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Indice de contenido
Primera parte
LA VIDA, LA MENTE Y LA SOCIEDAD
Introducción…………………………………………………………………………….......4
1-La naturaleza de la vida……………………………………………………………......6
1.1- Importancia de las células………………………………………….7
1.2- La perspectiva ecológica……………………………………………7
1.3- La vida definida en término del ADN………………………............8
1.4- Las membranas: la base de la identidad celular……………….....9
1.5- La autogénesis……………………………………………………....9
1.6- La red celular……………………………………………………...10
1.7- La emergencia de un nuevo orden………………………………..11
1.8- La evolución prebiótica…………………………………………...12
1.9- La vida mínima……………………………………………………13
1.9.1-Los elementos de la vida…………………………………............13
1.9.2-Burbujas de vida mínima……………………………………..14
1.9.3- Catalizadores y complejidad…………………………………....16
1
1.9.4- El desarrollo de la vida………………………………………....17
1.9.5- ¿Qué es la vida?...........................................................................18
2- La mente y la consciencia……………………………………………………………..18
2.1- teoría de Santiago de la cognición………………………………….........18
2.2- Cognición y consciencia………………………………………………......21
2.3- La naturaleza de la experiencia consciente…………………………......22
2.4- Las escuelas del estudio de la consciencia………………………….........23
2.5- La visión desde dentro…………………………………………………....25
2.6- Consciencia y cerebro……………………………………………….........26
2.7- La dimensión social de la consciencia…………………………………...27
2.8- Conversaciones con Chimpancés………………………………………....29
2.9 - Los orígenes del lenguaje humano…………………………………........30
2.9.1- La encarnación de la mente………………………………........32
2.9.2- La naturaleza humana……………………………………........34
2.9.3 - Las dimensiones espirituales………………………………......35
3 – La realidad social…………………………………………………………………......37
3.1-El significado: la cuarta perspectiva…………………………………........38
3.2- La teoría social…………………………………………………………......39
3.3- Giddens y Habermas: dos teorías integradas……………………….........40
3.4- Extensión del enfoque sistémico………………………………………......42
3.5- Las redes de comunicaciones……………………………………………...43
3.6- El significado, propósito y libertad humana………………………….......44
3.7- La dinámica de la cultura……………………………………………........45
3.8- El origen del poder………………………………………………………....47
3.9- La estructura en los sistemas biológicos y sociales…………………........48
3.9.1- Tecnología y cultura……………………………………….........50
Segunda parte
LOS RETOS DEL SIGLO XX1
4- La vida y el liderazgo en las organizaciones…………………………………….........50
4.1-Cambio y complejidad……………………………………………………...51
4.2-Las metáforas en la gestión empresarial………………………………......53
4.3-Las redes sociales…………………………………………………………...54
4.4-Comunidades de practica…………………………………………………..55
4.5-La organización viva……………………………………………………......55
4.6-El aprendizaje organizativo…………………………………………… ….56
4.7-La emergencia de novedad………………………………………………....57
4.7.1-Emergencia de diseño…………………………………………...58
4.8-Dos clase de liderazgo……………………………………………………....59
4.9-Infundir vida a la organización…………………………………………....60
6- La biotecnología en la encrucijada……………………………………………………69
6.1- Revolución conceptual en Genética………………………………………..71
6.2- Más allá del determinismo genético……………………………………….73
6.3- ¿Qué es un gen?..............................................................................................75
6.4- La biología y la ética de la clonación……………………………………....77
6.5- Biología y agricultura……………………………………………………....78
6.6- Una alternativa ecológica…………………………………………………..80
Conclusión…………………………………………………………………………………82
3
LA VIDA, LA MENTE Y LA SOCIEDAD
INTRODUCCION
La preocupación por conocer el origen de la vida ha sido constante entre los seres
humanos a lo largo de la historia. Científicos y religiosos han procurado encontrar respuesta
satisfactoria desde sus campos de acción, logrando en ocasiones solo ahondar las
diferencias ya existentes. Por fortuna, en las últimas décadas un número considerable de
investigadores de diferentes disciplinas, han trabajado con denuedo en la búsqueda de
explicaciones plausibles, a las diversas interrogantes surgidas alrededor de temas tan
espinoso como el origen de la vida, lo divino, lo humano o la vida social. Esta tarea ha
comprometido a científicos de la física, de la biología, la química, bioquímica; a filósofos y
religiosos de diferentes denominaciones, entre otros.
Es necesario destacar, que uno de los aportes significativo en esta experiencia intelectual, es
la forma magistral como logra el autor concatenar tema de las ciencias naturales y con otros
de las ciencias sociales. Esto ha sido posible por el carácter sistémico de su concepción y la
aplicación de los principios de la teoría de la complejidad. Esta teoría, permite captar con
más claridad las aristas de un determinado problema. Modelando matemáticamente
situaciones determinada, se podría obtener resultados hasta ahora no logrado con los
métodos convencionales. Esto despierta la esperanza de que pronto pudiéramos contar con
soluciones acertadas para muchas de las cuestiones que perturban a la humanidad.
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LA VIDA, LA MENTE Y LA SOCIEDAD
En definitiva, lo que más interesa y, a través de la cual se daría respuesta, son las
características definitorias. Su elección de las ciencias naturales como punto de partida
para procurar satisfacer dicha inquietud, tiene que ver con su formación científica en ese
campo. “Tal vez los científico sociales prefieran proceder a la inversa, identificando
primero las características definitorias de la realidad social para extenderlas luego al ámbito
biológico e integrar a esa realidad con conceptos correspondientes de las ciencias naturales.
Tal enfoque es, sin duda, muy plausible, pero como me formé en las ciencias naturales y
realicé previamente una síntesis de la nueva concepción de la vida en estas disciplinas, es
natural que comience por ahí” (ver pág. 25).
El autor argumenta que: “la realidad social evolucionó a partir del mundo biológico,
hace entre dos y cuatro millones de años, cuando una especie de simio del sur […] Se
irguió y comenzó a andar sobre dos patas” (ibíd.). La ciencia ha establecido que los
primeros Homínidos desarrollaron cerebros complejos, lo que le permitió desplegar su
imaginación, habilidades creativas, construir herramientas adecuadas para sus necesidades
y usarlas. El instinto natural lo llevó a la reproducción, tuvieron hijos y estos se
reprodujeron, constituyendo familias y formando todo una colectividad humana, que sería
la base de la vida social futura.
La ciencia ha establecido que el sistema vivo más simple es la célula y que todo órgano
es unicelular o pluricelular. También se ha determinado que toda forma de vida superior es
el resultado de la evolución de una célula bacteriana. Las más simple entre ellas pertenecen
a la familia micoplasmas, “con diámetros inferiores a una milésima de milímetro y genoma
consistentes en un solo bucle cerrado de la doble hélice del ácido desoxirribonucleico
(ADN)” (ibíd.). Llama la atención que dentro de estas diminutas células “funcione de
manera consistente una compleja red de procesos metabólicos que transporta nutrientes
hacia el interior de la célula y expulse residuos hacia su exterior, en una incesante
utilización de molécula de alimento para formar proteínas y otros componentes celulares”
(ibíd.).
Las micoplasmas solo pueden sobrevivir en un entorno químico muy preciso y bastante
complejo. En esas células se cumplen dos tipos de simplicidad celular, la simplicidad
interna, cuya bioquímica del entorno interno del organismo es simple, y la simplicidad
ecológica, que revela una necesidad limitada del organismo de las aportaciones químicas
procedentes de su entorno externo.
Nos explica el autor que, desde el punto de vista ecológico, las cianobacterias son los
órganos más simples. Estas son capaces de formar sus propios compuestos orgánicos
únicamente a partir de dióxido de carbono, agua, nitrógeno y minerales en estado puro.
Aunque es notoria su gran capacidad ecológica, parece requerir cierto grado de complejidad
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bioquímica interna. Esto permite comprender la interdependencia en todo órgano vivo de
ambos componentes.
Se desconoce las condiciones en las que un organismo vivo pueda sobrevivir de forma
individual, todos necesitan de interrelación con otros. “Los animales dependen de la
fotosíntesis de las plantas para cubrir sus necesidades energéticas; las plantas dependen de
dióxido de carbono producido por los animales, así como del nitrógeno fijado en sus raíces
por las baterías: finalmente, plantas, animales y microorganismos regulan la biosfera y
mantienen unas condiciones aptas para la vida” (ibíd.). No se está lejos de la verdad,
cuando se afirma que la evolución de los primeros organismos vivos caminó de las manos
con la transformación de la superficie del planeta, de un medio inorgánico a una biósfera
que se autorregula, como lo expresa el autor citando a Lovelock y Mangulis.
Las enzimas, producidas por genes, catalizan los procesos metabólicos celulares, el
control genético ejercido sobre ellos, les confieren gran estabilidad. En cambio, “las
moléculas de ARN actúan como mensajeras transportando información codificada para la
síntesis de las enzimas procedente del ADN, con lo que establecen el vínculo crítico entre
las características genéticas y metabólicas de la células” (ver pág. 29). El ADN es
responsable de la replicación o reproducción de la célula, una característica determinante de
la vida. El ADN es la característica definitoria de la vida. De ahí se infiere la aseveración de
que: “los sistemas vivos son sistemas químicos que contienen ADN y no están muertos”
(ibíd.).
Estas son muy distintas a las paredes de las células, permanecen activas y se abren y
cierran constantemente para permitir la entrada de determinadas sustancias en la célula e
impedir que otras penetren en ella. Otra característica fundamental consiste en bombear
incesantemente el exceso de residuos cálcicos, para que el resto se mantenga en el nivel
preciso para sus funciones metabólicas. Estas actividades contribuyen al mantenimiento de
la célula como entidad diferenciada y la protege de influencia dañina del entorno.
1.5-La autogénesis
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órganos y sistemas de órganos, y las células como redes de moléculas. Se intuye que la red
es un patrón común a todo lo que tiene viva. Donde hay vida, hay redes.
Las células se sustentan a sí misma con los nutrientes que reciben del mundo exterior, la
dinámica de la red metabólica al hacer esto posible, activa una red de reacciones químicas
que tiene lugar en el interior y que producen la totalidad de sus componentes. “La función
de cada componente de esa red consiste en transformar o sustituir a los demás, de modo que
la red entera se genera a sí misma de manera continua. Esta es la clave de la definición
sistémica de la vida: las redes vivas se crean y se recrean a sí misma sin cesar, mediante la
transformación o la sustitución de sus componentes. De este modo experimentan constante
cambios estructurales al mismo tiempo que mantienen sus patrones de organización en
forma de red” (ver pág. 33).
Todos estos procesos se agrupan en lo que se conoce como autogénesis. Esta dinámica
se revela como una característica clave de la vida y fue identificada por los biólogos
Humberto Maturana y Francisco Varela. La autopoiésis quiere decir, que se hace a sí
misma. La vida no se le puede atribuir a ningún componente particular, definir como
sistema vivo a una red autopoiésica implica que el fenómeno de la vida tiene que ser
considerado una propiedad del sistema como un todo, por tanto, la vida se debe a la
totalidad de la red metabólica circunscrita.
“La autogénesis proporciona u criterio claro y convincente para distinguir los sistemas
vivos de los no vivos. Por ejemplo, nos indica que los virus no son organismos vivos,
puesto que carecen de metabolismo puro. Fuera de una célula viva, un virus no es más que
una estructura molecular inerte, formada por proteínas y ácidos nucléicos. Un virus es
esencialmente, un mensaje químico que necesita el metabolismo de una célula viva
anfitriona para producir nuevas partículas víricas, según las instrucciones codificadas en su
ADN o su ARN. Estas nuevas partículas no se construyen en el interior del virus, sino fuera
de él, en la célula anfitriona” (ver pág. 33).
Las enzimas facilitan o catalizan los procesos metabólicos. Estos reciben la energía a
través de unas moléculas especiales de fosfato conocida como ATP, sigla del adenoise
triphosphate, en español, trifosfato de adenosina. Además, las enzimas forman una
intrincada red de reacciones catalíticas y las moléculas de ATP se ocupan de formar una red
energética que se corresponde con ella. A través del ARN mensajero, ambas redes quedan
vinculadas al genoma o moléculas de ADN de la célula, que constituye “una red compleja e
interconectada, rica en bucles de retroalimentación, en la que cada gen regula, directa o
indirectamente, las actividades de los demás genes” (ver pág. 34).
Se han distinguido dos tipos de proceso de producción y dos redes celulares diferentes.
La primera se denomina red metabólica, por ella pasa el alimento que va a la membrana
celular para ser convertido en metabolitos, que son los componentes básicos a partir de los
cuales se forman las macromoléculas; es decir, las enzimas, las proteínas estructuradas, el
ARN y el ADN. La segunda red se ocupa de la creación de las macromoléculas a partir de los
metabolitos. Esta red se ha denominado epigenética, porque incluye el nivel genético y
trasciende los genes. Ambas redes están íntimamente interconectadas y, unidas constituyen
la red autopoiésica.
Los científicos del área tienen muy claro que la reproducción de la célula no implica
únicamente la transmisión de sus genes, en su reproducción la célula transmite sus
membranas, sus enzimas y sus orgánulos; en definitiva, toda su red celular. “La nueva
célula no es producida a partir del ADN puro, sino de una continuación ininterrumpida de
toda la red autopoiésica. El ADN puro nunca es transmitido, porque los genes solo pueden
funcionar cuando están inmersos en la red epigenética. Así es como la vida se ha ido
desarrollando a lo largo de tres millones de años en un proceso ininterrumpido” (ver pág.
36).
El metabolismo celular utiliza un flujo constante de energía para restaurar las estructuras
a medida que esta decae, lo cual implica que la célula se comporte como un sistema abierto.
Un sistema vivo se muestra como un sistema cerrado, desde el punto de vista organizativo,
pero la necesidad del flujo constante de energía que requiere su metabolismo, lo aleja del
equilibrio; un acercamiento al equilibrio, sería una proximidad a la muerte.
El sistema cerrado o red autopoiésica, tiene que ser un sistema abierto desde el punto de
vista de la satisfacción de su necesidad material y energético. Para mantenerse vivo necesita
alimentarse de flujos continuo de materia y energía procedentes de su entorno. El hecho de
que reciba alimento del entorno, explica la generación de residuos que debe expulsar y que
se convierte en alimento de otro, esto la ubica y le da su lugar en la cadena trófica.
Los estudios del flujo de materia y energía a través de sistema complejo han dado lugar
a la aparición de la teoría de la estructuras disipativa, la cual establece que esta “es un
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sistema abierto que permanece en un estado alejado del equilibrio, pero que, al mismo
tiempo, conserva la estabilidad: se mantiene la misma estructura general, a pesar del flujo
incesante y del cambio continuo De sus componentes” (ver pág. 37).
Hasta este punto se ha establecido que la célula es una red metabólica circundada por
una membrana, autogenética y organizativamente cerrada; es material y energéticamente
abierta, el flujo de materia y energía para producirse, regenerarse y perpetuarse a sí misma
es constante y, además, funciona lejos del equilibrio. Todas esas características y
condiciones son necesarias para que emerjan espontáneamente nuevas formas de orden. Lo
que puede considerarse desarrollo y evolución. Esas características son sustentadas por dos
teorías distintas, con visión diferentes de la vida: la teoría de la autopoiésis y la teoría de las
estructuras disipativas.
Aunque haya aspectos que las aproximan, las dos teorías se tornan incompatibles, dado
que los sistemas autopoiésicos son estructuras disipativas, pero no todas las estructuras
disipativas son sistemas autopoiésicos. No es una condición determinante en la estructura
disipativa que sea un sistema vivo, pero, dado que la emergencia constituye una parte
integrante de su dinámica, la estructura disipativa tiene la potencialidad de evolucionar. Es
decir, existe una evolución prebiótica, o de la materia inanimada que debe haberse iniciado
con cierta anterioridad a la emergencia de células vivas. Este es un punto de vista de gran
aceptación científica.
La teoría de la evolución prebiótica es de amplia aceptación, pero no existe un consenso
entre los científicos acerca de los pormenores del proceso. Se plantean diversos escenarios
posibles, aunque carentes de comprobación. Uno de ellos se orienta hacia los ciclos e
hiperciclos catalíticos formados por enzimas, capaces de autorreplicarse y de evolucionar.
“Otro escenario se basa en el reciente descubrimiento de que determinadas clases de ARN
pueden actuar también como enzimas, es decir, como catalizadores de procesos
metabólicos. Esta capacidad catalítica del ARN, actualmente bien establecida, permite
imaginar un estadio evolutivo en el que dos funciones cruciales para la célula viva – la
transferencia de información y las actividades catalíticas – se combinaron en un único tipo
de molécula” (ver págs. 39 - 40).
Capra sostiene que “si esta idea básica de una evolución prebiótica es correcta, debería
ser posible, en principio, demostrarla en el laboratorio. El reto, para los científicos que
trabajan en este campo, consiste en construir vida a partir de moléculas o, por lo menos, en
reconstruir diferentes etapas evolutivas en diversos escenarios prebióticos en evolución
desde el periodo de formación de las rocas sobre la tierra hasta la emergencia de la primera
célula” (ver pág. 41).
El fósforo (P) y el azufre (S), son dos átomos importantes en los sistemas biológicos
porque presentan características químicas únicas, debido a la versatilidad de sus
componentes. Los científicos, consideran que estos átomos tienen que haber sido los
principales componentes de la química prebiótica. Sostienen, además, que determinados
fósforos son fundamentales para la transformación y la distribución de la energía química.
“La universalidad de los tipos de átomos y moléculas en las células vivas contemporáneas y
su reducido número constituye un fuerte indicio de su origen evolutivo común en las
primeras protocélulas, hipótesis que se refuerza cuando observamos los itinerarios
metabólicos que constituyen la química básica de la vida” (ver págs. 43 -44).
Gran parte de los científicos de esta rama no comparten la idea de que pequeñas
moléculas, presente en una especie de sopa química, se aglutinaran espontáneamente en
estructuras de creciente complejidad. Entienden que la probabilidad de semejante evolución
prebiótica es mínima, que para que así sucediera, habría tenido que darse una circunstancia
extraordinaria desencadenante, como la llegada a la tierra de macromoléculas procedentes
de meteoritos.
Estos argumentos se enmarcan dentro de lo puramente convencional, es decir, que la
vida emergió de una especie de sopa química primordial mediante un progresivo
incremento de la complejidad molecular. El nuevo pensamiento, del que forma parte
Morowitz, “parte de la hipótesis de que muy al principio, mucho antes del incremento de la
complejidad molecular, algunas moléculas se reunieron y formaron membranas primitivas
que constituyeron espontáneamente burbujas cerradas, y que la evolución de la complejidad
molecular no tuvo lugar en el seno de una sopa química sin estructurar, sino en el interior
de esa burbujas precursoras de vida” (ver pág. 45).
Mientras exista flujo de materia y energía que atraviese la membrana, ocurrirán los
procesos de crecimiento y replicación. La penetración es posible porque la membrana de la
vesícula es semipermeable y diversas moléculas pequeñas pueden penetrar en las burbujas
o ser incorporadas a la propia membrana. Entre las partículas más importantes estarían los
cromóforos, capaces de absorber luz solar. Su presencia seria como un generador eléctrico
en la membrana, convirtiendo la vesícula en dispositivo conversor de la energía luminosa
en energía potencial. Una vez asegurada la conversión sistémica de energía se hace posible
que un flujo continuo de energía active los procesos químicos que ocurran en el interior de
la vesícula. A medida que este parque energético se perfecciona, las reacciones químicas en
las burbujas comienzan a producir fosfatos, sumamente eficaz para la transformación de la
energía química y su distribución.
Las vesículas conservan una estructura estable y persistente por el flujo de materia y
energía que la alimentan. En esas estructuras surgen acontecimientos aleatorios en el
ámbito químico. Su decadencia térmica está pendiente y el equilibrio solo se preserva
mediante un continuo procesado de materia y energía. Dada esas condiciones se llega a un
punto en que en esas burbujas primitivas, delimitadas por membranas, se manifiestan dos
características definitorias de la vida celular. Una es la condición de sistema abierto de la
vesícula, sujetas a flujos continuos de materia y energía, la otra condición se da al interior
de la misma. Esta “constituye un espacio relativamente cerrado, en el que resulta posible el
desarrollo de redes de reacciones químicas, propiedades ambas que podemos reconocer
como las raíces de las redes vivas y de sus estructuras disipativas” (ver pág. 46).
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Identificadas esas condiciones, se supone un escenario prebiótico ideal. La existencia de
gran cantidad de vesículas puede implicar el registro de diferencias notorias en sus
propiedades químicas y sus componentes estructurales. “Si estas diferencias persisten en el
momento de dividirse las burbujas, podemos comenzar a hablar ya de una memoria
pregenética y de especies de vesículas, y puesto que esa especies competirán por la energía
y por determinadas moléculas de su entorno, se pone en marcha una especie de dinámica de
competición y de selección natural darwiniana, en la cual determinados accidentes
moleculares serán amplificados y seleccionados por sus ventajas evolutivas” (ver págs. 46 –
47).
La actividad química de este proceso es a todas luces simple y común. Tiene que ver con
la polarización molecular en el agua; en ella se observan determinadas moléculas atraídas
por el agua, llamadas hidrófilas y otras repelidas por el agua, denominadas hidrófobas;
otras moléculas, están formadas por sustancias grasas o aceitosas, conocidas como lípidos.
El contacto de los lípidos con el agua da origen a diversas estructuras.
Las vesículas lipídicas son las que reúnen mayores condiciones para convertirse en las
protocélulas de las que evolucionarían las primeras células vivas. “Sus propiedades son tan
asombrosas que se hace necesario recordar que se trata de estructura que se forman de
manera espontanea según las leyes fundamentales de la física y la química” (ver pág. 49).
1.9.3-Catalizadores y complejidad
La expansión universal de la vida se supone por tres vía diferente. La primera, consiste
en el proceso de mutación aleatoria de genes, esta es provocada por un error accidental en
la autorreplicación del ADN, “cuando las dos cadenas de la doble hélice se separan y cada
una de ellas actúa como plantilla para la formación de una nueva cadena complementaria”
(ibíd.). La segunda vía de creatividad evolutiva se considera inmensamente más eficaz que
la anterior. “Consiste en el libre intercambio de rasgos hereditarios en una red global de
poder y eficacia pasmosos. El descubrimiento de ese intercambio global de genes, conocido
técnicamente como recombinación del ADN, figura por derecho propio entre los hallazgos
más sorprendentes de la biología moderna” (ve pág. 55).
La tercera vía la plantea Lynn Margulis, al formular su teoría sobre la evolución por
simbiosis, la cual tiene unas profundas implicaciones en todas las ramas de la biología. La
simbiosis se comprende como una tendencia de diferentes organismos a vivir en íntima
asociación o como el caso de aquellos organismos que se desarrollan dentro de nuestros
intestinos, unos dentro de otros. “La simbiosis de larga duración, que implican a bacterias u
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otros microorganismos que habitan en el interior de células de mayor tamaño, ha conducido
a la aparición de nuevas formas de vida”. “Contempla la creación de nuevas formas de
viva, mediante acomodos simbióticos permanentes, como la vía principal de evolución de
todos los organismos superiores” (ver págs. 56-57).
1.9.5-¿Qué es la vida?
2- la mente y la consciencia
Por más de tres siglos, la humanidad ha estado bajo la influencia del imperio cartesiano
en lo referente a la naturaleza y la mente o, lo que es lo mismo, la división fundamental
entre la mente o sustancia pensante y la materia o sustancia extensa. Esta conceptualización
ha dominado la ciencia y la filosofía occidental de forma casi absoluta.
Se tiene noticia de que los neurólogos conocían la intima conexión entre estructuras
cerebrales y las funciones mentales. Sin embargo, no se había logrado establecer la relación
exacta entre mente y cerebro. A partir de 1994 se editó una primera antología de filosofía y
de neurociencia, en donde se expresaba en la introducción lo sigue:”si bien todos parecen
estar de acuerdo en que la mente tiene algo que ver con el cerebro, sigue sin haber
unanimidad acerca de la naturaleza exacta de esa relación” (ver pág. 60).
Algunos postulados de esta teoría guardan semejanza con otros sustentados en el campo
de la comunicación, como el que establece que toda información comunicada o recibida
constituye un conocimiento nuevo. De hecho, si un sistema vivo adquiere conocimiento en
su interacción, también quien la provee se retroalimenta en ese contacto. Este proceso
cognitivo se fundamenta en el hecho de que se desconocía la información recibida o no se
había experimentado tales sensaciones, emociones o experiencias con las que ahora se
cuentan. También, la diversidad de respuestas y reacciones producidas por la interacción,
constituye una experiencia cognitiva nueva para el transmisor. El conocimiento transmitido
o recibido puede tener un carácter vital, tanto para el emisor como para el receptor. Puede
representar un medio de supervivencia o una forma de perpetuar la especie. Quien provee
puede estar realizando simplemente la función de excreción de sustancias indeseable o de
traspaso de sustancias producidas, como parte de sus funciones vitales y sin las cuales no
tendría sentido su existencia.
Si el entorno tiene la capacidad de influir en los organismos vivos y estos responden con
cambios estructurales, tales organismos terminarán alterando el comportamiento del medio
en el futuro. En otras palabras, “un sistema estructuralmente acoplado es un sistema que
aprende. Los continuos cambios estructurales en respuesta al entorno - y el consiguiente
proceso de adaptación, aprendizaje y desarrollo constantes – constituyen características
clave del comportamiento de todo ser vivo” (ver pág. 63).
Ante cualquier perturbación del entorno los sistemas vivos responden automáticamente
con cambios estructurales; por ejemplo, una persona ve un objeto que se le viene encima y
de forma inmediata se mueve hasta quedar fuera de su alcance, es una forma de reordenar
su patrón de conectividad. Las perturbaciones del entorno activan los cambios que
demandan las mismas. El sistema decide libremente a que presta atención y que lo va a
perturbar y en ello está la clave de esta teoría. De modo que, se puede especificar que
perturbaciones del entorno van a activar los cambios del sistema, también especificará el
alcance de su ámbito cognitivo. “Así pues, la cognición no es la representación de un
mundo con existencia independiente, sino mas bien el alumbramiento continuo de un
mundo mediante el proceso de vivir. Las interacciones de un sistema vivo con su entorno
son interacciones cognitivas, y el propio proceso de vivir es un proceso cognitivo” (ver pág.
64). A partir de la teoría de Santiago de la cognición se supera la división cartesiana entre
mente y materia y se sustituye por la primera teoría científica que ve la mente y la materia
como manifestaciones de dos aspectos complementarios del fenómeno de la vida: proceso y
estructura.
2.2-Cognición y consciencia
Los años noventa vieron florecer importantes campos de actividad relacionado con este
tópico. Se consolidó la ciencia de la cognición como campo de estudio interdisciplinario; se
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desarrollaron técnicas para el análisis de las funciones cerebrales, las cuales hicieron
posible la observación de complejos procesos neurales, asociados con la imaginación
mental y otras experiencia humanas. De los estudios realizados y los debates celebrados
entre científicos, parece haber surgido un cierto consenso con respecto a dos puntos de
importancia. El primero, “consiste en el reconocimiento de la consciencia como un proceso
cognitivo resultante de una compleja actividad neural. El segundo consiste en la distinción
entre dos clase de consciencia – en otras palabras, dos tipos de experiencia cognitiva – que
se dan en niveles distintos de complejidad neural” (ver pág. 67).
Digamos con el autor que “con la evolución del lenguaje surgieron no solo el mundo de
las ideas y conceptos, sino también el mundo social de las relaciones organizativas y
culturales” (ver pág. 68). El lenguaje permite la evocación de las imágenes, pues cada
objeto es denominado de forma diferente y relacionado con otros objetos y personas. Por
tanto al pensar en ellos, recreamos un escenario que es una mezcla de realidad y fantasía,
pero que de algún modo, forma el mundo interior que hemos conceptualizado o aquel que
hemos creado para que las personas y los objetos formen parte de nuestra memoria viva y
de los referentes que posibilitan nuestra orientación en la realidad ante cualquier evento
inesperado.
Se dice que cada estado de experiencia consciente se caracteriza por una determinada
sensación cualitativa, los científicos de la cognición confrontan dificultad al tratar de
explicar la experiencia en asociación con las actividades cognitivas. Esta dificultad no ha
sido superada, por haber reducido la discusión histórica a dos vertientes que no ven otra
solución al problema que las ofrecidas desde sus trincheras. Estas precisiones hacen
referencia a las posiciones sostenidas por los denominados vitalistas y la sustentada por los
mecanicistas. Los mecanicistas afirmaban que: “todo fenómeno biológico puede ser
explicado en términos de las leyes de la física y la química”, los vitalistas sostenian que:
“para explicar esos fenómenos es necesario añadir a esas leyes una fuerza vital, un
ingrediente adicional no físico” (ibíd.).
Es interesante anotar la reflexión expuesta del autor a este respecto, en el sentido de que
el dulzor no es “una propiedad de los vínculos químicos, sino una experiencia sensorial que
surge cuando las moléculas de azúcar interactúan con la química de nuestras papilas
gustativas, las cuales, a su vez, provocan que una serie de neuronas se activen de
determinada forma. Por tanto, la experiencia del dulzor es producto de una actividad
neural” (ibíd.). Esos fenómenos emergentes son comprendidos y entendidos por químicos y
bioquímicos, quienes conocen las características y la complejidad de esos compuestos. Se
tiene la convicción de que los futuros científicos de la cognición, tendrán que hacer suyo el
paradigma del análisis de la experiencia vivida, o sea, los fenómenos subjetivos, para poder
comprender y conocer estos fenómenos.
Una escuela mas reciente del estudio de la consciencia es la encabezada por Francisco
Varela, la cual acepta las teorías de la complejidad y la teoría del análisis en primera
persona. Valera la ha dado a conocer como neurofenomenología. “La neurofenomenología
constituye un enfoque del estudio de la consciencia que combina el examen disciplinado de
la experiencia consciente con el análisis de los correspondientes patrones y procesos
neurales. Desde ese planteamiento dual, los neurofenomenólogos exploran diversos
ámbitos de la experiencia y tratan de comprender cómo emergen estos de actividades
naturales complejas” (ver pág. 74).
25
confundido con el reduccionismo de las ciencias naturales” (ver pág. 76). En sentido
filosófico significa alejarse o distanciarse de la experiencia subjetiva. Esto se logra,
apartando toda creencia sobre lo que está siendo experimentado, como forma de cultivar la
capacidad de reflexión sistémica.
Para Francisco Valera, ya citado, el espacio mental de una experiencia consciente está
constituido por múltiples dimensiones. “Es creado por numerosas funciones cerebrales
distintas, a pesar de lo cual no deja de ser una única experiencia coherente. Por ejemplo,
cuando el olor de un perfume evoca en nosotros una sensación placentera o desagradable
experimentamos ese estado consciente como un todo integrado, compuesto de percepciones
sensoriales, recuerdos y emociones. Como bien sabemos, la experiencia no es constante y
puede ser extremadamente breve. Los estados conscientes son transitorios, surgen y
desaparecen sin cesar” (ver pág. 79).
Aseguran que la experiencia consciente se hace evidente, una vez integrada, por un
instante, las diferentes actividades de las aéreas cerebrales en el proceso de reentrada.
“Cada experiencia consciente surge de una agrupación funcional de neuronas, y juntas
constituyen un proceso neural unificado o núcleo dinámico, término elegido por los autores
para transmitir a la vez la idea de integración y de patrones de actividad en cambio
constante” (ver pág. 81). Lo común de las dos hipótesis comentadas, es la visión de la
experiencia consciente como una propiedad emergente de procesos transitorios de
integración, y las propuestas concretas y verificables para las dinámicas especificas de esos
procesos. Se confía en que se logre avance significativo en años venideros, en lo referente a
la formulación de una adecuada ciencia de la consciencia.
En párrafos anteriores de este ensayo se dice, citando al autor del texto bajo análisis, que
la realidad social evolucionó a partir del mundo biológico hace entre dos y cuatro millones
de años. Termina el mismo diciendo, que los padres tuvieron hijos y estos se reprodujeron,
constituyendo familias y formando todo una colectividad humana, que sería la base de la
vida social.
27
De algún modo esa madurez social influyó en la consciencia reflexiva, para que se
produjera un proceso evolutivo involucrante de características biológicas y sociales. De ahí,
la afirmación de Capra, en el sentido de que “el mundo interior de nuestra consciencia
reflexiva aparece en la evolución de la mano del lenguaje y de la realidad social” (ibíd.). De
ser así, la consciencia humana sería un fenómeno producto de componentes biológicos y
sociales. Su comprensión en esa dirección, obligará a los científicos a centrar su interés en
la búsqueda de elementos representativos resultantes de la interacción de la colectividad
humana y demás seres vivos. Al mismo tiempo, habrá que profundizar en los componentes
biológicos individuales.
El tratamiento de esta parte nos recuerda que Humberto Maturana “fue uno de los
primeros científicos en establecer, de forma sistemática, el vínculo entre la biología de la
consciencia humana y el lenguaje” (ibíd.). De esto se hizo mención cuando se abordó la
teoría de Santiago. En ella Maturana sostiene que “la comunicación no consiste en la
transmisión de información, sino mas bien en la coordinación del comportamiento entre
organismos vivos, a través del mutuo acoplamiento estructural. En esas interacciones
recurrentes los organismos vivos cambian juntos gracias a su reciproca activación de
cambios estructurales” (ibíd.).
Este ejemplo es suficiente para entender al lenguaje como un sistema que integra la
gestualidad, las palabras y otros recursos, como indicadores de la coordinación lingüística
de acción. La coordinación lingüística funciona como un acuerdo tácito para la designación
de los objetos por medio de símbolos, signos y palabras, que asociamos con nuestras
imágenes de esos objetos. Una vez la coordinación de las coordinaciones de
comportamiento valida el uso de las palabras, símbolos y los objetos designados, estos se
convierten en la base de futuras coordinaciones, y se crean las condiciones para niveles
recurrentes de comunicación lingüística.
Los objetos, las cosas y los fenómenos, nos llegan por medio de la coordinación de las
coordinaciones de comportamiento. Al hacer uso de los mismos en los distintos niveles
recurrente de comunicación, desarrollamos la capacidad de discriminarlos y de crear
conceptos abstractos con los cuales podemos indicar sus propiedades y las relaciones entre
ellos. Esta distinción la realizamos a través del proceso de observación, “consistente,
precisamente, en estas distinciones de distinciones; luego aparece el observador cuando
distinguimos entre observaciones, y, finalmente, surge la consciencia de sí mismo como
observación del observador cuando utilizamos la noción de objeto y sus conceptos
abstractos asociados para describirnos a nosotros. Nuestro ámbito lingüístico se expande así
hasta dar cabida a la consciencia reflexiva” (ibíd.).
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Chimpancés en su casa igual que si fueran niños y se comunicaban con ellos mediante el
lenguaje gestual estadounidenses (ASL)” (ver pág. 87).
El american sign language ( ASL) tiene una antigüedad de más de 150 años y fue
desarrollado por sordos, utilizando recursos de varios lenguajes gestuales europeos. Este
lenguaje es sumamente flexible. “Sus elementos constitutivos – configuraciones, posiciones
y movimientos de las manos – pueden ser combinados para formar un número infinito de
signos, equivalentes a las palabras. El ASL tiene sus propias reglas para la organización de
los gestos en frases, con una gramática complicada e ingeniosa, muy distinta de la de
cualquier otro lenguaje” (ibíd.).
Los resultados alcanzados en la comunicación con los chimpancés, haciendo uso de este
lenguaje, es sorprendente. Los expertos que han sido testigo de las conversaciones entre los
humanos y los chimpancés o las conversaciones entre ellos mismos, se han visto obligado a
cambiar sus presuposiciones de que los animales no pueden pensar ni hablar. Se dice que
las “conversaciones de los chimpancés eran tan claras, que expertos en ASL
independientemente estuvieron de acuerdo, nueve de cada diez veces, en el significado de
esas conversaciones firmadas” (ver pág. 88).
Estos descubrimientos revelan que no estaba lejos de la verdad Gordon Hewes, cuando
afirmaba que: “los primeros homínidos se comunicaban con las manos y desarrollaron
movimientos manuales cada vez más precisos, tanto para el lenguaje gestual como para
fabricar herramientas” (ver pág. 89). Se presume que el habla evolucionó posteriormente, a
partir del momento en que el ser humano alcanzó la capacidad de sintaxis, “que permite
seguir secuencias de configuraciones muy complejas en la confección de herramientas, en
la gesticulación y en la formación de palabras” (ibíd.).
Fouts cree que el origen del lenguaje humano comenzó cuando nuestro antepasado
homínido empezó a hacer uso de las manos para producir gestos con significado. Una vez
erguidos, lograron desarrollar con sus manos gestos más complicados y complejos, lo que
perfeccionaron con el tiempo. Estos gestos, en principio grotesco, se fueron haciendo más
claros y precisos, conformando una especie de gramática gestual más complicada. Mientras
más se precisaban los gestos de las manos, mas se facilitaba la aparición de los
movimientos preciso de la lengua, logrando cada vez la emisión de sonidos vocálicos más
complejos.
Con el transcurso del tiempo se produjeron cambios en los órganos anatómicos, que
permitieron una mejor articulación de sonidos para dar más claridad y precisión conceptual
a lo expresado, lo que reducía a la mínima expresión el protagonismo antes sostenido por el
gesto. Ya no era necesario hablar de frente, el lenguaje hablado había superado toda suerte
de limitaciones, aunque el gesto permaneció para siempre como una lengua a usarse en
circunstancias especiales o como complementaria en el acto comunicacional.
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Roger Fouts sostiene que el lenguaje estaba inicialmente limitado a los gestos, a partir
de los cuales fue evolucionando junto con la consciencia humana. Esta afirmación lo acerca
al planteamiento de los científicos de la cognición, cuando tratan la encarnación de la
mente. Los estudios recientes en el campo de la lingüística cognitiva lleva a los científicos a
afirmar que: “la razón humana no trasciende el cuerpo, como ha sostenido buena parte de la
filosofía occidental, sino que está decididamente confirmada por nuestra naturaleza física y
nuestra experiencia corporal. Este es el sentido en el que se encarna la mente. La estructura
intrínseca de la razón surge de nuestro cuerpo y de nuestro cerebro” (ver pág. 92).
También George Lakoff y Mark Johnson, en su libro (philosophy in the flesh) aportan
evidencias de la encarnación de la mente y de sus profundas implicaciones. Siguiendo sus
reflexiones científicas, Capra precisa lo siguiente: “Esas evidencias se basan, ante todo, en
el descubrimiento de que la mayor parte de nuestro pensamiento es inconsciente y opera a
un nivel inaccesible a la percepción consciente ordinaria. Este inconsciente cognitivo
incluye no tan solo nuestras operaciones cognitivas automáticas, sino también nuestro
conocimiento tácito y nuestras creencias. Sin que nos demos cuenta de ellos, el
inconsciente cognitivo moldea y estructura nuestro pensamiento consciente” (ibíd.). El
interés que ha despertado este campo particular del saber, ha involucrado a científicos de la
ciencia cognitivas, mucho de los cuales han formulados planteamientos e ideas
radicalmente nuevos, acerca del modo como se forman los conceptos y los procesos de
pensamiento.
Así, se observa que: “los microorganismos clasifican los alimentos químicos en alimento
y no alimento, entre aquellos hacia lo que hay que moverse o hacia lo que no vale la pena
hacerlo. De forma parecida, los animales clasifican alimentos, sonidos que significan
peligro, miembros de su misma especie, señales sexuales, etc.” (ibíd.).
Por otro lado, lograr establecer que la mente humana en todas sus manifestaciones está
unida al cuerpo, que surge de este y está conformada por él; ha posibilitado la demostración
de que el razonamiento no es exclusivamente humano, que “las vidas cognitivas y
emocionales de los animales difieren tan sólo en grado y que la vida es un gran continuo en
el que las diferencias entre especies son graduales y evolutiva” (ver pág. 98). De modo que
la razón ya no se puede concebir como aquello que produce la radical separación entre
humano y no humano, sino que nos sitúa en un continuo con ellos.
De aquí surge la primera célula bacteriana, responsable de toda subsiguiente vida sobre
el planeta. Todos sus descendientes “se expandieron por la tierra hasta tejer una red
bacteriana planetaria y ocupar gradualmente todos los nichos ecológicos. Impulsada por la
creatividad inherente a todo sistema vivo. Esta red planetaria de vida se expandió por
medio de mutaciones, intercambio de genes y simbiosis produciendo formas de vida de
complejidad y diversidad siempre creciente” (ver pág. 99).
Sólo queda por decir, que al expandirse la vida, los organismos surgidos actuaban en un
entorno que los obligaba a cambios estructurales, la influencia de esos entornos, se
manifestaba de forma diferente y con cierta autónoma, según sus respectivas naturalezas.
Los organismos vivos interactuaban entre sí y con su entorno en un proceso cognitivo
constante.
Concluido el escenario del origen de la vida nuevas interrogantes surgen, sobre aspectos
trascendentales para el ser humano de hoy. El más importante y fundamental de todos es la
dimensión espiritual de la vida, la cual exige explicación satisfactoria y lógica y apegada a
criterios racionales, no a especulación ni juicio caprichoso, como salida fácil a un problema
que está inmerso en lo más profundo de nuestra existencia.
El criterio biológico de que la vida no es más que una cuestión de moléculas, está siendo
abandonado para dar paso a la nueva comprensión de la vida como sistema. Desde ésta
perspectiva, la vida no sólo se basa en las estructuras moleculares, sino también en los
patrones de relaciones entre dichas estructuras y los procesos específicos subyacentes en su
formación. De modo que, “la característica definitoria de un sistema vivo no consiste en la
35
presencia de determinadas macromoléculas, sino en la existencia de una red autogenética
de proceso metabólicos” (ver pág. 100).
Capra sostiene que: “los procesos de la vida incluyen, ante todo, la emergencia
espontanea de nuevo orden, característica que constituye la base de la creatividad inherente
a cualquier forma de vida. Es más, los procesos vitales están vinculados con la dimensión
cognitiva de la vida, y el surgimiento de nuevo orden incluye la emergencia del lenguaje y
de la consciencia” (ibíd.). Si se presta atención al predicamento de las principales
tradiciones filosóficas y religiosas, se notará que el concepto que define el espíritu humano
encierra una característica emergente que se verifica en el nuevo orden.
En las más firmes tradiciones filosóficas y religiosas la palabra espíritu significa “soplo
de vida”. No existe la menor duda de que la respiración constituye un aspecto fundamental
del metabolismo de toda forma de vida, en este contexto, soplo de vida, bien puede
constituir “la metáfora perfecta para la red de procesos metabólicos que constituye la
característica definitoria de los seres vivientes. El espíritu – el soplo de vida – es lo que
tenemos en común con todos los seres vivos. Nos nutre y nos mantiene vivos” (ibíd.).
3- Realidad social
En la tercera parte, y siguiendo al autor, se revisa la parte inicial procurando conectar
esos postulados de carácter biológico con el ámbito social, todo esto con el propósito de
conseguir un marco unificado y sistémico para la comprensión de los fenómenos biológicos
y sociales. Esa síntesis procura distinguir “entre dos puntos de vista acerca de la naturaleza
de los sistemas vivos, que denomina perspectiva de patrón y perspectiva de estructura, así
como en la integración de ambas en una tercera, que denomina perspectiva de proceso” (ver
pág. 103).
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¿Se puede tratar el comportamiento social como una continuidad de la vida biológica?
Al parecer, solo es posible cuando se adopta una visión sistémica, dado que se asume como
una manifestación natural de la evolución del elemento biológico, una continuidad que se
expresa a través de las diferentes facetas del ámbito social. Elementos como las “normas de
conducta, valores, intensiones, objetivos, estrategias, diseños, relaciones de poder” (ver
pág. 106), tienen una función básica entre los humanos y ciertas especies animal, pero en
ninguna otra forma de vida. Todo esto guarda semejanza con la conducto temprana de las
células y membranas en su proceso de reafirmación inicial.
Hacia el final del siglo XIX, el pensamiento social estaba dominado por la teoría
positivista de Auguste Comte. Aunque esta sostenía que las ciencias sociales deben buscar
leyes generales del comportamiento humano; planteaba que tenían que basarse en la
cuantificación y rechazar las explicaciones basadas en términos de fenómenos subjetivos,
como intenciones o propósitos. Comte no solamente llamó a la sociología física social, sino
que con nociones como la causalidad social, acercaba más la sociología a la física que a las
denominadas ciencias de la vida.
A la llegada del siglo XX las diferentes corrientes del pensamiento sociológico parecían
moverse entre las cuatro perspectivas ya señalada, o sea: forma, materia, proceso y
significado. Durkheim consideraba que hechos sociales como las creencias o las practicas
eran las causas de los fenómenos sociales y, aunque de naturaleza inmaterial debían ser
tratados como objetos materiales.
39
de una racionalidad social subyacente, que nueve al individuo a actuar de acuerdo con las
funciones sociales de sus acciones” (ver pág. 110). Por su lado, Talcott Parson desarrolló
una “teoría general de las acciones” muy influida por la teoría general de sistema, en donde
trató de integrar estructuralismo y funcionalismo en un único marco teórico. Para él, “las
acciones humanas tratan de conseguir objetivos personales a la vez que están constreñidos
por el entorno social” (ibíd.).
Todos los esfuerzos de la teoría social de la segunda mitad del siglo xx, estuvieron
orientado a trascender o superar las escuelas anteriores. Un propósito implicado en ello, era
la integración al cuerpo conceptual de las ciencias sociales de nuevo contenido, como
estructura social y libre albedrio y su correspondiente análisis explicito del significado.
Dicho esfuerzo ha recibió mayor impulso con las obras de Anthony Giddens y Jurgen
Habermas, sólidos exponentes de la teoría integradora.
Observa que: “la interacción entre estructura sociales y libre albedrio humano es cíclica.
Las estructuras sociales son a la vez la condición previa y el resultado fortuito del libre
albedrio de las personas. Los miembros de la sociedad se nutren de ellas para implicarse en
sus prácticas sociales cotidianas, y al hacerlo no pueden evitar reproducir esa misma
estructura” (ibíd.). Un análisis más profundo de este concepto, permite extraer conclusiones
importantes. El ser humano por necesidad, y haciendo uso del libre albedrio, desarrolla las
estructuras sociales que les son útiles, dentro de ellas, despliega toda su capacidad para
adaptar esas estructuras a las nuevas condiciones que demandan sus aspiraciones y deseos.
De modo que, lo que conocemos como libre albedrio, es la capacidad para tomar decisiones
relativamente limitadas e introducir modificaciones que no constituyen una ruptura
sistémica, sino una adaptación que hace posible nuestro habitad física y espiritualmente en
un contexto modificado.
Resulta interesante a este respecto, citar el concepto que de “dualidad de estructura” nos
da Giddens. “Al hablar no tenemos más remedio que ceñirnos a las reglas de nuestro
idioma, de modo que, al utilizarlo, estamos continuamente reproduciendo y transformando
las mismísimas estructuras semánticas. Por consiguiente, las estructuras sociales nos
permiten interactuar, al mismo tiempo que son reproducidas por nuestras interacciones”
(ibíd.).
Capra observa semejanza entre los planteamientos de Giddens sobre el libre albedrio y
la teoría biológica de la redes autopoiésica. Y la expresa de esta manera: “el libre albedrio
no consiste en actos discreto, sino en un flujo continuo de conducta. De forma equivalente,
una red metabólica viva encarna un proceso de vida fluyente. Del mismo modo que los
componentes de una red viva se transforman o se reemplazan continuamente unos a otros,
también las acciones en el flujo de la conducta humana tienen en la teoría de Giddens, una
capacidad transformadora” (ver pág. 113).
Habermas sostiene que existen dos perspectivas distintas pero complementarias, para
entender plenamente los fenómenos sociales. “Una es la del sistema social, que se
corresponde con la atención a las instituciones de la teoría de Giddens, mientras que la otra
es la perspectiva del mundo vivo” (ibíd.). El sistema social se relaciona con la manera en
41
que las estructuras sociales comprenden el poder y las relaciones de producción y sus clases
sociales. Mientras que, el mundo vivo comprende cuestiones relacionada con el significado
y la comunicación. Para Habermas, la teoría crítica comprende la integración de dos clases
distintas de conocimiento: el empírico-analítico, asociado al mundo exterior y que explica
las causas, y la hermenéutica o comprensión del significado, asociado a lo interno, y que se
ocupa del lenguaje y la comunicación.
Entiende que el tejido social actúa guiado por las intuiciones hermenéuticas, que la
gente atribuye un significado a su entorno y actúa en consecuencia. Precisa que: “las
interpretaciones personales se basan siempre en una serie de presuposiciones implícitas
insertas en la historia y la tradición, y argumenta que eso significa que no todas las
presuposiciones son igualmente validas” (ver pág. 114). Sustenta que los científicos sociales
debieran evaluar críticamente las distintas tradiciones como forma de identificar
“distorsiones ideológicas y desvelar sus conexiones con las relaciones de poder” (ibíd.).
Habermas identifica varios tipos de acciones las cuales puede integrar en su teoría
crítica. Siguiendo las cuatro perspectivas, la acción corresponde al ámbito de la perspectiva
de proceso y cada acción se conecta a cada perspectiva. La acción instrumental se sitúa en
el mundo exterior (materia), la acción estratégica opera en el campo de las relaciones
humanas (forma) y la acción comunicativa procura lograr la comprensión (significado).
Cada clase de acción mantiene un vínculo con un sentido distinto de rectitud, la recta
acción guarda relación con la verdad de los hechos, la rectitud moral con el mundo social
y la sinceridad con el mundo interior.
Giddens y Habermas, teóricos prominentes de las ciencias sociales, han trabajados por
separado las mismas temáticas, y comparten los mismos puntos de vista en torno a los tres
pilares fundamentales que alimentan a sus respectivas posiciones. Ambos integran ideas y
conceptos de las ciencias naturales, de las ciencias sociales y de la filosofía cognitivas y se
oponen a las limitaciones contenidas en el positivismo. Con la integración de las cuatro
perspectivas considerada hasta ahora, estaríamos alcanzando una compresión sistémica de
la realidad social. “Esa comprensión sistémica se basa en la premisa de la existencia de una
unidad fundamental de la vida, de que sistemas vivos diferentes muestran patrones de
organización similares. Esta presuposición queda reforzada por la observación de que la
evolución ha obrado a lo largo de miles de millones de años, mediante el uso repetido de
unos mismos patrones. A medida que la vida evoluciona, esos patrones tienden a ser mas y
mas complejos, pero no por ello dejan de ser variaciones sobre unos mismos temas básicos”
(ve pág.115).
Tanto la red metabólica como la cadena trófica de los ecosistemas, constituyen patrones
de organización interconectados en forma de red. Extender la comprensión sistémica de la
vida al ámbito social es una experiencia que se reduce a la aplicación del conocimiento de
los patrones y principios de organización básicos de la vida al sistema social.
Conocer la red biológica para comprender el sistema social, no implica una réplica
mecánica de un sistema de vida. Se debe entender que la red celular metabólica “es un
patrón no lineal de organización, para la comprensión de cuyos entresijos necesitamos de la
teoría de la complejidad o dinámica no lineal. Es más, la célula es un sistema químico, por
lo que necesitamos también de la biología molecular y de la bioquímica para comprender la
naturaleza de la estructura y los procesos que constituyen los nodos y vínculos de red” (ver
pag.116).
De forma análoga, una red social es también un patrón no lineal de organización que se
nutre de igual modo, de ideas y conceptos relevantes no necesariamente en el plano de las
ciencias naturales, sino en las redes de comunicación donde confluyen el lenguaje
simbólico, elementos culturales, relaciones de poder, entre otros. Para su mayor
comprensión, será necesario el manejo de ideas y conceptos de la teoría social, de la
filosofía, de la ciencia cognitiva y de la antropología, entre otras disciplina. “Un marco
sistémico unificado para la comprensión de los fenómenos biológicos y sociales solo podrá
emerger cuando se combinen los conceptos de la dinámica no lineal con las ideas de esos
campos de estudios” (ibíd.).
Capra, eje central de este análisis, considera que: “puesto que los sistemas sociales no
implican tan solo a seres humanos vivos, sino también al lenguaje, a la conciencia y a la
cultura, son, evidentemente, sistemas cognitivos, por lo que no parece demasiado lógico
considerarlos no vivos. Personalmente, prefiero mantener la autopoiésis como característica
definitoria de la vida, pero en mi análisis de las organizaciones humanas sugeriré también
que los sistemas sociales pueden estar vivos en grado variable” (ver pág. 117). Por otro lado,
Luhmann identifica a las comunicaciones como un componente de las redes sociales. Las
comunicaciones se convierten en una forma particular de reproducción autopoiésica que se
43
da dentro de la red. Estas redes de comunicaciones son autogenética. Al producir una
comunicación creamos pensamiento y significado, una comunicación da lugar a otra, por
aquello de la retroalimentación. En la medida que se amplía esa dinámica, la red se genera a
sí misma, es decir, es autopoiésica.
Procurar conocer los sistemas sociales como redes de comunicación implica conocer la
naturaleza dual de la comunicación humana. Comunicación entre órganos vivos, implica
coordinación de comportamiento, formación de pensamiento conceptual, lenguaje
simbólico, generación de imágenes mentales, pensamiento y significado. Esto implica un
doble efecto de la redes de comunicación: la generación de ideas en un contexto de
significado y, las normas de comportamiento en las estructuras sociales.
Aceptar los sistemas sociales como redes autogenética, implica conocer la naturaleza de las
relaciones por ellos engendradas dentro de las estructuras productivas. Sin perder de vista la
naturaleza de las redes biológicas, sigue siendo válida la comparación de los sistemas
sociales con las redes biológicas. Es un criterio firme en biología que la red metabólica de
una célula genera estructuras materiales, y que algunas de ellas se convierten en
componentes estructurales de la propia red, pasando de este modo a formar parte de la
membrana o de otra estructura. Se conoce de otras que circulan por los nodos de la red
transportando energía o información, o como catalizadores de procesos.
No resulta difícil entender las actividades de los sistemas sociales si se estudian desde la
perspectiva del significado. El significado comprende multitud de características
interrelacionadas, esenciales para la comprensión de la realidad social. El significado no se
explica por sí mismo, tiene sentido en la medida que se le relaciona con otras cosas de su
entorno. Lo que le da carácter sistémico es precisamente que forma parte de ese pequeño
universo de interrelaciones que lo define y permite analizarlo a la luz de las ideas,
creencias, juicios o circunstancias que le rodean.
El significado adquiere relevancia para los seres humanos porque es una elaboración
sistémica, de carácter colectiva, donde se entrelazan sentimientos, pasiones, el mundo
interior de las personas, conectado al mundo exterior que nos rodea. Como seres sociales,
nos involucramos en la dinámica social, asumiendo roles y configurando nuestras
expectativas y sueños, en procura de alcanzar objetivos. Todo eso nos hace hijos legítimos
del sistema social al cual pertenecemos.
El complejo universo que constituyen los valores, el conocimiento, las normas sociales
de comportamiento, los patrones conductuales que se van generando y que aceptamos como
algo natural, impulsa nuestra capacidad para generar imágenes mentales que proyectamos
al futuro como objetivos y propósitos, o nos impulsas a elaborar diseños y estrategias. Del
mismo modo, genera las alternativas entre las cuales elegimos las que se ajustan más a
nuestras necesidades.
Todo esto es alimentado por redes de comunicaciones que tienen la doble función de
generar nuevas imágenes mentales, como producto de los nuevos pensamientos y los
nuevos significados, y función de coordinación de modo incesante del comportamiento de
sus miembros. La compleja dinámica de los procesos y las interconexiones de unos y otros,
posibilita el surgimiento de sistemas integrados de valores, creencias y conductas, que
asociado a otros factores reconocemos como el fenómeno cultural.
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El termino cultura, de larga data, ha sido enriquecido en su significado a través del
tiempo, incorporando los diversos aspectos contenidos en la producción social y que han
entrado con legitimidad en su definición. Estos criterios van desde el estrictamente agrícola
hasta el cultivo de la mente, extendiéndose a actividades tan específica como la “cultura
empresarial”, o considerando particularidades diversas, como la “cultura aborigen” (ver
pág.122).
La conducta social de la gente está condicionada y, hasta cierto punto, limitada por su
identidad cultural, esto refuerza su sentido de pertenencia, aún cuando muestre propensión
al cambio o readecuación de las normas y las acciones sociales parezcan un rechazo, lo que
manifiesta es la búsqueda de reacomodo a ese ámbito social, una vez logrado la puesta al
día o actualización de este último. Como forjadoras de esa cultura, la gente se reviste de sus
manifestaciones en el modo de vida, en la manera como se relaciona, en sus convicciones y
en sus actuaciones sociales cotidianas. “La identidad cultural refuerza las defensas de la red
al crear un perímetro de significado y experiencias que limitan el acceso a ella de personas
e información” (ibíd.).
En las etapas históricas mas reciente se evidencia una relación de poder que marca las
pautas del comportamiento social. Así, vemos al poder expresarse a través de la fuerza
avasalladora de la política, el dominio económico y las estructuras militares, todos
cohesionado por el sistema jurídico que regula el normal desenvolvimiento social.
Además, se emplea la educación como plataforma que provee un universos de valores
ideas y conceptos, criterios éticos, visión y razones del por qué las cosas son de un modo y
no de otra. “Las relaciones de poder están crucialmente definidas por los acuerdos sobre
posiciones de autoridad que forman parte de las normas de conducta de la sociedad. En la
evolución humana es posible que tales acuerdos surgieran muy pronto, con el desarrollo de
las primeras comunidades” (ver pág. 124).
Lo anterior muestra que el poder se manifiesta de forma muy diversa. Cuando las
sociedades superaron la etapa de la violencia (y la fuerza) como único método de ejercer el
poder, se dio paso a la elección de personas con características especiales, como liderazgo,
conocimiento, experiencia, etc. lo que permitió el desarrollo de líderes con poder y
autoridad culturalmente definida. Los seres humanos muchas veces necesitan confiar su
suerte y seguridad a personas que suponen tienen la capacidad para tomar mejores
decisiones que otros, y se debe tener claro que: “desde tiempos inmemoriales las
comunidades humanas han elegido como lideres a hombres y mujeres reconocidos por su
sabiduría y su experiencia, porque ofrecían base solidad para la acción colectiva. Una vez
elegidos, esos líderes eran investidos de poder, lo cual significaba originalmente que les
hacían entrega de la indumentaria y los símbolos de su liderazgo, y su autoridad llevaba
asociado el poder de dar órdenes” (ibíd.).
47
El poder puede ser expresión de la conciliación. La disminución de los conflictos de
intereses puede fundamentarse en los acuerdos sociales explícitos logrados y legitimados en
el sistema jurídico. Las estructuras institucionales se desarrollan como mecanismo que
proveen los recursos para el funcionamiento del sistema. Parte de esos mecanismos, que se
suponen con cierta autonomía, operan como facilitadores de la transferencia del poder.
Cuando se carece de autoridad y se obtiene el poder, este puede haberse originado al
margen de los criterios legitimadores o por algún medio que dé lugar a fuertes
cuestionamientos del mismo. Es el momento en que se producen las mayores crisis, no solo
por la anulación de las reglas del juego, sino también por las pérdidas que sufren los grupos
de intereses y el riesgo de ver reducidas su esfera de influencia sobre el conglomerado
social.
Los esfuerzos por alcanzar el poder, cuestionado o no, puede estar fundamentado en
múltiples razones, “individuos y grupos buscan el poder para favorecer sus propios
intereses, así como para imponer a los demás sus propios valores personales, religiosos o
sociales. Cuando se busca el poder por el poder, se avanza un paso más en la explotación.
Es bien sabido que para la mayoría de las personas el ejercicio del poder conlleva elevadas
recompensas emocionales y materiales, encarnadas en símbolos y rituales de obediencia
que pueden ir desde ovaciones, bandas de música y saludos militares hasta grandes
despachos con antesalas, limusinas, aviones privados o desfiles de automóviles” (ver pág.
125).
Las normas de conductas son consideradas estructuras sociales y a las ideas, valores,
creencias y demás formas de conocimiento generado por los sistemas sociales, se les
denominan estructuras semánticas. Los patrones de organización del sistema, se encarna y
tienen expresión física en el cerebro de los individuos vinculados a esa red. Se dice que:
“también pueden estarlo en otras estructuras biológicas a través de los efectos de la mente
de cada individuo sobre su cuerpo, como, por ejemplo, en el caso de enfermedades
relacionadas con el estrés. Descubrimiento recientes en ciencia de la cognición parecen
indicar que, puesto que la mente está siempre encarnada físicamente, hay una interrelación
constante entre las estructuras semánticas, neurales y biológicas en general” (ver pág. 127-
8).
Ningún otro periodo había sido tan turbulento para las organizaciones como las últimas
dos décadas que hemos vivido. El impulso de la economía global ha generado una
incapacidad manifiesta en empresarios y gerentes, para enfrentar los profundos cambios
que se suceden cada día. Esto les intranquiliza y les enferma por no encontrar la respuesta
adecuada en cada ocasión.
4.1-Cambio y complejidad
Capra observa que la causa principal del malestar experimentado por los ejecutivos, es la
complejidad alcanzada por la actual sociedad industrial, característica que se expresa en
todos los ámbitos de la vida social. Es complejo el sistema organizativo; las grandes
corporaciones, con ramificaciones en muchos lugares del mundo; las grandes
construcciones y las disposiciones urbanísticas; y las complejas relaciones institucionales,
nacionales y extranjeras, así como las transacciones que de ellas se derivan.
El problema que esto plantea sale a relucir cuando la gerencia elabora planes,
considerando solamente sus propósitos o prioridades. Su diseño de cambio va dirigido a
una estructura conformada por individuos, a los cuales se les va a imponer el cambio sin
considerar las prerrogativas de esa comunidad viva. “Se oye a menudo que el personal de
las organizaciones se resisten al cambio. En realidad, a lo que se resiste la gente no es al
cambio, sino a que se le impongan determinados cambios. Como organismos vivos, los
51
individuos y sus comunidades permanecen estables por más que estén sujetos al cambio y
al desarrollo, pero sus procesos naturales de cambios son muy distintos a los cambios
organizativos, diseñados por expertos en reingeniería y decretados desde arriba”(ver pág.
136).
Proponer una solución sistémica puede constituir la solución de diversos problemas. Los
sistemas vivos o redes complejas no lineales, conducen a nuevas perspectivas en la
naturaleza de la complejidad y, por supuesto, propician la aprehensión de la complejidad
del actual entorno empresarial. La comprensión de la complejidad “nos ayudara también,
sin duda, a diseñar organizaciones empresariales ecológicamente sostenibles, puesto que los
principios de organización de los ecosistemas, que constituyen la base de la sostenibilidad,
son idénticos a los de todo sistema vivo. Parece, pues, que la comprensión de las
organizaciones humanas como sistemas vivos constituye uno de los retos fundamentales de
nuestro tiempo” (ver pág. 137).
4.4-Comunidades de práctica
Las redes sociales no son las únicas características a considerar en un sistema vivo. Si
consideramos esas redes autogenética, entendemos que cada comunicación crea en ellas
pensamientos y significado, lo que da lugar a nuevas comunicaciones. “De este modo, la
red se autogenera, crea un contexto común de significado, conocimiento compartidos y
normas de conductas, y proporciona a sus miembros una identidad colectiva y un ámbito
claramente delimitado que siente como propio” (ver pág. 146).
Conviene recordar que las estructuras formales las constituyen el conjunto de normas y
reglas que definen las relaciones entre personas y tareas y determinan así mismo la
distribución del poder. Su descripción aparece en la documentación oficial de la empresa. A
diferencia de las anteriores, las estructuras informales son redes de comunicaciones fluidas
y fluctuantes. Se expresan de forma muy variada, como por ejemplo, en formas no verbales
de implicaciones mutuas en una tarea común a través de la cual intercambian habilidades y
se genera el conocimiento compartido. De modo que, la fuerza vital de una organización
reside en su potencial creativo y su capacidad de aprendizaje, que se revela a través de sus
comunidades de práctica informales.
55
4.6- El aprender organizativo
En el caso anterior, había una predisposición a ser perturbados por la información que
fue difundida a través de las redes de la organización. En las redes se forman los bucles de
retroalimentación y la información se amplifica y se expande, de tal modo, que adquiere
proporciones difíciles de manejar o controlar, y no hay forma de volver a su estado inicial.
Este es el momento en que la situación lleva a la organización a un punto de inestabilidad.
Esta se produce porque el sistema no puede controlar o digerir las nuevas informaciones.
Esta situación violenta estructuras, comportamientos y creencias. “El resultado es un estado
de caos, confusión, incertidumbre y duda, del cual surgirá una nueva forma de orden,
organizada en torno a un nuevo significado. Este nuevo orden no fue diseñado por nadie,
sino que emergió como resultado de la creatividad colectiva de la organización” (ver pág.
157).
La apertura a las perturbaciones del entorno, no se debe entender como perjudicial para
las organizaciones, esta constituye una propiedad fundamental de toda forma de vida. “Los
57
organismos vivos necesitan estar abiertos a un flujo constante de recursos (materiales y
energía) para seguir viviendo, del mismo modo que los flujos de materiales y energía son
parte del proceso de producción de bienes y servicios” (ibíd.).
4.7.1-Emergencia de diseño
59
eficacia en las organizaciones, muchas veces se recurre a consultores externos, que pueden
tratar con mayor libertad determinados temas.
Toda emergencia implica cambio que muchas veces puede afectar las estructuras
sociales y por tanto, puede implicar modificación o alteración de la distribución del poder y
el orden jerárquico.
Sin embargo, las organizaciones han sido creadas con propósitos muy específicos, y
funcionan en un entorno económico determinado. Ese entorno turbulento y caótico no
propicia la vida, más bien la destruye. La valoración de la empresa, desde la perspectiva de
los accionistas y del mercado, depende de los beneficios que aporte cada año y de las
expectativas de futuro que se tenga de ella. La complejidad de las empresas y del mercado,
exige cada vez más eficiencia de las personas, esto implica mayor tiempo y conocimiento
disponible para la organización. El conocimiento necesario surge del mismo proceso, este
se toma tiempo y requiere de fuerza creativa. “Ser creativo significa ser capaz de relajarse
en medio de la incertidumbre y de la confusión. En la mayoría de las organizaciones eso se
vuelve cada vez más difícil, porque las cosas van demasiado deprisa” (ver pág. 168). Esa
sensación en la gente de que ya no le queda tiempo para nada se convierte en un acto
deshumanizante, dado que anula todo encuentro consigo mismo, en la necesaria reflexión
que se hace cuando disponemos de tiempo para pensar.
La escasez de tiempo se produce en el momento en que más se debiera disponer de él.
Con el desarrollo de los sistemas de información, el ahorro de tiempo en el diseño y
ejecución de tareas es extraordinario, pero, ese tiempo no va a ser usado para reducir las
presiones y exigencias productivas de la gente, como forma de garantizar una mejor calidad
de vida. Lo que ha pasado es lo contrario, las empresas se han convertido en maquinas de
hacer dinero y esto ha envuelto a ejecutivos y empleados comunes, en una dinámica
estresantes, dado que, curiosamente, resulta necesario trabajar más para obtener salarios
insatisfactorios. En contraposición a esto, se observa una acumulación de riqueza
descomunal en el empresariado a nivel mundial.
63
La computadora, con su extraordinaria capacidad para procesar información y para
elaborar complejos modelos matemáticos, ha producido una evidente sustitución del oro y
el papel moneda por productos financieros muy abstractos, “entre los cuales se cuentan las
opciones de futuro (opciones de compra en un determinado momento del futuro, para
conseguir unos beneficios anticipados mediante proyecciones informáticas), los fondos de
cobertura (fondos de inversión frecuentemente utilizados para comprar y vender grandes
cantidades de divisas en cuestión de minutos y beneficiarse de pequeñas variaciones en los
cambios” (ibíd.).
La percepción subjetiva de los inversionistas en torno a los resultados esperados, ha
provocado en estos, un desplazamiento en término de la generación de beneficios real a lo
meramente subjetivo y volátil, al colocar en un primer plano el valor percibido de las
acciones. Aquí, poco importa la maximización de los beneficios, importa la maximización
de las acciones. Se valora y dimensiona más, el comportamiento del mercado en el corto
plazo, en término de apreciación subjetiva, que cualquier beneficio real y tangible.
65
El ascenso de la globalización ha rebelado tres cuestiones importantes: “esta nueva
economía ha enriquecido, sin duda a una elite de especuladores financieros, empresarios y
profesionales de las altas tecnologías”. Además, “la fragmentación y la individualización de
la fuerza laboral, junto con el gradual desmantelamiento del estado de Bienestar por las
presiones de la globalización económica, significan que el ascenso del capitalismo global
ha ido acompañado de una desigualdad social y una polarización crecientes” (ibíd.).
67
excluido de la red. Todas las especies, aun las que se puedan considerar más insignificante,
contribuye a la sostenibilidad del conjunto. En cambio entre los humanos, la riqueza y el
poder, provoca la exclusión de grandes segmentos de población, de las redes globales.
6- La biotecnología en la encrucijada
Las últimas tres décadas del siglo veinte impactaron de tal modo las cimientes de la
ciencia, que puede asegurarse que no hubo una solo disciplina científica que no sufriera
cambios profundo, o en la que no se produjera innovaciones significativas. No solo la
Tecnología de la Información tuvo grandes transformaciones, sino también la
biotecnología, la cual, a través de la ingeniería genética, desarrolló la capacidad de
manipulación de información genética. A este respecto la bióloga molecular Mae- Wan Ho,
ha definido la ingeniería genética, como “un conjunto de técnicas para aislar, modificar,
multiplicar y recombinar genes de distintos organismos. Esta técnica permite a los
científicos transferir genes entre especies que nunca se habrían hibridado de forma natural”
(ver pág. 206).
El avance alcanzado hasta los años cincuenta, cubrió el descubrimiento de la estructura
física del ADN y del código genético. A partir de los 70 del siglo pasado, se crearon dos
técnicas fundamentales en ingeniería genética. “La primera, conocida como secuencia del
ADN, implica la capacidad para determinar la secuencia exacta de los elementos genéticos
(las bases nucleótidos) de un fragmento de la doble hélice de ADN. La segunda, o empalme
de genes, consiste en cortar y unir fragmentos de ADN con la ayuda de enzimas especificas,
aisladas o partir de microorganismo” (ibíd.).
No se ha creado un método de inserción directa de genes extraños en una célula, las
barreras naturales entre especies y otros mecanismos protectores, rompen o inactivan el
ADN extraño. El método empleado para obtener los resultados esperados, consiste en
incorporar primero el gen ajeno a un virus o a elementos parecidos a los virus, empleados
de forma habitual por las bacterias para intercambiar genes. “Estos vectores de
transferencias son entonces empleados para introducir los genes ajenos en las células
receptoras seleccionadas, donde el vector, junto con los genes a él incorporados, se inserta
en el ADN de la célula. Si todos los pasos de esta secuencia altamente compleja salen según
lo previsto - lo cual es muy poco frecuente -, el resultado será un nuevo organismo
transgénico. Otra técnica importante de empalme de genes consiste en producir copias de
secuencias de ADN insertándolas en bacterias (también mediante vectores), donde se
replican rápidamente” (ver págs. 206-207).
Como todas las cosas, la ingeniería genética mal empleada puede crear nuevos
problemas con los cuales sería difícil de lidiar, por no conocer los recursos técnicos a
emplear y de qué modo aplicarlo. Mae – Wan Ho, advierte sobre la posibilidad de que la
emergencia de una plétora de nuevo virus de resistencia a los antibióticos en la década
pasada, podría muy bien estar directamente relacionada con las aplicaciones comerciales a
gran escala de la biotecnología. Se sabe que: “desde los primeros días de la ingeniería
genética los científicos han sido consciente del peligro de crear inadvertidamente cepas
virulentas de virus o bacterias. En los años setenta y ochenta procuraron que los organismos
transgénicos experimentales que creaban quedaran confinados entre las cuatro paredes de
sus laboratorios. Puesto que no consideraban seguro liberarlos al medio ambiente” (ver pág.
207).
69
Por esta razón fue que se celebró el encuentro entre genetista en el año 1975, en
Asilomar, California, donde se redactó la Declaración de Alomar, que solicitaba la
suspensión de las investigaciones hasta que se hubieran establecido normas reguladoras
adecuadas.
En los años 90 del pasado siglo, se hizo caso omiso de esta responsable petición y se
emprendió una desenfrenada carrera por la comercialización de tecnología genética,
desarrollada con aplicación práctica a la medicina y la agricultura, entre otras. Al parecer,
los primeros en constituir pequeñas Compañías fueron algunos premios noveles del área
genética, a ellos le siguieron las universidades y los centros de investigación médica. El
siguiente paso lo dieron los grandes de las industrias químicas y farmacéuticas, los cuales
visualizaban la biotecnología como el negocio del futuro. “Entre 1996 y 1998 la extensión
total dedicada a cultivos transgénicos se multiplicó por más de diez, y pasó de algo menos
de tres millones y medio de hectáreas a casi cuarenta millones. Esta liberación masiva de
organismos genéticamente modificados (OGM) al medio ambiente añadía una nueva
categoría de riesgo ambiental a los problemas ya existente con la biotecnología” (ver pág.
208).
El progreso alcanzado en el perfeccionamiento de las técnicas de ingeniería genética, se
dice que la hace en la actualidad diez veces más rápida (o quizás más) y más poderosa que
las primeras puesta en uso. Otras variantes de OGM, con la característica de
ecológicamente más vigorosa, han sido diseñadas y liberada a gran escala sin tomar en
cuenta los riesgos potenciales, cediendo a las fuertes presiones de las corporaciones, las
cuales han hecho fuerte presiones para conseguir la eliminación de las pocas normas de
seguridad que existían en algunas naciones.
La prueba más fehaciente de la dimensión que ha alcanzado este problema es el
Proyecto Genoma Humano, donde fue necesario publicar los resultados alcanzados por
organismos públicos de EEUU, para evitar que una corporación inglesa patentizara ese
conocimiento como de su propiedad. Tanto la firma inglesa como el gobierno americano
venían trabajando en el mismo proyecto por separado. Al final, se logró hacer público los
resultados del proyecto, porque el gobierno alcanzó resultados concluyentes en menor
tiempo que la firma inglesa.
71
Se advierte que esta replicación es posible por la intervención “de una clase de enzimas
que ayuda a las dos cadenas progenitoras a desligarse, mientras que otra impide que las
cadenas separadas se unan de nuevo entre sí, y otras muchas seleccionan los elementos
genéticos (o base) adecuados para la unión complementaria, comprueban la exactitud de las
bases recientemente añadidas, corrigen posibles errores y reparan daños accidentales en la
estructura del ADN” (ibíd.). La estabilidad genética se logra mantener básicamente, por
esas enzimas que intervienen en la replicación, más que por la estructura misma del ADN.
La doble hélice de ADN recién replicada, el conjunto de enzimas indispensables, las
membranas y toda estructura necesaria, implica traspasar la red celular, para facilitar la
continuidad del metabolismo celular y que prosigan sin interrupción los patrones en red
autogenéticas.
Para Darwin y sus seguidores, el ADN es una molécula estable y “sujeta a ocasionales
mutaciones aleatorias, por lo que consecuentemente, la evolución habría sido guiada por el
azar, tras lo cual habría ocurrido la selección natural” (ver pág. 216). Los descubrimientos
reciente han producido un cambio en la visión que se tenia del procesos evolutivo. Hoy se
sostiene que las mutaciones son generadas por la red epigenética de la célula y que la
evolución es parte integrante de la autoorganización de los sistemas vivos.
Las investigaciones no solo se han circunscrito a la biología, en microbiología se ha
puesto en evidencia que las mutaciones son “únicamente una de las tres vías del cambio
evolutivo; las otras dos son el intercambio de genes entre bacterias y la simbiogenésis, o
creación de nuevas forma de vida por medio de la unión de especies distintas” (ibíd.). Los
avances logrados en estas disciplinas científicas han revolucionado la base de comprensión
del proceso evolutivo. Del énfasis en el azar y la necesidad, se ha pasado “a una visión
sistémica que contempla el cambio evolutivo como una manifestación más de la
autoorganización de la vida” (ver pág. 217). El concepto de la vida, asocia la actividad
autoorganizadora de los organismos con la cognición, lo que hace pensar la evolución
lógicamente, como un proceso cognitivo.
73
continuas. Consisten en fragmentos codificadores intercalados en largas secuencias no
codificadores cuya función no se conoce bien todavía” (ver pág. 220).
Se ha estimado en un uno o en dos por ciento la proporción de ADN codificador, aunque
en algunos organismos es muy variada la cantidad. El resto se conoce como ADN basura o
chatarra. En la naturaleza nada se pierde y todo es útil. La cartografía reciente del genoma
humano, ha posibilitado conocer algunos aspectos de las evolución humana, se trata de
“una especie de registro fósil genético consistente en genes saltarines que se salieron de sus
cromosomas en nuestro pasado evolutivo remoto, se replicaron de forma independiente y
luego reinsertaron sus propias copias en diversas secciones del genoma principal. Su
distribución indica que algunas de esas secuencias no codificadoras podrían contribuir a la
regulación general de la actividad general” (ibíd.). Esto anula el concepto de chatarra y
prueba la utilidad de ese ADN.
Los estudiosos afirman que el gen fragmentado se copia en un segmento de ARN, dicha
copia se procesa antes de iniciarse la producción de la proteína. Las enzimas, suprimen los
segmentos no codificadores y unen los segmentos codificadores remanentes y de esta
manera forman una transcripción acabada. Es cuando el ARN mensajero se ha procesado y
está listo para la síntesis proteínica.
También se ha descubierto que la dinámica reguladora de la red celular no sólo
especifica que proteína va a ser producida a partir de determinado gen fragmentado, sino
también cual va a ser su funcionamiento. “Una proteína puede funcionar de muchas formas
diversas, dependiendo de su contexto. Los científicos han descubierto ahora que la
compleja estructura tridimensional de la molécula proteínica puede ser modificada por una
serie de mecanismos celulares, y que estos cambios alteran la función de la proteína” (ver
pág. 221).
75
Capra cita a David Weatherall, director del instituto de Medicina Molecular de la
Universidad de Oxford (en el periodo correspondiente a la preparación del texto bajo
estudio), cuando expresa que: “habida cuenta de la cantidad de complejos mecanismos
reguladores implicados, transferir genes a un nuevo entorno y conseguir que hagan su
trabajo ha demostrado ser, hasta ahora, una tarea demasiado difícil para los genetistas
moleculares” (ibíd.).
En sus inicios los genetistas confiaban en poder asociar enfermedades específicas con
genes individuales, luego se comprobó que eran muy reducidos los casos que podían
atribuirse a un solo gen y cuando así se produce, estos genes defectuosos resultan ser
desmesuradamente grande. Las implicaciones que tiene el tamaño es que puede producir
una cantidad muy elevada de mutaciones y solo una de ella es responsable de la
enfermedad. Veamos el siguiente caso: “El gen crítico para la fibrosis quística, enfermedad
común en el Norte de Europa, está formado por unos doscientos treinta mil pares de bases y
codifica una proteína compuesta por casi mil quinientos aminoácidos. Han sido observadas
más de cuatrocientas mutaciones distintas de ese gen. Solo una de ellas tiene como
consecuencia la enfermedad” (ver pág. 231).
Se tiene conocimiento de sintomatologías distintas de una misma mutación en paciente
diferente. De manera que, los problemas encontrados en los casos atribuibles a un solo gen
se hacen más numerosos cuando se estudian dolencias comunes. Se ha conseguido mejores
resultados en la identificación de riesgos genéticos que en los beneficios médicos logrado.
79
Hay datos escalofriantes en relación a la producción de alimentos y el problema del
hambre. Como por ejemplo, el siguiente: “en los últimos cincuenta años, los incrementos en
el suministro de alimentos se ha mantenido por delante del aumento de la población en todo
el mundo, excepto África. En 1997 un estudio demostró que, en el mundo desarrollado, el
setenta y ocho por ciento de los niños mal nutridos de cinco años de edad o menos viven en
países con excedentes de alimentos. Muchos de los países en los que reina el hambre
exportan más alimentos de los que importan” (ver pág. 242). Indudablemente, esas cifras
invalidan cualquier argumento en favor de la biotecnología y refuerza la afirmación de que:
“las causas del hambre en el mundo no tienen nada que ver con la producción de alimentos,
sino con la pobreza, con las desigualdades y con la falta de acceso a los alimentos y a la
tierra. La gente pasa hambre porque los medios de producción y distribución de alimentos
están controlados por los ricos y los poderosos: el problema del hambre en el mundo no es
técnico, sino político” (ibíd.).
CONCLUSION
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Las últimas cuatro décadas del siglo pasado fueron muy proliferas en materia de
producción científica, se diría que mucho más que las décadas anteriores del mismo siglo.
El libro “Las Conexiones Ocultas” de Fritjof Capra, constituye una puesta al día en materia
científica, en particular, en las áreas de biología, de la bioquímica, la genética y otras
disciplinas, como la sociología. La forma en que se da cuenta de tal avance, es con la
revisión de la noción de conocimiento que hasta ahora ha guiado la aplicación práctica y su
actualización o puesta al día, a partir del nuevo enfoque.
No es necesario hacer un inventario pormenorizado de esos aportes científicos, ni mucho
menos un registro de los criterios sostenido por el autor y demás investigadores citados.
Los diversos aspectos referenciado en el texto, no solo enriquecen el acervo cultural de la
humanidad, sino que también están produciendo un impacto fuera de toda consideración en
la comprensión de los fenómenos naturales y sociales. Como es el hecho de entender que la
realidad social evolucionó a partir del mundo biológico, hace entre dos y cuatro millones de
años. A esto se añade la compresión de los fenómenos sociales como la evolución de la vida
y la consciencia.
El conocimiento aportado por la biología ha sido determinante para entender el genoma
humano y el ADN. El estudio de estos elementos ha permitido conocer la simplicidad de la
célula bacteriana, de la cual en su evolución ha resultado la vida. Se conocen como las más
simples, las pertenecientes a la familia micoplasmas, cuyos tamaños alcanzan un diámetro
inferior a una milésima de milímetro y el genoma consistentes en un solo bucle cerrado de
la doble hélice del ácido desoxirribonucleico, más conocido como ADN.
Constituye una novedad la propuesta de Humberto Maturana y Francisco Valera, en el
sentido de que las redes vivas se crean y se recrean a si misma sin cesar, procesos que se
agrupan en lo que se conoce como autogénesis. Esta dinámica se revela como una
característica clave de la vida. Autopoiésis quiere decir, que se hace así misma. La vida,
desde este punto de vista, no se le puede atribuir a ningún componente particular, definir
como sistema vivo a una red autopoiésica implica que el fenómeno de la vida tiene que ser
considerado una propiedad del sistema como un todo. La vida se debe a la totalidad de la
red metabólica circunscrita.
Otra propuesta radical proveniente de los mismos autores, es la identificación de la
cognición o proceso del conocimiento, con el proceso vital, entendiendo la cognición como
la actividad implicada en la autogénesis y la autoperpetuación de redes vivas. En otras
palabras, la cognición es el proceso mismo de la vida. La actividad que organiza los
sistemas vivos, en todos los niveles de vida, es la actividad mental.
Un aporte interesante lo representa las investigaciones realizadas con Chimpancés, en la
cuales se ha conseguido descubrir que provienen del mismo Homínido que descienden los
humanos y que apena difieren del hombre en solo 1.6 por ciento. También se ha descubierto
que pueden alcanzar un nivel de desarrollo equivalente a un niño de 6 años. Emplean el
lenguaje gestual, algo que fue común entre los primeros homínidos y particularmente, usan
las manos, que es el antecedente inmediato del lenguaje humano.
Es trascendente el hecho de que se entienda el aprendizaje como una continuidad, que parte
de los órganos más elementales que conforman la vida, pasando de una forma simple a las
más complejas, hasta expresarse como algo natural en los organismos más complejos. Esta
nueva comprensión disminuye el peso que pueda atribuirse a la actividad social en el
proceso de aprendizaje de los humanos.
Un último aspecto que debe ser considerado, es la manera como se han manejado las
empresas que están detrás de la biotecnología y en particular, las que se han dedicado a la
producción de alimentos y medicina. El expediente levantado en su contra está lleno de
evidencias que las incriminan, en el sentido de que han producido fármacos para
determinados tratamiento sin tener las pruebas suficientes de su efectividad y sin conocer
los daños colaterales.
En el área de los alimentos, el primer engaño esta en el hecho de haber vendido la idea de
que los alimentos genéticamente mejorado, resolverían los problemas alimentario del
planeta. La triste realidad es que el hambre del mundo no se debe a la escasez de alimentos.
Datos de la época en que circuló la edición que estamos consultando, dan cuenta de que no
es la escasez lo que caracteriza los mercados, sino la abundancia. Se sabe que en las tres
décadas anteriores a la crisis alimentaria, la producción de alimentos había rebasado el
crecimiento de la población mundial en un dieciséis por ciento.
Un dato dramático que cita el autor da cuenta de que: “en 1997 un estudio demostró que, en
el mundo desarrollado, el setenta y ocho por ciento de los niños mal nutridos de cinco años
de edad o menos viven en países con excedentes de alimentos. Muchos de los países en los
que reina el hambre exportan más alimentos de los que importan”. Creo que no se necesita
mayor argumentación para mostrar la situación que se ha estado viviendo en el mundo,
quienes resultan ser los perjudicados, quienes beneficiados y como los han logrado.
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