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Presentación
A mediados del siglo XVIII, los padres de la Compañía de Jesús llegaron a esta
región con el firme objetivo de instalar una Misión que diera como resultado la
consolidación de un núcleo de población estable al sur del río Salado y de educar
a los indios en la doctrina cristiana. Los sacerdotes quisieron llevar adelante un
proyecto que había dado resultados positivos en otras áreas de América, como
con los indios guaraníes. La política jesuítica consistía en atraer a los indígenas
hacia las misiones con el objetivo de lograr la “evangelización”, es decir,
convertirlos a la religión católica. Para esto recurrían al ceremonial, al reparto de
productos preciados, como yerba del Paraguay y tabaco y, el castigo físico era
otro de los medios utilizados para lograr la aceptación del dios cristiano.
Al sur del río Salado, los jesuitas intentaron establecer tres misiones, sin
embargo, la estadía de los sacerdotes en la región fue breve. En 1740 se fundó
la Reducción de Nuestra Señora en el Ministerio de su Concepción de las Pampas,
como resultado de un convenio de paz celebrado entre algunos jefes indígenas y
el gobierno de Buenos Aires, bajo la tutela de los padres Manuel Querini y Matías
Strobel.
Tras siete años se hizo otro intento setenta leguas al sur. El misionero español
José Cardiel y el inglés Tomás Falkner fundaron la misión de Nuestra Señora del
Pilar de Puelches. Poco más tarde se fundaría otra con el nombre den Nuestra
Señora de los Desamparados.
Las misiones consistían en unos ranchos de tapia, con techo de paja, la capilla,
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una estancia de ganados y una pequeña chacra. Según los testimonios de los
padres Cardiel y Falkner, las relaciones establecidas con las poblaciones nativas
se caracterizaron por el interés y el provecho que veían estos grupos en aceptar
su reducción.
Así, los indígenas decidían establecerse con sus toldos cuando los jesuitas
contaban con provisiones abundantes. Otro factor de permanencia era la
protección ofrecida por los sacerdotes ante los conflictos entre diversos grupos
tribales. Incluso, las reducciones se establecían por acuerdos previos entre los
grupos que acudían en busca de ayuda ante los inminentes ataques de grupos
adversarios. Durante la corta estadía de los toldos indígenas en el lugar, los
jesuitas realizaban sus prácticas religiosas, bautizando a los niños y celebrando
la misa en lengua española. De esta forma, los indios aprovechaban el contacto
para aprender el idioma que utilizarían en los intercambios comerciales. Los
continuos pedidos de provisiones realizados desde las reducciones parecen tener
como objetivo la retención de los indígenas en el lugar.
El cacique Cangapol, llamado por los españoles “El Bravo”, atacó y destruyó la
misión de Nuestra Señora de los Desamparados en febrero de 1751. Poco tiempo
después, las amenazas del poderoso jefe indígena obligan a abandonar el Pilar.
Los misioneros trataron de fortalecer la reducción de Concepción pero otro
cacique, Yahati, la destruye y en enero de 1753 es abandonada.
Varias razones explican el frustrado intento de lograr la instalación de una
población colonial estable en esta región de la frontera sur. Entre ellas, las
disputas entre la orden de la Compañía de Jesús y la Corona de España, que
había debilitado el poder de los jesuitas. Otros inconvenientes fundamentales
provenían de los altos costos que demandaba la instalación de las misiones en
estas tierras y las dificultades de los sacerdotes para competir con pulperos y
mercachifles trashumantes por el control del comercio con las sociedades
indígenas.
El factor fundamental por el cual los jesuitas fracasan en esta región fue el
intento hegemónico que realiza Cangapol “El Bravo”, quien, al frente de
centenares de lanceros, dominaba estos territorios y los circuitos de
comercialización de ganados. Es evidente que jefes indígenas como Yahati y
Cangapol no aceptaban las condiciones que los sacerdotes intentaban imponer,
ya que consideraban la presencia jesuítica un obstáculo para mantener el control
indígena de la vida política, económica, militar y cultural de la región pampeana.
Pasarían decenas de años hasta que los sucesivos gobiernos provinciales y
nacionales en el siglo XIX logren desplazar las poblaciones indígenas de estos
territorios. Los principales medios utilizados fueron las fundaciones de pueblos,
guardias y fortines establecidos en áreas de frontera para actuar como base de
operaciones militares contra los indígenas.
Las campañas contra los indios organizadas por Martín Rodríguez, la fundación
del fuerte Independencia en Tandil, las campañas de Rauch, el establecimiento
de poblados, guardias y fortines, fueron medidas que provocaron el avance de la
frontera de la Pcia. de Buenos Aires.
Los indígenas fueron desplazando sus tolderías a las tierras del oeste, sin
embargo no se quedaron tranquilos esperando perder sus territorios. Acciones
militares de los lanceros indígenas enfrentados al ejército, invasiones, saqueos,
malones, asesinatos e incendios, asolaron las poblaciones de frontera.
Hacia fines del siglo XIX los gobiernos de Argentina y Chile iniciaron una ofensiva
militar de expansión sobre el territorio que había quedado en posesión de los
indígenas. Los ejércitos de ambos países triunfaron al final de una larga guerra
contra los mapuches. En nuestro país, esa empresa militar se denomino
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Don Gregorio Lezama es quien, en 1856 la vende al Barón de Mauá. Esta venta
se realiza junto con otras dos estancia, La Armonía y San Julian de Vivoratá. Este
importante comerciante brasileño, realiza sus negocios a través de Don Coelho
de Meyrelles, como representante local. Su principal empresa fue la instalación
de un saladero, que será el origen del primer núcleo poblacional de importancia
dentro del espacio que hoy ocupa la ciudad de Mar del Plata. Por dificultades
financieras, el saladero fracasa y las tierras son obtenidas por Don Patricio
Peralta Ramos en 1860, quien un año más tarde comienza a subdividir y vender
los campos de su propiedad.
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Una vez que Eusebio Zubiaurre (hijo) pasa a dirigir la estancia comienza un
proceso regional de producción intensiva de ovinos. Si bien los vacunos bajan en
número, ello se debe a que los planteles están sometidos al mestizaje resultante
de la incorporación de la raza “Durham”, con el objetivo de producir un tipo de
animal que se adaptara al clima y brindara carnes tiernas para el frigorífico.
Luego de siete años de manejo de la estancia es muy probable que Eusebio se
halla desprendido de gran parte del stock de vacuno para invertir en la
modernización del establecimiento. Esto podría estar evidenciado en la fecha de
construcción de bañadero de ovejas, que data de 1903, junto al cual se edifica el
enorme galpón de esquila y se instalan seis molinos, con sus correspondientes
tanques australianos, estratégicamente distribuidos por el campo.
Cambios semejantes se darán en la estancia ituzaingó, heredada por Ana
Zubiaurre, quien incorpora una máquina esquiladora mecánica que ocupaba una
cuadrilla de peones. También en estancias vecinas se inicia un proceso de
incorporación tecnológica, como es el caso de la estancia de Félix U. Camet que
adquiere una trilladora a vapor.
La expropiación
Hacia fines de la década de los cuarenta, como resultado de la política agraria del
gobierno del Gral. Perón, pero particularmente del gobernador Mercante,
comienza un proceso de expropiación de algunos predios rurales, generalmente
cercanos a los ejidos urbanos. El objetivos de estas captacioón de tierras por
parte del estado era la formación de colonias rurales y la delimitación de
reservas a modo de parques recreativos. En este proceso, las casi 2700
hectáreas que conformaban la estancia Laguna de los Padres son afectadas al
Régimen de Colonización -Ley 5286- de las cuales el 68% fueron destinadas al
parcelamiento, obteniendo 156 lotes con una superficie que rondaba las 10
hectáreas por unidad productiva.
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El espejo de agua, las tierras que lo bordean y el casco de la estancia con sus
anexos (galpón, casa de peones, bañadero) quedan en propiedad de la provincia
y allí se instalan las oficinas de administración y control de la colonia y el
personal de mensura que enviará temporalmente el Ministerio de Asuntos
Agrarios.
Los colonos que adquieren los lotes son en su mayoría inmigrantes quienes con
su trabajo en quintas y huertas darán origen al actual cinturón hortícola
periurbano marplatense el cual incluye los núcleos poblacionales de San
Francisco, Laguna de los Padres, Sierra de los Padres, el Coyunco y San Carlos.
La consolidación de estas áreas, entre las décadas del 50 y el 60, fue en
respuesta al rápido proceso de urbanización de Mar del Plata, que desplazó las
quintas ubicadas en los sectores periféricos de la ciudad.
BIBLIOGRAFÍA:
• Historia de la Antigua Estancia “Laguna de Los Padres” – Prof. César
Román Municipalidad de General Pueyrredon 1997. Grupo HISA
Universidad Nacional de Mar del Plata