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Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú

EL PROCESO VOCACIONAL DE
FRANCISCO DE ASÍS

Los seis encuentros que determinaron su vida

Cuidado Pastoral de las Vocaciones


“El momento culminante de la vocación de Francisco fue su encuentro con el
Evangelio, que iluminó de manera definitiva su camino e hizo del Evangelio su
principal referente; constituye también un punto importante para cualquier
pastoral vocacional, en especial por lo que significó su contacto con la Palabra
de Dios, la disponibilidad a sus insinuaciones, la rapidez de su respuesta”.
2
EL PROCESO VOCACIONAL DE FRANCISCO DE ASÍS
Los seis encuentros que determinaron su vida

Introducción
Fernando Uribe, OFM

A la pregunta: ¿cómo presentar la vocación de Francisco de Asís a los jóvenes? se pueden


dar varias respuestas, según el punto de partida. Si se pretende partir de las antiguas fuentes
hagiográficas, creemos que es necesario cambiar los términos de la pregunta, más o menos así:
¿cómo presentan las fuentes biográficas la vocación del joven Francisco de Asís? El estudio de las
fuentes desde esa perspectiva nos permite descubrir un amplio panorama en el que se pueden detectar
los grandes pasos de la vocación inicial del santo de Asís como un singular proceso, en el que se
entrelazan la iniciativa amorosa de Dios y la respuesta decidida del hombre. Se trata de un estudio
que no sólo nos coloca frente a una de las vocaciones más espectaculares de la historia humana sino
que, además, suele ser un ejercicio estimulante para cualquier persona, pero de manera muy especial
para los jóvenes de hoy y de siempre, pues en el caso del Pobrecillo se conjugan su alto grado de
autenticidad con otros valores humanos que cautivan a las nuevas generaciones.

En nuestra reflexión daremos preferencia a las fuentes hagiográficas más primitivas y, dentro
de éstas, a las que ofrecen más datos sobre la juventud de Francisco, en particular la llamada Leyenda
de los tres Compañeros (Trium Sociorum [TSoc]) que, según la opinión de Raoul Manselli1, recupera
el período asisiense o juvenil del santo, del cual no quedaron suficientes testimonios en la Vita prima
escrita por Tomás de Celano, tal vez porque el autor no tuvo el tiempo suficiente, o quizá por el
enfoque hagiográfico que le quiso dar a su obra. Tal laguna se nota también en las “Vidas” que de
alguna forma están en relación con ella (en especial la Vita escrita por Julián de Spira y la Legenda
versificata de Enrique d‟Avranches). De todas maneras tendremos en cuenta las dos “vidas” escritas
por el proto-biógrafo y en ciertos casos centraremos también nuestra atención en algunos pasajes de
la Leyenda Mayor (LegM) de San Buenaventura, dado el valor que tienen las reflexiones del Doctor
Seráfico2.

La vocación inicial de Francisco o, para ser más exactos, la respuesta que él dio en un primer
momento a la llamada que el Señor le hizo, se llevó a cabo durante un proceso lento, en el cual se
pueden distinguir seis momentos sucesivos de gran significado, cada uno de los cuales es
identificable con un encuentro que resultó determinante en su proceso vocacional, en cuanto aportó
un elemento nuevo a su visión de la vida o significó un cambio fundamental en la misma. Los
encuentros son los siguientes: 1) consigo mismo; 2) con los pobres; 3) con el leproso; 4) con el
Crucifijo; 5) con el Evangelio; 6) con los hermanos.

Aquí daremos una cierta importancia al primer paso del proceso, el encuentro consigo mismo,
en cuanto constituye, según nuestra modesta opinión, el que más relación tiene con la primera etapa
del discernimiento vocacional, la conocida como “pastoral de las vocaciones”.

1
“Nos qui cum eo fuimus”. Contributo alla questione francescana. (Bibliotheca Seraphico-Cappuccina, 28), Ed. Istituto
Storico dei Cappuccini, Roma 1980, 29-30.
2
Para estos textos nos serviremos de la versión española: San Francisco de Asís. Escritos. Biografías. Documentos de la
época. Ed. J. A. Guerra (BAC, 399) Madrid, 3a. ed. 1985, aunque en algunos casos la hemos revisado según el original latino.
Para la división interna en versículos, nos hemos servido de Fontes Franciscani, a cura di E. Menestò e S. Brufani, e di G.
Gremascoli, E. Paoli, L. Pellegrini. S. da Campagnola. Apparati di G. Boccali. Ed. Porziuncola 1995.
3
Primer encuentro: consigo mismo
No existe en las fuentes hagiográficas un único episodio que narre el encuentro de Francisco
consigo mismo. Siguiendo el normal proceder de la psicología humana, también en el caso del hijo
de Pedro de Bernardone se dio un proceso lento que no es afrontado de manera explícita por los
hagiógrafos, pero que se nota en la búsqueda creciente de momentos de soledad reflexiva, en varios
gestos que denotan una situación interior de mayor ponderación y de una diversa toma de posición
frente a su presente y su futuro. Este gradual proceso de interiorización se puede ver en diversos
episodios de su vida; aquí resaltamos sólo algunos, ocurridos durante su juventud.

En el comportamiento de Francisco cuando se hallaba


prisionero en la cárcel de Perusa, podemos descubrir uno de
los primeros signos de que en su corazón se estaban dando
algunos cambios fundamentales. A decir verdad, sobre su
permanencia en esta cárcel no existen muchos datos en la
primitivas fuentes. Los más abundantes son los que nos da la
TSoc 4, en donde se afirma que fue colocado junto con los
caballeros, dado que era noble por sus costumbres (quia
nobilis erat moribus) y se narra un episodio de gran interés en
estos términos: “Un día en que sus compañeros de cautiverio
estaban tristes, él, que por naturaleza era alegre y jovial, lejos
de aparecer triste, se mostraba gozoso. Por ello uno de los
compañeros lo reprochó como si fuese un insensato, pues se
alegraba estando encarcelado. A esto respondió Francisco con
voz firme: “¿Qué pensáis de mí? Todavía he de ser honrado en el mundo entero” (4,2-5). Además de
la alegría natural de Francisco destacada por el texto, en la respuesta que éste da a las críticas de su
compañero se puede entrever no tanto su capacidad profética3 sino, sobre todo, la actitud de un joven
que ya comienza a preocuparse seriamente por su futuro. Tal vez no sea adecuado ver en su respuesta
a una persona presuntuosa, sino a alguien que está buscando ideales nobles y grandes, como podría
ser la caballería. Es verdad que aún no parece tener ideas muy claras sobre el tipo de grandeza que
desea y sobre cómo lograrla, pero sus palabras dejan entrever que el ambiente de la cárcel con todo lo
que comporta a nivel de grupo, estaba dejando secuelas también en su corazón después de haber
pasado varios meses privado de la libertad y en contacto con la angustia y desesperación de sus
compañeros. Es muy posible que aquellos meses de crisis lo hayan obligado a entrar dentro de sí y a
comenzar a mirar la vida de manera diferente a como la había mirado hasta entonces.

Esta situación de limitación se prolongó con la enfermedad que sufrió Francisco poco después
de haber salido de la cárcel. En ese momento ignoraba todavía los planes de Dios sobre él y estaba
dedicado las actividades comerciales de su padre que lo distraían. Buenaventura dice que “todavía no
había aprendido a contemplar las realidades celestiales ni estaba acostumbrado a gustar las cosas
divinas”, pero luego agrega: “dado que el sufrimiento hace comprender la lección espiritual, se posó
sobre él la mano del Señor y el cambio de la diestra del Altísimo, afligiendo su cuerpo con una larga
enfermedad, para hacer su alma apta a la unción del Espíritu” 4. La unión que hace aquí el Doctor
Seráfico entre el sufrimiento y lo que él llama “la lección espiritual” indica no sólo el efecto
purificador que en muchos casos tiene la enfermedad sino que, la verificación de las propias
limitaciones crea también la capacidad de afrontar la vida con una actitud más realista.

3
Es lo que parece sugerir de manera un tanto tímida el autor de la TSoc, en tanto que Tomás de Celano interpreta
abiertamente el episodio en clave profética y le hace anunciar casi presuntuosamente al joven Francisco su futura veneración
como santo: “seré venerado como santo en todo el mundo” (cf. 2Cel 4,1.3-6).
4
LegM I,2,1-2.
4
Los biógrafos más primitivos coinciden en presentar un episodio de gran interés en cuanto
revela el momento de búsqueda que vivía el joven Francisco; se trata del sueño del palacio lleno de
armas. La interpretación que él da del mismo indica también un acto de discernimiento, un entrar en
sí mismo, aunque todavía no tenía las ideas claras; en ese momento pensaba que su futuro sería el de
un caballero, tal vez un gran príncipe5. Al menos indica un deseo de búsqueda, de apertura, de
disponibilidad. Hasta aquí predomina en Francisco el deseo de la gloria terrena, de los honores. Por
ello el Anónimo de Perusa dirá que, “como hombre mundano, que todavía no había gustado
plenamente el Espíritu de Dios, Francisco interpretó este sueño como augurio de que llegaría a ser un
gran príncipe”6. Se debe destacar que hasta este momento lo que comienza a delinearse es el proyecto
de Francisco, no el de Dios, a pesar de que la caballería significaba una dedicación al servicio de los
otros.

Poco después hay otro acontecimiento reportado por varias fuentes y que marca un paso
importante en el proceso de Francisco en cuanto indica su capacidad de entrar en sí mismo. Se trata
de la llamada visión de Espoleto con la consiguiente reacción de recogimiento interior y de
meditación que se produjo en él, el regreso a Asís y la decisión de no ir a la Pulla 7. El relato traído
por los Tres Compañeros no sólo forma parte de una
sola unidad narrativa sino que indica un momento
importante. El texto dice que, como resultado de
esta visión, “se recogió todo él interiormente, y
admiró y consideró de tal forma la fuerza de la
visión que aquella noche no pudo dormir”8. Con
este comentario el texto subraya el esfuerzo del
joven Francisco por descubrir la voz de Dios en las
palabras que oye durante la visión y su disposición
interior a seguir el proyecto del Señor; indica
disponibilidad y generosidad, capacidad de revisar sus planes personales y de renunciar a ellos. Por lo
mismo, lo primero que hace es abandonar el proyecto personal: desiste de ir a la Pulla. Este hecho no
significó una frustración sino un comprender que su futuro no se podía construir escuchándose a sí
mismo, sino estando atento a la voz del Señor; su regreso a Asís es disposición generosa a la escucha,
es un querer entender lo que dice la voz. Por ello su pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga?” debió
brotar de sus labios muchas veces más, a la manera de un eco que se hace oración insistente.

Después de la visión de Espoleto, la TSoc presenta al joven Francisco que regresa a su ciudad y
en un cierto sentido a sus andanzas de antes, dado que aparece de nuevo en una fiesta, elegido por sus
compañeros como el jefe para que les hiciera los gastos. Aquí el texto presenta un cambio notable en
su actitud, pues al terminar la cena, ya no sale cantando con sus amigos por las calles, sino un poco
detrás de ellos, con el bastón de jefe en la mano, “meditando reflexivamente” (diligentius
meditando). En ese momento Francisco tiene una experiencia especial, una especie de raptus
espiritual que le impide hablar y moverse, según su testimonio personal contado más tarde a alguno
de sus compañeros (sicut ipse postea dixit). El texto agrega que sus amigos lo contemplaron
preocupados “como un hombre cambiado en otro” y le preguntaron si era que estaba pensando en
casarse; él, “inspirado por Dios”, les da una respuesta ambigua para ellos, pero que indicaba que
estaba dando pasos avanzados en su proceso de discernimiento9. Es importante resaltar que todavía

5
Cf. TSoc 5, 3-8; AnPer 5, 1-5; 1Cel 5; 2Cel 6, 1-4; LegM I, 3, 1-4.
6
AnPer 5, 4.
7
Cf. TSoc 6, 3-13; AnPer 6; 2Cel 6, 5-11; LegM I, 3, 5-8.
8
TSoc 6,11.
9
Cf. TSoc 7,1-8. En la 2Cel 7,1-8 el autor alarga el episodio de la fiesta con sus comentarios personales, pero subraya el
desapego de las cosas frívolas que estaba experimentando el santo. En la 1Cel 7, se destaca también este momento del proceso
vocacional de Francisco, aunque no se relata la anécdota de la fiesta, sino sólo su enigmática respuesta que, de todas maneras,
indica que su decisión estaba llegando ya a un punto de mucha claridad.
5
en este episodio aparecen de nuevo la reflexión y la meditación diligente como constantes en el
proceso vocacional. Como consecuencia, se da un desapego progresivo del camino precedente (el
proyecto personal) y se entra poco a poco en la comprensión del proyecto de Dios. A la luz del
comportamiento de Francisco, aparece claro que entrar en este proyecto supone una actitud de
reflexión, de recogimiento interior, de disponibilidad y de riesgo; este momento fue vivido por él
como una búsqueda activa, alegre y llena de esperanza.

La TSoc ofrece a continuación otros dos elementos importantes en esta primera etapa del
proceso vocacional de Francisco: el desprecio de las cosas superficiales y la práctica progresiva de la
oración. “A partir de aquella hora empezó a mirarse como vil y a despreciar todo aquello en que antes
había puesto su corazón, aunque todavía no de manera plena, pues aún no había logrado liberarse
totalmente de las vanidades del siglo. Más,
apartándose poco a poco del bullicio del siglo, se
empeñaba en esconder a Jesucristo en su hombre
interior, y, queriendo ocultar de los burlones aquella
margarita que deseaba comprar a cambio de vender
todas las cosas, se retiraba con frecuencia y casi diario
a orar en secreto. A ello le instaba, en cierta manera,
aquella dulzura anticipada que, visitándolo con
frecuencia, lo arrastraba a la oración estando en plazas
u otros lugares públicos”10. Se podría decir que en un
cierto sentido este texto es como una especie de glosa ampliada de cuanto dirá el mismo Francisco en
su Testamento, cuando evoca los primeros pasos de su conversión 11. Pero, sobre todo, aquí es
importante tener en cuenta la frase: “esconder (recondere) a Jesucristo en el hombre interior”, la cual
indica que Francisco estaba buscando una interioridad esencial, no la subjetiva del espíritu de la
carne. A la luz de esto, este pasaje nos permite verificar que el proceso de liberación interior de
Francisco se efectuó de una manera progresiva 12 y a través de un profundo encuentro con lo que el
texto llama “el hombre interior”, que en este caso va más allá de la interioridad subjetiva de los
propios intereses, de propio mundo o de la propia vida, y se refiere a una realidad que toca la esencia
misma del hombre, es decir, que va a la raíz misma de su ser13.

Es éste el contexto en el cual, como consecuencia del encuentro consigo mismo que había
logrado Francisco, la LegM señala la presencia de tres elementos que tendrán un papel determinante
en el proceso vocacional del santo. En efecto, a manera de comentario a su regreso inesperado de
Espoleto, Buenaventura dice: “Desde entonces, sustrayéndose al ruido de los negocios públicos,
suplicaba devotamente a la divina clemencia que se dignara mostrarle lo que debía hacer. Mientras
tanto, a través de la práctica asidua de la oración crecía en él la llama de los deseos celestiales y por
amor de la patria celestial reputaba como nada (Ct 8,7) todas las cosas terrenas; creía haber
descubierto el tesoro escondido y, como mercader prudente que ha encontrado una perla preciosa,
pensaba venderlo todo para comprarla (Mt 13,44-46). Pero ignoraba todavía cómo hacerlo salvo lo
que le sugería su espíritu, que el negocio espiritual comienza con el desprecio del mundo y que la
milicia di Cristo debe comenzar con la victoria de sí mismo”14. Se trata de un texto de una gran
importancia, en el cual el Doctor Seráfico, con la sabiduría del maestro parisino, coloca tres

10
TSoc 8,1-3. Cf. 1Cel 4,1-3; 6,1-3.
11
“Y al separarme de ellos [los leprosos], aquello que me parecía amargo se me tornó en dulzura de alma y cuerpo; y
después de esto, permanecí un poco de tiempo y salí del siglo” (cf. Test 3).
12
“aún no había logrado liberarse totalmente de las vanidades del siglo” (TSoc, 81); “Mas, apartándose poco a poco del
bullicio del siglo…” (Ib., 2).
13
Cf. Dorvalino FASSINI e equipe, Legenda dos Três Companheiros. Uma iniciaçao à vida religiosa e franciscana. Ed.
Loyola. Sao Paulo, 1993,135-136.
14
LegM I, 4,1-4. Aunque al parecer Buenaventura se inspiró en 1Cel 6, en donde se destaca la actitud orante del joven
convertido, este texto como tal no tiene paralelo en las otras fuentes.
6
elementos típicos del discernimiento vocacional de Francisco en este momento de su vida, los cuales
entrarán a formar parte decisiva en su respuesta vocacional: la oración, el desprecio o desapropiación
de las cosas materiales y el dominio de sí mismo.

A pesar de los logros obtenidos por Francisco hasta este momento, el encuentro consigo mismo
continuó siendo una tarea que practicó con asiduidad, hasta lograr hacerlo parte de su vida. En efecto,
es muy significativo que después de haber tomado una de las primeras y más determinantes
decisiones de su vida, como fue su despojo liberador ante el Obispo de Asís y la proclamación
solemne de su fe en la paternidad absoluta de Dios, Buenaventura insista en que todavía el pobrecillo
sigue buscándose a sí mismo en la soledad y en el contacto con la Palabra de Dios, a propósito del
episodio que narra el asalto que sufrió por parte de los ladrones: “El despreciador del mundo, libre ya
de las cadenas de los deseos mundanos, habiendo abandonado la ciudad, buscó, libre y seguro, un
refugio en el secreto de la soledad, para escuchar, solo en el silencio, la secreta palabra del cielo.
Mientras el varón de Dios, Francisco, atravesaba un bosque y cantaba con júbilo en la lengua de los
Francos las alabanzas del Señor, unos ladrones salieron de la espesura y lo asaltaron” 15. Buscar un
refugio en el secreto de la soledad conlleva como consecuencia un encuentro consigo mismo y una
búsqueda de Dios en la oración.

Segundo encuentro: con los pobres.


El segundo momento del camino vocacional de Francisco está caracterizado por la salida de sí
mismo y la apertura al mundo de los otros, en particular al de los pobres. También aquí se da un
proceso que comienza con el rechazo de ellos, pasa por una actitud paternalista y culmina en su
identificación con los pobres. Las fuentes biográficas nos ofrecen varios datos de los cuales
tendremos en cuenta los más importantes.

Es muy sintomático que desde su primera página,


después de una breve presentación del nacimiento de
Francisco, la TSoc lo coloque en relación con los pobres. En
efecto, cuando el texto traza su semblanza psicológica lo
describe como un joven adornado con varias virtudes
naturales, sobre todo con la cortesía en sus palabras y modales
y su alegría16. Más aún, es un joven que es capaz de reconocer
sus cualidades y que quiere ponerlas al servicio de los pobres:
“De este nivel de virtudes naturales fue elevado al de la
gracia, pudiendo decirse a sí mismo: „Pues eres generoso y
afable con los hombres, de los cuales nada recibes, sino
favores transitorios y vanos, justo es que por amor de Dios,
que es generosísimo en dar la recompensa, seas también
generoso y afable con los pobres‟. Y desde entonces veía con
satisfacción a los pobres y les daba limosna
abundantemente”17. Con estas palabras la leyenda TSoc no sólo destaca en su amor a los pobres una
manifestación de su buena índole sino que indica un primer paso en su apertura hacia ellos, o sea que
los ve con satisfacción.

15
LegM II, 5, 1-2. El comentario de Buenaventura no se encuentra en su fuente 1Cel 16, 1-4 quien se reduce al episodio del
asalto de los bandidos.
16
Cf. TSoc 3,1-2.
17
TSoc 3,3-4.
7
A continuación el texto ilustra tal determinación con el episodio del pobre que le pide limosna
por amor de Dios. Como Francisco estaba embebido en los negocios de su padre, “cautivado por el
ansia de riquezas y por las preocupaciones del comercio, le negó la limosna”. Después recapacitó
pensando que si el pobre le hubiese pedido limosna en nombre de un conde o barón, se la hubiese
dado; con cuánta mayor razón debió hacerlo si se la pidió por el Rey de reyes y Señor de todos. Y
agrega el texto: “Como consecuencia, se propuso en su corazón no negar nada en adelante a quien le
pidiera algo por amor de tan gran Señor” 18. El episodio sigue la misma dinámica narrativa del
Anónimo de Perusa, de donde pudo haber sido tomado, y coincide en su sustancia con la narración de
la 1Celano19. La Vita secunda precisa que el hecho ocurrió poco tiempo después de haber salido de la
cárcel20. Además de la capacidad de entrar en sí mismo que refleja este episodio, aquí se supone una
reacción tardía y un propósito para casos futuros, cosa que no ocurre en la narración de
Buenaventura, donde la reacción de Francisco es súbita: “de inmediato, entrando en sí mismo (ad cor
reversus), corrió detrás de él, le dio una generosa limosna y le prometió a Dios que en adelante no le
negaría a nadie, mientras le fuese posible, que le hubiese pedido por amor de Dios” 21.

Este episodio pone de manifiesto la importancia de la generosidad en los primeros pasos de la


vida, sea cual fuere la orientación que se le quiera dar a la
misma. Generosidad significa la apertura a los demás, y en
este caso a los pobres. Se trata de una virtud que se pone a
prueba y que, a juzgar por la primera reacción de
Francisco, no es fácil de practicar, pues su primera
reacción fue de rechazo; tuvo que vencerse. Si existe la
generosidad se pueden vencer los obstáculos que muchas
veces surgen de nuestro mundo interior, de nuestros
prejuicios mentales, y en otras del ambiente en el cual nos
movemos. La generosidad es una buena aliada del un
auténtico proceso vocacional. Vale la pena también tener
en cuenta el reproche que se hace Francisco, el cual es un
indicio del esfuerzo que comienza a hacer para abrirse a
una nueva dimensión, más importante y de mayor
trascendencia que la de un simple comerciante; obsérvese que él se reprocha no tanto por haber
tratado mal al pobre sino por haber sido ciego, por no comprender todavía lo que es verdadero y
auténtico.

En el proceso inicial de búsqueda, las fuentes biográficas ofrecen otros encuentros con los
pobres que marcan un cambio progresivo. La TSoc dice: “Aunque ya de tiempo atrás era dadivoso
con los pobres, sin embargo, desde entonces se propuso en su corazón no sólo no negar la limosna a
ningún pobre que se la pidiese por amor de Dios, sino dársela con mayor liberalidad y abundancia de
lo que acostumbraba. Así, siempre que un pobre le pedía limosna hallándose fuera de casa, le
socorría con dinero, si podía; si no llevaba dinero, le daba siquiera la gorra o el cinto, para que no
marchara con las manos vacías. Mas, si no tenía nada de eso, se apartaba a un lugar oculto, se
desnudaba de la camisa, y hacía ir con disimulo al pobre a ese lugar para que por Dios la recogiera.
También compraba objetos propios para el decoro de las iglesias y secretamente los enviaba a los
sacerdotes pobres”22.

18
TSoc 3, 6-10.
19
Cf. respectivamente AnPer 4,1-7 y 1Cel 17,6-10.
20
Cf. 2Cel 5, 1-2.
21
LegM I, 1, 4.
22
TSoc 8, 4-8. De forma mucho más sintética, la 2Cel 8,1-2.-7 hace alusión a ambas manifestaciones de generosidad, lo
mismo que la LegM I, 6, 4-6.
8
En una noticia exclusiva de la TSoc hallamos otro avance del encuentro del joven Francisco
con los pobres, el cual se manifiesta en la invitación que les hacía a compartir la mesa familiar
cuando, aprovechando las ausencias de su padre, “llenaba la mesa de tantos panes como si la
preparase para toda la familia”, pues “había hecho el propósito de dar limosna a todo el que se la
pidiera por amor de Dios”; el autor comenta que la frecuencia que antes tenía con sus amigos, ahora
se había transformado en solidaridad con otros amigos, pues “ahora tenía todo su corazón pendiente
de ver u oír a algún pobre para darle limosna”23. Este comentario final es de gran importancia, en
cuanto denota un cambio de horizonte en las relaciones de Francisco, pues su mundo social se
traslada del ambiente burgués de sus amigos y compañeros de fiestas al de los pobres de su ciudad.

Otro paso importante del proceso es lo ocurrido en Roma con motivo de una peregrinación que
hizo Francisco a la tumba del apóstol Pedro. Allí no sólo dio una abundante limosna en monedas que
dejó caer sonoramente a través de la ventanilla del altar, sino que
al salir de la iglesia, “donde había muchos pobres pidiendo
limosna, recibió de prestado y en secreto los andrajos de un
hombre pobrecillo y, quitándose sus vestidos, se vistió los de
aquel; y se quedó en la escalinata de la iglesia con otros pobres
pidiendo limosna en francés”24. Es un episodio muy significativo
porque en él aparece claro que, a pesar de ocurrir en una ciudad
diferente de la suya, en donde podía pasar desapercibido, el joven
Francisco quiere dar un paso más en su proceso de encuentros con
los pobres En efecto, ahora ya no le basta la generosidad
expresada en la dádiva, sino que quiere experimentar la condición
del pobre. Si el vestido es tenido de ordinario como la expresión
de la propia identidad, el cambio que hace Francisco, aunque por
ahora momentáneo, está indicando el proceso que está viviendo;
es un indicio claro de hacia dónde apuntan sus ideales25.

El encuentro de Francisco con los pobres es una garantía de la autenticidad de su vocación. Su


búsqueda de Dios no se redujo a una relación intimista en la soledad, ni su práctica de la pobreza era
una simple acción ascética de dominio propio y de liberación de las cosas terrenas. Su encuentro con
Dios en la oración tiene en el encuentro con los pobres la demostración de que no se está buscando a
sí mismo. “La vocación es auténtica si no se reduce a una relación intimista con Dios, sino que abre
la persona al servicio de los otros”26.

Tercer encuentro: con los leprosos


El encuentro con el leproso es uno de los episodios más hermosos de la vida de Francisco desde
el punto de vista hagiográfico. Con frecuencia es tenido en cuenta sólo desde su dimensión
dramática, por lo cual ha sido un recurso obligado para los narradores de todos los géneros y aún para
los pintores. Pero su valor y su significado van mucho más allá de lo pintoresco. En efecto, fue tal la
incidencia que tuvo en la vocación de Francisco, que se constituyó en un factor determinante de su
respuesta a la llamada del Señor y le dio un matiz específico a su espiritualidad. Podría ser

23
TSoc 9,1-2.5.
24
TSoc 10,1-6.
25
La 2Cel 8,3-5 narra también este hecho con algunas variantes que, de todas maneras, no afectan el significado. La LegM I,
6, 6-7 hace un relato mucho más sintético y sólo del cambio temporal de los vestidos con el pobre; Buenaventura pone de
relieve su amor a la pobreza y su esfuerzo por despreciar la gloria mundana y ascender a la perfección evangélica.
26
F. MARCHESI, Signore, che cosa vuoi che io faccia?. Lettura vocazionale della leggenda dei tre compagni. Pier Giorgio
Pazzini Editore, 2a. ed. 1994, 25.
9
considerado como un complemento de su encuentro con los pobres, pero merece ser tratado de forma
independiente a causa de los aspectos nuevos que aporta al proceso vocacional del santo.

El famoso episodio del beso al leproso es contado por cuatro de las más primitivas fuentes
hagiográficas, aunque con algunas variantes entre ellas que marcan en un cierto sentido la
interpretación del hecho, dándole un significado cada vez más místico o sobrenatural. Siguiendo
nuestra propuesta metodológica, tomamos como punto de referencia la narración de la TSoc, la cual
dice que, “yendo [Francisco] un día a caballo por las afueras de Asís, se cruzó en el camino con un
leproso. Como el profundo horror por los leprosos era habitual en él, haciéndose una gran violencia,
bajó del caballo, le dio una moneda y le besó la mano. Y habiendo recibido del leproso el ósculo de
paz, montó de nuevo a caballo y prosiguió su camino”27. Para la TSoc el relato tiene una dinámica en
cuatro momentos: a) Francisco va a caballo y se cruza con el leproso; b) baja del caballo, le da una
moneda y le besa la mano; c) recibe un beso del leproso y monta de nuevo a caballo; d) sigue su
camino. En la 1Cel el relato es de una gran simplicidad: a) Francisco se encuentra con el leproso; b)
se llega a él y lo besa28. La 2Cel sigue más de cerca el esquema de la TSoc pero agrega un elemento
misterioso; en efecto: a) Francisco va a caballo y se cruza con un leproso; b) baja del caballo y lo
besa; c) le da limosna y le besa la mano; d) monta el caballo y el leproso desaparece 29. La LegM30
sigue el mismo esquema de la 2Cel.

A pesar de que casi todos los biógrafos subrayan el valor que tiene este encuentro como
manifestación del gran dominio sobre sí mismo logrado por el joven convertido, tal vez la que
presenta de forma más clara esta perspectiva es la Leyenda
TSoc, en donde el episodio es introducido con una
“respuesta” obtenida en un momento de oración, la cual lo
motiva a cambiar de actitud ante los leprosos. En efecto, el
texto dice que “Como cierto día rogara al Señor con mucho
fervor, oyó esta respuesta: „Francisco, es necesario que todo
lo que, como hombre carnal, has amado y has deseado tener,
lo desprecies y aborrezcas, si quieres conocer mi voluntad. Y
después de que empieces a probarlo, aquello que hasta el
presente te parecía suave y deleitable, se convertirá para ti en
insoportable y amargo, y en aquello que antes te causaba
horror, experimentarás gran dulzura y suavidad inmensa”31.
No es difícil descubrir en esta última frase un eco de las
primeras palabras del Testamento de san Francisco 32. El
centro de la iluminación que recibe el joven Francisco está
precisamente en “conocer la voluntad de Dios”; para
descubrirla es indispensable “despreciar y aborrecer” al hombre carnal. El vencimiento de sí mismo
es por tanto, según la reflexión que hace el autor del texto, una condición indispensable para conocer
la voluntad de Dios. Una vez logrado, se experimentará una gran dulzura y una suavidad inmensa.

En la 1Cel la precedente reflexión es hecha en dos momentos: en el primero se coloca la


referencia a las palabras de Testamento cuando narra la experiencia del santo en las casa de los
leprosos y en el segundo, o sea el encuentro con el leproso, se refiere al dominio sobre sí mismo con
este breve comentario: “Desde este momento comenzó a despreciarse más y más hasta que, por la

27
TSoc 11, 3-5.
28
Cf. 1Cel 17, 4.
29
Cf. 2Cel 9, 9-12.
30
Cf. LegM I, 5, 1-5.
31
TSoc 11,1-2.
32
“Y el Señor me condujo en medio de ellos [los leprosos] y practiqué con ellos la misericordia. Y al separarme de los
mismos, aquello que me parecía amargo, se me tornó en dulzura de alma y cuerpo” (Test 2-3).
10
misericordia del Redentor, consiguió la total victoria sobre sí mismo”33. En la 2Cel la reflexión es
más genérica y parece referirse de forma más directa a la superación de la tentación que tuvo el joven
convertido sobre la mujer gibosa34.

Pero el tercer encuentro de Francisco no se reduce a un episodio único y aislado, el del beso al
leproso, aunque presentado de manera tan destacada por las distintas fuentes. En ellas se hace ver que
el servicio a los leprosos se constituyó en una verdadera praxis del santo durante toda su vida, pues
en sus frecuentes desplazamientos por varias ciudades de Italia solía frecuentar las leproserías y los
hospitales y servir a los enfermos, con lo cual pagaba muchas veces su hospedaje en tales lugares 35.

Después del beso al leproso, la TSoc continúa la narración de la siguiente manera: “A los pocos
días, tomando una gran cantidad de dinero, fue al hospital de los leprosos y, una vez que hubo
reunido a todos, les fue dando a cada uno su limosna mientras le besaba la mano. Al salir [del
hospital], lo que antes era para él amargo, es decir, ver y
palpar a los leprosos, se le convirtió en dulzura. Como él
lo dijo, de tal manera le era repugnante la visión de los
leprosos, que no sólo no quería verlos, sino que evitaba
hasta acercarse a sus habitaciones y si alguna vez le tocaba
pasar cerca de sus casas o verlos, aunque la compasión le
indujese a darles limosna por medio de otra persona,
siempre lo hacía volviendo el rostro y tapándose las
narices con las manos. Mas por la gracia de Dios llegó a
ser tan familiar y amigo de los leprosos que, como dice en
su testamento, entre ellos moraba y a ellos humildemente
servía”36. Tal vez ninguna de las otras fuentes
hagiográficas es tan explícita y tan dramática como ésta en
la presentación de la repugnancia que sentía Francisco por
los leprosos. Ella pone en evidencia que el cambio de actitud hacia los leprosos no fue cosa fácil, que
se trató de un verdadero proceso de vencimiento de sí mismo en el que, como dice el texto, “la gracia
de Dios” tuvo un papel importante. Este párrafo es también significativo porque coincide con cuanto
dice de sí mismo Francisco en su Testamento y porque declara que “llegó a ser familiar y amigo de
los leprosos”, con lo cual el encuentro con uno de ellos en las afueras de Asís no queda como un
simple episodio esporádico.

En este sentido las otras fuentes dan testimonios semejantes. La 1Cel, que coloca la
convivencia con los leprosos antes de narrar el episodio del beso a uno de ellos, dice que “vivía con
ellos y servía a todos por Dios con extremada delicadeza: lavaba sus cuerpos infectos y curaba sus
úlceras purulentas”37. La 2Cel afirma que, después del encuentro maravilloso con uno de ellos, “se
fue al lugar donde moran los leprosos y, según va dando dinero a cada uno, le besa la mano y la
boca”38. El encuentro de Francisco con los leprosos no fue, por tanto, el fruto de una emoción
momentánea, ni el resultado de un arranque de generosidad. Sólo a partir de un trato no esporádico se
puede llegar a hacer proceso interior, vencimiento propio y valoración del otro en su condición más
degradante y miserable, como lo era la lepra en el Medioevo. Ese proceso interior es descrito por
Buenaventura en la LegM con gran belleza y profundidad en estos términos: “A partir de entonces se

33
1Cel 17,5.
34
Cf. 2Cel 9,3-8.
35
Varios son los pasajes de las fuentes en los que tanto Francisco como sus hermanos aparecen en relación con los leprosos,
como: 1Cel 17,1-4; 39, 10; 103, 8; TSoc 11-12; 55, 8; 2Cel 66,1; 122,1-2; LegM I, 6,2-3; II, 6,3-6; X, 2,7; XIV,1; XIV, 1,4;
CompAss 9,2-3; 64; 65,1-4; SpecP 44,3-4; 58; 59,2.
36
TSoc 11, 7-11.
37
1Cel 17, 1.
38
2Cel 9, 14.
11
revistió del espíritu de pobreza, del sentimiento de humildad y de una profunda piedad. Si antes
detestaba vivamente no sólo la compañía de los leprosos sino hasta verlos de lejos, ahora, por amor
de Cristo crucificado que, según la palabra profética, apareció despreciable como un leproso (Is 53,3-
4), con benéfica piedad los servía humilde y cariñosamente, para alcanzar el total desprecio de sí
mismo”39. Dos cosas se deben resaltar en estas palabras del Doctor Seráfico: por una parte, la trilogía
de virtudes que marcan el momento del proceso que estaba viviendo el santo y que pueden ser una
meta pedagógica para cualquier trabajo formativo: el espíritu de pobreza, el sentimiento de humildad
y la profunda piedad; por otra parte, el hecho que la vista de los leprosos le evocara la figura de
Cristo crucificado, quien “apareció despreciable como un leproso”. Es indudable que esta motivación
cristológica está en estrecha relación con el cuarto encuentro de Francisco.

El servicio frecuente a los leprosos da un matiz importante al dominio de sí mismo de


Francisco, en cuanto no lo reduce a una simple acción ascética ni su vocación se puede catalogar
como una fuga mundi, según la entendían los antiguos anacoretas. Tiene una dimensión social que
marcó de forma decidida su presencia en el mundo y la identidad de su Fraternidad en los mejores
momentos de la historia. Es una presencia en el mundo, aunque sin ser de este mundo 40. El servicio a
los leprosos es causa de dulzura para Francisco, según lo dice en su Testamento y lo confirman los
biógrafos; no sólo el encuentro con Dios en la oración es causa de dulzura; lo es también el servicio a
los demás, en especial a los más necesitados.

Cuarto encuentro: con el Crucificado


Después de narrar el encuentro de Francisco con el
leproso en las cercanías de Asís, Buenaventura hace referencia
a un primer encuentro con Cristo, en el contesto de un
momento inicial de oración y discernimiento del joven
convertido. Dice que “mientras un día oraba totalmente aislado
y debido al gran fervor en que estaba absorto en Dios, le
apareció Cristo Jesús como un crucificado. A su vista quedó su
alma derretida y el recuerdo de la pasión de Cristo se imprimió
de tal manera en lo más íntimo de su corazón que, desde aquel
momento, cuando le venía a la memoria la crucifixión de
Cristo, con dificultad podía contener externamente las lágrimas
y los gemidos, como él mismo más tarde lo declaró
confidencialmente, cuando se acercaba a la muerte”41. Ninguna
de las otras fuentes hagiográficas hace mención de este encuentro y no sabemos de dónde lo haya
tomado el autor de la LegM. De todas maneras, aunque tuviese un significado más místico que
histórico, es importante tener en cuenta que en esta visión Cristo aparece bajo una la dimensión
kenótica y que es colocada inmediatamente después del episodio del encuentro con el leproso.

Pero el encuentro con Cristo en el cual concuerdan las más importantes fuentes y que
constituyó otro de los momentos determinantes del proceso vocacional de Francisco es el ocurrido en
la iglesita de San Damián. La leyenda TSoc narra así la parte central de este encuentro: “…cuando
caminaba cerca de la iglesia de San Damián, le fue dicho en el espíritu (dictum est illi in spiritu) que
entrara a orar en ella. Luego que entró se puso a orar fervorosamente ante una imagen del
Crucificado, que piadosa y benignamente le habló así: „Francisco, ¿No ves que mi casa se derrumba?
Anda, pues, y repárala‟. Y él, con gran temblor y estupor, contestó: „Con gusto lo haré, Señor‟.
Entendió que se le hablaba de aquella iglesia de San Damián, que, por su vetusta antigüedad,

39
LegM I, 6, 1-2.
40
Cf. Jn 17, 16.
41
LegM I, 5, 7-8.
12
amenazaba inminente ruina. Después de esta conversación quedó iluminado con tal gozo y claridad,
que sintió realmente en su alma que había sido Cristo crucificado el que le había hablado” 42. Un poco
más adelante el texto agrega: “Desde ese momento quedó su corazón llagado y derretido de amor
ante aquel recuerdo de la pasión del Señor, que mientras vivió llevó siempre en su corazón las llagas
del Señor Jesús, como después apareció con toda claridad
en la renovación de las mismas llagas admirablemente
impresas en su cuerpo y comprobadas con absoluta
certeza”43. El capítulo V de la TSoc termina con estas
palabras: “desde la visión y alocución de la imagen del
crucifijo, fue hasta su muerte imitador de la pasión de
Cristo”44. La dinámica del relato se puede sintetizar en
cinco pasos: a) Francisco, siguiendo una moción interior,
entra en la iglesita de San Damián; b) ora ante la imagen
del Crucificado; c) diálogo entre el Crucificado y
Francisco; d) Francisco interpreta el mandato como la
reparación de la iglesia material; e) consecuencias del
encuentro con Cristo: gozo interior, convicción de que
era Cristo quien le había hablado, su corazón quedó llagado por el recuerdo de la pasión del Señor.

El relato que trae la Vita secunda de este encuentro es un poco más ampuloso desde el punto de
vista literario, de modo especial en el comentario que hace el autor a través de una serie de preguntas
retóricas sobre los efectos del encuentro con Cristo. Desde el punto de vista del contenido, sigue en
su sustancia los cinco pasos de la narración anterior, pero dramatiza más los hechos y, sobre todo, les
da una mayor carga sobrenatural y maravillosa. En efecto, aquí Francisco no entra impulsado por una
moción interior, sino “guiado por el Espíritu”45; la imagen de Cristo le habla “desplegando los labios
de la pintura” (labiis picturae deductus); Francisco se pasma y como que pierde el sentido (quasi
alienus a sensu) por lo que ha escuchado; al volver a la ciudad, aparece crucificado; la locución del
Crucifijo es un milagro nuevo e inaudito46. El relato de la LegM al parecer se inspira en el de la 2Cel,
pero lo simplifica tanto en la forma como en la mayoría de los aspectos maravillosos; desde este
último punto de vista, agrega que la voz le habla por tres veces a Francisco47.

Este cuarto encuentro es importante desde varios puntos de vista. En primer lugar, porque le da
un carácter decididamente teológico a la vocación de Francisco; si tal carácter se insinuaba en los
anteriores encuentros, en éste ya no quedan rastros de dudas. En segundo lugar es un encuentro que le
da el matiz específico al Cristo que iluminó la piedad de Francisco y al cual se propone seguir, es
decir, al de Belén y del Calvario, al hijo de la Virgen pobrecilla y al humilde siervo de Yavé, al pobre
y crucificado pero resucitado y glorioso; es gracias a su cambio de actitud con los pobres y los
leprosos como el Pobrecillo alcanza a percibir mejor el carácter de anonadamiento que comporta la
condición del Crucificado48. En tercer lugar es un cambio que marcó de manera determinante su
existencia, hasta el punto de convertirlo en un “crucificado”, como afirma Tomás de Celano; no en
vano cuando los hagiógrafos comentan este episodio, lo unen a la estigmatización de Francisco en el
monte Alverna, queriendo indicar que lo que allí ocurrió en el mes de septiembre de 1224 no fue un

42
TSoc 13, 6-10.
43
TSoc 14,1.
44
TSoc 15,7.
45
Aquí el Celanense pone a actuar directamente al Espíritu Santo (Spiritu ducente) usando una expresión de resonancia
bíblica (cf. Mt 4,1), mientras que la expresión análoga empleada por la TSoc (dictum est illi in spiritu), se refiere al interior de
Francisco, a la dimensión más profunda de su ser que sobrepasa los límites de la subjetividad (cf. D. FASSINI e equipe, Legenda
dos Três Companheiros, 154-195).
46
Cf. 2Cel 10,1-8.11, 1-8.
47
Cf. LegM II, 1, 2-5.
48
Cf. D. FASSINI e equipe, Legenda dos Três Companheiros, 203.
13
hecho improvisado, sino algo que se comenzó a gestar en la capillita de San Damián cerca de veinte
años atrás. En cuarto lugar es un encuentro que marca un cambio efectivo de Francisco, aunque
todavía transitorio, en cuanto lo indujo a reconstruir iglesias; transitorio porque todavía no había
entendido el significado del mandato que había recibido (: trabajar por el Reino desde la
reconstrucción de la Iglesia), pero de gran valor porque se puso en evidencia su capacidad de
obedecer, y en el plan de Dios esto es lo que cuenta.

El encuentro con Cristo trajo consecuencias insospechables y determinantes en la vocación de


Francisco, sobre todo porque lo llevó a descubrir el rostro paterno de Dios. Este descubrimiento se
hará patente poco después, cuando se despoja de todo ante el Obispo de Asís, entrega sus vestidos y
el dinero que tenía a su padre terreno Pedro de Bernardone y declara ante todos que sólo tiene un
Padre, el del cielo49. Es un gesto valiente que lo consagra hijo de Dios y le da una profunda libertad
interior.

Quinto encuentro: con el Evangelio


El encuentro de Francisco con el Evangelio presenta algunas dificultades históricas, en cuanto
las fuentes biográficas relatan dos episodios relacionados con el Evangelio que resultaron
determinantes para su vocación: uno en la iglesita de la Porciúncula, narrado por tres fuentes 50 y otro
en la iglesia de San Nicolás, cerca del mercado de Asís, narrado por cuatro51. El primero tiene como
protagonista sólo a Francisco y se refiere a un texto de misión (Mt 10,9-10; Lc 9,3; 10,4); en el
segundo intervienen junto al santo sus primeros compañeros y se refiere a tres textos evangélicos
relacionados con el seguimiento de Cristo (Mt 19,21; Lc 9,3; Mt 16,24) que son de carácter
fundacional, en cuanto constituyen el núcleo mismo de la vida religiosa.

Sin entrar aquí en discusiones de carácter histórico52,


en principio pensamos que el uno no excluye al otro, pues no
hay entre ellos oposición intrínseca; al contrario, creemos
que son complementarios y tal vez por ese motivo fueron
asumidos ambos por la TSoc y la LegM. En este estudio
damos primacía el encuentro ocurrido en la Porciúncula, no
sólo porque es el que al parecer tiene la prioridad
cronológica, sino porque contiene una gran fuerza en la
dinámica narrativa y porque marca un paso de gran
importancia en el proceso vocacional de Francisco.

Fieles al criterio metodológico seguido en los pasos


anteriores, partimos del relato que hace la TSoc: “Cuando el
bienaventurado Francisco acabó la obra de la iglesia de San
Damián, vestía hábito de ermitaño, llevaba bastón y calzado
y se ceñía con una correa. Habiendo escuchado un día en la celebración de la misa lo que dice Cristo
a sus discípulos cuando los envía a predicar, es decir, que no lleven para el camino ni oro ni plata, ni
alforja o zurrón, ni pan ni bastón, y que no usen calzado ni dos túnicas, y como comprendiera esto
más claro por la explicación del sacerdote, dijo transportado de indecible júbilo: „Esto es lo que ansío
cumplir con todas mis fuerzas‟. Y, grabadas en su memoria cuantas cosas había escuchado, se

49
Cf. TSoc 20.
50
Cf. TSoc 25,1-7; 1Cel 22; LegM III, 1.
51
Cf. AnPer 11; TSoc 29; 2Cel 15; LegM III,3.
52
Véase al respecto las sugerencias de Th. DESBONNETS (De la institución a la intuición. Los franciscanos. Oñate 1991, 11-
18) y G. MICCOLI (Francisco de Asís. Realidad y memoria de una experiencia cristiana. Oñate 1994, 163 ss.).
14
esforzó en cumplirlas con alegría, se despojó al momento de los objetos duplicados y no usó en
adelante de bastón, calzado, zurrón o alforja; haciéndose una túnica muy despreciable y rústica,
abandonada la correa, se ciñó con una cuerda. Adhiriéndose de todo corazón a las palabras de la
nueva gracia y pensando en cómo llevarlas a la práctica, empezó, por impulso divino, a anunciar la
perfección del Evangelio y a predicar en público con sencillez la penitencia. Sus palabras no eran
vanas ni de risa, sino llenas de la virtud del Espíritu Santo, que penetraba hasta lo más hondo del
corazón y con vehemencia sumían a los oyentes en estupor”53.

La primera cosa que se debe observar en este relato es que no se hace mención de la iglesia de
la Porciúncula, pero tampoco se dice en forma explícita que el episodio ocurrió en la iglesia de San
Damián. La introducción hace alusión a esta última pero sólo como referencia cronológica (ecclesiae
Sancti Damiani perfecto iam opere); todo da a entender que la introducción busca como primer
objetivo poner de presente la manera de vestir de Francisco, típica de un ermitaño, a fin de que
aparezca más claro el cambio externo que se obró en él como reacción inmediata al evangelio que
acababa de escuchar. Además de esta introducción (v. 1), en la narración se pueden distinguir los
cuatro pasos siguientes: a) Un día, durante la celebración de la Misa, Francisco escucha un pasaje
evangélico en el que Jesús indica la forma externa como los discípulos deben ir a predicar; b) después
de que el sacerdote le explica el pasaje, declara que eso es lo que él desea cumplir con todas sus
fuerzas; c) de inmediato se despoja de los vestidos propios del ermitaño y asume literalmente los
recomendados por el Evangelio; d) empieza a predicar en público con palabras que convencían a los
oyentes.

El relato paralelo de 1Cel 22 sigue en sustancia los mismos pasos que se observan en la TSoc,
aunque es menos sobrio en su lenguaje y amplía algunos detalles que bien vale la pena subrayar. En
primer lugar, ubica el episodio en la iglesia de la Porciúncula “cuando terminó de reparar dicha
iglesia” y se encontraba en “el tercer año de su conversión”54. La descripción de la forma externa
como deben ir los discípulos de Cristo es colocada en el segundo paso, es decir, en la explicación que
le da el sacerdote. La reacción de Francisco a esta explicación es enfatizada con más fuerza por
Tomás de Celano, pues dice que, “saltando de gozo, lleno del Espíritu del Señor, exclamó: „Esto es lo
que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en
práctica‟”55; como se puede ver, es una expresión mucho más larga y vehemente que la de TSoc. El
Celanense es también mucho más prolijo en la descripción de la túnica que se preparó Francisco y,
sobre todo, de su significado, pero no hace mención en esta unidad narrativa de la predicación del
santo ni de sus efectos entre sus oyentes; la concluye exaltando su capacidad de escuchar y cumplir la
Palabra de Dios: “nunca fue oyente sordo del Evangelio”56.

Por su parte Buenaventura sigue el relato del Celanense pero sintetizándolo. Con todo, ofrece
una precisión que puede ser interesante, o sea que escuchaba “la misa de los Apóstoles” y, sobre
todo, con su percepción teológica de los hechos, hace observaciones que le dan un gran alcance al
texto, como por ejemplo cuando, después de recordar el pasaje evangélico, dice: “oyendo esto,
comprendiéndolo y encomendándolo a la memoria, el amigo de la pobreza apostólica exclamó lleno
de indecible alegría:… ”, o cuando comenta hacia el final de texto que Francisco, “poniendo toda la
solicitud de su corazón en llevar a cabo lo que había oído y en conformarse en todo a la regla de la
perfección apostólica”57. Las observaciones del Doctor Seráfico ofrecen también aquí un itinerario
que puede ser útil pedagógicamente en la tarea formativa frente a la Palabra de Dios.

53
TSoc 25, 1-7.
54
1Cel 21, 4.
55
1Cel 22, 3.
56
1Cel 22, 10.
57
LegM III, 1, 2-4.
15
La reacción de Francisco a la escucha del Evangelio, que es unánime en los tres relatos, nos
coloca en un momento culminante del proceso vocacional del santo, en cuanto le iluminó de forma
definitiva su futuro. Y no podía ser de otra manera, pues es la Palabra de Dios la que determina
cualquier vocación cristiana. Este encuentro es rico de consecuencias pedagógicas que bien vale la
pena señalar, aunque sea en forma breve.

En primer lugar, indica que la clarificación de la vocación se dio en Francisco después de un


proceso largo; “se encontraba en el tercer año de su conversión”, dice Tomás de Celano. Dios
ordinariamente se acomoda al tiempo del hombre, permite que haga proceso, pero está siempre
presente en su camino. Desde hacía tres años el joven
aspirante a caballero había hecho una pregunta durante la
visión de Espoleto: “Señor, qué quieres que haga”58; sólo
ahora encuentra una respuesta clara. Las palabras llenas
de entusiasmo que él pronuncia después de escuchar la
explicación del sacerdote son un indicio de que, no
obstante la importancia de los encuentros anteriores, aún
no estaba del todo satisfecho, de que en su corazón
todavía se albergaban las dudas, de que todavía se
encontraba en búsqueda. La inmediatez de su respuesta,
el cambio súbito de vestido y su dedicación inmediata a
la predicación son un indicio de que su corazón se
encontraba abierto y disponible a la Palabra de Dios. De
aquí en adelante ya no tendrá más dudas. Es a este
momento determinante, aunque no en forma exclusiva, al
que se refiere el santo en su Testamento cuando proclama de forma repetida la acción de la
inspiración divina en su vida.

En segundo lugar, el encuentro con la Palabra se da en el contexto de la celebración eucarística,


la máxima expresión de la comunidad cristiana, la que la genera y la lleva a su punto culminante.
Este hecho es de una gran importancia para cualificar teológicamente tanto la vocación de Francisco
como cualquier otra vocación. Pero junto a la escucha comunitaria, está también el encuentro
personal con la Palabra, que pone en juego la libertad humana y la respuesta responsable al Dios que
habla.

En estrecha relación con lo que precede, Francisco recibe la explicación del sacerdote, quien le
clarifica el texto proclamado. En la persona del sacerdote está representada la Iglesia, quien es la
encargada de aclarar e interpretar de manera oficial la Palabra de Dios. De esta forma, la vocación del
santo adquiere una dimensión eclesial ya desde sus orígenes.

Un cuarto elemento digno de ser tenido en cuenta es la interiorización de la Palabra que hace
Francisco. La leyenda TSoc dice que grabó “en su memoria” cuanto había escuchado, pero es quizás
en la LegM donde encontramos el camino más adecuado con la sucesión de los cuatro verbos usados
por el Doctor Seráfico: “escuchar”, “comprender”, “encomendar a la memoria” y “llevar a cabo”, los
cuales marcan una disciplina interior que bien podría ser propuesta como camino pedagógico para los
jóvenes aspirantes a la vida franciscana, pero no sólo para ellos.

En quinto lugar debe destacarse el contenido de las palabras evangélicas que impactaron a
Francisco: todas hacen referencia a la forma como deben ir los discípulos de Cristo a ejercer el
ministerio de la predicación, es decir, con sobriedad, sin nada que les dificulte caminar velozmente y
en plena libertad, de tal manera que los cuidados y preocupaciones terrenas no entorpezcan la

58
Cf. TSoc 6, 7.
16
completa dedicación a la tarea de anunciadores del Reino. Estas disposiciones, que entrarán más
tarde en la Regla de los hermanos Menores59, están en el centro de uno de los aspectos que mejor
identificarán la espiritualidad de Francisco de Asís: la desapropiación.

Por último, otro elemento que emerge del quinto momento vocacional de Francisco es que su
encuentro inicial con la Palabra de Dios se da a través de uno de los llamados discursos de misión, en
el que Jesús instruye a sus discípulos sobre la forma como deben ejercer la predicación. Este
elemento está también en el centro de la manera como el Pobrecillo entendió su llamada a la
Perfectio evangelica. Su vocación es por su esencia no sólo evangélica sino también evangelizadora
y por ello concibe su Orden como una Fraternidad en misión.

A la luz de cuanto precede queda claro que el encuentro con el Evangelio resultó determinante
en la vocación de Francisco y en la orientación que tomó la Orden por él fundada. Esto explica por
qué cuando al final de su vida hizo el recuento de su itinerario espiritual, colocó como un hito la
revelación que Dios le hizo: “el mismo Altísimo me reveló que debía vivir según la forma del santo
Evangelio”60.

Sexto encuentro: con los hermanos


El encuentro de Francisco con los hermanos está en estrecha relación con el precedente, pero
tiene características propias y es significativo no sólo porque perfecciona su proceso vocacional sino
también porque le aporta uno de los elementos que
especificarán su carisma en la Iglesia. Es narrado por
las más importantes y antiguas fuentes hagiográficas,
pero no de forma sistemática porque, entre otras cosas,
los primeros hermanos no llegaron todos a la vez, sino
poco a poco. Sobre los primeros compañeros existen
algunos problemas no resueltos por los documentos
primitivos, porque sólo se sabe el orden de llegada de
algunos de ellos, porque los hagiógrafos no coinciden
en los mismos nombres y porque sólo es posible
reconstruir los nombres de ocho, mientras varias
fuentes dicen que eran once o doce los que, junto con
Francisco, se presentaron ante el Papa para pedirle la
aprobación de la forma de vida. No es nuestra
intención afrontar aquí estos problemas61. Nos
reduciremos a los momentos más significativos, a
través de los cuales se puede ver con claridad cómo el joven convertido asume la presencia de los
hermanos en su vida y se decide a fundar una Fraternidad u Orden. En este caso no analizaremos un
episodio en particular, sino que señalaremos los pasos que fueron conformando esta etapa culminante
del proceso vocacional del santo.

La primera cosa que anotan las fuentes es que la llegada de los primeros hermanos es motivada
por el testimonio de vida de Francisco. “Pero, al hacerse conocida para muchos la verdad tanto de tan

59
Cf. RegnNB 14; RegB 3,10-14.
60
Test 14.
61
Entre los trabajos que han sido publicados sobre el particular, cf. I Compagni di Francesco e la prima generazione
minoritica. Atti del XIX Convegno internazionale. Assisi, 17-19 ottobre 1991. Società Internazionale di Studi Francescani -
Centro Interuniversitario di Studi Francescani. Centro italiano di Studi sull‟alto Medioevo, Spoleto 1992, 353 pp.; D. ELCID,
Compañeros primitivos de san Francisco, BAC, Madrid 1993, 198 pp.
17
simple doctrina como de la vida del bienaventurado Francisco, hubo algunos que, después de dos
años de su conversión, comenzaron a animarse por su ejemplo a la penitencia y, abandonadas todas
las cosas, se unieron en el hábito y la vida, de los cuales el primero fue el hermano Bernardo de santa
memoria. Considerando la constancia y el fervor del bienaventurado Francisco en el servicio divino,
es decir, como restauraba con tanto trabajo las iglesias derruidas y llevaba una vida tan rigurosa, en
contraposición a las delicadezas con que había vivido en el mundo, resolvió en su corazón repartir
todo lo que tenía y adherir firmemente a él en la vida y en el hábito” 62. Los mismos elementos se
encuentran en las otras fuentes hagiográficas63. La mayoría de ellas insisten en que los primeros
compañeros eligen vivir en penitencia y se unen a Francisco “en el hábito y en la vida” (habitu
vitaque). Con ello están refiriéndose a aspectos muy importantes que hacen de la vida elegida un
proceso de conversión entendido como vida religiosa, en lo que es llamado por las mismas fuentes
una Ordo o Religio.

El segundo elemento que se debe destacar en las fuentes es que Francisco conduce a los
primeros hermanos a escuchar el Evangelio; después de lo que le había ocurrido en la Porciúncula
(quinto encuentro), en adelante el Evangelio se constituyó para él en el único punto de referencia de
su vida y quiso que así lo fuera para todos los que
desearan vivir como él. El hijo de Pedro de
Bernardone no se creía un maestro ni un padre
espiritual y por ello no da consejos, ni traza caminos
para los otros; como no quería saber otra cosa
distinta del Evangelio, conduce a él a quienes
querían acompañarlo en su camino y con ellos se
hace discípulo de la Palabra de Dios. En la TSoc se
dan estos pasos: Francisco, Bernardo y Pedro (no
todas las fuentes hacen mención de Pedro) van de
mañana a la iglesia de San Nicolás y hacen oración
para que Dios les ayude a encontrar el lugar donde
el Evangelio habla de renuncia del siglo; Francisco
abre tres veces el Evangelio y encuentra tres textos sobre las exigencias del seguimiento de Cristo 64;
al terminar dan gracias a Dios y el santo hace la siguiente declaración: “hermanos, esta es nuestra
vida y regla y de todos los que quisieren unirse a nuestra compañía. Id, pues, y obrad como habéis
escuchado”. Después de esto, los hermanos dejan todas las cosas, visten el mismo hábito de
Francisco y viven según la forma del santo Evangelio que el Señor les había manifestado65.

Las fuentes ponen de presente como tercer elemento la llegada progresiva de otros hermanos 66:
el sacerdote Silvestre67; un hombre de Asís llamado Gil68; Sabbatino, Morico y Juan de Capella69;
Tomás de Celano se refiere a un personaje anónimo y al hermano Felipe 70. Francisco los adoctrina y

62
TSoc 27,1-3.
63
Cf. AnPer 10,1; 2Cel 15,1; LegM III, 3, 1-3; parcialmente también en 1Cel 24,1-5.
64
Mt 19, 21; Lc 9,3; Mt 16,24.
65
Cf. TSoc 28, 6-29. Este relato es seguido muy de cerca por el AnPer 10,2-.11,1-6, aunque introduce la presencia de un
sacerdote quien es el que abre el libro; sustancialmente también se encuentran los mismos elementos en 1Cel 24,5-8 2Cel 15,2-
10; LegM III,3, 4-10.
66
2Cel 15, 11-12; LegM III, 4,1. 7,12.
67
TSoc 33-31; AnPer 12-13; 2Cel 109,1-11; LegM III,5. Las fuentes suelen relatar la vocación de Silvestre después de la
conversión de Bernardo, a propósito del dinero que éste distribuye y del cual reclama una parte el codicioso sacerdote, pero ello
no quiere decir que haya sido el tercer hermano en agregarse a Francisco.
68
Cf. TSoc 32, 2-3; 1Cel 25,2; AnPer 14,4-6; LegM III,4, 2-5.
69
Cf. TSoc 35, 1-2; AnPer17, 1-2.
70
Cf. 1Cel 25.3-4.
18
71
los envía en misión por el mundo . Los primeros hermanos tenían facultad de recibir a otros en sus
viajes apostólicos y los traían a la Porciúncula72.

Un cuarto elemento común en varias de las fuentes es que, en vista de que el grupo crece y se
consolida, Francisco se decide a “oficializar” la Fraternidad con la aprobación del Papa. “Viendo el
bienaventurado Francisco que el Señor aumentaba el número de los hermanos y los hacía crecer en
méritos y que eran ya doce varones perfectísimos con un mismo sentir, dijo a los otros once el que
hacía el número doce y era su jefe y padre: „Veo, hermanos, que el Señor quiere aumentar
misericordiosamente nuestra congregación. Vayamos, pues, a nuestra santa madre la Iglesia de Roma
y manifestemos al sumo pontífice lo que el Señor empieza a hacer por nosotros, para que de voluntad
y mandato suyo prosigamos lo comenzado‟ ”73.

Es importante resaltar que Francisco no sale a buscar a los hermanos sino que éstos llegan,
enviados por el Señor, como lo reconocerá el mismo en su Testamento: “después de que el Señor me
dio hermanos…”74. Esto significa que no hay una selección interesada o guiada por criterios de
conveniencia egoísta sino, sobre todo, una aceptación agradecida de los hermanos como un don de
Dios. De todas maneras son un regalo que lo colma de gozo, como lo hacen ver las fuentes, algunas
de las cuales a su vez dejan entrever que en cierto modo los estaba esperando75.

“El Señor me dio hermanos”

71
Cf. TSoc 36-37. 40; AnPer 18; 1Cel 26-28; LegM III, 7.
72
Cf. TSoc 41, 3-4; AnPer 24,4-5.
73
TSoc 46, 1-2; cf. AnPer 31,1-3; 1Cel 32,1-3; LegM III, 8.
74
Test 14.
75
La Tsoc dice que cuando llegó el primer compañero, Bernardo, Francisco “dio gracias a Dios y se alegró profundamente,
pues no tenía todavía ningún compañero” (Tsoc 27,4).
19
CONCCLUSIÓN

Al concluir el análisis de los pasajes biográficos que se refieren al proceso vocacional de


Francisco de Asís, conviene dar una mirada de conjunto a los seis momentos más representativos de
ese proceso, para insinuar algunos de los resultados que más incidencia podrían tener en la llamada
pastoral de las vocaciones y que podrían servir a quienes se ocupan de esta tarea como punto de
partida para una reflexión posterior.

Lo primero que se debe destacar es la coincidencia sustancial de las diversas fuentes sobre el
proceso vocacional de Francisco. No obstante haber sido escritas en momentos diferentes por
diversos autores y a pesar de los factores que influyeron en el enfoque de cada una de ellas, no se
nota contradicción en los datos fundamentales que suministran.

La vocación inicial de Francisco ofrece un cuadro estupendo por la nitidez de los pasos dados y
porque presenta en su conjunto los grandes elementos que deben formar parte de un proceso
vocacional. Los aspectos pintorescos y dramáticos que se encuentran en varios de los episodios no
interfieren el valor paradigmático que de suyo ofrecen para un joven común y corriente; al contrario,
pueden ser estímulos de un sano idealismo y, sobre todo, ilustran muy bien los pasos que se pueden
dar.

Los pasos del proceso no son necesariamente sucesivos; más aún, no siempre todos ellos son
presentados por cada uno de los hagiógrafos ni con la misma progresión cronológica, pero estas
diferencias no alteran el proceso como tal que, de todas maneras, conserva en su conjunto el
dinamismo de los grandes momentos. Más que sucesivos, los encuentros son progresivamente
simultáneos y en su conjunto presentan una inter-relación dialéctica.

El punto inicial del proceso vocacional de Francisco está marcado por el encuentro consigo
mismo. Se puede decir que tal encuentro tuvo su primera manifestación, aunque todavía de forma
muy incipiente, cuando se hallaba en la cárcel de Perusa. Las incomodidades de la cárcel, así como
los sufrimientos de la enfermedad que padeció poco después, contribuyeron a que el joven hijo de
Pedro de Bernardone comenzara a mirar de forma más seria su futuro.

El proceso del encuentro de Francisco consigo mismo fue lento y a veces doloroso, pues supuso
la ruptura con su pasado, es decir, el cambio de su proyecto personal por el proyecto de Dios. Este
cambio no estuvo exento de dificultades, aunque éstas no siempre son presentadas de forma explícita
por las fuentes biográficas. Lo más claro de este proceso es el esfuerzo por leer las señales que Dios
le enviaba a través de sueños o visiones.

El encuentro consigo mismo está caracterizado por un progresivo recogimiento interior


acompañado por la oración y la meditación cada vez más frecuentes, que lo llevaron a lo que hemos
llamado una “interioridad esencial”, es decir, no a un simple subjetivismo egoísta, sino al encuentro
con los valores fundamentales de la vida, indispensable para un verdadero discernimiento.

Junto con el recogimiento interior se dio en Francisco el progresivo dominio de sí mismo, el


abandono de todo lo que juzgaba superficial y una decidida búsqueda de libertad interior, expresada
de forma especial en la desapropiación de las cosas materiales.

Una demostración de que el encuentro de Francisco consigo mismo fue auténtico es que no lo
condujo a un encerramiento individualista sino que lo abrió a los demás. En su caso específico se dio
20
en la apertura a los pobres, haciendo de la presencia del pobre en la vida franciscana un verdadero
sacramento de la presencia de Dios76.

En el encuentro de Francisco con los pobres se dio un proceso que supuso superar sus
prejuicios que lo inducían a su rechazo instintivo y que culminó en la identificación con ellos. Este
proceso lo llevó a un cambio radical de su horizonte social con su decidida opción por los pobres.

Uno de los valores que se ponen en evidencia durante el encuentro de Francisco con los pobres
es su generosidad, con lo cual demostró su capacidad de salir de sí mismo.

Más allá del aspecto dramático que tiene el episodio del beso al leproso, este hecho se debe
tomar como un caso emblemático de los muchos encuentros que tuvo Francisco con los leprosos,
hasta el punto que se constituyó en una práctica habitual de él y de sus primeros hermanos. Se trata
de una práctica que, mirada desde el punto de vista pedagógico, marca un esfuerzo de vencimiento de
sí mismo en el proceso vocacional del santo.

El encuentro con los leprosos no sólo confirma la dimensión social de la vocación de Francisco,
sino que dispone su espíritu para una mejor comprensión de la persona de Cristo Crucificado.

El encuentro de Francisco con el Crucificado marca teológicamente y de manera determinante


su vocación, pero a su vez es una demostración de que la oración tuvo un papel de primer orden en su
proceso vocacional y un signo evidente de su capacidad de obedecer a la voz de Dios.

El momento culminante de la vocación de Francisco fue su encuentro con el Evangelio, que


iluminó de manera definitiva su camino e hizo del Evangelio su principal referente; constituye
también un punto importante para cualquier pastoral vocacional, en especial por lo que significó su
contacto con la Palabra de Dios, la disponibilidad a sus insinuaciones, la rapidez de su respuesta.

El encuentro de Francisco con la Palabra de Dios es sintetizado por Buenaventura en cuatro


pasos que bien valdría la pena rescatar como propuesta metodológica para la formación inicial de los
hermanos: escuchar, comprender, encomendar a la memoria, llevar a cabo.

La consecuencia inmediata del encuentro con el Evangelio para Francisco fue la liberación de
todo lo que le impedía la transmisión del mensaje evangélico a los demás; debe ser también un punto
de referencia concreto, una meta específica en cualquier proceso vocacional.

El encuentro con los hermanos marca el punto final del proceso vocacional de Francisco y a la
vez lo perfecciona, en cuanto le da uno de los matices que caracterizarán su carisma en la Iglesia. El
santo recibía a los nuevos hermanos como dones de Dios, motivo por el cual experimentaba una gran
alegría, según el testimonio unánime de las fuentes. Esta actitud comporta la aceptación
indiscriminada de todos los hermanos en su gran diversidad.

76
“No itinerario franciscano, o grande vestígio desta presença de Deus é o pobre” (D. FASSINI, Legenda dos três
companheiros, 67).

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