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Me llamo Octavio

Me llamo Octavio y soy


Codependiente del Alzheimer.

PRIMERA PARTE.

En donde se expone el testimonio de vida


sobre el curso y transcurso de la
enfermedad, vivida siempre al lado ce un
custodio-cuidador, finalmente codependiente
del Alzheimer.

Orlando León y Vélez Vasco M. C.

International Group Bernardini & Associated Company


© D.R., ® Orlando León y Vélez Vasco 2011
Se prohíbe la reproducción total o parcial de este documento por cualquier medio
sin previo y expreso consentimiento del Autor a cualquier persona o actividad
que sean ajenas al mismo.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 1


Me llamo Octavio

DEDICATORIAS:

IN MEMORIAM PARA LA INOLVIDABLE PROFRA. ANA MARIA VASCO FLORES (PACIENTE


ALZHEIMER) QUIEN CON EL MUTUO Y COTIDIANO SUFRIR FISICO Y MENTAL ME LEGÓ:
INMENSO CONOCIMIENTO, PACIENCIA SIN LÍMITES Y SUPREMA TOLERANCIA PARA
PODER ATENDERLA Y CUIDARLA HASTA EL FINAL.

A SU FAMILIA QUE SIEMPRE CONTRIBUYÓ ECONOMICAMENTE EN LA PENOSA


ENFERMEDAD Y ME PERMITIO RELATAR Y DAR TESTIMONIO SOBRE EL DESOLADOR
ENTORNO ALZHEIMER.

¡GRACIAS!

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 2


Me llamo Octavio

El contenido.

A manera de prégrafe,
ó ¡Bienvenidos! Al caos del
Alzheimer………………………………………………... 5.

Capítulo UNO.

Hoy,
o la rúbrica de la decadencia. …………………………... 10.

Capitulo DOS.

Ayer,
éramos una familia
unida y generosa,
ahora sólo somos
displicentes familiares. ….………………………..……. 18.

Capítulo TRES.

El insidioso inicio,
o ¿Qué le pasa a la abuela? ……………………………. 28.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 3


Me llamo Octavio

Capítulo CUATRO.

Conjeturas diagnósticas,
o soberbia “mea culpa”. ……………………….……… 34.

Capítulo CINCO.

La inevitable codependencia,
o consagrada custodia. …………………………………. 43.

Capítulo SEIS.

El catálogo de daños,
o la neoliberal salud
de esta época. …………………………………………… 50.

Capítulo SIETE.

Sólo se vive una vez,


pero se puede morir
en dos tiempos. …………………………………….…… 59.

Capítulo OCHO.

El tratamiento del Alzheimer,


o la simonía farmacéutica. ………………………..……. 70.

Capítulo NUEVE.

Reflexiones finales,
o el legado de olvido, ………………………..………..… 73.

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Me llamo Octavio

A manera de prégrafe,
o ¡Bienvenidos! Al caos Alzheimer.

-“Toda enfermedad crónica debe afrontarse


con una gran dosis de fe, bastante acopio de
paciencia y mayor margen de prudencia
para nunca lacerar la virtuosa esperanza.”-
Teorema 111. Noel y Zelev, 1991.

El anecdotario.

El contenido del relato lleva implícito la íntima reflexión sobre diferentes


matices, agravios y derivaciones de la enfermedad Alzheimer, consecuencias
reales vividas durante la permanente acometida del mal; así como, el veraz
registro de la total aniquilación tanto en el organismo del paciente como al
interior familiar; elementos sometidos quienes cotidianamente viven, conviven
y se transforman en arraigados codependientes del padecimiento.

Por lo demás; estimado lector, no espere encontrar un nuevo conocimiento, o


reciente descubrimiento; pues los médicos quienes atendemos a estos pacientes
tenemos que confesar humildemente nuestro craso desatino al desconocer el
verdadero origen, total expresión y eficaz tratamiento de la enfermedad; quien
opine lo contrario seguro goza de una exagerada autoestima y exigua ética.

Durante el recorrido de este testimonial no existen escenarios optimistas, ni


alegres enfoques pseudohumanísticos y tampoco un final feliz; simplemente, su
contexto lo acerca a la cruel esencia del Alzheimer, verdades y realidades
rayanas en la categoría denominada sevicia.

Sin embargo, se ha querido ofrecer un cabal reconocimiento al quehacer


cotidiano del custodio, misión permanente hacia el paciente Alzheimer,
moderno Prometeo encadenado quien resiste el paso de permanentes horas,
interminables noches y dolorosos días, siempre acosados por los inflexibles
signos y síntomas del padecimiento.

Agradezco de antemano la tolerancia del lector, así como su cara comprensión a


todo error o ignorancia cometidos al tratar de ofrecer un testimonio fidedigno,
en aras de brindar una tenue luz en el laberinto del Alzheimer.

Mi total respeto y gratitud perenne a Doña Anita, por confiarnos la intimidad


de su propia historia de vida y al custodio Octavio por efectuar una saludable
catarsis ante su inevitable responsabilidad llevada al punto de la codependencia.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 5


Me llamo Octavio

Cada capítulo se inicia con una sección denominada “El anecdotario” en donde
se exponen varios eventos sucedidos a los personajes involucrados dentro del
paradigma Alzheimer; después, como complemento se exponen la sección
nombrada como “Las certidumbres”, la cual sólo describe un reducido meta
análisis, rastreo informático y vivencial sobre diversos temas concernientes a la
enfermedad de Alzheimer.

Las certidumbres.

Desde hace aproximadamente tres décadas, se comenzó a detectar una mayor


incidencia de la Enfermedad de Alzheimer, conocida como AD (siglas en el
idioma inglés); afección mental cuyos efectos se ubican principalmente en las
áreas o zonas cerebrales reguladoras de funciones sustantivas (memoria, motora
y afectiva).

Se manifiesta principalmente en adultos mayores de 65 años; el término se


adoptó por el nombre del investigador, el neurólogo alemán Alöis Alzheimer
(1864-1915) quien descubrió y correlacionó diversas anomalías del tejido
cerebral de pacientes quienes en vida mostraron similares síntomas y signos
mentales clasificados como demencia.

Actualmente diversos médicos generales y no pocos distinguidos especialistas


al parecer por supina vanidad, crasa ignorancia, o rutinaria práctica se rehúsan
sistemáticamente a emitir un diagnóstico puntual; el único argumento aducido
por ellos para avalar su discernir son algunas supuestas deducciones.

Dentro de este modo de pensar el diagnóstico de Enfermedad de Alzheimer sólo


se debe emitir al efectuar la autopsia del afectado; toda demencia detectada en
edad provecta categóricamente corresponde a otro tipo de padecimiento mental;
más frecuentemente a la demencia senil.

Para el institucional proceder médico sólo importa el tiempo-consulta, supuesta


experiencia o el burocrático cargo; por ende su prevención, diagnosis,
tratamiento y seguimiento resulta una quimera.

La práctica privada (para quienes pueden costearla), comúnmente resulta un


negocio altamente redituable a corto y largo plazo, pues bien se sabe que la
enfermedad se comporta en forma sigilosa, encubierta y casi siempre
indetectable.

Idealmente, si se gozara de una auténtica ética asociada a un adecuado criterio


médico, el diagnóstico, tratamiento o posible rehabilitación serían sumamente
elementales y no se lucraría con la trillada aseveración: - “Los trastornos físicos

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 6


Me llamo Octavio

y mentales de su familiar sólo representan un inevitable trastorno debido a la


vejez y deficiente circulación cerebral.”

No obstante, resulta sencillo ofrecer una buena diagnosis, explicar


sencillamente la verdad y otorgar una recomendable guía de cuidados
necesarios para ser aplicados en las diferentes fases progresivas una vez
establecido el Alzheimer, procedimiento factible y por lo mismo utópico.

Otras investigaciones advierten al padecimiento como posiblemente ocasionado


por alteraciones circulatorias o de oxigenación cerebral, así se expiden
fácilmente calmantes, depresivos y “oxigenadores” cerebrales, acompañados de
frases similares como:

-"Vamos a ver como evoluciona...


-“Son perturbaciones de la vejez…
-“De acuerdo con su edad son normales esos achaques…
-“Cuídenlo bien...

La enfermedad en su curso lento progresivo y gradual al cabo de pocos meses o


quizás años conduce al retiro discapacitante del paciente dentro de un asilo, o
en el confinamiento del hogar acompañado de un cuidador confiable.

Por todas estas circunstancias y eventos, se decidió escribir la presente reseña,


tratando de evitar complicados términos médicos pues únicamente se describe
lo vivido en forma personal al interior de una familia con un paciente en cuya
persona y entorno el Alzheimer expresó toda su crueldad rayana en sevicia.

Con ello se pretende ofrecer un sencillo panorama sobre el real significado y


presencia del padecimiento, sobre todo se hace hincapié en la figura eje de esta
narración, el cuidador, la más de las veces ignorado en presencia, sentimiento y
actuación.

Debido al diferente significado entre los términos cuidar temporalmente y


atender integralmente a un paciente desvalido, responsabilidad del custodio que
quizá sea la más trascendente; él y sus oficios son los protagonistas quienes
pocos tratados de la enfermedad han abordado.

Se reitera la importancia representada por la activa cooperación familiar ante el


evento Alzheimer y el binomio paciente-cuidador; por reducido que sea el
núcleo familiar, se ha de actuar siempre en conjunto y tomar decisiones para
brindar permanente ayuda, atención y auxilio que sin lugar a dudas redundará
en un mayor beneficio de su ser querido afectado por la enfermedad, en estas
ideales condiciones el conferido de cargo de custodio-cuidador no se convertirá
en impuesta carga imposible de sobrellevar.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 7


Me llamo Octavio

Estoico enfermo y codependiente custodio expresan historias de vida, fieles


testimonios sobre los estragos del padecimiento, males sufridos por dos
personajes, ambos afectados por la enfermedad de Alzheimer.

Seres, quienes alguna vez convivieron armoniosamente vinculados y que ahora


debido a los pérdidas causadas por el mal, permanecen solitarios sobreviviendo
en una oscura marginalidad, sujetos al rutinario coexistir; ellos (son los
principales motivos de esta reseña.

En el umbral de la enfermedad la anciana matrona familiar fue presentando


poco a poco y en forma sorprendente diversos signos y distintos síntomas que
finalmente conformaron un peculiar padecer algunos médicos etiquetaron al
malestar como una inevitable demencia senil, ineludible comparsa de su
avanzada edad, en ese inicio la familia; aparentemente permanecía unida para
hacer frente al problema.

Sólo cuando el amigo médico Noel Contreras (epidemiólogo jubilado) fue


quien acertadamente desde una primera valoración a su paciente doña Anita
reconoció la existencia en cuerpo y mente del hostil padecimiento denominado
Enfermedad de Alzheimer; al unísono la situación familiar cambió; entonces la
trama natural empezó a disgregarse ante los diferentes criterios y pareceres
personales sobre graves augurios de un penoso y luengo porvenir.

En el intervalo de repetidas horas, interminables días y todas las semanas y años


transcurrieron temporales mejorías y respectivas recaídas (cual torva montaña
rusa); esa década fue fiel testigo del cambio radical de una mediana
congruencia familiar a una clara desintegración,

Del mismo modo, el mal dañó en ese lapso el hasta entonces lúcido
discernimiento de una productiva profesionista de la educación hasta
convertirla en un no ser, carente de memoria, afecto y buen discernimiento,
languideciendo en ignotos recintos demenciales.

No se quiso dejar en el tintero narrativo la inicua presencia del arraigo


domiciliar (sentimental extorsión) impuesto al cuidador o custodio en quien
también el mal de su protegido, produjo sensibles cambios físicos y
emocionales; ambos (enfermo y cancerbero) permanecieron ligados más de diez
años (doce para ser exactos) a los avatares de enfermedad, cual costra-herida
plena de tribulaciones, pérdidas y resignaciones,

Con el inevitable pasar de los años, la enfermedad se tornó cruel al permitir


germinar y emerger de todo execrable sentimiento humano; al grado tal, de
correr el velo de añejos litigios, relegados rencores, sentimentales controversias
y confinantes separaciones; finalmente la cruel enfermedad mandó al destierro,
al dual olvido a los personajes centrales de la historia ahora contada.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 8


Me llamo Octavio

La narración de diversos aconteceres se realizó con el único objetivo de servir a


diversas familias quienes se encuentran en semejante condición, siempre con el
sincero anhelo de brindar orientaciones útiles para bien atender al paciente
afectado por el Alzheimer y sobre todo para prevenir la insana codependencia
mediante insistir sobre la eficaz coparticipación de los integrantes familiares o
incondicionales amistades.

Tampoco se pasó por alto el poco valor de la supuesta ayuda “bienhechora”


consistente en aportar sólo una sucinta ayuda económica, dotar de algunas
medicinas o proporcionar escasos ratos de presencia; la verdadera estima
humanitaria hacia un paciente con Enfermedad de Alzheimer (EA) reside en
una superior convivencia que implique calidez y asiduidad, con ello se logra un
mejor entendimiento de la enfermedad, acercamiento afectivo hacia el paciente
(recordar él percibe, siente y advierte todo estímulo) y un digno vivir de ambos
(familiar donante y paciente favorecido).

Enfatizamos, nunca se deben desatender la condición del binomio paciente-


custodio, sólo se debe recordar que uno y otro se encuentran confrontados a la
soledad e incomunicación; malignas entidades presentes día a día, las cuales
siempre hincan sus fauces fieras en cuerpo y alma de esos dos seres vivientes.

Asunto sencillo es no saber dónde se abandonó la llave; nocivo


trastorno resulta el no recordar qué es una llave y para qué
sirve...

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Me llamo Octavio

Capítulo Uno.

Hoy,
o la rúbrica de la decadencia.

-“El ciclo de la vida frecuentemente se bosqueja


como un confinante redondel; dentro del cual se
nace rodeado de primigenia separación, le sigue la
niñez con diversas revelaciones, pronto despunta
la juventud plena de confusión y libertades;
luego aparece la madurez inserta en un dúctil
enlace familiar y cuando sorprende la vejez, se
asoman los novísimos trances; invitados
indeseables en cuya lobreguez se resguardan todas
las impensables pérdidas, sentidas privaciones y
conflictivas enfermedades como un arpegio final
de la ausencia absoluta.
Teorema 222. Noel y Zelev, 1990.

El anecdotario.

Al iniciar la lectura de la presente crónica casi anunciada seguramente, usted


amable lector acaso espera encontrar, recientes descubrimientos, diferentes
respuestas o ciertos tratamientos, tal vez para ser aplicados en el cuidado de un
familiar o amigo que quizá se encuentre ahora en situación Alzheimer.

¡Lo siento...

Soy Noel, epidemiólogo recién jubilado, amigo por siempre de la familia


Vásquez Flores, médico de cabecera de Doña Anita, anciana quien ahora vive
encadenada al Alzheimer, testigo fiel y encargado de recopilar la historia de
esta triste verdad.
.

Sumario de concisas situaciones cuya narración nos transportará a través del


mundo Alzheimer y las consecuentes historias de vida de un reducido núcleo
familiar, cuyo elenco a continuación se detalla en estricto orden de antigüedad:

Doña Anita la madre afectada por el Alzheimer.

Octavio, hijo mayor, custodio e insano codependiente del Alzheimer.

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Me llamo Octavio

Jorge, hijo menor, vástago indolente, funcionario contable de una empresa,


radicado con su familia respectiva en la cercana ciudad capital.
Marilú, la agregada pariente, frígida esposa de Jorge, con similar profesión,
sedicente auditora de su propia corporación y del infortunado prójimo quien
establece con ella cualquier índole de relación. La conocen con el sobrenombre
de “la segunda madre” pues se siente capacitada para aconsejar, opinar y
resolver todo problema ajeno (menos los propios) y aquel sujeto que se acoge a
sus oficios siempre sale perjudicado o dañado por practicar los sabios consejos
de la silvestre guía,

Y como en las mejores familias no podía faltar el prepotente júnior (Jorgito)


quien desde su infancia fue mimado, sobreprotegido y mal educado por toda la
familia: moderno Peter -scout- Pan explorador, instruido (¿?) en los mejores
colegios; actualmente se ignora su paradero.

Peculiar conjunto de esta narración novelada que en escasos meses pasó de ser
amena alegoría para transformarse en trágico drama; estos son los tristes
personajes y asuntos que hoy nos ocupan.

Es posible que usted –amigo lector- encontrará en el detalle del narrar, vastas o
parvas semejanzas, versátiles o gemelas acciones, parecidos sentimientos y
actitudes equivalentes; tenga la absoluta certeza que lo descrito no es mera
coincidencia, es la realidad misma sobre el cruel estrago producto del
Alzheimer, padecimiento que deja al descubierto la esencia del ser humano en
todas sus facetas, expresiones, bondades y miserias, pues pone a flote tanto la
cálida sensibilidad así como también expone la persistente indiferencia que
nutre a la inhumana indolencia.

En este contexto de tiempos y circunstancias resulta valedero conocer la


reflexión de uno de los dos principales actores de este suceder existencial. (*)

___________________________________________________________

(*) Nota del autor.- Se ha querido respetar el particular estilo del personaje en
cuestión, en aras de un fidedigno

Habla Anita:

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 11


Me llamo Octavio

-“Considero, que como yo, existen otras personas, en similares condiciones de


vida; es verdad que en ciertos momentos, o tal vez, constantemente (sin
desearlo) no puedo expresar con claridad mis pensamientos.

Me dicen mis hijos que tengo una enfermedad la cual poco a poco me hará
olvidar una buena cantidad de cosas. Sé que la enfermedad me distanciará de mi
familia, al ya no poder recordar los nombres, el aspecto, ni la relación con mis
seres queridos, por no poder saber quiénes son y porque no hallaré las palabras
adecuadas para articular mis opiniones e ideas.

Deseo que mi familia y amigos puedan comprender los diferentes estados de


ánimo, mi constante enojo, los cuales no son causados por mi carácter al que
llamaban fuerte; sino porque me daña una angustia indescriptible al no ser la
útil persona que en otros tiempos fui.

Que mi gran aflicción consiste en no poder saber cuál es la causa que provoca
esa angustia, ese enojo, esa impotencia al no valerme por mi misma, al
depender de otra persona aún para caminar.

Espero, borrar de mi memoria todo recuerdo de posesión terrena que he


perdido, no encuentro o me han despojado. Deseo sentirme protegida, vivir en
un ambiente afable y pulcro.

Necesito comprobar que mis manos y pies respondan a mis mandatos para
poder servir a los demás y no ser una carga difícil de sobrellevar.

Pretendo no tener más olvidos, enojos, imprudencias, ni tristezas; pues todo ello
ha de incomodar a los que me cuidan.

Quiero que sean disculpadas mis angustias, obsesiones y desatinados tratos,


todos estos malos ratos que a veces provoco; así como este extraño proceder
que se asoma y asalta sin yo llamarlo.

Confío sea ignorado el inestable, lerdo y terco temperamento que muchas


ocasiones origina estériles y desgastantes discusiones.

Me niego a recibir mayores desprecios, reprimendas o críticas hacia mi persona


e impertinencias.

¡Soy un ser humano libre, con sentimientos, emociones que aún percibe,
advierte y existe! Imploro por tener una leal compañía para no sentir el
abandono, ni quedar confinado a un cuarto, sillón o cama.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 12


Me llamo Octavio

Quisiera disponer de un cuidador que me prodigue afecto, tenga paciencia y sea


prudente ante mis constantes cambios de humor o de conducta; contar con un
verdadero custodio en quien pueda confiar todos mis pesares, depositar mis
esperanzas, compartir mis ilusiones y ofrecer mis bendiciones diarias.

Corroboro que soy un ser digno, una persona quien aprecia el amoroso peso de
una caricia, la calidez de un abrazo y el tierno contacto de una mano afectuosa.

Me han dicho que padezco la llamada enfermedad de Alzheimer, para mí


significa sólo una gradual e inevitable pérdida de capacidades y depender de los
demás; sin embargo, he aceptado y por siempre aceptaré la Santísima Voluntad
del Dios Supremo, pues ahora me permite, a pesar del padecimiento dar
testimonio sobre el verdadero significado del sufrir, de la pérdida, del no tener y
del carecer.
Sinceramente.

Anita.”-

Resulta conveniente resaltar que la anciana convive con el hijo mayor, aislados
en una pequeña casa ubicada cerca de la gran capital; los dos (paciente y
custodio) subsisten de los exiguos estipendios de ambos jubilados.

El otro hijo de nombre Jorge ayuda con una despensa supervisada por la esposa;
así como, el contado suministro de pañales y uno o dos medicamentos
similares; sus fugaces visitas mensuales (no mayores a dos horas) en ocasiones
se omiten bajo la repetida excusa de tener demasiado trabajo; charla
telefónicamente una vez a la semana con la madre Alzheimer y en caso de
existir una urgencia médica él sólo responde con la consabida e indolente frase-
comentario: - ! Qué barbaridad…

El resto de la familia al parecer se ha desvanecido en un nimbo de ingratitud y


desdén.

En estos dos últimos años doña Anita ha sufrido varios episodios de bronquitis,
resfriado, infecciones urinarias, diarrea, deshidratación y frecuentes crisis
depresivas; sin que los demás parientes o amistades, aunque sea sólo por
curiosidad se hayan dispuesto a brindar ayuda.

El custodio día y noche vela por la anciana, sirve como médico, cuidador,
enfermero, pedicurista, peluquero, manicurista, amo de casa, camarero, tira
basuras, lavandero de ropa o trastes; mensajero, terapeuta, ecónomo familiar,

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 13


Me llamo Octavio

pararrayos de toda crisis presentada por la abuela enferma; en ocasiones


elaborador de comida, cambia pañales y doscientos tres oficios más, sin que
hasta el momento haya expresado una queja, ni gozado vacación o descanso
alguno.

El custodio sufre de diabetes e hipertensión arterial, enfermedades atendidas


por los precarios servicios de seguridad social.

Diversas -el custodio- ha sido internado por problemas de descompensación,


mismas ocasiones en las que el hermano Jorge, se ha visto en apuros para
trasladar y justificar ante la esposa Marilú la estancia de la anciana madre por
dos tres días en su hogar; igual número de veces que se devuelve a la enferma
-cual mueble viejo- una vez que Octavio se ha parcialmente recuperado; por
supuesto, acompañada de la consabida perorata del hermano Jorge:

-Es la última vez que me llevo a la abuela, no creas que cada vez que tú te
enfermes, he de venir por ella, me encuentro demasiado ocupado en el trabajo
para poder ocuparme no sólo del traslado, sino también de su cuidado y
atención.

-¡Échale ganas!
-¡Cuídate y ve al Seguro cuando te sientas mal!
-¡Tú decidiste hacerte cargo de la abuela!
-¡Dice ni mujer que te estás ganado un pedacito del Cielo!
-Sólo tú eres el único que puede cuidarla y soportar su carácter.

Situarse en la posición de unos u otros resulta imposible.


¿Qué solución se ofrece?;
¡Ninguna!

¿Qué futuro se puede esperar?:


¡El lógico, el evidente!

Como actualización, diremos que en la pasada víspera de Navidad y en breve


mensaje Jorge avisó que posiblemente visitaría a su madre, después de cumplir
con otros compromisos sociales ya contraídos, porque más tarde saldría de
vacaciones a “Los Cabos”.

Efectivamente, ese día reapareció con su engendro de hijo y su adherida nuera


(Maya), quienes con fingido amor, portaban los presentes con motivo de las
festividades navideñas (¿?)

Octavio –el hermano custodio- con gran prudencia, el custodio les manifestó la
necesidad de salir por unos minutos para efectuar algunas compras; poco
después -a su regreso- encontró el cuadro desolador de una anciana solitaria, en

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 14


Me llamo Octavio

confusión y con crisis de llanto; los navideños familiares habían literalmente


huido, sin mediar explicación o mínima comprensión

Relato narrado, final cantado; sin embargo...

Las certidumbres.

La vejez.

Al anciano déjalo hablar, cédele la palabra, pues posee un pasado pleno de


experiencias, caudal de esplendores y sensibles bienaventuranzas.

Un anciano es preclaro superviviente de mil batallas, permítele siempre vencer


en las discusiones, porque merece la triunfal recompensa que da el saberse
ganador y el estar seguro de sí mismo.

El anciano merece el privilegio de visitar a los amigos, pues con ellos se siente
acompañado y consolida el revivir de gratos recuerdos, de bellas épocas y
mejores circunstancias.

Al respetable viejo déjalo platicar sus iterativas anécdotas, repetidas


evocaciones de pasados ayeres; pues al ignorarlo lo haces sentir como un
mobiliario estropeado, sin pasado ni historia.

Un privilegiado viejo debe poseer, guardar y conservar siempre a su alcance,


riqueza de recuerdos, cosas amadas y objetos útiles para él; pues al no asirlos,
abrazarlos y acariciarlos él se siente despojado, y desposeído al sentir que le
han sido sustraídos sus preciados tesoros, jirones de su propia vida

El dilecto anciano tiene derecho a equivocarse o confundirse, si sucede esto no


lo reprendas ni lo hagas motivo de burla alguna; por el contrario muéstrale tu
capacidad para tolerar y comprender.

Permítele siempre ocupar un asiento en tu paseo o vacación, al no hacerlo no


disfrutaras el viaje programado pues dado el caso, siempre te ha de acompañar
el desconsuelo de su ausencia, cuando el ya no exista.

Descifra y justifica el cabal tiempo de envejecer con todo el alcance de tu amor,


al igual que aceptas el crecer de tus hijos dentro del transcurso natural del vivir

Y al final de su existir, déjalo morir envuelto en cordial abrazo, cobijo pleno de


clemencia y compasión, pues es el momento cuando se nos permite admirar el
torrente de amor prometido por la Eterna Misericordia.
Autor: Anónimo,

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Me llamo Octavio

A la vejez también se le conoce como senectud, tercera edad, senectud,


ancianidad, edad provecta, senescencia, senilidad y otros muchos términos, en
ocasiones peyorativos.

Ciertos autores, en un afán de descripción purista distinguen dos de estos


términos; senilidad y senescencia.

Al esquema del envejecer lo designan como senescencia o senectud. al primer


término se le asignan los cambios patológicos o degenerativos coincidentes en
el decurso del envejecer; en tanto que la expresión senectud implica sólo el
contexto normal del menoscabo físico que sobreviene con el envejecimiento; a
pesar de todo el repertorio de enunciados utilizados para definir este inevitable
período de la vida, envejecer es un hecho, criterios y explicaciones sólo son una
formalidad intelectual utilizada para definir un desarrollo sistemático.

Al envejecer se le considera como la etapa de la vida cuyo inicio es el nacer y


se manifiesta plenamente hacia los sesenta años de edad (promedio); por lo
común se hace evidente debido al declive o disminución de casi toda capacidad,
habilidad, facultad, talento y en mínimo grado de la inteligencia.

Estas alteraciones son patentes, irreversibles e inevitables; distintas en


situación, tiempo y forma según la composición biología de una persona a otra,
de una raza a otra; asimismo, los factores económicos, culturales, sociales y
hasta religiosos intervienen en forma específica sobre la etapa del
envejecimiento.

La evolución hacia el envejecer se encuentra determinada por factores genéticos


heredados de nuestros padres; así como la velocidad con que se produce el
envejecimiento corporal tanto físico, mental y funcional; pero la conservación
del estado de salud además depende de los hábitos, cuidados y costumbres
personales (estilo de vida) ejercitados durante etapas previas al emplazamiento
mismo del declinar.

De hecho, el envejecimiento igualmente se encuentra condicionado por el


medio ambiente con sus vertientes naturales de clima, cultura, entorno social y
factores asociados como son polución, vivienda, comunicaciones y trabajo.

Las actuales investigaciones también exploran factores predisponentes o tal vez


causales y fijan sus pesquisas en enfermedades emergentes en estos recientes
siglos, ya sean infectocontagiosas como: Ébola, influenza aviar, condiloma
humano, VIH/Sida) o crónico degenerativas: Diabetes, hipertensión arterial,
diferentes tipos de cáncer y mentales (Parkinson, Alzheimer, Demencia senil);
así como nuevas variedades de microorganismos dañinos (virus, bacterias
resistentes, mutaciones y los controvertidos priones).

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Me llamo Octavio

Todo ello para tratar de encontrar la causalidad o multicausalidad que entraña la


aparición o manifestación de ciertos padecimientos que hasta ahora se ignora su
origen.

Por el momento existe total incapacidad para emitir un verídico consenso


científico sobre la verdadera naturaleza del proceso envejecer; continuo reto
que se acentúa al tener una población cada vez más provecta.

Los actuales hallazgos científicos demuestran que las actitudes sociales,


culturales y biológicas en la conducta humana contribuyen a esclarecer mitos,
leyendas y tabúes acerca de los cambios inherentes al envejecer.

Un ejemplo erróneo es que la inteligencia alcanza su nivel máximo en la


adolescencia deteriorándose a partir de entonces; otro es el que se refiere al
inicio irreversible de la actividad sexual en la mitad de la vida, y sin embargo
actualmente sabemos que este ese mantiene incluso hasta los ochenta años y
más. Existen diversas alteraciones manifestadas al envejecer que son motivo de
atención médica por parte de un médico experto Geriatra o Gerontólogo.

Mención aparte merece el considerar la evolución mental y el sociológico del


envejecimiento.

-“Cuando yo era joven fumaba sin medida, tomaba mis licores


espirituosos a veces en exceso, comía desaforado todo lo que
apetecía, trasnochaba y bailaba sin cesar, corría buenas
parrandas con hermosas mujeres y poco me enfermaba; ahora
ya de viejo no me desvelo, me han prohibido lo que más me
gusta: tabaco, alcohol y la vida alegre; sin embargo, al presente
padezco de sufrires y diversas dolencias; por lo tanto, ahora me
explico el origen de mis males...

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 17


Me llamo Octavio

Capitulo DOS

Ayer,
éramos familia unida, el tiempo y la enfermedad nos tornó en
displicentes parientes.

- “El hombre nace con inicial culpa y heredada


malicia; la juventud genera felicidad por sí misma,
durante este lapso nada preocupa, todo es
ventura, la vida bien funciona, cabal es el
beneficio.

Durante los años dorados, la enfermedad es banal,


el arduo trabajo resulta dinámico y gozoso, el
descanso reconforta y la ignorante razón niega o
no se preocupa por el anunciado declive del vivir.

Inicuamente se transita de la madurez a una


inesperada ancianidad.

Al final a nuestro viejo y estropeado violín se le


rasgan varias cuerdas y acaba por desafinar; es
entonces cuando aparecen el mal, la enfermedad
del cuerpo físico, así como, el padecimiento cruel
y el menoscabo mental; ambos martirios plenos
de resignación y soledad...

Consideraciones, esmeros y afectos siempre


concedidos, ahora son invariablemente eludidos
por familia, amigos y agregados,

Sin duda alguna, el padecimiento Alzheimer


aniquila la valiosa mente, pero también al unísono,
desgarra corazón y entrañas mismas de la trama
familiar
.
Teorema No 62
Noel y Zelev, 1967.

El anecdotario.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 18


Me llamo Octavio

Antes de incluir la siguiente misiva el médico Noel fin solicitó la autorización


de Octavio, ambos decidieron editarla en aras de ofrecer testimonio fiel el cual
advierte sobre los estragos colaterales ocasionados por el Alzheimer. Cruel
padecimiento que no sólo desgaja la esencia mental del afectado, sino que
también desgasta la concordia familiar hasta su destruirla.

Por supuesto, existen numerosas redes familiares que resisten éste y otros
embates, cuyos integrantes se agrupan alrededor de conveniente núcleo (cual
dulce muégano) para sumar esfuerzos, solventar y cooperar metódicamente en
la atención adecuada del ser querido ahora convertido en estoico aquejado.

Cuernavaca, Morelos.

Diciembre del 2007.

Hermano Jorge:

Desde hace años atrás he querido expresarte mis sentires, pero aún no se ha
llegado el propicio momento para hacerlo; las pocas veces que te he visto en
este literal secuestro han sido con gran celeridad, puesto que tus interminables
ocupaciones sólo te permiten pequeño lapsos para visitar a tu madre enferma y
adicionalmente a su personal custodio y hermano tuyo.

Comprendo bien tu renuencia a permanecer unas cuantas horas más en tan


ingrata compañía, pues con nosotros únicamente escuchas listado de dolores,
clamores y carencias vitales de solidario apoyo moral y económico. Tal parece
tu nulo deseo comprensible desagrado para atender o evitar todo reclamo o
reproche, como los resentidos en el pasado reciente.

Acaso pensarás que el contenido de esta carta representa un acre reproche o


quizás lo consideres una mera descarga de injustificados disgustos por la
situación que al decir de ustedes escogí libremente.

Al escribir estas hojas me propuse expresar justamente un breve compendio de


algunas vicisitudes vividas y sentidas durante estos largos años en que ustedes
me convirtieron en custodio-compañero de la abuela, cuyo Alzheimer progresa
ante la indolencia manifiesta por sus acciones y reacciones, las cuales hemos
tenido que tolerar o justificar en aras de preservar el ralo equilibrio emocional.

¡Sé tus sucintas respuestas!; a todo ello contestaras como siempre:

- ¡Qué malo...
- ¡Ignoraba la situación que me planteas...
- ¡No te dejas ayudar...
- ¡Qué se te ofrece...

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 19


Me llamo Octavio

Y mil una más frases aprendidas junto con tu primitiva consorte –según sé- en
costosas sesiones de terapia gestal o yoga a las asiduamente concurren. En ellas
al parecer, se acallan culpas, justifican remordimientos y aprenden el fingido
disimulo para halagar voluntades ajenas.

También se sabe, de sus reuniones para el correcto aprendizaje de baile


moderno, sesiones de juego, aparentes cursos de actualización, cenas con
clientes, constantes periplos y demás etcéteras, en los cuales se derrochan
algunas monedas, tan necesarias aquí y ahora para la eficaz atención de la
envejecida abuela, enferma de Alzheimer.

Pero todo lo material, podría compensarse ampliamente con una visita semanal,
que contenga un breve paseo una comida extracarcelaria, fuera de la cruel
rutina y del cotidiano panorama ofrecido por cuatro paredes azules.

Considera este extemporáneo recuento de sucesos y contrariedades que han


afectado severamente la exigua comunicación familiar a tal grado que después
de siete meses se nos ha olvidado la efigie o el timbre de voz de tu idolatrado
vástago, de Marilú tu esposa no me extraña sus genes la han hecho renegar y
olvidarse hasta de su progenitor. No cabe duda que el ejemplo es práctica; ya
pronto, ustedes pasarán por estos amargos incidentes y desenlaces; en esta vida
o en la otra todo se sufraga.

Si bien, al literal arrinconar a la abuela enferma como mueble viejo hace cuatro
años hace, con toda claridad expusiste tu nuevo cambio de vida al tomar una
terapia y por ende habías decidido junto con tu rústica esposa que aportarías
exclusivamente pañales y medicamentos para la futura atención de la enferma,
pues ya habías erogado una buena cantidad de dinero en cuidadoras empíricas y
ya no podías soportar más gastos (bien lo recuerdo) y por lo que respecta a
presencia la virtual compañía telefónica ya no sería diariamente sino semanal y
la personal mensual. Hasta el momento lo haces siempre y cuando no tengas
eventos de adolescente tardío como fiestas, terapias, reuniones de niños
exploradores; previa licencia marital.

Aquí estamos tu madre-Alzheimer y hermano-custodio, par de viejos, el tuerto


atendiendo al ciego; yo con graves problemas diabéticos e hipertensivos,
nuestra madre con el Alzheimer que avanza implacable, esperando el atardecer,
para bregar con la noche y emprender el nuevo día con más penas que gloria.
-“¡Ni modo así lo decidiste!, lo dice tu ingrato hijo “El Tulín”; estas ausencias,
te aseguro, la abuela las resiente; por mi parte estoy acostumbrado desde
temprana edad a la marginal soledad.

Hemos sido incapaces para estar de acuerdo en otorgar un pequeño descanso


quincenal, para reposar cuerpo y alma de la paciente y del custodio, créeme que
lo necesitamos; pues permanecemos aislados bajo un mismo techo las 24 horas
hace ya más de 500 días en un ambiente insano para el espíritu; sin embargo, en

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 20


Me llamo Octavio

forma prudente (por no ocupar otro adjetivo) ambas partes evitamos las
confrontaciones estériles e inútiles reconciliaciones, que solo redundarían en
odios acumulados con sus respectivas venganzas. ¡Hasta donde hemos llegado
mi fraterno allegado.

Supuesto estoy que habrás notado que en tu “hogar” se encuentran en cada


habitación un presente mío poco costoso pero muy significativo, es más he sido
saqueado de colcha, ropa, alhajas, camas, mobiliario, mantelería y servilleta
finas; hasta muebles y ropa gozan ahora cual prendas propias, no importa tu
hogar es elegante y tienes muchas visitas a quien recibes y atiendes como si
supieran hacerlo.

Si me dices que tu empleo y ocupaciones sociales absorben abundante tiempo,


te creo; pero una llamada telefónica a tu madre anciana y enferma representan
aunque sea en forma simbólica cinco minutos de satisfactoria alegría para ella
(tú bien lo sabes).

Se han olvidado los momentos de dificultades morales y laboras que en el


pasado afrontamos todos, meses en los que nosotros tu madre y hermano
prestamos algo de ayuda y cooperamos con los poco bienes que se poseían y
con las muchos mejores deseos que se tenían; lo volveríamos hacer dado el
caso.

En estos momentos sobrellevas al igual que nosotros padecimientos molestos


que por indolencia, desidia o ignorancia se asientan en tu persona y espíritu;
quizá sea por eso lo poco importante que representa la situación actual en la
cual transitamos tu madre y yo; cada momento aumenta la dificultad para
custodiar, a veces resulta humanamente imposible el cuidado de nuestra madre;
no bastan el Misericordioso restaura el agobio y de la nada saca fuerzas de
flaqueza y pan de la piedra.

Literalmente nos encontramos (madre e hijo) arraigados, llenado las huecas


horas con hondonadas de dolores, la ausencias con soledades y los imaginarios
sonidos con mudos rumores.

Cuidando cada instante las sombras de lo inevitable, resistiendo con estoica


prudencia discordante daños corporales, emocionales y económicos, se ha
tenido que recurrir al voluntario préstamo a lo fiado, dejando atrás vanidad
mundana al acabarse el recurso asignado y requerir de algunos insumos
necesarios.

Diversión sólo se conoce en las noticias diarias pasadas por la radio y alguna
serie televisiva que nunca termina de verse por dominar el agobio diario.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 21


Me llamo Octavio

Ya en la casa no se escucha alegre música, ya no se siente el animado ambiente,


ahora lo perceptible es la decadente esperanza del nuevo día y la tristeza del
atardecer con inquietas noches y nocivos sueños.

Deseo tenderme varios días en el solaz del mar, deseo una un pleno comer en
santa paz, un dormir conforme y la soberana libertad del holgar.

Por fortuna cuento con atención medica y medicinas de los servicios sociales,
que con todos sus avatares me permiten no erogar en ellos; sin embargo,
muchas veces he sido hospitalizado sin que ustedes se enterasen y sin más
compañía que la soledad ajena,

Hasta ahora he salido adelante y todavía me doy el tiempo de contarle al doctor


Noel mis cuitas, él conoce mis desventuras, parece ser que quiere relatarlas en
un libro que ahora escribe, le he dado mi autorización, con la esperanza de no
ofenderlos, con la anhelo que se conozca el daño colateral causado, no por
ustedes sino tal vez por la misma enfermedad de Alzheimer.

Doy gracias al Padre Dios quien día a día me despierta con cierta fuerza,
marcada paciencia y sabia prudencia; asimismo en las noches de desvelo me
arropa con su infinito amor y me permite considerar la situación impuesta no
como una penosa carga sino como una misión insuperable que anima a
proseguir el día siguiente y proseguir las rutinarias tareas.

No es, no ha sido, ni será cómoda la encomienda, comprendo que tú también


tendrás tus propias dificultades, conozco a tu familia, exigen demasiado, poseen
ingénita indolencia, permanecen impasibles ante cualquier circunstancia, así
está conformada su primitiva casta.

Al parecer ya sufriste el mimetismo de su frígida compañía, ahora solo se


preocupan por evitar envejecer en un falso vestir de oropel, en compañía de
amistades de dudosa procedencia y obsesionados por el dinero y la riqueza bajo
la ávida premisa de vivir para trabajar y no trabajar para vivir.

Sin embargo, ese es su rústico pensar y zafio proceder que no se puede dejar y
que se hace patente por siempre. Sé que invariablemente representare el
pariente incómodo y la abuela, la suegra similar, ahora también sé el motivo
que nos mantiene en reclusa total, marginados, arrumbados cual muebles viejos,
en espera sólo del fatal desenlace.

Sólo te pido por última ocasión asiduidad en tus visitas, duración mayor de las
mismas, así como el apoyo económico hasta que dure la quejosa punición
llamada sevicia, después ya nada importa.

Alguna vez ambos estuvimos instalados en el mismo vientre materno, ahora


parecemos extraños habitantes de un regazo hostil que nos alejó; ni modo, tu
terapia gestalt y tu montaraz mitad te han domesticado, siempre se impuso la

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 22


Me llamo Octavio

ladina tozudez al juicioso intelecto; ahora tus renovados ímpetus te exigen


aparentar madurez de espíritu y aparente don de mando, cómo te engañas y no
ves tu realidad circundante en la que campean la simulación y la engañosa
certidumbre de una filosofía tan extraña que pretende rescatar en tu vejez la
juventud no gozada para convertirte en un gracioso boy scout añejo, burla de
propios y extraños.

Y qué decir de la silvestre Marilú (totalmente palacio), pretensa modelo de la


cultura y pueblerina elegancia, con todas sus limitaciones físicas y educativas.

Pero ya pararé de ironizar las verdades que saltan a la vista, así descargo mi
perenne encono, que en mi aislamiento forzado ha crecido hasta la obsesión por
instrumentar una precisa revancha que seguramente pronto podrán constatar.

¡Ustedes sólo ustedes nos tienen en este estado de degradación física y moral,
ustedes sólo ustedes tendrán su merecido sanción!

Es jueves, disfruta tu social partida de dominó, charla de cosas mondas y


triviales que te vuelven impotente y mediocre al sentir en carne propia la
perpetua frigidez y soledad de tu simulada compañía compartida.

Tenía que hablar, vociferar, pues aunque en tu casa según tu cónyuge no se


dicen groserías, en ella las fraguan.

¡Dios te cuide, te perdone y te haga reflexionar, aunque quizá ya sea demasiado


tarde para ello!

Tu hermano Octavio.

PD. La familia no se escoge, para bien o para mal se nace con ella, y a veces
parece ser tu acérrima enemiga; en cambio a los amigos los seleccionas y en
algunos casos las reales amistades. ¡Gracias! Olga, Humberto, Carlo y Faby
(familia Cristiana) cuya presencia y apoyo siempre ha estado presentes en
forma incondicional y se obsequiaron en momentos difíciles.

¡Guadalupe! Los años felices terminaron cuando decidiste, cuando me


expresaste que en tu casa la abuelita no tenía cabida, que habían (mejor dicho
habías) decidido asilarla.

¡Dios te bendiga! Reclutada y rústica pariente.

Retoma Noel la narración...

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 23


Me llamo Octavio

- “La anterior misiva nos da una clara noción acerca del proceso por el cual el
custodio, quien al principio aceptaba el cargo con ductilidad y temple, al
transcurrir el tiempo (variable para cada caso) progresivamente presentó
cambios de conducta y comportamiento.

La responsabilidad absoluta, el confinamiento impuesto; así como la escasa


participación y la indolencia de la familia en cuidado y apoyo, tornaron
confianza en recelo, seguridad en incertidumbre, afecto en animosidad y el
cariño en aversión; la consecuencia previsible será la acción de un insano
resarcimiento.

Por fortuna, al cuidador autor de la carta se le recomendó la asistencia de un


especialista, tomó una breve vacación y renovado reanudó su cargo; aunque...

Las certidumbres.

El evidente impacto intrafamiliar provocado por el Alzheimer es un hecho


incontrovertible y la mayormente agobiante, acerbo y cismático.

Al interior de la hasta entonces “familia feliz” la presencia de la enfermedad, la


inesperada circunstancia de vivir y convivir con el paciente encarna un estado
de sitio amenazador, vergonzante y adverso para sus proyectos de vida a futuro.

Enfermedad de extenso impacto por sus efectos, consecuencias y complejidades


que sin lugar a dudas afectan a la trama familiar en actitudes de forma como los
afectos, la tolerancia y la concordia y en verdades de fondo como la alianza, el
compromiso y la tutela.

Al aparecer la demencia en familia, los integrantes ávidos de posesiones


terrenales presienten la inminente merma en sus abundancias financieras; los
humanitarios, ricos del soplo divino, pobres de acciones, ahora ya no son tan
íntegros.

El temor exhibido ante cualquier padecimiento crónico y progresivo como el


Alzheimer es tangible, concreto y tal vez comprensible, el miedo se establece
en las entrañas familiares; el hogar se nutre de de sufrir; el vivir presente y
futuro se torna receloso, rutinario.

El saber que el padecimiento fatalmente se encamina hacia la gravedad, que día


con día el deterioro mental avanza, desgasta sin remedio y en todo aspecto la
imagen simbólica de la íntegra familia, siempre unida, dudosamente dichosa.

La situación Alzheimer despliega en el ahora y en el mañana, condiciones


inevitables las cuales trasladan al afectado hacia la total dependencia; condición
extrema que los familiares ayer aledaños, ahora se tornan personajes extraños.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 24


Me llamo Octavio

De igual modo, concurre en los familiares sentires, la idea de una posible


sobrevivencia del afectado, perspectiva aterradora debida a la eventualidad de
no ver los resultados de sus esfuerzos, o quizá de presentir que la final
recompensa a todos sus esfuerzos sea el olvido como lo ha sido su persona y
nombre mismo.

Ante todas estas eventualidades el mejor recurso consiste en alentar una


quimérica realidad en donde impere la flexibilidad de criterio, tolerancia y
afabilidad sólo así se podrá fortalecer la endeble “normalidad” para participar
en conjunto en toda actividad que beneficie al ser querido afectado; la
adversidad no debe llevar a la familia a la extrema situación de pesadumbre

La conmoción familiar consecuencia de la adversidad-Alzheimer, requiere de


varias ocasiones de madurez emotiva para reflexionar sobre el hecho mismo del
padecimiento, sus alcances y posibles consecuencias. Estos lapsos de amplia
introversión debe asistirse con paciencia, tolerancia para asimilar y bien actuar
ante tiempos de conflictos y experiencias; bastantes queridos familiares en esta
continuidad de aconteceres se disocian, alejan o escuetamente abandonan el
solo familia, para convertirse en un solo individual por la simple razón de
exclusión voluntaria ante el compromiso de la enfermedad.

Cuando el Alzheimer despunta resulta indispensable un conjunto de


habilidades, destrezas y conocimientos; asimismo desnudar el alma de toda
egolatría y altivez; para luego ataviarla de humildades-compasiones únicamente
mediante estas premisas de fe podemos arraigar en nuestro ser sentimientos
nobles que amoldarán mente, cuerpo y espíritu en la situación emocional
Alzheimer, que en un principio se carecían de aptitudes suficientes para
afrontarla.

El propio padecer, las incesantes demandas de cuidado y atención del ser


querido afectado por la cruel enfermedad forjan en las familias necesarias
uniones o bien instauran nocivas separaciones.

En el primer supuesto al consolidarse una activa integración para resistir “en


equipo” las acometidas de la enfermedad el encargo de cuidador-custodio se
cumple con calidad y calidez; en el mejor de los casos periódicamente (en
promedio seis meses) se alterna y cotidianamente se comparte; por medio de
ésta bien pensada estrategia se evitan situaciones enojosas, malos entendidos y
mejora la armonía intrafamiliar.

En concordia y concurrencia (cooperar para operar) la atención y el cuidado del


paciente Alzheimer vive en situación de dignidad, respeto y complacencia a
todas sus necesidades corporales y espirituales.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 25


Me llamo Octavio

Sin embargo, en la mayoría de casos y hechos, al interior familiar la realidad


sobrepasa las capacidades y el sentir humanitario de los llamados lazos
familiares y como el Alzheimer los transforma en perniciosos nudos de
rencores, olvidos e intolerancias, con el consiguiente maltrato, abandono y
deficiente cuidado del paciente afectado.

Cuidado factible o asistencia a distancia.

Dado el caso, cuando diversos familiares o amigos del afectado por el


Alzheimer residen o se encuentran en situación de lejanía por diversas
circunstancias, hoy en día existen numerosos medios o vías de comunicación
virtualmente en la mano (se tienen) mediante las cuales nos podemos acercar (si
se quiere) con mayor facilidad al ser querido, lo importante es hacerlo de
inmediato (se puede) de forma habitual, oportuna y continua.

Esto significa el favorable incluirse dentro del espacio del cuidado-atención del
ser querido y aceptar una tutela proactiva a distancia.

Sencillas y precisas son las formas como se colaboración en la protección


integral del paciente Alzheimer, tan fáciles como: enviar todo tipo de instancia
monetaria (si se tiene el recurso) para sufragar los múltiples consumos diarios
requeridos (siempre existe carencias); o el comunicarse con asiduidad para
conocer el estado situacional tanto del paciente como del custodio; remitir con
regularidad una carta, enviar un oportuno mensaje, una postal al paciente son
uno de las muchos escenarios para estar presente aún en la lejanía.

Resulta por demás conveniente y necesario dedicar uno o dos días para
acompañar al paciente mediante una periódica visita en la que el auto alejado
pariente advierta en experiencia propia el contexto en el cual se encuentra el
paciente, en ese lapso de contarse y permanecer, el custodio-cuidador puede
ahora descansar; ya que temporalmente el pariente-visitante se hará cargo del
familiar-Alzheimer; así, con este ejercicio se dará plena cuenta del significado
cuidado-atención de un paciente afectado por un padecimiento crónico.

Durante la estancia de los familiares queridos alejados por la distancia u otras


circunstancias propicia en el paciente sentimientos de compañía y protección,
toda persona diferente o ajena al entorno diario puede ayudar tangiblemente a la
estabilidad emocional del paciente, es evidente que en el lapso de la visita las
conductas problemáticas dejan de serlo por lo menos transitoriamente.

De igual forma, el visitante en su estadía logra a veces entender la situación


Alzheimer en todas sus implicaciones y dificultades agregadas, con ello se
restablece la confianza en el custodio.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 26


Me llamo Octavio

Asimismo, se debe propiciar la comunicación permanente con el médico


tratante, para conocer el estado actual de salud-enfermedad sobrellevado por el
paciente. Para complementar el circuito de información el custodio principal
como sana obligación debe a su vez informar frecuentemente al familiar
ausente y le hará saber cuáles son las necesidades tanto del paciente como las
propias.

Conservar una mejor comunicación, arreglar conflictos y resentimientos (si es


que se existen), constituye el mejor apoyo que pueda aportar el familiar distante
quien así favorecerá una mejor calidad y calidez en el cuidado del paciente; aún
en la ausencia de la lejanía se encontrará siempre presente al lado del paciente.

Encarar la condición familiar-Alzheimer es un proceso


integrador, que debe incluir la confianza, el amor y sobretodo la
unión de todos los integrantes; sin ello, la labor individual y
disgregada de algunos integrantes o solo el cuidador nunca será
de gran beneficio para el paciente...

Capítulo TRES.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 27


Me llamo Octavio

El insidioso inicio,
o ¿Qué le pasa a la abuela?

-“El cuidar a un paciente Alzheimer trasciende


más allá de la mera ayuda, compañía y custodia;
una cabal atención implica cotidiana labor,
vigilancia intensa y asistencia constante; todo ello
dispensado con enorme amor, generosa
comprensión, vasta tolerancia y sublime
paciencia.”-
Teorema Tau,
Noel y Zelev, 1945.

El anecdotario.

En las anteriores consideraciones de cotidiana convivencia, Octavio el hijo


acompañante fue quien primero observó los diferentes signos preliminares, el
nuevo comportamiento y los evidentes cambios anímicos mostrados por la
anciana madre quien debido a su recio carácter, irredento don de mando e
incesante actividad física y mental en otra época ostentados; ahora se negaba a
admitir y sobre todo a confesar sus menguadas capacidades.

La pérdida de memoria, su disminuido potencial para retener sucesos o


circunstancias; así como sus constantes cambios de ánimo, torpezas corporales,
arrebatos de ira no justificados, constante enojo, sentimiento de incapacidad y
moderada depresión fueron los indicios precursores presentados por la
paciente .Alzheimer; alteraciones que primero se manifestaron en forma
esporádica;, para más tarde perpetuarse incesantes.

Justo, en los días previos a cualquiera celebración familiar ya fueran:


onomásticos, cumpleaños, Nochebuenas o bienvenidas de nuevo año; la abuela
daba la nota gracias a cualquier enfado o desavenencia suscitados por ella; con
ello necesariamente siempre hacia advertir su existencia, presencia y jerarquía;
entonces, se le brindaba mayor atención, tolerancia y mimos, sólo mediante esta
argucia las reuniones volvían finalmente a la “normalidad”.

Como consecuencia de estos evidentes avatares, las celebraciones familiares se


tornaron distantes, con diversas ausencias; fueron entonces, una problemática
unión familiar debido a la inevitable convidada de piedra, incómoda
“aguafiestas” o asistente relegada en dichos agasajos.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 28


Me llamo Octavio

Anita, como la generalidad de las mujeres longevas un mal día sufrió la fractura
del antebrazo izquierdo, atribuible a un traspié ocasionado por su defectuosa
marcha en ese tiempo evidente y agravada.

Algunas semanas después, precisamente luego de asistir a la emotiva ceremonia


de renovación matrimonial de uno de sus hijos, en una tal vez premeditada
caída tuvo a bien fracturarse el fémur derecho, con la consabida operación
quirúrgica e instalación de prótesis.

Como resultado del accidente toda solicitud y atención giró alrededor de la


añosa aquejada; la familia decidió dejar a custodia, cargo y cuidados
“temporales” a Octavio el hermano mayor; médico jubilado y dejado (al decir
de él).

Eral el hijo primogénito indicado para tal efecto, pues además de su gozosa
soltería, residía en la generosa ciudad de Cuernavaca, excelentes “cualidades”
para tal efecto; así fue designado como candidato natural para ocupar el oficio
de guardián en turno.

¡Cargo aceptado, fardo cargado!, Octavio nunca pensó que con el tiempo
significaría un gravoso deber el cual había de cumplirse en arraigo asilado, cual
consagrada misión impuesta.
Como se esperaba el postoperatorio inmediato de la anciana resultó tardo y
agotador, pues acostumbrada a impartir órdenes, asignar tareas; ahora, se
oponía a aceptarlas.

Cuando en el pasado anterior se valía por sí misma, en el presente tiempo era


necesario auxiliarla aún para actividades primarias como el aseo personal,
vestirse, comer o deambular; por lo tanto, la rehabilitación pasó a ser una
condición agobiante.

La inevitable dictadura del tiempo, además de las severas sesiones terapéuticas


fueron los factores determinantes para que ambos (cuidador y paciente)
abandonaran la acrobacia rehabilitante en aras de una mejor convivencia, con la
consiguiente limitación y dificultad para deambular de la quejosa enferma.

Hastío, pertinaz enfado, perpetua queja y diez veces diez obligaciones


cotidianas fueron las habituales devociones dispensadas al tácito asistente por la
doliente afectada; finalmente el uno y el otro paladearon a la sevicia como
secuela inmediata y dominante del Alzheimer.

Crueldad para la anciana, quien vivía dentro de un propio y caótico limbo, sitio
donde la confusión es constante idioma y la mente se inserta en el complejo
rompecabezas representado por el Alzheimer.

Anunciada consecuencia fue cuando el cuidador se tornó codependiente,


circunstancia sellada por una cruz particular plena de enfermedades derivadas

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 29


Me llamo Octavio

del estrés acumulado, el encierro y el sentimiento de impotencia ante el


deterioro irreversible y progresivo de una mente completamente lúcida y de un
organismo aparentemente sano; inhumana circunstancia que en estas
condiciones le impedían sobrellevar con ánimo e ímpetu tanto la propia como la
ajena dolencia.

Mientras tanto, la actitud de la paciente gradualmente pasó del enojo perpetuo a


la frágil amargura, para decididamente instalarse en acerba depresión anímica
con su séquito doloroso determinado por un marcado retraimiento,
incomunicación, crisis de llanto, prolongados períodos de vacío interno y
profunda postración de espíritu.

Varias semanas, meses y años transcurrieron bajo el imperio de estos vaivenes


mutuamente convividos por paciente y custodio; bajo faenas agotadoras en
espera del notificado futuro; en un constante subir y bajar anímico, cual cruel
montaña rusa.

La ya nonagenaria enferma superó al cambio de siglo, ella al igual que el


planeta tierra consecutivamente cumplía y cumplía años de longevidad;
también, el trastorno mental se expresaba mediante oscilaciones mentales que
iban de la ansiedad a la depresión, de la aparente calma a la repentina turbación,
del pacífico dormitar al agitado insomnio, acompañados del lamento constante
debido a un dolor ficticio localizado en la prótesis instalada.

Doña Anita se irritaba por no poder valerse por sí misma; le molestaba tanto el
esmero en su atención, como la supuesta desatención; el frío, el calor, el aire, la
luz, la oscuridad, la plática, el silencio, la compañía la soledad y el manipulado
dolor fantasma y cotidiano para el cual no había medicina ni remedio alguno
que lo calmara,

Dicha condición llevó a internar a la cuidada abuela en una clínica


especializada en dolor; en donde Octavio atestiguó durante una aparente crisis
de dolencia intensa presentada por la anciana que fue suprimida con una simple
inyección de agua bidestilada.
El custodio antes de convocar a la pequeña familia a una reunión emergente,
con gran certeza reflexionaba y escribía tan inicuas frases escuchadas como una
letanía por siempre repetida en esos peculiares años de custodio impuesto.

-“Dios te lo pague...
-“Te estás ganando el cielo cuñado...
-“Se te ofrece algo...
-“Se me olvidó lo que me encargaste, dentro de un mes te lo traigo...
-“Cuídate, te ves desmejorado...
-“Ni modo, hay que aguantar vara...
-“Tengo mucho trabajo, nos vemos pronto, sino
me van a correr...
- “Ayer me enfermé y no podré visitar a la abuela

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 30


Me llamo Octavio

hasta el siguiente mes…


-“Posiblemente iré a visitarlos el viernes o el
sábado…
-“Échale ganas…
-“No tienes derecho a enfermarte...
-“El viernes es la boda de Tulín, tu sobrino, aquí te
dejo la invitación ¡Ojalá! puedan ir...

En el anunciado congreso familiar, Octavio advirtió la urgente necesidad para


proceder a una mejor atención, consulta y diagnóstico de la enfermedad sufrida
por la abuela.; con evidente renuencia aceptaron, pues al dar este paso
implicaba costos, inconvenientes y responsabilidades las cuales solo unos pocos
por no decir nadie, estaban dispuestos a contraer.

A pesar de que la abuela contaba con los servicios de seguridad social; también
era bien sabido sobre la deficiente calidad en la atención imperante en los
mismos; además el traslado, espera y la ineficiencia de la atención medica y el
reducido cuadro básico de medicamentos fueron las irrefutables condiciones
para no acudir a la consulta proporcionada por alguno de ellos.

Finalmente tras largas horas de discusión optaron por primero consultar al


doctor Noel, perdurable amistad de la familia, médico de todas sus confianzas;
después de saber su opinión volverían a fijar el trayectoria a seguir.

Pues bien, el amigo médico Noel fue quien inició el arduo camino de examinar,
diagnosticar y hacerse cargo de Anita la paciente amiga; al concluir de
examinar a la afectada, para ello solicitó conversar con todos los
simuladamente angustiados familiares con el fin de explicarles su opinión sobre
el actual estado de salud ahora quebrantado de la senil matrona. Octavio, como
médico ya intuía la etiqueta del mal que aquejaba a su madre; sin embargo,
debería acatar el dictamen de otros médicos especializados en estas
enfermedades.

Así, el doctor Noel con gran prudencia explicó lo siguiente: - “Doña Anita que
ahora cuenta con 89 años de edad, desde hace varios meses empezó a
manifestar diversos signos y síntomas correspondientes a algún tipo de mal
funcionamiento cerebral; es decir, ella ha empezado a mostrar, aunque la
expresión se escuche violenta un tipo de demencia o trastorno mental,
probablemente exacerbada o causada por su avanzada edad.

Demencia es un término médico (del latín dementia) el cual se asigna a una


condición de perturbación mental caracterizada por una serie de signos (lo que
se ve) y síntomas (lo que se siente) manifestados por una disfunción de algunas
facultades del razonamiento como perdida grave de la memoria, confusión y
modificaciones de la conducta personal; existen diversos padecimientos
productores o asociados con la demencia, incluyendo a la enfermedad de
Alzheimer;

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 31


Me llamo Octavio

Como la “abue” ha comenzado a mostrar varias señales de un mal


funcionamiento mental resulta necesario efectuar diversos estudios psicológico,
exámenes de laboratorio y otras opiniones para reforzar un buen diagnóstico y
así tomar las medidas pertinentes lo más rápido posible.

En este momento resulta imposible señalar el tipo de demencia que Anita tiene
y sobretodo instalar cualquier tipo de medicación, por lo pronto les sugiero
consultar con la Dra. Lily Xóchitl Oaxaca, excelente neuróloga del Instituto
Social del Trabajador, ahora mismo la llamo para obtener una cita en su
consultorio particular...

Las certidumbres.

Demencia.

La demencia no es un padecimiento por sí mismo, sino una expresión de


diversos síntomas (lo que se siente) y signos (lo que se manifiesta); este
síndrome es notorio en las capacidades mentales cognitivas (de la cognición)
las cuales se afectan en detrimento de la percepción, intuición, comunicación,
juicio, memoria, afectividad y en la conducta acostumbrada; representa el
resultado de anormalidades ocurridas en ciertos procesos mentales, no es la
consecuencia de la edad.

La Academia Americana de Neurología emite la siguiente propuesta:


- “Una gran variedad de padecimientos conllevan una serie de anomalías,
disfunciones o daños en las diversas funciones cerebrales, principalmente en el
raciocinio, entre ellos se encuentran: padecimientos del metabolismo (hipo e
hipertiroidismo), aporte deficiente de vitamina B-12, enfermedades del hígado,
neurosis, hidrocefalia, vasculitis cerebral, neurosífilis, VIH/Sida, embolia
cerebral y apoplejía (hemorragia cerebral)”-.

La demencia encarna para el facultativo un desafío complejo y en algunos casos


insoluble en su diagnosis; para el especialista establecer la variabilidad entre los
distintos prototipos de demencia representa un arduo recorrido de
procedimientos clínicos a seguir; en forma empírica, la demencia se puede
clasificar en: Degenerativa, irreversible o progresiva, expansiva y
eventualmente reversibles o no progresivas

Demencias irreversibles o progresivas.

Son el tipo de insanias que hoy nos preocupa y ocupa sobretodo porque su
similitud a la asociada con la del tipo Alzheimer en muchas ocasiones dificulta

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 32


Me llamo Octavio

su exacto diagnóstico y por ende su eficaz atención y procedimiento


terapéutico.

La enfermedad de Alzheimer (EA) como demencia irreversible.

Es una demencia crónica e irreversible causada por un daño orgánico


desconocido genético y/o ambiental.

El neuropatólogo alemán Alöis Alzheimer en 1907 puntualizó diversos


descubrimientos localizados en el cerebro de una paciente de 51 años de edad
quien cursó con un cuadro clínico de deterioro cognitivo, alucinaciones y
delirios.

Los daños descubiertos en dicho cerebro fueron, una contracción y mengua del
peso, atrofia de la corteza y presencia de láminas y aglomeraciones en las
fibras y células; asimismo, encontró la presencia de una sustancia amiloidea
alrededor de los vasos sanguíneos de la zona cerebral afectada.

Esta variedad de demencia representa el 60% de todas las demencias en el


continente americano, 58% en el europeo; comúnmente se presenta en personas
con edades mayores a 60 años (20%), de y en mayores de 90 años (40%);
predomina en el sexo femenino debido a la mayor esperanza de vida del mismo.

El Alzheimer es calificado por la OMS como uno de los cinco


enormes desafíos sanitarios que para el presente siglo han de
afrontar tanto los países desarrollados como los en vías de
desarrollo, al igual que el VIH/Sida, el Cáncer (en todas sus
modalidades), la Diabetes mellitus (Tipo I y II) y la Hipertensión
Arterial; así como los Trastornos de la Nutrición (Obesidad,
Desnutrición, Bulimina y Anorexia Nerviosa).

Capítulo CUATRO.

Conjeturas diagnósticas,
o soberbia "mea culpa".

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 33


Me llamo Octavio

-“Todo profesionista quien se revista con


fatuo prestigio y vana soberbia, debe saber
que la perceptible imagen de este proceder
siempre refleja con gran justeza y claridad
el genuino origen de su ser; así
como, su verdadera condición humana y
rústica heredad”-

Teorema 555, Noel y Zelev (1996).

El anecdotario (primera parte).

Relata el médico Noel:

-“El incontrolable curso de la enfermedad de doña Anita trastocó la actividad


familiar y marcó un conveniente alto para atender las llamadas “chocheras” de
la “abue” o “achaques” propios de su envejecer; que por supuesto, aún con el
paso de los años, todos nos consideramos inmunes de padecer cualquiera de
estos malestares.

A propósito del declinar, debemos establecer un breve paréntesis para discernir


sobre ciertas consideraciones que a veces pasamos por alto, no recordamos o
pretendemos ignorarlas.

Si se considera el desgaste continuo y el deterioro constante soportado por


nuestro organismo través de todos los años vividos; así como, el tenaz uso,
abuso y descuido profesado a nuestro cuerpo, no tendría nada de extraño la
aparición de todas las vicisitudes físicas y mentales manifestadas al arribar el
envejecimiento.

Cuando sufrimos en carne propia los padecimientos de la vida adulta o de la


vejez, en forma sumisa solo expresamos: -“¡Dios así lo quiere!, y nos tomamos
diversas pastillas de “no me importa”, retamos a cualquier enfermedad y
cuando nos preguntan cómo te sientes, casi siempre mentimos.

Y expresamos: ¡Muy bien!, la semana pasada me hice unos exámenes de


laboratorio y salieron normalísimos; es más una enfermera me tomó la presión
y me dijo que tengo las cifras de un joven de veinte años; a bastantes personas
que me han referido lo anterior, las deje de ver y ahora las visito en el
camposanto.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 34


Me llamo Octavio

Una juiciosa minoría periódicamente consultan a su médico, se practican


multidetección (“check up”) rutinarias y adoptan un estilo de vida de acuerdo a
la edad sufrida, no a la que dicen representar.

Cuando arriban las enfermedades se ha de recordar nuestro anterior estilo de


vida, al no cultivar las elementales normas de higiene, alimentación, ejercicio
físico y medidas preventivas generales; elementos proactivos en la eficaz
prevención de diversas enfermedades llamadas crónico degenerativas.

No obstante, resulta frecuente y es grande el asombro causado cuando nuestras


carnes y articulaciones ya no poseen su antaña elasticidad; así también cuando
observamos que el porte y vigor personal se encuentran en un horizonte
descendente; o cuando nuestro cuerpo se cansa con mayor frecuencia al menor
esfuerzo y la mente se vuelve menos ágil; inconvenientes comunes con los
cuales repentinamente tropezamos al avanzar el almanaque-edad con todo su
elenco de malestares o efusivas señales de preenvejecimiento.
.
Estos eventos nos atrapan en un total desgobierno e indefensión y aunque
dichos procesos se generan gradualmente en años anteriores, es común que su
aparición sobrevenga literalmente de la noche a la mañana; súbitamente.

Cierto es que el vivir representa un recorrido cuyo inicio es la procreación y se


concluye con la defunción; mientras que la vejez es sólo una etapa evolutiva del
ser.

Estrictamente, al proceso de envejecer se le designa como senescencia o


senectud; término que para algunos Geriatras se debe distinguir de la condición
denominada senilidad.

Mientras que la senilidad se refiere a los cambios anormales, degenerativos o


patológicos relacionados con el proceso del envejecer; la senectud abarca sólo
las variaciones frecuentes que indefectiblemente sobrevienen con la edad en el
organismo humano.

La vejez es sólo un hecho, la senilidad es todo un conflicto.

Pues bien, fue Noel quien inició el arduo camino de interrogar, examinar,
diagnosticar. medicar y tratar a la paciente amiga doña Anita, quien por lo
demás no dejaba de exhibir su pericia para llamar la atención con un diestro
manejo de su “dolor de prótesis”, cuyas molestias día con día decía padecer.

Como la “abue” había ya mostrado varias señales de un impropio o deficiente


funcionamiento mental resultaba necesario efectuarle una serie de estudios
psicológicos, exámenes de laboratorio y considerar otras opiniones con el fin de
confirmar un buen diagnóstico y así tomar las medidas pertinentes para
instaurar un adecuado tratamiento y control subsiguiente.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 35


Me llamo Octavio

En ese preciso momento resultaba imposible señalar el tipo de mal mental que
Anita padecía y sobretodo establecer cualquier tipo de medicación; por lo
pronto, Noel sugirió contar con una segunda opinión más actualizada, para ello
se pediría una interconsulta con la doctora Lily Xóchitl Oaxaca, excelente
neuróloga quien laboraba en el Instituto Social del Trabajador “Dos de
Noviembre”; con ella se obtuvo una primera cita en su consultorio particular.

Al llegar al gabinete en donde consultaba la antedicha especialista, lo primero


que Octavio observó fue una lujosa recepción, extenso "collage" de diplomas y
escaso número de pacientes.

Las certidumbres (primera sección).

Mientras Octavio y su anciana madre esperaban turno de consulta, él tomó del


revistero un documento, el que informaba lo siguiente:

- “Sobre la Enfermedad de Alzheimer la Academia Americana de Neurología


existen varias y distintas las enfermedades que pueden conducir a un deficiente
desempeño del razonamiento: la depresión puede causar también síntomas de
demencia en gente mayor…

-”Padecimientos como: VIH/Sida, neurosífilis, vasculitis cerebral,


hipotiroidismo, hidrocefalia, embolia cerebral o condiciones perniciosas como
un aporte bajo de vitamina B12; de igual modo las adiciones y alcoholismo
pueden también producir demencia…

-“Según el Centro de Recomendación y Educación de la Enfermedad de


Alzheimer (ADEAR), la diagnosis exacta del Alzheimer sólo es verificada al
descartar todas las causas o padecimientos anteriormente referidos...

-“Para tal fin son indispensables exámenes de laboratorio específicos y


valoraciones psicológicas realizados en centros especializados; sólo entonces,
se puede emitir un diagnóstico correcto hasta en un 90% de certeza…

Dicha institución igualmente nos refiere las técnicas recomendadas para poder
diagnosticar con mayor grado de posibilidad la Enfermedad Alzheimer:

Una correcta elaboración de una Historia Clínica individual, en la cual se vierta


toda información posible sobre la salud actual de la persona afectada; así como,

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 36


Me llamo Octavio

cualquier problema médico pasado, dificultad o trastorno manifestado en sus


actividades diarias.

Las pruebas neurológicas evalúan funciones de memoria, resolución de


problemas, grado de atención, solución de sencillas operaciones aritméticas; así
como, el lenguaje utilizado durante la entrevista.

La exploración del cerebro por medio de los rayos equis, electroencefalograma,


(EEG), imagenología cerebral, tomografía axial computarizada (TAC),
tomografía por emisión de electrones (TEE), resonancia magnética nuclear
(RMN), imagen de resonancia magnética (IRM) y tomografía de emisión de
positrones (TEP) permiten al médico obtener una clara visualización del
cerebro para así conocer las supuestas anomalías manifiestas o encubiertas.

Ante la viable irrupción de una demencia se deben examinar en forma acuciosa


y metódica distintas zonas cerebrales factiblemente afectadas del conocer,
razonar y discernir personal como son memoria, aprendizaje, lenguaje,
ubicación, capacidad de reflexión y habilidad en actividades complejas.

Para ello, el equipo que atiende a un paciente con EA ha de contar con


diferentes estudios o “test” psicológicos, que en forma básica y concisa ofrecen
al facultativo un útil instrumento para obtener un diagnóstico más preciso.

Al mismo tiempo, se deben realizar algunos exámenes psicométricos, con este


conjunto de procedimientos se obtiene mayor garantía en el diagnóstico; aunque
nunca se podrá precisar una declaración definitiva, esta sólo se puede confirmar
con certeza la existencia de Alzheimer mediante una biopsia cerebral o una
autopsia.

El anecdotario (segunda entrega).

Precisamente al terminar de leer este párrafo hizo acto de presencia la doctora


Lily Xóchitl Oaxaca, quien enfundada dentro de un nacoropaje pero eso si
totalmente Palhacio, se dirigió cual diva consagrada a su cubículo de consulta:
minutos más tarde la recepcionista les instó a pasar al interior del sacrosanto
gabinete.

De antemano se estableció una severa antipatía entre la reputada doctora y el


modesto médico, quien ante la grande prepotencia permaneció en un prudente
segundo plano y exclusivamente se limitó a observar los desplantes escénicos
de la facultativa en su protagónica forma de consultar a la paciente.

La galena Lily Xóchitl examinó presurosa a doña Anita y en breves minutos,


moderno lugar y desde luego oneroso pago, externó:

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 37


Me llamo Octavio

-“La señora sólo padece una común demencia senil”.

Por supuesto, la anciana nunca comprendió el veredicto y perpleja sólo se


redujo a prestar atención, con la seguridad que después su hijo le aclararía y
explicaría la breve pero ininteligible terminología empleada por la médica;
Octavio con extrema prudencia, se atrevió a sugerirle a la galena efectuar
algunos estudios más extensos con el fin de descartar la Enfermedad de
Alzheimer.

Molesta, la especialista consultante, sin dirigir mirada ni deferencia alguna


(seguro la urbanidad no era hábito acostumbrado); primero preguntó si se tenían
los medios económicos para cubrir el costo de todos los estudios requeridos.

En seguida, les reconvino como si se tratara de un ser supremo infalible, lo que


antes puntualmente Octavio había leído en el folleto señalado: -“El Alzheimer
solo se diagnostica con biopsia o autopsia; pero si usted insiste, como un gran
favor a Marilú, su cuñada, tengo la facultad de internar a su madre en el
Instituto Social del Trabajador para que ahí los médicos residentes a mis
órdenes le practiquen varios estudios, ellos la examinarán y en pocos días me
informaran sus conclusiones diagnósticas; así usted quedará a gusto, mientras
tanto les deseo buenas tardes...

Al día siguiente Octavio refería al amigo Noel el incómodo contexto de la


entrevista; el sabio galeno con más experiencia y prudencia sugirió seguir lo
ordenado por la experta Lily Oaxaca; el amigo Noel personalmente seguiría el
proceso tanto de la salud, como de los estudios que se llevarían al cabo en la
Institución Social propuesta donde finalmente se internó a la zarandeada
paciente.

Exactamente el 10 de mayo (Día de las Madres) doña Anita y familiares


iniciaban el burocrático proceso de ingreso, internamiento e instalación
hospitalaria en el prestigiado Hospital; ahí la paciente en estudio, sufrió y con
calma soportó tediosas e iterativas preguntas, revisiones y observaciones
corporales sin fin, efectuadas por cuanto personaje vestido con bata blanca
(estudiantes, residentes, practicantes) médicos y paramédicos, iniciados
psicólogos; también en dicho nosocomio degustó también la magra e insípida
alimentación, así como la nula prescripción de medicamentos.

Después de siete días, ya sea por cansancio o por cumplir con la cuota de días-
cama en buena hora la doctora Lily Oaxaca al fin se le ocurrió hacer acto de
presencia y nuevamente expresó al espacio virtual: su hipocrática conjetura:
-“La paciente no padece Alzheimer, solo simula dolores y enfermedades; puede
irse de alta.”-

Ahora se iniciaba una serie de conflictos y pérdidas tanto al interior de una


familia supuestamente unida, así como en la salud de la dolorosa paciente; en
ese preciso momento, se deberían reacomodar espacios físicos, capacidades

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 38


Me llamo Octavio

emocionales; así como proporcionar cuidados especiales y sobre todo emplear a


un eficaz cuidador quien procuraría compañía y atención a la afectada, ya que la
familia en su afán por acumular capital, casi todo el día (vivir para trabajar, no
trabajar para vivir) no podía atender a tiempo completo a la anciana supuesta
Alzheimer.

En nuestro medio, para operar la tarea de “cuidador” (no es lo mismo cuidar


que atender) no existen suficientes personas entrenadas, y las pocas más o
menos aptas se encuentran demasiado solicitadas o ya prestan sus servicios con
salarios de profesionistas, por lo tanto onerosos.

Regresando al entorno de nuestra paciente Anita, sus capitalinos familiares


decidieron instalar a la paciente en una habitación de la residencia propiedad de
los esposos Jorge y Marilú; por supuesto con el manifiesto y evidente enfado de
la mencionada consorte, oculto bajo una ladina calma.

El deseo expreso de Marilú era que la anciana fuera recluida en una casa de
reposo (negocio de Lily Xóchitl, la neuróloga) para así deslindarse de todo
cuidado y atención, mediante una considerable suma de dinero se libraría para
siempre de la incómoda pariente.

Octavio quien siempre se opuso a la prisión del asilo, para no ahondar la


evidente diferencia de pensares, optó por el arraigo temporal de la anciana
afectada por el Alzheimer en un cuarto de la residencia capitalina.

En este lugar, con altas y bajas de salud, abreviadas de asistencia y solitarias


por definición; ellos -los capitalinos familiares- esperaban más temprano que
tarde sucediera algo algún incidente adverso.

Todo ello se cumplió y un mal día la anciana sufrió una segunda caída al ras del
suelo con la consiguiente refractura de fémur y consabida intervención
quirúrgica, más compleja y complicada que la primera; ahora se debía cuidar
con más esmero y proporcionar una continua rehabilitación al cuerpo y al
espíritu de la “abue”.

Con el suceso la nuera Marilú literalmente se encontraba en un alterado estado


de ánimo, al borde de un ataque de hormonal histeria, pues en su afán de
evaporar con el asilamiento la presencia de Doña Anita, ahora se veía obligada
no sólo a hospedarla en su dominio particular, sino hasta cooperar en las
menores solicitudes de la enferma discapacitada; lamentaba también la mala
hora cuando entró en conflicto eterno con su cuñado Octavio.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 39


Me llamo Octavio

Del mismo modo, para la anciana aparente Alzheimer la situación se complicó,


pues debido a su recio carácter no había cuidadora alguna quien resistiera
exigencias y prodigara los cuidados requeridos.

En ese aposento se encontraba desvalida y en el solitario espacio de sus propios


conflictos internos al unísono con las avenencias existentes dentro de la familia
alojadora incrementaron un ya existente ambiente hostil ; ante el severo dilema
de convivencia sin superior motivo un inesperado día los familiares capitalinos
decidieron repatriar, cual mueble viejo a la deteriorada anciana en la casa
localizada en Cuernavaca, ciudad y hogar donde residía Octavio; madre e hijo
en un reencuentro inopinado volvieron ser compañeros de vida, pero ahora
convertidos en la perniciosa trilogía Alzheimer-paciente-cuidador.

Las certidumbres (segundo párrafo).

Resulta normal que las personas algunas veces olviden cosas u ocasionalmente
se extravíen, pero los síntomas del Alzheimer son diferentes; el mal, produce
una pérdida súbita no sólo de memoria sino también de un buen número de
procesos relacionados con ella como son razonamiento y juicio.
La realidad ética asevera: -“Actualmente no se conoce una causa específica
causante, predisponente o desencadenante de la Enfermedad de Alzheimer
(EA).

Existen vastas y variadas teorías para tratar de explicar el origen de la


enfermedad; las cuales elementalmente se pueden englobar bajo el rubro de
factores hereditarios, genéticos o ambientales.

El Alzheimer es un complejo enigma, un paradigma de causalidad conformado


por fragmentos heterogéneos, difíciles de vincular y carentes de fundamento
científico sólido para establecer una teoría única.

En resumen, ante la carencia de una hipótesis verdadera, se debe recurrir al


razonamiento multicausal; es decir, supuestamente en la génesis Alzheimer
confluyen distintos factores posiblemente productores, detonantes o
coadyuvantes del Alzheimer; es entonces, cuando se consolida el término
"factor de riesgo".

Entre las eventuales posibilidades o contingentes probabilidades de padecer


Enfermedad de Alzheimer (factores de riesgo) algunos investigadores incluyen:
Edad.
Sexo.
Historia familiar.
Trastornos mentales.
Síndrome de Down.
Senectud.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 40


Me llamo Octavio

Estilo de vida.
Lesiones craneales.
Educación.
Deficiente circulación cerebral.
Factores y contingencias ambientales.
Hipertensión arterial.
Colesterol alto.
Tabaquismo.
Depresión crónica.
Ingesta habitual de residuos nocivos de aluminio.

Se reitera, la enfermedad de Alzheimer se define como:


-“Un padecimiento crónico, degenerativo, gradualmente progresivo,
irreversible lesiona que daña al cerebro en forma definitiva y casi siempre
mortal”-.

Habitualmente se agrupa al Alzheimer en cuatro grandes lapsos: presumible o


preinicial; leve o inicial; intermedio o moderado y grave o terminal.

Las principales características sintomatológicas de la enfermedad que


básicamente marcan la severidad y trascendencia de cada una de las fases
señaladas se designan como indicadores de la cognición; dichos parámetros
corresponden a funciones cerebrales como son el raciocinio (modelo de
discernir), comportamiento (hábito de proceder) y cometido (estilo de vivir)
referentes al proceder diario en las labores esenciales del subsistir.

Dícese, que la muerte en un paciente de Alzheimer se presenta entre los 8 o 10


años ulteriores al diagnóstico inicial, pero existen pacientes quienes incluso
sobreviven muchos años a los familiares cercanos quienes aparentemente se
proclamaban sanos.

Estimado lector, a estas alturas del desafío informático, seguramente usted ya se


encuentra azorado, confundido, escéptico o en franca anarquía de conceptos y
acompañado con una lista abigarrada de síntomas o signos que usted mismo con
un mínimo de criterio puede adaptar, acomodar o integrar en diferente
descripción-concepto; pero, siempre llegará a la misma deducción de confusión
y caos.

Al parecer el Alzheimer es una quimera que también mantiene perplejos a


numerosos médicos, investigadores quienes en un afán de brindar una aparente
ayuda, desorientan el camino y encubren el diagnóstico con tratamientos
supuestamente eficaces; otros galenos (los menos) con una crasa soberbia se
sienten omnipotentes poseedores de la verdad absoluta y emiten juicios o
diagnosis equívocos sin mayor criterio que su personal endiosamiento (¡Saludos
doctora Lily!)

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 41


Me llamo Octavio

Sin embargo, cuando algún lego investiga todo tratado, referencia o protocolo
médico se encuentra invariablemente con reiteraciones, que revelan justamente
un mal tanto de dudas y significativas interrogaciones.

¡Y qué decir!, cuando en la propia familia aparece el temido padecimiento; es


entonces, cuando concurren mil y una preguntas, se inicia el conocido recorrido
de un laberíntico rompecabezas y tratan de enfrentarlo con todo medio
(personal, económico y emocional); algunas familias, acertadamente desde
entones se percatan del cruel proceso e inevitable final, reorganizan sus planes
y modo de vivir para afrontarlo.

Por lo tanto, al analizar el abigarrado conjunto de síntomas y signos, no se


preocupe por algunas artificiales clasificaciones; lo esencial es que usted pueda
identificar una o varias de estas anomalías enunciadas para intentar entenderlas
y resistirlas.

Finalmente cuando la enfermedad se ha establecido acompañada de sus


complicadas fases, el identificar alguna sólo es cuestión de criterio, experiencia
y tiempo. ¡Nada es relativo, todo es metodología extraña!

¡Por favor!, no sea rigorista, trate de adaptarse a los cambios manifestados por
su paciente, anótelos y contrate o sea usted mismo el principal custodio-
cuidador de su ser querido; así como, no existe una causa real, tampoco existe
diagnóstico cierto, terapia eficaz, ni cuidador ideal.

Tampoco prevalece una fórmula señera para determinar la gravedad o magnitud


de los síntomas, los cuales aparecen para no irse jamás, ni jamás se puede
prever su exacta duración; en verdad, resulta complejo entender toda
manifestación de la enfermedad de Alzheimer, pero resulta más complicado
admitirlas.

¡Conjetura diagnóstica, pronóstico reservado! Ambos criterios


equivalen únicamente a una supina ignorancia...

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 42


Me llamo Octavio

Capítulo CINCO.

La inevitable codependencia,
o consagrada custodia.

-“Un verdadero custodio


reconoce de inmediato
cualquier alteración del paciente
a su cuidado; con tan sólo
percibir el semblante de su cara,
entender la expresión corporal e
interpretar su reveladora
mirada, él predice toda angustia,
sentimiento y dolor; esta insólita
habilidad únicamente se logra
mediante una atención intensiva,
sobrada vigilancia, así como el
vasto e irrepetible amor.

Teorema 1010,
Noel y Zelev (1999).

El anecdotario.

-“Me llamo Octavio; soy desde hace once años codependiente del Alzheimer.
por lo tanto:

¡Desde hace algunos ayeres!

Carezco de una particular intimidad, libertad, aspiraciones e intereses


personales; jirones vitales de mi ser.

Prescindo de cualquier diversión, recreo, asueto, ocio, viaje, paseo y de la sana


disposición hacia la salud del cuerpo y el alma.

Solo me es permisible la función de vigilar, proteger y asistir permanentemente


a mi ser querido, paciente Alzheimer...

He descuidado mi propia salud, sin dar cabida a individuales problemas físicos


o anímicos.

Ya no sé expresar tangibles sentires, ni emitir queja alguna al sentirme


abrumado por la carga del impuesto encargo.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 43


Me llamo Octavio

Ya no conozco el gustoso paladeo de una sabrosa comida, dormir sin


sobresaltos, disfrutar lectura sin contratiempos, escuchar con calma mi música
preferida; ni tampoco la magia de contemplar otro entorno diferente.

Me abstengo de la amistosa visita, sana convivencia de cualquier relación


interpersonal o social por percibirme impedido para corresponder a cualquier
amable cortesía o social cortesía.

Me han despojado de la libertad debido al arraigo impuesto y sostenido; sobre


todo el imposibilidad para proseguir un proyecto de vida personal ahora
truncado al asistir en un maquinal continuo a mi paciente Alzheimer.

Me encuentro privado de los elementales derechos individuales de una


humanitaria ayuda, en esta labor no remunerada.

¡Hoy!:

Tengo que despertar e incorporarme con ánimo resuelto y tenaz convicción para
combatir todo obstáculo, aunque mi cuerpo y mi espíritu se descubran en
realidades adversas.

Tengo que atender con gran constancia a toda necesidad, deseo, antojo o
exigencia del paciente a quien cuido, custodio y protejo.

Tengo que ser guía y acompañante en la rutina cotidiana de mi paciente como


son el efectuar su aseo, prodigar cuidados, administrar comida y medicamentos;
así como ayudarla en la práctica de ejercicios o actividades de entretenimiento,
labores que ayudarán a mí ser querido en el sobrevivir y sobrellevar su dolorosa
enfermedad.

¡Este día!

Como muchos otros:

Oiré paciente todos sus lamentos, quejas, ayes y dolores que desde hace muchos
años diariamente soportamos en la soledad de nuestro destierro.

Observaré hora tras hora con gran tristeza como su halo de vivir se extingue, la
lucidez de su pensar se apaga, el deterioro de su cuerpo se acentúa y la inicua
parca asoma.

Respiraré con tolerancia aromas de angustia, olores de agonía, bálsamos de


sufrir y toda peculiar esencia compañera de la enfermedad.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 44


Me llamo Octavio

Probaré resignado toda clausura, renuncia, retiro y el sentido alejarse de la


familia, amigos o personas que antes se decían profesar estima.

Palparé indiferente el polvo del abandono, la perenne costra del sufrir, el hollín
del decaer, la materia del ser y la sin substancia del no ser.

En fin, este día percibiré con todos mis sentidos, sensaciones y emociones el
cruel encono del Alzheimer.

¡En la alborada que asoma!

Recomenzaré un nuevo ciclo perverso de padecer, un nuevo día de agonizar,


hasta llegar al atardecer-anochecer con eterno cansancio y pena propia.

Me engalanaré con el ropaje del paciente Job y trataré de permanecer durante


toda la jornada como la incorpórea presencia de un espíritu guardián.

En la insomne noche:

He de repensar en lo imposible, cubriré con olvidos las brechas del


resentimiento, me recrearé con lo agradable y replantearé la realidad siguiente.

¡Y mañana!

Mañana será un día más, o mejor dicho un día menos; mientras tanto,
únicamente me queda recibir condolencia, compasión y piedad ajena.

Las certidumbres.

Cuidar a un ser querido atacado por la enfermedad de Alzheimer implica:

Conservar íntegramente a su persona.


Ser generoso.
Proceder sin desaliento ante el obstáculo extenuante.
Servir sin medida alguna.
Trabajar sin descanso.
Y, a no recibir más recompensa que el saber cumplir con la voluntad del
Todopoderoso.

Cuidar o custodiar; además supone vigilar, aliviar, velar, mimar, asistir, respetar
y ciento dos palabras plenas de convicción y amor.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 45


Me llamo Octavio

El perfil primordial para ejercer la función de cuidador-custodio como sistema


debe revestirse con varias y diferentes capacidades, como:

Resistencia a la continua y alta presión del oficio.


Afable firmeza ante cualquier obstinación o inconsecuencia del paciente.
Responsabilidad y experiencia.
Aptitud y actitud congruentes.
Preparación y destreza.
Ilimitada paciencia y tolerancia.

Ante la aparición de esta inédita condición Alzheimer la rutina familiar


forzosamente se altera, desconocidos eventos e inexperiencia modifican toda
actividad habitual y casi siempre se precisa para el ser querido la presencia y
auxilio de un acompañante, cuidador o custodio.

Al afrontar el cuidado de un afectado Alzheimer la familia se encuentra ante la


disyuntiva siguiente: ¡Atención de calidad o cuidador improvisado!

La primera opción, aunque no la más fácil, ni la más sencilla consiste en buscar


y encontrar un cuidador pagado, ajeno al núcleo familiar, trabajador con horario
y turno fijo; es decir, solicitar una persona necesitada de trabajo que acompañe,
cuide, acompañe; administre medicamentos, bebidas o comidas indicados y se
encuentre preparado para resolver cualquier eventualidad dentro de un plan
previamente establecido y mutuamente acordado.

Es entonces, cuando se piensa en sacrificar la opción barata y empírica por el


empleo de un profesional eficaz que cumpla con las expectativas reales de
custodio, cuidador, enfermero, confidente y mayordomo; además de estar
calificado en su trabajo debe tener experiencia y demostrar eficiencia en su
labor; existen pocos empleados provistos con estas aptitudes y actitudes, de
seguro los hay, pero ellos ya se encuentran contratados por largo plazo y con
excelente paga profesional; por ende, es difícil convencerlos de optar por otro
acuerdo mejorado.

Como consecuencia y por lo común la familia con emergencia Alzheimer opta


por designar a un integrante de la misma; en esas circunstancias es fácil rehuir
toda obligación y con un simple decidir (impositivo y rotundo) se designa a un
cándido familiar cercano: hijo (a), hermano(a), o esposo (a). como obligado
cuidador

Con fácil resolver, se deslindan de compromisos, contrariedades y


responsabilidades al encomendar en una precisa persona la multiplicidad de
tareas; el familiar designado (en automático) conmuta su rol de incómodo o
relegado pariente y pasa a ser oportuno sirviente-cuidador.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 46


Me llamo Octavio

El custodio nombrado dentro de un consenso pleno de premeditación, alevosía


y ventaja; muchas veces acepta el cargo (o carga). obligado por un ficticio
espíritu de sacrificio, o en demanda de un indulto por pasadas faltas y redención
de culpas; con la honrosa salvedad que también debemos reconocer la
existencia de contadas excepciones las cuales confirman las tangibles actitudes
anteriormente descritas.

Las familias que no cuentan con suficientes recursos económicos, se encuentran


conformadas por escasos integrantes o tienen varios componentes con
semejante condición de crónica enfermedad; ¿Cómo resolverán? el conflicto
que implica el padecimiento Alzheimer, además del gasto que implica ya no
digamos el disponer de eficaces cuidadores, sino también el costo de numerosas
consultas médicas, medicamentos y materiales empleados en el especial
cuidado del paciente

Desde el principio y a medida que el Alzheimer avanza el custodio personal


necesariamente debe ser ayudado por los diversos miembros de la familia,
mismos que han de compartir cuidados, acciones y atenciones ya sea en forma
periódica o permanente pero necesariamente alterna; sólo mediante la estrategia
planeada se evitan imprecisiones, indolencias, ausencias e ineludibles
compromisos; así como, rutinarios enojos, posteriores reclamos, insalvables
rencores y arrepentir o culpa eternas.

Los amigos o familiares cercanos que ayudan o acompañar al afectado en forma


generosa y transitoria son nombrados custodios o cuidadores temporales,
informales o voluntarios; mientras que los ayudantes remunerados para prestar
servicios de custodia con horarios y funciones fijas son llamados cuidadores
pagados o formales.

En nuestro país, comúnmente el perfil de un custodio personal Alzheimer lo


encarna una mujer, ya sea la esposa o hija del enfermo, con edad superior a los
40 años, escasa o nula información y mínima referencia acerca del
padecimiento y quien sostiene además sus propias obligaciones familiares y/o
laborales.

El oficio de cuidador principal o personal al transcurrir un determinado período


de tiempo (promedio 6 meses) inevitablemente provoca un alto nivel de
desgaste corporal y mental; así como, un franco deterioro en su propia situación
anímica, económica y social.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 47


Me llamo Octavio

Indicios que avisan sobre la aparición del síndrome denominado “burn-out” o


desgaste del custodio.

Se obsesiona por cuidado del paciente, lo atiende 24 horas al día, siete días a
la semana, mes a mes, año tras año; y no admite ayuda ajena.

Experimenta pesimismo, inquietud o franca depresión.

Solloza con frecuencia, llora sin causa aparente y con facilidad.

Se desespera fácilmente.

Aplaza u omite la ingesta de alimentos y manifiesta pérdida de apetito.

Se vuelve demasiado impaciente.

Se enoja y discute con su paciente.

Se queja de cansancio e insomnio.

Protesta por el exceso de trabajo.

Bosteza y muestra una incesante somnolencia.

Presenta depresión reiterativa.

Consume drogas o ingiere frecuente alcohol.

Es fumador y aumenta su consumo de cigarros.

Piensa en la muerte o en el suicidio.

Si usted como custodio sufre más de dos de estos signos o síntomas debe buscar
y recibir ayuda médica.

La función de cuidador bien ejecutada; es decir, consecuente, generosa y


amable, colma la vida espiritual con diversos y concretos beneficios.

De seguro, la experiencia de atender a un paciente Alzheimer mejorará nuestra


propia aceptación del padecimiento.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 48


Me llamo Octavio

De seguro, apreciaremos en carne propia las perfectas virtudes de piedad,


prudencia y tolerancia; aflorarán sensiblemente emociones temporalmente
olvidadas como la capacidad de aceptación del vivir en todas sus facetas, goce
de ser útil y alcanzar objetivos elevados de nobleza e hidalguía que antes nos
parecían imposibles o intrascendentes.

¡De seguro seremos mejores!

Asumir el compromiso de custodio-cuidador implica una caminata sin ruta de


retorno en donde usted es el inmediato responsable de la salud del paciente, de
su vivir como enfermo y el guía protector ante toda vicisitud presentada;
asimismo a largo o corto plazo, según la fortaleza del custodio invariablemente
emprenderá el camino marginal de sevicia ofrecido por el Alzheimer.

En la persona y mente de todo custodio, a pesar de poseer sobrado juicio,


paciencia sin linde y proverbial serenidad más temprano o más tarde, debido al
encierro y tensión ejercidas por el paciente logran minar la salud integral del
cuidador.

Es entonces, cuando aparecen las primeras señales que luego se convertirán en


agobiante enfermedad; puntos de quiebre (cansancio, fatiga, irritación, enojo y
desaliento); en ese preciso momento, la aparente salud se daña y el custodio
requiere de atención medica, mayor cooperación; o bien, es el momento de
emplear a un cuidador suplente.

La factura -codependencia- del Alzheimer constituye sólo un grillete colateral


de una interminable cadena de sucesos en el cual, uno a uno, familiares,
parientes, amigos y custodios van menguando en número y apoyo ante la
impávida mirada del afectado por el padecimiento.

Para el custodio (en general) alcanzar la meta de la perfección, sólo significa


autoinmolarse a plazos y no un ejercicio de valentía o misión de humanitaria
abnegación. El custodio posiblemente realiza 65 acciones diarias (en
promedio) inherentes a su función, durante varias semanas y en diferentes años;
el acentuado deterioro tendrá como consecuencia final un importante daño
corporal y emocional.

¡Recuerde! En estas circunstancias usted se encara tanto a una persona enferma


como a un adverso entorno y cruel padecimiento

En este contexto, no existen culpas, ni venganzas; custodio y


paciente deben vivir siempre aliados y convivir cual entrañables
amigos; ninguno es verdugo ni víctima propiciatoria del otro; el
Alzheimer es el enemigo a quien se debe doblegar…

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 49


Me llamo Octavio

Capítulo SEIS.

El catálogo de daños,
ó la neoliberal salud de estos años.

- “Toda enfermedad crónica


o degenerativa; la misma
ancianidad, conlleva un
cierto rango de pérdida;
lo importante es aceptarlo
como un exacto y
absoluto proceso del vivir.

Admitir con estoico


pundonor el pesado fardo
de los daños y la viable
realidad del final trance,
trasciende la esencia
misma del no existir y la
experiencia del sufrir.”-

Teorema 1.
Noel y Zelev. 1945.

El anecdotario.

¡Hola!

Mi nombre es Noel Contreras, médico de la familia Vázquez, familia


Alzheimer; cuyo núcleo rector fue la abuela Anita, puedo aseverar que hasta
ahora la enfermedad le ha legitimado ser el centro y referencia de incesante
atención, por lo menos de algunos integrantes de la misma; los demás se han
separado para no involucrarse, para cumplir con la distintiva ingratitud
inherente al ser humano.

Anita, maestra muy querida por varias generación de alumnos(as); hoy en día se
debate entre un interno mundo de confusión y lucidez; la anciana otrora activa,
exigente madre y sempiterna rectora de vidas, decisiones y acciones de una
pequeña familia, ahora se encuentra enclaustra y sometida por el Alzheimer,
con todas sus inevitables y crueles consecuencias.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 50


Me llamo Octavio

Serví a mi comunidad como especialista en Salud Pública, ahora me encuentro


jubilado, en cuasi retiro; debido a mi ejercicio médico se han ya acumularon
cientos de historias de vida pertenecientes a diversos casos de enfermedades de
existencias algunas distantes, las más cercanas, muy cercanas.

Asimismo, se cuenta con un mar de vivencias, bastantes aconteceres y


padeceres (propios y ajenos), baúl pleno de presencias al que llamamos
experiencia.

Después de los años ochenta, emergieron, o se percibieron disímiles


enfermedades y atípicos padecimientos cuyas manifestaciones -antes de esa
actualidad- poco o nada se conocían; quizás su revelación fue producto de la
comunicación global, o de adoptar estilos de vida diferentes y diversos, o de la
ascendente “esperanza de vida” (73 años de edad); o a la congregación de todos
ellos, actores y factores
actores de un avieso drama común que incluye hambre. enfermedad, pobreza y
violencia, sufrir sin redención, dolor sin arreglo y caótica conclusión
compañeros en estos, los postrimeros siglos.

Sin exagerar, sin pecar de recalcitrante desaliento he visto, he asistido


considerablemente cercano, muy contiguo a mi persona a decenas de afectados
por tres males célebres por su crueldad: Cáncer, VIH/sida y la demencia-
Alzheimer; sin que hasta el momento haya surgido un definitivo (casi
milagroso) alivio que restablezca la salud perdida por tan devastadoras
enfermedades, ahora más que nunca presentes y sin congruente medicina.

La desagradable concurrencia de tanta y variada enfermedad han dejado tras de


sí primero ingenuidad, más tarde ineptitud seguidas de confusión e
incertidumbre, luego preocupación al no encontrar tratamiento; hoy en día, si
bien se cuenta con significativa información, se peca de soberana soberbia al no
difundir por todo medio de comunicación las realidades, los avances; así como,
nuestra encubierta ignorancia, la que tratamos de proteger con una falsa
erudición; cuando en realidad nos encontramos en un estado de crasa
indefensión, sin mayores armamentos que los ofrecidos por una tímida o nula
prevención ante las profusas y yermas pesquisas sobre el origen, causa y
tratamiento de los citados padecimientos.

En cambio, los relatos de vida, puntuales testimonios del curso y transcurso de


los males confirman y avalan la historia de la enfermedad en un intento
empírico por conocer y entender para atenuar los estragos presentes en los
afectados; mediante el conocimiento “en carne viva” se han podido conformar
una serie de tácticas, habilidades, indicaciones y procedimientos prácticos todos
ellos recursos paliativos al carecer de competentes medios de solución eficaz.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 51


Me llamo Octavio

Este conjunto de prácticos aprendizajes ampliamente divulgados de voz a voz


han aportado conocimientos exactos y útiles para resistir el embate ofrecido por
la enfermedad.

De hecho, lo cierto, lo innegable es la realidad vergonzante de comprobar que


un testimonio tangible aporta una mayor contribución que una decena de
ambiguas búsquedas tácitamente comprobadas o científicas.

De ahí la importancia de estas narraciones, expresadas sin mayor recompensa


que la de difundir particulares opiniones, recopilaciones generales o tratados y
escritos con sus respectivos estilos, pero con iguales resultados, todos ellos con
el único fin de lograr una veraz, asequible y entendible explicación dirigidas a
una población profana, cada vez creciente y desconcertada.

Así, en los inicios de los años ochenta nos enfrentamos al trágico VIH/sida (aún
sin tratamiento específico), al remonte de las enfermedades crónico
degenerativas como la Hipertensión arterial, la Diabetes y el Cáncer, sólo
controlables pero hasta ahora irremediables y casi siempre mortales; poco
tiempo después, azorados advertimos el rápido avanzar de la cruel demencia
denominada Alzheimer.

¡Hola!

Soy Octavio, codependiente del Alzheimer, en este relato a través de Noel he


querido ofrecer mi testimonio de vida ante el padecimiento, el cual empezó a
mostrarse hace quince años en la persona de mi madre, la maestra Anita como
es conocida.

La confianza depositada en Noel es ilimitada pues además de ser nuestro


médico familiar, en cierto tiempo fue mi maestro, él me enseñó con teoría y
prácticamente la relegada especialidad de la Medicina Sanitaria; con él transité
el azaroso camino y reto encubierto ante diversas enfermedades ignoradas o
poco estudiadas a las que nos enfrentamos sin más armas que la observación y
análisis de cuanta señal afloraba en los pacientes afectados, a los cuales nos
tocaba atender.

A Noel como a todo ser humano le ganó el paso del almanaque y la vejez
sobrevino, con todos sus achaques, bemoles y pérdidas; al médico -amigo y
maestro- en ese mismo lapso también lo escoltaron la ingrata jubilación y el
honroso retiro.

Sin embargo, a menudo algunas familias quienes lo conocen y reconocen


acuden a consultarlo, a recibir el sabio consejo, a informarse sobre tal o cual
padecimiento; escuchan su docta opinión referente a un tratamiento

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 52


Me llamo Octavio

recomendado, a recibir una segunda opinión diagnóstica, o simplemente toman


cuenta y nota de su sabia palabra; Noel aún tiene bastante que relatar, tanto que
decir…

Este último lustro, mes a mes se habían acumulado en el archivo privado de


Noel nuevos casos de la enfermedad de Alzheimer, algunos referidos como
demencia senil, otros aún no diagnosticados; unos colmados de tratamientos
sintomáticos o “a prueba” y otros -los más- confinados o asilados en albergues
“especializados” y/o arraigos domiciliarios.

Nuestro estimado médico había decidido hacer frente una vez más, como lo
hizo con el VIH/Sida a enfrentarse primero mediante la documentación, seguida
de una puntual observación en contra del envite Alzheimer para dar cuenta, a
informarse para dar aviso, comunicar y sobretodo ser otra vez útil en el servicio
humanitario de su profesión.

Por todo ello Noel emergió de su contraído retiro y de nuevo se encuentra en la


marginada trinchera de la prevención mediante la comunicación, promoción y
fomento educativo en el tema de salud, capítulo demencia Alzheimer.

En esos sucedidos, me pide el amigo Noel un relato testimonial para reclutarlo


en su reciente libro (quizás el último), relato en cuyo contenido ofrezca una
catarsis terapéutica, en él se narrarán los principios de la enfermedad soportada
por mi madre, el cambio de sentimientos, la transformación de actitudes hacia
el entorno familiar; en fin un completo documento que refleje la mayoría de los
avatares fehacientes trenzados en la trampa de la enfermedad.

Paciente, parientes, amigos y custodio, todos ellos en similares relaciones pero


con reacciones diferentes ante un suceso inusitado que indudablemente afecta
en mucho la anterior imagen de una familia feliz, de una comunidad venturosa.

La verdadera afirmación de amor es convivir con los indefensos, los enfermos y


los necesitados, en es el humanitario percibir, en el ahí y en el ahora es el dónde
y cuándo se acrisolan los humanos sentimientos de humildad, servicio y
misericordia.

Ante la enfermedad Alzheimer asumimos conciencia plena de nuestra propia


vulnerabilidad ante el sufrimiento y dolor indeseables agregados de la
enfermedad; sin contar con la soledad, el aislamiento y doscientos dos
circunstancias inherentes del padecer; todos estos ingredientes duplicados en la
anarquía del Alzheimer.

Sin duda, las ofensas de la enfermedad son corolario y consecuencia del


ineludible paso de los años, del estilo de vida asumido con los cuales hemos
transitado.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 53


Me llamo Octavio

Si bien en el padecimiento Alzheimer que ahora nos ocupa se carece también de


alguna sustantiva línea de accionar preventiva; sí se cuenta con la destreza del
guía en los concretos procedimientos de apoyo, atención, sostén y cuidado
dirigidos especialmente hacia la lectura y comprensión del los familiares
comprometidos con el paciente afectado; estos medios protectores, sumarios
tutelares sin duda incidirán benéficamente en el curso y transcurso de la
enfermedad.

A la condición Alzheimer debemos agregar un factor adherente -el custodio-


personaje de singular función, quien como en ninguna otra enfermedad crónico
degenerativa su oficio es determinante y numerosas veces relegado.

Por definición la enfermedad de Alzheimer conduce indefectiblemente a la


caótica confusión de actuación y reacción por parte de todos los personajes
quienes giran alrededor del afectado: custodios, servidumbre, familiares,
médicos tratantes, familiares, amigos y comunidad; pocos padecimientos tan
crueles se han conocido, plenos de daño físico y moral; desgastante,
impredecible y pertinaz.

En forma categórica, Alzheimer representa una recuento de pérdidas, de dos


desenlaces (primero de la mente y luego el corporal); implica también
desintegración familiar y reclusión por tiempo indefinido.

Las rigurosas pérdidas de memoria, afectos, amistades, fervores, autoridad,


entusiasmo, poder de decisión, prestigio, dignidad y en algunos casos de
conciencia se suman a las ciento una agonías por las cuales el afectado recorre
ineludiblemente paso a paso, día con día, año tras año el laberíntico itinerario
del Alzheimer.

El insano binomio paciente-cuidador son tema y materia de la coligados a la


enfermedad de Alzheimer, juntos como costra y herida comparten inestables
momentos del día de todos los días, inestabilidades emocionales que se tornan
compartidas, así como sincrónicas decisiones cuya definición han de tomarse al
unísono y plena concordia ante la presencia de problemas cotidianos, siempre
presentes.

Con el fin de ejemplificar este primer bosquejo del Alzheimer la familia amiga,
determinó endosar su historia en manos del médico Noel, pues sabía que él
aportaría útil conseja para avalar con su narración una puntual guía a seguir por
los involucrados con el padecimiento; misma que ahora se relata.

Como particular comentario, se refrenda:

Sevicia es la situación de crueldad excesiva, la enfermedad de Alzheimer


ejemplifica esta condición.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 54


Me llamo Octavio

El Alzheimer es una enfermedad de pérdidas discordes, constantes y graduales.

La enfermedad se genera en el cerebro del paciente, infiltra la mente del


cuidador y ataca la entraña misma de la familia hasta disociarla.

La presente narración testimonial como ya se mencionó incluye además de la


semblanza denominada “El anecdotario”, el agregado denotado como “Las
realidades”, en él se compendia la búsqueda a través de cientos de cuartillas
escritas (metanálisis) y el acucioso análisis de casos englobados dentro del
contexto Alzheimer; en esta sección además se agregan bajo el rubro de
estrategias diversos y útiles experiencias para el manejo de diferentes
expresiones que se presentan en el cuidado del enfermo Alzheimer.

¡Hola!

Soy Anita, me han dicho que padezco una enfermedad que se llama Alzheimer.

Bueno, en realidad no sé porque me dicen profesora, en ocasiones no soy yo y


me olvido de los nombres y de las gentes, por eso me perdonaran si a veces me
repito o escribo o hablo lento, todavía leo un poco, los números ya no se me
dan y la verdad no sé donde me encuentro ahora, la mujer extraña que habita en
mi cabeza a veces hace de la suyas t me cunde y me perturba, me desorienta y...
Mis males no sé cuando comenzaron, solo recuerdo que me caí… Porque un
perro me

tiró o porque sentí un mareo no me acuerdo, a partir de esto encuentro mal, no


sé qué pasó a mi alrededor…Me llamo Ana, no sé dónde está mi madre, mi
familia ¿dónde está? ¿Dónde está mi gente…

A veces pienso que enloquecí o que estoy muerta, como en el purgatorio


¿Cuándo se acabará todo esto… Es un mal sueño, una pesadilla ¿Acaso ya
estoy muerta? ¡No lo sé… Y me pide Noel que hable, que escriba lo que
siento… ¿Qué sabe él de este infierno? De este caos, de esta lucha diaria por
entender a los demás, por hacerme entender… Me llamo Anita tengo que ir a la
escuela ya tengo muchos días sin dar clase, y temo mucho que ya no me
paguen…En realidad hace mucho tiempo que no tengo dinero, dependo de los
demás, de los que dicen son mis hijos, por cierto mi madrastra Lupe ya no me
visita…Me llamo Ana, el otro día leí un libro escrito en sueco y ahí apareció mi
nombre, claro muy claro, es raro tanto tiempo que viví en Perú…

Ahora dicen que estoy en mi casa de Cuernavaca, eso no es cierto Lupe la


vendió, ¿O fue Octavio… Ya no quiero platicas ustedes nada más le gusta saber
de mi vida.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 55


Me llamo Octavio

Mis males no sé cuando comenzaron, solo recuerdo que me caí porque un perro
me tiró o porque sentí un mareo no me acuerdo, a partir de esto reencuentro en
otro mundo , a veces creo que estoy loca, a veces creo que es una penitencia,
eso ya lo dije o lo pensé ¿No lo sé? las ideas se me confunden… Soy muy
necia; lo único que sé… Toco mis dientes y ya muchos no los encuentro…
Fueron unos dentistas que trajo mi hijo Jorge me sacaron doce piezas y una
sustancia que ellos me pusieron me ha hecho mal por eso mis dientes de repente
se me caen…

¡Ya recuerdo! Tengo cinco hijos dos se llaman Octavio y dos Jorge, el otro no
lo he visto hace muchos años pero sé que es médico y escribió ya dos libros…
Se me caen mis dientes, ¿Dónde está mi cepillo? No lo encuentro de seguro ya
me lo robaron, las señoras que hacen el aseo son muy ladronas, además de
chismosas y me maltratan o me dicen groserías de la A la Z… Soy Anita mi
carácter es duro, en realidad siempre fui exigente, no me gusta que mande, no
me gusta que los otros tengan lástima de mí… ¿Ya comimos? A provisto de la
comida esa que me traen no degusta siempre es lo mismo… Lloro con
facilidad… me pongo triste porque ya no me visitan, porque me dejan sola,
porque no me hacen caso…

Le digo a Noel, el doctor que me atiende, que deje ahí en la pared pegadas con
una tachuela su recetas y las órdenes correspondientes, para el que me cuida
sepa que hacer, son tan tontos, pero bien que hablan de mi, creen que no me
doy cuenta, pero me quedo callada apara no provocar alguna dificultad… Hay
mucha gente en esta casa, todos hablan de mí, yo ya ni les hago caso para no
enojarme, quisiera encontrar un cuartito por aquí para cambiarme y vivir ahí
sola, sin que me molesten…Tuve dos hijos o tres no recuerdo sus nombres…
Mi madrastra se llama Lupe, ella se cree la segunda madre de todos nosotros...
Ayer tuve pesadillas, no sé si ya ordeño las vacas mi hijo Octavio, no, ese es
médico…

Jorge y Jorgito hay dos Jorges en esta historia; los confundo, a veces vienen a
verme y me traen muchas cosas para comer, usos muchos pañales, no siento
cuando la orina se sale y a veces también no sé cuando hago del baño, mi hijo
¿Cómo se llama? bueno ese, es el que me atiende me limpia me cura y me
ayuda a ponerme mi pañal… Los dos Octavios, hay dos Octavios me atienden,
a veces me regañan, porque soy muy torpe o hago cosas que no están bien.

Rezo mucho y siempre me piden la bendición pero me equivoco y vuelvo a


pensar, muchas veces he pensado el porqué mi Dios aún no me ha llevado a
descansar, pero tengo que tener paciencia porque ya nos soy la misma de antes,
porque ya no puedo salir… Por favor, le avisa a la directora que esta semana no
voy a dar clases, ya me cansé, estoy enferma, de veras ya me cansé de platicar
quiero dormir un rato, pero no duermo, sólo cierro los ojos…Mi nombre es
Ana, sólo esto recuerdo, ¿Será este el testimonio que me pide Noel? ¡No lo sé…

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 56


Me llamo Octavio

Las certidumbres.

Administración del envejecimiento.

Expresión llena de fausto sexenal y de política de salud o mejor dicho de salud


politizada; en anteriores, presentes y probablemente futuros presidencialismos
el mandatario y su secretario de salud imponen frases, estrategias y acciones,
las más de las veces desafortunadas y siempre incompletas por su falta de
continuidad al terminar el régimen.

De ahí que la salud, así como la seguridad, la educación y el bienestar social se


resuelva con publicidad televisiva; cada semana nos hacen creer que vacunaron
millones de niños, atrapan decenas de pandillas delincuentes, incautan siempre
dos o tres toleradas de droga (no varían ni el número), cientos de aulas ya tienen
enciclopedias o medioenciclopedias (aunque carezcan de luz eléctrica), se dota
de una nueva mesada ($40/mn) para el gasto familiar; pero se ocultan realidades
como hambre, carestía, desempleo, deficiente sistema de salud y medicamentos
siempre a la alza (medicina para los ricos, similares para pobres) se eroga más
para crear un concepto publicitario que para remediar un tanto las carencias y
problemas sentidos por la marginada comunidad.

Pues bien, en reinados (perdón en gobiernos) anteriores se acuñaron las frases


de fomento a la salud, educación para la salud, y se elevó a rango
Constitucional el llamado autocuidado para la salud.

Ahora en la neoeconomía liberadora se emplea la frase administración del


envejecimiento, para lograr una digna vejez ¿Acaso el ser viejo denota una
condición de indignidad?

Recién, un día mientras esperaba la consulta médica una señorita


mediocremente uniformada y completamente desinformada pretendía
convencer al auditorio sobre las bondades del autocuidado de salud predicando
antañas medidas de higiene individual y colectiva ahora actualizadas con el
prefijo auto.

Voceos y carteles aseguraban la panacea de la prevención conducida a modo


oficial, las institucionales voceras las denominaban promotoras de la salud.

Algunos de los derechohabientes nos preguntamos ¿Qué y cuánto y cómo


sabían ellas de autocuidar la salud?, calculamos que muy poco, porque a la
salida de cada centro de salud, clínica u hospital y hasta de los modernos
centros siglos XXV se encuentran numerosos negocios donde se expenden
todo tipo de alimentos y bebidas en dudosas condiciones de higiene y
salubridad; lo paradójico es que el personal de todos los nosocomios citados,
inclusive las promotoras de la salud son los principales y más asiduos clientes y

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 57


Me llamo Octavio

consumidores de las vituallas tipo T (tacos, tortas, tamales, tortillas-quesadillas,


tortillas-acorazados) todas ellas elaboradas y consumidas especialmente para
autocuidar la salud.

¡Buen provecho!

En tratándose del Alzheimer sobre su prevención se ha escrito e investigado


escasa información en la que se soslaya la genética, el entorno ambiental y
factores constituyentes y funciones de la mente, los cuales se pretende conocer
a plenitud, en realidad lo planteado acerca del Alzheimer pertenecen al doble
renglón de la especulación, festín de egos y nulas aplicaciones objetivas.

El Alzheimer es un hábil fantasma que se burla de los científicos y médicos;


cuyas injurias la padecen al unísono paciente y familia en los cuales
furtivamente aparecen y permanece.

La mejor forma de conservar y prolongar la salud es cuidarla y


no acortarla...

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 58


Me llamo Octavio

Capítulo Siete.

Sólo se vive una vez,


pero se puede morir en dos tiempos.

-“Dentro del formato


Alzheimer se presenta
este singular evento; fallecer en
una dualidad de lapsos letales; el
primer punto de quiebre lo
constituye las facultades del
intelecto, que gradualmente se
desvanece hasta eclipsarse.

Posteriormente, se ignora cuanto


tiempo después, merman las
vitales funciones corporales,
hasta arribar al postrer evento del
categórico fenecer.

Por eso, con justeza se asevera


que el paciente Alzheimer muere
en iteraciones de forma y
tiempo; pero en un común fondo
simétrico de extrema crueldad.

Por eso, con cabal experiencia se


representa al Alzheimer
acompañado de un trágico
trágico estigma; como es el de
morir dos veces.

Teorema 007,
Noel y Zelev, 2007.

El anecdotario.

Considera Noel:

En esta especial madrugada, me he despertado con una extraña sensación de


fatal agüero, con un velado presagio; es posible que este ánimo sombrío sea
consecuente del convivir durante bastantes años con pacientes y enfermedades
con toda su carga de sufrir y pesar; sentimientos y emociones que como

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 59


Me llamo Octavio

gravamen, todos los médicos (sin querer) portamos con simulada indiferencia o
serenidad.

¡Ojalá!, la jornada que hoy comienza se cumpla sin notables contratiempos,


que la salud de mis pacientes vaya en franca mejoría y ¡Qué El Todopoderoso
se apiade de nosotros!

El proceso de fallecer con su ineludible cortejo de dolor, pena y sufrimiento, se


puede mitigar con una precisa dosis de prevención; sin embargo, la ignota
verdad ocurre de siempre de improviso e imprecisa, lógicamente irreversible y
definitiva; lo único positivo, es la espiritual resolución brindada por el propio
anhelo de vivir.

Ante el duelo posterior la defunción de un ser querido, en especial del enfermo


Alzheimer, persona a quien tal vez hemos cuidado en los últimos años de vida;
debe de ayudarnos a subsistir con obvia determinación personal debemos de
inmediato poner en práctica la única opción factible: ¡Sobrevivir!

Medita para sí, doña Anita:

.”En esta especial madrugada un mal agüero me ha mantenido despierta con


extraña sensación de angustia, no cabe duda que a nosotros los viejos nuestros
recuerdos a veces impiden el bien dormir, han sido tantos los años vividos,
bastantes vivencias tenidas, y sobre todo tantas dudas del porvenir que mi
confusa cabeza no acierta a encontrarles atinado significar o acertado sentido;
tal vez por eso prefiero refugiarme en el suave olvido y no hacer caso al amargo
recordar; sin embargo, esta particular zozobra hoy sentida no se aparta; pido
con todo mi corazón, que la diaria jornada transcurra sin mayores incidentes ni
complicaciones, que como siempre me procuren cuidado y amor, ¡Qué en este
día tan concretamente extraño, se cumpla siempre la Suprema y Divina
Voluntad!

Ayer, tan solo ayer, en esas escasas cuotas de charla en cuyo transcurso mi
pensar se encuentra medianamente lúcido y mi habla no delata todos mis males
platicaba con mi hijo Octavio, cuidador y custodio, sobre las circunstancias
actuales de nuestras vidas y acerca de los sucesos que acontecerían ante mi
venidera baja final.

Con gran cariño y tristeza le comentaba: -¿Qué va a ser de ti?, sé que eres
mayor de edad, un viejo querido, pero todavía te pienso como un pequeño en
desamparo; tal vez me conforma que con tu amparo y amor me has procurado
una vejez resguardada; por lo tanto estoy segura que obtendrás una justa
recompensa en esta vida o en la otra. ¿Quién sino tú? en estos últimos años de
mi vida me ha brindado con tanto empeño y celo una incalculable protección y
cuidado.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 60


Me llamo Octavio

Octavio mi hijo-custodio, cáustico e imperturbable me respondió con gran


juicio:-“Mejor piensa: ¿Qué va a ser de ti, cuando yo muera?, pues nuestra
familia y aparentes amistades de aquellos tiempos felices, de los años dorados,
ahora nos han abandonado; al parecer nos repudian o sencillamente se han
olvidado de nosotros.

A veces me siento sometida en perenne cuarentena, o como dicen en el argot


policiaco me encuentro en irrevocable arraigo domiciliario, sin posibilidad de
emancipación o escape, incesantemente fusionada junto con mi custodio-
cuidador en este encierro.

Ante esta acertada reflexión ambos terminamos por reír (siempre preferible al
llorar) y al unísono exclamamos: -“Sólo Dios Todopoderoso es quien sabe
cuando hemos de morir para renacer en una segunda conformidad del espíritu.”-

¡Es cierto!, hoy me encuentro en una insana situación, difícil pero aún tolerable;
día a día el vigor y energía antes sobrados, hoy se encuentran reducidos, se
agotan y mi carácter antes rebelde e inflexible con una rígida voluntad y
pensamiento severos hoy se presentan mansos dóciles, cubiertos por una bruma
de extravío; toda carencia y privación me hacen sentir confusa y deprimida;
entonces es cuando olvido mis emociones positivas y emergen adversas
sensaciones, reniego, ofendo, me sublevo y penetro en un caos de confusiones,
obsesiones e imprecisiones.

Tal parece que el término Alzheimer es sinónimo de dolor, sufrimiento y


extrema crueldad; ahora mismo cual evocación ominosa irrumpen intensos
deseos de terminar, acabar con esta situación acaso irremediable, en un claro
afán por alejar tanta abigarrada idea, mi mente se refugia dentro de la apacible
inconsciencia.

¿Hasta cuándo terminará esta tribulación? ¿Hasta cuándo Mi Señor?

Despunta el alba y despierto con óptimos deseos de subsistir otra jornada la


cual pido sea agradable, en mi oportuno sillón sobrevivo hasta el atardecer y
espero otra vez el tan temido crepúsculo; después mi conciencia se opaca y
horas más tarde me miro de nuevo postrada en cama remolcando el sabido e
intranquilo duermevela; en un prorrogar de vida, tejo, destejo y vuelvo a tejer
cual mitológico personaje una malla de cábalas, dudas y desalientos.

Mi vida es un yermo abrasador, soy y no soy, me siento presente dentro de una


desconocida ausencia; por ratos recuerdo, por horas olvido y aún así, creo que
persisto; es decir, virtualmente persisto.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 61


Me llamo Octavio

Quizás vivo un proceso de previsto sepelio o muerte anunciada; en estos años


de continua postración. he reflexionado sobre el venerable requisito del nacer
para morir; así como del místico complemento del fallecer para renacer; creo,
acepto y confío en los ineludibles designios; estos son los arcanos que sustentan
mi cotidiana fortaleza.

También deduzco que en bastantes ocasiones no entienden mis balbuceos ni


comprenden mi palabras; a veces no descifran mis significaciones, pero al igual
que ellos, yo no entiendo sus razones ¡No sé de ustedes, tal vez porque ustedes
no saben de mi!

Estoy convencida sobre el no poder transmitir verbalmente en forma


comprensible no sólo mis elementales necesidades, sino también mis momentos
de alegría o las etapas de alma calma; literalmente me encuentro ante los demás
confinada por una muralla de mutua clausura, cual si fuéramos desconocidos
habitantes de Babel (insignia Alzheimer) que impulsa a la agitación de ánimo,
rebeldía espiritual y sempiterna pesadumbre.

Tal vez el Alzheimer en un amplio preámbulo (origen de todos los daños), larga
etapa de una aviesa herencia en donde se cobijó en perversos genes para
posteriormente germinó y se desarrolló por alguna ignota alteración cerebral,
incorrecta ausencia o maligna presencia de inciertas sustancias fueron las
virtuales responsables de este mal, enfermedad cuyas derivaciones nos
mantienen prisioneros dentro de retorcidas rejas de nuestra razón individual.

¡Ojalá! por medio de esta modesta y empírica descripción algunas familias,


suficientes pacientes queden conformes, al no existir razonamiento científico
uniforme y probable.

Mis hijos me explican que padezco una enfermedad cuyas repercusiones poco a
poco me desorientan, conducen a borrar de la memoria mis más preciados
recuerdos; mañana a mañana el padecimiento, me aleja de mis seres queridos,
poco a poco desconozco sus personas, no me acuerdo quiénes son y no
encuentro en mi impreciso cerebro el registro de su imagen o nombre. en mí
apolillada memoria solo existen una maraña de imágenes y conjeturas...

Únicamente requiero permanecer en un sitio seguro, limpio y organizado para


sentirme cómoda y segura; de igual modo, pido paciencia por mis incesantes
olvidos, pues su desazón me hace sentir un ser intolerable. solicito también
comprensión para con mis desatinos, deseo sentirme otra vez útil y con buen
juicio, no tomen en cuenta mis enojos, críticas o necedades. Necesito siempre
contar con una amable compañía; pues la soledad del Alzheimer es indigna.

Preciso de una tolerante comprensión que tolere mis extravagancias quizás


producidas por nuestras anulaciones las cuales nos hacen sentir decadentes y
desolados…

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 62


Me llamo Octavio

… me he quedado otra vez dormida, es tarde he tocado ya varias veces la


campana y mi hijo no aparece; lo llamaré una vez más pues tengo hambre,
tengo sed, tengo olvido…

Mi raciocinio y sentidos pocas veces funcionan correctamente, ello me impide


comunicarme o expresarme en forma adecuada con quienes me rodean, me
siento prisionera de mi propia mente en un cuerpo trastornado, ubicado en
lugares extraños, dimensiones extrañas y personajes anónimos o vagamente
recordados.

Como extraña coincidencia los designios por siempre insondables y sin precisas
datas deparaban (como toda vida o narración) un desenlace; que en esta ocasión
aparte de expresarse como insólito, fue impredecible.

Un ciclo de vida que debía integrarse a otra dimensión, a otro distinto paraje; ya
era insostenible e injusto resistir en tan poco intervalo de vida, tanto padecer, tal
cantidad de sufrir y soportar de amargura; por definición aún la breve alegría,
como el nefasto evento necesariamente son concluyentes y finitos.

En igual continuidad de lugar y tiempo, discurría Octavio:

-“No sé porqué, en esta especial madrugada, mi ánimo se despertó flanqueado


con una extraña sensación de adverso auspicio, una sombría corazonada;
posiblemente sea la respuesta a tantos años de cuidar y atender a mi anciana
madre, asaltada, agredida por el Alzheimer; enfrentada al diario sufrir de la
insaciable enfermedad; pido con todo mi corazón en cada amanecer que esas
cadenas finalmente se rompan y liberen ese espíritu atormentado, que la diaria
jornada transcurra sin mayores incidentes ni complicaciones y como siempre
¡Qué este día se plasme en todos nosotros la Suprema y Divina Voluntad!

¡Ayer, particularmente ayer!, en esas escasas cuotas de charla, cuando la mente


de mi madre se ensambla a la realidad vigente, magros espacios en donde
asoman inexplicables rachas de lucidez mental, me platicaba sobre las
circunstancias actuales de nuestras vidas y los sucesos que probablemente
acontecerían ante su eventual partida concluyente.

Ella decía con tristeza:-” ¿Qué va a ser de ti?, eres mayor de edad, un viejo hijo
muy querido, pero todavía te veo como un pequeño en desamparo; sin afectos y
compañía; tal vez me conforma pensar que con tu diario servir te has hecho
acreedor a una justa recompensa

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 63


Me llamo Octavio

Apenas la tarde de ayer conversaba con mi madre sobre la muerte no como un


proceso morboso, sino como una superior esencia del humano ser, en donde
intuimos ante la consecución del vivir, ante estas realidades sabemos que no
somos la excepción sino el canon; en el culminante final al que asistiremos
indefectiblemente debemos reflexionar con gran serenidad sobre la realidad
cercana de la muerte, ese punto y aparte; proceso de finiquito al mi anciana
paciente virtualmente se acerca; pues desde hace aproximadamente seis
semanas, los momentos de presencia (física y mental) son cada día intangibles,
como si se presagiara el silencio absoluto de un confín inaplazable.

Su médico tratante nos señala la posibilidad de una fase terminal Alzheimer,


otras opiniones de amigos también médicos los califican como ciclos
temporales, ¿Qué poco sabemos, aun los más eruditos sobre la enfermedad y la
muerte?

De hecho, en estas últimas semanas la mente de mi ser querido se esfuma


graduadamente, pero su organismo (aunque con menguado vigor) respira, se
alimenta, digiere y ejerce sus funciones vitales con puntual exactitud.

Mis enormes incertidumbres y mayores dudas (jamás esclarecidas) en este


momento como nunca son severas, sobre todo cuando el ser querido se
establece en un especial estertor corporal y mental, en esos lapsos en vano me
pregunto:

¿Adónde se encuentra el pensar de mi paciente a quien yo cuido?


¿Por cuales ignotos sitios vagará su ser y conocer?
¿Sobre qué asuntos cavilará?
¿Acaso será preludio del final?
O ¿Sólo un adagio temporal?

Después esta mi ociosa intención para descifrar esas sus horas ausentes, ante el
pasmo de toda incredulidad la anciana Alzheimer restablece su aislamiento
mental, charla y platica en una conversación al parecer nunca diferida y expresa
postrimeros “te quiero” y otros raciocinios para ser aclarados pero nunca
precisados; todo resentir germinado es ahora indultado; afectos y decepciones a
la sazón son confesados; en esos precisos intervalos se derraman copiosas y
novísimas lágrimas.

¡Son tiempos de meditar!


¡Ocasión del perdón!
¡Oportunidad de expiar culpas!

La doble agonía y posterior fallecer del paciente Alzheimer no concuerda con


algún otro cuadro similar a otras enfermedades conocidas.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 64


Me llamo Octavio

Cuando el Alzheimer surge, asalta el núcleo familiar y ataca siempre a uno de


los pilares fundamentales; con explicable desconsuelo me cercioro en carne
propia de su devastación; la familia ya no existe, la soberbia de algunos, la
indolencia de otros, el notorio descuido de los demás; así como el abandono en
general; todos ellas coincidentes con la aparición de la enfermedad y el
consecutivo deterioro físico y mental de la anciana enferma.

Esta inédita circunstancia ha complicado en gran medida toda conveniente


tutela del otrora ser querido al relegar hasta la ignominia el supuesto cariño
antes profesado ¿Acaso en el presente?, los afectos y el amor son ideales de
otras épocas.

El anciano, más aún si se encuentran inhabilitado es literalmente abandonado o


permanece relegado como astroso inmobiliario no inventariado dentro de una
casa que hasta hace pocos años fue hogar amable y generoso refugio colectivo.

Sin pensar que como ella, tú y nosotros no estamos exonerados para desarrollar
alguna enfermedad, ya sea el Alzheimer u otra que necesariamente implique
cooperación familiar, atención, cuidado y por supuesto erogación de recursos.

En este tiempo actual cuidador y paciente somos rehenes de la enfermedad; sin


embargo gracias a esta situación hemos revalorado sentimientos, cambiamos
percepciones del vivir y las circunscribimos en una sana distancia material,
cercanas al humanismo espiritual; especial enfoque del existir cuyo corolario
abona a un positivo horizonte moral y anímico.

La ira es uno de los sentimientos que poco se reprime, la venganza es congelada


en forma sagaz y placentera para luego, en su oportunidad, asestar su certero
embate; no por ello se acredita como un manjar el cual debe paladearse en frío;
aunque a veces el tiempo no alcanza y se debe descargar el justo reclamo en el
momento exacto entonces será más efectivo y mejor gozado.

Se debe perdonar:
¿Hasta qué punto?

Se debe olvidar:
¿Todos y cada uno de los agravios?

Se debe tolerar la suma soberbia y rústico proceder de los demás,


principalmente de los parientes cercanos.

¿Siete veces siete, cien veces cien o nada (Alzheimer bíblico)?

¿En razón de quién, de qué o porqué (Alzheimer freudiano)?

¿Y los años perdidos, sufrimientos pasados e iras contenidas (Alzheimer


Herrstal?

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 65


Me llamo Octavio

¿En cuál reivindicada doctrina se coloca toda burda actitud (Alzheimer


ortodoxo)?

¿Indulgencia plenaria significa un perpetuo perdón espiritual, simple decreto


filosófico o quimera teológica (Alzheimer pontificio?

¿Cualquier iniquidad u agravio tolerados a lo largo de una docena de años


humildemente las hemos de olvidar (Alzheimer del perdón)?

Pero, me pregunto en estos tiempos modernos por muy lejanos o distantes


(lugares o personas), por mayor insensibilidad o indolencia (actitud), por
tradicionales lazos familiares (genética y cultura); por todo ello y más, el
ejemplo y la educación deben ser por siempre valores familiares; con tan solo
un clic (mental o electrónico) con unos pocos minutos de charla vía electrónica
se cumple con el noble deber de hacer feliz con la voz a un ser querido aún en
lontananza.

Los pacientes Alzheimer sentirían mayores presencias de afectos, personales


compañías plenas de cariño y protección; sentimientos a manera de ofrenda por
el amor y atenciones que años atrás fueron brindados por ellos, sin esperar
mayor recompensa que la evocación.

De hecho, actualmente no estamos preparados o carecemos de los mecanismos


psicológicos capaces para afrontar una muerte llamémosla anticipada, o el
soportar un morir dos veces.

De igual modo, no podemos, ni deseamos resarcir antaños errores, ni reintegrar


familiares uniones, reparar pérdidas; aunque el paciente (punto medular) sigue
su vigente existir.

¡Reiteramos!, la enfermedad, en su sevicia destruye la endeble trama familiar y


social, personalidad individual y los frágiles vínculos de consanguinidad.

De ahí la importancia de impulsar una vehemente respuesta de todos los


familiares en situación Alzheimer, personajes inmersos en estos conflictos
quienes han de ofrecerse la oportunidad para aportar vigilancia y dedicación al
ser querido enfermo; irrepetible punto de quiebre para dejar atrás la
empecinada vanidad.

Difícil es, por no escribir improbable, comenzar a despedir con pulcritudes


espirituales, sin resabios al ser querido al dar sentido humanitario a todo
encono, al propiciar reconciliaciones se acrisolaría un gratificante duelo
bienhechor.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 66


Me llamo Octavio

Después de estas necesarias cavilaciones escritas para mi propio archivo, el cual


al hacerse público ojalá redunde en colectivo beneficio; a continuación
proseguiré mi habitual comisión de protección hacia mi paciente, ser querido;
ambos subsistiremos la diaria rutina y estoicos esperaremos lo ineludible.

Desde hace varios minutos escucho el conocido sonido de la campanilla con la


cual mi paciente requiere ayuda; me siento tan cansado, estoy extenuado,
seguramente la edad ya pesa en mis hombros, la carga del Alzheimer,
convertida en codependencia ha minado mi vitalidad, tanto, que en estos
momentos mi cuerpo se rebela a incorporarse, siento un dolor extraño, escucho
cada vez más lejano el tañer de la campana “de dolores” (como yo la llamo),
mi mente me dice despierta, ni cuerpo reclama reposo. ¿Quién me ayudará a
calmar este dolor? ¡Por favor! atiendan el llamado de la campana, mi madre, la
campana, este dolor…

Las certidumbres.

El convivir durante más de una década con un paciente afectado de Alzheimer,


ofrecer atención continua a casi todas sus limitaciones orgánicas y espirituales
nos permite discurrir bajo la lupa de un severo auto crítica los siguientes
considerandos:

Aunque se ignore la verdadera condición de la función mental en un paciente


terminal; se ha de pensar que en el precursor agonizar, la actividad subsiste
disminuida; se puede instaurar un patente intercambio de información, al través
de fichas abecedarios, signos digitales, opresión de manos, parpadeos
simbólicos y comunicación virtual electrónica.

Sin embargo, resulta difícil comprender con precisión los eventos concurrentes
al interior mental, pues en numerosas ocasiones cuando ya se admitía como
liquidada toda actividad cerebral el paciente en cuestión ha sorprendido y
asombrosamente se restablece para proseguir con el diario sobrevivir.

Algunas evidencias clínicas (no siempre precisas) indican teóricamente la


ocasión y plazo probable del fenecer; a pesar de ello nos preguntamos:
¿Cuándo aparece la etapa terminal?
¿Cuándo y cómo surgen los indicios mortales?

Es entonces, cuando los pacientes requieren amparo absoluto y cuidado


vigilancia intensiva de toda función corporal, se encuentran absolutamente
incomunicados, casi vegetativos y con incontinencias (urinaria y fecal).

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 67


Me llamo Octavio

El paciente que agoniza:


¿Sufre y siente?
¿Se encuentra plenamente consciente?

El paciente durante su propio transcurso final y hasta el concluyente momento


de su pleno vivir; se encuentra físicamente presente.
¿Quizás no lúcidamente?
¡Pero sí sensiblemente!

Aunque ya no se le considere un ser funcional, ni se manifieste o exprese;


nunca su persona permanecerá en el vacío, porque el organismo que apreció el
existir, sirvió y trabajó por el solo hecho de ser ya fue importante en la vida de
los demás y por ende, trascendió.

Así, llegada la ausencia del latido vital, al interior familiar también concurren
diversas reacciones emotivas; algunos opinan que la muerte representa un signo
favorable de redención, pertinente descanso para el paciente y también para el
doliente.

Otros, en un acto de extremo egoísmo condenan la muerte del ser querido,


porque acaso les agradaría una existencia prolongada, sin importar condición
alguna, a cualquier precio.

Ambos matices dependen de la relación existente entre cuidado y atención


(disímbolos conceptos); así como la calidad y calidez de los mismos
proporcionados al paciente de acuerdo con las peculiaridades personales del
familiar o del custodio-cuidador.

Si bien en un distinto modo de pensar, la muerte de una persona quien ha


permanecido enferma por un largo período es recibida con alivio, para el
familiar-cuidador seguramente el proceso de duelo posterior será acerbo y
prolongado, pues desaparecerá una parte de su mundo, o bien éste se trastocará
y cambiará, ahora sólo quedará el propio penar junto con los ineludibles
recuerdos.

El duelo ulterior (dicen los expertos) implica sentimientos encontrados,


después en un gradual proceso se presenta desorientación o desconcierto; vacío
o negación; desazón o angustia; ira o enojo; culpabilidad o :frustración
confusión o fracaso; depresión o melancolía: desolación o tristeza; soledad o
aislamiento; conformidad o aceptación; absolución o perdón y al término de
esta letanía de conmiseraciones se obtiene siempre la reivindicación constituida
por un nuevo modo de vivir y proceder.
En las postrimerías:

Se debe resaltar la importancia del cumplimiento a cabalidad de todo encargo,


obligación y deber para con el paciente a su cargo, principal recurso que ayuda
en mucho a transitar sin mayor angustia el trance evidente.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 68


Me llamo Octavio

Por lo general, resulta difícil diagnosticar y por ende predecir cualquier


pesadumbre inherente a la etapa terminal Alzheimer; como condición sistémica
la persona agonizante se encuentra postrada en cama, debilitada, con muestras
de absoluto desfallecer e indiferencia; posiblemente inconsciente y
eventualmente sensible.

Esta condición complica el alivio del sufrimiento y dificulta el manejo del


paciente, para lograr un mejor beneficio existen diversas técnicas como realizar
plácidos masajes corporales, facilitar la deglución o ingesta de alimentos, pues
existe la viabilidad de atragantarse y es factible la letal broncoaspiración; a
veces se debe optar por la llamada alimentación parenteral; es decir, efectuada
por vía distinta a la digestiva.

¡Quizás usted!, se pregunte si su ser querido permanezca consciente de todo lo


que ocurre en el contorno y entorno presente en esta última etapa de su
enfermedad si bien, la materia corporal y función mental se sostienen en una
fase de absoluto quebranto.

Potencialmente, es factible que su ser querido aún perciba todo cuidado y afecto
proporcionado hacia su persona o cuerpo; por lo cual, acaricie usted la frente
del ser que agoniza, bese sus mejillas, tome sus manos entre las suyas y
murmúrele al oído frases cariñosas; tal vez esta sea la última oportunidad para
hacerlo.

Exprese toda ternura reprimida, afecto reservado y sentimiento aplazado; así


concluirá con felicidad una mutua relación mundana; después ciertamente será
demasiado tarde.

Al final, en el despido terrenal perdurará por siempre la


presencia virtual del ser amado al considerar su padecer y
sufrimiento ante la enfermedad de Alzheimer; con ello se
confirma a su ser dentro de un recuerdo perenne por su peculiar
vivir en ese insólito mundo y acre travesía a través de un inédito
y arcano padecimiento...

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 69


Me llamo Octavio

Capítulo OCHO.

El tratamiento del Alzheimer,


o la simonía farmacéutica.

-“Iniciar un diagnóstico y
emprender el posterior y
oneroso tratamiento de
cualquier enfermedad, ya
sea aguda o crónica,
inclusive la enfermedad
de Alzheimer,
indefectiblemente marca
la notoria diferencia entre
“padecimiento de ricos” y
“enfermedad de pobres.”-

Teorema marginal.
Noel y Zelev, 2008.

El anecdotario de las certidumbres.

Toda enfermedad “per se” conlleva un alto grado de marginación, una serie de
avatares, desconciertos y decepciones; tanto en la capítulo de manejo médico,
como en la atención hospitalaria (lugares donde se recluta la miseria de la salud
nacional); en parecida situación se encuentra el abasto, accesibilidad y costo del
medicamento preciso para su tratamiento (de patente para los poderosos,
genérica o equivalente para burócratas y similar para marginados).

En todo cuidado y atención médica priva la carencia de un justo, asequible y


equitativo bienestar común; ¡Ustedes los ricos se atienden con Los Ángeles y
USA Houston! y ¡Nosotros los pobres con el General y Juárez!); por supuesto,
que también existen los albos paquidermos de la Seguridad Social en donde la
burocracia médica sindicalizada se burla impunemente de la pretendida calidad
y calidez emblemática de las Instituciones de Salud.

En cuestión de medicamentos el entorno no difiere el sabido acaparar de los


mismos y el ávido enriquecer de las mafias especuladoras de la importación,
distribución y comercialización del medicamento, conforman una monopólica
empresa cuya astuta connivencia con la oficialidad encarece, oculta y
desabastece el mercado nacional; además de la imposición siempre a la alza de
precios y ordenamiento de lugares para su expendio; execrable juego en donde
binomio acaparado-distribuidor y venal-funcionario siempre ganan y cuya
contraparte paciente-consumidor todo pierden.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 70


Me llamo Octavio

Así, cuando en el hogar la enfermedad arriba por una puerta; de inmediato,


emigra por la misma vía el ahorro y hasta el patrimonio familiar entero, junto
con la plena integración familiar.

Ante este intemporal estado de cosas, nada más cierto que el epitafio escrito en
el frontispicio que da entrada al Panteón Municipal de Cuernavaca (estado de
Morelos, México), el cual versa: -“Postraos, la eternidad empieza y es polvo
aquí la mundanal grandeza”.-

En nuestro país, actualmente no existe un disciplinado Sistema de Salud


Nacional, sólo subsiste una franca connivencia de venales autoridades y ávidos
fariseos de la salud.

Quizás durante uno dos lustros se pueda lograr una moderada administración de
la salud; mientras tanto existen bastantes vericuetos institucionales, prebendas
sexenales y medicinas opcionales; todas ellos remedios paliativos e ineficaces
para el logro del bienestar común.

Posiblemente el paciente y la familia Alzheimer agotarán cuanta opción se


presente, gastarán fortunas en aras de una supuesta investigación que
únicamente enriquecerán los opulentos monopolios farmacéuticos y el bolsillo
de los supuestos regentes de la salud.

Por supuesto los marginados, los carentes de recursos económicos únicamente


se les administran lenitiva información, terapias reflexivas, manuales de
autocuidado y escasa o nula atención en los Servicios Médicos
Gubernamentales carentes de la elemental y humanística práctica médica.

Tal parece que el predominio global ahora llamado modelo económico


neoliberal vuelve negocio a la enfermedad, la salud es ahora una permanente
mina explotadora del dolor y sectaria práctica del exterminio humano. Ante la
implacable enfermedad, como ante la ímproba justicia, el recurso económico
impera; no existe medicamento o ley accesible para quien carece de todo, ni
menos asistencia médica o decreto adecuados para el indigente.

Condición humana resulta el: ¡Cuánto tienes, tanta atención médica recibes!
Tanto en el diario vivir como en la azarosa enfermedad.

En la actualidad, al igual que hace tres décadas la enfermedad Alzheimer es


incurable. No existe un tratamiento específico para anular el padecimiento,
todos los esfuerzos se dirigen a proponer ciertas medidas generales de cuidados
básicos personales y del entorno en donde vive.

Ocasionalmente, cuando algunos síntomas aparecen o se incrementan entonces


se instauran medicamentos atenuantes y/o terapias de apoyo dirigidas a los
familiares y al cuidador, personas quienes conviven e intervienen directamente

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 71


Me llamo Octavio

en el atención de los pacientes Alzheimer, debido a que la evolución de la


enfermedad en la mayoría de los casos resulta prolongada y difícil de soportar
tanto para el afectado como al entorno doméstico. Por desgracia, tampoco
existe una esperanza aceptable que dé respuesta al esperado medicamento que
controle, modifique o recobre la sanidad mental del afectado Alzheimer.

En la balanza de salud-enfermedad el mayor peso lo constituye la costosa


investigación, el mayor número de ancianos, el deterioro ambiental, el
inequitativo costo-beneficio de la seguridad social, el alto costo de la asistencia
médica privada, y el escaso o nulo beneficio en el tratamiento de la enfermedad;
así como escaso personal capacitado para la atención y cuidado del enfermo
Alzheimer. La frecuencia de la demencia Alzheimer se encuentra ya en los
límites de alerta sanitaria, progresa en forma acelerada y los enormes costos de
tratamiento simbólico o parcial representan grandes retos en la economía
(común y familiar).

Por estos motivos hoy en día existe una crecida preocupación en mejorar las
condiciones de vida del afectado Alzheimer; de hecho, se han logrado
resultados medianamente eficaces con la práctica de terapias psicológicas,
técnicas de situación y procedimientos nemotécnicos con el fin de diferir
algunos de los síntomas como la pérdida de memoria y perturbaciones
cognitivas.

Tratamientos actuales.

En este contexto existen diversas terapias o medicamentos, como las terapias


con medicamentos colinérgicos, terapias no colinérgicas y otro tipo de terapias
con medicación antipsicótica que incluyen diferentes medicamentos utilizados
para controlar las diversas alteraciones mentales del paciente Alzheimer

Vacunas. El perfeccionamiento de una inmunización en contra del Alzheimer


en la actualidad resulta una novedad en la cual se investiga, consiste en la
sensibilización mediante el sistema inmune por medio de una sustancia similar
a la proteína beta mieloide humana (AN1792).

Los efectos desalentadores debido a la presentación de menigoencefalitis en


varios de los pacientes sometidos a este tratamiento han hecho abandonar su
empleo. Sin embargo, la opción de la obtención de una vacuna eficaz no ha sido
desechada.

Medicar es tarea del experto, proponer el uso o la


administración de un medicamento es cometer un crimen,
automedicarse es un señalado suicido...

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 72


Me llamo Octavio

Capítulo Nueve.

Reflexiones parciales,
ó legado de olvidos.
-“Recuerdos, evocaciones,
relatos, memorias,
reminiscencias, procederes,
aconteceres, sucesos, fechas
perdurables, días sin noches,
nocturnas jornadas sin descanso
alguno, amaneceres con
desvelos, mil hazañas, cien
aventuras, varias historias;
diversos incidentes;
y un solo testimonio que hoy
representan solamente
rescoldos de un vivir, cenizas de
memoria.

Ternuras y sentimientos, venturas e


infortunios nunca reconocidos; amores
y desamores, alegrías y pesares; dichas
y tristezas; gozos y dolores en amarga
soledad sentidos.

Sosiegos e inquietudes, ocios y trabajos,


logros y capitulaciones, triunfos y
derrotas siempre ignorados; nacimientos
y morires, afectos y enemistades, leales
amigos y familia muy querida; vivencias
crueles del presente, realidades del
ahora; llagas perennes del mañana.

¿Quién soy, quién eres, quiénes son


ustedes, ¿Hacia dónde voy? ¡Lo ignoro!

Solamente me descubro en un limbo de


olvidos, en un perenne penar de no sé que
pecados; dentro de un inmenso embrollo
pleno de pérdidas totales y acres
soledades.

Teorema No.1,
Alöis, 1915.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 73


Me llamo Octavio

El anecdotario.

10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1...
¡Feliz Año Nuevo 2009!

¡Gracias Eterno Dios Nuestro! Por permanecer otro año con nosotros en el
inescrutable misterio de la enfermedad, que además de sufrimiento también
significa redención.

Por sostener mi presencia, proseguir con buen juicio y ser prudente ante los
cotidianos problemas que me ofrece el cuidado de mí ser querido afectado por
la enfermedad.

Por aprisionar mi mente, pues en estos lapsos reflexiono sobre mis errores,
perdono culpas y mi espíritu se eleva hacia las Divinas promesas.

Por permitirme servir, ejercer mi vitalidad para procurar el tránsito con


dignidad de la penosa enfermedad.

¡Te doy Gracias!, por tolerar aún a esta mente anciana, alabarte y ponderar tus
maravillas, que en mis anteriores años, que si bien las he contemplado,
disfrutado; pero además, con humildad confieso que no las comprendí
cabalmente.
¡Te doy Gracias!, por la constante compañía de mi cuidador pues sin su
presencia, paciencia y prudencia me hubiera derrumbado en las horas difíciles y
dolorosas...

¡Te doy Gracias!, por permitirme el don de cuidar a mi ser querido en sus etapas
complicadas y ser virtual cayado en el cual se apoya diariamente.

¡Te pido! Me concedas las fuerzas suficientes para ofrecer testimonio fiel de tu
Divina Misericordia y Bondad, aún en épocas inciertas, agobiantes
enfermedades y soledades temporales.

¡Te pido! Por todos nuestros hermanos aquejados por el mismo mal, para que te
manifiestes tanto en sus horas lúcidas, como en sus momentos de confusión y
restablezcas en ellos y en su familia el pronto alivio y la sana armonía.

¡Finalmente te pedimos notable fe, superior perseverancia para oponernos al


fracaso, desilusión y desesperanza! Amén!

Colectivamente: Paciente-Alzheimer; custodio-cuidador codependiente.


Primer amanecer del 2007.
Las certidumbres.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 74


Me llamo Octavio

Fue hace más de un siglo cuando el neurólogo alemán Alois Alzheimer


(Munich, 1864-1915) reportó a la comunidad científica la extraña presencia de
una enfermedad mental en una paciente de 54 años cuyas manifestaciones
clínicas correspondían a otro tipo de demencia diferente a las ya conocidas. Los
casos de pacientes con manifestaciones clínicas similares fueron en aumento
hasta que al fallecer varios de ellos, se pudo comprobar en todos ellos, mediante
el estudio de la autopsia, un desusado tipo de irregularidades asentados en las
células y tejido del sistema nervioso cerebral.

Numerosos enfermos quienes mostraron idénticos hallazgos clínicos y


necrológicos fueron notificados por diferentes médicos de diversos países, en
todos ellos además del paralelos síntomas y signos, tras la autopsia en sus
cerebros descubrieron idénticas anomalías en las células y tejido nervioso.

A estos hallazgos de inmediato se le etiquetaron como la Enfermedad de


Alzheimer, prototipo de enfermedad mental con unas configuraciones
especiales; el evidente aumento en la incidencia del padecimiento permitió su
denominación como: “La Enfermedad del Nuevo Siglo”. Y por tratarse de un
padecimiento mental abundantes empíricos agoreros demasiado inquietaron al
designarlo como una señal apocalíptica espiritual del milenio.

Lo verdadero, evidente y notorio lo constituye el hecho que día con día los
médicos e investigadores reportaban un mayor número de casos, sin que hasta
esa fecha contaran con determinada o supuesta evidencia de su origen, una clara
precisión diagnóstica, exacto tratamiento o previa prevención (como hasta la
contemporánea época).

Por lo tanto, la enfermedad de Alzheimer provoca y seguirá causando (aunque


sea gerundio), gradual, progresiva e irreversible pérdida de la memoria hasta la
nulidad; además de nulificar otros procesos del intelecto humano como son el
puntual conocer, el coherente comunicar; así como el sano juicio y el correcto
razonamiento; sistema cognitivo lo llaman los eruditos.

¡Terrible suceso, aislamiento del enfermo, enigma médico aún presente, en


cruel ascenso y sin solución aparente! La enfermedad de Alzheimer es un
padecimiento que comúnmente se presenta en edades avanzadas (mayores de 60
años), en forma lenta, progresiva, gradual y la mayoría de las veces mortal.

Entre tanto, hoy en día representa un grave problema de Salud Pública y


Mental, debido a sus complejas, abigarradas y devastadoras manifestaciones,
complicado y costoso diagnóstico e improbable tratamiento médico.

De vital importancia es el conocimiento preciso y suficiente acerca de la


enfermedad o padecimiento que afecte a su persona o a la de un familiar
querido, con el objetivo de saber toda referencia sobre su origen, posible

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 75


Me llamo Octavio

prevención, manifestaciones clínicas (signos y síntomas), presunto diagnóstico,


puntual tratamiento, eventuales secuelas y factible rehabilitación del mismo.

De igual o mayor trascendencia consiste en dotarse con los suficientes recursos


auxiliares como elementos humanos (uno o varios cuidadores) y materiales
(medicamentos, alimentos, material de curación) para procurar una vida digna
en condiciones de austeridad con un máximo de calidad asistencial y calidez
humana.

El convivir con un paciente afectado con el Alzheimer suele motivar (sobre


todo en el custodio-cuidador) leves trastornos nerviosos similares como
irritabilidad, impaciencia, cansancio, desaliento y enfados, síntomas y signos
los cuales deben atenderse de inmediato y no ignorarlos.

El convivir con un paciente afectado con el Alzheimer suele motivar (sobre


todo en el custodio-cuidador) leve trastornos nerviosos similares como
irritabilidad, impaciencia, cansancio, desaliento y enfados, síntomas y signos
que no han de equipararse como contagio de la enfermedad.

Ante la posibilidad de sufrir o tener a un ser querido enfermo de Alzheimer,


actualmente no existe otra alternativa que la de informarse, sobrellevar y
definitivamente adjudicarse la generosa misión de proporcionar atención,
cuidado y amor, al afectado, ante el acre vacío de cura, medicina o tratamiento
alguno. Se demandaría máxime praxis, concisas hipótesis…

Arribamos al final de este documento ante la mirada intemporal de una


entrañable amiga afectada por el Alzheimer y siempre favorecida por la
inconmensurable Divina Misericordia.

P.S. Doña Anita actualmente se encuentra viva y asilada (o mejor dicho aislada)
en un ancianato, así lo decidió Marilú (su nuera); actualmente tiene 98 años de
edad.

Octavio falleció una semana antes de la final recapitulación, al atardecer de un


día primaveral, la causa un infarto masivo al miocardio.

El cuidador-custodio ya no pudo conocer el total contenido de


este documento…

El Autor.
23/ENERO/2010.
Cuernavaca, Morelos.

Orlando Leó n y Vé lez Vasco M. C: Pá gina 76

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