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Pablo de Tarso, un creyente alcanzado por Cristo www.josejohnsonm.blogspot.

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Tema 4: Pablo se
encuentra con Cristo.

Vamos a entrar al momento más


decisivo de la vida de Pablo de Tarso:
su encuentro con Cristo en el camino de
Damasco. Es un momento de una
profunda experiencia espiritual, en el
que encuentra el sentido de toda su
búsqueda al “tropezar” con Cristo,
quien se le muestra vivo y resucitado,
haciendo que su vida de un giro total y
decisivo.

Nosotros también nos hemos


encontrado con Cristo, aunque
seguramente no de una forma tan intensa como la de Pablo, pero sí
igualmente verdadera y transformadora. A cada uno Jesús se le revela en su
historia y de acuerdo a su personalidad: Algunos, como los discípulos de
Emaús (Lc. 24, 13-35), tardan algún tiempo en darse cuenta de ese
encuentro, otros lo viven como una experiencia profunda y reveladora, y
otros, como Pablo, como una experiencia fuerte y poderosa. Lo importante
es tomar conciencia de ese encuentro y vivir la fe como un constante
encuentro con Cristo, revelado en la comunidad de sus discípulos, en la
Iglesia.

a) Saulo, ¿Por qué me persigues?

La historia es conocida y Lucas la relata tres veces en los Hechos de


los Apóstoles (Hch 9, 1-19; 22, 3-21; 26, 4-23). Pablo va a perseguir a los
cristianos en Damasco y llevarlos a Jerusalén para entregarlos a las
autoridades y así acabar con aquél grupo que, según la visión de Pablo, ponía
en peligro la verdadera fe de Israel y las tradiciones de los antepasados,
confundiendo al pueblo con la historia de Jesús, muerto y resucitado. Quizá
Pablo podría hacer suyas en ese momento las palabras de Festo: “Los
acusadores comparecieron ante él (Pablo), pero no presentaron ninguna
acusación de los crímenes que yo sospechaba; solamente tenían contra él
unas discusiones sobre su propia religión y sobre un tal Jesús, ya muerto,
que Pablo afirmaba que estaba vivo” (Hch. 25,18-19).

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Pero en el Camino sucede algo misterioso, Jesús mismo le sale al paso


a Pablo para mostrarle que está vivo y que, al perseguir a los cristianos,
Pablo lo está persiguiendo a El. Esto echó por tierra todo lo que Pablo había
hecho hasta ese momento. El creía sinceramente defender los intereses de
Dios al proteger a su pueblo contra este grupo peligroso y ahora Jesús
resucitado le mostraba que lo que esos cristianos decían era cierto y que en
lugar de estar haciendo la voluntad de Dios, él se estaba oponiendo a ella.

Así, inesperadamente, gratuitamente, Pablo encuentra lo que había


buscado toda su vida: ser justo ante Dios, ser agradable a sus ojos. Es más,
descubre que no se trata de esforzarse por ser justo, sino dejarse
transformar para que Dios, en Jesús, nos haga justos, nos justifique, por su
sola gracia.

El propio Pablo describe en sus cartas con hermosas expresiones este


acontecimiento, vamos a detenernos en ellas un momento:

“Y en último término se me apareció (el Resucitado)también a mí, que soy


como un aborto”. (1Co. 15,8)

La experiencia de Damasco no fue sólo una especie de certeza


interior, una convicción intelectual o un descubrimiento. Fue más bien un
hecho real, una aparición del Resucitado a Pablo que lo constituye en
apóstol, en testigo de la resurrección. Pablo dirá que su nacimiento a la fe
no fue normal, sino forzado. Los demás apóstoles “nacieron” al ser discípulos
de Jesús y luego testigos del Resucitado, en cambio Pablo fue perseguidor y
luego testigo, naciendo a la fe por fuerza y dolorosamente.

Así también, Pablo enmarca su encuentro con Cristo dentro de la línea


de testigos que viene del mismo Jesús, sintiéndose parte de esa riqueza y
tradición. El encuentro y misión de Pablo no está fuera de la comunidad,
todo lo contrario, la comunidad y la comunión con la Iglesia son el espacio
vital para vivir ese encuentro.

"¿Acaso no he visto a Jesús, Señor nuestro?" (1 Co 9, 1)

La vocación de Pablo no surgió del llamado humano, no aparece ante


las comunidades como un enviado de los apóstoles, sino como apóstol de
Jesucristo, al mismo nivel y con la misma autoridad de los demás apóstoles.
Esta misión y autoridad surgen de haber visto al Señor, de haberse

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encontrado con El y por eso, siente su propio llamado como una obligación,
un deber que ha debido asumir frente a la evidencia de la resurrección.

"Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por
su gracia tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los
gentiles" (Ga 1, 15-16).

El encuentro con Cristo hace que Pablo comprenda el sentido de su


existencia y la razón de todo su camino. Descubre en ese encuentro que
Dios lo había estado llamando desde siempre y que ese llamado, aún no
conciente, lo había llevado a estudiar la Ley, a cumplir con ella y a perseguir
a los cristianos. La experiencia radical del encuentro con el Resucitado le
hace descubrir que Dios nos llama desde siempre, como a Jeremías (Jer.
1,4ss), para vivir una vida plena en Jesús, el resucitado.

Pablo encuentra el sentido de su existencia porque le ha sido


mostrado, revelado, la presencia y realidad de Jesús como Hijo de Dios, vivo
y presente en su comunidad. Revelar es mostrar lo que está oculto, lo que no
se ve, y Dios acaba de mostrarle a Pablo esa presencia misteriosa del
Resucitado, que aunque no se ve cotidianamente, es real y verdadera. Pablo
dice “revelado en mí”, porque el encuentro exterior con Cristo ha hecho que
su interior reconozca en ese encuentro la respuesta a los deseos de su
corazón. Es por eso que la fe es también un proceso interior, una respuesta
a los hechos objetivos en los que descubrimos la voz de Dios que nos habla.

El apóstol asocia su llamado a una misión: anunciar el Evangelio a los


gentiles, es decir, a los paganos, a las naciones que no tenían la fe de Israel.
La vocación siempre lleva de la mano una misión, es vocación para entregarse
a los demás, para servir juntos a los hermanos de la Iglesia, y a través de
ellos, a la humanidad entera.

“Procuro alcanzar a Cristo, como yo mismo fui alcanzado por El” (Flp. 4,13)

Pablo se siente “alcanzado” por Cristo, atrapado por El, seducido por
el Dios que siempre buscó. Es como si Dios hubiese querido agarrarlo desde
siempre y ahora por fin lo hubiese conseguido. La iniciativa es de Dios que
nos busca siempre, que nos va hablando en cada paso y situación, para
atraernos hacia El. Por eso Pablo insistirá tanto en que la fe es un don
gratuito de Dios y que la salvación es una propuesta de Dios que estamos
llamados a aceptar.

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b) Viendo con nuevos ojos.

Lucas describe la “revelación” del Resucitado como una luz repentina,


que ilumina a Pablo haciéndole ver a Cristo y, a la vez, dejándole ciego. Esto
que parece una contradicción, tiene un hondo significado: Iluminación era
una de las formas de llamar al bautismo en la Iglesia primitiva, porque es a
través del bautismo como la luz de la fe ilumina a los creyentes para que
puedan ver al Resucitado, experimentar su presencia. Y la primera cosa que
debió “ver” Pablo, era lo ciego que había estado y la necesidad de la
comunidad para ver con claridad.

Es por eso que el relato continúa con la llegada de Pablo a Damasco, su


espera paciente y fervorosa y el bautismo por parte de Ananías, que es lo
que abre definitivamente los ojos de Pablo para ver con claridad. Luego
permaneció con los discípulos de Damasco, donde seguramente recibió la
primera instrucción cristiana sobre la fe y el Evangelio. Después de esto,
según la noticia de Gal. 1,17, Pablo se fue a Arabia y luego de un tiempo
volvió a Damasco. Seguramente fue un tiempo de silencio, de calma, para
reflexionar sobre lo ocurrido y realizar el lento proceso de dejarse
transformar por el Señor, cambiar la manera de pensar y de actuar. Si se
puede decir que Pablo se convirtió, esa conversión comenzó a ocurrir
durante este tiempo en Arabia y la vuelta a Damasco, periodo que duró tres
años.

El proceso personal necesita de la comunidad, de la comunión con los


demás discípulos de Jesús. Es por eso que pablo sube a Jerusalén para estar
con Pedro durante quince días, y así confirmar la fe recibida y ver con más
claridad el camino al que el Señor lo llamaba. Tal como con nosotros, la
conversión de Pablo demoró tiempo y también de la apertura necesaria para
dejarse guiar y acompañar.

c) El convertido fervoroso.

Después de este tiempo de silencio, y siguiendo el texto de Gal. 1, 18-


24 Pablo se va a Jerusalén y se encuentra con Pedro, con quien permanece
quince días, en un encuentro que refuerza la vocación recibida y los lazos de
comunión con todas las Iglesias. De ahí comienza a predicar por toda Siria y
Cilicia, es decir, por las regiones próximas a Tarso y Damasco, su ciudad de
nacimiento y la ciudad de la comunidad que lo recibió como discípulo de
Jesús.

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La conversión de Pablo demoró tiempo en su corazón, y también en la


comunidad, que en un principio veía con recelo esta nueva actitud. El
encuentro con Pedro, una de las “columnas de la Iglesia” (Gal. 2, 9), sirvió
para confirmar la fe de Pablo y la realidad de su transformación, junto con
su actitud y trabajo, que hacía exclamar a las comunidades:”El que antes nos
perseguía ahora anuncia la buena nueva de la fe que entonces quería
destruir” (Gal. 1,23).

La predicación del Apóstol continuaría por muchos años, enfrentando


distintos problemas y dificultades, en cada comunidad, para llevar a todos el
Evangelio de Jesús. Uno de los principales sería la relación entre judíos y
paganos en la comunidad cristiana, lo que siempre provocaba tensiones y
dificultades. Su conocimiento de la Ley y su cultura griega hacen de él un
buen instrumento de Dios para comprender ambos mundos y buscar el
camino correcto para mantener la comunión y universalidad de la Iglesia
naciente.

d) Actividades.

Revisen los textos vocacionales que aparecen en la Biblia., buscando


detalles que coincidan con su propia experiencia de encuentro con Cristo. A
partir de este trabajo, escriban un relato de la propia vocación y encuentro
con Cristo.

• Abrahám (Gn 12, 1-3).


• Moisés (Ex 3, 4-10).
• Samuel (1 Sam 3, 1-18).
• Isaías (Is 6, 1-10).
• Jeremías (Jer 1. 4-10).
• María (Lc 1,26-30).
• Juan Bautista (Lc 1,57-60)
• Los primeros discípulos (Mc 1,16-20; Jn 1,35-51).
• 4 primeros discípulos (Lc 5,1-11)
• Leví (Mc. 2,13-14)
• Matías (Hch 1, 21-26).
• Pablo (Hch 9,1-19)

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