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DIRECTORIO FRANCISCANO

La Oración de cada día

ORACIONES EN VERSO
.

ORACIÓN ANTE EL CRUCIFIJO DE SAN DAMIÁN


(San Francisco de Asís)

Sumo, glorioso Dios,


ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.

CÁNTICO DEL HERMANO SOL


(San Francisco de Asís)

Altísimo, omnipotente, buen Señor,


tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, corresponden,


y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,


especialmente el señor hermano Sol,
el cual es día y por el cual nos alumbras.

Y él es bello y radiante con gran esplendor,


de ti, Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor, por la hermana Luna y las Estrellas,


en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.

Loado seas, mi Señor, por el hermano Viento,


y por el Aire y el Nublado y el Sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por la hermana Agua,


la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.

Loado seas, mi Señor, por el hermano Fuego,


por el cual alumbras la noche,
y él es bello y alegre y robusto y fuerte.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre Tierra,


la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.

Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor,


y soportan enfermedad y tribulación.

Bienaventurados aquellos que las soporten en paz,


porque por ti, Altísimo, coronados serán.

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la Muerte corporal,


de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!


Bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad,
porque la muerte segunda no les hará mal.

Load y bendecid a mi Señor,


dadle gracias y servidle con gran humildad.

SEÑOR, HAZ DE MÍ UN INSTRUMENTO DE TU PAZ


(Oración en el espíritu de San Francisco)

¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!


Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.

¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto


ser consolado, como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.

Porque dando es como se recibe;


olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.

LO QUE VOS QUERÁIS, SEÑOR


(Juan Ramón Jiménez)

Lo que Vos queráis, Señor;


sea lo que Vos queráis.
Si queréis que entre las rosas
ría hacia los matinales
resplandores de la vida,
sea lo que Vos queráis.
Si queréis que, entre los cardos,
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
sea lo que Vos queráis.
Gracias si queréis que mire,
gracias si queréis cegarme;
gracias por todo y por nada;
sea lo que Vos queráis.
Lo que Vos queráis, Señor;
sea lo que Vos queráis.

PASTOR
(Amado Nervo)

Pastor, te bendigo por lo que me das.


Si nada me das, también te bendigo.
Te sigo riendo si entre rosas vas.
Si vas entre cardos y zarzas, te sigo.
¡Contigo en lo menos, contigo en lo más,
y siempre contigo!

LA ORACIÓN
(Amado Nervo)

No será lo que quieres -murmura el desaliento-,


tu plegaria es inútil; no verá tu pupila
el dulce bien que sueñas... ¡Imposible es tu intento!
Yo escucho estas palabras como el rumor del viento
y sigo en mi oración obstinada y tranquila.

OFERTORIO
(Amado Nervo)

Deus dedit, Deus abstulit.


[Dios me lo dio, Dios me lo quitó.]

Dios mío, yo te ofrezco mi dolor:


¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!
Tú me diste un amor, un solo amor,
¡un gran amor!
Me lo robó la muerte
... y no me queda más que mi dolor.
Acéptalo, Señor:
¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!...

SEÑOR, EL DÍA EMPIEZA


(Enrique Díaz Canedo)

Señor, el día empieza. Como siempre,


postrados a tus pies, la luz del día
queremos esperar. Eres la fuerza
que tenemos los débiles, nosotros.

Padre nuestro,
que en los cielos estás, haz a los hombres
iguales: que ninguno se avergüence
de los demás; que todos al que gime
den consuelo; que todos, al que sufre
del hambre la tortura, le regalen
en rica mesa de manteles blancos
con blanco pan y generoso vino;
que no luchen jamás; que nunca emerjan,
entre las áureas mieses de la historia,
sangrientas amapolas, las batallas.

Luz, Señor, que ilumine las campiñas


y las ciudades; que a los hombres todos,
en sus destellos mágicos, envuelva
luz inmortal; Señor, luz de los cielos,
fuente de amor y causa de la vida.

OH BUEN JESÚS

Oh Buen Jesús, yo creo firmemente


que por mi bien estás en el altar,
que das tu cuerpo y sangre juntamente,
al alma fiel en celestial manjar.

Indigno soy, confieso avergonzado,


de recibir la santa comunión;
Jesús, que ves mi nada y mi pecado,
prepara tú mi pobre corazón.

Pequé, Señor; ingrato te he vendido;


infiel te fui, confieso mi maldad.
Contrito ya, perdón, Señor, te pido;
eres mi Dios, apelo a tu bondad.

Espero en ti, piadoso Jesús mío;


oigo tu voz, que dice: «Ven a mí».
Porque eres fiel, por eso en ti confío;
todo, Señor, espérolo de ti.

¡Oh buen Jesús, Pastor fino y amante!


Mi corazón se abrasa en santo ardor;
si te olvidé, hoy juro que, constante,
he de vivir tan sólo de tu amor.

Dulce maná de celestial comida,


gozo y salud del que te come bien,
ven sin tardar, mi Dios, mi Luz, mi Vida;
desciende a mí, hasta mi pecho ven.
PADRE: HAS DE OÍR
(Gabriela Mistral)

Padre: has de oír


este decir
que se me abre en los labios como flor.
Te llamaré
Padre, porque
la palabra me sabe a más amor.

Tuyo me sé,
pues me miré
en mi carne prendido tu fulgor.
Me has de ayudar
a caminar
sin deshojar mi rosa de esplendor.

Por cuanto soy


gracias te doy:
por el puro milagro de vivir.
Y por el ver
la tarde arder,
por el encantamiento de existir.

Y para ir,
Padre, hacia ti,
dame tu mano suave y tu amistad.
Pues te diré:
sola no sé
ir rectamente hacia tu claridad.

Tras el vivir,
dame el dormir
con los que aquí anudaste a mi querer.
Dame, Señor,
hondo soñar.
¡Hogar dentro de ti nos has de hacer!

LETRILLA
(Santa Teresa de Jesús)

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta.

GLOSA
(Santa Teresa de Jesús)

Yo toda me entregué y di,


y de tal suerte he trocado,
que mi Amado es para mí,
y yo soy para mi Amado.

Cuando el dulce Cazador


me tiró y dejó rendida,
en los brazos del Amor
mi alma quedó caída,
y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado,
que mi Amado es para mí,
y yo soy para mi Amado.

Tiróme con una flecha


enarbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
ya yo no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado
y mi Amado es para mí,
y yo soy para mi Amado.

DESDE QUE MI VOLUNTAD


(Liturgia de las Horas, Santos Varones)

Desde que mi voluntad


está a la vuestra rendida,
conozco yo la medida
de la mejor libertad.
Venid, Señor, y tomad
las riendas de mi albedrío;
de vuestra mano me fío
y a vuestra mano me entrego,
que es poco lo que me niego
si yo soy vuestro y vos mío.

A fuerza de amor humano


me abraso en amor divino.
La santidad es camino
que va de mí hacia mi hermano.
Me di sin tender la mano
para cobrar el favor;
me di en salud y en dolor
a todos, y de tal suerte
que me ha encontrado la muerte
sin nada más que el amor.

¿QUÉ TENGO YO, QUE MI AMISTAD PROCURAS?


(Lope de Vega)

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?


¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,


pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:


«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!

¡Y cuántas, hermosura soberana,


«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

PLEGARIA DE UN SACERDOTE
(Lope de Vega)

Cuando en mis manos, Rey eterno, os miro


y la cándida víctima levanto,
de mi atrevida indignidad me espanto
y la piedad de vuestro pecho admiro.

Tal vez el alma con temor retiro,


tal vez la doy al amoroso llanto,
que, arrepentido de ofenderos tanto,
con ansias temo y con dolor suspiro.

Volved los ojos a mirarme humanos,


que por las sendas de mi error siniestras
me despeñaron pensamientos vanos;

no sean tantas las desdichas nuestras


que a quien os tuvo en sus indignas manos
vos le dejéis de las divinas vuestras.
EL BUEN PASTOR
(Lope de Vega)

Pastor que con tus silbos amorosos


me despertaste del profundo sueño;
Tú, que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,


pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir te empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, Pastor, que por amores mueres,


no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados...


Pero ¿cómo te digo que me esperes
si estás, para esperar, los pies clavados?

¡CUÁNTAS VECES, SEÑOR!


(Lope de Vega)

¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,


y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!

Seguí mil veces vuestro pie sagrado,


fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas atrevido,
al mismo precio que me habéis comprado.

Besos de paz os di para ofenderos,


pero si fugitivos de su dueño
hierran cuando los hallan los esclavos,

hoy que vuelvo con lágrimas a veros


clavadme Vos a Vos en vuestro leño
y tendréisme seguro con tres clavos.

NO ME MUEVE, MI DIOS, PARA QUERERTE


(Anónimo)

No me mueve, mi Dios, para quererte


el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte


clavado en esa cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera


que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,


pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

EN ESTA TARDE, CRISTO DEL CALVARIO


(Gabriela Mistral)

En esta tarde, Cristo del Calvario,


vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,


cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,


cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,


huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,


estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.

DE PROFUNDIS
(Ricardo León)

De lo profundo de mi pecho clamo


plañendo en las tinieblas mis gemidos.
Oye, Señor, no cierres tus oídos,
que con angustia y con pavor te llamo.

Ve el dolor, la vergüenza en que me inflamo,


no mis maldades; oye mis quejidos
como avecicas nuevas que en sus nidos
hoy ya saben piar a tu reclamo.

Si a solas nuestras culpas atendieres,


¿quién podría aguardar que le asistieres?
Mas la efusión de tu piedad nos salva.

Y, así, esperando en ti, mi pecho vela


como espera en la noche el centinela,
con miedo y con afán, que rompa el alba.

USQUEQUO, DOMINE
(Ricardo León)

¿Hasta cuándo, Señor, en este olvido,


cárcel del alma, viviré? ¿Hasta cuándo
tu dulce rostro me estarán celando
la noche y las tinieblas del sentido?

¿Hasta cuándo, en las sombras oprimido,


con crudas ansias te andaré buscando,
mientras escucho el implacable bando
y de sus flechas el mortal silbido?

¡Mira y óyeme, oh Dios! Triste y herido


de amor y muerte, en las tinieblas ando
de la noche sin luz, desfallecido.

Pájaro ciego, errante y perseguido


que busca ansioso de tu pecho blando
las suaves plumas y el calor del nido.

¿QUIÉN RECUERDA EL AROMA DE LAS FLORES?


(Juan de Contreras y López de Ayala)

¿Quién recuerda el aroma de las flores


abiertas en lejanas primaveras?
¿Quién aquel resplandor de las hogueras
que hicieron, otro invierno, los pastores?

Pasa la vida así, con sus dolores;


así la gloria, que afanoso esperas.
Poeta, ¿quién sabrá de tus quimeras?
Amante, ¿qué ha de ser de tus amores?

Una noche serena así decía,


mirando de los cielos la grandeza,
cuando una voz me susurró al oído:

«Ama con puro amor, trabaja y reza;


duérmete luego en paz y en Mí confía:
¡Cuanto se hace por Mí, nunca es perdido!»

YO HE SENTIDO, SEÑOR, TU VOZ AMANTE


(Juan de Contreras y López de Ayala)

Yo he sentido, Señor, tu voz amante,


en el misterio de las noches bellas,
y en el suave temblor de las estrellas
la armonía gocé de tu semblante.

No me llegó tu acento amenazante


entre el fragor de trueno y de centellas,
¡al ánima llamaron tus querellas
como el tenue vagido de un infante!

¿Por qué no obedecí cuando le oía?


¿Quién me hizo abandonar tu franca vía
y hundirme en las tinieblas del vacío?

Haz, mi dulce Señor, que en la serena


noche vuelva a escuchar tu cantilena;
¡ya no seré cobarde, Padre mío!

¿QUIÉN ME DARÁ, SEÑOR, LLEGAR A HABLARTE?


(Juan de Contreras y López de Ayala)

¿Quién me dará, Señor, llegar a hablarte


en la dulce penumbra, sin testigo,
como el amigo fiel con el amigo
alegremente y sin temor departe?

Y sólo por Ti te amé, y llegué a amarte


olvidado de premio y de castigo;
y embebecido con estar contigo,
del todo me perdiera por hallarte.

¡Oh, con cuánta verdad veré ese día


la nada de las cosas, y cuán graves
aquellos lazos que me impiden verte!
¡Háblame ya, Señor, como Tú sabes,
y sufriré el dolor con alegría
y llegaré sin miedo hasta la muerte!

CORONAS
(Cristina de Arteaga)

¿Para qué los timbres de sangre y nobleza?


Nunca los blasones
fueron lenitivo para la tristeza
de nuestras pasiones.
¡No me des corona, Señor, de grandeza!

¿Altivez? ¿Honores? Torres ilusorias


que el tiempo derrumba.
Es coronamiento de todas las glorias
un rincón de tumba.
¡No me des siquiera coronas mortuorias!

No pido el laurel que nimba al talento


ni las voluptuosas
guirnaldas de lujo y alborozamiento.
¡Ni mirtos ni rosas!
¡No me des coronas que se lleva el viento!

Yo quiero la joya de penas divinas


que rasga las sienes.
Es para las almas que Tú predestinas.
Sólo Tú la tienes.
¡Si me das corona, dámela de espinas!

ENTREGA TOTAL
(Cristina de Arteaga)

¡Hazlo Tú todo en mí! Que yo me preste


a tu acción interior, pura y callada.
Hazlo Tú todo en mí, que aunque me cueste
me dejaré labrar sin decir nada.

¡Hazlo Tú todo en mí! Que yo te sienta


ser en mí dirección y disciplina.
Hazlo Tú todo en mí. Que estoy sedienta
de ser canal de tu virtud divina.

EMAÚS
(Ernestina de Champourcin)
Porque es tarde, Dios mío,
porque anochece ya
y se nubla el camino;
porque temo perder
las huellas que he seguido,
no me dejes tan sola
y quédate conmigo.

Porque he sido rebelde


y he buscado el peligro,
y escudriñé curiosa
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.

Porque ardo en sed de Ti


y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa;
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!...
¡Quédate al fin conmigo!

COMO LA HIERBA
(Leopoldo Panero)

Por el dolor creyente que brota del pecado.


Por haberte querido de todo corazón.
Por haberte, Dios mío, tantas veces negado;
tantas veces pedido, de rodillas, perdón.

Por haberte perdido; por haberte encontrado.


Porque es como un desierto nevado mi oración.
¡Porque es como la hiedra sobre el árbol cortado
el recuerdo que brota cargado de ilusión!

Porque es como la hiedra, déjame que Te abrace,


primero amargamente, lleno de flor después,
y que a mi viejo tronco poco a poco me enlace,

y que mi vieja sombra se derrame a tus pies;


¡porque es como la rama donde la savia nace,
mi corazón, Dios mío, sueña que Tú lo ves!

HOY SÉ QUE MI VIDA ES UN DESIERTO


(Liturgia de las Horas, Lunes II, Laudes)

Hoy que sé que mi vida es un desierto,


en el que nunca nacerá una flor,
vengo a pedirte, Cristo jardinero,
por el desierto de mi corazón.

Para que nunca la amargura sea


en mi vida más fuerte que el amor,
pon, Señor, una fuente de alegría
en el desierto de mi corazón.

Para que nunca ahoguen los fracasos


mis ansias de seguir siempre tu voz,
pon, Señor, una fuente de esperanza
en el desierto de mi corazón.

Para que nunca busque recompensa


al dar mi mano o al pedir perdón,
pon, Señor, una fuente de amor puro
en el desierto de mi corazón.

Para que no me busque a mí cuando te busco


y no sea egoísta mi oración,
pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra
en el desierto de mi corazón.

NUNCA ES TARDE
(Antonio Murciano)

Éste que hoy ves aquí, ya de regreso,


náufrago de sí mismo a la deriva,
el de la mano un día vengativa,
el porque sí rebelde, el loco obseso;

éste que ves aquí, en carne y hueso,


en mentira, en verdad, en alma viva,
el que escupió en tu rostro su saliva,
el que se fue de ti, el que hizo eso;

el que su vida te cerró con llaves,


el renegado, el que cumplió condena,
ése soy yo, que he vuelto con las aves.

Te perdí en el gozar, te hallé en la pena.


Tarde te hallé, Señor, pero tú sabes
que nunca es tarde si la dicha es buena.

ORACIÓN DEL POBRE


(José Miguel Cubeles)

Vengo ante ti, mi Señor,


reconociendo mi culpa;
con la fe puesta en tu amor,
que tú me das como a un hijo.
Te abro mi corazón,
y te ofrezco mi miseria;
despojado de mis cosas
quiero llenarme de ti.

Que tu espíritu, Señor,


abrase todo mi ser.
Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera.
Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera.

Puesto en tus manos, Señor,


siento que soy pobre y débil;
mas Tú me quieres así,
yo te bendigo y te alabo.
Padre, en mi debilidad,
Tú me das la fortaleza,
amas al hombre sencillo,
le das tu paz y perdón.

Que tu espíritu, Señor,


abrase todo mi ser.
Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera.
Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera.

BUENOS DÍAS, SEÑOR


(Liturgia de las Horas, Miércoles I, Laudes)

Buenos días, Señor, a ti el primero


encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día:
tú eres la luz y el sol de mi jornada.

Buenos días, Señor, contigo quiero


andar por la vereda:
tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
tú, la esperanza firme que me queda.

Buenos días, Señor, a ti te busco,


levanto a ti las manos
y el corazón, al despertar la aurora:
quiero encontrarte siempre en mis hermanos.
Buenos días, Señor resucitado,
que traes la alegría
al corazón que va por tus caminos,
¡vencedor de tu muerte y de la mía!

MIS OJOS, MIS POBRES OJOS


(Liturgia de las Horas, Lunes I, Laudes)

Mis ojos, mis pobres ojos


que acaban de despertar
los hiciste para ver,
no sólo para llorar.

Haz que sepa adivinar


entre las sombras la luz,
que nunca me ciegue el mal
ni olvide que existes tú.

Que, cuando llegue el dolor,


que yo sé que llegará,
no se me enturbie el amor,
ni se me nuble la paz.

Sostén ahora mi fe,


pues, cuando llegue a tu hogar,
con mis ojos te veré
y mi llanto cesará.

EN ESTA LUZ DEL NUEVO DÍA


(Liturgia de las Horas, Martes I, Laudes)

En esta luz del nuevo día


que me concedes, oh Señor,
dame mi parte de alegría
y haz que consiga ser mejor.

Dichoso yo, si al fin del día


un odio menos llevo en mí,
si una luz más mis pasos guía
y si un error más yo extinguí.

Que cada tumbo en el sendero


me vaya haciendo conocer
cada pedrusco traicionero
que mi ojo ruin no supo ver.

Que ame a los seres este día,


que a todo trance ame la luz,
que ame mi gozo y mi agonía,
que ame el amor y ame la cruz.

GRACIAS, SEÑOR, POR LA AURORA


(Liturgia de las Horas, Sábado I, Laudes)

Gracias, Señor, por la aurora;


gracias, por el nuevo día;
gracias, por la eucaristía;
gracias, por nuestra Señora.

Y gracias, por cada hora


de nuestro andar peregrino.

Gracias, por el don divino


de tu paz y de tu amor,
la alegría y el dolor,
al compartir tu camino.

ESTATE, SEÑOR, CONMIGO


(Liturgia de las Horas, Miércoles II, Laudes)

Estáte, Señor, conmigo


siempre, sin jamás partirte,
y, cuando decidas irte,
llévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás
me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo,
de si tú sin mí te vas.

Llévame en tu compañía,
donde tú vayas, Jesús,
porque bien sé que eres tú
la vida del alma mía;
si tú vida no me das,
yo sé que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo,
ni si tú sin mí te vas.

Por eso, más que a la muerte,


temo, Señor, tu partida
y quiero perder la vida
mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tú das
sé que alcanzarla no puedo
cuando yo sin ti me quedo,
cuando tú sin mí te vas.

TU PODER MULTIPLICA
(Liturgia de las Horas, Tercia)

Tu poder multiplica
la eficacia del hombre,
y crece cada día, entre sus manos,
la obra de tus manos.

Nos señalaste un trozo de la viña


y nos dijiste: «Venid y trabajad».
Nos mostraste una mesa vacía
y nos dijiste: «Llenadla de pan».

Nos presentaste un campo de batalla


y nos dijiste: «Construid la paz».
Nos sacaste al desierto con el alba
y nos dijiste: «Levantad la ciudad».

Pusiste una herramienta en nuestras manos


y nos dijiste: «Es tiempo de crear».
Escucha a mediodía el rumor del trabajo
con que el hombre se afana en tu heredad.

ANDO POR MI CAMINO, PASAJERO


(José María Souvirón)

Ando por mi camino, pasajero,


y a veces creo que voy sin compañía,
hasta que siento el paso que me guía,
al compás de mi andar, de otro viajero.

No lo veo, pero está. Si voy ligero,


él apresura el paso; se diría
que quiere ir a mi lado todo el día,
invisible y seguro el compañero.

Al llegar a terreno solitario,


él me presta valor para que siga,
y, si descanso, junto a mí reposa.

Y, cuando hay que subir monte (Calvario


lo llama él), siento en su mano amiga,
que me ayuda, una llaga dolorosa.

JUNTO A TI AL CAER DE LA TARDE


(J. L. Arce)

Junto a ti al caer de la tarde


y cansados de nuestra labor,
te ofrecemos, con todos los hombres,
el trabajo, el descanso, el amor.

Con la noche las sombras nos cercan


y regresa la alondra a su hogar;
nuestro hogar son tus manos, ¡oh Padre!,
y tu amor nuestro nido será.

Cuando al fin nos recoja tu mano


para hacernos gozar de tu paz,
reunidos en torno a tu mesa,
nos darás la perfecta hermandad.

GRACIAS, PORQUE AL FIN DEL DÍA


(José Luis Blanco Vega)

Gracias, porque al fin del día


podemos agradecerte
los méritos de tu muerte
y el pan de la eucaristía,
la plenitud de alegría
de haber vivido tu alianza,
la fe, el amor, la esperanza
y esta bondad en tu empeño
de convertir nuestro sueño
en una humilde alabanza.

COMO EL NIÑO QUE NO SABE DORMIRSE


(José Luis Martín Descalzo)

Como el niño que no sabe dormirse


sin cogerse a la mano de su madre,
así mi corazón viene a ponerse
sobre tus manos al caer la tarde.

Como el niño que sabe que alguien vela


su sueño de inocencia y esperanza,
así descansará mi alma segura,
sabiendo que eres tú quien nos aguarda.

Tú endulzarás mi última amargura,


tú aliviarás el último cansancio,
tú cuidarás los sueños de la noche,
tú borrarás las huellas de mi llanto.
Tú nos darás mañana nuevamente
la antorcha de la luz y la alegría,
y, por las horas que te traigo muertas,
tú me darás una mañana viva.

ÉSTE ES EL TIEMPO EN QUE LLEGAS


(Liturgia de las Horas, Jueves I, Vísperas)

Éste es el tiempo en que llegas,


Esposo, tan de repente,
que invitas a los que velan
y olvidas a los que duermen.

Salen cantando a tu encuentro


doncellas con ramos verdes
y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.

¡Cómo golpean las necias


las puertas de tu banquete!
¡Y cómo lloran a oscuras
los ojos que no han de verte!

Mira que estamos alerta,


Esposo, por si vinieres,
y está el corazón velando
mientras los ojos se duermen.

Danos un puesto a tu mesa,


Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre.

CUANDO LA LUZ DEL SOL ES YA PONIENTE


(Liturgia de las Horas, Completas)

Cuando la luz del sol es ya poniente,


¡Gracias, Señor!, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño


de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte


de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza


la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día.

ANTES DE CERRAR LOS OJOS


(Liturgia de las Horas, Completas)

Antes de cerrar los ojos,


los labios y el corazón,
al final de la jornada,
¡buenas noches!, Padre Dios.

Gracias por todas las gracias


que nos ha dado tu amor;
si muchas son nuestras deudas,
infinito es tu perdón.
Mañana te serviremos,
en tu presencia, mejor.
A la sombra de tus alas,
Padre nuestro, abríganos.
Quédate junto a nosotros
y danos tu bendición.

Antes de cerrar los ojos,


los labios y el corazón,
al final de la jornada,
¡buenas noches!, Padre Dios.

ENFERMO
(Juan Ramón Jiménez)

¡Ponlo otra vez, Señor, en pie sobre tu tierra,


y firme, y sonriente, y plácido!
-¡Que no sea este estar tendido, enfermo,
estar tendido ya por siempre!-
¡Levántale, Señor; torna la sangre
justa a su corazón, el claro ver
a sus ojos, el bello hablar
a su boca; devuélvele
la corriente completa
al cauce exhausto de su pensamiento;
ese sentirse a gusto, ese
no sentirse la vida -y darla toda-,
que es vida plena!
¡Ponlo,
Señor, en pie, como me tienes
a mí, como estás Tú!

AL ATARDECER DE LA VIDA
(Cesáreo Gabaráin)

Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.

Si ofrecí mi pan al hambriento,


si al sediento di de beber,
si mis manos fueron sus manos,
si en mi hogar le quise acoger.

Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.

Si ayudé a los necesitados,


si en el pobre he visto al Señor,
si los tristes y los enfermos
me encontraron en su dolor.

Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.

Aunque hablara miles de lenguas,


si no tengo amor nada soy.
Aunque realizara milagros,
si no tengo amor nada soy.

Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.

Venid, benditos de mi Padre,


tuve hambre y me disteis de comer,
estaba solo y me acompañasteis,
estaba triste y me alegrasteis,
estaba feliz y sonreisteis conmigo.
Venid, benditos de mi Padre.

Al atardecer, al atardecer
me examinarán del amor, al atardecer.

LA MUERTE NO ES EL FINAL
(Cesáreo Gabaráin)

Tú nos dijiste que la muerte


no es el final del camino,
que aunque morimos no somos
carne de un ciego destino.
Tú nos hiciste, tuyos somos.
Nuestro destino es vivir
siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.

Cuando la pena nos alcanza


por un hermano perdido,
cuando el adiós dolorido
busca en la fe su esperanza,
en tu palabra confiamos,
con la certeza que tú
ya le has devuelto la vida,
ya le has llevado a la luz.

Cuando, Señor, resucitaste,


todos vencimos contigo.
Nos regalaste la vida
como en Betania al amigo.
Si caminamos a tu lado,
no va a faltarnos tu amor,
porque, muriendo, vivimos
vida más clara y mejor.

BENDITA SEA TU PUREZA


(Antonio Panes)

Bendita sea tu pureza,


y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada, María,
te ofrezco desde este día
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión;
no me dejes, Madre mía.

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