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a) Presupuesto dialogal
El principio hermenéutico que abre los Ejercicios Espirituales
Ignacianos es un presupuesto dialogal. Se trata del célebre “Prosupuesto” que Ignacio
sitúa entre el título de los Ejercicios (“Ejercicios Espirituales para vencer a sí mismo”,
etc. EE. 21) y el texto programático del “Principio y Fundamento” (“El hombre es criado
para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su
ánima”, etc. EE.23). ¿Qué “presupone” Ignacio de la persona que quiere beneficiarse de
su pedagogía espiritual? Voluntad de comunicación y libertad de escucha. “Para que así
el que da los Ejercicios Espirituales, como el que los recibe, más se ayuden y se
aprovechen, se ha de presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar
la proposición del prójimo que a condenarla; y, si no la puede salvar, inquiera cómo la
entiende; y, si mal la entiende, corríjale con amor; y, si no basta, busque todos los
medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve” (EE.22).
b) Presupuesto de conciencia
El otro presupuesto metodológico ignaciano es el presupuesto de la
conciencia. Lo encontramos también en los Ejercicios Espirituales, diez números más
adelante que el presupuesto dialogal, como introducción al “examen general de
conciencia” (EE. 32). Ignacio presupone “tres pensamientos en mí, es a saber, uno
propio mío, el cual sale de mi mera libertad y querer, y otros dos, que vienen de fuera: el
uno que viene del buen espíritu, y el otro del malo”.