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El Magisterio de la Iglesia

La movilidad siempre fue una constante en la vida y en la historia de los pueblos


pero, a partir de 1870 el fenómeno migratorio comienza a asumir aspectos masi-
vos y eso preocupa a la Iglesia. El Papa León XIII, en la Encíclica Social, ya es-
tablece medidas para intervenir en dicho fenómeno ya sea en el campo pastoral
como en el disciplinar, pues, al afirmar inviolable el derecho de propiedad, propo-
ne a que las leyes deben favorecer este derecho y proveer a que la mayor parte
de la masa obrera tenga algo en propiedad. Entre los beneficios que esto puede
traer añade que: “...los hombres sentirán fácilmente apego a la tierra en
que han nacido y visto la primera luz, no cambiarán su patria por una tie-
rra extraña, sí la patria les da la posibilidad de vivir desahogadamente”.
(Rerum Novarum, 33)

Los textos del Magisterio de la Iglesia, en general, manifiestan la preocupación en


tutelar los derechos fundamentales, la cultura y las exigencias de un cuidado pas-
toral específico respecto a los migrantes. Su intervención es de carácter pastoral
en una situación no provocada ni creada por la Iglesia. Ella sencillamente, toma la
realidad tal cual se presenta para proponer el cuidado con dicha realidad. Ante to-
do, la Iglesia reconoce el derecho a la migración como un derecho inalienable a su
misma condición humana: “Ha de respetarse íntegramente también el dere-
cho de cada hombre a conservar o cambiar su residencia dentro los lími-
tes geográficos del país; más aún, es necesario que le sea lícito, cuando
lo aconsejen justos motivos, emigrar a otros países y fijar allí su domici-
lio. El hecho de pertenecer como ciudadano a una determinada comuni-
dad política no impide en modo alguno ser miembro de la familia humana
y ciudadano de la sociedad y convivencia universal, común a todos los
hombres”. (Pacem in Terris, 25)

Un fenómeno que no es nuevo, pero sigue intenso no sólo en América Latina, sino
en todo el mundo viene siendo considerado por la Iglesia como una necesidad
pastoral que reclama una acción específica de la Iglesia: “... indudablemente
son muchos los campesinos que abandonan el campo e incluso centros
urbanos. Este éxodo rural, por verificarse en casi todos los países y ad-
quirir a veces proporciones multitudinarias, crea problemas de difícil so-
lución por lo que toca al nivel de vida de los ciudadanos”. (Mater et Magis-
tra, 123)

Vienen consideradas en la misma encíclica las causas que provocan dichos fenó-
menos, pues la Iglesia ya lo sabe que no es suficiente constatar el hecho, sino el
saber de dónde vienen, que situaciones lo provocan, y se manifiesta en estos
términos: “Juzgamos, sin embargo, que el éxodo de la población agrícola
hacia otros sectores de la producción se debe frecuentemente a motivos
derivados del propio desarrollo económico. Pero en la inmensa mayoría
de los casos responde a una serie de estímulos, entre los que han de con-
tarse como principales el ansia de huir de un ambiente estrecho, sin
perspectivas de vida más cómoda; la búsqueda de novedades y aventuras
de que tan poseída está nuestra época; el afán por un rápido enriqueci-
miento; la ilusión de vivir con mayor libertad, gozando de los medios y
facilidades que brindan las poblaciones más numerosas y los centros ur-
banos. Pero también es indudable que el éxodo del campo se debe al
hecho de que el sector agrícola es, en caso todas partes, un sector depri-
mido, tanto por lo que toca al índice de productividad del trabajo como
por lo que respecta al nivel de vida de las poblaciones rurales”. (Mater et
Magistra, 124)

Todos estos son aspectos que un agente de Pastoral de Movilidad Humana no


puede ignorar, pues su actuación pastoral será más eficaz cuanto más tocan las
causas fundamentales de la migración y puedan actuar de manera a provocar un
cambio en las estructuras que generan la movilidad de la gente.

Es la voz de la Iglesia que nos invita a considerar la Pastoral de Movilidad Humana


una tarea de todos. Nadie debe sentirse excluido y decir que esta no es su tarea,
pues el que así lo piense no se considera responsable a que la gente tenga que
desplazarse.

El Concilio Vaticano II, al tratar sobre la situación del hombre en el mundo de


hoy, llama la atención sobre el problema de la Movilidad Humana y sobre sus con-
secuencias: “Y no debe subestimar el que tantos hombres, obligados a
emigrar por varios motivos, cambien su manera de vida”. (Gadium et Spes,
6)

Además, considera el mismo concilio que esta realidad de ser contemplada en el


ministerio de padre y pastor de los Obispos: “Para procurar mejor el bien de
los fieles, según la condición de cada uno, esfuércense en conocer bien
sus necesidades, las condiciones sociales en que viven, usando de medios
oportunos, sobre todo de investigación social. Muéstrense interesados
por todos, cualquiera que sea su edad, condición, nacionalidad, ya sean
naturales allí, ya inmigrantes, ya forasteros”. (Gaudium et Spes, 16)

El mismo Concilio también les recomienda una preocupación pastoral especial a


todas las personas en movilidad: “Ténganse una preocupación especial por
los fieles que, por su condición de vida, no puedan disfrutar convenien-
temente del cuidado pastoral ordinario de los párrocos, o carecen total-
mente de él, como son muchísimos emigrantes, desterrados y prófugos,
marineros y aviadores, nómadas, etc. Promuévanse métodos pastorales,
convenientes para ayudar la vida espiritual de los que temporalmente se
trasladan a otras tierras para pasar vacaciones” (Christus Dominus, 18)

Encontramos, además, referencias a la necesidad del cuidado pastoral de las per-


sonas en movilidad, lo que a ellos se les puede aplicar, en varios numerales de
distintos documentos del Concilio Vaticano II: Presbiterorum Ordinis, 8; Apos-
tolicam Actuositatem 8, 10, 14; Unitatis Redintegratio 18; Ad Gentes
11,20.

Igualmente, el Papa Pablo VI no deja pasar desapercibido su preocupación por el


mundo de la movilidad. En interés a que la Iglesia desarrolle una pastoral ade-
cuada al servicio de los migrantes, lo confirma el motu propio “Pastorales Mi-
gratorum Cura” (Carta Apostólica sobre la asistencia pastoral de los emigrados,
15 de agosto de 1969), donde, pide a la congregación para los obispos que revise
las normas pastorales relativas a la asistencia espiritual de los emigrados, las ac-
tualice de acuerdo a las enseñanzas del Concilio Vaticano II y las promulgue me-
diante una instrucción especial.

Esta Institución titulada “De Pastorasalis Migratorum Cura” fue promulgada el 22


de agosto de 1969. Podemos decir que esta es la “Carta Magna” respecto a la
Pastoral de Movilidad Humana, todavía en vigor en la Iglesia. De esta fuente han
tenido origen otros documentos ya sea a nivel de Iglesia Universal, como también
de Iglesias particulares.

LAS MIGRACIONES LATINOAMERICANAS SEGÚN JUAN PABLO II

Hablando a los participantes del I Congreso Mundial de Migraciones, el Papa Juan


Pablo II, decía en forma confidencial: “Creo sea necesario decirles que soy
muy sensible a los problemas pastorales que estáis estudiando! ¿Cómo
garantizar a las comunidades católicas de emigrantes el cuidado pastoral
que necesitan?”

Considerando la situación de los migrantes ya sea, los del campo a ciudad, como
los inmigrantes, cuando en su visita a Monterrey, México, dijo el Papa Juan Pablo
II a los trabajadores: “No podemos cerrar los ojos a la situación de millones
de hombres que en su búsqueda de trabajo y del propio pan han de aban-
donar a su patria y muchas veces las familias, afrontando las dificultades
de un ambiente nuevo no siempre agradable y acogedor, una lengua des-
conocida y condiciones generales que les sumen en la soledad y a veces
en la marginación a ellos, a sus mujeres y a sus hijos, cuando no se llega
a aprovechar esas para ofrecer salarios más bajos, recortar los beneficios
de la seguridad social y asistencial, a dar condiciones de vivienda indig-
nas de seres humanos. Hay ocasiones, en que el criterio puesto en prácti-
ca es el de procurar el máximo rendimiento del trabajador migrante, sin
mirar a la persona”. (Juan Pablo II, Discurso a trabajadores, Monterrey, México,
31 1-79)

El hecho de las migraciones no le pasa desapercibido al Pasto de la Iglesia Univer-


sal, pues en otras partes del continente latinoamericano, en sus visitas apostólicas
no deja de decir su palabra alentadora a los migrantes, siempre a partir de la rea-
lidad propia de cada país, de cada región dentro del miso país.

En su primera visita a Brasil, en su homilía, en el marco del Congreso Eucarístico


de Fortaleza, dice: “El cuadro de la movilidad humana, de vuestro país, es amplio
y complejo. Amplio, porque afecta a millones de personas de todas las categor-
ías. Complejo, por las causas que supone, por las consecuencias que provoca, por
las decisiones que exige. El número de los que emigran en el interior de esta in-
mensa nación alcanza, por lo que he podido saber, niveles tan altos que preocu-
pan a los responsables. Una parte de los emigrantes va en busca de mejores con-
diciones de vida emigrando de ambientes saturados de población hacia lugares
más deshabitados, otra parte va en busca de mejores condiciones de clima, que,
por ello mismo, ofrecen la posibilidad de un progreso económico y social más
fácil. Y no son pocos los brasileños que atraviesan o cruzan las fronteras”. (Juan
Pablo II, Homilía Congreso Eucarístico, Fortaleza, Ceará, Brasil, 9-7-80)
Ya en Guayaquil, Ecuador, el Santo Padre, al hablar del fenómeno migratorio en
aquel país, lo enfoca, como un verdadero “Vía Crucis”, y para infundirles ánimo,
les dijo de su solidaridad: “Deseo impulsaros hacia arriba y acoger en mi co-
razón, vuestro “Vía Crucis”, el de cada uno de vosotros, de vuestras fami-
lias, que desde los campos de todo el país dejaron un día sus lugares de
origen, buscando mejores condiciones de vida, iniciando así un camino
doloroso hacia la ciudad”. (Juan Pablo II, Alocución Acto Mariano, Guayaquil,
Ecuador, 31-1-85)

En verdad, éstas migraciones internas, desarraigan por completo al hombre de su


comunidad local, para insertarlo en otra realidad que no es la suya y en la que
muchas veces lo marginaliza. Además, no pasa desapercibido al Papa Juan Pablo
II otro problema pastoral, respecto a los migrantes que es la proliferación de las
sectas en América Latina. Así lo manifiesta: “Puedo imaginarme las dificulta-
des sin fin de vuestro asentamiento: precario estabilidad, afanosa
búsqueda de los materiales para construir una vivienda de emergencia,
condiciones higiénicas y sanitarias insuficientes, ausencia de servicios
públicos, etc. Cuántas luchas para superar amenazas de todo tipo: explo-
tación, caciquismo, demagogias, violencia, promiscuidad! Cuántos desaf-
íos para no dejaros seducir por campañas proselitistas, promovidas por
grupos o sectas de poco contenido religioso, orientadas a haceros perder
vuestra fe católica!”. (Juan Pablo II, Homilía en Cuibá, M.T. Brasil, 16-10-91)

En muchos países de América Latina la adopción de políticas neoliberales, las pre-


siones económicas sufridas por parte de Organismos Internacionales que quieren
controlar la economía de muchos países, a causa de su deuda externa, agudiza
todavía más la situación de pobreza, aumentando el número de migrantes y des-
plazados y dificultando todavía más la consecución de sus objetivos al emprender
su primer éxodo: El problema del migrante, en cualquier lugar es el del
hombre que llega en búsqueda de mejores condiciones de su vida y de
trabajo para sí y para su familia. Sueña generalmente con una parcela de
tierra donde establecerse ya sea en el campo, ya en la ciudad, Pero es
muy difícil que la encuentre”. (Juan Pablo II, Homilía en Cuibá, Brasil, 16-10-
91)

Desconocer las dificultades reales de los migrantes es correr el riesgo de aplicar-


les una educación, una catequesis y una pastoral que no le llegue a la vida y al
corazón. Son muchas las causas que alejan al migrante y su familia de una convi-
vencia normal en la sociedad así como a nivel eclesial. Su experiencia de movili-
dad le deja marcas que no se le quitan fácilmente. Por eso el Papa nos recuerda a
todos, algunos de los problemas respecto al migrante: “...familias desarraiga-
das de su ambiente, de sus tradiciones y de su vida religiosa comunitaria,
y expuesta a las vicisitudes de viajes largos y penosos. Se sienten insegu-
ras en la búsqueda de trabajo e imposibilidades de halar una casa, aun-
que sea modesta, que los cobije. Los niños son las grandes víctimas de
una migración incontrolada y creciente y, junto con la miseria, aumentan
la delincuencia, el abandono y las malas costumbres... En general acaban
formando parte del doloroso cuadro de hermanos que sufren, de niños
hambrientos y enfermos, víctimas de una migración incontrolada”. (Juan
Pablo II, Homilía en Cuibá, Brasil, 16-10-91)
Al lado de todas estas consecuencias negativas que se consideró anteriormente, el
Papa reconoce también algunos aspectos positivos y dice que los migrantes son
también propulsores del progreso, y advierte sobre el peligro de tornarse víctima
del mismo: “Hay migrantes que son resortes propulsores del progreso, pe-
ro también pueden ser sus víctimas, puesto que, dedicándose enteramen-
te al trabajo y aspirando al éxito rápido en sus empresas, sin el consuelo
y el apoyo de sus comunidades eclesiales, abandonan la vida religiosa
que vivían en sus ciudades natales. Triunfan en la vida empresarial, pero
pueden naufragar religiosamente, olvidando sus deberes hacia Dios que,
en la tierra de origen, les mostraba el camino para alcanzar la alegría del
bien realizado, de la familia bien constituida y fiel, y de los hijos que cre-
cen en el amor a Dios y a sus propios padres”. (Idem)

Echando una mirada en la historia, se encuentra que varios de los países de Amé-
rica Latina fueron países acogedores de distintas corrientes migratorias a lo largo
de los siglos. Algunos de estos países se hicieron y desarrollaron como tales a
partir de los inmigrantes, hombres y mujeres que los adoptaron como su patria y
le aportaron la herencia de su cultura o de su fe: “Los emigrantes venían aquí
sobre todo a buscar trabajo, cuando éste escaseaba en su tierra de ori-
gen. Con la voluntad de trabajar, a la vez, de contribuir al bien común del
país que los recibía generosamente, traían también consigo todo el baga-
je histórico, cultural y religioso de sus respectivos países... Han aportado
los emigrantes una fe sincera y una viva conciencia de su pertenencia a la
Iglesia Católica, y también su propio tesoro de devociones populares.
Ellos han fijado definitivamente la actual fisonomía religiosa de este país
y de tantos otros países hermanos, en una admirable simbiosis con las
tradiciones locales”.(Juan Pablo II, Panamá, 9-3-87)

La Pastoral de las Migraciones no puede ser conformada por acciones aisladas de


algunos grupos de personas, sino que se constituya en un desafío a la acción
evangelizadora global de la Iglesia. El primer punto a tener en cuenta, nos advier-
te el Santo Padre es la acogida: “Debéis procurar que los inmigrantes arrai-
guen vitalmente en la nación que los recibe, en la comunidad eclesial que
como hermanos los acoge. Esto supone conjurar, con extrema delicadeza
la valoración el patrimonio espiritual que los inmigrantes traen consigo,
con el fomento de su integración en el ambiente al que llegan. Esta solíci-
ta actitud, evita tensiones y conflictos, facilita el mutuo enriquecimiento
humano y espiritual. (Idem)

Otro elemento fundamental jamás olvidado por el Papa es el de la dignidad de la


persona humana por encima de otros valores. De hecho, el migrante puede per-
der mucho de sus orígenes, tradiciones, relaciones, etc., pero nunca pierde su
dignidad de persona y de hijo de Dios: “Ante el fenómeno la Iglesia sigue
proclamando que el criterio a seguir en éste como en otros campos, no es
el hacer prevalecer lo económico, lo social, lo político por encima del
hombre, sino que la dignidad de la persona humana está encima de todo
lo demás y a ello hay que condicionar el resto”. (Juan Pablo II, Discurso a
trabajadores, Monterrey, México, 31-1-79)

Cuando, desde una pastoral ordinaria nos encontramos con los migrantes no de-
bemos rehuir al esfuerzo de evangelizarlos desde su realidad concreta subrayando
el aspecto de la recuperación de su dignidad y de sus derechos fundamentales. Es
lo que no enseña el Santo Padre: “La Iglesia no se ha cansado ni se cansará
jamás de proclamar los derechos fundamentales del hombre. El derecho a
permanecer libremente en el propio país, de tener una patria, de emigrar
dentro y fuera de su propio país por motivos legítimos, a poder tener una
vida plena de familia, a conservar y desarrollar el propio patrimonio étni-
co, cultural, lingüístico, a profesar públicamente la propia religión, a ser
reconocido y tratado conforme a la dignidad de la propia persona en toda
circunstancia. Por ese motivo, la Iglesia no puede menos de denunciar las
situaciones que fuerzan a muchos a la emigración”. (Juan Pablo II, Congre-
so Eucarístico, Fortaleza, Ceará, Brasil, 9-7-80)

Ampliando más este concepto el Papa advierte: “El problema de la migración


no es sólo de carácter socioeconómico o político, sino sobre todo un de-
safío a la caridad y a la justicia en el mundo”. (Juan Pablo II, Cuibá, MT, Bra-
sil 16-10-91)

Asumiendo el dolor y la situación de todo migrante, añade: “La Iglesia quiere


permanecer a vuestro lado... Está empeñada en aliviar vuestros sufri-
mientos, hechos de humillaciones y pobreza”. (Idem)

Además la Iglesia y el Papa personalmente asumen como propios los sufrimientos


que caracterizan la experiencia de cada migrante y los ofrece al Señor para que
los transforme en esperanza de vida nueva y de salvación: “Esta mañana, que-
ridos hermanos, quiero recoger todas las lágrimas derramadas durante
vuestro largo peregrinar, para ponerlas a los pies de Cristo, y que se con-
viertan en gracia salvadora para vuestras vidas, en conciencia viva y es-
peranza de vuestra condición de hijos de Dios, en impulso a crecer en
dignidad humana y en conciencia cristiana”. (Juan Pablo II, Alocución Acto
Mariano, Guayaquil, Ecuador, 31-1-85)

Estas cortas pero fundamentales enseñanzas nos confrontan y nos pide a vivir con
realismo la catolicidad de nuestra fe. Además nos hace sentir como necesaria una
actitud de continua conversión misionera y apostólica ya sea de la Iglesia de ori-
gen para que se sienta comprometida a preparar sus fieles, que por cualquier
razón se dirigen a otros lugares y de la Iglesia de acogida para que se haga pro-
fundamente sensible a los nuevos deberes de servicio, particularmente hacia
aquellos que toman morada en su territorio.

LAS MIGRACIONES VISTAS POR EL CELAM

El Consejo Latinoamericano (CELAM) desde su origen ha tenido el fenómeno de la


Movilidad Humana, particularmente el de las Migraciones, como preocupación
pastoral. Pero no se nota de inmediato que haya dado respuesta decisiva. Más
bien ese desarrollo fue alanzando dimensiones más amplias al interior de algunas
Conferencias Episcopales, hasta que se llegó a la creación de un Secretariado es-
pecializado en el área de la Movilidad Humana en 1987.

En 1995, en la primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,


cuando se crea el CELAM, ya viene tratando el tema de las “Inmigraciones”. En
aquel entonces, América Latina era receptora de migrantes. Con el pasar de los
años esta situación se invierte, pasando a expulsar las personas además el nuevo
fenómeno de la urbanización, que se intensifica, prácticamente, en casi todos los
países, provocando fuerte éxodo rural y transnacional.

Con el pasar de los tiempos, creciendo la conciencia de la necesidad de una pasto-


ral específica, se ha ido evolucionando en su tratamiento y en sus respuestas pas-
torales, alcanzando su madurez en la IV Conferencia General del Episcopado Lati-
noamericano, realizada en Santo Domingo, en octubre de 1992, cuando se le ha
dado un apartado especial entre los diez temas de la Promoción Humana.

Haremos un recorrido por las cuatro Conferencias tomando de cada una los as-
pectos más significativos:

a) Río de Janeiro, Brasil – 1955

En esta primera Conferencia, convocada por el Papa Pío XII, cuando se crea el
CELAM, los Obispos presentes en la misma, teniendo como base la Encíclica
Exsul Familia (Pío SII, 1952), tratan el tema de las inmigraciones, enfocando
algunos temas de real importancia:

El derecho y la justicia de la migración: “Corresponde a los países latinoa-


mericanos, como un deber de caridad cristiana, de justicia social y de
solidaridad humana, abrir sus puertas a la inmigración”. (#90)

Pide a los católicos que consideren la inmigración como un problema de familia


y les recomienda a crear un ambiente favorable a la inmigración tanto entre el
pueblo como entre los gobernantes.

La asistencia material y espiritual en la adaptación de los migrantes, es otro


punto importante de esta Conferencia: “Ha de ponerse especial cuidado en
organizar urgentemente en todos los países latinoamericanos, la obra
de asistencia espiritual a los inmigrantes, según las normas de la
Constitución Apostólica Exsul Familia y las disposiciones concretas
que, en cada caso, da la S.C. Consistorial”. (#91)

Además recomienda que se organicen servicios pastorales específicos a nivel


nacional de cada episcopado: “Constitúyanse dónde aún no exista Comi-
siones Episcopales para la asistencia espiritual de los inmigrantes...
(#91a)

Propone también que donde se hace necesario sea prevista la creación de pa-
rroquias “nacionales”: “...recúrrase a S.C. Consistorial con el fin de obte-
ner el indulto apostólico necesario para erigir, donde sea posible, la
parroquia nacional para los distintos grupos de inmigrantes, por lo
menos, la misión con cura de almas. (#91c)

Se habla, igualmente, de la necesidad urgente de organizar la asistencia espiri-


tual de los inmigrantes, de acuerdo a las normas de la Constitución Apostólica
Exsul Familia al igual que se recomienda la “celebración del día del migran-
te” (#91d)
“Se debe intensificar la asistencia social al inmigrante, por medio de
Secretariados de colocación, servicio social, asistencia jurídica y médi-
ca, orientación profesional y de acomodación al ambiente, etc...” (#92)

b) Medellín, Colombia – 1968

Esta Conferencia, convocada para hacer llegar a las bases, en la realidad lati-
noamericana, las enseñanzas del Concilio Vaticano II, trató los temas más ur-
gentes de aquél momento histórico, priorizando sus urgencias. Así mismo, en-
contramos en sus conclusiones, alusiones a situaciones muy específicas de los
migrantes.

Dentro de la promoción humana, el tema de la justicia en la parte que trata de


la visión de la realidad habla de una clase de personas, que migran desde los
países latinoamericanos: “Se ha iniciado un éxodo de profesionales y
técnicos a países más desarrollados”. (Medellín Documentos sobre justicia
1.1)

Se constata una situación real sin que se busque medidas para impedir este
éxodo. Asimismo, al tratar sobre la Pastoral de Elites, se habla de otra clase de
migrante latinoamericanos, los universitarios. En las recomendaciones pastora-
les de carácter especial encontramos: “Teniendo en cuenta el hecho de
que miles de jóvenes latinoamericanos estudian en Europa y América
del Norte, el CELAM procurará, de acuerdo con la jerarquía de esos
países, proveer a la debida atención pastoral de los mismos, cuidando,
al mismo tiempo, de mantener viva en ellos la conciencia del compro-
miso de servicio para con sus países de origen”. (Medellín Documento
sobre Pastoral de Elites 7, 18c)

Si la primera Conferencia había puesto su atención a los que llegaban al Conti-


nente Latinoamericano, Medellín se ha preocupado de los que se iban, pero, no
tenía en cuenta, todavía los movimientos migratorios internos, las migraciones
fronterizas y hacia otros países latinoamericanos.

Sin embargo, la relectura del propio carisma por parte de las Congregaciones
Scalabrinianas, en el proceso de “vuelta a las fuentes”, pedido por el mismo
Concilio Vaticano II, al proponer una actualización de Vida y Misión de las Con-
gregaciones Religiosas, contribuyó en gran parte para una toma de conciencia,
por parte de las mismas Congregaciones y por ende, de la Iglesia, del intenso
fenómeno de movilización de la gente al interior del propio país, o, hacia paí-
ses vecinos, dentro de América Latina.

c) Puebla de los Ángeles, México, 1979

Aunque el tema no venga considerado por aparte, ya se nota una gran sensibi-
lidad por el fenómeno de la Movilidad Humana y se ve como algo en crecimien-
to en América Latina. El documento de Puebla hace referencia en varias oca-
siones a la migración, pero su significado se entiende solamente en el contexto
más amplio de la visión de fe, historia y evangelización que desarrolla el do-
cumento.
Esta Conferencia considera la migración forzada como un signo negativo que
indica una situación de ciclo vicioso de pobreza y una exclusión de participa-
ción de los bienes y destino de la sociedad: “Comprobamos, pues, como el
más devastador y humillante flagelo, la situación de inhumana pobreza
en que viven millones de latinoamericanos expresada, por ejemplo, en
... falta de vivienda adecuada... salarios de hambre... inestabilidad la-
boral, migraciones masivas, forzadas y desamparadas, etc.”. (D.P 29)

En el análisis sociocultural, cuando habla de la demografía como uno de los


graves problemas del continente, dice: “Observamos que en casi todos
nuestros países se ha experimentado un acelerado crecimiento de-
mográfico. Tenemos una población mayoritariamente joven. Las mi-
graciones internas y externas llevan un sentido de desarraigo, las ciu-
dades crecen desorganizadamente... agrandándose así la marginación
social, cultural y económica. El aumento de quienes buscan trabajo ha
sido más rápido que la capacidad del sistema económico actual para
dar empleo”. (D.P. 71)

También al describir la verdad sobre el hombre y su dignidad, viene reconocido


el fenómeno de las migraciones: “América Latina constituye el espacio
histórico donde se da el encuentro de tres universos culturales: el
indígena, el blanco y el africano, enriquecidos después por diversas
corrientes migratorias”. (D.P. 307)

En la misma línea, se hace notar que las corrientes inmigratorias más recientes
influyen en la cultura y etapas del proceso cultural: “Posteriormente, du-
rante los dos últimos siglos, afluyen nuevas corrientes inmigratorias,
sobre todo en el Cono Sur, las cuales aportan modalidades propias, in-
tegrándose básicamente al sedimento cultural preyacente”. (D.P. 411)

Pero, el nuevo de Puebla consiste en insistir en la problemática de las migra-


ciones internas como un fenómeno particular e importante en la nueva confi-
guración de la cultura Latinoamérica: “...la intensificación de las migracio-
nes y de los desplazamientos de la población del agro hacia la ciu-
dad...”. (D.P. 419)

En éxodo rural genera otros problemas en lo que es el mundo urbano, situa-


ción que no pasa oculta a los Obispos reunidos en puebla; pues todo eso va a
tener consecuencias en la vida familiar: “En estos sectores populares, la
crónica y generalizada situación de desempleo afecta la estabilidad
familiar, ya que la necesidad de trabajo obliga a la emigración al au-
sentismo de los padres, a la dispersión de los hijos. (D.P. 576)

Poniendo énfasis en las palabras del Papa Juan Pablo II, Puebla nos hace no-
tar, que no todo en la vida de los pobres y migrantes es sufrimiento y dolor,
pues también en medio a toda esta situación de necesidad y humildad, puede
existir señales positivas de esperanza, solidaridad y alegría: “Podemos visi-
tar en toda América Latina casas donde no falta el pan y el bienestar
pero falta quizás concordia y alegría, casas donde las familias viven
más bien modestamente y en la inseguridad del mañana, ayudándose
mutuamente a llevar una existencia difícil pero digna; pobres habitan-
tes en las periferias de vuestras ciudades, donde hay mucho sufrimien-
to escondido aunque en medio de ellas exista la sencilla alegría en los
pobres, humildes chozas de campesinos, de indígenas, de emigrantes,
etc. ....”. (D.P. 581)

La Iglesia dirige su mirada y su pensamiento sobre todo a los jóvenes que vi-
ven inmersos en el mundo de las migraciones y pide para ellos una adecuada
atención pastoral. Es la madre que no se olvida de ninguno de sus hijos: “Se
deberá preparar la acogida y atención a los jóvenes que, por diversos
motivos, deben emigrar temporalmente o definitivamente y que son
víctimas de la sociedad, la desubicación, la marginalización, etc. ...”.
(D.P. 1191).

En una visión prospectada hacia el futuro se puede prever que esta situación
no irá a cambiar tan pronto, pues se puede entrever que es un proceso en cre-
cimiento, Puebla advierte: “El desequilibrio sociopolítico a nivel nacional
e internacional está creando numerosos desubicados, como son los
emigrantes cuyo número puede ser de magnitud insospechada en el
próximo futuro. A éstos deben añadirse desubicados políticos como
son los asilados, los refugiados, desterrados y también los indocumen-
tados de todo género”. (D.P. 1266)

Además del conocimiento sobre el fenómeno de la Movilidad Humana, la III


Conferencia expresa la necesidad de una atención pastoral por aporte de la
Iglesia. Así que al hablar de la acción de la Iglesia por la persona en la socie-
dad nacional e internacional, ya que la Pastoral de Movilidad Humana no puede
tener fronteras, recomienda como servicios específicos: “La Iglesia debe
propiciar el que este grupo flotante de la humanidad se integre, sin
perder sus propios valores; debe colaborar para que quienes no exis-
tan legalmente posean la necesaria documentación, a fin de que todos
tengan acceso al desarrollo integral que la dignidad de hombre y de
hijo de Dios merece” (D.P. 1290)

Promotora de la dignidad y el respeto de la persona humana, para iluminar y


orientar su acción evangelizadora con sus doctrinas social, la Iglesia busca
responder a las nuevas necesidades del hombre dentro de su situación concre-
ta, aplicando los principios perennes del Evangelio, que ella misma actualiza en
su misión: “Es también necesaria la acción de la Iglesia para que los
desubicados y marginados de nuestro tiempo no se constituyan per-
manentemente en ciudadanos de segunda clase, puesto que son suje-
tos de derecho a una adecuada atención pastoral, según los documen-
tos pontificios y las orientaciones propuestas en las regiones latinoa-
mericanas sobre pastoral de migraciones”. (D.P. 1291)

No se puede olvidar, además que Puebla reconoce el aporte de los inmigrantes


a la religiosidad del hombre latinoamericano: “La religiosidad popular del
hombre latinoamericano posee rica herencia de oración enraizada en
culturas autóctonas y evangelizadas después por las formas de piedad
cristiana de misioneros e inmigrantes”. ( D.P. 904)
Queda claro que en este momento, los Obispos de Latinoamericana tiene clara
conciencia del fenómeno de la Movilidad Humana, de la necesidad de una pas-
toral específica aunque no elabore ni un cuerpo doctrinal, ni líneas pastorales
concretas que puedan responder a las necesidades de la gente en movilidad.

d) Santo Domingo, República Dominicana – 1992

En los documentos preparatorios de la IV Conferencia aparece clara la preocu-


pación por el hecho de la movilidad de las personas, se evidencia la dificultad
de dar respuestas pastorales más eficaces por la complejidad de las causas
que provocan los desplazamientos. Sin embargo se reconoce algunos logros en
este campo: “Los hechos más significativos de orden positivo en este
trabajo son: cada día se capacitan más agentes de pastoral para este
trabajo; se ha logrado crear organismos tanto latinoamericano como
nacional y diocesano para esta pastoral...” (Instrumento Preparatorio,
749)

El documento de consulta, al tratar el tema de las Migraciones lo hace más


bien en tono negativo y no presenta líneas pastorales en este campo. Senci-
llamente constata la situación y algunas de las causas y consecuencias de la
misma: “Más de 30 millones de latinoamericanos constituyen la masa
migratoria fruto de la pobreza, de la violencia o de la situación políti-
ca... El auge de las migraciones en los campos, hacia la ciudad y entre
los países coloca en grave peligro a las gentes que las padecen e inte-
rroga su destino ya que toda promoción se dificulta en el desarraigo
que imposibilita toda participación y la santa integración de la comu-
nidad, degrada la unidad familiar y el trabajo y priva a quienes pade-
cen este trauma de la posibilidad de acceder a la convivencia”. (Docu-
mento de Consultas, 278 y 418)

En la misma IV Conferencia, la que va dar a la Pastoral de Movilidad Humana


la importancia debida, eligiéndola como uno de los treinta temas más urgentes
del momento. En el Documento final viene ubicado en el gran tema de la Pro-
moción Humana. Siguiendo la metodología propuesta, el apartado correspon-
diente a la Movilidad Humana, parte de la iluminación bíblica, sigue con los de-
safíos pastorales y las líneas de acción pastorales que le corresponden: “El
Verbo de Dios se hace carne para reunir en un solo pueblo a los que
andaban dispersos y hacerlos ciudadanos del cielo”. (Flp 3,20; Cf. Hb
11, 13-16).

Así el Hijo de Dios se hace peregrino, pasa por la experiencia de los


desplazados (Cf. Mt 2, 13-23), como un migrante radicado en una in-
significante aldea (Cf. Jn 1,46). Educa a sus discípulos para ser misio-
neros, haciéndolos pasar por la experiencia del que migra para confiar
sólo en el amor de Dios, de cuya buena nueva son portadores (Cf.
6,6b-12).

e) Aparecida ….
Desafíos pastorales:

Hay, en los últimos años, un fuerte incremento de la migración hacia los dos
grandes países del Norte y también –aunque en menor grado- hacia otros países
latinoamericanos más ricos. Surgen también fenómenos como la repatriación vo-
luntaria y deportación de indocumentados. El auge de los viajes y el turismo, e
incluso las peregrinaciones religiosas y de los que viven del mar, interpelan la so-
licitud especial de la Iglesia.

En los países con especiales problemas de migración por causas socioeconómi-


cas existe por lo general ausencia de medidas sociales para detenerlas; y en los
países receptores, una tendencia a impedir su ingreso. Esto trae graves conse-
cuencias de desintegración familiar y desangre de fuerzas productivas en nuestros
pueblos, junto con desarraigo moral y religiosa en los mismos migrantes. Sin em-
bargo, en algunos casos, logran insertarse en comunidades católicas y aún las re-
vitalizan.

Líneas Pastorales:

Reforzar la Pastoral de la Movilidad Humana enlazando esfuerzos entre Dióce-


sis y Conferencias Episcopales de las regiones afectadas, y cuidando que, en la
acogida y demás servicios a favor de los migrantes, se respeten sus riquezas espi-
rituales y religiosas.

Concientizar a los sectores públicos sobre el problema de las migraciones, con


miras a la equidad de las leyes sobre el trabajo y el seguro social y el cumplimien-
to de convenios internacionales.

Ofrecer a los migrantes una catequesis adaptada a su cultura y asesoría legal


para proteger sus derechos.

Presentar alternativas a los campesinos para que no se sientan obligados a


migrar a la ciudad.

Sin embargo, además de contar con un apartado propio en el documento final,


encontramos referencias explícitas a los diferentes aspectos de la Movilidad
Humana en otras partes del documento.

Al empezar el capítulo primero sobre la Nueva Evangelización, al hablar de las


Parroquias Urbanas, entre las líneas pastorales a poner en práctica se les respon-
de: “Renovar su capacidad de acogida y su dinamismo misioneros con los
fieles alejados...”. (S.D. 60)

Es evidente que a decir de los fieles alejados se pueda entender una referencia
explícita a los migrantes, pues, cuando pide vivificar la fe de los bautizados aleja-
dos que no orientan su vida según el Evangelio, encuentra como un desafío pasto-
ral. “... otros que habiendo emigrado de sus regiones de origen, se des-
arraigan de un ambiente religioso”. (S.D. 130)
En el apartado dedicado a la mujer, viene considerada como línea urgente de
acción: “Denunciar valientemente los atropellos a las mujeres latinoame-
ricanas y caribeñas, sobre todo a las campesinas, indígenas, afro ameri-
canas, migrante y obreras, incluso los que se cometen por los medios de
comunicación social contra su dignidad y favorecer los medios que les ga-
ranticen una vida digna”. (S.D. 107 y 110)

Otra referencia explícita, del capítulo sobre la Nueva Evangelización que pre-
senta, es el desafío pastoral provocado por las sectas fundamentalistas: “Dar
una respuesta pastoral eficaz ante el avance de las sectas haciendo más
presente la acción evangelizadora de la Iglesia en aquellos sectores más
vulnerables, como migrantes, poblaciones sin atención sacerdotal...”.
(S.D. 141)

La solicitud pastoral hacia los migrantes está presente en todas las partes
acerca de los grandes temas sociales que tratan de la Promoción Humana que es
el segundo capítulo del documento. Además del apartado propio que se encuentra
en esta parte, encontramos otras referencias explícitas, como podemos entresacar
del tema sobre empobrecimiento y solidaridad al pedir que se descubra en los ros-
tros sufrientes de los pobres el rostro del Señor (Cf. Mt. 25, 31-46) que se identi-
fica con: “los rostros desfigurados por el hambre... rostros humillados a
causa de su propia cultura... rostros sufridos de las mujeres humilladas y
postergadas; los rostros cansados de los migrantes, que no encuentran
digna acogida...” (S.D. 178).

El tercer gran tema de Santo Domingo, la cultura cristiana, también hace refe-
rencia a la movilidad humana y entre los desafíos de la nueva cultura moderna
encontramos: “La Nueva Cultura Urbana, con sus valores, expresiones y
estructuras características, con su espacio abierto y al mismo tiempo di-
versificado, con su movilidad, en el que predominan las relaciones fun-
cionales”. (S.D. 253)

En las líneas pastorales del mismo apartado se contempla atención pastoral


específica para las personas en movilidad: “Programar una pastoral ambiental
y funcional, diferenciada según los espacios de la ciudad. Una pastoral de
acogida, dado el fenómeno de las migraciones...” (S.D. 260)

Aunque no con sello propio, la pastoral de movilidad humana viene contempla-


da en otras partes, como sea la de la integración latinoamericana como también
en todas las partes que tratan de los grandes temas sociales de América Latina en
este momento histórico.

Las circunstancias históricas a través de las cuales camina la Iglesia y la


humanidad son cambiantes, como cambiantes son las corrientes y las formas de
movilidad humana. Sin embargo, las exigencias evangélicas, donde se fundamen-
ta la Doctrina Social de la Iglesia, son permanentes. Reconociendo el elemento
evangélico que la inspira, admitimos que sus principios son como faro orientados
para el ser y el actuar en el campo de la pastoral.
La primera exigencia de la pastoral de Movilidad Humana es el conocimiento
de la realidad migratoria, no solo desde el punto de vista estadístico, sino desde la
óptica pastoral como parte del mismo proyecto de Dios.

Dado que “la diversidad étnica y lingüística forma parte del orden de la
creación”, a través de ella, “Dios pone en movimiento un itinerario de
restauración en el ámbito de su plan de salvación. En este proyecto divino
entra, como elemento de indudable significado, la emigración, que lleva
consigo el esfuerzo del encuentro con el Señor y con los hombres... Salí
del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al
Padre (Jn 16, 28)” (Mensaje del día del migrante 1991).

Respecto al plan de pastoral migratoria y la formación de agentes la Iglesia


propone: Exhorto a las Iglesias particulares a estimular la reflexión, dar
directrices y proporcionar informaciones, para ayudar a los agentes pas-
torales y sociales a proceder con discernimiento en esta materia tan deli-
cada y compleja”. (Idem 1995)

Esperando que los migrantes puedan encontrar mejores recursos materiales,


espirituales y culturales en los ambientes para donde se va dirigiendo,
.......énfasis a que no pierdan sus valores: “... el migrante no puede ser dis-
ociado del pueblo al que pertenece, sino que debe ser situado en la esfera
de su propia identidad cultural. En él hay que respetar a la nación en que
hunde sus raíces, porque se trata de una comunidad de hombres unida
por lazos diversos, por una lengua y, sobre todo, por una cultura, que
constituye el horizonte de la vida y del progreso integral”. (Ibidem 1991)

Una verdadera pastoral de movilidad humana no puede olvidar el problema de


la desintegración familiar, consecuencia del desarraigo a que se somete el mi-
grante. La Iglesia misma es la que propone líneas concretas en este particular:
“... trabajar por el bien de la familia, a la que es preciso ayudar a apreciar
los valores en que se apoya, protegiendo de manera especial su unidad y
favoreciendo la comunión en su interior. Para ello es preciso esforzarse
por crear entre sus miembros un clima de trabajo y de seriedad, de mora-
lidad y de oración, de escucha constante de la Palabra del Señor y de
ejercicio diario de las virtudes, de participación asidua en los sacramen-
tos y de confiada adhesión a la voluntad de Dios” (Ibidem 1993).

Para nuestra consideración final, la Iglesia nos advierte que más allá del as-
pecto legal, existe un enfoque humano que no puede ser olvidado: “Para el cris-
tiano el emigrante no es simplemente alguien a quien hay que respetar
según las normas establecidas por la ley, sino una persona cuya presen-
cia lo interpela y cuyas necesidades se transforman en compromisos para
su responsabilidad” (Ibidem 1995).

Para un Cristiano el migrante, el forastero en quien, Jesús pide ser conocido:


“Yo era peregrino y usted me recibió en su casa”. (Mt. 25,35)

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