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Por otra parte, yo no tenía ninguna razón para poner objeciones, tanto más cuanto que
Roma, a pesar de todo, es un lugar que conserva una gran jerarquía, y muy
especialmente en lo concerniente al psicoanálisis. En caso de que venga usted a oír lo
poco que he preparado -nunca se sabe lo que puede ocurrir-, porque algo he preparado
para ellos; esperaban que yo hablaría; no quise que lo anunciaran, pero he preparado
algo; incluso lo he preparado con mucho cuidado,-debo decirlo, es cierto; entonces, en
caso de que venga, oirá algo que se relaciona con las relaciones del psicoanálisis con la
religión. No se trata de relaciones muy amistosas. En suma, es el uno o la otra. Si la
religión triunfa, lo que es más probable -hablo de la verdadera religión, hay una sola
verdadera-; si la religión triunfa, será el signo de que el psicoanálisis ha fracasado. Lo
más normal es que el psicoanálisis fracase, pues aquéllo de lo cual se ocupa, es algo
muy, pero muy difícil. Pero en fin, como no tengo intenciones de dar la conferencia
ahora, lo único que puedo decir es que el psicoanálisis es algo muy difícil.
Sra. X... : ¿Cuántos alumnos del doctor Lacan habrá en este Congreso?
J. LACAN: Los participantes en este Congreso, supongo, son muchos más que la gente
de mi Escuela. Porque hay una especie de efecto de curiosidad en torno a mi persona.
Es una chifladura, pero es así.
Sra. X...: Yo preguntaba simplemente al Profesor Lacan por qué decía que el
psicoanalista estaba en una posición insostenible...
J. LACAN: Cuando dije eso hice notar que no era el primero en decirlo. Hay alguien en
quien, a pesar de todo, se puede confiar respecto a lo que dijo de la posición del
psicoanalista, muy pero muy precisamente, se trata de Freud. Y Freud entendía de esto;
dijo que había cierto número de Posiciones insostenibles, entre las cuales colocaba el
«gobernar» - lo que, como usted puede ver, equivale a decir que una posición
insostenible es aquéllo hacia lo cual todos se precipitan, puesto que para gobernar nunca
faltan los candidatos-; es como en el psicoanálisis, los candidatos no faltan.
Luego Freud añadía: educar. Allí los candidatos faltan menos aún. Es una posición
reputada incluso como ventajosa; quiero decir que allí no sólo no faltan los candidatos,
sino que tampoco faltan las personas que reciben el sello, es decir, que están autorizadas
para educar. Lo que no quiere decir que tengan la más mínima idea acerca de qué es
educar. No obstante, esto sugiere muchas meditaciones. La gente no se da cuenta muy
bien de qué quiere hacer cuando educa. Con todo, se esfuerzan por tener alguna vaga
idea. Raramente reflexionan sobre ello. Pero en fin, el signo de que hay una cosa que
pueda inquietarlos, por lo menos de vez en cuando es que suelen ser victimas de algo
muy particular que sólo los analistas conocen realmente bien: se apodera de ellos la
angustia cuando piensan ellos la angustia en eso, en qué es educar. Pero contra la
angustia hay montones de remedios. En particular, hay cierto número de cosas a las que
llaman «concepciones del hombre», de lo que es el hombre. Es algo que varía mucho.
Nadie se da cuenta, pero la concepción, que puede tenerse del hombre varía
enormemente.
Se ha publicado un libro muy bueno que se relaciona con esto, con la educación. Es un
libro dirigido por Jean Chateau. Jean Chateau era alumno de Alain. Hablo de esto
porque es un libro en el que me interesé hace muy poco. Aún no lo terminé de leer. Es
un libro sensacional desde todo punto de vista. Comienza con Platón y continúa a través
de cierto número de pedagogos. Y nos damos cuenta de que el fondo, lo que yo llamo el
fondo de la educación, es decir, cierta idea de lo que hace falta para hacer hombres
(como si fuera la educación lo que los hiciera; en verdad, es muy cierto que al hombre
no se le fuerza a ser educado, él realiza su educación solo; de todas maneras él se educa,
puesto que es necesario que aprenda algo, que pase un poco las de Caín) pero después
de todo, los educadores, hablando en propiedad, son personas que piensan que pueden
ayudarlos y que incluso habría verdaderamente un mínimo para dar a fin de que los
hombres sean hombres, y que eso pasa por la educación.
En realidad, no están equivocados. En efecto, hace falta que haya cierta educación para
que los hombres lleguen a soportarse mutuamente.
Con esto se relaciona el analista. Las personas que gobiernan, las personas que educan,
tienen una diferencia considerable con respecto al analista su tarea es algo que se hace
desde siempre. Y repito que es algo que prolifera, quiero decir que nunca se cesa de
gobernar y nunca se cesa de educar. El analista, por su parte, no tiene ninguna tradición.
Es un recién llegado. Quiero decir que entre las posiciones imposibles, el analista halló
una nueva. Entonces no resulta particularmente cómodo sostener una posición en la
cual, para la mayoría de los analistas, no se tiene más que un breve siglo tras de sí como
referencia. Es algo verdadederamente muy nuevo, lo cual refuerza el carácter imposible
de la cosa. Quiero decir que realmente tenernos que descubrirla.
Por eso, fue entre los analistas, es decir, a partir del primero de ellos, que al descubrir su
posición y reconocer muy bien su carácter imposible, la reflejaron sobre la posición de
gobernar y de educar. Igual que los gobernantes y educadores, se encuentran en el
estadio del despertar; eso les permitió darse cuenta de que después de todo, las personas
que gobiernan y las personas que educan no tienen idea de lo que hacen. Lo cual no les
impide hacerlo, e incluso hacerlo no demasiado mal, porque a fin de cuentas, los
gobernantes hacen falta, y los gobernantes gobiernan, es un hecho; no solamente
gobiernan sino que eso satisface a todos.
J. LACAN: Sí, volvernos a Platón. No es difícil volver a Platón. Platón ha dicho una
cantidad de trivialidades, y naturalmente, volvernos a ellas.
Pero es cierto que la llegada del analista a su propia función arrojó una suerte de luz
indirecta sobre la naturaleza de las otras funciones. He consagrado precisamente a este
punto todo un año, todo un seminario, para explicar la relación que surge de la
existencia de esa función totalmente nueva que es la "función analítica", y cómo tal
función aclara las otras. Eso me llevó, por supuesto, a mostrar articulaciones que no son
comunes -porque si fueran comunes, no diferirían- y a mostrar cómo puede manipularse
todo ello, hasta cierto punto de una manera muy, muy simple. Hay cuatro pequeños
elementos que giran. Y naturalmente, los cuatro pequeños elementos cambian de lugar,
y terminan por producir cosas muy interesantes.
Hay algo de lo que Freud no había hablado, porque para él era algo tabú, -la posición
del científico, la posición de la ciencia. La ciencia tiene una probabilidad; también su
posición es totalmente imposible, pero ocurre que ella no tiene la más mínima idea al
respecto. Sólo ahora los científicos comienzan a tener crisis de angustia. Comienzan a
preguntarse -es una crisis de angustia que no tiene más importancia que cualquier otra
crisis de angustia; la angustia es algo absolutamente fútil, absolutamente cagueta-pero
es divertido ver cómo los científicos, los científicos que trabajan en laboratorios muy
serios, muchos de ellos de golpe, se han alarmado, han tenido «les foies» como se dice
-¿habla usted francés? ¿Sabe lo que es avoir les foies? Avoir les foies es tener caguetas-
esos sabios se dijeron: «¿y si todas estas pequeñas bacterias con las que hacemos cosas
tan maravillosas, un buen día, después de haberlas convertido en un instrumento
absolutamente sublime de destrucción de la vida, viene un tipo y las saca del
laboratorio?».
Ante todo, todavía no lo han conseguido, todavía no se logró, pero no obstante,
comienzan a tener una pequeña idea de que podrían crearse bacterias terriblemente
resistentes a todo, y que a partir de ese momento ya no se las pudiera detener y que tal
vez limpiaran de la superficie de la tierra todas esas porquerías, en particular las
humanas, que la habitan. Y entonces se sintieron de golpe sumidos en una crisis de
responsabilidad. Afirmaron lo que se llama un embargo en cierto número de
investigaciones -tal vez hayan tenido una idea, después de todo no tan errada, de lo que
hacen, quiero decir que es cierto que eso podría llegar a ser muy peligroso; yo no lo
creo; la animalidad es indestructible; ¡no serán las bacterias las que nos liberarán de
todo eso! Pero los científicos han tenido una crisis de angustia, una típica crisis de
angustia. Y entonces aplicaron una especie de interdicción, provisoria por lo menos, se
dijeron que era necesario pensar dos veces antes de llevar demasiado lejos ciertos
trabajos sobre las bacterias. Sería un alivio sublime si de golpe estuviéramos frente a un
verdadero flagelo, un flagelo salido de las manos de los biólogos, sería verdaderamente
un triunfo, querría decir realmente que la humanidad habría llegado a algo, a su propia
destrucción, por ejemplo, ese es verdaderamente el signo de la superioridad de un ser
sobre todos los demás, no solamente su propia destrucción, ¡sino la destrucción de todo
el mundo viviente! Sería verdaderamente el signo de que el hombre es capaz de algo.
Pero con todo nos da un poco de angustia. Todavía no hemos llegado a ello.
Como la ciencia no tiene la más mínima idea de lo que hace, salvo el tener un brotecito
de angustia como ése, va a continuar pese a todo por un cierto tiempo y, probablemente
a causa de Freud, nadie siquiera pensó en decir que resultaba tan imposible tener una
ciencia, una ciencia que diera resultados, como gobernar y como educar. Pero si
tenemos una pequeña sospecha de ello, es a causa del análisis, porque el análisis está
realmente allí. El análisis, no sé si usted está al corriente, el análisis se ocupa muy
especialmente de lo que no anda bien; es una función aún más imposible que las otras,
pero gracias al hecho de que se ocupa de lo que no anda bien, se ocupa de esa cosa que
es necesario llamar por su nombre, y debo decir que hasta ahora soy el único, que la ha
llamado así, me refiero lo real.
Ya es algo que por lo menos puedan hablar de la angustia. En cierto momento yo dije
algunas cosas al respecto. Produjo un cierto efecto, produjo un cierto remolino. Después
de mis charlas un tipo vino a verme, uno de mis alumnos, alguien que había seguido el
seminario sobre la angustia durante todo un año; estaba absolutamente entusiasmado,
era precisamente el año en que en el psicoanálisis francés (bueno, eso que llaman así) se
había producido la segunda escisión; estaba tan entusiasmado que pensó que tenían que
meterme en una bolsa y ahogarme; me amaba tanto que era la única conclusión que le
parecía posible.
Ya ve cómo son las cosas. Las cosas están hechas de payasadas. Sólo así tal vez se
pueda confiar en un porvenir del psicoanálisis; si se consagra suficientemente a la
payasada.
Sra. Y...: ¿Puede usted precisar en qué se distingue la Escuela Freudiana de París de las
otras escuelas?
Sra. Y...: Usted ha dicho hace un momento «si la religión triunfa, es porque el
psicoanálisis habrá fracasado». ¿Piensa usted que ahora se va a ver a un psicoanalista
como antes se iba a ver a un confesor?
J. LACAN: Sabía que iba a hacerme esta pregunta. Esta historia de confesión es un
cuento chino. ¿Por qué cree usted que uno se confiesa?
Sra. Y...: Cuando uno va a ver al psicoanalista, se confiesa también.
J. LACAN: ¡De,ninguna manera! No tiene nada que ver. Es la infancia del arte
comenzar por explicar a la gente que no están allí para confesarse. Están allí para decir,
para decir algo, sea lo que fuere.
Sra. Y...: ¿Cómo explica usted este triunfo de la religión sobre el psicoanálisis?
Sra. Y...: Usted ha dicho «si la religión triunfa, es porque el psicoanálisis habrá
fracasado». ¿Cómo explica el triunfo del psicoanálisis sobre la religión?
Sra. Y...: ¿Por qué ha empleado esa expresión del triunfo de la religión sobre el
psicoanálisis? ¿Está convencido de que la religión triunfará?
J. LACAN: ¿El psicoanálisis? No, por lo menos así lo espero. Pero tal vez se convierta,
en efecto, en una religión, quién sabe, ¿por qué no? Pero no pienso que ésa sea mi
sesgo. Pienso que el psicoanálisis no apareció en un momento histórico cualquiera;
apareció correlativamente a un paso capital, a cierta avanzada del discurso de la ciencia.
El análisis apareció entonces -voy a decirle lo que digo al respecto en mi pequeño
informe, en el asunto ese que lucubré para este Congreso: el psicoanálisis es un síntoma.
Sólo hay que comprender síntoma de qué. En todo caso y claramente, como lo dijo
Freud (puesto que él habló de «Malestar en la cultura»), el psicoanálisis forma parte de
ese malestar en la cultura. Entonces, lo más probable es que a pesar de todo, no vamos a
quedarnos allí, dándonos cuenta de que el síntoma es lo más real que existe. Nos van a
hacer segregar sentido a manos llenas, y eso alimentará no solamente a la verdadera
religión, sino a un montón de religiones falsas.
El analista por su parte, es algo muy distinto. Está en una especie de momento de
mutación. Durante un breve instante nos pudimos dar cuenta de qué era la intrusión de
lo real. El analista se queda allí. Está allí como un síntoma, y no puede durar más que a
título de síntoma. Pero ya verá usted que curarán a la humanidad del psicoanálisis. A
fuerza de ahogarlo en el sentido, en el sentido religioso por supuesto, se llegará a
reprimir ese síntoma. ¿Me comprende? ¿Se prendió una lucecita en sus entendederas?
¿No le parece que la mía es una posición mesurada?
Sra. Y...: Escucho.
J. LACAN: Escucha, sí. ¿Pero capta siquiera una pequeña cosa que se parezca a lo real?
J. LACAN: ¿Usted hará una síntesis? ¡Qué suerte que tiene! Pues, extraiga de esto lo
que pueda.
Sr. X... (habla en italiano); traducción: El señor ha leído sus Ecrits en italiano en la
colección que se llama «Cosa freudiana».
J. LACAN: ¿Bajo ese título, «La Cosa freudiana», traducen mis Ecrits? Yocreía que era
un artículo muy especial. «La chose freudienne» en francés es el titulo de uno de mis
Ecrits.
El intérprete: Pues el librito que contiene cinco o seis de sus artículos, traducido hace
dos o tres años, se llama la Cosa Freudiana...
Sr. X... (en italiano); traducción: El señor dice que los Ecrits son muy oscuros, muy
difíciles de comprender, y que alguien que quiere comprender sus propios problemas
leyendo esos textos, se encuentra profundamente desorientado e incómodo.
La segunda impresión es ésta: usted es uno de los representantes más célebres del
retorno a Freud. Ahora bien, su opinión superficial de la cosa es que ese retorno a Freud
es un poco problemático. El señor dice que su nueva interpretación de Freud, de los
textos freudianos, torna la lectura de Freud aún más complicada.
J. LACAN: Tal vez porque hago observar lo que el propio Freud por otra parte tardó
mucho en meter en la cabeza de sus contemporáneos. Es necesario decir que cuando
Freud publicó «La interpretación de los sueños», no se vendió mucho, se vendieron - no
sé, lo supe una vez, no quisiera decir algo totalmente errado- creo que trescientos
ejemplares en quince años. Freud tuvo que tomarse mucho trabajo para forzar, para
introducir en el pensamiento de sus contemporáneos algo tan específico, y a la vez tan
poco filosófico. Y no es porque haya tomado ya no sé de quién, ¿de Herbart? la palabra
Unbewusste que no era de ninguna manera lo que los filósofos llamaban
«inconsciente»; no tenía nada que ver.
Entonces no estoy muy sorprendido, dado que usted no habla más que italiano, por lo
menos lo supongo, porque en caso contrario ¿por qué no me hablaría usted en francés?,
de que si lee mis Ecrits traducidos al italiano, ante todo, voy a decirle, tal vez no estén
bien traducidos; no puedo verificarlo, no estoy en condiciones de verificar; el traductor
me vino a ver a menudo para pedirme consejos y ver las cosas más claras, pero como él,
por su parte, tiene sus ideas propias, lo que yo le respondí tal vez no le haya servido
demasiado. Y luego, voy a decirle también algo que es característico de mis Ecrits -es
que mis Ecrits, no los escribí para ser comprendidos, los escribí para ser leídos, lo que
no es de ninguna manera lo mismo. Es un hecho que, contrariamente a Freud, hay a
pesar de todo bastante gente que los leen, ciertamente más que los que leyeron a Freud
durante quince años; al final, por cierto, Freud tuvo un enorme éxito de librería. Pero
esperó mucho tiempo. Yo nunca esperé nada parecido. Para mí fue toda una sorpresa
cuando supe que mis Ecrits se vendían. Nunca comprendí cómo era posible. En cambio,
lo
que compruebo es que aun cuando no se comprendan, algo hacen a la gente. He
observado esto a menudo. No comprenden nada, es totalmente cierto, durante cierto
tiempo, pero algo les produce.
Lo que puedo decirle, y que es bastante habitual, sé cómo pasan las cosas porque ya me
ocurrió el haber escrito, incluso hace ya mucho tiempo; es bastante habitual que en diez
años uno de mis Ecrits se torne transparente, mi estimado amigo. ¡Hasta usted
comprendería! Dentro de diez años mis Ecrits, incluso
Hubo un momento en la historia en que había bastante gente ociosa para ocuparse muy
especialmente de lo que no anda, y dar una fórmula de «lo que no anda» en estado
naciente, si puedo decirlo así. Como lo expliqué hace un momento, todo recomenzará a
girar en redondo, es decir, en realidad, a ahogarse bajo las más repugnantes de esas
cosas que hemos conocido desde hace siglos y que naturalmente se restablecerán. La
religión, le digo yo, está hecha para eso, está hecha para curar a los hombres, es decir,
para que ellos no se den cuenta de lo que no anda. Ha habido un pequeño relámpago
-entre dos mundos, si puedo expresarme así-, entre un mundo pasado y un mundo que
va a reorganizarse como un soberbio mundo futuro. No pienso que el psicoanálisis
detente ninguna clave del futuro. Pero habrá sido un momento privilegiado durante el
cual se habrá tenido una visión bastante justa de qué es lo que yo llamo en mi discurso
el parletre. El parletre es una manera de expresar el inconsciente. El hecho de que el
hombre sea un animal hablante, lo que es totalmente imprevisto, lo que es totalmente
inexplicable, saber qué es, con qué se fabrica esa actividad de la palabra, es algo sobre
lo cual trato de dar algunas luces en lo que voy a contarle a este Congreso. Está muy
vinculado a ciertas cosas que Freud consideró como sexualidad, y en efecto, tiene una
relación, pero esto se vincula a la sexualidad de una manera muy, pero muy, particular.
Muy bien. Entonces verá. Conserve este librito en su bolsillo y reléalo dentro de cuatro
o cinco años, ¡verá cómo se relamerá los bigotes!
En la Escritura judía, la Escritura Santa, se ve muy bien para qué sirve que el Verbo
haya sido en cierta medida no en el principio, sino antes del principio; es que gracias a
esto, como era antes del principio, Dios cree tener el derecho de hacer todo tipo de
reprimendas a las personas a quienes les hace un regalito, del tipo «tit-tit-tit» como se
les dice a los pollitos; enseñó a Adán a nombrar las cosas, no le dio el Verbo, porque
hubiera sido una empresa demasiado importante; le enseñó a nombrar. Nombrar no es
gran cosa, sobre todo porque además todos estos nombres son.... es decir algo
plenamente a la medida humana. Los seres humanos no piden sino eso, que las luces
sean moderadas. La luz en sí es absolutamente insoportable. Por otra parte, nunca se
hablé de luz durante el siglo de las luces, se habló de Aufklärung. «Traiga una
lamparita, por favor». Es ya mucho. Es ya incluso más de lo que podemos soportar.
Entonces yo estoy a favor de san Juan y de su «Al principio era el Verbo», pero es un
principio que, en efecto, es completamente enigmático. Quiero decir lo siguiente: las
cosas no comienzan para este ser carnal, este personaje repugnante que a pesar de todo
debernos llamar hombre medio, las cosas no comienzan para él, quiero decir, el drama
no comienza más que cuando se ha metido el Verbo, cuando el Verbo, como dice la
religión -la verdadera-, cuando el Verbo se encarna. Es cuando el Verbo se encarna que
todo comienza a andar desastrosamente mal. Ya no es feliz en absoluto, ya no se parece
para nada a un perrito que mueve la cola ni a un buen mono que se masturba. Ya no se
parece a nada en absoluto. Está devastado por el Verbo.
Entonces yo también pienso que es el principio, por supuesto. Me dirán que no he
descubierto nada. Es cierto. Nunca pretendí descubrir nada. Todas las cosas que he
tomado fueron cosas que fui sacando por un lado o por el otro. Y después, sobre todo,
figúrese, tengo cierta experiencia en este oficio sórdido que se llama ser analista. Y
entonces, allí sí que aprendo un montón de cosas. Y diré que el «Al principio era el
Verbo» cobra más peso para mí, porque voy a decirle algo: si no estuviera el Verbo que,
-es necesario decirlo-, les hace "gozar", todas estas personas que vienen a verme, ¿por
qué habrían de volver a mi casa si no fuera porque cada vez se dan un hartazgo de
Verbo? Yo, es desde ese ángulo como me doy cuenta. Les causa placer, se regocijan.
Yo le digo, sin eso, ¿por qué tendría clientes, por qué volverían con tanta regularidad,
durante años, se da cuenta? Es un poco así. En todo caso al comienzo del análisis, es
cierto. Para el análisis, es cierto, al principio es el Verbo. Si no estuviera eso, no veo
¡qué diablos haríamos juntos allí!
Sr X... (en italiano): ¿Es cierto que el psicoanálisis ha entrado en una crisis
irremediable? ¿No es que las relaciones del hombre se han tornado tan problemáticas
porque ese real es tan invasor, tan agresivo, tan obsesionante... (continuación inaudible).
J. LACAN: Todo lo que tenemos de real hasta el momento es poco frente a lo que a
pesar de todo no se puede imaginar, porque precisamente lo característico de lo real es
que no se lo imagina.
Sr. Z...: La pregunta se refería al papel del psicoanálisis hoy. Usted decía hace un
momento que el psicoanálisis establecía la relación del individuo con lo real. La
pregunta era que, habiéndose tornado lo real tan agresivo, tan «obsesionante» como
decía el señor, habría entonces que liberar al hombre de lo real; luego el psicoanálisis no
tendría razón de ser.
Sr. X... : Cioé che il reale é diventato cosi distruttivo che l'unica possibiliti di salvezza é
la sottrazione al reale, perché la psicanalisi ha cessato completamente la sua funzione.
Intérprete.- La única salvación posible frente a este real que se ha tornado tan
destructivo...
Intérprete: Yel señor ha hablado de esquizofrenia colectiva. Por eso concluye el papel
del psicoanálisis tal como ha sido presentado.
J. LACAN: Es una forma pesimista de representar lo que yo creo más simple: "el
triunfo de la verdadera religión". Es una forma pesimista. Rotular la verdadera religión
como esquizofrenia colectiva es un punto de vista muy especial, que es sostenible, estoy
de acuerdo. Pero es un punto de vista muy psiquiátrico.
Pero al real al cual podemos acceder, accedemos por un camino muy preciso, el camino
científico, es decir, las pequeñas ecuaciones. Y ese real, el verdadero real, no si puedo
llamarlo así, el verdadero real, es justamente el que nos falta completamente en lo que
nos concierne, pues de ese real, en lo que nos concierne, estamos totalmente separados,
a causa de algo muy preciso que yo, aunque jamás haya podido demostrarlo
absolutamente, creo que jamás llegaremos a dominarlo; jamás llegaremos a dominar la
relación entre esos parlétres que sexuamos como el varón y esos pedales «parlétres» que
sexuamos como la mujer. Aquí se pierden radicalmente los pedales; es, incluso lo que
especifica eso [Esta frase: les pédales sont radicalement perdues, sobre todo después de
lo que el autor dice sobre la sexuación, debe leerse también como «los maricas están
radicalmente perdidos». (N. del T.)] que generalmente se llama ser humano; sobre este
punto no hay ninguna probabilidad de que eso tenga éxito alguna vez, es decir, que
tengamos la fórmula, algo que se escriba científicamente. De allí la proliferación de los
síntomas, porque todo se aferra allí. En esto Freud tenía razón cuando hablaba de lo que
él llamó la sexualidad. Digamos que la sexualidad, para el «parlétre» no tiene
esperanzas.
Pero el real al que accedemos con pequeñas fórmulas, el "verdadero real" eso es algo
muy distinto. Hasta el momento no hemos tenido otros resultados que no sean
divertidos chismes de consumo: a saber: se envía un cohete a la luna, tenemos
televisión, etc. Eso nos come, pero nos come por intermedio de cosas que remueve
dentro de nosotros. No en vano la televisión es devoradora.
Lo es porque a pesar de todo, nos interesa. Nos interesa por cierto número de cosas
absolutamente elementales, que podríamos enumerar, con las cuales podríamos hacer
una listita muy pero muy precisa. Pero de todas maneras nos dejamos comer. Por esta
razón no estoy entre los alarmistas ni entre los angustiados. Cuando, nos hayamos
hastiado, detendremos eso y nos ocuparemos de las cosas verdaderas, o sea, de lo que
yo llamo religión.
Sr. A...: (comienzo inaudible) ... pero no obstante tal vez haya algo, es que es difícil
aproximarse a lo real, al verdadero real y no solamente al símbolo, a no ser un
hendidura, es decir, que lo real es trascendente; para llegar a ese algo que nos
trasciende... (inaudible) están en efecto los chismes y en efecto, los chismes nos comen.
J. LACAN: Son juegos de palabras, es cierto. Pero yo le doy una enorme importancia a
los juegos de palabras, usted lo sabe. Me parecen la clave del psicoanálisis.
Sr. A...: El ha dicho: el profesor Lacan toma una noción kantiana de lo real.
J. LACAN: Pero no es de ningún modo kantiano. Incluso es esto sobre lo que insisto, si
hay noción de lo real es una noción extremadamente compleja, y a este título, no puede
captarse, captarse de una manera que agotaría todo. Me parece una noción
increíblemente anticipadora pensar que haya un todo de lo real; mientras no lo hayamos
verificado, creo que vale más evitar decir que lo real sea de alguna manera un todo.
Recientemente he leído algunas cosas al respecto -en verdad, llegó a mis manos un
pequeño artículo de Henri Poincaré sobre la evolución de las leyes; no conocéis
seguramente este artículo, es inhallable, me lo han traído, es un lujo de bibliófilo; es a
propósito de la pregunta que se había planteado Boutroux para saber si podía pensarse
que también las leyes podrían tener una evolución. Poincaré, que es matemático, se
enfurece absolutamente ante el pensamiento de que pudiera haber una evolución de las
leyes, puesto que justamente lo que el científico busca es una ley en la medida que no
evoluciona.
Debo decir al respecto, son cosas que ocurren por accidente, ocurre por accidente que
un filósofo sea más inteligente que un matemático, es muy raro, pero esta vez, por
casualidad, Boutroux, planteó una cuestión que me parece absolutamente capital. En
efecto, ¿por qué las leyes no evolucionarían dado que pensamos un mundo como un
mundo que ha evolucionado? ¿Por qué las leyes no evolucionarían? Poincaré se
mantiene duro como el hierro en cuanto a lo propio de una ley, o sea que con una ley no
sólo se puede saber el domingo lo que ocurrirá el lunes, y el martes, sino que además,
funciona en los dos sentidos, o sea -que gracias a una ley, se debe saber lo que ocurrió el
sábado y también el viernes. Pero no vemos en absoluto por qué lo real no admitiría esta
entrada de una ley que se mueve.
Es muy cierto que aquí perdernos completamente los estribos, porque como estamos
situados en un punto preciso del tiempo, ¿cómo poder decir algo a propósito de una ley
que ya no es una ley, según dice Poincaré? ¿Pero por qué, después de todo, no pensar
también que tal vez un día, siempre gracias a cálculos, podamos saber un poquitito más
sobre lo real?, Exactamente como Augusto Comte, que decía que nunca jamás se sabría
nada sobre la química de las estrellas: cosa curiosa, aparece una cosa llamada
espectroscopio, y tenernos con mucha precisión datos sobre la composición química de
las estrellas. Entonces hay que desconfiar, porque aparecen recursos, lugares de pasaje
absolutamente insensatos, que no se podían imaginar de ningún modo, que no se podía
prever de ningún modo, y que tal vez hagan que un día tengamos una noción sobre la
evolución de las leyes. En todo caso yo no veo por qué lo real haya de ser por esto más
trascendente.
Creo que es una noción muy difícil de manejar. Por otra parte, hasta el momento sólo se
la ha manejado con suma prudencia.
J. LACAN: Si me esfuerzo por algo, es por decir cosas que se ajusten a mi experiencia
de analista esto es a algo limitado puesto que ninguna experiencia de analista puede
pretender apoyarse sobre tantas personas como para generalizar. Yo intento determinar
con qué un analista puede sustentarse a sí mismo, lo que la función de analista implica
como aparato -si puedo expresarme así- como aparato mental riguroso; cuando se es
analista, de qué barandilla hay que sostenerse para no desbordar de su función de
analista. Porque cuando se es analista, constantemente sentimos la tentación de patinar,
de deslizarnos, de deslizarnos por la escalera apoyados sobre el trasero, lo cual
reconozcamos que es muy poco digno de la función de analista. Hay que saber
permanecer rigurosos porque no hay que intervenir más que de una manera sobria y
preferentemente eficaz. Para que el análisis sea serio y eficaz, yo trato de dar sus
condiciones; parecería que desborda sobre cuerdas filosóficas, pero no lo hace en lo más
mínimo.
Edición original: Boletín interno de La EFP, VII Congreso, Roma 1974: París, 1975.