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¿Deflagración o detonación?
Según el periodista
norteamericano Alex Jones que ha realizado un
fotomontaje animado ficticio (arriba) para recordarles a
todos lo que se hubiera debido ver si fuera un Boeing
estrellándose en el Pentágono.
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Control de la explosión
El misil
No hay que creer que los tres generales eran una especie de
fisgones. Aquello les permitía no sólo decidir si era necesario
seguir atacando los objetivos ya atacados sino decidir también
la utilización de armas menos potentes para evitar que los
daños infligidos a los objetivos militares tuviesen
consecuencias para el medio civil. Esto quiere decir que para
quienes se dedican a la interpretación de las imágenes, para
los observadores de artillería y los oficiales de la inteligencia,
la evaluación de los daños constituye una materia clave que
estudiamos con sumo cuidado. Y cuando la teoría se une a la
experiencia, como en mi caso, uno dispone de ciertos
elementos de apreciación objetiva que le permiten examinar
los daños infligidos a una edificación, sobre todo cuando se
conoce bastante bien esta última, lo que también es mi caso.
Eso implicaría que la nariz del avión, hecha con una fibra de
carbono que está muy lejos de ser un blindaje, atravesó, sin
destruirse, seis paredes de carga de un edificio considerado
más bien sólido. ¿Cuál sería entonces el origen de la huella
negra que se ve en la pared encima del huevo? ¿La
combustión del hidrocarburo? Si así fuese, toda la fachada del
edificio estaría marcada de hollín y no sólo los pocos metros
que realmente lo están. ¿Y los vidrios rotos? ¿Se rompieron
por efecto del impacto? Hay que recordar que son cristales
muy sólidos.
Las materias fundidas van más lejos que los gases y, en este
caso, la imagen recuerda inevitablemente el efecto provocado
por las materias fundidas de un dardo al final de su
trayectoria. Estas materias se habrían detenido en la última
pared que se encontrara al final de su recorrido. Estando aún
lo suficientemente calientes, habrían dejado en la pared esa
huella negra, precisamente encima del hueco. El calor levanta
materias que luego se enfrían y por tanto marca la pared
solamente encima del punto de impacto. En ese estado
terminal no hay ya temperatura suficiente como para marcar
más aún el cemento. En cambio, los restos de la onda
expansiva conservan todavía suficiente energía como para
romper los cristales que se encuentran inmediatamente
alrededor del hueco.