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Así, desde el rigor de la Biología molecular y del desarrollo cerebral, con audacia
intelectual, la autora logra liberar el conocimiento científico acerca de nuestros
orígenes y evolución de los prejuicios acerca de las causas. Desde la apertura a la
Antropología y a la tradición judeocristiana, ofrece respuesta no sólo al cuándo,
dónde, desde qué barro y cómo aparece el primer varón y la primera mujer, sino
también para qué y por qué. Esta obra da respuesta al sentido biológico y humano
de la desaparición de las poblaciones humanas, expandidas desde África, durante
más de un millón de años.
En las primeras páginas del libro que aquí extraemos, la autora nos señala el
propósito del libro y la índole de las cuestiones que se plantean (pp. 14-18)
Liberar lo real en la historia natural
Darwin, como muchos de sus seguidores, tomó la parte por el todo. La selección
natural en función de los cambios del medio optimiza lo que existe por la vía de la
simplicidad, de resolver los problemas por el camino más sencillo; pero de ninguna
forma explica la causa de que la evolución se encamine a la aparición de
organismos cada vez más complejos desde otros menos complejos. Si la fuerza
predominante fuese el medio ambiente, deberíamos asistir a transformaciones
mucho más uniformes y simultáneas de los organismos que de esta forma
aparecerían ligados a un determinado periodo, cosa que no ocurre en realidad. Los
datos que aporta Darwin para demostrar ese mecanismo muestran la insuficiencia
plena del azar como agente causante. En efecto, Darwin señala tres datos. El
primero de ellos es cierto: existe una gran homología de los órganos en el hombre y
en los animales; pero eso no significa de suyo azar. El segundo dato es un error que
exageró demasiado, ya que si algo no es producto neto del azar es el desarrollo
embrionario; y él creyó que lo era. Tampoco acertó la explicación del tercer tipo de
datos, las llamadas estructuras rudimentarias, que creyó que eran atavismos.
En cierta medida éste sigue siendo el fondo de las controversias: o no hay nada
nuevo en el mundo, ya que todo lo que sucede siempre se encontraba predestinado
desde el comienzo, o todo es puro accidente congelado. La asignatura pendiente es
la misma que dejó sin aprobar Darwin: formular bien la pregunta por la finalidad,
de forma que sea posible una respuesta racional y plena, sin excluir los otros tipos
de saberes de que el hombre es capaz. En efecto, Darwin se contradice respecto a si
hay o no un proyecto, una finalidad u orientación, al menos intrínseca, en el
proceso evolutivo. En una carta escrita a Asa Gray se expresa así: «No puedo creer
que el mundo, tal como lo vemos, sea el resultado de la casualidad; y mucho menos
puedo admitir que cada cosa aislada sea el resultado de un diseño. Para poner un
ejemplo, acabáis por decirme que vos creéis que la variación ha sido dirigida según
ciertas variaciones útiles y yo no puedo admitir tal cosa... Yo pensaría que es ilógico
suponer que las variaciones que conserva la selección natural en beneficio de los
seres, hayan sido diseñadas con anterioridad».
Cabe la posibilidad de que haya más; que la evolución universal sea parte de un
gran proyecto en el que todos los procesos sean partes. Si es así, ¿quien y por qué lo
ha emprendido? Todos somos conscientes de que en esa respuesta nos jugamos la
razón de ser, la cuestión del significado de nuestra propia existencia. Sin embargo,
perdura en muchos el afán de que la realidad sea puro azar sin sentido; de esa
manera seríamos seres autónomos que no debemos nada a nadie y nadie nos puede
pedir cuentas de nada. Pero como ocurre generalmente tras un genio, muchos
científicos son más darwinistas que Darwin. Valga como muestra estas palabras de
Juan Luis Arsuaga, profesor e investigador de Paleontología y ferviente darwinista
y admirador de Monod por su filosofía acerca del azar, con las que acaba así su
libro El enigma de la esfinge. Las causas, el curso y el propósito de la evolución: «Y
creo que toda la zozobra y la tortura de Darwin se resumen en las últimas palabras
del libro de Monod El azar y la necesidad: "La antigua alianza ya está rota; el
hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del Universo donde
ha emergido por azar. Igual que su destino su deber no está escrito en ninguna
parte. Puede escoger entre el reino y las tinieblas". Un Universo indiferente, sí, pero
ya nunca más incomprensible desde que Darwin, sobre las tinieblas de la
ignorancia, arrojara luz, mucha luz. El descubrimiento de la verdad nos hizo, al fin,
libres».
¿Cómo podría ser posible mantener la afirmación de que no hay más explicación
que el azar sin negar la racionalidad misma de la ciencia?
Retazos en armonía
Aquí se trata la historia de los orígenes del hombre desde la perspectiva del cómo,
que nos da las ciencias de la vida. Las cuestiones que se plantean y de las que se
ofrece respuesta son, por consiguiente, de este tipo:
¿Qué hace humano el cuerpo de cada hombre?, y ¿qué innovaciones del fenotipo
hacen posible un organismo tan distinto del de los chimpancés? ¿Qué causó y cómo
se logró un cuerpo humano, bípedo y con un gran cerebro, tan diferente del de los
chimpancés, siendo así que los genomas de ambos son tan similares?
¿Qué hace humano el cerebro de cada hombre? ¿Cómo han sido los cambios en la
información genética que permiten el funcionamiento de este órgano que es
requisito previo, pero no causa, de la conducta propiamente humana, de la libertad
del hombre?
Los datos que se recogen en este libro, y las explicaciones de los hechos que reflejan
estos datos, proceden fundamentalmente de la Biología molecular y la Genética; de
la Biología humana y especialmente de las neurociencias. El protagonismo lo tiene
por derecho propio la Biología del desarrollo. Posiblemente el conocimiento más
importante de las ciencias biológicas de los últimos años es el descubrimiento de
que los dos grandes procesos temporales de los seres vivos -la evolución y el
desarrollo embrionario-, presentan idéntico dinamismo. Ambos procesos tienen
una flecha del tiempo: transcurren de lo simple a lo complejo a través de los
mismos mecanismos de cambio de la información genética, y de la regulación y
retroalimentación del mensaje genético.