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dimensión de profundidad. Corre hacia delante, cada momento está lleno con algo
que debe hacerse o verse o decirse o planificarse´. Tal comportamiento nos impide
pues preguntarnos las cuestiones fundamentales, aquellas que nos ayudarían a
entendernos y a relacionarnos con los demás con honestidad y sinceridad”.
Suena a primera vista extraño esta fusión de institución de nivel superior y espiritualidad.
No estamos acostumbrados sino a la visión de corte racionalista que describíamos antes. Pero
se va abriendo paso una comprensión más amplia del quehacer humano que reclama
fundamentos axiológicos. Se va abriendo paso, tanto en el intercambio internacional de
naciones y pueblos, como al interno de las empresas e instituciones sociales una necesidad de
horizonte que se expresa en los términos de visión y misión. Ese horizonte es proposicional y
de sentido y consiste en una visión de la realidad que engloba lo estrictamente racional en una
esfera superior de racionalidad compasiva. Compadecer es comprender y sentir con, mirar al
otro con ojos de simpatía y ofrecerle una mano para caminar juntos. Eso es otra manera de
hablar de espiritualidad.
La UCAT – así como la UCAB, el IUJO en Venezuela y 26 universidades más dirigidas
por la Compañía de Jesús en Latinoamérica se inspiran en una espiritualidad, es decir, en una
comprensión del mundo de las cosas y de las personas, y en la pedagogía ignaciana, en una
forma de entender la comunicación docente. Esta espiritualidad se expresa en dos documentos
Características de la Educación de la Compañía de Jesús (1986), Pedagogía Ignaciana: un
planteamiento práctico (1993). En esta conferencia sólo hablaremos del primero. La
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espiritualidad ignaciana, que debe estar presente en la vida de esta Universidad, tiene las
siguientes características:
Es CONTEMPLATIVA
• Afirmación de la bondad radical del mundo (Características, 23-24)
Es PERSONALISTA Y PERSONALIZADORA
• Afirmación de los seres humanos y atención e interés cada persona en particular
(Características, 40-44. 63)
Cada ser humano es único e irrepetible, es una maravilla de la creación y refleja el talento
amoroso de Dios. Por eso la actitud de encuentro con cada persona ha de ser de admiración y
de respeto. La educación de las instituciones de la Compañía de Jesús quiere fomentar ese
respeto admirativo ante cada persona, que se refleja en la manera como se aborda el acto de
enseñanza-aprendizaje. La educación se centra en la persona. El profesor debe conocer a cada
alumno, sus características personales, sus circunstancias particulares, su entorno. La relación
profesor – alumno cobra una importancia particular, a medio camino entre la relación paterno-
filial y la relación de amistad. Es algo parecido a lo que era la tutoría en la literatura
pedagógica clásica. El tutor o mentor conoce al alumno, lo aprecia, le ayuda, le corrige, le
anima, está pendiente de su proceso de formación como persona.
Una de las características más admirables de cada ser humano es su libertad, que lo hace
irrepetible e inclasificable. La educación de la Compañía de Jesús reconoce ese don y lo
orienta hacia el servicio: no se trata de ser libres de, sino ser libres para. O mejor dicho se trata
de liberarse de las ataduras o apegos excesivos por la riqueza, la fama, la salud, el poder, y
hacerse libres para responder al amor de Dios.
Una de las objeciones más comunes a la religión por parte del hombre moderno es que
coarta la libertad, obliga a creencias y comportamientos que el ser humano no tiene por qué
tener ni realizar. En primer lugar, esta objeción no toma en cuenta que la libertad absoluta es un
mito. Más bien, existe una enorme presión que la cultura dominante ejerce sobre el hombre
moderno, especialmente sobre los jóvenes, para que adopten las creencias de la época: la
confianza ilimitada e ingenua en el progreso humano, una visión materialista y hedonista de la
vida, etc. Pero, además, esta objeción no toma en cuenta que la oferta religiosa no es coactiva.
A nadie se le obliga a ser religioso y, mucho menos, a tener una espiritualidad. Los que
hacemos esta oferta estamos convencidos de que es lo mejor que podemos ofrecer al ser
humano y a la sociedad para alcanzar una paz siempre difícil y para asegurar una convivencia
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Es CRISTOCÉNTRICA
• Cristo, modelo de persona (Características, 61-62. 64)
Jesús es el modelo de la vida humana, es el hombre que supo vivir mejor, más
completamente, que dio a su vida el máximo de sentido positivo. Jesús fue un testimonio vivo
de la cercanía y el amor perdonador de Dios Padre, vivió en solidaridad con todos los que
sufrían y entregó su vida en servicio de los demás. Todo el mundo, aunque no sea religioso o
profese otra religión distinta de la católica, puede sentirse atraído por el talante de Jesucristo,
que “pasó haciendo el bien y curó a los poseídos por el diablo, porque Dios estaba con él”,
como dice Pedro al capitán Cornelio en Cesarea (Hech 10, 38).
“Los miembros cristianos de la comunidad educativa se esfuerzan por adquirir una
amistad personal con Jesús, que nos consiguió el perdón y la verdadera libertad, mediante su
muerte y su resurrección y que está presente y activo hoy en nuestra historia”. Aquellos
profesores universitarios que no tuvieron formación religiosa sería muy bueno que se acercaran
a quienes en la Universidad pueden facilitarles el estudio de la persona de Jesús. No les va a
quitar libertad, se la va a enriquecer; no va a ser algo obligatorio, pero se alegrarán
enormemente si se animan a hacerlo, porque su vida adquirirá un nuevo sentido.
Fe y cultura, fe y ciencia. El diálogo entre estas disciplinas es hoy más que nunca
necesario. El hombre moderno que no ha recibido formación religiosa se pregunta con razón si
todo el mundo de la fe no es sino una gran construcción de la mente humana, una gran ilusión.
A partir de la Ilustración en el siglo XVIII y del auge de la ciencia experimental en el
siglo siguiente, la religión cristiana renuncia en el mundo occidental, no sin resistencias
internas, a su pretensión de ofrecer la explicación última de los fenómenos tanto naturales
como sociales. Los relatos de la creación del mundo y de las especies, interpretados en un
sentido literal, como se hizo hasta mediados del siglo XX, dieron paso a una visión más acorde
con los datos de la ciencia, con lo que el cristianismo recuperó credibilidad en ambientes donde
la había perdido. No vamos a detallar el catálogo de explicaciones racionales que dan cuenta de
los fenómenos naturales y que antes intentaban explicar las religiones atribuyéndolos a la
intervención directa de alguna deidad. La religión no está en el mismo plano que la ciencia y
de ahí que cualquier enfrentamiento entre ellas arguye ignorantia elenchi, desconocimiento del
asunto que se discute. Pero esta es una conclusión de la segunda mitad del siglo XX, no
aceptable para mentes racionalistas, que excluyen a la religión como innecesaria y residual.
Esta posición se refuerza con los extraordinarios adelantos de la técnica, no solo ni
principalmente en el mundo de las comunicaciones, sino sobre todo en el novísimo terreno de
la manipulación genética. El hombre está a punto de fabricar hombres. ¿Qué pinta Dios en todo
esto?
Actualmente son muchas las personas que no creen en Dios: “La negación de Dios o de la
religión no constituyen como en épocas pasadas un hecho insólito e individual; hoy en día, en
efecto, se presentan no rara vez como exigencia del progreso científico y un cierto humanismo
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nuevo”. (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 7). ¿Cómo ha influido en este fenómeno la
credibilidad de las religiones? Cada vez más, la adhesión a la fe religiosa es personal y no tan
dependiente del entorno social que la favorece. Esa adhesión se dará si la persona ve que la
religión da respuesta a los interrogantes profundos de su existencia: “¿Qué es el hombre? ¿Cuál
es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten
todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre
a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?” (GS, 10).
Esas preguntas se las hacen todos los seres humanos. Cada uno se las responde desde su
propia cosmovisión, con expresiones aprendidas en su educación religiosa. Sin embargo, cada
vez nos damos mayor cuenta de que no son los conceptos los que separan a los seres humanos,
sino los afectos: el temor a lo desconocido y a los desconocidos, el apego exclusivo a lo propio,
el rechazo a lo que anuncia inseguridad. Para los cristianos, por ejemplo, el dogma de la
Trinidad nos parece una expresión maravillosa del amor de Dios, que es esencialmente
comunitario, que constituye familia, que “no quiere estar solo”. Y no nos hubiéramos atrevido
a pensarlo si no nos lo hubiera revelado Jesucristo. Esto en cambio es abominación para otras
religiones estrictamente monoteístas, que juzgan intocable lo que consideran que es la auténtica
revelación divina. El apego afectivo a la persona de Jesús nos predispone favorablemente a la
aceptación de todo lo que de Él provenga.
Es COMUNITARIA
• La educación es un instrumento al servicio de la Iglesia: fomenta la participación activa
y construye la comunidad (Características, 82-83. 116-130)
como simpatizantes y colaboradores, como miembros plenos con capacidad de gestión y poder
de decisión. El ideal es que se reduzca el número de miembros del primer grupo y se favorezca
la incorporación de los laicos a tareas de responsabilidad, de acuerdo con la propia vocación,
las cualidades personales y la voluntad de hacerse miembros plenos.
Y luego, los centros de educación primaria, secundaria y superior tienen que colaborar
entre sí, tienen que diseñar estrategias comunes de enfrentamiento de los problemas y de
formas de abordarlos desde la perspectiva de la educación.
“Hombres y mujeres para los demás”, como dijo el P. Arrupe. “La misión de la
Compañía de Jesús hoy es el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye
una exigencia absoluta”, como dice la CG 32 en su decreto 4º. Hombres y mujeres que dan una
respuesta libre al amor de Dios. Ese es el ideal de la formación de las instituciones jesuíticas.
Una respuesta que se muestra en obras más que en palabras, como lo expresaba sobriamente
Ignacio. Pero en nuestro mundo latinoamericano, dar esa respuesta es abrir los ojos y el
corazón a nuestras realidades inhumanas.
“La meta de la fe que realiza la justicia y trabaja por la paz es un nuevo tipo de persona y
de sociedad, en el que cada individuo tiene la oportunidad de ser plenamente humano y cada
uno acepta la responsabilidad de promover el desarrollo humano de los demás”
(Características, 76). Un nuevo tipo de persona significa una persona que no discrimina por
raza, condición social, posición política, género, religión, etc., sino que trabaja con todos y por
todos. Y trabaja por crear un mundo nuevo, una sociedad distinta, en la que todos tengan
cabida y todos se ayuden.
Aprender a convivir es la gran asignatura pendiente en la humanidad de hoy, y ese
aprendizaje ocurre sobre todo en la familia y en las instituciones educativas. La educación
contribuye a paliar los cuatro aspectos de exclusión que son producto de la inequidad social:
pobreza y desempleo (exclusión económica), marginación y desviación (dimensión cultural),
no acceso a la ciudadanía (dimensión política) y aislamiento y segregación (dimensión social).
Una universidad proporciona medios para no vivir en la pobreza y el desempleo, ciertamente,
pero debe también proporcionar sentido de coherencia con el todo social para luchar contra la
marginación cultural que muchos padecen, debe luchar para que todo el mundo pueda expresar
libremente sus opiniones políticas y contribuya con el buen ejercicio de la ciudadanía, y debe
luchar contra el aislamiento y la segregación sociales.
en un contacto afectivo muy fuerte con Jesucristo, y de esa transformación afectiva se dreivan
acciones transformadoras de la propia vida.
Conclusión
Ser buen cristiano hoy no es fácil. Ser universitario, ser profesional hoy no es ni mucho
menos sencillo, si es que se quiere enfocar la profesión desde la perspectiva de actuar en
cristiano hacia las exigencias del mundo de hoy. Somos conscientes de esa dificultad, pero
también de la ayuda de Dios que nunca falta a los que se la piden. Disponemos de ayudas
institucionales como los Ejercicios Espirituales y los planes de formación que puedan
diseñarse.
Tener un título universitario significa contraer una gran deuda social, tener conciencia de
este privilegio y estar dispuesto a usar los talentos adquiridos en pro de una transformación
social profunda. Si algo es característico de la espiritualidad ignaciana es que es una
espiritualidad de servicio, de entrega a un ideal de excelencia personal y de cambio social.
Les animo por tanto a que sigan en este camino emprendido de fortalecer la identidad de
la Universidad desde la perspectiva que ofrece la espiritualidad de la Compañía de Jesús. Es la
mejor respuesta que podemos dar y es la que espera la gente. No hay lugar para la
desesperanza sino para la esperanza en un futuro mejor que podemos ayudar a construir.
1. A primera vista, las ideas presentadas en la conferencia pueden parecer utópicas, pero no hay
que perder de vista que se trata de la presentación de un ideal sobre la espiritualidad. Ahora
bien, ¿cuál o cuáles de los aspectos presentados considero yo más cercanos a mis cualidades e
historia personal y cuáles más alejados?
3. La profesión que ejerzo y la materia que explico ¿están orientadas exclusivamente hacia el
provecho personal o tienen también una dimensión de transformación social? ¿En qué
consiste?
4. ¿Cuál de los medios mencionados al final estoy dispuesto a tomar para mejorar mi identidad
universitaria?
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