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Un fenómeno que no es nuevo, pero sigue intenso no sólo en América Latina, sino
en todo el mundo viene siendo considerado por la Iglesia como una necesidad
pastoral que reclama una acción específica de la Iglesia: “... indudablemente
son muchos los campesinos que abandonan el campo e incluso centros
urbanos. Este éxodo rural, por verificarse en casi todos los países y ad-
quirir a veces proporciones multitudinarias, crea problemas de difícil so-
lución por lo que toca al nivel de vida de los ciudadanos”. (Mater et Magis-
tra, 123)
Vienen consideradas en la misma encíclica las causas que provocan dichos fenó-
menos, pues la Iglesia ya lo sabe que no es suficiente constatar el hecho, sino el
saber de dónde vienen, que situaciones lo provocan, y se manifiesta en estos
términos: “Juzgamos, sin embargo, que el éxodo de la población agrícola
hacia otros sectores de la producción se debe frecuentemente a motivos
derivados del propio desarrollo económico. Pero en la inmensa mayoría
de los casos responde a una serie de estímulos, entre los que han de con-
tarse como principales el ansia de huir de un ambiente estrecho, sin
perspectivas de vida más cómoda; la búsqueda de novedades y aventuras
de que tan poseída está nuestra época; el afán por un rápido enriqueci-
miento; la ilusión de vivir con mayor libertad, gozando de los medios y
facilidades que brindan las poblaciones más numerosas y los centros ur-
banos. Pero también es indudable que el éxodo del campo se debe al
hecho de que el sector agrícola es, en caso todas partes, un sector depri-
mido, tanto por lo que toca al índice de productividad del trabajo como
por lo que respecta al nivel de vida de las poblaciones rurales”. (Mater et
Magistra, 124)
Considerando la situación de los migrantes ya sea, los del campo a ciudad, como
los inmigrantes, cuando en su visita a Monterrey, México, dijo el Papa Juan Pablo
II a los trabajadores: “No podemos cerrar los ojos a la situación de millones
de hombres que en su búsqueda de trabajo y del propio pan han de aban-
donar a su patria y muchas veces las familias, afrontando las dificultades
de un ambiente nuevo no siempre agradable y acogedor, una lengua des-
conocida y condiciones generales que les sumen en la soledad y a veces
en la marginación a ellos, a sus mujeres y a sus hijos, cuando no se llega
a aprovechar esas para ofrecer salarios más bajos, recortar los beneficios
de la seguridad social y asistencial, a dar condiciones de vivienda indig-
nas de seres humanos. Hay ocasiones, en que el criterio puesto en prácti-
ca es el de procurar el máximo rendimiento del trabajador migrante, sin
mirar a la persona”. (Juan Pablo II, Discurso a trabajadores, Monterrey, México,
31 1-79)
Echando una mirada en la historia, se encuentra que varios de los países de Amé-
rica Latina fueron países acogedores de distintas corrientes migratorias a lo largo
de los siglos. Algunos de estos países se hicieron y desarrollaron como tales a
partir de los inmigrantes, hombres y mujeres que los adoptaron como su patria y
le aportaron la herencia de su cultura o de su fe: “Los emigrantes venían aquí
sobre todo a buscar trabajo, cuando éste escaseaba en su tierra de ori-
gen. Con la voluntad de trabajar, a la vez, de contribuir al bien común del
país que los recibía generosamente, traían también consigo todo el baga-
je histórico, cultural y religioso de sus respectivos países... Han aportado
los emigrantes una fe sincera y una viva conciencia de su pertenencia a la
Iglesia Católica, y también su propio tesoro de devociones populares.
Ellos han fijado definitivamente la actual fisonomía religiosa de este país
y de tantos otros países hermanos, en una admirable simbiosis con las
tradiciones locales”.(Juan Pablo II, Panamá, 9-3-87)
Cuando, desde una pastoral ordinaria nos encontramos con los migrantes no de-
bemos rehuir al esfuerzo de evangelizarlos desde su realidad concreta subrayando
el aspecto de la recuperación de su dignidad y de sus derechos fundamentales. Es
lo que no enseña el Santo Padre: “La Iglesia no se ha cansado ni se cansará
jamás de proclamar los derechos fundamentales del hombre. El derecho a
permanecer libremente en el propio país, de tener una patria, de emigrar
dentro y fuera de su propio país por motivos legítimos, a poder tener una
vida plena de familia, a conservar y desarrollar el propio patrimonio étni-
co, cultural, lingüístico, a profesar públicamente la propia religión, a ser
reconocido y tratado conforme a la dignidad de la propia persona en toda
circunstancia. Por ese motivo, la Iglesia no puede menos de denunciar las
situaciones que fuerzan a muchos a la emigración”. (Juan Pablo II, Congre-
so Eucarístico, Fortaleza, Ceará, Brasil, 9-7-80)
Estas cortas pero fundamentales enseñanzas nos confrontan y nos pide a vivir con
realismo la catolicidad de nuestra fe. Además nos hace sentir como necesaria una
actitud de continua conversión misionera y apostólica ya sea de la Iglesia de ori-
gen para que se sienta comprometida a preparar sus fieles, que por cualquier
razón se dirigen a otros lugares y de la Iglesia de acogida para que se haga pro-
fundamente sensible a los nuevos deberes de servicio, particularmente hacia
aquellos que toman morada en su territorio.
Haremos un recorrido por las cuatro Conferencias tomando de cada una los as-
pectos más significativos:
En esta primera Conferencia, convocada por el Papa Pío XII, cuando se crea el
CELAM, los Obispos presentes en la misma, teniendo como base la Encíclica
Exsul Familia (Pío SII, 1952), tratan el tema de las inmigraciones, enfocando
algunos temas de real importancia:
Propone también que donde se hace necesario sea prevista la creación de pa-
rroquias “nacionales”: “...recúrrase a S.C. Consistorial con el fin de obte-
ner el indulto apostólico necesario para erigir, donde sea posible, la
parroquia nacional para los distintos grupos de inmigrantes, por lo
menos, la misión con cura de almas. (#91c)
Esta Conferencia, convocada para hacer llegar a las bases, en la realidad lati-
noamericana, las enseñanzas del Concilio Vaticano II, trató los temas más ur-
gentes de aquél momento histórico, priorizando sus urgencias. Así mismo, en-
contramos en sus conclusiones, alusiones a situaciones muy específicas de los
migrantes.
Se constata una situación real sin que se busque medidas para impedir este
éxodo. Asimismo, al tratar sobre la Pastoral de Elites, se habla de otra clase de
migrante latinoamericanos, los universitarios. En las recomendaciones pastora-
les de carácter especial encontramos: “Teniendo en cuenta el hecho de
que miles de jóvenes latinoamericanos estudian en Europa y América
del Norte, el CELAM procurará, de acuerdo con la jerarquía de esos
países, proveer a la debida atención pastoral de los mismos, cuidando,
al mismo tiempo, de mantener viva en ellos la conciencia del compro-
miso de servicio para con sus países de origen”. (Medellín Documento
sobre Pastoral de Elites 7, 18c)
Sin embargo, la relectura del propio carisma por parte de las Congregaciones
Scalabrinianas, en el proceso de “vuelta a las fuentes”, pedido por el mismo
Concilio Vaticano II, al proponer una actualización de Vida y Misión de las Con-
gregaciones Religiosas, contribuyó en gran parte para una toma de conciencia,
por parte de las mismas Congregaciones y por ende, de la Iglesia, del intenso
fenómeno de movilización de la gente al interior del propio país, o, hacia paí-
ses vecinos, dentro de América Latina.
Aunque el tema no venga considerado por aparte, ya se nota una gran sensibi-
lidad por el fenómeno de la Movilidad Humana y se ve como algo en crecimien-
to en América Latina. El documento de Puebla hace referencia en varias oca-
siones a la migración, pero su significado se entiende solamente en el contexto
más amplio de la visión de fe, historia y evangelización que desarrolla el do-
cumento.
Esta Conferencia considera la migración forzada como un signo negativo que
indica una situación de ciclo vicioso de pobreza y una exclusión de participa-
ción de los bienes y destino de la sociedad: “Comprobamos, pues, como el
más devastador y humillante flagelo, la situación de inhumana pobreza
en que viven millones de latinoamericanos expresada, por ejemplo, en
... falta de vivienda adecuada... salarios de hambre... inestabilidad la-
boral, migraciones masivas, forzadas y desamparadas, etc.”. (D.P 29)
En la misma línea, se hace notar que las corrientes inmigratorias más recientes
influyen en la cultura y etapas del proceso cultural: “Posteriormente, du-
rante los dos últimos siglos, afluyen nuevas corrientes inmigratorias,
sobre todo en el Cono Sur, las cuales aportan modalidades propias, in-
tegrándose básicamente al sedimento cultural preyacente”. (D.P. 411)
Poniendo énfasis en las palabras del Papa Juan Pablo II, Puebla nos hace no-
tar, que no todo en la vida de los pobres y migrantes es sufrimiento y dolor,
pues también en medio a toda esta situación de necesidad y humildad, puede
existir señales positivas de esperanza, solidaridad y alegría: “Podemos visi-
tar en toda América Latina casas donde no falta el pan y el bienestar
pero falta quizás concordia y alegría, casas donde las familias viven
más bien modestamente y en la inseguridad del mañana, ayudándose
mutuamente a llevar una existencia difícil pero digna; pobres habitan-
tes en las periferias de vuestras ciudades, donde hay mucho sufrimien-
to escondido aunque en medio de ellas exista la sencilla alegría en los
pobres, humildes chozas de campesinos, de indígenas, de emigrantes,
etc. ....”. (D.P. 581)
La Iglesia dirige su mirada y su pensamiento sobre todo a los jóvenes que vi-
ven inmersos en el mundo de las migraciones y pide para ellos una adecuada
atención pastoral. Es la madre que no se olvida de ninguno de sus hijos: “Se
deberá preparar la acogida y atención a los jóvenes que, por diversos
motivos, deben emigrar temporalmente o definitivamente y que son
víctimas de la sociedad, la desubicación, la marginalización, etc. ...”.
(D.P. 1191).
En una visión prospectada hacia el futuro se puede prever que esta situación
no irá a cambiar tan pronto, pues se puede entrever que es un proceso en cre-
cimiento, Puebla advierte: “El desequilibrio sociopolítico a nivel nacional
e internacional está creando numerosos desubicados, como son los
emigrantes cuyo número puede ser de magnitud insospechada en el
próximo futuro. A éstos deben añadirse desubicados políticos como
son los asilados, los refugiados, desterrados y también los indocumen-
tados de todo género”. (D.P. 1266)
e) Aparecida ….
Desafíos pastorales:
Hay, en los últimos años, un fuerte incremento de la migración hacia los dos
grandes países del Norte y también –aunque en menor grado- hacia otros países
latinoamericanos más ricos. Surgen también fenómenos como la repatriación vo-
luntaria y deportación de indocumentados. El auge de los viajes y el turismo, e
incluso las peregrinaciones religiosas y de los que viven del mar, interpelan la so-
licitud especial de la Iglesia.
Líneas Pastorales:
Es evidente que a decir de los fieles alejados se pueda entender una referencia
explícita a los migrantes, pues, cuando pide vivificar la fe de los bautizados aleja-
dos que no orientan su vida según el Evangelio, encuentra como un desafío pasto-
ral. “... otros que habiendo emigrado de sus regiones de origen, se des-
arraigan de un ambiente religioso”. (S.D. 130)
En el apartado dedicado a la mujer, viene considerada como línea urgente de
acción: “Denunciar valientemente los atropellos a las mujeres latinoame-
ricanas y caribeñas, sobre todo a las campesinas, indígenas, afro ameri-
canas, migrante y obreras, incluso los que se cometen por los medios de
comunicación social contra su dignidad y favorecer los medios que les ga-
ranticen una vida digna”. (S.D. 107 y 110)
Otra referencia explícita, del capítulo sobre la Nueva Evangelización que pre-
senta, es el desafío pastoral provocado por las sectas fundamentalistas: “Dar
una respuesta pastoral eficaz ante el avance de las sectas haciendo más
presente la acción evangelizadora de la Iglesia en aquellos sectores más
vulnerables, como migrantes, poblaciones sin atención sacerdotal...”.
(S.D. 141)
La solicitud pastoral hacia los migrantes está presente en todas las partes
acerca de los grandes temas sociales que tratan de la Promoción Humana que es
el segundo capítulo del documento. Además del apartado propio que se encuentra
en esta parte, encontramos otras referencias explícitas, como podemos entresacar
del tema sobre empobrecimiento y solidaridad al pedir que se descubra en los ros-
tros sufrientes de los pobres el rostro del Señor (Cf. Mt. 25, 31-46) que se identi-
fica con: “los rostros desfigurados por el hambre... rostros humillados a
causa de su propia cultura... rostros sufridos de las mujeres humilladas y
postergadas; los rostros cansados de los migrantes, que no encuentran
digna acogida...” (S.D. 178).
El tercer gran tema de Santo Domingo, la cultura cristiana, también hace refe-
rencia a la movilidad humana y entre los desafíos de la nueva cultura moderna
encontramos: “La Nueva Cultura Urbana, con sus valores, expresiones y
estructuras características, con su espacio abierto y al mismo tiempo di-
versificado, con su movilidad, en el que predominan las relaciones fun-
cionales”. (S.D. 253)
Dado que “la diversidad étnica y lingüística forma parte del orden de la
creación”, a través de ella, “Dios pone en movimiento un itinerario de
restauración en el ámbito de su plan de salvación. En este proyecto divino
entra, como elemento de indudable significado, la emigración, que lleva
consigo el esfuerzo del encuentro con el Señor y con los hombres... Salí
del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al
Padre (Jn 16, 28)” (Mensaje del día del migrante 1991).
Para nuestra consideración final, la Iglesia nos advierte que más allá del as-
pecto legal, existe un enfoque humano que no puede ser olvidado: “Para el cris-
tiano el emigrante no es simplemente alguien a quien hay que respetar
según las normas establecidas por la ley, sino una persona cuya presen-
cia lo interpela y cuyas necesidades se transforman en compromisos para
su responsabilidad” (Ibidem 1995).