazaron los mercados, sino que los
promovieron y utilizaron y los acompañaron. Sus intervenciones debían mantener un
cuidadoso equilibrio de manera de no suprimir al mercado. Este recurso de acción demandaba
que los gobiernos diseñasen sus intervenciones para reducir la probabilidad de
comportamientos de búsqueda de rentas y de aumentar su capacidad de adaptación ante
circunstancias cambiantes. Otro aspecto central en la acción del Estado, según Stiglitz, fue el
énfasis asignado a la educación que cumplió, un papel crucial en los resultados obtenidos.

Los de Corea y Japón son los casos más recurridos a la hora de buscar ejemplos de
estrategias exitosas de adquisición de ventajas dinámicas y rechazo explícito a las
fórmulas económicas de basamento exclusivo en las ventajas comparativas estáticas.
También son ejemplos válidos de la búsqueda consciente y activa del reemplazo de los
salarios bajos como principal ventaja competitiva, por la del dominio y desarrollo de
capacidades tecnológicas y organizacionales.

6.3. LOS DIFERENTES BASAMENTOS DE LA ISI Y DEL MODELO


ASIATICO
Los principales resultados de una comparación entre la ISI en América Latina y la
industrialización acelerada coreana muestran que mientras el incremento de las exportaciones

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industriales fue convertido por Corea en una cuestión nacional y en el centro de su estrategia
de industrialización, en A. L., si bien fue planteado como un propósito a perseguir, nunca tuvo
un parecido nivel de prioridad. Consecuentemente, la exposición frente a la competencia
internacional fue mucho menor en A. L., restando estímulos a la búsqueda de mejoras
competitivas y debilitando particularmente los esfuerzos en el campo del desarrollo
tecnológico.

Tampoco la reciprocidad, es decir los compromisos y, sobre todo, el cumplimiento de los


mismos por parte del sector privado, como contraprestación social a los apoyos recibidos por
la sociedad a través de las transferencias otorgadas por el Estado, tuvieron el mismo nivel de
observancia en ambos casos. Más aún, la transitoriedad de los estímulos y beneficios para la
adquisición de ventajas dinámicas, fielmente respetada en el país asiático, fue muy poco
cumplida en A. L., con lo que los apoyos, en muchos casos, tendieron a perpetuarse
injustificadamente.

Otra llamativa diferencia entre las dos experiencias es el papel asignado en cada caso al
capital extranjero. En su forma de inversión extranjera directa (IED), en A. L. -como hemos
señalado antes- se esperaba que cumpliera un papel crucial, tanto para incrementar las
exportaciones de la región, como para reducir la brecha tecnológica respecto de los países
centrales a partir de la derrama de conocimientos hacia el conjunto de la economía. En
consecuencia, se procuró atraer con diversos estímulos la localización de firmas
internacionales productoras de bienes y servicios. Hemos señalado también que los resultados
no respondieron a las expectativas. En Corea, en cambio, el ingreso de IED comenzó a ser
liberalizado recién en los años 80s., una vez que los conglomerados nacionales habían
adquirido la fuerza y solidez que hoy los caracteriza. En cuanto a la reducción de la brecha
tecnológica, la opción coreana privilegió la adquisición y adaptación de conocimiento y el
desarrollo de capacidades locales internas a las firmas. En ambos sentidos, los esfuerzos
privados fueron activamente asistidos por el Estado, proporcionando asistencia técnica,
información estratégica y asesoramiento en las investigaciones y negociaciones
vinculadas a la adquisición de tecnología por parte de las empresas coreanas.

En la forma de financiamiento, en cambio, el capital externo cumplió en el modelo coreano un


papel aún más importante que en A. L., un papel que, sin duda, puede calificarse de
determinante. Fue la disponibilidad de recursos financieros aportados por el Gobierno de
EE.UU. y los organismos multilaterales de crédito (por cierto, muy abundante) lo que
otorgó al Estado la capacidad de planificación y coordinación y, sobre todo, de
negociación con el sector privado. El capital era, probablemente, el factor más escaso en la
Corea de posguerra. Consecuentemente, el Estado contaba con un formidable poder de
negociación ante las firmas, a las que les ofrecía apoyo financiero (acompañado de otras
medidas de promoción) a cambio de la concertación de compromisos concretos en materia de
exportaciones y de mejoras competitivas que debían cumplirse estrictamente, so pena de la
pérdida de los beneficios otorgados y de la aplicación de sanciones a las empresas en falta.

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BIBLIOGRAFIA DE REFERENCIA

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develop?" World Development, April.

Hikino T. & Amsden A. (1995), “La industrialización tardía en perspectiva histórica"


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Económica.

Katz J. Y Kosacoff B. (1998), “Aprendizaje tecnológico, desarrollo institucional y la


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Oman Ch. & Wignaraja G. (1991), The Postwar Evolution of Development Thinking,
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Stiglitz J. (1997), “Algunas enseñanzas del milagro del Este Asiatico” Desarrollo Económico,
octubre diciembre.

Westphal L. (1992), “La política industrial en una economía impulsada por las exportaciones:
lecciones de la experiencia de Corea del Sur", Pensamiento Iberoamericano.

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