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Historia Económica de México David Mitre Becerril

Estancamiento económico y los inicios del cambio estructural

Implicaciones que asumieron México y los demás países


Latinoamericanos al honrar sus deudas:

“No posponer más el crecimiento por el pago de la deuda”


José Ángel Gurría

1. Introducción
Ser sujeto a crédito a crédito es una buena noticia, ya que demuestra confianza. En el caso de
un gobierno, este dinero fresco puede ser destinado a una mayor inversión en programas
gubernamentales que detonen el crecimiento económico lo cual facilita la obtención de
recursos para pagar dicho préstamo, incentivando a pedir más crédito para volver a generar
más recursos. Sin embargo, el nivel de endeudamiento tiene un límite: la capacidad de pago,
ya que como reza el dicho “no hay fecha que no llegue, ni plazo que no se venza, ni deuda
que no se pague”. Por lo la deuda adquirida en un momento se tiene que pagar tiempo
después y cuando se sobrepasa la capacidad de pago, no sólo se corre el riesgo de entrar en
una crisis -lo que le pasó a Latinoamérica en los ochenta-, sino que se tendrán que recortar
gastos en diversos rubros para poder mantener el servicio de la deuda. En este ensayo,
analizaré las implicaciones que asumieron México y los demás países Latinoamericanos al
honrar sus deudas

2. Desarrollo
México y, en general, Latinoamérica habían disfrutado un periodo de crecimiento económico
sostenido y con pocas fluctuaciones. Esta prosperidad duró hasta el 22 de agosto de 1982,
cuando la enorme inflación interna, la baja de los precios internacionales del petróleo y la
elevación de las tasas de interés mundiales hicieron que los acreedores externos se negaran a
renovar la deuda de corto plazo, luego de que México solicitara a la banca comercial una
prórroga de tres meses para los pagos del principal de la deuda pública externa; cabe aclarar
que los pagos de interese se siguieron realizando en su totalidad. Esto creó incertidumbre
sobre la capacidad de pago del resto de los países latinoamericanos, provocando interrupción
de los préstamos a dichos países (Van Wijnbergen, 1992: 327). Ésta época es conocida como
la “crisis de la deuda”. El problema de la deuda no sólo afectó al sector público, también al
privado, ya que el pasivo para muchas de las empresas deudoras era prácticamente
impagable (Gurría, 1992: 295).
El endeudamiento externo era parte del sustento del modelo económico aplicado. Durante los
cincuenta y sesenta éste endeudamiento tenía ciertas características: los principales
acreedores eran los gobiernos y los organismos financieros internacionales, y los créditos
eran acordados a tasas de interés fijas entre el 3 y 5% con periodos de gracia de por lo menos
5 años y plazos de amortización de 15 o más años. De esta manera, el costo de dicha deuda
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no afectaba gravemente las disposiciones de recursos de divisas y, por ende, la estabilidad de


la economía. No obstante, para los primeros años de los ochenta este perfil había cambiado
radicalmente: el acreedor principal era la banca privada internacional; los plazos de
amortización se acortaron; y las tasas de interés, ahora fluctuantes, se elevaron (Guillén,
1989: 24). Para darnos una idea de la nueva estructura de la deuda externa, basta con ver a
México: a fines de 1988 la deuda externa ascendía a 100,400 millones de dólares, de la cual
el 70.6% se debía a acreedores comerciales y el resto (29.4%) le correspondía a acreedores
oficiales –incluyendo al FMI y al BM (Van Wijnbergen, 1992: 335).

El endeudamiento no obedeció esencialmente a la falta de ahorro interno, sino que fue un


mecanismo que permitió impulsar la economía. Debemos diferenciar la deuda privada y la
pública, no sólo por sus deudores, sino también por el origen de cada uno de éstas. La del
sector público provino de dos fuentes: por un lado, el déficit fiscal del Estado, resultado no
tanto de una ineficiente gestión del aparato económico estatal, sino de la creciente inserción
de éste en el proceso de reproducción de capital, de la existencia de un régimen incapaz de
movilizar la plusvalía social y del papel subsidiador de las empresas paraestatales en relación
al capital privado; por el otro, la tendencia estructural al desequilibrio externo ligada a la
existencia de relaciones de intercambio desfavorable en el comercio exterior, la
desarticulación y extroversión del sistema productivo y la sustracción de excedente por parte
del capital extranjero. Por lo que se refiere al endeudamiento privado, si bien estuvieron
presentes factores como la existencia de tasas de interés negativas a nivel internacional en el
periodo posterior al segundo shock petrolero, o a la competencia del sector público en los
mercados internos de dinero y de capitales, el principal factor que impulsó su desarrollo fue
la estrategia de expansión y centralización de capitales ante la expectativa atrayente, pero
falsa, de que el boom petrolero abriría al país perspectivas inauditas de regulación económica
(Guillén, 1989: 41).

Para 1982, los países latinoamericanos habían aumentado fuertemente su endeudamiento.


Por ejemplo, de 1976 a 1982, Argentina incrementó en unos 30 mil millones de dólares su
deuda externa, cifra equivalente a las exportaciones de cinco años (Wionseck, 1987: 12). A
fines de 1982, la deuda externa Venezolana ascendía a 33 mil millones de dólares. En
términos de ingresos de divisas la deuda de este país era igual a 151% de la exportaciones de
bienes y servicios del mismo año; cifra inferior a la de otros países como Argentina (388%),
Brasil (354%), Chile (287%), México (264%) y Perú (260%), entre otros (Wionseck, 1987:
140). Siendo más que visible que los países latinoamericanos habían contratado deudas más
allá de su capacidad de pago, haciendo a los países insolventes para pagarlas. Pero, como
menciona Sweder Van Wijnbergen, “no era tanto el nivel de la deuda del país como la
afluencia corriente de los pagos del servicio de ésta, lo que resultaba demasiado elevado y
provocaba mucha incertidumbre para el crecimiento económico y la posibilidad de
sostenimiento del ajuste”. Y dado que el crédito era escaso, los recursos para pagar la deuda
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tenían que provenir del interior del país, canalizando recursos al pago de ésta, en vez de a los
sectores productivos, lo cual inhibía el crecimiento de la economía y, consecuentemente, su
capacidad de pago.

Dado que la deuda se iba pagando con recursos propios, ¿de qué forma se obtenían? Y sobre
todo, ¿quiénes fueron los más perjudicados por éste desvío de recursos? Respecto a la
primera pregunta, se utilizaron varias fuentes: en primer lugar, un reajuste al gasto público y,
en general, a la política fiscal; también se usó el impuesto inflacionario, es decir, extrayendo
de la sociedad los recursos a través de la reducción de los salarios reales (Cárdenas, 1996:
151). Otra forma, la más importante, fue a través del superávit comercial. En el caso de
México, durante el periodo 1982-1987 el superávit comercial acumulado fue de 54.4 mil
millones de dólares, con los cuales se cubrió el 67% del servicio de la deuda externa pagado
en el mismo lapso. El costo del desvío de recursos para pagar la deuda fue muy alto: caída
brutal de las importaciones, la inversión, el empleo y los salarios reales, en resumen, de la
calidad de vida de la población. Estos efectos son apreciables, por ejemplo en la inversión
bruta en capital, la cual cayó en términos absolutos y relativos: disminución real del 39%
(Guillén, 1989: 94). Cabe destacar que los pagos al exterior no sólo fueron excesivos, sino
que el método utilizado para realizarlos fue también macroeconómicamente ineficiente, pues
implicó el desperdicio de una gran cantidad de recursos internos. La política seguida para el
pago del servicio de la deuda fue un gravamen permanente sobre la economía: fue como
pagar cada año una especie de impuesto de más del 5.0% del producto interno bruto,
imponiéndole a la economía una camisa de fuerza, evitando su crecimiento.
Paradójicamente, en vez de producir más para aumentar la capacidad de pago se redujo la
producción. En parte de debió a que el pago tuvo que hacerse en moneda extranjera, por lo
que para extraer la cantidad requerida de manera rápida el método más efectivo fue
comprimir la demanda interna. Trayendo como resultado que durante 1982 y 1988 el
desperdicio de recursos –es decir, la diferencia entre la capacidad productiva y la
producción- fuera de más del doble que la magnitud de transferencias al exterior. En
conjunto, en este periodo los sectores internos de la economía consumieron e invirtieron casi
17% menos que el nivel factible técnicamente. Esto es equivalente a no haber producido
nada en uno de cada siete años (Brailovsky, 1992: 109).

¿Y qué se hizo para pagar la deuda? Durante esta década se dieron varias negociaciones con
el fin de reestructurarla, lo cual daba el tiempo y el margen de maniobra para hacer factible
la búsqueda de una solución permanente sin llegar al rompimiento con la comunidad
financiera internacional, lo cual habría traído consecuencias más desastrosas, no sólo a los
países latinoamericanos, sino a la economía mundial. Se dieron varias restructuraciones de la
deuda durante los ochenta. La primera de ellas fue en 1983, en la cual se atendió
principalmente los aspectos relacionados con la reprogramación de una parte del principal y
la obtención de nuevo financiamiento; sin embargo, había quedado vigente un calendario de
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amortizaciones del principal incompatible con la capacidad de real de pago del país. En 1989
tuvo lugar la quinta etapa del proceso de restructuración de la deuda externa de México; ésta
última presentó diferencias fundamentales con respecto a las cuatro etapas anteriores: tuvo
como propósito fundamental abatir la transferencia neta de recursos al exterior y obtener una
solución permanente al problema del sobreendeudamiento externo mediante la reducción del
saldo de la deuda y de su servicio; las negociaciones anteriores buscaron el alivio por la vía
de la recalendarización de pagos del principal y de la contratación de nuevos créditos;
además por primera vez se reconoció que el endeudamiento externo excesivo constituye un
obstáculo al crecimiento económico de los países, por lo que era impostergable abatir la
transferencia neta de recursos al exterior a un nivel compatible con el crecimiento económico
(Gurría, 1992: 291). La reducción de las transferencias netas al exterior derivada del acuerdo
implicó menores presiones en el tipo de cambio. Esto redujo el riesgo asociado a la deuda
pública interna, y por tanto, indujo una disminución de las tasas de interés internas, creando
un círculo virtuoso: confianza-menores tasas de interés-menor déficit público-control de la
inflación-confianza. Por ejemplo, tan sólo un mes después del acuerdo de 1990 con la banca
acreedora las tasas de interés disminuyeron en cerca de 20 puntos porcentuales (Gurría,
1992: 312).

3. Conclusiones
La política de la deuda externa instrumentada por los países latinoamericanos se puede
dividir en dos fases: en un primer momento fue un detonante del crecimiento económico,
facilitando una inversión pública y privada que generó empleos y un mayor bienestar social.
En un segundo momento la estrategia económica llegó a su límite, siendo incapaz de
contrarrestar los efectos nocivos de un sobreendeudamiento excesivo, por lo que deuda
externa dejó de ser un estímulo al crecimiento del país, para convertirse en una de las
principales trabas de la producción y de la inversión pública y privada, ya que los recursos
destinados al pago de los intereses y del principal se extrajeron de la sociedad,
fundamentalmente a través del superávit comercial. Esto dejó a la economía muy vulnerable
a los choques externos, en particular al deterioro de los términos de intercambio, así como a
la adopción de un nuevo modelo económico impuesto por el exterior, puesto que se
condicionaban las reestructuraciones de la deuda a cambio de una mayor apertura de las
economías latinoamericanas a la competencia internacional, a la par de mayores facilidades
para la inversión extranjera directa.

4. Bibliografía
Brailovsky Vladimiro (1992) Las implicaciones macroeconómicas de pagar en “México:
auge, crisis y ajuste” de Carlos Bazdresch et al, FCE, México.
Cárdenas, Enrique (1996) La política económica en México: 1950-1994, FCE, México.
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Guillén, Arturo (1989) La deuda externa: grillete de la nación, Ed. Nuestro Tiempo,
México.
Gurría, José Angel (1992) La política de deuda externa de México, 1982-1990 en “México:
auge, crisis y ajuste” de Carlos Bazdresch et al, FCE, México.
Van Wijnbergen, Sweder (1992) La restructuración de la deuda externa de México en 1989-
1990 en “México: auge, crisis y ajuste” de Carlos Bazdresch et al,
FCE, México.
Wionseck, Miguel (1987) La crisis de la deuda externa en América latina, FCE, México.

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