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TURISTAS: EL ÚLTIMO BASTIÓN DE LA CULTURA.

Nestor Garcia Canclini


Revista Ñ Marzo 2008
Mientras corremos pensando cómo aprovechar el fin de semana largo el antropólogo Néstor García
Canclini se pregunta qué vínculo debe haber entre turismo y cultura. y dice: antes de espantarse por
el negocio turístico habría que pensar el patrimonio en conexión con procesos culturales que nos
confrontan con lo diferente.

Enero y febrero en el Hemisferio Sur o agosto en Europa son meses de sol y playa, sinónimos de
turismo para el 70% a 80% de la población en todas las encuestas del mundo. Ha crecido el turismo
cultural, ecológico, esotérico, de aventura, y algunas agencias organizan viajes para quienes
desean incluir en sus vacaciones las villas miseria, las selvas de Chiapas donde viven los zapatistas
o los senderos donde luchaban las guerrillas sandinistas. Pero para las multitudes que se
aglomeran en Mar de Plata, Punta del Este o Cancúnl, para los nórdicos que bajan a las costas
mediterráneas, ser turista es abrazarse al sol y bañarse, andar en manga corta.
En contraste, la Cultura, la que requiere pensar con traje o vestidos largos, se busca después de
marzo en el Sur o a partir de octubre en los festivales o museos que lanzan entonces en Estados
Unidos y Europa sus novedades en cine, música y exposiciones.
También hay festivales de verano en algunos centros vacacionales, y si uno va a Cancún o Playa
del Carmen casi seguro dedicará unos días a sorprenderse con los sitios arqueológicos de Chichén
Itzá y Tulum. Pero la mayoría de los 900 millones de turistas internacionales que se desplazaron en
2007 siguen identificando la liberación del trabajo y el placer con acostarse junto al mar.
Los antropólogos suelen decir que no sólo el interés por conocer cómo funciona una granja o las
costumbres de pueblos alejados son hechos culturales, sino también la experiencia de vivir en
montañas confortables o el cambio de perspectiva sobre el mundo de quien, al visitar los glaciares,
se pregunta por el calentamiento global. Podemos ir más allá del lugar común -ya no exclusivo del
saber antropológico que consiste en reconocer que los bronceadores, las botas para escalar y el
deseo de ver algo que se va a derretir en pocos años también son cultura.
GRECIA SIN MONUMENTOS
Así como se fue ampliando el concepto de cultura, las agencias de viajes han descubierto que
incorporar atractivos culturales a la agenda turística sirve para crear mercados alternativos. ¿Sólo
por su interés económico? Es posible entender esta ampliación del horizonte comercial como
cambio de época.
"¿Museización del mundo o califomicación de Occidente?" se titula un estudio de Serge Guilbaut.
Varios autores anotan que la autenticidad buscada por muchos peregrinos no es la dudosa
originalidad de unas piedras o un baile, sino la experiencia singular de asombrarse ante lo diferente
o lo impensado. Los deseos de los turistas desbordan, por eso, las guías y catálogos que se limitan
a la oferta histórica consagrada hace siglos: en Europa, primero París; en París el Louvre; dentro
del Louvre, la Venus de Milo y la Gio: conda, escribía Dean Mc Cannel en 1976; en 2005, Jean-
Didier Urbain, decía que ahora esa serie se alarga: "Si no tengo tiempo de ver la Venus de Milo,
tengo que ver al menos la Gioconda, porque he leído El código Da Vinci". Esa ley de embudo del
turismo cultural, delineado cada vez más según la industrialización de la cultura, no se cumple
siempre. Crece el número de turistas que no se comportan pasivamente: buscan actividades
intensas, exploración y conocimientos creativos.
Por eso, la promoción actual del turismo no busca sólo empaquetar productos culturales clásicos.
La noción de patrimonio cultural no se reduce a monumentos históricos y tradiciones. Urbain
menciona" "el patrimonio sensorial", no sólo los monumentos o colecciones sino los olores, luces o
sonidos; "el patrimonio cotidiano", es decir la inmersión en los hábitos comunes de una población;
"el patrimonio excéntrico", los lugares periféricos o secretos, la vivencia "confidencial"; el
"patrimonio narrativo", basado en itinerarios e intrigas que enlazan de modos novedosos sitios ya
conocidos. Comprobamos su importancia en una larga lista de guías, casi todas europeas, que se
titulan por ejemplo Oú trouver la calme a París, Toulouse a pied, Grecia sin monumentos, o la guia
de Roma que invita al turista a ver esa ciudad como "un actor de filmes neorrealistas"
IR DE "FAVELA TOUR"
Quizá estas experiencias de turismo no sean tan novedosas como fenómeno cultural. Si los viajeros
buscan actividades intensas, intrigas y entretenimientos complejos no están persiguiendo algo muy
distinto de lo que hacemos cuando nos relacionamos con esos objetos clásicamente culturales que
son las novelas y las películas. Pero ¿a dónde pretenden llegar quienes se internan como turistas
en los morros cariocas o los suburbios precarios de las ciudades colombianas? Al analizar los
folletos de los Favela Tours. Beatriz Jaguaribe encuentra claves ç: ante todo, esas visitas ofrecen
confrontarse con "the real thing". .
Un análisis amplio de las representaciones literarias, periodísticas y fotográficas le sugiere que,
además, ofrecen una confrontación con los imaginarios culturales de la modernidad globalizada, en
los cuales esas zonas de pobreza, violencia y solidaridad aparecen como "comunidades
auténticas". A diferencia de la alteridad cultural del nativo o del folcloris¬mo pintoresco de las
costumbres rurales, los villeros o favelados, más aún si van mezclados con el narcotráfico, surgen
como ejemplo de quienes automodelan sus vidas en medio de los conflictos extremos de la
contemporaneidad. En una época en la cual las identidades nacionales y la evolución conjunta de la
humanidad se vuelven tan dudosas, dice esta autora, aquellos "dejados fuera de las promesas del
futuro", de los intentos (fracasados) de ordenar las ciudades, la economía y la política, presentan
otro tipo de construcciones precarias y movilizaciones, modos de organizarse y negociar imágenes
diferentes de lo nacional-popular desde la marginalidad.
Los turistas que van a Río de Janeiro a disfrutar de la playa, el sexo y los ritmos musicales de la
topografia tropical depositan también sus dólares en el Jeep Tour, el Favela Tour o el Exotic Tour
da Rocinha porque estas agencias, así como las fotos y el cine, consagraron esos recintos de
violencia y precariedad como comunidades orgánicas que, con recursos "heterodoxos", superan sus
adversidades. Los guías prometen un "extrañamiento sin riesgo" distinto del empaquetamiento
convencional del turismo. El éxito de estas visitas ya no reside en que se disfrace o mitifique la
pobreza, sino en que "la relación entre el escenario favelado y el turista es inevitablemente una
relación de voyerismo protegido".
¿FOUCAULT EN USHUAIA?
Por supuesto, estas experiencias no sustituirán los modos tradicionales en que el turismo se vincula
con el desarrollo cultural. Seguirá habiendo festivales musicales de verano y visitas a playas
caribeñas asociadas al descubrimiento de la arquitectura maya. En relación
con esos destinos "clásicos" también se pregunta en debates sobre políticas turísticas cómo
aprovechar los viajes de los extranjeros que llegan a Cancún para que co¬nozcan, además del mar
transparente y las pirámides, el México contemporáneo, por ejemplo con ciclos de las películas
mexicanas que ganan premios en el Oscar y en Cannes.
En Ushuaia se realizó en 2007 la 1ra Bienal del Fin del Mundo, pero para los centenares de miles
que llegan cada año en cruceros o aviones y no coincidieron con ese acontecimiento el mayor
atractivo histórico de esa ciudad es el panóptico en buen estado del penal, disminuido por su
museografía más arcaica que el edificio y un relato prefoucoultiano de los guías sobre el trato
"humano" que se daba a los presos. ¿No podría articularse una visión más compleja y creíble de las
exploraciones, los naufragios épicos y las aventuras de encarcelados políticos y no políticos, cuyas
historias introducirían a los visitantes a momentos clave de la Argentina?
La cuestión de qué tiene que ver la cultura' con el turismo no puede restringirse a proteger al
patrimonio y al arte del comercio, ni a colocar los placeres culturales fuera o después de los
turísticos. Una vertiente menos defensiva, más productiva, sería repensar los patrimonios históricos
en conexión con procesos interculturales de hoy que nos confrontan con lo diferente. Un ejemplo:
los desplazamientos masivos de migrantes, muchos de los cuales, al salir de sus países, trabajan
en servicios turísticos. Las migraciones impactan los patrimonios territorializados o fijados a un lugar
y los hacen interactuar, escribió Mónica Lacarrieu, con los "patrimonios desterritorializados
recreados en las maletas de viajeros emigrantes o de sujetos locales que procuran reproducir
globalmente una imagen vendible de su cultura". ¿Qué tipo de compromiso y cooperación entre
representantes locales, especialistas en patrimonio y operadores turísticos o mediáticos serán
necesarios para trascender los estereotipos racistas y las "marcas" vendedoras del exotismo o el
aislamiento aristocrático de las prácticas culturales que pretenden mantenerse incontaminadas?

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