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1. Aclaraciones generales
La puesta en común tiene como finalidad el que nuestros compañeros nos vayan ayudando a
confirmar justamente ese camino de fe que estamos emprendiendo con Dios en nuestra vida
cotidiana. Nos van confirmando por otra parte en la manera en que vamos haciendo nuestro
discernimiento y los frutos que se van consiguiendo. El discernimiento ocurre dentro de la
comunidad cristiana y en comunión con la comunidad eclesial.
¿De cuántos miembros es conveniente hacer el grupo? ¿Con qué frecuencia conviene
reunirse?
No conviene que el grupo sea muy numeroso. Se recomienda que puedan reunirse entre 4 y 6
personas. Esto permite una mayor confianza y una frecuencia de reuniones mayor, que
posibilita un mejor seguimiento en medio de nuestras apretadas agendas. Pero, como es
obvio, esto se deja a la libre elección del grupo y a sus posibilidades.
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En cuanto a la frecuencia de reunión, se ha visto que reunirse una vez al mes o máximo una
vez cada dos meses resulta conveniente. Como hemos dicho, las disponibilidades de tiempo
como jesuitas son escasas y no es fácil reunirse con mayor frecuencia que una vez al mes, al
menos que estén comenzando y las distancias que hay que recorrer para encontrarse sean
cortas. No se descarta tampoco que los grupos estén constituidos por laicos y jesuitas. Pero
las dificultades de coincidir en horarios son prácticamente las mismas.
Sabiendo lo delicado que es el hecho de compartir lo íntimo de nuestra vivencia de fe, dos
condiciones son indispensables a la hora de constituir y hacer durar un grupo de puesta en
común de discernimiento.
a) Tener total libertad y absoluta confianza en y con el grupo. Los integrantes de los
grupos han de pertenecer a ellos libremente y hemos de tener confianza en cada uno
de los miembros. Sólo así se puede comentar ampliamente todo lo que voy
experimentando y discerniendo. Puedo incluso tener la confianza para decir que tengo
un cierto problema, pero que prefiero manejarlo después.
b) Sostener la ley de oro de los grupos de discernimiento: Absoluta y total discreción.
El que presenta el discernimiento tiene la libertad de tomar o dejar las observaciones que se
le hacen. El que va a cerrar el discernimiento es él, y nada más: es su vida y su
responsabilidad. Dentro de una actitud que pide honestidad con uno mismo y con Dios, el
que recibe el revire habrá de revisar las observaciones fraternas y ver si las toma o no, y si las
utiliza para revisar su propio discernimiento.
discursos, cómo las fui calificando, cuáles fueron las invitaciones principales del
Señor, por qué estoy tan enfrascado en este asunto, etc.
2.3 Preguntas de aclaración: algunas preguntas del grupo para entender bien lo que el/la
compañero/a presentó. Hay que cuidarse de no hacer preguntas que tiendan a ser ya
“revires”.
2.4 Oración por la persona: cinco minutos de oración para pedirle al Espíritu que nos ayude
a revirar acertadamente al hermano/a. Preparación del propio revire.
2.5 Confrontaciones fraternas de los/las compañeros/as a quien presentó su discernimiento.
2.6 Oración de acción de gracias al Señor por este momento.
El acompañante dará su revire como cualquier otro de los miembros del grupo. Esto favorece
la empatía y la horizontalidad del grupo, pero especialmente ayudará, con su experiencia, a
discernir cómo intuye que pueden ir soplando los espíritus en la persona que está presentando
su discernimiento.
Es bueno caer en la cuenta de que el discernimiento solo no basta para orientar nuestra vida.
Requerimos de la oración. El discernimiento puede irnos señalando qué aspectos necesitamos
actualizar con nueva inspiración, y en qué materias o asuntos requiero más meditación. Pero
no hay que olvidar que el discernimiento y la oración nos deben llevar finalmente a la toma
de decisiones que se orientan a nuestra conversión constante. Podemos tener una gran
claridad en nuestro discernimiento sobre lo que Dios me pide, pero podemos ser negligentes
o cobardes a la hora de tomar las decisiones que el discernimiento nos pide.
El discernimiento no sólo se hace para prevenir desviaciones, sino que hay que mirarlo como
algo más creativo que nos abre a nuevas relaciones con el Señor y con nuestros hermanos.
Hay que hacerlo con el gusto de que buscamos otra orientación para algo mayor, caminando
cada quien a su ritmo y de forma muy personal.