Professional Documents
Culture Documents
Contenidos:
1. ¿Por qué argumentar?
2. Argumentación, lógica y retórica
3. ¿Qué es una argumentación?
4. Argumentación y demostración.
5. Las tres formas básicas de
inferencia: inducción, deducción e
hipótesis.
Las discusiones reales pueden volverse ásperas y desagradables porque los seres
humanos somos intelectual y moralmente imperfectos. Pero es justamente a causa de
esta imperfección que no podemos privarnos de discutir. Debatir es el mejor método
del que disponemos para aclararnos las ideas y para descubrir nuestros propios
errores. Es además una manera de incorporar puntos de vista diferentes, de
considerar posibilidades que no se nos habían ocurrido y de beneficiarnos de lo que
aprendieron otros. Por todo esto, lo máximo a lo que podemos aspirar es a tener las
mejores discusiones que seamos capaces de protagonizar.
La teoría de la argumentación es la disciplina que se ocupa de darnos armas para
mejorar la calidad de nuestras discusiones. Se trata de un área del conocimiento que
ha experimentado un desarrollo importante en las últimas décadas, aunque en esencia
es la prolongación de dos disciplinas que tienen miles de años: la lógica y la retórica.
El primero de esos vínculos es fácil de entender: un argumento consiste en un
encadenamiento de premisas que conduce a una conclusión, y la lógica se ocupa del
modo en que las premisas se encadenan con las conclusiones. En consecuencia, es
imposible hablar de argumentación sin hablar al mismo tiempo de lógica.
Sin embargo, la teoría de la argumentación no es pura lógica aplicada. A esta teoría
no sólo le interesa el modo en que están construidos nuestros argumentos, sino
también el impacto que puedan tener sobre un auditorio. Y este es un aspecto al que
los lógicos no atienden. Como dice un viejo manual de introducción a la disciplina, “la
lógica no se ocupa de la fuerza persuasiva de los argumentos. Argumentos
lógicamente incorrectos convencen a veces, en tanto que otros lógicamente
impecables a menudo no lo logran. La lógica se ocupa de la relación entre la
demostración y la conclusión. Un argumento puede ser lógicamente correcto aun si
nadie lo reconoce como tal, o puede ser incorrecto aunque todo el mundo lo acepte”.
(WESLEY 1965: 4-5).
La disciplina que se ocupa de la fuerza persuasiva de los argumentos es la retórica.
Desde que fue creada por los griegos hace miles de años, la retórica se encarga de
analizar el impacto que los argumentos tienen o pueden tener sobre un auditorio. Este
estudio vale tanto para los argumentos bien construidos como para aquellos mal
construidos desde el punto de vista lógico.
La teoría de la argumentación se nutre entonces de dos disciplinas tan antiguas
como la filosofía misma. Se interesa en la construcción de buenos razonamientos y en
la identificación de los defectuosos, pero también analiza las diferentes formas en que
nuestras palabras pueden impactar sobre quienes nos escuchan. Y coloca todos estos
aportes al servicio de un doble objetivo: ponernos en condiciones de construir mejores
argumentaciones y ayudarnos a evaluar mejor las argumentaciones de los demás.
Ahora bien, argumentar es una de las actividades más típicas de lo que solemos
denominar una sociedad democrática. Se argumenta en la política para justificar el
apoyo o el rechazo a diferentes medidas de gobierno. Se argumenta en los negocios
para explicar por qué un precio nos parece demasiado alto o por qué pensamos que
un servicio es de mala calidad. Se argumenta entre empleados y patrones cuando se
discute un acuerdo salarial. Se argumenta entre vecinos cuando la asamblea de
propietarios considera pintar la fachada de un edificio. Y también se argumenta
cuando se hace publicidad, o al menos cuando se opta por algunas de las maneras en
las que esta actividad puede realizarse.
1
Anthony Weston. Las claves de la argumentación.
Supongamos que digo que está lloviendo. Esta afirmación tiene dos características
importantes. En primer lugar, puede ser verdadera o falsa (lo que obviamente depende
de que esté lloviendo o no). En segundo lugar, no se trata de una afirmación
autoevidente. Dicho de otro modo: no alcanza con decirla para probar que es
verdadera. Ni siquiera importa el énfasis con el que se hable. Puedo levantar la voz y
afirmar rotundamente que está lloviendo pero, si no llueve, a afirmación seguirá siendo
falsa. Mi tono de voz y mi grado íntimo de convicción son irrelevantes a este respecto.
¿De qué manera puedo mostrar que la afirmación que estoy haciendo es verdadera
y no falsa? Sencillamente, tengo que mostrar que está lloviendo. Por ejemplo, puedo
invitar a quien me escucha a asomarse a la ventana y verlo por sí mismo. A esta
operación se la denomina aportar evidencia empírica en favor de una afirmación. Al
hablar de “evidencia” estamos diciendo que se trata de datos que cada uno puede
corroborar, en lugar de apelar a alguna fuente de certeza inaccesible. Decir que esta
evidencia es “empírica” significa que los datos que estamos aportando provienen de la
experiencia. No se trata de una demostración formal, como en el caso de un teorema,
sino de datos que nos proporciona el contacto con la realidad.
Pero consideremos ahora un ejemplo un poco menos sencillo. Algunas personas se
oponen al desarrollo de emprendimientos turísticos en zonas donde la naturaleza se
ha mantenido bien conservada porque piensan que esas actividades generarán daños
ecológicos graves. Quienes defienden esta posición no se limitan a decir que algo está
ocurriendo (“los emprendimientos turísticos en zonas bien conservadas producen
daños ecológicos”) sino que declaran inaceptable esa situación (“el desarrollo de la
industria turística no debe lograrse al costo de destruir el medio ambiente”).
Para defender esta segunda afirmación es necesario, al igual que en el caso
anterior, proporcionar alguna evidencia empírica. En particular, hace falta aportar datos
que confirmen que el desarrollo de la industria turística en zonas bien conservadas
tiende a generar daños ecológicos graves. Por ejemplo, se podría presentar
información histórica que muestre cómo la afluencia de público, el aumento de los
niveles de ruido y la generación de desperdicios han afectado en casos anteriores los
ciclos de reproducción de ciertas especies.
Pero supongamos que, luego de haber cumplido con éxito esta tarea, alguien
responde lo siguiente: “Concedo que el desarrollo de la industria turística puede
provocar daños ecológicos, pero considero que esto es irrelevante ante los beneficios
que produce. El desarrollo de la industria turística puede generar divisas y muchos
puestos de trabajo, y es más importante mejorar las condiciones de vida de amplias
4. ARGUMENTACIÓN Y DEMOSTRACIÓN
2
Da Silveira, Pablo, “Cómo ganar Discusiones (o al menos evitar perderlas)”,
Buenos Aires: Aguilar, 2004 (págs. 11-32).
Si uno logra que le acepten las premisas, todo el trabajo está hecho. El
argumento es tan fuerte que la conclusión no se puede rechazar.
Los entimemas
Es cierto que todo argumento consta de premisas y conclusión pero no siempre
aparecen de forma explícita. Es rarísimo que en las discusiones prácticas utilicemos
razonamientos completos. Lo habitual es amputarles alguna premisa o la conclusión por
considerarlas sobreentendidas. A un niño no se le ocurre argumentar:
Todos los domingos vamos al parque, hoy es domingo, entonces vamos al parque.
A continuación no malgasta saliva en probar la primera premisa (que los domingos
van al parque), ni la segunda (que es domingo). Más bien se come todo lo obvio y reduce
el argumento a: Vamos al parque que es domingo; o dice, sencillamente: Vamos al
parque.
Importa mucho la economía expresiva. Nos gusta decir las cosas con rapidez, aligerar el
discurso y que se nos capte al vuelo. Hablamos para círculos de iniciados (familia, trabajo,
política). Estamos habituados a suprimir todo lo que parece innecesario.
El entimema es un argumento truncado, al que le falta alguna de las piezas. Se
emplea cuando una proposición es tan obvia que se puede dar por sobreentendida.
Veamos el argumento: Todos los embusteros son cobardes. Juan es un embustero. Luego
Juan es un cobarde. Se puede prescindir de la primera premisa: Juan es un embustero,
luego es un cobarde. Puede faltar la segunda premisa: Todos los embusteros son
ACTIVIDADES
Actividad 1
Responde la siguiente guía de lectura:
1. ¿Qué razones ofrece Weston para convencernos del valor de argumentar?
2. ¿Qué es la teoría de la argumentación, de que se encarga?
3. ¿Qué es la retórica?
4. ¿Por qué Da Silveira sostiene que argumentar es esencial en una sociedad
democrática? ¿Hay excepciones dentro de la sociedad?
5. ¿Cómo apoyamos nuestras convicciones, con que medios?
6. ¿Qué definición de argumentación ofrece Da Silveira? Explicar sus términos.
7. ¿Es lo mismo argumentar que demostrar? ¿Cuál es la diferencia?
Actividad 3
Responde la siguiente guía de lectura:
1. ¿Qué es “inferir”?
2. ¿Cuáles son los tipos básicos de inferencia?
3. ¿Qué es una inferencia inductiva? Ofrece un ejemplo personal.
4. ¿Cuál es la diferencia entre las dos clases de inferencia inductiva?
5. ¿Se puede inducir a partir de un solo caso? ¿Cómo tendría que ser ese
caso?
6. ¿Qué es una inferencia deductiva? Brinda un ejemplo personal.
7. ¿Qué es lo característico de un entimema?
8. ¿Qué razones llevan a que se supriman premisas en un razonamiento?
9. ¿Es importante prestar atención a las premisas implícitas? ¿Por qué?
10. ¿En qué consiste una inferencia hipotética?
11. ¿Puedes formular la hipótesis cartesiana del genio maligno en una forma
sencilla de inferencia?
Actividad 4
Formula dos argumentos de cada tipo de inferencias. No tienes limitaciones
temáticas. Han de ser creaciones personales.
Actividad 5
En parejas:
En tu cuaderno, formula cuatro ejemplos de argumentos en forma de
entimemas. Díctale dos a tu compañer@ y pídele que formule explícitamente los
elementos ocultos del razonamiento.
Actividad 6
1. Escribe tres afirmaciones que reflejen tres opiniones de las cuales estés
convencido. La condición es que esas opiniones estén referidas a algún
asunto de interés general, como por ejemplo: el amor, la magia, la astrología,
la ciencia, Dios, la religión, la muerte, la política, la justicia, la delincuencia, el
trabajo, la felicidad, las enfermedades, el liceo, la eutanasia, los amigos, etc.…
2. Ofrece argumentos a favor de las tres opiniones que diste. Cada
argumentación no debe ser menor a un párrafo ni mayor de dos.