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2.

La Revolución Industrial

I. Si bien este acontecimiento da sus primeros pasos a principios del siglo XVIII, no
será hasta 1830 cuando la literatura de Balzac y los manifiestos de Engels y Marx se
hagan cargo del proletario y la clase trabajadora hija del capitalismo. La Revolución
Industrial supone que un día entre 1780-1790, y por primera vez en la historia humana,
se liberó de sus cadenas al poder productivo de las sociedades humanas, que desde
entonces se hicieron capaces de una constante, rápida y hasta el presente ilimitada
multiplicación de hombres, bienes y servicios. Esto es lo que ahora se denomina
técnicamente por los economistas take-off, el crecimiento autosostenido. Ninguna
sociedad anterior había sido capaz de romper los muros de una estructura en la que el
hambre y la muerte se imponían periódicamente. Preguntar cuándo se completó es
absurdo, pues su esencia era que, en adelante, nuevos cambios revolucionarios
constituyeran su norma. Y así sigue siendo.

Que el estallido se diera en Inglaterra no quiere decir que fuese superior científica y
técnicamente hablando. En las ciencias naturales Francia era, con mucho, el baluarte de
Europa. Las lecturas de los economistas ingleses eran tanto Adam Smith como Dupont,
Quenay Turgot, Lavoisier y los italianos. La educación palmaria no estaba en Oxford o
Cambridge, sino en Escocia, de donde surgieron los genios de esta revolución, como
Watt, Telford, McAdam, James Mill. Hasta que Lancaster impusiera sus medidas, la
educación inglesa no despegó. Además, los inventos de estos no requerían más
conocimiento que el que se tenía a principio de siglo (excepto en química), y su
aplicación fue muy posterior (unos 40 años).

Las condiciones legales eran la gran ventaja. Un puñado de terratenientes de


mentalidad comercial monopolizaba casi la tierra, que era cultivada por arrendatarios
que a su vez empelaban a gentes sin tierras o propietarios de pequeñísimas parcelas. La
agricultura estaba preparada para cumplir sus cuatro funciones fundamentales en una
era de industrialización:

-aumentar la producción y la productividad para alimentar a una población no agraria

-proporcionar un vasto y ascendente cupo de potenciales reclutar para las ciudades

- suministrar un mecanismo para la acumulación de capital utilizable por los sectores


más modernos de la economía

-así como la creación de excedente para exportar material e importar capital.

El dinero no solo hablaba, sino que gobernaba. Pero hay zonas que, aunque en 1850
producían mucho más que en 1750 no habían disfrutado del salto cualitativo de
Manchester o Birmingham. Empresarios e inversores cruzaron sus actividades. Había
algo que alzaba a Gran Bretaña sobre el resto de naciones, que además tras las guerras
napoleónicas quedaron sometidas: la industria algodonera y la expansión colonial.
II. Los esclavos y el algodón fueron en paralelo. Liverpool, Bristol y Glasgow
crecieron al amparo de este tráfico de mercancías. La Revolución industrial puede
considerarse, salvo en unos cuantos años iníciales, hacia 1780-1790, como el triunfo del
mercado exterior sobre el interior: en 1814 Inglaterra exportaba cuatro yardas de tela de
algodón por cada tres consumidas en ella; en 1850, trece por cada ocho. Las guerras
napoleónicas cerraron Europa a este comercio, algo que volvió a reanudarse en 1820.
Pero en las colonias, la industria británica había establecido un monopolio a causa de la
guerra, las revoluciones de otros países y su propio gobierno imperial. Inglaterra
dominó financieramente al continente sudamericano. India se convirtió en la (forzada)
clientela de Lancashire. El comercio del opio, por su parte, lanzó los intercambios con
China desde 1820-1830. Los suministros ultramarinos de lana ganaron en importancia a
partir de 1870.

La gran industria del algodón se llevó por delante el trabajo manufacturero, de gran
antigüedad. Muchos se rebelaron ante la pérdida de sus puestos de trabajo cuando y ala
industria no los necesitaba para nada. Comenzaba la tiranía de las máquinas.

III. La industria como tal tiene su nacimiento en base al algodón. El textil es posterior
y el vapor no se usaba mucho fuera de la minería. Con ella arrastró a otros sectores; por
eso influyó en el progreso económico de Gran Bretaña. Se pasó de importar 11 millones
de libras de algodón bruto en 1780 a 588 millones en 1850 (su producción suponía casi
el 50% del total). La pequeña crisis entre 1830-1840 sacudió levemente el mercado del
algodón y tambaleó toda la economía británica: queremos con esto mostrar lo
importante que era el algodón para su estabilidad.

La desviación de las rentas hacia el arrendatario, supuso levantamientos cartistas y


otros en 1848 contra las máquinas, vistas como la raíz de los problemas. No solo
proletariado, sino granjeros fueron los protagonistas. Por eso los pequeños burgueses y
los obreros se unieron a los radicales ingleses, republicanos franceses o jacksonianos
norteamericanos, dependiendo la localización.

A los capitalistas solo les preocupaba el cómputo de sus ganancias; mientras tanto
les daba igual las acciones proletarias. Los tres fallos del sistema fueron: el ciclo
comercial de alza-baja, la tendencia de la ganancia a declinar y la disminución de las
oportunidades de inversiones provechosas. Inicialmente la industria del algodón tenía
muchas ventajas. Su mecanización aumentó mucho la productividad de los trabajadores,
muy mal pagados en todo caso, y en gran parte mujeres y niños. La inflación que
suponía la diferencia entre el coste de la materia prima y el beneficio que suponía la
venta de la manufactura, quedó neutralizada (e incluso en descenso) en 1815.

En los momentos de crisis había se ajustaba el presupuesto reduciendo los salarios de


los trabajadores: se podía comprimir directamente los jornales, sustituir los caros
obreros expertos por mecánicos más baratos o introducir máquinas en el lugar de un
grupo. La medida más racional era introducir maquinaria. Entre 1800-1820 hubo 39
patentes nuevas, 51 entre 1820-1830, 86 en 1830-1840 y 156 en 1840-1850. Si bien la
industria se estabilizó tecnológicamente en 1830, no sería hasta la 2/2 de siglo cuando la
producción tuviera un aumento revolucionario.

IV. El problema de las producciones masivas es que necesitan un buen mercado de


consumo. La industria militar, tras Waterloo, entró en decadencia y la de productos
primarios no era excesivamente grande. Nunca falló, sin embargo, la industria del
carbón: 10 millones de toneladas (90% de producción mundial) frente a 1 millón de los
franceses) en 1800. El ferrocarril es el hijo de las minas del norte de Inglaterra: una gran
producción requería una excelente movilización de producto.

El ferrocarril constituía el triunfo del hombre mediante la técnica. Que requiriese de


una gran inversión en hierro, acero, carbón y maquinaria pesado, de trabajo e inversión
de capital, supuso que el ferrocarril impulsó, como ningún otro invento, el desarrollo de
la segunda industrialización. Carbón y acero triplicaron su producción. La sociedad
inglesa invertía sus riquezas y obtenía beneficios, la aristocracia y la sociedad feudal se
lanzó a malgastar una gran parte de sus rentas en actividades improductivas. Esa fue la
diferencia.

Cuando el capital acumulado fue tanto que no lo pudo absorber el propio país, se
decidió invertir en el extranjero, especialmente desde la década de 1820. Pero solían ser
empresas fracasadas porque no se cumplían las expectativas: o terminaban por cobrar
menos interés o el pago de este se retrasaba unos 40 años (como el caso de los griegos).

V. El factor más crucial que hubo de movilizarse y desplegarse, fue el trabajo, pues
una economía industrial significa menos población agrícola, más urbana y un aumento
general de la población, luego también se necesita mayor suministro de alimentos: una
revolución agrícola. Para eso se hubo de terminar con los comunales medievales y las
caducas actitudes comerciales del feudalismo. En 1846 se abolieron las Corn laws que
retrasaban la entrada del capitalismo en el campo.

Para que la industrialización urbana triunfara, había que hacer dos cosas: mecanizar
el campo para liberar a muchos campesinos de su actividad tradicional y tentarlos a la
industria y, después, formarlos para que estuviesen capacitados en sus puestos. En un
principio, se contrataron mayoritariamente niños y mujeres (que resultaban más
rentables).

Si bien sus ciudades pronto se contaminaron y llenaron de niebla (recordad Oliver


Twist!), los ingleses supieron utilizar muy bien sus recursos. A la altura de 1780 su
consumo de algodó era dos veces el de los EE.UU y cuatro el de Francia; producía más
de la mitad de lingotes de hierro del mundo; recibía dividendos de todas sus inversiones
por el mundo. Gran Bretaña era el taller del mundo.

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