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BASILISCO

/ / ^ / y y
RELIQUIAS Y RELATOS
Gustavo Bueno
CULTURAS ADÉMALES
Tomás R. I-eriiáiidc/'.
EREUD, HEGEL Y SIETZSCHE
SOBRE LA TRAGEDIA GRIEGA
Pilar Palop
SISTEMA DE LA
TEORÍA GENERAL DE LOS
SISTEAL\S
AlbcTEo Hidai,i;o
EL MITO DE LA
NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA
Mi.iíüci A. Quintanilla
ATEÍSMO EIWSOEICO Y
RELIGIÓN PROGRESISTA
Domingo Blanco
ONTOGENh\ Y EILOGENIA
DEL BASILISCO
Gustavo Bueno Sánchez
ESPINOSA:
PROYECTO IILOSOEICO Y
MEDIACIÓN POLÍTICA
Javier Peña
CONCERTEOS CONJUGADOS
Gustavo Bueno
LÓGICA POLIVALENTE
Julián VeiarJe
NOTAS INÉDITAS SOBRE EL
CONGRESO DE BARCELONA
José María Laso Prieto

FILOSOFÍA, CIENCIAS HUMANAS, TEORÍA DE LA CIENCIA Y DE LA CULTURA


EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Intentamos con este primer número de EL BASILISCO poner en marcha un antiguo


proyecto: la publicación regular de trabajos cuyo común denominador fuera el estar
concebidos desde una perspectiva filosófico-crítica (materialista) Con esto decimos
ya que nuestra temática no es la temática de la filosofía-filológica (si se quiere, la
temática de la filosofía «histórica»)—sin que, por ello, queramos excluirla: la
incluímos, pero como un material más sobre el cual se instituye la reflexión filosófica
del presente. No solamente Aristóteles, Kant o Hegel; sino también Euclides, Carnot
o Lenin interesan a la filosofía materialista. N o solamente la sustancia, el noúmeno
o el Espíritu objetivo; sino también los poliedros regulares, las máquinas térmicas o
la Revolución son asuntos de la filosofía, tal como la entendemos.

En este sentido, nuestra «temática» es virtualmente universal, y lo que confiere


unidad a nuestro proyecto es el modo (filosófico) de tratarla. Nuestra temática es el
conjunto de todas las categorías (políticas, económicas, físicas, biológicas...) y
nuestro objetivo es •a.naXhLox las Ideas que en aquellas se realizan, teniendo en cuenta,
evidentemente, las formulaciones de estas Ideas que la tradición filosófica nos ha
ofrecido y en la cual estamos enmarcados.

Sin duda, pretendemos mantener una línea característica en nuestros modos de


análisis, pero esto no significa que concibamos EL BASILISCO como órgano
exclusivo de expresión de nuestros métodos. Reservaremos siempre un espacio para
todos aquellos que, aún desde posiciones o modos opuestos a los nuestros, quieran
utilizar nuestras páginas para hacer oir su voz.

Hablamos desde Oviedo —pero no se trata de hacer una publicación al servicio


exclusivo de quienes, en torno a EL BASILISCO trabajamos en Asturias. T a n
próximos a nosotros estarán quienes trabajan a cientos de leguas de aquí en el
momento en que se asocian a nuestro proyecto.

Quienes hemos participado en el comienzo de esta empresa, sentimos como


mutilación suya irreparable, ya en el momento de su nacimiento, la muerte de
Alfredo Deaño, amigo de todos nosotros y, en especial, de nuestro proyecto. Alfredo
Deaño ya no existe —y por eso, la existencia de nuestra revista será siempre mucho
más pobre, será mucho menos brillante de lo que hubiera podido ser si él hubiera
seguido viviendo entre nosotros.

Nuestro emblema es el emblema de la antigua dialéctica: EL BASILISCO, que


t r i t u r a con su mirada todo aquello que tiene a su alrededor, el animal ctónico que
está más cerca de Plutón y Proserpina, de la Tierra, que de Júpiter y Minerva, los
dioses celestiales. También nosotros quisiéramos triturar, y aún reducir a cenizas, si
nos fuera posible —porque no siempre lo es— lo que nos rodea: no precisamente para
aniquilarlo por el placer de destruirlo, sino para entenderlo, con la esperanza de que
las cenizas resultantes de nuestra crítica puedan transformarse, protegidas por
Proserpina, en el humus de una floración siempre renovada.

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SUMARIO
EE BASILISCO,7 NUMERO 1 l\ MARZO-ABRIL 197^

iAÍnriouuos
i Gusxasro^MG^o.Reliqums y relatos 15
. Tomé^'Rumión'E¡emáadez: Culturas ánimaks ¡17
Domingo Élarico. Ateísmo filosófico \y religión progresista ¡32
Pilar Palop. Preüd, Hegel y Nietzsche sobre Idtrd^ia griega ¡41
Miguel Ángel QuintanillaJ El mito dé la,neutralidad de la'Ciencia ¡52
Alberto Hidáilgci. Sisterha de la Teoría general de los Sistemas ¡57

TEATRO a O T I C O
Gustavo Bueno Sánchez. Ontogenia y Filogenia del Basilisco ¡64

HISTORIA DEL PENSAMIENTO


Javier Peña. Espinosa: proyecto filosófico y mediación política ¡80

\ UEXICO ; i
Gustavo Bueno.' Conceptos (onjugfidos- ¡88
Julián Velarde Loiiibraña. Lógica polivalente ¡93

NOTAS
José María Laso Prieto. Notas inéditas sobre el Congreso de Barcelona ¡100
J.M-L. Información XV Congreso de Filósofos Jóvenes ¡112

CRITICA DE LIBROS
Alberto H i d a l ^ . Disciplinariedad versus sistematismo en Toulmin ¡113
PilarFalop. Un Freud sin controversia ¡117
José Manuel Fernández Cepedal. Ser marxistd-leninista hoy ¡118
Gustavo Bueno. Sobre el poder ¡120
Pilar Palop. Alinas precisiones a un libro piadoso ¡126

EL BASILISCO. Filosofía / Ciencias Humanas / Teoría de la Ciencia y de la Cultura

Director: GUSTAVO BUENO MARTÍNEZ • Director-Gerente: GUSTAVO BUENO SÁNCHEZ • Secretarios de


Redacción: PILAR PALOP JONQUERES. MUGUEL ÁNGEL QUINTANILLA • Consejo de Redacción: J U A N RA-
MÓN ALVAREZ: LUIS JAVIER ALVAREZ. GUSTAVO BUENO MARTÍNEZ. GUSTAVO BUENO SÁNCHEZ. J U A N
CUETO ALAS. JOSÉ MANUEL FERNANDEZ CEPEDAL TOMAS ;R. FERNANDEZ RODRÍGUEZ. ALBERTO HI-
DALGO TUÑON. MARÍA ISABEL LAFUENTE. JOSÉ MARÍA LASO PRIETO. JOSÉ ANTONIO LÓPEZ BRUGOS.
PILAR PALOP JONQUERES. VIDAL PEÑA GARCÍA. MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA FISAC. AÍDA TERRÓN BA-
ÑUELOS. AMELIA VALCARCEL BERNALDO DE QUIROS. JULIÁN VELARÍDE LOMBRAÑA. Redacción y Adminis-
tración: PENTALFA EDICIONES. APARTADO 360. OVIEDO/ESPAÑA.

PRECIO DEL EJEMPLAR: 200 PTAS.: SUSCRIPCIÓN ANUAL ESPAÑA: 1.200 PTAS. SUSCRIPCIÓN ANUAL EX-
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ARTÍCULOS

RELIQUIAS Y RELATOS:
CDNSTRUCCION DEL CX)NCEPID
DE «HISTORIA FENOMÉNICA»
GUSTAVO BUENO
Oviedo

os análisis que siguen son de tipo gnoseoló- merso en un «pasado» fantasmagórico, al mismo tiempo
gico, no son de tipo metodológico. La «me-, que este pasado se nos presenta como una atmósfera que
todología de la Historia» pertenece a la se respira únicamente desde el presente. Pero este pre-
• propia estructura de la ciencia, a su tecno- sente es precisamente el presente físicalista constituido
logía (la metodología de los stemmas es la por las reliquias.
^ c i e n c i a histórica lo que, por ejemplo, a k
metodología de la doble pasada es a la ciencia química).
La Gnoseología es filosófica,, su materia no es tanto la Este es un modo «denotativo» de designar el conte-
historia, cuanto la Historia —incluida la propia metodo- nido de lo que vamos a llamar «Historia fenoménica». :.
logía—. N o obstante, bajo la rúbrica «metodología» sue-
len acogerse cuestiones gnoseológicas y, aunque los en- Pero el análisis gnoseológico de este contenido plan-
tretejimientos son evidentes, conviene mantener la con- tea cuestiones muy complejas. En primer lugar, porque
ciencia de su distinción. los fantasmas del pretérito no son gratuitamente cons-
truidos (salvo cuando la historia se convierte en novela)
y no es fácil dar una razón precisa gnoseológica de los moti-
Cuando hablamos de «Historia científica», nos refe- vos por los cuales la Historia debe comenzar por construir
rimos a las «ciencias históricas particulares» (Historia so-
«fantasmas» —es decir— no es fácil redefinir la función
cial, Historia del Arte, etc.), y no a la «Historia total».
de estos fantasmas en términos gnoseológicos. (Aquí su-
Incluso la llamada «Historia general» (por oposición a la
«Historia del Arte», a la «Historia de la Ciencia»...) es geriremos que ellos son únicamente el soporte mínimo o
también (firente a la «Historia total») una «Historia espe- el «revestimiento imaginario» de las operaciones del pla-
cial», cuyo tema es la Historia política y económica. no i3 operatorio en el cual las reliquias han de ser re-
construidas, de suerte que nos remitan, eventualmente,
al descubrimiento de futuras reliquias: este es el único
sentido positivo que creemos posible atribuir a la predic-
tividad del futuro, asociada ordinariamente a la Historia
I. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN científica. Los «fantasmas» sólo figuran, por tanto, en la
Historia fenoménica, como operadores que enlazan las
«reliquias» diferentes entre sí). En^ segimdg_Jugar,
porque la Historia así establecida, sin perjuicio de que
1. La Historia —^la ciencia histórica— se construye pueda alcanzar evidencias tan apodícticás como las mate-
sobre ruinas, vestigios, documentos, monumentos: llame- máticas, no es sino una parte de la ciencia histórica, y
mos reliquias a todas estas cosas (reliquus —restante; re- acaso la de rango más bajo. ¿Cómo definir gnoseológica-
linquere —^permanecer). Pero el historiador, en cuanto tal mente la unidad, si es que existe, de esta ciencia históri-
no permanece inmerso en sus ruinas, no se limita a per- ca que llamamos Historia fenoménica y cómo establecer
cibirlas, a constatarlas en su corporeidad físicalista. Las sus relaciones (incluidas las relaciones de realimentación
puebla de «fantasmas». El «presente» (constituido por las con el otro tipo de Historia científica que (sin perjuicio
reliquias) aparece así, tras el trabajo del historiador, in- de que sus resultados sean mucho menos evidentes) con-

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sideraremos de rango más alto, denominándola «Historia que Gardiner ha llamado «falacia de la máquina del
teórica (no precisamente «Historia social»). Sobre todo si tiempo»(2).), cuando de lo que se trata es de analizar de
tenemos en cuenta la circunstancia de que, con este qué modo llegamos a la idea misma de pasado a partir de
nombre de «Historia teórica», designamos, más que a un único presente positivo que nos puede remitir a él: las
una ciencia unitaria, —^una «Historia total», una «Histo- reliquias son,desde luego, contenidos del presente —son
ria integral» que interpretaremos como un concepto in- «modificaciones» .de la corteza terrestre actual— y el
tencional y no efectivo —^ un conjunto de ciencias his- sentido más positivo de la fórmula habitual: «La Historia
tóricas muy heterogéneas (unas de índole social —^políti- se hace desde el presente» es, desde luego, este: «La
co, económico— y otras de índole cultural) y, por consi- Historia se hace desde las reliquias». Pero, para quienes
guiente, que la expresión «Historia teórica» nos remite a parten ya de la concepción del pasado como una suerte
una determinada propiedad, compartida por diferentes de entidad real <<per-fecta» (no «in-fecta», para utilizar la
ciencias históricas, y no a una determinada ciencia histó- distinción estoica, como lo es el presente operatorio)
rica, (sugerimos aquí, como criterio más adecuado para concebida epistemológicamente como envuelta en unas
formular el sentido gnoseológico de la oposición entre la brumas que se trataría sólo de rasgar (dejando al margen
«Historia fenoménica» y la «Historia teórica», la oposi- la contradicción ontológica de dar como real precisamen-
ción general entre las metodologías ^—operatorias y las te a lo que no existe sino como fantasma, de clasificar
metodologías íí-^-operatorias características de las cien- como hecho o evento precisamente a lo que no es un
cias humanas). ¿Dónde situar, entonces, al materialismo hecho sino un constructum, puesto que el hecho es la reli-
histórico en cuanto ciencia?. ¿Es Historia fenoménica o es quia) las reliquias serán, sin más, sobreentendidas como
Historia teórica? ¿Es Historia económico-social o es His- testimonios del pasado (de las sociedades pretéritas, de
toria cultural? ¿O es Historia total científica? ¿No es est^ los individuos pretéritos).
un concepto sin sentido?. Cuando se dice que Marx des-
cubrió, como Galileo, «el continente de la ciencia his-
tórica» ¿Se ha dicho en realidad algo, si no se nos ofre- ¿Qué puede querer decir todo esto en términos
cen las coordenadas gnoseológicas (Historia fenoméni- gnoseológicos?. Utilizando las coordenadas de la teoría
ca/Historia teórica; Historia social/cultural, etc.) de este del cierre categorial: que las reliquias no forman parte del
continente, de esta nueva ciencia.'' La realidad gnoseoló- campo recto de la ciencia histórica, sino de un campo oblicuo,
gica de un continente del que no se conocen las coorde- fenoménico. Las reliquias serán entendidas, de entrada,
nadas es similar a la realidad geográfica de un continente (para decirlo con terminología semiótica) como signifi-
como la Atlántida (1). cantes (presentes) de unos significados (pretéritos) que
subsisten más allá de ellos. Las reliquias serán signos que
2. Pocos historiadores negarán esta evidencia gno- nos representan algo distinto de ellos mismos; son refle-
seológica: que la ciencia histórica se apoya, exclusiva- jos de un pasado perfecto. Pero gnoseológicamente, la si-
mente sobre las reliquias. Pero no todos aceptarán el tuación no puede reducirse en modo alguno a estos tér-
análisis gnoseológico que estamos esbozando en torno a minos. En primer lugar, porque, por lo menos, ocurre,
su significado. En rigor, la cuestión comienza en este ya, en las ciencias históricas, algo que ocurre también en
punto: en el del análisis gnoseológico del significado de las ciencias físicas: que las «esencias» son el reflejo de
las reliquias en el conjunto de la construcción histórica, los «fenómenos» físicalistas, aunque la relación recíproca
y en el análisis de los procedimientos de construcción, deba establecerse de un modo cerrado por la propia
mediante los cuales ellas parecen ser desbordadas. Con ciencia (el argumento ontológico). El espectro es el reflejo
frecuencia, este análisis se pasa por alto. Se ejercita, aca- del átomo (ordo essendi), pero gnoseológicamente el átomo
so rigurosamente, el desbordamiento, y se formula el (el átomo de Bohr) es el reflejo del espectro; a partir de
proceso mediante una frase como ésta: las reliquias son los fenómenos espectrales comenzó aquél a ser científi-
los testimonios del pasado. «La Historia es la ciencia del camente construido. Así también, el pasdo será, ante
pasado» —se dice ingenuamente—. Los más críticos aña- todo, para la ciencia histórica, el reflejo del presente (el
den, con Croce: «De un pasado, naturalmente, compren- reflejo de las reliquias) y no recíprocamente. Las tareas
dido desde el presente» (un presente que envuelve todas de la teoría de la ciencia histórica consisten, muy princi-
las coordenadas de la comprensión, incluyendo los prejui- palmente, en el análisis de los mecanismos de paso del
cios ideológicos y las perspectivas prácticas orientadas al reflejo a lo reflejado, del significante al significado, en
futuro. Y en este sentido, dado que en el presente está el tanto estos pasos hacen posible el circuito de retorno.
futuro, podría concluirse, con el mismo derecho, que la En cualquier caso, toda construcción histórica que no
reconstrucción del pasado se hace desde el futuro). Pero quiera confundirse con un relato mítico («érase una
todas estas precisiones, aunque contienen determinacio- vez...») debe comenzar por el anacronismo de los fenó-
nes objetivas (si bien formuladas en términos obscuros y menos, por las reliquias, y por quienes las han trabajado.
metafísicos: «Futuro», «Presente»...) son precisiones de Es imposible hablar científicamente de Agamenón sin
índole epistemológica, más que gnoseológica. Se refieren hablar de Schliemann, de Tutankamon, sin hablar de
más a la crítica epistemológica que al análisis gnoseológi- Cárter, de Sargón, sin hablar de Layard. En segundo
co de los procedimientos de construcción histórica. Pre- lugar, porque el terminus ad quem de la construcción his-
suponen el pasado como algo dado de antemano (aunque tórica, el pasado, no tiene las características del terminus
deformado o refractado por el prisma del presente); el ad quem de las ciencias físicas. El átomo de Bohr, aún
pasado como algo a lo que habría que retroceder (es lo

(2) «Falacia de la máquina del tiempo», según GARDINER; «Los acontecimientos del pasado
subsisten en un mundo propio. Se tiene la Impresión de que si solo pudiéramos visitar ese
mundo, todo iría bien, y regresaríamos con un conocimiento incontrastable de lo que sucede
(1) Vid. la crítica de P. Vilar a ALTHUSSER; Hisíoire marxiste, histoire en consirucíion (essaj de allí». Desgraciadamente (continúa Gardiner), no podemos hacer tal cosa y nuestro conocimien-
dialogue avec hlúwmtz). Anuales, XXVIII, n° 1 (Enero-Febrero, 1973). to será fragmentario y defectuoso (Filosofía de la Historia, trad. esp., pág. 53).

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siendo un sistema construido (una esencia), ha de tratarse heterogéneas (militares, religiosas, urbanas, etc., etc.),
como si estuviese en el mismo plano (ordo essendi) que el por medio de las formas pretéritas, la naturaleza de estas
espectro (el fenómeno) que está siendo causado por la formas y su conexión gnoseológica con las reliquias, en
esencia, que es una realidad que coexiste con aquel, sin qué medida puede hablarse de un campo categorial uni-
perjuicio de que, al propio tiempo, el fenómeno coexista tario (el de la Historia fenoménica), integrado, precisa-
en un plano oblicuo, puesto que los efectos de las radia- mente, por elementos tan heterogéneos, y qué relaciones
ciones atómicas en el espectroscopio son el re- guarda con otros conceptos gnoseológico-descriptivos,
sultado del acoplamiento de ciertas instalaciones gnoseo- como pueden serio los de «Historia evenemencial»,
lógicas que no son esenciales al sistema mismo del «Historia-factual», «Historia-teatro», «Historia narra-
átomo. En cambio, el pasado al que llegamos tras la cons- ción», etc.
trucción sobre las reliquias, no cabe tratarlo como una
realidad coexistente con el fenómeno, sino precisamente De este modo, pretendemos fijar nuestra posición
como una «irrealidad», encubierta por la circunstancia de con respecto a las posiciones que el neo-positivismo ha
que es designada por significantes verbales («fue», mantenido ante las ciencias históricas. Brevemente, di-
«sido») tan positivos como los significantes que designan ríamos que compartimos con el físicalismo todo lo que él
el presente («es»). El pasado histórico no actúa sobre las tiene de crítica (más bien epistemológica) a la teoría de
reliquias del mismo modo como el átomo de Bohr actúa sobre el la Historia pre-positivista (la Historia como «ciencia del
espectro. Y paradójicamente, advertimos que los fenóme- pasado», etc.), pero, que nos separamos de él, en lo que
nos espectroscópicos son oblicuos a las realidades atómi- tiene de reductivismo. Reductivismo que, por otra parte,
cas, mientras que los fenómenos históricos, las reliquias, acaso no consiste tanto, aquí, en «rebajar» las estructuras
son, de algún modo, componentes rectos de las realidades de un «nivel superior» a otras pertenecientes a un nivel
pretéritas, son «contenidos formales» de la Historia. «inferior» (las estructuras biológicas a las químicas, las
culturales a las mecánicas...) cuanto en «reabsorber» las
determinaciones espectficas en otras genéricas, y ello al
3. Planteamos las cuestiones gnoseológicas primeras margen de que esta genericidad sea de un nivel ontoló-
de la teoría de las ciencias históricas como cuestiones gico más bajo (el que corresponde a los géneros anterio-
centradas en torno a los «procedimientos» de transición res a las especies) o sea (como ocurre aquí) de un nivel
(o construcción, regressus) a partir de las reliquias hasta más alto (géneros modulantes). Porque el componente
los fenómenos pretéritos, así como a los procedimientos fisicalista de las reliquias, en tanto mantenga la forma de
de enlace de los fenómenos entre sí, en tanto han de tales reliquias, no implica el descenso desde el nivel cul-
conducirnos de nuevo a reliquias (progressus) y, eventual- tural a un nivel genérico (absorbente): las reliquias no
mente, a la predicción del futuro fisicalista. De un futuro son tanto, para el historiador fisicalista, «carbonato calci-
que, si es predictible científicamente, es porque ya está co» o «celulosa», cuanto, por ejemplo, «sillares» o «pa-
determin áticamente coordinado con nuestro sistema, aun- pel». La genericidad considerada principalmente por la
que (ese futuro) nos sea desconocido. (Evidentemente, teoría de la Historia fisicalista es de índole epistemológi-
lo que se denota con la expresión «futuro gnoseológica- ca, y comporta, más que un rebajamiento de nivel, un
mente determinado» no puede ser otra cosa sino el con- empobrecimiento de los complejos procesos gnoseológi-
junto de reliquias aún desconocido). cos de construcción que ligan las reliquias y las formas
pretéritas (y ello junto con precisiones muy importantes
Podría ocurrir, y ocurre de hecho, que muchos his- en el orden fisicalista). Diríamos, pues, que el neo-positi-
toriadores protesten enérgicamente ante quien les pro- vismo fisicalista ha procedido aplicando a la ciencia histó-
pone semejantes objetivos científicos. Dirán que ellos no rica el principio general (certero) de la necesidad de una
se sienten estimulados por semejantes objetivos, sino, base fisicalista sobre la que se apoye toda proposición
por ejemplo, por el deseo de conocer el pasado humano, científica (considerada, epistemológicamente, como pro-
en tanto nos ofrece el marco para comprender el futuro. posición verificable) y se ha encontrado, más o menos,
Esta es una cuestión psicológica que, naturalmente, no se con lo que llamamos «reliquias» en cuanto correlato, en
trata aquí de impugnar. ¿Quién duda un momento de la las ciencias históricas, de lo que son los datos fisicalistas
sinceridad de tan nobles propósitos?. Pero, también po- en las ciencias naturales. Ahora bien, al atenerse a la
dría ocurrir que un físico protestase enérgicamente ante perspectiva de este principio fisicalista de verificación, el
quien le asigna como misión establecer, por ejemplo, el neo-positivismo se mantiene en un terreno abstracto
cierre de la teoría de las máquinas de vapor, alegando genérico, que pone entre paréntesis los mecanismos gno-
que su estímulo verdadero (su finis operantis) es el de seológicos de transición de los datos fisicalistas a las
resultar útil a la industria (incluso llegando a descubrir el formas pretéritas, o los reduce a mecanismos lógico-pro-
perpetuum mobile). Pero los motivos psicológicos son ex- posicionales, dentro de la teoría de la ciencia bipotético-
trínsecos a la estricta tarea gnoseológica (finis operis) e deductiva. «Toda afirmación acerca del pasado es equiva-
incluso pueden entrar en contradicción con ella. lente a una afirmación acerca de registros, documen-
tos...» decía Ryle (3). Pero esto no es cierto. No hay tal
Lo que nos importa, desde el punto de vista gnoseo- equivalencia —esta equivalencia no es otra cosa sino el
lógico, son las cuestiones relacionadas con el proceso de resultado de aplicar la perspectiva genérica a la que nos
cierre histórico, con los circuitos i constituidos por los referíamos. «Decir que sabemos que tal acontecimiento
procesos de transición de las reliquias a las formas preté- ocurrió en el pasado, equivale a declarar una pretensión:
ritas (el «pasado»), en la medida en que éstas nos de- la pretensión de que si se nos pide que produzcamos
vuelven de nuevo a las reliquias en un proceso recurren-
ce. Nos interesa la cuestión en torno a la naturaleza de
la unidad que pueda adscribirse a una ciencia constituida
en la construcción de estas conexiones de reliquias tan (3) RYLE, Análysis. 1936; GARDINER. op. cit., pig. 54.

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razones concluyentes .para justificar nuestra afirmación, teológica del mundo, como aquella que podemos atribuir
podremos producirlas» dice Dakeshott (4). Desde luego, todavía, sin temor a equivocarnos (y sin olvidar las
en una reducción dialógica de la cuestión. Pero la verda- excepciones), a la época del Renacimiento. Si todas las
dera cuestión comienza aquí: en el análisis gnoseológico formaciones de nuestro mundo deben ser entendidas
de esta «producción de razones concluyentes», que es como el resultado de la acción de dioses o de démones,
algo distinto de señalarlas deícticamente, como se señala las «reliquias» quedarían desdibujadas como tales. Dios
el interior de la «caja negra», en lugar de abrirla. La modeló con una arcilla (que, a su vez, había sido previa-
«caja negra» es aquí la misma ciencia histórica. mente creada por él) los cuerpos humanos; Dios había
llevado la mano de Moisés cuando éste escribía El Géne-
sis; esos inmensos apilamientos de sillares que hoy atri-
buímos a los romanos (reliquias de acueductos) habían
sido, acaso, fabricados por el diablo. Es preciso que los
II. RELIQUIAS Y RELATOS cielos y, sobre todo, la Tierra queden hmpios de dioses
y de démones, para que los hombres aparezcan como los
únicos fabricantes. Ni siquiera los animales, llegará a
decirse, pueden fabricar, porque son máquinas, autóma-
4. Las «reliquias» son «hechos», hechos físicos, cor- tas (5). Esta concepción del hombre como único ser do-
póreos, presentes. Pero no son hechos brutos, dados por tado en el mundo de inteligencia tecnológica (gnoseoló-
sí mismos, como sustancias aristotélicas. Son realidades gicamente: como único ser inteligible en el plano |3-ope-
que subsisten, por de pronto, en contigüidad con otras ratorio) aunque sea errónea, será el núcleo en torno al
realidades que no son reliquias, «entretejidas con ellas». cual se organizará la idea moderna de «Hombre», una
Es preciso deslindar, en el «continuo» {complejo) de las idea, por cierto, esquemática y demasiado rígida (ante-
realidades presentes, aquellas que son reliquias y aquéllas rior a la teoría de la evolución, que sólo comenzará a
que no lo son. Las operaciones que hacen posible esta abrirse camino al final del siglo XVIII). Idea moderna de
delimitación, (operaciones que pertenecen precisamente «Hombre», (como tema de las ciencias humanas) que
al plano |3-operatorio) suponen, en cada caso, un conjun- comporta, a la vez, la universalidad de la razón (digamos:
to complejo de precondiciones, cuya generalización y del plano |3-operatorio, como perspectiva común a todo
cristalización se encuentran en el origen mismo de las lo que es humano) y que es, al mismo tiempo que el tér-
ciencias humanas como ciencias históricas, y es claramen- mino de una idea cristiana (el hombre «rey de la crea-
te observable a partir del siglo XVIL El concepto de ción» «el único dios en la tierra. Cristo»), el principio de
reliquias, con alcance gnoseológico, forma parte, así, de la eliminación del cristianismo medieval y renacentista.
un sistema cuyas líneas principales podrían describirse Se ha pretendido dar cuenta de este nuevo «humanis-
del siguiente modo. mo» a partir de las coordenadas existencialistas, a partir
del concepto de una conciencia de la propia nihilidad del
Dasein como «conciencia del vacío», entendido «a la
En el ámbito del mundo físico, se configuran ciertas francesa», y así Foucault ha sostenido que el hombre (di-
formas, percibidas como fabricadas por hombres, según gamos, el Dasein) es un «invento del s. XVII», un in-
operaciones similares, a las que el propio investigador (el vento que habría tenido lugar mediante el autodescubri-
precursor del «sujeto gnoseológico») ha de ejecutar para miento de su propio hueco, de la conciencia de sí como
comprenderlas como tales formas destacadas de las for- el lugar vacío (6). Pero a nuestro juicio, las categorías
mas que las rodean, es decir, en el plano ^-operatorio. heideggerianas (o sartrianas), por disimuladas que se den,
Por ello es esencial a la dialéctica del concepto de «reli- no son suficientemente potentes para analizar la gran
quia», su inmersión en un contexto áe formas que no lo novedad que estamos considerando en sus repercusiones
sean, es decir, que no hayan sido construidas por el gnoseológicas. Para decirlo en el contexto de Foucault:
hombre, ni por nadie que opere antropomórficamente. el nuevo humanismo no habría aparecido a consecuenncia
Dicho exactamente: que no pueden ser comprendidas en de una conciencia que asciende y cristaliza en el hombre
ün plano íí-operatorio, sino en un plano/? -operatorio. El a partir de su propio ser, sino a consecuencia de una
concepto operatorio de reliquia, tal como lo estamos progresiva trituración de las evidencias dé que, tras las
construyendo, implica, por tanto: formas del mundo que nos rodea, actúan los ángeles, los
démones, o los propios dioses, el propio dios que hace
A. Que presuponemos dadas estructuras o forma- milagros (7). Por ello diríamos que es ciertamente en
ciones que, aún conocidas operatoriamente, no hayan Castilla (preservada de la religiosidad protestante) en
sido operatoriamente establecidas. Si esto no ocurriera donde las primeras nuevas evidencias cristalizan, pero no
alguna vez, el concepto mismo de operación perdería su tanto en el campo de la pintura, (el Velázque'z, de
significado objetivo. Solamente si hay operaciones que Foucault) cuanto en el campo del pensamiento abstracto,
pueden ser, no ya «proyectadas en los objetos» (la cau- en la tesis del automatismo de las bestias, de Gómez
salidad, de Piaget), sino eliminadas del objeto, es posible Pereira, precursor de Descartes. Descartes es quien ha
que las operaciones tengan la forma de tales, y ulterior-
mente, que pueda ser construido el concepto de un pla-
no íi-operatorio. La evidencia de que existen formacio-
(5) Vid. cap. IIl, & 4 (Pescartes). D e nuestra obrz-- Esíaíuto gnoseológico dt las ciencias humanas
nes constitutivas de nuestro presente que son debidas a (Ined.).
causas no operatorias —cuyo ejemplo límite son las
(6) FOUCAULT, Les mots et les choses, cap. L La fórmula utilizada por FOUCAULT para des-
causas mecánicas, o las leyes del azar- no podría abrirse cribir al Hombre moderno acaso procede de la fórmula que Maurice LEENHARDT utilizó para
describir al «Hombre canaco»: «El lugar vacío es él (dice LEENHARDT, presentando un dia-
camino en el seno de un concepción antropomórfica o grama de los cuerpos) y el es quien tiene un nombre» (Do Kamo, París, Gallimard. 1947, cap.
XI).

(4) GARDINER, op. cic, pág. 51. '' (7) Vid. parte II, cap. III & 4-, de Estatuto etc.

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trazado el primer cuadro de conjunto de la nueva situa- sustancia metálica, especialmente en las nubes negras,
ción: el mundo es la totalidad de las formas que se con- que se coagula con la humedad circunfusa y que se aglu-
figuran en virtud de procesos mecánicos (plano '^-opera- tina en una masa (parecida a las de la harina amasada con
torio) y los hombres, una vez eliminados los ángeles y agua) y posteriormente se endurece a causa del calor, el
los genios malignos (o alejados a una distancia tal que los igual que un ladrillo» (8). No basta saber que «hay algu-
hace inoperantes ante las evidencias del cogito) son los nas formaciones fabricadas por el hombre» frente a todas
que únicamente actúan inteligentemente (en nuestros las demás, debidas a causas naturales y no a demonios o
términos: plano /3-operatorio), de suerte que pueden a dioses. Es preciso poder determinar, en cada caso, qué
comprender sus propias obras como producidas por formas pertenecen a una clase (las reliquias) y cuáles per-
ellos: verum est factum (Geunclinx, Vico). Solamente sobre tenecen a la otra (a la de las formas naturales o a la de
este fondo mecánico podrá destacar el concepto de «reliquia», aquéllas que se deriven naturalmente de reliquias pre-
como formación corpórea detrás de la cual está presente, vias). Porque sólo entonces es cuando podemos decir
precisamente, el homo-faher de la revolución industrial y que estamos ante un concepto operatorio de reliquia y
este concepto volverá a hacerse borroso cuando alguna que los conceptos (3-operatorios son efectivos y no «ideas
corriente del idealismo alemán pretenda reducir la totali- generales» (en el sentido de Bachelard; precisaríamos:
dad de las cosas a la condición de posiciones del Yo. La ideas generales absorbentes) tales como «un cierto vaho»
conciencia moderna del hombre se destacará, así, ante «una aglutinación». (El concepto de «formas que proce-
todo, por la negación de los ángeles y de los démones. den por vía natural de otras formas-reliquias» plantea
N o como la conciencia de un vacío, sino como la con- dificultades especiales —por cuanto a veces esas formas
ciencia de una actividad fabricadora que sólo puede reco- derivadas no podrían, sin más, reducirse a formas natu-
nocerse a sí misma en sus propias obras. Por ello, cuan- rales que aquí no consideraremos).
do en nuestros días vuelve una y otra vez a hacerse pre-
sente la sospecha (o la certeza) de que formaciones im- 5. Las reliquias constituyen, por tanto, una clase de
portantes de nuestro mundo (desde inscripciones aztecas, objetos corpóreos, dados entre otros objetos corpóreos
hasta ruinas egipcias) no han sido producidas por hom- (fundidos al paisaje, o a otras formas naturales de las que
bres, sino por extratrerrestres, que visitaron la Tierra ca- difícilmente pueden disociarse), pero caracterizados pre-
balgando en platillos volantes (Peter Kolossimo, Sendy, cisamente por esto: porque se nos presentan como efec-
etc., etc.), hemos de ver cómo resucitan los antiguos to de operaciones humanas. Tomamos como criterio de
démones y ángeles del helenismo y del renacimiento, y las operaciones humanas la similaridad al propio sujeto
como, lo que aquí nos importa propiamente: el concepto gnoseológico, en cuanto sujeto operatorio. Por ello, las
de reliquia, vuelve de nuevo a desdibujarse. Perderán su reliquias no son meramente restos (como pudiera serlo el
condición de reliquias, pongamos por caso, las ruinas de polen de Gradmann, tan útil, con todo, a los historiado-
Tihuanco. El concepto de «reliquias», en cuanto constitutivo res —pero en un sentido similar a aquel en el que la
del campo de las ciencias históricas modernas, implica la exor- Historia del hombre puede ser útil al geólogo). Las reli-
cización de los demonios, no sólo de los cuerpos de los hombres,. quias son restos dotados de un nombre (operatorio), aun-
sino de toda la faz de la Tierra, y en todas sus épocas geoló- que este nombre sea desconocido. Este es, probablemen-
gicas. En el momento en que una sola de las reliquias te, el criterio más profundo, aunque no siempre aplica-
que aparecen en ella fuera interpretada como resultado ble, para establecer la distinción entre reliquias y los res-
de la actividad fabricadora de un demon (de un «extra- tos paleontológicos. En un libro de Frederic A. Lucas,
terrestre»), el campo de las ciencias históricas perdería Director del Museo de Ciencias Naturales de Nueva
su propia estructura, sus propios límites. Y ello, precisa- York, figura esta anécdota: «Lo que más me admira de
mente porque estos límites no se establecen a partir de su ciencia —dice una señora que contempla esqueletos
un corte epistemológico (formas fabricadas por alguien/ de dinosaurios, de estegosaurios, al paleontólogo— es
formas naturales) sino a partir de un interna percepción cómo han podido llegar ustedes a saber los nombres de
de lo que es fabricado por sujetos, similares en todo a estos animales» (9). Esta ocurrencia nos sirve, al menos,
nosotros mismos, y en continuidad física (tradición) con para subrayar la aguda oposición entre los planos a-ope-
ellos. Es la extensión o propagación de esta percepción ratorios y /3-operatorios, a la vez que para constatar de
Interna, la que determinará, desde dentro, sus límites, qué. rnodo esta oposición queda sistemáticamente encu-
aquello que es natural, como clase complementaria de lo bierta en el proceso de atribución de «nombres científi-
que ha sido fabricado por los hombres o, incluso, por cos», que no tienen por qué coincidir siempre con los
sus predecesores antropomorfos. nombres vulgares y que muchas veces no existen. Pero
cuando no existen, entonces, aún cuando estuviéramos
ante «objetos himianos», estaríamos, probablemente,
B. Por ello también, es necesario al concepto de situados en el plano a-operatorio. N o todo aquello que
reliquia el que las formas conceptuadas como tales no sólo puede aparecer en el mundo fabricado por el hom-
puedan explicarse como efecto de causas impersonales, bre, es recíprocamente /S-operatorio. Basta pensar que,
mecánicas, sino como efecto de la actividad humana. La aunque dos edificios de una ciudad hayan sido fabricados
determinación de las formas precisas (tan distintas entre no por dioses, sino por hombres, (exigiendo por tanto un
sí) que han de entenderse como efectos de esa actividad, tratamiento |3-operatorio), su mera relación entre ellos
y la separación de las otras, es el único camino para el (con las figuras que ella determina, y que son, por ejem-
exacto establecimiento de la «escala» del campo de las plo, perspectivas culturales y no naturales) acaso ya no ha
reliquias, y de su anomalía, de sus diferencias y seriacio-
nes, de las leyes categoriales a que efectivamente obe-
dece. Todavía a mediados del siglo XVII, Ulises Aldro-
vandi describía las «reliquias paleolíticas» como «debidas (8} Apud Glyn Daniel, op. cir., pág. }A.
a una mezcla de un cierto vaho de trueno y rayo con (9) F.A. LUCAS: Animáis oflhtPasl. New York, 1913, pig.

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sido propiamente «fabricada», sino que es una resultancia demos pasar del presente al pasado.'. Cuando se da esta
que desborda el plano p-operatorio, en su forma más cuestión como resulta, el mecanismo de la tradición apa-
simple. rece oculto —o incluso se sobreentiende erróneamente
que son los objetos, por su supuesta actualidad objetiva
Las reliquias son objetos corpóreos, fabricados por de reliquias, los que, por sí mismos, nos remiten al pasado
sujetos similares al sujeto gnoseolQgi<^. Pero, a su vez, (un error sistemático, que se reproducirá una y mil ve-
las reliquias vienen definidas por una .marca negativa que ces, porque no es sino un modo abstracto-técnico de
se sobreañade a la marca genérica positiva: las reliquias denotar la actividad del historiador, que utiliza «reli-
no han sido fabricadas por hombres actuales, sino por sujetos quias» que «le hablan por sí mismas»). Pero ésto es una
similares a los hombres actuales. ¿Qué quiere esto decir, en petición de principio, que, a su vez, incluye la imagen
términos gnoseológicos?. Muy poco, o algo muy trivial, errónea del pasado como una estela que ha quedado
para quien dá ya por supuestos los fantasmas demiúrgi- atrás, respecto del presente, y que debiera anudarse" a este
cos. Mucho, para quien parte de la constatación del presente globalmente, como su pasado (testimoniado por
mundo presente como algo en el que hay objetos p-ope- las reliquias). La situación es muy distinta: si nos atuvié-
ratorios y otros que no lo son; para quien sólo a partir ramos únicamente a los objetos culturales, habría que decir
de aquella unidad (objetos fabricados por hombres, pero que éstos no podrían remitirnos a un pretérito: ellos son
objetos presentes) establece una disociación bastante pa- puro presente, incluso cuando su aspecto sea ruinoso;
radójica, a saber: objetos que han sido fabricados por porque las «ruinas>>__también son presentes.
hombres, pero que no han sido fabricados por hombres
vivientes, sino por difuntos, por hombres pretéritos que, por
Si los objetos culturales presentes pueden remitir-
tanto, no pueden ser percibidos. Pero esto es tanto como
nos al pasado es sólo por la mediación del presente políti-
decir que las «reliquias» son ya un concepto crítico, dia-
co-social, en cuanto que no es una entidad homogénea (a
léctico: lo fabricado por sujetos desconocidos S^Í? tale,
la que pudiera anudársele globalmente una «estela» pre-
invisibles. Por. consiguiente, al concepto de reliquia sólo
térita), sino una entidad heterogénea, rugosa o —con
cabe llegar de un modo constructivo, no perceptual, y
palabra también estoica— «anómala». De este modo, el
los planos de aquella construcción son muy complejos.
nexo entre el presente y el pasado sólo podrá entenderse
(Estos planos quedan ocultos y parecen superfluos a
como un desarrollo de los nexos entre las partes del presente
quien, míticamente, se representa, de un modo «intuiti-
anómalo entre sí, consideradas desde ciertas perspectivas.
vo», a \os fantasmas como si fueran personas vivientes, si
Correspondientemente, la ingenua fórmula según la cual
bien neutraliza su afirmación al ponerlas como presentes
«la Historia aparece a consecuencia del interés por el
en otro mundo imaginario). Es necesario, por de pronto,
pasado» ingenua porque (sobre todo cuando el concepto
que para que objetos dados en el mundo presente (rela-
de «interés» se toma en su reducción abstracta psicológi-
cionados, por tanto, con los hombres presentes) aparez-
co-individual, sin tener en cuenta que todo interés indi-
can, sin embargo, desconectados de esos mismos hom-
vidual está socialmente configurado) siendo el pasado
bres, a través de los cuales comienzan a ser entendidos
justamente aquello que la Historia construye, la fórmula
como objetos culturales, que esos objetos se nos mues-
revela tener la misma estructura de aquella otra que
tren como distintos de los actuales (y en ello tiene, sin
explica la acción soinnífera del opio por su «virtus dor-
duda, participación fundamental la propia imaginación
mitiva». Puede ser sustituida por otras fórmulas que nos
mítica que hay que comenzar, ya, por atribuir, aunque
permiten dar cuenta de ese mismo interés por el pasado
sea para ser destruida, a quien posee el concepto de reli-
y del pasado mismo. Nosotros suponemos que es a par-
quia). ¿Acaso son distintos porque estaban ocultos, por-
tir del presente social anómalo [¿íi'-cÍjpaJ^of ]• como es nece-
que ya no se usan, o porque están destrozados?. Pero
sario y suficiente proceder para llegar al concepto del pa-
todas estas circunstancias también pueden afectar a los
sado histórico. La anomalía del presente, a que nos referi-
—y afectan muchas veces— objetos actuales. N o es nada
mos, consta de los diversos escalones constituidos por las
trivial, por tanto, el establecer el mecanismo según el
«clases por edad» de los sujetos que conviven envueltos,
cual llegamos a determinar alguna forma física como reli-
por otra parte, en un sistema de relaciones «simétricas,
quia, particularmente si atendemos a un rasgo gnoseoló-
transitivas y reflexivas» mantenidas principalmente en el
gico más característico, a saber su perfección. Una reliquia
proceso lingüístico. La teoría del «presente anómalo»
es perfecta, —es decir— acabada. La reliquia conserva en
tiene, pues, una base genérica de naturaleza etológico-
su estado (incluso ruinoso) algo que importa por sí mis-
lingüística y no se apoya en hipótesis excesivamente es-
mo, que es intangible. Los objetos actuales (máquinas,
pecíficas sobre ritmos históricos. La tesis del «presente
viviendas) son, como dirían los estoicos por boca de
anómalo» —las «clases por e d a d » - ha sido interpretada
Varrón, infectos, porque están siendo utilizados y desa-
por la teoría de las generaciones en un sentido muy pecu-
rrollados, sin que hayan llegado a su acabamiento. Una
liar y poco fundado, al concretarla en la doctrina de los
reliquia es un objeto apartado de este desarrollo y con-
«grupos generacionales», de quince años de duración
vertido en sacrum. Es interesante asociar esta caracterís-
pública, período erigido en unidad del ritmo histórico
tica de las reliquias (su perfección) con su atribución a
(10). Pero el ritmo histórico de las generaciones no es
sujetos, también iiunutables, fenecidos. Las reliquias son
universal, porque depende de otros patrones culturales
perfectas, precisamente y en la medida en la cual, quienes
(industrialización, procesos de clases sociales, etc.). A
las fabricaron, ya no pueden volver a fabricarlas ni pue-
partir de la estructura del «presente anómalo», del
den comparecer jamás ante nosotros. (Comparecerán sus
solapamiento de las clases por edad, en unas sociedades
restos, sus esqueletos, pero justamente en cuanto obje-
en las cuales el lenguaje ha llegado a ser el principal ins-
tos, y no en cuanto sujetos).
trumento de socialización, podemos intentar construir el
¿Cómo podemos pasar a la determinación de los objetos
presentes como reliquias o, lo que es lo mismo, cómo po- (10) J. MARÍAS: Teoría délas generaciones, Madrid, Revista de Occidente, 1950.

10 EL BASILISCO
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concepto de Historia. No ya a partir de un supuesto interés opuesta a la Prehistoria. Esta oposición certera, se
por el «pasado», sino a partir de la presencia, para cada impuso en virtud, diríamos, de la naturaleza misma de
clase de edad, de las clases de edad más viejas: la presencia las cosas. Pero las interpretaciones gnoseológicas de ella
sistemática de personas (dotadas de lenguaje) que poseen dejan mucho que desear. Y acaso, por esto, dada la debi-
experiencias (tecnológicas) propias, y que relatan (tradi- lidad de estas fundamentaciones, ha sido constantemente
ción) a las clases de edad más jóvenes. Sólo a través de impugnada. ¿Acaso no es un privilegio gratuito, otorgado
estos relatos podemos concebir como algunos objetos culturales por los propios escribas —un privilegio «gramma-céntri-
pueden asumir la forma de reliquias. co»— el considerar a la escritura como fuente o reliquia
absolutamente peculiar frente a todas las demás?. Consi-
Podría pensarse que las «reliquias literarias» —los derada como fuente ¿Acaso no han resultado ser tanto
documentos o los textos de la Filología— son, a la vez, rela- más fértiles las fuentes arqueológicas y epigráficas, que
tos y que, por tanto, la distinción entre reliquias y relatos las fuentes literarias en el descubrimiento de antiguas
es confusa. Sin embargo, hay razones que nos inclinan a civilizaciones.-*. Las fuentes arqueológicas ¿no son suscep-
mantener la inclusión de los textos en la clase de las reli- tibles, no menos que las literarias, de una interpretación
quias (sin perjuicio de que ellas deban, ulteriormente, «apotética» y «mitemática»?. Así, los «secretos» —si los
subdividirse de un modo interno y sistemático), de suer- tiene— de la pirámide de Keops no consisten tanto en
te que estas mismas reliquias (los textos o documentos) determinaciones internas físicamente a su mole, ni se
están necesitadas de relatos, en el sentido estricto, para
que se aparezcan como tales. Podríamos ilustrar lo que
decimos recordando el papel que el copto desempeñó en descubren penetrando en su interior y permaneciendo
el desciframiento de las «reliquias jeroglíficas» por en él, en su «cámara funeraria», después de recorrer un
Champollion, y conforme había ya predicho el padre pasillo en rampa muy inclinada, según un ángulo de 26°,
Atanasio Kircher. Reliquias y relatos se presuponen mu- 18', 10". Acaso la clave de esta inclinación sólo la poda-
tuamente, y no podríamos formar el concepto de unas al mos conocer introduciendo —como hacen Smith y
margen de las otras. Toda la Historia científica se basa, Eith—- un objeto lejano, apotético, la estrella Alfa del
según esto, en la «tecnología» (lingüística) del relato Dragón (la estrella Polar de entonces) como objeto perci-
— del «mito» — , y del relato mediado precisamente por bido a lo lejos; pues, al parecer, en la prolongación de
las reliquias. El pasado histórico es, literalmente, el con- esta pendiente, más allá de su ventana, orientada precisa-
tenido de ese mito (un contenido mitemático), la prolon- mente en esa dirección, se encontraba la Estrella Alfa de
gación ideal y recurrente de la estructura del presente Dragón (11).
anómalo, y no una «dimensión» globalmente anudada
(en virtud de una «intuición o sentido histórico») a un Utilizando los mismos conceptos de los cuales nos
presente, también globalmente considerado. El «pasado» hemos valido para distinguir las reliquias (plano j3
es, así, un concepto regresivo a partir, no del presente, —operatorio) de las formas naturales (plano o-—operato-
sino de unas partes de este presente hacia otras partes rio) reconstruiríamos, aunque sólo aproximadamente, la
del mismo presente. Esta precisión tiene consecuencias distinción entre reliquias-monumentos y reliquias documen-
muy importantes en orden a la estructuración del con- tos, como distinción de alcance gnoseológico, del siguien-
cepto de Historia. Principalmente, ésta: la Historia (no te modo:
mítica) es, de algún modo, la destrucción del presente,
%\x desbordamiento. Mientras el mito es la construcción o —Hay un tipo de reliquias que, a través de reglas
progressus del presente a partir de sucesos que in illo tem- operatorias puestas por el historiador (por los relatos, en
pore ya lo tenían incorporado. el sentido dicho), nos remiten a otras reliquias (y fantas-
mas). El jplano |S—operatorio es ejercitado, exclusiva-
3. Las reliquias constituyen el componente fisicalista mente aplicado en el sentido del relato a la reliquia.
del campo de las ciencias históricas. Naturalmente, el
campo de estas reliquias es muy variado: ellas pertene- —Hay otro tipo de reliquias que, a su vez, se nos
cen a muy diferentes clases (constitutivas del propio presentan, ellas mismas, como relatos. El relato estricto
campo gnoseológico). Las posibilidades de diferenciación es necesario, sin duda (el copto en los jeroglíficos); pero
de estas clases son muy diversas (reliquias de piedra —ta- este relato estricto nos conduce a reliquias que, a su vez,
llada o pulimentada- reliquias de metal). Pero aquí nos son relatos —es decir— que nos presentan a los propios
importa introducir la diferenciación más general y pro- sujetos operatorios en la actitud de relatar ellos mismos,
funda, cuanto a su significado estrictamente gnoseológi- de suerte que pueda decirse que «interpretar la piedra
co, por respecto a la propia teoría de las ciencias históri- Rosetta» sea reproducir similares operaciones (lingüísticas)
cas. Esta diferenciaciónn debiera estar fundada en los a las que los propios egipcios debieron hacer, para remi-
propios conceptos que venimos utilizando. tirse a los objetos (reliquias, para nosotros) por ellos de-
signados.

Por lo demás, denotativamente, nuestra clasificación


(11) Richard H E N N I G , «El secreto <Je la Pirámide de Keops», incluido en Grandei ittigmas,
de las reliquias se coordina, grosso modo, con la clasifica- op. cit. (pág. 43 y ss.). La «Pirámide» es aquí entendida desde un «modelo envolvente» (una
esfera). Lo más interesante: Este «modelo envolvente» (vid. Parte I, sección IV, cap. III, & 12)
ción ordinaria en monumentos y documentos (en tanto que, que tiene con la reliquia (vid. Pane 11, cap. 11, & 4) la relación de todo (nematológico) a parte,
en esta oposición, queda recogida principalmente la dife- está introducido con un sentido ra Kjperatorio, puesto que el modela figura precisamente en
cuanto atribuido a los arquitectos de la Pirámide. Conocer la «historia verdadera» de la Pirámi-
rencia entre reliquias no escritas y reliquias escritas). Las de de Keops es aquí algo así como «conocer el pensamiento» de quienes la proyectaron y
ocultaron sus planos de construcción <Si/Sj). El fenómeno (la reliquia, en cuanto apariencia, para
reliquias escritas constituyen un tipo de reliquias tan ca- los profanos, de mero apilamiento de sillares) es aquí un fenómeno él mismo fabricado (por la
racterístico, que sobre ellas se ha intentado fundar preci- supuesta ocultación de los planos de construcción). La teoría nos remite aquí el plan (o prolcp-
sis) del propio hecho-reliquia, cerrándose el circuito en el plano fenoménico (un plano /j -ope-
samente el concepto de Ciencia Histórica, en cuanto ratorio, tecnológico)..

EL BASILISCO 11
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Si los monumentos son reliquias, en general, térmi- relator está envuelto por el texto, y puede ser sometido
nos de nuestros relatos, los documentos, así entendidos, a crítica. Una nueva forma de conocimiento objetivo es
son «reliquias» de segundo orden, «reliquias de relatos». posible y ésta es la Historia.
Y esto nos descubre su privilegiada significación gnoseo-
lógica: no serían una «fuente más» (acaso más rica en in-
formación), sino una fuente cualitativamente diversa gno-
seológicamente. Pues así como el relato era el modo por III. HISTORIA FENOMÉNICA
el cual los objetos culturales asumían la forma de reli-
quias, así las reliquias de relatos son el modo por el cual
otros sujetos aparecen relatándose algo desde su propio
pretérito, y, por tanto, moldeando definitivamente el
«abovedado» del «espacio histórico». Se comprende tan- 1. Reliquias y Relatos son «hechos» —son los «he-
to mejor el alcance histórico de los documentos si tene- chos» sobre los cuales se edifica toda la ciencia histórica.
mos en cuenta la significación ontológica de la escritura Son «hechos» de naturaleza muy diferente, puesto que
en el marco del «presente anómalo» al que venimos re- los relatos, —como hemos dicho— son «hechos-reliquia»
firiéndonos. (Y esto, sin olvidar que la «escritura» no se- en su contenido de significantes, pero son, además, rela-
ñala ningún for/í radical, pues ella misma no es sino el tos por su significado. (Cuando Malebranche identificaba
desarrollo de otras formas de simbolismos del relato). ciertos hechos-relato a los hechos físicos-«mis datos son
Anteriormente a la escritura, la tradicióniincluso lingüisti- los de la Biblia, como los datos del físico son los proce-
ca), ya por sí misma, marca un proceso de diferenciación sos de las retortas»,-estaba simplemente confundiendo,
por respecto de la tradición animal (que sólo puede te- haciendo «oscurantismo»).
ner lugar por influencia «punto a punto» de condiciona-
miento de la conducta de las crías.) Scheler subraya, co- «Hecho» es una categoría gnoseológica, que, en la
mo característica del hombre frente a los animales supe- teoría del cierre categorial, hacemos corresponder, prin-
riores, la capacidad de «descoyuntar» progresivamente la cipalmente, con las determinaciones del sector fisicalista.
tradición, a la cual los animales superiores debieran ate- Los hechos son contenidos físicalistas (dados como tér-
nerse «mecánicamente»; sólo que Scheler ofrece un fun- minos, o como relaciones entre términos). Pero este
damento metafísico de esta diferencia: el hombre capta concepto de hecho no coincide exactamente con el con-
esencias, y supera, así, lo concreto (cuando, la génesis de cepto de «hecho» gnoseológico utilizado en la teoría de
este descoyuntamiento de la tradición podría atribuirse la ciencia positivista. Concepto que, aplicado a la teoría
precisamente, a la escritura). Pero mientras la mera tra- de la Historia (de la que el concepto gnoseológico de'
dición supone la dependencia absoluta respecto del narra- «Hecho» resulta adquirir determinaciones característi-
dor (el anciano, el viajero, que relata sus experiencias, cas), es origen dé confusiones y obscuridades que hay
puede acumular, en poco espacio, cantidades enormes de que aclarar urgentemente. N o se trata de confusiones só-
estas experiencias: pero ellas tendrán siempre la forma lo «subjetivas», sino de confusiones «objetivas», debidas
mítica, porque el relato comienza y acaba con la palabra de a la intersección parcial, pero objetiva , de series diver-
quien habla y de quien se depende, con una dependencia sas de conexiones. Ocurre que el concepto gnoseológico
que está en la línea de la tradición animal de Scheler), en de «hecho» incluye su corporeidad observable, y por lo
la escritura, es posible la liberación respecto del narrador, tanto, su presencia, pero el concepto de presente es preci-
y en una extensión que puede ser significativa. El propio samente una categoría histórica, opuesta al pasado. De

\ V [ ; ^\ ' \ f
HÉROE MOh.TAh.DO bN SALTAMOhTES CAZANDO VK BASILISCO DIBLJO DE Lh CAPITEL DE LA BASÍLICA DI \EZELA\
TOMADO DE PEDRO CAHIER. MFIASGES DARCHEOLOGIE, PARÍS lí>lí> )(

12 EL BASILISCO
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donde el concepto de «hecho pretérito» tendrá una es- rencia molecular o de la tradición «neurológica» (13), ya
tructura similar a la del concepto de «círculo cuadrado» — no serían hechos, en el sentido gnoseológico, (acaso, gno-
«hecho pretérito» es precisamente un hecho invisible, seológicamente, pudieran asumir la función de operacio-
inobservable; ni siquiera cabe en él una «experiencia po- nes o de normas). Agudamente viene a decírnoslo, a su
sible» (no es posible ya, salvo en la ciencia ficción, ob- modo, un prehistoriador: «estamos acostumbrados a ha-
servar la batalla de Cannas). La inobservabiUdad de estos blar de los ideales imperecederos de una sociedad, pero
hechos no derivan, por tanto, de su naturaleza metafísi- el prehistoriador es testigo del triste hecho de que los
co-espiritual (incorpórea) sino, todavía peor, de su «cor- ideales perecen mientras que lo que nunca perece son
poreidad incorpórea» pretérita. Y, sin embargo, la His- las vajillas y la loza de una sociedad. N o tenemos medio
toria es, con firecuencia, entendida como una ciencia alguno de conocer la moral y las ideas religiosas de los
capaz de establecer o demostrar «hechos pretéritos» (los ciudadanos protohistóricos de Mohenjo-Daro y Harappa,
llamados eventos). Estos hechos {eventos) son considerados pero sobreviven sus alcantarillas, sus vertederos de ladri-
ahora como tales, no tanto por oposición a «objetos llos, y sus juguetes de terracota» (14). Es decir, sus reli-
inobservables o metafísicos», cuanto por oposición a las quias.
«teorías» (a las teorías históricas, en nuestro caso). Así,
se dirá que es un hecho el asesinato de César, frente a
cualquier otra teoría que pueda mantenerse para explicar 3. Los hechos presentes, las reliquias, son fenómenos
este hecho. Ahora bien: el concepto neopositivista del en su propia entidad fisicalista. Son fenómenos, precisa-
hecho tiende a envolver confiísamente estas dos determi- mente porque han de ir referidos a sujetos operatorios
naciones: hecho, como opuesto a teorh (T) y hecho como ( jS -—operatorios), para que aparezcan en su forma de ta-
entidad observable (O), física, presente; porque se supone les. Y son fenómenos porque, al propio tiempo que son
que los hechos observables son, también, previos a las teo- el único acceso a la misma esencia, nos la ocultan. Y en
rías elaboradas para construirlos. Carnap: Las observa- Historia (así como en algunas otras ciencias etológicas),
ciones convenientes a un cierto planeta, descritas en un lo característico es que la ocultación no es sólo pasiva, sino
informe Ói, son incorporadas a una teoría (T)deOiy T, activa, por cuanto los «fenómenos» han sido, muchas veces,
el astrónomo deduce una predicción P, calculando la po- fabricados precisamente con la intención de encubrir, de ocul-
sición aparente del planeta para la noche siguiente, en la tar, de engañar: en realidad, esta intención, como tal
que habrá una nueva observación y la formulará en un (operatoria) sólo podría atribuirse a las ciencias históricas
nuevo informe O2, que verificará (o no) la teoría T (12). o humanas. El descubrimiento del engaño, por ello, no
Pero semejante análisis gnoseológico (que, por cierto, ya equivale automáticamente a una revelación de la «esencia»,
contiene la forma de un cierre operatorio, si se interpre- sino a la revelación del «fenómeno verdadero» ()3-opera-
ta T como un sistema de operadores, que nos llevan a la torio). La crítica filológica, la demostración, por Lorenzo
construcción de nuevos Ói) es, aún, demasiado grosera Valla, de la superchería que dio origen a la «donación de
para dar cuenta, aún con las adaptaciones consiguientes, Constantino», es, así, el más potente mecanismo del re-
del proceso de construcción histórica —desde luego— gressus desde las reliquias (o hechos) a los restantes con-
del proceso de construcción astronómico. Es un análisis tenidos del campo histórico. Pero estos contenidos no son,
gnoseológico basado en la oposición entre un orden de necesariamente, esencias, por la simple circunstancia de
hechos (orden ontológico-epistemológico: lo dado, lo haber sido construidos por medio de «teorías». No todo
puesto, lo positivo, en cuanto observable) y un orden de lo que se construye históricamente, no toda teoría histó-
teorías (orden lógico: lo construido, las proposiciones y rica, está «en otro orden» respecto de los hechos (15).
los enlaces de proposiciones en modelos, hipótesis). Se trata de explicar por qué los hechos pretéritos (los
Pero, evidentemente, en las ciencias históricas al menos, eventos) pueden seguir oponiéndose a las teorías. O, si se
(y 'mucho más en las otras), los hechos, en cuanto entida- quiere, con más rigor: es necesario oponer teorías de un
des físicas dadas, observables, no pueden ponerse en un nivel (no esenciales) a teorías de nivel 2 (esenciales),
orden positivo (no construido), opuesto a las teorías, para dar cuenta de la razón por la cual los hechos preté-
porque los hechos construidos, por tanto, «teorías fácti- ritos, sin perjuicio de sus diferencias epistemológicas con
cas». Es preciso, por tanto, distinguir urgentemente en- los hechos presentes (reliquias) se agrupan con ellos en
tre los «hechos fisicalistas» (hechos presentes) y los he- un orden gnoseológico característico, que es necesario
chos no «fisicalistas» (los hechos pretéritos, los eventos) determinar. A este efecto, es necesario introducir el con-
en tanto ambos se oponen a las teorías (históricas); pero cepto de «hechos intermedios» (entre las reliquias estric-
no, simplemente, para disociarlos en dos órdenes inco- tas y los eventos), que nos permiten advertir la continui-
municados (que se darían simplemente confundidos) dad (gnoseológica) entre los hechos fisicalistas y los hechos
sino, para dar cuenta de la unidad que enlaza a ambos pretéritos. Los hechos intermedios no son, ciertamente, reli-
órdenes, para dar cuenta de su misma confusión. quias: en este sentido, podría decirse, sin más, que son
«hechos pretéritos» construidos, inobservables. Pero, sin
2. Los hechos históricos, en su sentido estricto gno-
seológico, son, por todo ello, las reliquias (y el compo-
(13) Hoy se insiste de nuevo en la importancia de esta tradición hereditaria excesivamente
nente «reliquial» de los relatos). Las reliquias son la base minimizada por el «culturaiJsmo lamarckista» (Eiber-Eiberfeldt, op. cit.}. En cualquier caso, las
física, corpórea, observable, presente, en términos históri- fronteras entre «Animales» y «Hombres», para que fueran operatorias (gnoseológica y, por
tanto, ontológicaniente) habría que desplazarlas a tiempos posteriores a los habituales entre
cos: la forma de presencia del pasado. Es lo único que per- prehistoriadores. Por ejemplo, no sería el incesto, ni siquiera el lenguaje hablado primitiv» (mu-
cho menos, el uso de herramientas) aquello que determinaría un nuevo campo - e l campo
manece para la ciencia, en forma de hecho, (lo que del antropológico— sino, por ejemplo, el lenguaje escrito precisamente en tanto nos pone en pre-
pasado permanece en nosotros en la forma de hábitos sencia de un tipo de nexos entre individuos que ya no son de identidad sustancial causal (como
todavía en el lenguaje oral), sino esencial, etc. Es la Historia y no la cultura aquello que marca-
musculares o lingüísticos, incluso en la forma dé la he- ría la línea divisoria (nunca instantánea) entre Biología y Antropología.

(14) Glyn DANIEL, op. cit., pág. 121.


(12) QAS^AP. FufiíiamerttGS de Lógica, ele, Qp. izit., pig. 12. (15/ Vid. nota 11.

EL BASILISCO 13
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

confuso sentido de las «teorías astronómicas» de Carnap.


Es cierto que podría analizarse la situación anterior di-
ciendo que a partir de Informe Ai (sea E), construímos
la teoría T (* íl, * Z) que nos remite a nuevos hechos
(E, F). Pero la teoría T no puede aquí confundirse con la
historia teórica, porque T (* fi, * Z) nos remite a he-
chos intermedios, ni siquiera a hechos eventos, en el
contexto. Lo mismo se dirá de otros hechos eventos
construidos «teóricamente» para explicar el nexo entre
.dos hechos presentes. (Si es un «hecho-reliquia» la pre-
sencia de una columna romana en un montículo cuya
geología no corresponde a dicha columna, hay que cons-
truir, necesariamente, el «hecho del transporte», a partir
de la cantera de la.que se prueba procede la columna).

4. La oposición entre hechos y teorías, que es muy


grosera en general, (como tantos teóricos de las ciencias,
LAMBECIUS BASILISCO
como Bachelard, han puesto de relieve), se hace doble-
mente grosera en el marco de las ciencias históricas. Un
embargo, no pertenecen al orden de los eventos (en la modo de desbordar esta grosería, partiendo de ella, es
construcción), sencillamente porque funcionan como reli- distinguir diferentes órdenes de hechos (hechos de orden
quias hipotéticas («con asterisco»), intercaladas entre las 1, orden 2,... hechos de orden n) y diferentes órdenes
propias reliquias para la ordenación de las mismas, en de teorías (teorías de orden a, teorías de orden b,... teo-
tanto que éstas son hechos fisicalistas (y ello sin perjui- rías de orden n), de suerte que los hechos de orden 2 y
cio de que, a su vez, puedan desempeñar la función de las teorías de orden a, resulten acaso, congregadas (desde
eventos). Un ejemplo muy claro de estos hechos interme- ciertos puntos de vista) en un mismo grupo, por encima
dio («quasi reliquias») nos lo suministran los manuscritos de la línea divisoria que: separa los hechos y las teorías
hipotéticos que suele ser necesario introducir para la cons- desde perspectivas más genéricas. En particular: los
trucción de un stemma. Los manuscritos (reliquias) A, B, hechos intermedios y los hechos pretéritos (construidos, diga-
C, E, F, G, del Lai de l'omhre estarían insertos, según mos, por medio de teorías a), se agrupan, sistemática-
Robert Marichal (16) en el siguiente stemma: mente, frente a las teorías de orden m (pongamos por
caso: una teoría sobre la desintegración del Imperio
romano).

íl La cuestión que se nos plantea es simplemente ésta:


¿Cabe hablar de una unidad gnoseológica entre los
hechos presentes y los hechos pretéritos, en cuanto se
X alinean frente a teorías históricas de naturaleza más abs-
tracta?. Parece que no habría lugar para tal unidad. Los
hechos, (presentes o pretéritos) se resuelven en una pol-
vareda inconexa de lados que, precisamente en tanto se
V W D consideran al margen de las teorías abstractas, no

podrían considerarse como un campo (o subcampo) de


B C una ciencia histórica. El concepto de una «Historia
evenemencial» está, sin embargo, en gran parte, cons-
truida en esta perspectiva. Cuando se le asocia con la
Los manuscritos * í)., * X, *Z, *V, * W, son quasi «Historia relato», suele connotar la noción de una
reliquias. El análisis de los métodos de construcción de «Historia externa.» {Historia como relato de sucesos, ges-
estos hechos es una de las tareas características de ia teo- tas, batallas, dinastías, «Historia-teatro»). Una «extrahis-
ría de la ciencia histórica. Subrayaremos la necesidad de toria» (superficial), frente a una supuesta «historia inter-
tener en cuenta el plano j3—operatorio para analizar de na» (no propiamente en el sentido de la «intrahistoria»
qué modo se lleva a cabo esta construcción (y ello, sin unamuniana, sino en el sentido de la Historia social, eco-
perjuicio, de la utilización de categorías á-—operatorias nómica, estructural).
que comprenden, tanto las pruebas físicas —^isótopos ra-
dioactivos, etc.—, como las químicas —^papiros, papel— Sin embargo, no parece enteramente justificado
o, en general, las pruebas llamadas «externas»). considerar a la «Historia evenemencial» como una His-
toria externa, o superficial, amorfa, dada la heterogenei-
dad de los sucesos a que ella se refiere. Teniendo en
Los hechos intermedios, por su uso, se alinean con las cuenta, además, que estos sucesos suelen estar ya inte-
reliquias; pero, por el modo según el cual han sido cons- grados en una estructuración de tipo mitemático. «Los
truidos, son hechos pretéritos. Pero no son «teorías», en el cartagineses —dice B.H. Warmington.— percibieron muy
bien que si la Sicilia occidental se perdía, los griegos
dominarían el Mediterráneo occidental, dejarían aisladas
(16) La critique des textes, en L'Hístoire eí íes méíhodes, París, Gallimard, 1961, pág. 1277. las colonias de Cerdeña y reducirían a Cartago a África»
14 '• EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Historia fenoménica se nos presentaría, así, como el de-


sarrollo del ritual (tecnológico), según ei cual los indivi-
duos de una sociedad dotada de lenguaje y tradiciones
culturales, se ven obligados a usar de los instrumentos
de sus antecesores, a disfrazarse con sus indumentos,
que les son ya dados. En nuestra pasión por la Historia
fenoménica —en la curiosidad o hambre por saber cómo
ocurrieron, en su más mínimo detalle, ciertas cosas— habría
que ver, acaso, la misma pasión de los primitivos cuando, dis-
frazados con los indumentos rituales de los antepasados,
danzaban para obtener la identificación con ellos.

El concepto de una Historia escenográfica suele suge-


rir la idea de que nos encontramos en un nivel pre-cien-
tífíco, por cuanto tendemos a ver, en la escenografía, una
selección arbitraria de un conjunto de eventos mucho
más rico, empobrecido en función de los intereses estéti-
cos (ahora en sentido no kantiano) del escenógrafo (del
«presente») —sobre todo, la escenografía eliminaría las
relaciones abstractas, esenciales. Pero la cuestión estriba,
no tanto en destacar el aspecto (negativo) de la selección
o eliminación de esencias (a), cuanto el aspecto positivo
de la construcción (la selección, el «corte epistemológi-
co» es una precisión o segregación resultante de la pro-
pía interna construcción cerrada, con un cierre, aquí, de mente (por curvas, diagramas); una Historia en la cual las
tipo fenoménico). Aquí sólo queremos sugerir hasta qué propia razones fenoménicas ( /5—operatorias) son cons-
punto el concepto mismo del plano jS—operatorio sumi- truidas a partir de factores objetivos (ni siquiera siempre
nistra un hilo conductor para el enlace «cerrado» de los conscientes, no prolépticos), es decir, una Historia, a
eventos de una historia razonada, sin dejar de %QX fenomé- —operatoria. Incluso cuando reanalizamos matemática-
nica, (de una Lógica de la Historia desarrollada en el mente una batalla (que sólo tiene sentido escenográfico,
plano fenoménico-práctico, al cual, a su vez, hay que fenoménico), los fenómenos quedan rebasados, porque
atribuir una función causal en el proceso mismo de la regresamos a factores que no son necesariamente causas
historia real). En particular: desde esta perspectiva, los (22).
hechos presentes (las reliquias) y los hechos pretéritos (ios
eventos) manifiestan su continuidad constructiva, precisa- La Historia fenoménica ocuparía, respecto de la
mente en el plano /S—operatorio. Reivindicaríamos, Historia esencial, el lugar que la Geometría figurativa
pues, también el concepto de «Historia-batalla», en ocupa respecto de la Geometría analítica. La «Geometría
tanto que las batallas son eventos (complejos de suce- figurativa» pese a que, con frecuencia, es llamada intuiti-
sos), dados estéticamente (fenoménicamente), dentro de va, incluso por quienes mantienen posiciones «constructivis-
un marco jS—operatorio, susceptible de ser analizado ta.s» (Noel Mouloud, por ejemplo, considera intuitiva la
matemáticamente (estrategia, teoría de juegos (20), y invariancia angular del rectángulo respecto de las dificultades
anudados con otras secuencias de eventos constitutivos absolutas de las rectas que lo forman, así como también
del material histórico. Hoy, tras un período de radicalis- considera intuitiva la demostración de un caso de inercia
mo positivista-sociológico-económico, vuelve a defender- por Galileo (2 3), es ya operatoria, constructiva; su opera-
se por muchos historiadores profesionales la tesis según tividad fenoménica es diferente (no porque sea menos
la cual la Historia tiene mucho de género literario, «es- cierta, sino por la escala en la que se mueven sus eviden-
cenográfico», de arte, incluso de arte musical (21). Des- cias) de la operatividad de la Geometría analítica, por
de nuestras coordenadas, esta tesis es altamente concor- ejemplo. La Historia teórica, o esencial, habría que
dante con el concepto de una Historia fenoménico-esceno- entenderla,desde nuestro punto de vista, menos como
gráfica. una penetración en las esencias trasfenoménicas previas,
que como un rompimiento de los fenómenos en sus fac-
tores; un rompimiento que nos permite reorganizarlos
5. En cualquier caso, nuestra defensa de una Histo- según sistemas más abstractos, no representables, aunque
ria fenoménica tiene un sentido asertivo, no exclusivo. siempre deba darse el progressus hacia la base fenoméni-
N o toda la construcción histórica es jS—operatoria o ca. A veces, la Historia teorética no puede alcanzar sino
procedimiento auxiliar, Historia oblkua, que haya de re- una mera tax:onomía de fenómenos, la comprensión de un
solverse en una Historia fenoménica. Hay una Historia grupo de fenómenos, por analogía ( a—operatoria) con
meta-fenoménica, no representable, más allá del Espacio- otros fenómenos similares, y la Historia fenomenológica
Tiempo estéticos. Pero no porque sea una Historia noumé- resulta ser mucho menos formal, más real, en ciertas si-
nica (la Historia de la mente divina). Se trata de una His- tuaciones.
toria no representable estéticamente, sino sólo simbólica-

(20) M.H.A. MAESTRE: £/ triunfe militar en Anéal (Estudios Clásicos, 1971), aplicando la
metodología de Frederic Lanchester (Aircraft in Warfare, Londies, 1916).
(22) Vida, nota 20.
(2 I) Robert BRENTANO: Obispos y Santos, incluido en El lallir del historiador, de L.P. Curtis,
J e , México, F.C.E., 1976, pág. 60. (2 3) MOULOD, ?ormes st'acturís et mojes produclifs, París, Sedes, 1958, pág. 183.

16 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

(17). Este «sistema mitemático» (que supone que los car- relaciones entre los sucesos. Entendemos que esa relación es
tagineses tienen un «mapa» del Mediterráneo, lo perci- una relación de secuencia, no meramente cronológica o
:,_ben similarmente-, en lo que es pertinente, a como lo externa (espacio-temporal), sino interna. Y, aquí, «interna»
percibe el historiador actual, stfgún operaciones y rela- sólo puede querer decir «lógica», «racional», dada pre-
.>ii-GÍ@Sés apotéticas) serán relatados; y estos sucesos son el cisamente .en el plano &—operatorio (la racionalidad se
contenido mismo de este marco, su realización, —el refiere a esa operatividad). Ahora bien: esta racionalidad
marco mitemático, por sí mismo, sería vacio. Esta Histo- es fenoménica (mitemdtica), en tanto se mantiene precisamente
ria evenemencial es, en gran medida, la misma Historia en la determinación de «motivos», «planes», «prolepsis»,
clásica, la «Historia razonada» de Tucidides, y toda su «utopías» o «ideologías», que enlazan unos sucesos con otros,
tradición historiográfica. N o es necesariamente una His- en un espacio-tiempo «representativo» (el «mapa» de Iqs^
toria anecdótica, puesto que puede haber una selección Cartagineses, en el «relato» de Warmington antes cita-
«argumental», un marco mitemático. El relato es «relato do). En modo alguno se trata de mera «descripción», de
de razones, de causas o de motivos» (esencialmente: de una «Historia teatro». Podríamos apelar, a efectos mera-
causas finales, prolépticas) y articulación y secuencia de mente coordinativos, al concepto kantiano de fenómeno,
estos eventos. La crítica histórica, además, puede alcan- en tanto se da precisamente en el plano estético de la
zar certeza prácticamente «matemática» (apodíctica) en intuición representativa espacio-temporal. Naturalmente,
torno a esos eventos. (LSL Historia efenemencial puede ser de Kant tomamos aquí solamente la «armadura» de los
conceptos (para él, «intuiciones») del Espacio-Tiempo, en
una Historia crítica, frente a la Historia mítica, que relata
sucesos imaginarios). un plano fenoménico y representativo. Porque lo que esen-
cialmente queremos destacar, en este orden fenoménico,
Nos parece, en resolución, que la debilidad gnoseo- es la circunstancia de que él se organiza según la meto-
lógica asociada ál concepto áe «Historia relato», hay que dología j3—operatoria, que pide precisamente este nivel
referirla, más que a la materia o contenido mismo de esta re-presentativo, apotético, «escenográfico» (recuperando
Historia —^mejor, de toda esta tradición historiográ- así, lo que de profundo tiene el concepto metafórico de
fica—, a la forma del concepto gnoseológico, a la autoconcep- la «Historia-teatro») porque sólo en la representación és
ción de lo que efectivamente pueda significar gnoseoló- posible ordenar los eventos como fenómenos. Por ejemplo,
gicamente el contenido de ese género de Historia. Ocu- cuando, Juan Maldonado, relatando la batalla de Villalar
rriría, simplemente, que las fórmulas gnoseológicas de (19), nos dice que Padilla exhortaba a los soldados para
autoconcepción no Tiabrían acertado a determinar el que volviesen «rostros» a las tropas imperiales, está si-
nivel en el cual ese género histórico se desenvuelve sis- tuado en un plano &—operatorio, porque Juan Maldo-
temáticamente, entendiéndolo, o bien negativamente nado, cómo quien lo lea (entendie'ndolo), puede ejecutar
(Historia no teórica, sino factual; descriptiva, no cons- esa operación de «volver el rostro» (u otra similar); y si
tructiva), o bien positivamente, pero como si se tratase no la pudiese ejecutar, no podría entender él sentido del
de una Historia no científica (frente a la historia social o relato (pues la operación está en el contenido del senti-
económica, como si fuera, metafóricamente, una «Histo- do), ^recíprocamente, esta. Historia fenoménica se mantie-
ria-teatro»). ne en un nivel estético-escenográfico, pero no por ello
es extetna, dado que ella es el contenido mismo del
material pretérito, a un cierto nivel (y esto lo decimos en
A nuestro juicio, es posible atribuir un «marco sis- contra de la creciente tendencia a eliminar, incluso de
temático», un «marco lógico» (es decir: reconocerle la los planes de estudio, de las ciencias históricas, esta «his-
condición de Historia razonada, en el sentido de Tucidi- toria escenográfica» en nombre de una «historia social»
des, de Historia dotada de una lógica interna, de índole que, desconectada de los fenómenos, se convierte, necesaria-
estratégico-operatoria) a esa «Historia evenemencial», si mente, en una monótona reiteración de conceptos abs-
tenemos en cuenta, principalmente la naturaleza ontoló- tractos y cuasi vacíos). Diríamos que la Historia feno-
gica y gnoseológica del suceso. El suceso (evento) sólo ménica es un desarrollo científico-constructivo de la
existe como tal en un espacio y en un tiempo. Ciertamen- misma tecnología por la cual los sujetos vivientes de una
te, definir la ciencia histórica, en general, como algunos sociedad que se mueve entre reliquias aprender a disfra-
pretenden (por ejemplo, Marzewki) como la determina- zarse con ellas, a utilizarlas, a reproducir «teatralmente»
ción de los sucesos «en el espacio y en el tiempo» es la vida de sus antepasados, de sus fantasmas. (La «Histo-
una simple ingenuidad gnoseológica, que manifiesta con- ria-teatro» no es tanto, según esto, lo que ve el especta-
fusió'n de ideas (18). Porque esos «espacio» y «tiempo» dor, cuando lo que hace el propio actor en el escenario:
no son formas anteriores o previas a los sucesos, exter- el historiador estaría aquí, más cerca del actor, del actor
nas a ellos (salvo cuando son meras coordenadas métri- teatral, que del espectador). La Historia fenoménica sería
cas), sino que son la propia conexión de los sucesos. De- Historia-teatro en su germen. N o ya una Historia compara-
cir, pues, que la Historia sitúa a los sucesos en el ble al Teatro (incluso como si tuviese que avergonzarse,
Espacio y el Tiempo es sólo decir que esta Historia sitúa en cuanto científica, de esta comparación), sino teatro
cada suceso en el contexto de otros siy;esos. Pero, no ella misma. Porque el teatro no es, ahora, tanto algo al
por ello, la referencia al Espacio y al Tiempo es mera- margen de la Historia, cuanto su germen tecnológico
mente redundante, siempre que tomemos esta referencia como (en un sentido similar a como decimos que la escritura
una determinación implkita de la naturaleza misma de esas alfabética es el germen tecnológico de la Lingüística). La

(17) W A R M I N G T O N , Cartago, op. cit. pág. 48.

(18) MAJRZEWSKI, Introduition a l'Histoire quantimive, Droz, Genéve, 1965, pág. 11: (19) «...pero Acuña, oyendo el alboroto, y conjeturando lo mismo que sucedía, manda a los
«L'objet cradicionel de l'Histoire est i'étude et lexplication des faits locaíisés dans le cemps et suyos ilacer altó y volver caras al enemigo, y cuando claramente conoció la tradición...» eic^.
dans i'espace». etc. Maldonado, op. cit., piag. 195;

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ARTÍCULOS

CULTURAS ANIMALES TOMAS R. FERNANDEZ

siado humanos, tan numerosos en el legado de las gene-


1. EL ANILLO DEL REY SALOMÓN raciones pasadas». Su obra fue, sin lugar a dudas, un pa-
so fundamental en el estudio biológico y objetivo de la
conducta animal. Pero tal objetividad, comúnmente reco-
nocida, convive con (o de base en) descripciones como la
Itimamente, poco antes de ponerme a re- siguiente: «Todos conocemos el canto del galló; aunque
dactar este capítulo, releía yo uno tras inconscientemente, su sentido es decir simplemente:
otro los informes de Helga Fischer sobre aquí hay un gallo. Para la gallina ansiosa de amor, este
el comportamiento de ios gansos, y (...) canto es un reclamo; para el rival, es la señal de que allí
me sentí algo decepcionado porque en la plaza está ya ocupada, de manera que es forzoso elegir
ellos eran relativamente raros los casos de entre seguir otro camino o entablar una pelea» (p. 148).
aquella fidelidad hasta la muerte que mi maestro (Oskar
Heinroth) presentara como normal. Entonces Helga, in- ¿Qué ciencia objetiva es ésta que se permite hablar,
dignada, dijo algo grande: «¿Qué esperabas?. Al fin y al tan a la ligera, de deseos inconscientes, fidelidades, an-
cabo qué son los gansos sino pobres hombres.-*». sias, tan poco visibles desde el exterior?. Lorenz, en su
libro citado «Sobre la agresión», precisa aún a su maes-
H e aquí un caso poco dudoso de «antropomorfis- tro: «Según Heinroth, cuando el gallo canta dice aquí
mo» en la interpretación de las conductas animales, que hay un gallo. Pero Baümer, que es la mayor autoridad en
puede encontrarse en uno de los libros más populares y materia de aves de corral, oye un mensaje especial: Aquí
a la vez más polémicos de Konrad Lorenz, «Das soge- está el gallo Baltasar» (p. 44).
nante bóse» (1963. De la ed. Castellana, «Sobre la Agre-
sión», 1973, p. 219). Sin duda es un ejemplo poco co- Pero dejemos en el aire, de momento, la pregunta
mún. N o obstante, es relativamente fácil encontrar en la por la objetividad. Pues los animales, humanos o no,
literatura escrita por etólogos, multitud de ejemplos, in- pueden depararnos aún muchas sorpresas.
terpretaciones, conceptos, etc., que de primera intención
serían calificados como muestras inequívocas de antropo- Indudablemente en Heinroth están delineados algu-
morfismo. Y no es que Lorenz, al convertirse en uno de nos de los componentes esenciales del entramado teórico
los indiscutibles padres de la Etología, haya abierto un que llegará a construir su discípulo. Pero lo que aquí nos
camino de descripciones antroporriórficas del comporta- interesa es descubrir, insinuada ya en el maestro, esa
miento animal. Estas son, por supuesto, anteriores a él, extraña mezcla de objetividad y familiaridad en el «tra-
en el seno de una literatura precientífica de observación to» con los animales que será el sello característico de la
realizada en muchos casos por aficionados a temas bioló- Etología de inspiración lorenziana, cuyo exponente más
gicos. Oskar Heinroth, en el prólogo a la primera edi- perfecto es, sin duda, «El anillo del rey Salomón» del
ción de «El estudio de las aves» (19^s«"ed. castell., propio Lorenz (1962 tr.). Esta obra, cuyo título original
1959), se lamenta del estado actual de los conocimientos en la edición alemana, «Er rédete, mit dem Vieh, den
sobre dicho tema, donde «abundan los prejuicios dema- Voegeln und den Fischen» 1949 («Hablaba con las bes-

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tias, los pájaros, los peces») ha sido respetado en la últi- zación del laboratorio en vez del ambiente natural. Con-
ma edición castellana (1975) de la traducción dé R. Mar- siderarían, pues, inadecuado pararse demasiado en este
galef, sigue siendo mundialménte más conocida, sin em- momento inicial para tratar de apresar en él rasgos esen-
bargo, por el título anterior, coincidente con el de la edi- ciales y de algún modo permanentes de esta disciplina. A
ción inglesa (King Solomon's Ring, 1952). Resulta inte- nuestro entender no hay contradicción entre reconocer
resante no olvidar el título original. grandes y profundos avances en la Etología y seguir argu-
mentando, como lo haremos en adelante, en favor de la
Se trata, en principio, de un libro de divulgación y existencia de tales rasgos esenciales visibles ya en sus
se estaría tentado de no darle, por ello, demasiada im- inicios.
portancia. En él se repiten hasta la saciedad escenas de
odios, amores, celos, temores, galanteos... en un mundo Pues bien, un aspecto esencial en el «Anillo del rey
cuajado de personajes demasiado «humanos» entre los Salomón» es que sabe mostrar el entramado de la esce-
que destaca el propio autor. Lorenz comparte, de alguna na, una trastienda donde el animal sobrepasa, con mu-
manera, con otros animales, toda una serie de pautas de cho, lo que la literatura científica será capaz, después, de
conducta de acuerdo con la especie de que se trate. Esta decir sobre él. Ello no constituye un defecto, sino un
relación o participación es la que nos interesa recalcar acercamiento más completo a las bases mismas sobre las
aquí, pues señala, a nuestro entender, un momento privi- que se construye la explicación científica. En sus páginas
legiado en el acercamiento rigiuroso a la comprensión del la relación del hombre con las grajillas, los gansos, los
comportamiento animal. Pues, sin duda, lo que el libro perros ó las cacatúas adquiere un nivel crítico que permi-
quiere y sabe mostrar es que se posee una clave que per- tirá acceder, entre otras cosas, a la forma de explicación
mite entrar en dicha conducta e instaurar desde este científica y sistemática de la Etología pero sin que esta
punto de apoyo una nueva forma de relación entre el últitáa pueda en ningún caso agotar su fuente. Se dirá (o
hombre y otras especies animales. Una forma de relación al menos debería decirse) que tampoco las demás cien-
que Loren2 expresa diciendo que puede hablar con los cias —sean físicas o no— agotan la relación humana con
animales, y que se institucionalizó con el nombre de los materiales que aparecen en su campo. Y así es sin
ciencia Etológica. duda. Pero lo peculiar de este caso es que se trata de
una relación de «comunicación» o de «entendimiento»,
(Los patos) «no podían imaginarse una madre por llamarlo de alguna manera. Expresado de otro modo,
que fuera tan alta. D e forma que si quería que me si- lo que quiere decirse es que el «Anillo del rey Salo-
guieran, tenía que andar agachado. N o resultaba muy món», como la obra de Malinowski en Etnología, ha
cómodo, y menos aún lo era el que una pata de verdad, mostrado lo que es un trabajo de campo etológico, seña-
en sus funciones de madre, grazne de manera continua- lando sobre el terreno los medios para conseguir que las
da. Si interrumpía mi melodioso «cuaegueguegueg», comunidades que se estudian puedan decirnos algo esen-
aunque fuese sólo durante medio minuto, los patitos es- cial. Ningún informe o trabajo etnológico puede tampo-
tiraban el cuello, lo cual equivale a «poner cara larga» en co agotar, no ya la vida de las comunidades estudiadas,
términos humanos, y si no graznaba en seguida, estalla- sino la propia relación del antropólogo con ellas. El que,
ban en lloros. Por lo visto, tan pronto como callaba, como Lorenz, ha hecho pareja con una grajilla compar-
creían que me había muerto o que ya no los quería, mo- tiendo sus amores, no ha desvelado con ello su mundo,
tivos suficientes para llorar (...). Aquello me fatigaba mu- sino que ha aprendido el modo de hablar con propiedad
cho. Imagínese lo que representa dos horas de paseo con sobre él. «Nada de particular tiene entender el «vocabu-
semejante prole, siempre agachado y graznando sin lario» de algunas especies animales. También podemos
cesar...» (p. 231). hablar a los animales en la medida que permitan nuestras
formas de expresión física y hasta el punto en que los
¿Antropomorfiza Lorenz a los animales que estudia animales estén dispuestos a establecer contacto con no-
o se animaliza él en la relación?. Indudablemente los sotros» (p. 117). Las suspicacias que pudiera surgir res-
animales actúan tal como ellos son (y esta es la finalidad pecto a la igualación (por lo menos a ün cierto nivel) en-
de la Etología), pero al hacerlo así el etólogo descubre y tre los dos campos aludidos, deberían tener en cuenta
participa de sus pasiones, sus odios, sus amores, sus con- que la nivelación se establece, no directamente entre
flictos y hasta de sus pensamientos. «En lo más profundo comunidades animales-comunidades humanas salvajes
de mi ser me sorprende de que sea posible entrar en una sino a través o por intermedio de la igualación con el
relación de tanta confianza y con un ave que vive en li- civilizado etólogo, con lo que, para bien o para mal, que-
bertad» (op. cit., p. 28). Lorenz se refiere aquí a Martín, damos todos metidos en el mismo saco.
un ganso a quien ve pasar volando por encima de su ca-
beza, confundido —pero sólo para el ajeno— en el inte-
rior de una bandada de congéneres. Entró en relación Realmente hay que reconocer que la historia poste-
con él al «prometerse» con Martina, la famosa oca que rior de la Etología apenas ha producido libros similares a
ocupa un puesto dé excepción en la Historia de la Etolo- éste, y algunos de ellos pertenecen al propio Lorenz. El
gía por haberse convertido —a través de la experiencia etólogo ha pasado, casi siempre, en la literatura sobre
conducta animal, á un segundo plano, y aquellas relacio-
del «imprinting»— en hija adoptiva del propio Lorenz.
nes con las más diversas especies, que hemos calificado
de fundamentales en el desarrollo de esta ciencia, pare-
Muchos etólogos, e incluso muchos de entre los afi- cen sustituidas en la mayoría de los casos por otras me-
cionados a sus temas, opinarán que han pasado bastantes nos «comunicativas» y más estandardizadas. Por debajo
años desde estas experiencias y que la Etología ha cam- de esta apariencia creemos que hay una continuidad
biado profundamente por su rigor, su progresiva mate- esencial: si Lorenz en su libro demuestra poseer una
matización y sobre todo por su profusa y creciente utili- clave con la que abrir la puerta a las comunidades ani-

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males, a partir de él esa forma de relación ya no aparece puntos de vista muy diferentes (Etología europea frente
personalizada porque se ha institucionalizado. En todo a Etología americana) reconocen la importancia decisiva
caso, basta recorrer la bibliografía actual sobre primates de Lorenz al respecto.
antropoides para descubrir un tipo de observación que
es, si cabe, más cercana aún al trabajo de campo etnoló-
gico que la que hemos descrito aquí. Buen exponente de El «Anillo del rey Salomón» posee, pues, a nuestro
ello son los trabajos de Lavich-Goodall con chimpancés, entender, la importancia de mostrar la verdadera génesis
los de G. Schaller con gorilas, de Washburn, De Vore y o el verdadero terreno de donde surgió esta nueva forma
otros con babuinos, o los trabajos de observación que de entendimiento de ías especies animales. Pero no está
ininterrumpidamente desde 1948 se vienen realizando de más recordar que, aparte de este valor intrínseco,
en el Japan Monkey Center con diversas tribus de maca- posee la importancia histórica de haber sido, durante
cos (Imanhisi, Itani, Kawamura, Kawai...), sobre los que muchos años —demasiados, quizá— la única obra de
volveremos más adelante. Si bien la relación no puede Lorenz ampliamente conocida en extensos círculos psico-
alcanzar tampoco en estos casos la «intimidad» de las lógicos de países como los EE.UU. Recordemos que li-
descripciones del «Anillo del rey Salomón», nos encon- bros tan influyentes como «Theoríes of Learning» de
tramos, no obstante, frente a verdaderas encuestas etno- Hilgard y Bower, en su edición puesta al día de 1966, o
lógicas que requieren una observación ininterrumpida «A Textbook of Psychology» de Hebb, también de
con el fin de capmrar hasta el fondo las costumbres del 1966, citan exclusivamente esta obra de Lorenz. Los
grupo, el cual tiene que habituarse a la presencia conti- ejemplos podrían multiplicarse. La obra contribuyó deci-
nua del observador. sivamente, sin duda, al nacimiento de la Etología ameri-
cana, que surgió hacia los años 50 como «un nuevo
enfoque que sintetizaba estas nociones con las de la Psi-
Pero lo más importante que nos interesa recalcar cología comparativa y la Neurofisiología americanas»
aquí es que Lorenz, desde su peculiar acercamiento, pro- (Klopfer, 1974, p. 34). El autor hace aquí referencia,
porcionó los criterios para que dicha observación escapa- también, al libro que compartió con el de Lorenz el
se al antropomorfismo. Su clave fué definir el nivel en el papel de avanzadilla de la Etología europea en América,
que las conductas se revelan como propias de cada espe- «The Study of Instinct», Tinbergen, 1951).
cie determinada, de tal manera que puedan caracterizarla
con tanta o más seguridad que un rasgo morfológico. «Si Retomemos ahora la cuestión de la objetividad fren-.
hay un conflicto entre la evidencia proporcionada por te a ese posible antropomorfismo del que hablábamos.
carecieres morfológicos y los de la conducta, al taxóno-
mo está cada vez más inclinado a conceder mayor peso a Al adquirir sentido específico y encuadrados así fen
la evidencia etológica» (E. Mayr, 1958, p. 345). No entra- el conjunto de los mecanismos evolutivos, aquellos con-
remos ahora en los avatares de la polémica por la que ha ceptos cuyo origen está sin duda en las denominaciones
pasado el moderno concepto de «instinto» —de «acción sociales de las propias pautas humanas, pasaron a contex-
instintiva», según la denominación de Lorenz. Baste tualizarse en un marco distinto, en el cual la propia
recordar que dicha polémica se ha centrado en el innatis- acción humana correspondiente (galanteo, rivalidad, con-
mo de tales conductas. Ahora bien: todas las críticas a la ducta maternal, cooperación, etc.) pasaba de derecho a
posición más o menos innatista de la primera Etología convertirse en un caso más de los que se ofrecen al estu-
han conducido a la definición cada vez más rigurosa de dioso de las conductas animales. Este mecanismo es, por
una «conducta específica de especie» (ver Hinde, Tin- otra parte, general: conceptos físicos como «fuerza» o
bergen, 1958, p. 251) que exige, en todo caso la refe- «masa» poseen, de origen, un básico carácter antropo-
rencia a una programación hereditaria y con ello la obje- mórfico, pero la constitución de un cuerpo científico de
tivación, en el marco de las explicaciones biológicas, de explicaciones contexmaliza tales conceptos en un marco
conductas respecto a las cuales antes de la aparición de la propio, de tal manera que la «fuerza» o la «masa» huma-
Etología era poco menos que imposible evitar la explica- nas se convierten en un caso particular y pueden ser
ción antropomórfica. La importancia de Lorenz en este comprendidos en el marco de la ciencia Física. En suma,
sentido ha sido ampliamente reconocida. Tinbergen el origen humano de los conceptos etológicos no es
(1951) afirma que «los trabajos de Lorenz han facilitado causa suficiente de antropomorfismo en este sentido
en gran medida la selección de elementos de conducta peyorativo que lo opone a objetividad (y cuyo valor crí-
que son útiles para tareas taxonómicas. Aunque With- tico discutiremos más adelante).
man fue el primero en indicar la notable esterotipia de
ciertos movimientos de las aves, fue Lorenz quien por
vez primera caracterizó este tipo de movimientos (las Pero con ello hemos llegado a un punto en el que
«pautas fijas») tanto etológica como fisiológicamente, y parece exigirse la reducción de toda pauta humana a una
quien demostró que, del mismo modo que los elementos correspondiente explicación biológica, con lo que, a
morfológicos, son homólogos en especies emparentadas» juicio de muchos, la propia Cultura acabaría así reinte-
(p. 20). Para tomar otras referencias ínás actuales, es grándose a la Namraleza después de desvelarse su carác-
interesante el prólogo de Pribram (1969): «Lorenz es el ter de mera apariencia. Nada hay, sin embargo, más lejos
responsable de la introducción y aplicación amplia de las de nuestra intención. Todos los indicios que nos ha pro-
técnicas de la conducta a la investigación zoológica. Este porcionado el nacimiento de la moderna Etología tien-
tipo de interés llegó a estar tan extendido que su prácti- den, por el contrario, a hacernos pensar que lo difícil-
ca se desarrolló como una ciencia independiente, la mente sostenible es la creencia en el privilegio humano
Etología» (p. 2). Véase también, por ejemplo, Thorpe de la Cultura. La actitud de Lorenz, presentada aquí
(1974, p. 147) o Kloper (1974, p. 34), quienes desde como paradigmática, apunta hacia el reconocimiento de
lo familiar frente a cualquier barrera tajante. La Cultura,

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cuya exigencia es difícil de escamotear, se manifiesta, ría etológica consistente, Lorenz ha podido convertirse
para la especie humana, como una herencia antigua que en el padre tanto de sus seguidores como, indirectamen-
puede y debe perseguirse más allá del pretendido abismo te, de sus muchos detractores. Y el tema de las «Cultu-
que nos separa de otras especies animales. La distinción ras Animales» proporciona un ejemplo privilegiado de
Naturaleza-Cultura puede en principio seguir en pie: tan cómo su papel de pionero ha conducido a terrenos muy
sólo es necesario retocar su forma de distribución. alejados de su intención original.

Los elementos que hasta aquí se han tomado de Lo-


renz están intencionadamente compuestos de tal manera
que constituyan la contrafígura de «otro Lorenz», tam- 2. APRENDIZAJE,
bién real, que a decir de muchos ha resucitado las anti-
guas y desprestigiadas concepciones sobre el instinto. TRADICIÓN Y CULTURA
Este último aparecerá con más frecuencia en diversos
momentos de nuestro trabajo para representar, como es
lógico, un papel bien diferente. La imagen popular de
Lorenz —y el sentido de muchas de sus divulgaciones— Si, evidentemente, es posible entender al hombre
presenta a este personaje como el naturalista un tanto en términos de Naturaleza, también resulta ya posible
excéntrico que, de espaldas a todo academicismo, se entender a otras especies en términos de Cultura, aun-
arroja a una comunicación empática y vital con la Natu- que en ninguno de los dos casos quede con ello excluido
raleza, desde la añoranza de una vida animal con la que el punto de vista contrario. La distinción Naturaleza-Cul-
establece un lazo de identificación. N o parece este el tura no tiene por qué localizar un punto que divida en
Lorenz que al estudiar las «pautas fijas» de conducta dos la escala animal. Por el contrario, y si tomamos en
descubre en ellas una determinación específica, genética consideración los resultados de las ciencias del compor-
y rígida que les convierte en caracteres tan fiables o más tamiento, la dicotomía alude a la posibilidad real de con-
que los anatómicos para la taxonomía. siderar desde dos caras distintas muchas de las conductas
animales. Con ello parecería no haberse hecho otra cosa
Este monstruo de dos cabezas tiene quizá su asiento que desplazar el problema desde el tradicional punto de
lógico en lá propia distinción entre «conductas apetiti- inflexión del hombre hasta otra zona o momento inferior
vas» y «actos consumátorios», «alternancia» que introdu- de la escala filogenética, pues es difícil defender la pre-
ce en el corazón mismo de los comportamientos anima- sencia de fenómenos culturales en toda la extensión de
les una puerta abierta a componentes diversos que sin los seres vivientes.
duda no se conforman a la rigidez del instinto (el cual se
reduciría á esas «acciones consumatorias»). Toda la polé- Ahora bien, creemos que ese «desplazamiento» tie-
mica al respecto y los ataques múltiples que Lorenz ha ne consecuencias fiíndamentales y no deja, en absoluto,
recibido inciden en la puesta en cuestión de este último intocados los términos del problema: pues la búsqueda
componente, casi como si el otro no existiera. ¿Por qué? de un comienzo de la cultura no tendrá ya las mismas
características «interesadas» que han predominado hasta
Sin duda la «alternancia» propuesta por Lorenz está ahora. N o se trataría ya de buscar aquello que es carac-
ideada para dejar uno de los dos elementos, al menos terístico del hombre para erigirlo en criterio de cultura,
rígido, en la sombra, considerando que esas variables sino de dar paso a la posibilidad de ir definiendo progre-
«conductas apetitivas» carecen de sentido y sólo pueden siva y objetivamente las características de los procesos
ser explicadas desde su complementario instintivo en asimilados bajo dicho concepto y desvelando así unos
tanto este constituye su finalidad. Una exposición com- orígenes que no tienen porqué presentar el aspecto de
pleta de estos puntos de vista aparece desde trabajos generación espontánea que frecuentemente poseen. Pues
muy tempranos de este autor en los años 30. (Ver, por tampoco hay que llegar necesariamente a un punto don-
ejemplo, Lorenz, 1970, tr., p. 193, y ss). Así pues las de la Cultura aparezca, por fin, y gracias a este desplaza-
críticas que se basan en una caracterización general de su miento, disuelta en la Naturaleza: el esquema de cone-
obra en términos de una opción instintivista rígida, no xión entre dos conceptos conjugados no tiene por qué
carecen de sentido, por cuanto él expresamente ha su- ser necesariamente el de reducción de un concepto a
brayado sin cesar que sólo bajo tal punto de vista puede otro. (Ver Palop, 1976, p. 111).
el comportamiento ajustarse a los marcos de explicación
biológico-evolucionistas. Instinto («acción instintiva») y En una interesante obra de conjunto sobre la con-
especie remiten a determinaciones genéticas capaces de ducta de los primates, JoUy (1972, p. 350) afirma: «Gran
asegurar dicho tratamiento biológico. Y toda otra mani- parte de la conducta de los primates puede ser llamada
festación de la conducta, aún cuando pueda ocupar cultural, en el sentido de que es transmitida por apren-
mayor espacio en las secuencias complejas, solamente dizaje de generación en generación. Esto es verdad no
encuentra su sentido por la mediación de los «actos con- solamente respecto a la conducta social sino a la conduc-
sumátorios» instintivos. ta hacia el entorno, desde algo tan simple como el tradi-
cional emplazamiento habitual («home range») de una
Diríamos entonces que a la hora de situar en nues- manada».
tra discusión la obra de Lorenz, la balanza habría de in-
clinarse por el lado reduccionista, aún cuando no pueda El criterio que aparece aquí de aprendizaje y trans-
por menos de reconocerse que muchos de sus compo- misión generacional es, sin duda, uno de los más consis-
nentes centrales han abierto caminos de significación dia- tentes a la hora de considerar como cultural una pauta
metralmente opuesta. En suma, al ofrecer la primera teo- de conducta. Se trata de utia medida de plasticidad de la

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existencia de verdadera tradición en especies animales.


Cuando, en 1927, traté de establecer una colonia de gra-
jillas, criadas artificialmente, carecían en absoluto de
miedo a gatos, perros y otros predadores y consecuente-
mente mis pájaros morían en cantidades» (p. 61). Por
supuesto que esta «ignorancia» —que podría parecer una
desventaja—, en las condiciones normales de la grajilla,
con su desarrollada vida social, contribuye a esa capaci-
dad de adaptación frente a situaciones diversas que ca-
racteriza, en mayor o menor medida, a todos los córvi-
dos.

En un reciente trabajo sobre el problema de la


transmisión social de la conducta adquirida, Galef, Jr.
'(1976) ha recogido y revisado múltiples ejemplos de
tales procesos, afirmando que «la interacción intraespecí-
fica que resulta de la transmisión de pautas adquiridas de
conducta de un individuo a otro dentro de una pobla-
ción, es un modo relativamente común e importante de
adaptación en organismos vertebrados, tanto primates
como no primates» (p. 78). Quedan, por supuesto, elimí- .
conducta que está lejos de las connotaciones de rigidez nadas aquellas pautas/éde conducta para cuya ontogenia ;és:-
que envuelven al concepto de Naturaleza. Aprendizaje y condición necesaria la interacción social pero que sin:
transmisión generacional forman parte del núcleo del embargo forman parte de la «conducta específica de.esí:
concepto de «tradición» y serían, pues, notas por s/ solas pecie»: en ellas no hay relación de aprendizaje pu'éstQ
suficientes para hablar de Cultura. Indudablemente la que el congénere no es otra cosa que la condición ,de
tradición no ha sido el único criterio utilizado, sino que aparición, el estímulo desencadenador de la pauta en ún
se ha ensayado muchos, quizá en función como decíamos momento que suele ser crítico para su aparición. (És^jes
antes, de lo que en cada momento parecer ser la diferen- el caso de todas las pautas básicas de la conducta de las
cia «insalvable» entre el hombre y otros animales. Con crías en su relación con la madre o la aparición, en cierto
esto no queremos decir otra cosa sino que el valor de la momento, de las pautas sexuales propias de la especie de
distinción Naturaleza-Cultura está «trucada» a priori, por que se trate. Se excluye también así lo que McDoúgall
el interés ideológico de mantener al hombre en el mun- llamó «inducción simpática», que nada tiene que ver con
do inalcanzable del espíritu. la imitación. Tinbergen (1964 tr.) lo define diciendo que
son reacciones de hacer los mismos movimientos que el
congénere, pero «compelidos a hacerlos movidos por
Pero probablemente en el núcleo de todos los crite- una reacción puramente interna» (p. 23). Es el caso de
rios posibles de distinción deba estar, precisamente, la muchas reacciones de huida, por ejemplo.
oposición entre la rigidez —la «necesidad»— que caracte-
riza a la idea de «instinto» y la plasticidad o indetermi-
nación - l a «libertad»- de lo aprendido. En todo caso, Indudablemente este criterio puede resultar en la
considerar el aprendizaje como nuclear no parece justifi- práctica un tanto ambiguo, fundamentalmente porque la
car su empleo independiente como criterio: tendríamos apariencia de «conducta específica de especie» puede
que reconocer en la planaria, que «aprende» a reaccionar ocultar una pauta transmitida a partir de un aprendizaje
ante una luz —previamente asociada a una descarga eléc- cuyo origen se desconoce. Pero la eliminación virtual de
trica— una de las primeras formas de cultura. El apren- casos interesantes de verdadera transmisión social se
dizaje parece constituir, en todo caso, uno de los facto- compensa con la seguridad de que los casos que entran
res básicos o, mejor aún, el factor básico necesario, aun- en consideración están fundamentadamente elegidos. Ga-
que no suficiente, para la aparición de conductas que lef Jr. pone aún otras dos cortapisas antes de aceptar que
puedan ser calificadas de culturales. Para ello parece existe una verdadera transmisión de pautas adquiridas:
requerirse que tales aprendizajes se integren en el con- que la conducta analizada propicie la homogeneidad y no
texto de interacciones sociales de un cierto nivel de la heterogeneidad del grupo donde se dé, y que se ex-
complejidad y que adquieran, a este nivel,una estabilidad tienda temporalmente «más allá del período de interac-
que los transforme en verdaderos «aprendizajes sociales» ción entre recipiente y transmisor» (1976 p. 80).
(el criterio de la «estabilidad» para que pueda hablarse
de aprendizaje es generalmente utilizado. Como ejem- Con todas estas precauciones, la relación de casos
plo, Hilgard y Bower, 1966). sigue siendo muy amplia. Recogeremos tan sólo algunos
ejemplos significativos: Galef Jr. recuerda, citando fun-
La literatura sobre aprendizajes transmitidos de damentalmente los trabajos de Klopfer al respecto, que
generación en generación es ya imposible de resumir, las preferencias de habitat de muchos vertebrados son
por su amplitud, en el espacio de un artículo y no se modifícables por la experiencia y se mantienen en unos
limita, por supuesto, a sociedades de primates. Tratare- límites bastante o muy estables, por «tradición». El fa-
mos, por lo tanto, de seleccionar lo más significativo. moso trabajo de Wynne-Edwards (1962), (sobre el que
volveremos más adelante) iniciador en gran medida de lo
Nada mejor que comenzar por Lorenz (1969) de que podría llamarse «Etoecología», ha proporcionado
nuevo: «Que yo sepa fui el primero en demostrar la ejemplos de la tendencia que tienen muchas especies de'

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murciélagos y ranas a volver, en la época de reproduc- les de toda tradición, que no es sino un sistema resistente
ción, a su lugar de nacimiento, dando así continuidad a de transmisión de pautas adquiridas.
largas tradiciones. Esto es, sin duda,, un mecanismo pare-
jo a las costumbres migratorias de muchas aves, que Podría ocurrir también que los ejemplos presenta-
plantea problemas en lo referente a su adquisición, por dos, aun siendo numerosos, fueran interpretados como
tratarse, sin duda, de un aprendizaje especial (una espe- rarezas del mundo animal, recogidas en la criba de enor-
cie de «imprinting de habitat» como lo ha denominado mes \ cantidades de comportamientos y más o menos
Thorpe. Para una discusión de este problema ver Thorpe manipulados con el exclusivo fin de servir de contra-
(1963, p. 366 y ss.) y Hinde (1970, p. 185 y ss.). En pruebas frente a los argumentos favorables a la exclusi-
todo caso, como.Hinde reconoce, no han sido aún locali- vidad humana en lo referente a la Cultura. La identifica-
zados los estímulos de orientación en los vuelos migrato- ción de la Cultura con el hombre posee, en función de
rios, aunque se han propuesto multitud de modelos con muchos legados históricos, una evidencia o seguridad de
mayor o menor éxito, lo cual hace aún más difícil decidir sentido común, de lá>que participan todas las teorías que
sobre el problema de la adquisición. ;^ defienden tal postura por muy sofisticadas, científicas o
-académicas que sean. Correlativamente, toda postura
Pero hay ejemplos mucho más claros de aprendiza- contraria tiende inmediatamente a ser vista como artifi-
jes transmitidos generacionalmente, como el caso de las ciosía o rebuscada, por muy de «sentido común» que
crías de mangosta sudafricana, que no reconocen como sean sus argumentos.
comestible una banana si no se la ven comer a su madre
(E. Eibesfeldt, 1974, tr. p. 275). El Ostrero (Haematopus Indudablemente hemos tratado de ofrecer contra-
ostralegus) parece claro que transniite a sus hijos la técni- pruebas a la idea de que sólo la especie humana transmi-
ca de abrir las conchas de diversos moluscos. Es muy fa- te de generación en generación aquello que aprende.
mosa la pauta aprendida y transmitida por algunos carbo- Pero no se trata aquí, en absoluto, de rarezas sino de
neros (Paridae) de abrir las botellas de leche, colocada de procedimientos generales y básicos en la adaptación dentro
mañana en las puertas dé las casas, para beber la nata; del grupo de los vertebrados, si bien dentro de estos hay
esta conducta se ha extendido en unos treinta años por que destacar muy especialmente la clase de las Aves y la
zonas amplias de Inglaterra, Escocia, País de Gales e de los Mamíferos. Maynard-Smith (1966) lo afirma así,
Irlanda y ha sido estudiada fundamentalmente por Hinde diciendo que «la capacidad de aprender juega un papel
y Fisher (Galef Jr. 1976 p. 86). Las diferencias entre las importante en el éxito de aves y mamíferos» y recoge las
preferencias de presa por parte de las distintas aves rapa- experiencias de Snow (1956) sobre tordos, donde se
ces parece depender en gran medida de la enseñanza de muestra la importancia que el aprendizaje, la experien-
los adultos a sus crías (op. cit. p. 86; Thorpe, 1963, p. cia, tienen respecto al éxito en la nidificación, éxito pro-
355). Mamíferos predadores como mangostas, tigres, gresivo en los primeros años sin que ello pueda atribuir-
leopardos, nutrias, gatos domésticos, inician a sus hijos a se a factores de maduración, pues el desarrollo es com-
las técnicas de matar y comer la presa. Las crías de gace- pleto cuando abandonan el nido. Algo similar es lo que
la, cebra, gnú, aprenden de sus mayores la distancia de ocurre con muchas grandes aves marinas, que tardan tres
huida respecto a cada tipo de predador, etc. La lista sería o cuatro veranos en criar y cuya demora sólo puede ser
interminable y, evidentemente, estas tradiciones no entendida como período de aprendizaje (Maynard-Smith
humanas sé extienden mucho más allá del orden de los op. cit., p. 25). Mucho más fácil resulta, por supuesto,
buscar ejemplos entre los mamíferos no humanos.
primates. - ,

Antes de entrar en ello convendría, sin embargo,


Para muchos, sin duda, el calificativo de «cultural» aclarar una cuestión dé carácter general.
podrá parecer excesivo al aplicarlo al tipo de transmi-
siones sociales que acabamos de reseñar. Muy a menudo, Hemos señalado más arriba el lazo esencial existente
como hemos visto en lo referente a la fijación a un terri- entre la Etología y esas «acciones instintivas» que, defi-
torio, estos mecanismos conducen a una repetibilidad nidas en principio por K. Lorenz han servido de base
engañosa que puede hacer pensar al observador en tér- pa;ra el concepto más acmal y menos problemático de
minos" de instinto. Pero el mecanismo adecuado para «conducta específica de especie». Y sin embargo defen-
desvelar tal ilusión naturalista es evidente: basta tener en demos ahora como esenciales —en el propio marco de
cuenta la historia y la variedad cultural conjugadas. Por un las expHcaciones etológicas— esas conductas aprendidas
lado, y aunque la cuestión de la acumulación de nuevas que, al sobrepasar el nivel individual y convertirse en
pautas es un problema de ritmo que está en función de aprendizajes sociales, conforman verdaderas tradiciones
la escala temporal que apliquemos, existen numerosos y, lógicamente, permiten hablar con rigor de culturas. En
ejemplos, como el de los carboneros, donde la historia el contexto de las polémicas que han enfrentado «Instin-
de un comportamiento aprendido y transmitido por imi- to» y «Aprendizaje» y que aún hoy —menos agudamen-
tación nos resulta directamente accesible. Pero además, te y bajo otros conceptos— diferencian, en el fondo, una
tanto en este como en el resto de los ejemplos, la pauta Etología europea frente a otra americana, tal actitud po-
se observa en una población, a veces muy localizada, a dría, como ya vimos al comienzo, parecer ambigua si no
veces muy extendida, pero que en todo caso no se iden- contradictoria. Ahora bien, baste recordar que es inexac-
tifica (salvo excepciones) con la especie, por lo que no to entender la Etología de inspiración lorenziana, que ha
cabe pensar en un mecanismo de mera determinación predominado en Europa, como una disciplina centrada
genética. Y, al lado de todo esto, es necesario no olvidar en la mera recopilación o recuento de pautas instintivas
nunca que la repetibilidad de una pauta por generaciones con el olvido de todo otro tipo de procesos. Evidente-
y generaciones constituye uno de los rasgos fundamenta- mente algunos etólogos han orientado así su labor y han

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contribuido de este modo a reforzar dicha impresión, a conocida pero no menos importante, de estudios realiza-
nuestro entender inexacta, aunque no carezcfa de funda- dos en el contexto de la vieja e inacabable lucha desrati-
mento. La tendencia a centrarse en el estudio de las pau- zadora y que suele cifrarse en la selección y utilización
tas innatas es sin duda más característica de la primera de venenos adecuados (1).
época, aunque constituye siempre una forma posible y
legítima de trabajo. Así parecen entenderlo algunos etó- Las dificultades de conjunción de estas tres corrien-
logos actuales como Eibl-Eibesfeldt. Pero no debe olvi- tes son profundas y proporcionarían un lugar privilegia-
darse aquella vieja distinción de Lorenz entre «compor- do donde analizar y ejemplificar muchos de los funda-
tamiento apetitivo» y «acción consumatoria» -distinción mentales problemas planteados a las ciencias de la con-
proveniente de Sherrington y que utilizaron en campos ducta. Constatemos aquí tan sólo la impresión de que ca-
muy diversos Craig (de quien Lorenz la tomó) o Wood- da corriente defiende «su rata». Por ejemplo, una rata
worth (1918). Mediante esta «alternancia» la acción ins- de las utilizadas normalmente en Aprendizaje es el pro-
tintiva, consumatoria, pasaba a ocupar tan sólo el final de ducto de muchos años de selección. Eysenck (1970 tr.)
la cadena conductual. Pues lo que interesaba no era —por citar una referencia— recoge los trabajos de Jones
tanto definir como instintivas la mayor parte de conduc- y Fennell para mostrar cómo el uso de distintas cepas
tas posibles, sino proporcionar una explicación biológica puede sustentar, insconcientemente, la defensa de con-
para toda conducta, fuese o no instintiva. N o vamos a cepciones teóricas diferentes sobre la naturaleza de los
pretender que el esquema de Lorenz, tal y como lo ideó, procesos de aprendizaje (cepa Long-Evans de Tolman
haya conseguido su finalidad omnicomprensiva, pero &stk frente a la cepa Spence). En general cabe decir que toda
en la base de la actual y progresiva unificación de los la ingente literatura sobre aprendizaje realizado en ratas
campos de estudio de la conducta. En todo caso el papel apenas ha producido conocimiento de las pautas de con-
del concepto de «instinto» no era agotar la explicación ducta propias de las distintas especies utilizadas o, en to-
de las conductas, sino encontrar una base segura de defi- do caso, lo ha hecho indirectamente. La cuestión es que
nición fílogenética. N o hay pues contradicción ni ambi- a la Teoría del Aprendizaje, aunque parezca lo contrario,
güedad entre la importancia reconocida aquí a los pro- la familia de las ratas no le interesa especialmente; este
cesos culturales de aprendizaje social y el énfasis puesto roedor no ha hecho más que sustituir al hombre, dema-
en la trascendencia, para el estudio objetivo del compor- siado complejo, subjetivo y hablador para muchas expe-
tamiento, de lo que comenzó denominándose «acción riencias de laboratorio.
instintiva». '
Las otras dos corrientes están más interesadas direc-
tamente por la propia rata, aunque en uno de los casos
3: NO HAY ENEMIGO PEQUEÑO se trate de conseguir su exterminio. De todos modos la
motivación de la enemistad es una de las más producti-
vas.

Volviendo al tema de la importancia que tienen los La línea etológica se interesa por las especies de ra-
aprendizajes sociales en los vertebrados, especialmente tas como por otras especies, por lo que constituiría un ti-
Aves y Mamíferos, analizaremos más detenidamente al- po de posición intermedia entre las otras dos aportacio-
gunos ejemplos de particular interés. Trataremos de evi- nes. Frente a la Teoría del Aprendizaje los etólogos
tar con ello la posible impresión de que los casos recogi- quieren recordar no sólo que cepas diferentes pueden
dos constituyen una recopilación anecdótica de muestras tener coductas básicas diferentes, sino que, en general, la
más o menos aisladas y por tanto poco decisivas en la rata es un animal que suele vivir en laberintos por lo que
compresión del comportamiento animal. tiene ya mucho «aprendido», filogenéticamente, cuando
entra en el laboratorio del psicólogo. Quizá resida en es-
te punto una de las aportaciones básicas de la caja de
Comenzaremos por uno de los mamíferos sin duda Skinner y de la simplificación progresiva de los laberin-
más estudiados por las ciencias del comportamiento, la tos el librarse de la especie.
rata {Rattus). Las causas que han determinado esta aten-
ción son muy variadas y van desde su tamaño «maneja- Pues bien, parece haber ya, hoy día, «una rata» más
ble», especialmente apto para situaciones de laboratorio, o menos neutra, producto de la conjunción progresiva, a
hasta su capacidad de adaptación a dietas de lo más di- pesar de las diferencias, de los tres enfoques. Será cada
verso, pasando naturalmente por su peculiar aptitud para vez más, a nuestro entender, una «rata etológica» aunque
el aprendizaje. Su capacidad, en suma,para ocupar distin- teniendo en cuenta que dicha disciplina está en un pro-
tos nichos le define como uno de los más típicos genera- fundo proceso de transformación motivado, en gran me-
listas —^por oposición a especialistas— de todo el reino dida, por el encuentro irreversible con la Teoría del
animal. Hay pues un conjunto de rasgos biológicos que Aprendizaje. (Un exponente muy notable de ello es
le asemejan al hombre y esta semejanza ha funcionado Hinde y Stevenson-Hinde, 1973).
más o menos intencionada o conscientemente, para que
se convirtiera tanto en objeto de estudio, por parte del Todas juntas podrán dirigir, con mejores resulta-
hombre, como en su enemigo y competidor. dos esa lucha cultural que desde hace milenios hombres
Tres son las líneas o perspectivas en el acercamiento
(1) Es evidente que podría añadirse una J^ga tradición de estudios cuyo contexto inmediato es
a la conducta de estos roedores, y las tres se han mante- ia Psicofísiología, pero que, o bien se mantienen en otro nivel o tienen una dimensión conduc-
nido hasta hace poco relativamente independientes: la tual susceptible de influirse en alguno de los otros enfoques. En todo caso tampoco se trata
aquí de ofrecer una clasificación exhaustiva, aunque indudablemente tendría interés analizar
Teoría del Aprendizaje, la Etología y una tercera, menos con más detalle este problema de competencias y aportaciones.

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y ratas tenemos entablada y llegar, incluso, a una coexis- década de los 60. Rozin apunta como una de las causas
tencia pacífica —^pues es posible que la aniquilación total de tal aislamiento el hecho de que las ratas salvajes fue-
no sea ecológicamente recomendable. ran «organismos "evitados por los psicólogos (el senti-
miento fue probablemente mutuo)» {ibid., p. 35).
En el capítulo que Lorenz__(,1973 tr) dedica a las ra-
tas, éstas aparecen como ejemplo de unión familiar El conflicto entre la tendencia exploratoria y la
que vierte su agresividad hacia el exterior para mantener, tendencia de evitación de lo nuevo (neofobia) —alimen-
correlativamente, un fuerte vínculo de unión interno. tos en este caso— pone en juego un conjunto de meca-
Las ratas poseen unas tajantes divisiones tribales, en el nismos sociales que son los que aquí nos interesan espe-
seno de las cuales funciona un verdadero sistema de trans- cialmente. Es evidente que hay mecanismos de tipo fi-
misión generacional de los conocimientos adquiridos so- siológico que sustentan la capacidad de la rata individual
bre el medio."Por eso es tan difícil la desratización, ya para seleccionar, frente a un veneno, un conjunto de ras-
que la rata, que es uno de los más resistentes antagonis- gos pertinentes o relevantes sobre los que fundamentar
tas biológicos del hombre, emplea en el fondo los mis- la evitación posterior (y destacan al respecto los impor-
mos métodos que éste, de transinisión de las experien- tantes trabajos de J. García en el sentido de determinar
cias por tradición y su propagación en el seno de una so- las particulares conexiones gustatiyo-viscerales que cana-
ciedad muy umdsl'iop. cit., 182). Lo más característico de lizan los aprendizajes véase García y Koelling, 1966;
tales métodos se refiere a la conducta alimenticia, que García, Kovner y Green, 1970). Pero lo importante es
se transmite generacionalmente. Pero el mecanismo de la que la sociedad de las ratas no se ha «conformado» con
transmisión no explica por sí sólo, lógicamente, el éxito la utilización individual de tales nlecanismos, lo cual
de la rata, sino su ¡articulación con dos aprendizajes so- equivaldría a la repetición de la experiencia para todos y
ciales complementarios entre sí: ampliación de la dieta y cada uno de los congéneres, tanto para extender la dieta
evitación o rechazo de alimentos venenosos. cómo para rechazar todos y cada uno de los nuevos ali-
mentos-veneno propuestos (o de los posibles venenos,
Las habilidades de la rata en el terreno de la selec- fuera del contexto de la desratización). Ello multiplicaría
ción de comidas son proverbiales y sobre todo después enormemente el tiempo, los peligros, los eventuales
de las faijiosas experiencias de C.P. Richter, fundamen- fallos... El camino elegido de hecho no puede por menos
talmente en la década de los 40, sobre alimentación au- de resultarnos familiar: ¿cabe imaginar nuestras socieda-
toselectiva en omnívoros. Mediante un régimen que se des si cada experiencia hubiese de ser repetida o rehecha
ha denominado «de cafetería» se sometía a las ratas a un individualmente?. La propuesta es, obviamente, absurda
sistema de autoselección de los elementos necesarios pa- y se trata tan sólo de hacer ver cómo el conocimiento de
ra mantener la homeostasis metabólica. Entre una gran ciertos niveles —^fisiología-^- descubre condiciones nece-
diversidad de productos en estado puro la rata confec- sarias pero que no agotan o eliminan otros niveles de ex-
ciona con notable «tino» una dieta equilibrada. Pero más plicación. Más aún, hay que pensar que la selección bio-
significativa aún :—^y constituye la base de las experien- lógica de los mecanismos de orden «inferior» no podría
cias de Richter sobre hambres especializadas— es la ca- explicarse sin las correspondientes interacciones sociales,
pacidad de compensar adecuadamente la supresión en los que aparecen sin embargo, como una suerte de «super-
experimentos de algún compuesto esencial. Por ejemplo, estructura».
la eliminación de la vitamina B era subsanada rápidamen-
te por la' ingestión de una cantidad adecuada de heces,
que normalmente contienen complejos vitamínicos B.
D e igual manera subsanaban desajustes producidos por
ablaciones (por ejemplo, en ausencia del páncreas las
ratas redujeron considerablemente la ingestión de azúca-
res, etc.). (Véase Richter y Hawkes, 1941; Richter y
Schmidt, 1941; Richter, 1942).

Hay, en suma, una serie de mecanismos que dirigen


la conducta alimenticia de la rata. Visto en términos fi-
siológicos parecería que no hay nada que tomar de aquí
a efectos del tema que nos ocupa. Pero, como afírrna P.
Rozin (1976) —a quien seguimos básicamente en la ex-
posición de este punto— el problema de la sección de
alimentos en el entorno habimal de las ratas se convierte
en un problema de 'conducta que incluye otros niveles:
«necesitamos examinar cómo en estado salvaje las ratas
descubren y prueban nuevos alimentos y cómo rompen
el equilibrio entre exploración y neofobia» (op. cit., p.
28). Pues es evidente que tales «hambres especializadas»
no pueden dar cuenta del éxito social de las ratas para
evitar venenos desconocidos y continuamente renovados.
El descubrimiento de los mecanismosjitilizados ha sido Pues bien, a este nivel «superestructural» es donde
la fundamental aportación de los trabajos de los «envene- se sitúan múltiples mecanismos de selección de alimen-
nadores», que desarrollaron su obra con independencia tos que comienzan, lógicamente, por la enseñanza de
de la Psicología o la Etología hasta aproximadamente la adultos a jóvenes de la dieta normal en un momento da-

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do. Así las ratas aprenden, en principio, a comer lo que Colorado) iniciados en 1935 y que constituyen un hito
come la tribu. Este, por supuesto, no es más que el lado fundamental en la Primatología de campo (ver Carpen-
conservador, inherente siempre a toda cultura o tradi- ter, 1965), la selección de los primatólogos parece orien-
ción y del cuál es exponente inmediato la neofobia. Pero tarse hacia ciertas cualidades de inteligencia de algunos
en las ratas manda también el progreso, la tendencia ex- monos del Viejo Mundo como el macaco rhesus {Macaca
ploratoi^ía, innovadora, que tiene dos caras, pues asienta mulatta) que ha visitado frecuentemente los laboratorios
el éxito sobre el riesgo de envenenamiento; el mecanis- americanos, en particular el «Wisconsin Regional Primate
mo consiste, aquí, en que las ratas tienen una fuerte ten- Research Centre» fundado por H.F. Harlow. El macaco
dencia a probar alimentos nuevos, pero suelen hacerlo japonés {Macaca fuscatta) ha' recibido gran atención, in-
tomando en principio dosis tan pequeñas que en caso de cluso en el laboratorio, después del importante camino
tratarse de un veneno este no sería letal, pero enseñaría abierto por el «Japan Monkey Centre». En la línea de
a no repetir. Lo interesante es que el descubrimiento de los trabajos de campo destacan los realizados sobre ba-
un veneno por una rata puede ser aprovechado por el buinos (Papío) por obra, fundamentalmente, de Wash-
resto, pues la que realiza la experiencia «marca» con burn. De Vore, Hall; siguiendo la inspiración de
excrementos el veneno para que las demás aprendan. Zuckerman parece que se ha buscado, en este caso, cier-
Ahora bien, es suficiente que los congéneres estén pre- tas condiciones de sociabilidad en los habitantes de la
sentes cuando una rata recha2a un alimento para que to- sabana, que son, en muchos aspectos, similares a las
das lo eviten en adelante y transmitan su pauta. Así, los presumibles condiciones y características de los homíni-
más sutiles trucos de los desratizadores suelen tener un dos antepasados del hombre actual.
alcance limitado pues pronto son descubiertos y transmi-
tidos.

Estos mecanismos, en fin, unidos a aquella facilidad


para suplir carencias alimenticias buscando nuevos pro-
ductos explican por sí solos las dificultades de la tarea
desratizadora. Rozín afirma que «la erradicación de las po-
blaciones de ratas está aún fuera de la capacidad huma-
na» (op. cit., p. 35). Quizá sea una apreciación excesiva:
muchos pensarán que si el hombre se emplease «a fon-
do», en un breve espacio de tiempo no quedaría una rata
viva. Pensando en la cantidad de medios que el hombre
puede utilizar hoy día con fines destructivos, es posible
que este orgullo humano tenga fundamento. Pero, ¿qué
precio habría que pagar.''. ¿No sería quizá tan alto como
para producir demasiados cambios en nuestra propia so-
ciedad y forma de vida.'.

4: MONOS Y SIMIOS (1)

Entre los Grandes Simios ninguno ha recibido tanta


La cultura de las ratas posee en alto grado esa capa- atención como nuestro vecino chimpancé. Es imprescin-
cidad de variación y acumulación rápidas que le asemeja, dible recordar aquí la aportación de dos pioneros, uno
y, al mismo tiempo, enfrenta con el hombre. Pero hay, de los cuales, W. Kóhler tiene el significado especial
naturalmente, numerosos ejemplos intermedios entre la —en este contexto— de haber contribuido decisivamen-
rata y el hombre en lo referente al desarrollo de meca- te a acuñar un concepto más riguroso de inteligencia,
nismos culturales. N o es frecuente, sin embargo, como pero situándose de entrada más allá de la tradicional ba-
ocurre con las diversas especies de ratas, poseer un rrera de separación entre hombres y animales. Como es
conjunto tan amplio y documentado de estudios de ca- sabido realizó sus trabajos con chimpancés entre 1913 y
rácter intensivo si exceptuamos los primates y fundamen- 1917 en la Estación de Antropoides que existió en Tene-
talmente los antropoides —monos y simios—, aunque si rife desde 1912 a 1920 bajo los auspicios de la Acade-
se siguen- los pasos históricos fundamentales de la Prima- mia .Prusiana de Ciencias. (Véase Kóhler, 1927). La otra
tología (tal como hace, por ejemplo, Jolly, 1972, p. 5 y referencia inexcusable es Yerkes, considerado con fre-
ss.) son los monos del Viejo Mundo y los Grandes Si- cuencia —y no sin razón— como el verdadero padre de
mios los que han recibido, con mucho, atención prefe- la Primatología. En 1930 comenzó a funcionar el Labora-
rente. Exceptuando, por supuesto, los trabajos de C.R. orio de Primates del «Yale Institute of Psychology»,
Carpenter sobre los monos aulladores en Panamá (Barro (.¡•eado por él, Y según sus propias palabras, eligió el
chimpancé para formar una colonia por su «habilidad pa-
ra comprender aquello que le solicite el cuidador o ex-
perimentador y para aprender a cooperar voluntaria, inte-
(1) Seguimos aquí Ja sugerencia de Sánchez de Zavala (1976, p. 33) de utilizar el término
ligente y efectivamente con él. En un animal experimen-
«simio» para referirnos al correspondiente inglés «ape». Cubre este término las especies actua- tal es muy importante esta capacidad, pues indica un
les de Póngidos (Grandes Simios: chimpancés, gorilas, orangutanes; Hüobátidos: Gibones,
siamang), que son a menudo denominados en la literatura castellana «monos antropomorfos». orden del desarrollo psicóbiológico cercano al hombre.

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lo cual en la práctica facilita enonnemente la observa- selva, donde cada joven aprende gradual y tranquila-
ción» (Yerkes, 1943, p. 4. Subrayado nuestro). «Coope- mente las cosas que lo ayudan a adaptarse a su grupo y
rar^ es aquí el término idóneo para expresar la elimina- su medio. El conocimiento de las plantas comestibles, de
ción de muchas barreras, aún cuando el chimpancé, las rutas de viaje, de la manera adecuada de responder a
como la rata, —^y en consonancia con ello—, haya sido vocalizaciones y gestos —estos y otros muchos aspectos
elegido «como el primate más adecuado para la explota- son parte, indudablemente, de la tradición del gorila,
ción experimental en sustitución del hombre» (ibid. p. transmitidos como resultado de la experiencia individual
295). de generación en generación y que constituyen una for-
ma rudimentaria de cultura» (p.289). Las observaciones
Ambos pioneros, Yerkes y Kohler, ejemplificarían de Schaller con gorilas incluyen, naturalmente, todo el
sin duda esa extensión de rasgos exclusivamente atribuí- conjunto de aspectos de organización social, rasgos
dos al hombre en su origen, sobre todo por referencia a psicológicos, costumbres, etc., que formarían parte, co-
las conductas inteligentes. N o aparece en ellos el tema mo decíamos, de cualquier encuesta etnológica. Su apor-
de la Cultura, pero de uno u otro modo han contribuido tación solamente es comparable a los trabajos de Lawick-
a formar una imagen bien distinta de la relación entre fe- Goodall con chimpancés, realizados en el «Gombe
nómenos animales y humanos. Es claro, por lo demás, Stream Research Centre» en Kigoma (Tanzania). (Ver
que los conceptos de «Inteligencia» y «Cultura» no son 19,68 y 1973 tr.). Los chimpancés poseen unas caracterís-
en absoluto independientes; aún cuando se sitúen en pla- ticas tales que permitieron a esta primatóloga un acerca-
nos distintos resulta inexcusable, postular su relación miento aún mayor que en el caso de Schaller. Una
cuando menos genética (problema que no abordaremos mayor curiosidad y vivacidad diferencian a estos simios
aquí). de ios gorilas, lo que posibilitó a Lawick-Goodall un
conocimiento muy preciso y detallado de las estructuras
familiares y sociales de las bandas que estudió. Entresa-
car de sus amplios reportajes todos aquellos rasgos que
Como cabría esperar es en el nivel de los Grandes pudieran ser indicio de transmisiones culturales supon-
Simios donde tienden a desarrollarse aquellos trabajos de dría poco menos que reescribirlos, pues parece evidente
campo que más arriba comparábamos con las encuestas que muy pocos comportamientos están libres de este
etnológicas. Las memorias de un cazador que vivió 35 tipo de aprendizajes sociales. Quizá sea necesario desta-
años en el Camerún francés, Merfield, contituyen uno de car las descripciones minuciosas sobre el uso de instru-
los primeros intentos de despejar la oscura leyenda so- mentos y su fabricación: en este caso un tipo determina-
bre los gorilas, (ver Merfield y Miller, 1956) y acercarse do de cañas adecuadas para sacar y comer termitas de sus
(sobre todo con menos miedo) a"sus verdaderas costum- hormigueros. El aprendizaje de estas técnicas instrumen-
bres. Quizá la profesión no fuera la más adecuada para tales, es, por supuesto, objeto de transmisión de madres
establecer un contacto —aunque no deben olvidarse las a hijos y no forma, en absoluto, parte de una pauta espe-
consecuencias teóricas de la desratización. En todo caso cífica sino local. (1973 tr., p.42 y ss.).
no es la primera vez que un encuentro cultural se esta-
blece a partir de la agresión. Schaller ejemplificaría, sin
fisuras, el nuevo estadio de relación cultural: «Me negué Recogemos de pasada este tema de la utilización de ins-
a llevar fusil ni revólver, considerando que las armas dé trumentos, por haber sido utilizado frecuentemente
fuego no tenían nada que ver con mis estudios» (1967 como criterio de Cultura. Una recopilación bastante am-
tr., p.21). Schaller (ver además 1963) ha desarrollado plia de los datos que se poseen sobre este aspecto en es-
una larga tarea de observación en contacto directo con pecies no humanas puede encontrarse también en Lawick
grupos de gorilas de Kabara, situado en el actual Zaire, Goodall (1970). Incluye este trabajo conductas instru-
a unos 200 km; al norte del lago Tanganica. Estas obser- mentales de águilas, buitres, pinzones, nutrias, mangos-
vaciones proporcionan un importante testimonio de tas, caballos, etc., además de primates. Parece claro a
mecanisínos culturales prehumanos. Entresacamos algu- nuestro entender, que el criterio de este tipo de con-
nos ejemplos: los hijos aprenden de sus madres lo que ducta fue, o es, utilizado por considerarlo «a priori»
puede comerse^ «De esta, manera los hábitos alimenticios inaccesible al resto de los animales, es decir, con la idea
soSTransmitíHos de ^ñeración en generación, forma pri- preconcebida de que no hay más cultura que la humana.
mitiva de cultura» (1967 tr., p.227). La vigilancia conti- Esta impresión se confirma al ver cómo, ante el empuje
nua de las madres impide a los pequeños tomar alimen- de la evidencia, muchos autores han transformado el cri-
tos que los adultos no consuman. Aprenden, por lo de- terio en «conducta instrumental de segundo orden»: so-
más, muchas técnicas para comer tipos especiales de lamgnte el hombre usa instrumentos para hacer instru-
plantas. Schaller cree probable, por otro lado, «que los mentos Grustrov, 1964). Ahora bien, no se trata, pensa-
gorilas y otros muchos mamíferos sociales aprenden la mos, de probar que el hombre posee habilidades que es-
manera de tratar a sus hijos observando otras hembras tán muy por encima de los demás seres vivos, e incluso
con los suyos» (ibid., p.268). El territorio habitual de ca- de pensar que son determinantes para el desarrollo de
da manada es también transmitido por generaciones formas de vida mucho más complejas, sino de definir un
(«tienden a permanecer en la extensión habitable cultu- concepto de «Cultura» que_no esté «motivado» o cons-
ralmente determinada» —entre 30 y 45 Km-. Ibid., truido «ad hoc», concepto que sería continuamente va-
p . 2 4 l ) . Acabaremos la referencia a este autor —que po- riable —^por su indeterminación— en función de los des-
dría ser demasiado larga— con el siguiente párrafo: «los cubrimientos biológicos. Dicho de otro modo, tratare-
antrópoides —^y esto vale para otros animales— no están mos de discernir un concepto o criterio firme que sirva
totalmente sometidos a sus instintos. El aprendizaje y la para otorgar significado consistente a un campo de fenó-
tradición desempeñan un papel importante en sus vidas, menos que se suelen mantener al socaire de determina-
un papel que es difícil de apreciar con precisión en la das interpretaciones ideológicas. La argumentación que

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hemos seguido durante todo este capítulo trata de ajus- no restrictivo que el hecho de referirse a estadios «pre-
tarse a estos requerimientos lógicos y, precisamente por humanos»). Desde estas fechas la investigación ha acu-
ello, puede entenderse como una mera constatación o mulado registros continuados de varios grupos que com-
aceptación de conclusiones implícitas en muchos estudios ponían en 1964 una población aproximada de 900 maca-
sobre comportamiento animal. Si se huye de ciertos tru- cos. Entre estos diversos grupos (Takasakiyama, Arashi-
cos ideológicos los trabajos sobre transmisión de apren- yama, Minoo, etc.) el de la isla de Koshima es quizá el
dÍ2ajes por vía generacional obligan a hablar de «Culturas importante, y a él nos atendremos básicamente siguiendo
Animales». a Kawai (1965). (Otras referencias directas pueden en-
contrarse en Itahi y Tokuda, 1958, también sobre el
Parece lógico volverse hacia los Grandes Monos a la grupo de Koshima; Itani 1958; Kawamura, 1958, 1959-
hora de perseguir estos procesos. Sin embargo la refe- Referencias indirectas y comentarios en, por ejemplo,
rencia más importante al respecto es, sin ninguna duda, Eibl-Eibesfeld, 1974 tr., JoUy 1972, Galef Jr., 1976, etc.)
el trabajo continuo, desde 1948, llevado a cabo por el
«Japan Monkey Centre», en Aichi, con monos japoneses Un día de setiembre de 1953 Imo, un macaco hem-
{Macaca fuscatta). Su posición privilegiada en la literatura bra de año y medio, se puso a lavar un boniato al borde
científica se debe a muchos factores. Indudablemente, de un arroyo, mojándole con una mano y frotando con
frente a los estudios sobre ratas, trabajos como este tie- la otra para eliminar la arena. Este fue el comienzo de la
nen la ventaja de referirse a una especie más cercana, costimibre de lavar boniatos (que llamaremos L.B.) cuya
más idónea para entablar ese tipo de «contacto» que propagación ha sido minuciosamente registrada. En tal
permita hablar con propiedad de una cierta relación cul- propagación se distinguen dos períodos: uno de «trans-
tural con el hombre. Los Simios, sin embargo, parecerían misión individual» y otro de «propagación pre-cultural».
más idóneos para desempeñar este papel. Si se ha desa- Durante el primero la pauta se extendió por imitación
rollado en una escala inferior de primates, tales ventajas siguiendo líneas familiares y de amistad («compañeros de
rrollado una escala inferior de primates, tales ventajas juego») y abarcó en 5 años a casi el 8 0 % de los macacos
hay que buscarlas entonces en las propias características jóvenes (entre 2 y 7 años), mientras que sólo el 18% de
del trabajo y esta es la razón por la cual vamos a ofrecer los adultos hacían L.B.; entre los mayores de 12 años no
un análisis más detallado. há logrado extenderse la pauta salvo en dos hembras.
Ahora bien, precisamente, de estas dos hembras una de
Los macacos estudiados por este centro japonés tie- ellas es Ebo, la madre de Imo y la otra es Mami, que esta-
nen para el investigador nombres propios, una familia, ba considerada por los investigadores como la más ma-
un campo de relaciones sociales, una biografía en suma, ternal de todas las hembras del griipo. Estas hembras
que se inserta en una historia del grupo, recogida cuida- aprendieron pues de sus hijos.
dosamente durante un cuarto de siglo. Por lo demás, el
largo trabajo realizado puede considerarse desde muchos Así, por el año 1960 casi todos los macacos, salvo
puntos de vista como el resultado de una toma de con- los mayores de 12 años, habían adquirido L.B., lo cual
tacto en el que ha jugado un papel de primer orden las incluía la mayor parte de las madres (la madurez sexual
«buenas relaciones» («una perfecta relación de amistad de los macacos se alcanza hacia los 6 años). Comienza así
está establecida entre (estos) monos y el hombre» Kawai, el segundo período, llamado de «Propagación pre-cultu-
1965, p.22). Muchas de las pautas estudiadas han surgido ral», cuyo canal fundamental es la enseñanza de madres a
precisamente de esta buena relación, en especial la cos- hijos, que reciben la pauta «como conducta alimenticia
turtlbre adquirida por los monos de extender la mano normal y la aprenden sin ninguna resistencia» (Kawai,
para pedir cacahuetes u otro tipo de alimentos. La op. cit., p. 8). Y tal sería también la impresión que reci-
conducta de bañarse, por ejemplo, fue inducida por Mrs. biría un observador ignorante de la historia.
Miyadi en el verano de 1950 tirando cacahuetes al agua
y dio origen a una costimibre estable y de propagación
La pauta de L.B. derivó, hacia 1957-58, en la pauta
progresiva.
de sazonar las batatas en agua salada (la conducta origi-
nal, de limpieza, era en agua dulce), mojando después de
Indudablemente este factor de acercamiento y cono- cada bocado. Ahora bien, es curioso notar que los maca-
cimiento personal de los macacos, que ha proporcionado cos que cogieron la costumbre de sazonar solían ser
a estas experiencias un puesto de excepción en la litera- aquellos que aprendieron L.B. en el segundo período, el
tura etológica, no es ajeno a las propias características «cultural».
mentales, biológicas, culturales etc., de esta especie,
frente al caso —por ejemplo— de los roedores enemigos
del hombre. La acumulación y el tipo de pautas es dife- El grupo de Koshima ha aprendido y transmitido,
rente al que considerábamos por medio de la dicotomía por canales similares, otras muchas pautas de conducta,
aceptación/rechazo en la conducta alimenticia de las entre ellas algunas que no pertenecen directamente a la
ratas, pues abarca verdaderas y sutiles preparaciones de alimentación, como el baño, aunque fué originalmente
los alimentos, que pueden considerarse (Rozín, 1976, inducida por la búsqueda de cacahuetes. La mayoría de
p.62-63) como una rudimentaria tradición culinaria. los adultos, a partir de cierta edad, no llegan a acostum-
brarse nunca en el primer período. Solamente habrá
Las observaciones sistemáticas de campo comenza- adultos que ejecuten esta pauta por mediación de la tra-
ron como decíamos, en 1948 y el primer planteamiento dición ya implantada, en la segunda fase.
teórico fue presentado por Imanishi (en 1952), quien
definió el campo de trabajo como estudio de «pre-cultu- Otra conducta minuciosamente registrada es la de
ras» (No parece haber otra razón para utilizar este térmi- «lavar trigo» (L.T.), iniciada también por Imo. Los inves-

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alguna medida, siempre que nos encontremos con dife-


rencias de pautas entre grupos dé una especie, pues,
aunque no sepamos nada sobre los orígenes, lasWariacio-
nes señalan los puntos por donde la diversificación avan-
za.
Las diferencias entre los grupos de macacos son
acusadas. El grupo de Takasakiyama come ciertos frutos
sin el hueso, mientras que el grupo Arashiyama acostum-
bra a romper el hueso y romper la semilla; algunos gru-
pos (Minoo) comen huevos y otros no. Y cerca de
Kyoto los macacos, imitando a un guardián, aprendieron
a calentarse al fuego. Pero estas diferencias han sido
encontradas en otros órdenes: tradiciones en pájaros
—como la ya reseñada de abrir botellas de leche; tradi-
ciones dialectales en el lenguaje de las abejas (siguiendo
la línea de trabajos iniciada por Von Frisch); ostreros
con formas distintas de abrir moluscos; dialectos en el
canto de los pájaros, etc. Obviamente la conducta juega
su papel fundamental en el papel de subespeciación;
tigadores del grupo solían arrojar trigo en la arena, de pero no basta con hacer de ella un mero resultado mecá-
donde los macacos lo tomaban grano a grano. Hasta que nico, un subproducto derivado de otros factores —por
un día Imo, en 1956, tuvo la idea de llevarlo en puñados ejemplo genéticos— con la misma rigidez o estabilidad
al agua, donde la arena se hunde más rápidamente, con- de un órgano. La crítica a esta concepción mecanicista,
siguiéndose así con rapidez mayores cantidades de trigo. hecha desde posiciones influenciadas por la Teoría del
La transmisión fué similar, con dos períodos, aunque con Aprendizaje, puede encontrar en los trabajos del Japan
una característica nueva: dio origen a una pauta distinta Monkey Centre un modelo a través del cual canalizar sus
en algunos individuos, la de «quitar trigo» a los que es- virtualidades de explicación biológica. «Enfocada desde
taban haciendo L.T. Ahora bien, los que quitaban trigo un contexto amplio, la transmisión social de la conducta
eran, o bien crías y adolescentes que estaban aprendien- adquirida, puede pensarse que proporciona una alterna-
do (o sea, un paso previo a L.T.), o bien adultos de ran- tiva a la transmisión genética de las propensiones con-
go superior que se aprovechaban de los expertos de es- ductuales, permitiendo a una población mantener pautas
cala inferior, incluso sabiendo ellos hacer L.T. Se produ- establecidas e incorporar novedades de conducta rápida-
ce así una interesante interrelación entre la estructura so- mente en su repertorio. El resultado más fácilmente ob-
cial y el desarrollo de este tipo de pautas de conducta, servable de los procesos sociales de transmisión sería la
que contribuirá a originar peculiaridades culturales en el existencia de modos diferentes de conducta dentto de
grupo estudiado. diferentes subpoblaciones geográficas de una especie, no
correlacionadas con los genes o con la distribución de
recursos» (Galefjr., 1976, p. 79).
De hecho las costumbres entre las diversas tribus de
macacos son a menudo muy dispares, dependiendo por
supuesto de las respectivas tradiciones y de las caracterís- Así pues, la ampliación de este tipo de trabajos esta-
ticas de cada habitat (con todos sus elementos, incluida ría en principio posibilitada por la existencia de tradicio-
la presencia y eventual colaboración con humanas). nes locales que harían presumir una transmisión genera-
cional y una serie de. procesos básicos imitativos. «La
literatura psicológica es rica en ejemplos de aprendizaje
por observación, principalmente entre primates, pero
también entre diversas formas como pájaros, gatos y
La importancia del trabajo sobre macacos japoneses perros de las praderas», afirma Klopfer (1973, p. 43) en
es difícil de exagerar, sobre todo teniendo en cuenta que un capítulo titulado «El papel del.aprendizaje por tradi-
el interés no reside básicamente, a nuestro entender, en ción». Klopfer cree que son suficientes tres factores con-
las peculiaridades de los grupos estudiados, sino en el jugados para que pueda hablarse de tradiciones: condi
punto de vista, en el conjunto de las técnicas de obser- cionamiento secundario —instrumental—, un cierto grado
vación y de diseño experimental que se han utilizado. de organización social estable y un período largo de
Quiere decirse con esto que se trata de un modelo que dependencia filial. «Estas tres características parecen ser
puede rendir también buenos frutos en .especies filoge- a priori todo lo que se requiere para la transmisión de
néticamente alejadas de esta. La apariencia de un reper- ciertas convenciones de una generación a la siguiente»
torio fijo e inmutable de conductas . puede muy bien (Ibid, p. 43).
constituir el resultado de esa segunda fase de propaga-
ción cultural que borra las huellas de los orígenes. En los
macacos el descubrimiento es relativamente fácil a causa La influencia del trabajo japonés ha sido' lógicamen-
de la velocidad del fenómeno de acumulación de pautas te considerable. Uno de los ejemplos sin duda más inte-
y de su inducción más o menos directa. Así ha resultado resantes lo constituyen las aportaciones de Menzel Jr.
posible la realización de los trabajos reseñados, aún Interesado por los procesos de innovación descritos en
cuando hayan tenido que hacerse a lo largo de muchos los grupos de macacos japoneses, este autor ha intentado
años y contando con un nutrido grupo de investigadores. profundizar en los mecanismos básicos de aparición de
Pero pueden intentarse planteamientos similares, en estas nuevas pautas, a través de las cuales surgen las tra-

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diciones. Para ello (ver 1976-a) trabajó en el Japan Mo. vio, por ejemplo, que la audacia para acercarse a objetos
C. tratando de descubrir las reacciones de estos monos nuevos es mayor en los sujetos criados con sus madres
ante objetos novedosos, pero evitando todo lo que tu- en libertad. Y aunque todas las tríadas llegaron a mane-
viera que ver con la alimentación. Es este un aspecto jar el columpio, solamente estos sujetos «idearon» el
interesante, por cuanto revela la intención de acceder a juego de columpiarse de pie en él - t a l como lo haría un
ciertos componentes generales o básicos, eliminando niño—. Pero esta conducta no llegó a constituir una «tra-
para ello —en la medida de lo posible— todo tipo de dición» general.
conexión con una eventual pauta específica. Diríase que
Menzel trata de alcanzar la mecánica cultural en estado Podrían considerarse estos trabajos de Menzel como
puro. Como ya vimos, los trabajos con macacos japone- un modo de llevar a su límite algunas características de
ses conectan, de manera más o menos directa, con la los realizados por los primatólogos japoneses.
conducta alimenticia, aspecto básico en los intercambios
específicos con el medio y factor nuclear de los procesos Si se juzga la tarea como un intento de detectar
de adaptación. La ruptura con la especie, como procedi- ciertos mecanismos culturales en grupos no-humanos,
miento que ha determinado aspectos básicos de la Psico- podría pensarse que la influencia ejercida por la relación
logía —fundamentalmente el Aprendizaje- guía aquí los con el hombre está aquí «exacerbada». Y, paradógica-
diseños experimentales. Menzel situó juguetes llamativos mente, se hace como medio de control. Ciertamente el
de plástico en lugares frecuentados por los macacos y «intervencionismo» humano no es una condición margi-
observó sus reacciones en términos de gradientes de nal de los procesos culturales o tradiciones de los maca-
acercamiento (con eventual • manipulación) y evitación. cos de Koshima. Este componente, que podría resultar
Los resultados confirman, precisándolos, aquellos meca- «molesto» cuando se compara con una encuesta etnoló-
nismos básicos descritos por Kawai y los demás prima- gica, es «eliminado» por Menzel por la vía de construir
tólogos del centro japonés. Los cambios en la conducta un modelo de transmisión cultural donde el peso de lo
de un grupo se asientan, fundamentalmente, en los indi- humano es llevado al máximo, al laboratorio. Esta cir-
viduos jóvenes —las crías— y en alguna pequeña medida, cunstancia obligaría a repensar algunos criterios frecuen-
al principio, en las hembras. «La conducta de todos los temente utilizados para distinguir entre una Psicología
grupos de edad está centrada sobre objetos sociales, Animal —de laboratorio— y una Etología que ha tenido a
objetos alimenticios y actividades generales de vigilancia.
gala el estudio de la conducta en su «verdadero» marco
Es interesante que las reacciones espontáneas a los obje-
—la Naturaleza—, como si la contraposición tuviese por
tos cotidianos comienzan a decrecer rápidamente en
sí misma un sentido evidente y esclarecedor. (Ver, como
aquellas edades (3-4 años) en que los sujetos, especial-
mente machos, van quedando sometidos a la presión más un ejemplo escogido entre otros muchos, Fabricius 1966
fuerte de la conducta social (op. cit., p. 180-181). Men- tr., p. 11 y ss.).
zel piensa que, en alguna medida, el grupo utiliza a las
crías para probar simaciones nuevas, como por ejemplo Este punto de vista arrastraría consigo una multitud
la ocupación de una nueva área alimenticia. de reformulaciones. Pero lo que aquí interesa tener en
cuenta es una condición general que subyace a todos
estos planteamientos y que es pertinente, sin duda, a
Las características de este trabajo son desarrolladas nuestras intenciones de presentar el fenómeno de las
un paso más en otra interesante experiencia posterior del «Culturas Animales»:
mismo autor (Menzel Jr. y otros, 1976-b). En este caso
se tíataba de crear experimentalmente un proceso de La suerte de tales culturas está ya subordinada al
transmisión de pautas en condiciones de laboratorio. Se éxito de la cultiura humana, y es solamente en estos tér-
eligieron 19 chimpancés de 3 años, 12 de ellos criados en minos de enfrentamiento de culturas como puede reve-
aislamiento total desde el parto, 4 en aislamiento relativo larse el contenido biológico de los últimos períodos de la
(contacto con otro a través de barrotes) y 3 que prove- Historia Natural. (Caminando hacia atrás habría, por
nían de grupos donde habían vivido en libertad durante supuesto, que extender este punto de vista a relaciones
el primer año. Fueron sucesivamente enfrentados a una específicas prehimianas). La evolución de los macacos
prueba, agrupándolos de tres en tres (en 17 combinacio- japoneses hacia formas más elevadas o hacia la extinción
nes), respecto a dos obetos «extraños», un columpio y depende fundamentalmente del hombre. Diríase que
un juguete mecánico (un «satélite»: balón que se despla- estas últimas adquisiciones a las que acabamos de asistir
zaba sólo emitiendo un ruido). La combinatoria de gru- dependen de un profundo cambio en la actitud de este
pos posibilitaba la transmisión de la pauta —ABC, BCD, enemigo biológico-cultural, quien una vez asegurado su
CDE, DEF..., siendo cada letra un individuo-; pauta triunfo puede volverse tranquilamente benefactor de
evaluada en términos de manipulación de los objetos quienes irremediablemente quedaron relegados.
propuestos. Pues bien, la pauta de manipulación parte de
cero, alcanza su máximo entre la 4^ y 8^ situación y se Planteadas así las cosas podría pensarse que muchas
transmite con algunas oscilaciones durante los ensayos especies de Simios, por ser más cercanas, han de conser-
posteriores. La transmisión «cultural» es evidente. Cier- var más clara la huella de la competición por el nicho
tos controles prueban que el aumento en la manipula- ecológico de los homínidos. En este punto se sitúa exac-
ción de los individuos no puede ser explicada básicamen- tamente la «hipótesis de deshumanización» de Kortlandt.
te si no es por referencia a la situación social (a «su esta-
tuto dentro del grupo y la capacidad de respuesta de los Para este autor los Grandes Simios —fundamental-
otros individuos» -p. 191). Los factores implicados en la mente gorilas y chimpancés, ya que el orangután es
transmisión son complejos, pero el diseño experimental mucho más arborícola— demuestran con sus hábitos
permite detectar, aislar y evaluar relaciones múltiples. Se semiterrestres- descender de antepasados de costumbres

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o características más «humanas» que las que en la actua- uso de instrumentos, hábitos de alimentación y preda-
lidad poseen. Habitantes de la sabana, fueron empujados ción. En el marco de sus hipótesis cobran sentido algu-
a la selva por los primeros homínidos cuando estos em- nas observaciones de campo que muestran a los simios
pezaron a usar armas arrojadizas. Esta hipótesis, formu- (principalmente chimpancés) como eventuales comedores
lada en 1957, ha sido discutida básicamente en tres escri- de carne (Lawick-Goodall, 1973, tr., p. 70), y con algu-
tos, Kortlandt, 1962, Kortlandt y Koij, 1963, y Kor- nos indicios de conducta predadora que pueden ser in-
tlandt y Van Zon, 1969. Pero sin duda el más importan- terpretados como residuales. Ahora bien: ambas cosas
te de ellos, por aportar mayor cantidad de material en aparecen en los simios de forma independiente —nunca
apoyo de la hipótesis, es el de 1963. se utilizan armas con fines de predación—, de modo que
aquí radicaría, en gran parte, la ventaja de los homínidos,
La «hipótesis de deshumanización», según el propio que fueron capaces de conjugar ambas cosas, establecien-
autor, está inspirada fundamentalmente en la inexplicable d o una predación armada, y no una mera defensa, contra:
diferencia existente entre las notables capacidades detec- sus competidores. «No se nos ha referido ningún caso
tadas en los Grandes Simios y su situación cultural real de chimpancé ni de otro simio o mono que demuestre la
que parece estar muy por debajo. Es decir, ¿por qué no existencia de verdadera caza armada. Los primates sub-
han alcanzado «una forma de vida más, humana y un humanos pueden usar un instrumento para matar a un
correspondiente nivel de cultura»?; (19632_p. 61). «De animal, presumiblemente porque tienen miedo de él;
acuerdo con esta hipótesis, los antejpásádos de los homi- pero entonces la víctima no es comida. Si la víctima es
noides africanos en el Plioceno y anteriormente en el percibida como presa no se utilizan armas. Solamente en
Pleistoceno se desarrollaron en gran medida, al princi- los primeros homínidos se ha integrado el uso de armas
pio, en zonas de bosques semiabiertas y sabanas, que con procurarse proteínas. ¡Desde este punto de vista la
favorecieron la emergencia de tipos de conducta proto- consumación de la evolución humana parece que podría
homínida y humanoide: pero en época evolutiva poste- haber sido un logro del canibalismo! Teilhard de Char-
rior, cuando los homínidos desarrollaron el venablo y din podría quedar sorprendido, sin • duda, de esta con-
pudieron matar a distancia en terreno abierto, sus parien- clusión». (1963, p. 84).
tes los simios fueron gradualmente forzados a retirarse,
casi por completo, hacia el interior de la foresta, es Kortlandt, aunque de modo parcial, ha planteado
decir, dentro dé un habitat desfavorable a las pautas de una hipótesis irremediable, que sólo arbitrariamente
conducta humanoides, de tal manera que tales pautas puede ser limitada a cierto tipo de simios. N o ha desa-
cayeron en desuso, se fueron debilitando y en gran me- parecido en él, curiosamente, el prejuicio sobre la exclu-
dida degeneraron», (op, 1969, p. 10). sividad de la cultura humana, lo que le impide reconocer
otros enfrentamientos similares al de su hipótesis. Ha-
Kortlandt piensa que, en todo caso, los chimpancés bría que reinterpretar la posición de Kortlandt como una
y gorilas deben ser considerados como «primates cultu- concesión a la familiaridad: cuando habla de «primates
rales» (1963, p. 62), en función de sus tradiciones socia- culturales» está refiriéndose realmente, en alguna medi-
les. Curiosamente no incluye en esta denominación a los da, a nuestra cultura. Tan sólo la similitud con el hombre
monos, que serían «primates instintivos». (Diríase que el —en el uso de instrumentos, en la vida social, en la inte-
estrato cultural solamente se alcanza por contaminación y ligencia— es lo que le ha impulsado a reconocer tal enti-
que ésta no llega más que a los veciiios inmediatos). dad cultural, calificada por él como conducta «proto-ho-
mínida»<1963, p. 63).'
La hipótesis está inspirada en múltiples estudios de
primatología, pero sobre todo en los dedicados a la inte-
ligencia de los simios, que han mostrado la gran capaci- ¿Pero es que acaso hay algún camino para «descu-
dad de los chimpancés (Kohler, Yerkes, Nissen...) para brir» las culturas animales que no sea el de la similitud
todo tipo de aprendizajes y para el uso de instrumentos. con los fenómenos humanos, referencia obligatoria en el
T o d o parece demostrar que los chimpancés se muestran origen del concepto?. Evidentemente no. En el tema de
en cautiverio, muy por encima de sus propias realizacio- la «cultura» nos encontramos plenamente dentro de esa
nes en libertad, dependiendo, claro está, de que se les tendencia a la extensión de rasgos humanos más allá de
ofrezca unas condiciones lo suficientemente estimulantes sus primitivas fronteras. Y es en esta dirección donde
(la «cooperación» con el hombre, de la que hablaba Kortlandt se ha quedado corto. En su hipótesis se asoma,
Yerkes). La huida a la selva a que se vieron obligados los inconscientemente, el deseo de mantener al hombre en
grandes simios, les permitió sobrevivir, pero resultó mu- su lugar privilegiado. El reconocimiento cultural de los
cho menos estimulante y adecuado para desarrollar su grandes simios es una concesión, casi obligada, a la cer-
notable capacidad en el uso de instrumentos. El estado canía: en el fondo la ventaja de estos primates está en
actual de sus culturas está en función del enfrentamiento que pudieron haber sido como nosotros.
con los primeros pasos de la cultura humana. Hoy se
encuentra por debajo de sus propias realizaciones pasa- Las «Culturas Animales», aun cuando representen
das. El uso actuíJ de instnmientos en algunos casos «po- de algún modo estados previos del desarrollo humano no
dría ser interpretado como un remanente pos-protohom mi- disuelven esta cultura en un mecanismo de orden infe-
do de su pasado evolutivo» (1963, p. 73). Kortlandt ha rior. Por el contrario, son otras especies animales las que
aportaído gran cantidad de pruebas recogidas en sus aparecen ahora como poseyendo rasgos imprevisibles,
observaciones de campo en África, en amplias encuestas lejanos a una concepción demasiado estrecha que esta-
dirigidas a directores y vigilantes de parques zoológicos blecía un corte profundo situando a las bestias en un
y, en general, a todos aquellos que tienen contacto con plano desde el cual el hombre resultaba definitivamente
simios en cautividad. Tales encuestas abarcan, además de inaccesible.

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EL BASILISCO 31
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

AKTICULOS

ATEÍSMO FILOSÓFICO Y
RELIGIÓN PROGRESISTA
DOMINGO BLANCO FERNANDEZ
Málaga

HEGEL O LA CRITICA RELIGIOSA nidad divina sobre el plano de una estatolatría monista.
El Espíritu absoluto, la idea de la idea (Noesis méseos), la
DE LA RELIGIÓN síntesis superadora de acción y pensamiento, de realidad
y concepto, de naturaleza y espíritu, de vida y muerte,
los alcanzaría la Historia en una Razón absoluto manifes-
omenzar por un esquemático recordatorio tada como Razón de Estado.
de la crítica hegeliana de la religión tiene
un interés superior al meramente históri- La crítica idealista de la religión se convierte así,
co, puesto que abandonar el cobijo idea- como decía Feuerbach antes de Marx, en un sucedáneo
lista le está resultando al pensamiento ac- de la religión, en una soteriología intramundana, en la
tual mucho más difícil de lo que se cree. última astucia de la razón para consolar a los hombres de
su condición indigente.
Si los hombres aceptan someterse a Dios como a su
Amo absoluto y entregan de ese modo su libertad es,
enseñaba Hegel, por miedo a la muerte y como precio
por el consuelo de soñar una vida en el Bien eterno. Los 2. MARX O EL IDEALISMO
hombres no nos veremos libres de amos humanos o del SUBYACENTE A UNA FILOSOFÍA
Amo divino mientras no aceptemos resueltamente el he-
cho inexorable y definitivo de nuestra propia muerte. DE LA PRAXIS
Pero Hegel no detuvo su filosofía en el análisis de
ésta que él llama «conciencia desgraciada», sino que en Es bien sabido que Marx entiende por religión la
su sistema dialéctico general integró «lo negativo» como ideología segregada por un organismo enfermo. En un
un momento esencial, como el motor que impulsa la his- mundo material que separa al hombre de sí mismo y le
toria humana hacia el fin positivo del Espíritu absoluto. impide realizarse, el hombre proyecta su realización al
El propio Hegel sostiene expresamente que la síntesis de cielo imaginario de la religión y crea la idea de un Dios
lo particular y de lo universal que Cristo representaba en creador de todo, incluido el hombre. Al producir la idea
cuanto Dios (universal) hecho carne (particular) debe de Dios, el hombre se rebaja a considerarse producto de
efectuarse, aunque no después de la muerte, sino ahora su producto.
y por nuestra acción; no en la trascendencia fantástica de
lo sobrenatural, sino en la inmanencia del Concepto que Desde Fichte hasta los neohegelianos de izquierda,
se encarna en el Estado moderno, en cuanto conciliador todo el idealismo alemán ha concebido al hombre como
que la justa organización social (lo universal) y de la li- productor en la aceptación más radical: en la de libertad
bertad de los individuos y grupos particulares. creadora, y ha rechazado apasionadamente la heterono-
mía del hombre. La producción humana no podría venir
Al traducir a conceptos las representaciones imagi- determinada por ninguna instancia superior, declaraban
nativas de la religión, la crítica idealista proyecta la infi- los idealistas, porque cualquier idea de un orden divino

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o sobrenatural es, como tal idea, un producto humano. «Los hombres no comienzan de ningún modo por
Max Stirner, el último y más radical neohegeliano, escri- encontrarse a sí mismos en una relación teórica con las
bió El único y. su propiedad para proclamar la absoluta so- cosas del mundo exterior sino, a ejemplo de todo animal
beranía del yo humano y prevenir el riesgo de que el in- comienzan por comer, beber, etc., es decir, comienzan por
dividuo paralice, al objetivarse en su creatura, el dina- comportarse activamente y apoderarse de ciertas cosas
mismo activo y creador que constituye la verdadera vida. por la acción, satisfaciendo así sus necesidades. Más tar-
de, designarán esas cosas mediante un lenguaje según les
¿Dice lo mismo la crítica marxiana? En absoluto. Las aparece en función de su experiencia práctica» (2).
ideas de Stirner y demás familia idealista le parecen
«fantasías inocentes y pueriles». ¿Por qué? Porque no se N o niega Marx que la validez lógica y metodológica
libera a los hombres sólo por descargarles de sus fantas- de cualquier construcción teórica guarde un valor autó-
mas cerebrales. Eso sería tan ridículo, dice Marx, como nomo, mensurable por criterios meramente especulati-
suponer que para no caer en el vacío baste quitarse de la vos, pero sí sostiene que la verdad objetiva del conoci-
cabeza la idea de gravedad. miento, es decir, de toda teoría que sea más que tautoló-
gica, sólo puede probarse en y por la práctica (Tesis 2
N o es sólo el pensamiento lo que está por liberar, sobre Feuerbach). La teoría jamás podrá reducir la hete-
porque no hay otro pensamiento que el de los indivi- rogeneidad de sus fundamentos práctico-materiales y es
duos de carne y hueso y si éstos no son libres en la reali- en la pretensión contraria en lo que radica el carácter
dad tampoco lo será su pensamiento. ilusorio del idealismo.

La ideología (por ejemplo, la religión o la economía ¿Cómo es posible que hayan caído en el vacío cien
política) es el mundo al revés puesto que convierte a los años de insistencia en lo definitivamente inconmensura-
productos (Dios o el capital, respectivamente) en produc- ble de los dos órdenes y continúe hoy generalizada la
tores del productor (el hombre), pero lo que pone cabeza creencia de los intelectuales en un acercamiento asintótico
abajo el mundo de la ideología no es ningún error de del orden teórico al orden real.' ¿Por qué el idealismo
pensamiento, sino el vuelco histórico por el que el pro- resurge una y otra vez con la misma fuerza, como si fue-
ducto material del trabajo, convertido en capital, se ex- se inmune a la crítica? ¿No se topa aquí con una dificul-
propia la producción misma, transformando al trabajo en tad inherente a la índole misma del pensamiento en su
mercancía. El fetichismo religioso es un reflejo del feti- espontáneo ejercicio de la reflexión?. En efecto, criticar
chismo de la mercancía que expresa, a su vez, la inver- al idealismo equivale a pedir a la razón que se acepte
sión de la relación productor-producto en el orden práctico- heterónoma y esto es lo mismo que exigir a la razón que
material. sospeche de la evidencia que al reflexionar se ofrece a sí
misma. En la fascinación de la autoconciencia, el pensa-
La crítica marxiana del idealismo no se funda en una miento, «que no se ve venir, que se ve ser» (según la expre-
filosofía de la historia, lo que ya era el idealismo hegelia- sión certera del poeta), olvida o rechaza su dependencia
no, sino en una filosofía de la praxis que obliga a trascen- para con lo inconsciente material de que resulta. Como
der incluso los planteamientos históricos y el concepto decía Meyerson, «la razón no tiene más que un medio
de historia: de explicar lo que no viene de ella y es reducirlo a la
nada» (3).
«La primera premisa de toda existencia humana y
también, por tanto, de toda historia, es que los hombres Reconocer la primacía de la práctica exigía una re-
se encuentren, para hacer historia, en condiciones de po- forma tan completa y enérgica del entendimiento filosó-
der vivir. Ahora bien, para vivir hace falta comer, beber, fico-histórico que ni Marx ni nadie hubiera podido recti-
cobijarse bajo techo, vestirse y algunas cosas más (...). La pro- ficar de un golpe toda la carga de su formación idealista:
ducción de la vida material es una condición fundamental ¡deas, creencias, expectativas y postulados. La consiguien-
de toda historia que lo mismo hoy que hace miles de años te diplopía filosófica marxista vamos a examinarla, para
necesita cumplirse todos los días y a todas horas simple- empezar, en posiciones idealistas de Engels y Lenin,
mente para asegurar la vida de los hombres (...). La satis- señaladas por diversos autores marxistas, para remontar
facción de esta primera necesidad (...) conduce a nuevas después al origen de esas inconsecuencias en el pensa-
necesidades y esta creación de necesidades nuevas constituye miento de Marx.
el primer hecho histórico» (1).
(Sea dicho entre paréntesis, los marxólogos tendrían
Nunca desarrolló Marx esta filosofía de la práctica un inagotable tema de estudio en la degradación que el
que La ideología alemana y las Tesis sobre Feuerbach anun- marxismo padece desde su fundador a los epígonos, de-
cian. Pero hasta sus escritos finales, el último fundamen- gradación que, obviamente, no se detiene en Engels y
to de la ciencia marxiana, del «materialismo histórico» Lenin. Los fundadores del socialismo español, por ejem-
entero, es la filosofía que afirma la irreductible prioridad plo, aprendieron marxismo en las simplificaciones france-
de un orden práctico cuyo núcleo de exigencias es ante- sas —que sacaban de quicio a Marx y le llevaban a excla-
rior a la historia, invariable y fijo. Todavía el escrito de mar repetidamente: «yo no soy marxista»— de Guesde y
1880 contra el economista Wagner insiste en la primicia Lafargue, autor este último de un libro cuyo título, «El
de esa Praxis que es el terreno originario de la verdad derecho a la pereza», había de resultar premonitorio para
del conocimiento y del lenguaje:
(2 ) Karl Marx, Oeuvres. ed. Pléiade, París, t. II.

( 1 ) Carlos Marx y Federico Engels, Ut ideolotk alimaña, Ed. Pueblos Unidos—Grijalbo, Bar- 0 ) E. Meyerson, La deducción relativista, art. 186. Cit. por E. Gilson El ser y la esencia, Desclée
celona 1974, p. 28. (los subrayados son míos). de Brouwer, Buenos Aires 1951. lema.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

tantos dirigentes dispuestos a casi todo menos a leer El


Capital. Luis Araquistáin creía elogiar a Marx afirmando:
«El marxismo es lo más opuesto a la ciencia». Y el más
grande intelectual del socialismo español, Julián Besteiro
ensalzaba la posición filosófica de Marx calificándolo de
idealista: «El marxismo es una posición idealista (...) que
ve la luz de las ideas y no otra luz cualquiera...» (4).
Como en el socialismo español, éstos que ponían a Marx
cabeza abajo, Araquistáin y Besteiro eran, a su vez, los
maestros, calcúlese la comprensión que discípulos y mili-
tantes rasos demostrarán hacia el que quiere simplemen-
te poner a Marx de pie, sobre todo si tenemos en cuenta
que, a medida que desciende el nivel teórico, suele
aumentar la virulencia del dogmatismo).

Pues bien, Engels concibe la unidad de la naturaleza y


el espíritu en un sistema monista que constituye, como
el de Hegel, un «espiritualismo de la sustancia». Es Gus-
tavo Bueno quien establece la comparación en sus Ensa-
yos materialistas, y de esto a cpmpárarlo con un teólogo
no hay más que un paso. En efecto, Engels interpreta la
unidad teleológica del Universo como una construcción
progresiva del espíritu a partir de la naturaleza, es decir,
de un modo extraordinariamente similar a Teilhard de
Chardin, para quien la evolución natural es un camino de
convergencia hacia la concordia universal, cristocéntrica,
del «punto Omega» (5).

Si Gustavo Bueno acierta y Engels fiíe un precursor


de Teilhard, ¿cómo negar que el cristianismo sea compa-
tible con el marxismo? Así lo quieren demostrar en un
reciente documento sobre Ve cristiana y materialista mar-
xista los teólogos José María Diez-Alegría y Reyes Mate,
junto a Carlos Jiménez de Parga y José Luis Fernández,
confirmando las conocidas posiciones de García Salve,
Comín, Miret Magdalena y tantos otros. Con el debido
respeto a las personas hay que decir que llevan al límite
la confusión. Porque la compatibilidad no es la del cris- finito desarrollo de la ciencia la identidad de los dos
tianismo con el materialismo marxista, como ellos pre- ordenes, material e ideal. Pero ¿quién es el teólogo que
tenden, sino con los componentes idealistas del progre- no ha remitido al infinito la unidad suprema.'' Que el
sismo marxista que son precisamente incompatibles con infinito se entienda en acto o en potencia no modifica el
el materialismo de cualquier filosofía de la praxis. Con el idealismo de la posición. Si todo lo que existe será obje-
anterioi: y con lo que sigue creo dar ciunplida razón de to de concepto, la filosofía de Engels y Lenin es un idea-
por qué la pretensión de los cristianos marxistas es filo- lismo conjugado en tiempo futuro, un especie de idealis-
sóficamente disparatada, pero también de por qué ese mo diferido que posnila, como todo idealismo, la realiza-
equívoco tiene ima larga vida por delante. ción de una Razón absoluta en una teleología histórica
orientada hacia un polo positivo superador de injusticias,
Sobre el idealismo de Engels y Lenin ya era revela- contradicciones y conflictos y reductor del Mal. Es esta
dor, sin más, que ambos designaran a todo lo real mate- pseudo-teología lo que funciona como encubierto funda-
rial con el término kantiano de «cosa en sí» e incluso lo mento de la llamada ideología «progresista», la cual
declarasen absolutamente reductible a conocimiento. apoya así su declarada voluntad racionalista en represen-
Proyectaban así el orden de la praxis al plano de la ob- taciones imaginativas que no dan expresión más que al
jetividad y dejaban de considéralo heterogéneo. Entre el orden pre-racional del sentimiento. Un progresismo
fenó.meno y la cosa en sí -escribía Lenin glosando a cuasi-religioso, es decir, pre-científico y pre-filosófico no
Engels— no hay otra diferencia que la de lo conocido es un progresismo, sino una nueva figura del oscurantis-
frente a lo que aún no lo es (6). Cierto que, a diferencia mo y de la reacción. Desde la atalaya de 130 años trans-
de Hegel, Engels y Lenin no consideran ya realizado el curridos no puede resultarnos más certera la advertencia
saber absoluto con ellos mismos, sino que remiten al in- que dirigió Proudhon a Marx en carta de 17 de mayo de
1846:

(4 ) Cf. E. Lamo, Filosofía y polüica en Julián Besteiro, Ed. Cuadernos para el diálogo, Madrid
1973. pp. 185, 194 y 235-
«No nos hagamos los jefes de una nueva intoleran-
(5 ) G. Bueno, Ensayos materialistas, Ed. Taunis, Madrid 1972, pp. 124 a 126.
cia, no nos convirtamos en apóstoles de una nueva reli-
gión, aunque ésta fuese la religión de la razón» (7).
(6 ) Lénine, Oeuvres, t. 14, Matérialtsme et Empiriocriticismo, Ed. sociales. París. Ed. en Langues
étrangéres—Moscou, p. 104: «II n'y a, il ne peut y avoir aucuae différence de principe entre le
phénoméne et la chose en so¡. li n'y a de différence qu'entre ce qui esc connu et ce qui ne 1 esr
pas encoré». (7 ) Cf. M. Rubel, Chronologie, en Marx, Oeuvres, Pléiade, I, p. LXIX.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Hoy son los «eurocomunistas» quienes denuncian importancia decisiva a los argumentos de autoridad. Re-
desde dentro la condición eclesial o cuasi-religiosa del sulta por eso poco menos que obligada la estrategia de
movimiento marxista. Por ejemplo, Santiago Carrillo, expresarse con palabras cargadas de más autoridad que
quien declaraba el 30 de junio de 1976 en la Conferen- las propias.
cia de PC europeos celebrada en Berlín:
Por ejemplo las de G. Gottier en su libro sobre El
«Era como si los comunistas tuviéramos una nueva ateísmo del joven Marx, donde muestra cómo el término
Iglesia con nuestros mártires y nuestros profetas; durante de «alienación» que Marx recibe de Hegel, lo había
años, Moscú ha sido nuestra Roma. Nosotros hablába- tomado éste de la Epístola paulina a los Filipenses en la
mos de la gran revolución de Octubre como de nuestra traducción de Lutero. San Pablo escribía (II, 6-9):
Navidad. Era nuestro período de infancia» (8).

Carrillo se expresaba en tiempo pasado porque en «Cristo, existiendo en la forma de Dios, no reputó
las autocríticas es casi inevitable. Y efectivamente, entre codiciable tesoro mantenerse igual a Dios; antes bien, se
tantos signos del pasado, cómo olvidar la insistencia ma- vació de sí mismo (se anonadó) tomando la condición de
chacona de Stalin en afirmar que la edificación del socia- esclavo (...) y una vez reconocido como hombre se humi-
lismo es, por encima de todo, una cuestión de Fe; o lló, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo
aquel estigma con que se fulminaba a los militantes arre- cual Dios le ha elevado a lo más alto y le ha gratificado con
pentidos, el mismo que se empleaba contra los sacerdo- el nombre que está por encima de todo nombre para
tes que volvían al siglo: «renegados». Pero cómo ignorar que ante él doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en
además, entre tantos signos del presente, que el PCUS la tierra y en los abismos y toda lengua confiese que
sigue declarando el marxismo-leninismo «doctrina in- Cristo es Señor...».
mortal e invencible», lo que vale como una muy correcta
definición de Dogma; o que los tribunales de justicia La palabra «Kenosis» dice en griego el acto por el
soviéticos continúan condenando las ofensas a Lenin o a que Cristo se aniquila y asume la humanidad hasta la
la Revolución como «blasfemias» y «sacrilegios» (9). muerte y sólo así reconquista la positividad absoluta.
Este esquema de la kenosis pasa al idealismo alemán
¿Este presente es únicamente el de la URSS.' Si los como esquema dialéctico (afirmación, negación, negación
dirigentes latinos reconocen su error anterior ¿no es in- de la negación) a través de la traducción que del esque-
necesario insistir desde el punto de vista filosófico.' N o ma de la kenosis propuso Lutero utilizando el término
lo creo. Supongamos que el eurocomunismo desea since- Entaüsserung: alienación (10).
ramente la renuncia al espíritu religioso. Supongamos
incluso que la renuncia a la «dictadura del proletariado» Hegel esperaba que el Estado moderno efectuase la
no quede neutralizada, anulada por la conversación del síntesis de lo particular y de lo universal representada en
«centralismo democrático». ¿Se habría superado por eso la figura del Dios hecho carne. Para Marx, en cambio, es
el idealismo marxista? Porque si el idealismo sigue en el proletariado el que debe llegar como la persona de
pie, no se podrá evitar que los militantes continúen ha- Cristo hasta el fondo del sacrificio y de la negación de sí
blando y actuando como hombres de Iglesia. mismo para poder así, y por eso, elevarse hasta su plena y
soberana realización. Es la misma síntesis religiosa de lo
Sólo cabe una respuesta: es imposible superar un particular y de lo universal la que Marx declara realizable
error que no se ha reconocido, que ni siquiera parece en esa clase social que «por ser la pérdida total del hombre
barruntarse, y que podría formularse así: sólo puede ganarse así misma mediante la recuperación
total de hombre» (11).
Cuando Marx afirma, contra todo fetichismo, la auto-
nomía del hombre de carne y hueso, prejuzga a renglón Una crítica idealista de la religión se yuxtapone a la
seguido una autoidentidad humana expresable en razón crítica materialista en los escritos de Marx, incluido El
científica, con lo que su posición materialista bascula Capital, donde escribe:
hacia el hombre el postulado de una autonomía de la
Razón que contradice precisamente la primacía materia- «El reflejo religioso sólo desaparecerá para siempre
hsta del orden práctico. Es verdad que la no-heterono- cuando las condiciones de la vida diaria representen para
mía del orden práctico excluye la heteronomía de la los hombres relaciones claras y racionales entre sí y con
Razón para con cualquier presunta realidad trascendente respecto a la naturaleza» (12).
o sobrenatural por ella ideada, pero está implicando otra
heteronomía distinta: la de la Razón con respecto a la «Bien largo me lo fiáis», podrían comentar hoy los
Praxis misma. Aquí radica, a mi juicio, la fuente de las dirigentes del Este. Si la religión no desaparecerá hasta
inconsecuencias y contradicciones marxistas. que la vida diaria se vuelva racionalmente transparente,
hay religión para rato. Esa imagen marxiana de un futuro
Si ésta fuese una opinión personal, poco podría con- hombre racional que, al realizarse plenamente, ni siquie-
tar para un movimiento como el marxista en el que, jus- ra necesitará soñar por las noches, no era un concepto
to por lo que tiene de cuasi-religioso, se concede una

(10 ) G. Coctier, Valheisme du jane Marx, Vrin, París 1950, p. 28.—Cf. también Michel Hen-
ty, Marx, t. I, Gallimard, París 1976, pp. 120 a 161.
(8 ) Cf. U Umde de 1 de julio de 1976.
(11) Marx, En torno a la crt'tka íle la filosofía dd derecho de Ht^tl, en La Sagrada Familia y o/rijj
escritos, Grijalbo, México 1962, p. 1-4.
(9 ) cf. por ejemplo L'áffaire Siniavski-Daniel, Christian Bourgois éditeur, París 1967, pp. 71,
72, 128: insultar el nombre sagrado de Lenin —dice el juez— es una blasfemia y un sacrilegio. (12 ) El Capital, I, F.C.E., México, p. 44.

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científico, sino precisamente un sueño, el del «hombre Rheinische Zeitung de 7 de noviembre de 1848 y 18 de
total», a la vez cazador, pescador, intelectual, gobernan- mayo de 1849) y Stalin recomendaba a su policía, desde
te, obrero y campesino, individuo desarrollado en su 1937, la aplicación sistemática de la tortura. ¿No eran
totalidad y capaz de hacer frente a las exigencias más di- medidas consecuentes? ¿La Iglesia no se permitía acaso
versificadas del trabajo (13). Que el hombre total sea el torturar y tostar herejes porque aun los tormentos más
símbolo de lo que nos falta no basta para legitimar cien- atroces no eran nada en comparación con la salvación
tíficamente esa expectativa ni la que lleva aparejada de eterna que sólo la propia Iglesia administraba.'* Si la voz
una abolición de la división social del trabajo en tareas de la Iglesia era la palabra de Dios, el hereje, como el
de mando y tareas de ejecución, en manual e intelectual, ateo, no podía ser sólo un hombre equivocado; tenía que
vexata quaestio que los teóricos marxistas hacen lo posi- ser o un loco a quien encerrar o un pecador enemigo de
ble por soslayar. Dios al que se eliminaba para que no siguiera conspiran-
do contra los planes divinos. En estricto paralelo, si una
Excepción honrosa, Leszek Kolakowski acaba de organización política expresa el conjunto de intereses
hacer frente a ese tabú para revelar en profundidad el reales de los trabajadores, los disidentes, aún cuando
idealismo que subyace a la expectativa marxiana de uni- subjetivamente pueden equivocarse de buena fe, no
dad entre la sociedad política y la sociedad civil, expec- pueden ser, objetivamente considerados, más que cóm-
tativa que no es sino otro aspecto de la creencia en el plices de los explotadores y enemigos del pueblo, es decir,
«hombre total» y que Kolakowski caracteriza como alimañas a las que exterminar sin más argumentaciones,
«mito de la autoidentidad humana» (14). porque su misma inhumanidad les excluye de merecer
trato humano. En ambos casos, tanto para el cristiano
como para el militante progresista, ser o no ser hombre
viene a medirse, no como unas exigencias y una actividad
prácticas no por una individualidad de carne y hueso y
entendimiento, no por la praxis, sino por la adecuación o
inadecuación a un patrón ideal absoluto.

Con la praxis revolucionaria, eso sí, los testarudos


hechos acaban trastrocando el contenido de la Idea, pero
su valor absoluto persiste y esto es lo único que cuenta.
En la imaginación de Marx, la libertad consistía en con-
vertir al Estado en un órgano completamente subordina-
do a la sociedad. Pero cuando las previsiones de extin-
ción del Estado no se confirman en la práctica, basta per-
mutar sujeto y predicado para seguir aspirando a la uni-
dad. Quiero decir que entre, subordinar el Estado a la so-
ciedad civil o someter la sociedad civil al Estado ninguna
organización marxista señala otra cosa que diferencias
accidentales. Esto hace concluir a Kolakowski que la
ZAY?ÍÉRt'?EYADAMAMWdMilT'^MiVBUJLSa expectativa marxiana del hombre unificado tenía que en-
gendrar, por ñierza, un crecimiento canceroso de la
BASILISCO TENTANDO A EVA
burocracia, a cuyo dictado cuasiomnipotente queda so-
metida cualquier posible iniciativa o espontaneidad de la
sociedad civil. En el postulado de unidad entre sociedad
El ateísmo de la filosofía de la praxis coexiste en civil y sociedad política, el profesor polaco encuentra ya
Marx con una soteriología intramundana que pone toda prefigurados los trazos del Estado totalitario.
su fe y su esperanza en una sociedad futura en la que no
sólo quedará curada la escisión entre las funciones socia- Ninguna formación social se atribuyó en la historia,
les y personales, políticas y privadas, sino también la a excepción de la Iglesia y de los ejércitos en guerra, una
división entre el sujeto y el objeto del proceso histórico justificación tan absoluta de sus actos como el Estado del
(las relaciones sociales serán transparentes, los individuos proletariado, porque ninguna se había fijado una finali-
asociados controlarán sus procesos vitales, etc.), la divi- dad tan absoluta. Trotsky lo declaraba sin ambages;
sión entre los deseos y los deberes e incluso, concluye
profundamente el ex-profesor de la Universidad de Var- «Ninguna organización social, excepto el ejército, se
sovia, la división entre la esencia y la existencia. ha considerado nunca justificada para subordinar a los
ciudadanos a ella misma en tal medida y a controlarlos
por su voluntad hasta tal grado (...) como el Estado de la
Contra los enemigos de esa ideal sociedad positiva dictadura del proletariado se considera justificado a
sin opresores ni oprimidos, en la que «manarán a caño hacer y hace (...). Pues no tenemos otro camino hacia el
libre las fuentes de la riqueza colectiva» y se habrán su- socialismo que la regulación autoritaria de las fuerzas y
perado la injusticia y el crimen, y en nombre de esa defi- los recursos económicos del país (...) conforme al plan
nitiva victoria sobre el Mal, Marx justificaba incondicio- general del Estado» (15).
nalmente el terrorismo revolucionario (véase el Neue
Comenta Kolakowski que en este discurso anuncia-
(13 ) Ibid. p. 408.
ba Trotsky un socialismo concebido como un campo de
(14 ) L Kolakowki, El mito ÍU la autoidentidad humana. Cuadernos Teorema, Universidad de
Valencia 1976. (15 ) Ibid. pp. 20 y 21.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

concentración permanente y justificaba esa promesa por solamente con la gente racional y una apelación a la
la necesidad de someter la sociedad civil al plan y a los argumentación racional es por lo tanto discriminatoria»
intereses generales del Estado. En la estatolatría que (19). Dirigir argumentos racionales contra alguna religión
diera plasmación histórica a la Idea absoluta de Hegel se es arriesgarse a ser respondido con menos contraargu-
ha cerrado así el círculo del idealismo marxista. mentos racionales que anatemas, descalificaciones mora-
les y demás desahogos de la agresividad. Está en la fuer-
* * * za de las cosas que los que apoyan sus convicciones en
el sentimiento reduzcan todo el contenido de los argu-
Los que más necesitan enterarse de algo suelen ser mentos a la alternativa «el que no está conmigo está
los menos dispuestos. El viento que mueven las palabras contra mí». Pese a todo, no cabe en este punto otro mo-
del profesor polaco, o las del ambicioso estudio de Mi- delo de conducta que el declarado en el prólogo a El
chel Henry (16), las de Sartre, Gustavo Bueno, el últi- Capital:
mo Lukács (17) y las de tantos otros que han confirmado
a Kolakowski, hará vibrar muy pocos tímpanos de mili- «En cuanto a los prejuicios de la llamada opinión
tantes. N o resulta arriesgado pronosticar que las expecta- pública, a la que jamás he hecho concesiones, seguiré atenién-
tivas soteriológicas de Marx se conservarán tan intactas dome al lema del gran florentino: Segui il tuo corso e lascia
como hasta el presente. Las puertas de la burguesía no dir le gentil».
prevalecerán contra ellas. Y por lo mismo, muchos cris-
tianos desilusionados en su fe seguirán viendo en la futu- Añadiré una precisión final a este largo apartado. La
ra sociedad pintada por Marx, y literalmente hablando, el exposición tenía que centrarse en los aspectos filosófico-
«cielo» abierto. materialista e ideológico-idealista del marxismo, y apenas
ha quedado aludida su dimensión científica. Como la
Ahí está, como muestra, desde hace dieciséis años, expresión «socialismo científico» induce fácilmente a
la Critica de la razón dialéctica y sus destinatarios se en- confusión, conviene recordar que el aspecto científico de
cuentran hoy tan necesitados de su enseñanza como se la obra marxiana se reduce a la crítica de la Economía
encontraban entonces. Todos los esfuerzos de sus Ques- política, que Marx declaraba a su vez abierta, como toda
tions de méthode iban encaminados a mostrar cómo el ciencia, a la crítica. ¿Por qué sino por espíritu científico
idealismo marxista había llegado a perder el sentido de se negó Marx a presentar un proyecto articulado de la
lo que es un hombre y el interés por analizar los aconte- futura sociedad socialista que no hubiera podido ser más
cimientos reales. No se podrá reconquistar al hombre en utópico.'' La expresión «socialismo científico» no significa
el interior del marxismo, advertía Sartre, sin restablecer que se posea un saber científico sobre la sociedad futura,
la irreductibilidad de la praxis humana a la teoría, la pri- sino la voluntad de no ser utópico.
macía de la existencia sobre la esencia y la imposibilidad
de su unidad. Cuando Marx escribe que «la concepción Otra cosa es que Marx no pudiera evitar una previa
materialista del mundo significa simplemente la concep- representación del socialismo basada en las expectativas
ción de la naturaleza tal como es, sin ninguna adición utópicas que hemos examinado, acerca de una ciencia
exterior», Marx se toma a sí mismo por una mirada absoluta, de una sociedad racionalmente transparente y
objetiva que contemplaría la naturaleza tal como ella es de un mítico «hombre total» presuntamente superador
absolutamente. Ignora así que el experimentador forma de la división del trabajo (técnica y social) y de la divi-
parte del sistema experimental y en consecuencia, señala sión de las sociedades civil y política.
Sartre, recae en el postulado idealista del saber absoluto
(18). Que Marx no cobrase conciencia del idealismo de
esos postulados resulta explicable porque nunca desa-
rrolló la filosofía de la práctica, cuyo embrión sí contenía
una crítica consecuente de la región. Aunque aquí no es
Ciertamente, no es la «autoridad» lo que merece posible ni siquiera esbozar esos desarrollos, sí puede in-
discutirse en los autores expuestos, sino los argumentos tentarse la transposición del problema a los términos más
racionales. La reflexión filosófica, que siempre fue en asequibles y mejor conocidos de la filosofía tradicional,
gran medida ocupación solitaria, no debe proponerse con el propósito de plantear la cuestión de fondo del
reforzar las convicciones de nadie, ni siquiera las opinio- ateísmo.
nes de la mayoría, sino contribuir a la educación de esa
mayoría y, cada vez que haga falta, contribuir a la educa-
ción de los educadores. Resulta que la palabra alemana :i. U N EXISTENCIALISMO TEÍSTA:
«Praxis», además de «práctica», significa «clientela» o EL NEOTOMISMO
«parroquia» y desgraciadamente cabe preguntarse si no
es en esta segunda acepción como la entiende la mayoría
de sus cultivadores.
Comprender la heterogeneidad entre teoría y prácti-
ca encierra la misma dificultad que la filosofía cristiana
Conviene tener muy presente la fina advertencia de encontraba en pensar la distinción real de esencia y exis-
Paul Feyerabend: «los argumentos racionales van bien tencia.

(16 ) M. Henry, Marx, 2 vols., Ed. Gallimard, París 1976.

(17 ) Gyórgy Lukács, Soljenitsym, Gallimard, col. Idees, París 1970.

(18 ) Sartre, Critique de la raison dialectique, Gallimard, París 1960, pp. 30-31 y 58-59. (19 ) Paul K. Feyerabend, Conía el método, Ariel, Barcelona 1974, p. 155.

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Para Tomás de Aquino, el esse es aliud que el id y el Deus absconditus está demasiado manifiesto si todavía se
quod est. Entiennt Gilson puso de manifiesto la falta de le llama Deus.
claridad de ese planteamiento. Al no disponer siquiera
de un lenguaje adecuado, el Aquinate se vio obligado a En el mismo mundo al revés del platonismo, que
un doble uso de los términos «potencia» y «acto» que le empezó desalojando la inicial carga existencial de la prote
llevó a sinsentidos como el de afirmar que «en cierto ousút aristotélica, el que induce a los teólogos a concebir
modo» (quodammodo) el acto es potencia. En efecto: la existencia como Entendimiento infinito a renglón
seguido de haberla declarado inconcebible, el que culmi-
na en Hegel, y el que somete la Praxis marxiana, apenas
declarada su primacía, a las idealizaciones y paradigmas
T><-v'rcxT/"T A L Potencia-Materia del «hombre total», es decir, al topos uranós de un futuro
P O T E N C I A D Acto-Forma esencia
imaginario.
ENTE
ACTO -Existencia \
De modo que la forma, qué~ eS acto último en el 4. UNA F I L O S O F Í A DE
orden de la ousút, resulta ser potencia en el orden de la LA CONTINGENCIA: EL
entidad (20).
EXISTENCIALISMO ATEO
Se topa con los límites del lenguaje cuando se inten-
ta superar el idealismo... aunque sólo sea a escala de Los tomistas han sabido siempre que es en el pro-
inmanencia mundana. Para el tomismo, el esse no es blema de la existencia donde se decide la cuestión del
objeto de concepto; «nunca lo repetiremos bastante» ateísmo. Ahora bien, es el existencialismo la corriente
advertía Descocqs, el esse no es pensable. Porque el esse filosófica que ha centrado su reflexión en la primacía de
trasciende la esencia, trasciende también el concepto. una existencia irreductible a la esencia, es decir, en la
primacía de una existencia sin atributos.
La inflexión clave del tomismo y su genial astucia
estaba en bautizar a la existencia misma con el nombre Su «ateísmo consecuente» lo fundaba Sartre, preci-
de Dios-Entendimiento infinito. Como la esencia de samente, en que la existencia es inconcebible, en que no
Dios es existir, la heterogeneidad o distinción real entre cabe ciencia ni teoría alguna de la existencia:
esencia y existencia resulta valer solamente a nivel de las
creaturas y de su débil y parásita realidad. A nivel de «El mundo de las explicaciones y de las razones no
realidad verdadera y última, la del infinito divino, se es el de la existencia. Un círculo no es absurdo, se expli-
cancela la heterogeneidad y se identifican esencia y exis- ca muy bien. Pero un círculo no existe. La existencia
tencia. Todo estudiante de filosofía sabe que esta identi- bruta está por debajo de cualquier explicación. La exis-
dad de Dios de lo idéntico (la Idea) y lo no-idéntico (la tencia no es la necesidad sino, al contrario, es la posición
Realidad existente) es el eje de la Teología cristiana, que de la contingencia como fundamento absoluto. Ningún
el idealismo hegeliano secularizó. ser necesario puede explicar la existencia. La contingen-
cia de lo existente no es una apariencia que alguna doc-
Considero inapelable esta sentencia de Gilson: «Una trina pudiera disipar. La contingencia es lo absoluto, la
ciencia del existir es una noción contradictoria», pero me gratuidad perfecta» (22).
pregunto por qué una teología del existir sería una
noción menos contradictoria. Era también Gilson el que La misma convicción impulsó de principio a fin la
escribía: reflexión de Merleau-Ponty:

«Todo lo que posee realmente la existencia es a fia «La contingencia del mundo no ha de ser entendida
de cuentas algo individual. Ahora bien, la ciencia no lle- como un ser menor o como una laguna en el tejido del
ga directamente más que a lo universal. Es, pues, inevi- ser necesario, como una amenaza a la racionalidad ni
table que ni aun la metafísica llegue, salvo indirectamen- como un problema que resolver lo antes posible por el
te, a esos actos particulares de existir de los que decía- descubrimiento de alguna necesidad'más profunda. Esta
mos que son lo que hay de más real en la realidad» (21). es una contingencia óntica que se da en el interior del
mundo. Pero la contingencia ontológica, la del mundo
De acuerdo, la existencia no se deja conceptualizar. mismo, al ser radical es, por el contrario, la que funda de
Pero ¿acaso puede llegar a proclamarse la identidad de la una vez por todas nuestra idea de la verdad» (23).
existencia con la esencia de un ser personal e infinito sin
«conceptualizar?» Una teología sin conceptualización se- Si dijéramos que la contingencia es un problema,
ría una teo-logh sin logos, sin discurso, sin saber. Afirma- habría que precisar que el problema es más profundo
ría la existencia como lo absoluto sin ninguna racionali- que cualquiera de sus soluciones, porque la inteligibili-
zación y, en pura consecuencia, debería renunciar incluso dad de éstas está en función de la existencia y supone
a la palabra «Dios», tan inevitablemente cargada de intacto su problema.
connotaciones conceptuales. La llamada «Teología nega-
tiva» es aún demasiado positiva si se considera Teo-logta,

(20 X Cf. E. Gilson, op. cit., p. 100. (22 ) Sartre, La nausee, Gallimard, París, pp. 161 ss.

(21) Ibid. p. 109. (23 ) M. Merleau-Ponty, Fenomenologá de la percepción, F.C.E., México 1957, p. 437.
i.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

análisis confírniará bien a su pesar cuando las mujeres,


incluso psicoanalistas, rechazan sistemáticamente la inter-
pretación freudiana de la sexualidad femenina (la «envi-
dia del pene») como absurdamente falocéntrica. ¿Cómo
sería posible una verdad en sí de la diferencia sexual,
una verdad del hombre o de la mujer en sí que no vinie-
ra de la experiencia interesada y parcial de un hombre o
de una mujer? La verdad en sí de la mujer o del hombre
no existen, subrayaba recientemente Jacques Derrida,
hablando de Nietzsche (25), porque toda teoría resulta
de un parti-pris, de una parcelación de las experiencias
sin posible síntesis superadora, como tampoco la tiene la
instalación existencial que les sirve de base. Las interpre-
taciones de la existencia o del mundo son siempre juez y
parte, irreductibles entre sí y, en su pretensión universa-
lizadora, absolutamente indecidibles. ¿Cómo resultarían
desinteresadas las interpretaciones si son los intereses los
que funcionan como órganos de visión? N o era otro el
problema de fondo en la Genealogía de la moral:

«A partir de ahora, señores filósofos, guardémonos


La filosofía marxiana de la praxis era también forzo- de los tentáculos de conceptos contradictorios como
samente atea en la medida en que sostenía igualmente la «razón pura», «espiritualidad absoluta», «conocimiento
primacía de la existencia y su irreductibilidad al plano de sí mismo»: en esos conceptos se nos pide siempre
del conocimiento, si bien Marx no pasaba de un salto que pensemos un ojo que de ninguna manera puede ser
desde el orden de la autoconciencia o del para-sí al pensando, un ojo carente en absoluto de toda orienta-
orden de la existencia bruta y absurda del en-sí, como ción, en el cual deberían estar entorpecidas y ausentes
Sartre tiende a hacer, sino que se centra en un orden las fuerzas activas e interpretativas, que son, sin embar-
situado entre ambos extremos, a saber, en el orden de las go, las que hacen que ver sea ver algo» (26).
necesidades naturales y en el de la acción encaminada a
satisfacerlas. El hambre, el deseo sexual, el trabajo no N o hace falta ser partidario de Nietzsche, ni mini-
son significaciones de una conciencia, pero tampoco se mizar las graves ambigüedades antidemocráticas que no
confunden con la masa innominable de lo en-sí, porque escamotea el problema de lo «negativo», que no reduce
orientan. Entre la Teoría y el Vértigo está esa orientación, el mal a mera privación, que no levanta un nuevo altar a
más profunda que la historia, que cada individuo encuen- la unidad suprema apenas derruidos los anteriores. En la
tra ya en su propia organización corporal. Que las determi- bienpensante Historia de la Filosofía, Nietzsche es una
naciones, no teóricas sino normativas, de la praxis y de sus excepción. Para él, la contradicción no es un estado pasa-
puntos fijos, transhistóricos, hayan sido lamentablemente jero, ni dice que el hombre actual esté alienado o enfer-
descuidadas por la historia del marxismo desde Marx ha mo. Dice que «el hombres ES el animal enfermo» y jus-
terminado reduciendo el criterio materialista de la prácti- tamente «porque es el único animal que sabe decir NO»
ca a un mero formalismo que está vaciando no sólo la esto es, porque él mismo consiste en la negatividad y en
estrategia política, sino la moral y aún la teoría marxista la contradicción. La Gran Salud y el Superhombre no
de cualquier sujección a contenidos precisos y definidos son símbolos de una superación de la tragedia humana,
(24). sino de una vida que asume la contradicción y la ambi-
valencia en una declarada voluntad de lo efímero (eterno
retorno). En ese pensamiento de la no-identidad consigo
5. EL DESARROLLO DEL mismo, según comenta hoy Bernard Pautrat (27), el ins-
PENSAMIENTO ATEO: NIETZSCHE tante y la cosa se dispersan infinitamente en la suma
puntual pero nunca totalmente enumerable de simula-
cros de identidad sin modelo asignable para siempre.
En la crítica del idealismo y de la teología que Marx
no hizo más que esbozar fué donde concentró Nietzsche Cuando Nietzsche postula un pensamiento que vaya
los esfuerzos de su filosofía de la praxis. «Son nuestras más allá del Bien y del Mal efectúa uno de los raros es-
necesidades las que interpretan el mundo», decía, como fuerzos históricos por superar la oposición maniquea en-
Marx. De la diversidad, sin posible Aufhebung, de los tre un Bien monolítico y un Mal unitario. «El que no es
intereses, de los deseos y de las contrapuestas y parciales hombre de una sola virtud es batalla y campo de batalla
voluntades de poder nace el conflicto de las interpreta- de virtudes», escribe. También el bien se opone al bien
ciones, tan irreductible como aquella diversidad. o la virtud a la virtud, incluso en el mismo individuo, en
función de una pluralidad de contextos y fines que ni si-
Por eso juzga Nietzsche indecidible el conflicto de
las clases y de sus respectivas morales del poder y del
resentimiento. O el conflicto de los sexos, que el Psico-
(25 ) Cf. Nietzsche aujourd'hui, col. 10/18, París 1973, t. I, p. 268.

(26 ) Genealogh de la moral. Alianza Ed., Madrid 1972, pp. 138 s.


(24 ) Cf. Domingo Irala, tas relaciones de producción socialistas, Ed. Fernando Torres Col. ínter-
disciplinar, Valencia 1975. (27 ) Cf. Nietzsche aujourd'hai, t. 1, p. 17.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

quiera sería plenamente enumerable. Por eso, los dioses


griegos que encamaban los diversos valores no podían
por menos que disputar y oponerse. Nietzsche nos revela
el fondo de su pensamiento y el del ateísmo filosófico
cuando escribe que para la antigüedad griega el mono-
teísmo no hubiera significado sino el más absoluto ateís-
mo: el nibilismo.

«Los viejos dioses hace ya mucho tiempo que se


acabaron. ¡Y, en verdad, tuvieron un buen y alegre final
de dioses!

N o encontraron la muerte en un «crepúsculo» —ésa


es la mentira que se cuenta. Al contrario, ¡se murieron
de risa!. de la Verdad no es otra cosa sino la aplicación de la tesis
de la inconmensurabilidad de las partes de la Realidad al
Esto ocurrió cuando la palabra más atea de todas fiíé universo de verdades; por tanto, la negación del Monis-
pronunciada por un dios mismo, —la palabra: «¡Existe un mo de la Verdad y, en consecuencia, la evidencia prácti-
único Dios! ¡No tendrás otros dioses junto a mí!» —Un ca de la necesidad de seleccionar verdades según crite-
viejo dios huraño, un dios celoso se excedió hasta ese rios no «especulativos». (29).
punto. Y todos los dioses rieron entonces, se bambolea-
ron en sus asientos y gritaron: «¿No consiste la divinidad La radical sospecha hacia Dios y hacia el Estado
precisamente en que existen dioses, pero no dios?». legada por Nietzsche se despierta a partir de una sospe-
cha más profunda contra la vieja fe filosófica en la uni-
El que tenga oídos, que me oiga» (28). dad de los trancendentales: Ser, Uno, Bien, Verdad,
Belleza. El intento de encerrar una realidad heterogénea
y sobredeterminada en la Verdad de un discurso que
pretende enunciarse en nombre de un Bien absoluto,
6. CONCLUSIÓN presente o futuro, tiende en pura consecuencia a conver-
tirse en dictado del Estado absoluto, «el más frío de
todos los monstruos fríos».
Una de las funciones de la filosofía, y quizá la más
La alternativa filosófica no se plantea ya como
importante, ha sido, desde Sócrates, ayudarnos a recono-
opción entre la teleología de totalización racional o la
cer que no sabemos. Contra los consuelos de la religión
dispersión nihilista-esquizofrénica. Ninguna grandiosa
y los maniqueísmos ideológicos, la filosofía nos impide
doctrina ni organización suprema conciliarán definitiva-
olvidar que la tragedia humana es tan irreductible como
mente lo universal y lo particvilar. Por el contrario, tanto
los enigmas del piundo y de la persona.
más precaria será la fórmula del compromiso político
cuanta más realidad sepa acoger en el equilibrio sobre-
Quienes se tengan a sí mismos por materialistas en determinado de contextos y centros de interés y deseo.
el sentido de la filosofía de la práctica, que ciertamente Ninguna doctrina se necesita como base de sustentación
no es el sentido vulgar del materialismo, sólo por incon- o tendencia conciliadora de las plurales posiciones de in-
secuencia pueden desconocer el policentrismo de la Ver- terpretación sino, como decía el Herzog de Saúl Bellw,
dad y de los intereses, que podrá ser destruido o repri- «una buena síntesis de cuatro perras», y que ciertamente
mido, pero que no se dejará integrar en ninguna síntesis muy poco necesitará tener de especulativa: la de las nor-
superadora. mas ético-jurídicas que proclamen imperativos incondi-
cionales e intangibles todos los orientados a garantizar la
Las derivaciones políticas de una filosofía de la preservación de la integridad y personal, la de cada indi-
praxis no podrían abordarse en los límites de este traba- viduo de carne y hueso, como base permanente y trans-
jo, pero habrán de ser en todo caso consecuentes con la histórica sobre la que podrán después preferirse unas u
pluralidad irreductible de los centros de verdad —y de otras fórmulas de convivencia en proporción decidible a
poder— y con las libertades que garantizan su despliegue nivel de consensus.
y su limitación mutua. Se me permitirá también aquí
remitir a los pasos medidos y rigurosos por los que Gus-
tavo Bueno alcanza esta conclusión:

«El materialismo de la Verdad es la afirmación de


una pluralidad de verdadejz (partes extra partes) contra-
puestas entre sí muchas de ellas —y, por tanto, carentes
de interés o incluso peligrosas para la propia vida del
hombre en una situación determinada. El materialismo

(28 ) Así habló Zaratmtra, líüiiai, Ed., Madrid 1972, p. 256. (29 ) G. Bueno, Ensayos materialistas, p. 146.

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ARTÍCULOS

EREUD,HEGELY
NIETZSCHE SOBRE LA
TRAGEDIA CLASICA
(I)
PILAR PAWPJONQVERES
Oviedo

original, un modelo de absoluta universalidad, que pu-


I: PARTE INTRODUCTORIA diera predicarse de todos y cada uno de los sujetos hu-
manos y que permitiera, de otro lado, entender la culpa
como «delito cultural», i.e., como la propia trasgresión
contra la naturaleza que implica la creación de cultura y
el establecimiento consiguiente de normas jurídico-socia-
les.
a Teoría del complejo del Edipo, contem-
plada desde una perspectiva meramente
psicológica, tiene un interés bastante limi- Al tratar de ofrecer una reinterpretación profana del
tado y una dudosa verosimilitud. Pero mito judío del pecado original, Freud se inscribe, ade-
cuando se analizan, en cambio, las Ideas más, en una clara tradición filosófica. Desde el s. XVllI
filosóficas que subyacen a ella, cobra un y especialmente a partir del Discours sur les origines de
espesor inusitado y se convierte en un tema de reflexión l'inégfllité parmi les hommes de Rousseau, el pecado origi-
extraordinariamente sugestivo. nal ha sido comunmente interpretado, en el pensamiento
europeo, como la pérdida del estado de naturaleza y
A la luz del análisis filosófico, la Teoría del comple- como el origen de todos los males que se derivan de la
jo de Edipo aparece, principalmente y ante todo, como civilización. Así lo han enfocado Kant y Hegel, imbuidos
un modelo o paradigma del que Freud se sirvió para ilus- del espíritu de la Ilustración, pero también Marx y
trar el nacimiento de la conciencia moral. Porque dicha Engels (Cf. El origen de la familia, la propiedad privada y
teoría contiene, en efecto, un ingenioso replantamiento el Estado) e, incluso Kierkegaard (Cf El concepto de la
del problema del delito primigenio, es decir, una nueva Angustia) y el mismo Nietzsche. Por cierto que Freud,
versión del mito del pecado original y, por tanto, una frente a algunos de estos pensadores, se inclinará a diluir
reinterpretación de la culpa, el remordimiento y el cas- la importancia de los factores económico-sociales (desi-
tigo. gualdad, propiedad privada, etc.) como causas del males-
tar cultural (1) y propenderá, en cambio, a achacar los
En la interpretación fireudianaja culpa primitiva con- (1 ) Así, p.e., en El Malestar tn la Cultura {Tr.: Ramón Rey Ardid, Madrid, Alianza 1970, pp.
sistió, como se sabe, en el asesinato del padre ancestral 54-55), tras comentar el ideario comunista, que aboga por la abolición de la propiedad privada
para lograr una civilización más justa y benigna, observa Freud:
por los hijos rebeldes. La teoría del complejo de Edipo
presupone, además, que el delito vuelve a ser indefecti- « N o me concierne la crítica económica del sistema comunista; no me es posible investigar si la
abolición de la propiedad privada es oportuna y convincente; pero, en cambio, puedo recono-
blemente recapitulado por todo nuevo vastago de la es- cer como vana ilusión su hipótesis psicológica. Es verdad que al abolir la propiedad privada se
sustrae a la agresividad humana uno de sus instrumentos, sin duda uno muy fuerte, pero de
pecie humana, pues cada niño, en algún momento de su ningún modo el más fuerte de todos. Sin embargo, nada se habrá modificado con ello en las
diferencias de ptxlerío y de influencia que la agresividad aprovecha para sus propósitos; tam-
infancia, imaginará matar a su progenitor, para compartir poco se habrá cambiado la esencia de ésta. El instinto agresivo no es una consecuencia de la
el lecho de la madre. propiedad, sino que regía, casi sin restricciones, en las épocas primitivas, cuando la propiedad
aún era bien poca cosa; ya se manifiesta en el niño, apenas la propiedad ha perdido su primiti-
va forma anal; constituye el sedimento de itxlos los vínculos cariñosos y amorosos entre los
hombres, quizás con la única excepción del amor que la madre siente por su hijo varón. Si se
Pero lo que interesa de la teoría del complejo de eliminara el derecho personal a poseer bienes materiales, aún subsistirían los privilegios deri-
vados de las relaciones sexuales, que necesariamente deben convertirse en fuente de la mai
Edipo no es tanto su contenido como su forma general: intensa envidia y de la más violenta hostilidad entre los seres humanos, equiparados en todo lo
Freud ha buscado, para representar el mito del pecado testante».

EL BASILISCO 41
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males de la civilización a factores de tipo biológico, rela- kegaard se interesó sobre todo por Anttgona, a la que
cionados con la vida instintiva y con el antagonismo en- Hegel, como es sabido, consagró sus más importantes
tre principio del placer/principio de la realidad, sin olvi- comentarios. Pero, con independencia de que se refirie-
dar tampoco el propio determinismo psicológico en el ran o no directamente a Edipo Rey, el pensamiento que
que se inscribe el complejo de Edipo. cada uno de estos autores vertió sobre la tragedia se
relaciona de un modo u otro con las cuestiones que lle-
Con todo, la más importante originalidad de Freud varon a Freud hacia la teoría del complejo de Edipo.
con respecto a la tradición a que aludíamos consiste en Tales son, p.e., la cuestión del pecado o la culpa, de la
haber reformulado el propio mito del pecado original, Hbertad o el destino, del, conflicto entre las diferentes
fundiéndolo con otro mito distinto y ajeno a la tradición instancias que presiden la elección moral, del tránsito de
judeo-cristiana: la leyenda de Edipo, el tirano de Tebas. la naturaleza a la cultura, etc.
Frente a los autores anteriormente mencionados, Freud
no se conformó con volver sobre el problema de la culpa La elección por Freud del destino de Edipo para
originaria, para ofrecer una nueva versión del contenido presentar o simbolizar el nacimiento de la conciencia
a que su simbolismo alude, sino que transformó el pro- moral aparece, a la luz de estos datos, no como el resul-
pio simbolismo y, al parecer, con un acierto nada des- tado de una decisión gratuita o de una ocurrencia arbi-
deñable, a juzgar por la trascendencia ideológica y socio- traria, sino como un episodio más de cierta tradición
lógica que en el pensamiento contemporáneo ha alcanza- histórico-cultural. Así considerada, la teoría del complejo
do la teoría del complejo de Edipo. de Edipo parece constituir la plasmacion categorial (psi-
cológica) de ciertas Ideas que, formuladas ya por la filo-
Parece legítimo preguntarse por qué Freud habría sofía de su tiempo, encontraron en el Psicoanálisis una
elegido, para ilustrar el mito del pecado original y el realización particular.
nacimiento de la conciencia ética, precisamente el argu-
mento de una tragedia clásica, el «Edipo rey» de Sófo- El análisis de estas Ideas conferirá, por cierto, según
cles, escrita hace veinticuatro siglos y que, en principio creo, un espesor ontológico insospechado a la teoría
no tendría por qué ser más representativa del destino freudiana y permitirá entrever por qué el complejo de
humano que cualquier otra leyenda menos inverosímil. Edipo ha logrado tan amplia popularidad y vigencia.
No parece relevante conceder aquí demasiada im- Indudablemente, el resucitado interés de los filóso-
portancia a los acontecimientos psicológicos que presi- fos alemanes, sobre todo a partir de Hegel, por la trage-
dieron en Freud la formulación del complejo de Edipo dia clásica se explica en el contexto general de ese
(2). La vida privada de los pensadores tiene, sin duda, su apasionado entusiasmo por el espíritu griego y por la
importancia, pero existen otras líneas de causalidad que Grecia antigua que, especialmente desde Winckelmann,
no pasan por la conciencia subjetiva y que la determinan impregnó la cultura alemana de finales del s. XVIII y
y la envuelven con mucha mayor realidad que los acon- principios del XIX (3). Se recordará que, en polémica
tecimientos inmediatamente vividos. En este caso, p.e., con el neoclasicismo francés (con Corneille, sobre todo)
parece mucho más indicativo, para entender el privilegio los filólogos y literatos de esta época (Lessing a la cabeza
concedido por J r e u d a la tragedia de Edipo, recordar de ellos) aspiraban a crear un drama genuinamente
ciertos hitos de una tradición histórico-cultural —en la alemán ahondando, precisamente, en el modelo griego
que el creador del Psicoanálisis indudablemente vivió in- de la tragedia, a la que se consideraba de modo unánime
merso— que debieron, directa o indirectamente, influir como el exponente más depurado de la expresión artísti-
en sus concepciones. ca. Fundidos, en el ánimo de aquellos estetas, los gérme-
nes de la Ilustración con las nuevas exigencias del Ro-
En efecto: antes de Freud, e incluso en su propia manticismo, la tragedia clásica parecía poder ofrecerles
época, una serie de insignes filósofos tomaron la tragedia una perfecta síntesis de ese equilibrio entre la razón y el
clásica como pretexto para elaborar una teoría de la sentimiento, entre la necesidad y la libertad, entre lo
ética. Así, tanto Hegel, en la Fenomenología del Espíritu, universal y lo particular que su ideario buscaba (4).
como Schopenhauer en El mundo como voluntad y repre-
sentación, o Kierkegaard en De la tragedia, se interesaron Cuando Hegel tome la tragedia como núcleo de sus
por este género literario en calidad de expresión ética reflexiones morales estará, pues, penetrando en un asun-
del alma griega y en calidad, asimismo, de símbolo gene- to que ha ejercido y sigue ejerciendo gran fascinación
ral de ciertos conflictos morales con los que todo indi- entre sus contemporáneos. Pero, a diferencia de Lessing,
viduo humano se enfrentaría. De estos filósofos, sólo de Holderlin (5) o de Goethe, p.e., para quienes la tra-
Hegel y Nietzsche se refirieron directamente a Edipo gedia era, ante todo, un género poético, Hegel la con-
Rey. Schopenhauer trató de la tragedia en general, Kier-
0 )Jacques Taminiaux, en su bellísimo libro La nostalgie de la Crece a l'auhe de l'idealisme
(2 ) E. Jones (Cf. Vida y obra de Sigmund Freud, Vol. I, tr.: Mario Karlinsky y José Cano Tem- allemand. Kani eí les Grecs dans l'iünéraire de Schiller, de Holderlin eí de Hegel (La Haya, Martinus
bleque, Barcelona, Anagrama 1970, p; 325) atribuye la formulación del complejo de Edipo al Nijhoff, 1967) estudia con pormenor esa impregnación nostálgica por lo griego que inspiró a
autoanálisis que Freud emprendió a partir de Julio de 1897 y del que queda constancia en la los más insignes representantes de la estética alemana, desde Winckelman a Hegel. Taminiaux
correspondencia con W. Fliess. Habría sido, segiin esto, el examen retrospectivo de su propia cita, entre estos estetas, a Herder, Goethe, W. von Humboldt o F. Schlegel, pero prefiere
infancia y de «la pasión hacia su madre y los celos que había sentido por su padre» 0ones, op. centrar su estudio en Schiller, Holderlin y Hegel por estimar que fueron estas tres figuras las
cif. p. 235) ios que habrían revelado a Freud la realidad de ese fenómeno psicológico. Y así más representativas de un itinerario estético que, en polémica con Kant, cubninó con el retor-
parece, en efecto, desprenderse de la carta de Freud a Fleiss del 15-10-1897 CCf Freud: Los no definitivo del clasicismo de inspiración griega.
orígenes del Psicoanálisis, Tr.: Ramón Rey Ardid. Madrid, Alianza 1975, p. 224). Sin embargo,
para comprender las causas detetminantes de esa formulación, tan importante o más que los (4 ) Cf. F. Holderlin: Ensayos, Tr.: F. Martínez Marzoa. Madrid, Ayuso, 1976. Sobre la tragedia
episodios psicológicos de la vida de Freud fue, sin duda, la situación general de la familia en como género poético ver, sobre todo, pp. 79-86.
los úlrimos años del imperio Austro-húngaro, situación que tan cuidadosamente han descrito
A. Janik y S. Toulmin (Cf La Viena de Wittgenslein, tr.: Ignacio Gómez de Liaño. Madrid, (5) Schiller supo encontrar, como nadie, la forma de expresar este idearioi Véase, p.e. su obra
Taurus 1974, pp. 51-57). El estatuto económico y social del patriarca en la familia burguesa de De la Graci y la Dignidad (Tr.: J. Probst y R. Lida. Buenos Aires, Nova, 1962) y, dentro de
la Viena de los Habsburgo y sus relaciones con los hijos debieron ser factores determinantes ella, léase, muy 'especíahnente, el ensayo «Sobre lo patético», traducido por A. Dornheim, y
de las preocupaciones (que luego heredarán los filósofos de la Escuela de Frartkfurt, Adorno dedicado al estudio de la tragedia, de sus orígenes, como género poético, en la Grecia antigua,
sobre todo) por la mentalidad autoritaria, el problema de la dominación, etc. así como de sus ingredientes emotivos, morales y estéticos.

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templa como una figura de la eucidad y no solamente especialmente. El apartado B,c,2, dedicado al Arte espi-
del arte. Sin duda, Hegel tenía una justificación para ritual (dentro de la parte VII, que trata de lo que Hegel
proceder así. Las Cartas sobre la educación estética del hom- llama «la Religión del Arte») y, sobre todo, la parte VI,
bre de Schiller habían ya situado al arte como un peldaño sobre la Sittlichkeit, tienen la tragedia clásica como moti-
necesario en el camino del universo ético (6). Hegel vo central, si bien tomada a modo de pretexto por Hegel
apreciaba en sumo grado las concepciones de Schiller, y para elaborar, en torno a los temas y a las figuras trági-
así lo manifiesta en la introducción a la Estética (7). cas, una teoría de la Eticidad.

Adviértase, además, que, para la concepción del Hegel supo ver, antes que Freud, en los protagonis-
idealismo —sobre todo del idealismo hegeliano— la esté- mos de la tragedia, una encarnación de los conflictos que
tica y la moral no son sino dos —entre otras— manifesta- escinden la conciencia ética. El destino de Edipo y, fun-
ciones de lo mismo - d e l Espíritu— en su múltiple des- damentalmente, el de Antígona, son tratados por Hegel
pliegue. Por ello, el tránsito desde una concepción esté- como arquetipos del propio destino ético del hombre.
tica a una concepción ética de lo trágico no significará,
en la filosofía de Hegel, un cambio esencial de perspec- A diferencia de Freud, Hegel no trataba de buscar
tiva. en los personajes trágicos el rostro simbólico de esa cul-
pa originaria que habría marcado el porvenir de la huma-
En la filosofía posthegeliana la consideración armó- nidad. Como era habitual en su proceder, partía aquí de
nicamente asociada de lo moral y lo estético seguirá sien- la realidad in fieri y suponía el mundo ético ya dado, e
do una constante. La propensión a resaltar los aspectos incluso plasmado en instituciones como la familia o la
morales de la obra bella y la dimensión estética de la con- comunidad civil. No por ello dejaba, sin embargo, de
ducta prevalecerán en la doliente filosofía del «asalto a la vislumbrar, en cada uno de los delitos morales, la esencia
razón», tal vez porque, desesperanzados de poder funda- misma del pecado por excelencia: la actividad del Espíri-
mentar la opción ética en instancias intelectuales, tanto tu. Pero esa cuestión la abordaremos más adelante.
Schopenhauer como Kierkegaard o Nietzsche se inclina-
rán, más bien, a justificarla mediante categorías de la H a sido frecuente considerar las reflexiones hegelia-
sensibilidad. Por ello mismo, la tragedia antigua, donde nas sobre la Antígona de Sófocles desde el punto de vista
lo artístico y lo ético se enlazan en una trama única, exclusivo del conflicto entre familia y sociedad civil. Sin
constituirá un importante motivo de atención para estos duda esta interpretación es la primera y más transparente
pensadores. Ellos serán quienes, de hecho, desarrollen el por lo que está, de suyo, justificada, y hasta debe tomar-
tema kantiano de la sublimidad de lo trágico como es- se como punto de partida. Pero, además de esa signifi-
pectáculo de lo bello que sobrecoge (Schopenhauer) y cación, las especulaciones de Hegel implican toda una
los que dejarán, asimismo, planteado el problema - q u e teoría sobre la culpa, el castigo y la responsabilidad
Freud rubricará con la teoría de la sublimación— del moral. Ello es lo que las hace particularmente significati-
componente estoico (ético) de la actividad del artista. vas para entender ciertos conceptos psicoanalíticos pos-
teriores, como la dualidad principio del placer/principio
Interesa, sin embargo, perseguir el tema de la trage- de la realidad, en cuanto asociada con el espectro fami-
dia en la filosofía con una minucia algo más detenida, a har padre/madre, o como la propia noción de inconscien-
fin, sobre todo, de puntualizar con mayor finura esos te, o la culpa entendida como delito cultural, etc.
hilos ocultos que, en la tramoya invisible del «subcons-
ciente objetivo» (8) de Freud, movieron el desarrollo de En las líneas que siguen me propongo exponer el
la teoría del complejo de Edipo. Con ese fin trataremos pensamiento de Hegel sobre la tragedia, tal y como se
de averiguar el papel de Hegel y Kierkegaard, Schopen- desarrolla en la Fenomenología del Espíritu, con el fin de
hauer y Nietzsche asignaron a la tragedia clásica dentroaveriguar, después, hasta qué punto las consideraciones
de su filosofía y en qué términos llevaron a cabo su hegelianas guardan relación con los conceptos psicoana-
análisis. líticos. Examinaré, antes que nada, la distinción entre
«ley de la familia»/«ley de la comunidad civil» que
Hegel formula en el apartado de la Sittlichkeit. Esa dis-
tinción puede, según creo, quedar subsumida en otra
más general, acuñada por G. Bueno: la dicotomía Etican
PARTE II: Moral. El análisis de esas dualidades axiomáticas arrojará,
EL ANÁLISIS HEGELIANO seguramente, alguna luz sobre la oposición psicoanalítica
DE LA ETICIDAD entre principio del placer/principio de la realidad. Pero,
además, intentaré analizar, siquiera de forma breve, el
espectro familiar padre/madre, tal y como Freud lo ha
configurado, y en conexión con los principios normativos
a que aluden las dicotomías que acabo de enunciar. Fi-
Como se sabe, las páginas de la Fenomenología del nalmente me centraré en el tema de la culpa, donde
Espíritu han hecho doblemente memorables a los perso- aparecen especialmente claras las relaciones entre Filoso-
najes sofócleos de la trilogía tebana, y a Antígona muy fía y Psicoanálisis.
{6) Cf. SchiHer, J.C.F.: Cartas sobre la educación estética del homhre Tr.: Vicente Romano García.
Madrid, Aguilar 1969- Carta XXIII, pp. 125-130.
(7) Cf. Hegel, G.W.F.: Aesthelia, Lecturn oi: fine Art. Tr. al inglés por T.M. Knox. Oxford at
1. Ley subterránea y ley manifiesta
the Clarendon Press, 1975, vol. I. pp. 61-62.
(8 )La noción de «Inconsciente objetivo esencial» en G. B\ieao:^nsayos Materialistas. Madrid.
Hegel —como es sabido— vio en la tragedia una ale-
Taurus 1972, pp. 408-409. goría de los antagonismos que desgarran lo que él llamó

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

«La substancia ética». Supuso que la eticidad no es algo se halla vinculado al equilibrio de la sangre y a la rela-
simple e indiviso, sino una realidad que, al desarrollarse, ción exenta de apetencia. Por eso, la pérdida del herma-
queda escindida en dos instancias distintas: de un lado, la no es irreparable para la hermana, y su deber hacia él, el
llamada «ley subterránea» o «derecho de las sombras»; más alto de todos» (12).
de otro, la llamada «ley humana» o, también, «la ley de
arriba que rige manifiestamente a la luz del sol». La pri- La ley humana es, por el contrario, identificada por
mera de ellas es, según Hegel, la propia voz de la sangre Hegel con las normas de la comunidad civil, las del pue-
y de la familia —la voz de los penates familiares— presi- blo y las de la ciudad. El espíritu de esta ley se hace
dida por la piedad y que dicta los deberes de filia que patente en la costumbre, pero se expresa de forma cons-
unen, entre sí, a los consanguíneos. ciente en el gobierno y en la palabra del gobernante. Se
trata —dice Hegel— de una «ley que rige manifiesta a la
Philía, en la acepción del término griego, significa, luz del día» (13) y cuya justificación no está en el indi-
según Vernant (9) precisamente el afecto recíproco entre viduo —como la de la familia— sino en los intereses ge-
padres e hijos o entre hermanos y hermanas, en cuanto nerales de la comunidad, que trascienden siempre el
unidos por la identidad de carne y sangre: bien particular de cada ciudadano. Creón presenta, en la
interpretación hegeliana, las leyes de la ciudad. Es el
«Le mot phííos, qui a valeur de possessif et corres- político, que esgrime su razón de Estado, teñida de seni-
pond au latin suus, designe d'abord ce qui est sien, c'est- lidad, frente al apasionado y juvenil arrebato fraternal de
á-dire pour le parent son proche parent. Aristote, á plu- Antígona.
sieurs reprises et a propos en particulier de la tragedle
indique que cette philía repose sur une sorte d'identité Ante las leyes de la polis, los individuos no tienen,
entre tous le membres de la famille restreinte. Chaqué como ante la familia, el valor de seres irremplazables.
parent est pour son parent un alter-ego, un_s_oi-mérne Los ciudadanos son, para el político, perfectamente sus-
déboublé ou multiplié. En ce sens la philía s'oppose á tituibles unos por otros. El valor supremo es, ahora, la
Yeros, au désir amoureux, qui porte sur un «autre» que comunidad, la patria. Con relación a ella el individuo es
soi, autre par le sexe, autre par l'appartenance familiale. algo abstracto, sujeto a derechos que concede la justicia
Pour les Grecs, fidéles sur ce point á la tradition hésio- y de deberes que exige el bien común. La infracción no
dique, le commerce sexuel unit des opposés, non des conoce, aquí, excepciones y los deberes patrióticos tam-
semblables». poco las conocen. Ante tales deberes la muerte es un
episodio natural y el Estado, a diferencia de la familia,
La piedad filial, que une a los miembros de una mis- nunca la contempla como el mal absoluto, porque a
ma estirpe es, para Hegel, «la ley divina». La presenta veces la defensa de la ciudad exige la muerte de los- ciu-
como una fuerza subterránea (interior) que, a pesar de dadanos y en ese caso el holocausto por la patria es un
que aparentemente descansa tan sólo en la sensibilidad, tributo necesario y un honor.
funda, de todos modos, una relación de naturaleza uni-
versal, es decir, un deber. Ese deber se orienta, como , La pugna entre Antígona y Creón, tal y como se
«fin positivo peculiar» a «lo singular como tal», i.e., al desarrolla a lo largo de la tragedia de Sófocles, ha sido
individuo en calidad de miembro irremplazable del interpretada por Vernant como un exponente de los
grupo. propios conflictos jurídicos que habrían existido en el
derecho práctico griego. Observa Vernant que, carecien-
En efecto, el código de la ley subterránea hace, se- do los griegos, a diferencia de los romanos, de la idea de
gún Hegel, de cada uno de los miembros del grupo fa- un derecho absoluto, fundado en principios y organizado
miliar una individualidad única, un ser singular y nece- en un todo coherente, se mostraban, por ello, mucho
sario (10) que guarda con los demás una relación especí- más sensibles a la coexistencia —no siempre armónica-
fica y cuya persona resulta insustituible en el corazón de de legalidades diferentes y superpuestas (14). De ahí, se-
los otros. Por ello, ante esa legalidad, la muerte del fami- gún Vernant, la presencia, en la tragedia clásica de un
liar es el dolor más incomparable y por ello, también, el apretado vocabulario jurídico y de ahí, también, la pre-
deber más sagrado del consanguíneo es dar sepultura al dilección por temas de crímenes sangrientos. El conflicto
muerto, arrebatando su cadáver de esas fuerzas de la entre .Creón y Antígona constituiría, en la interpretación
naturaleza que borrarían su memoria sin dejar huella de Vernant (15) el reflejo de la situación antinómica
(11) y preservando del olvido, al rendir culto al muerto, entre la religión privada y familiar, centrada en el hogar
el recuerdo de aquella su singularidad. doméstico y el culto a los muertos, y la religión pública
de los dioses tutelares de la ciudad:
Hegel encarna en Antígona la ley subterránea y di-
vina. Ella, inconsolable ante el destino de Polimce, se «Entre ees deux domaines de la vie religieuse il y a
convertirá en el símbolo mismo de la piedad familiar. El une constante tensión qui, dans certains cas (ceux-lá
hermano muerto será, a sus ojos, una pura individuali- mémes que retient la tragedle), peut conduire á un con-
dad, espejo de la propia, porque entre ellos —dice flict insoluble.
Hegel— «el momento del sí mismo singular que recono-
ce y es reconocido puede afirmar aquí su derecho, pues
(12 ) Ibid, p. 259.
(9 ) Cf. «OEdipe sans compiexe» en; VERNANT, J. Fierre y VIDAL-NAQUET, R: Mythe et (13 ) Ibid. 267
tragédie en Grece ancienne. París, Maspero 1973, p- 89).
(10) cf- He^jel, G.W.F.: Vtnometwlogia del Eipiritu. Tr.: Wenceslao Roces, con Ricardo Guerra. (14 ) cf. «Tensions et ambigüités dans la tragédie grecque». En; Vernant, J.P. y Vidal-Naquet,
México, F.C.E. 1966, p. 264. P. Mythe et tragédie en Grece ancienne, óp. cit. en (9), pp. 2 MO.

\\\) cf. Hegel; Fenomenología dei Espíritu, op. cir. p; 265. (15 ) Ibid., p. 34

AA: EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Comme l'observe le choryphée, il est pieux de pieu- conexión con la dualidad Etica Moral, tal y como G.
sement honorer ses morts, mais á la tete de la cité, le Bueno la ha analizado.
magistral suprérne a le devoir de faire respecter son
krátos et la loi qu'il a edictée. Aprés tout, le Socrate du Aunque los términos «Etica» y «Moral» suelen pre-
Criton pourra soutenir que la piété, comme la justice, sentarse como equivalentes o intercambiables, G. Bueno
commande d'cbéir aux lois de sa patrie, méme injustes, ha creído poder oponerlos en función de un importante
méme si cett injustice se tourne contra vous et vous con- matiz: la consideración o no de la «esfera» (2ü) del cuer-
damne á mort. Car la cité, c'est-á-dire, ses nomoi, est la po humano como módulo normativo. Todas aquellas re-
plus venerable, plus sacrée qu'une mere, qu'un pére et glas de conducta que contemplan eJ cuidado del cuerpo
que tous les ancétres ensemble» (16). (el alimento, las relaciones sexuales, la enfermedad, la
muerte, etc..) e implican la convivencia, o incluso la
Así, la contienda entre dos legalidades igualmente promiscuidad, pertenecerían a un plano axiomático dis-
sagradas: la de los valores familiares, ligados a la tradi- tinto de aquellas otras que presiden situaciones en las
ción heroica, y la de los nuevos valores democráticos, que el cuerpo es un componente secundario, accidental
surgidos en la polis, presidiría pues, según Vernant, la o accesorio.
vida de aquellos griegos para los que Sófocles escribió
(17). G. Bueno supone, en efecto, que la Etica (tal y
como la tradición de Aristóteles, de Spinoza, etc.. la han
Hegel percibió claramente, en la tragedia sofóclea, configurado) remite, más bien, a ese conjunto de normas
esa colisión de legalidades diferentes sobre la que nos que «controlan la conducta humana en tanto que está
ilustra Vernant. Pero el análisis hegeliano de «Antígona» centrada en torno al individuo corpóreo y al grupo (muy
se plantea con un alcance todavía más profundo. Puede, limitado) de individuos corpóreos que pueden rodear y
sin duda, interpretarse a esta misma luz: como un inten- acompañar a cada uno de ellos durante su trayectoria»
to de subrayar, certeramente, que todo individuo, siendo (21).
a la vez miembro de una familia y habitante de una
ciudad, y debiendo simultáneamente venerar a los pena-
tes y obedecer a los nomoi, es decir, someterse tanto a Las reglas morales, en cambio, lejos de tener al
las obligaciones familiares como a las civiles, participa de cuerpo como módulo o punto inexcusable de referencia,
lleno en esa contradicción que hace difícilmente conci- se relacionarían con otras estructuras más amplias, que
liables esos múltiples deberes. De hecho Creón, como desbordan la escala del cuerpo y ante las cuales el indi-
gobernante que hace cumphr la ley general, vulnera la viduo aparece, solamente, como una parte o una pieza
piedad familiar al condenar a Antígona a la muerte; que podría ser cambiada y reemplazada por otra similar,
ella, en cambio, obedeciendo a los dictados de la sin afectar al funcionamiento del conjunto. La considera-
filia, ha infringido sus deberes de ciudadana. Pero esa ción o no de la corporeidad individual como radio del
interpretación, con todo y ser muy verdadera, no agota, universo regulativo de la conducta sería, pues, elemento
sin embargo, el significado de las reflexiones hegelianas; primordial en la programación y en el enjuiciamiento de
Hegel quiere decirnos mucho más. N o son tan sólo la la vida práctica desde uno u otro planos.
familia y la ciudad, o la joven y el gobernante, los que se
enfrentan en la contienda que Hegel nos describe; son, Ahora bien, cuando la presencia del cuerpo define
además, lo femenino y lo masculino los elementos que la vida práctica, se vuelven relevantes ciertos ingredien-
entran eti pugna, y asimismo «el placer del goce» con tes de la subjetividad, tales como el placer y el dolor, las
«la virtud que goza de los frutos de su sacrificio» (18). Y pasiones y la culpa, la enfermedad y la muerte. Esta
precisamente esos otros ingredientes del desgarramiento últinia, sobre todo, adquiere una significación decisiva.
ético, tal y como Hegel lo describe, son los que pueden Por eso la Etica se ha orientado tradicionalmente hacia la
aproximarnos a las relaciones entre la visión hegeiiana y ordenación de la conducta según una racionalidad que no
el Psicoanálisis (19). pierde de vista la inevitable y previsible desaparición del
cuerpo y que pone siempre a la muerte en el cómputo
d.el juego mismo de las pasiones. Es más: la muerte
— que supone el aniquilamiento del cuerpo— es el propio
2. Etica y Moral
límite de la Etica. De ahí que, ante la legalidad ética, el
matar o el dejarse morir constituyan el supremo mal y la
El desgarramiento ético de que Hegel nos habla po- más grave infracción (22). Los axiomas morales, en
dría, seguramente clarificarse mucho más poniéndolo en contrapartida, al no estar referidos al sujeto corpóreo en
cuanto tal, relegan la muerte a la condición de un episo-
dio secundario. La muerte estaría, de hecho, prevista por
(18 ) Hegel: Fenomenología del Espíritu, op. cit. en (10), p, 270. la ley moral «como una de sus operaciones ordinarias —
(19 ) En efecto, la interprecación monocroma de Antígona, encarnando las leyes de la ciudad y
p.e. en la guerra, en el sacrificio heroico o en el castigo
de Creón, personificando las de la comunidad es, indudablemente, demasiado simple. A esa capital» (23).
interpretación cabría objetar, como le objetó Goethe a Hinrichs -quien, al parecer, en su obra
ha esencia de la tragedia antigua, había llevado las tesis hegelianas al extremo de suponer que
todo conflicto trágico comportaría una colisión entre la familia y el Estado- las consideraciones
siguientes;
(20 ) Para el concepto de «esfera», Cf G. Bueno; El papel de la filosofía en el conjunlo del saber.
«Cierto que todos vivimos en el seno de la familia y el Estado y que no es fácil que nos alcan- Madrid. Ciencia Nueva 1970, pp. 117-119.
ce un sino trágico que, como a miembros de ambos, no nos afecte. Pero podemos muy bien
ser personajes trágicos, quedando relegada a segundo término nuestra condición de miembros (21 ) G. Bueno; La metafísica presocráíica. Madrid, Oviedo, Pentalfa 1974, p. .^59.
de la familia y el Estado. Porc]ue lo que determina la tragedia es el conflicto insoluble y éste
puede originarse en la contradicción de circunstancias de cualquier orden, siempre que tenga (22 ) Ibid.
sólida base en la naturaleza y sea genuinamente trágico» (Goethe; «Conversaciones con Ecker-
mann». Miércoles 18 de Marzo de 1827). (23 ) Ibid. pp. 359-360.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Los principios éticos, frente a los morales, regularían La conexión entre «derecho de las sombras»/«ley
todas aquellas situaciones en las cuales la presencia física manifiesta» con la dicotomía Etica/Moral no es, sin duda,
del cuerpo propio o del prójimo fuera conditio sine qua inmediatamente evidente, pero es de todo punto efecti-
non de la conducta. Así, ciertas instituciones, como la fa- va. Porque la familia y el Estado son, en realidad, dos
milia, o ciertas relaciones, como la amistad (el círculo de instituciones particulares con las que Hegel, erigiéndolas
los amigos, el Jardín epicúreo, etc.) que exigen la coha- en paradigmas, ha ejemplificado la existencia de estruc-
bitación, o al menos, la convivencia y el trato íntimo turas normativas de universal generalidad que envuelven,
estarían presididas por normas éticas. Observa G. Bueno a título de casos, las normas del grupo familiar y las de la
que en la Etica a Nicémaco la familia —sostenida por rela- comunidad política. Dichas estructuras normativas se
ciones de filia (que son esencialmente asimétricas, por- contraponen mutuamente en la consideración o no,
que atienden a la peculiaridad personal de cada compo- como término relevante en el ámbito de la conducta, del
nente del grupo) es reconocida como una estructura cuerpo humano individual. La primera de estas dos lega-
ética. En cambio, el Estado —«fundado en relaciones de lidades —llámese «Etica» o «Ley familiar»— atendería a
igualdad, aritmética o geométrica y sostenido por la jus- las necesidades de la corporeidad y tendría, asimismo,
ticia» (24)— sería, reinterpretando a "Aristóteles, una rea- presentes las pasiones que configuran la conducta del
lidad de tipo moral. sujeto. Las razones del corazón, la voz subterránea de la
sangre y las exigencias de la sensibilidad cumplirían,
Lo más interesante, sin embargo, con relación a esa aquí, un cometido primordial, cometido que, con toda
duplicidad axiomática, tal y como Bueno la analiza, resi- justeza, habría subrayado el epicureismo. El otro plan-
de en el conflicto dialéctico de valores y contravalores teamiento — el que Bueno llama «Moral»— tendería, en
que enfrentarían estos dos diferentes órdenes, por lo cambio, a considerar el pathos como un epifenómeno,
demás mutuamente entrelazados. Así -dice Bueno como una realidad apariencial e insignificante que se re-
(25)— la sinceridad constituiría una virtud ética, la men- suelve, en realidad, en otras líneas de actuación supra-
tira una virtud política; la justicia, un valor de tipo individuales y suprasubjetivas. El Estoicismo se habría
moral; el afecto o la piedad (que tienen poco que ver
instalado en la perspectiva de las estructuras morales o,
con la justicia) valores de tipo ético. «El conflicto dialéc-
en la acepción hegeliana, en la perspectiva del «Espíritu
tico entre el orden ético y el orden político -observa
Objetivo». N o se hace, pues, difícil advertir que la duali-
G. Bueno— se produce en el contexto de la symploké:
el sacrificio del hijo en aras de la Patria es el paradigma dad EticayMoral puede absorber, en gran parte, el conte-
deí conflicto entre ética y moral. En un cierto estadio de nido de la distinción de Hegel.
desarrollo histórico, las estructuras éticas sólo son posi-
bles gracias a las estructuras políticas, y en el seno de
ellas (el llamado «derecho de familia» según el cual la 3. Principio del placer y principio de la realidad
familia aparece como una institución de derecho públi-
co), así como las estructuras políticas sólo son posibles
gracias a las estructuras éticas (existe la tendencia a defi- Las consideraciones precedentes nos interesan, sin
nir el Estado^ como una «gran familia» cuyos individuos embargo y ante todo, en la medida en que parece posi-
están vinculados por la caridad, o por el amor —concep- ble encontrar algún tipo de relación entre las dualidades
tos éticos o ético-religiosos— bajo un padre común)s>(26). mencionadas y otros conceptos psicoanalíticos afines.
Pues bien, aquél de los aspectos de la teoría freudiana
que mejor puede ser conectado con las dicotomías hasta
La symploké entre el orden ético y el orden moral
aquí expuestas es la distinción, por Freud, de dos gran-
ha sido expresamente vinculada por G. Bueno con la
des imperativos o axiomas prácticos que regularían la
oposición hegeliana entre «Espíritu subjetivo» y «Espíri-
conducta del sujeto psicológico: el principio del placer y
tu Objetivo» y, también, con la oposición estoicismo/
el principio de la realidad.
epicureismo (Bueno afirma que el epicureismo es una :
filosofía ética, frente al estoicismo, al que concibe como
una filosofía política o moral (27). Pero sería convenien- El primero de ellos, tal y como Freud lo concibe, es
te establecer, además, la conexión entre, de un lado, el resultado de las pulsiones instintivas y se manifiesta de
Etica/Moral y, de otro, la distinción hegeliana «derecho forma general como una apremiante tendencia hacia la
de las sombras»/«ley manifiesta». ILa dicotomía entre felicidad y como una compulsión al goce inmediato y
Éticidad {Siíílichkeií) y Moralidad (MoraUtat), también absoluto. El segundo es un transformado del primero a
piresente en la Fenomenología del Espíritu pasa por otras consecuencia, especialmente, de la presión del mundo
líneas diferentes (28)J exterior y, sobre todo, del medio social. Orienta, tam-
bién, la conducta a la búsqueda del goce, pero por vías
indirectas, con rodeos, con ardides, y para ello se vale de
una transformación y reorganización de los instintos y de
(24 ) Ibid., p. 360
los valores a ellos asociados.
(25 ) Ibid.
El principio del placer pertenece al ámbito de lo
( 2 6 ) Ibid.
subjetivo; el principio de la realidad depende, en cam-
(27 ) Ibid. bio, de otras entidades que son externas, transubjetivas,
(28 ) Las relaciones entre Sttlichkeit y Mcralitdt son explicadas por Hegei en la filosofía del sociales. Ambos se conciben psicológicamente, i.e., des-
Espíritu (tr.: E. Barriobero y Herran. Buenos Aires, Claridad 1969). Las Sttlichkeit sintetiza,
dentro del Espíritu Objetivo, el derecho formal abstracto de la persona, (que Hegel determina de la órbita privada de la economía libidinal del indivi-
^n el derecho de propiedad) y el deber (la Moralidad), en cuanto contradistinto del derecho.
Hegel concibe la Sttlichkeit como la virtud que «encuentra su realidad en el espíritu del
duo. Será éste, en definitiva, quien, de acuerdo con sus
pueblo» (Ibid. p. 436) y se encama en la costumbre, desplegándose en instituciones como la cálculos de placer y dolor, efectúe, en cada caso, la elec-
familia, la sociedad civil y el Estado. Así pues, esta distinción hegeliana no parece establecerse
por las mismas líneas divisorias que las divisiones que comentamos. ción de someterse a uno o a otro principios. N o obstan-

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te, el principio de la realidad no puede explicarse tan hacia el Nirvana (hacia ese hipotético paraíso perdido del
sólo como resultado de esa economía libidinal subjetiva. reposo inorgánico, no turbado todavía por pulsión algu-
Para dar cuenta de dicho principio Freud ha apelado, de na) inaugurarían una actividad encaminada a acallar los
hecho, a factores extrapsicológicos y suprasubjetivos: a la deseos. El efecto inopinado de esa actividad sería, sin
sociedad y a la cultura como organizaciones objetivas y embargo, la Cultura, esa ingente tarea que los individuos
desligadas (o incluso contrarias y antagónicas) de la feli- emprenden con la vana ilusión de ver en ella aplacadas
cidad individual. sus necesidades y que resulta ser, a la postre, un gran
aparato coercitivo que sólo progresa a costa de una cada
En una primera aproximación parecería, pues, posi- vez más implacable represión de la vida instintiva. Sería
ble señalar una cierta correspondencia entre el principio difícil no descubrir, en estas concepciones, la huella
de la realidad, por una parte, y, por otra, los principios hegeliana. Porque Hegel, como se sabe, puso también el
morales (o, en la terminología hegeliana, el «Espíritu motor de la Historia y de la Cultura en el pathos psico-
Objetivo», la «Ley humana» etc.). Más difícil es, en lógico y supo situarse en un plano de consideración des-
cambio, apreciar los vínculos del principio del placer con de el cual las pasiones particulares obran también —y
los principios éticos (o con el «Espíritu subjetivo»). Es burlando con astucia al que las sufre— en provecho de la
cierto que la caracterización por Freud del principio del comunidad, del Estado y de la Idea, en donde el Espíritu
placer como una aspiración general e incoercible a la encuentra su realización.
felicidad coincide con el propio fin que tanto Aristóteles
como los estoicos y' epicúreos confirieron a la Etica. Pero ... «el movimiento de la ley humana y de la ley divi-
esa coincidencia es, a pesar de todo, demasiado vaga, na tiene la expresión de su necesidad en individuos en
principalmente porque Freud, al margen de cualquier quienes lo universal aparece como un pathos y la activi-
consideración moral, ha definido el principio del placer dad del movimiento como un obrar individual que da la
como algo puramente biológico e instintivo. La Etica apariencia de lo contingente a la necesidad de dicho mo-
clásica se relacionaría, entonces, al parecer, mejor con el vimiento» (31).
principio de la realidad, que no supone ninguna renuncia
al goce, antes conlleva siempre una aspiración a él, pero En este sentido no pueden olvidarse las considera-
bajo cuyos auspicios la compulsión incondicional al pla- ciones que en sus Lecciones de Filosofía de la Historia hacía
cer se ha transformado en evitación del sufrimiento y en Hegel en torno al héroe y al juego de las pasiones en el
donde se propician ciertos sabios rodeos para alcanzar escenario de la Historia universal:
indirectamente y con demoras, el objeto de la apetencia.
«Los grandes hombres de la historia son aquellos
Deberá tenerse en cuenta, no obstante, que el prin- cuyos fines particulares encierran lo substancial, que es
cipio de la realidad es, en sí mismo, vacío y que carece la voluntad del Espíritu del mundo» (32).
de contenido cuando se lo contempla aisladamente y al
margen del principio del placer. Freud no reconoce otro
En estos hombres obran el propio interés, la ambi-
móvil a la conducta que la búsqueda de la satisfacción.
ción, el deseo de poder y otras pasiones no menos sub-
Eros y Tanatos —esas dos fuerzas antagónicas en que se
jetivas. Pero...
desdobla la vida instintiva— sólo son dos manifestaciones
del Nirvana (29), i.e., de esa querencia insaciable por la
quietud, por el reposo absoluto, no perturbado por nin- «... debe llamárseles héroes en tanto que sacan sus
guna necesidad. Pero el Nirvana se confunde con el pro- fines y su vocación, no simplemente del tranquilo y or-
pio principio del placer, pues el placer no es otra cosa denado transcurso de las cosas, consagrado por el siste-
que la ausencia de necesidad o deseo. ma que las mantiene estables, sino de un manantial cuyo
contenido es recóndito y no ha brotado hasta una exis-
tencia actual; del Espíritu interior, que es todavía subte-
Se da, entonces, la circunstancia de que entre el rráneo, y que aldabonea al mundo exterior como una
principio del placer y el principio de la realidad existe máscara y la hace estallar, porque él es otra almendra
una dialéctica enteramente análoga a la que Hegel ha que la de esa cascara» (33).
descrito para el juego de las pasiones en el reino de la
eticidad, ya que tampoco la eticidad es, para Hegel, nada Esa visión hegeliana del reino de las pasiones como
al margen del juego de las pasiones. En el Psicoanáhsis una cascara, como una pura apariencia cuya realidad que-
se trata de una dialéctica cuyo acicate es la vida pulsional da rota y arrumbada por la eclosión de otra realidad más
y cuyo paradójico resultado es, precisamente, la cultura potente y ajena a la subjetividad está, también, contenida
con todas sus manifestaciones espirituales. En la Feno- en la Fenomenología del Espíritu. Podríamos decir que el
menología del Espíritu, o en la Filosofía de la Historia apartado de la Sittlichkeit se encamina, primordialmente,
hegelianas los protagonistas de esa dialéctica son los indi- a ofrecer una crítica del pathos, no para negarlo o anate-
viduos, movidos por sus designios particulares y por la matizarlo sino, por el contrario, para redimirlo en el
fuerza de sus pasiones; el resultado es la tranquila quie- marco de sus efectos y de la legalidad en que su obrar se
tud del mundo ético «cuya pureza no mancha ninguna inscribe. Porque los dictados de la pasión están siempre,
escisión» (30). según Hegel, más allá de la pasión, aunque se alimentan
de ella.
Según la teoría freudiana, los instintos, presididos
por el principio del placer e impulsados retroactivamente
(31 ) Ibid., pp. 280-281
(29 ) Cf. Marcusc, H.; Eros y Civilización. Tr.: Juan García Ponce. México: Joaquín Morciz
19S5, Cap. II. (32 ) Hegel: Filosofía de la Historia. Tr.; José M^ Quinrana Barcelona, Zeuz 1970, p. 57.

(30 ) Hegel: Venomenotogia del Espíritu, op. cit. en (10), p. 272. (33 ) Ibid.

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La perspectiva hegeliana según la cual las pasiones triunfo de la Idea. Por eso mismo, tanto la «petulancia
de órbita particular encuentran su justificación en el de la juventud» como la severidad estólida del anciano,
desarrollo del Espíritu universal ha permitido a Hegel, «muerta ya para el placer y el goce» (38), quedan a los
por cierto, configurar una Antígona algo diferente a la ojos de Hegel, igualmente redimidas. Ambas obedece-
de la semblanza de Sófocles. En efecto: de hacer caso a rían, sin saberlo, al dictado de leyes que transcienden los
Rodríguez Adrados, la tragedia clásica y, de modo espe- fines privados y ambas conducirían a una situación —no
cífico, la tragedia sofóclea, contendría una crítica, e in- prevista por los sujetos particulares, pero sí por el desig-
cluso una condena del pathos individual (del pathos heroi- nio del Espíritu— donde la justicia se restablece:
co) elaborada desde los nuevos ideales democráticos de
la ciudad. Al igual que observaba ya Aristóteles en la «... la justicia no es una esencia extraña, que se halle
Poética (34) observa también Rodríguez Adrados que los en el más allá, ni la realidad, indigna de ella, de mutuos
personajes de la tragedia son siempre héroes de la leyen- ardides, traiciones, ingratitudes, etc., que a la manera de
da y de la vida, es decir, hombres insignes que se ofre- lo contingente carente de pensamiento ejecutara la sen-
cen al espectador ordinario con un aura de dignidad y tencia como una conexión al margen de todo concepto y
excelsitud. Pues bien, R. Adrados ha querido^ver en esa una acción o una omisión inconsciente; no, sino que
superioridad del héroe trágico, en su carácter noble y como justicia del derecho humano, que reduce a lo uni-
teñido de majestad, la causa misma de las desgracias que versal el ser para sí que se sale de su equilibrio (...) es el
la acción dramática le concita: gobierno del pueblo, que es la individualidad presente
ante sí de la esencia universal y la voluntad propia y
«... La falta del héroe no es un añadido maligno a su autoconsciente de todos. Pero la justicia que reduce de
carácter elevado, sino que nace precisamente de su pro- nuevo a equilibrio a lo universal, cuando se hace dema-
pia elevación y grandeza, de su propia autoafirmación y siado prepotente sobre lo singular, es asimismo el espíri-
su propia fuerza» (35). tu simple de lo que ha sufrido el desafuero (...) ello mis-
mo es la potencia subterránea, y es su Erinia la que se
Adrados descubre en la tragedia una crítica a los encarga de la venganza; pues su individualidad, su san-
ideales heroicos por parte del ciudadano de la pohs y gre, pervive en la casa.
cree poder ver reflejado en las obras, tanto de Sófocles
como de Esquilo, un recelo político-religioso contra esa (...) El reino ético es, así, en su subsistir, un mundo
desmesura que engendra la hybris y contra aquel antiguo •inmaculado cuya pureza no mancha ninguna escisión. Y
ideal aristocrático frente al cual se alza, desde la Atenas asimismo, su movimiento es un devenir quieto de una de
democrática, el nuevo valor de \^ sophrosyne (36). las potencias de él en la otra, de tal manera que cada una
de ellas mantiene y produce por sí misma la otra» (39)-
En Hegel, ciertamente, no se percibe semejante
recelo en contra de la nobleza heroica. Sin dejar de Freud, a diferencia de Hegel, y mucho menos opti-
reconocer que la pasión hace al héroe tanto más expues- mista en sus concepciones (más cercanas, como se ha
to al sufrimiento cuanto más elevados son los fines por dicho a veces, a las de Schopenhauer) entendería el
los que combate, Hegel se inclina, más bien, a entender holocausto de los instintos individuales en aras de la Cul-
ese sufrimiento como la expresión de aquellas fuerzas tura y de la Historia como un proceso encaminado, no a
hostiles contra la individualidad que tejen el desarrollo coronarse con el restablecimiento de la libertad o de la
general del Espíritu. Recordaremos aquí la semblanza justicia, sino más bien como un camino progresivo hacia
que en sus Lecciones de Filosofía de la Historia hacía Tañaros, hacia la destrucción (40). N o por ello dejan de
Hegel de la trayectoria del héroe cultural: percibirse, sin embargo, marcadas huellas de la concep-
ción hegeliana de la historia en la teoría psicoanalítica.
«Si seguimos echando una mirada al destino dé esos
individuos de la historia imiversal que tenían vocación de 4. Lo femenino y lo masculino como deberes
ser los gerentes del espíritu del mundo, veremos que su
destino no ha; sido nada dichoso. N o gozaron del tran- Las analogías entre la visión hegeliana y la psicoana-
quilo sosiego, sino que su vida entera fué trabajo y es- lítica no se detienen, empero, ahí. Cabe, incluso, señalar
fuerzo, y toda su naturaleza consistió tan sólo en su pa- otros puntos de contacto más precisos y concretos. Se
sión» (37). trata, p.e. de la proyección sobre los sexos de los papeles
morales. Como es sabido, Freud ha explicado la morali-
El pathos, desmesurado de suyo» desencadenaría la dad como el resultado de un penoso aprendizaje y de
respuesta hostil, y todo exceso pagaría su desafuero una renuncia a la gratificación instintiva. Tal renuncia
ello sólo ocurriría para la subjetividad, que es lavúnica sería un resultado diferido, pero esencial, del proceso
que entiende de dolor y placer, de vergüenza y culpa. El conocido como «complejo de Edipo». En ese proceso,
Espíritu, despiadado y providente, seguiría incólume su que se efectúa siempre dentro de lá familia, corresponde
camino de ascenso y esos «penosos sacrificios» no serían, siempre a la madre im papel benigno, basado en la sensi-
en su hacer, sino otros tantos peldaños necesarios para el bilidad y sustentado en el principio del placer. El padre
o patriarca asume, en cambio, un rol ajeno a lo sensible
<^A ) Aristóteles: Poécíque. París, Les Selles Lectres 1965 (1454 b-8-15).

(35 ) Rodríguez Adrados; Ilustración y Política en la Grecia clásica. Madrid. Rev. de Occidente
1966, p. 345. (38 ) Hegel: Fenomenología delEspíHtu, op. cit. en (10), p. 281.

(36 ) Ibid. pp. 155-164. ( 3 9 ) Ibid, pp. 271-272.

(37 ) Hegel: Filosofía de la Historia., op. cit. en (32), p. 58. (40 ) Cf-, p.e. Freud: El malestar en la cultura , op. cit. en (1), pp. 87-í

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y relacionado con la normadvidad supraindividual. Sus respecto al rol femenino en la familia y la comunidad
amenazas, sus exigencias, sus expectativas se inspiran en civil. H e aquí el texto de Freud:
el principio de la realidad.
«Las mujeres representan los intereses de la familia
Pues bien, esa misma duplicidad de papeles morales, y de la vida sexual; la obra cultural, en cambio se con-
en cuanto encarnada en los sexos, es la que atraviesa, vierte cada vez más en tarea masculina, imponiendo a los
como un hilo rojo, todo el análisis hegeliano al que ante- hombres dificultades crecientes y obligándoles a sublimar
riormente nos referíamos. Hegel, con una magistral pe- sus instintos, sublimación para la que las mujeres están
netración en la naturaleza de las relaciones familiares, ha escasamente dotadas. Dado que el hombre no dispone
puesto de manifiesto que lo biológico tiene siempre, de energía psíquica en cantidades ilimitadas, se ve obli-
dentro de la institución familiar, un significado genuina- gado a cumplir sus tareas mediante una adecuada distri-
mente ético. bución de la libido. La parte que consume para fines
culturales la sustrae, sobre todo, a la mujer y a la vida
... «ambos sexos se sobreponen a su esencia natural sexual; la constante convivencia con otros hombres y su
y se presentan en su significación ética, como diversida- dependencia de las relaciones con éstos, aún llega a sus-
des que dividen entre ambos las diferencias en que la traerlo de sus deberes de esposo y padre. La mujer,
substancia ética se da» (41). viéndose, así, relegada a segundo término por las exigen-
cias de la cultura, adopta frente a ésta una actitud hostil»
El varón, p.e., encarna las funciones civiles y asume, (45).
en nombre de todos los miembros de la familia, las nor-
mas (morales) de la comunidad en las que encuentra, Compárese estas palabras con las de Hegel:
según Hegel, «su esencia autoconsciente» (42).
«Mientras la comunidad sólo subsiste mediante el
La mujer personifica, en cambio, según Hegel, las quebrantamiento de la dicha familiar y la disolución en la
virtudes familiares (o «éticas») inspiradas en los dictados autoconciencia universal, se crea un enemigo interior en
de la sensibilidad y én las leyes naturales de la genera- lo que oprime y que es, al mismo tiempo, esencial para
ción. ella, en la femeneidad en general. Esta femeneidad. —la
eterna ironía de la comunidad— altera por medio de la
... «Las relaciones de madre y esposa —dice Hegel— intriga el fin universal del gobierno en un fin privado,
tienen la singularidad, en parte como algo natural, perte- transforma su actividad universal en una obra de este
neciente al placer y en parte como algo negativo, que individuo determinado e invierte la propiedad del Esta-
sólo ve en ello su propia desaparición» (43). do, haciendo de ella el patrimonio y el oropel de la fami-
ha» (46).
Obedeciendo a la inclinación biológica y dejándose
guiar por la subjetividad, la mujer obra, sin embargo, Indudablemente, Freud ha desarrollado sus tesis en
éticamente y sus acciones en el seno de la familia son la términos puramente psicológicos, mas, si se les reinter-
manifestación de un deber y no sólo el resultado de la preta a la luz de las Ideas hegelianas, dichas tesis adquie-
pasión o de la apetencia. Por eso -dice H e g e l - : ren profundidad y vigor. Los episodios familiares que el
Psicoanálisis describe se configuran, entonces, en una
... «En la morada de la eticidad no se trata de este dimensión ontológica, y las conductas adquieren una sig-
marido o de este hijo, sino de un marido o de los hijos en nificación moral. El comportamiento femenino, p.e.,
general, y estas relaciones de la mujer no se basan en la tomado en sus aspectos más genéricos, deja de aparecer
sensación, sino en lo universal» (44).
(44 ) Ibid.
Esta concepción hegeliana de los papeles sexuales en Por cierto que estas paJabras de Hegel redimen a la Antigona de Sófocles de una acusación
la vida ética de la familia coincide con la de Freud que, contra uno de sus parlamentos, formuló Goethe. Me refiero a las palabras vertidas por
éste en su conversación con Eckermann el Miércoles 21 de Marzo de 1827 (pp. 1330-1351) en
mucho más de lo que pudiera creerse. También Freud ha las que dice haber encontrado «una mácula» en el texto sofocleo:
atribuido al varón las virtudes civiles y políticas, que en- «Es aquél en que la hermana, que en el curso de la obra adujo las más plausibles razones para
trarían muchas veces en conflicto con el círculo familiar. justificar su conducta, poniendo de manifiesto la nobleza de su alma pura, sale, a última hora,
cuando ya va a morir, alegando un motivo incongruente y que hasta frisa en lo cómico. Dice
La mujer, en cambio, permanecería - e n el concepto de Antígona en ese paso que lo que ha hecho por su hermano no lo habría hecho por un hijo
suyo, si fuera madre, ni por su marido, de ser casada. "Pues —añade— si se me hubiera muerto
Freud— en el centro de la vida afectiva de la familia, y un marido, me habría buscado otro, y si se me hubiera muerto un hijo, ya habría tenido otro
sus intereses no coincidirían con los fines de la vida cul- de mi marido. Mientras que en el caso de mi hermano, no queda ese recurso. No puedo tener
otro hermano, porque habiéndose muerto mis padres, nadie hay que me lo pueda engendrar".
tural (porque ésta se sustentaría en una renuncia cons- Tal es, por lo menos, el sentido escueto de ese paso que, puesto en boca de una heroína que
se Q%i2. muriendo, destruye el ambiente trágico y a mí me parece, además, harto alambicado y
tante a los impulsos biológicos e instintivos), sino con los de puro artificio dialéctico» (pp. I330-133I).
fines naturales de la reproducción. Hegel, ante el mismo pasaje de la tragedia de Sófocles no se extrañó ni escandalizó, antes bien,
supo leer en sus líneas el reconocimiento de una verdad: la de que la mujer, en los papeles de
esposa y madre, asume la función de un deber universal que no la obliga, sin embargo, en
Resulta, en este sentido, ilustrativo comparar dos cuanto hermana. En calidad de hermana, la joven posee su individualidad de modo íntegro,
como ia posee, también, el hermano varón. La relación con el marido y con los hijos exige, en
textos: uno de Freud, perteneciente a «El Malestar en la cambio, una cierta renuncia a su libre individualidad, porque, como dice Hegel: «en tanto en
ese comportamiento de la mujer se mezcla la singularidad su eticidad no es pura {fenomenología
Cultura» y otro de la Fenomenología hegeliana, en los p. 269). De ahí que la joven que, ajena a toda determinación, se compara con el hermano,
aprecie en él ese equilibrio de la fraternidad (esa «relación exenta de apetencia») que los equi-
cuales se expresa una gran similitud de concepciones. para. (Adviértase que Hegel Q^XS. constatando una realidad de hecho: las funciones femeninas
tal y como están dadas en la propia realidad social de su tiempo, que no es, por lo demás, muy
diferente de la nuestra. Pero Hegel, en todo caso, no incorpora - n i tendría por qué incorpo-
(41 ) Hegel: ¿f del Espíritu, op. cit., en (10), p. 270. r a r - ninguna reivindicación feminista).

(42 ) Ibid. (45 ) Freud: El malestar en la cultura {op. cit. en (1), p. 46j

(43 ) Ibid. p. 269. (46 ) Hegel: Fenomenologá del Espíritu (op. cit. en {10), p. 281).

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como el simple resultado de condicionamientos biológi- formalmente considerado, una afirmación de la voluntad
cos, psíquicos (la incapacidad para la sublimación, etc.) o de obrar y, por lo tanto, un acto de rebeldía. La esencia
incluso sociológicos y se perfila con la dignidad de un de todo pecado radica pues, en lo que tiene de autoafir-
deber ético. Y lo mismo ocurre con el comportamiento mación de la conciencia (47) y en lo que conlleva de
del varón. Su entrega a la obra cultural, más que resul- actividad autónoma, de decisión, de determinación.
tado de su preeminencia física o intelectiva, se explicaría
como resultado de las exigencias del «Espíritu objetivo» «La autoconciencia -dice H e g e l - se convierte por
así como de la propia diversidad de papeles que la etici- la acción en culpa. Pues la culpa es su obrar y el obrar su
dad exige en el seno de una comunidad compleja. esencia más propia (...); sólo es inocente el no obrar,
como el ser de una piedra, pero no lo es rii siquiera el
ser de un niño» (48).
5. La culpa
El obrar es, de suyo, culpable porque determina y
niega, al efectuarse, las posibilidades infinitas, antes
Cuando se aborda, desde la misma óptica de las abiertas («la decisión es en sí lo negativo» (49); porque
Ideas, el tema de la culpa, ocurre algo semejante. Se di- es, en suma, finito». (Como diría más tarde Kierkegaard,
ría que los diferentes hitos que jalonan el delito primiti- el pecado es una negación porque cancela ese abismo,
vo, tal y como Freud lo ha descrito (el asesinato del abierto de posibilidades que configuran el espectro de la
padre, la abolición transitoria del tabú del incesto, la lu- angustia (50).
cha fratricida entre los hermanos, la reinstauración de las
normas paternas y el nacimiento consiguiente de las pri- La formulación metafísica que ha dado Hegel a estos
meras normas jurídico-sociales) han sido recorridos por planteamientos enmascara, en parte, su significación: la
Hegel en la Fenomenología desde una perspectiva genui- actuación y el obrar serían, según ello, culpables porque
namente ontológica, si bien no de un modo lineal (histó- rompen la quietud del ser, destruyen la perfecta inmovi-
rico o de historia ficción, como ocurre en el psicoanáli- lidad de la esencia e introducen en ella el cambio y el
sis) sino separadamente, y a través del examen de varios devenir:
paradigmas trágicos diferentes.
«Lo que obra no puede negar el crimen y su culpa:
Hegel ha contemplado, en efecto, el crimen de el hecho consiste en poner en movimiento lo inmóvil, en
Edipo —en su doble versión de asesinato y de incesto—, hacer que brote lo que de momento se halla encerrado
pero ha considerado también, a propósito de la rivalidad solamente en la posibilidad» (51)
entre Eteocles y Polinice, el delito de la guerra fratricida,
y ha abordado, además, el tema del delito cultural, to-
mando como pretexto la desobediencia de Antígona. Pero cuando se considera que el propio Freud ha
presentado la vida como una especie de infracción contra
A través del análisis de esas infracciones, Hegel el reposo inorgánico, la ha caracterizado como un acci-
plantea tres importantes problemas con relación a la dente que vino a perturbar la quietud de lo inerte, y ha
culpa: el de su naturaleza, i.e., el de la esencia del mal llegado a subordinar a ello el propio maiestar_cultural, ja
frente al bien moral; el de la responsabilidad en el delito infelicidad del hombre y la quiebra de su vida instintiva,
— cuestión que se relaciona con la del destino, así como los planteamientos hegefiaños adquieren, cuanto menos,
con el tema del inconsciente— y, por fin, el de las duali- una significación actual.
dades deber/placer, o bien, felicidad/virtud. Sólo exami-
naremos la primera de estas cuestiones. La culpa no es, sin embargo, ante la mirada hegelia-
na, algo puramente negativo. Hegel —como también
El tema de la naturaleza de la culpa lo enfoca Hegel Kierkegaard, Nietzsche y el propio Freud— han subraya-
desde presupuestos sumamente abstractos, que se ali- do en la culpa la positividad de la acción, en cuanto que
nean dentro de una tradición en la que el pecado se in- emana de una conciencia que se autofirma obrando. De
terpreta, de un lado, como algo negativo, es decir, como ahí que el pecado, aunque conlleve la pérdida de la ino-
una perturbación, como una limitación y, de otro, como cencia y acarree el advenimiento del castigo, sea, con
algo positivo, i.e., como una afirmación de la libertad todo, la condición misma de la individualidad humana
humana y del obrar consciente. Ambos aspectos de la
culpa fueron ya entrevistos por la tradición cristiana y (47 ) También para Hólderlin el delito trágico tiene el sentido de un aero blasfemo, por cuanto
que supone la reivindicación de la libertad del alma y la defensa de la independencia espiritual
escolástica, de la que Hegel es, ciertamente, deudor. humana frente a la voluntad de los dioses. Así, en sus «Notas sobre Antígona» dice Hólderlin:
Pero el tratarniento que estas cuestiones recibirá en la «Sin duda el más alto rasgo de Antígona. La blasfemia sublime, en cuanto que la sagrada locura
Fenomenomenologta del Espíritu transformará los postula- es la más alta presencia del hombre y es aquí más alma que lenguaje, excede a todas las demás
manifestaciones de ella; y es también necesario hablar así de la belleza, en superlativo, porque
dos teológicos que las presidían en otros nuevos que la actitud, entre otras cosas, reposa también en lo superlativo del espíritu humano y de la vir-
tuosidad heroica.
anuncian claramente el humanismo existencialista de
Kierkegaard y el Psicoanálisis freudiano. Es un gran recurso del alma que trabaja en secreto el que, al punto de la más alta conciencia,
rehuya la conciencia y, antes de que el dios presente se apodere efectivamente del alma, ella le
haga frente con palabra audaz, a menudo incluso blasfema, y así mantenga la sagrada posibili-
dad viviente del espíritu» (Hólderlin: Ensayos, op. cit. en (4), p, 146).
Hegel ha dado al tema de la naturaleza de la culpa
un alcance absolutamente general. Sea cual fuere el con- (48 ) Hegel: Fenomenología áélEsptritu, op. cit. en (10), p. 276

tenido de la infracción —la desobediencia a las leyes del (49 ) Ibid., p. 277
gobernante, el atentado contra la propiedad familiar, la (50 ) Cf. Kierkegaard, S.: El concepto de la Angustia. Tt.: Demetrio G. Ribero. Madrid, Guada-
lucha a muerte de los hermanos o el asesinato del padre rrama, 1965, pp. 122-12.?.

y el incesto- el delito supone siempre, para Hegel, y (51 ) Hegel: Fenomenología del Espíritu., op. cit. en (10), p. 277

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pues, como dice Kierkegaard: «el concepto de pecado y Cualquiera que haya sido, sin embargo, el contenido
de culpa pone cabalmente al individuo en cuanto indivi- preciso conferido a ese delito primitivo, lo cierto es que
duo» (52). los tres autores citados convienen, de un modo u otro,
en situar en él el nacimiento de la cultura y de la Histo-
Así, p.e., Freud ha subordinado, en la ontogénesis, ria. El que la infracción haya consistido en un asesinato
la constitución del super-ego o yo-ideal, fuente de la colectivo (Freud), en la pérdida de la inocencia moral
individualidad espiritual, a la superación ordinaria del (Kierkegaard) o en el acto de sustraer los cadáveres al
complejo de Edipo y, por consiguiente, a la adquisición olvido natural (Hegel) es un dato secundario; lo que
del sentimiento de culpa. Hegel, a su vez, ha presentado priva e importa es la forma misma de ese delito (la deso-
la desobediencia de Antígona como una reivindicación bediencia sacrilega), así como sus consecuencias genera-
de la individualidad espiritual en la persona del hermano les, a saber: la configuración del individuo como con-
muerto: ciencia independiente frente a la autoridad (la autoridad
divina, la del padre de la horda o la del gobernante) y la
«La consanguinidad viene, pues, a completar el mo- necesidad de enfrentarse,, a partir de ese momento, con
vimiento natural abstracto añadiendo a él el movimiento la penosa tarea de la construcción cultural, y de la libre
de la conciencia, interrumpiendo la obra de la naturaleza elección de valores.
y arrancando de la destrucción a los consanguíneos o,
mejor, porque la destrucción, su convertirse en ser puro^ Por supuesto que la virtualidad de estas interpreta-
es necesario, es por lo que asume el acto de la destruc- ciones (tan mitológicas, por cierto, como el propio mito
ción. De este modo acaece que también el ser muerto, el judeo-cristiano en que se inspiran) no radica en su capa-
ser universal, devenga algo que ha retornado a sí mismo, cidad explicativa (en lo que se refiere, p.e., a la historia
un ser para sí, o que la pura singularidad, carente de del género humano). Su interés descansa, sobre todo, en
fuerza, sea elevada a individualidad universal» (5 3). haber sabido afrontar el destino del hombre como si se
tratara del de un héroe trágico —Edipo, Antígona, etc.—
Y Kierkegaard reconocerá, todavía más expresamen- cuyo delito se inscribe en la necesidad. Pero esa necesi-
te, que la culpa y el delito son la condición de la vida de dad no es, ahora, la voluntad incomprensible de los
la conciencia: dioses, sino la propia opacidad de la conciencia humana,
la inconmensurabilidad entre el saber y el no saber (57)
«La culpa tiene a los ojos del espíritu ese poder de o la coincidencia entre el deber y la pasión (58).
encantamiento que es tan característico de la mirada de
la serpiente. En este punto está la verdad parcial de la «Al abolir la fatalidad antigua -dice J.M. Dome-
concepción de los carpocracianos, según los cuales sólo nach— al invertir, en cierto modo, las posiciones recípro-
se alcanza la perfección a través del pecado» (54). cas del hombre y de Dios, el cristianismo hubiese anula-
do lo trágico si éste hubiese tenido como única dimen-
Naturalmente, estas concepciones de la culpa no se sión el duelo entre los héroes de la tierra y las potencias
refieren exclusivamente al delito del individuo, sino tam- del cielo. Ahora bien, las fatalidades resurgen de la
bién y sobre todo al mitológico delito de la humanidad: acción humana (...). Toda acción, todo proyecto ratifica
al pecado original. Es cierto que cada uno de los tres un valor; la libre elección no se encuentra nunca entre
autores citados ofrece una versión diferente del conteni- las posibilidades neutras o cerradas, sino que incluye una
do posible de aquella infracción primitiva. Kierkegaard visión del hombre, una opción para la humanidad (...).
se limita a aludir a esa misteriosa distinción entre el bien Lo trágico nace debido a que la reconciliación del héroe
y el mal que surgió - t a l y como relata la Biblia- tras con su pasión, su carácter, su nacimiento —su muerte— o
probar el fruto del árbol prohibido. «Ninguna ciencia incluso su felicidad, se paga con un transtorno en el cielo
puede explicar cómo sucedió tal cosa» - d i c e - (55). o en la tierra, con un desorden a menudo superior al
orden que acaba de establecerse (...). El héroe trágico,
impulsado o no por los dioses, nos revela, en cuanto
Freud —como observa Marcuse (56)— «no nos lleva
actúa, esa incompatibilidad originaria entre los valores,
a la imagen de un paraíso que el hombre ha perdido por
tanto más claramente cuanto que es hombre de un obje-
su pecado contra Dios, sino a la dominación del hombre tivo único y se identifica con una pasión exclusiva. Esa es
por el hombre establecida por un padre déspota y terre- la feroz ley de la acción humana, puesta al desnudo por la
nal y perpetuada por la fracasada e incompleta rebelión tragedia» (59)
contra él. El «pecado original» fué contra el hombre».
Y, por su parte, Hegel, aunque no se refiere sino tácita-
mente a ese pecado legendario, parece significarlo con el
delito de Antígona, puesto que ese delito consiste en el
culto a los muertos, rito que tantas veces se ha aducido
como criterio de tránsito desde la vida animal o el salva-
jismo a la vida civilizada.

(52 ) Kierkegaard: El coruepto de hi At¡y,uitia. op. cir. en (50), p. 184.

(55 ) He.i;e!. Fsriomerioloí^ía del Espíritu, op. cit. eti (10), p. 266.
(57 ) Cf. Hegel: Fcriumeirolü^^íi del Espíritu, op. cir. en {10), p. 42".
(54 ) Kierkegaard; El concepto de la Afi^uitici. op. cit. en (50), p. 19.S.
( 5 8 ) Ibid., pp. 2 - > 2 " 4 .
(55 ) [bid. p. 147.
(59 ) Jean Marie Domenacli: El rttonn, de lo trd^^ico. Tr.: R Gil Novales. Barcek)na. Península,
(56 ) Marcuse, H: £mi y citilización. op. cic. en (29), p. ^.í. 1969.

EL BASILISCO 51
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ARTÍCULOS

EL MITO DE LA
NEUTRALIDAD
DE LA CIENCLA.
LA RESPONSABILIDAD DEL
CIENTÍFICO Y EL TÉCNICO*
MIGUELA. QUINTANILLA
Salamanca

1 problema de la responsabilidad moral de to y control de la realidad, por una parte, y los princi-
los científicos ha ido adquiriendo una im- pios morales (y políticos) que deben guiarnos en
portancia extraordinaria y creciente desde nuestras actuaciones, por otra. En consecuencia se hace
la segunda guerra mundial hasta nuestros necesaria una especie de reforma moral (y una nueva po-
días. El fenómeno tiene quizá sus oríge- lítica) para los tiempos nuevos. Quizá tanto este diagnós-
nes en la traumática experiencia que toda tico de la situación, como la terapia que se propone
una generación de científicos tuvo que sufrir con motivo sigan siendo válidos todavía en lo fundamental; pero, en
de su intervención en la creación de armamento. A par- todo caso, ambos resultan extremadamente imprecisos y
tir de entonces, el desarrollo industrial acelerado, en el olvidan un dato decisivo: que la propia ciencia constituye
que la ciencia ha intervenido de forma planificada y di- una parte importante de esa misma cultura que se quiere
recta, ha servido para poner de relieve, cada vez más cla- reformar en sus aspectos morales o políticos. La situa-
ramente, tanto el carácter global e inevitable que tiene la ción no mejora cuando el análisis de la crisis moral de
influencia de la ciencia sobre la sociedad, como el paula- nuestra civilización «científica» se hace utilizando las ca-
tino cambio de naturaleza que la investigación científica tegorías del materialismo histórico en términos de
y técnica ha ido experimentando como resultado de su desfase o contradicción entre fuerzas productivas y re-
intervención en el proceso productivo. Paralelamente a laciones de producción, o entre la base y la superestruc-
estas transformaciones, también el planteamiento del tura de una formación social como la nuestra. También
problema de la responsabilidad moral del científico ha aquí el planteamiento resulta excesivamente global (cf
ido sufriendo un deplazamiento desde posiciones próxi- Bueno, 1971). Así pues, hay que ser más preciso y seña-
mas a una ética de la responsabilidad individual ante las lar aquellos aspectos de la cultura o, si se prefiere, de las
desastrosas consecuencias potenciales de la aplicación relaciones sociales que hay que revisar. Más aún, lo más
de los resultados de la ciencia, hasta las posiciones actua- probable —al menos esta es mi opinión— es que previa-
les de algunos sectores de comunidad científica (un mente a todo eso haya que empezar revisando la propia
ejemplo sintomático puede ser Levi-Leblod 1975) que autoconcepción de la ciencia. Dicho de otra manera:
tienen más que ver con una toma de conciencia colectiva pienso que, aunque el desfase entre la moral y la ciencia
y política sobre el carácter de la ciencia y de los científi- (por atenernos al planteamiento tradicional), sea eviden-
cos en el conjunto de la sociedad. te, no es sin embargo el más importante. El desfase fun-
damental residirá, por el contrario, entre la realidad ins-
Es corriente describir esta crisis moral de la ciencia titucional de la ciencia y las concepciones filosóficas que
aproximadamente en estos términos: el ritmo de creci- sobre ella seguimos manteniendo.
miento de la ciencia y la técnica —se dice— ha produci-
do un desfase entre nuestras capacidades de conocimien- En resumen: para pasar de la investigación científi-
ca a la responsabilidad moral del científico se necesita
una teoría de la investigación científica o, si se quiere,
una filosofía de la ciencia. Mi tesis es que, si se toma en
(*) Leído en ik I Semana de Filosofía de la Ciencia, Escuela Superior de Ingenieros industria-
les. Barcelona. Diciembre de i9'*6. serio la transformación que para la ciencia está suponien-

52 EL BASILISCO
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do su inserción en el proceso productivo, entonces nues- las exigencias morales que éstas plantean. Por otra parte,
tra revisión de los conceptos básicos de la teoría de la el científico es un ciudadano como otro cualquiera, pero
ciencia debe ir más allá de la simple superposición de cier- especialmente cualificado para conocer los efectos posi-
tas consideraciones morales o políticas a una epistemolo- bles de la utilización de la ciencia y, en esa medida, tiene
gía que se mantiene en lo fundamental idéntica a la epis- también una responsabilidad moral de informar a los de-
temología tradicional de corte idealista. más y de criticar el posible mal uso que se haga de ella.
(Popper 1970).
En esta revisión el tema de la neutralidad de la cien-
cia ocupará un lugar central, aunque, como veremos, no A diferencia de este planteamiento que llamamos
es fácil someterlo a discusión independientemente de tradicional, el de la teoría histórico-sociológica parte de
otros temas de la filosofía de la ciencia, concretamente, una distinción básica diferente: no se acepta la separa-
de las ideas de autonomía y objetividad o carácter pro- ción entre investigación científica y aplicación tecnológi-
gresivo de ésta. ca porque se considera, con buen criterio, que en la ac-
tual sociedad industrial, ambos procesos van unidos.
Antes de seguir adelante, conviene que hagamos dos Pero el papel que cumplía en la teoría tradicional la se-
acotaciones a nuestro tema. La primera consiste en ad- paración entre investigación científica y aplicación tecno-
vertir que aquí nos ocupamos solamente de la pretensión lógica de la ciencia, lo pasa a desempeñar ahora una dis-
de neutralidad en sentido moral, dejando de lado otras tinción entre la realidad de la investigación científico-téc-
cuestiones que, sin embargo, están muy relacionadas con nica en si misma considerada y la realidad de las condicio-
ésta, como son las del compromiso ontológico o axioló- nes sociales concretas en que aquí y ahora se halla inmersa.
gico en general de la ciencia (cf M.A. Quintanilla A partir de aquí se establecen los siguientes principios:
1976). La segunda se refiere a que aquí prescindimos de
las modalidades que históricamente haya podido presen- 1) La ciencia-técnica es en si misma un valor positi-
tar este problema, limitándonos a discutir la idea de la vo en función no sólo de su servicio al objetivo general
neutralidad de la ciencia en el contexto actual. Y aún del descubrimiento de la verdad, sino también en
dentro de este contexto, nos fijaremos solamente en dos función de que, gracias a este conocimiento verdadero
opciones que nos parecen representativas aunque, tal que la ciencia proporciona, se puede liberar a la huma-
como las expondremos, no tendrán más remedio que ser nidad de sus necesidades materiales.
caricaturas de las correspondientes teorías de la ciencia.
Nos referimos a ellas con los nombres de «Teoría tradi- 2) Los resultados de la ciencia son, por lo tanto,
cional» y «Teoría histórico-sociológica». La primera se también en sí mismos valiosos respecto al doble objetivo
puede considerar representada en buena medida por la general de la ciencia, pero moralmente son neutrales, es
filosofía de la ciencia de corte popperiano «ortodoxo». decir pueden de hecho utilizarse para liberar a la huma-
La segunda por los teóricos de la revolución científico- nidad o para oprimirla. Y esto sucederá en un sentido o
técnica en especial Bernal (1939) y Richta (1971). en otro según el contexto social en que se encuentre inserta la
ciencia.
Por lo que respecta a nuestro tema, una buena for-
ma de analizar la estructura de las dos opciones consiste 3) Por consiguiente la responsabilidad moral del
en poner de manifiesto la distinción fundamental sobre científico tiene también un doble componente. Po"^ ^'^^
la que se articulan. parte debe cumplir, como en el caso anterior, con las
normas del método científico. Pero, por otra parte, debe
Pues bien, lo que llamamos teoría tradicional se arti- intentar liberar a la ciencia de las constricciones que ac-
cula sobre la distinción entre investigación científica y tualmente sufre, debidas al sistema social al que sirve, es
aplicación tecnológica de los resultados de tal investiga- decir debe comprometerse en el cambio a una sociedad
ción. Y las tesis que le podemos atribuir son las siguien- diferente en que la finalidad de la ciencia —su servicio a
tes: las necesidades de la humanidad sin limitaciones de inte-
reses particulares— pueda ser plenamente cumplida. Este
1) La investigación científica es una empresa con va- compromiso moral es ya un verdadero programa de in-
lor intrínseco, cuyo objetivo es el descubrimiento de la tervención política que podría concretarse como una
verdad, para lo cual se guía por normas metodológicas alianza de los científicos con las fuerzas progresivas de la
(algunas de las cuales tiene carácter moral, como por sociedad y, en particular, con la clase obrera que es la
ejemplo la sinceridad, la actitud crítica, el respeto a la única que garantiza con su liberación la libertad de todos
tradición científica, a las opiniones adversas, etc.) que se y, por lo tanto, también de la ciencia.
justifican en función de su adecuación para el objetivo
propuesto. Creo que están bastante claras las diferencias entre
una concepción y otra por lo que se refiere al problema
2) Los resultados de la investigación son, por lo de la responsabilidad moral y política de los científicos.
tanto, también valiosos respecto al objetivo general de la También hay diferencias básicas respecto al marco gene-
ciencia, pero neutrales respecto a los criterios externos ral en que se plantea el problema. Lo que me interesa
de tipo moral. Por consiguiente se puede hacer un uso resaltar, sin embargo, es lo que tienen en común:
bueno o malo de ellos.
1) Respecto al problema concreto de la responsabi-
3) El problema moral del científico tiene, pues, dos lidad moral existe, bajo las evidentes diferencias de plan-
dimensiones: por una parte su primera obligación es ate- teamiento, un aspecto común: la presencia de una doble
nerse a las normas del método científico y cumplir con dimensión en lo que podríamos llamar el código moral

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de los científicos y la ausencia de ardculación suficiente rara nevar a caoo nuestra tarea nos centraremos en
en ambas dimensiones. Es decir, en los dos casos se exi- dos puntos: el problema de la autonomía del desarrollo
ge, por una parte, h. fidelidad al método científico que es la científico, es decir, de cómo el poder interviene en la
garantía de que se cumpla el objetivo general de la cien- génesis de las teorías científicas; y el problema de la obje-
cia; descubrir la verdad; por otra parte hay un compromiso tividad de la ciencia, es decir, de cómo el poder intervie-
derivado que, en iin caso, se refiere a la utilización de ne en la evaluación de las teorías o programas de investi-
cada uno de los resultados de la ciencia, en el otro, de gación científica.
forma global, a la inserción de la investigación científico-
técnica en su contexto social. Respecto al primer punto se hace necesaria una re-
visión de los esquemas de relación entre la investigación
2) Esta doble articulación del código moral de los científica y la aplicación tecnológica teniendo en cuenta
científicos es posible gracias a que en ambos casos se la inserción de la investigación en el proceso productivo.
mantiene una idea común respecto a la ciencia (o a la
ciencia-técnica) en sí misma considerada: su carácter valio- El esquema clásico de la relación entre investigación
so tal como queda definida por una metodología que no científica y aplicación tecnológica es el siguiente: partien-
se pone en cuestión y que se supone independiente de la do de un problema teórico determinado (suscitado gene-
aplicación de la ciencia en un caso, o de su inserción en ralmente por la presencia de un acontecimiento A) se
un contexto social, en otro. intenta construir una teoría T que ponga en relación una
serie de circunstancias C con el acontecimiento A de
Estos elementos comunes son los que realmente nos forma que éste quede explicado como resultado de aque-
preocupan. En primer lugar porque significan el mante- llas circunstancias si la teoría es verdadera.
nimiento de la desconexión de hecho entre la moral del
científico en cuanto científico dedicado al descubrimien- La aplicación tecnológica parte, por el contrario, de
to de la verdad, y la moral del científico en cuanto ciuda- un objetivo (o acontecimiento A) que hay que conseguir,
dano (preocupado en un caso por la utilización de la y de unas teorías ya dadas T; la tarea consiste en descu-
ciencia y, en otro, por el problema más radical de la in- brir las condiciones o circunstancias C que, en virtud de
serción de ésta en una sociedad injusta). En segundo lu- las previsiones de las teorías T, permitirán conseguir el
gar porque ese supuesto común, que podríamos calificar objetivo A.
como presupuesto del valor absoluto de la investigación cien-
tífica, sólo se puede mantener, en la teoría tradicional, Desde esta perspectiva está claro que, mientras el
gracias a que se considera la investigación científica co- poder externo a la ciencia determina en la tecnología el
mo algo al margen de su realidad social y sus aplicacio- objetivo A que hay que alcanzar, en la investigación
nes tecnológicas, cosa que no nos parece realista. Y en científica pura no interviene para nada.
la segunda teoría, en la que se tiene en cuenta estos as-
pectos institucionales de la ciencia, el supuesto en cues- Una primera forma de articular la investigación cien-
tión sólo se puede mantener a costa de la coherencia, tífica con la aplicación tecnológica en el proceso produc-
como un residuo de una teoría de la ciencia que no ha tivo quedaría reflejada por una leve modificación de los
sido revisada con suficiente profundidad. esquemas anteriores para hacerlos compatibles con los
presupuestos de la teoría histórico-sociológica: de acuer-
do con ella también la investigación científica pura en-
Nuestro propósito será, pues, realizar esta revisión cuentra su objetivo (la explicación del acontecimiento
de lo que llamamos el valor absoluto de la investigación A) determinado en gran parte por poderes externos a la
científico-técnica con vistas al replanteamiento del pro- ciencia (en la medida, por ejemplo, en la que se finan-
blema de la responsabilidad moral o política de los cien- cian las investigaciones dedicadas a un tema determinado
tíficos de manera que podamos situar este problema en y no otras, etc.).
el núcleo mismo de la investigación científico-técnica y
no en cuestiones externas a ella. Por lo demás ambos esquemas seguirían siendo váli-
dos. Concretamente la búsqueda de unas teorías u otras
Como veremos, nuestra propuesta implicará, en últi- y la opción entre ellas es una empresa enteramente libre,
mo término, interiorizar en la ciencia lo que generalmen- regulada tan sólo por los cánones de la objetividad y del
te se considera externo a ella. Esperamos mostrar que servicio a la verdad.
esta simple operación tiene repercusiones en el plantea-
miento del problema de la moral o la política de los Pues bien, precisamente este último supuesto es el
científicos. que nos parece insostenible. Frente a él pensamos lo si-
guiente:
El punto central de nuestra argumentación es el si-
guiente: si se acepta la caracterización de la ciencia como 1) La intervención del poder «externo» a la investi-
algo inseparable de la técnica y del proceso productivo, gación científica no se limita solamente a señalar los ob-
entonces la ciencia en sí misma considerada no es neutral, jetivos de la investigación. De una u otra forma quedan
sino que implica opciones de tipo, en último término, también limitadas las posibilidades de costrucción de teo-
moral. Por consiguiente no bastará con añadir a las nor- rías a través de los más diversos mecanismos, pero fun-
mas del método científico un código moral que regule damentalmente a través de las restricciones impuestas en
las relaciones del científico con la sociedad, sino que ha- la investigación científico-técnica respecto al tipo de
brá que replantearse el propio significado de las normas condiciones C que al poder le interesa tener en cuenta y,
metodológicas teniendo en cuenta esta realidad social de a través de esto, respecto al tipo de teorías T que es po-
la ciencia. sible construir (M. A. Quintanilla 1976).

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2) Además el poder «externo» a la ciencia intervie- poderes políticos y económicos. Este postulado puede no
ne también en la evaluación de teorías o programas de parecer gratuito si se parte del supuesto previo de que la
investigación. Para explicar en qué sentido esto tiene lu- investigación científica está regulada exclusivamente por
gar y cuáles son sus repercusiones debemos hacer su fecundidad en cuanto a posibilidades de utilización
algunas advertencias a propósito de la caracterización tecnológica de nuestro conocimiento. En ese caso se
que en filosofía de la ciencia se hace de un programa de podría suponer, en efecto, que existen unos criterios fi-
investigación. jos para medir el rendimiento de los programas de inves-
tigación y que estos criterios son compartidos tanto por
La situación se puede resumir de la siguiente mane- los científicos como por los detentores del poder «exter-
ra: Kuhn (1971) ha hecho hincapié en el papel que jue- no» a la ciencia.
gan los «paradigmas» en la investigación y el desarrollo
científicos, y en el hecho de que no es posible decidir Pero, si se acepta esto último, se está echando por
racionalmente entre dos paradigmas opuestos porque son la borda uno de los puntos más atractivos de las teorías
semánticamente inconmensurables. De ahí que las revo- de Kuhn: la cuestión de las diferencias en el significado
luciones científicas se expliquen por factores externos, que los diversos paradigmas confieren a las teorías que
sociológicos, aunque Kuhn se refiere fundamentalmente en ellos se desarrollan y, por lo tanto, la imposibilidad
a las relaciones sociales que se establecen en el seno de de comparar dos teorías pertenecientes a dos paradigmas
las propias comunidades científicas. Las propuestas que diferentes de acuerdo con un único patrón. Yo no creo
hace Laicatos (1975) en su metodología de los programas que las tesis de Kuhn se puedan sostener en todos sus
de investigación intenta, por una parte, situar el proble- puntos. Por el contrario creo que es preferible plantear
ma de la evaluación de las hipótesis científicas en un ám- los problemas en términos de programas de investigación
bito más amplio que el de las teorías aisladas, es decir en comparables. Pero también creo que un programa de in-
el ámbito de los programas de investigación, que son vestigación tiene sobre las teorías e hipótesis científicas
unidades complejas en las que él distingue fundamen- unos efectos similares a los de los paradigmas de Kuhn.
talmente un núcleo central, que se considera irrefutable Hace variar el significado de los términos y enunciados
(lo mismo que un paradigma), y unos principios inter- de las teorías. La solución a la antinomia que de esta ma-
pretativos que sirven para el desarrollo del programa. nera podría presentarse consiste, me parece, en abando-
A diferencia de. Kuhn, sin embargo, piensa que se puede nar la concepción holística del significado de los térmi-
establecer criterios para evaluar un programa de investi- nos científicos.
gación e incluso para optar entre un programa y otro.
Estos criterios tienen que ver con el carácter progresivo
O estancado de un programa. Un programa será progre- N o podemos detenernos en el análisis de la teoría
sivo si, como dice Lakatos, su desarrollo teórico anticipa del significado que subyace a las tesis de Kuhn o Laka-
el desarrollo empírico, es decir, si permite hacer descu- tos. Nos limitaremos a proponer una alternativa inspira-
brimientos no previstos fuera del programa. Si no es así, da en Bunge (1975). Según este autor, el significado de
el programa termina quedando estancado. Lo qué el una teoría debe descomponerse en los dos elementos
científico debe hacer, por principio, es potenciar los pro- clásicos: el sentido y la referencia; pero Bunge define
gramas progresivos (Lakatos, 1975). estos conceptos semánticos de forma que tanto el sentido
como la referencia de dos teorías son comparables y se
puede evaluar, en principio, el grado de su correspon-
dencia. Pues bien, si esto es así, las diferencias entre dos
El propio Lakatos, sin embargo, tiene conciencia de
programas de investigación pueden presentar matices
que con esto no se han resuelto todos los problemas,
muy complejos; la situación más común será probable-
pues está claro que la decisión sobre el carácter progre-
mente una identidad parcial tanto de sentidos como de
sivo de los programas es función del tiempo, y la meto-
referencias. Pero entonces tan inaceptable resulta la idea
dología no puede proponer una norma temporal definiti-
de que dos programas distintos son semánticamente in-
va. Por eso, casi sin querer, y a modo de respuesta a
conmensurables (Kuhn) como la de que las diferencias
algunas de las objecciones recibidas, Lakatos viene a
semánticas entre dos programas comparables son metódi-
resolver la cuestión en estos términos: a nadie se le pue-
camente irrelevantes. En lugar de adoptar estas posturas
de prohibir que se aferré a un programa estancado, de
extremas, la comparación de teorías o programas debería
todas las maneras la cuestión —dice él— no sería muy
hacerse teniendo en cuenta, en primer lugar, que los cri-
grave, pues en último término las revistas científicas de-
terios para decidir entre ellos son parciales y relativos (es
jarían de admitir trabajos elaborados por ese señor, y los
decir sirven para decidir entre partes de las teorías en
poderes financieros dejarían de prestarle ayuda para de-
cuestión, aunque de hecho la decisión afecte al conjunto
sarrollar su programa (Lakatos, 1975).
de la teoría); en segundo lugar que la opción entre dos
teorías alternativas afecta por lo general no sólo a cues-
Esta concesión es más decisiva de lo que quizá Laka- tiones metodológicas sino también a cuestiones de senti-
tos pensara al hacerla, pues supone simplemente recono- do. Dicho de otra manera, cuando, de acuerdo con de-
cer que, también a la hora de evaluar los programas y terminado criterio, abandonamos un programa de investi-
teoría científicas, los poderes «externos» tienen un papel gación no estamos, por lo general, abandonando simple-
decisivo en la ciencia. El problema entonces es cómo ha- mente un trasto inútil sino también la posibilidad de ver
cer compatible esta intervención del poder con la idea el mundo de una manera alternativa. Más aún: si recor-
de la racionalidad inherente al desarrollo científico. Para damos que en la investigación científica industrial una
ello será preciso postular como garantizada de antemano teoría no es solamente una forma de ver el mundo, sino
una comunidad de criterios de evaluación entre los pro- también un elemento que interviene en la transforma-
fesionales de la investigación y los detentadores de los ción del mundo y, por lo tanto, en su configuración, en-

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un determinado programa de investigación es, por lo ge-


neral, rechazar la posibilidad de un mundo alternativo.

Feyerabend (1963) ha propuesto su famoso princi-


pio de proliferación de teorías. Parece claro que lo que
estamos aquí apuntando tiene bastante que ver con ello.
Pero no pretendo que sea lo mismo. De Feyerabend re-
cogemos algo básico: la conciencia de que la investiga-
ción científica es también una forma de dar sentido al
mundo, y de que caben, o deberían caber, en principio
muchos sentidos alternativos. A ello añadimos sin em-
bargo un elemento que consideramos importante: dada
la vinculación de la ciencia a la producción, la configura-
ción de sentidos alternativos se traduce en la construc-
ción de mundos alternativos. Y aquí nos separamos de
Feyerabend. Pues precisamente porque cada opción en la
ciencia supone im paso de no retorno que va a condicio-
nar los pasos siguientes, el problema de las alternativas
entre teorías no se puede reducir sólo al momento de su
propuesta y de su invención. Es preciso atender sobre La cuestión de como esta manera de entender el
todo al momento de la opción necesaria entre una u problema debe incidir en las forma concretas de compro-
otra. Diríamos, para resumir, que estamos de acuerdo miso político de los científicos es algo que no podemos
con Feyerabend en la importancia de la proliferación de determinar aquí. Para hacerlo habría que tomar en cuen-
alternativas, pero que el problema decisivo, una vez ta otras variables que hemos dejado de lado: concreta-
aceptado lo anterior como desiderátum, sigue siendo el mente la del carácter de trabajadores asalariados que van
del control de las decisiones a favor de una u otra de las adquiriendo los científicos una vez insertos en él proceso
diversas alternativas. productivo; y muy concretamente la imposibilidad de
ejercer esa responsabilidad social de que hablaremos en
el seno de determinadas comunidades científicas. Pero
Podemos terminar entonces con unas breves re- hay algo que puede ya suponerse como de necesidad
flexiones sobre el significado que la anterior discusión urgente: que los propios trabajadores científicos se do-
puede tener para el tema de lá neutralidad de la ciencia, ten de una organización adecuada para que puedan plan-
y por consiguiente, de la responsabilidad de los científi- tearse y discutirse en su seno este tipo de problemas.
cos. N o s daríamos por satisfechos si estas palabras hubieran
servido para sugerir que el campo de actuación de seme-
jante organización de trabajadores científicos comienza
En primer lugar está claro que debemos renunciar al en el seno mismo de las instituciones y prácticas científi-
cómodo consuelo o ilusión de que la ciencia, en sí mis- cas, y que entre sus objetivos deberían ocupar un lugar
ma, tiene una autonomía y un valor garantizados pese a muy importante el autocontrol de la producción científi-
las malas aplicaciones que circunstancialmente se hagan ca, la desmitifícación de la ciencia, la lucha contra la je-
de ella o pese a su inserción histórica en una sociedad rarquización de las comunidades científicas y contra la
injusta. Frente a esto, debemos tomar conciencia de que subsistencia en ellas de relaciones de dominación, la lu-
el desarrollo científico es un proceso imparable de com- cha, en fin, por una ciencia y una tecnología diferentes.
promiso con una forma determinada no sólo de ver, sino
también de organizar el mundo. Cada opción inherente a
un programa de investigación es una opción irreversible
en gran parte para el futuro. A este nivel, por lo menos,
no cabe hablar de neutralidad. Pero es muy importante,
porque, si a este nivel no se puede ser neutral, ai otro
nivel, el de los resultados efectivaniente obtenidos en BIBLIOGRAFÍA
una investigación, la cuestión de la neutralidad y la res-
Bernal, J.D. (1939), The Social Pumiion of Science, London.
ponsabilidad, aún sin dejar de subsistir, deja de tener
una importancia fundamental. Y algo similar sucede con Bueno, G. (197 1), «Prólogo» al libro de Magalhaes Viihegas; Deiarrollo cieiiUfico-ticnicu y obs-
táculos sociales al final de la Antigüedad, Madrid.
la cuestión de la inserción de la investigación científica
Buoge, M. (1975), Treatise on Basic Pbilosophy, vols. I y 2. Dordrecht.
en una formación social de un tipo u otro: no podemos
olvidar que, para plantearla correctamente, resulta deci- Feyerabend, P.K. (1963), «How to be a Good Empiricist», en el vol.
sivo tener en cuenta que, aunque lo que nos interese, m Philosophy of Science. New York. 1963.
por ejemplo, sea llegar al socialismo, también tenemos Kuhn, Th. S. (197 1), La eilructura de las rei-olucio?/es cíenlificai. Míl-xico.
interés en que esta llegada no se haga en un mundo pre- Lakatos, I. í 197^), La historia de la ciencia y sus recomlruccioms racionales. Madrid
viamente destrozado por la ciencia que se hizo bajo el
Leví-Leblond, J.M. (1975), La idealogia de en la física conlemporáma. Barcelona.
capitalismo. A modo de resumen: la responsabilidad del P o p p e r , K.R. (Í9?()), "The Moral Responsability of ihc Scicutisf en P. Weingarther y G.
científico ante la sociedad no se juega sólo fxiera de la Z e c h a (eds.), Inducfion. Physia andEthics. Dordrecht Í9"Ü, pp. .^29-326.
ciencia ni al final de la investigación, se juega minuto a Quintanilla, M.A. (I9''6), «El mitt> de ia ciencia» en Diccionario de fili,.wfia cunlmpnrJjua. Sa-
minuto en la elaboración y evaluación de los programas lamanca.

de investigación y las teorías. Richta, R. ( 19"" 1), La ciiilización en la encnnijada. Madrid.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

AKTICULOS

EL «SISTEMA» DE LA
TEORÍA GENERAL DE LOS
SISTEMAS
(REEXPOSICION CJOTICA)
PRIMERA PARTE

ALBERTO HIDALGO
Oviedo

unque el notable biólogo vienes Ludwig «estado uniforme» y de «proceso irreversible» debe atri-
von Bertalanffy expuso originalmente el buirse a Burton en 1939 y al propio von Bertalanffy en
proyecto de construir una Teoría General 1940 (2). A pesar de estos adelantos, la T.G.S. hubo de
de los Sistemas (T.G.S.) —interpretable esperar a que nuevas y revolucionarias disciplinas como
alternativamente como Teoría de Sistemas la Cibernética, la Teoría de los Juegos, la Teoría de la
Generales— en el seminario filosófico de Información y la Teoría de la Decisión crearan el clima
Charles Morris en 1937, su primera publicación sobre el de libertad intelectual adecuado para su recepción. Una
tema no aparece hasta 1945 en alemán y 1950 en inglés interpretación «tendenciosa» de von Bertalanffy, destina-
(1). La fi*ía acogida dispensada por la Universidad de da sin duda a sacar ganancia del «río revuelto» de las de-
Chicago a un proyecto tan «metafísico» hizo sospechar a nominaciones y de los orígenes, presenta estas disciplinas
su promotor que el Zeitgeist no le resultaba favorable como capítulos empíricos de acumulación de modelos y
aún. N o obstante, debe subrayarse que por estas mismas generalizaciones abstractas únicamente, integrables bajo
fechas se estaba elaborando el concepto clave de la Teo- la Weltansschauung omnicomprensiva de la T.G.S.
ría, tanto en su aspecto técnico como en su vertiente
ideológica. En efecto, los componentes intuitivamente Ahora bien, quiero llamar la atención aquí, a título
diferenciales de la noción de sistema abierto aparecen en de inventario, sobre algunos datos relevantes para una
un trabajo de Wolfgang Kóhler publicado en 1938, si versión más sinuosamente dialéctica y, en consecuencia,
bien su rigurosa caracterización biofísica en términos de más definitiva. Ni qué decir tiene que la Segunda
Guerra Mundial sirvió, de rebote, para potenciar los
(1) El argumento principal de este trabajo gira en tomo a la figura y la. obra de L. von Bertalan- nuevos enfoques científicos útiles en algún grado a la
ffy, fundador y principal promotor de la T.G.S. en su sentido moderno. Nacido en la todavía
«Imperial y Real» Viena de los Habsburgo en 1901, estudiante y profesor de Biología en su tecnología del hardware militar. En este sentido no es
Universidad, pertenece a una generación que vio desplomarse un sistema de vida y una cosmovi-
sión aparentemente definitivos e inmortales (cfer. sobre el clima intelectual de la ciudad entre
casual que durante la década de los cuarenta se produzca
i 890 y 1919 el excelente libro de A. Janik y S. Toulmin. LM Vieua dt Wingeastein. Taurus, una notable «institucionalización» de la Cibernética y
Madrid, 19'7'^)- Dos rasgos que hallamos en la confección de la T.G.S., a saber, el convencimien-
to de la relatividad de ¡as categorías o «perspectivismo" y la imperiosa necesidad de construir Teorías afínes (3). La T.G.S., en cambio, no alcanza for-
una nueva y más resistente cosmovisión, pueden relacionarse significativamente con los escigmas
que este trauma cultural, psicológicamente interiorizado, pudieron grabar en la «mente>' de
ma institucional hasta 1954 tras la fundación de la Society
von Betalanffy. Tras contribuir con su monumental Theontischi; Bioiogie (2 vols. Berlín, Born- for General Systems Research como resultado de los con-
traeger, 1932) a la institucÍonalÍ2acÍón académica de esca disciplina vuelve a Vicna como Cate-
drático en 1934, donde permanece hasta 1948. Aunque su formación filosófica es de corte tactos mantenidos entre el citado von Bertalanffy, el eco-
neopositivista (M. Schlick en Viena, H. Reichembach en Berlín), su interés por la mística ale-
mana (Ni¡o!i¿i4S von Kuei. Munich, G. Müller. 1928), el relativismo histórico de Spenglur (ia
decadencia de occidente es un hecho -afirma con ia convicción delque ha tenido una vivida {ly Las rclt-rencias de los trabajos citados sobre íiífmitjs cíbitrtoí son:
experiencia de ello-) y otras tradiciones heterodoxas "le impidió ser un buen positivista^.
Pese a ello encontramos fuertes vestigios carnapianos en su ideal de una ciencia unificada, su
(•formalismo» y su obsesión por la «operativídadí.. Entre 1955 y 1958 lo hallamos como Direc- — 1938: W. Kóhler, The Place of Valúes in the WorU of Fac, Liveright, Cap. 8°, pp. 314-28.
tor de investigación biológica en el Hospital del Monte Sinai, después de cinco años de bautis- Reproducido en la compilación de F.E. Emery: Systems Thinktng, Penguin Books, Har-
mo americano en ia Universidad de Ottawa. Entre 1961 y 1968 profesa en la Universidad de mondsworth, Middlesex, England, 1969.
Alberta (Edmonton, Canadá), desde donde pasa a la del Estado de New York en Buffalo. La
publicación mencionada en el texto es el artículo «Zu einer ailgemeninen Systemlehre>', publi- — 1939^ A. C Bureen, «The Propieties of the Steady State Compared to Those Equilibrium
cado originalmente en {n Deulsihi; Zuitschrift für Philosophie. ¡S. N " 3/4, 1945; en inglés apare- as Shown in Characteristic Biological behavior», Journal of Cellular and Comparathe Phy-
ce como «An Outline of General System Theory» en el British Joumul of ihe Philosophy of siology, 14, pp. 327-49.
• Scie/lCi', I. Z950. El Capitulo IIl" del libro Geficral Sysleni Theory. F'jundtítioiis. Dmelopmiffil.
AppÜccHions. ed. George Braziller, Inc, New York, 1968 condensa perfectamente el contenido — 1940: L. von Bertalanffy, «Der Organismus ais Physlkalisches System Betrachtet», Dte
del artículo. (Hay versión castellana de la edición inglesa de 1971 en F.C.E., Madrid. I9"'6?. Naturwissencbaflen, 28, pp. 521-531. El Capítulo V° de General System Theory iop. cit,} re-
produce con leves modificaciones el artkulo.

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nomista Kenneth E. Boulding, el biomatemático de orí- Para los propósitos de la presente nota estos apreta-
gen ruso Anatol Rapoport y el fisiólogo Ralph Gerard dos apuntos cronológicos resultan suficientes. Epistemó-
en el seno de la American Association for the Advancement logos y teóricos de la ciencia profundizarán en el futuro
of Science. Desde 1956 la Sociedad publica un Yearhook, el análisis histórico de esta provocativa Teoría, que se
citado normalmente como General Systems. Esta rápida autoconcibe y se presenta como un nuevo «paradigma
institucionalización a nivel de órganos careció, sin científico». Mis designios aquí se limitan a poner en en-
embargo, de una pronta proyección internacional seme- tredicho ciertas ambigüedades epistemológicas y ontoió-
jante a la que la Cibernética experimentó en manos de gicas de principio, que subyacen a la alegre recepción del
Norbert Wiener. Curiosamente, el marco teórico ofreci- «programa» de von Bertalanffy por parte justamente de
do por la T.G.S. sólo. inicia su despegue a partir de la las disciplinas académicas de más débil estatuto gnoseo-
década de los sesenta, al mismo tiempo y al mismo lógico. La moda de la T.G.S. está invadiendo también la
ritmo que la estrella de la Cibernética parece ir extin- geografía de nuestro país a través de teorizaciones de
guiéndose con el entusiasmo y la vida de Wiener (4). segunda mano (pienso en prospecciones como la de
Otra interpretación de von Bertalanffy (no menos ten- W. Buckley en el campo de la Sociología o en sistemati-
denciosa que la anterior) insinúa que la T.G.S. es como zaciones como la de Jiménez en la Ciencia de la Admi-
el Ave Fénix resurgente de las cenizas «mecanicistas» de nistración (6) —por citar obras meritorias— y precisa
la Cibernética, la Teoría de los Juegos, la Teoría de la urgentes correcciones de carácter crítico. N o se trata, na-
Información y la Teoría de la Decisión, varadas todas turalmente, de cometer la demagógica ingenuidad de eti-
ellas por su «empirismo unilateral», la parcialidad de sus quetar la nueva Teoría con el rótulo de «siniestro instru-
enfoques respectivos y la insuficiencia de sus «magras y mento ideológico del capitalismo», a la manera de algu-
endebles aplicaciones» (5). nos sociólogos a-críticos (por más que reclamen para sí
el apelativo de críticos), incapaces de ver en el concepto
de sistema los aspectos dinámicos olvidados por el con-
servador funcionalismo parsoniano, o excesivamente pa-
gados de la noción pseudomarxista de la determinación
económica de las superestructuras (7). Tampoco se trata
de detenerse maliciosamente en la mera constatación
sociológica del relevo biológico de líderes intelectuales
—digamos, de N . Wiener por L. von Bertalanffy o de
0 ) En efecto, si prescindimos de lo que Voiker Hernn ha denominado la «Prehistoria de la
Cibernética» {Convivium, 3 , 1971, pp- 47-72), puede aseverarse que el enfoque cibernético se J. von Neumann por A. Rapoport—, si bien tal situación
inicia con el artículo de A. Rosenblueth, N . Wiener y J. Bigelow, «Behavior, Purpose, and Te-
leology» {Philosophy of Science, 10) en 1943 y se institucionaliza durante las diez conferencias
sé contempla en La estructura de las revoluciones científicas
que bajo los auspicios de la Jossiah Macy jr. Foundation se celebran entre 1942 y 1953 (de las de Thomas S. Kuhn (8) como una conditio sine qua non
que destacamos aquí por su importancia la de Princeton en 1943-44 y la reunión de New York
en 1946). La publicación de Cybemetics (M.I.T. Press, Cambrigde, 1948) por Wiener supone la para la sustitución de un «paradigma» por otro. Mi análi-
definitiva consagración del nuevo campo científico del control. A partir de entonces se suceden
los Congresos Internacionales (París. 1951; Namur, 1956; Zurich, 1957, etc.) y la fundación de
sis pretende ser gnoseológico e incidir en cuestiones
nuevas revistas {Cibernética, 1958; Kyhemética, 1965). Abusando de los paralelismos, me atre-
vería a decir que Cibemétics de Wiener guarda con el movimiento cibernético en 1948 la mis-,
ma proporción que veinte años después General System Theory guardará con el movimiento de
la T.G.S. No es casual que el primer Journal of General Systems, comience a publicarse en 1972.
(4) Las ideas de Norbert Wiener (1894-1964) «prendieron» en seguida. Quizá su peculiar per-
Algo semejante ocurre con la Teoría de los Juegos, cuyos tópicos centrales quedan sustan- sonalidad contribuyese a tan rápida difusión y aceptación. Una sugerente glosa de la misma fue
cialmente tratados en la monumental obra de John yon Neumann y Oskar Morgenstern, Theory redactada in memoriam por Stephen Toulmin en 1964: «The Importance of Norbert Wiener»
of Games and Economic Behavior en época tan temprana como 194^ (Princeton University Press, The New York Review of Books, sept. (Reproducido en Perspectivas de la revolución de los computa-
2^ ed. 1947). Desde un punto de vista histórico debe recordarse, no obstante, que von Neu- dores, Zenón W. Pylyshyn (ed.), Alianza, Madrid, 1975). El punto que interesa destacar aquí
mann comenzó a desarrollar la Teoría diurante los apos-veinte («Zur Theorie- der Ges- puede expresarse también en términos de Toulmin: «Cuando Wiener se acercaba a los setenta
sellshaftsspiele» Matheniaíische A>malm. 100. 1928) y que, antes aún, E. Bocel había conce- años, algunos ya tenían dudas acerca de la importancia de su contribución, ¿Habría sido justi-
bido algunas ideas sobre el tema. Una presentación verbal de la Teoría y sus aplicaciones en la ficado todo el primer alboroto?. ¿No se habían exagerado las pretensiones iniciales sobre el
actualidad nos la sirve M. D . Davis {Teoría del juego. Alianza Universidad, Madrid, 1971). Los significado y consecuencias de la Cibernética?» (Ib. p. 207). N o debe extrañar la asunción y
aspectos matemáticos pueden consultarse en la Introducción a la Teoría matemática de los Juegos fomento de esta corriente de dudas por parte de von Bertalanffy, quien pasa de la constatación
(Aguilar, Madrid, 1966) de J.C.C. Mckinsey. de su aplicación limitada a las regulaciones «secundarias» en 1955 a la clara afirmación de su
fracaso (no de su utilidad) en 1967,
Por lo que respecta a la Teoría de la Informaciórj resulta más difícil prescindir de los antece-
dentes, dada la íntima conexión del concepto de información con el termodinámico de entropía y
los trabajos precusores de H. Nyquist en 1924 y R.V.L. Hartley en 1928. N o obstante, el tra- (5) Si von Bertalanffy ha señalado las limitaciones de la Cibernética, Rapoport ha insistido más
bajo fundamental en el aspecto técnico sigue siendo el artículo de Claude E. Shanon, «The en las de la Teoría de los Juegos del malogrado von Neumann (1903-1957). Cfer.: «Critiques
Mathematical Theory of Communication», publicado originalmente en el Bell System Technical of Games Theory» Behavioral Science, 4, 1959. También «Uso y abuso de la Teoría de los
Journal, Julio y Octubre de 1948. Las exégesis de Warren Weaver tuvieron el mérito indiscuti- Juegos» en David M. Messick (compilador): Matemáticas en. las ciencias del comportamiento
ble de ponerlo a disposición de un público más amplio desde una perspectiva más general. Para (Alianza, Univ., Madrid, 1974). Las críticas a la Teoría de la información, en cambio, no afec-
una versión reciente de la Teoría en su relación con la noción de sistema puede verse Lee Tha- tan al desarrollo técnico de Claude Elwood Shannon (n. 1916), sino a sus aplicaciones bioló-
yer, Communication and Communication Systems, (Homewood, Illinois, R.D. Irwin, 1968; ver- gicas y a su generalización como teoría oranicomprensiva. Un cuadro resumen de estas críticas
sión cast. Península, Barcelona, 1975), que además de una abundante bibliografía aporta una se hallann en General System, (op. cit.), pp. 10,3, ss.
muestra de la potencia paradigmática de la Teoría de la Comunicación como Teoría General.
(6) Walter Buckley: Sociology and Modem System Theory, Prentice Hall Englewood Cliffs, New
La Teoría de la Decisión tiene orígenes más oscuros. Por un lado se conecta con el problema Jersey, 1967. Versión castellana en Amorronu, Buenos Aires, 1971.
de la decidibilidad «lógica» o «matemática», en torno al cual se condensa una larga constela-
ción de contribuciones, cuyo inventario puede consultarse en W. Ackermann, Solvable Cases of Juan Ignacio Jiménez Nieto: Teorm General de la Administración. La Ciencia Administrativa a la
the Decisión Problem (Amsterdam, 1954) y, por otro, con la técnica de adopción de decisiones luz del Análisis Sistémico, ed. Tecnos, Madrid, 1975.
racionales sobre todo en situaciones de incertidumbre. Herben A. Simón en su Administrative
Behavior. AStudy of Decisión—Making Processes in Administrative Org/tnization MacMíllan, New (7) Los sociólogos que han tenido noticia de la T.G.S. a través del libro de Buckley se han
York, 1947) puede considerarse im clásico que contribuye decisivamente a la institucionaliza- apresurado a emitir un juicio irremisiblemente negativo sobre ella. N o se han molestado en
d o n de la disciplina. Esta Teoría y la de los juegos convergieron en el terreno común de la in- consultar las fuentes y han ignorado sistemáticamente hechos tales como la recepción de esta
ferencia estadística y desde Abraham Wald, Stadistical Decisión Functions (J. Wiley and Sons, Teoría en el campo socialista. A este propósito conviene recordar que von Bertalanffy mismo
N e w York, 1954) pueden considerarse inseparable por lo que a sus aspectos matemáticos se se queja amargamente de que la paternidad de sus ideas no le haya sido reconocida en U.S.A.
refiere. y sí, en cambio, en las U.R.S.S. y en los países de Europa Oriental (Cfer: Robots, Men and
Minds. Psychology in the modem World, George Braziller, New York, 1967; versión cast. en
Entre estas Teorías se produce un profundo intercambio de ideas, en el que la concepción Guadarrama, Madrid, 1974, p. 81). Por lo demás, la T.G.S. ofrece internamente un mayor
interdisciplinar propugnada por la Cibernética merece la responsabilidad principal. Baste aquí rigor en el esclarecimiento y utilización del concepto d e totalidad, cuya raigambre marxista, al
con recordar que J. von Neumman fiíé asiduo colaborador de Wiener, llegando incluso a orga- menos desde Lukács, resulta inexcusable. Convengo aquí con esta apreciación de M. García
nizar el Congreso de Princeton en 1943- Wiener por su parte fue uno de los pn^meros en se- Pelayo, pero no afirmo con él que la T.G.S, es «un nuevo fenómeno a añadir a la teoría de la
ñalar las limitaciones de la Teoría de los Juegos desde la perspectiva cibernética. El mutuo in- tendencia a la convergencia entre el campo sociahsta y capitalista» (Cfer.: «La Teoría General
terés por el dise_ño_de comp_utadores en términos lógicos favoreció una fecunda colaboración. de los Sistemas» Revista de Occidente, Diciembre, 1975, p. 59). El modelo matemático de «sis-
N o menos significativa resulta la'deferencia mutua que Wiener y Shannon se dispensan en tema», que ofrece von Bertalanffy es tan privativo del capitalismo o del socialismo, como pue-
relación a la paternidad de la Teoría de la Información. Si Shannon enfatiza su enorme deuda dan serlo sus ecuaciones diferenciales. *
con las ideas filosóficas básicas de Wiener, éste puntualiza generosamente que el mérito del
desarrollo matemático de tales ideas pertenece por entero a Shannon. Digamos para concluir (8) Puesto que von Bertalanffy apela explícitamente a la Teoría de la Ciencia de Kuhn (ed.
que el mutuo interés por la lógica matemática les acerca a los problemas más rigurosos de la castellana en F.C.E., México, 1971) debe ser consciente de este detalle y no es necesario recor-
Teoría de la Decisión. dárselo.

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tales como el Carácter científico de la T.G.S., sus dife- más concreto y más profundo» (p. 89). En suma, la
rencias de «paradigma», si existen, en relación con la T.G.S. en su aspecto científico no parece contentarse
Cibernética, su rendimiento epistemológico en contras- con desempeñar el papel de una ciencia particular y es-
te con su propio «programa», la propia utilización y al- pecializada más, sino que aspira, en palabras de von Ber-
cance ontológico del concepto mismo de sistema, etc. talanffy a reemplazar lo que se conoce como «teoría de
Los parágrafos siguientes tratarán de evidenciar las con- las categorías» de N . Hartmann por un sistema exacto
tradicciones y ambigüedades insertas en los planteamien- de leyes lógico-matemáticas» (p. 88).
tos de la T.G.S., al objeto de proceder a una valoración
más ajustada de sus merecimientos. En segundo lugar, la T.G.S. debe entenderse como
una tecnología de los sistemas. Ahora bien, de las asercio-
nes del biólogo vienes se desprende que lo que aporta
en este aspecto su Teoría no es precisamente un conjun-
to de técnicas nuevas aplicables a problemas específicos,
1. ¿UNA EMPRESA CIENTÍFICA CON sino una «actitud de naturaleza holista, generalista o in-
RECURSOS FILOSÓFICOS? terdisciplinaria» (p. xiv). Las nociones básicas y la solución
de problemas tecnológicos concretos los han aportado ya
disciplinas como la teoría del control y la información
para la llamada «ingeniería de sistemas», la programación
Los últimos textos salidos de la pluma de L. von lineal y la teoría de los juegos en «investigación opera-
Bertalanffy gozan de una entonación enfática, entre la tiva», y la biomecánica, la teoría de la decisión, la psico-
profecía y la paranoia, que les hace especialmente suges- logía aplicada, etc., en lo que concierne a la «ingeniería
tivos para quienes gustan de disonancias y provocacio- humana». Constatar que los modelos o conceptualizacio-
nes. Sus delirios de grandeza alcanzan su más alta signifi- nes de estas disciplinas van más allá de sus propias fron-
cación sistemática en el «Prefacio a la edición inglesa» teras o que los problemas que tratan contienen interrela-
de General System Theory en Febrero de 1971, donde se ciones entre gran número de variables no justifica por sí
exponen los tres aspectos principales de su nueva Teoría sólo la existencia de una «supertecnología de los siste-
(llamada a convertirse en el nuevo «paradigma» de la mas», capaz de conjuntar los diferentes enfoques. Afir-
ciencia). Tales aspectos «inseparables en cuanto a conte- marla en el vacío puede ser un indicio de megalomanía
nido, pero distinguibles en intención» (9) pueden resu- que no resuelve ningún problema tecnológico concreto,
mirse del siguiente modo: salvo quizá el del cerebro que hace la afirmación para
ajusfar endógenamente sus propias piezas sin necesidad
En primer lugar, la T.G.S. debe interpretarse como de la intervención de «ingenieros humanos». En un con-
una ciencia de los sistemas en el sentido específico de texto más modesto von Bertalanffy se limita a asignar el
«doctrina de principios aplicables a todos los sistemas (o papel de «ciencia básica» a la T.G.S., cuyas aplicaciones
a subclases definidas de ellos)» (p.xin). Rigurosamente remiten más bien a la teoría de la automación (p. 94).
desarrollada deberá exhibir una estructura axiomática, en N o se ve, pues, en qué sentido puede haber una «tecno-
la que aparezcan definiciones precisas (en este contexto logía de los sistemas», nueva y diferente de los campos
von Bertalanffy «define» la noción de sistemsi formalmen- tecnológicos ya acotados por otras disciplinas.
te mediante un sistema de ecuaciones diferenciales simul-
táneas para un número finito de elementos) y axiomas La T.G.S., finalmente, debe interpretarse como una
adecuados, a partir de los cuales se deduzcan a priori nueva filosofía de la naturaleza, pues «al igual que toda
(esto es, «independientemente de su interpretación físi- teoría científica de gran alcance tiene sus aspectos meta-
ca, química, biológica, sociológica, etc.», p. 65) «proposi- científicos o filosóficos» (p: xv). \J3L filosofía de los sistemas
ciones que expresen las propiedades y principios de los sis- instaura una nueva visión del mundo y una reorientación
temas» (p. 55), tales como la ley exponencial de creci- del pensamiento llamados a sustituir al concepto "mecani-
miento, el principio de competencia en las organizacio- cista" del universo plasmado a base de leyes ciegas de la
nes, ios de centralización y mecanización progresivas y, naturaleza y de entidades físicas que se mueven al azar.
sobre todo, los de orden jerárquico y finalidad (10). Una Se trata, en definitiva, de reemplazar el esquema de cau-
subclase especial de sistemas, IQS abiertos, gozarían de salidad linear o de dirección única por una visión or-
una propiedad enteramente peculiar: la equifinalidad (p: ganísmica del «mundo como una gran organización»
136 y ss.). El campo acotado por esta nueva ciencia son (11). Acogiéndose al vocabulario de Thomas Kuhn,
los sistemas entendidos como «todos» y «totalidades», cuyos criterios para el estudio de las revoluciones cientí-
en tanto que constituidos por elementos interrelacionados. ficas «describen de maravilla los cambios acarreados por
Las relaciones así enfatizadas pertenecen a dos clases dis- los conceptos organísmicos y de sistemas» (p. 17), von
tintas: por un lado se estudian las relaciones internas al Bertalanffy anuncia el advenimiento de su nuevo «para-
sistema y, por otro, se exploran los isomorfismos y homo- digma», que revolucionará el futuro de la física y de la
logías intersistemáticas, contribuyendo en este sentido a biología, así como el de la sociología y la psicología. Esta
la realización de la unidad de la ciencia «de un modo nueva filosofía pugna por abrirse camino a través de una
tradición filosófica que se remonta a Nicolás de Cusa
con su coincidentia oppositorum, a la visión de la historia
de Vico e Ibn-Kaldum como sucesión de entidades o
(9) General Sysíem. op. cic. p. xm. Esta y las sucesivas citas de página que aparecen en el texto
entre paréntesis corresponden a la edición castellana.

(10) «El principio de orden jerárquico en la naturaleza viviente se presenta como un hecho des-
criptivo y demostrable, del todo alejado de cualquier connotación filosófica que pudiera llevar
implícita» afirma taxativamente Paul A. Weiss; «El sistema viviente, determinismo estratifica- (ll}Ü£'¿íí/j, Hombres y Mentes, op. cit-, p. 79- A partir de este momento introducimos las citas
do» Convivium, 33, 1971/III, p. 6). Aunque von Bertalanffy no es tan radical, parece estar de página en el texto entre paréntesis. Para distinguir las que pertenecen a este libro de las de
convencido también del carácter científico de estos principios. General System, utilizaremos números en cursiva.

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«sistemas» cultioraies, a la medicina mística de Paracelso, te que «escapan a nuestro conocimiento». Si prescindi-
a Leibniz, a la dialéctica de Marx y Hegel «por mencio- mos de esta significativa diferencia, en el último estadio
nar unos cuantos nombres de una rica panoplia de pen- de la jerarquía precisamente, y seguimos la interpreta-
sadores» (p. 9)- El biólogo vienes construye un verdade- ción «ortodoxa» del fundador, a nadie se le oculta que la
ro crucigrama culturológico en sus publicaciones, cuya clasificación trasluce un aristotelismo escolástico up to
resolución desborda el marco de este trabajo; pero en date, paliado por la inclusión de estratos de sedimenta-
ningún momento aclara la constelación de Ideas o fíloso- ción moderna. N o en vano se considera que la T.G.S.
femas que configuran esta tradición, ni apela a criterio «está destinada, en la ciencia del futuro, a desempeñar
alguno de discriminación con respecto a otras tradicio- un papel parecido al de la lógica aristotélica en la ciencia
nes. Pese a ello insinúa la existencia de otra tradición de la Antigüedad» (p. 91). Pero estas consideraciones
que parece considerar divergente, en la que curiosamen- tienen consecuencias fundamentalmente epistemológicas
te se inscriben Platón, Descartes y Kant (p. 252). Re- y aquí interesa completar la consideración ontológica del
tengamos, de momento, esta información, para dar paso perspectivismo de von Bertalanffy, en el sentido de que
a una presentación más sistemática de su filosofía, que entre estos diferentes niveles o reinos se da una unifor-
«bien puede dividirse en tres partes» (p. XV), a saber, midad estructural manifestada, sobre todo, a través de
antología, epistemología y ética de los sistemas. isomorfísmos parciales de carácter formal, uniformidad
que parece matizar el relativismo de los niveles.
Si programáticamente von Bertalanffy parece asignar
a la antología de los sistemas la aséptica misión de definir El segundo argumento de von Bertalanffy en pro de
el concepto de sistema tanto en su aspecto real, como en su concepción ontológica perspectivista, la desborda más
su aspecto conceptual, de hecho acaba remitiendo tal aún. Citaré los últimos párrafos de General System Theory
cuestión a la epistemología (p. xvi). Creo proceder filo- literal y reveladoramente:
sóficamente (esto es, críticamente), si en lugar de seguir
sus indicaciones, rastreo su concepción acerca de la omni- «De ser cierto lo dicho, la realidad es lo que Nicolás
tudo realitatis, tema básico en cualquier tipo de ontolo- de Cusa llamaba coincidentia oppositorum. El pensamiento
gía. Declarándose perspectivista» ^n distintos contextos, discursivo siempre representa sólo un aspecto de la reali-
vale decir que von Bertalanffy apuntala esta toma de po- dad última...; jamás llega a agotar su infinita multiplici-
sición ontológica mediante dos argumentos diferentes. El dad. Así, la realidad íiltima es una unidad de opuestos;
primero consiste en mostrar que «la realidad se presenta cualquier enunciado es válido sólo desde cierto punto de
como un tremendo orden jerárquico de entidades orga- vista...
nizadas, que va, en superposición de numerosos niveles,
de los sistemas físicos y químicos a los biológicos y O sea que las categorías de nuestra experiencia y,
sociológicos» (p. 90). Dentro de la T.G.S. resulta ya clá- pensamiento parecen estar determinadas por factores
sico recurrir a la clasificación jerárquica del universo biológicos, así como culturales. En segundo lugar, esta
desarrollada por K. Boulding (12) y recogida por diver- vinculación humana es vencida merced a un proceso de
sos autores, entre ellos el propio von Bertalanffy (pp. desantropomorfización progresiva de nuestra imagen del
28-9), pues con más o menos retoques, todos mantienen mundo. En tercer lugar, aún desantropomorfizado, el
sustancialmente la diferenciación creciente entre estos conocimiento sólo refleja ciertos aspectos o facetas de la
nueve niveles: (1) el reino de las estructuras estáticas, realidad. Pero, en cuarto lugar, ex ómnibus partihus relucet
que constituyen la anatomía del universo; (2) el de los totum» (pp. 260-61).
sistemas dinámicos simples con movimientos predetermi-
nados y necesarios de tipo mecánico (máquinas, relojes o Si discutimos esta posición en el contexto de la
mecánica celeste); (3) el nivel de los sistemas cibernéti- ontología general (puesto que se trata de definir la «rea-
cos con mecanismos de control de feed-back; (4) el estra- lidad última», consideraciones epistemológicas aparte),
to de los sistemas abiertos, cuyas propiedades caracterís- creo que el materialismo filosófico, elaborado por Gustavo
ticas son el automantenimiento metabólico y la capacidad Bueno nos ofrece el marco de referencia adecuado. (13)
de autoreproducción; (5) el nivel «genético-societal» de Desde él no resulta difícil diagnosticar esta concepción
los organismos «vegetaloides» con división del trabajo y como un «monismo» mundanista o cósmico de carácter
aguda diferenciación entre el genotipo y el fenotipo; (6) metafísica —no ontológico—, que en última instancia
el plano de los animales entendidos como autómatas, viene postulado por un espiritualismo implícito, a pesar
pero con finalidades y autoconocimiento; (7) el nivel de que se le haya pturgado de sus componentes panteis-
específicamente humano, en el que la autoconciencia y la tas, que aparecen a título de mención nominal o cita
capacidad de expresión y recepción simbólicas parecen erudita nada más. Es cierto que se apela explícitamente a
distintivos; (8). el penúltimo estadio corresponde a los la «infinita multiplicidad», pero no se trata obviamente
sistemas socio-culturales, en los que la comunicación de de un efectivo pluralismo, pues desde el momento en
contenidos o significados y la determinación de la con- que el relativismo o relacionismo se afirma quoad nos y
ducta mediante símbolos resultan básicas. (9) Esta jerar- no quoad rem, se aboca indefectiblemente a la simple
quía está coronada por los sistemas trascendentales, últi- afirmación de la unidad y unicidad del cosmos, esto es, a
mos y absolutos, entre los que von Bertalanffy sitúa un monismo, que trata de granjearse el apelativo de
racionalmente a la lógica, las matemáticas y demás siste- «dialéctico» mediante la consideración de los opuestos.
mas simbólicos, mientras Boulding acepta agnosticamen- Vano propósito, si de hecho se admite que estos opues-
tos hallan su campo de variabilidad en el cosmos de un
modo no regresivo, ni crítico, de acuerdo con el pers-
(12) «General System Theory - T h e Skeleton of Science» Management Scienee, 2, 1956, pp.
197-208. Puede hallarse una reproducción en la compilación de W. Buckley Nlodem Systems
Research for the Behat/ioral Scientist, Aldine, Chicago, 19Ó8. Una jerarquización semejante en el (13) La justificación original de esta doctrina en G. Bueno, Ensayos Materialistas, Taurus,
mismo The Image, Ann Arbor: University of Michigan Press, 1956. Madrid, 1972.

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pectivismo. Finalmente, en la medida en que el simple que se nos imponga «por encima de nuestras volunta-
recorrido por la totalidad de ese campo material (los tres des» y nuestros condicionamientos, (por más que tal
géneros) configura la omnitudo realitatis a través de los imposición deba analizarse en términos dialécticos),
reflejos mentales producidos por las conciencias indivi- resulta sospechosa de parcialidad e irracionalismo, pues
duales, nos hallamos ante un espiritualismo idealista, si el conocimiento no se relaciona con la Idea filosófica
que a duras penas puede mantener seriamente la tesis de de Verdad y la ciencia no es más que una perspectiva
la desantropomorfización de su visión del mundo, sin entre otras muchas, entonces debe reconocerse que tan
apelar a un Dios omnisciente eminentemente antropo- «objetivo» es el conocimiento del místico como el del
mórfico. científico, con el babélico agravante de que la «lógica» y
la «operatividad», que atribuimos de ordinario a los ins-
A pesar de las apariencias, L. von Bertalanffy no trumentos del científico debiéramos traspasarlas a las
sostiene una epistemología ingenua y desmañada, si la églogas del lírico. Por esta vía, el hiper-crítico perspecd-
comparamos con la del positivismo lógico «determinada vismo de von Bertalanffy remite a una «teoría de los
por las ideas de fisicalismo, atomismo y la teoría de la valores», que le permita distanciarse adecuadamente del
cámara para el conocimiento» (p. xvi). Puede alegarse nihilismo «en el sentido nietzcheano» (p. 58), cuyos pre-
que propugna atrevidamente una «síntesis interdiscipli- supuestos epistemológicos parece inclinado a compartir.
naria y la educación integrada» de generalistas científicos
(es de suponer que especializados en la totalidad), no Pero antes de exponer su ética, debemos añadir en
como un piadoso deseo, sino como una realidad en cier- este contexto que la T.G.S. señorea una gnoseología,
nes (p. 51); pero, sin escándalos ni perplejidades fáciles, cuyo argumento es su autoafirmación como «esqueleto
debe reconocerse que con ello no hace más que recoger de la ciencia» en expresión de K. Boulding (15). Se trata
un aspiración de ensamblamiento epistemológico que de una teoría de la ciencia vehículada sobre la jerarquía
desde A. Comte (14), al menos, no ha dejado de sentirse ontológica de los campos materiales acotados por las
en todos los campos de la ciencia como justa compensa- ciencias, entre los que, independientemente de toda co-
ción a la actitud de creciente superespecialización inscrita munidad o conexión ontológica, pueden producirse rela-
en su dinámica evolutiva. Más aún, puede computarse ciones estructurales isomórfícas de carácter formal, de
como un mérito de este biólogo «interesado en puntos modo que los mismos métodos, modelos y conceptos sir-
de vista fiíndamentales» (p. 6) el rechazo de todo reduc- van para esclarecer la estructura básica de diferentes
cionismo (pp. xvi, 49, 89, 259, U, 52, 91, 123, etc.) e, campos científicos. La T.G.S. parece aspirar, en el límite,
incluso, su propuesta de perspectivismo, entendida episte- a aplicar el mismo modelo conceptual a todas las teorías,
mológicamente. Se trata, en definitiva, de adoptar una que puedan mostrarse como totalmente isomórfícas, con-
actitud crítica que declara taxativamente la invalidez virtiéndose así en «un importante dispositivo regulador
científica de las analogías (p. 88), denuncia las limitacio- de la ciencia» (pp. 82 y ss.). Entre tanto, se conforma
nes y peligros de los modelos que utiliza, sean o no ma- con ser «metodológicamente, un importante medio de
temáticos, (pp. 23, 123, 210), advierte con perspicacia la controlar y estimular la transferencia de principios de uno
inexistencia de la muy difiíndida distinción entre «he- a otro campo» (ib.), cuando sus teorías son sólo troncal o
chos observados» y «mera teoría», pues «los hechos de crucialmente isomórfícas. De alguna manera la Sociedad
observación supuestamente no adulterados están ya para la Investigación General de Sistemas surgió en 1954
impregnados de toda suerte de imágenes conceptuales, para cumplimentar estos objetivos gnoseológicos (pp.
conceptos de modelos, teorías o como nos guste decirlo» 13-4). Ahora bien, desde el punto de vista de la Teoría
(p. 162), al tiempo que reconoce sin tapujos la depen- gnoseológica del cierre categorial, formulada por G. Bue-
dencia ontológica que implica toda toma de posición no (16), parece sumamente discutible que una ciencia
epistemológica en la ciencia. Más explícitamente se nos particular pueda ser al mismo tiempo una teoría sobre la
asegura que «el conocimiento no es una mera aproxima- ciencia, so pena de incurrir en una imperdonable confu-
ción a la "verdad" o la "realidad"» sino «una interación sión de planos. La gnoseología de L. von Bertalanffy in-
entre conocedor y conocido, dependiente de múltiples curre olímpicamente en ella, mediante la utilización de
factores de naturaleza biológica, psicológica, cultural, lin- expresiones ambiguas como la de «el sistema abierto de
güistica, etc.»; y que la ciencia es sencillamente «una de la ciencia» (p. 77), consiguiendo difuminar el concepto
las perspectivas que el hombre... ha creado para vérselas riguroso y material de ciencia, al desligar las ciencias par-
con el universo al cual está «arrojado» o, más bien, al ticulares de sus campos concretos, en los que se ejecutan
que está adaptado merced a la evolución y la historia» sus cierres respectivos. Se rebaja así la cota de la cienti-
(p. xvii). Nadie, en efecto, ha osado calificar aún de ficidad hasta un grado tal que cualquier conjunto sistemá-
ingenuo al idealismo epistemológico —siempre es crítico, in- tico de conocimientos puede arrogarse el título de cien-
cluso en sus variantes más «formalistas» — , pero desde cia. De este modo se procede a una engañosa y «jerár-
un punto de vista materialista se le suele tachar de falaz. quica» unificación (atribuyendo el rango más alto de tal
En concreto, una teoría que no deja lugar a una realidad jerarquía por motivos ontológicos y no gnoseológicos)
de las ciencias naturales, sociales y humanas en razón de
su mera estructura sistemica formal. Resulta prolijo pun-
(14) Recuérdese que Comte asignaba precisamente a la filosofía, una vez alcanzado su estadio
positivo, esta tarea de unificación científica. En el Tomo P del Cours de Philosophie Positive
(Ed. Schleicher, París, 19. ed., pp. 16 y ss.), aparecido en 1830 concibe a la filosofía como «el
estudio de las generalidades científicas» y define sus tareas casi en los mismos términos que (15) Art. cit. En él se desarrolla la idea de que el modelo de sistema posee un carácter tan
von Bertalanffy utilizará para delimitar los objetivos programáticos de la T.G.S. más de un multidisciplinar que puede servir de esqueleto formal prácticamente para toda ciencia.
siglc después, a saber; descubrir las relaciones y conexiones de las diversas ciencias en su esta-
do actual; resumir todos los principios propios de las mismas en el menor número de princi- (16) Aunque G. Bueno había aplicado a la Etnología y a la Economía su teoría del «cierre cate-
pios posibles: enlazar cada nuevo descubrimiento particular con el sistema general de los cono- gorial» en 1971 y 1972 respectivamente (Etnología y Utopía, Azanca, Valencia y Ensayo sobre las
cimientos. En el Catéchisme Positivisíe (Ed. Fierre Arnaud, Garnier Flammarion, Paris, 1966), categorías de la economía política, La Gaya Ciencia, Barcelona) sólo en fechas recientes han apa-
publicado cinco años antes de su muerte, eleva estas ideas a dogmas centrales de su nueva reli- recido exposiciones generales sistemáticas de la misma. Una muestra elemental en Idea de cien-
gión. Sorprende que ni el nombre ni la obra de Comte aparezcan en el crucigrama culturológi- cia desde la teoría del cierre categorial. Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander,
co de von Bertalanffy, a la vista de estos parentescos espirituales. 1976.

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tualizar que tan omnicomprensiva unificación acumula al Esquemáticamente, la teoría naturalista sustenta «los
lado de efectivas parcelas científicas, creencias, valores y más altos valores éticos» —la conservación «del individuo
filosofías de dudoso valor científico. la especie o la sociedad, la máxima felicidad para el
mayor número posible de personas, lo verdadero, lo
En un tratamiento sistemático distingue L. von Ber- bello y lo bueno— sobre raíces biológicas. Apoyada en el
talanffy, siguiendo a W.A. Weisskopf (17) «Tres princi- cientifísmo, esta teoría hallaría un^ representante paradig-
pales teorías de los valores: la naturalista, la humanista y la mático en K. Lorenz Agression (18), según el cual íos
ontológica» (p. 59), ninguna de las cuales le resulta diez mandamientos del mosaismo o el imperativo cate-
bastante satisfactoria, por lo que se compromete a desa- górico de Kant serían perfectamente naturales e instinti-
rrollar una «cuarta teoría alternativa, que está tolerable- vos en un grupo humano primitivo. El equipo instintivo
mente libre de motivos de repulsa» (p. 68), a saber, la de la especie humana, moderamente social, habría posi-
teoría simbólica. bilitado el desarrollo en el grupo de «un fuerte vínculo
—la expresión es de Lorenz— de camaradería, de amistad
y de afecto, o sea, de virtudes morales muy positivas»
(p. 65). Según von Bertalanffy la debilidad de la teoría
naturalista reside justamente en que «sus» valores huma-
nos no son específicos del homo sapiens, cuyo pecado ori-
ginal consistió en «la invención de universos simbólicos
—nación, religión, dinastía, democracia o comunismo-
que, por parte, brindan otros motivos a la agresión
interespecífica», y, por otra, desatan las fuerzas que se
han dejado sentir en la historia.

La Teoría humanista expresa un ideal «posrenacen-


tista muy tentador», tentación que von Bertalanffy vence
gracias a su implantación relativista —no todas las cultu-
ras han puesto sus ideales éticos en la autorrealización del
individuo humano—, dando pruebas por añadidura de un
sano sentido común, al objetar a esta teoría su ambigüe-
dad y su formalismo, «pues el empedernido criminal y el
dictador pueden alegar que están desarrollando plena-
mente sus posibilidades personales» (p, 66).

Frente a la Teoría ontológica, entendida despectiva-


mente como «platonismo», el biólogo vienes se confiesa
escéptico, pues el eidos o concepto idealizado del hombre
no existe más que en la imaginación y obedece a un proce-
so de reificación de conceptos sospechoso no sólo de realis-
mo, sino, sobre todo, de «magia primitiva» (pp. 67). Es-
taríamos de acuerdo con ese diagnóstico, si pensáramos
que la ética con base ontológica es patrimonio exclusivo
(del existencialismo, puesto que en tal caso el juicio y la
decisión evaluadores serían inconfesadamente subjetivas;
pero ante el carácter marcadamente ontológico de una
Etica como la de Espinosa, pongamos por caso, no pode-
mos aceptar tal veredicto. Por lo demás, salvo anacro-
nismo, no puede imputarse alegremente a Platón la ver-
sión mitológica que de su ontología se dio en la Edad
Media.

Choca con este escepticismo hipercrítico de que


hace gala von Bertalanffy el llamativo título que, sin
empacho, elige para etiquetar su propia teoría simbólica, a
(17) «A. Comment» en A. H. Maslow (ed) New Knowled^ in Human Valúes, New York, saber: «Dios se percibe a sí mismo». Que no se trata de
Harper and Brothers, 1959. una simple metáfora, se evidencia por lá apelación explí-
(18) Título original Das Sogenante Bose, G. Borotha Schoeler Verlag, Viena, 1963. (La versión cita a Teilhard de Chardin. Más aún, aunque la teoría
castellana de Félix Blanco en s. XXI, México, 1971 recoge ambos títulos; Sobre la agresión. El
pretendido mal). Sin duda el capítulo XI dedicado a «El Vínculo» es el más extenso, pese a lo simbólica asuma que «los valores son creados o postulados
cual K. Lorenz ha sido malinterpretado en este punto, lo que ha suscitado una abundai-.te polé-
mica (si bien no es este el caso de von Bertalanffy). Aunque casi todos los etólogos sostienen
libremente», se nos previene de antemano contra toda
el origen biológico de muchas pautas de conducta moral, quien con mayor fuerza y documen- clase de nihilismo escéptico, asegurándonos que en todo
tación ha defendido las tesis expresadas en el texto ha sido W. Wickler en su Biologte der Zehn
Geboíe, Piper, Munich, 1971. Para una revisión ^ reciente de la literatura sobre la agresión y el sistema de valores imperan criterios básicos comunes.
vínculo puede consultarse la obra de I. Eibl- Eibesfeldt Der vorprogremmieríe Kensch, Verlag
Fritz Molden, Viena, 1973 (Hay vers. cast. de Pedro Gálvez en Alianza, Univ., Madrid, 1977).
N o se nos oculta tampoco que tales criterios se funda-
Ni que decir tiene que los etólogos rechazan enérgicamente las objeccíones de von Bertalan- mentan precisamente en el principio ontológico d e j a je-
ffy. En primer lugar, porque las consideran «incomprensibles», ya que ellos mismos han «re-
calcado una y otra vez expresamente que es inadmisible sacar deducciones de una especie para rarquía de los seres, en virtud del cual puede asignarse al
otra» (op. cit. p. 91). En segundo lugar, porque nunca han dejado de reconocer con Arnold
Gehlen que los hombres somos «criaturas culturales por naturaleza» (p. 81). Difícilmente,
hombre individualmente «la más alta dignidad» por ha-
entonces pueden rechazarse como inespecíficos los resultados que la eiología humana ofrece. llarse en posesión del libre albedrio. Si además se recono-

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

ce como algo comprensible que estos valores libremente ganancia en términos del sistema global, se inchna por
elegidos sean «tomados en parte de la biología», no pa- iniciar un ambicioso proyecto ético-político de carácter
rece que la nueva teoría ofrezca algo específicamente científico. Para regir adecuadamente los destinos de la
distinto de un alijo ecléctico de las otras tres teorías de- sociosfera (entendida como «uno de los sistemas que en-
sechadas. N o obstante, en el planteamiento de von Ber- vuelven este pequeño globo», al lado y en interrelación
talanffy hallamos un elemento nuevo, deslabazadamente con la litosfera, hidrosfera, atmósfera, biosfera y demás)
introducido a propósito de una aguda observación de postula como primera tarea científica la fijación de pro-
Chester Barnard (19). Según este prestigioso ejecutivo cedimientos de acopio y procesamiento de la informa-
los principios de la ética tradicional no sirven de Orienta- ción social, proponiendo en concreto «una cadena mun-
ción para adoptar decisiones de naturaleza moral, cuando dial de estaciones para estudios sociales, parecidas a las
éstas se inscriben en el campo de la dirección de grandes estaciones metereológicas, quizás una por cada 5.000.000
organizaciones. Naturalmente que la razón estriba en de habitantes». Aunque esta conceptualización pueda ca-
que los códigos éticos tradicionales sólo preceptúan el lificarse de cientifista, considero que resulta más cohe-
comportamiento personal, así como en el hecho de que rente con los presupuestos de la T.G.S. que la de von
no parece existir ningún código válido de comportamien- Bertalanffy.
to para los complejos organismos sociales. Pero recono-
cer la perspicacia de Marx, cuando advierte que la injus-
ticia no nace tanto de la depravación del capitalista como En todo caso, reexpuesto críticamente en este pará-
del sistema y considerar que la anterior explicación pro- grafo primero el «sistema» subyacente de la T.G.S. pare-
porciona una «respuesta parcial a la transmutación de los ce evidente que el interrogante de su título puede ya
valores de Nietzsche» (p. 73), únicamente nos da pie transformarse en una afirmación. A la vista de las pro-
para presumir en von Benalanffy un agudo hermenéuta porciones relativas entre las diversas «partes» que cons-
de la historia de la filosofía; y eso no implica que la tituyen la teoría, de sus planteamientos respectivos y
T.G.S. haya justificado una nueva alternativa teórica para resultados efectivos es obvio que nos hallamos ante un
abordar los problemas éticos. Constatar la existencia de conjunto de enunciados de carácter general que no aco-
un decalage moral entre individuo y organización es tan ningún nuevo campo científico, si bien parecen pro-
replantear con nuevos términos el viejo problema de las piciar la constitución de una metodología interdisciplinar
relaciones entre ética y política, sin ofrecer ninguna solu- de cara al abordaje de ciertos aspectos globalizadores,
ción concreta, salvo quizá la nuda enunciación de un que se encuentran diseminados por doquier en el terreno
deseo: «ampliar los códigos modernos para que obliguen de las ciencias. N o nos atrevemos a negar dogmática-
a las entidades sociales superiores, y al mismo tiempo, mente que en el futuro la perspectiva sistémica llegue a
eviten que el individuo sea devorado por el Leviatan constituirse en un campo gnoseológico de carácter «obli-
social» (p. 74). Ahora bien, este precepto último de la cuo», pero sí afirmamos que en su estado actual de desa-
teoría ética simbólica, parece consistir curiosa y contra- rrollo no pasa de ser un beato deseo de ciencia construí-
dictoriamente en la «defensa del hombre como indivi- do a base de materiales fundamentalmente filosóficos. El
duo» y en la aceptación de «los valores que proceden de valor de esta filosofía, por lo demás, resulta francamente
la mente individual» (p. 53). Pero ¿no se nos dijo que desigual. Al lado de brillantes observaciones epistemo-
existe una jerarquía de sistenias y que los sistemas socio- lógicas, se erige un endeble edificio ontológico idealista,
culturales y simbólicos están por encima del hombre una esquelética gnoseología formalista y una imprecisa e
como individuo?. Si la T.G.S. pretende sostener sobre inconsecuente ética individualista.
una teoría de los valores que privilegia los elementos
individuales que constituyen el sistema, no cabe duda Este insatisfactorio cuadro, sin embargo, se ha reves-
que von Bertalanffy mostrará al mundo que él elige li- tido de una retórica triunfalista apta para encandilar inge-
bremente «sus» valores personales, pero también pondrá nuos en época de inseguridades filosóficas y de insufi-
de manifiesto una grave inconsecuencia con su punto de ciencias analíticas. Desde la perspectiva del materialismo
vista bolista. filosófico, en que nos situamos aquí conscientemente,
creemos haber desmantelado tan ampulosa autoconcep-
ción mostrando que la T.G.S. es, en la obra de von Ber-
N o obstante, en descargo de la propia T.G.S., re-
talanffy un dogmatismo que se disfraza de perspectivis-
señaré a continuación una propuesta alternativa sobre la
mo y, ocasionalmente, de escepticismo, un formalismo
ética que, a propósito del sistema internacional, ha ela-
que se reviste con los atributos ontológicos de la reali-
borado Kenneth Boulding (20). A partir de su distinción
dad misma agotada en sistemas jerárquicamente super-
entre una ética heroica, basada en arriesgadas actitudes in-
puestos, un holismo que se metamorfosea en individua-
dividualistas que deben optar por propia decisión entre
lismo y, en definitiva, un esplritualismo metafísico mun-
un conjunto muy restringido de alternativas compatibles
danista, que ha elegido la vía de la ciencia y de la tecno-
con sus prejuicios, y una ética económica, guiada por la
logía para apuntalar sus aprioricas convicciones.
adopción de decisiones de carácter racional sobre la base
de sopesar cuidadosamente los costos, el beneficio y la
Resta en los parágrafos que siguen medir con exacti-
tud el rendimiento del elemento valioso, que ha queda-
do a modo de precipitado resultante de este análisis a
(19) Elementary Condisions of Business Moráis, Commitee on rhe Barbara Weinstock Lectures, saber: la metodología interdisciplinar de la T.G.S. Vehí-
Berkeley, University of California, 1958. Ya en 1938 en el capítulo XVll de su famoso The
FuTictiotis of the Execucive, Cambridge, Mass (Vers. Cast. en el Instituto de Estudios Políticos,
cularemos nuestra apreciación a través de una compara-
Madrid, 1959) plantea Barnard con entera nitidez el mismo problema diaméricamente como ción con la Cibernética en tanto que «paradigma» alter-
consecuencia de la inconmensurabilidad existente entre los diversos códigos de moralidad pri-
vada. En este contexto se limita a exigir del ejecutivo lo que el ilama una «moralidad comple- nativo, un análisis del concepto de sistema y una com-
ja», capaz de asumir los códigos de la organización, además de los propios. probación crítica de algunas aplicaciones de la Teoría a
(20) Cfer. The Inipacl of ¡he Social Seiences, Rutgers University Press, New Brunswiclí, 1966. campos científicos en sedimentación.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

TEATRO CRITICO

ONTOGENIA Y FILOGENIA
DEL BASILISCO*
GUSTAVO BUENO SÁNCHEZ
Oviedo

(*) En este estudio ofrezco algunos de los materiales sobre los que he basado un estudio
mucho más amplio sobre el mito del Basilisco. Omito, por tanto, los análisis propiamente
mitológicos para entregar simplemente algunas muestras interesantes de mi excavación.

oco, O nada, suscita la palabra basilisco ai ría (2), astronomía (3), hagiografía (4), historia (5), botá-
ciudadano medio, incluso universitario ac- nica (6) y en zoología (para designar un género de iguá-
tual. Incorporada en sintagmas como estar nidos). El reptil al que se bautizó con el nombre de este
hecho un basilisco, tener ojos de basilisco o animal mitológico pertenece al orden de los saurios, fa-
¡estáte quieto, basilisco, demonio coronado!, milia de las iguanas, género Basilisco, con dos especies
son escasos quienes se paran a reflexionar básicas: con capucha {B. Mitratus, B. Plumifrons) y sin
sobre el significado de la palabra aislada. En los dicciona- capucha {B. Basiliscus, B. Corythaedus). Este reptil, que
rios se mantiene un lacónico «animal fabuloso al cual se vive en las regiones cálidas de America del Sur y Méjico
atribuía la propiedad de matar con la vista». Sin embar- es completamente inofensivo para el hombre y tomó el
go, tras este nombre, se encierra uno de los mitos más nombre a causa de su apéndice en forma de cresta por el
ricos que se hayan dado. Su importancia radica no sólo que se caracteriza y que recuerda el atributo del rey de
en la abundancia de matices, circunstancias y atributos la serpientes (7).
que le rodean, sino en el hecho de su antigüedad y pre-
sencia en culturas, tradiciones y pueblos bien diferentes. (2) Basilisco. Pieza de artillería, de bronce y gran calibre, empleada en los siglos XVI y XVII.
Era la de mayor tamaño de las que sustituyeron a la bombarda. Por lo difícil de su manejo cayó
en desuso, pues había basiliscos de nueve calibres diferentes que cargaban balas de hasta 150
La etimología de basilisco se encuentra en el sustan- libras de peso. Hablando del ataque dado en 1556 por el emperador Fernando a los turcos
sitiadores del castillo y villa de Siget, un manuscrito recogido en los Etudes sur le passi et
tivo griego basiliskos, que significa reyezuelo, como dimi- tavenir de l'anilkrie de Napoleón Luis Bonaparte, dice: «entre la gruesa artillería que ¡levaba el
emperador había tres basiliscos, que lanzaban balas de 66 libras, pesando cada uno de ellos 7.500
nutivo de Basileus, rey. En latín se produjo la misma libras». La costumbre de dar a las armas de guerra nombres de animales venenosos o peligrosos
derivación, apareciendo la voz regulus (en castellano regu- (dragón, serpentina, culebrina, áspid) aún está al uso (Falcon, Leopard, Jaguar, Cobra}. En
heráldica la figura del basilisco es un cañón de gran longitud y representa la vigilancia y el
lo) con la que se le conoce. Los términos basilicock, cocka- prestigio.
trice, cocodrille (al contaminarse con el cocodrilo) surgen á (3) Basilisco. Estrella fija, conocida también como Régulo, Estrella regia o Corazón de León que
finales de la Edad Media en Francia e Inglaterra. pertenece a la constelación de este nombre, está a 67 años luz y es la vigésima de las estrellas
más brillantes del cielo.

Su nombre, umversalmente extendido, tuvo y tiene (4) Basilisco, San. Soldado y mártir que sufrió las persecuciones, en unión de Eutropio y
Cleonio, de Maximiano Hercúleo (286-305, emperador a quien se atribuye ei dudoso exter-
variadas aplicaciones. Ha servido en primer lugar para minio de toda la legión tebana). Los cristianos celebran su fiesta el día 3 de marzo. Basilisco,
San. Obispo de Comana, que junto con Luciano sufrió martirio en Nicomedia bajo Maximi-
dar nombre a la ciudad por cuyas cuatro puertas salió si- liano. Su fiesta es el 22 de mayo. En e¡ Diálogo histórico atribuido a Paladio (publicado por
multáneamente una vez Cagliostro: Basilea (1). En artilie- Daniel Ruiz Bueno en Juan Crisóstomo (San), Tratados ascéticos, B.A.C, Madrid 1958, pgs.
199-220) se cuenta cómo se íe apareció, en Comana, el espíritu de Basilisco a Juan Crisóstomo
para anunciarle que, al día siguiente, se produciría el encuentro celestial de ambos. Efectiva-
mente, al siguiente día, según Paladio, murió Juan Crisóstomo, que fué inhumado en la misma
capilla del mártir Basilisco.
(1) La etimología de Basel-Basilea no es segura. Son los mismos habitantes de la ciudad suiza
quienes establecen la asociación entre el nombre alemán de basilisco, Basilisk, y Basel. En la (5) Basilisco. Usurpador bizantino que destronó a Zenón en 475. Dueño del Imperio, influido
fuente pública de la «Gerbergasse», una inscripción indica el lugar donde se logró matar a la por su mujer, declaró nulo el Concilio de Calcedonia. Mal administrador, griegos y ostrogodos
terrible fiera. En la segunda descripción que se conoce de la ciudad, redactada el 28 de octubre se unieron para volver a proclamar a Zenón, que se hallaba refugiado en Isauria. Basilisco huyó
de 1438 por Eneas Silvio Piccolomini (más tarde Pío 11), se lee: «Üt si morate civitati aut a Constantinopia refugiándose en Santa Sofía, de donde salió bajo promesa de perdón que sus
injuria sit inditum nomen Basilae, quod a Greco susíepium, reginam significa!. Regina igitur enemigos no cumplieron, siendo encerrado en una fortaleza de Capadocia donde murió, con su
est ínter adjacentes civitates Basilea et nunc presertim, quum reginam ecclesie, id est sanctam femilia, de hambre y frío. Durante sus dos años de reinado ocurrió el gran incendio de ía
sinodum, intra se habet. Alii dicunt íngentis stature basiliscum a conditoribus urbis primisque Biblioteca de Constantinopla.
lundatoribus hoc loco repertum indeque Basileam dictam». Hasta hoy en día y desde lá prime-
ra mitad del siglo XV, encontramos al basilisco como animal heráldico en el escudo de Basilea (6) El Primer Diccionario general etimológico de la lengua española, de Roque Barcia, Madrid
(ya en una miniatura dé 1448 se ve el escudo de armas de la ciudad sostenido por dos basilis- 1880-1883, dice que «basilisco es una planta labiada de los indios, anua, olorosa, cordial,
cos y un ángel, y encima el lema: «Basellischgus du giftiger wurm und boeser fasel, /nu heb den cefálica, que tiene la virtud de alejar a las hormigas^-. Tiene hojas aromáticas y se emplea
schilt der wirdigen stat basel»). La obsesión del basilisco estaba de tal modo arraigada en la como condimento.
ciudad que en 1474 el Consejo de Basilea mandó decapitar un gallo de once años de quien se
decía había puesto un huevo y luego quemarlo solemnemente junto con el tal huevo. Vd. (7) También hay un pescado de mar llamado basilisco y en paleontología un subgénero de
Germán Colón, «Español basilea, horca», en Zeitschrift für Romanische Philologie, Tübingen artrópodos crustáceos, orden de los trilobites,, llamado Basiliscus Salier (v. gr. el Basiliscus
1960, B. 76, h. 5/6, pgs. 499 a 505. tyrannus Murch.).

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Muy relacionado con el mito del basilisco está el del 6 Habitará el lobo con el cordero; y el pardo se
catoblepas. El catoblepas tiene una forma de matar en echará con el cabrito: el becerro, y el león, la
cierto modo inversa a la del basilisco: muere quién ve sus oveja, andarán juntos, y un niño pequeñito los
ojos (por eso siempre mira al suelo) mientras que el ba- conducirá.
silisco mata a quién ve. Sin embargo el catoblepas no
tuvo, a pesar de ser un mito tan antiguo como el del ba- 7 El becerro, y el oso serán apacentados juntos; y
silisco, su misma trascendencia: quizá lo sofisticado de la sus crias juntamente descansarán; y el león
diferencia de entrambos (mirar, ser visto), que muchos comerá paja como el buey.
autores confunden, dificultó el auge de este ot-ro mito.
Al catoblepas le citan entre los griegos Elieno, Ateneo 8 Y el niño de teta se divertirá sobre la cueva del
(8) y Arquelao; y entre los latinos Plinio, Solino y Pom- áspid, y el destetado meterá su mano en la ca-
ponio Mela. Cuvier sugirió que el catoblepas habría que verna del basilisco.
identificarlo con el antílope: de hecho hay un género de
artiodáctilos cavicornios que lleva el nombre, con la B) Isaías XIV (Se profetiza la derrota de los filis-
especie Catoblepas Gnu, más conocido como Antílope teos por Ezequías).
Gnu. El Gnu, de cabeza cuadrangular y cuerpo encor-
vado tiene los ojos rodeados de una corona de cerdas 29 N o te alegres tú, Philisthea toda, por haberse
blancas con una expresión maliciosa y se dice que trata hecho pedazos la vara del que te hería: por que
de matar al cazador a cornadas. Pero esta identificación de la estirpe de la culebra saldrá el basilisco, y lo
parece haber influido más en quienes bautizaron ese ru- que de él nacerá sorberá las aves.
miante con el nombre mitológico que en el origen del Scio, a propósito de este versículo dice: «Es un
mito. Catoblepas en griego quiere decir «que mira a la probervio para significar que a un mal grave sucedería
tierra». La relación mirar-ver (basilisco) y ver-ser visto otro mayor. La serpiente introduce el veneno, y mata
(catoblepas) no es simétrica: mientras que el basilisco con la picadura: el basilisco, según la opin.ión común
destruye y mata cuanto ve, al catoblepas hay que verlo, mata con la vista. Y lo que aquí se da a entender es, que
hay que ver sus ojos, que este esconde, no queriendo Ezechías, descendiente de David y Ozías, haría en ellos
usar su mortífero poder, no separando la mirada del mayor estrago que Samsón, David y Ozías, porque des-
suelo. Flaubert presenta un catoblepas que voluntaria- truiría y asolaría toda su tierra; y sólo en cuanto á éstos
mente no quiere levantar sus párpados, como si estuviera efectos se comparan aquellos santos reyes con la serpien-
influido de cierta bondad (9). te y el basilisco. Se dice del basilisco, que con su vista y
aliento mata los pájaros para después tragárselos».
En cuatro libros del Antiguo Testamento encontra-
mos las siete referencias que en la Biblia hay del basilisco
C) Isaías XXX (Se amenaza a los judíos por recu-
{Isaías XI-8, XIV-29, XXX-6, LIX-5; Proherbios
rrir a Egipto, desconfiando y desobedeciendo la
XXm-52; Jeremúis VIII-17 y Salmos XC-13). Y no falta
palabra del Señor).
quien ha visto en la propia serpiente tentadora de Eva
(Génesis 3-1, 5) a un basilisco (10). De las ocho palabras
6 Carga de las caballerías del Mediodía. Van de
hebreas que se usaron para designar a las serpientes en
el Antiguo Testamento (11), tres se tradujeron por basi- una tierra de tribulación y de angustia, de donde
lisco en la Versión de los Setenta: zephá (cinco veces), pe- salen la leona y el león, la víbora y el basilisco
then y 'eph'eh (una vez cada una). Utilizaremos la versión volador, llevando sobre hombros de caballería
que Scio de San Miguel hizo del texto de la Vulgata, de sus riquezas y sus tesoros sobre corcovas de ca-
acuerdo con el mismísimo Urbano VIII (12). mellos, a un pueblo que no le podrá ser de pro-
vecho.
A) Isaías XI (Se profetiza el estado pacífico en que Comenta Scio —siguiendo a Jerónimo— que «las
se encontrarán las criaturas a la llegada del Me- palabras, ¿¿e donde salen la leona y el león, la víbora y el ba-
sías). silisco volador, se han de mirar como paréntesis; y sin él
se une lo que antecede con lo que sigue. Van, pues, por
un desierto estéril y espantoso, en donde no encontrarán
(8) Ateneo, citando a Alejandro de Mindos {V-Ó4, p. 221 b) sitúa al catoblepas entre las sino leones, fieras, víboras y serpientes que los devoren
gorgonas y cuenta que en la guerra contra Yugurta habría fulminado a los soldados que le
atacaron con su mirada: finalmente fué muerto a distancia por jinetes libios y su piel, llevada a y consuman».
Roma por Mario, depositada en el Templo de Hércules.

(9) Gustavo Flaubert, Las lenlaciones de San Amonio. Trad. de Ramón Ortis-Ramos. Imprenta
de Alejandro Martínez, Barcelona, si:. «El Catoblepas (búfalo negro, con una cabeza de cerdo
D) Isaías LIX (Se describe el mal comportamiento
pendiente hasta el suelo y unida a sus espaldas por un cuello delgado, largo y fiacido como una
tripa vacía. Arrastra el viente por el suelo, y sus pies desaparecen bajo la enorme crin que le
del pueblo de Israel).
cubre la cara): - G o r d o , melancólico, feroz, sietito continuamente bajo mi cuerpo el calor
del fango. Mi cráneo pesa tanto que me es imposible soportarlo. Lo hago girar en torno mió, y
con la mandíbula entreabierta arranco con mi lengua las hierbas envenenadas con mi aliento. 5 Rompieron huevos de áspides y tejieron telas de
Una vez me devoré las patas sin advertirlo. Nadie, Antonio, ha visto mis ojos, y si alguien los
ha visto, ha muerto en el acto. Si levantase mis párpados, mis párpados rojos e, inclinados,
araña: quien comiere de los huevos de ellos mo-
morirías». rirá; y de lo que se empollare, saldrá el basilisco.
(10) El capuchino Joseph-Romain Joly, en su hu Geographie Sacrén eí leí moriummis de ¡'hisloire
sainte, París 1784, afirma: «Eugubino cree que la serpiente que tentó a Eva era un basilisco, o
por mejor decir, que el diablo había tomado la forma de basilisco».
Anota Scio: «Este es un proverbio con el que de da
a entender que cuando los hombres perversos ponen en
(11) Ver G.E. Post en Hasnngs, Dkíionary of the Bibk, Edimburgo 1909 (6^ impr.). Yol 4,
pgs. 459-460, s.v. Serpenl. También Morris Jastrow e Inmanuel Benzinger en Thejeuish Emy- ejecución sus malos designios y maquinaciones, aca-
dopedia, New York and London 1905, s.v. Basiiisk. rrean mal a los otros y a sí mismos; como si rompiéndo-
(12) La Santa Biblia traducida al español de la Vuígata latina y anotada por el limo. S.r. D. Fe- se un huevo saliese un áspid, que mata no solamente a
lipe Scio de San Miguel. Barcelona. Librería Religiosa 1856. 6 vols. Scio de San Miguel
(1738-1786) no niega al basilisco, como se úesprenae de las notas a los versículos citados. los que están presentes, sino también al que le rompió.

EL BASILISCO 65
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

ALDROVANDI.-.BASILISCVS IN SOLITUDINE ÁFRICAS VIVENS

Esto se aplica según la opinión común que se tiene de las distintas versiones de la Biblia ensayan, ni de sacar
los áspides y de los basiliscos». conclusiones, por lo que nos limitaremos, a título de
ejemplo, a transcribir los siete versículos del Antiguo
E) Proverbios XXIII (Recomienda Salomón modera- Testamento que mencionan al basilisco tal como
ción en la mesa y previene sobre los efectos del aparecen en dos versiones recientes: lá de Nacar-Colun-
vino). ga (13) y la de los Testigos de Jehová (14). En la prime-
ra aún se conservan tres basiliscos, en la segunda ha sido
32 Más al fin morderá como culebra, y derramará proscrito.
veneno como basilisco.
A) Isaías XIS
F) Jeremías yin (Se profetiza la desolación de Jeru-
salen). N C El niño de teta jugará junto a la hura del áspid,
y el recién destetado meterá la mano en la ca-
17 Porque he aquí que yo os enviaré serpientes ba- verna del basilisco.
siliscos, para los cuales no hay encantamiento: y
morderán, dice el Señor. TJ Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el
agujero de la cobra; y sobre la abertura para la
G) Salmos XC (Si se confía en el Señor estaremos luz de la culebra venenosa realmente pondrá su
libres de peligro). mano un niño destetado.
13 Sobre el áspid y el basilisco andarás, y pisarás al B) Isaías XIV-29
león y al dragón. N C N o te alegres, tu, FiHstea toda, por haberse ro-
to la vara que te hería, porque de la raza de la
Dice Scio que «por basilisco se entiende aquí una serpiente nacerá un basilisco y su fruto será un
especie ; de serpiente rnuy venenosa». dragón volador.
Pasáremos por alto la consideración de los conflictos TJ N o té regocijes, oh Fihstea, ninguno de uste-
de conciencia que a los cristianos pueda suponer el di- des, simplemente porque ha sido roto el palo
vorcio entre lo expuesto por la Biblia y lo que dicta la que golpeaba. Porque de la raiz de la serpiente
razón respecto del basilisco, no sin antes recordarles una saldrá una culebra venenosa, y su fruto será
de las conclusiones del Concilio de Trento; una culebra ardiente voladora.
«Si alguno no recibiere como sagrados y canónicos 0:IsaiasXXX-6
eistos mismos Libros enteros con todas sus partes,, como
se han acostumbrado a leer en la Iglesia Católica, y se N C Oráculo de las bestias del Negueb a través de
contienen en la edición Vulgata latina antigua, sea anate- una tierra de angustia y de tribulación, de don-
ma». de salen el león y la leona, la víbora y el dra-
gón volador. Llevan a lomo de asnos sus rique-
En los últimos tiempos, y sin duda con el fin de
racionalizar en lo posible el Verbo divino, las versiones (13) Sagrada Biblia, versión directa de las lenguas originales por Eioino Nácar y Alberto
de la Biblia, católicas y no católicas, van sustituyendo las Colunga. B.A.C. Madrid, 1968. En el índice doctrinal de esta versión figura: «Basilisco: ser-
piente venenosa que, según la opinión de los antiguos, causaba la muerte sólo con la mirbda,
referencias no verosímiles, fabulosas, por otras que no Sal 90, 13, I s 3 0 , 6».
entren en abierta contradicción con lo que dicen las (14) Traducción del Nuevo M.undo de las Santas Escrituras por la Watch Tower Bible and Tract
ciencias naturales. N o es este el momento de pormeno- Society, International Bible Students Association. Nueva York 1961 (primera edición en
español 1963). En el índice onomástico no figura ni el basilisco ni ninguna serpiente fabulosa,
rizar las permutaciones, variaciones y combinaciones que sustituidas por cobra, culebra, víbora.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

zas, y sobre la giba de los camellos sus tesoros, Plinio, en el libro octavo de la Historia natural, co-
para un pueblo que de nada sirve. loca juntas las descripciones del catoblepas y del basilis-
co. H e aquí su descripción.
TJ La declaración formal contra las bestias del sur:
por la tierra de angustia y duras condiciones, «En el sur de Etiopía se encuentra la fuente Nigris;
del león y del leopardo que están gruñendo, de la opinión común ve allí el origen del Nilo,, y los
la víbora y de la culebra ardiente voladora, so- argumentos que hemos expuesto parecen confirmarlo.
bre los hombros de asnos adultos llevan sus re- Cerca de esta fuente vive la bestia llamada catoblepas, de
cursos, y sobre las gibas de camellos sus provi- una talla por lo demás mediana y de andar perezoso, to-
siones. En el interés del pueblo no resultarán da su actividad consiste en llevar dificultosamente su ca-
de ningún provecho. beza, que es muy pesada, y que tiene siempre inclinada
hacia el suelo. De otro modo sería la plaga del género
D) Isaías LIX-5 humano, pues todo hombre que ve sus ojos muere
inmediatamente».
N C Incuban huevos de áspides y tejen telas de ara-
ña, y el que come de sus huevos muere; si los «La serpiente basilisco no tiene menos poder. Es la
rompe, sale un basilisco. provincia de la Cirenáica quién la genera, su largo no pa-
sa de doce dedos, tiene como marca una mancha blanca
TJ Los huevos de una culebra venenosa son lo que sobre la cabeza, que se parece a una diadema. Su silbido
ellos han empollado, y siguieron tejiendo la espanta a todas las serpientes. N o anda, como las otras,
mera tela de araña. Cualquiera que comía algu- por una serie de ondulaciones, sino que avanza mante-
nos de sus huevos moría, y el que era aplastado niéndose alta y derecha sobre la mitad de su cuerpo.
producía una víbora. Destruye los arbolillos, tanto por su resuello como por
su contacto; abrasa las hierbas, quiebra las piedras, tanta
E) Proverbios XXIU-32 fuerza tiene su veneno. Se creía en otro tiempo que si
era matada de un lanzanzo dado de lo alto de un caballo
N C Entrase suavemente, pero al fin muerde como su veneno remontaba a lo largo del asta y mataba a la ve-
sierpe y pica como áspid. era matada de un lanzazo dado de lo alto de un caballo
su veneno remontaba a lo largo del asta y mataba a la vez
TJ A su fin muerde justamente como una serpien- caballo y jinete. Y sin embargo este monstruo —se ha
te, y segrega veneno justamente como una ví- hecho a menudo la prueba para los reyes que le desea-
bora. ban ver muerto— no resiste el veneno de las-comadrejas:
que la naturaleza no ha creado nada sin contrapartida. Se
F) Jeremías y 111-17 guarnecen estas en las cuevas de los basiliscos, que en-,
cuentran fácilmente por la infección del terreno. Matan
N C Pues he aquí que voy a enviar contra vosotros al basilisco por el olor que exhalan, y mueren: así termi-
serpientes, víboras contra las que no hay conju- na el combate de la naturaleza consigo misma» (16).
ro posible, y os morderán, oráculo de Yavé.
De las aplicaciones que tiene la sangre del basilisco
TJ «Pues aquí estoy enviando entre ustedes ser- encontramos noticias en otra parte de la Historia Natu-
pientes, culebras venenosas, para las cuales no ral:
hay encantamiento, y ciertamente los picarán»,
es la expresión de Jehová. «Del basilisco, al que huyen las mismas serpientes
pues de lo contrario las mata con su olor, y se dice que
G) Salmos XC-13 da muerte al hombre con.su sola mirada, hacen los Magos
las mejores alabanzas de su sangre: se coagula como la
N C Pisarás sobre áspides y víboras y hollarás al pez, de la que tiene su color; diluida da un rojo más bri-
leoncillo y al dragón. llante que el cinabrio. Le atribuyen el buen éxito en las
demandas hechas a los grandes y los rezos dirigidos a los
TJ Sobre el león joven y la cobra pisarás; hollarás dioses; para ellos es un remedio contra las'enfermeda-
al leoncillo crinado y a la culebra grande. des, un amuleto contra los maleficios. Algunos la llaman
también sangre de Saturno» (17).
Pero la tradición del basilisco en modo alguno Lucano, cuando en la Farsaliá hace llegar a Perseo a
queda -recluida en la tradición bíblica: aparece también Libia, describe las serpientes y monstruos que
abundantemente en los textos clásicos. La referencia habitan el desierto y termina refiriéndose al más terrible
antigua más conocida y citada es PHnio el Viejo, aunque de todos:
fueron varios los autores que, en distintos contextos, tra- «Y aquel que lanzando silbos a todos estos mons-
taron del basilisco (15), si bien no aportan sustancial- truos, el que mata antes de envenenar, el que pone en
mente nuevos datos a los recogidos por Plinio. Nos limi- fuga a toda la. muchedumbre, el basilisco, que reina en
taremos a presentar lo que Plinio, Lucano y Dioscórides laS solitarias arenas». (18)
nos refieren en el siglo primero.
(16) Plinio, Historia Natural, VIlI-77 a 79. Utilizamos la edición crítica de A. Ernout en Us
Bellis Leltres, París 1952 (libro VIII, pjjs. 50-51).

(15) Ver el completo artículo de Max Wellman en Paulys Realejicyclopcidie der Classiscbmt (17) Plinio, Historia Natural, XXlX-66. Les Selles Leltres, París 1962 (pags. 'Í1-'Í2).
Allertumsuissemchafí. Neue Bearbeiíung. Georg Wissowa. Fünfter Halbbad 1897 (reprint A.
Druckenmüller, Sttutgart, 1958), s.v. Basilisk, tomo III, 1, columnas 100-101. (18) Lucano, La guerra citil (La Farsaliá), lX-724, 726. Les Selles Lettres, París 1967.

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En el mismo libro noveno de La Guerra Civil, Luca- Obsérvese cómo, parafraseando a Plinio, Isidoro
no confirma lo que Plinio decía: que si era muerto un sustituye «la naturaleza» por «el Padre de todas las co-
basilisco de un lanzazo, remontaba el veneno a lo largo sas» al referirse a la comadreja.
del asta y mataba caballo y jinete. El jinete es Murro,
que antes de morir prefiere cortar su mano: En la Edad Media no sólo se difunden por toda Eu-
ropa los relatos sobre el basilisco: algunos biasiliscos «en
«¿Qué anuncia el basilisco traspasado al infeliz Mu- persona» llegan al parecer, abandonando la Libia, y tras
rro en lo alto?. Veloz corre el veneno por la lanza y le larga emigración por tierra (por mar no habría nave que
invade la mano, la cual en seguida él hiere con la espada los soportase) a Occidente.
y a la vez amputa del brazo, y mirando la parte de sí
mismo que está muriendo, se mantiene ante la mano que En el siglo IX detectamos ya un basilisco en Roma.
desaparece en el lodo» (19). Moraba este basihsco en el Templo de Santa Lucía y
contra él hubo de intervenir personalmente el Papa León
Contemporáneo de Plinio y Lucano es Dioscórides. IV. Carrillo, en el folio 201 de sus Anales, nos lo cuenta
Como médico, su preocupación se dirige hacia las carac- (21):
terísticas y remedios de las mordeduras de los basiliscos.
Sin duda la edición más interesante que de la obra del
médico de Nerón sé haya hecho es la del médico de Ju-
lio III, nuestro Andrés de Laguna, enriquecida con sus
valiosas annotationes. Transcribiremos a Dioscórides
cuando hablemos de Laguna.

No nos detendremos en los escritos de Solino y


Aeliano en el siglo tercero y de_Arnobio y Aecio en el
quinto. Digamos que Solino (1,27) cuenta que los de
Pérgamo compraron un basilisco muerto y que,
habiéndole envuelto en una redecilla de oro, le colgaron
en un Templo de Apolo para impedir a los pájaros que
anidasen y que las arañas fabricasen sus telas, porque las GREVIN: BASILISCO 1568
paredes de este Templo estaban adornadas con muchas
pinturas del famoso Apeles. En Aehano encontramos
una importante novedad que sin duda ha de tener alguna «A veinte y siete de Abril del año de 848, el Santo
significación para la ulterior metamorfosis del basilisco: Pontífice León IV mató un basilisco que se avia criado
El tema del gallo, que veremos a partir de aquí introdu- en la Iglesia de Santa Lucía de Roma (22), tan pernicioso
cido en el mito. El basihsco, según Aeliano, teme al ga- y tan malo, que con la vista mataba a cuantos le veían,
llo, razón por la cual los naturales de la Cirenáica, al via- por cuya razón ninguno se atrevía a entrar en la Iglesia,
jar, llevan un gallo por delante que espanta la fiera. El y estaban tan atribulados y medrosos, que ni aún por
gallo va a desempeñar poco más adelante un papel aquella calle se atrevían a pasar, pero sabiéndolo el Santo
mucho más iinportante en la filogenia del basilisco: llega- Pontífice se preparó y armó con la oración, y con la
rá a ser considerado generador del basilisco, que nacerá Cruz, y entrando, solo con hacer la señal de la Cruz le
del huevo que pone el gallo en su última edad. dexó repentinamente muerto, como si hubiera recibido
un balazo, con asombro y admiración del Pueblo».
En el siglo VII, en el capítulo de las Etimologías de- N o debe llamar la atención a la Cristiandad este
dicado a las serpientes (XII-4), tras de la culebra y el milagro si consideramos la rudeza del papa León IV
dragón, nos describe Isidoro el basilisco: (combatió a los sarracenos, excomulgó al cardenal Anas-
j<Basilisco es nombre griego; en latín se interpreta tasio, asesinó a Pedro y Adriano, missi del emperador
regulo, porque es la reina de las serpientes, de tal manera Luis II) que contrasta con la dulzura del papa que le su-
que todas le huyen, porque las mata con su aliento y al cedió en el solio, en 855, Juan VIII, una joven de Ma-
hombre- con su vista; más aún, ningún ave que vuele en guncia educada en Atenas, más conocida como la Papisa
su presencia pasa ilesa, sino que, aunque esté muy lejos, Juana.
cae muerta y es devorada por él. Sin embargo le vence
la comadreja, que los hombres lanzan a las cavernas en las En el siglo XIII habrá dejado de ser un misterio el
que se esconde el basihsco. Cuando éste la ve huye y es origen del basilisco: los gallos, cuando son viejos, ponen
perseguido hasta que es muerto por ella. Nada dejó el un huevo pequeño que, incubado un día canicular en un
Padre de todas las cosas sin remedio. Su tamaño es de
medio pie y tiene líneas formadas por puntas blancas.
Los régulos, como los escorpiones, andan por lugares (21) Citado por fray Joseph Alvarez de la Fuente en su Diario hislórico, político, canótiifo y
moral, 1732. Parte cuarta. Pag. 534.
áridos, pero cuando llegan a las aguas se hacen acuáticos.
(22) ¿Hay que relacionar la muerte de un basilisco en el Templo de Santa Lucía con el oficio
Sibilus es el mismo basihsco, y se le da este nombre de una santa que es protectora de ía vista?. Parece que no, pues hay que contar aquí a dos
porque con sus silbidos mata antes que muerde». (20). Lucías: una santa y otra beata. La Santa, martirizada en Siracusa a principios del siglo IV, y que
llegó a tener cuatro templos en Roma, debe su .santidad a su negativa a casarse con el joven
escogido por Euticia, su madre, que sería castigada por Dios con una menstruación que le duró
cuatro años. Lucía la Casta, terciaria dominica que vino a España con San Vicente Ferrcr y
(19) Lucano, op. cit. iX-828. murió hacia 1420, muy venerada en Jerez de la Frontera, impulsada de espíritu superior se
arrancó los ojos para enviárselos al joven cjue había quedado prendado de ellos: por eso es
(20) Isidoro de Sevilla, EtimoUgías, Xn-4-6,9- Versión castellana lotal, por vez primera, de representada sosteniendo un plato con sus ojos, atributos que los artistas a menudo confunden
Luis Cortés y Góngorai B.A.C. Madrid 1951, pág. 297, y aplican a la Santa.

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establo por una bestia venenosa (o un sapo), produce el dicen a XII pulgadas de luengo y a una mancha blanca
basilisco. Confluye así la filogénesis medieval del basilis- sobre la cabeza assi como una corona. Y el hace huir
co con la sabiduría egipcia sobre el ave Ibis. Sabido es todas las otras serpientes cuando chifla y no va sobre la
que esta zancuda de regiones cálidas, era muy respetada tierra doblándose como la culebra más lleva la cabeza
en Egipto porque libraba las riberas del Nilo de numero- toda alzada y derecha en alto. El seca las hierbas y las
sos reptiles. El Ibis combate a los reptiles y, a la vez, se otras cosas que son cerca del por su resollo y es de tan
encuentra en el origen del basilisco: los egipcios creían fuerte veneno que el mata cualquier que le toca de una
que el basilisco nacía de un huevo de Ibis. Paradójica- lanza lejos, más finalmente la comadreja lo mata, y el
mente, los campesinos de las riberas del Nilo destruían hedor del basilisco mata la comadreja. E si ella come pri-
los huevos del Ibis a fin de prevenir fiinestos nacimien- mero de la ruda (24), o si ha comido ella no ha miedo
tos. Diríamos que en la Edad Media se ha sustituido el del, y aunque el basilisco sea tan envenenado en su vida,
Ibis por el gallo, que es quién ahora pone el huevo del después de muerto el guaresce el veneno de las otras
basilisco. sierpes cuando es primero quemado y su ceniza vale
mucho al arte del Alquimia y por especial para mudar
La vuelta del Ibis, pájaro migratorio, correspondía los metales del uno al otro».
con las crecidas fertilizantes del Nilo: el Ibis, fué símbolo
de prosperidad, como protector de los trabajos campes- Al tratar del gallo (XII-17), Bartolomé Anghco dice:
tres. Pero después de la venida del Ibis, de la crecida,
llega la sequía. ¿No es ésta sequía producida por algo «(...) cuando el gallo es muy viejo hace unos huevos
que nace del huevo del Ibis, la misma sequía producida muy pequeños y redondos y como cárdenos o amarillos
por la mirada del basilisco?. De hecho, los egipcios des- y cuando en un muladar en los días caniculares alguna
truían ritualmente los huevos del Ibis. bestia venenosa sobre ellos yace nace el basilisco según
dice Beda y Constantino (...)».
Bartolomé Glanvilla, más conocido por Anglico,
franciscano, prepara hacia 1230 en París su De proprieta- Por último, en el libro XIX {De los colores, olores,
tibus rerum, que sería la Historia Natural más popular sabores, licores, y de los huevos), capítulo LXXIX {De los
del Renacimiento. En Anglico el mito aparece mucho
huevos de las serpientes) encontramos una importante in-
más formado. Obsérvese las deformaciones que han su-
formación que rectifica conocimientos anteriores en tor-
frido las fuentes que utiliza. Manejamos la traducción
no a la filogénesis del basilisco: no son los huevos del
que Vicente de Burgos, en el siglo XV, hizo en romance
(23): gallo sino los del áspid aquellos de donde nace el basilis-
co:
«Libro XVIII: De los animales; Capítulo XIV: Del «(...) los huevos de una serpiente llamada aspis son
Basilisco y sus propiedades. pequeños y redondos, y de color cómo cárdeno o amari-
llo (...). El sapo saca algunas veces los huevos del aspis y
Basilisco es un nombre griego que en latín quiere de ellos viene la serpiente que por su vista mata todo
decir regulus y en romance reyzillo. El es el rey de todas hombre, llamada Basilisco, y assi prestó como nace mata
las serpientes: como dice Avicena. Y dice que las otras al sapo por su vista, según dice Plinio, esta propiedad
sierpes le an gran miedo y le fuyen y mueren de su vista: toco Isaías a los XLI capítulos de su hbro. Dicen quien
y de su resollo; todas las cosas vivas mueren de su vista, los huevos del aspis comerá morirá. Dellos sale el basilis-
y aún las aves que vuelan sobre su cueva caen luego y co y dice la glosa que como de los tales huevos viene el
aún con esto es él vencido por la comadreja que le mete basilisco así de los enconados judíos perversos nascera el
en la cueva do el mora, ca Dios soberano nuestro no anticristo».
dejó nada sin remedio. El basilisco cuando ve la coma-
dreja el huye y ella va tras él y lo mata. El basilisco es
El papel de los bestiarios medievales, sucesores del
una serpiente que a un pie de luengo y es manchado de
Fisiólogo, es fundamental a la hora de explicar la transmi-
picas blancas: y ama más el lugar seco que húmido, como
sión y popularización de los conocimientos sobre el basi-
hace el escorpión. Y cuando el entra en el agua el la
lisco. Sin embargo en las primeras copias del Fisiólogo, el
encona assi que todos los que después beven mueren, y
libro de historia natural más utilizado hasta el siglo XIII,
no menos facen todos los que el muerde: como dice Isi-
cuyo origen está en la Alejandría de los siglos II a V, no
doro en el 4 capitulo de su 12 libro, y Plinio en los
aparece el basilisco como tal (25). Pero en los bestiarios,
X X I I capítulos de su VIII libro. Dice que hay una fuen-
dependientes del Fisiólogo, tanto escritos como esculpi-
te en Etiopía, la cual es la cabeza del Nilo según la opi-
dos, que pululan en la Europa medieval, el tema del
nión de muchos doctores, y cerca della tal fuente es una
basilisco es un lugar común. No es este el momento de
bestia que es dicha catoblepas la cual es de pequeño
; cuerpo y de muy pesados miembros y tiene su cabeza
siempre cerca de la tierra. Esto fue muy bueno a los {2A) Aristóteles, en los Probltmas (XX, 34j trata de razonar por qué se dice que la ruda es
hombres ca todos los que pueden ver sus ojos mueren remedio contra la fascinación; «¿Por qué se dice que la ruda es remedio contra el aojo.' ;Ser;i
porque las personas creen que son víctimas de la aojadura cuando comen con avidez o cuando
luego. Y esta misma virtud a el basilisco, el cual según temen alguna enemistad y abrigan sospecha sobre la comida que se les presenta/. Por ejemplo,
cuando toman algo para comerlo ofrecen del mismo plato un trozo a otro, añadiendo las pala-
bras «para qun no me mire con malos ojos". Por lo tanto, parece que todos tomen algo alarmados
lo que se les ofrece, ya se trate de un líquido, ya de un solido, de aquellos manjares cuya cons-
tricción o vómito hace que los sólidos asciendan y sean expulsados o que la flatulencia provo-
cada por los líquidos cause dolor y contorsiones. Pt^r lo tanto, tomando ruda de antemano,
(23) Bartolomé Anglico: «Aquí st acaba el cacólico y muy provechoso libro de las propiedades como es ardiente por naturaleza, dilata el órgano que recibe el alimento y el cuerpo por entero
de todas las cosas trasladado de latín en romance por el reverendo padre Fray Vicente de Bur- siendo s\x resultado la expulsión de la flatulencia contenida en éU.
gos, y ahora nuevamente corregido e impreso en la imperial ciudad de Toledo en casa de Gas-
par . de Avila, irnpresor de libros a costa y expensas del noble varón Juan Tomás, sabio (25) Es asequible la edición de Marino Ayerra y Nilda Guglielmi, El PÍSÍOIOÍ^O, Besliario Metlic-
milanés vecino de Segovia. Acabóse a diez días del mes de Julio del año de mil quinientos tal. EUDEBA, Buenos Aires 1971. Ver el artículo de B.E. Perry en el Paulp-Wtísoita. op. cit.
veinte y nueve años». Esta traducción de Vicente de Burgos figura en el Catálogo de Autori- t. X X - 1 , columnas 1074-1129 s.v. Physiologus: y Josep Strzygowski, Der Eitdírkni) d^s Crmhii-
dades de la Lengua. cheii Phyiioto^us. Leipzig, B.G. Teubner, 1899.

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dando grandes gritos y dijo que del pozo salía un olor


nauseabundo que a punto estuvo de marearla y le impi-
dió sacar agua, y, además, que el pozo resplandecía y bri-
llaba, por lo que había quedado sobrecogida de espanto
y miedo mortal. Entonces, un atrevido aprendiz de pana-
dero se oñreció para investigar de cerca eL extraño fenó-
meno; se hizo atar con una soga y, con una antorcha en-
cendida en la mano, bajó al pozo; pero de repente exha-
. •Senstus.Bononiealis.. , . ló un terrible grito y fué izado inmediatamente cuando
ya se le creía muerto. Después de reanimarle con toda
suerte de remedios y así que hubo vuelto en sí, dijo
con voz temblorosa que había visto en el pozo un animal
horrible, que tenía el aspecto de un gallo grande, pero
horrible a la vista, con un rabo escamoso y cubierto de
muchas puntas, con patas toscas y abultadas, ojos ex-
trañamente brillantes y una pequeña corona en la cabeza.
Le pareció como si la bestia estuviera hecha de un gallo,
un sapo y una serpiente, y nunca en su vida había visto
nada tan repulsivo y espantoso. Por ello cerró los ojos y
pidió auxilio, pues le parecía como si la sangre se detu-
plantear siquiera el estado de la cuestión (familias de viera en sus venas, debido a la pozoñosa mirada de la
bestiarios, vicisitudes de sus copias...). Se identifica a bestia, y sin duda alguna hubiera muerto allí, pues tam-
veces el basilisco con el diablo y la crueldad (26) (¿Hasta bién el repulsivo olor le estrechaba el pecho y robaba el
que punto cabría correlativamente establecer una asocia- aliento. Todos quedaron sorprendidos ante el extraño
ción entre la mirada divina y la del'catoblepas?. Dios, relato, pero nadie se atrevió a bromear y no sabían qué
como el catoblepas, mata a quien mira su ojo). Vamos a pensar de este sorprendente suceso hasta que Heinrich
transcribir lo que dice un bestiario catalán del siglo XV: Pollitzer, médico de mundana sabiduría, . inteligente y
experimentado en el conocimiento de las cosas naturales,
«Lo besalís es pocha bestia, e tant de veri, que sola- explicó a las gentes que aquel horrible animal se llamaba
ment ab la vista aucien les hómens. E aquets son reys de basilisco y que procedía de un huevo puesto por un gallo
les serps; e no és bestia el món qui.s vuUa combatre ab y empollado por un sapo. Después de consultar durante
ells. E per tot la hon passen, per lo gran veri que han, un rato qué convenía hacer, se decidió, por indicación
sequen los arbres e erbas. E aquests muden tots anys la del señor Heinrich, arrojar en;el interior del pozo gran-
pell, axí con fa la serp, e puys renovella» (27). des piedras y tierra en abundancia para que la bestia fue-
ra aplastada y muriera. Por último se llenó el pozo hasta
En el siglo XIII, los basiliscos, que ya hemos detec- el borde de tierra y piedras para que no pudiera ocurrir
tado en Roma en el siglo IX, han llegado a Viena, dando ninguna desgracia. Pero durante esta tarea, salieron del
lugar al episodio que vamos a relatar y que tuvo lugar en pozo tan malignos y peligrosos olores, que algunos obre-
1212 en la ahora conocida como La Casa de los Basiliscos ros enfermaron repentinamente y murieron allí mismo,
(Schónlaterngasse 7) (28): entre grandes gritos, al igual que algunos'días más tarde
murió el mencionado aprendiz de panadero de espanto y
«El día 26 de junio de 1212 se oyeron grandes gri- horror mortal».
tos y ruidos dentro y alrededor de la casa de un panade-
ro (llamado Martin Garhibl), en la parte de la ciudad lla-
mada comunmente por aquel entonces Unter Tempelhof. La leyenda del basilisco en el pozo de la casa de un
La casa se llamaba Zum roten Kreuz. A causa del violento panadero la volvemos a encontrar en el Diario de los
griterío que se había levantado, se congregó ante la mis- Eruditos de París, donde se naenciona «un basilisco el
ma una gran multitud, impaciente y curiosa por saber cuál estando en el pozo de una casa donde vivía un pana-
que desgracia había ocurrido. Apareció finalmente el dero, mataba a cuantos iban a sacar agua:, no hubo reme-
juez, señor Jakob von der Hülben y por medio de sus dio a muertes tan repentinas, sino cegar el pozo» (29).
criados, trató de averiguar si se había herido el orden de Una tradición francesa que recogió Sébillot nos informa:
la ciudad. Pero en realidad el asunto había ocurrido así: «había una vez un basilisco en el fondo de un pozo, y
Una doncella del panadero mencionado tuvo que sacar cuanta persona se acercaba para sacar agua moría en el
agua del pozo que había en el patio en las primeras acto. Un señor de las cercanías que oyó hablar del suce-
horas de la mañana. Pero volvió con el cántaro vacío y so, hizo construir un espejo que colocó sobre el pozo.
Miró dentro y vio a la bestia que reventó en seguida»
(30).
(26) Se pueden encontrar referencias del basilisco en; Florence Me Cullock, Mtdietal latiti uud
Freiu-h BeslJúrJes, University of Norih Carolina Press, 1960, pgs. 95, 199-200 y lámina 2;
Milton Garver, Some Sapp/et^iettíary lía/iün Besliary Chuptun, en The Ktinianic Rttimi. 1920, (29) Citado por Luis Moreri, Gran Diamiarh Histórico. iCilA. Edición en tascellano de Casa-
pgs. 3Í3-314; Kenneth Me Kenzie, Per la ítoria det Bestiarii iíaliarii. en Gioniale Slorico della devante, París 1753.
ktteratura italiana, 1914, pgs. 359 y sgs. También V.H. Debidour, Le Besliaire sfulplé en
Frailee, Arthaud, Paris 1961. Tiene interés la obra reciente de Jean-Paul Clebert, Besliaire (50) Copiada por Alejandro Guichot y Sierra, El Basilisco. Sevilla 1884, pag. 19. Esta obra, de
Fabkleux, Albin Michel, Paris 1971, pgs. 51 a 54. 82 páginas ¡n-octavo, corresponde- al tomo Hl de la Biblioteca de las Tradic¡o>it:s popularías es-
pañolas, de la que era director Antonio Machado y Alvarez y que publicaba en Sevilla Alejan-
(27) Besliaris, edición a cargo de Saverio Panuncio. Colecció Els Nostres Clássics, Editorial dro Guichot y Compañía, Editores. Esta obra es un intento de aproximación ai mito muy inte-
Barcino, Barcelona 1963-64. Vol. II, pgs. 118. Obsérvese la novedad que supone el cambio resante pero muy irregular. Desde Plinio al siglo XVI no se aduce ningún testimonio sobre el
anual de la piel. basilisco. Guichot, cuyas traducciones del latín son deplorables, incomprensiblemente desco-
noce la obra fundamental de Aldrovandi, al que solo cita por la Ornitología y no por la Historia
(28) Moriz Berman, All uitd Neu Wieri. Citado por Reinhard Federmann, Die konigliehe ¡ÍUHÍÍ Natural de Serpientes y Dragones, Incluso se llega a preguntar si hay representaciones artísticas
Viena 1964. Versión castellana en Bruguera, Barcelona 1972, La Alquimia, pag. 10" sgs. del basilisco, y solo conoce el modelo de Grevino, copiado de Joly. Prácticamente todas las
Berman supone que del pozo salían emanaciones de gas natural que provocaban las muertes. citas que hace Guichot son, por otra parte, de segunda mano.

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Todavía en el siglo XIII, Vicente Beauvais, autor puede cambiar la materia corpórea»; aludiendo en su
del Speculum Mundi, dedica un capítulo de su obra al argumentación a la fascinación afirma:
cátoblepas (al hablar de las bestias) y tres capítulos com-
pletos al basilisco (al hablar de los reptiles y las serpien- «...Parece más propio pensar que el alma, mediante
tes). En el último de estos tres capítulos (los números una fuerte representación imaginaria, puede alterar los
X X I I , XXIII y XXIV del libro XX, bajo el título «De humores del cuerpo a ella unido. Esta inmutación de los
generibus basiliscorum & remediis contra tilos») (31) encon- humores corporales tiene lugar principalmente en los
tramos la siguiente clasificación: ojos, adonde concurren los espíritus más sutiles. Los
ojos inficionan después el aire contiguo hasta un deter-
«Tres son los géneros de basiliscos: el primero alo- minado espacio, del modo que los espejos, cuando están
chrysus que se llama criseo (chryseus), porque aquello que nuevos y tersos, se empañan a la mirada de la mujer en
ve insufla e incendia. El segundo estrellado (stellatus), o su época de reglas, según dice Aristóteles. Se diría, pues,
crisocéfalo, es decir de cabeza dorada, de suerte que que cuando el alma siente una vehemente conmoción
aquello que ve tiembla y muere. El tercero amatista maligna, como de modo particular puede darse el caso
(amathitis), esto es, sanguíneo como el cinabrio y tam- en esas vejezuelas hechiceras, la mirada de éstas se hace
bién con la cabeza dorada, que aquello que ve o toca ponzoñosa y dañina del modo que hemos dicho, espe-
destruye, conservándose los huesos, y a este fácilmente cialmente para los niños, que tienen un cuerpo tierno y
le encuentra todo aquel que lleve la hierba basilisca» fácil para impresionarse. Es también posible que por per-
(32). misión de Dios, o incluso mediante algún hecho oculto,
intervenga en esto la malignidad de los demonios con
quienes tales viejas hechiceras pueden tener algún
Brunetto Latini, amigo íntimo y consejero del Dante
pacto» (34).
(aparece en el Infierno en el círculo de los pecadores con-
tra natura) dedica el capítulo 140 del primero de los li-
bros del Tesoro al basilisco, tomando como fuentes los N o deja de ser curioso que aunque el Doctor Angé-
clásicos y bestiarios ya citados. (Ver la edición a cargo de lico no se refiera directamente al basihsco, quienes pre-
Francis J. Carmody, Li Livres dou Tresor, University of pararon la edición de sus obras bajo la dirección de
California Press, Berkeley 1948, pag. 134). León XIII, interpretaran de este modo el párrafo.

Tomás de Aquino no utiliza directamente la palabra; A principios del siglo XIV, Bernardo de Gordonio,
pero en el índice de la edición leonina de sus obras (33) de la Escuela de Montpellier, elabora en su Lilium Medi-
se lee: «Basiliscus non interficit visu sed vapore, sicut cinae toda una teoría sobre las causas por las que muer-
menstruata infícit speculum 1.117.3.2». Se refiere Tomás den las serpientes:
en esta cuestión a «Si el hombre por la virtud del alma
«Mordedura es solución de continuidad, hecha por
algún animal venenoso así como son las serpientes,
(31) Vinccnti Beauvais, Sptculimi quadruplK:\. Duati 1624. Seis volúmenes. Tomo II, columnas
1401 (catüblepa), 1473-1474 (basilisco). arañas, abispas y escorpiones, y los semejantes animales
(32) Sobre la hierba baíilica nos informa Antonio Rittiardo Brixiano, Cownti;)H(jriii Symboliíu.
ponzoñosos que están cerca de nosotros. Es de entender
Venecia 1591. Tomo 1, Folio 106, Columna 3. <• BASÍLICA!; herbae, sive Oiimi vas cum
verbis Dt^xios kai Enktjin. idest res uno modo atra suctedit bene, sed alio male sig. hominem,
qui deiponstrat se in adiendo semper meliorem otcasionem esse setuturum. Nam basiliscum
herba, si leviter &: cum quadam dexteritate acireccetur, grarissimum emittit odorem, sin vero (34) Tomás de Aquino, Suniniíi Ttolúj^ia:. B.A.C, Madrid 1959, i. III (2"), pg. 1Ü33. En esta
pressius & iniquus praematur, maie oiet &. generar scorpiones, & vermes. Camillus Camillius in edición para nada se menciona al basilisco, pero en una larga nota de Jesús Valbuena O.P. (pgs.
insigni Franeisci Pasquae». 1 108-1 I 10) se trata la cuestión de la fascinación y el mal de ojo, aílrmándose: .Esta inlectión
(que no solo empaña espejos sino corrompe substancias) natural la hacen no sólo, aunque si de
(33) D¡!Í Thantíjt; Aquinalií Summa Tktíokgiía, Roma 1886-8". Edición ^le Lecm XIII. índice un modo especial, las mujeres cuando están en la época de sus reglas, sino cualquier otra per-
cercero: m praecipuui;. Pag. 103, columna 4. sona de la procedan emanaciones contaminadas y en descomptisición".

ALDROVAKDl: BASILISCUS EX RAJA EFFICTUS

EL BASILISCO 71
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

que los hombres son mordidos de las serpientes, por Por qué el basilisco empece
causa del lugar, o del tiempo, o porque las amenazan y al hombre de lo mirar.
entonces las serpientes corren furiosamente contra los Del ojo deste animal
hombres y entonces muerdenlos y Háganlos. Debéis de vapores muchos estiran
mirar, que las serpientes son de diversas especies, ma- los cuales a los que miran
yormente según la diversidad de las regiones, así como les engendra mucho mal.
parece de los que moran en Jericó, y en los demás Esta es causa general
climas calientes: porque hay algunos que se llaman tiros, si quieres ver otro misterio
de los cuales se, compone la triaca; y otros se llaman dra- mira lo que Antón Gaynerio
gones, y otros áspides y otros basiliscos, y este genero es prueva por regla especial (37).
el peor entre todos los animales, porque con la vista y el
tacto matan, y a las aves que vuelan, y a las plantas que La pregunta LXXXII Por qué del huevo del gallo
cerca de tierra están, y nosotros no tenemos tales diver- / el basilisco se engendra», es resuelta d" este
"""
sidades de serpientes. Y diversificanse las serpientes por modo:
otra manera, que de las serpientes unas son masculinas, y
estas son peores que las femeninas,...» (35). Tiene mucho calor
este animal y secura
Enrique de Villena, en los primeros años del siglo por tener muy mucho ardor
X V dedica, un Tratado a la fascinación, al aojamiento. seca en tanto algún humor
Los problemas sobre la visión y sus consecuencias, surgi- que paresce piedra dura.
dos en Grecia y asumidos por la Escolástica, vuelven a El humor assi secado
ser planteados una vez más por Villena, quien relaciona paresce un huevo pequeño
también la mortal mirada del basilisco con la putrefac- por ser de vinor pongoñado
ción propia de las mujeres menstruantes: del en vezes sea engendrado
este animal sino ensueño. (38).
«E non deve paresger estraño o menos creyble lo
que del basilisco, en el libro De las propiedades de las
cosas, se lee, el qual por sola catadura mata a otro, e asy
mismo refletando su vista del espejo, commo Bernardo
de Gordonio, in primo libro Medeqine, capitulo De vene-
nis, muestra, & avemos domestico exenplo del daño de la
vista & infección de las mugeres mestruosas, que catando
en espejo fazen en el maculas & señales, commo dize
Aben Rruyz en el comento De sopno ^bigilia: In speculis
valde pri cum mestruose sintu ententes inspiciunt facies spe-
culi fit velut nubes sanguínea, et sy in novo speculo non facile
esse abstergeré eius maculam. Puede se aver enxenplo en la
vista infecta lobina, que veyendo primero al omme
fazelo la boz perder, commo en el libro De propietatibus
animalium en el capítulo De tupo, dize: Lupus in tali san-
guine sitit si prius homines viderit vocem aufert. Esto faze
syn duda con la venenosidat de su vista. Contege aun, MARCA TIPOGRÁFICA DE GISLENI MANILII, C AND AVI 1571
quando alguno cata en los ojos del visto, duelen los ojos
suyos, por la turbada &'mala catadura, maguer en otros
animales tal venenosidat fallada sea mas fuerte en el En su obra más completa, Secretos de Filosofía, resu-
omme, afueras del basilisco, se demuestra por quien si es me en una sola cuestión lo referente al basilisco. La glosa
al quanto venenoso & ha más sotil emission de virtud correspondiente nos permite deducir el estado de la
{...)» (36). cuestión mediado el siglo XVI (39).

Alonso López de Corella, navarro,- profesor de «No tan solamente los vapores que salen de ios ojos
Medicina en Alcalá de Henares y más tarde afincado en de los basiliscos son venenosos: más también de otras
Tarazona, donde escribió sus principales obras, publica muchas serpientes. Ansí dice Aristóteles en el Libro de
en 1546 sus Trezíentas preguntas de cosas naturales, que las Propiedades de los Elementos y de las Plantas: que
ampliará al año siguiente en los Secretos de Phílosophía. En
estas dos obras, cada pregunta es contestada en verso
(37) Alonso López de CorcUa, Trezteiüas preguntas ¿le cosas naturales. Valladolid 1546.
(con decimas o redondillas) y, las glosas, en prosa. Así en
las Trezíentas preguntas, la numero XXIII: (38) A. López de Corella, op. cit. La respuest'a completa a la preguna LXXXII es: «Si al tai
huevo lo ponen en un estiércol podrido antes se en¿;endra el basilisco, y no tan solamente el
basilisco viene a salir de presto, si lo ponen en el estiércol, pero si ponen huevos de gallinas en
estiércol sin calor de la galÜna sacarán allí pollos y lo mismo será si los pones en un horno que
tenga calor templado: grande es la virtud de! gallo, el es el que nos despierta y nos detiara la
venida de la luz, con su canto conocen que hora es. porque si es ronco mucho tarda en ama-
necer y si es claro ya se acerca e! día».

(39) Alonso López de Corella, Secretos de Phüosophia y Ascralo^ia y Meciichia y de las cuatro
(35 >, Bernardo de Gordonio, Los sieíe Ubros da líi Práctica o LiU/j Je U AícJicina. en Madrid, por matefíiát'icas ciencias, colegidos de muchos y diversos autores y divididos en cinco ífuinquagenas de pre-
Antonio González de Reyes, 1697, Libro I, cap. XÍV («De la mordedura de la serpiente y guntas. Zaragoza 1547. Quinquagena primera, pregunta XXIII «Por qué el basilisco empesce
otras sabandijas venenosas») folio 22, al hombre de lo mirar», folio XI a.r. Hay alguna variación en dos versos respecto las Trezíentas.
preguntas: «Del ojo deste animal / vapores muchos espiran / los quales a los que miran / les
(36) Enrique Villena, Tratado del Aojamiento. publicado por J. Soler en la Reme Hiipa>tic¡ue. engendran mucho mal. / Este es causa general / y aun Gainerio el de papía / un gran secreto
tomo XLI (1917), n" 99 (octubre), pgs, 184-185. escrevía / desta pregunta especial».

72 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

monte, la otra en otro, las cuales vistas, conoscio Sócra-


tes que el daño que venía a los caminantes era por causa
destas serpientes. Desta historia claramente se colige que
hay animales que con su vida empozoñan. Y Aecio en el
alegado lugar dice que no solamente el basilisco empo-
zoña mirando' pero los que oyeren el silbido del basilisco
mueren: porque con el haliento tanto daña el aire, qué
basta a inficionar ado llegare. Cerca lo segundo es de
notar que dice Gainerio en el Tratado de Venenos que
si el hombre ve primero al basilisco que el basilisco a el,
mata el hombre al basilisco y el basilisco no a él: al con-
trario si ve primero el basilisco al hombre. La causa
desto dice ser, porque el que primero ve esta prevenido
con lo cual se fortifica para no recibir impresión. Esto
dice este doctor. Lo cual es muy ajeno de buena filoso-
fía: que pues aquellos vapores venenosos son causa natu-
ral, no se pueden impedir con el apercibimiento del que
ha de ser inficionado. Es de notar, pues del basilisco
trata la pregunta: que dice Gentil, sexta quarti tractatu
tertio, cap. vigésimo segundo, que en antiguos libros se
halla que del huevo del gallo se engendra el basilisco, y
ahora en este tiempo umversalmente esto se cree. Dice
Gentil que por ser el gallo animal muy seco: por tanto
cuando es viejo, se allegan muchas superfluidades secas
cerca de sus ríñones: del calor de los cuales se convier-
ten en casca y se hace huevo: del cual no se puede en-
gendrar animal de la mesma especie, sino podresciendo-
se el tal huevo se engendra el basilisco. Esto dice Gentil.
Al cual preguntaría yo: que pues hay aves más calientes
que el gallo, porqué los machos destas tales aves no
ponen huevos. A lo cual se puede responder: que por
ser el gallo muy dado a lujuria: por tanto se allegan estas
superfluidades más en sus ríñones que en los ríñones de
las otras aves: y por no se ejercitar volando como las
otras aves, no las resuelve: lo cual las otras aves hacen.
Preguntaría yo, por que mas podriéndose el tal huevo se
engendra el basilisco que otro animal. A lo cual no hay
más que responder: sino que de la manera que del tuéta-
no de la vaca, como abajo diremos, se enjendran abejas
más que otros animales: ansi de tal huevo por ser de tal
materia se engendra más el basilisco que otro animal. Es
de notar más, que ansi como de los ojos del basilisco
salen vapores que inficionan a los hombres, ansi de los
dientes de los hombres salen vapores que inficionan y
matan a los palominos que no tienen pluma. Ansi lo dice
Plinio undécimo libro, cap. trigésimo séptimo. Que los
vapores del basilisco reverberados al mesmo basilisco a
el no matan: dicelo Avicena sexta quarti, tractatu tertio,
capitulo vigésimo segundo. Es ultimo de notar: que ansi
como el basilisco con su vista mata a los hombres, así un
animal muy pequeño que en España llaman tarantola, y
en latín stelio, mata con su vista a los alacranes. Ansi lo
dice Galeno libro de Triaca ad Pisonen».

En los años por los que escriben Corella, prepara


Andrés de Laguna su edición de Dioscórides, enriqueci-
BASILISCO. CAPITEL GÓTICO S. XUI. CATEDRAL DE REIMS da por sus interesantes annotaciones. En la Introducción al
libro sexto de Dioscórides, impone Laguna como condi-
ción para que la mirada del basilisco sea mortal, la reci-
procidad en la visión:
en el tiempo del rey Filipo, todos los caminantes que
pasaban por un camino que estaba dentro de dos montes
luego perescian. La cual viniendo noticia de Sócrates «Combaten los venenos el cuerpo humano por los
hizo hacer un vaso grande de vidrio: en el cual entró y cinco sentidos, por los cuales le asaltan como cinco puer-
hizo que le llevasen a aquel camino y estando en el ca- tas. Porque primeramente, si bien notamos, el Basilisco
mino vio dos serpientes, una de las cuales estaba en un no solamente mordiéndonos, introduce su pozoña por
EL BASILISCO 73
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

los miembros mordidos, empero también de hito en hito Dejamos para otra ocasión la consideración del tra-
mirándonos, la suele arrojar como saeta de amor, por tamiento de la mirada del basilisco por las distintas es-
nuestros ojos a las entrañas: aunque para que pueda en- cuelas de autores que se ocuparon del mecanismo de la
clavarnos, cumple que le miremos juntamente nosotros, visión. Como es sabido la tradición pitagórica y platónica
de arte que los rayos visuales se encuentren; y este es el consideraba al ojo como fuego y explicaba la visión a
más sutil, y delicado veneno de todos; al cual se podía partir de los rayos que salen del ojo y se dirigen al obje-
bien comparar aquella dulce y cordial ponzoña, que cada to: la mirada del basilisco sería un caso particularmente
día por los ojos beben los amadores, principalmente si dramático de esta doctrina (la tradición aristotélica que
penan por el amor de ciertas damas tan severas, denoda- consideraba al ojo como agua, interpretaba la visión por
das y cahareñas, que parece las ofendéis tan solamente analogía con la imagen que en las aguas producen los
en mirarlas, y ellas por otra parte con sola su vista os objetos que en ellas se reflejan). Podría pensarse que
enconan» (40). aquellos filósofos o médicos que toman en serio al basi-
lisco son platónicos y que los aristotélicos han de tender
Dioscórides, en los dos breves capítulos que dedica en principio a dudar de él. Francisco Valles, el médico
al basilisco (el Lili «Del Basilisco» y el LXIX «De los de Felipe II, el «divino Valles», nos da pie para sostener
mordidos del Basilisco», con que termina el libro sexto, esta hipótesis en su De iis, sive de sacra philosophia, don-
último de la obra) sigue puntualmente a Erasistrato. Así de hablando de la fascinación introduce el tema del basi-
reproduce Laguna los capítulos de Dioscórides; lisco:

«Erasistrato en el libro que hizo de los remedios, y «...Como si la fascinación fuese una lesión que está
de los venenos mortíferos, habla muy brevemente del ligada a una cierta invidencia. N o ciertamente invidencia
llamado Basilisco, diciendo si el Basilisco mordiere, la per se (para no incidir abiertamente en la falsa opinión de
herida se vuelve luego amarilla, y casi de la color del Avicena) sino per accidens; y entonces propiamente habría
oro. Las señales pues que acompañan la rríayor parte de una cierta fascinación, como en el Basilisco. Pero enton-
las fieras que arrojan de si ponzoña, son tales cuales ces también esta sentencia sobre la fascinación supone
habemos ya declarado. Por donde pasando ahora a la cu- que la visión obra por rayos que salen del que ve a la
ración, tratemos primero de la general y común, según manera como si fueran vapores venenosos, quam tamen
nuestras fuerzas bastaren» (41). minor pars Philosophorum recipit, itaque iam ea opinio non
poterit esse ómnibus Philosophis communis, sed peculiaris
«Contra las mordeduras del Basilisco, según escri- Platonicorum» (43).
bió Erasistrato, es remedio saludable una drama de castó-
reo bebida con vino; y así mismo el opio; las cuales cosas En el siglo XVI la especie del basilisco cobra nuevo
deben bastar, acerca de la cura conveniente a las injurias vigor: se ha extendido por toda Europa y de ello nos da
de las fieras que arrojan de sí ponzoña» (42). testimonio, entre otros, Levino Lemnio, médico de Ziric-
zea, en Zelanda:
No sabemos si Dioscórides al no hacer mortal de
necesidad el muerdo del basilisco niega a este sus pro- «Et cum omne animal á coitu perastaque Venere
piedades mortíferas a fin de salvar su profesión médica, contristan soleat, atque animo contrahi, solus hic exhila-
que vería cerrado de otro modo un campo tan vasto. rescit ac cantu alacritatem spiritus testarur; ubi vero de-
crepitus esse incipit, ac senectute confici, quod nonnullis
séptimo, nono, aut ad summum decimoquarto evenit,
(40) Pedacius Dioscórides Anazarbeo, Aanti de la materia medicinal y de los venetios mortíferos,
pro virium, vel robore vel imbecillitate, aut etiam con-
traducido de la lengua gr/V^ et¡ la iui¿ftr castellana & ilustrado con claras y sustanciales annotacto- cumbendi assuetudine, qua nulli non_animantium_ naturae
nes por el Doctor Andrés de Laguna. SaJamanca M^hias Gast. 1565. Inrroducción Libro sexto,
pag. 573. La obra está dividida en seis libros y el sexto «encierra muy cumplidamente la histo- vis deycitur atque enervatur, ovum profert aestiuis men-
ria de ios venenos mortíferos y de todas las fieras que arrojan ponzoña».
sibus, ac Caniculae sideris exortu, ex putrefacto, opinor,
(41) Dioscórides, op.cit. Libro sexto, cap. UlI «Del Basilisco», pag. 607. Laguna, en W Amiota- feminis excremento, aut humorum colluvie conflatum,
íion (pag. 609J añade: «Es vulgar opinión y ridicula, que el Basilisco nace del huevo de un
galio viejo, y así le pintan semejante a un gallo, con cola natural de serpiente, la cual forma de forma non oblonga, vel obali, ut gallinis assolet, sed
animal no se halla ín reru natura, de modo que la debemos tener por quimera. Es el Basilisco
una serpiente luenga de un palmo, y algún tanto rosa, la cual tiene encima de la cabeza tres. rotunda atque orbiculata, colore modo lúteo, buxeo,
puntas de carne un poquito elevadas: y enderredor de ellas un blanco circulo, a manera de una
corona: por razón del cual le llamaron Basilisco los griegos, y Regulo los latinos que quiere
flauescent, viersicolore, lurido, ex quo produci Basilis-
decir Reyezuelo. Nace y hallase muy frecuente en la región Cirénaica esta fiera, cuya maligni- cum. Latine regulum nonnulh opinantur, venenatam bes-
dad es de tanta eficacia, que con su resollo corrompe todas las plantas por donde pasa, y con
su siivo extermina las otras fieras. Este pues no solamente mordiendo, empero también miran- tiam, sesquipedali magnitudine, triplici frontis ápice, tan-
do (como.arriba dijimos) suele ser pestilente y mortífero. Tiene la misma facultad de matar la
llamada Catoblepa, que describe Plinio en el cap. XXI del libro VIII».
quam Regio diademate insignitam, erecto infestoque
corpore, atque oculis vibrantibus, quibus obvios halitus
(42) Dioscórides, op.cit. Libro sexto, cap. LXIX «De los mordidos del basilisco», pag. 616. La contagione conficit. Vulgus in tota Europa ea opinione
Annotatioti de Laguna dice lo siguiente; «Es enemigo capital del Basilisco la comadreja: porque
no solamente viva le mata, o persigue, empero también quemada y bebida con vino, es único est imbutum, ut ex hoc ovo Basiliscum prodire flatuat si
remedio contra sus mordeduras: a las cuales se aplica utihnente cruda, y despedazada; en tal
manera procuró siempre la naturaleza que no hubiese cosa tan maligna y dañosa, contra los quando á rubeta seu bufone fotum sit: quod an fabulo-
insultos de la cual no se hallase algún eficaz presidio: y pluguiera a Dios todopoderoso, que así
como nos fortaleció de muchos valerosos remedios contra las injurias de las serpientes mortí- sum, & commentitum, non ausim certo pronunciare; hoc
feras, nos concediera alguno, por medio del cual nos pudiéramos defender de una fiera domés-
tica y familiar, empero muy más virulenta que todas, quiero decir del hombre: de la vípera
tamen expierientia comprobatum habeo, gallum incuba-
lengua del cual, a las veces sin ser sentida, se derrama una tan peligrosa y mortal ponzoña, que tu id ipsum perfícere.» {AA)
ni el Metridato, ni la Theriaca perfecta basta para ocurrir a sus daños. De aquestos pues tan
enconados Alacranes y Basiliscos, que no nacieron sino para morder y sembrar veneno, soy
cierto no faltaran algunos, que caliminien y motejen esta nuestra tan honesta fatiga sobre
Dioscórides: aun que en ello rae ofenderán muy poco, hallándome armado y apercibido de .
inexpugnable paciencia: la cual contra las serpentinas lenguas de los detractores, y maldicientes, (43) Francisco Valles Covarrubiano, De iis. site de sacra philosophia, 1566. Usamos la edición
es singular antídoto, ni se puede hallar igual comadreja. Del resto no me queda que decir otra de Lugduni 1594, pgs. 529-530.
cosa, sino amonestar a los lectores candidos y benévolos que si en todo este discurso nuestro
hallaren algo no tan curiosamente tratado, como fuera de razón, lo atribuyan todo a mi natural (44) Levino Lemnio, Occulla Naturae Miracula. ,1559. Libro IV, cap. XII («De ovo á gallo
flaqueza: y de lo que fuere bien discutido, den la gloria, el honor y las gracias al Omnipotente edito, et qua aetate, atque annorum decursu id proferat: denique quid ex eo progeneretur, tum
Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, del cual mana toda virtud, toda industria y toda sabiduría. de lapide Gallinaceus, & Aétite gemma»). En la edición de Gandavi, 1571 corresponde a ias
Finis» (termina el libro). pgs. 428-429.

74 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Giovanni Batdsta della Porta, aristotélico en su Synonyma et etymum, Differentiae, Descriptio, Gressus et
teoría de la visión (se le considera uno de los padres de Locus, Antipathia, Generatic, Natura veneni basilisci,
la Óptica, inventó la cámara oscura y la lente de aproxi- Signa veneni basilisci, Praesidia veneni basilisci, Allegorica
mación), considera como míticas las propiedades del ba- et Moralia, Miracula, Hieroglyphica, Phrenoschemata, Simu-
silisco, niega que los escorpiones nazcan del basilisco, lacra y Usus. (47).
como afirma Florentino Greco (que defendía que el basi-
lisco machacado y puesto al sol generaba un escorpión), Aldrovandi aporta también grabados de basiliscos
y, entre otras, nos trasmite una pintoresca historia que disecados, muy apreciados por los coleccionistas y erudi-
demuestra el renovado vigor del basilisco en el Renaci- tos del XVI. Estos basiliscos disecados, engendros de
miento: una apariencia terrorífica, eran obra de hábiles falsifica-
dores que se aprovechaban de la popularidad del mito
«Una donna maritata di ñresco, deetra pregna fuor para ganarse la vida. Se conservan varias de estas falsifi-
l'opinione di tutti, in luogo di parto, partori fuori quattro caciones. Normalmente se utilizaban dos peces, el pez
animali simili alie rane, e clopo risano affaí bene: i quali ángel y la raya, que disecados entremezclando sus partes
animali sonó raccontati fra le spetie delle rane. (...). Cosi producían un monstruo que se pasaba por el cadáver del
dicono anchora, che dalle impurita delle donne, cioe del basilisco (48). Testimonio del aprecio que tenían los eru-
mestruo, e dal sperma sangue nel medesimo modo possa ditos a los basiliscos disecados lo encontramos en los
nascere un basilisco, il quaie tutti coloro, che vederanno regalos que hizo el Duque de Orleans, hacia 1640, cuan-
moriranno, ma questo io stimo falsissimo. Cosa chiara e do visitó a su amigo Lastanosa, el mecenas de Gracian
che possano nascer serpenti dalla medolla della spina (49), en Huesca: cuatro leones, cuatro espejos hiperbóH-
dell'huomo, e da capelli mestruati, e da peli delle code cos, un fragmento de diamante, un basilisco disecado y
de'cavalh (...)» (45). otras curiosidades (50).
Antonio Ricciardo Brixiano, en su Commentaria Hemos seguido la pista de un basilisco disecado
Symbolica, explica cinco significados que tiene la palabra que, según Feijoo, se conservaba en la Biblioteca Regia de
Basilisco. Vamos a transcribir los tres últimos: Madrid, pero nuestras indagaciones resultaron infructuo-
sas (incluso hemos molestado toda una mañana a los
«3 BASILISCO. El Utoiado de Kermes, que se conservadores del Museo de Ciencias Naturales, que es
genera en el útero, significa Elixir Alquímico, por el cual donde teóricamente tenía que haber acabado el ejem-
se convierten los metales, como dice León Suavo en los plar). N o debe llamarnos la atención que este basilisco
Escolios a Paracelso, fol. 292. madrileño haya sido destruido por algún «racionahsta».
N o hubiera estado lejos de ello el profesor de Física y
4BASILISCO, como aparece en Psal. 9 & Isa. IL Química del Real Palacio:
14 & Jerem. 8. significa el diablo, que es el más pesti-
lente para el genero humano; también significa la envidia «Maestro. Debe tenerse enteramente por una fábula
del Diablo, por la cual se introduce la muerte en el mun- . (el llanto del cocodrilo) que se puede colocar muy bien
do. Arnob. Psalm. 9- San Jerónimo. Isa 1.14, también en la misma clase que el canto del moribundo cisne, que
significa las obras malas y pestíferas y los errores y la
vanagloria.
(47) Ulises Aldrovandi, Hisloriae Naturale serpeníuní tt Draconiini libri dúo. Bononiae, apud
5 BASILISCO, o regulo volador, como aparece en Clementem Ferronium, 1640, lib. II, Cap. II, «De Basilisco», pgs. 361 a 376. Ver también la
Isa. 30 & 59, significa el príncipe de los Judíos, también Ornithologiae (corresponde a los tres primeros tomos de los trece que componen su obra com-
pleta), Bononiae 1599, Vol. II, libro XIII, pus. 83-84 (al hablar del Gallo); libro X i y . pj;. 221
significa demonios, también significa el Anticristo, al que (de la Gallina); libro XIV, pg. 241 y libro XVII, pg. 65Ü.
los Judíos pondrán por Mesías. S. Jero. Isai. 30 & 59. (48) Ver el artículo de Achille Forti, // Basilisco esiitenla al AÍIÍSCO Ciiico di Storia Kalfíralc a
S. Gre. 18 mor 9.» {A6). Venezia e gli affini simulacri Jinora conosciuti. Coníributo alia storia della Ciarlatancria. en Atli
del Reak Istilulo Véneto di Scimze, Uttere td Arti. Tomo LXXXVIII, 1928. Pags. 225 a 238 y
16 láminas.
En la segunda gran enciclopedia zoológica (después (49) Baltasar Gracián, en el capítulo de £/ Criticón que dedica a las curiosidades de Lastanosa
de la de Gesnero), la elaborada por Ulises Aldrovandi, (Parte II, crisi II, Los prodigios de Salastanoi se refiere al basilisco disecado que tenía éste;
(- - Y o os confieso, dijo Critilo, que he tenido siempre por un ingenioso embeleco el Basilisco,
encontramos todo un Tratado del Basilisco. Dedica y no soy tan solo que sea necio, porque aquello de matar en viendo parece una exageración
repugnante, en que ei hecho está desmintiendo el testigo de vista. -,;En eso ponéis duda/
Aldrovandi dos de sus trece tomos a una curiosísima replicó Salastano; pues advertir que éste no lo tengo yo por un prodigio sino por un mal coti-
«Historia Natural de Serpientes y Dragones». Y en el Libro diano, pluguiera al Cielo no fuera tanta verdad, y si no decidme: ^un médico, en viendo un
enfermo, no le mata? ¿Qué veneno como el de su tinta en un répice!' ^Qué basilisco más cri-
II, Cap. II, encontramos quince inmensas páginas in-folio minal y pagado que un Harmócrates, que aún soñando mató a Andragoras.' Digoos que dejan
atrás a ios mismos basiliscos, pues aquellos poniéndoles un cristal delante, ellos se matan a si
dedicadas al Basilisco, ilustradas con varios grabados, de mismos, y estos, poniéndoles un vidrio, que trajeron de un enfermo, con solo mirarle !e echan
a la sepultura, estando cien leguas distante. -Déjenme ver el proceso, dice el Abogado, quiero
los cuales el más famoso representa el «basilisco de ver el testamento, veamos papeles; y tal es el ver, que acaba con la hacienda y con la sustancia
Aldrovandi», que tiene ocho patas, escamas, cabeza de del desdichado litigante, que en ir a él ya fue mal aconsejado. Pues que un Príncipe con solo
decir: Yo lo veré, no deja consumido a un pretendiente, <no es el Basilisco mortal una belleza,
gallo, con largo pico y gran papada, y coronado con su que si la miráis, mal, y si ella os mira, peor? ¿Con cuanto ha acabado aquel vulgar veremos, el
pesado veámonos, el prolijo verse ha, y el vicio «ya lo tengo visto y todo mal mirado no
atributo. Dejamos para otra ocasión la edición de los 16 mata». Creedme señores, que está el mundo lleno de Basiliscos del ver y aun del no ver, por
apartados en que se divide su capítulo sobre el basilisco, no ver y no mirar; así estuvieran todos como este, y mostróles uno embalsamado».

que nos limitamos a citar aquí por su título: Aeqnivoca, A lo largo de El Criticón se repiten las apariciones del basilisco. Quizá esta obra, que como se
sabe era predilecta de Schopenhauer inspiró a éste a la hora de escoger dicterios con que criti-
car la filosofía clásica alemana: en el Prologo a La Cuádruple raiz del Principio de la Kazón infi-
ciente se lee: «Ahí está la filosofía alemana sirviendo de burla a los extranjeros, rechazada por
(•^5) Giambattista della Porta, Dalla Aíagia Nalurale. Lib. II {"Di genera^ vari animali») Cap. II los verdaderos sabios, como una ramera que, por vil precio, hoy se vende a uno, mañana a
(«Alcuni anijTnaJi terrestri prodorti deJIa putrefactionex). La redacción definitiva de esta obra otro, y los cerebros de la actual generación de estudiosos, desorganizados por los absurdos de
data de 1589. Citamos por la edición de Ñapóles de 1677. Hegel; incapacitados para pensar, incultos y atontados, presa del vulgar materialismo, que ha
brotado del hiíevo del basilisco».
[46] Antonio Ricciardo Brixiano, Contmi:ntar'¡u Symbolica hi dúos lonwi dhíributa i.../ in quibuí
explifatllur anana pane infinita ad myiticam naluralem, & occulíanr rtruvt íi^nificatinnem atlinen- (50) Vd. E. Correa Calderón, Lastanosa y Grt ', en Homenaje a Gracián. Institución Fernán-
lia. Venecia 1591. Tomo 1. Folio 106, columna 3- do el Católico, Zaragoza. Pag. 74.

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molestia de alzarse, observará en las últimas tablas de ese


estante una cajita que contiene el verdadero dragón de
los naturalistas» (51).

El tema del basilisco se convierte en un lugar común


de la literatura del Siglo de Oro y del Barroco. Los ojos
esquivos de la dama serán como los del basilisco y matan
con su mirada al rendido amante. En el Quijote se utiliza
tres veces la palabra, en el capítulo XIV de la primera
parte. Parece como si Cervantes, al escribir este capítulo,
tuviera reciente la lectura de alguna de las historias natu-
rales al uso, pues concentra en él gran número de refe-
rencias a animales venenosos, ponzoñas... Es el episodio
en que Ambrosio y Marcela comentan la muerte de Gri-
sóstomo, de amor por ella. Ambrosio llama a Marcela
«¡oh, fiero basilisco destas montañas!», a lo que Marcela
replica:

«El que me llama fiera y basilisco, déjeme como


cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata, no me
sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel,
no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata,
esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá,
conocerá ni seguirá en ninguna manera».

Seis años antes, en 1599, encontramos en el Guz-


man de Alfarache de Mateo Alemán, un buen surtido de
basiliscos. Escogemos este párrafo correspondiente al ca-
pítulo VII:

«Que si preguntáis deseando saber qué sea la causa


natural, no se sabe otra más de que la piedra imán atrae
a sí el acero, el heliotropo sigue al sol, el basilisco mata
MARCA TWOGRAFICAJOHANN AMERBACH. BASILEA mirando, la celidonia favorece la vista. Que así como
unas cosas entre si se aman, se aborrecen otras, por in-
flujo celeste».

la historia del fénix, que después de cien años se quema En 1620, H. de Luna, en la Segunda Parte del Laza-
para volver a nacer de sus mismas cenizas; que las terri- rillo de Tormes, hace que, en el capítulo IV, se dirija Lá-
bles aves llamadas grifos; que el basilisco que quita la zaro a la Fortuna en estos términos: «En mi vida te vi, ni
vida con su mirada, la salamandra que puede vivir en el te conozco; pero si por los efectos se rastrea la causa,
fuego, los dragones que... Pero no acabaría nunca si me por lo que de tí he experimentado creo no hay sirena,
empeñase en repetir todas las fábulas con que en otro basilisco, víbora ni leona parida más cruel que tú».
tiempo se ha querido adornar la historia natural.
Lope de Vega usa y abusa de las metáforas sugeridas
por el basilisco, que son repetidas a lo largo de todas sus
Discípulo. Permítame usted que exponga a su consi- obras: «Llegó mi amor basilisco / y salió del agua misma
deración, que yo he visto últimamente en una obra de / templado el veneno ardiente / que procedió de su vis-
historia natural, de un autor moderno muy respetable, la ta». (El Caballero de Olmedo), «¿Cómo el basilisco mata /
figura y la historia de un pequeño dragón alado muy con solo llegar a ver?». (El mejor alcalde el Rey), «Adviene
conocido en las Indias orientales, y que se conserva en que es basilisco: / Pon a tus ojos defensa». (Adonis y
muchos gabinetes. Venus), «De los reyes el poder / es basihsco en la vista».
(El hombre de bien), «Amor sin ojos nació / Y así el basi-
Maestro. De ningún modo niego ni dudo la lisco fiero / Los hurtó, porque primero / Mata el que al
verdadera existencia de ciertos reptiles que los natura- otro miró». (El desprecio agradecido). Y en Rojas Zorrilla,
listas llaman dragones, salamandras y basiliscos; pero si el y en Góngora, y en Calderón y en tantos otros, el tema
que tengan las figuras y las propiedades con que la ima- del basilisco será un recurso inagotable a la hora de lle-
ginación de los pintores, de los viajeros y de los antiguos nar páginas.
naturalistas los han presentado. Si quiere Vd. tomarse la
Quevedo dedica un romance de 68 versos al Basilis-
(51) Juan Mieg. Paseo por el Gabinete de Historia Natural de Madrid. Madrid 1818. Pags.
co {El Basilisco, animal tan ponzoñoso que dicen los natura-
177-178. les que mata con la vista). Entresacamos algunos versos:

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«Ansí, pues, nunca a tu cueva para otro momento su exposición. En esta oportunidad
se asome Santa Lucía, vamos a presentar someramente los términos de la polé-
que si el mal quita a los ojos mica que demuestran la preocupación que el basilisco
desarmará tu malicia. había de despertar en el trance en que su mito comenza-
Dime si te dieron leche ba a declinar. Tan grande como el interés que suscitó el
las cejijuntas, las bizcas, basilisco en el momento de su nacimiento y desarrollo va
si desciendes de los zurdos; a ser el interés que suscite en el momento de su muerte.
si te empollaron las tias.
Si está vivo quien te vio, En el segundo tomo del Teatro, pubhcado en 1728,
toda tu historia es mentira; hay un parágrafo de la Historia Natural referido al basi-
pues si no murió, te ignora, lisco. En él, Feijoo no niega que haya una sabandija lla-
y si murió, no lo afirma. mada Basilisco que sea venenosa por el vapor que ex-
Si no es que algún basilisco hala.
cegó en alguna provincia
y con bordón y con perro «Pero negaré constantemente, por más que lo
andaba por las ermitas». afirmen muchos autores, que mate con la vista, y con el
silbo. La vista no es activa, sino dentro del propio órga-
no. El objeto le envía especies; pero ella nada envía al
En 1665 aparece la Historiae Naturalis de Serpentihus objeto. El silbo tampoco imprime cualidad alguna, ni en
de Jan Johnston, autor de la tercera gran enciclopedia el ambiente, ni en otro cuerpo: solo mueve con determi-
zoológica, tras Gesnero yAldrovandi. A finales del XVII nadas ondulaciones el aire, las cuales propagándose, lle-
aun tiene plena fuerza el; basilisco, y Johnston le dedica gan a producir un movimiento semejante en el tímpano
un lugar en su obra. En esta Historia Natural encontra- del oído» (54).
mos un modelo de clasificación, precursor de ulteriores
sistemas: la H^N^ de Serpentihus se divide en dos libros: Repudia Feijoo como falsa, la opinión de que esta
De serpentihus vulgarihus y De Draconihus, cada uno de sabandija sea veneno de si misma mirándose en un espe-
los cuales consta de dos títulos en los que serpientes y jo, pues «sobre la imposibilidad de que la vista mate, se
dragones se esmdian in genere e in especie. El libro II, ti- añade la de que sea al sujeto propio». Pero, al hablar de
tulo II, formado de dos capítulos: De Draconihus non ala- la generación de los basiliscos, Feijoo no niega que los
tis y De Draconihus alatis, divide el capítulo I en dos artí- gallos pongan, de viejos, un huevo:
culos: De Draconihus non alatis apodibus y De Draconihus
non alatis pedatis. Este artículo I, del capítulo I, del título «Lo que vulgarmente se cuenta de que el gallo
II del libro II, contiene tres puntos, de los que el prime- anciano pone un huevo del cual nace el basilisco, no es
ro lleva por título De Basilisco. Para Johnston, pues, el solo hablilla de vulgares, también tiene por patronos al-
basilisco es un dragón no alado y apodo. (52). gunos autores, sin dejar por eso de ser cuento de viejas.
Si la vejez del gallo no hiciese tan mala obra, y el basilis-
Johnston será el último naturalista que mezcle en co fuese tan maligno como se pinta, ya todo el mundo
sus descripciones los animales fabulosos con los que no estuviera poblado de basihscos y despoblado de hom-
lo son: en la H^ N^ de Avihus hay los capítulos dedicados bres. Es verdad que el gallo en su újtima vejez pone un
al Fénix, el Pelicano, la Harpía o el Grifo —con sus co- huevo: pero falso que este huevo sea de tan malas con-
rrespondientes grabados—; en la H^ N^ de Quadrupedi- secuencias como aquel que, según la fábula, puso Leda,
hus, junto a vacas y caballos aparecen Monocerontes, mujer de Tíndaro y del que nació la famosa Helena, ver-
Unicornios, Onagros y Catoblepas. En la Historiae Natu- dadero Basilisco-de aquella edad» (55).
ralis de Serpentihus, junto a los basihscos, se encuentran
hidras de siete cabezas y dragones a los que se les sale la En 1729, Salvador Joseph Mañer responde a Feijoo
flecha por la boca. Las monótonas repeticiones en la des- en su Anti-teatro Crítico. Esto replica a Feijoo por negar
cripción del basilisco dan testimonio de hasta que punto el de Oviedo que matase con la vista:
la especie se había estabilizado en las Historias Naturales
y como el proceso ontogenético de su reproducción ha- «El fundamento que su Reverendísima tiene para
bía alcanzado el estado estacionario. negarlo es que la vista (dice) no es activa, sino dentro del
propio órgano. El ohjeto le envía especies pero ella nada envía
al objeto. La prueba no es eficaz. Padre Reverendísimo,
Peter Lambeck, Lambecius, profesor de Historia y porque los que estamos en que mata con la vista, no en-
rector del Colegio de Hamburgo, huido a Roma para es- tendemos sea con los rayos visuales, sino con los vene-
capar de su mujer, rica pero vieja y avara, muerto en nosos efluvios que por aquella parte despide: y esto no
Viena en 1680, nos lega en su monumental Commenta- en cualquier postura, sino en la vista recíproca, y distan-
riorum de hihliothecá Caesareá Yindohonensis dos interesan- cia proporcionada: esto es, que no estando muy distante,
tes grabados que reproducimos en estas páginas (53). mire el Basilisco cuando a él le miren; porque los eflu-
vios que arrojan, causan su efecto entrando directos por
En la primera mitad del siglo XVIII asistimos a la la vista del que mira: y debajo de este supuesto, que los
enconada polémica que, en torno al basilisco, originó el naturalistas nos advierten, no hace en contrario el que la
Teatro Crítico de Feijoo. Es de siuno interés analizar en vista sea activa, o no lo sea» (56).
detalle las discusiones que se plantearon, pero dejamos
(54) Benito Gerónimo Feijoo, Teatro Critico Unitersal. Tomo II, dísturso 11-3, n" 25, Basilisa
Citamos por la 4*' impresión, Madrid 1736.

(52) Jan Johnston, Historiae Naturalis de Serpentihus, libri ]1. Amsterdam 1657. pag. 34-35. (55) Feijoo, Tf¿/TO 11-11 n" 29.

(53) Peter Lambeck, Commeatariorum de bibliothecá Caesareá Viridob/ttiensis. Viena 1665-1679. (56) Salvador Joseph Mañer, Anti-teatro crítico sobre el primero j secundo tomo del Teatro Crilici,
Parte Vil. Pags. 163-164, láminas K y L. Madrid 1729. Al Il-U, n" 18..

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viejas. Lo que cuentan, y cuento de vieja lo que cree, y


quiere creer el replicante. Para lo primero no se necesita
Crítica, sino experiencias del hecho. Esta experiencia es
privativa de las viejas, o es más propia de su jurisdicción.
N o es razón despojar a sus mercedes las señoras viejas
del voto que tienen en materia de Gallinero, por con-
templar a uno, u otro que afirma, no haber visto
semejante huevo de Gallo; y que sólo prueba la imposi-
bilidad con un argumento negativo puro, que no tiene
eficacia alguna. He visto uno de aquellos huevos. Decían
que era de Gallo viejo. No se de quien era, si que ni en
color, ni en figura, ni en magnitud tenía semejanza algu-
na con el huevo' de la Gallina. El huevo que, con título
de ser de Gallo, se presentó a Mons. LayPeryonie no tie-
ne yema. Reconoció este Anatómico que era huevo de
BASILISCO DISECADO CONSERVADO EN EL MUSEO MOSCARDO Polla, y, que en su centro se descubrían lincamientos de
una culebrita: Pregunto: ¿Se halla en todas las pollas
Mañer al contraargumentar lo que Feijóo había ovario para huevos semejantes?. Claro está que no. Pues
afirmado en el sentido de que el basilisco no se mataría a eso mismo se debe discurrir de algunos Gallos viejos.»
si mismo, mirándose en un espejo, por la imposibilidad , (59).
de que algo sea veneno de si mismo, rizará el rizo en la
discusión:
Vuelve a la carga en 1734 Salvador Joseph Mañer
«Si los efluvios se dirigiesen a ios ojos de otro basi- en el Crisol Crítico Theológico. Responde a lo que Feijóo
lisco, né le causarían daño alguno, pues nada perderían decía: que un bulto, cualquiera del cuerpo del gallo supli-
de su natural configuración; más reflectando en el espe- ría la falta de ovario para la formación del huevo, de este
modo;
jo, vuelven desconfígurados, siendo venenosos, al mismo
que no lo eran antes de desconfígurarles, al ejemplar del
azogue, que en su propia configuración no es venenoso, «Señor Philosopho, se producen acaso los huevos de
y cuando se sublima pasa a solimán, como se desconfígu- bultos o de glándulas'^. Un bulto como un huevo, cada
día se está viendo; pero un huevo como un
ra es veneno muy activo» (57).
bulto, es lo que allí se repugna. Que no se corra este Padre
de invadirme con estos despropósitos. A un argumento
Mañer concluirá que prescindiendo de que haya o de imposibilidad, tan fundado en Philosophía como la
no basiliscos, los argimientos de Feijóo no le sacan de su negativa que se le ha hecho, opone otro por la parte afir-
error. Un año más tarde, en 1730, contesta Feijóo a mativa, fundado en sólo una idea disparatada. Y porque
Mañer en la Ilustración apologética: se le apoyó la negativa con la autoridad de Harveo, que
«Lo de la vista recíproca también es falso. La opinión tiene tal creencia por cuento de viejas, dice: Que más voto
más común aún entre los naturalistas, es que el Basilisco tienen las viejas en la materia que cien Harveos. Queriendo
mata mirando, aunque no sea visto. Lo de la distancia dar a entender, que como las viejas frecuentan más los
gallineros, que el Doctor Harveo lo haría, tienen mejor
proporcionada, en el sentido en que lo toma el señor voto aquellas que éste; siendo engaño, porque las viejas
Mañer, también es añadido. Lo que dicen los que frecuentan los gallineros sin más Philosophía que buscar
afirman esta fábula, es que el Basilico alcanza a matar, huevos de las gallinas: Harveo los registró philosophica-
adonde alcanza a ver, sin pedir más proximidad o p r o - ' mente repetidas veces en busca del huevo del Gallo para
porción. Así todo lo que nos dice el señor Mañer, para lo que se tomó todas las precauciones necesarias
hacer mi prueba ineficaz, es un tejido de supuestos arbi- conducentes a averiguar este phenómeno, hasta conocer
trarios, y una desfiguración total de la opinión común, que el afirmarlo es cuento de viejas, engañadas con los
para evadir la dificultad» (58). huevos centeninos. Por lo que será bien el que al Defen-
En 1731, Mañer responde en su Réplica satisfactoria sor y al Maestro les pongamos el colirio que abaxo rece-
a la Ilustración apologética y, un año más tarde Martín taremos, para si quisieren ayudarse, puedan salir de su
•Sarmiento saldrá en defensa de Feijóo en la Demonstra- ceguedad (...). Ruego ahora al P. Lector, que en defensa
ción crítico apologética del Teatro-Crítico. De la vista ha del error que tan tenazmente mantiene, y a favor de las
pasado el grueso de la polémica al tema del huevo del ancianas que apoya, pues dice tienen más voto que cien
gallo. Sarmiento, como Feijóo, defenderá (¿acaso con el Harveos, diga también tienen más voto que cien Academias
espíritu del empirismo?) el testimonio de quienes afir- de París, y cien Sociedades de Mompeller (sic); que yo
man que los gallos ponen huevos: también diré, que.un voto de cualquiera de aquellos indi-
viduos, vale más que el de cien Sarmientos, y el de
«Tampoco importará mucho que se llame cuentos de doscientos millones de viejas gallineras, que es el mismo,
viejas. Si en algo debemos creer a las viejas, es en la ma- y vale lo propio» (60).
teria presente. Más voto tienen las viejas en la materia,
que cien Harveos. Dos cosas dicen las viejas. Dicen, que En 1737, sale el Teatro Anti-Crítico (libro tercero)
algunos gallos ponen un huevo en su vejez, y que de de Ignacio de Armesto y Ossorio, en el que se pretende
este huevo nace un basilisco, que mata con la vista. En
esto segundo, como no pueden tener voto, es cuento de (59) Martín Sarmiento, Denwrtstracíón critico-ai Teatro Crítica Viiivtnat. Madrid
1739. Tomo I - Xm. N° 590. Pgs. 346-347.
(57) Mañer, Atni-leain, al 11-11, n" 20.
(60) S.J. Mañer, Crisol Critico theológico istórico, político, físico y mateniúlico en que se cjuilatail
(58} B.G. Feijóo, I/ustracwTl apDlogitica al primtro y¡egiíjiílo tomo del Teatro Critico. Madrid las materias y puntos que se le han ¡pugnado al Teatro Critico. Madrid 1734. Discurso XVIII,
' 1729. Discurso XVllI, n" 40 (pg. 99). n° 30. Pag. 252.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

«repartir justicia entre los tres teatristas». Respecto del «Los modernos han considerado el basilisco como
basilisco y el huevo del Gallo no hace otra cosa que re- un animal fabuloso. Más después que la Escritura ha
sumir lo dicho por Feijoo, Mañer y Sarmiento. Pero hecho mención de él, como de un reptil existente, que
catorce años después, Francisco de Soto y Marne dedica- es nombrado con los otros animales dañinos, su existen-
rá una reflexión (la VII del tomo II) al Basilisco, en sus cia es incontestable. Si no se encuentra en los gabinetes
Reflexiones crítico-apologéticas sobre las obras del RR. P. de curiosidades naturales, es por la rareza de la especie y
Maestro Fr. Benito Gerónimo Feijoo. En su larga reflexión el peligro de acercarse a él, que no permite
contra el «inconsiguiente, contradictorio y aún repugna-
te» juicio del Padre Feijoo, Soto y Marne llegará a cogerlo. Dios ha permitido que este monstruo lance dos
demostrar ad hominen que el Basilisco mata con el silbi- o tres gritos cuando sale de su caverna, a manera de
do y mata y se mata con la vista; comienza su argumen- lamento, que inspiran tal terror, que ponen en huida a
tación de este modo: todos los animales. ¿Cabe en lo posible que un viajero
curioso se acercase a él para estudiarlo.-'» (63).
«Hagome cargo, que en los números 25 y 27, limita V.
Rma el punto de la disputa a las circunstancias de propi-
cida, y de matar a otros con la vista, y con el silvo; pre-
tendiendo, que el error común consiste precisamente en * * *
las tres expresadas propiedades: de modo que sólo por
lo respectivo a ellas, se representa fabuloso el Basihsco. El basilisco ha servido también como emblema de la
Pero admitiendo V. Rma. en su número 24, que la vene-
nosidad del Basilisco es enemiga de toda naturaleza; y Dialéctica. El primero que personificó las ciencias fué, al
tan activa, que sólo el vapor que exhala, inficiona cuanto parecer, Marciano Capella, gramático africano del siglo
encuentra, con tan horrible estrago que tala los campos, V, en su obra De nuptiis Philologiae et Mercurii: Mercurio
marchita las selvas, rompe los pedernales, y mata los ani- (la Elocuencia) y la Filología (el amor a la razón: la
males ponzoñosos; no puede V. Rma. dejar de admitir, Sabiduría) contraen matrimonio y las siete artes son las
que mata con el silvo, y con la vista: y por cpnsiguiente damas de honor; al divorciarse la Elocuencia y l a Sabidu-
no puede dejar de admitir verdadero Basilisco, en el ría, se condenan ambos a la esterilidad, pues Mercurio
mismo sentido que lo da por fabuloso» (61). no tiene ya nada que decir y Filología ya no sabe hablar.
Soto y Marne da mucha menos importancia al tema
del huevo del gallo, quizá porque ya había quedado claro Remigio de Auxerre, que a comienzos de siglo X
el error de Feijoo y le reprocha: compone un comentario a la obra de Marciano Capella,
dice que la Dialéctica lleva los cabellos revueltos desig-
«...Pero asiente V. Rma. contra toda razón, a que el nando el silogismo, una serpiente que representa los arti-
gallo pone, en su ancianidad, ese huevo, P. Mro,: este ficios sofísticos y un anzuelo los argumentos capciosos.
error es sobremanera vergonzoso en un hombre literato: Los artistas se contentaron con hacer sostener a la Dia-
porque como tal debe saber, que la producción de huevo léctica una, o incluso dos serpientes.
pide, como prerrequisito esencial, la preexistencia de
ovario, infundículo, y demás órganos que constituyen Algunas veces, en lugar de una serpiente, la Dialéc-
sexo femenino, como enseña el común de los anatómi- tica tomó como emblema otro animal venenoso, el es-
cos. Y como el gallo, por más que porfiera a vivir, no corpión, y, en dos casos al menos, el basilisco (64). La
llega jamás a ser gallina; se evidencia la ridiculez de esta primera de estas representaciones se encuentra en un
ignorantísima fábula, la que deriva el famoso Harveo de arco de la puerta sur de la catedral de Chartres, donde
la preocupación de las mujeres italianas, que creyeron figuran las siete artes liberales: la Dialéctica tiene a sus
producción de los gallos, los huevos llamados por su pies un personaje —probablemente Aristóteles— soste-
pequenez centeninos» (62). niendo un tintero donde moja su pluma, y sobre su
mano y antebrazo izquierdo se yergue un basilisco.
A todas estas réplicas contestará Feijoo en 1749 con
una Justa repulsa de inicuas acusaciones, en la que no La segunda de estas representaciones la encontramos
pormenoriza cada punto sino que contesta de modo ge- en un tarot italiano de fines del siglo XV, llamado Tarot
neral a sus detractores. En 1750 se termina definitiva- de Mantegna, aunque probablemente se deba atribuir a
mente la polémica por orden emanada de Fernando VL Baccio Baldini. La Loica (por Lógica, como a menudo se
Quizá de no haberse prohibido la continuación de llamaba a la Dialéctica) está representada por una mujer
alegatos en pro y en contra de Feijoo, tendríamos joyas con el semblante demacrado por la vigilia, los
aún más surrelistas de las que ya nos ha ofrecido este cabellos rizados y revueltos, para recordar los tortuosos
género de polémicas. caminos del silogismo, el vestido sombrío, alusión a la
oscuridad de las discusiones dónde triunfa. Como atri-
Pero el ruido que causó la discusión sobre el buto lleva en la mano un Basilisco, a quién ¡a Dialéctica,
basilisco en España no logró desarraigar de la cabeza de horrorizada, ha neutralizado la mirada mortal mediante
muchas personas su prestigio. El clero ignorante seguía un velo fino y transparente.
creyendo a pies juntillas en el basilisco y en todas sus
circunstancias. El capuchino Joseph Romain Joly escribe
esto en 1784 (repetimos: 1784).

{6\) Francisco de Soto y Marne, Reflexiones crí'tko-üpolo^éíicai ¡ubre las obras de RR.P. Maestro Fr (63) loseph-Romain joly. La Ceographie Sacrée el les monuments de ¡'historie sainte. París \l^^í,
benito Geroriymo Feijoo, en defensa de ¡as müa^rosas Flores de San Luis del Monte... Salamanca pss. 355-356.
1749. Reflexión Vil, n» 173. Pag. 122.
(64) Vd. Jean Avalón, Vn aninial fabu¡eax: ¡e Basüic. en Aesii/iape. octubre 1935, PÍÍ-
(62) Soto y Marne, Reflexiones eritieo-apologéticas, Reflexión VII. n'* 180. Paj:. 126. 231.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

HISTORIA DEL PENSAMIENTO

ESPINOSA:
PROYECTO FILOSÓFICO Y
MEDIACIÓN P O L Í T I C A
JAVIER PENA
Valladolid

n 1670, escribe Espinosa un «Tratado rodoxo y dasarraigado, que ve amenazado el régimen


Teológico-Político», interrumpiendo la re- liberal burgués de Jan de Witt por la alternativa orangis-
dacción de la «Ethica», en la que hay ya ta-calvinista, advierte que su libertad de expresión se ha-
precisas referencias al tema de la Ciudad; lla en peligro y, abandonando el discurso filosófico, escri-
en 1677, la muerte le sobreviene mien- be un «Tratado teológico-político» para justificar ideoló-
tras redactaba un «Tratado Político» que gicamente al régimen más tolerante. Pero tal hipótesis,
quedaría lamentablemente inconcluso. Tan destacada pre- que puede ilustrarnos sobre las circunstancias que hacen a
sencia de la Política en una obra no demasiado extensa, Espinosa tomar conciencia de la importancia de la Políti-
nos fuerza a preguntamos: ¿Por qué habla Espinosa de lo ca, peca a mi juicio de reducionismo psicologista. Y ade-
que Descartes había silenciado, por tratarse de un ámbito más, ni el «Tratado Teológico-Político» justifica un de-
en el que no caben ideas claras y distintas?. De algún terminado orden de cosas (sino que va más allá de las
modo hay que dar razón de esta presencia, explicar a perspectivas de la burguesía liberal holandesa), ni es un
qué viene este esfuerzo teórico en torno a la política, y, simple panfleto coyuntural: una simple lectura bastaría
en definitiva, qué función cumple ésta en la filosofía de para negarlo.
Espinosa.
A mi juicio, no cabe sino pensar que la Política inte-
La cómoda hipótesis de que la Política sería «uno resa —y muy decisivamente— a la Filosofía de Espinosa.
más» de los temas que interesan a Espinosa, al margen N o quiero decir con ello que —como algunos pai;ecen
de la filosofía, —^pues al fin y al cabo también escribió, implícitamente sostener— el ejercicio filosófico esté
podría decirse, sobre el arco iris o la gramática he- para Espinosa al servicio de un proyecto político. Que
brea—, no parece que pueda considerarse seriamente. no es así, me parece que está perfectamente claro, y es-
Son demasiado evidentes las conexiones entre Ontología pero ponerlo de manifiesto en mi exposición. Sin embar-
y Política (que ahora, por razones de tiempo, no pode- go, considero que la teoría política de Espinosa encuen-
mos detallar), como para considerar a ésta como un me- tra la justificación de su existencia en la necesidad que de
ro apéndice marginal. Y además, tal «explicación» no ex- la Política tiene, para su realización, el proyecto filosófi-
plica nada; supone simplemente un gratuito y «aristotéli- co de Espinosa. Creo poder -demostrar que la Política
co» afán de saber, por el saber mismo. desempeña una función objetiva indispensable en dicho pro-
yecto, y que la teoría política de Espinosa es un ensayo
Otra hipótesis interpretativa que podría formularse de resolver las exigencias en él planteadas, si bien tal
para explicar este presencia de la política, manteniendo a tentativa tropezará a la postre con dificultades insalva-
la vez su «exterioridad» con respecto a la filosofía, sería bles, implícitas en sus propios presupuestos. A ello dedi-
la que ligase los escritos políticos de Espinosa a unas de- caré los próximos minutos.
terminadas circunstancias biográficas. Un pensador hete-
Lo que Espinosa se propone como objetivo de su
(*) Conferencia pronunciada en el C/Í'/ÍÍ "Espiíinsa- que organizó la Sotiedad Asturiana de
ejercicio filosófico, está enunciado en las páginas inicia-
Filosofía en Diciembre 19"". les de su programático «Tratado de la Reforma del En-

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rendimiento». Su proyecto es «hallar algo {cito) que, una Pero no parece que sea una condición necesaria: de he-
vez descubierto y adquirido, nos permita gozar de una cho, existe el hombre racional que vive entre ignorantes
constante y suma alegría». Si desprendemos del término (Eth. IV, p. 70); y, como recuerda una nota del «Tratado
«salvación» sus connotaciones religiosas, escatológicas, Teológico-Político», la libertad del sabio no es anulada
podemos decir que nos hallamos ante una filosofía «so- por un entorno social hostil, ya que lo que le hace libre
teriológica». (De modo semejante a como puede serlo, es la racionalidad, la comprensión de la necesidad: (que
por ejemplo, la estoica, en tantos aspectos emparentada incluye la comprensión de una situación política dada
con la espinosista). Pero hay que añadir, a renglón segui- como necesaria). ¿No sería entonces más sensata la men-
do, que esta salvación se obtiene por y en el conocimien- cionada postura cartesiana, que prefiere cambiar el orden
to. El sumo bien que el filósofo busca consiste en «el co- de sus pensamientos, más bien que el del mundo.'*.
nocimiento de la unión del espíritu con la Naturaleza to-
da». En otros términos, en la comprensión racional del Subsiste sin embargo el hecho de que Espinosa con-
encadenamiento universal y necesario de un orden de sidera que afecta a la realización del propio proyecto fi-
esencias. Esta comprensión libera simultáneamente al losófico individual la actitud de los demás individuos:
hombre de la sumisión irracional a las causas exteriores y importa que haya «concordancia de espíritus». Parece,
del temor a la muerte, y origina la felicidad de que nos pues, oportuno examinar el fundamento de esta necesi-
habla el libro V de la «Ethica». Podríamos hablar tal vez, dad de concordancia.
utilizando conceptos del profesor Bueno, de una implan-
tación gnóstica de la filosofía de Espinosa. En último término, esta necesidad se basa en la in-
terdependencia ontológica de todas las relaciones singu-
Tal concepción de la filosofía no parece en principio lares. En el escolio de la proposición 18 de la A^ parte de la
demasiado proclive a tener en consideración el marco so- «Ethica», recuerda Espinosa al lector que (cito) «nos es
cial en que el pensamiento se ejerce. N o obstante. Espi- siempre imposible no necesitar de alguna cosa exterior a
nosa afirma: «importa a mi felicidad que otros muchos nosotros para conservar nuestro ser». Es éste un punto
piensen lo mismo que yo, para que su entendimiento y básico en su filosofía, y cabe concluir de él que no es
sus deseos concuerden con los míos», lo cual supone posible formular un proyecto de vida prescindiendo de
que en la realización del proyecto filosófico algo «tienen todo \o que no sea el individuo mismo. Y a continua-
que ver» los demás, además del individuo mismo. Y más ción, añade: «hay muchas cosas fuera de nosotros que
aún, formula para garantizar esta extensión del proyecto nos son útiles, y que por ello han de ser apetecidas. Y
un programa pedagógico —cuya función sería la de posi- entre ellas, las más excelentes son las que concuerdan
bilitar el acceso de la generalidad de los hombres a la por completo con nuestra naturaleza. En efecto {conti-
«reforma del entendimiento»— en el que se incluye, núa): si, por ejemplo, dos individuos que tienen una na-
además de ciertas disciplinas teóricas como Moral, Medi- turaleza enteramente igual se unen entre sí, componen
cina y Mecánica, la formación de «una sociedad tal que un individuo doblemente potente que cada uno de ellos
el mayor número posible de hombres puedan llegar a por separado. Y así, nada más útil al hombre que el
este fin del modo más fácil y seguro». hombre; quiero decir que nada pueden desear los hom-
bres que sea mejor para la conservación de su ser que el
N o carece de importancia esta alusión a la Política, concordar todos en todas las cosas, de suerte que las al-
que queda así ligada al proyecto filosófico. Hay que mas de todos formen como una sola alma, y sus cuerpos
reconocer, desde luego, que aquí aparece como un ins- como un solo cuerpo, esforzándose todos a la vez, cuan-
trumento subordinado y exterior al mismo: el sentido de to puedan, en conservar su ser, y buscando todos a una
tal sociedad sería el de facilitar el ejercicio de la filosofía, la común utilidad».
proporcionarle un «suelo» adecuado. Pero esta función
«preliminar» no se agotaría en el establecimiento de
unas garantías de seguridad física, de un «orden público» En smna, cada hombre ha de contar con los demás,
que regule la coexistencia social. Ciertamente es la fun- ya que siendo todas las realidades ontológicamente inde-
ción primaria del Estado garantizar esa seguridad, necesa- pendientes, como hemos dicho, debe buscar aquellas,
ria también para el hombre racional, más libre en la Ciu- que por obrar en el mismo sentido que él, no constitu-
dad, pese al aspecto coactivo de las leyes, que en la sole- yen un factor obstaculizante de su propia actividad, sino
dad (Eth. IV, p. 73); pero la sociedad a la que Espinosa un esfuerzo de su capacidad de autoconservación y desa-
se refiere tiene además una misión que podríamos deno- rrollo.
minar «pedagógica»: conduce a sus miembros en la di-
rección del objetivo metapolítico planteado. Creo que ha
Ahora bien: debe tenerse en cuenta que, según Es-
de tenerse muy en cuenta esta dimensión de la sociedad
pinosa, esta concordancia entre los individuos no se da
proyectada aquí por Espinosa; según intentaré mostrar
simplemente por su común pertenencia a la especie
después, se apunta aquí, parcialmente al menos, el senti-
do de la Política en la filosofía de Espinosa. «hombre». (Recuérdese la crítica de Espinosa a los con-
ceptos universales). Los hombres sometidos a las pasio-
nes no concuerdan efectivamente entre sí: no hay entre
Pero esta referencia a la política del «Tratado de la ellos sino una «concordancia» negativa. De hecho, lo
Reforma del Entendimiento», es insuficiente por sí sola que las pasiones generan es discordia, porque arrastran a
para hablar de la necesidad de la Política. Cuanto se nos los hombres en sentidos diferentes y les inducen a luchar
dice es que un determinado tipo de sociedad —que no entre sí para conseguir objetivos que no pueden compar-
sabemos qué características tendría, ni cómo podría ser tir. «Los hombres sólo concuerdan necesariamente en
establecida— puede ser un instrumento válido, junto a naturaleza —dice Espinosa— en la medida en que viven
otros, para posibilitar la «reforma del entendimiento». bajo la guía de la razón» (Eth. IV, 35).

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Efectivamente, es la razón la que introduce una au- en una «racionalización de los afectos» (o «encauzamien-
téntica concordancia, porque los hombres que viven se- to» si se quiere).
gún ella participan de una común interpretación de la
realidad y, por consiguiente, de una idéntica actitud ante Pero soluciones de este tipo dejan sin resolver el
ésta. Así como los intereses pasionales enfrentan y problema en su origen. Pues lo que importa explicar no
dividen a los hombres, la razón establece la concordia en es tanto cómo, a partir de lo que pudiéramos llamar
lo objetivo, en lo que es necesariamente bueno para to- «disposición a la racionalidad», pueden ir los hombres
dos. ' sustituyendo la «ilusión imaginativa», por la compren-
sión racional de la realidad; sino más bien cómo tal «dis-
Así se justifica la dimensión intersubjetiva del pro- posición racional» puede surgir y desarrollarse en un
yecto de Espinosa. La posibilidad de realización del mis- mundo regido por la Necesidad, en un universo concebi-
m o está ligada a la concordancia en razón con otros indi- do de modo determinista.
viduos, ya que la interdependencia es ineludible. Y por
eso es necesario hallar una vía que posibilite un acceso
general a la racionalidad. Pues, de acuerdo con los presupuestos espinosistas,
los hombres son como son, y actúan como actúan, necesa-
riamente. La Moral tradicional aplaude o condena las accio-
A primera vista, no parece que dicha vía haya de ser nes humanas basándose en el falso presupuesto de que el
política. Es cierto que se reconoce que la «vida racional» hombre, «imperio dentro de un impero», goza, a dife-
ha de desarrollarse en un marco social, y que es conve- rencia de las demás realidades, de un libre albedrío que
niente para el hombre racional que exista un Estado que le permite elegir en sus acciones. Lo cierto es, sin embar-
garantice su seguridad. Pero parece, a juzgar por el tono go, -piensa Espinosa- que el hombre, «pars Naturae»,
de las referencias del libro IV de la «Ethica», que la está sometido a las leyes que rigen a ésta, en su totalidad
sociedad no es sino el instrumento para regular una vida y en cada una de sus partes. La irracionalidad que se
social presidida por los intereses pasionales, y que está constata en la mayoría de los hombres es el efecto nece-
por tanto en un plano distinto del que ocuparía una sario de causas que la determinan. ¿Y cómo podrían ta-
comunidad de hombres racionales, el tipo de sociedad les hombres, condenados necesariamente a la irracionali-
que sí coadyuvaría a la realización del propio proyecto dad, llegar a desear siquiera renunciar a su actitud irracio-
filosófico, y en la que la identificación de las aspiraciones nal?. Mas aún: ¿Cómo podrían llegar a tomar conciencia
particulares con el interés general por medio de la razón de su propia situación de pasividad?. ¿No habrí de ser su
engendraría una solidaridad espontánea. Y esta sociedad, actitud más bien semejante a la de los prisioneros de la
esta «comunidad de Razón», que se esboza implícitamente caverna platónica?.
en el citado lugar de la «Ethica», a través de las obser-
vaciones sobre las relaciones de los hombres racionales N o creo necesario insistir en que no se trata de una
entre sí, exige la previa racionalidad de cada uno de cuestión bizantina: está en juego la viabilidad del proyec-
ellos, no es por tanto medio, sino resultado de la realiza- to filosófico de Espinosa. El, que tanto critica a las teo-
ción del proyecto filosófico. rías éticas y políticas que proponen arquetipos de natura-
leza humana, olvidando que «los hombres están necesa-
Y sin embargo, la necesidad de la política se hace riamente sometidos a los efectos» ¿no estará igualmente
evidente, como vamos a ver, precisamente al plantearnos predicando en el vacío el ideal del hombre que vive «ex
el problema de la racionalización de ios individuos como ductu Rationis»?. Parece necesario explicar cómo los
tales, que parece ser el que aborda propiamente la hombres, que en su mayoría viven en la irracionalidad,
«Ethica». Puesto que se afirma la necesidad de que la pueden cambiar su actitud, «convertirse» en racionales.
generalidad de los hombres acceda a la racionalidad, es
preciso plantear el problema del camino hacia la Razón Quiero mencionar aquí una monografía en la que este
como un problema colectivo. Y tal cuestión, dados los problema se plantea con toda su crudeza, y recoger la
presupuestos básicos de la filosofía de Espinosa, resulta respuesta que a él se da. (Respuesta que, lo digo de an-
mucho más difícil de lo que a primera vista pudiera temano, no me parece válida). Se trata de la obra de
parecer. Bernard Rousset, cuyo título (traducido al castellano) se-
ría «La perspectiva final de la Ethica y el problema de la
coherencia del espinosismo». Fué publicada en 1968 por
La respuesta más obvia sería la que parece ofrecer el la editorial Vrin. «No se trata —se nos dice aquí— de
«Tratado de la Reforma del Entendimiento»: un «pro- preguntarse ya teóricamente de qué manera la afirmación
grama pedagógico» que facilite el acceso a la racionali- de la libertad puede encontrar espacio en una doctrina
dad. Puede pensarse en algo semejante a la «moral pro- de la necesidad: Espinosa ha resuelto el problema, mos-
visional» cartesiana; y de hecho, podemos encontrar en trando que una determinación inmanente, sea cual sea su
la «Ethica» una serie de consejos prácticos para irnos ra- necesidad, no deja de ser autonomía; se trata de saber
cionalizando. Así, por ejemplo, dice: (Eth. V, 10, esco- cómo tal libertad es prácticamente accesible, cómo puede
lio), «Así pues, lo mejor que podemos hacer mientras no ser buscada y comprendida, cuando todo en la Naturale-
tengamos un perfecto conocimiento de nuestros afectos, za, incluidos nuestros deseos y nuestros esfuerzos, nues-
es concebir una norma recta de vida, o sea, unos princi- tros éxitos y nuestros fracasos, está rigurosamente deter-
pios seguros, confiarlos a la memoria y aplicarlos conti- minado por la necesidad universal» (p. 177).
nuamente a los casos particulares que se presentan a
menudo en la vida, a fin de que, de este modo, nuestra La solución que Rousset propone es, en síntesis, la
imaginación sea ampliamente afectada por ellos, y estén siguiente: la «Ethica» de Espinosa constituye un modelo
siempre a nuestro alcance».Principios que se resumirían teórico de existencia racional, y supone también la pre-

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sencia de un «Testigo», que existe como dato de nuestra objetivo fundamental de Espinosa: pero sí la elevaría de
experiencia. Y «su presencia ante nosotros {cito textual- la condición de mero aditamento conveniente a la de ins-
mente) le confiere una eficiencia sobre nuestra reflexión y trumento necesario.
nuestra conducta»... «la mera presentación de la salva-
ción suscita un deseo de salvarse que...es una de las fuer- Desde luego, caben en principio diversas objeciones
zas constitutivas de nuestra existencia, de manera que la a esta hipótesis. Si se supone que aquella sociedad que
presencia del modelo es la causa eficiente de su adop- promueve la racionalidad de los individuos ha de ser ella
ción y de su persecución, y por ende, mediatamente, de misma plenamente racional, incurrimos en una petición
su realización». En cuanto al problema de cómo explicar de principio, porque tenemos que suponer que los indi-
la presencia del Testigo, Rousset dice que «no es preciso viduos que la constituyen son ellos mismos racionales
admitir una excepción, una falla en el orden natural, un previamente. (Como ocurre en la utópica «comunidad de
milagro: basta comprender que la necesidad universal ha razón» de la que hemos hablado poco antes). Pero, por
podido permitir a un hombre poseer una libertad, si no otra parte, ¿cómo pueden las comunidades políticas reales
perfecta, al menos muy superior a la de los demás hom- —nunca plenamente racionales, desde luego— ejercer
bres» y en cuanto al modelo, «es el producto del orden una actividad de promoción de la razón, siendo como
necesario de la Namraleza, tal como actúa en nosotros, son el resultado de la relación entre individuos plena-
en nuestro conatus, a través de los mecanismos varios y mente irracionales.''. ¿No aparece el ámbito político como
a veces sumados de la observación, la abstracción, la de- un espacio divorciado de la Razón?.
ducción y la imaginación...».
Además, ¿no se contradice esta concepción «peda-
gógica» (podríamos decir) de la Política, con el carácter
Creo que saltan a la vista los defectos de este tipo «realista», «hobbesiano» de la teoría política de Espino-
de explicación. N o se trata sólo de que su «testigo» y su sa.'. Al comienzo del «Tratado Político», Espinosa critica
«modelo» surjan poco menos que providencialmente,
expresamente a Platón, y enuncia la necesidad de «con-
pese a las intenciones de excluir el milagro por parte del
venire cum praxi». ¿Cómo puede conciharse una teoría
autor; lo más importante es que no resuelve el problema
política «comprensiva» con la pretensión de convertir al
que plantea. Porque lo que habría que explicar es preci-
samente cómo se puede reconocer al Modelo y al Testigo como Estado en instrumento de la Razón?.
tales. Rousset habla de la «huella imborrable» que deja
la «Ethica» de Espinosa en el ánimo del lector: olvida Y por último: ¿tiene esta hipótesis fundamento en la
explicar qué puede inducir a la generalidad de los hom- teoría política de Espinosa?. ¿Puede ser verificada, si no
bres a leerla (aún dando por supuesto que fuera una ya con textos explícitos suficientemente claros —de los
obra de fácil comprensión) y cómo podrían acoger su que, desde luego, no disponemos— a través del contexto
mensaje. Si he citado esta pretendida solución es para general de su filosofía política?. La función que atribuí-
ejemplificar la imposibilidad de hallar una vía de explica- mos a la política, ¿es ejercitada, aunque no sea representa-
ción de la cuestión que nos ocupa apelando simplemente da.^.
al individuo. En ese supuesto hay que recurrir siempre a
una incomprensible «métanoia», una conversión interna Considero que es posible afrontar satisfactoriamente
cuyos factores determinantes ignoramos. tales objeciones. Creo que pueden verse en el esquema
de la filosofía política de Espinosa una serie de nociones
Es preciso, por consiguiente, buscar otro tipo de y planteamientos que, más o menos explícitamente, reve-
solución; y, puesto que no cabe apelar al individuo mis- lan que él aspira a que la sociedad política sea el marco
mo, ha de explicarse la «promoción de la racionalidad» impulsor de la racionalidad de los ciudadanos; y más aún,
como resultado de la obra de factores determinantes ex- que ésta ha de desarrollarse, en cualquier caso, en el se-
ternos, no subjetivos. En otras palabras, la racionalidad no del Estado. Esto no implica una interpretación «idea-
del individuo sólo puede ser promovida por la racionali- lista» de la Política espinosiana; supone sólo que su teo-
dad estructural del entorno. Y este entorno es, ante todo, ría no es meramente, ni fundamentalmente, una manifes-
un entorno social. Como más arriba hemos visto, son los tación de «realismo pragmático». Paso seguidamente a
demás hombres los que primordialmente afectan (positi- señalar determinados aspectos de esta teoría, que a mi
va o negativamente) a la existencia de cada uno. juicio pueden avalar la hipótesis propuesta.

Basándome en estas consideraciones, propongo la hi- Pues bien: ha de recordarse, en primer lugar, que la
pótesis de la necesidad de la mediación política en el pro- filosofía política de Espinosa se desarrolla desde la perspec-
yecto filosófico de Espinosa, necesidad que a su vez jus- tiva del Estado. Es esta una conclusión que se manifiesta
tificaría, al menos en gran parte, la atenciónn por él de- claramente en una lectura del «Tractatus Politicus»: des-
dicada a cuestiones de teoría política. Es necesario apelar pués de unas consideraciones críticas con respecto al de-
a la Política, porque el proyecto filosófico —al menos en recho natural y al enfoque normativo de la filosofía polí-
cuanto se propone a la generalidad de los hombres— tica tradicional, y de una redefinición de la condición hu-
precisa de factores estructurales que creen las condicio- mana de acuerdo con el presupuesto fundamental de que
nes necesarias para su iniciación, cuando menos. El pro- el hombre es «pars Naturae», en una Naturaleza regida
ceso de racionalización o liberación del individuo (que es por la Necesidad, Espinosa sitúa ya su exposición en la
una y la misma cosa) exigiría, según nuestra hipótesis, cuestión del Estado, cuya hipotética génesis —explicada
una estructura política que lo posibilite y lo impulse. de acuerdo con los tópicos vigentes del «estado de natu-
raleza» y el pacto social—señala el fin del predominio
Esta hipótesis, como es obvio, no modificaría la su- de la consideración que pudiéramos llamar «subjetivis-
bordinación de la Política respecto a la Filosofía y al ta». Una vez constituida la sociedad civil, el individuo

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será considerado a título de ciudadano del Estado, y el la Extensión. Lamentablemente, no hay ahora tiempo
objeto de la reflexión política no será su situación perso- para reproducir su argumentación, respecto a la cual he
nal en el seno de la Ciudad, sino el problema de las de remitirles a su estudio sobre «El materialismo de Es-
condiciones de permanencia del Estado, en tanto que tal, pinosa», por eso; me limitaré a tratar de resumir el resul-
y de cada una de sus «facies» o regímenes. Predomina, tado, pidiéndole disculpas por lo que inevitablemente
pues, la consideración de la estructura política en cuanto tiene de deformador un resumen. Su hipótesis —que
tal, la perspectiva «objetiva». Como muestra de ello, creo que hay que calificar, al menos, de «bien funda-
baste recordar que es el Estado quien define y delimita da»— es que, así como en el ámbito del atributo de la
absolutamente los «derechos» del ciudadano, incluido el Extensión se llega por un proceso de creciente «comple-
derecho a la propiedad, tenido por sacrosanto en la teo- jidad» o «composición» a la «Facies totius Universi», la
ría liberal (piénsese en la postura de Locke, por ejem- Naturaleza como un solo individuo, modo infinito me-
plo); que la «salus» del Estado no estriba, según Espino- diato, cabría pensar en un «Estado de Estados» que lle-
sa, en sus gobernantes, sino en su estructura, pese a lo nara el «hueco» que sobre el Modo infinito mediato del
que pensaba Platón. («Pues un Estado cuya buena mar- Pensamiento hay en la conocida carta 64 a Schuller. Tal
cha —dice Espinosa— depende de la buena fe de algún «Estado de Estados» no está considerado como posibili-
individuo, y cuyos asuntos no pueden ser conveniente- dad en Espinosa —que al fin y al cabo está muy lejos de
mente atendidos, si los que se ocupan de ellos no quie- la época de los organismos supranacionales, incluso hoy
ren obrar de buena fe, será muy poco estable. Pues para apenas esbozados— pero sí implícito en sus planteamien-
que el Estado pueda permanecer, los asuntos públicos de- tos, como, con más tiempo, podríamos mostrar. Pero en
ben ser ordenados de tal manera que los que los admi- todo caso, lo que ahora me importa destacar es que el
nistran, ya se guíen por la razón o por el afecto, no pue- Estado tiene el estatuto ontológico de «Individuo com-
dan ser inducidos a obrar de mala fe o a prevaricar» puesto», lo que le dota de una entidad propia a la que
—^TP, 1, 6); y que el análisis de los distintos regímenes está subordinada la de los individuos-partes, (sometidos a
políticos no atiende tanto a la disposición de las personas una «ratio» de «movimiento y,reposo político», podría-
cuanto a las condiciones estructurales de posibilidad de mos decir, para seguir con el paralelismo físico-político),
tales formaciones políticas. Cierto es que el «Tratado los cuales han de ser considerados, por tanto, desde la
Teológico-Político» parece ser, por el contrario, una rei- perspectiva de su pertenencia a tal compuesto; y en se-
vindicación de derechos individuales; pero no es menos gundo lugar, que el Estado, «veluti una mens», aparece
cierto —y para nuestro propósito muy significativo— como ámbito «objetivo» de las «intellectiones» huma-
que en definitiva se concluye que la plena efectividad de nas, lugar de realización del Pensamiento. Al axioma
tales derechos no puede darse sino en un Estado estruc- « H o m o cogitat», habría que añadir: «in Civitate». En
turado de una determinada manera, en el Estado demo- cuanto el Estado constituye «una mens» —lo cual exige,
crático. La «liberación» política del individuo depende para ser plenamente cierto, determinadas condiciones,
del Estado en que viva. como veremos— realizará la buscada unidad efectiva de
los hombres, y precisamente en la Razón, de acuerdo con
el objetivo utópico de la filosofía de Espinosa.
Como es lógico, esta perspectiva es solidaria de una
concepción correspondiente del Estado, no equiparable a Por otra parte, Espinosa ha señalado en diversas
la consideración —típica en el pensamiento liberal— del ocasiones la capacidad de configuración de subjetividades
Estado como «plataforma de seguridad» que garantiza el que el Estado tiene. «Su poder —dice— no se reduce
orden y regula la circulación de actividades e intereses exclusivamente a poder constreñir a los hombres por el
individuales. (Estado-gendarme, al fin y ai cabo). En Espi- miedo, sino que abarca todos los medios por los cuales
nosa, el Estado tiene su propia entidad específica: N o es se obtiene la obediencia de los hombres a sus mandatos»
que por ello se anule la de los ciudadanos; pero éstos, (y (TTP, XVIII, 269). Por caminos diversos -temor, inte-
su particular «ius naturae») son integrados de tal manera rés, ideología— el Estado conduce al individuo de acuer-
que no pueden ser comprendidos sino como «miem- do con sus propias pautas. Pero no determina solamente
bros» del Estado. (Igual que los modos son de la Sustan- las acciones externas: «aunque no puede dominar por
cia, aunque ésta no sea sin los modos). igual los corazones y las lenguas —observa Espinosa— los
espíritus están sin embargo de algún modo bajo el poder
En el «Tratado Político» encontramos párrafos co- de la suprema autoridad, que puede de muchas maneras
mo éste: «...el derecho o poder supremo del Estado no conseguir que la mayoría de los hombres crea, ame u
es sino el mismo derecho de la Naturaleza, que se deter- odie algo, etc. De tal manera que, aunque estas cosas
mina, no ya por el poder de cada uno, sino de la multi- no se hagan por mandato directo de la autoridad supre-
tud que se conduce como un sólo espíritu (veluti una ma, se hacen sin embargo a menudo, como lo muestra
mens): esto es, igual que cada uno en el estado de natu- abundantemente la experiencia, de acuerdo con el
raleza, también el cuerpo y el espíritu de todo Estado tiene propio poder de la autoridad y su orientación». El Esta-
tanto derecho cuanto poder tenga». do, pues, determina hasta cierto punto —aunque sea difí-
cil precisar el alcance exacto de esta determinación- los
Las expresiones que de este párrafo me interesa des- mismos pensamientos del sujeto. Hasta cierto punto, el
tacar -^«como un sólo espíritu», «el cuerpo y el espíritu ciudadano es una criatura del Estado, y puede afirmarse,
según Espinosa, que las virtudes y defectos de los ciuda-
del Estado»— (y que aparecen repetidas veces) no consti-
danos han de imputarse al Estado en que éstos viven (Cf
tuyen una simple metáfora organicista. El profesor Vidal
T.P.V., 2-3).
Peña ha mostrado (y debo señalar que en este punto pre-
tendo seguir sus consideraciones) que Espinosa ha carac-
terizado al Estado como «Individuo compuesto», en un Tal capacidad de conformación estatal de las subjeti-
sentido paralelo al que esta noción tiene en el orden de vidades se corresponde lógicamente con la situación del

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ciudadano en el Estado: y aquí cabría con plena propie- estabilidad le corresponde una gradación en racionalidad,
dad la afirmación de que el ciudadano no es un Imperio según el criterio anteriormente señalado: el Estado es
dentro de un Imperio. Pero no ha de verse en ella algo tanto más sólido cuanto más racional sea: en definitiva,
forzosamente negativo: no hay por qué pensar con nos- ambos criterios se identifican. Y, más aún, hay un proceso
talgia en el estado de naturaleza (ácratas). Porque esta lógico por el cual cada régimen está paradójicamente lla-
conformación del individuo por el Estado puede desa- mado, precisamente para garantizar su permanencia, a su
rrollarse también en un sentido positivo, de promoción propia superación. La Monarquía «adecuada», por decir-
de la racionalidad y, en definitiva de la libertad efectiva lo de algún modo, es aquella en que «el poder del Rey
de los ciudadanos. A mi juicio, esto es precisamente lo queda determinado exclusivamente por el pueblo»; es
que Espinosa pretende: ya que el Estado determina la decir, aquella que no es propiamente monárquica, en el
existencia individual, ha de buscarse el tipo de Estado sentido propio del término, aunque conserve las aparien-
que garantice, que cree, la racionalidad. El fin de la Re- cias jurídicas de tal; y la mejor Aristocracia es aquella
pública —afirma en el «Tratado Teológico-Político»— que más se aproxima a la Democracia, aquella en la que
«no es otro que evitar las mociones absurdas de los apeti- la clase gobernante —los llamados «patricios»— llegan
tos y encuadrar a los hombres, en la medida de lo posible, casi a identificarse con el censo total de ciudadanos.
en los límites de la Razón, para que vivan en paz y en
concordia» (TTP, XVI, 263). O, como afirma en una co- Hay pues en la teoría de los regímenes políticos un
nocida frase, «el fin de la República es, a decir verdad, la • desarrollo que conduce a la Democracia como fórmula
libertad» (TTP, XX, 306). estable y racional de organización del Estado. El Estado
democrático no se confunde con la «comunidad de
Lo cierto es que Espinosa proclama con machacona Razón» de la «Etica»: sigue siendo una sociedad en la
insistencia que el Estado ha de estar fundado en la que se conjugan intereses no únicamente racionales.
Razón y dirigido según ella. Si el Estado está llamado, Pero sí es, podríamos decir, la versión histórica más
como suponemos, a ser el instrumento de la Razón, es aproximada a ese horizonte utópico, y en cierto sentido
porque la Razón constituye a su vez la respuesta al pro- un Estado democrático es un Estado «fundado y dirigido
blema del Estado. No se conculca por ello el «realismo conforme a la Razón».
político» que Espinosa ha aprendido de Hobbes. N o es
la razón, sino «un cierto sentimiento común» -dice Es- Es racional, en primer lugar, porque excluye los
pinosa— lo que constituye el Estado, con el fin de disi- presupuestos ideológicos que justifican a los demás regí-
par «el miedo general» propio del estado de naturaleza, menes. Espinosa ha señalado como la Monarquía se
y remediar en lo posible «las miserias humanas» (Cf. asienta sobre la ficción de que hay un individuo superior
T.P. III, 6). El fin primordial del Estado es garantizar la a los demás por su sangre, en una divinización, más o
seguridad de los ciudadanos, al mismo tiempo que su menos soterrada, del Poder (Es una Monarquía, «de de-
propia pernlanencia. Pero es que precisamente es la Ciu- recho divino»). La propia Aristocracia, aunque represen-
dad constituida «ex ductu Rationis» la que, según Espi- ta un grado de racionalidad superior, porque el poder no
nosa, es la más poderosa e independiente: porque la se reviste en ella de características «sacrales», sostiene
conflictividad interna que conlleva una ordenación «pa- igualmente el principio irracional, de que existen los
sional», sería aquí sustituida por la concordia racional. «aristoi» —que son, en la práctica, quienes tienen el
N o hay por tanto traición al realismo en la demanda de poder económico—, llamados por ello a gobernar al resto
un Estado conforme a la Razón, sino profundización en de los ciudadanos. En ambos casos, en suma, el poder se
la exigencia de seguridad que determina su constitución. legitima por la imaginación. La Democracia, en cambio,
La verdadera seguridad no es la del «Leviathan» omni- se atiene a la real igualdad política entre los hombres.
potente, sino la del consenso racional ciudadano. Por «La naturaleza de todos —dice Espinosa— es una y la
ello, la búsqueda del Estado conforme a la Razón no es misma: son el poder y los honores los que diferencian»
el sueño gratuito de un idealista, sino la persecución del (TP, VII, 27). Nadie posee naturalmente tanta «poten-
Estado «verdadero», (si se me permite la expresión), cia» como para adueñarse del Estado.
aquel en el que los ciudadanos constituyen «como un
solo espíritu». Pues Espinosa señala que sólo en el Esta-
do fundado en la Razón se da esta «unidad de espíritu» Pero no sólo en ésto se funda la racionalidad de este
supraindividual. . régimen. La Democracia aparece como la fórmula más
racional de organización política por la estabilidad que le
confiere su carácter de régimen de poder absoluto; esto
La tarea subsiguiente será, por tanto, la de determi- es, de régimen en el que el Poder «oficial», por así
nar cómo ha de estar constituido el Estado para que sea decirlo, no pertenece a una fracción del conjunto, y en
«conforme a la Razón». Y es éste, a mi juicio, el sentido el que, por tanto, no tiene enfrente el Poder alternativo
último del análisis de los diversos regímenes en el del resto de los ciudadanos, de cuyo consenso depende,
«Tractatus Politicus». Este análisis, como ya he indicado, y que en los demás regímenes constituye una amenaza
se plantea desde la perspectiva de la estabilidad de cada latente, nunca excluíble; en la Democracia, el sujeto y el
forma de Estado; podríamos incluso hablar de una cierta objeto del Poder se identifican, y goza por tanto de una
«neutralidad» de Espinosa ante las diversas alternativas. estabilidad «estrucmral». Esta racionalidad se revela
Lo que se trataría de ver es qué requisitos, dado un igualmente en el modo que le es propio de resolver las
cierto régimen, son necesarios para garantizar su perma- cuestiones políticas que se le plantean al cuerpo social :
nencia. Pero es claro que tales regímenes no son equiva- en la democracia no predomina el arbitrio de uno o unos
lentes: hay una gradación de estabilidad ascendente des- pocos, sino el acuerdo común, exigido por la propia dis-
de la monarquía a la democracia; cada régimen supera al tribución del poder. Y en definitiva, sólo en la Democra-
anterior. Y además, a esta gradación según el criterio de cia puede ser el ciudadano realmente libre, porque sólo

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ella es parte activa de un Estado no-exterior a él, y co- miento de alguna racionalidad: la aceptación de una regu-
creador del Poder común. lación común de su actividad, que sustituye a la arbitraria
«gana» del estado de naturaleza Cabe concluir, por con-
Una vez más, he de pedir disculpas por un trata- siguiente, que en la medida en que las reglas que rijan la
miento tan esquemático de la cuestión. H e pretendido conducta social sean más racionales, su comportamiento,
simplemente subrayar cómo la teoría espinosista del Es- encauzado por ellas, será más racional. La racionalidad de
tado encuentra su conclusión en una teoría de la demo- la estructura social conlleva evidentemente una racionali-
cracia como «Estado fundado y dirigido según la Razón». zación en el comportamiento externo de los individuos;
En la democracia puede verse cómo se enlazan el punto hemos de pensar que éstos han de conducirse al menos
de partida y el objetivo de la Política espinosista. Aquí, como si fueran racionales. ¿Y hasta qué punto es posible
como en el estado de naturaleza, los hombres gozan de admitir, a la larga, en el mismo individuo, una conducta
autonomía, y el Estado no se impone como algo superior externa racional y una «conciencia irracional», una dupli-
puesto que ellos mismos son el Estado, en el pleno sen- cidad esquizoide?. Parece lógico pensar que, poco a
tido de esta expresión. De modo que puede decirse que poco, la racionalidad social iría modelando la racionali-
toda la teoría política de Espinosa se orienta a la bús- dad individual. Y de este modo, la racionalización de los
queda del Estado que, por su estructura, realiza efectiva- individuos no se operaría por medio de una «milagrosa»
mente la libertad. conversión, sino por la acción determinante del Estado.

En suma, podemos concluir que la filosofía política La consecuencia de la aceptación de esta hipótesis
de Espinosa considera claramente que la existencia indi- es, como es obvio, de suma importancia para la defini-
vidual está determinada —y no solamente en la actividad ción de la función de la Política en la filosofía de Espi-
meramente social, «externa», sino df algún modo, tam- nosa; implicaría, ni más ni menos, que la realización de
bién en lo que podríamos llamar «interioridad de la con- su proyecto filosófico estaría supeditada a la realización
ciencia»— por el Estado. Hemos visto además que esta del proyecto político de un Estado racionalmente estruc-
teoría política se orienta implícitamente en la dirección turado.
de un Estado racionalmente estructurado, que sería, (al
menos en su pleno desarrollo) el Estado democrático. Al llegar a este punto, se plantean dos cuestiones
Cabe entonces pensar si no estará ligada la racionalidad fundamentales. En primer lugar, la posibilidad teórica,
de los ciudadanos a la racionalidad de las condiciones de desde los planteamientos espinosistas, de un proceso de
su medio social, y si no reside en éstas la condición de racionalización de las estructuras políticas, supuesto que
posibilidad de la realización generalizada del proyecto de se parte de una irracionalidad originaria; y en segundo
Espinosa. En una palabra, ¿no sería el Estado la entidad lugar, y suponiendo que pueda resolverse positivamente
llamada a realizar, en él y por medio de él, la racionali- el problema anterior, la de cómo se efectuaría la trans-
dad?. formación de las condiciones sociales existentes en un
momento dado o, en otros términos, cómo se realizaría
Hemos de reconocer, ciertamente, la excepción del el proceso histórico de realización de la racionalidad - y
hombre racional «que vive entre ignorantes». La figura con ella, de la libertad— que parece implícitamente exi-
misma de Espinosa, y su «Ethica», parecen ser un ejem- gido.
plo claro de existencia racional en un medio irracional.
(Y de igual forma, podemos imaginar individuos irracio- Para responder a la primera de estas cuestiones
nales en condiciones sociales racionales). Pero a mi jui- — ¿cómo pueden constituir una sociedad conforme a la
cio, esto no invalida la hipótesis de que la posibilidad de Razón individuos irracionales?— creo conveniente apelar
acceso a la razón por parte de los individuos resulta im- al concepto hegeliano de «astucia de la Razón», que de
posible de explicar desde los individuos mismos, y que algún modo si estaría ejercitado en Espinosa, aunque a
es por tanto necesario apelar a instancias externas deter- falta de un término de referencia que, como luego vere-
minantes de su actividad, entre las cuales las políticas mos, hubiera necesitado Espinosa para dar acabamiento a
tienen un papel decisivo. Sin recurrir a explicaciones su proyecto. Hegel hace notar cómo hombres movidos
«providencialistas», está en la lógica del espinosismo el por necesidades primarias e intereses pasionales, «produ-
reconocimiento de la incapacidad de dar razón satisfacto- cen el edificio de la sociedad humana, en el que han
ria de la presencia de individuos racionales en medios conferido al derecho y al orden poder contra sí mismos»
que no lo son, porque no nos es posible conocer exhaus- (HEGEL, Die Vernunft in der Geschichte» Hamburg,
tivamente el entramado complejo de causas interdepen- Meiner, 5. Auflage, 1955, p. 79 y ss.). Es decir, crean
dientes que constituye lo real; cabe únicamente decir algo racional.
que tales hechos no son producto del azar, sino de una
precisa conjunción de causas. Pero no es menos cierto
que la realización general de la racionalidad resulta efecti- Algo similar podemos ver en la teoría política de Es-
vamente imposible sin la mediación del Estado, entorno pinosa: la sociedad civil, que representa ya una cierta or-
fundamental de la existencia humana. denación racional de la existencia frente al «estado de
naturaleza», es obra de hombres sometidos a los afectos,
que la constituyen por la inviabilidad intrínseca de la
Pues, como hemos venido diciendo, su irracionali- situación originaria. De modo semejante podría explicar-
dad ha de explicarse por la determinación de unas condi- se la adopción de modelos cada vez más racionales de
ciones que podríamos denominar de «irracionalidad am- organización política: al fin y al cabo, según hemos apun-
biente». Y no se ve cómo esta actitud pudiera modifi- tado anteriormente, cada régimen conduce naturalmente
carse si no es por la vía de su pertenencia al Estado. Ya a su propia superación. N o habría por qué suponer un
la constitución; misma de éste les fuerza a un comporta- grado determinado de racionalidad en los individuos pre-

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una argumentación en favor del régimen liberal-republi-


cano aún vigente. (Es decir: Espinosa señala la convenien-
cia de seguir la. tradición no-monárquica de Holanda).
Pero pienso que hay además un cierto pesimismo ante la
hipótesis del cambio «cualitativo» de las condiciones po-
líticas (que podría verse en algún texto más), y que tiene
profundas raíces. Espinosa no parece creer en la posibili-
dad de crear unas nuevas condiciones sociales, y se limita
a señalar el carácter puramente aparente del cambio ba-
sado en la sustitución del titular del Poder.
Lo que a mi juicio expresa esta actitud es la ausencia
de historicidad en la filosofía de Espinosa (pese a lo que
algunos estudiosos actuales hayan podido sostener), que
es, al fin y al cabo, coherente con sus presupuestos onto-
lógicos. Ciertamente, Espinosa se refiere explícitamente
a un proceso de liberación del individuo, y su exposición
permite imaginar un proceso paralelo en el Estado. Pero
lo que cabe imaginar choca con su concepción de la li-
bertad como comprensión de la realidad necesaria, orden
fijo y eterno que el hombre no puede pretender cam-
biar. La Sustancia, como Hegel observa, no es sujeto; y
así, no hay lugar para un fin de la Historia. En la filoso-
fía de Espinosa estarían de algún modo dadas las condi-
ciones para una realización histórica de la libertad: pero
tales condicionnes no han sido explicitadas. Espinosa ha
mostrado que un determinado nivel de racionalidad posi-
bilita un cierto grado de racionalidad individual: pero no
ha mostrado cómo dicho nivel de racionalidad social
viamente a la constitución de un tipo de sociedad de un puede ser conquistado.
nivel correspondiente. Su propia conveniencia, (y, en
definitiva, la lógica de la necesidad), obra en favor de Aquí está el límite último que la filosofía de Espi-
una progresiva introducción de la racionalidad en la reali- nosa no es capaz de salvar, la contradicción entre el pro-
dad social. Podríamos incluso suponer una relación dia- yecto político y el orden necesario del mundo. Y aquí se
léctica entre individuo y Estado: los intereses individua- pone en entredicho la viabilidad plena de un proyecto
les crean una determinada estructuración del Estado, que filosófico que pretende abrirse a la generalidad de los
a su vez genera un «clima» social de mayor racionalidad, hombres. Pero al fin y al cabo, no podemos pedir a Espi-
que determina una nueva configuración del Estado... y nosa que salte por encima de la Historia.
así sucesivamente.
Y vuelvo, por último, a la cuestión que al principio
Creo que de este modo puede salvarse la consisten- planteaba: ¿para qué la Política.-*. Creo que cabe afirmar
cia de la hipótesis aquí sostenida. Y por el contrario, lo que antes enunciaba como hipótesis: la reflexión polí-
pienso que Espinosa no es capaz de resolver satisfacto- tica de Espinosa está justificada por la necesidad de la
riamente la segunda cuestión, la de la realización efectiva «mediación política» que su proyecto filosófico exige. Y
de un Estado conforme a la razón a partir de unas condi- esta reflexión podría entenderse, a fin de cuentas - y sin
ciones dadas. El discurso político de Espinosa —pronun- perjuicio de su carácter no-normativo— como determina-
ciado precisamente en un marco nada «racional», puesto ción teórica de las condiciones políticas de su realización.
que escribe el «Tratado Político» cuando gobierna los D e modo que, paradójicamente, una filosofía que pone
Países Bajos Guillermo de Orange— va dirigido a un la «salvación», la liberación del hombre, en una tarea
público que, en su inmensa mayoría, vive en Qondiciones cognoscitiva, y que parecía destinada a mostrar, si no ya
de monarquía absoluta. Y parece ser una clara incitación «desprecio del mundo», sí cuando menos una cartesiana
a la construcción de la Democracia, a pesar de esa apa- indiferencia hacia los problemas de la Ciudad, encuentra
rente «neutralidad» en el análisis de las diversas alterna- en el Estado su posibilidad de realización. Bien claro está
tivas. Así como la caracterización del hombre que vive que la filosofía de Espinosa no está al servicio de unas
según la Razón en la «Ethica» es una invitación a la ra- determinadas condiciones políticas; la Política es «ancilla
cionalidad, la descripción del Estado conforme a la Ra- Philosophiae», vehículo de una tarea que la trasciende,
zón propone implícitamente su realización. que es meta-política. Pero si la política es sierva, se trata
de una sierva indispensable. Lo que aquí se pone de
Y sin embargo, no sólo no se nos muestra la posibili- manifiesto es que la filosofía (y en último término, la
dad de un proceso de racionalización política progresiva, vida del hombre) no puede realizarse con la clausura de
sino que incluso encontramos una cierta resistencia ante la subjetividad, sino que es en el mundo, y sobre todo en
la hipótesis del cambio político. «El tipo de régimen de el mundo social. Ahora bien: aún se mira al mundo
cada Estado —dice Espinosa en el «Tratado Teológico- como algo que puede ser solamente contemplado, y por
Político»— debe ser necesariamente conservado, y no se eso ha de propugnarse la adecuación del sujeto a él; no
puede cambiar sin ruina total de éste-CXVIII, 294). Es se llega a concebir que el mundo pueda ser transforma-
cierto que esta afirmación se inserta en el contexto de do.

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LÉXICO

CONCEPTOS CONJUGADOS
GUSTAVO BUENO
Oviedo

a expresión conceptos conjugados debe en- facen la definición, dejando fuera aquellos pares que no
tenderse aquí, ante todo, como un con- la satisfacen: la clase complementaria no es, pues, vacía
cepto denotativo que pretende destacar'la (esto no quiere decir que no puedan presentarse situa-
semejanza (por oscuro que sea su funda- ciones dudosas o intermedias). Pares de oposiciones tales
mento) entre pares de conceptos muy di- como blanco/negro, masculino/femenino, acción/reac-
versos pero que se caracterizan, por de ción, vertebrado/invertebrado, día/noche, padre/hijo, etc.
pronto, por darse en una forma «apareada» que no se no pueden ser llamados «conceptos conjugados», de
reduce siempre a ios tipos clásicos de la oposición con- acuerdo con la definición anterior.
tradictoria (vertebrado/invertebrado), contraria o binaria
(día/noche, crudo/cocido, frío/caliente) o correlativa (pa-
dre/hijo, acción/reacción). Como definición, que podría 2.—Liga internamente las distintas determinaciones
desarrollarse según el modo de la recurrencia, a partir de (formalmente teorías) sobre la unidad de los conceptos
un par dado como parámetro, ofrecemos la siguiente: conjugados, por cuanto éstas determinaciones aparecen
totalizadas en el sistema de los esquemas que tomamos
por referencia (ver más adelante). Por este motivo la
Llamaremos «conceptos conjugados» a aquél círculo noción de «concepto conjugado» sólo podía cristalizar
de pares dialécticos de conceptos tales que ios términos tras la formulación del concepto de «esquema de co-
(A/B) de cada par soportan alternativamente (disyuntiva- nexión diamérica» (ver más adelante) como alternativa a
mente) el sistema completo de los esquemas de conexión los esquemas más conocidos que se recogen bajo el
(metaméricos y diaméricos) de que se hablará más ade- nombre de «conexiones rnetaméricas».
lante. La exposición disyuntiva de este sistema aplicada a
cada concepto, puede llamarse la historia sistemática del El concepto de «conceptos conjugados» es un pro-
mismo. (Historia que deberá en cada caso llevarse a cabo totipo de situación dialéctica (por tanto de la metodolo-
según los métodos propios de la filología). Según esto gía histórico-dialéctica) porque los esquemas disyuntivos
podemos definir los conceptos conjugados diciendo que de conexión que suponemos deben poder soportar los
son aquellos que tienen una historia sistemática similar términos apareados deben tener sentido y, al mismo
en el sentido dicho. Por esto la noción de «conceptos tiempo, solamente uno de estos esquemas de conexión
conjugados» debe ser entendida, ante todo, como una puede ser considerado como válido (cuando un par de
noción denotativa, como un conjunto o familia de pares conceptos no pueda soportar el sistema de los conceptos
efectivamente dados en una determinada tradición de conexión de referencia, habrá que estimarlo como no
cultural. conjugado). La exigencia de que (según criterios semán-
ticos dados en el uso lingüístico de una tradición cultu-
La noción de conceptos conjugados» parece un ral) tenga sentido ensayar los diferentes esquemas y, por
concepto en tanto que: tanto, que la discusión de estos esquemas sea necesaria
para establecer el esquema válido (o el más aproximado)
1.—Discrimina, del conjunto de todos los pares, redunda en la naturaleza dialéctica de la noción de los
dados como tales pares de conceptos, aquellos que satis- conceptos conjugados y exige distinguir dos planos, por

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lo menos, en los cuales estos conceptos se desarrollan:


un plano fenomenológko-histórico (prácticamente identifica-
do con la historia científica o semántica del concepto en
una tradición cultural) y un plano esencial en el que
suponemos se realiza el esquema válido, pero en tanto
presupone la superación o regresus del plano fenoménico
y la posibilidad del progressus a este plano. Con objeto de
«cerrar» el concepto de «conceptos conjugados» definiremos el
plano esencial como aquél en el que se dan los esquemas dia-
méricos, cuando estos son válidos (según criterios materiales de
cada caso), haciendo corresponder el plano fenomenológico con
el lugar de verificación de los esquemas metaméricos. (Cuando
el esquema diamérico no sea válido, hablaremos de un
concepto pseudoconjugado. IHablamos de pseudoconjun-
tos conjugados» con el mismo alcance que —por respec-
to a la estructura del silogismo— hablamos de «paralo-
gismos».
En cualquier caso, la distinción entre los esquemas
diaméricos de construcción conceptual y los esquemas
metaméricos, ha de entenderse en un sentido funcional-
paramétrico y, desde luego, en un sentido dialéctico. Fun
cional-paramétrico: Porque la distinción opone los dos
contextos (metamérico y diamérico) cuando está dado un
material determinado, que actúa como parámetro, al
margen del cual, la oposición es vacía. Dialéctico: Por-
que la distinción sólo tiene sentido en función del mate-
rial dado cuando éste comienza a «desarrollarse» de tal
suerte que el concepto (metamérico) del cual habíamos
partido queda.neutralizado (ehminado, etc.) en el propio
proceso de constitución del contexto diamérico; y, en el mueve («negándose como punto») (1). Lucrecio y los
caso límite —que es el de los conceptos conjugados— el epicúreos presentaron un esquema de reducción del es-
concepto «metamérico» no sólo queda neutralizado (en píritu ianimus) al cuerpo, entendiendo el espíritu como
cuanto contexto anterior —genéticamente, etc.— al con- una clase de corpúsculos perfectamente esféricos (2). Re-
texto diamérico) sino que queda absorbido en el contexto ducimos la circuhferencia'a la elipse, cuando aquella apa-
diamérico del concepto de referencia. rece como un caso particular de elipse con distancia focal
«O».

Un esquema de articulación o inserción, en virtud


del cual se desarrollan los términos conjugados hasta una
SISTEMA DE LOS ESQUEMAS DE línea tal en la que se identifican, de alguna manera. (Cir-
C O N E X I Ó N DE LOS TÉRMINOS DE U N cunferencia y elipse, en el concepto de sección cónica;
CONCEPTO CONJUGADO anverso y reverso de la medalla).

Esquemas de fusión, en virtud de los cuales los tér-


minos «A» y «B» se reducen a un tercero «C», que
Dadas situaciones de conceptos estimados como pretende absorber a ambos (Espíritu y Cuerpo, en la
conjugados (A/B), podemos ante todo ensayar la com- substancia neutra del «monismo neutro», de Russell) (3).
prensión (en el sentido de una «geometría de las ideas»)
de su .conexión, por procedimientos que llamaremos me- Los esquemas de «conexión metamérica» o global
taméricos, por cuanto estos esquemas proceden sin distin- son, sin duda, los más obvios, y deben ser ensayados en
guir partes homogéneas en «A» y en «B», sino más bien cada caso. Sin embargo, es posible señalar la efectividad
asumiéndolos globalmente, como términos «enterizos». de un tipo de esquemas de conexión de conceptos
Aparte del mero acoplamineto por yuxtaposición, que se conjugados, que procedería por una vía completamente
utiliza muchas veces como pseudoesquema de conexión diferente de la que recorren los esquemas globales: el
(y que, en rigor, equivale a una suerte de «axioma de tipo de esquemas de conexión diamérica —esquemas por
María»), conocemos tres tipos de esquemas de conexión intercalación o, si se quiere, por «infiltración»-. El
metamérica, que llamaremos reducción, articulación y fusión concepto de este peculiar tipo de esquemas de conexión
puede ser expuesto formalmente, pero la importancia del
concepto incluye, sin duda, su momento denotativo, a sa-
Un esquema de reducción es un procedimiento en ber, su capacidad para recoger procedimientos efectivos
virtud del cual se presenta la posibilidad de reducir uno
de los términos del par a la condición de determinación (I) HEGEL, Vilviofii Natural SÍ 256.
del otro término (el «A» al «B», o el «B» al «A»). Por
(3 LUCRECIO, DI nrum natura, libro III, versos 25Ü al 28Ü.
ejemplo, Hegel intenta reducir la recta al punto, consi-
derando a la recta como generada por un punto que se O RUSSELL, Análisis dt la maleria. Edic. Taurus, Madrid 1969. Cap. XXXVIl.

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(documentables en contextos científicos o extracientífi^ va) que estará definida conjo una dotación de notas
eos) de «construcción eidética», suya semejanza perma- intensionales. Las partes A¡, A:, A.;,... serán partes
necerá encubierta, hasta que los disjecta membra no sean extensionales, desarrollo de la expresión predicativa Q
precisamente reagrupados mediante el concepto de «co- (A). La clase de los infinitos triángulos rectángulos «li-
nexión diamérica» (sea éste u otro nombre más adecua- bres» (desenmarcados) iguales a uno dado, pide un
do el que se utilice para designarlo). desarrollo distributivo; la clase de los infinitos triángulos
rectángulos inscritos en una circunferencia, y cuya hipo-
tenusa es un diámetro dado, pide un desarrollo atributivo
El esquema de conexión diamérica entre los
(sobre sus elementos aparecen subclases sistemáticas;
términos «A» y «B» de un par de conceptos conjugados
pares de triángulos enantiomorfos, etc.). Si se da el caso
no procede tratando globalmente a los términos «A» y
de que el concepto B puede reexponerse como una re-
«B» como «enterizos» (sea para reducirlos, articularlos o
lación que resulta ser constitutiva de las partes Ai, A:,
fundirlos), sino que, de entrada, comienza por «triturar»
Ai, ..., en cuanto tales partes de A, será preciso retro-
«desarrollar» alguno de los términos en partes homogé-
traer B hacia el plano de la intensión de A, es decir,
neas (Al, A2 -A3, ...A^. Ciertamente, puede interpre-
vincular de algún modo a B con la dotación de notas Q.
tarse esta división de los términos como una composición
de éstos con la Idea de Extensión, partes extra partes, pero Estamos, de este modo, ante una situación interesante de
ello no altera nuestro análisis, antes bien, lo enriquece. conexión dialéctica entre las dimensiones lógicas de la
La denominación que damos al nuevo tipo de esquemas intensión y la extensión: Una intensión Q, desarrollada ex-
de conexión (diamérica») alude precisamente a esta tensionalmente por A, nos lleva a determinar propieda-
preparación previa de alguno de los términos (o de los des B {diaméricas, respecto de las partes de A) que
dos, en sentido disyuntivo) en partes extra partes homo- deben ser anudadas con las notas Q. El desarrollo exten-
géneas, de suerte que la conexión entre «A» y «B» que- sional de Q (A), es decir, Q (Ai), Q (A2), Q (A.Í)...,
da transformada en la conexión entre las partes de «A» determina propiedades «genéricas» que, por tanto, no
( 5ta , a través, y juepo? , parte) y se realice precisa- podrán estimarse como anteriores a A («géneros anterio-
mente en los casos en los cuales la conexión entre las res»), sino posteriores a su desarrollo («géneros poste-
partes Ai, A;, ...An (conexión cuyo esquema está ya ase- riores»). Estas situaciones (ignoradas por la doctrina clá-
gurado desde la unidad de «A») tiene lugar, precisa- sica de los «géneros porfirianos») obligan a introducir un
mente, mediante el término «B». El modo más general orden en la misma materialidad de los estratos intensio-
según el cual este esquema puede tener lugar es aquél nales constitutivos de un concepto; cabría hablar de una
en el que pueda probarse (según los procedimientos «realimentación lógica», en virtud de la cual, totalidades
materiales propios de cada caso), que «B» es la misma de orden (n + 1), que presuponen las totahdades de
relación conectiva (material) entre las partes de A (Ai, orden (n), resultan estar, a la vez, a la base de estas (las
A;, ...An). Cuando esto sea posible (y, sin duda, caben células, anteceden al organismo y se reproducen en él;
grados) podrá decirse que la unidad entre los conceptos las familias se reproducen en el Estado hegeliano, y lo
«A» y «B» ha quedado establecida de un modo «ínti- fundan). Las totalidades «universales» no se reducirán ya
mo», porque «B» se ha «infiltrado» o «intercalado» al desarrollo exterior de un aniversale ante rem, indiferente
entre las mismas partes de «A», sin reducirse a él, y ante sus realizaciones extensionales (que nada pueden
porque la conexión de «A» con «B» es, en cierta ma- añadir a la estructura del universal, ya establecido ante-
nera, no otra cosa que la conexión de «A» consigo mis- riormente a sus partes, «metaméricamente»), puesto que
mo. Por lo demás, la índole de la conexión entre A¡ y Aj este desarrollo extensional se constituye en fuente de
puede ser muy diversa, y puede requerir la mediación de nuevas determinaciones o propiedades (diádicas, triádicas
otros conceptos vinculados, a su vez, con «A», según etc. etc.), que, por incluir las'partes de esta extensión,
esquemas de reducción, absorción, etc.: la recomposición serán de naturaleza diamérica. Consideremos definida l'a
de los trozos de un bloque de hielo no siempre tiene lu- . clase Q (A) de todos los segmentos que sean . perpendi-
gar a expensas del agua producida por la cuchilla que culares a una recta dada (Q= perpendicularidad a la rec-
rebajó,^ por su presión, el punto de fusión («rehielo»), ta-parámetro). Habría que discutir, es cierto, qué tipo de
sino acaso también por otras sustancias interpuestas. concepto es este, dado que no se trata de una «perpen-
Al mismo tiempo, a partir de este entramado, puede dicularidad libre o indeterminada» (que se desarrolla en
comprenderse la «segregación» de «B» como una par- la clase distributiva de todos los pares de segmentos
te sustantiva, concomitante a la sustantivación o totali- contiguos que sean perpendiculares entre sí), sino de una
zación de las partes A de «A», en una sola totalidad, «perpendicularidad paramétrica» (que se desarrolla por
enfrentada a «B», en un plano «fenomenológico». Ocu- la infinita multiplicidad de segmentos que se levantan
rre como si al triturar uno de los términos (el «A»), las perpendicularmente sobre una recta dada). El desarrollo
partes obtenidas «segregasen», como para compensar la de la intensionalidad Q (A) nos conduce a una clase de
escisión, una relación entre ellas que sería el concepto segmentos ( Ai, A:, A s ...An i que se comportan como
«B». Se trataría así de un análisis de «A» mediante «B». elementos de una clase distributiva (participan distributi-
Por lo demás, múltiples subesquemas habría que distin- vamente de Q, porque el predicado Q se aplica a cada
guir, según que «B» actúe como conexión entre todas Ai independientemente de los otros Aj). Ñ o entraremos
las partes de «A», o bien que correponda a alguna rela- tampoco aquí en la discusión acerca de si Q es predicado
ción particular determinada, establecida solamente entre diáctico de relación, o de si es monádico, puesto que
alguna región de estas partes. esta distinción está ella misma cuestionada por la clase Q
(A) de nuestro ejemplo. Ahora bien: entre los elementos
distributivos de la clase Ai, A-, A Í , ..., aparece siempre
Supongamos que A haya sido desarrollada en su necesariamente la propiedad de B paralelismo (Ai, Aj),
conjunto de partes (Ai, A:, ...A ) que figuran como ele- propiedad que podrá ser «elevada» a la dotación Q.
mentos o individuos de una clase (distributiva o atributi-

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Incluso el «concepto clase» Q (A) podrá ser redefinido a (1) "RcposOíMovimientO".

partir de A, porque dado un conjunto de segmentos Un esquema clásico (todavía utilizado por Descartes) es el esquema de la articulación. Se
suponen los cuerpos en reposo, como propiedad originaria o primitiva; el movimiento se Ínr.erta
paralelos entre sí, siempre podremos referirnos a una en ellos en virtud de un acto de la voluntad (la «chiquenaude» de Pascal. (4). Los esquemas
misma recta con la cual formen un ángulo de noventa de reducción, del movimiento al reposo, están realizados en la concepción de Dios como Acto
Puro, coincidentia oppossitorum, la concepción de Dios como Reposo y Movimiento a la vez (5).
grados —y esta recta mantendrá con los segmentos B la Sin embargo, prevalecerá este otro esquema de conexión (al que se reduce el llamado «prin-
relación Q (A) de perpendicularidad. cipio de relatividad» de Galileó) y que no es sino una realización del esquema diamérico: los
cuerpos están originariamente en movimiento (movimientos Ai, A.-, A s ...A^). Entre estos
movimientos existen múltiples relaciones (según el sentido, celeridad) y una de ellas (cuando
los vectores correspondientes son equipolentes) constituirá precisamente la definición de
reposo.

Conocimiento, Acción
{2f La conexión entre las ideas de Conocimiento (percepción) y Acción (voluntad, apetito, praxis),
PRESENTACIÓN DE ALGUNOS MIEMBROS ha sido establecida —cuando no se ha postulado sencillamente su yuxtaposición, «ilustradas, a
lo sumo, con alguna metáfora o diagrama- según diversos esquemas: o bien el esquema reduc-
DE LA FAMIUA DE LOS CONCEPTOS CON- tito (el conocimiento es, él mismo, una actividad; la praxis intelectual de los escolásticos, o más
recientemente, la práctica teórica de Althusser), o bien el esquema de Iz fusión (conocimiento y
JUGADOS acción son facultades del alma, «brazos» del espíritu), o el esquema de la inserción (por medio
de la metáfora del espejo, o del instrumento: la voluntad es el instrumento del entendimiento,
et., etc.). Pero en la Monadologá de Leibníz (párrafo 15) encontramos una sorprendente reali-
zación del que hemos llamado esquema de conexión diamérica, aplicada al caso, entre la tis re-
presentativa y la vis appetitiva de las mónadas. Porque podría decirse que Leibníz procede como
si hubiera descompuesto la. vis representativa en diversas determinaciones homogéneas (Ai,
A:,...A^), y hubiera atribuido {salva veritate) a la vis appetitiva el papel de nexo entre tales
Presentamos algunas muestras destinadas no tanto a determinaciones: «la acción del principio interno que verifica el cambio o tránsito de una per-
cepción a otra, puede llamarse apetición; ciertamente, el apetito no puede conseguir siempre
«ilustrar», cuanto a realizar el concepto de los «concep- enteramente toda la persecución a la que tiende, pero siempre obtiene algo de ella y consigue
percepciones nuevas». Debe advertirse que también puede ensayarse "dentro del'mismo
tos conjugados». Por supuesto, sólo es posible dar aquí esquema la conexión «dual»: la interpretación de la representación como nexo entre dos o más
una sumaria indicación de trabajos muy minuciosos de «apeticiones». Una gran parce de la fuerza de la obra de Bergson, Materia y memoria: ensayo
sobre la relación entre el cuerpo y el espíritu (896) acaso pueda atribuirse, precisamente a la inge-
investigación histórica-gnoseológica y filológica, orienta- niosa y brillante utilización del esquema diamérico, en virtud del cual los nervios sensitivos
serán representados, no tanto como instrumentos para una representación, sino como segmen-
dos a la constitución de una «historia natural» de esta tos intercalados entre los nervios motores.
«familia» de formaciones culturales.
Punto, Recta -
(3) La conexión entre los conceptos de Punto y Recta suele ser de tipo reductivo: el punto se
dará como «primitivo», y la recta aparecerá como generada por «un punto en movimiento»
En cualquier caso, deberá tenerse en cuenta en el (Hegel, loe. cit.). El esquema ¿efusión se realiza en la concepción de puntos y rectas del plano,
momento de hacer esta Historia, la posibilidad de situa- como partes del espacio de «n» dimensiones. Al esc^uema. diamérico corresponderá el concepto
de la Geometría proyectiva del punto como intersección de dos rectas o, dualmente, el concep-
ciones inciertas, que solo parcialmente se aproximen a la to de la recta como nexo entre dos puntos. Es de mayor interés al comparar, en detalle, esta
serie de conexiones con las descritas en los casos (1) y (2).
estructura completa de la «conjugación» —pero estas si-
tuaciones, lejos de comprometer su concepto, lo enri- Corporeidad, Pesantez '.
('^Se diría que sólo hasta la época de Newton se ha ensayado la comprensión de la
quecen. Citaremos el caso de la «conjugación», en la conexión enere los Conceptos de Corporeidad y Pesantez por medio de! esquema diamérico. Los
antiguos (Demócrito, Epicuro) se habían planteado ya explícitamente la cuestión de la conexión
Historia de la ciencia física, de los conceptos de electrici- entre Materia y Pesantez. Los átomos de Demócrito no poseen un peso especial: éste se les
dad -^magnetismo. No nos atreveríamos, es verdad, a in- agrega «externamente», por yuxtaposición (aunque son muy oscuros los fragmentos). Epicuro
atribuye a sus átomos un peso esencial, pero cada átomo por separado («enterizo») que es
terpretar su conexión (más precisamente: su sinexión, . como si se dijera: al cuerpo, en su corporeidad inanalizada, total. Esta conexión - q u e en rigor,
sigue siendo una yuxtaposición eidética, por mucho que se postule su naturaleza necesaria e
establecida a partir de los descubrimientos de Oersted) indisoluble— queda por explicar: su asociación es una suerte de «axioma de María». Se ensaya-
como un caso puro de conjugación de conceptos. Lo rán esquemas reductivos, tales como la inclusión de la corporeidad en el concepto de una pesan-
tez originaria, d e la «gravedad» representada (Hegel, etc.). Ahora bien, la doctrina de la gravi-
cierto es que los fenómenos de la electricidad y el mag- tación newtoniana puede hacerse consistir, en gran medida, en la «movilización» del esquema
diamérico para establecer la conexión entre la corporeidad y la pesantez. «Todos los cuerpos
netismo aparecieron, fenonienológicamente, como térmi- son pesados» —hay una conexión «sintética», dirá Kant—, entre corporeidad y pesantez. Pero
nos distintos (A, B) —los imanes son dipolares, no así las esta conexión no se comprenderá si tomamos la corporeidad globalmente (lo que tendrá lugar
tanto cuando consideramos al Mundo íntegro, en su totalidad, como cuando consideramos a los
cargas electrostáticas ttc. etc.— aunque estrechamente átomos aislados, Demócrito ya había dicho que un átomo puede ser tan grande como el Mun-
do). En cambio, si consideramos la corporeidad en su desarrollo extensional, «partes extra par-
relacionados (una corriente eléctrica determinaba un tes» (Ai, A:, ...A^, entonces la relación (interpretada como atracción gravitatoria) entre ellos
—al menos para el caso particular de que uno de los A; sea la Tierra, será identificada como
campo magnético; el movimiento de un imán ante una pesantez. Y en la medida en que todo cuerpo está siempre en contexto con otros, la pesantez,
bobina determina una corriente de inducción). De aquí auque sintética, será «a priori», para seguir la terminología de Kanr. En este momento, es
necesario constatar la capacidad del concepto de «conexiones diaméricas» para dar cuenca de la
que cupiera hablar, por lo menos, de una yuxtaposición estructura de esas conexiones que Kant recogió en su concepto de la conexión «sintética a
priori», y cuya naturaleza íntima, material, no estableció. Tan sólo postuló lo que - d e s d e la
entre A y B (reflejada en el sintagma: «Electricidad y teoría de los esquemas de conexión— resulta ser una forma vacía, a saber, la forma del postula-
Magnetismo», de estructura similar al sintagma: «Espacio do de yuxtaposición (el momento «sintético»), dejarlo como necesario («a priori»), pero sin
que se den los esquema^ de esta necesidad. Un esquema de conexión diamérica es, por de
y Tiempo»); pero también de una reducción («el magne- pronto, uno de los modos de llenar este vacío: el apriorismo está, sin duda, fundado, en este
caso, en la propia relación de identidad entre las partes de «A». Sin embargo, sería excesivo
tismo es un fenómeno eléctrico»; o bien, «la electricidad afirmar que todas las conexiones cubiertas por el concepto de la imión «sintética a priori» (por
es un fenómeno magnético»), o de una articulación ejemplo., Causa/Efecto), se acojan al esquema de la conexión diamérica.

(«magnetismo y electricidad derivan de un tercer


Corpúsculos/Ondas
fluido») o fusión (acaso el propio concepto de campo elec- O L a conexión entré Corpúsculos y Ondas ha comenzado a plantearse, en términos relativa-
tromagnético). Con todo, las experiencias de Faraday y la mente actuales, a partir del siglo XVIL La historia de esta conexión puede verse, en gran me-
dida, como la historia de los ensayos para explicar hasta el fondo diferentes esquemas de co-
ulterior sistematización de Maxwell sugieren que la nexión que, después de ser utilizados, muestran su insuficiencia. Descartes y Huygens se
acogen a los esquemas reductivos, aunque utilizados en dirección opuesta. Descartes concibe la
conexión entre la Electricidad y Magnetismo tiene lugar luz como constituida por corpúsculos en movimientos; a él se reducirían los aspectos ondula-
a través del modo que llamamos diamérico. Parece como torios. Huygens adopta el punto de vista ondulatorio (desde el cual pudo construir los fenóme-
nos de reflexión y refracción tie la luz) y pretende reducir a él los conceptos «corpusculares»
si el magnetismo B (ios fenómenos del campo magnéti- (aunque no pudo incorporar en su reducción ondulatoria la propagación rectilínea de los rayos
luminosos), y, después Je Huygens, Fresnel desarrolla mucho más a fondo el esquema reduc-
co) fuese la fase intermedia necesaria para vincular a los tivo ondulatorio. Sin embargo, y tras el descubrimiento del efecto fotoeléctrico {¡a expulsión
elementos de un conjunto (Ai, A:, A s ...) de corrientes de un electrón fotoeléctrico no depende de la intensidad, sino de la frecuencia) se ve claramen-
te que la reducción mutua no llega a ser completa, va sedimentando la concepción según la cual
eléctricas; fase intermedia necesaria, además, en un senti- el aspecto «granular» y el aspecto «corpuscular» de la luz (y luego, en general, de la energía
radiante) son dos aspectos (términos «A», «B») inconmensurables, irreductibles, es decir - e n
do causal, en la medida en que Faraday supone que una nuestros términos^, dos aspectos cuya conexión no puede ser realizada por medio de los
corriente A i que atraviesa un conductor induce otra co- esquemas de reducción. Pero entonces aparece con toda su fuerza la pregunta por su conexión,
y es preciso constatar que, con frecuencia, es el esquema de la yuxtaposidón el tínico que es
rriente en el secundario A:, en virtud o a través del
campo magnético B cuya variación (determinada por la
variación de Ai) fuera la causa de la corriente A:, (vid.
D.K.C. Mac Donald: Faraday, Maxwell and Kelrin, New (4) BLAISE PASCAL, Pensamientos, n" 77.

York. Anchor Books, 1964). (5) NICOIA.S DE CUSA, De docta ignorantia. Libro II, Cap. 111: el movimiento es -quietud
ordenada sucesivamente», «explicatio» de la quietud.

EL BASILISCO 91
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

posible alegar. Este esquema de yuxtaposición es el que se esconde en expresiones rales como Significante/Significado ,
las habituabnence utilizadas: «cada corpúsculo lleva asociada una onda», o bien, «la energía «É» (10) Otro tanto cabría decir del par de conceptos SignificantelSignificado. En el momento
de un fotón ligada a una onda monocromática de frecuencia >^ es "h.V ». En cierta manera, en el que retiramos la hipótesis de coordinación (yuxtaposición) entre la clase de los significan-
podría reconocerse en toda la especulación sobre ondas y corpúsculos -relacionada con la tes arbitrariamente asociados a una clase de significados, presupuesta como previamente dada a
«teoría de la complementaridad» de Bohr, la conciencia de la irreductibilidad entre ambos as- la primera, acaso sólo sea posible entender la conexión entre el significante y el significado
pectos, que llegarán a declararse tan diferentes que, por ello mismo, ni siquiera pueden entrar según el esquema diamérico, que nos muestra al significado como el nexo entre dos o más sig-
en contradicción, como dice Luis de Broglie, «toda vez que uno de ellos tiende a borrarse nificantes, así como recíprocamente. Preferimos no decir aquí nada más sobre esta
cuando el otro se afirma (6). Y a la vez la insatisfacción por el esquema de simple cuestión. -
yuxtaposición, que intentará ser atenuada mediante la determinación de leyes de transforma-
ción, externa o denotativa, de una perspectiva a la otra. Pero estas leyes de transformación Azar,rv]ecesidad ^_: : :
siguen siendo empíricas y suponen ya la conexión dada, no la analizan. ( l l ) E l par de conceptos AzarjNecesidad también presenta todas las características de un
par de conceptos conjugados. Nos limitaremos aquí a referirnos al esbozo de análisis que cons-
¿Cabe constatar la presencia del esquema de «conexión diamérica» en este contexto, o al ta en nuestra obra Ensayos materialistas, páginas 346-347.
menos indicios fundados de la acción de este esquema?. Me parece que la respuesta es afirma-
tiva. El propio Broglie (7) encarece el significado «precursor»' de la «Teoría de los accesos de Materia, Forma :_
Newton, «como una primera tentativa de síntesis entre las ondas y Ibs corpúsculos, una especie (I2)Respecto del par de conceptos Materia¡Forma, nos remitimos también a la misma
de presentimiento de la mecánica ondulatoria*. Ahora bien, la «Teoría de los accesos» (de los obra, páginas 342 a 392.
corpúsculos luminosos que atraviesan un medio material ) incluye la intercalación de ondas
(perturbaciones periódicas) en los propios movimientos de los corpúsculos. En general, siempre Base/Superestructura
que el «aspecto ondulatorio» es presentado como resultante de algún efecto de coordinación (13)E1 par de conceptos Base!Superestructura, central en el Materialismo histórico, se
de una multitud de corpúsculos (el propio concepto de «frente de onda») se está apelando al aproxima muy de cerca a la forma de la conjugación de conceptos. Levi Strauss tiende a yux-
esquema diamérico. Y la presencia de este esquema debe ser reconocida, tanto cuando a la taponerlos; el «economicismo», o el «idealismo», ensayan esquemas de reducción. Pero acaso el
onda se le da la misma modalidad ontológica que a los corpúsculos, como cuando se le da una concepto de base sólo alcance su pleno significado histórico como nexo diamérico entre dife-
modalidad, un «peso ontológico» diferente; por ejemplo, cuando, salva vertíale, se le asigna al rentes formaciones supraestructurales, así como recíprocamente.
«aspecto ondulatorio» la modalidad ontológica de \& posibilidad («¿mental-subjetiva.'', ¿objeti-
va-ideal?») y al corpúsculo la modalidad de la realidad, como sugiere Robert Havemann (8): Cultura/Sociedad
porque ahora _las ondas siguen estando pensadas como una suerte de relación-operación (la (14) Otro tanto cabría decir del par de conceptos Cultural Sociedad (que, en frase de Kroe-
«función de onda») intercakda entre los corpúsculos. ber, se vincularían —sinectivamente, añadiríamos por nuestra cuenta- «como el anverso y el re-
Substancia maierialyÍEnergía termita •. -__ • verso de una hoja de carbón»).
(^La.conexión entre una substancia'material y la Energía térmica fué entendida durante
mucho tiempo, por esquemas de inserción («Substancia-Accidente»; «Cantidad-Cualidad») o de *^5) Contradicción,Identidad — ^
simple yuxtaposición («Substancia-Substancia» cuando el calor es identificado con un fluido La dialéctica hegeüana intenta reducir el momento de la identidad a contradicción; la pers-
imponderable, un elemento qumilco entre otros, todavía para Lavoiser, el calórico). Pero un pectiva analítica intenta reducir la contradicción a identidad; el esquema áa fusión estaría repre-
cuerpo calentado no pesa más que antes de recibir el calor: luego el calor no se compone con sentado en las líneas neoplatónicas, o de Nicolás de Cusa, para quienes Dios o el Uno está más
el cuerpo por algún esquema de absorción. La teoría cinética de los gases equivale a la movili- allá de la Identidad y la Contradicción. El esquema diamérico sugiere la interpretación de la con-
zación de los esquemas de conexión diamérica: las moléculas son múltiples (Ai, A;, A.*, ...A»0, tradicción como un cierto tipo de conexión entre esquemas múltiples de identidad (A;, A., A-,
y sus movimientos recíprocos (las energías cinéticas correspondientes) corresponden a la tem- ...A^ (dialéctica positiva).
peratura en las traslaciones (a la energía cinética media de traslación de las moléculas), y al ca-
lor, cuando se añaden las rotaciones (energi^ cinética del movimiento desordenado de las mo- Dios/Mundo :
léculas). . , {l6)'DioslMundo. El esquema de articulación se realiza en el modelo de Aristóteles: Dios
y el Mundo se articulan en el «primer móvil» (que corresponde, en otro contexto, al Ectipo o
Mediator Plástico de Cudv/orth). El esquema de fusión en las «doctrinas extravagantes de
Subjeto/Objeto , algunos paganos», como dice el mismo Cudworth (12), que ponían a la Deidad y al Mundo por
(7) La conexión SujetolObjeto ha sido pensada, o bien según los esquemas de reducción mu- debajo de Hado (aunque en realidad esta es una posición muy próxima a la de Platón: El
tua (Pensamiento-2Ó5. de Blaise Pascal), o bien de yuxtaposición, o ¿efusión eti una Conciencia mundo y el Demiurgo están sometidos al reino de las ideas). Los esquemas de reducción se
Universal. Pero también ^abe ensayar los esquemas diaméricos introduciendo la multiplicidad realizan en el panteísmo y en el panenteismo. El esquema diamérico (el mundo como conexión
de objetos (Oi, O;, O.t, ...Oi^ de suerte que el Sujeto sea la relación entre ellos, o bien inver- entre diversas partes o fases Ai, A:, A-, ...A de Dios) en sistemas tipo Escoto Eriugena (De
samente, introduciendo la multiplicidad de sujetos (Sr, Si, S.i, ...S^ de suerte que el Mundo dirisione Naturae) o dualmente (los dioses como nexos entre los mundos, intermundia) en
sea el nexo entre ellos (9). La primera forma de aplicar este esquema nos lleva muy cérea de la Epicuro.
Filosofía trascendental, tal como la «ejerce», más que la «representa», el propio }¿3nt {Analíti-
ca Trascendental, Refutación del Idealismo, y Dialéctica Trascendental, Paralogismo de la ideali- Bien/Mal '
dad exterior) en el sentido de- que, efectivamente, Kant procede como si el yo pienso debiera {17) Bien/Mal. Esquema de reducción: optimismo metafísico (todo ser es bueno, incluso el
ser interpretado, no tantocomojúna substancia espiritual, al lado de los cuerpos, cuanto como malo) y pesimismo (todo ser es malo, incluso el bueno). Fusión: Dios está «por encima del bien
la conexión misma de los fenómenos en la unidad del Mundo. Lá segunda forma describe muy y del mal». Esquemas diaméricos: «el mal es la relación entre múltiples bienes» (Leibniz).
bien el «idealismo material» de Berkeley, e incluso la filosofía de Leibniz: la realidad está
ahora constituida por substancias espirituales inextensas, sujetos, y las relaciones entre ellos Moral, Derecho
(interpretadas como relaciones de expresión o lenguaje) nos remiten al Mundo como conjunto
de «mensajes» que Dios transmite a las almas, o las almas se transmiten entre sí (10): {IB) Moral! Derecho. Los .conceptos de Moral y de Derecho se comportan como conceptos
conjugados —y cada una de las formas sistemáticas de esta conexión corresponde a una doctri-
na típica (históricamente documentable) de la Filosofía del Derecho,
Alma/Cuerpo
(8) La historia de la conexión entre las Ideas de Alma y Cuerpo es también la historia de la El esquema de la yuxtaposición está representado en todos quienes conciben el Derecho y ,
utilización de los diferentes esquemas de conexión entre «conceptos conjugados». Ante todo, la Moral como dos órdenes de legalidades autónomas, independientes, aunque accidentalmente
de los esquemas metaméricos: los esquemas de reducción (el alma, secreción del cerebro, un puedan tener algún punto de intersección. Es la posición de Kant. El orden moral es extrajurí-
epifenómeno; o bien: el cuerpo es sólo un pensamiento del alma, su representación: Scho- dico; el orden jurídico se funda en principios propios (la legalidad), a los cuales la ciencia del
penhauer); los esquemas de fusión o articulación (doctrina del «monismo neutro» de Russell, Derecho como positivismo jurídico (incluyendo aquí posiciones como la de Hart) debe atener-
teoría del «mediador plástico» de R. Cudworth, en el cual se unirían'el alma y el cuerpo ( U ) ; se. El punto de intersección, que conceden los esquemas de yuxtaposición, puede ser inter-
la simple yuxtaposición, enmascarada muchas veces con la alegación de un esquema metafórico pretado en el sentido del esquema de articulación. Tal es, acaso, la posición escolástica tomista.
de articulación (la glándula pineal, en la que se unirían la res extensa y la res co'gitans). Pero tam- El esquema de fusión estaría realizado en todos quienes subsumerr derecho y moral en otros
bién, en la historia de ese dualismo, podemos constatar la apelación a los esquemas diaméricos conceptos comunes, sean teológicos, sean sociológicos (por ejemplo teorías del control social,
en el Fedón, la doctrina que Simmias opone a la que Sócrates ha desarrollado acerca de la en el sentido de Ross: «Derecho y deber se funden en la Sittlichkeit».). Los esquemas reduc-
unión del alma y el cuerpo (en realidad, un esquema pitagórico de yuxtaposición o de articula- tivos tienen dos versiones recíprocas: La reducción del Derecho a la Moral (a los '••dictamina
ción metafórica: «la nave y el piloto») es una concepción desarrollada bajo el influjo del rectae rationis» del iusnaruralismo) o la reducción de la Moral al Derecho, de lo justo a la ley
esquema diamérico: el alma es sólo la armonía entre las panes corpóreas (Ai, A2, A.;, ...Á^ de del más fuerte (la posición de Trasímaco en la República de Platón). Por último, el esquema de
nuestro organismo, el equilibrio que se alcanza cuando la mezcla de lo caliente, lo frió, lo seco, conexión diamérica arrojaría la siguiente conexión dialéctica de las relacciones entre Moral y
lo húmedo, satisface un cierto punto óptimo (la eukrasis). Derecho: la Moral aparece en la conexión entre diversos ordenamientos jurídicos Ai, A:, A-,
...Ai(. D e este modo la moralidad, a la vez que exterior en algún sentido, a una legalidad jurí-
EspaciOí Tiempo dica dada, no es exterior al conjunto de estas legalidades en su proceso histórico, en tanto in-
corpora la conexión entre legalidades diferentes. La crítica de un ordenamiento jurídico (que
(9) El par de conceptos EspaciojTiempo se aproxima mucho a la estructura de la conjugación
incluye la crítica a la coherencia lógica interna del ordenamiento en cuestión), no tiene lugar
de conceptos; al menos esta estructura podría servir como un medio para entender su extraño
entonces mediante la apelación a una moralidad abstracta, descontextualizada, sino mediante la
emparejamiento (emparejamiento de dos intuiciones, según Kant) que comienza por presen-
apelación, o bien a otros sistemas jurídicos de otros pueblos o clases sociales consideradas
tarse en términos de simple yuxtaposición («ortogonalidad» de las líneas espaciales y tempora-
superiores, o bien mediante la apelación a la lege ferenda; fJor ejemplo, la crítica del derecho
les, etc.). Pero también hay doctrinas que enseñan la reducción del Tiempo al Espacio (acaso to-
burgués, cuando no es utópica, equivaldría a una apelación a la normátividad propia, de una
das las doctrinas que intentan «suprimir» el Tiempo) o del Espacio al Tiempo (Heidegger); doc-
sociedad socialista.
trinas que proponen la articulación o fusión del Espacio y el Tiempo en un tercero, la duración
real bergsoniana. Acaso la concepción relativista del Tiempo y del Espacio realiza la forma de
la conexión diamérica entre ambos términos (relatividad de las longitudes a los movimientos,
por tanto a los tiempos, &rc. etc.).

(tí) LUIS DE BROGLIE, Ondas, corpúsculos y mecánica . ilatoria. Espasa Calpe, Madrid,
1944. Página 141.

(7) Op. cit., páginas 47 y 48.

(gi ROBERT H A V E M A N N , Dialéctica sin dogma, Edic. Ariel. Lee. 6^.

(9) G U S T A V O BUENO, El papel de la Filosofía en el conjunto del sabor. Ed. Ciencia Nueva,
Madrid. Página 160.

(10) G U S T A V O BUENO, Ensayos materialistas, Taurus ed. 1972. Pág. 130-

(11) R. CUDWORTH, The true intellectuel system of tke Universe. Book I, cap. V, páginas S29 a
832. La expresión «mediador plástico» es francesa (Larominguiére) y se aplica también ú
«Ectipo» de Cudworth, es decir, la Naturaleza que es diferente de Dios (Arquetipo), pcn)
causa del orden del mundo. (12) R. C U D W O R T H , op. cit.

92 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

LÉXICO

LÓGICA POLIVALENTE
JUUAN VEIARDE WMBRANA
Oviedo

1 sistema de lógica «clásica» es un siste- de Rosser y Turquette (1) A. Zinoviev (2) R.


ma regido por la ley de bivalencia, según Ackerman (3) y N . Rescher (4).
la cual toda oración enunciativa (proposi-
ción) XíJTo? knapanuiK, siguiendo a La aproximación a la lógica polivalente ha tenido
] Aristóteles (De Interpretatione, 17 a 2), es lugar desde dos perspectivas claramente distinguibles, si
o bien verdadera o bien falsa. Ello quiere bien no desconexionadas entre sí:
decir desde la abstracción del cálculo formal, que el
conjunto de los valores consta ni más ni menos que de a) desde la filosofía.
dos elementos. b) desde el desarrollo algebraico de la lógica.
La lógica polivalente hace referencia a sistemas 2. Precursores de la lógica polivalente
formales con más de dos valores, de ahí que reciba el
nombre de lógica no-clásica o lógica no-Aristotélica,
guiados, sin duda, quienes le aplican este último califi- Hemos mencionado ya a Aristóteles. El cap. IX de
cativo, por el famoso pasaje antes citado de De Interpre- De Interpretatione está dedicado a las proposiciones en
tatione, si bien tal denominación a decir de Lukasiewicz futuro; se discute si es necesario que una proposición
{considerac. Filosof. sobre la lóg. poliv. p. 83) no es co- sobre un hecho futuro como por ej. «mañana habrá una
rrecta, dado que fue precisamente Aristóteles en la obra batalla naval» sea verdadera o falsa; sostener tal tesis
mencionada (Cap. IX) el primero que puso en tela de conduce —según Aristóteles— a «consecuencias incómo-
juicio la ley de bivalencia por lo que se refiere a cierto das» y a «imposibles». En todas aquellas cosas que no
tipo de Xoyoc airo'fai'nKoi (proposiciones, en nuestro están siempre en el acto, dice, hay potencialidad, el
lenguaje) cuales son las que se refieren a futuros contin- poder ser e igualmente el poder no ser, por ej. este
gentes como es si «mañana habrá una batalla naval» manto puede ser dividido o no. En consecuencia no
para seguir el ejemplo de Aristóteles. todas las cosas suceden o no suceden por necesidad. Lá
necesidad sé aplica tan sólo a todo lo que es, cuando es
Es obligado señalar, por otra parte, que la lógica Hasta aquí llega la doctrina de Aristóteles. A ella
polivalente —como dice Rescher, p. 15— es una materia se añaden diversas interpretaciones, la aceptación o no
nueva en el campo de la lógica. A ello cabe añadir que de la ley de bivalencia queda enmarcada desde la pers-
la lógica polivalente constituye una disciplina no lo sufi- pectiva filosófica, dentro del problema del determinis-
cientemente definida en su estado actual de desarrollo.
Se compone de una gran masa de hallazgos frecuente- (1) J. B. Rosser y A. R. Turquette, Matiy-Valueil Uj¡¡,Us. North Holland. Amsrcrdam, 1952.
mente aislados, hallazgos éstos debidos a autores que se (2) A. A. Zinoviev. Philosophical ProbUvis o/ Matiy-Valued Lo^ic, Trad. iní^Iesa G. Küníí y D.
acercan a la materia desde puntos de vista muy hetero- Comey, Reidel, Dordrecht 1963.

géneos. De ahí la urgencia de llegar a una sistematiza- (5) R- Ackermann, hiínducíioft lo Many-Valuvd ho^icí, Routledge & Kegan Paul, Londes, !96~
ción y unificación. En este sentido cabe citar las obras (4) N . Rescher, Many-Vtiluetl Logic. McGravi-hill, New York, 1969.

EL BASILISCO 93
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

mo, y, en efecto, en este sentido es discutido por Aris- y «Si A ha de suceder entonces Dios sabe que A ha de
tóteles. suceder».

Los estoicos, consideraron —según Boecio— que 3. Los fundadores de la lógica polivalente:
Aristóteles defendía, como consecuencia de su
oposición ai determinismo, que los futuros contingentes Mac Coll (1837-1909) fundamenta toda la lógica en
no eran ni verdaderos ni falsos. En oposición, los estoi- la lógica de proposiciones y establece un sistema de ló-
cos y en especial Crisipo, en cuanto rígidos defensores gica proposicional en el que las proposiciones pueden
del determinismo mantenían la ley de bivalencia como tomar uno de los cinco valores de verdad siguientes:
principio fundamental de su dialéctica: «Fundamentum verdad, falsedad certeza (siempre verdad) imposibilidad
dialecticae est quidquid ennuntietur (id auten apellant (siempre falsa) y variabilidad (contingencia). Una propo-
á|tajjna) aut verum esse aut falsum» (5). sición es, cierta si siempre y necesariamente es verdade-
ra como por ejemplo 2 + 3 = 5; una proposición es
De aquí cabe inferir, como dice Lukasiewicz, que imposible si siempre y necesariamente es falsa como
no es correcto denominar a la lógica polivalente «lógica por ejemplo 3 = 2; y una proposición es variable si al-
no-clásica» (si en lógica clásica incluímos la lógica de gunas veces es verdadera, otras falsa, como por ejemplo
Aristóteles) o «lógica no-Aristotélica» ya que fué Aris- X = 2. Mac Coll desarrolló su sistema como un álgebra
tóteles el primero que puso en cuestión la ley de biva- de la lógica, pero basado sobre tres en vez de sobre
lencia. En relación con los clásicos, la lógica polivalen- cinco valores y aplicó su lógica de proposiciones varia-
te podría denominarse «lógica no estoica» o mejor «ló- bles especialmente al cálculo de probabilidades. De ahí
gica no crisípea». que las proposiciones se combinen en otro sentido del
que lo hacen las ñinciones de verdad. Así por ejemplo,
Frente al determinismo de los estoicos, los si p es una proposición variable la conjunción consigo
epicúreos defensores del indeterminismo, siguen a Aris- misma será variable; de modo que variable en conjun-
tóteles en cuanto a la tesis de que tpdo lo que es sea ción con variable da variable. Pero si p es variable, en-
por necesidad. De ahí infieren que hay proposiciones tonces también lo es no-p. Pero ahora variable en con-
que no son ni verdaderas ni falsas (6).. junción con variable no da variable, sino imposible.
En la E. Media el problema de los futuros contin-
gentes se complica con el de la presciencia divina. STO. En cualquier caso Mac Coll puede ser considerado
TOMAS distingue (7) entre necesidad absoluta y _nece- como un precusor de los lógicos posteriores que dedi-
sidad del consiguiente y necesidad suh conditione o por caron su esfuerzo a la construcción de sistemas de lógi-
necesidad de la consecuencia. Si Dios tiene presciencia ca con valores de verdad no clásicos y desde la teoría
de una proposición acerca del futuro, dicha proposición del cálculo de posibilidades.
es necesaria por relación al hecho de haber sido objeto C. S. Peirce (1839-1914) Se acerca a la lógica poli-
de tal precognición, pero no es absoluta o incondiciú- valente desde la problemática filosófica en torno a los
nalmente necesaria. futuros contingentes dentro del contexto Aristotélico
(10). Hace referencia a una matemática tricotómica con-
Evidentemente el problema de la presciencia divina
siderada como una matemática basada sobre una lógica
y los futuros contingentes envuelve asimismo el proble-
de tres valores llegando a la elaboración del método de
ma de la ley de bivalencia y todos los grandes escolás-
las tablas de verdad para una lógica trivalente. El tercer
ticos con Duns Scoto y Ockam, Suárez, etc. intervinie-
ron en la discusión del problema. Michalski (8) señala valor considerado por Peirce corresponde a un grado
que Duns Scoto y especialmente W. Ockam desarrolla- intermedio entre la afirmación positiva y la negación posi-
ron la tesis aristotélica en el sentido de llegar a admitir tiva que es exactamente tan real como los otros dos.
un tercer valor de verdad aparte de los dos clásicos: Consideró también varios funtores de tres valores que
verdad y falsedad. En efecto distinguían la propositio posteriormente fueron reinventados por otros.
neutra de la propositio vera y de la propositio falsa. De N. A. Vasiliev (1880-1940) presenta sus investiga-
ahí que Michalski llegue a señalar a Ockam como uno ciones como el intento de hacer con la lógica de Aristó-
de los precursores de la lógica trivalente. Sin embargo, teles lo que su colega en la Universidad de Kazan, N.
no están de acuerdo con esta afirmación W. y M. Knea- Lobatchevski había hecho con la Geometría de Euclides.
le (9) para quienes las discusiones de los medievales no Lobatchevski es uno de los creadores de las geometrías
arrojaron nueva luz sobre las dificultades que turbaron no euclídeas. De igual modo Vasiliev trabajó en la
a Aristóteles, y toda la posible contribución de Ockam construcción de «lógicas imaginarias no aristotélicas»
al desarrollo de una lógica trivalente quedaría reducida Construyó la ley de Contradicción en la forma kantiana
al intento de exponer lo que Aristóteles tuviera que de- «Ningún objeto puede tener un predicado que lo con-
cir acerca de las proposiciones condicionales: «Si Dios tradiga» y la ley del tertio excluso como «un objeto debe
sabe que A ha de suceder, entonces A ha de suceder» poseer un predicado o su negación». Ambas leyes per-
tenecen a la base ontológica de la lógica y, en cuanto .
(5) Von Arnim, Sloicorum teurum fragmenta, JI p. 63 frag. 196 Cicerón Acad. Pr. II, 95. tales, sometidas a cambios; aplicables al mundo actual
(6) Cicerón, De Faío, 37. pero no a todos los mundos posibles. En cambio ,1a ley
q u e llamó de «no-autocontradicción>i según la cual
(7) Suntma íiorttra GetitHes, I, 67.

(8) «Le problemedeía volonté a Oxford et a Paris au XlVe sic-cle» en Studia philosophica. vol.
2, 1937, pp. 233-365. : (10) Confer. Collected papen. Cambridge. (Mss). (1931-35) vol. 4, pp. 12-20 y 257-265, vol. J.
366. Sobre la lógica trivalente de Peirce véase M. Fisch y A. R. Turquette. <-Peirce's Triadic
(9) El desarrollo de la lo^Ua. trad. M. Muguerza. Tecnos Madrid 1972 p. 223. Logic» en the Trattsaítioris of the Charles S. Peine Soíiety. vol. 2, 1966, pp. "1-85.

94 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

«uno y el mismo juicio no puede ser a la vez verdadero Ahora bien, desde una consideración puramente al-
y falso», constituye un principio metalógico y en cuan- gebraica —tal es la perspectiva adoptada por Post— po-
to tal, inalterable. demos considerar sistemas en los que el conjunto |3 no
quede reducido a dos elementos. Así, escribe Post, po-
Frente a la lógica con base ontológica determinada demos considerar sistemas en los que «en vez de dos
por nuestro mundo actual desarrolló Vasiliev su lógica valores de verdad {1, 0} podemos distinguir m valores
imaginaria según la determinación ontológica de su distintos de verdad {Vi, V2, V?... Vn } donde m es un
mundo imaginario, donde algunos objetos poseen el entero positivo. Una función de orden n tendrá m" con-
predicado A, otros el predicado no-A y otros que figuraciones en su tabla de verdad y por consiguiente
poseen a la vez ambos A y no-A. Por su parte una afir- habrá «/^tablas de verdad de orden n. (13). Así por
mación puede ser afirmativa, negativa, indiferente, co- ejemplo, para OT=4''^en un sistema tetravalente habrá
rrespondiente con las tres formas del juicio «S es p». 4''Yunciones de orden 1 es decir, 256 funciones moná-
«S es no-P»> . «S es P y no-P» respectivamente. dicas y 4 de orden diádico, es decir 4.294.967.269 fun-
ciones diádicas.
Evidentemente una tal lógica es esencialmente tri-
valente y Vasiliev intentó incluso generalizar esta onto- Siguiendo el procedimiento anterior nada impide
logía de tres estados al caso de n estados mutuamente desde un punto de vista puramente formal considerar el
exclusivos y exhaustivos. Las dificultades de esta lógica conjunto'^ como compuesto de infinitos elementos,
de proposiciones correspondiente a 3 ó 4 estados de es decir, que una proposición puede tener infinitos va-
hechos reside en su interpretación. Pero ese problema lores diferentes todos ellos pertenecientes al intervalo
es el mismo que tienen planteado los diversos cálculos (O, 1) incluidos ambos límites. En este caso las conec-
de lógica polivalente en general, como luego veremos. tivas no pueden ser definidas mediante las funciones de
verdad sino mediante el cálculo de probabilidades. Tal
4. Los sistemas de lógica polivalente: es el camino abierto por Me Coll y seguido especial-
mente por Reichenbach.
Dos escritos ^aparecidos alrededor del año 20
sientan las bases de la lógica polivalente. Ambos escritos Hemos visto cómo al aumentar el número de ele-
son independientes entre sí y se acercan a la materia mentos pertenecientes al conjunto /3 aumenta también
desde dos perspectivas distintas. considerablemente el número de funciones. Ello hace
que resulte prácticamente imposible la consideración de
Un artículo de Lukasiewicz (II) publicado en 1920 todas ellas. Los investigadores de lógica polivalente han
constituye el resultado de las investigaciones que el estudiado algunas de ellas en sus respectivos sistemas
autor había venido realizando sobre las llamadas «pro- de n valores.
posiciones modales» y sobre las nociones con ellas rela-
cionadas de posibilidad y necesidad. Motivado por estas Post, que comienza su artículo por el examen del
consideraciones de carácter filosófico propone y desa- sistema de los Principia Matbematica en el que se
rrolla un sistema de lógica trivalente. tenían como primitivas las funciones ~ (negación) y V
(disyunción no excluyente), presenta su sistema poliva-
lente sirviéndose de otras funciones correspondientes a
Post (12) descubrió su familia de sistemas poliva-
las primeras, que él representa mediante los signos —m
lentes independientemente de Lukasiewicz. Guiado, no
y V m. Lo mismo que el sistema de los Principia es
por cuestiones filosóficas, sino por cuestiones puramen-
un sistema completo generado a partir de las dos
te formales internas a la lógica, expuso sus sistemas de funciones primitivas, así también las funciones ~ m y
n-valores en toda su generalidad, es decir, desde una Vm generan un sistema completo. Las tablas de ambas
perspectiva estrictamente algebraica. funciones son:
CONSIDERACIÓN ALGEBRAICA DE LOS SISTE- P --mP p q PVmq
MAS POLIVALENTES. En el sistema de lógica preposi-
cional bivalente las variables proposicionales o funciones
proposicionales se convierten en proposiciones cuándo
v VJ VI VI VI
V: V.-. Vil Vj, Vil llS:)l
quedan saturadas mediante uno de estos valores 1= ver- Vm VI VÍ2 Vj2 Vj2 i:&J2
dad, O=falsedad. En términos algebraicos existen dos Vm Vm Vm
conjuntos:eI conjunto de las variables a= {p, q, r.} y el
conjunto de los valores |3={1, O.J;hay una aplicación so-
breyectiva de a sobre ^. Finalmente hay que hacer notar es decir, ~ m p es un funtor que permuta los valores
que el conjunto, /5 tiene solo dos elementos, es decir áe verdad cíclicamente, de ahí que reciba el nombre
que las proposiciones sólo pueden adquirir dos valores «negación cíclica de Post».
de ahí que sea un sistema bivalente.
El funtor Vm realiza una operación consistente en
aplicar a p Vm q el más alto de los valores de verdad
(11) í<. Philosophische Bemerkungc-n ¿u mehrwcrci¿ícn Systemtn des Aussaíícnkal küls" t n
Compíeí nndm da íéurjfes de hi Sotieíé des Sviemes e¡ des Lellreí de Vaniiiie, 23, í Í93Ü) pp. 51-5"
que poseen p y q.
Trad. inglesa de L Borkowsk, en Lukasieukz Selecled Works. Norch-Holland, Amsterdam-
Varsovia 19"0 Trad. cast, de A. Deaño. "obsen-aciones fiiosóHtas sobre los sistemas poliva-
lentes de ióíjica proposicional>' en J. Lukasiewiz, Eslttdios de lógica y filost/fía. Rev. de Occiden- El inconveniente más serio con que el que tropie-
te, Madrid 1975, pp. 61-86. zan los sistemas m-valentes de Post hace referencia a su
(I2> «Introduttion to a General Theory oí" Elementary Propositions" en Afíiernafi Jaiirtial of
Malhemaíiis, vol 43, 1921, pp, 163-85. Reimpreso en J, Heijenoort. From Frege l'j Gijdel.
Harvard Univ. Press. Canibrid^je, (Mass), 1971, 2'' edit. pp. 264-283, por donde citamos. (13) Ibidc-m. p. 279.

EL BASILISCO 95
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

interpretación semántica. Post procede en términos de a) Para la conjunción Kpq su valor de verdad es el
conjuntos de proposiciones pero ofrece una interpre- más bajo de los valores de verdad de sus com-
tación proposicional. Sugiere al final de su artículo la ponentes, a saber K l l = l; Kl'/2 = K'/2l =
posibilidad de traducir toda su argumentación al lengua- K72V2 = '/2; KIO = KV2O KOI = KOV2 =
je de un sistema polivalente, pero de hecho no explícita KOO = 0.
la forma de llevar a cabo tal traducción y, según W. y
M. Kneale (14), resulta difícil, si no imposible, asignar b) Para la disyunción alternativa Apq. Su valor de
algún significado concreto a su sugerencia. verdad es el más alto de los valores de verdad
de sus componentes, a saber: A l l = Al'/2 =
Las investigaciones de Lukasiewicz en torno a la A l o = A'/2l = AOl = 1; A'/2'/, = AV2O =
lógica polivalente datan de alrededor de los años 20. En A072 = '/2; AOO = 0.
1918 hace referencia a ellos en la lección de despedida
pronunciada en la Universidad de Varsovia. < Su , famoso c) Para que la implicación Cpq; (1) Si el valor de p
artículo antes citado se basa en el ensayo leído en la es igual o menor que el valor de q entonces el
Sociedad Filosófica Polaca en Lwow el 5 de Junio de valor de Cpq es «1»: si [p] -& [qj ent. [p-^q]
1920. Lukasiewicz concibió la idea de recurrir a un sis- = 1 a saber: C U = C'/2l = C'/2'/- = COI =
tema de lógica trivalente como medio para resolver el C0'/2 = COO = 1.
problema aristotélico de los futuros coritingentes. El cál-
culo de proposiciones ordinario es bivalente y admite (2) Si el valor de p es mayor que el valor de q en-
implícitamente la ley de bivalencia según la cual toda tonces el valor de Cpq es igual al valor de q menos el
proposición o bien es verdadera o bien es falsa. Ahora valor de p más 1; si [P]>Lq]» ent. [p—»qj = [q] — [pl
bien, según Lukasiewicz, esta ley, la más fundamental -H 1, a saber: C l , V2 = C'/20 = '/2; C1,0 = 0.
de nuestra lógica no aparece completamente evidente.
La proposición «Estaré en Varsovia a mediodía del 21 d) Para la coimplicación Epq (1) si el valor de p no
de diciembre del año próximo» no puede ser ahora ni es igual que el valor de q entonces Epq vale el
verdadera ni falsa, debe, pues, poseer un tercer valor módulo de: 1 menos el módulo de: el valor de
distinto de «1» y «O», este valor se puede designar por p más el valor de q. Si [p] ¥" [p], entonces,
«'/2» y representa «lo posible». [p<->q] = i 1 — I [p] 4- [qJlJ. A saber: E V/2 =
E'/2l = E'/20 = E0"/2 = V2; ElO = EOl = 0.
Desde el punto de vista puramente formal tenemos (2) Si es igual el valor de p y el q, entonces
ahora un sistema en el que el conjunto (i (el conjunto Epq vale 1: si [p] = [q] ent. [p<->q]=l a saber:
de los valores) consta de tres elementos. ^ = { 1 , V2, 0} E l i = E'/2V2 = EOO = 1. (15).
obtendremos pues 5^ funciones monádicas y 3-^ fun-
ciones diádicas. De las primeras, la más importante y es- Con vistas a ofrecer una interpretación de los futu-
tudiada por Lukasiewicz es la negación representada por ros contingentes introduce Lukasiewicz el funtor posibi-
el signo «N»; su tabla es la siguiente: lidad y el funtor necesidad.

Np El funtor posibilidad, . : , representado por M es


p
definido en términos de los primitivos. La definición en
0 1 cuestión se debe a su discípulo Tarski y es la siguiente:
• ' / 2 :i/2
1 0 Mp = CNpp

Como puede comprobarse, la función negación Esto es, «es posible que p» significa «si no p en-
queda definida: — p = 1-p. tonces p»; su tabla de verdad es la siguiente:
Similarmente se hace necesario introducir los co- p MP
rrespondientes complicaciones en las funciones diádicas.
D e ellas Lukasiewicz da las tablas de las siguientes: 1, 1
V2 1
0 0
p & q p V q p -^ q p *-* q Consiguientemente el funtor necesidad que repre-
k p q-. A P q c p q E p q sentamos por «D» queda definido en términos de M de
la siguiente manera: D p = N M N p y, por tanto, en
P^ 1 '/2 0: 1 V2 0 1 V2 .-0 , 1: Vr .0
términos de los funtores primitivos así: Dp = NCpNp;
su tabla de verdad es, pues:
1 1 V2 • 0 • 1 1 1 1 '/2 0 '^-1^'^''72 0'
••'/2 • V2 V2 . 0 1 '/2 V2 1 •1 V2 V2- 1 '/2 P DP
0 0. 0 0 1 V2 • 0 1 1 1 0 '/2 1
1 1
V2 0
Los principios que guian la construcción de estas 0 0
tablas son los siguientes:
(15) De todos los juntores aquí presentados, Lukasiewicz emplea en su sistema dos de ellos, N
y C, como primitivos y define los demás en términos de éstos. Así, en lógica trivalente se
cumplen las si^juientes definiciones: (1) Apq = CCpqq; (2) Kpq = NANpNq; (3l Epq :^
(14) El desarrollo de la lógica, ed. cit. p. 529. KCpqCqp.

96 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

5. Consecuencias que se derivan del sistema la discusión, no es uniforme a lo largo de sus


trivalente de Lukasiewicz investigaciones.

a) Todos los teoremas tradicionales sobre proposi- Aceptado «lo posible» como tercer valor con el
ciones modales y algunos de los cuales resulta- objeto de superar el determinismo filosófico que
ban incompatibles en el sistema bivalente nor- él pensaba era consecuencia de la ley de biva-
mal, son ahora establecidos libres de contradic- lencia, fué con posterioridad modificado hasta el
ción. Con ello queda superado el problema del punto de no ver incompatibilidad entre el deter-
determinismo: Preocupación filosófica de Luka- minismo y la lógica bivalente.
siewicz.
—El problema de encontrar un sistema de axio-
b) Las tablas de verdad del sistema trivalente de mas que atribuyan a los símbolos las propieda-
Lukasiewicz coinciden con las tablas de verdad des que se desprenden de sus funciones. Es de-
del sistema bivalente ordinario cuando se toman cir, el problema de construir un sistema deduc-
en cuenta solamente los valores «1» y «O». Se tivo basado sobre axiomas. Un importante resul-
sigue de aquí que cualquier taulogía en las ta- tado fué el conseguido por M. Wajsberg (18) en
blas del sistema trivalente lo es asimismo en las 1931 quién axiomatizó el sistema trivalente de
tablas del sistema bivalente. En consecuencia: Lukasiewicz tomando los cuatro axiomas siguien-
tes:
c) El sistema trivalente es una parte propia del bi- I) Cp Cqp
valente: Todos los teoremas del sistema triva- II) CCpqCCqrCpr
lente son válidos en el sistema bivalente pero no III) CCNpNqCqp
recíprocamente. Los teoremas más importantes IV) CCCpNppp
del sistema bivalente que no conservan sú
validez en los sistemas polivalentes son aquellos En este sistema se toman como funciones primi-
relacionados con el tipo de argumentación deno- tivas «C» y «N» definiendo las demás en términos de
minado reductio ad absurdum como por ejemplo: éstas. Pero entonces surge otro problema. Es posible
construir una función en el sistema trivalente no defini-
ble en el sistema axiomático de Wajsberg. Tal es la fun-
CCNppp CCpNpNp CKCpqNqNp
ción «T» (función de J. Slupecki) (19) cuya tabla de
verdad es la siguiente:
d) Los funtores no pueden conservar en el sistema
trivalente las mismas relaciones que guardaban
entre sí en el sistema bivalente. En su sistema
define Lukasiewicz la disyunción como Apq = p Tp
CCpqq mientras que el cálculo bivalente tene-
mos p v q = - p < - ^ . Ahora bien, si aplicamos la 1 •/2
definición a pv ~ p , no obtendremos una tauto- '/2 '/2
logía y en consecuencia el principio llamado de 0 '/2
tercio excluso deja de ser válido, consecuencia
que Aristóteles deseaba explícitamente evitar,
pero que en contrapartida se conforma con el La introducción de esta función convierte al sistema
uso intuicionista de la negación. de Lukasiewicz en funcionalmente incompleto dado que
dicha función no puede ser definida en términos de C y
N . N o obstante el mismo Slupecki demostró que aña-
Por otra parte la «ley de contradicción» también diendo:
falla en el sistema trivalente de Lukasiewicz, aunque no
en la lógica preposicional intuicionista. Así tenemos V) CTp NTp
que N K p N p no es una tautología puesto que N K ' / :
VI) CNTpTp
N'/2 = NK'/2'/: = N'/2 = ',; Este resultado es intui-
tivamente chocante ya que ante dos proposiciones sobre
a los axiomas de Wajsberg, obtendremos un siste-
un futuro indeterminado con posibilidades conflictivas
ma trivalente funcionalmente completo. En 1958 A.
como en el caso de p y N p uno se inclina intuitiva-
Rose y JB Rosser (20) demostraron la completud del
mente a dar a K ' ; ' / : el valor «O».
sistema denumerablemente n-valente de Lukasiewicz a
partir de los tres primeros axiomas de Wajsberg más los
e) Como habrá podido observarse, resulta fácil, dos siguientes:
desde el punto de vista puramente formal, cons- I) CCCpqqCCqpp
truir múltiples sistemas n-valentes definiendo los íl CCCpqCqpCqp
valores de las funciones de modo más o menos
arbitrario. Pero inmediatamente se plantean pro-
blemas de dos tipos:
(18) "Axiomatizacion oí tht- .vValucilPi'oposiciünal i.altul.. Trad. injílcsa t-ii S. AícCoII. PJi.Jj
logia 1920-19^9. OxforJ 196", pp. 264-284.
—El problema de la interpretación, ya señalado
(19) "The Full Trc-c-Valucd Propositional CaltuluS" Trad, injílcsa en S. MtCall P<://>h Lutiú:
cuando hablamos de Post. Lukasiewicz proveyó ¡920-I9.Í9. (.-d. cu. pp .5.i5-.ir.
a su sistema de una interpretación. Pero el uso (20) A. Rose y J.B. Russcr -Fraí^mcnts oí Many-Voluud Staccmcnt Caituli-. en Trj/nu.ínj/:: n/
del térrnino «posible» que está a la base de toda iht Amerita/! Míi¡hi:rntíliiijlSuady. vol 8". 1958. pp. 1-3.1.

EL BASILISCO 97
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

—EL SISTEMA TRIVALENTE DE KLEENE Además de las tablas «fuertes» Kleene introdujo
también una familia de conectivas proposicionales «dé-
En 1938 S.C. Kleene (21) presenta un nuevo siste- biles». Las tablas para estas conectivas se obtienen de
ma de lógica trivalente en el marco de las funciones las tablas clásicas introduciendo en ellas el valor «'.:» a
recursivas. Construye sus tablas de verdad en términos lo largo de la fila y la columna encabezada por «'/:». El
de una aplicación matemática. Una función preposicio- sisterria resultante es entonces el que sigue:
nal P es considerada como predicado de una variable x
cuyo rango es el dominio D y en donde P (x) queda
definido para una parte de ese dominio. Así P (x) será:
—a) Verdadero, cuando x pertenece al rango de
'.2 a l .
p & q p v q P -* q P ^' q
—b) Indefinido, cuando x = 0.
^ ^ 1 '.: 0 1 '2 0 1 ' 1 0 1 '.: 0
—c) Falso, en los demás casos, es decir: [ (x 9^ 0)
& (x<'/:)] V ( K x ) . Kleene construye las tablas de ver- 1 1 ' : 0 1 1 1 1 ' : 0 1 0
dad para los funtores: «~» «v» «&» «-^» y « = » de '.: 0 1 1 0 1
I \
acuerdo con los siguientes principios: 0 0 0 1 : 0 1 1 1
0
1° «Al objeto de que las conectivas preposiciona-
les sean operaciones recursivas parciales (o al El sentido de estas tablas respondería al de un me-
menos produzcan predicados recursivos parcia- canismo incapaz de decidir el valor de una fórmula en la
les), hemos de elegir para ellas tablas que sean
que aparece el valor «'/2».
regulares en el siguiente sentido: Una columna
(fila) dada contiene «1» en la fila (columna) de
la «'/:», solamente si la columna (fila) consta
enteramente de asos de «1»; y similarmente en Un tal sistema es el mismo que el de Bochvar (24).
lo que respecta a «O». Las conectivas «débiles» de Kleene se corresponden
2° El valor de «'/:» significa «lo no conocido» (lo con las conectivas «internas» de Bochvar. Ambos cons-
indefinido) Aquí «no conocido» es una catego- tituyen un fragmento isomórfico con el sistema bivalen-
ría dentro de la cual podemos considerar que te clásico, y en ambos también el concepto usual de
cae cualquier proposición, cuyo valor o bien no «tautología» resulta inoperante, dado que si el valor
« ' 2 » funciona como input en una fórmula, esa fórmula
nos es conocido, o bien preferimos, de momen-
recibe automáticamente el valor «'2» . De ahí la nece-
to, no considerarlo; sin que ello excluya enton-
sidad de ampliar el concepto de «tautología» o la intro-
ces las otras posibilidades, verdadero y falso.
ducción del concepto de «quasi-tautología» en el senti-
..^22). do de que el resultado final de la formula no obtiene
3° Las tablas fuertes están determinadas de modo nunca el valor «O».
único como las extensiones regulares de mayor
fuerza posible de las tablas clásicas, bivalentes, 6 Aplicaciones de la lógica polivalente.
es decir, son regulares y tienen «1» ó «O» en
cada posición donde cualquier extensión regular Una de las primeras aplicaciones de los sistemas
de las tablas bivalentes pueda tener un «1» o polivalentes tuvo lugar en el campo de la matemática;
un «O» (si «1» ó «O» están determinados de especialmente está a la base del intuicionismo. Los pri-
modo único) (23). meros intentos en este sentido se deben a L.E.J.

TABLAS FUERTES DE LAS CONECTIVAS PROPO-


SICIONALES

P ~p p & q p Vq p-H. q p ^ q

1 0 p \ ^ 1 '2 0 1 '2 0 1 '2 0 1 '2 0


1 , 1 ,

0 1 1 1 '2 0 1 '2 1 1 '2 0 1 '2 0


'.'2 ' '•2 '.'2 '.-2
0 ü ' 20 1 ', ; 0 1 ' 2 1 0 ' 2 1

(21j Cor.fert, Inlroduaióu a la muta mati:mútua.'Yv2Á. cast. M. Garrido. Tecnos Madrid I9~4, ,
pp. 301-508. Este sistema fué presentado por primera vez en Kleene «On a Notation tbr
Ordinal Numbers» en Thejouma!ofSymbolic Logñ: vol. 5, 1938, pp. 150-155.

,(22> liitroduifión a (a m^ia mattmáika. ed. tit. p. 304. (24) "Sobre un calculo lógico trivalente y su aplicación al análisis de las contradicciones" tn
Matémaiicheskij Sbornik. vol. 4, 1939, pp. 287-308 (en ruso) Recensión de A. Church en Tht
(23) Ibidem, 303. Journal of iymboüc logic. vol. 4, 1939, pp. 98-99-

98 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Brouwer (25). Pero la nueva rama de la lógica ha sido obra de Zinoviev (35; en el contexto de las discusiones
fecunda en los campos de las diversas disciplinas. Nos sobre las relaciones entre la lógica formal y la lógica
referimos a la fecundidad si no en resultados definiti- dialéctica. Discute Zinoviev la importancia filosófica de
vos, sí en planteamientos de nuevas cuestiones. Cabe la lógica polivalente y las relaciones con la lógica clásica.
citar a título de ejemplo: en el campo del álgebra los
trabajos de Bernstein (26) y Moisil (27). En el de las Una de las aportaciones de los sistemas polivalentes
matemáticas_ los de Mazurkiewicz (28) y Tarski (29). En a cuestiones específicas de la lógica es la del lógico
el de la física los de Birkhoff y von Neuman (30), chino Moh Shaw-Kwei (36). Mientras que en el campo
Reichenbach (31) y el polémico libro de Destouches- del cálculo normal bivalente la formalización de la
Fevrier (32). "En el de la electrónica Shestakov (33) y teoría de conjuntos puede conducir a paradojas, a no
Moisil (34). ser que introduzcan restricciones (teoría de los tipos),
Moh Skaw-Kwei señala que pueden ser eliminadas las
Finalmente cabe señalar la significación de la lógica paradojas mediante la introducción de un cálculo poli-
polivalente dentro de la lógica. También aquí los siste- valente. En concreto propone considerar el valor de
mas polivalentes han sido fecundos en su aplicación a verdad intermedio «' :» del sistema de Bochvar como
cuestiones lógicas esenciales. A nivel general tenemos k «paradójico» y en cuanto tal se asignaría a proposiciones
del tipo siguiente «este enunciado es falso», que será
falso si se considera como verdadero y verdadero si se
considera como falso. Según esto, la negación de una
proposición paradójica, la disyunción de una proposi-
ción paradójica con otra paradójica o falsa, la conjun-
( 2 5 J Vca.sc por f ¡ . ••IntuitionististliL- ZcTlení^uníí ma[hcmatisi.hcn Grunjbc^nfíc" i^VíJuhrtiU- ción de una proposición paradójica con otra paradójica
richl Jrr ikjilííhttt Malhmalikír-Vtrein:s.uni!,. vol. .53. 1925, pp. 251-256 Traii. injjl. en J. van
Hcijc-noort (comp), Prtm frt^e ío Cüíiel. A Soune Btííilt i)t Mutkmcilhal Logif W79-19M. c j . cit.
o verdadera y la implicación de una proposición falsa
pp. >yi-yi 1. por una paradójica o de una paradójica por una falsa,
(26) B. A. Bcrnsícín. ..Modular Rcprescnracions oí' Finitc Aij^ebras.. en FroíeeJiíí^s of tht hjhy- todas ellas son paradójicas; resultados estos que son los
nuíimiul Muthítiíalictil Ciitif,ra¡ Hdd ¡ii Toniiln. Vol. 1, 1928. pp. 20"-216. que arrojan las tablas de Bochvar.
(2^) G. C. Müisil, ^Líílüi^bra c la \o^k3.>- í:n Au/ JeíCutj^raifj Míjít:míjf\v. len/íítí !/! Rijfíííj. ^-IJ
Ntitfmiíi-r 1942. Reale Instituto Nazionale di Alta Matemática,Roma, 1945. pp. 1.-Í.vl52.
Pero, sin duda alguna, la mayor significación que
(28) S. Mazurkiewicz,#Uber die Grundiagen der Wahrscheinlichkeitsrechnung- en Moiiuíihíflí
fiir MathmalH :im¡ Phyük. vol. 4 1 , 19,54, pp. .'y1.v.552. cabe atribuir a la lógica polivalente consiste en su mis-
(29) A. Tarski, «Wahrscheinlichkeitslehre und mehrwertige Loí;ik>. en E>k>;iiiiíi:i) \ul. 5,
mo descubrimiento: las leyes de la lógica han sido fre-
19.35-.56, pp. 174-75. cuentamente hipostasiadas y consideradas como leyes
(.50) Carrett BirkhofV yj- von Neuniann,„The joj^ic ÍJI" Quantum Mechanics- en \¡n¡uh i>j' apriorísticas, analíticas en el sentido de evidentes por sí
Mitlht:malií-í. vol. .5", 1936. pp. 823-84.5. mismas y en cuanto tales eran intocables. El descubri-
(31) H. Reichenbach, ..Les íondaments loguiques de la théorie des quanta: Uiilisation d"une miento de la lógica polivalente demostró que eran posi-
lügique it trois valeurs-. en Applictínvuí icitiiíifiqtíi;í Jt la lupc¡ut muíhátiaüiint Gauthier-Viilars,
Paris. 1954, pp. 10.5-114. bles estas otras leyes alternativas y con ello se abrían
{yl) P. Destüuches-Ft^-vrier. La itrutíurt dei íhioriti phys'n¡u^s. PUF. Paris 195 1.
amplios horizontes en las investigaciones de lógica.
(33) V, I. Shestakov, -A dual Arithinetic Interpretation oí'the 3-valued Propositionai Calculus
Utilized in the Simulation ol'This Calculas by Relay-Contact Networks- en Ameriiaii Mulbf (35) A. A. Zinoviev, Phitmüphiíal PrvbUnn of Muny-Valued Las^ií. Trad. inglesa de G. Küng y
nmlíiíjlSoíii;ry7rjti.Juliti'n:yo\. 48, 1965. pp. 45.-"2. D. Cotney. Reidel, Dordrecht 1963.

(34) G. C. Müisil, «Sur l'application des logiques a trois valeurs ;t I'étude des schémas a con- (36) .•Lügical Paradores íor Many-Valued Systems- en l'ht jui^ til ¡>J Sywholk L(>>:'i. vol. 19,
tacts et reíais» en Aitts-PnaeiliHp dn Cu'ii^rií Inítntutiotiíjld>: L'Amomuíiqw;. Paris, 1956, p. 48. 1954, pp. 3"-4().

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EL BASILISCO 99
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

NOTAS

NOTAS INÉDITAS
SOBRE EL CONGRESO
DE BARCELONA
JOSÉ MARÍA LASO PRIETO
Oviedo

|i on el título de «El XIV Congreso de fi-


lósofos Jóvenes» publicamos en la revista SEMINARIO CONJUNTO DE
SISTEMA (1) una amplia reseña del cele- FERNANDO SAVATER Y JACOBO
brado en Barcelona del 3 al 6 de Abril de MUÑOZ
1977. En dicha reseña subrayábamos la
relevancia de su Mesa Redonda inicial
que; como es sabido, estaba integrada por los profesores
Emilio Lledó, Pep Calsamiglia, Gustavo Bueno, Agustín
García Calvo, Carlos París y Jacobo Muñoz. Frente a Inicialmente estaban programados como sesiones in-
algunas reseñas que habían acentuado, hasta límites casi dependientes, pero acabaron conjuntándose por razones
caricaturescos, los aspectos polémicos del debate general de espacio y tiempo. Con una sala abarrotada, y la hora
que tuvo lugar en ese «plato fuerte» del Congreso, no- iorquiana de las cinco de la tarde, inició Fernando Sava-
sotros considerábamos que, manteniendo la necesaria ter la exposición de su ponencia. Con el título de Ense-
objetividad, cabía calificar el clima en que se desarrolló ñar lo inenseñable el profesor Savater realizó una bella
el coloquio como altamente filosófico en el mejor senti- disertación literaria a la altura formal de la brillantez que
do del término. También estimábamos que su realización le caracteriza. Desgraciadamente ésta se va a perder, en
había constituido un hito memorable en la historia de gran parte, por la forzosa síntesis que —por razones de
este tipo de Congresos. espacio— tenemos que realizar.

Por obvias razones de espacio no nos es posible re- Como matización inicial comenzó señalando: «Ha
producir la amplia exposición que en ese trabajo efectuá- llegado el momento de hablar y no quisiera hacerlo ex-
bamos de las intervenciones producidas en torno a la clusivamente por boca de otro. Aunque ciertamente es
mesa redonda. Empero si nos es factible abordar el de los de temer que el otro hable, en cualquier caso, en todo
Seminarios y así contribuir a facilitar a nuestros lectores caso. ¿No es este, por cierto, el sello mismo del que
una visión más amplia y matizada de las sesiones del avanza hacia las candilejas del escenario para declamar su
Congreso. lección?. El secreto que hago público es a fin de cuentas
el enigma de otro. El monólogo que recito fué escrito
Como en la reseña publicada en SISTEMA dedicá- por otro (¡O por otros!) que no os veía, que no podía
bamos suficiente espacio al Seminario del profesor Agus- sentiros en absoluto, pero que ya tomaba previsoramente
tín García Calvo, pasamos directamente a tratar del: sus medidas para mantener frente a esta asamblea muda
su jerarquía de parlanchín privilegiado». Y tras de este
exordio, y de matizar todavía más su papel de mediador,
Savater continuó puntualizando: «Porque lo que el otro
enseña, para utilizar de algún modo la palabra que aquí
nos convoca, es precisamente lo mismo. Y eso mismo
(1) José María Laso Prieto, "El XIV Congreso de Filósofos Jóvenes" que se nos impone como discurso del otro, o bien sabe-
SISTEMA, núm. 20. Septiembre de 1977. Pág. 93 y sig.

léo. EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

mos lo que es: reproducción de la sociedad científica, debe enseñarse) intento de introducir en la enseñanza lo con-
jerárquica, fabril y discriminadora, la sociedad de los creto. Y, con una aguda argumentación que trasluce, —cons-
poderes delegados al dominio central, de los saberes ciente o insconcientemente la finalidad política que sub-
deudores, del gran.Saber que sabe de nosotros y en con- yace en su posición— Savater agrega: «En las discusiones
tra de nosotros, la sociedad de los encerrados reprobos y sobre lo abstracto y lo concreto los términos suelen in-
de quienes administran la reprobación que encierra en la vertirse de la manera más curiosa. Cualquiera que haya
delincuencia o la locura. Esta es la canción del otro, este asistido a debates multitudinarios en la Universidad so-
es el contenido del plan de estudios, del plan de discur- bre un tema teórico de importancia está acostumbrado a
sos y enseñanzas que el otro hará por mi boca, por la soportar las intervenciones de quienes dicen que el tono
boca del yo. ¿inevitable? ¿necesario.''. De eso no es demasiado abstracto y que hay que descender a lo
sabemos más de lo que el otro quiere decirnos, la eterna concreto. Añadiendo, generalmente, como remache de la
canción del otro». Y así continúa el profesor Savater de- cuestión, «a la práctica». Es curioso el terror que tienen
sarrollando su pensamiento para llegar a la conclusión de algunas personas, que han dedicado buena parte de su
que el contenido del discurso del otro es siempre lo mismo. tiempo al aprendizaje de términos especializados, por
Seguidamente —tras el tenso «suspense» suscitado por quienes manejan con desconfianza pero sin vergüenza
el planteamiento enigmático inicial— Savater esclarece los vocablos que han aprendido. En cuanto no se balbu-
que...«el otro al que quiero dejar hablar por mí es Fierre cea o se repiten slogans se gana uno el estigma de utilizar
Klossowski, quien escribió páginas memorables sobre la un «lenguaje doctoral». Y, naturalmente, éste se intrinca
enseñanza de la filosófia. «Para Klossowski ésta consiste en lo abstracto y olvida las urgencias prácticas «del mo-
en «introducir la enseñanza de lo inenseñable». Este mento», como suele también decirse. Pero no basta con
enunciado no es sencillamente un planteamiento paradó- constatar que la mayoría de los remisos a la discusión
jico sino la más exacta condensación de la especificidad teórica no quieren sino crear el sumiso silencio en que
más determinante de la tarea que aspira a cumplir quien resonarán mejor sus consignas y quienes más acerbamen-
ni renuncia a su ánimo filosófico ni quiere dejar de diri- te pretenden remitirlo todo a la práctica suelen ser quie-
gir discursos académicos a los demás. Introducir en la nes ni logran decir lo que hacen ni mucho menos hacer
enseñanza lo inenseñable: ese es el reto que debe acep- lo que dicen. El tema presenta para nosotros un interés
tar quien quiera hallar un discurso que no repitiese sim- más radical, precisamente porque se relaciona directa-
plemente lo mismo. mente con la cuestión de lo enseñable y de lo inenseña-
ble, es decir de lo abstracto y de lo concreto. Respecto
al significado de las palabras, cualquiera puede sentirse
Sin embargo, al profesor Savater, no le parece opor- Humpty-Dumpty y decir que cada palabra significa en
tuno pasar a hablar directamente de lo inenseñable, sino cada ocasión lo que el desea y que lo importante es ser
que estima más eficaz tratar primero de precisar que es el amo, pero a mí me parece más aconsejable remitirse a
lo enseñable y en que consiste la enseñanza. Para ello nuestro común amo y utilizar los términos como quienes
cita a Klossowski quien señala que hay cierta «condición han sabido pensarlos del modo más consecuente. Por lo
institucional de la ciencia que reclama que ésta no puede tanto, al hablar de lo concreto y lo abstracto me atengo,
trabajar si esta no es respetuosa de un último nivel de —agrega— más o menos a la definición que Hegel propor-
investigación rxés allá del cual el conocimiento mismo ciona de ambos términos. Por «abstracto» entiendo lo
volvería a caer en el caos. «Lo enseñable será, pues, todo que se singulariza, lo que se recorta de sus implicaciones
aquello que no corra el riesgo de contribuir al desfonda- y contradicciones, lo que no está dispuesto a agotar com-
miento de la ciencia, aquello que respete el límite pletamente la negación que le dinamiza y se niega a re-
convencional más allá del cual el conocimiento como ins- conocer su relación con el todo en que aparece de tal
titución se ve amenazado. El conocimiento no institucio- modo que pueda pensarse que el todo está comprendido
nal, el conocimiento asilvestrado, no será siquiera reco- dentro de ello mismo como su momento necesario. Por
nocido y, por supuesto, no será transmitido. Sólo lo ins- «concreto» entiendo lo que no renuncia a ninguna de
titucional se transmite, lo apoyado en unos límites claros, sus implicaciones ni descansa hasta agotar su contra-
límites que pueden llamarse conveniencia social o exi- dicción, lo que pone como condición de su propia inte-
gencias me.todológicas o intereses de la clase oprimida... ligibilidad el todo mismo en que se manifiesta. Lo abs-
Se enseñan los límites, los datos relevantes, los marcos tracto es lo que ha sufrido las mutilaciones y recortes
adecuados en que encuadrar todo lo que sabemos o necesarios para hacerse manejable y se pone en cada ca-
intuimos: se enseña a descartar, a saltarse las cosas, a no so como un pequeño todo bien limitado y acotado, aun-
prestar atención a fuegos fatuos. La habitual respuesta, que «pequeño», es decir, consciente de codearse con
ya tópica, con la que el enseñante corta el paso demasido otros «todos» inspirados por la misma vocación utilita-
veloz del alumno —«eso no toca ahora, lo veremos en ria... El modelo mismo de algo abstracto es, uno de esos
la lección siguiente»— no es sencillamente una medida sucesos de «aquí y ahora» que en sí mismos nada signi-
dictada por la comodidad del momento, sino una indica- fican, aunque suelen parecer el absoluto mismo del signi-
ción disciplinar de lo más saludable, que enseña al impa- ficado a quien tenga un pensamiento incurablemente
ciente la verdadera condición de la enseñanza misma, su abstracto; es decir, podado: quien dice «la matanza de
nervio central. Hay que saber postergar, articular, recha- ayer por la tarde», «las multinacionales», «el precio de la
zar, extirpar: lo más importante es no perderse. merluza» , «esta mesa y aquella silla», etc., plantea pro-
blemas o cuestiones, decididamente abstractos. Obvia-
Para Savater podría resumirse todo lo apuntado so- mente —agrega Savater— la abstracción es imprescindible
bre lo enseñable en una simple y contundente formula- para nuestra vida social cotidiana, de modo que nadie va-
ción: sólo puede enseñarse lo abstracto. De modo que la po- ya a ver en lo que digo algo así como una absurda prédi-
sición de Klossowski constituiría su antípoda: (no, por ca «contra la abstracción». Sencillamente trato de aclarar
supuesto, de la posición de Klossowski sino de lo que

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

el significado de términos generalmente malentendidos. lacros no sería sostenible si no apareciese que en todos
Respecto a que sea lo concreto tampoco es difícil apun- los dominios el pathos es el primer productor, el primer
tarlo: aquello cuya comprensión implica la comprensión fabricante y el primer consumidor».
del todo. Es decir, que lo más concreto será «el bien»,-
«el poder», «la virtud», «la razón» , «el Estado», «la Por su parte, el profesor Jacobo Muñoz desarrolló
muerte» y cosas por el estilo. Alguien podría suponer el tema «¿La enseñanza de la filosofía?, balance de una
que este tipo de cosas es lo que se enseña en la enseñan- experiencia». Comenzó advirtiendo que iba a hablar bre-
za institucionalizada mientras que las cosas que he llama- vemente, de manera estricta, sobre la relación entre la
do abstractas caen fuera de los cuestionarios. Y es que el enseñanza de la filosofía y la problemática que esta rela-
plantear real y concretamente la discusión sobre «el ción tiene ahora para nosotros. En principio quedó claro,
bien» o «la muerte» incluye el recorrido completo por en la Mesa Redonda, inaugural del Congreso, que había
todas las contradicciones, por todo lo que sabemos y por un fantasma mortuorio sobre nuestras sesiones: el fantas-
todo lo que desmiente que sabemos, por el ámbito ma de la muerte de la filosofía, de la crisis de la filosofía.
total -cuyas fironteras son inimaginables o se presentan Empero no veremos nunca el cadáver de ese fantasma.
siempre como recien franqueadas—. De todas nuestras Al igual que no vemos el de otros fantasmas de que tam-
intuiciones y doctrinas sobre todo lo que hay, nada más bién se habla: el de la muerte de Dios, el de la muerte
opuesto a esta exigencia de concreción que la sencilla del Hombre, el de la muerte del Arte, el de la muerte
definición dada de una vez por todas o la manipulable de la Vida, etc. De manera que parece ser un problema
doctrina en cuyos cómodos y reconfortables pliegues ha- general que yo remitiría a la crisis civilizatoria que esta-
lla dócil acomodo la indómita negación de la cosa». mos viviendo, a la crisis del Occidente entero, del Occi-
dente burgués, y ello situaría un posible marco de re-
flexión que, naturalmente, desborda mis objetivos, pero,
«Lo dramático para nosotros —advierte Saváter— es que de alguna manera, creo que no es posible reflexionar so-
ya no podemos refugiarnos en la supuestamente satisfac- bre la llamada muerte de la filosofía fuera de esa multi-
toria concreción del sistema hegeliano. El sistema tam- plicidad de muertes en el marco de una crisis civilizatoria
bién es abstracto, también simplififa, también acaba global».
demasiado pronto su recorrido: Hegel definió la concre-
ción, pero no alcanzó lo concreto. Schopenhauer, Marx, Después de haber formulado, hipotéticamente, ese
Kierkegaard, Nietzsche, Freud enseñaron lo que el sis- primer planteamiento el profesor Jacobo Muñoz suscitó
tema había dejado fuera, los pasos que no se habían la necesidad de precisar también algunas cuestiones que
dado, los cabos sueltos, las exigencias olvidadas. A su el día anterior quedaron flotando en las intervenciones
vez cada uno de ellos tuvo que contentarse con lo abs- realizadas en torno a la Mesa Redonda. En primer lugar
tracto, tras haber combatido denodadamente por alcanzar la relación entre filosofía y enseñanza. Considera que es
lo concreto. Lo inenseñable que la filosofía introduce en una relación problemática, por un lado; mientras que por
la enseñanza es precisamente esa aspiración a lo concre- otro es evidente, puesto que la mayoría de los que hacen
to, a lo total, que convierte su proceder discursivo en filosofía hoy están en las Facultades de Filosofía, o son
una amenaza permanente —cuando es sinceramente filo- profesores de Instimto en la rama de filosofía. Así pare-
sófico, no simple disfraz de alguna abstracción científica ce que se crea una relación comunicativa entre filósofo y
vendida como filosofía— contra el funcionamiento acadé- enseñante de filosofía que no es tan obvia. Descartes no
mico. Tal aspiración a lo concreto se ve burlada siempre fué profesor de filosofía ni lo fué Spinoza - p o r citar dos
por las recaídas en la finitud, en la imitación, en lo abs- grandes ejemplos tan sólo— lo cual abundaría en la pro-
tracto: puede ser una exigencia, pero nunca alcanza a ser blemática de esa relación que se nos presenta hoy en día
un logro... Irónico y paradójico destino del filósofo, so- como una ecuación casi fatal. En segundó lugar tenemos
ñar con la omnicomprensiva simplicidad de lo concreto y el problema de la frustración. De alguna manera todo es-
verse obligado a aumentar permanentemente la comple- tudiante de filosofía es un frustrado y todo profesor de
jidad de las infinitas abstracciones en que nos debatimos. filosofía también lo es, por lo menos la experiencia así
Y, sin embargo, la filosofía tiene un restdtado negativo me lo indica...
pero liberador: disuelve el pretendido «todo» que encie-
rra cada abstracción e impide que nos identifiquemos de- Prescindo en mi análisis de quienes sólo vienen a
finitivamente con algo limitado que se presente como nuestras Facultades para obtener un título. Los verdade-
absoluto. N o alcanza lo concreto, pero denuncia las insu- ramente interesados por la filosofía suelen venir movidos
ficiencias de lo abstracto; reclama incompatibilidad con por tres intereses particulares: en un caso interés, diga-
cualquier reduccionismo con lo instrumental, teórico o mos teorético, para conseguir algún tipo de conocimiento
práctico... en sentido fuerte. Globalmente la frustración les lleva al
cabo de poco tiempo a desplazarse hacia la ciencia positi-
Finalmente Savater se pregunta ¿Qué es, después de va o hacia la lógica formal. La lógica formal es el instru-
este largo y circular recorrido, lo que buscábamos cuan- mento de consolación más usual de estos frustrados.
do hablábamos de enseñar lo inenseñable?. Y responde, Luego están los que vienen llevados de una especie de
citando literalmente a Klossowski, «Enseñar lo inenseña- apetito estético vital, es decir de una confusa, entusiasta
ble es admitir que toda actitud pedagógica o científica, e informe ansia de intimar con el Ser. Estos se ven tam-
como también todo comportamiento curativo (psiquiatría bién rápidamente frustrados. De alguna manera acaban
o psicoanálisis) no son menos estructuras del pathos que pensando que la palabra filosofía mata la vida y que por
los modos de expresión del arte. Este fué siempre expe- lo tanto hay que matar la palabra filosofía y en ese senti-
rimentado como una mirada embarazosa sobre toda otra do se desplazan hacia lo que es la vida —que también le
forma de actuar sobre toda otra forma de contacto con gustaría a uno saber lo que es, desde luego... ya que, por
lo real; y admitir que las ciencias fabrican a su vez simu- desgracia para todos, nuestra vida privada, es una vida

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totalmente privada de vida... Por último —para el profe- como artistas, como literatos, como políticos, hacen
sor Muñoz— están los «que vienen con intereses políti- filosofía cuando abandonan la mera o pura posibilidad de
cos inmediatistas, es decir los que vienen empuñando la cuestionar su campo. Como también el llamado hombre
metralleta simbólica. Verdaderamente estos quedan común hace filosofía lo sepa o no. O sea en la medida
mucho más frustrados todavía y entonces su tópico con- que se puede decir que todos somos filósofos, por reco-
solador es el discurso de lo autorrecurrente sobre la ger el aforismo de Gramsci. De una manera ya más tecni-
lucha de clases en la teoría y la oposición entre materia- ficada, más gremialista, podríamos decir que estadefiíii-
lismo e idealismo de la contradicción en la que están in- ción podemos réformularla en base a dos supuestos! De
sertos. Es otro instrumento consolador del que también acuerdo con el primero no hay un saber filosófico sus-
conviene tomar nota. En cuanto a nosotros, los profeso- tantivo superior a los saberes positivos. Esto debe que-
res, nos encontramos en la terrible situación esquizofré- dar claro para todo estudiante de filosofía. Empero los
nica —en la que debe estar, por ejemplo, Fernando Sava- sistemas filosóficos —sea el aristotélico-tomista o el
ter— enseñando lo inenseñable, y además, en la Univer- hegeliano para citar dos grandes e ilustres ejemplos—
sidad a Distancia (risas) o bien en la contradicción en la con pseudoteorías, contrucciones al servicio de motiva-
que puede vivir un profesor que se toma un poco en ciones no teoréticas insusceptibles de contrastación cien-
serio su trabajo, y a la vista del terrible vacío creado por tífica. Es decir indemostrables e irrefutables y edificadas
el oscurantismo medievalizante del franquismo, intenta mediante un modelo propio de los esquemas de inferen-
de alguna manera poner al día el ámbito inmediato de su cia formal. Dicho esto hay que decir que estos sistemas
tarea. El desbordamiento a que se ve sometido enseguida tienen un valor notable desde otros puntos de vista
es como para acabar con las energías más duras». como el estético... Estos sistemas han intentado además
fundamentar de manera absoluta las condiciones de
Después de fundamentar con mucha más amplitud, nuestro conocimiennto, y de nuestra acción, y han inten-
que la transcripción parcial que hemos realizado, ese tado también en cerrar la totalidad del Cosmos: es decir.
marco general, el profesor Muñoz anunció que iba a Dios, el Mundo y el Hombre, en una retícula de concep-
entrar en el fondo del problema de la relación enseñan- tos. Precisamente ese intento, evidentemente fallido, se
za-filosofía y que ello le obligaría a realizar una reflexión ha resuelto en esas afirmaciones sistemáticas sobre el Ser
metafilosófica. «Lo cual siento mucho —agregó— porque y el Sumo Ser que antes definíamos como puramente
la metafllcsofía es uno de los órganos de concentración pseudoteóricas. Como segundo supuesto creo que ha
de nuestro masoquismo más refinado. Siempre estamos existido siempre una reflexión acerca de los fundamen-
reflexionando sobre ¿Qué es la filosofía.'' que parece que tos, los métodos y las perspectivas del saber teórico, del
no es nada... produciéndose crisis de conciencia sucesi- preteórico y de la práctica de la creación. Que esta refle-
vas, etc., etc. Pero este afán metafilosófico que lo tene- xión pueda llamarse filosófica, en uno de los sentidos
mos todos, tanto los filósofos profesionales como los tradicionales del término filosofía, es obvio y también lo
filósofos que niegan su condición como Agustín García es su naturaleza metateórica. Evidentemente en el ámbi-
Calvo, por ejemplo, según se vio ayer claramente, y que to de nuestras Facultades la concepción dominante no es
están muy exacerbados en los últimos tiempos. Aquí esta sino, por el contrario otra, según la cual el filósofo
habría que exponer una serie de textos que voy a dar (y aquí si que vale la distinción entre filósofo militante
por supuestos. Desde el célebre opúsculo de Sacristán y filósofo . académico que se recordaba ayer) es el titu-
«Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores» lar de ese supuesto saber filosófico sustantivo superior a
hasta el libro de Gustavo Bueno sobre «El papel de la los saberes positivos».
filosofía en el conjunto del saber», pasando por «La filo-
sofía tachada» de Fernando Savater, e incluyendo el tra-
bajo cuya lectura recomiendo a todos y no por dar coba Seguidamente, después de explicar la génesis y desa-
a Javier (se refiere a J. Muguerza presente en el Aula) rrollo de esta concepción, que, calificaba de oscurantista
sino porque el título encaja perfectamente en lo que y aberrante, expone los retoques novedosos que ha su-
estoy diciendo, se llama precisamente «De inconsolatio- frido para poder seguir siendo hegemónica en nuestras
ne philosophie» y está en el Diccionario de Quintanilla Facultades y que se limitan a algunas adiciones, mecáni-
(1). Todo esto —está exacerbación de la reflexión meta- camente yuxtapuestas, de «filosofía de la ciencia» y «fi-
filosófica— indica que, evidentemente, las contradiccio- losofía del lenguaje». Para Jacobo Muñoz esta concep-
nes que estoy apuntando se sienten con particular fuerza ción, que constituye la sustancia de la organización aca-
en estos últimos tiempos. En todo caso diré inmediata- démica de nuestros Departamentos de Filosofía, no
mente lo que entiendo . por filosofía y haré una refle- puede ser considerada como políticamente aséptica. Se-
xión sobre la posibilidad de su enseñanza general y en gún el profesor Muñoz, «es obvio para todos que du-
nuestras Facultades en particular». rante muchos siglos esta concepción ha tenido una fun-
cionalidad política; servir al Poder. Para ello ha tenido
una función legitimadora en el plano ideológico. La cons-
Y, pasando a" realizar la tarea enunciada, el profesor trucción de la visión occidental del mundo, la raiz teo-
Muñor prosiguió: «A un nivel puramente coloquial yo céntrica que es la nuestra, ha sido el lugar de la reconci-
pienso que la filosofía es lo que hacen (se autodenomi- liación de una sociedad eminentemente antagónica... Así,
nen filósofos o no) quienes operan critico-reflexivamente pues nuestras Facultades tan institucionalizadas tienen
en un espectro muy amplio que media entre la ciencia por base un doble fraude, un doble sofisma: 1° porque
en sentido estricto y la literatura o el arte en sentido no éste supuesto saber a un mismo tiempo transempírico y
menos estricto. Teniendo en cuenta que tanto científicos real, es pseudoconocimiento. 2° Porque éste ha tenido
una función cultural, social y política: ser expresión
refleja, subhmación y resolución ideológica de las caren-
(I) «Diccionario de Filosofía Contemporánea». Dirigido por Miguel A. Quintanilla. Editorial
SIGÚEME. Salamanca, 1976 págs. 162 y sig. cias y servidumbres de la sociedad. Sin embargo, en los

EL BASILISCO 103
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

últimos tiempos es evidente también que la organización estudio del marxismo aunque también piensa que los
de la hegemonía ideológica en el Capitalismo tardío no partidos políticos irán alentando cauces más específicos,
pasa ya por la filosofía, ni por las visiones del mundo, como el Instituto Gramsci de Roma, y que ello rebajará
sino por medios muy distintos. Esta es una de las raíces un poco la importancia de la universidad en ese sentido.
de la degradación de nuestras Facultades voluntariamente Entrando más de lleno en cuestiones filosóficas afirma
buscada. Nuestras Facultades y en general las de Huma- que evidentemente el marxismo no es una filosofía sino
nidades, han dejado de ser funcionales para el sistema una antifílosofía, no es una ideología sino una anti-ideo-
capitalista. Es mucho más funcional la televisión, por logía, y no es una visión del mundo. El marxismo no es
ejemplo, y todo lo que se significa con ese término. Por un sistema sino una síntesis siempre revisable, siempre
otra parte esas Facultades se han convertido en centros precaria, no absoluta, de análisis económico, análisis polí-
de producción de antagonismos ideológicos. Se da en tico y análisis social y programación político-revoluciona-
Occidente una situación paradójica de la que los que nos ria. Por lo tanto convertir el marxismo en un sistema a
dedicamos a la filosofía debemos ser conscientes: un lo Materialismo Histórico y Materialismo Dialéctico, invir-
reforzamiento creciente de los mecanismos de poder, tiendo el sistema teológico de Hegel y poniendo la
una mercantilización total, una universalización de la ley palabra «Materia» donde Hegel pone la palabra «Idea»
de la. mercancía, o por decirlo con lenguaje de Fernando es rendir un homenaje superfluo al verdadero
del Val, «sino de mi mismo Señor» y una hegemonía fundamento del sistema hegeliano que es esa razón
cultural de las izquierdas. Esa hegemonía coexiste en cuyos dos dobles son, como dije antes, o el Capital ó
Europa con el Señor, con mayúscula, cada día más asen- Dios. Como comprenderéis el marxismo así concebido
tado en su sillón. Por eso Jacobo Muñoz propuso refle- poco tiene que ver con los planes de estudio y cosas de
xionar, en él marco de la anterior paradoja, acerca de si ese tipo. Bien todo esto es materia disputable y discuti-
el mismo pensamiento negativo, o determinado ble, evidentemente, y yo me limito a dejarlo apuntado...»
pensamiento negativo, no sería la última astucia de la
Razón o del Capital que es el otro doble del Trabajo, o Por último suscita los problemas que origina, tanto
de Dios que es el otro doble de la Razón. en el marxismo como en la Escuela de Frankfurt, la
crítica y la negación. Distingue entre la crítica a todo lo
A continuación, tras de analizar el desplazamiento establecido que, desde fundamentos clasistas, realiza el
que se está efectuando de la Filosofía sustantiva a las marxismo, de la frankfurtiana «Teoría crítica de la socie-
filosofías de la ciencia, del Arte, de la biología, etc., y de dad». La segunda en su evolución, sobre todo el último
estudiar el proceso de modernización de los planes de Horkheimer, ante la supuesta derrota definitiva del
estudio, se centra en el plan de la Universidad de Cons- proyecto revolucionario, tiende a sustituir el programa y
tanza que es paradigmática por estar muy dominada por proyecto político concreto por la nostalgia de la sociedad
una concepción metacientífica de la filosofía. Como con- perfecta a la que denomina «todo otro» y que luego, en
secuencia se muestra partidario de abrir totalmente la última instancia, llama Dios. Según Jacobo Muñoz, «es
optatividad y de la pluridisciplinariedad de los Departa- posible que la superación y escamoteo del sujeto revolu-
mentos. Asimismo matiza su posición, señalando que, cionario, a que llega Horkheimer, pueda tener
con ello, se podría evitar que los licenciados en filosofía fundamento. Es decir que él (J. Muñoz) -hipotéticamen-
fuesen licenciados en nada, como sucede hoy. Habría te— admite la posibilidad de que eso haya ocurrido. O
igualmente que crear, dentro de la mayor optatividad, sea que la era de las revoluciones haya terminado y el
distintas órbitas de especialización. Así se podría ofrecer, Capitalismo haya vencido. También es posible que no.
según las respectivas preferencias, verdaderas especiali- Pero en cualquier caso, desde esa conciencia de triunfo
zaciones en Historia de la Filosofía, Filosofía de la definitivo del Capitalismo, no queda otra cosa que la
Ciencia y Lógica, Etica y ciencias sociales, etc. De esa remisión a la nostalgia, a la crisis sin programa».
forma, después de un par de cursos comunes, habría tres
subespecialidades en esto que llamaríamos todavía dis-
ciplinas u ocupaciones de carácter filosófico. Por lo En otro plano, el profesor Muñoz no quiso eludir el
menos esto podría reducir algunas de las frustraciones de problema del profesionalismo filosófico. Según él, se
los estudiantes, no todas. opte por la solución que se opte, por el tipo de planes
de estudio g\ie se adopte, la actividad filosófica siempre
exigirá una cierta especialización. En consecuencia, quiso
Finalmente, cambiando de tema, el profesor Muñoz acabar leyendo un fragmento del texto de Sacristán que
advierte que es posible que algunos congresistas echen sobre el tema expuso en su trabajo «Sobre el lugar de la
en falta la ausencia en su intervención de alusiones a la filosofía en los estudios superiores», «para que de alguna
lucha de clases, a la luéha ideológica, a la relación entre manera hacer que el profesor Sacristán, que quería estar
marxismo y Universidad. Le parece que es una relación entre nosotros y no ha podido estar por razones familia-
extremadamente mediana. Es decir, evidentemente, la res, esté presente en este Congreso:
Historia de la filosofía es un lugar donde se han desarro-
llado luchas de clases a nivel de teoría, etc^,etCj^pero,__si «Nada permite pensar que la vocación filosófica sea
se absolutiza excesivamente se cae en el sociologismo en todos los hombres cultos tan poderosa como para
no dando respuestas a nada sino un conjunto de sofis- imponerles él esfuerzo reflexivo de la investigación de
mas. Sin duda que todo historiador de la filosofía, que fundamentos metodológicos y genéticos y de las perspec-
quiera actuar con una concepción debidamente actualiza- tivas gnoseológicas y sociales de su conocimento posi-
da, debe de tomar deL Materialismo Histórico una idea tivo. Se puede coincidir con Gramsci en que todos los
regulativa, pero sin absolutizar ni creer que es una solu- hombres son filósofos, capaces de repensamiento (por así
ción global a todos sus problemas. Considera también decirlo), de pensar autocríticamente y de consolidar por
que la Universidad puede ser un marco idóneo para el conciencia analítica las relaciones entre su conocer y su

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hacer. Pero de eso no se deduce que en todos los no se puede hablar de materialismo en general. Con esta
hombres esa capacidad esté dispuesta a cargar con el observación del tenaz congresista que constituye Paco
esfuerzo de instrumentalización intelectual que requiere Tauste finalizó el coloquio. Quizás por que se había
su ejercicio más allá de los terrenos abarcables por el hecho tarde y el Aula debía ser ocupada por el
sentido común. Esta suposición vale tanto para los Seminario de Juan Aranzadi. Empero también se daban
estudiantes cuanto para los profesores: no puede otras razones. Sin duda — aunque explicable, por causas
suponerse, como base de la reorganización de la presen- materiales— había sido un error fusionar dos seminarios
cia de la filosofía en las Facultades universitarias, que tan heterogéneos como los constituidos por F. Savater y
todos los profesores y todos los estudiantes de todas las J. Muñoz, restando así posibilidades de que la discusión
especialidades sean aficionados a mirar de cerca las raíces de las respectivas ponencias fuese mínimamente
filosóficas del conocer. Esa falsa suposición podría llevar coherente. Además con ello se duplicó el tiempo de
fácilmente a una nueva solución falsa del problema: por exposición en una Sala sobrecargada de público durante
ejemplo a la práctica de introducir en los programas de una tarde calurosa de primavera mediterránea. Como
cualquier disciplina unos temas de filosofía de la ciencia, consecuencia muchos congresistas tuvimos que permane-
más o menos concretamente adaptados a la especialidad cer de pie y sumergidos en una atmósfera casi asfixiante.
de que se tratara, y que, al quedar en manos de un En este clima, tan poco favorable para el diálogo, no le
profesor sin aficiones filosóficas, reprodujeran, ahora ya fué posible a Savater lograr el impacto que el año ante-
en el seno de las asignaturas mismas, la escisión tradi- rior obtuvo en Cádiz con su ponencia «La revocación de
cional entre enunciados filosóficos supuestamente sustan- la Historia», y no porque su ponencia actual careciese
tivos y enunciados positivos de real sustancia, pero sin de interés o, su exposición, fuese menos brillante. Pero
interna conexión con aquellos otros». este año resultó, en parte, eclipsado por el resplandor de
Jacobo Muñoz. Dimanante más que de su perfeccionis-
En el coloquio, conjunto de las ponencias de los m o formal del interés intrínseco de las diversas facetas
profesores Savater y J. Muñoz, interviene primero Pilar de su temática. ¡Lástima que tampoco las condiciones
Palop, profesora de la Universidad de Oviedo. Asume fuesen óptimas para una discusión profunda de la misma!
con brillantez la. tarea de explicar —sintetizándolas por Ello hubiese requerido condiciones ambientales muy
razón de tiempo— las concepciones filosóficas de Gusta- distintas y por eso fuimos muchos los que nos abstuvi-
vo Bueno. En consecuencia matiza debidamente las dis- mos de intervenir en el coloquio.
tintas acepciones del materialismo propias del materia-
lismo dialéctico, del mecanicista y de «Los ensayos mate-
rialistas» de G. Bueno. Igualmente critica el cinismo de
Jacobo Muñoz que relativiza sus posiciones políticas SEMINARIO DE JUAN ARANZADI
haciendo que sus actitudes puedan ser intercambiadas ar-
bitrariamente. A su vez le parece sintomático que Sava-
ter haya hecho de portavoz de Klossowski. dada la clara
significación de éste en el pensamiento occidental.
Inicialmente previsto para la mañana de la segunda
jornada fué relegado, por un malentendido, a cerrar ésta
Le replica. Jacobo Muñoz manifestando que asume el inmediatamente después del de Savater-Muñoz. Su título
cinismo en función de su actitud desesperanzada. Esa era sugerente: «Briznas de antipedagogía espelaica en
desesperanza no es caprichosa sino que se inspira en un Juan de Mairena». Sin embargo, tuvo muy poco público,
análisis realista de los fenómenos político-sociales pues este se hallaba muy fatigado después de la sesión
contemporáneos. Fundamentalmente su pesimismo se marathoniana del Seminario anterior. Comenzó por una
basa en el grado casi total de integración de los trabaja- presentación autobiográfica en la que, con toda claridad,
dores anglosajones y alemanes en el sistema neocapitalis- se definió como no profesional de la filosofía ni de la
ta. Empero no pretende generalizar el fenómeno y pedagogía filosófica. En consecuencia se situó explícita-
admite que en los países latinos no se ha alcanzado, ni mente en la línea de oposición a la «filosofía como pro-
mucho menos, ese grado de integración. ducto». Su muy amplia disertación se centró en los
aspectos escépticos de Juan de Mairena, apócrifo de
Por su parte Fernando Savater interviene también Antonio Machado —y, en contraposición con el otro
tratando de establecer las distancias debidas entre su apócrifo machadiano Abel Martín— cuya radicalidad
posición y la de Jacobo Muñoz. A su juicio, éste último como incrédulo y antipedagogo es escasamente estudia-
cae en el pesimismo como consecuencia de su posición da en nuestro país. El hilo de las vicisitudes y preocu-
desesperanzada. Por el contrario él rechaza toda actitud paciones teórico-filosófícas machadianas y su entronque
cínica ya que se goza de su posición. Rechaza igualmente o sus rupturas con pensadores como Platón, Kant y
que se le pretenda adscribir al campo del idealismo, Leibnitz constituyeron el abstruso núcleo de la primera
pues este tipo de adscripción no delimita al otro en el mitad de la lectura de Aranzadi. No debe olvidarse que
campo del lenguaje. Admite, en contraposición, que se Machado aspiraba a una restauración del platonismo y
ha centrado en Klossowski ya que su pensamiento filosó- que para él Leibnitz eera el filósofo del porvenir.
fico le parece de lo más relevante en el establecimiento
de la debida conexión entre filosofía y enseñanza .
En la segunda parte de la exposición pasó a primer
Finalmente Francisco Tauste expresa su total discon- plano Juan de Mairena quien -según Aranzadi- trató
formidad con las definiciones de materialismo enunciadas de reducir toda tesis a creencia y efectuó luego una di-
por Jacobo Muñoz y puntualiza que hay varios sección de los impulsos latentes en toda forma de creen-
materialismos —como hay varios marxismos- por lo que cia. Para el famoso apócrifo machadiano el más peligroso

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enemigo de la verdad es la fe, «el rígido mecanismo del Oviedo y autora de una interesantísima tesis doctoral so-
sLo el.np». Pero «la única verdad no es otra que la con- bre el pensamiento de Piaget de próxima publicación,
ciencia de la ausencia de verdad». En consecuencia, «si tuvo una destacada participación en el Congreso a través
todo son creencias y no hay creencias más verdaderas de sus numerosas y acertadas intervenciones en muy di-
que otras, tanto da decir que ninguna es verdadera como versos debates. Es también veterana en estas lides, pues
que todas lo son: lo único falso sería la pretensión de en el XI Congreso (Madrid, Septiembre de 1974) ya
una verdad absoluta, la aspiración a cualquier idea de había dirigido un Seminario sobre la teoría del cierre ca-
monopolio de la verdad». Rizando el rizó del escepticis- tegorial. En esta ocasión su ponencia figuraba, errónea-
mo, Mairena ve un exceso de confianza en el «sólo se mente, en el Programa con el título de «la enseñanza de
que no se nada» socrático y por eso matiza: «Cuando la filosofía en la filosofía helénica». En realidad el título
pienso que la verdad no existe, pienso además que pu- auténtico, que le hubiese correspondido, era el de «El fi-
diera existir precisamente por haber pensado lo contra- lósofo y el sofista: la enseñanza de la filosofía a través
rio,, puesto que no hay razón suficiente para que sea ver- del «Protagoras» de Platón». Es decir, un tema que coin-
dad lo que yo pienso, aunque tampoco demasiado para cidía plenamente con el general del Congreso. En conse-
qtie deje de serlo. «La postura de Mairena —según Aran- cuencia P. Palop trató inicialmente de disipar las dudas
:$iídi— se revela no como un afán de negarlo todo, sino que el título pudiera suscitar en cuanto a la actualidad
como el único medio dé defender algunas cosas y, como del tratamiento del tema señalando que... «Aquellos que,
tal, es más fuente.de regocijo que de melancolía». N o es por el momento, abriguen el temor de que un diálogo
un cansino estar de vuelta de todo, sino un alegre ir a platónico constituya un alimento ya demasiado rancio
todas partes sin pretender anclarnos en ninguna. Esta vi- para nuestros intereses actuales podrán, sin embargo,
talista posición deambuladora la sintetizó así al ponente: comprobar enseguida que el temor es infundado. Con
«Cada filósofo relata su poema, cada poeta expone su una terminología diferente y con distinto vestuario,
metafísica, las ficciones se suceden en un mundo que ha pero con el mismo espíritu discutidor, los filósofos del
expulsado la verdad, en un mundo cuya v e r d ^ consiste siglo IV antes de J.C. en la Grecia democrática de Pén-
.en la inagotable sucesión de sombras y apareceres». eles, discutían y debatían casi las mismas cuestiones y
Gomo conclusión observa Juan Aranzadi que su tocayo con parecidos argumentos y argucias que éstas cuya
Mairena era consciente de que el intento de su hermano actualidad nos incita a nosotros a discutir, es decir: la
íAbel Martín de elevar las ideas platónicas, sacándonos de cuestión de si la filosofía es semejante o diferente de
la caverna, nos proyecta al campo solar con riesgo de ser las ciencias, si es una actividad teórica o práctica, si es
esclavizados por el Sol. Éste es el resultado de toda pe- un saber mundano o académico, etc».
dagogía helíaca. Empero, tampoco, y por similares razo-
nes, contrapuestas, puede existir una pedagogía espelaica.
T^e ahí la función antipedagógica del elemento espelaico
tal y como se configura en Juan de Mairena». Con esa finalidad, la profesora P. Palop realiza una
muy operativa síntesis del argumento del «Protagoras»
de Platón a fin de disponer del material filosófico nece-
El autor de estas notas es el único que interviene en
sario con el que comentar después las implicaciones que
el coloquio. Le pregimta a Aranzadi como, aquí y ahora,
se deducen en relación al tema central del Congreso. En
jpodrían hacerse operativas «esas briznas de antipedago-
una primera y aguda observación la ponente señala que...
/gía espelaica» para resolver los problemas didácticos que
«Dando el mito por respuesta a las observaciones de Só-
han constituido el tema formal de Congreso. Juan Aran-
crates, Protagoras explícita una concepción de la s'abidu-
zadi responde que la única posibilidad de operatividad
ría y, principalmente, de la virtud, enteramente diferente
estribaría en dejar a los discentes en estado de total es-
a la socrática. El sofista ve, por lo pronto, en la sabiduría
pontaneidad para que puedan aprender de la comunica-
política un don de los dioses, del que nos da noticia el
ción con sus semejantes y sin que eri esta comunicación se
mito. Ese don exige, con todo, el hacerse efectivo con
introduzca ningima norma, sistema, situación de autori-
auxilio de la enseñanza, al igual que todas las artes de los
dad, etc. que reproduzca los esquemas tradicionales de
humanos necesitan transmitirse de generación en genera-
dominación. También replica a Laso el periodista J.A.
ción. Sócrates, k piensa, por e! contrario, como una sabi-
Ugalde, amigo personal de Juan Aranzadi y su compa-
duría, no sobreañadida, sino consustancial a la vida del hom-
ñero en la elaboración semanal de la página literaria del
bre, que es un animal de ciudad. Se trata, pues, en su con-
diario Pueblo, con cuya reseña en ese periódico hemos
cepto, de una sabiduría mundana, que todos los hombres
completado nuestras propias notas de la conferencia de
poseen y que no procede de la enseñanza. Dicha ense-
su colaborador. Al parecer J.A. Ugalde se sorprendió de
ñanza sería, por consiguiente, supérflua, no añadiendo
la posible crítica subyacente que pudiera contener la pre-
nada al conocimiento de la virtud y no pudiendo asegu-
gunta de Laso ya que, a su juicio, «1^ ponencia de Aran-
rar, para el estudiante de la sabiduría, una ventaja res-
zadi había sido lo mejor del Congreso».
pecto a sus ciudadanos en el desempeño de las tareas po-
líticas».

Según todas las apariencias, la actitud de Sócrates


es, en este punto, enteramente negativa y demoledora.
SEMINARIO DE PILAR PALOP ¿Acaso no es más constructivo y conveniente asumir que
todos los hombres pueden y deben aprender el ejercicio
de la justicia de acuerdo con el deseo de los dioses?
¿Acaso no es más plausible suponer que la sabiduría po-
La profesora Filar Palop, adjunto de Gustavo Bueno lítica debe ser enseñada, pues es un arte de Hermes y no
en el Departamento de Filosofía de la Universidad de un don de la naturaleza?.

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N o hay, empero, que olvidar que Sócrates ha nega- Para Pilar Palop, es precisamente Protágoras, el so-
do, también, que la virtud sea un don de la naturaleza o fista, quien personifica un concepto «comme il faut» de
de la herencia. Los padres sabios como Pericles o Temís- la sabiduría filosófica: como un oficio específico, gremial
tocles no necesariamente tienen hijos sabios, porque la («académico diríamos nosotros»), de gran importancia
sabiduría no la engendra la herencia, aunque tampoco la política, encaminado a la edificación de las virtudes civi-
educación. Ahora bien, si no es en virtud de la herencia les y perfectamente enseñable y útil. En cambio Sócrates
que Sócrates niega la eficacia de la pedagoría ¿cual es la — el filósofo— defiende la alternativa contraria según la
razón por la cuál la sabiduría no puede ser enseñada.''. cual la filosofía sería un saber inespecífico, mundano,
Pues bien: porque Sócrates descree de la visión monolí- primordialmente gnóstico, además de contradictorio,
tica y armónica que Protágoras tiene la virtud sapien- inenseñable e ineficaz. Sócrates y Protágoras le parecen
cial. Difícilmente podría enseñarse la sabiduría de la por ello personificar una serie de dicotomías que el desa-
virtud —trata Sócrates de mostrar con su incansable dia- rrollo de la filosofía ha hecho clásica. Seguidamente la
léctica— cuando ella misma no es algo único y simple, profesora Palop analiza con agudeza las diversas implica-
sino algo complejo y contradictorio. Existen múltiples ciones de la posición socrática. Así, en primer lugar, el
virtudes y algunas son compatibles con algunas otras, pe- problema de si la filosofía puede ser concebida como
ro no todas con todas ni ninguna con ninguna. La justi- una profesión determinada. Realmente Sócrates se resis-
cia, el valoi:, la templanza o la piedad están enlazadas te a reconocer en la filosofía una profesión como las otras.
entre sí, pero no siempre y en todos los hombres. Y a En su concepto los artesanos o expertos en otros oficios
veces se excluyen o contraponen. También entre las vir- poseen una técnica original que no poseen los demás
tudes los enlaces son, como entre las ideas, vínculos de ciudadanos y que los dignifica frente a los profanos. Pero
Symploké, de éntretejimiento dialéctico. En definitiva la filosofía no requiere un conocimiento especial, sino
- s e g ú n la interpretación que P. Palop realiza del pensa- que está al alcance de todos los hombres y de todos los
miento socrático— la virtud es múltiple y cambiante, oficios: «arquitectos, herreros, curtidores, comerciantes,
complicada y contradictoria y su posesión nunca es defi- marinos, ricos y pobres, nobles y gentes del vulgo», enu-
nitiva, como no lo es nunca, tampoco, la de la sabiduría mera Sócrates.
que enjgendra la virtud. Y es que, para Sócrates, ese arte
de la medida en que consiste la sabiduría moral trabaja
con cantidades cuya magnitud sólo puede comprobarse En,ese sentido la poneante observa una coincidencia
ex post facto, cuando la elección se ha consumado ya, ocu- entre la: actitud de Sócrates y la concepción que en sus
rre que dicha sabiduría en modo alguno garantiza la bea- trabajos Itriantiene Gustavo Bueno. Según esta interpre-
titud, y sólo consiste —para quienes aspiran a poseerla, tación las ideas filosóficas no serían el resultado de la es-
para los aficionados, para los filósofos- en un perpetuo peculación del sabio; serían, más bien, la huella del
intento y que siempre ha de renovarse. pensamiento impresa en los distintos campos del trabajo
humano y que constituyen esferas que la actividad cien-
tífica, técnica y política va categorizando y en las cuales
la racionalidad del hombre va depositándose como reali-
Según la profesora Palop, todas estas consideracio- zación. Las ideas filosóficas constituirían, de acuerdo con
nes hacen, en definitiva, dudosa, a los ojos de Sócrates, estos-supuestos, un conjunto de, fuerzas espirituales que
la utilidad de la Sabiduría y de su enseñanza. Así lo de- la propia actividad humana iría decantando u «objetivan-
clara expresamente en el último parlamento del Cármi- do». El reconocimiento de que las ideas filosóficas no
des: «A pesar de nuestra actitud complaciente y bené- son nada sustantivo significa, así, aceptar que, genética-
vola, nuestra discusión, en lugar de llevarnos a la verdad, mente cuando menos, dichas ideas no son invención de
se ha burlado de ella de tal forma que esta sabiduría, de- un pensador inspirado, sino algo que el filósofo se limita
finida así a fuerza de concesiones y compromisos, hemos a recoger, analizando las propias categorías donde las
de declarar insolentemente, forzados por el razonamien- ideas se encuentran «realizadas», y en donde, además,
to, que no sirve para nada». En esta fase de su ponencia esas Ideas se van renovando y configurando, en la misma
— y como primera conclusión— la profesora Palop expo- medida en que la realidad histórico-cultural de nuestro
ne la sorpresa que le causó el estudio del Protágoras. Ella mundo cambia y se configura.
había pensado siempre en Sócrates como el genuino ar-
quetipo del filósofo, como el preclaro y sobrio defensor Desde esta perspectiva, se nos explícita que la filo-
de la filosofía apolínea y como el primer sabio que inten- sofía no es un saber misterioso o arcano, que trate de te-
tó definir esa actividad que, desde esa época se denomi- mas insólitos o de cuestiones desconocidas. Ocurre,
na «filosofía». «Lo que he hallado —señala— contradice más bien, todo lo contrario: la filosofía trabaja conceptos
esa imagen previa. Es Protágoras - e l sofista- y no Só- que todo el mundo posee e Ideas con las que los hom-
crates —el filósofo— quien ofrece, acaso una visión algo bres operan a diario. En esto se diferencia la filosofía de
más confortable de la filosofía. Porque Sócrates comien- la religión o de la mitología. En filosofía no hay «revela-
za, según todas las apariencias, por negar la especificidad ción» reservada a unos pocos hombres privilegiados, no
del oficio de filósofo; lo reduce a un saber mundano y hay sacerdotes ni profetas, no hay dogma. Por eso tam-
común que todos los hombres poseen y ninguno poco hay, propiamente, enseñanza: hay sólo dialéctica:
— tampoco el sofista— puede arrogarse como especiali- discusión.
dad. Considera, además, que no debe confundirse con la
política. Niega, por consiguiente, la utilidad civil de la La actitud de Sócrates, que acabamos de analizar,
filosofía y aduce que con ella no se consigue la virtud. — señala P. Palop— nos remite a otra diferencia frente a
Finalmente, expresa su convicción de que la sabiduría no Protágoras: este último, como se recordará, presenta la
puede ser enseñada y de que es, por tanto, un quehacer filosofía como un oficio o habilidad particular, respecto a
superfluo y fútil. la cual cabe erigirse en maestro. Sócrates, por el contra-

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rio, la concibe como un saber mundano y común del que crates podrá sonar, más que nunca inaceptable y escanda-
no cabe ser maestro ni hacer una especialidad. N o pare- losa. N o obstante, la tesis socrática es, pese a las aparien-
ce excesivo ni impertinente —agrega— asociar a Protágo- cias, la más coherente con el materialismo, la más crítica
ras y a Sócrates con esas dos concepciones que Kant aso- frente al idealismo y la más auténticamente dialéctica. Es
ció designando como concepto escolástico y concepto cósmicola más auténticamente dialéctica y materialista porque es,
de la filosofía y que Gustavo Bueno tradujo como filo- también, la más pluralista. El monismo y el pluralismo
sofía mundana (filosofía en sentido mundano) Y filosofía enfrentan también a Protágoras y Sócrates como mode-
académica. los o paradigmas de esas dos actitudes que han contribuí-
do siempre a caracterizar el «dulce manicomio» —en
Finalmente la profesora ovetense abordó un último palabras de Ortega— de la filosofía de todos Tos tiempos.
tipo de oposición que Protágoras y Sócrates personifican;
la oposición entre, la filosofía espieculativa y la filosofía La fase de coloquio se abrió con una intervención
práctica, o bien —utilizando una terminología de Gusta- del congresista que había presentado, extra-oficialmente,
vo Bueno— entre la filosofía gnóstica y filosofía política- la concepción cenetista de la enseñanza. Matizó que esta-
mente implantada. Sócrates entendía más bien que la fi- ba de acuerdo con la ponencia en lo fundamental y que,
losofía se orientaba a un autoconocimiento —el «conóce- en consecuencia, sólo pretendía precisar algunos puntos
te a ti mismo», como resumen y lema del ideal griego de sugerentes. Por ejemplo, el hecho, que había creído
la Sofrosyne— aunque dicho autoconocimiento no condu- advertir a lo largo de la exposición, de que se postulase
cía a ningún saber positivo, sino únicamente negativo: al que toda filoábfía descansa en una ética y que, por con-
«sólo sé que no sé nada». Pero un saber negativo difícil- siguiente, la ética constituía el transfondo de toda filoso-
mente puede alentar la acción o la praxis: a lo sumo pue- fía. Deseaba manifestar su posición en el sentido de con-
de alentar o inspirar la abstención o la inhibición. A la siderar que si toda la filosofía sólo podía conducir a in-
luz de estos supuestos la filosofía socrática se configura certidumbres era porque no es posible una ciencia de la
como una filosofía gnóstica, que sólo entiende poder as- moral ya que ésta depende de la subjetividad de cada
pirar a la reforma del entendimiento, pero no directa- cual. Le responde Pilar Palop admitiendo que, en efecto,
mente a la transformación de la ciudad. la ética subyace a toda preocupación filosófica, pero, de-
bía precisarse que si no cabía hacer una ciencia de la
moral no era porque la moral fuese subjetiva, como en
Consecuentemente con ello la obligación moral del cierto modo afirma el cristianismo, ya que la moral tiene
sabio radicaría en la búsqueda de la verdad (o de las ver- un origen objetivo que se nos impone desde fuera.
dades), porque la verdad se impondría al pensamiento Como decía Sócrates, frente a Protágoras, la virtud no es
como una obligación de naturaleza moral. Pero en esa una y simple, sino múltiple y contradictoria lo que impli-
búsqueda de la verdad se' agotarían todas las consecuen- ca que las diferentes virtudes se contraponen entre sí. Un
cias morales de la obligación del sabio. No obstante caso clai-o de la contradicción en que se mueve la moral
-^observa con certera cautela filosófica Pilar Palop— ésta lo puede proporcionar el propio ideario anarquista que
interpretación no deja de admitir réplicas, puesto que considera, por ejemplo, que para la consecución de la Li-
existen fuertes argumentos para sostener que Sócrates bertad —que constituye el bien supremo— hay que tratar
mantenía el convencimiento práctico de los efectos mo- de volver a las comunidades naturales que no están adul-
rales de la sabiduría y obraba en consecuencia tratando teradas por las relaciones de poder. El hecho es, sin em-
de educar a los ciudadanos de Atenas. Lo cierto es, sin bargo, que el hombre es tanto más libre cuanto más cos-
embargo, que en su polémica con Protágoras, Sócrates mopolita, por cuanto las posibilidades de elección y de
pone en duda qué él filósofo pueda enseñar el arte del desarrollo humano son tanto más grandes cuanto mayor
buen gobierno. número de opciones, trabajo, educación, contactos per-
sonales, lecturas, etc. le ofrezca la propia sociedad.
A la luz de las convicciones actuales —reflexiona la
profesora Palop— la actitud de Protágoras aparece como Ahora bien, en las pequeñas comunidades son muy re-
la más progresista y la más deseable: el filósofo, median- ducidas este tipo de opciones. De ello deduce Pilar
te una acción pedagógica, puede educar («concienciar») a Palop que la consecución de la Libertad, como ideal, no
los ciudadanos y de este modo, transformar la ciudad. La puede soslayar ese tipo de opciones. Es decir, la exis-
posición de Sócrates, por el contrario, cae directamente tencia de caminos contradictorios para buscarla y conse-
bajo el anatema de XI tesis de Marx, sobre Feuerbach, guirla. Y esa contradicción existiría frente a cualquier
puesto que, según el ideario socrático, el filósofo sólo otra opción moral.
puede aspirar a conocer, no a cambiar el mundo. Y, sin
embargo, la postura de Sócrates es perfectamente cohe- Por último intervinieron los profesores Javier Mu-
rente con esa otra afirmación de Marx según la cud «no guerza y Pep Cals'amiglia. Ambos valoraron el interés de
es la conciencia la que determina el ser, sino el ser el la ponencia y subrayaron —una vez más— los aspectos
que determina la conciencia». Sócrates cree que es la ciu- contradictorios y paradójicos de la actividad filosófica y
dad la que conforma la conciencia del ciudadano y no la con- la necesidad que todo investigador tiene de partir sobre
ciencia del ciudadano la que configura la ciudad. Por eso se la base del reconocimiento de los límites de su propio
muestra escéptico respecto a los efectos políticos de la saber.
educación filosófica, a pesar de que, en la práctica la in-
tenta ejercer, en todo caso. Desgraciadamente no disponemos de espacio para
reseñar con la debida amplitud otras sesiones del Con-
Y, sin embargo, finaliza Pilar Palop, «Hoy que pro- greso: la presentación de los programas de la enseñanza
lifera el convencimiento de que es posible una «práctica de las diversas ramas dedicadas a esta actividad de las
teórica» y una filosofía de la praxis la afirmación de Só- centrales sindicales; el Seminario conjunto de José María

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Ripalda y Agustín Santos sobre «Crítica y alternativa de PRACTICA. LENGUAJE Y DESEO. PROBLEMAS
los planes de estudio»; el de Rafael Argullol sobre «La ACTUALES DEL ESTADO. EL PODER. ESTÉTICA Y
situación estudiantil italiana»; el que acerca de «La ense- CONOCIMIENTO. FILOSOFÍA UNIVERSAL Y FI-
ñanza de la Historia de la filosofía» organizó el col.lectiu LOSOFÍA DE CLASE. BASE TEÓRICA DE LOS MO-
d'estudis de la Universidad de Valencia. De todos ellos y VIMIENTOS DE MASAS. Después de una fase inicial
de otras circunstancias del Congreso me ocuparé debida- de unificación de temas similares, y de una votación ele-
mente en un trabajo más extenso que espero publicar, minatoria inicial en la que quedan en cabeza POESÍA Y
como libro, en un próximo futuro. VERDAD y EL PODER, en la votación final el tema EL
PODER —propuesto por Javier Muguerza- resultó ele-
gido por una diferencia de 20 votos. Se pasa después a la
elección de vicepresidente. Como candidatos se presen-
tan los profesores Celia Amorós, Julio Carabaña y Anto-
LA SESIÓN DE CLAUSURA nio Pérez y, después de una competida votación en dos
vueltas, resulta elegida Celia Amorós también por una
diferencia de una veintena de votos.

A las once de la mañana del 6 de Abril tuvo lugar la Finalmente se abordó el tema del comunicado que
prevista Asamblea conjunta de congresistas destinada a la habitualmente ha venido emitiendo el Congreso el día
elección del Vicepresidente, sede del próximo Congreso de su clausura. Para ello se otorgaron poderes al Comité
y tema del mismo. Se comenzó la sesión por la elección organizador, a fin de que lo redactase sobre la base de
de la sede. Inicialmente se habían formulado las pro- los siguientes principios:
puestas de Euzkadi (sin precisar localidad) y Burgos. A la
propuesta de Euzkadi se opusieron dos congresistas gui- —Protestar por las limitaciones todavía subsistentes
puzcoanos por considerarla inoportuna. N o fueron más a las libertades de expresión y enseñanza.
explícitos, aunque en conversaciones particulares expre-
saron su creencia de que la eventual realización del Con- —Expresar el apoyo al Congreso a la legalización de
greso en Euzkadi sería 'considerada por el pueblo vasco
todos los partidos políticos y organizaciones sindicales.
como una manifestación de imperialismo cultural españo-
lista. Para deshacer equívocos intervinimos, en nuestra
—^Expresar el apoyo al Congreso al derecho de to-
función presidencial, matizando que, el proponer Euzka-
di, como sede del próximo Congreso, no supone intro- dos los pueblos a la autodeterminación.
misión en sus problemas políticos ni ningún intento de
imperialismo cultural sino, en todo caso, un homenaje al —^Apoyar la lucha de la mujer por su emancipación.
pueblo vasco por su notoria contribución a la lucha ge-
neral por las libertades democráticas. Sin embargo, como —^Apoyar a los que se esfuerzan por obtener la
los congresistas guipuzcoanos continuaban impertérritos amnistía total.
en el mantenimiento de su criterio, interviene el profe-
sor José Rodríguez, de Bilbao, proponiendo la elección —Afirmar que es necesario que la izquierda y los
de la capital vizcaína como sede. Razona que así se podría movimientos populares de todo el Estado Español se
contar con un buen apoyo del rectorado de su Universi- unan frente a una posible consolidación de un bloque
dad ya que sus funciones son desempeñadas por el pro- continuista. Este último punto de la unidad de la izquier-
fesor demócrata D. Ramón Martín Mateo. A continua- da suscitó un amplio debate. Inicialmente se planteó
ción tiene lugar un diálogo surrealista entre los congre- como una declaración abstracta y platónica sobre la nece-
sistas guipuzcoanos y el profesor Rodríguez en el que los sidad de que el Congreso se pronunciase por la unidad
primeros parecen negar újiplícitamente a este su condi- de la izquierda. Ello originó algunas intervenciones como
ción de vasco, a pesar de sus casi veinte años de trabajo las de Savater, Lourdes Ortiz, Javier Sadaba, Tomás
en Bilbao y de su notoria contribución a la lucha por la Pollán, José María Laso, etc., en las que, desde distintas
libertad de Euzkadi. También intervienen Fernando Sa- perspectivas y con diversas matizaciones se sustentó el
vater y Javier Muguerza con el propósito de aclarar que criterio de _que el Congreso no podía pronunciarse abs-
aún siendo decididos partidarios de elegir Euzkadi,. tractamente por la unidad de la izquierda. Seguidamente
como sede del Congreso, temen que —a juzgar por el se produjeron las intervenciones de Francisco Tauste y,
clima de esta discusión inicial— ello pueda originar fric- en bloque, las de algunos congresistas procedentes de la
ciones y problemas. Teniendo en cuenta esas manifesta- Universidad Complutense que producían la impresión de
ciones, y con la finalidad de salir del «impasse», Pilar preconizar que el pronunciamiento fuese por la unidad
Palop propuso Gijón como solución alternativa. N o electoral de la izquierda. Finalmente Agustín Santos y
prospera, sin embargo, debido a la reciente celebración otros congresistas afines a su posición se manifestaron
en Oviedo del XII Congreso y convenir una mayor di- contra una instrumentalización partidista, en un sentido
versificación geográfica. En consecuencia se procede a la electoral, de la unidad de la izquierda: Como conclusión
votación y es designada Burgos como sede del próximo final hubo coincidencia en la necesidad de concretar la
Congreso casi por unanimidad. adhesión del Congreso a una unidad específica de la iz-
quierda basada en la defensa de los demás pronuncia-
mientos del documento. Así pudo lograrse la unanimidad
La elección de tema se presentó inicialmente muy de los congresistas tras una ardua discusión que no se
diversificada ya que fueron propuestas sucesivamente: mantuvo siempre al nivel de racionalidad que correspon-
MATERIALISMO. POESÍA Y VERDAD. FILOSOFÍA día esperar de la condición general de los participantes.
Y DESEO. FILOSOFÍA Y REVOLUCIÓN. TEORÍA Y Empero tampoco puede considerarse que el esfuerzo

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

resultase baldío, pues así pudo precisarse mejor el docu- organizador de los célebres simposiums sobre el pensa-
mento cuyo texto transcribimos a continuación: miento de Popper y Henri Lefebvre.

DECLARACIÓN DEL XIV CONGRESO ACERCA DE LA UNILATERALIDAD


DE FILÓSOFOS JÓVENES DE ALGUNAS RESEÑAS

El XIV Congreso de Filósofos Jóvenes, reunido en Por considerarlo ilustrativo, nos permitimos repro-
Barcelona del 3 al 6 de Abril de 1977, en su sesión de ducir lo que en ese sentido publicábamos en nuestro tra-
clausura decidió hacer pública la siguiente declaración: bajo titulado «El XIV Congreso de Filósofos Jóvenes»
que apareció en el N ° 20 de SISTEMA:
1. El Congreso manifiesta su preocupación por las
graves limitaciones que constata en nuestro país con res- Los Congresos de Filósofos Jóvenes no han sido
pecto a las libertades de expresión en el ejercicio de la muy afortunados en su reflejo informativo. En general,
enseñanza, fenómeno que, de rechazo, actúa como obs- las informaciones y reseñas sobre su desarrollo han sido
táculo y restricción de la calidad de la misma, a la vez escasos, fragmentarios y unilaterales. Quizás debido a
que dificulta el derecho de los trabajadores de la en- que sus organizadores, contrariamente a lo que sucede
señanza a defender sus intereses. con otros Congresos similares, no se han preocupado
seriamente de cultivar sus relaciones con la prensa y pu-
2. El XIV Congreso, consciente de que su reunión blicaciones culturales. Sin hablar de las revistas filosófi-
tenía lugar en vísperas de la «quincena de las nacionali- cas especializadas que, habitualmente, desprecian cuanto
dades» propuesta por los organismos unitarios de la opo- transcienda de la mera rutina académica. Este año no ha
sición democrática, no puede menos de expresar resuel- constituido excepción en esta tónica ya consagrada. Co-
tamente su firme convicción acerca del derecho a la menzó «El País» con una reseña de Alfons Quinta sobre
autodeterminación de todos los pueblos de España y, en la sesión de clausura. Su titular «Marxistas y libertarios
esta ocasión, muy especialmente, el de las nacionalidades polemizan en torno a la filosofía» parecía más propio de
históricas que componen el Estado español. .Asimismo el una publicación sensacionalista que producto de la acre-
Congreso quiere dejar constancia de su apoyo a la lucha ditada ponderación del joven diario madrileño. Por otra
por la amnistía total de los luchadores antifranquistas, y parte, tal titular, no pasaba de constituir un tópico mani-
exige la legalización de todos los partidos y organizacio- do que en nada se ajustaba al desarrollo de los debates
nes sindicales sin excepción alguna. del Congreso. Ni de la mesa redonda inicial, ni de los
coloquios de los distintos Seminarios o Asamblea con-
3. En la medida en que hay un buen fundamento junta final, puede afirmarse, con un fundamento serio,
para suponer que todas estas exigencias democráticas se que «su principal característica fueran las polémicas
verán frustradas de resultar fortalecida —o de no resultar entre marxistas y libertarios» como reiteradamente ase-
seriamente debilitada— la derecha política una vez con-, vera Alfons Quinta. Tal aseveración constituye más bien
sumado el actual proceso de descomposición del fran- una burda caricatura de un prolongado debate caracteri-
quismo, el XIV Congreso de Filósofos Jóvenes decide zado, sobre todo, por la amplísima diversificación de las
asimismo hacer una llamada a la unidad de los movi- posiciones filosóficas y políticas sustentadas. Estamos
mientos populares, organismos y partidos de la izquier- convencidos de que no sólo no se produjo ese mani-
da». queismo —más propio de un «western» que de un Con-
greso de filosofía- sino que todo induce a suponer que
Una ver perfiladas las líneas generales del documen- fueron mucho más frecuentes las polémicas internas en
to transcripto se levantó la sesión, dando por clausurado el seno de cada corriente ideológica. En general, las posi-
el Congreso. ciones no fueron monolíticas y así pudieron producirse,
con frecuencia, coincidencias, sobre determinados temas,
entre pensadores situados en los antípodas del espectro
Las perspectivas del XV Congreso —a realizar en filosófico y discrepancias, acerca de otras temáticas, con
Burgos durante la Semana Santa de 1978— se presentan los que se hallaban más próximos. Tampoco cabe afirmar
muy interesantes. La temática elegida —El poder— es de seriamente —como lo hace el corresponsal de «El
una gran actualidad y se la puede considerar, académica- País»— «que prácticamente todas las corrientes presentes
mente, fronteriza entre la ciencia política y la filosofía en el Congreso —quizá con la excepción de Gustavo
del derecho. Tiene asimismo una incidencia directa sobre Bueno— rechazaron la filosofía como actividad académi-
ella el debate que acerca del carácter del Estado se está ca y superior, marginada de la vida cotidiana y práctica».
realizando en los últimos tiempos, a escala internacional, Aunque, desde las distintas perspectivas de esas corrien-
desde la perspectiva metodológica del materialismo his- tes, habría que matizar mucho esa caricatura de su con-
tórico. Es también de esperar una eficiente organización cepción (o no concepción) de la filosofía «como activi^
del Congreso, pues el profesor J. Luis Martin Santos, dad académica y superior», en todo caso, nunca podría
que pasa automáticamente a la Presidencia, asume igual- contraponerse la posible excepción de Gustavo Bueno.
mente el nombramiento de un Secretariado local auxi- Como es bien conocido, en los diversos medios filosófi-
liar. Como se recordará, el profesor Martin Santos es ya cos, el catedrático ovetense compatibiliza perfectamente
veterano en estas lides, pues en su día fue un eficaz

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la debida valoración de la filosofía académica con el gran das por los congresistas durante las vacaciones de Sema-
papel que atribuye a la filosofía mundana. Como, en otro na Santa.
plano, compatibiliza la filosofía de implantación gnóstica
con la filosofía políticamente implantada.
Problemas distintos plantea la reseña de Fernando
Ahora bien, otros errores de bulto que Alfons Savater titulada «Mucho mangante» (5) que complementa
Quinta comete en su reseña, sobre los temas propuestos, — como subtítulo o aforismo de entrada— con un irónico
adscripción ideológica de los proponentes, etc., —que «¿Quiere ser eternamente joven.'*». Hágase filósofo o es-
han dado lugar a las correspondientes rectificaciones de trella de -varietés». ¡Desconcertante Savater! Produce la
Javier Muguerza y Fernando Savater— inducen racional- impresión de que en él se da una personalidad dicotómi-
emente a suponer que sus informaciones sobre el Congre- ca; su participación en los Congresos de filósofos jóve-
so son, al menos, de tercera mano. N o es ese el caso de nes no puede ser más positiva. Asiduo asistente, solida-
J. A. Ugalde, enviado especial del diario «Pueblo», que rio con los compañeros, entusiasta colaborador en cuan-
asistió personalmente a las diversas sesiones y publicó tas tareas o trámites sean necesarios para asegurar su
posteriormente una amplia reseña en «Pueblo Literario» realización, elegante y racional polemista y respetuoso de
(3). Se trata de un trabajo serio y casi exhaustivo para toda discrepancia, genuino defensor de una actividad fi-
los límites espaciales permisibles en ese tipo de publica- losófica específica, etc. Por el contrario, su artículo «Los
ciones. Únicamente se le puede reprochar la unilaterali- filósofos y sus complejos» —reseña del XIII Congreso—,
dad en que incurre. Sin dudar de su honestidad subjetiva y el que ha dedicado al Congreso de Barcelona, parecen
cabe constatar la utilización en su análisis de dos hare- producto de una segunda personalidad que se gozase ha-
mos muy distintos. Uno casi ditirámbico, para ensalzar a ciendo de joven inconoclasta para un público fácil a cos-
Juan Aranzadi, Gómez de Liaño, Fernando Savater y ta de sus compañeros y de la actitud que él mismo man-
A. García Calvo, muy afines a J. A. Ugalde por razones tiene en dichos Congresos. Sería deseable una mayor
de compañerismo profesional, amistad, y afinidad filosó- coherencia entre ambas personalidades en beneficio de la
fico-literaria, y otro, sin duda desorbitado, que le lleva, filosofía (sin mayúsculas). Aunque posiblemente sea pe-
casi sin excepción,'a un fuerte criticismo acerca de los dir demasiado ya que, como muy bien apuntó Jacobo
demás ponentes y a una caracterización general del Con- Muñoz en su ponencia, la raíz de esa personalidad dico-
greso falta totalmente de objetividad. Admitimos, sin tómica debe radicar ...«en la terrible situación esquizo-
dudarlo, que no es fácil alcanzar la ecuanimidad necesa- frénica en la que debe estar, por ejemplo, Fernando Sa-
ria para soslayar el subjetivismo —en el que forzosamen- vater enseñando lo inenseñable y, además, en la Univer-
te habremos también incurrido en mayor o menor gra- sidad a Distancia».
do— pero también consideramos que conviene intentarlo
con mayor empeño que el que, en este caso, ha puesto Sin duda, la reseña más objetiva —entre las que han
el excelente periodista que firma J. A. Ugalde. Uegado a nuestro conocimiento— es la que con el título
«La autocontemplación filosófica ha publicado la revista
Algo semejante podría decirse del artículo que con el «El viejo topo» (6). N o obstante adolece de un cierto
título «Entre la realidad y el deseo» ha publicado en esquematismo, derivado de un intento casi utópico de
«Triunfo» José Jiménez (4). Más ponderado que el de caracterizar los rasgos esenciales del Congreso en un par
J. A. Ugalde en su apoyo al sector que, genéricamente, de páginas. También de un cierto distanciamiento iróni-
podríamos calificar de «garciacalvista» incurre, sin co, deliberadamente buscado, que, aunque de efectos
embargo, en notoria injusticia con su crítica desmesurada catárticos evidentes, ofrece el talón de Aquiles de que
a los organizadores. La realidad es que el Secretariado, sus autores fueron sujetos muy activos en la preparación
constituido por el col.lectiu critica, se esforzó con gran del Congreso. Asimismo resulta un poco fuerte efectuar
entrega en superar técnicamente las dificultades que en la crítica de los «notables» de la filosofía acusándoles,
la organización del Congreso se fueron sucesivamente con permiso de Savater, de practicar la gigantomaquia
suscitando. Los fallos —que, sin duda, los hubo— no les — «en un filosofar de conceptos con mayúscula»— ha-
son achacables. La Mesa redonda de las centrales sindi- biendo participado en la organización de la Mesa Redon-
cales resultó incompleta —como ya señalamos oportuna- da inicial. En todo caso sería la propia concepción de la
mente— por causas atribuibles a terceras personas inter- Mesa Redonda de «notables» la que habría que discutir.
mediarias o a desinterés de las propias ramas de la en- Y, muy probablemente, para llegar a la conclusión de
señanza de algunas de dichas centrales. Las modificacio- que, gracias a su realización, el XIV Congreso ha consti-
nes en el orden de las intervenciones anunciadas fueron tuido ese hito memorable que señalábamos al iniciar
forzadas por cambios de actitud de los ponentes en fun- estas extensas notas. (7).
ción de contrapuestos intereses, y no existió esa supuesta
mala cobertura de los alojamientos. Se resolvió con satis-
facción general, lo que estaba al alcance del congresista
medio y si no pudo lograrse el mismo resultado respecto
a alojamientos baratos se debió solo al aristocraticismo (5) Revista '-Cuadernos para el diálogo- N " de Ih de Abril de 19"". PÍÍ^S. 60 y 61.
clasista de los estudiantes de algunos Colegios Mayores (6) Jordi Guiu y Antonni Munné-, -La autocontemplación íliosótica- (A propósito del XIV
Cüi:í;reso de Filósofos JtJvenes) Revista -El viejo topo- N " 8 Mayo de 19"". Pá.i^s. 21 y 11.
que no accedieron a que sus habitaciones fuesen utiliza-
C) Los inismos autores -Jordi Guiu y Antoni M u n n é - publican, bajo el título -Déla íilosií-
fía académica a Ja filosofía mundana», en el ntjmero 2 de la Revista ARGUMENTOS (Junio de
1977), una reseña mucho más matizada. ¡JLástima que cometan el error de bulto fácilmente
evitable de haber recurrido a fuentes más directas— de dar por realizado en la Universidad de
La Laguna el XI Congreso! Como es público y notorio la presión de elementos reaccionarios
sobre el Cabildo insular frustró la insularidad del Congreso y éste hubo de celebrarse, final-
(3) Diario «Pueblo- de 15 ele Abril de I9~". Págs. i 5 y sig. mente, en eJ Colegio Mayor «Isabel de España» de Madrid (Septiembre 1974). Sobre esta
reseña y la publicada en el diario «Informaciones» nos ocuparemos más extensamente en el
(4) Revista .•Triunlb- N " "44, de .50 de Abnl de 19"'. Vif, M. libro que, sobre la historia de los Congresos de Filósofos Jóvenes, estamos preparando.

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INFORMACIÓN SOBRE LA PRÓXIMA


CELEBRACIÓN DEL
XV CONGRESO DE FILÓSOFOS JÓVENES
J.M.L.
Oviedo

1 XV Congreso de Filósofos Jóvenes se


celebrará en Burgos del 26 al 29 de Mar-
zo próximos. Actuarán de Presidente y
Vicepresidente los profesores, J. Luis
•Martín Santos y Celia Amorós, respecti-
vamente, ayudados por un Secre;tariado :
Local auxiliar. El tema central del Congreso será El poder,
elegido en la sesión de clausura del Congreso de Barce-
lona a propuesta del profesor Javier Muguerza. Está pre-
vista la participación de interesantes personalidades ex-
tranjeras:

• Nicos Poulantzas (autor, entre 'otras, de la muy


leída, y discutida, obra «Poder político y clases
sociales en el Estado capitalista»).

• Michel Foucault (participante frente a Noam


Chomsky en un célebre debate ante la televisión
holandesa sobre «La naturaleza humana ¿Justicia o
poder?," publicada en 1976 en los «Cuadernos
Teorema»).

• Claude Lefort (del equipo de la revista «Esprit»).

• Biagió De Giovanni (del Instituto Gramsci, de


Roma. Intervino en el reciente Congreso Interna-
cional gramsciano de Florencia con una ponencia
. titulada «crisi orgánica e Stato in Gramsci»).

Por parte española, de momento, tenemos sólo co-


nocimiento de que están previstas las siguientes ponen-
cias:

• Ramón García Cotarelo, «La disolución del poder


como fin de la revolución».

• Bernardo Fernández, «Notas acerca de la concep-


tualización de un poder político».

• José María Laso Prieto, «Perspectiva actual de la


concepción del poder en el pensamiento de
Gramsci».

Esperamos que en las próximas semanas se conozcan


más datos sobre otros participantes españoles, ya que
existe una creciente expectación por la importancia que
este año va a revestir el Congreso de Filósofos Jóvenes.

Sin que figure como ponentes tenemos también


noticia de que los profesores Emilio Lledó y Gustavo
Bueno tienen pi-evista la asistencia al Congreso.

U2 EL BASILISCO
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CRITICA DE LIBROS

DISCIPLINARIDAD
VERSUS SISTEMATISMO
EN TOULMIN
ALBERTO HIDALGO TUNON
Oviedo

a postura que Stephen Toulmin exhibe en su primera confirmación en la «forma» misma, en que
su última obra epistemológica, La com- Toulmin ha llevado a cabo sus desarrollos conceptuales.
prensión humana, es sin duda, la «herede- Dificilmente un autor puede alcanzar tan altas cotas de
ra legítima» de la que desde 1953, al me- coherencia sistemática entre su teoría y su praxis in actu
nos, viene manteniendo en Filosofía de la exercito.
Ciencia (1). En verdad, la simple apela-
ción de este argumento wittegensteiniano (2) permite Y sin embargo, in actu signato ningún teórico de la
justificar, dentro del depurado neo-darwinismo que aho- ciencia postpopperiano (incluyendo a Feyerabend) se ha
ra utiliza como esquema de interpretación, todas las va- esforzado tanto como Toulmin por abolir de su ámbito
riaciones innovadoras que se añaden a su concepción, sin los estigmas residuales del «formalismo», a saber, las
que por ello se resquebraje fundamentalmente su unidad nociones de «forma» y «validez», sustituyéndolas por las
y su continuidad. Lejos de aseverar que el agregado o más operativas, biológicamente hablando, de «adapta-
«población» de conceptos que articulan su modelo evo- ción» y «exigencia ecológica». Quizá sea este remanente
lucionista haya surgido de una ruptura epistemológica, de contradicciones, que descubrimos entre el plano del
de una mutación repentina o de una «deleznable» revo- ejercicio y el de la representación, la manifestación más
lución kuhniana, admitimos que se trata naturalmente profunda de que no se puede buscar una «mediación»
del producto final, (aunque no definitivo) de una severa analítica entre dos términos contradictorios, llámese «ab-
selección autocontextual, que ha regulado el ritmo y las solutismo» y «relativismo» o más matizadamente «aprio-
tasas de cambio en su programa de investigación. De rismo» y «empirismo», por el expeditivo procedimiento
esta manera resulta que el más mordaz de los develado- de salirse del contexto en que se plantea la oposición. Si
res del «culto a la sistematicidad» rinde un soterrado ho- nos parece que cualquier mediación efectiva que se plan-
menaje a la coherencia, al «adaptar» implícitamente su tee debe adoptar una formulación dialéctica, no es por
propia práctica teórica tanto a las «exigencias» ecológicas un capricho de escuela, ni por una deformación ideológi-
de la epistemología como al modelo evolucionista que él ca profesional, sino más bien porque reconocemos que la
mismo habilita explhitamente para explicar el proceso del propia materialidad de los términos nos impone «por
cambio conceptual. De esta manera —insisto— la «vali- encima de nuestras voluntades» la real existencia de la
dez» o «verdad» de sus procedimientos explicativos halla contradicción, aún cuando ésta sólo se represente for-
malmente. Que en el caso de Toulmin el reconocimiento
(1) Título original: Hamafi Vndcrstariding. Princenton University Press, Í972. Nuestro comen- de lo que niega {i.e. la importancia del razonamiento for-
tario se refiere a la versión castellana del Vol. I: El uso cokclito y la evolución de los conceptos. mal en las empresas humanas racionales) se ejecuta mal-
Alianza Universidad, Madrid, 1977 por Néstor Míguez. A ella se refieren las citas de
página consignadas entre paréntesis. La obra que aludimos como punto de partida de su gre lui, se patentiza más aún cuando en repetidas ocasio-
original posición «instrumentalista» es su The Philosophy of Science. Hutchinson's University
Library, Londres, 1953 (hay vers. cast. de J J . Castro en Mirasol, Buenos Aires, 1964). nes (p.p. 28, 42, 143... 480) manifiesta su creencia de
que las quinientas páginas de su volumen constituyen la
(2} Toulmin se deleita en repetir como argumento definitivo para justificar la unidad y conti- primera parte de un único argumento global destinado a
nuidad de una disciplina (¿y por qué no la identidad?) la respuesta de Wittgenstein a sus
criterios: «Mis argumentos tai vez no sean filosóficos' por ninguna definición anterior de salvar la «racionalidad» humana de los peligros que le
la palabra, pero son los 'herederos legítimos de lo que antes se conocía como filosofi'a»
(cfer. pp. 156, 247, etc.).
acechan, si se sigue identificando con la «logicidad».

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Pero esta apreciación crítica inicial no obsta para Kuhn, quien trata el cambio conceptual en base a una
que, acto seguido, le reconozcamos méritos sin cuento. distinción entre fases históricas de dos tipos contrapues-
Así, cuando reiteradamente denuncia la inoperancia de tos, los períodos de ciencia normal, relativamente esta-
las reflexiones filosófica y epistemológica, confinada en bles y cristalizados en torno a un «paradigma», y los de
los estrechos límites de la filosofía formal y desconectada ciencia revolucionaria, cuya intensa movilidad acarrea
de los «procedimientos científicos e históricos por los inevitablemente cambios paradigmáticos. Pero mientras
que se amplía nuestro conocimiento» (p. 28) su diagnós- frente a Kuhn ejecuta un brillante e implacable despiece
tico toca carne viva. Toulmin atribuye el deterioro de la de las «ilusiones revolucionarias» en la misma línea de
situación actual al mantenimiento artificial y meramente su artículo «Does the Distinction between Normal and
especulativo de los planteamientos y axiomas de la tradi- Revolutionary Science Hold Water?» (3), sus críticas al
ción intelectual del siglo XVII (pp. 29-46) y postula «uniformismo», en cambio, no parecen arrojar mucha
consecuentemente, en la línea de los periodos más fecun- luz sobre la tradición intelectual implicada. Es cierto que,
dos del pasado —(Grecia y los inicios de la Edad Moder- en otro contexto, recrimina la creencia en el progreso
na)—, la confección de un «nuevo autorretraro epistemo- cósmicojinidireccional, que unió bajo la misma bandera a
lógico» de carácter constructivista «dentro del armazón pensadores tan diferentes como Hegel, Lamarck, Comte,
lógico» de carácter constructiva «dentro del armazón Spencer y Marx, tachándola de «teológica y providen-
proporcionado por las más recientes convicciones cientí- cialista» ( pp. 328. ss), pero justamente por eso el con-
ficas del s. X X sobre el hombre, la historia, las ideas y la cepto de «uniformismo» carece de verdadero contenido
naturaleza» (p. 40), retrato que a la fuerza será «más his- conceptual y el dilema planteado se desvela a la larga
tórico, más empírico y más pragmático» (p. 12), sin como un «polilema», más bien, si se nos permite la ex-
abandonar por ello el espíritu de la duda metódica como presión. N o obstante, en descargo de Toulmin, sugeri-
crisol de la racionalidad, jurando en este empeño ser mos que lo que realmente pone de manifiesto es un tri-
«plus cartesiens que Descartes méme» (p. 45). Pero este lema, en el que «uniformismo» úgmíic's. .«monismo», el
punto de vista «imparciál» desde el cual-pueda ejercitar- «rupturismo catastrofista» estaría confeccionado sobre la
se el juicio racional, cuya búsqueda constituye el nervio base de un «dualismo», en tanto que «la lección histo-
de la investigación toulmiana, ya no puede otorgársenos riográfica de Darwin», • que nuestro aplicado
en términos lógicos abstractos como supone la «tenden- evolucionista quiere enseñarnos, apelaría a un pluralis-
cia platónica» desde Descartes hasta Frege y el análisis mo, como única instancia que hace inteligible «el cam-
formal contemporáneo (p. 68). El relativismo, a su vez, bio histórico dentro de una profesión científica» (p.
aunque reconoce la variabilidad cultural y el cambio, no 283).
ofrece una alternativa real, al menos en la versión expli-
citada por Collingwood (pp. 87, ss.), precisamente por- La primera tesis del patrón general de explicación
que ubica la racionalidad también en un sistema idealiza- histórica implícito en la zoología evolucionista, que Toul-
do y abstracto de conceptos absolutos, por respecto al min intenta aplicar a la ciencia sin incurrir en «biologis-
cuál se mide la relatividad misma. Toulmin aprovecha mo», consiste precisamente en el reconocimiento de una
este impasse, que el dilema puede suscitar en el lector, doble pluralidad: la que se da entre una serie de «disci-
para introducir ex abrupto, en un nuevo plano, la tesis plinas intelectuales» más o menos separadas (léase espe-
central de su libro, una de cuyas versiones lo encabeza cies orgánicas) y, dentro de cada una de ellas, la que pro-
como lema, a saber: que la «racionalidad» no concierne a duce la existencia de agregados o «poblaciones» de con-
las doctrinas intelectuales de un hombre o grupo parti- ceptos y teorías individuales (léase organismos) «lógica-
cular, sino «a las condiciones y la manera en que está dis- mente independientes». (Entre paréntesis, G. Bueno (4),
puesto a criticar y modificar esas doctrinas a medida que pa- en otra escala, hablaría, en cambio, de multiplicidad de
sa el tiempo. La racionalidad de una ciencia, por ejemplo, «organismos» y «células gnoseológicas» respectivamente
no está encarnada en los sistemas teóricos corrientes para no verse de este modo obligado a postular tal inde-
en ella en momentos determinados, sino en sus procedi- pendencia lógica). Brevemente expuesto^ el modelo
mientos (subrayado mío: A.H.) para llevar a cabo descu- evolucionista de Toulmin, con cuya jerga nos hemos
brimientos y cambios intelectuales» (p. 96, etiam: .15, familiarizado desde el principio, supone un mecanismo
139, 237, 276, 481, etc.). Se procede así a una evacua- dual de innovación y selección, gracias a cuya acción la
ción de los contenidos materiales de la ciencia, de modo continua emergencia de novedades intelectuales es criba-
que los desarrollos posteriores quedan hipotecados a da por la continua selección crítica que el medio ecológico
favor de este «racionalismo instrumentalista» de corte disciplinar ejerce a través de su aparato metodológico,
metodológico, cuyas virtualidades resultarán a largo pla- de manera que sólo unas pocas de esas novedades con-
zo más críticas que constructivas, más sociológicas que fi- quistan un lugar firme en la disciplina y son transmitidas
losóficas. En efecto, la estrategia ahora, una vez excluí- a la generación siguiente. Naturalmente, la variación y
dos los contextos de justificación como irrelevantes para perpetuación selectivas, es decir, el cambio y la continui-
la racionalidad, se centra naturalmente en los contextos dad conceptual explicados por este mecanismo sólo
históricos del descubrimiento y del cambio conceptual. resulta posible dentro de un «nicho» o «foro de compe-
tencia» definido, donde las variantes conceptuales pue-
Ahora bien, en este nivel histórico le parece a Toul- dan probar suerte y demostrar sus «ventajas» adaptativas
min que se plantea «un dilema similar entre una explica- (p. 150). Por añadidura este esquema permite a Toulmin
ción uniformista, que supone el valor universal de un solo
conjunto de métodos racionales» (p. 144), ligada a los
nombres de Kant, Lévi-Strauss, Piaget y Chomsky, según (3) Véase la versión castellana «La distinción entre Ciencia Normal y Ciencia Revolucionaria,
. ^resiste un examen^'» de Francisco Hernán en la compilación de I. Lakatos y A. Musgra-
da a entender cuando discute los supuestos invariantes ve. Lu critica y d desarrollo dd cotwcimmito. Grijalbo, Barcelona, 1975, (pp. 1 3 . > 1 4 4 Í
del pensamiento y del lenguaje (Cap. 7°, pp. 415, ss) y
una «explicación revolucionaria», personificada por T.S. (4) Cfer. Estatuto Gnoseológico de las ciencias humanas. VoÍ.' 11, Oviedo, 1976.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

aniquilar otra dicotomía engañosamente tajante que interpreta Toulmin a/en términos de teoría de la ciencia
suele esíablecerse entre una historia de la ciencia «inter- desde la zoología darwinista. En el plano histórico, en
nalista», que se ocupa de la genealogía de los conceptos, que se mueve (y prescindiendo del vaciado de conteni-
al modo de A. Koyre, y un análisis «externalista» centra- dos materiales que es la raiz de todas las confusiones
do, bien sobre las relaciones de los descubrimientos delatadas) permite una aceptable desmitifícación de la
científicos con la tecnología, la economía industrial y la teoría de los Grandes Hombres (pp. 287, 292-96) y su
política, al modo sociológico de Boris Hessen, o bien sustitución por nociones más realistas del tipo «escuela
sobre la influencia de la personalidad psicopática del de pensamiento» y «generación de científicos». Asimis-
científico en su obra, al modo piscoanalítico de Frank mo, podemos computar a su favor la esmerada elabora-
Manuel. Ambos enfoques históricos quedarían integra- ción de un preciso concepto «cuasi-gnoseológico» de dis-
dos en un espectro continuo, en el que «las cuestiones ciplina intelectual. En efecto, una disciplina científica se
sobre los criterios de selección para juzgar las variantes nos aparece ahora como una empresa humana colectiva
conceptuales están más cerca del extremo 'interno', enfrentada a un cúmulo de problemas relacionados genea-
mientras que las cuestiones concernientes a las ocasiones lógicamente entre sí y operativamente definidos de
para la innovación científica caen más cerca del extremo acuerdo con la fórmula:
'externo'» (p. 310).

Problemas científicos = Ideales explicativos - Capacidades corrientes (pp. 162, 184)


Ahora bien, ¿hasta qué punto este armonismo conti- en la que por «ideales
nuista y lineal constituye un verdadero esquema de articu- explicativos» se entiende el conjunto de objetivos, idea-
lación y no una pura y simple yuxtaposición mecánica'^. les y ambiciones sobre los que existe consenso en una
Por más que Toulmin declare sus intenciones de articu- comunidad científica (5) y por «capacidades corrientes»
lar dialécticamente las múltiples y complejas relaciones el estado actual de desarrollo de una ciencia. Por descon-
implicadas, no nos convencerá desde el momento en que tado en los límites de esta reseña no podemos agotar la
no sólo ha renunciado a considerar los contenidos mate- infinita riqueza de matices y sutilezas de detalle con que
riales de las ciencias como intrínsecamente relevantes, Toulmin nos deleita y ni siquiera hemos mencionado la
sino que, además y en consecuencia exhibe una concep- maestría de sus relatos ad hoc sobre historia de la ciencia
ción tibia e idealista de la dialéctica cuando asegura que y la filosofía, con que ilustra sus tesis. Por ejemplo, su
ésta «reside primariamente en nuestro modo de escribir la matizada distinción entre Yorstellungen individuales o
historia, más que en los sucesos históricos sobre los percepciones y Dartellungen colectivas o demostraciones,
cuales escribimos» (p. 334). Como confirmación de que que efectúa a propósito del ambiguo concepto de «re-
nos hallamos ante una mera yuxtaposición mecánica puede presentaciones intelectuales» (pp. 199-206, 435-37),
aducirse el hecho no aclarado por Toulmin de que la di- aparte de una excelente pieza de análisis conceptual,
cotomía supuestamente superada reaparezca de continu • evidencia las innegables dotes que Toulmin posee como
en su distinción entre disciplina (historia interna intelec historiador de la filosofía y de la ciencia (6).
tual) y profesión (historia externa), a las que se aplica por
separado el modelo «populacional» darwinista en los Pese a ello, debemos preguntarnos si éstos y otros
capítulos 3° y 4°, respectivamente. Porque evidentemen- aciertos más que a la eficacia de su modelo «populacio-
te una cosa es la población de conceptos y teorías, cuya nal», por elegante y sugestivamente que nos lo presente,
variación y selección intelectual están gobrnados —pas- no deben atribuirse a la genialidad y erudicción del pro-
mémonos— por restricciones objetivas externas (p. 248) y pio Toulmin. En concreto, y volviendo sobre el concepto
otra cosa muy distinta la población de científicos profe- de disciplina, ¿no es justamente su modelo evolucionista,
sionales, cuya organización autoritaria y evolución son quien le impele al sarcasmo de poner en tela de juicio la
también analizables desde una perspectiva sociológica racionalidad de la «mecánica racional» de Newton por
externa (colegios invisibles, relaciones informales, grupos el mero hecho de que «las ideas y cálculos involucrados
de referencia, etc.). Esta versatilidad en el uso de la opo- en el uso de sus técnicas ya no son científicamente pro-
sición «interno/externo» nos hace sospechar que se blemáticos»? (pp. 197-98). ¿Cómo si no es estrechando
trata de conceptos esencialmente confusos e inoperantes demasiado las analogías entre disciplinas y especies bio-
para abordar la situación. De hecho, Toulmin usa «inter- lógicas, puede afirmarse que una disciplina que ha sido
no», tanto para designar componentes de la «subjetivi- científica y, por tanto racional, cuando se cierra, muere y
dad individual» (p. 17), como para hablar de «factores deja de ser racional.'. Si la geometría de Euclides y la
técnicos disciplinarios» (p. 227) y, a su vez, emplea- «ex-
terno» tanto para calificar a los factores sociales globales
e institucionales (p. 228) —(añádase aquí que los concep- (5) Advirtamos, de pasada, que la noción de -«ideales explicativos» no es nueva. Procede de la
tos internos son definidos «sin exageración» como micro- famosa noción «ideal de orden natural», que Toulmin íormuló en su piloíofÚJ de la Ciemia
de 1953, de un modo altamente operativo. Obsérvese qje mientras en aquella ocasii>n
instituciones, p. 175)—, cuanto a factores disciplinares de servía para explicar contenidos internos de la ciencia, como ¡os fenómenos de refracción de
la luz Icfer. el análisis de la Ley de Snell en el í'up. .>". up. til.), ahora juega un papel más
tipos tan diversos como las estrategias científicas y los histórico, externo y relativista. Tal -adapíación» a las exigencias ecológicas que el nicho de
enunciados verificables por la experiencia (p. 448, ss). competencia de la Teoría de la Ciencia impone, es perfectamente consecuente con el mo-
delo tüulmiano. Sólo que la teoría de la ciencia no es ni debe ser, ni puede una ciencia
Ciertamente este galimatías puede parecer dialéctico des- más. Para una rcelaboración intermedia dc-l concepto liiítf Ponsi^hí jnJ ljiiííir>tíiriiiin¡:_.
Hutchinson Univ. Library, Lxjndres, I96I.
de un «idealismo anfibológico», pero no puede desde un
«materialismo racionalista».
(ü) Esta faceta de historiador ha sido tenazmente cultivada por Toulmin, curiosamente casi
siempre en colaboración con otra persona. En colaboración con su esposa June Goodfield
ha escrito, por ejemplo, The Disí'otery c/Time. Londres, 1965 y -Some Aspects of Englísh
Physiology: nSO-IS'ÍÜ» Para é Journal of The Hhlurj of Biolofj. 2. 1909. Hay versión
N o todo son sombras en el modelo «populacional» castellana de La Vie/ias de Win^eitsleíii (Taurus, Madrid, 197-1) redactada en colaboración
que, por otra parte, tan pulcramente traduce, aplica e con su discípulo Alian Janik.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

mecánica de Newton son irracionales porque ya no sir- N o podemos aquí destruir de un plumazo esta labo-
ven para investigar, difícilmente lograremos evitar la riosa construcción entre otras cosas porque algunos tra-
identificación de «racionalidad» y «utilidad». El modelo mos resultan de una solidez indiscutible, pero sí sugeri-
buenista del «cierre categorial» ofrece en este punto una mos que tales tramos alcanzarían mayor potencia dentro
clara ventaja sobre el toulmiano, pues no exige tales res- de tipologías más perfectas que éstas. Por lo demás sos-
tricciones, justamente porque el «cierre» no se identifica pechamos que el carácter discursivo-analítico con ribetes
con la «muerte», sino a lo sumo, con el concepto de deductivistas de la clasificación toulmiana es meramente
«compacidad» de Toulmin. Pero esta referencia nos in- aparente. Bajo esta apariencia se esconde una mera justi-
troduce en el último tema que queríamos abordar: el de ficación pragmática ex post facto de la clasificación que de
la tipología del conocimiento, que se yergue sobre la hecho y por obra de contextos históricos mutables. (Toul-
base conceptual de la noción de disciplina y que consti- min lo admitiría sin violencia) ha resultado en el cuadro
tuye una de las piezas más sofisticadas y originales del académico institucional de Escuelas y Facultades Univer-
libro. sitarias. Si se contra-argumenta que ésto confirma su
análisis populacional, entonces vale decir que para este
viaje administrativo no hacían falta tantas alforjas teóri-
cas. Pero la consecuencia más grave para su concepción
Quizá nos ahorre espacio y ganemos inteligibilidad de la «racionalidad» es que, definitivamente, «la astucia
confeccionando un cuadro sinóptico de los lincamientos de la razón» no consiste en otra cosa que en la reitera-
principales de la tipología, que resuma el esquema implí- ción del lema hegeliano de que «todo lo real es racio-
cito en los capítulos 6° y 7° de la comprensión humana: nal».

Disciplinas Científicas Técnicas Judiciales


1) Compactas Física Electr. S. bicameral
I) Disciplinables 2) Difusas Mendelismo
3) Posibles Sociología
Ja) de cambio rápido' 4) De objetivos personales (Bellas Artes y Literatura)
Empresas ] II) No disciplinables 5) De objetivos comunales (Ingeniería)
humanas 6) De decisiones concretas (Políaca y Administración)
cognitivasl 7) Multivalentes (Etica y Filosofía)

3) De cambio lento: Invariantes del pensamiento y del lenguaje (Categorías del sentido común).
Cuadro 1°: Tipología del conocimiento.

\jdL simple inspección del Cuadro 1° nos revela que


existe una gradación entre los diversos tipos de conoci-
miento desde la más elevada «disciplina compacta» a las
más ordinarias «empresas humanas cognitivas multivalen-
tes». Este espectro, sin embargo, no encierra una valora-
ción positivista, en la que las empresas humanas no disci-
plinables fuesen despectivamente consideradas. Todo lo
contrario. Se trata de una clasificación «gnoseológica» no
sólo porque pretende ubicar la ciencia con respecto a
otros tipos de conocimiento colectivo, sino, sobre todo,
porque el criterio «disciplinar» que adopta resulta un
«genuino demarcador» de diferencias. Una disciplina
compacta, en efecto, es aquella que posee las siguientes
características conectadas entre sí: (1) Sus actividades se
organizan en tomo a ideales colectivos acotados y admiti-
dos; (2) se regulan por pautas profesionales comunes; (3)
están controladas por un aparato metodológico que posibi-
lita argumentos justificativos y genera procedimientos
para la mejora de los conceptos y técnicas utilizadas; (4)
se desarrollan dentro de foros profesionales instimcionali-
zados; y (5) provocan una continua retroalimentación
(freed-back) entre los aparatos (3) y (4) y los ideales (1),
provocándose de este modo el cambio y la adaptación
intelectual. Las disciplinas posibles son aquellas que care-
cen de alguno de los requisitos mencionados, particular-
mente del (2) o del (3), mientras las difusas suelen ade-
más carecer del requisito (1), como es el caso de las
ciencias de la conducta en la actualidad.

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UNEREUD
SIN CONTROVERSIA PILAR PALOP
Oviedo

os escritos habituales en torno a la figura ba en la Viena de su tiempo. Ni siquiera se pronuncia


de Freud nos tenían acostumbrados a la sobre si el psicoanálisis es una filosofía o una antifiloso-
polémica y a la controversia. Desde los fía, si de si es una ética —como ha sostenido Fromm
comienzos mismos del Psicoanálisis, tanto (4)— o si constituye, más bien, una «subversión de valo-
la obra como la persona de Freud queda- res» relacionada, en alguna medida, con la que Nietzsche
ron envueltas en interpretaciones extre- habría preconizado.
mas y contradictorias: ante el creador de la teoría psico-
analítica ha sido muy infrecuente la ecuanimidad. Para La versión de Goma es llana, pausada, lineal. Su li-
algunos, Freud fué una especie de genio del mal, diabóli- bro se inicia con una Cronología concisa y clara que en-
co y pervertido. Para otros, en cambio fué un verdadero marcará, desde el comienzo, el orden general de la expo-
profeta de nuestro tiempo, un genio valeroso que desen- sición. Como la vida de Freud y su obra son, en verdad,
trañó sagazmente las miserias ocultas de la moralidad indisociables, ya que Freud es, por antonomasia, el artí-
convencional. .Pocos han sido los autores capaces de fice del psicoanálisis y la gestación de la doctrina psi-
adoptar, frente a ese pensador, una actitud tranquila y coanalítica va configurando, asimismo, el itinerario vital
ponderada. de Freud, Goma ha tenido él acierto de tejer una bi-
bliografía intelectual que, siendo menos anecdótica,
pormenorizada y extensa que la de Jones (5), resulta,
El propio Freud, en la «Historia del Movimiento sin embargo, más reveladora que aquélla para penetrar
psicoanalítico» observaba con una actitud no exenta de en los contenidos de la teoría psicoanalítica.
resignación: «Habiendo reconocido hace ya mucho tiem-
p o como destino inevitable del psicoanálisis el de excitar
la contradicción y el disgusto de los hombres, me he de- Como historiador del pensamiento que es. Goma
cidido a considerarme como el único autor responsable exhibe el hábito de reexponer con pulcra fidelidad, de
de sus caracteres fundamentales» (1). saber elegir y sintetizar los datos más pertinentes y de
penetrar con empatia en el personaje que examina. Co-
mo filósofo tiende a interesarse, además, no ya sólo por
Pues bien, el rasgo más sobresaliente de la exposi-
el primer Freud, por el médico preocupado por los sín-
ción que Goma ha ofrecido de Freud es, precisamente,
tomas de sus enfermos y empeñado en encontrar vías
para bien o para mal, la ecuanimidad, el reposado juicio
para la exploración del inconsciente (los sueños, los re-
y la justa ponderación.
cuerdos, los actos fallidos, el chiste, etc.) sino también y
sobre todo por el Freud maduro, cada vez más especula-
Goma no nos presenta a Freud como un adalid de la
tivo, reflexionando día a día sobre los problemas de su
ciencia, pero tampoco como un embaucador o como un
tiempo y sobre la cultura en sus más insignes manifesta-
heredero de la magia, la hechicería y el curanderismo; no
ciones: el arte, la literatura, la religión, las ideologías, los
pone énfasis en subrayar los aspectos revolucionarios o
mitos, los movimientos de masas, la violencia tanática, el
subversivos del psicoanálisis, pero tampoco juzga a
antisemitismo o las contradicciones inherentes a la civili-
Freud al modo de quienes, como Politzer (2), han visto
zación.
en él la personificación más pura del ideólogo burgués,
individualista, subjetivista y reaccionario. Goma está le-
jos de escandalizarse, a la manera de Ludwig (3), del Dopesa, que ha sacado el libro en su colección «Co-
llamado «pansexualismo» freudiano, pero tampoco recae nocei», y uno de cuyos propósitos editoriales expresos
en el exceso de convertir a Freud en un redentor de la es el de promover una divulgación cultural de calidad,
hipocresía sexual o del puritanismo malsano que impera- encomendándola preferentemente a autores españoles,
ha tenido el acierto de poner en manos de Goma, antro-
pólogo e historiador de la filosofía, habituado - c o m o ca-
tedrático- a los menesteres de la enseñanza, esta obra
sobre Freud. El valor informativo, la claridad pedagógica
(•) FRANCESC GOMA: Freuii y ¡u obra. Colección Conocer. Editorial DOPESA, Barcelona, y la sobriedad de su prosa hacen de la obra de Goma un
1977. libro muy digno y útil. Le falta, eso sí, me parece, una
cierta dosis de pasión, siempre necesaria, y un tono algo
( D F R E U D : Autobiografú. Tr.: L. López-Ballesteros y de Torres. Madrid, Alianza, 1969, p.
105. más cálido y comprometido.

(2)Cf. Georges POLITZER: «El fin de la Psicología concreta». En: Escritos psicológicos de
Georges Poliizer, vol. 111 (José Bleger ed.). Buenos Aires; ed. Jorge Alvarez, 1966. Cf. pág. (4)Er¡ch FROMM: Etica y Psicoanálisis. México, F.C.E., 1957 (4" ed.).
2 3, por ejemplo.

(5)Ernest JONES: Vida y obra de Sigmund Freud (e vols.). T r ; Mario Carlisiíy y José Cano.
(3) Emil LUDWIG: Freud (Psicoanálisis sexual). Barcelona, Maten, 1961. Barcelona, Anagrama, 1970.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

SER
«MARXISTA-LENINISTA»,
HOY JM. FERNANDEZ CEPEDAL
Oviedo

a respuesta a la pregunta acerca del signi- poder soviético, pasando por Dos tácticas de la socialdemocra-
ficado del marxismo-leninismo, tanto más cia rusa en la revolución democrática y Materialismo y empi-
interesante cuanto en los propios partidos riocristicismo). Este desarrollo interno de la producción
marxistas («eurocomunistas») se pretende leniniana es contemplado como la transformación de una
el abandono del calificativo de «leninis- serie de tesis leninistas a lo largo de su obra, que se pro-
mo», nos obliga siempre a remitirnos a la duce en fiínción de los propios cambios de la realidad
relación existente entre el marxismo en el estado actual histórica y política, b) Los diferentes puntos de vista de
de su evolución y el sistema clásico del marxismo (Marx, Lenin respecto a determinadas tesis marxistas defendidas
Engels, y el propio Lenin). Pero esta relación general mecánicamente por los «niarxistas ortodoxos» o «marxis-
entre el marxismo clásico y el marxismo actual, que con- tas legales» frente a los cuales Lenin se presentaba como
sideramos como un transformado del primero, puede ser un heterodoxo del marxismo. Heterodoxia leninista que
iluminada mediante una segunda relación interna al pro- Fernández Buey explica igualmente acudiendo a lo que
pio sistema del marxismo clásico. Nos estamos refiriendo podríamos denominar aspecto funcional del pensamiento
a la relación existente entre los ñindadores- del marxismo marxista. Remitámosnos, por ejemplo, a la diferencia de
(Marx, Engels) por im lado, y Lenin por el otro, determi- opiniones entre el viejo Marx y el joven Lenin acerca de
nando esta relación por un conjunto de cuestiones que la posibilidad de tránsito al comunismo desde las comu-
nos permiten entender el sistema clásico del marxismo nidades pre-capitalistas (cuestión ésta donde, por otra
no como un sistema cerrado sino abierto y sujeto a «revi- parte, Lenin se acerca más al «marxismo legal» y critica
sión», puesto que esta «revisión» es interna al propio las posiciones populistas coincidentes en este caso con las
sistema, es decir, está ya presente en la «interpretación» opiniones de Marx a partir de 1880). El viejo Marx se
que Lenin hace del propio marxismo. inclinaba a pensar que el libre desarrollo de la comuna
rural en Rusia podía representar tal vez .el elemento
regenerador de la sociedad rusa y un factor importante
Nuestra tesis podría ser enunciada, por lo tanto, del
de su superioridad futura sobre los países capitalistas
siguiente modo: La «revisión» que Lenin hace de algu-
occidentales. Lenin, en cambio, mantiene la tesis de que
nos conceptos del marxismo puede ser considerada como
el mantenimiento de las comunidades rurales tradiciona-
una relación privilegiada (o dicho de otra forma, la deter-
les constituía una utopía reaccionaria fomentada por los
minación de la «sección áurea» dentro del marxismo)
terratenientes. Si es verdadera la tesis de Lenin, entonces
capaz de proyectar una luz sobre la relación entre el
se dirá que Marx se equivocó o que Lenin está «revi-
marxismo actual y el sistema clásico del marxismo. Por
sando» a Marx. Pero esta «revisión», si bien es cierta,
ello el comentario que realizaremos en las siguientes lí-
creemos que no puede ser entendida como un desmenti-
neas del libro sobre Lenin de Fernández Buey, en el que
do de las tesis marxistas, sino que el material al que se
ocupa un lugar central el cotejo de las tesis de Lenin y
refieren tanto Marx como Lenin es el que ha cambiado:
Marx, nos puede servir, igualmente, para iluminar la
«Se puede adelantar la hipótesis —afirma Fernández
relación general entre el estado actual del marxismo y el
Buey— de que, al tratar sobre el progreso técnico en la
sistema clásico (1).
agricultura y sobre la comuna rural, Marx y Lenin tenían
presentes dos realidades distintas, tan alejadas como los
2.— La obra de Fernández Buey, además de ofre- observatorios desde los cuales escribían» (2); realidades
cernos un conjunto de aspectos biográficos e históricos distintas puesto que la comuna rusa que Lenin tiene ante
sobre Lenin que amenizan su lectura, creemos que resal- sí se encuentra ya en un avanzado estado de desintegra-
ta, sobre todo, los tres problemas siguientes: a) El desa- ción, y el medio socioeconómico en el cual se mueve el
rrollo interno de la obra de Lenin (desde Quienes son los campesinado es ya el propio de una economía mercantil,
amigos del pueblo y El desarrollo del capitalismo en Rusia, c) El carácter polémico presente en toda la producción
hasta E/ estado y la revolución y has tareas inmediatas del

(ll I'. l'criuiKlcz Hui-v, OMMÍTI^IUH I ,I, «hrj. DC5I>!;SA, Barccloiui, 19" (2) Ibi

118 — • - EL BASILISCO
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leniniana, según la cual las tesis de Lenin se dibujan determinadas tesis marxistas, así como la propia transfor-
siempre en el enfrentamiento de posiciones encontradas, mación de su pensamiento en el curso de su producción,
como, por ejemplo, la polémica.y la crítica desarrollada quedan de este modo explicadas a partir de estas dos
frente a los «marxistas legales» por un lado y a los soció- proposiciones.
logos «populistas» por el otro, en Quiénes son los Amigos
del Pueblo, y en tantos otros escritores posteriores. Carác- Pero lo esencial de estas proposiciones es que no
ter polémico que no sólo se refleja en su obra sino que son un método externo que nosotros aplicamos desde
moldea su propio modo de vida, singularmente reflejado fuera para tratar de explicar los cambios históricos pro-
por Fernández Buey, cuando afirma que «la propia ducidos (tanto básicos como superestructurales), porque
Krupskaia, al tratar de resumir cómo era Lenin entonces, en este caso estaríamos haciendo puro sociologismo. Lo
lo recuerda en el II Congreso del POSDR (julio-agosto esencial de estas dos proposiciones es que ellas mismas
de 1903), célebre por las agrias polémicas que en él se se pueden considerar como la concreción del espíritu del
sucedieron, replicando a una camarada que se quejaba de marxismo, de una de las tesis fundamentales del marxis-
la atmósfera deprimente y del tono sectario de las discu- mo que podemos enunciar bajo la forma acuñada ya
siones: ¡Esto es lo que a mi me gusta! ¡Esto es la vida!» por los clásicos: «No es la conciencia de los hombres
(3). Ahora bien, el tono polémico, por todos admitido, que determina su ser, sino su ser social el que determi-
de la obra de Lenin, ¿es tan sólo un rasgo «externo» de na su conciencia». Con esta formulación el marxismo
su producción como afirma Fernández Buey? (4). O, ¿se- lleva implícita la tesis del ajuste de sus contenidos idea-
ría posible pensar la polémica no sólo como el revesti- les a los nuevos marcos materiales, lleva implícita la
miento externo del pensamiento de Lenin (en cuyo caso fórmula de propia «revisión».
tendría un significado puramente estético y literario),
sino como algo que podría estar relacionado internamen-
te con la dialéctica marxista?. La cuestión podría ser pre- En este orden de cosas es posible trazar a grandes
sentada de la siguiente manera: ¿Es posible representarse rasgos el propio desarrollo del marxismo. Lenin con su
el pensamiento dialéctico de una forma que no incluya heterodoxia, con su «revisión» de Marx, es más ortodo-
de alguna manera la polémica? A título de hipótesis (que xo y menos revisionista que el conjunto de los denomi-
no podemos confirmar aquí) me atrevería a sugerir que nados «marxistas legales» contra los que polemiza. Se
la forma polémica de la obra de Lenin (al igual que la de podría decir que el «marxismo legal» dentro del ámbito
Marx) no es meramente un rasgo externo de su pensa- del marxismo clásico significa, en cierto modo, la negación
miento, como pudiera serlo otro cualquiera, sino que del espíritu del marxismo, significa la fijación y la sustan-
podría ser considerado como el ejercicio de la propia tivación de los contenidos del marxismo. Aprovechando
dialéctica, como la dialéctica ejercitada. la distinción, ya enunciada, entre método filosófico y
método filológico, se podría decir que el «marxismo le-
3.— Aparte de la cuestión acerca del carácter polé- gal» significaría la interpretación del marxismo según los
mico de la obra de Lenin, las dos primeras, relativas a la procedimientos del método filológico, la interpretación
de la «letra» del marxismo; es decir, convertir en artícu-
transformación interna del pensamiento de Lenin y al
lo de fe, en dogma, cualquiera o algunas de las tesis
cotejo de las tesis de éste y las de Marx, nos dan las cla-
marxistas, olvidándose del espíritu del marxismo, de la
ves para una interpretación del marxismo según lo que
propia revisión de sus Ideas en virtud de la tesis general
podríamos denominar «método crítico-filosófico» frente al que nos informa de que el pensamiento es función de la
«método histórico-filológico». Creemos que Fernández realidad. Con ello no se quiere insinuar que el «marxis-
Buey estaría realizando de alguna manera en su mo legal» se haya olvidado de la tesis de la «determina-
exposición el primer método, aunque sus claves no se ción social de la conciencia», pero al no aplicarla al propio
expongan de un modo explícito, lo que no impide que marxismo, la han sustantificado también, y la han dado
nosotros podamos sacarlas a la luz sin por ello extorsio- un sentido puramente metodológico aplicable al análisis
nar el pensamiento de Fernández Buey. Estas claves po- sociológico. De donde la continua propensión del mar-
demos agruparlas en las dos proposiciones siguientes: xismo hacia el sociologismo, e incluso hacia la Sociología
del conocimiento.
a) El grupo de Ideas que configuran el sistema del
marxismo clásico estarían siempre dadas en función de
un material o marco material definido por la fase histórica
correspondiente al desarrollo del capitalismo del siglo Al comienzo de este comentario afirmábamos que la
XIX. relación entre los fundadores del marxismo y Lenin po-
dría ser considerada como la «sección áurea» del marxis-
b) Este marco material del cual es función el sistema mo, que podría iluminar el tipo de relación que existe
del marxismo clásico, no es un material quieto y fijo, entre el marxismo actual y el marxismo clásico (Marx,
sino cambiari_te. Por ello podríamos decir que se produce Engels y Lenin). Se podría afirmar que en torno al mar-
un desfase, un, decalaje entre las Ideas que moldean una xismo clásico (al marxismo-leninismo) se ha producido un
realidad dada y él nuevo marco material que considera- nuevo «marxismo legal*, que reproduce en su estructura
mos como un transformado de esa realidad. Por ello la lógica la misma relación que el «marxismo ortodoxo»
necesidad de nuevas Ideas, que provienen necesariamen- frente a los clásicos del marxismo: la sistematización del
te de las anteriores, y que pueden considerarse de su marxismo-leninismo en un conjunto de reglas fijas, en
misma estirpe. Las diferencias de Lenin con respecto a una especie de catecismo cuyos contenidos son siempre
aplicables en todo tiempo y lugar (incluso la exportación
de revoluciones). Nos estamos refiriendo sobre todo al
(.í)ibi<j. p. iy.
(•ídbid. p. 1-i. Diamat, que significaría de este modo una nueva fijación

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

de los contenidos ideales del marxismo-leninismo. Frente ción. Se acudirá en este sentido al análisis de nuevos tex-
a las secuelas del nuevo «marxismo legal», las nuevas tos que se pueden oponer a otros textos, y nos permitan
formas del marxismo actual —principalmente el eucoromu- buscar siempre nuevas facetas, o a desvelar antiguos
nismo— pueden desempeñar el mismo papel que el leni- arcanos del marxismo, ocultos hasta el momento. O se
nismo desempeñó frente al «marxismo legal» y la II In- acudirá a las lecturas y relecturas del marxismo, cuyo sig-
ternacional. El eurocomunismo (dentro de su «revisionis- nificado (si tienen alguno) lo equipararíamos a la diaria
mo») puede ser considerado malgré lui como una nueva lectura y relectura que hace el sacerdote de su Breviario,
forma de leninismo. Pero si esto es así, ¿por qué ese cuyo carácter reconfortante no negamos a escala subjeti-
empeño en prescindir del calificativo de «leninista», va, pero que no puede ser considerado seriamennte
cuando se está ejercitando su propio espíritu? ¿No se cuando desbordamos esta escala. Las secuelas de la
debería, al contrario, asumir el término en toda su exten- pedantería filológica académica (pedante no por su aca-
sión? N o nos atrevemos a negar que existan razones para demicismo sino por su filologismo) son las que nos lle-
ello, razones ligadas tal vez a las connotaciones dislogísti- van a estas fijaciones de los contenidos del marxismo,
cas del término; pero de todos modos es necesario sacar siempre prestas a rasgarse las vestiduras ante cualquier
los problemas a la luz antes de lanzar excomuniones. innovación. El libro de Fernández Buey, que hemos tra-
tado de reseñar, se aleja, en cambio, de esta pedantería
Pero nuestra crítica no sólo es aplicable a las sustan- filológica, y nos presenta el leninismo desde una pers-
tivaciones que del marxismo realizan tanto el «marxismo pectiva que podríamos denominar filosófica mundana y
legal» como el Diamat, sino también a posiciones críticas divulgadora, cuyo transfondo filosófico académico nos he-
con respecto a éstos, pero que se pueden reducir a ellos mos encargado de sacar a la luz a lo largo de este
en última instancia. Y se pueden reducir a ellos porque comentario.
participan del mismo método filológico de interpreta-

SOBRE EL PODER
(En tomo a un libro de Eugenio Trias)
GlJSrCAVO BUENO MARTÍNEZ
Oviedo

Padre, y procede de nuestro primer Padre Adán, que lo


recibió de Dios Padre y lo transmitió por herencia a las
diversas dinastías legítimas que reinan en la tierra. Ocu-
as meditaciones sobre el Poder tienen un rre simplemente que el intento de comprender al Poder
carácter moral o ético —son «filosofía (al Rey, al Estado) es decir, a las categorías políticas, a
moral», y en esto estamos casi todos de partir de las categorías familiares, es tratar de entender
acuerdo. Toda reflexión sobre el Poder el Poder político en los términos morales que envuelven
(aunque, en sus comienzos, no sea estric- necesariamente estas categorías. (Si se dice: «El Poder es
tamente filosófica, sino científica, catego- la Madre» —no cambia la situación; ni tampoco cambia-
rial) alcanza inmediatamente resonancias morales, por ría si se dijera —acaso con mayor fundamento etnológi-
tanto: induce a una meditación filosófica. «El Poder (El co— que el Poder, el Estado, es «el Hermano mayor de
Estado) es el Padre»— dice una fórmula muy extendida la Madre» — , es decir, si se dijera que «el Poder es el
TÍO»).
que intenta penetrar categorialmente (puesto que «Pa-
dre» es un concepto categorial; histórico, sociológico
etc.) en la esencia del Poder. Pero la penetración en esta Trias comienza su libro desde más atrás: N o pone
esencia «categorial», induce, aunque no lo quiera, múlti- los fundamentos del Poder en las especies del «Padre», la
ples «líneas de fuerza» constitutivas de un campo moral, «Madre» o el «Hermano mayor de la madre» sino en un
a la manera como la corriente que pasa por un conductor suelo más genérico, aquel género que se cita en la frase
induce un campo magnético cuyas líneas de fuerza en- de Espinosa: Nada sabemos acerca de lo que puede un cuer-
vuelven al cable. Para muchos psicoanalistas, decir «El po. Y comenta esta sentencia diciendo: «Nada sabemos,
Poder es el Padre» es tanto como condenarlo, sugerir la o muy poco, respecto de nuestro poder». Sin embargo, y
iniciación de la tarea edípica de la «muerte del Padre». a pesar de la generidad de esta afirmación, me parece
Y, sin embargo, curiosamente, esta fórmula «revolucio- que ella no es enteramente cierta. Sabemos bastantes co-
naria», tan grata a muchos «freudomarxistas», es también sas acerca de los cuerpos, en cuanto fundamentos del Po-
la fórmula de los monarcómanos más reaccionarios (Fil- der, y estas cosas que sabemos, aunque reclamen por sí
mer, por ejemplo, en su Paíriarcha): El Poder es el mismas muchas veces un significado estrictamente cate-

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gorial (científico, etológico, por ejemplo) tiene inmedia- parte de la «materia»). De este modo, la meditación fi-
tas resonancias morales. Una investigación estadístico- losófica sobre el poder, comporta, de hecho (incluso co-
etológica reciente (que podría servir de comentario a la mo condición) el «enfriamiento» de todo interés parti-
sentencia de Espinosa) arroja los siguientes resultados: cular por el poder político (que nosotros consideramos
Los obispos tienen (en promedio) una talla (referida al como el «primer analogado», al menos ordo cognoscendi,
cuerpo) mayor que los párrocos; los Rectores de Univer- de la Idea de Poder).
sidad suelen ser también más altos que los Decanos de
Facultad; los Generales, sobrepasan en estatura a los En cualquier caso, este «enfriamiento» del interés
Coroneles que no llegan al generalato, así como los Jefes por la meditación sobre el Poder político no es solo el
de Gobierno son más altos, en promedio, que sus minis- resultado al que se llegue a partir de una determinada
tos (Las excepciones —Napoleón, Lenin— son casos que actitud filosófica. Tiene también una fuente antifilosófica,
requieren, como es habitual, una explicación particular). que mana, no ya del desinterés por el Poder político
Ahora bien, a los Obispos, Rectores, Generales y Jefes sino simplemente del desinterés por la meditación filosó-
de Estado se les atribuye generalmente más poder que a fica, un desinterés que se presenta a veces como la con-
los Párrocos, Decanos, Coroneles o Ministros, respecti- trafígura del interés por el poder político mismo, por su
vamente. Concedamos que estos resultados se tienen ejercicio. La primera situación se configura en el momen-
como mera constatación de un hecho (etológico, psicoló- to en el cual el regressus hacia la Idea del Poder se aleja
gico): es evidente que, no por ello, son neutros en cuanto de tal modo de aquello que consideramos su «paráme-
a su significado moral, aunque no sea más que porque tro» (su «primer analogado», el Poder político) que, en
ellos parecen conculcar una cierta norma moral que (su- el límite, solo puede volver (en el progressus) a él en
pondríamos) preside nuestras sociedades democráticas, a cuanto que es la ne^ción del Poder, en cuanto este «pa-
saber: Que las funciones de Obispo, Rector etc., depen- rámetro» sea reducible a la condición de categoría ajena
den del mérito (conse:cutivo a la posesión de ciertas cua- de todo punto a la moral (un poco en la línea de la pri-
lidades intelectuales y morales y, suponemos también, mera parte de El Político de Platón —una parte que po-
ligadas a la libertad, y no a la naturaleza, para hablar en dríamos hoy denominar «etológica»— cuando el arte po-
lenguaje kantiano.), no de la talla. Sin embargo, estos lítico se nos clasifica en el mismo género al que pertene-
resultados nos sugieren que al rnenos determinadas ce el arte de los boyeros, se incluye dentro del arte de
cualidades morales (ligadas a una situación de Poder, los «conductores de rebaños», distinguiendo cuidadosa-
están sujetas a una condición física (al cuerpo, a su ta- mente entre los «rebaños con cuernos» y los «rebaños
lla) pese a que pocos estarían dispuestos a reconocer se- sin cuernos»). La segunda situación aparece siempre que
mejante subordinación, caso por caso. Pero aquello que se pretenda la sustitución de la meditación sobre el
el plano de cada individuo (la autoridad) aparece dima- poder por el activismo político: esta pretensión parte de
nando de determinadas cualidades -morales (estimadas la estimación de que toda meditación sobre el Poder (y
en la eventual elección democrática) en el plano estadís- muy particularmente, sobre el poder político) es un pasa-
tico (de la «clase») se nos revela subordinado a propie- tiempo indigno de cualquier persona madura (política-
dades corporales «groseras», que tienen que ver con la mente madura); un pasatiempo infantil, que está fuera de
fuerza física: la libre elección democrática resulta estar lugar para toda persona adulta que, simplemente, se
sometida al prestigio del poder físico más elemental. Y ejercita en la práctica (en la praxis) de la dominación.
estenos pone inmediatamente delante de las cuestiones Caliclés, en el Georgias platónico, podría servirnos de pa-
más típicas de la filosofía moral. radigma; pero también Nietzsche hubo de recorrer (in-
tencionalmente, al menos) el mismo camino. («La natura-
leza interna del ser es Voluntad de Poder; goce es todo
¿Y qué podemos entender por «filosofía moral», aumento de poder, y desplacer de todo sentimiento de
qué podemos entender por «meditaciones sobre el po- no poder hacerse el amo» dice en su Voluntad de domi-
der» en sentido filosófico-moral?. Seguramente dos gé- nio, 693).
neros de argumentación muy diferentes, aunque aparez-
can tenazmente confundidos en el nombre común de
«Filosofía» o de «meditación filosófica» sobre el Poder. Estas situaciones coinciden al merios en este punto:
en el desinterés por la meditación filosófica centrada
Ante todo, un tipo de meditación sobre el Poder especialmente en torno al Poder político. Por ello es
que comienza por la consideración del Poder en general preciso no confundir estas situaciones con las que ocu-
(por la consideración de los elementos más abstractos y pan aquellos que, sin perjuicio de ver en el poder políti-
genéricos de la Idea de Poder, supuesto que lo más ge- co poco menos que el mal, creen necesario alimentar la
nérico sea también lo más originario) y que sólo después constante meditación sobre el poder político, orientán-
de creer estar en condiciones de pasar a considerar las dola al conocimiento de sus leyes, a fin de ayudar a su
diferentes especies del Poder (y, en particular, las espe- definitiva demolición.
cies que nosotros propondríamos; como las especies
«originarias», los «parámetros» del Poder, sus «primeros B) Pero también, un tipo de meditación sobre el
analogados» a saber, las especies del «Poder político»). Poder que comienza precisamente con el reconocimien-
Este tipo de meditación sobre el Poder, propenderá a to de la multiplicidad de las especies del Poder y de su
autoconcebirse como neutral respecto a las diferentes es- mutuo conflicto; por tanto, con el reconocimiento de
pecies del Poder, y reclamará un signo puramente onto- alguna de estas especies como «primer analogado» de la
lógico (Al no «comprometerse» con ninguna de las de- Idea de Poder. Este tipo de meditación no se autocon-
terminaciones del Poder, permanecerá, intencionalmente cebirá, de entrada, como neutral ante las diferentes es-
al menos, al margen de toda formalidad moral —y su pecies del Poder y el reconocimiento de esta imposibili-
condición de «filosofía moral» le afectará sólo por dad de neutralidad, tendrá un significado crítico. La me-

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ditación filosófica arranca ahora de la conciencia de la


necesidad de tomar partido entre alguna de las especies fía de orientación esencialmente histórica. (La indetermi-
del Poder (pongamos por caso: de tomar partido entre nación de la Filosofía metafísica se manifiesta principal-
el poder del Papa y el poder del Emperador — Mkrsilio mente en su ahistoricismo, en su intemporalidad). Una
de Pádua, Guillermo de Occam—). La meditación sobre meditación dialéctica, crítica, sobre el Poder sólo puede
el poder se reconoce ahora como una meditación prácti- llevarse adelante sabiendo, desde el principio, que las
ca, moral {includens prudentia), y es a partir de aquí {el opciones (el sistema de las opciones o alternativas teóri-
deber ser) a partir de donde- cree preciso regresar a la cas) que cabe asumir ante el Poder no podrían por me-
Ontología {al ser). Porque tanto si ponemos las diversas nos de haber sido ya esbozadas en el origen de la misma
especies conflictivas del poder en las relaciones entre meditación filosófica sobre el poder, a saber: en Grecia.
individuos, como si la ponemos entre las instituciones, Por tanto, toda meditación filosófica, y crítica, sobre el
o entre las élites, o entre las clases sociales en lucha (o poder, ha de comenzar metódicamente por regresar a las
acaso también entre los Estados) es evidente que si los meditaciones de los filósofos griegos. Esta conclusión es,
conflictos se mantienen de un modo regular (sociológica por tanto, crítica: crítica de la ingenuidad de quien cree
o incluso jurídicamente, con el consensus de las partes) posible emprender una meditación sobre el Poder «ele-
— y en otro caso no cabría hablar de Poder— ello será vando los ojos al Cielo», y dirigiéndose « a la cosa mis-
debido a la estructura real en que se asientan: una ma», para captar su esencia. Porque no solamente el
realidad que nos remite a su Ontología. Y Ontología Poder es una cosa histórica —y no metafísica— sino que
será no sólo la tesis que suponga una tendencia al también la meditación sobre el Poder ha de tomar (para
incremento positivo del Poder (en la adición de las can- ser dialéctica) la forma de una meditación histórico-filo-
tidades de las distintas especies de Poder) de una sófica. N o es cuestión de querer mantener una medita-
sociedad dada, como la tesis que suponga una tendencia ción al margen de los clásicos; es cuestión de poder man-
a la baja, o como la tesis conocida que supone que la tenerse de hecho al margen. Porque en las polémicas de
adición de las cantidades de poder de diversa especie los sofistas, y en las sistematizaciones de Platón y de
correspondientes a un sistema social dado arroja una Aristóteles, de Epicuro o de Panecio, es donde se
suma cero. encuentran ya cristalizados los planteamientos filosóficos
que la Idea del Poder imphca. Es aquí en donde la Idea
Estaríamos acaso en resolución ante dos tipos de fi- del Poder ha alcanzado su perspectiva filosófica, median-
losofía irreductibles. A la del primer tipo, la llamaríamos te la formulación de las líneas de su symploké con las
metafísica (ontológico-metafísica); a la del segundo, le lla- Ideas del Bien y de la Felicidad. Desde entonces será ya
maríamos dialéctica. Por supuesto, cada una de ellas ten- imposible una meditación filosófica crítica sobre el Poder
drá que cumplir el trámite de reducir a la otra, destru- que se mantenga separada de la Idea del Bien (y del
yéndola (la filosofía dialéctica, pretenderá que también la Bien Supremo, de la Idea de lo Mejor) y de la Idea de la
metafísica es una filosofía «partidista», sólo que «mala», Felicidad —de parecida manera a como, una vez organi-
«inmoral»). La distinción entre ambos tipos de Filosoñ'a zada la Geometría griega, será ya imposible una «medita-
no puede trazarse con la misma línea divisoria que ción matemática» sobre los Poliedros regulares que se
separa una «filosofía especulativa» de una «filosofi'a mantengan al margen de los conceptos de cara, vértice y
práctica»: en ambos casos, se trata sin duda de «filosofía arista. Frente a aquellos hombres superficiales que inten-
práctica». Más bien habría que decir, por ejemplo, que tan entender el nexo entre el Poder y la Felicidad al
la filosofía metafísica es una «falsa filosofía» (una parodia jnargen de la Idea del Bien es decir, frente a aquellos
de Filosofía) mientras que la filosofía dialéctica es «ver- que creen posible reducir la Idea del Poder a términos
dadera filosofía» (aunque no por ello pueda siempre esti- categoriales, autónomos -Sócrates demuestra que no
marse como «filosofía verdadera»).. hay verdadero Poder a espaldas del Bien, ni tampoco
hay verdadera Felicidad. Arquelao, hijo de Perdicas, Rey
de Macedonia —o el Gran Rey— no pueden ser felices
Desde luego, por nuestra parte, nos apresuramos a (dice Sócrates a Polos) aunque detenten el poder tiráni-
clasificar al libro de Trias sobre el Poder como «filosofía co. Cálleles (digamos también: Nietzsche) se mueve en la
metafísica», como una falsa filosofía, como una parodia superficie: «Te declaro que estas tres palabras: Fuerte,
de la filosofía del poder. La crudeza de nuestro «diag- Poderoso, Mejor expresan la misma Idea». Pero entonces
nóstico» tiene por objetivo, primero el ahorrarle tiempo — replica Sócrates—las leyes de la mayoría (las «leyes del
al lector de esta nota, —al lector interesado en conocer rebaño») serán las mejores, porque son las más fuertes.
la opinión del crítico. (Nó tiene por objeto formular un «¿Cómo puedes imaginarte —responde Cálleles- que
diagnóstico que se presente como indiscutible o como voy a considerar como leyes los acuerdos tomados por
inmediatamente evidente). A este lector quiere el crítico un rebaño de esclavos o por gentes de toda laya cuyo
decirle que, conservando intacto su afecto por Trias, es- único mérito es acaso la fuerza física?». Pero con esta
pera que pueda remontar su vuelo en ulteriores obras. pregunta Cálleles, el aristócrata, ha firmado para su doc-
trina la sentencia de muerte —porque ha reconocido que
La filosofía dialéctica del poder, en cuanto crítica de (con el advenimiento de la democracia) la fuerza ha deja-
la metafísica (crítica de su indeterminación) es una filoso- do de ser patrimonio de la aristocracia. Y con ello, el
aristócrata (viene a decir Sócrates) tendrá que reconocer
que el verdadero Poder no consiste en la aplicación de
(x) Pero aquello que para la «filosofía metafísica» puede ser interpretado como una «fijación»
injustificada (la «fijación» en el Poder político, como primer anaiogado de la Idea del Poder),
una fuerza arbitraria y caprichosa sino en el sometimien-
indicio de un desfallecimiento de la capacidad de abstracción es para ía filosofía «dialéctica» el to de esta fuerza a una norma, a una legalidad, a un Bien,
resultado de una actividad ella misma crítica: la critica a ía pseudo abstracción, a la abstracci(>n
vacua y escolástica que, elevándose a conceptos indeterminados o «blandos» («el Poder»), que está por encima de la propia aristocracia. Es necesa-
prescinde de una determinación (la política) al margen de la cual la Idea de Poder se desvanece
y se rompe (como se desvanece y se rompe el concepto de ciríuíu cuando se abstrae uno solo
rio, por tanto, regresar a la consideración del Bien —y
de entre los infinitos puntos que contiene, a saber, el centro).

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no sólo a la buena forma de una estructura suma cero, mas de Poder, el poder de la Voluntad erótica (el
sino al Bien Supremo, a la Ontología; porque de otra «poder engendrar en la Belleza», el Amor) o el poder
suerte, la meditaciónn sobre el poder se degrada, trans- del Entendimiento. Son dos direcciones que pueden, en
formándose en mera casuística psicológica, cuya expresión líneas generales, identificarse con la tradición platónica
es el discurso lírico de Nietzsche, el impotente — . Pero (que se continúa en el cristianismo: Deus charitas est) y
no sólo el Poder está entretejido con el Bien; también con la tradición aristotélica (Dios es Noesis noeseos) res-
está entretejido con la Felicidad (cuando éste no se redu- pectivamente. Tanto la primera tradición como la segun-
ce a un mero concepto psicológico, a la vivencia placen- da, se determinan por referencia al poder político y tra-
tera que pueda serle atribuida a un buey —ya sea el buey bajan en el sentido (práctico) de retirarle el monopolio del
coiriedor de guisantes, del que habla Heráclito, ya sea un Bien, aun reconociéndole, a veces, su necesidad dialécti-
buey Apis, del cual habla Aristóteles). Porque la felici- ca. Solo los epicúreos, por un lado (en una versión sui
dad no sólo alcanza su significado filosófico por el inter- generis del bios apolaustikós, que se renueva con fuerza en
medio de la Idea del Bien —y, por tanto, por la media- nuestros días en el comunalismo y en el ecologismo) y
ción de la Idea de Poder, en tanto va entretejida con la los neoplatónicos, por otro (el del bios theoretikós) reali-
Idea del Bien. «Cuando el alma se imagina su impoten- zan la critica absoluta del Poder político siguiendo un
cia se entristece»— nos dice Espinosa en la proposición camino que consideramos metafísico: ignorándolo, decla-
LV del libro III. N o es posible la Felicidad al margen del rándolo incluso aliado del mal y de la impotencia («Se
Poder. Hay una «conexión de esencias», una symploké, quejan de la pobreza y de la desigual distribución de las
que Espinosa reconstruye de nuevo dentro del marco riquezas entre los hombres. Ignoran que el varón sabio
trazado por los filósofos griegos. El Poder es poder en no desea la igualdad en estas cosas, que no cree que el
cuanto es Bueno; la felicidad también incluye el Bien rico lleve ventaja al pobre, ni el príncipe al subdito»,
(cuando es un concepto moral); y por ello la Felicidad dice Plotino, II, 9, IX). Platón, como Aristóteles, en
incluye el Poder, la libertad, por que la impotencia es cambio, no ignoran nunca la conexión dialéctica entre el
mala: por ello el esclavo no puede ser feliz, porque no Bien, la Felicidd y el Poder —y el Poder político. Esto
tiene poder, ni es, por tanto, bueno que haya esclavos. está bien claro en el Platón de La República y en el Pla-
¿Hay que desembocar entonces en el Poder político (o tón de has Leyes. Pero también en Aristóteles— incluso
al menos, en alguna de sus numerosas especies) como el en el Aristóteles que en la Etica nicomaquea (1778
lugar en el cual toma cuerpo el verdadero poder por b7-23) ha enseñado que «la felicidad no es otra cosa
tanto, como el lugar en el cual el poder se hace media- sino una contemplación». Porque si Aristóteles ha llega-
dor entre el Bien y la Felicidad?. Tai fué la enseñanza do a semejante conclusión no ha sido en nombre de una
(dentro del círculo peripatético) de Dicearco de Mesina, defensa del bios theoretikós frente al bios politikós y al bios
en contra de Teofrasto (Cicerón, Ep. ad Att., II, 16). praktikós. La vida teorética (nos dice Aristóteles) es tam-
Aristóteles había formulado ya las razones principales de bién vida práctica y la vida más práctica concebible, la
Dicearco: «Habrá quien sostiene que el supremo poder vida que es acción pura. Acto Puro, es la vida de Dios
(político) es lo más apetecible de todo, porque aquellos que, por ello, consiste en puro «pensar». Solo la vida de
que los disfrutan están capacitados para efectuar el Dios es verdaderamente potente, feliz y buena porque se
mayor número de actos nobles» (Política VII, 3). Sin nutre de sí misma y no depende de ninguna circunstan-
embargo Aristóteles duda de que la verdadera vida sea la cia externa, porque realiza la autarquía. Si pues Aristóte-
vida activa y política —pero esta duda se apoya en la evi- les declara a Dios paradigma de la Vida suprema, no será
dencia en otro poder que se considera superior, en la en virtud de un «mecanismo de proyección» de sus pro-
autarquía de la cual el Acto Puro constituye verdadero pias preferencias piscológicas sino en virtud de un «argu-
paradigma. Desde luego, el poder político tiránico y arbi- mento ontológico». Así como, en Descartes, la feracidad
trario, no proporciona la felicidad: Esta ilusión es un del cogito sólo a través del Dios omnipotente alcanza un
efecto producido en aquellos pueblos que pueden satis- valor modal de necesidad (que se nutre, circularmente,
facer sus ambiciones de conquista (como ios Escitas, los de aquella veracidad), así la suprema bondad de la lida
•Persas, los Tracios, los Celtas- y Aristóteles cita tam- teorética (que sigue siendo vida práctica) de Aristóteles
bién, en este contexto, a los Iberos). Platón, en su famo- solo se justifica a través del Acto Puro, paradigma del
sa digresión del Teeteto (173 E) había trazado la imagen Poder supremo, de la autarquía absoluta. Y, por ello
del sabio feliz, cuando «dirigiendo su vista a la naturale- mismo, Aristóteles concluye declarando que la vida divi-
za de todos los seres del Universo», no se rebaja ante na (el bios theoretikós puro) no es algo a lo cual los hom-
ningún objeto de los que le rodean y ni siquiera conoce bres (que no son dioses) puedan aspirar. Se diría que
el camino hacia la plaza pública (hacia la «política»). Es
el retrato más puro del «filósofo gnóstico», el diseño de Aristóteles ha puesto el dedo en la dialéctica misma de
la forrna de vida /í'orí/zV-íZJqueEIeráclides Póntico (a partir las tres formas de vida clásicas, en el conflicto entre las
de la doctrina de las tres almas de Platón, de la doctrina diferentes formas del Poder. El político no es -dice
de las tres clases sociales) proyectará retrospectivamente Aristóteles— el único varón libre, pero tampoco toda
sobre los pitagóricos, oponiendo la forma de vida de «dominación» es una forma de tiranía. Acaso pudiera
estos a otras dos formas de vida posibles, a saber: el bios afirmarse que Aristóteles —como antes Sócrates y Platón
apolaustikós (la vida privada de quien disfruta de pla- como después Espinosa o Hegel— mantiene el punto de
ceres y beneficios) y el bios politikós (la vida públi- vista de la «filosofía perenne» del Poder, a saber, el pun-
ca). En cierto modo podría decirse que toda esta doctri- to de vista de la «política filosófica».
na sobre las formas de vida (y en particular, sobre el bios
theoretikós) no es otra cosa sino el intento de demostrar II
que el Bien y la Felicidad no giran únicamente en torno
al Poder político. Pero giran, eso sí, en torno a otras for- ¿Y que es lo que hace Trias en sus Meditaciones sobre
el Poder?. Ante todo, una crítica al Poder político, un

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movimiento orientado (se diría) a colaborar en la desin- Nada. La angustia nos revela nuestra esencia y la esencia
toxicacion del politicismo absorbente en el cual los es- es poder. Trias concluye: Luego la angustia es la reacción
pañoles estamos sumergidos desde los últimos tiempos ante nuestro propio poder (Fromm acaso diría: es el
del franquismo. El Poder político no es el valor supre- miedo a la libertad).
mo, no es la sede de la verdadera libertad. Sin embargo,
la libertad implica el Poder. Por ello Trias comienza
disociando ad hoc la Voluntad de"Poderde la Voluntad de III
dominio, considerando al Poder político, no como un
caso particular del Poder (que se ejerce en el dominio) Las construcciones de Trias quizá no sean para mu-
sino como su caso límite, el límite inferior, aquel en el chos otra cosa que un pretexto para que se deje oir una
cual el Foder se convierte en Impotencia. antigua exhortación moral: la «condención» del poder
político, del poder temporal, la misma condenación secu-
lar que unas veces se formula con palabras epicúreas,
Cabría decir que la disociación —mejor: el «trámite
otras veces con palabras cristianas —las palabras que
de disociación» que, por lo que hemos dicho, cubre toda
oponen la Caridad (el Amor) a la Justicia, la Sociedad
meditación filosófica sobre el Poder— entre el Poder y
(en particular: La Iglesia) al Estado.
el Poder político, es llevado por Trias en una dirección
paralela a la de los epicúreos o a la de los neoplatóni-
cos. Se trataría de demostrar que los políticos no son los Nosotros no tenemos por qué tomar aquí posición
sujetos que, por derecho, detentan el Poder. Para ello, ante el contenido de estas exhortaciones. Lo que nos in-
nada mejor que comenzar contemplando ese círculo de teresa en cambio es esta otra cuestión: ¿Por qué apoya
los «sujetos políticos» (¿acaso la «clase política», en el Trias sus exhortaciones morales en una ontología meta-
sentido de Michels?) como un círculo de radio reducidí- física de una ingenuidad crítica tan sobresaliente y, en
simo, en comparación con todos los sujetos capaces de resumidas cuentas, tan acrítica?.
detentar el verdadero Poder; nada mejor que comenzar
ampliando el radio del círculo atribuyéndole incluso un Metafísica: Porque, sin arriesgarse en ningún tipo de
radio infinito. Así, dirá Trias, todos los sujetos pensa- «argumento ontológico», regresa a unos axiomas sustan-
bles, todos los sujetos reales (en cuanto tienen esa esen- ciaíistas —las esencias, dotadas de potencia interna, que
cia) son sujetos de Poder. Y esto, en virtud de una defi- buscan su identidad— que se ponen en línea con la más
nición: «El Poder procede de la Esencia». La Idea de arcaica tradición escolástica (en especial, el «estilo» de
Poder trata así de ser vinculada a la Idea aristotélica de Trias recuerda muy cerca al «estilo» de Zubiri). «Se
Potencia activa; el Poder es el mismo proceso de. cada quien eres» es una máxima vacía porque siempre serás lo
ser (en rigor: de cada monada) en él cual se actualiza su que has sido (Es como cuando un cristiano dice de un
propia potencia, el proceso en el cual cada ente realiza acontecimiento, pongamos la conversión de Constantino,
su esencia, alcanza su propia identidad, llega a ser «lo que es «providencial»: también sería providencial el
que era» (en su esencia). «Sé quien eres»». Este es el acontecimiento opuesto, si se hubiera producido, y por
lema de Píndaro al que Trias se acoge como a fórmula ello, semejante calificación carece de vigor constructivo
que expresa la naturaleza misma del Poder. y solo puede servir para encubrir construcciones que tra-
bajan en otro plano).
Trias se convierte, de este modo, en un verdadero Ingenua, porque los axiomas y desarrollos están pre-
escolástico. «Todo ser es perfecto» - d i c e Trias, con sentados in recto, como si fueran evidentes por sí mis-
asombroso aplomo metafísico («Todo ser es infecto» es mos, como si fuera posible mantenerse al margen de los
decir, inacabado, dirá un pensamiento que niega la inmo- conflictos que tales axiomas o construcciones instauran
vilidad de las cosas reales, un pensamiento dialéctico). con terceros axiomas o construcciones o entre sí mismos.
Por ejemplo, cuando habla de la angustia revelante del
¿Y qué es la esencial N o es meramente un género propio poder, no hace sino construir unas relaciones
abstracto. Comporta su realización individual, aquello enteramente gratuitas (por lo menos hasta que no se
que, en la esfera de la Persona, llamamos «estilo». Las «prueben» de algún modo) —aparte de ser muy poco
esencias, son así múltiples, casi infinitas. Trias contempla espinosistas (la angustia es una tristeza, y la tristeza brota
esta infinitud virtual de «esencias potentes» con ojos de la impotencia)— que acaso se agotan en su pura for-
armonistas, monadológicos. Cada esencia realmente po- malidad constructiva, pura parodia de la construcción
tente verá a las demás esencias como realidades que son «ordo geométrico». Por ejemplo, cuando Trias nos dice
amables, puesto que son buenas: De aquí que el Amor que es preciso vincular los átomos con las Ideas, como si
sea, para Trias, la verdadera expresión del Poder, porque fuese una tarea nueva, ¿a quién se dirige?. No será a los
solo una esencia potente puede contemplar a la Potencia profesores de Filosofía, que han leído simplemente a
de las otras esencias sin recelo, solo ella puede desear Windelband (Y si no se dirige a ellos ¿para qué sugerir
que las otras esencias cumplan su propio destino: El como tareas inauditas temas que son ya lugares comunes
Amor es así la relación de cada esencia con las otras entre los profesionales?). Y otro tanto habría que decir
esencias personales; el Arte es la relación de cada esen- de las solemnes afirmaciones de Trias en relación con el
cia consigo misma, con su mundo. Por ello dice que la tema de los Géneros. «Es preciso no pensar en los Gene-
individualidad de una esencia es su estilo. ros como Géneros abstractos». Pero otra vez ¿a quién se
dirige Trias? ¿Es que sigue predicando in partibus infide-
lium, como Ortega algunas veces? Nosotros creemos que
Pero la presencia del ser ante sí mismo es la Angus-
este estilo está ya fuera de lugar una vez que existen
tia (según los resultados de la analítica fenomenología de
cientos de profesores que, por obligación profesional,
Heidegger). Ahora bien: la Angustia ya no podrá consi-
han leído la Lógica de Hegel y tantas otras cosas sobre
derarse como algo que nos pone en presencia de la
124, EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

los Géneros abstractos y concretos. No creo que sea acep-


table, ni siquiera retóricamente, presentar como nuevas y
sorprendentes cuestiones que tienen ya un planteamien-
to académico preciso —planteamiento que, sin duda, es
desconocido por el gran público. Pero ¿acaso porque
el gran público desconozca las leyes de la evolución de
las vocales castellanas es legitimo decirle «Ya va siendo
hora de suscitar la magna cuestión de las leyes a que
está sometida la evolución de las vocales castellanas».

Acrítica, porque no tiene siquiera previstos las res-


puestas a las elementales dificultades que los episodios
de su construcción van suscitando. A partir de la tesis
«Todo ser es bueno», no parece fácil establecer una dis-
LAMBECWS: BASILISCO
criminación moral entre el poder del héroe y el poder
del asesino: Ambos serán buenos, y cuanto más perfecto
sea el crimen, mejor asesino será quien lo perpetró —de- trata de llevar al límite los puntos de vista de Anima/
cían los escolásticos. Así también, a partir del principio: Farm de Orwell, o los de B. Russell, o los de von Mi-
«El poder es la realización de la esencia», no se ve como ses, o los de Popper). —Sin embargo, y aunque la direc-
pueda diferenciarse la dominación y el amor, porque (has- ción crítica sea similar, el sentido de la crítica de Trias es
ta que Trias no nos lo explique) parece que podría decir- opuesto al de Levy; o, si se prefiere, el sentido de la crí-
se que el «político» realiza en la dominación su propia tica al Poder político de Trias es opuesto al de Levy,
esencia de dominador. ¿Acaso habría que suponer que pero, precisamente por ser su opuesto, se mandene en
Trias quiere decirnos que el poder político brota del su mismo género de crítica, en su misma dirección {contra-
desfallecimiento de la propia potencia, de la impotencia ria sunt circa idem): Nos arriesgamos a poner, como
de una esencia que busca compensar su debilidad con la contenido de este mismo género, a la Idea de Todo (en
posesión de las esencias ajenas.'* Pero entonces estaría- tanto se empareja con la Nada, y no, por ejemplo, con
mos ante un puro círculo vicioso —cuyo centro es el sus- la Parte, o con un Todo diferente). Esta Idea de Todo
tancialismo de esas esencias individuales— a saber, el cír- sería la perspectiva desde la cual, tanto Trias como Le-
culo que se dibuja cuando se presupone que precisamen- vy, proceden al análisis de la Idea del Poder político.
te hay un desfallecimiento de la propia esencia en el mo- Levy vendría a afirmar que el Poder político es todo el
mento de buscar la dominación («puesto que el poder Poder —el Poder del Estado totalitario, que no deja
consiste en buscarse a sí mismo»). A partir de la perfec- ningún hueco para la libertad humana individual, salvo
ción de la esencia. Trias deduce el Arte: ¿por qué no tam- la que pueda corresponder a la lucidez «gnóstica» y
bién la Gimnasia o el carbonato calcico.' Acaso ocurría desventurada que los «intelectuales» habrán de
sencillamente que Trias estaba pensando en la «perfec- defender en calidad de testimonio ético. Trias, en cam-
ción artística de las esencias» o en la «perfección de las bio, con un ánimo más «olímpico» y optimista, menos
esencias de naturaleza artística». desventurado, vendría a enseñar que el Poder político
es la Nada del Poder, porque es la Im-potencia. Ahora
bien: desde nuestro punto de vista materialista, tendre-
Pero acaso (se me dirá) el género literario que cultiva mos que decir que tanto Trias como Levy se mueven
Trias en este su último libro, no es el género exhortati- en una formulación metafísica de la dialéctica, a saber, la
vo, ni tampoco el género expresivo sino simplemente el dialéctica del Todo y la Nada, que cultivó a fondo el
género estético-constructivo, en el cual interesa única- «existencialismo» («¿Por qué hay ser y no más bien Na-
mente la forma de la «construcción geométrica», aunque daT» - s e pregunta también Levy). Una dialécdca no
esta construcción sea imaginaria. Si ello fuera así, se metafísica (que entienda la Idea del Todo como concepto
comprenderá que esta obra no puede satisfacer más que conjugado de la Idea de Parte) opondrá el Poder político
a aquellos que no están educados en la discipUna de la a otros poderes, no como se opone el Todo a la Nada
«construcción geométrica». Un género de «filosofía fic- (o recíprocamente) sino como se opone el Todo a la
ción» dirigido a un público filosóficamente inculto pero Parte (¿Platón.', ¿Hegel.'), o como se opone el Todo al
al cual no se trata de instruir, sino de mantenerlo en Todo (¿Kant?), o bien como se opone la parte (el
su ignorancia, porque solamente ante ella pueden tomar «Partido») a la parte, es decir, por ejemplo, (¿Marx.-")
forma aparente las «construcciones imaginarias», porque como se opone la clase explotadora (que es una parte
solamente ante ella puede cobrar el autor la forma iluso- de la Sociedad, la que instituye el Estado) a la clase ex-
ria de un «demiurgo», de un artesano cuando su realidad plotada, de suerte que ya no sea posible afirmar que
es solo la de un poeta. esta clase sea impotente. Hay un Poder burocrático, sin du-
da— pero también un poder popular variable histórica-
mente. Porque ahora ya excluidas en la relación
Por último: la crítica filosófica de Trias al Poder
político —al Estado— podría considerarse alineada, de Todo Nada, que no admite medio, por tanto, historia.
algún modo, con la crítica que los llamados «nuevos fi- Hay un Poder oligárquico, pero también un Poder
lósofos» — y, particularmente, Bernard Henri Levy — obrero que lo resiste y lo limita.' (Un poder que resulta
dirigen contra el marxismo-leninismo-stalinismo, enten- ser despreciado ingenuamente cuando, como en La bar-
dido como caso superior del platonismo» y el Archipié- barie con rostro humano, llega a creerse que sólo los «in-
lago Gulag es una continuación «proletario-fascista» de telectuales», los herederos desventurados del 68, pue-
los campos de concentración nazis: en cierto modo, se den mantener una lucidez ética).

EL BASILISCO 125
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

ALGUNAS PRECISIONES A
UN LIBRO PIADOSO-
PILAR PALOP
Oviedo

^ orno advierte elpropio F. Savater en una seguirán teniendo. Ahora bien, Savater trata, a toda costa
justíficación preliminar, el artículo inicial de huir de la fascinación de los grandes de la filosofía,
de esta obra, que da nombre al libro, pro- porque huye del sistema y de lo que él llama «monote-
longa ¡deas ya anunciadas en De los dioses ísmo», y porque aborrece la implacable verdad de lo
y el mundo (Valencia, F. Torres, 1975) y Necesario.
en «La Filosofía de lo sagrado» (artículo
contenido éri La Filosofit como anhelo de la Revolución, Savater quisiera ofrecernos la réplica, la contestación
Madrid, Ayuso, 1976). a ese pensamiento monoteísta. En ofrecer esa réplica
consiste todo su anhelo y la pasión que anima sus escri-
Me atrevería a decir que en estos tres lugares se tos; en ello consiste su gallardo intento. Gallardo porque
recogen, seguramente, los pensamientos que Savater está condenado al fracaso y lo sabe: nadie mejor que él
considera más suyos, aquéllos que más estima y le preo- conoce cuánto de verdadero contiene la filosofía que
cupan o, dicho con una expresión que el autor no acep- combate y cuánto de endeble, de puramente voluntaris-
taría: aquéllos que concibe como el eje de su «doctrina». ta, se encierra en sus propias savaterianas afirmaciones.

El libro contiene, además, otros artículos distintos: Savater quiere retrotraernos al politeísmo de los
sobre Spinoza o Heidegger, sobre Cioran p Holderlin, antiguos, al paganismo del mito, a la piedad comunitaria,
sobre «Cultura y gozo», etc. anterior e irreductible a las Religiones monoteístas, a la
veneración de la Ciencia y a la sociedad presidida por el
Yo recomendaría al lector que leyera, sobre todo, Estado.
esos últimos artículos mencionados. Son lo mejor de
Savater, lo que entusiasma y conmueve y también lo que Savater quisiera poder revocar la historia, para vol-
conduce más directamente al auténtico pensamiento sa- ver, como todos los nostálgicos del paraíso perdido, a la
vateriano, despojado del artificio retórico y de la delibe- inocencia sin pecado. En este libro nos habla, incluso,
rada mixtificación. Nadie mejor que Savater sabe aproxi- como si lo supiera de buena tinta, de que en aquel
marnos, en muy pocas páginas y con suma sencillez, al paraíso primitivo había un Gran Árbol —réplica antagó-
pensamiento de los filósofos. Cuando escribe sobre ellos, nica del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, sin
los ha repensado en proximidad y con empatia, los expo- duda— que los «hombres aurórales» no cortaban y que,
ne sin artificio y sin maniqueísmos, aceptando con dejado intacto por quienes podaban el bosque, permane-
«piedad apasionada» todas las contradicciones en que, cía victorioso e incólume, como símbolo de lo fútil, de
como hombres y como pensadores, necesariamente se lo superfluo y como bastión de la intimidad intocable de
movieron. lo «sagrado».

Pero lo otro —esos pensamientos que Savater nos N o sé si me equivoco, pero me parece que a los
ofrece como suyos— son, en cambio, mucho menos inte- contemporáneos de Savater nos trae un poco sin cuidado
resantes. Savater ha bebido en Céline, en Cioran, en aquel paraíso de los tiempos pretéritos, y el Árbol del
Rosset y en Nietzsche. Ha sido discípulo y es un «piado- ,Bien y del Mal, como tampoco nos sentimos demasiado
so» defensor de García Calvo. Pero estos autores, por inclinados a volver a venerar, por mucho que nos parez-
mucho valor que tengan y se les conceda, carecen de ese can bellos y llenos de encanto, a los dioses de la Mitolo-
nervio amplio y fuerte, de esa vastedad de ideas y de gía antigua. Nos traen un poco sin cuidado porque la
esas «siete leguas del concepto» que los grandes filóso- vida del presente, poco paradisíaca - e s cierto— está, a
fos — Spinoza, Kant, Hegel o Platón, p.e.— siguen y pesar de todo, poblada de cosas mucho más interesantes
y no menos bellas, en las que, además, no hace falta
creer, o a las que no hay que añorar, porque están ante
* Fernando SAVATER: ta Piedad Apasionada. Ed. Sigúeme, Salamanca, 1977 nuestros ojos inmediatas y vivas.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

N o es que Savater crea a pies juntiUas que hubo un Frente a todo ello Savater postula un retorno a la
tiempo pasado que fue mejor, pero, ai igual que los cris- «comunidad impecable», a la comunidad que es ajena e
tianos o que Rousseau o que los marxistas o que el pro- indiferente al Estado y que se guía por otras reglas;
pio Freud, postula la existencia, in illo tempore, de otra aboga, también, por una praxis de la aceptación del azar
vida anterior y más rica, como arma crítica contra esta y del fugaz momento de la casualidad, antagonistas del
otra de ahora, que tal vez no le gusta. determinismo materialista; hace gala de un menosprecio
de las ciencias y de esas ilusiones —la Verdad y el Pro-
El argumento mismo de la beatitud, en aquel paraíso greso, principalmente— que son concomitantes al espíri-
del paganismo, era —salva veritate— lo que Savater llama tu positivo; sueña, en fin, con un retorno del espiritua-
la «comunidad perfecta», en donde ni el Estado, ni la lismo y del culto de lo sagrado.
Necesidad, ni la aceptación de la Muerte habrían todavía
surgido. N o se reconocía al Dios único en ninguna de
esas sus múltiples manifestaciones. El regocijado ocio y Savater es muy dueño de luchar por lo que crea más
la inagotable pasión —que los dioses paganos personifica- verdadero, más beneficioso o, cuanto menos, más conso-
rían—, la entrega inconsciente y jubilosa al azar, la fe en lador. Pero los argumentos que esgrime contra las posi-
el poder del espíritu y en lo milagroso, la piedad hacia ciones del adversario son falaces y engañadores y, por
las cosas y hacia los semejantes, la ausencia de temor o ello mismo —porque ningún ideario, por justo y gallardo
de sumisión, la vida despreocupada y lírica serían los que sea, puede inspirarse en el engaño demagógico y en
ingredientes de ese modo de ser que, con el triunfo, en la falacia— me parece importante analizar esos argumen-
todos los campos, del Monoteísmo, se habría perdido. tos.

El Monoteísmo tendría su versión primera en las Savater afirma, p.e., que los dos grandes males,
grandes religiones positivas, pero su expresión más prís- fuentes del malestar htunano, son el trabajo y la renuncia
tina y depurada la constituiría el Estado, marco de la a las pasiones. En ello coincide puntualmente con Freud,
Necesidad inexorable, de la cual se harían, a su vez, por- aunque no comparte, en cambio, su teoría de la sublima-
tavoces el Materialismo filosófico y la Ciencia. ción. Lo más característico de las convicciones de Savater
es, con todo, el suponer que de esos males es causante
En esta segunda Weltanschauung que es, según el Estado, personificación de la Necesidad y administra-
Savater, la de nuestra época, impera la Ley —como voz dor de la Muerte. (Por Muerte entiende Savater, no sólo
del Estado—, la Necesidad (determinismo) física —como la muerte física —aunque también- sino algo más gene-
ral e impreciso: toda renuncia pulsional, todo someti-
axioma de la concepción materialista y positivista del
miento a las leyes físicas y sociales, todo acatamiento a
m u n d o - , y la mística de la Verdad así como la del Pro-
los dictados del Estado o a la exigencia del trabajo que
greso, como sustitutos, a través de la nueva veneración a
se hagan en nombre de la Necesidad y para salvar la
la Ciencia, de las vinualidades salvíficas de la Religión vida).
que, en cambio, se hallaría herida ya de muerte en este
momento histórico.
El Estado no es solamente, para Savater, como para
Marcuse, un aparato que ejercita la llamada «represión
sobrante», represión que, siendo superflua (sobrante),
cabría suprimir. La posición de Savater es mucho más
radical: cualquier forma coercitiva que emane del Estado
es, de suyo, sobrante y superflua, es intolerable. Savater
no exhorta directamente a sus seguidores a dejar de tra-
bajar, y él mismo, de hecho, trabaja. Pero aspira a «con-
tagiar» al mayor número de lectores posible su conven-
cimiento de que nadie debería someterse a la inexorabi-
lidad de la Muerte (léase «acatamiento», «trabajo», etc.).

A mí siempre me ha parecido, sin embargo, que no


es el Estado el que impone el trabajo o la renuncia pul-
sional, sino, precisamente esa comunidad próxima y cáli-
da de aquellos que habitan junto a nosotros. El Estado,
encarnado en los funcionarios y en los políticos, está
demasiado lejos —aunque no por ello ausente— de nues-
tras vidas. Además, en el marco del Estado todos tienen
cabida: trabajadores o vagos, ascetas o hedonistas, hom-
bres honorables y delincuentes. De hecho, el Estado
protege con creces a ciertos ociosos recalcitrantes, y en
el seno de la burocracia estatal más elevada ni el ocio ni
la vida pasional están mal considerados: más bien ocurre,
a menudo, lo contrario.

N o es pues el Estado —esa mostruosa abstracción


que Savater repudia— la que coarta la vida jubilosa y
libre: es precisamente la pequeña comunidad la que celo-

EL BASILISCO 127
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

relacionada con el anhelo de la libertad que preconizar,


en cambio, una recuperación de los dioses paganos como
reductos de una renovada fe. En efecto, si esos múltiples
dioses de la mitología significan la salvaguarda de ciertos
valores estéticos o poéticos de nuestra cultura, el volver
a recordarlos podrá significar para muchos (ya lo ha sig-
nificado para muchos otros) una bella forma de ejercer la
libertad, pero no la única posible. Si significa —como
más bien tiende a apuntar Savater— una aceptación de
las pulsiones albergadas en el «ello» y personificadas en
figuras divinas, bien está para quien crea que su opción
vital es ésa, pero para ello tampoco el Estado es un obs-
táculo principal.

La vida política es, precisamente, quizás más que


ninguna otra, aquélla en donde el pathos se despliega con
mayor profusión» y ardor. Recuerdo en este punto la
semblanza que Hegel hizo, en sus Lecciones de Filosofh de
•la Historia, de los grandes héroes políticos —César, Ale-
jandro, Napoleón— cuando advierte como todo en ellos
— su vida entera— mvo la pasión como argumento. En
la pasión consistió su grandeza, ella les privó del «tran-
quilo sosiego» y a ella se debieron las grandes hazañas
victoriosas que el Espíritu realizó en las personas de
estos estadistas. Lo que significó, por cierto, muy poco
para la felicidad personal de estos héroes, pues, como
advierte Hegel, una vez realizados en ellos los grandes
»H.iiiiiniiíiiiii..niiii.imiiiiniminiiYiil designios de La Libertad —que busca siempre sus pro-
pios caminos— «cayeron como cascaras vacías de la
almendra» y murieron jóvenes, o fueron asesinados o
deportados.

sámente exige a sus miembros someterse a los dictados Y no sólo los grandes héroes, sino todos los que
de la laboriosidad. Es ella la que determina quienes —los viven para y del Estado se comportan de modo compa-
niños, los enfermos, los ancianos, los locos— pueden rable. Son las pasiones y los intereses ligados a ellas; es,
quedar exentos de ciertas obligaciones. Ella es, también, en suma, el Espíritu subjetivo en su versión más particu-
la que asume normalmente la tarea de exigir — Freud lo lar, el que inspira la conducta de los políticos.
estableció muy claramente— esa renuncia a los instintos
— al pathos— que podrían dañar la precaria libertad y el
El pathos no es, por tanto —como cree Savater—,
equilibrio inestable de los miembros del grupo. Yo siem-
algo inútil o superfino, algo subversivo contra-los fines
pre he pensado, por ello, que la vida en una comunidad
pequeña daña mucho más hondamente la libertad y del Estado. Por el contrario, las pasiones son los instru-
recorta mucho más las posibilidades de expansión del mentos más eficaces y los más enérgicos para impulsar la
alma que la vida en el vasto ámbito del Estado. El hom- vida política.
bre es tanto más libre cuanto más cosmopolita, porque
en la ciudad y, más aún, en el seno de un amplio ayunta- Sócrates —por boca de Platón—, Platón mismo, Spi-
miento de ciudades o de naciones, las posibilidades de noza, Kant y principalmente Hegel (a quien Savater
elección para los hombres se multiplican considerable- tiene siempre presente como adversario principal) han
mente. descubierto y analizado la forma de ser del Estado. Ellos,
más que Savater, o por lo menos tanto como él, no han
ignorado la realidad opresora del gran Leviatán e incluso
la han sentido dolorosamente sobre sus vidas. Pero no
Tanto en la Venomenologm del Espíritu como en la han dejado, por ello, de reconocer, en ese ente mons-
filosofía del Derecho, Hegel reformuló. una idea que ya truoso y contradictorio, la condición misma de la liber-
había formulado Sócrates: a la Ciudad y al Estado debe- tad.
mos mayor piedad que a los padres, que a los hermanos,
que a los amigos, porque en el seno de la polis se ha fra-
guado y se fragua cada día nuestra libertad. Y si hay que
combatir sin tregua a los gobernantes, así como a ciertas Lamentablemente falta, en este primer número de EL
formas de organización del Estado (seguramente a todas BASILISCO la reseña del más importante libro de filo-
las actualmente vigentes) es en la medida en que operan sofía que se ha publicado últiriíamente: La Razón sin
en menoscabo de esa Libertad que el Estado, de suyo y Esperanza, de Javier Muguerza. Por causas de salud,
por esencia, tiene como función el garantizar. Vidal Peña, que estaba: elaborándola, no ha podido
terminarla a tiempo. La reseña aparecerá en el próximo
número.
Luchar (con «piedad» o sin ella) por cambiar el Es-
tado es, pues, según creo, una forma más directamente

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

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EL BASILISCO 129
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130 EL BASILISCO
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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

O H I M E N T Í S roandauit Bartbolomanis cognomento Anglicus, lífUkfíí


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OU3 Aípidum pama, lunda, vifcofa,fetida> veacnoíajíimtilqialaaíen- rcr.po^r.
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malí iotas vermem ¡^.v.^.--...j ^ - . V....,.—„.>... ¡......v^.w..
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ináe esteras etjain animantes e x c i a g u a . Oua íbidum ab Acgyptijs
p;^ffim frangitrsduinur: propíercaqt;G,dapudi!lüS (refcrenccPierio)
Inur^ukopinioliariiircumcxouojbiaisaliquaaaaemcracrcpolícicuniha-'csuíson-i-
niuora rir,& ícrpentum, necnon vcnen^itorumanimaliumomnc gcnus abbguuai-.Pr^-
terea V J V ' U S in tota Europa alia opinione irabuíumeft, vt ex ovio g.ilh decrcpit! Baü-
iifcus orodeat. C u m Albcrtus fcripferitab c a o galliin Ictau^acícpulto tándem Baii-
Lrcu;:iproíllire,qui%uva gallo proxfuscftínrahs^prxcercaudím , quajíerpc^uem pc-
nlvusa:;T.ulatur3Ícdhocfabuloíuaieíícarburamur. So\iv.i^ püodcrandüm c{l gaílmi
calore a b o u o gallina: animal evcludipofsic,quod.acg:irc-n6audcuui3iquaadoquidcm
expcricntia conftat apud Acgypcíüsp.,opulos,^oua :n funiis tcmpcratocalefaüís calo-
re, breu:f£mo tcmporisfpatiopiokm d a r c n m m ó e x o^obfu•;•amulieris delato tán-
dem pullam emcríiífc inrcUcximus.
H o c a u t c m d c o u o galli ancomrocntitium íiCi Lemnúis pronunciare non sudcí; L.í,.d£SC'
•umintcllexcriídnosaanofus gallosmCiuitate 2;¡nzca,atq;.'nambitii huius ínfula:, cult.rc?jf,i
"uftibus cnam percuíTos a b inciibacu nbigi minimc poruiííe ; ícd qaoniam ciucs hanc r^c.
conccperunt op-nioncm,, ex Cali olio Bafilifcuin tándem crnoipcre , o u o c o n r n t o , gal- c.iUi d¡í(}
{umftranoularunr. Hic auten:iduo mquircnda ncccííarioefíc víd.entiir.Pr.'nTumcrt an ¡Jccrcpíti
pallas f^alünaccus aliquando oiium enitatyr, & dcinde sn ex il.lo Baniiítura ex-- ah ir.cuha.-

Quoad prrmum, gallus fcnio confcdusj ncmpe circa rept!m'jm,no,n!im.ve) ad {'uva- gincn r í -
mum,c!rcadccímumquaitumanaum,pi-oroai()rÍ3Vchviu!oiivinüni nr.bccíUuatt_^!, taírunt.
a?ílinis incnftbuS) &: cxoricntc canícula, ouum parcrc pcrhib-vur, quod cíl íorm.vOíbi-
cularis, inflar ouicoliimbini, colorís fiau!5reuíiu!tí!;& veríicoloris, T a c e m u s m o d o Outgdl
quód a virisnon plcbeis nobis allatun^ fuit ouum prA:d!a?jíofnia^.quod galh cííe dice- n-ulitatcs,
batüfi q u o í r a í t o , nihtl nifi albumen cua) pauca materia ilaueicentcobícruabatur, f.^' é' codiíio-
adhuc einsputamcnin publico fcruatur Mufeo . Inteiicximus anrcní in cCieberruno w / .
Mní.voFcrantisImpcrariPharmacopolsHcspoiicaníjOuum huins gcncris oblongiim OHy.galii
vídcri. AJ-j fcí iptumrcliquerunt ouum gsll! rcftacsrcrc, &pc;lc adcüdi:ra eíTctc- in líufi&
ítum, vt íortífílmis ctiam iclibus rcíiftatj quod planc íabploíuní cííeaibitrnnnir. lní¡.-fr.AíL
PnfTiifnn^ nn-'dfm nddüci. vccrcdamuSieanumdccrcpitumjOuumev fcmincpntrc-.
fp.cio j vclexhümoru;-íi coUuuieconHaturíicoivi, quodcareat piiíamir,e,& tcnut ta:i»
íumiH j-dopelle reg.Ui.u'5 qualc tnit illiidnarum RcgijVannqDomini MijlefimofcxcCii-'
icümo vitZ^íim;:) o d a u o , cuius ^cnuinana icoiicm ilhnc ad iios dcculic D.Antonias Mi*
r a n d u h Canónicas Rei.'ulansSaiictiS(viuatoris.& AbbasS. Maria4ilíen»)Quialias v a - -, .
njíctiaro robos exoticishoc pi.!bucum ííonomcn'ic i\iuía:um Ijcupíctauit 3 retulicqí /• '^ '
difii'pca luMUsoiii pellcjexcreincncum pituuouiin , velutifcaicacorrupcú incus.r'.unb „ ,^, •' '''"'
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«auandoquldcm onum intrgrum , & pcrfcdl'.im in matricc tanic-uv.modo producitur,
qun galli carcnt :pr.etcrGu.imquod id dcgai.itibusPliiloiOphorum^&Mcdicofum ré-
iuftarcíur»

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