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hay que explicar como “una desviación” del camino natural del idioma,
porque, de acuerdo con el drae, no puede haber mutilados del abrazo
ni de la paz, pues mutilar es “cortar o cercenar una parte del cuerpo, y
más particularmente del cuerpo viviente” o “cortar o quitar una parte o
porción de algo que de suyo debiera tenerlo”. Y, claro, si estas dos cosas
diferentes son el significado de mutilar, parece evidente que Vallejo o no
lo usó bien, o se valió de algún “ardid poético” para decirnos algo que
sí pudiera admitirlo el diccionario3. La explicación de tales usos como
“desviación” o como “metalenguaje” se basa en la creencia primitiva de
que cualquier palabra, como ese mutilar, es el único y verdadero nombre de
los hechos o procesos que describe el diccionario. Esta ingenuidad que
propicia la lexicografía al uso obliga a algunos críticos a intentar justificar
el “error” de Vallejo echando mano de la supuesta lucidez de los autores
del drae. Este es el momento en que el crítico se preguntará qué pudo
querer decir Vallejo, diciendo algo “que no podía decirse”. Entonces irá
al diccionario y se verá obligado a cohonestar lo que éste dice con lo
que dice el poeta, sin darse cuenta de que esa es una tarea imposible,
porque el diccionario no dice realmente lo que es la palabra mutilar, sino
que describe alguna de las cosas que suelen entenderse con ella, que
es algo bien distinto, pues el lexicógrafo no presenta el significado de
la palabra mutilar, sino que sólo considera sus usos más frecuentes. Por
ello, hay que respetar, antes que nada, el principio saussureano de que
la palabra no es el nombre de ninguna cosa precisable: la palabra puede
significar —señalar— todas las cosas existentes, pero no tener significados
diferentes4, porque cada palabra sólo tiene un significado, como ya señaló
Cuervo en el Prólogo de su Diccionario de construcción y régimen.
3 Es notable y, a la vez, perniciosa esa ingenua creencia de que la verdad semántica está
en los diccionarios que, en el fondo, no son más que inventarios de los nombres de las
cosas concretas o abstractas, pero no de los significados.
4 Flor, por ejemplo, sólo es ‘flor’, pero puede significar —señalar como señala un dedo—
a una rosa, a una estrella, a una mujer, a un diamante, etc. Lo único que no puede
hacer es “no significar ‘flor’”: transforma en ‘flor’ a la rosa, a la estrella, a la mujer, al
diamante; pero es siempre, primaria y necesariamente, flor.
palabras o los textos son formas, en el sentido de que sólo pueden ser lo
que son, con independencia de lo que sugieran a la imaginación de los
que las manejan y emplean. /e/, por ejemplo, es una sola forma fónica
en español, con independencia de que sus realizaciones físicas sean tan
distintas entre sí, como [e, ε, ə, æ] y muchas más que, sin embargo, el
e
hispanohablante oirá siempre y de manera irremediable como /e/. Eso
es, precisamente, lo que sucede con mutilar, que siempre será ‘mutilar’
y que nunca se confundirá con sus referentes particulares, de manera
que, aunque no lo parezca, la palabra mutilado aplicada a la persona que
ha perdido un brazo en la guerra es la misma que la palabra mutilado
aplicada al que ha sufrido la privación de la paz, por ejemplo.
Y, siendo cada palabra una forma, lo primero que hay que descartar
es la mal llamada sinonimia. Es decir, que el hecho de que haya dos o
más palabras para una sola cosa no es un problema del lenguaje, sino de
la relación entre lengua y experiencia. Habría que suponer, por ejemplo,
que si perro significara lo mismo que can, serían lingüísticamente la
misma cosa y tendrían idénticas propiedades idiomáticas una y otra.
Pero no es nunca así: porque ni se dirá acanear, perrino, canera, ni vida
can, en tanto que sí se dirá vida perra, aperrear, perruno, perrera, etc. Las
dos palabras no significan lo mismo: lo único que sí es lo mismo es el
animal al que pueden referirse ambas, aunque no lo harán ni siempre
ni de la misma manera. Por eso la definición semántica de la palabra
no puede ser la definición lógica de una cosa o clase de cosas, que es
lo que hacen por lo general los diccionarios. El diccionario ideal, que
no es un imposible, tendrá que atenerse a los componentes idiomáticos
de cada palabra, señalando luego, en la lista teóricamente infinita de la
variación semántica, cómo y por qué puede referirse cada palabra a tantas
cosas que nada tienen que ver entre sí. El diccionario verdaderamente
científico tendrá que situarse siempre en el plano del idioma —en el valor
idiomático de cada palabra— y explicar desde ahí, y uno a uno, toda la
variedad de referentes a que suele o puede remitir.
fregado, da. (Del part. de fregar). adj. Am. Cen. y Am. Mer.
Exigente, severo. || 2. Am. Mer., C. Rica, Guat. y Hond. Dicho de una
persona: Majadera, enfadosa, importuna. || 3. Bol., Col., Ecuad. y Perú.
terco (|| pertinaz). || 4. coloq. Col., El Salv. y Ven. arduo (|| muy
difícil). || 5. C. Rica, Ecuad., El Salv., Hond., Méx. y Nic. Bellaco, perverso.
|| 6. Col., C. Rica, El Salv. y Hond. Astuto, taimado. || 7. Guat. y Nic.
Arruinado física, económica o moralmente. || 8. m. Acción y efecto de
fregar. || 9. coloq. Enredo, embrollo, negocio o asunto poco decente.
|| 10. coloq. Lance, discusión o contienda desordenada en que puede
haber algún riesgo imprevisto. || 11. f. Cuba. regañina. || 12. El Salv.
y Hond. Mala pasada, inconveniente grave. || 13. vulg. El Salv. y Méx.
engaño (|| acción y efecto de engañar). || a la ~. loc. adv. vulg. Méx.
a paseo. Me mandó a la fregada. ¡Váyase a la fregada! || de la ~. loc. adj.
vulg. Méx. pésimo. U. t. c. loc. adv. || 2. vulg. Méx. difícil (|| que no se
logra sin mucho trabajo). U. t. c. loc. adv. || estar ~. fr. coloq. Am. Estar
5 “Restregar con fuerza” o “limpiar algo restregándolo”, nos dice el drae. Por esto
pongo ahí ‘rudeza’, que es un componente semántico de este signo. Hay siempre en
este verbo un componente causativo, como “de A, hacer B”.
6 Como siempre, sólo se describen cosas o situaciones, nunca significados.
7 Una interpretación también posible, a tono con el sentido de las acepciones “clásicas”
del drae.
9 Cf. mi “Para una discusión del concepto de campo semántico”, en Gerd Wotjak
(ed.), Teoría del campo y semántica léxica / Théorie des champs et sémantique lexicale, Peter
Lang Verlag, Frankfurt am Main, 1998, pp. 87-125 y “Sobre algunas definiciones
del diccionario”, en Lengua, variación y contexto. Estudios dedicados a Humberto López
Morales, Ed. Arco / Libros, Madrid, 2003, Vol. I, pp. 451-463.
10 Es decir, percibido directamente y sin razonamiento, como se perciben los signos del
lenguaje en el habla normal.
por lo que queda a la vista y no por lo que realmente son. De ahí que
siempre tendamos a juzgar las cosas por las apariencias hasta que “las
fregamos” al encontrar su verdadera naturaleza ruda y desconocida. Todos
esos sentidos de fregar y de fregado sólo tienen que ver con el resultado
de “borrar” lo que las cosas o las personas parecen, para quedarnos con
imágenes que nos agradan o nos disgustan porque no coinciden con lo
que pensábamos de ellas.