No sé porqué los cristianos, en lo profundo, sentimos o creemos
que orar es algo aburrido, pero que debemos hacer para ser cristianos. Vemos el orar como una cruz, un sacrificio, un sufrimiento que debemos cargar para sentirnos bien con Dios o con nosotros mismos; quizás en muchos casos, para apaciguar nuestras contaminadas conciencias. En otras palabras, lo sentimos como una obligación, y no como algo que nos da placer.
Como iglesia enseñamos que orar es hablar con Dios, pero no lo
practicamos así, sino que le hablamos como si fuéramos robots o seres autómatas. Usamos frases que escuchamos de pastores o predicadores y las usamos pensando que son espirituales solo porque aquellas personas los usaron. Usamos terminología religiosa, que no son de nuestros tiempos, y así mostramos un Dios que al parecer se quedó en el siglo medieval.
Si hablamos con un amigo de la manera que hablamos con Dios,
seguramente se incomodaría con nosotros, no nos entendería ni nos comprendería, ¡hasta se asustaría!
“¡Oh, alabado seas, excelentísimo amigo! Te elevo mi acción de
gracias por haberme concedido tu gracia y tu favor.”
¿Le hablarías así a un amigo? ¿O más bien no le dirías:
“¡Gracias, amigo, por hacerme ese gran favor! ¡Sos lo máximo!”?
Hablar con un amigo es algo totalmente natural y placentero.
¿Porqué no la oración también? Dios me ha mostrado que la oración es una actividad que no puede ni debe ser aburrida. Esto es, la oración genuina de cada creyente.
Defino este concepto de oración de la siguiente manera:
Es la expresión personal, y por tanto, dinámica, única, singular y genuino del creyente hacia Dios.
Como la oración es una expresión personal, ningún ser humano
sobre la tierra debe orar de la misma manera, por la simple razón de que todos somos diferentes, con diferentes temperamentos, carácter y personalidades.
Muchas veces desligamos nuestros sentimientos cuando oramos,
creyendo que lo que sentimos no es de Dios.
Por ejemplo, a mí me enseñaron que es más espiritual y correcto
orar a Dios por largas horas estando arrodillado en un mismo lugar, con el cuerpo doblado. Muchas veces intenté orar así por períodos prolongados y lo único que logré fue estresarme o dormirme. ¿Quiere decir esto que soy menos espiritual que la persona que sí siente orar de esa manera?
En cambio, cuando oro, y siento la unción del Espíritu Santo que
me conduce en la oración, muchas veces me pongo de pie y comienzo a caminar en círculos en la habitación en que estoy, moviendo mis manos mientras oro, y siento que la autoridad del cielo está posando sobre mí mientras hago una intercesión de guerra espiritual a favor del pueblo de Dios. Cuando oro así, siento placer al hacerlo, y además lo hago con fe, y por eso ahora sé que esa manera de orar le agrada a Dios (“sin fe es imposible agradar a Dios”). Por lo tanto, porque siento placer al hacerlo, no quiere decir que es menos espiritual, sino al contrario, Dios así quiere que yo ore. De esta manera podemos practicar a lo que nos exhorta el apóstol Pablo:
“orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y
velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;” -Ef. 6:18
Mi consejo para el que está leyendo esto es que practique el estilo
de oración que más le gusta, la manera de orar que le parezca más cómodo, y el que le produzca placer. Que no se sienta menos espiritual ni avergonzado por su manera singular de orar. Que sepa que ese es su única y singular manera de expresarse a Dios, y eso a Dios le agrada.