You are on page 1of 1

c   c



Eran aproximadamente las nueve la mañana, el reloj marcaba la hora de levantarme cuando a la
puerta de mi casa tocó un señor.Dándome la noticia del fallecimiento de Don Carlos.

Loco me tiré de las chancletas, me lavé con el jabón, me puse la ropa y encendí un cigarrillo y con
el sombrero en la mano bajé por la escalera.

Encaminé los pasos hacia la calle de Medellín, llamé un taxi que enseguida me condujo hacia
donde estaba el cadáver.

Toqué la puerta, me salió la criada, pasé, le di el pésame a la viuda y me senté en una silla. La casa
estaba llena de gente y en el suelo los presentes brillaban en él.

Las lágrimas me regaban los ojos y se me hacía un fuerte nudo en la garganta. Adentro la cara
pálida del cadáver. Daba la impresión de que todo había terminado.

Ya de madrugada le di la mano a la viuda y me puse el sombrero sobre la cabeza. Me incliné frente


a la hija mayor y sin querer le pisé la cola a la gata que estaba en el suelo.

Dirigí de nuevo los pasos hacia las calles de Medellín, echando grandes bocanadas de humo por mi
cigarrillo sin poder contener las lágrimas de los ojos.

Al llegar toqué la puerta de la casa, me abrió el criado, subí la escalera apenado y triste. Entre en el
cuarto, me quité la ropa. Me acosté en la cama y tiré el cigarrillo encendido por el balcón hacia la
calle.

You might also like