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Presentación

El Museo Municipal “José Hernández” fue fundado el 11 de marzo de 1960 por la


Asociación Museo Tradicionalista Argentino José Hernández, con la finalidad de
desarrollar una labor cultural orientada al mantenimiento de las tradiciones
argentinas, y en particular de la provincia de Buenos Aires. El museo lleva el
nombre de escritor, periodista y político argentino, en memoria a los años que
vivió en esta estancia, siendo un niño, hacia mediados del siglo XIX, cuando la
misma era un importante rancherío. En la actualidad depende de la Municipalidad
de General Pueyrredón, y su objetivo principal es dar cuenta de la historia rural de
nuestra región a partir de objetos y documentos que son puestos en valor gracias
a las investigaciones y al relevamiento de testimonios orales pertenecientes a
hombres y mujeres que han desarrollado su trabajo en el ámbito rural, así como
de familias propietarias de estancias zonales.

El edificio pertenece al casco de la antigua estancia Laguna de los Padres,


construido hacia 1882, cuando el propietario de este establecimiento rural era
Eusebio Zubiaurre. La construcción se mantiene original en su estructura y fue
declarada de interés patrimonial (Ordenanza 9564) por la Municipalidad de
General Pueyrredón. Se trataba de una moderna y extensa propiedad, con varios
puestos, un galpón de esquila, bañadero de ovejas y casa para el mayordomo y
los peones.
La casa principal consta de tres cuerpos, con planta en U, y presenta sistema de
doble galería, interna y externa. Las habitaciones del ala derecha e izquierda
constituyen las 8 salas de exposición que se hallan abiertas al público, cuyos pisos
y decorados se mantienen originales.

Guión histórico de la exposición

La presencia indígena en nuestra región

La historia indígena pampeana comienza hace aproximadamente 11.000 años,


con la llegada de los primeros grupos humanos cazadores recolectores, quienes
establecieron sus campamentos en distintos sitios de la costa, la llanura y las
sierras. Se desplazaban periódicamente de un sitio a otro respondiendo a las
necesidades de obtener alimentos, agua, leña y generar situaciones de
comunicación e intercambio con otros grupos.
A partir del siglo XVI, cuando los europeos llegaron al Río de La Plata, las
sociedades indígenas iniciaron un proceso de transformación profundo, tanto de
su economía como en sus ideas. Indios y europeos se relacionaron desde un
comienzo de manera conflictiva ya que el interés de los recién llegados fue
dominar la población y el territorio indígena.
Una importante novedad para la vida cotidiana de los grupos nativos fue la
incorporación de caballos, vacas, ovejas, trigo, cebada y otros productos
provenientes de Europa. Además, los indios obtenían por intercambio con los
europeos yerba (que se cultivaba en las Misiones Jesuíticas), azúcar, bebidas
alcohólicas (principalmente aguardiente), tabaco y armas. Los españoles recibían
plumas de ñandú, ponchos y todos los elementos de cuero necesarios para el
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manejo de caballos. No eran pocos los vendedores trashumantes y pulperos que


llegaban hasta las tolderías para comerciar.
Cuando los indios de la pampa adoptaron definitivamente el caballo se consolidó
el comercio de ganado hacia la zona cordillerana, a través de las rutas de los ríos
Colorado y Negro y de los pasos andinos del sur. Al mismo tiempo, para el siglo
XVI, los mapuches o araucanos de Chile comienzan a instalarse en nuestro
territorio. Al principio venían solamente a buscar ganado o a vender sus tejidos y
regresaban a Chile, pero poco a poco se fueron quedando y su idioma, el
mapuche, fue generalizándose entre las tribus, al igual que muchas de sus
costumbres, como la platería, el tejido y el estilo decorativo de la cerámica. Este
proceso de contactos y cambios culturales se denomina “araucanización” e
implicó la migración e instalación de tribus procedentes de Chile hacia la pampa
bonaerense, difundiendo sus ideas y tradiciones y modificando las costumbres y
economía de las tribus precedentes.
Los indígenas se hicieron pastores, comerciantes, artesanos y guerreros. Poco a
poco, fue conformándose una división entre aquellos caciques y jefes que
gozaban de prestigio, riqueza y poder y el resto de los miembros de la tribu. Así,
las relaciones sociales que antiguamente se caracterizaban por presentar un
carácter igualitario, cambiaron hacia una organización donde el cacique y otros
jefes menores, los “capitanejos”, si bien no tenían demasiado poder sobre los
demás, tomaban decisiones importantes en la organización de la guerra, en el
establecimiento de alianzas con los europeos y criollos o con otras tribus en los
intercambios comerciales.
Entre los indios de la pampa la medida de riqueza estaba dada por la cantidad de
ganado disponible, en especial caballos, también en la acumulación de objetos de
plata y en la posesión de numerosas mujeres, que constituían una fuente de
recursos.

La experiencia jesuítica y sus razones

A mediados del siglo XVIII, los padres de la Compañía de Jesús llegaron a esta
región con el firme objetivo de instalar una Misión que diera como resultado la
consolidación de un núcleo de población estable al sur del río Salado y de educar
a los indios en la doctrina cristiana. Los sacerdotes quisieron llevar adelante un
proyecto que había dado resultados positivos en otras áreas de América, como
con los indios guaraníes. La política jesuítica consistía en atraer a los indígenas
hacia las misiones con el objetivo de lograr la “evangelización”, es decir,
convertirlos a la religión católica. Para esto recurrían al ceremonial, al reparto de
productos preciados, como yerba del Paraguay y tabaco y, el castigo físico era
otro de los medios utilizados para lograr la aceptación del dios cristiano.
Al sur del río Salado, los jesuitas intentaron establecer tres misiones, sin
embargo, la estadía de los sacerdotes en la región fue breve. En 1740 se fundó
la Reducción de Nuestra Señora en el Ministerio de su Concepción de las Pampas,
como resultado de un convenio de paz celebrado entre algunos jefes indígenas y
el gobierno de Buenos Aires, bajo la tutela de los padres Manuel Querini y Matías
Strobel.
Tras siete años se hizo otro intento setenta leguas al sur. El misionero español
José Cardiel y el inglés Tomás Falkner fundaron la misión de Nuestra Señora del
Pilar de Puelches. Poco más tarde se fundaría otra con el nombre den Nuestra
Señora de los Desamparados.
Las misiones consistían en unos ranchos de tapia, con techo de paja, la capilla,
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una estancia de ganados y una pequeña chacra. Según los testimonios de los
padres Cardiel y Falkner, las relaciones establecidas con las poblaciones nativas
se caracterizaron por el interés y el provecho que veían estos grupos en aceptar
su reducción.
Así, los indígenas decidían establecerse con sus toldos cuando los jesuitas
contaban con provisiones abundantes. Otro factor de permanencia era la
protección ofrecida por los sacerdotes ante los conflictos entre diversos grupos
tribales. Incluso, las reducciones se establecían por acuerdos previos entre los
grupos que acudían en busca de ayuda ante los inminentes ataques de grupos
adversarios. Durante la corta estadía de los toldos indígenas en el lugar, los
jesuitas realizaban sus prácticas religiosas, bautizando a los niños y celebrando
la misa en lengua española. De esta forma, los indios aprovechaban el contacto
para aprender el idioma que utilizarían en los intercambios comerciales. Los
continuos pedidos de provisiones realizados desde las reducciones parecen tener
como objetivo la retención de los indígenas en el lugar.
El cacique Cangapol, llamado por los españoles “El Bravo”, atacó y destruyó la
misión de Nuestra Señora de los Desamparados en febrero de 1751. Poco tiempo
después, las amenazas del poderoso jefe indígena obligan a abandonar el Pilar.
Los misioneros trataron de fortalecer la reducción de Concepción pero otro
cacique, Yahati, la destruye y en enero de 1753 es abandonada.
Varias razones explican el frustrado intento de lograr la instalación de una
población colonial estable en esta región de la frontera sur. Entre ellas, las
disputas entre la orden de la Compañía de Jesús y la Corona de España, que
había debilitado el poder de los jesuitas. Otros inconvenientes fundamentales
provenían de los altos costos que demandaba la instalación de las misiones en
estas tierras y las dificultades de los sacerdotes para competir con pulperos y
mercachifles trashumantes por el control del comercio con las sociedades
indígenas.
El factor fundamental por el cual los jesuitas fracasan en esta región fue el
intento hegemónico que realiza Cangapol “El Bravo”, quien, al frente de
centenares de lanceros, dominaba estos territorios y los circuitos de
comercialización de ganados. Es evidente que jefes indígenas como Yahati y
Cangapol no aceptaban las condiciones que los sacerdotes intentaban imponer,
ya que consideraban la presencia jesuítica un obstáculo para mantener el control
indígena de la vida política, económica, militar y cultural de la región pampeana.
Pasarían decenas de años hasta que los sucesivos gobiernos provinciales y
nacionales en el siglo XIX logren desplazar las poblaciones indígenas de estos
territorios. Los principales medios utilizados fueron las fundaciones de pueblos,
guardias y fortines establecidos en áreas de frontera para actuar como base de
operaciones militares contra los indígenas.
Las campañas contra los indios organizadas por Martín Rodríguez, la fundación
del fuerte Independencia en Tandil, las campañas de Rauch, el establecimiento
de poblados, guardias y fortines, fueron medidas que provocaron el avance de la
frontera de la Pcia. de Buenos Aires.
Los indígenas fueron desplazando sus tolderías a las tierras del oeste, sin
embargo no se quedaron tranquilos esperando perder sus territorios. Acciones
militares de los lanceros indígenas enfrentados al ejército, invasiones, saqueos,
malones, asesinatos e incendios, asolaron las poblaciones de frontera.
Hacia fines del siglo XIX los gobiernos de Argentina y Chile iniciaron una ofensiva
militar de expansión sobre el territorio que había quedado en posesión de los
indígenas. Los ejércitos de ambos países triunfaron al final de una larga guerra
contra los mapuches. En nuestro país, esa empresa militar se denomino
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“Conquista del Desierto”.

La ocupación del espacio local

Hacia 1818 Pedro Alcántara de Capdevilla, importante comerciante porteño, pide


en merced parte sustancial de las tierras que hoy corresponden al Partido de
general Pueyrredón. Para obtener la propiedad definitiva de las mismas debía
poblar el territorio dentro de los cuatro meses de otorgada la merced, para lo
cual en 1819:
“...procuré inmediatamente realizar mi establecimiento, al efecto despache
varias carretas con las maderas necesarias p.a casas y corrales, capataz y
peones q.e los formacen y cuidacen de los primeros ganados q.e llevaron
(...) y en seguida tomar la correspondiente poseción, pero todo se malogró
con la irrupción de los indios Pampas”
Entre 1820 y 1822 fracasa en dos nuevos intentos por poblar. Debido a esto
pierde los derechos de merced y luego de varios reclamos en 1826, le fue
otorgada la tierra en enfiteusis que constaba de 32 leguas cuadradas.
En 1828 Capdevilla muere y la estancia es comprada por Ladislao Martínez
Castro conjuntamente con el ganado vacuno, caballar, montes, ranchos, corrales
y derechos de marca. Este propietario es quien le da el nombre de “Laguna de
los Padres”, y deja la administración a cargo de su hermano Marcelino Martínez.
Hacia 1839, Ladislao Martínez junto a otros hacendados de la zona como Ramos
Mexía, Ezeiza, Pedro Castelli y Ambrosio Cramer, participan de la Revolución de
los Libres del Sur, movimiento opositor a Rosas, en el que son derrotados.
Los campos y ganados son confiscados y en 1847 la estancia es adquirida por
Don Gregorio Lezama.

La presencia de José Hernández en la estancia Laguna de los


Padres

Don Rafael Hernández, hermano de José Hernández, autor de la obra


“Martín Fierro” destaca en una pequeña biografía que realiza sobre su
hermano, que aquel tomó pleno contacto con la vida cotidiana del
hombre de campo durante su estadía en las estancias Camarones y
Laguna de los Padres. Esto sucedió luego del fallecimiento de su madre,
cuando su padre decide llevarlo con él hacia el sur de la provincia. En
aquellos años, 1845-47, la estancia era un conjunto de ranchos y aún era
importante la presencia indígena en la zona.

Don Gregorio Lezama es quien, en 1856 la vende al Barón de Mauá. Esta venta
se realiza junto con otras dos estancia, La Armonía y San Julian de Vivoratá. Este
importante comerciante brasileño, realiza sus negocios a través de Don Coelho
de Meyrelles, como representante local. Su principal empresa fue la instalación
de un saladero, que será el origen del primer núcleo poblacional de importancia
dentro del espacio que hoy ocupa la ciudad de Mar del Plata. Por dificultades
financieras, el saladero fracasa y las tierras son obtenidas por Don Patricio
Peralta Ramos en 1860, quien un año más tarde comienza a subdividir y vender
los campos de su propiedad.
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Economía y producción en la estancia Laguna de los Padres

Como resultado de la difusión del lanar, también en la región el espacio comienza


a fragmentarse y constituirse un mercado de tierras. En este proceso se
subdivide la estancia Laguna de los Padres de Peralta Ramos en un conjunto de
lotes, dos de los cuales compra Eusebio Zubiaurre.
Eusebio Zubiaurre nace en el país vasco, en 1808 y migra a la Argentina donde
desarrollará actividades como carretero en la actual provincia de Misiones.
Luego, en 1851, se instala en Guardia del Monte, Provincia de Buenos Aires,
como propietario de dos fincas. Se une en matrimonio con Manuela Rosas, con
quien tendrá cuatro hijos, Irineo Adriano, nacido en 1854 en Guardia del Monte,
Ana, nacida en la mismas localidad en 1857, Aurelia, nacida en Tandil en 1859 y
Eusebio, nacido también en Tandil en 1860. Su esposa fallece en 1871, víctima
de la fiebre amarilla. Eusebio reconoce también a un hijo natural, llamado Ovidio,
y lo incluye como parte de sus herederos, costumbre altamente generalizada en
el siglo XIX.
En 1861, Eusebio Zubiaurre compra a Peralta Ramos tres leguas cuadradas,
donde construye la estancia “Ituzaingo” y , en 1876, dos leguas cuadradas
lindantes, que incluye la Laguna de los Padres y donde se instalará allí, en 1882,
el casco de la estancia del mismo nombre.
Ituzaingo va a ser el centro de la toma de decisiones, desde donde se ejercerá el
poder para articular los distintos sectores del campo, según las necesidades de
pastura del ganado, que integrará la producción de ovinos, caballos y vacunos.
La infraestructura del establecimiento se completaba en un principio con los
corrales de “palo a pique” y más tarde, en 1888 el campo se hallaba todo
alambrado. Sobre esta gran propiedad pastarán 14.727 vacuno, 35.851 ovinos y
667 yeguarizos, lo que nos da la magnitud de este complejo productivo rural.

Cambios productivos y familiares

En el período 1890/1914 se producirán cambios en la economía rural vinculados


a el mestizamiento y refinación de los vacunos que acrecentarán su valor y
saldrán del segundo plano al que lo había relegado la difusión del lanar. Al
mismo tiempo crece el valor de la tierra, se produce una explosión demográfica e
irrumpe el ferrocarril. Con el uso generalizado del alambrado se orienta el trabajo
hacia la mestización de ganado criollo y a la utilización de praderas artificiales.
Esto implica también la modificación del sistema de aguadas que se resuelve con
la instalación de los molinos.
Hacia 1888 fallece Eusebio Zubiaurre y el inmenso predio rural se fragmenta por
herencia en cinco “hijuelas”, es decir, cinco partes relativamente distintas entre
sí, pero equivalentes en su valor. La estancia Laguna de los Padres quedará con
una superficie de 2699 hectáreas para su hijo Eusebio, quien hereda también
8435 ovinos, 3465 vacunos y 157 yeguarizos. También deja a este hijo una finca
en Guardia del Monte, cuyo valor era del 5% del de los ovinos y un sepulturero
en Buenos Aires por casi el mismo valor que la finca.
De similares características será lo heredado por sus hermanos Irineo, Ana y
Aurelia, quedando para Ovidio una porción menor dado que se consideraba que
los hijos “naturales” gozaban de menores derechos.
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Una vez que Eusebio Zubiaurre (hijo) pasa a dirigir la estancia comienza un
proceso regional de producción intensiva de ovinos. Si bien los vacunos bajan en
número, ello se debe a que los planteles están sometidos al mestizaje resultante
de la incorporación de la raza “Durham”, con el objetivo de producir un tipo de
animal que se adaptara al clima y brindara carnes tiernas para el frigorífico.
Luego de siete años de manejo de la estancia es muy probable que Eusebio se
halla desprendido de gran parte del stock de vacuno para invertir en la
modernización del establecimiento. Esto podría estar evidenciado en la fecha de
construcción de bañadero de ovejas, que data de 1903, junto al cual se edifica el
enorme galpón de esquila y se instalan seis molinos, con sus correspondientes
tanques australianos, estratégicamente distribuidos por el campo.
Cambios semejantes se darán en la estancia ituzaingó, heredada por Ana
Zubiaurre, quien incorpora una máquina esquiladora mecánica que ocupaba una
cuadrilla de peones. También en estancias vecinas se inicia un proceso de
incorporación tecnológica, como es el caso de la estancia de Félix U. Camet que
adquiere una trilladora a vapor.

Crisis y fragmentación de la estancia

La primera guerra mundial provoca cambios que van a impactar sobre la


producción y en particular sobre el sector agrícola, dado que se modifican los
volúmenes, los precios y los transportes. Hacia 1921 se derrumban las
exportaciones ganaderas, se deterioran los términos del intercambio y se
desacelera el crecimiento global de la economía.
El modelo que se había venido sosteniendo no presentaba oposiciones entre el
sector agrario e industrial, dado que el crecimiento de la industria había sido
consecuencia de la expansión de las actividades primarias. Hacia 1935 el sector
industrial deja de basarse en materias primas naturales y comienzan a elaborar
productos dedicados al mercado interno, a partir de insumos importados. La
crisis del modelo dará inicio a l proceso de industrialización por sustitución de
importaciones.
En el ámbito local, Mar del Plata se transformará en la Villa Balnearia, dinamizará
sus actividades industriales y cambiará su perfil urbano hacia una densidad
mayor.
El declinar del sector agrario se combina con un nuevo proceso de fragmentación
patrimonial que será generalizado para el sector rural. Sin embargo, la estancia
Laguna de los Padres se verá sometida a otro proceso.

La expropiación

Hacia fines de la década de los cuarenta, como resultado de la política agraria del
gobierno del Gral. Perón, pero particularmente del gobernador Mercante,
comienza un proceso de expropiación de algunos predios rurales, generalmente
cercanos a los ejidos urbanos. El objetivos de estas captacioón de tierras por
parte del estado era la formación de colonias rurales y la delimitación de
reservas a modo de parques recreativos. En este proceso, las casi 2700
hectáreas que conformaban la estancia Laguna de los Padres son afectadas al
Régimen de Colonización -Ley 5286- de las cuales el 68% fueron destinadas al
parcelamiento, obteniendo 156 lotes con una superficie que rondaba las 10
hectáreas por unidad productiva.
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El espejo de agua, las tierras que lo bordean y el casco de la estancia con sus
anexos (galpón, casa de peones, bañadero) quedan en propiedad de la provincia
y allí se instalan las oficinas de administración y control de la colonia y el
personal de mensura que enviará temporalmente el Ministerio de Asuntos
Agrarios.
Los colonos que adquieren los lotes son en su mayoría inmigrantes quienes con
su trabajo en quintas y huertas darán origen al actual cinturón hortícola
periurbano marplatense el cual incluye los núcleos poblacionales de San
Francisco, Laguna de los Padres, Sierra de los Padres, el Coyunco y San Carlos.
La consolidación de estas áreas, entre las décadas del 50 y el 60, fue en
respuesta al rápido proceso de urbanización de Mar del Plata, que desplazó las
quintas ubicadas en los sectores periféricos de la ciudad.

La fundación del Museo Tradicionalista “José Hernández”

A fines de la década del 50 se conforma en Mar del Plata un núcleo de


convecinos defensores de las tradiciones vernáculas, quienes deciden iniciar una
tarea de difusión a partir de la fundación de un museo. Dado que concentraban
sus actividades en la realización de jineteadas y espectáculos en un campo
ubicado frente a la Laguna de los Padres, es que solicitan a la provincia el casco
de la antigua estancia a los fines de ubicar allí los objetos patrimoniales que
resultaran de la recepción de donaciones o préstamos.
El 11 de marzo de 1960 la Asociación Museo Tradicionalista Argentino José
Hernández cumple su objetivo al dejar inaugurado la primer parte del museo,
cuyo discurso estaba centrado en la imagen del gaucho y en los elementos
constitutivos del nacionalismo, tomando como texto fúndante de la nacionalidad
argentina el Martín Fierro de José Hernández. La colección se componía de
diversos objetos de cuero vinculados al uso del caballo, imágenes y dibujos de
tareas rurales, elementos indígenas, mapas y reproducciones de documentos
pertenecientes a las primeras estancias, libros y armas de la época del avance de
frontera.
Las actividades de la Asociación estaban fuertemente ligadas a la realización de
jineteadas que motivaron la construcción del Campo de Destreza Nativa, ubicado
a 200 metros del casco de la estancia. Estas fiestas populares, convocaban en
sus primeras épocas, cientos de personas, especialmente a fines de marzo, en la
denominada Fiesta de las Estancias, el 1 de mayo, Día de los trabajadores y el
10 de noviembre, Día de la Tradición. Muchos de los miembros de la Asociación
realizaban además presentaciones en peñas folklóricas, como recitadores o en
cuerpos de baile, o participaban y/o conducían programas de radio y TV
dedicados al cultivo de las tradiciones argentinas.
La Asociación va a estar a cargo del museo hasta 1996, momento en el cual el
mismo pasa a responsabilidad del municipio de general Pueyrredón.

BIBLIOGRAFÍA:
• Historia de la Antigua Estancia “Laguna de Los Padres” – Prof. César
Román Municipalidad de General Pueyrredon 1997. Grupo HISA
Universidad Nacional de Mar del Plata

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