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Alfredo Torre
Sitio: FLACSO
Curso: Gestión Cultural y Comunicación
Impreso por: María Silvina GONZALEZ VIDELA
Fecha: sábado, 7 de octubre de 2006, 19:14
Tabla de contenidos
Introducción
1. El patrimonio como significado
2. La apropiación social del patrimonio
3. Cultura de lo cotidiano
3.1. Ficha etnográfica de registro de observación y relevamiento
4. Patrimonio Intangible y Memoria Colectiva
5. De experiencias y otras cuestiones
5.1. Los “excluidos”
5.2. “La Niña”
5.3. Teatro comunitario
5.4. Rock en el campo
5.5. El juego de los significados, de la gastronomía y unas cuantas cosas más
5.6. De vecinas en ropa interior y prostitutas
5.7. El teatro que se incendió dos veces
5.8. Museo de lo intangible
6. Los objetos como holografías emocionales
7. El tema está en el trascender...
8. Volvamos al patrimonio, al patrimonio virtual...
Bibliografía
Introducción
Alfredo Torre
Hola colegas,
Quisiera comentarles, en principio, las razones por las cuales hace tiempo me “tropecé”
sin querer con este tema. Creo que de lo que ahora es una vieja y tragicómica anécdota
que les pasaré a contar, es mucho lo que de aquella situación pude aprender, aunque
haya modificando buena parte de mis originales perspectivas profesionales.
Hace nada menos que 30 años estaba dirigiendo un programa radial que realizaban
estudiantes de la secundaria en un colegio perteneciente a la Universidad en donde me
gradué. Vivíamos en un sistema democrático (presidencia de María Estela Martínez de
Perón, 1974-76), en donde la derecha más siniestra se había adueñado de las
instituciones educativas y del país todo.
Un día del ’75 me dejaron cesante en mi trabajo por “díscolo”, dado que no había
obedecido algunas estrictas pautas de contenido, francamente intolerables. Luego vino la
dictadura militar en el ’76 y tuve que buscar otros rumbos laborales. Un amigo me ofreció
un cargo técnico en la ex Dirección de Museos, Monumentos y Sitios Históricos de la
Provincia de Buenos Aires, en donde, les confieso, en principio no sabía muy bien qué
hacer. Algunos colegas llegaron a preguntarme (no sin cierta crueldad, conociendo mi
situación) si ahí iba a trabajar de momia.
Para no extender el cuento debo decirles que desde allí comencé a hacer una lectura
“políticamente incorrecta”, para esa época (¿solamente para esa?), de la narrativa de
algunos museos históricos, entendiendo por narrativa no solamente el mensaje de su
acervo, sino también su puesta en valor, selección, jerarquización, presencias y
ausencias, decisiones de política institucional e ideología de funcionarios, museólogos y
museógrafos. El abc de la semiología y del análisis del discurso que pude aprender en la
carrera universitaria me permitió utilizar algunas herramientas para advertir el profundo
mensaje del Poder en sus más variadas y sutiles formas. Tomo aquí prestada, para
ejemplificar, parte de la letra de una canción del cantautor argentino Lito Nebbia: “Si la
historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia... la verdadera
historia”.
Sobre lo que acabo de decir, no quiero dejar pasar que el año pasado se cumplieron los
25 años de la muerte de Roland Barthes, quien se especializó, entre otras disciplinas, en:
semiología, lingüística, el análisis de textos y la crítica literaria.
Más adelante cuando se refiere a otro trabajo, “El placer del texto” (1973), al que le asigna
una sensual impronta, transcribe de Barthes: ‘¿El lugar más erótico de un cuerpo no está
acaso allí donde la vestimenta se abre?. Claro que sí, en lo entreabierto, en lo que no se
dice’. “ Leyendo este párrafo iluminado –concluye Russo- entendí que la escritura es una
camisa que el lector debe desabotonar por sí mismo. Hay que tener coraje para escribir
vestido y ofrecerse a ser desvestido por el lector que uno se merezca”.
Algo más quiero decirles que considero vivencialmente muy fuerte para cerrar esta
introducción y zambullirnos en el tema. Debo confesarles que mi libro de cabecera ha sido
desde mi adolescencia y hasta ahora... ¡una historieta! En general, cuando no encuentro
respuestas en los tratados científicos, apelo frecuentemente a la literatura y también a
otros formatos más o menos despreciados por otros. Estoy convencido que la imaginación
es un arma poderosísima para avanzar en el conocimiento a pasos agigantados.
Se trata de “El Eternauta”, una obra magistral del guionista Héctor Oesterheld
(desaparecido junto a sus tres hijas y sus tres yernos durante la mencionada dictadura).
En ella se relata la invasión de extraterrestres a la ciudad de Buenos Aires y la resistencia
ofrecida por un grupo de sobrevivientes, los que descubren cómo vencer a quienes
digitaban las consolas de sus maquinarias de muerte. Había que activar en ellos la
“glándula del terror”. Por esta metáfora, por enseñar que “el único héroe válido es el héroe
‘en grupo’, nunca el héroe individual, el héroe solo”, por el compromiso político de su
autor, los militares sacaron de circulación las publicaciones y el título pasó a engrosar –
por supuesto- las listas negras de lo prohibido.
-Alcánceme esa escultura por favor, en la gracia de ese cuello hay siglos de arte...
-Ignoro lo que es eso... posiblemente un implemento de uso doméstico... ¿se dan cuenta
los hombres de todas las maravillas que lo rodean? ¿Tienen idea de cuántos mundos
habitados hay en el universo, y de cuán pocos son los que han florecido en objetos como
éste? Allá en nuestro planeta, hay un objeto parecido: sirve para una ceremonia muy
bella. (...) Cada cosa irradia aquí milenios de inteligencia... milenios de arte... milenios de
ternura...
Siguió hablando. Al conjuro de sus palabras el abollado tarro de la yerba, las cacerolas
tiznadas, la desvencijada cocina de carbón, se tornaron objetos únicos, más valiosos aún
que alhajas sacadas de una tumba egipcia.
Si me dieran a elegir una “Madre”, yo optaría por la heroína y guerrera altoperuana doña
Juana Azurduy (1780-1862), quien se alistó en los ejércitos comandados por los
generales Belgrano y Güemes, y a la que el gobierno de Buenos Aires, en 1816, nombró
Teniente Coronel del Ejército Argentino por su... “varonil esfuerzo”. Peleó a espada y
cabalgando embarazada de su quinto hijo y vio morir a sus otros cuatro en manos de los
realistas. Juana (...“flor del Alto Perú, no hay otro capitán más valiente que tú”, como dice
la canción), murió a los 82 años, olvidada y en la mayor pobreza. Se la enterró en una
fosa común sin los honores ni las glorias que su accionar y compromiso por la patria
merecía.
Me pregunto, ¿por qué no hablar de “Matrimonio Cultural”? Creo que como noción es más
interesante y menos paternalista. Me imagino un nosotros, decisiones tomadas en
conjunto, proyectos comunes, algo consensuado y no impuesto sólo por uno. Sí, también
pienso en discusiones, como las que deberíamos tener para revisar lo que nos ha sido
legado (¿impuesto, quizás?).
Otra cosa, “la cultura occidental y cristiana” nos ha revelado la existencia de un “Dios
Padre” (¿y si fuera mujer?), al que se le reza el “Padre nuestro”. También están los
“Padres de la Santa Madre Iglesia”, en el culto católico. Lo que quiero decir, más allá del
dogma, el juego de palabras y la concepción algo machista de patrimonio, es que todo
proceso de transmisión o comunicación es mediado por alguien por alguna razón.
Por consiguiente, los productos culturales sólo pueden ser entendidos desde las culturas
o posicionamientos sociales en los cuales son leídos, interpretados, transformados,
vividos, consumidos y resistidos.
En cuanto a los tipos de mediaciones: 1) Las mediaciones individuales son las que
provienen de nuestra individualidad como sujetos cognoscentes y comunicativos,
posibilitando ciertos esquemas mentales; 2) Las mediaciones institucionales se dan en la
familia, el trabajo, el partido político, etc.; 3) Las mediaciones massmediáticas se refieren
a la diversidad de lenguajes, estrategias de comunicabilidad y tecnologías de cada medio.
Hablar de “mediación tecnológica” en lugar de “medios masivos” o de “industrias
culturales” implica un cambio fundamental en la forma en que entendemos la escena
cultural; 4) Las mediaciones situacionales tienen que ver precisamente con la situación de
la recepción; y, 5) Las mediaciones de referencia (contexto o ambiente determinado: la
edad, el sexo, la raza, la clase social, el nivel de educación, etc.).
Como decía recién, usualmente se mantienen como sinónimos los términos “inmaterial”
(según el Diccionario de la Lengua Española, “No material”; “Material/materia: realidad
espacial y perceptible por los sentidos que, con la energía, constituye el mundo físico”) e
“intangible” (ídem fuente: “Que no puede tocarse”).
En principio coincido con el sociólogo Sandro Venturo en lo que respecta a que ambos
términos son complementarios.
Quisiera mencionar algunas cuestiones para que reflexionemos entre todos y podamos
irlo trabajando –si ustedes quieren- a través del foro.
De lo que se trata –nada más ni nada menos- es, y en todos los casos, de la
construcción de sentido. La inmaterialidad del patrimonio entendido como significante y
como significado. Como significante (lo que se pretende decir a través de él, porque el
objeto no pretende nada). Pensemos, además, que “el patrimonio no es ingenuo”, como
acota el Arq. Carlos Moreno. Y al respecto tengo una “teoría débil” (Roberto Follari dixit,
también docente de la FLACSO) y -otra vez- políticamente incorrecta: Cierto patrimonio –
tal como hacía de alguna manera referencia más arriba– está expuesto para agradar y
legitimar el Poder. Si quieren también esto lo discutimos.
Aparte agrega: “las asignaciones de valor sobre las que se objetiva la definición y
existencia de los bienes culturales, tanto del patrimonio tangible como del intangible, son
el resultado de la perdurabilidad en el tiempo de procesos intersubjetivos de intercambio
de prácticas sociales, según un patrón de identidad cultural siempre tributario de la cultura
de referencia. En suma, cada cultura genera su propio sistema de valores o patrón
de asignación de sentido que es, en cada caso, lo que determina la existencia de un
bien del patrimonio cultural”.
Siendo intangible lo que no puede tocarse o que no es material, hay consenso en que el
patrimonio cultural intangible refiere a prácticas, representaciones, conocimientos y
técnicas que dan a las comunidades, grupos e individuos una sensación de identidad y un
sentimiento de continuidad. Por supuesto que los objetos, instrumentos y artefactos
asociados a esas prácticas –desde su valor de uso- y los espacios culturales donde se
desenvuelven forman parte integrante de lo que podríamos llamar el aparato de sentido
vinculado a ese patrimonio.
En este aspecto, son pocas las experiencias que han intentado llevar exitosamente a
cabo algo así. Citaré dos: 1) La campaña de sensibilización al ciudadano, encarada por la
Dirección General de Patrimonio del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Entre sus objetivos se encuentra: a) Sensibilizar al ciudadano sobre el significado del
patrimonio para que lo identifique; b) Generar una cultura de participación ciudadana, para
que lo conserve; 2) El Proyecto “Museo Virtual de lo Cotidiano” del Centro de Proyectos y
Estudios Interdisciplinarios / CePEI ( cepei@ic.gba.gov.ar ) de la Dirección Provincial de
Patrimonio Cultural del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, el que veremos
en detalle más adelante y mediante el cual se pretende que sean los ciudadanos los que
determinen qué es y no es patrimoniable y por qué, todo a través de un dinámico diálogo
social.
Para que vaya tomando cuerpo esta idea, hace muchos años emprendí una investigación
de campo en 18 distritos de la provincia de Buenos Aires, preguntándoles a los
convocados a un trabajo de taller, denominado “¡Escóndete, objeto!” (exclamación pintada
en la Universidad de la Sorbona durante el Mayo Francés, mencionada por Abraham
Moles en su libro Los objetos): ¿Qué dejarían como legado para que en el futuro se les
recuerde colectivamente? Dos sencillas respuestas dieron claramente cuenta de lo que
estoy tratando de reflejar en esta clase: a) “la bicicleta, como fenómeno de libertad, lo que
nos permitía ir más allá de la cuadra o de la vuelta manzana”; y, b) “el recibo de sueldo de
un maestro, para que se recuerde la importancia que los gobernantes le daban a la
educación”.
3. Cultura de lo cotidiano
Acerca del patrimonio cultural como constructo social, éste adquiere su entidad en un
mundo que podemos llamar la “realidad” y que se manifiesta en lo que el sentido común
denomina la vida cotidiana. Ésta se presenta como una realidad interpretada por los
hombres y que para ellos tiene el significado subjetivo de un mundo coherente. Esa
coherencia es el producto de intercambios de acción social entre sujetos, persistentes en
el tiempo y generadores de sentido.
Otro aporte a una taxonomía de lo inmaterial, es el que hace Diego Bosquet para la
Dirección de Patrimonio Histórico-Cultural de la provincia argentina de Mendoza. A los
fines explicativos, mencionaré todos los rubros por él citados, desagregando solamente
algunos.
3. Tecnología / Manufactureras:
3.1. Técnicas de Adquisición (caza, pesca, agricultura...)
3.2. Industrias químicas (pinturas/tintas, fertilizantes, pirotecnia...).
7. Literatura oral:
7.1. En prosa (cuentos, fábulas, leyendas...)
7.2. En verso (coplas, himnos, villancicos...)
7.3. Paremiología (refranes, dichos, trabalenguas, adivinanzas...).
8. Música:
8.1. Canciones
8.2. Danzas.
9. Danza / coreografía (individual, colectiva...).
12. Cosmovisión:
12.1 Mitologías
12.2. Creencias mágico-religiosas
12.3. Concepciones religiosas (deidades, héroes culturales)
12.4 Prácticas mágicas
12.5. Prácticas religiosas
12.6 Rituales
12.7. Sitios / materiales de culto
12.8. Especialistas /Chamanes / Sacerdotes.
Los invito ahora, bajo el modelo propuesto por la Comisión para la Preservación del
Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, a conformar la siguiente
planilla sobre la base de hechos conocidos por ustedes y, de considerarlo necesario,
realizar y fundamentar algunas modificaciones o variaciones a la metodología aquí
empleada que les resulte más operativa . Quiero agregar que sobre la columna de la
izquierda, podrán agregar fotografías, cuadros, mapas, etc., del evento elegido (ver
también la Ficha Guía para la elaboración de inventarios de patrimonio cultural inmaterial,
utilizado en Colombia).
Además, la misma ha sido confeccionada para una Celebración y/o Fiesta, entendiendo
dicha comisión que ”las fiestas, celebraciones y rituales populares de la ciudad, recrean
los espacios urbanos, ejerciendo su influencia sobre diferentes niveles identitarios locales
y globales, dejando huella sobre las vivencias colectivas de los diversos grupos sociales
involucrados por relación a la religiosidad, el trabajo, el entretenimiento y otras prácticas
de la vida cotidiana y social. A través de lo festivo, celebratorio y de los rituales es posible
reconocer procesos de transformación de las dinámicas sociales, formas de comprensión
ligadas a la vida política, económica, social y/o cultural”.
3.1. Ficha etnográfica de registro de observación y relevamiento
Horario de la celebración De X a X .
Institucional/espontáneo
Étnica/religiosa/devocional, etc.
Historia oral
Lo relevado en campo
En todos los casos esta: los relatos relevados a partir de los folletos difundidos, los relatos
desde los organizadores vinculados a la historia de la celebración (por micrófono,
altoparlante o por fuera del marco oficial de la celebración)
- Recorridos/ itinerarios
Sólo recorrido en el caso de que lo hubiera y si no especificar que no hay.
Actividades desarrolladas
En caso de que haya informaciones de dos años o de dos días, poner primero, lo que
haya en común y luego diferenciar marcando con un subtítulo.
Descripción de todas las actividades que se realicen, pero en caso de que correspondan a
otro ítem solo mencionar la generalidad. En estos casos, indicar a que apartado hay que
dirigirse. Separar con subtítulos aquellas actividades que puedan diferenciarse. (por ej.,
procesión, misa, espectáculo etc.).
Todo lo que sea infraestructura del evento: escenario sillas, equipo de sonido.
Rituales asociados
Las fiestas / celebraciones con rituales asociados: describirlos, por ejemplo que las
procesiones no son rituales aún cuando pueda haber dentro de ellos rituales. En el caso
de conmemoraciones por memoria, el grito de 30. 0000 desaparecidos etc, consideramos
que es ritual. Dentro de las religiosas, es como bastante claro, en el caso del año nuevo
chino, la danza del dragón y del león pueden llegar a ser rituales.
Comida
Solo especificar los alimentos. Puede diferenciarse por su origen.
Música
Especificar tipo de música, instrumentos utilizadas, bandas, letras en el caso de que
haya, autores, reutilización de temas conocidos.
Danza
Cantidad de integrantes, proporción mujeres y varones, tipo de danza, descripción
general y amplia de la danza. Descripción con terminología adecuada y específica.
Vestimenta
Diferencias: grupos participantes (murga, danza, presentadores, organizadores,
seguridad etc)
Público: cuando es relevante especificar (por ej. banderazo, januca). Si hay algo que
predomina, nombrarlo.
Culto Populares
Tipo de Público (Asociaciones, gobierno -el gobierno puede asistir como público, o como
funcionarios o técnicos- vecinos, procedencias, etc.)
Cantidad
Seguramente podrán sin dificultades llevar a cabo la tarea propuesta, sobre la base de
una festividad y/o celebración que detecten en sus respectivos países. Si quieren ver en
forma más completa lo realizado por el organismo gubernamental antes citado, conozcan
el recientemente conformado “Atlas de patrimonio inmaterial de la Ciudad de Buenos
Aires. Fiestas, celebraciones y rituales”, en donde encontrarán datos sobre legislación,
fundamentación, objetivos, encuadre conceptual, metodología de relevamiento,
definiciones y clasificaciones, etc.
Ahora, piensen lo siguiente: Solamente registrar una celebración les ha llevado “x” tiempo
de investigación, selección y registro. ¿Y el resto de las manifestaciones que quedarían
aún por relevar? ¿Cuáles? ¿Por qué? No habiendo, por lo general, políticas culturales
destinadas a llevar a cabo estos procedimientos, por cuanto lo tangible ha sido por
tradición y excluyentemente lo rescatable, aún nos quedaría sortear otros aspectos que
pisan el terreno de lo ideológico.
Sería ocioso rememorar la poca o nula importancia que se le ha dado como patrimonio a
través del tiempo, a todo aquello que tenga que ver con el diario vivir (¿recuerdan la
cafetera que señalaba el extraterrestre?). Mucho más si el mismo no se corresponde con
los intereses de los sectores hegemónicos de la sociedad. ¿En cuantos museos hemos
visto puesto en valor como algo “exótico” aquello que pertenece a las minorías nativas?
Entonces, ¿qué sucede con relación a los que “nada tienen”?. Decimos
habitualmente que alguien cuenta con patrimonio cuando posee bienes materiales
heredados o adquiridos (de cualquier manera). Pregunto: los llamados “excluidos”,
¿acaso no tienen pasado ni nada que los represente en su identidad?
Y aquí, creo, es preciso recurrir a lo que plantea Jacques Hassoun (Los contrabandistas
de la memoria. Ed. de la Flor, Buenos Aires, 1996, p.139 y ss.). Él asegura que “en
resumidas cuentas, si transmitir una tradición, una historia, se presenta como una
construcción, es en última instancia porque el deseo de asegurar una continuidad en la
sucesión de las generaciones, se presenta como una necesidad interna”. Esto es, no
puedo como sujeto entrar en contacto con lo nuevo, que se me presenta en la interacción
social, si no encuentro en ello cierta familiaridad, con eso que porto como herencia y que
me permite participar de situaciones nuevas que a priori me parecen desconocidas. Y ya
que todo pensamiento es repensamiento y toda transmisión, retransmisión, la transmisión
sería una página escrita, un relato, que cuente la gesta de los predecesores, que cada
uno podrá leer o rescribir a su manera. Construcción de la memoria colectiva,
herencia y transmisión son, entonces, inherentemente partes de un solo proceso.
Ahora bien, ¿qué patrimonio refleja hoy o manifestará en el futuro sus huellas identitarias?
Quisiera que conozcan la obra que viene realizando en el Museo y Parque Ecológico
“Enrique Hudson” de Florencio Varela (distrito cercano a la Capital Federal de mi país) su
Director, Rubén Ravera. Rubén, como pocos, está en contacto diario con la pobreza.
Impulsado por el espíritu ecologista de Hudson (y un tesón a prueba de balas) les enseña
a los habitantes de las villas cercanas a hacer calefones domésticos reciclando botellas
de plástico. “Es para que los chicos no tengan que romper la escarcha de un fuentón para
lavarse la cara en invierno y así poderlo hacer con agua tibia”, dice. La transmisión de
este tipo de saberes para mejorar la calidad de vida... ¿se los podría considerar como
parte del patrimonio intangible de la pobrería? Y la música conocida en Argentina como la
“cumbia villera”, ¿también?
Rubén, que participa y es cofundador del Club del Trueque, a través del cual se movilizan
miles de personas de escasos recursos en el intercambio de bienes y servicios sin la
mediación de papel moneda convencional, afirma: “Se está financiando para el odio. Hay
que generar una economía periférica, distinta. Necesitamos un nuevo pacto social. Nadie
ha pactado vivir para la mierda”.
Aporto otro dato para abrir un nuevo espacio de reflexión. En la reunión llevada a cabo
por el Movimiento Nacional de Trabajadores Cartoneros y Recicladores (Ciudad de
Buenos Aires, 26/8/06), uno de los puntos en discusión fue “Propuesta de documento que
nos dé identidad”.
Otra cosa, ¿y qué hay de las creencias de “ese tipo de gente”, como le escuché decir a un
glamoroso gestor cultural, que curiosamente no podía separar miseria de delincuencia?
Hay un ejemplo que me parece emblemático. En las villas pobres cercanas a la Ciudad de
Buenos Aires, existe el Santo de los Pibes Chorros (traducción: “pibes” por niños y
adolescentes; “chorros” por ladrones). Lo apodaban “El Frente” Vital y fue ejecutado por la
policía cuando se había rendido desarmado luego de una redada.
La imagen del Frente Vital, el pibe chorro que se convirtió en santo de los ladrones,
preside una misa en su homenaje.
Su canonización, como otras llevadas a cabo con personas fuera de la ley, tiene ribetes
particulares. Por ejemplo, se pondera su modelo solidario al robar un camión de productos
lácteos para repartirlos en la villa. Los “pibes chorros” aseguran que encomendando sus
fechorías al Santo, él se encargará de desviar las balas de la policía para que no ser
heridos o muertos. Pregunta: este acto de fe, ¿entraría en el registro “oficial” de creencias
populares?. A propósito, no quiero dejar pasar este momento sin dejar de recomendarles
la lectura de Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. Historia de pibes chorros,
de Cristian Alarcón (Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2003), un ex alumno mío. ¿Y el
culto al “Gauchito Gil”, que vivió en el 1800 en Corrientes (provincia del este argentino), se
enemistó con un comisario y terminó liderando una banda que robaba ganado y repartía
carne a los pobres?. Este santo popular y sanador, murió colgado atado de los pies a un
árbol y degollado por un militar, al que antes de morir le dijo: “Cuando llegues a tu casa tu
hijo estará muy enfermo”. Parece que así fue, volvió el soldado a donde estaba el cadáver
sin cabeza, lo enterró y le rezó para que su hijo sanara. Dicen que eso sucedió después.
¿Y cómo se entiende el hurto de una estatua de 100 kilos de San Jorge (que el Vaticano
retiró en la década del 60 del santoral oficial) de una iglesia de las afueras de la ciudad
Buenos Aires, venerado por los ladrones como su “patrono”? (ver diario Clarín, 31/3/06
p.51). Dicen de este santo que es el defensor de la prepotencia y la injusticia.
Mi pequeña teoría es que ciertos testimonios culturales del pueblo marginado serán
considerados como “patrimonio” siempre y cuando el Poder, en cualquiera de sus formas,
lo legitimice. O la gente común comience a hacerlo de una buena vez y para siempre.
Sucede que esta importante franja de la población vive el presente, su núcleo de interés
pasa por cuánto cuesta una garrafa de gas o si va a comer hoy. Aporto un dato que, me
parece, no es menor: Cuando las inundaciones les lleva a los desposeídos lo poco
material que poseen, se lamentan -especialmente las mujeres- por la pérdida de dos
cosas: los documentos de identidad y las fotografías familiares. Testimonios insoslayables
de reafirmación del quiénes son y quienes fueron, pilares sin los cuales difícilmente se
pueda construir la identidad.
A propósito de esto último, quiero –a modo de digresión- decir algo más. Los procesos de
migración a las grandes urbes bajo el imaginario de llegar para tener una mejor calidad de
vida, han producido un fenómeno por demás interesante para analizar, especialmente
entre quienes no pudieron lograr sus objetivos. En los lugares donde vivían –
supongamos, pequeñas comunidades rurales- eran alguien. En este nuevo ámbito y con
las condiciones de pobreza antes mencionadas, no son nadie. ¿Cómo logran revertir a
veces esa situación? Pongo tres casos: 1) Cuando son cooptados por algunas religiones.
Se les dice: “Vengan con su mejor ropa, porque se trata de una celebración” y, cuando se
retiran, el pastor les da la mano a cada uno. Vuelven a ser alguien; 2) Cuando son
cooptados por la delincuencia o ingresan a las filas de las fuerzas de seguridad. Obtienen
un grado (aunque sea el más bajo) y responsabilidad. Vuelven a ser alguien; 3) Cuando
son cooptados por la política. En los barrios humildes donde sobreviven, se les
encomienda a cambio de dinero o mercadería, movilizar gente a favor de tal partido.
Tienen un compromiso y si no lo cumplen regresan a su estado anterior. Vuelven a ser
alguien.
5.2. “La Niña”
Laura y Ricardo viven en la estancia “La Catita”, ubicada en la localidad de “La Niña” en el
partido bonaerense de 9 de Julio, a unos 270 Km. de Buenos Aires. Los conocí en las
“1as Jornadas Bonaerenses sobre Patrimonio Cultural y Vida Cotidiana”, que
organizamos desde el CePEI, como ponentes y relatores de su propia experiencia y la de
sus vecinos.
Problema: el tren que dejó de pasar en la década de los 90 y una inundación atroz, se
encargaron de hacer terrible estrago. El panorama: desolador. Un pueblo desaparecido.
“Ni cartel indicador teníamos en la ruta, ¡no existíamos en los mapas!”, diría Ricardo.
¿Qué hacer con los campos inundados? Sembraron peces. De agricultores pasaron a
piscicultores y luego... ¡organizaron un campeonato internacional de pesca! ¿Qué loco,
no?. Pero sin duda lo que más ha trascendido de este lugar de la llanura, son sus
almanaques. Acompañados en el proyecto por la fotógrafa Tuti Maglio, comenzaron a
elaborar los calendarios con la imagen de pobladores con oficios (alambrador, panadero,
arreador, mecánico, etc.), uno por cada mes. Después vendrían los ancianos (algunos
fallecidos antes que el anuario saliera de la imprenta), en el 2006: los jóvenes. Todas las
láminas acompañadas por pequeñas historias de vida.
¿Qué historias desatarán cada personaje cuando sean vistos (se vean) en tiempos
futuros? “Es parte de lo que nos toca, crecés sabiendo que algo tenés que hacer y que
tenés que estudiar, por más que trabajes en otro lado, siempre vas a ser de acá... allá por
más que conozcas te encontrás solo muchas veces...de alguna manera uno siempre
está”, dicen desde el mes de septiembre unos adolescentes posando en el frente de la
fachada de la Escuela Nº 18. Acerca del rescate de lo intangible, creo que el ejemplo
basta y sobra.
Algo más, ¿recuerdan cuando hablamos al principio del land-art?. Bueno, Laura y Ricardo
han hecho esta experiencia denominada “Fin Zona Urbana”, bajo la idea y dirección de la
artista May Borovinsky, en su propio campo (ver fotos aéreas) y, como si fuera poco,
están llevando a cabo el Museo del Almanaque en “La Niña”.
Hay algo más. Como si hubieran tomando la esencia de la murga uruguaya, bufona y
contestataria a todas formas de Poder, el contenido de las obras que son elaboradas por
ellos presentan recurrentemente temas de conflicto sentidos por la comunidad.
Otro escenario: Un pueblo pequeño cerca de “Patricios” y “La Niña” conocido como
“Quiroga”, también en el partido de 9 de julio. Otro festival: “Rock al campo”. Crédito local:
“Jaqueca”, una banda que define a su música como “agrícola-ganadera”. Cientos de
jóvenes provenientes del todo el país, principalmente adherentes a conjuntos del circuito
alternativo, se darán cita. Escucharán en distintas jornadas el ensordecedor sonido de
muchos grupos que han venido desde lugares lejanos... México, por ejemplo. Los jóvenes
quiroguenses formarán junto a los otros una inmensa cofradía y compartirán esta
intransferible experiencia con la presencia de sus amigos, padres, abuelos y tíos. Algo
nunca visto.
No me cabe duda que debe haber pocos lugares en el mundo –y les aseguro que no
exagero- como el Museo del Puerto de Ing. White (casi 700 Km al S.O. de Buenos Aires).
Se presenta así: “un Museo donde se come y se baila, vecinos de carne y hueso y sirenas
de Cartapesta. Un Museo para enterarse de las noticias del día. ¡Historia + PoesIa +
AntropologIa + MUsica + EconomIa! Un Museo donde aprender a distinguir el pescado
fresco”. En otra de sus páginas dice: “Se puede hacer un museo sin objetos, no sin
vecinos”.
Les pido por favor que no sigan leyendo y entren, por ejemplo, haciendo clic en el botón
de Relatos. Si les cuento más, se pierde la magia.
(compás de espera mientras ustedes navegan el museo con el audio encendido de la PC)
¿Y? ¿Qué tal la experiencia?. ¿Les llamó la atención la manzanita verde siempre
presente? No debería decirles por qué está ahí (seguramente el arquitecto Reynaldo
Merlino, su artífice, se enojaría mucho conmigo). Pero ahí va: Un dicho local relata que las
abuelas aconsejaban comer todos los días una manzana verde para no perder la
memoria.
Conocí el museo no hace muchos años. Pienso que resume buena parte de lo que todos
quisiéramos para este tipo de instituciones muchas veces obsoletas, estancadas. Un
espacio estéticamente atractivo, dinámico, participativo. Cada lugar despierta el asombro,
la curiosidad. El querer conocer o imaginar los significados de cada cosa. Eso que la
cartelería convencional jamás podría hacer.
¿El lugar más importante?: La cocina. Ahí se reúnen los vecinos a preparar los platos que
hacían sus antepasados inmigrantes (italianos, judíos, españoles...), para después
degustarlos e intercambiar recetas. (¿Vieron dónde está también lo que llamamos
patrimonio cultural intangible?).
Entre los videos que el museo edita, hay uno muy simpático que se llama “Cómo hacer
lechón para 40 personas”. Un señor gordinflón, reconocido en la comunidad como “el”
asador, explica ante las cámaras la técnica mientras van llegando los invitados a comer y
después bailar cumbia, seguramente con algunos vinitos de más bien puestos.
Con motivo de celebrarse el Día Internacional de la Mujer, Norma generó una exposición
temporaria denominada “Adiós al corsé”. Buscó en viejas tiendas y pidió prestadas ropas
de todas las épocas: desde diminutas y actuales bikinis hasta enormes bombachudos con
encajes como los que usaban nuestras abuelas o bisabuelas. Localizó también un ajuar
completo como el que iban preparando las niñas de antaño para su casamiento. En este
caso, de alguien que no pudo usarlo porque quedó soltera.
La misma museóloga, en el 2006, hizo una apuesta más fuerte y aún más resistida por el
Consejo Deliberante Municipal. Armó una exposición temporaria sobre la historia de la
prostitución en su pueblo. Y fue un éxito. Los más viejos contaban sus visitas a los
prostíbulos y recordaban los nombres de fantasía de esas “mujeres de la vida”. Va textual
parte de la gacetilla de prensa que mandó a los medios: “Anónimas boquitas rojas, una
investigación sobre el trabajo sexual pago: la prostitución y su relación con el poder y la
sociedad de la época (finales del siglo XIX y ppios. del XX) (...) Exposición con una
apertura a todo tango. `Porque el tango y la prostitución se ligaron en un equívoco
duradero: ambos comparten un lugar común, las pasiones exageradas y las historias
cultivadas. El tango como el lunfardo estuvo en los lupanares, el cabaret, el dancing…
´”.Hábitos clandestinos con una condena social expresa y también el tango, digo, ¿alguien
los reivindicará como parte del patrimonio intangible? Norma, sí.
Afiche de la muestra
“Anónimas boquitas rojas”
5.7. El teatro que se incendió dos veces
Para comenzar esta historia, viene primero a mi recuerdo (re-cordis: volver a pasar por el
corazón), un pequeño relato de uno de mis autores preferidos, el uruguayo Eduardo
Galeano. Dice más o menos así: Un hombre andaba de pueblo en pueblo haciendo sonar
su arpa en las fiestas. Un día, unos bandidos lo asaltaron en el camino, le pegaron y le
quitaron el instrumento. Cuando se fueron, malherido pensó: “se llevaron el arpa, pero no
se pudieron llevar la música”.
1977: Se incendia uno de los teatros líricos más bellos de mi país: el Teatro Argentino de
La Plata, ciudad en la que actualmente vivo. Más de 20 años pasaron para que
construyeran en el mismo lugar una mole de cemento que hoy alberga un Centro de las
Artes.
¿Qué pasó durante tanto tiempo con sus elencos estables? Pensemos en unas 550
personas a la deriva: Artistas, artesanos, técnicos y administrativos. La mitad ubicados en
un destartalado edificio prestado; la otra, apiñados en el escenario y el subsuelo de un
anfiteatro. Aquí el segundo incendio: El olvido, el maltrato, la frustración, la impotencia...
Aunque no lo puedan creer, acepté el cargo... pero presenté mi renuncia ¡al tercer día! El
funcionario político que me había llamado a cumplir una misión casi imposible (ni siquiera
comulgábamos políticamente), me dijo: “No creí que duraría tan poco, cálmese, si en un
mes usted no puede lograr nada, se cierra el capítulo de ‘el Argentino’ para siempre y la
gente, con el tiempo, se irá jubilando”. Me pareció terrible. Se estaba preanunciando no
solamente el acta de defunción de un ámbito para la ópera y el ballet, sino la interrupción
definitiva de la transferencia de conocimientos artesanales (legado intangible) en
vestuario, zapatería teatral, peluquería, escenografía, etc.
Para hacer más breve este ejemplo, debo decir que algo mágico (como no podía ser de
otra manera en un teatro) sucedió de la forma más inesperada. Un empleado de
maestranza iba a ser sancionado por su superior porque paraba el trabajo de limpieza
para mirar los ensayos de las óperas. Como su actitud era reiterativa, lo mandé a llamar
para conocer personalmente qué estaba pasando con (por) él. Este hombre humilde de
origen italiano terminó dándome la llave para seguir llevando adelante un sueño imposible
de remontar. Me dijo: “¿Sabe lo que pasa?, yo quise ser cantante lírico como fueron mi
padre y mi abuelo. Cuando en la Segunda Guerra todo había sido destruido en mi pueblo,
la gente se reunía en los únicos lugares que quedaban en pie: Las capillas de los teatros
(parte de atrás en los escenarios). Allí los cantantes populares entonaban canciones para
mitigar tanto, pero tanto dolor”. Ese relato me pareció estremecedor. Lo llamé urgente al
escenógrafo Raúl Bongiorno y le dije: “Raúl, dibujame un espacio escénico con público y
artistas en el mismo lugar. Necesito verlo”.
Al estar imposibilitados de utilizar el mencionado anfiteatro donde estábamos durante los
meses de frío, porque la platea era (es) al aire libre, había que meter a todos juntos y ver
qué pasaba. Era una locura. Finalmente lo logramos.
Un público entusiasta que colmó pasillos y balcones, presenció “La italiana en Argel” de
Rossini, a centímetros de distancia de músicos y artistas, mientras los técnicos -como
sombras chinescas- hacían equilibrio entre los puentes.
Digo: la transmisión oral puede servir para rescatar la memoria de un pueblo dolido, pero
también puede ser inesperado disparador para un proyecto cultural sin precedentes.
Un Economuseo está constituido por seis áreas con sus respectivas funciones:
El centro de documentación: Para el visitante que quiere saber un poco más sobre la
actividad artesanal,
La boutique: Les permite a los visitantes comprar productos fabricados por el artesano, a
quien ahora ellos están en capacidad de apreciar.
El Economuseo es una marca registrada. Existen alrededor de 36 en funcionamiento, en
Québec (Canadá), integrándose en una red regional. (Párrafos tomados de: "Vigencia de
la Nueva Museología en América Latina: conceptos y modelos", de Georgina De Carli. En:
Revista ABRA, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional, Editorial EUNA,
Costa Rica, julio-diciembre, 2004. Edición electrónica http://www.ilam.org/).
Entiendo que hay objetos como holografías emocionales cargados de una formidable y
profunda memoria. La idea sería, por ejemplo, tomar objetos cuyo valor sólo resida en ser
disparadores del recuerdo. Recordar, como decía antes, puede también significar “volver
a pasar por el corazón”, con todo lo que ello representa.
El Arq. Rodolfo Livingston me contaba (y figura en uno de sus libros) que en un pequeño
museo de Cuba le llamó la atención una copa común en espera para ser inventariada.
Preguntó a qué correspondía y le dijeron que pertenecía a una barcaza que luego de
luchar ferozmente con otra embarcación de la marina norteamericana se hundió en aguas
del Caribe. Livingson preguntó: ¿Y esto cuándo sucedió? La semana pasada, le
contestaron.
Vengo observando que existe hoy en el mundo una tendencia a decidir cómo y a través
de qué quiere la persona humana, como ser social, que se la recuerde. Podría decir que
sería algo así como un deseo activo de comunicarse con el futuro.
Por ejemplo, en los festejos de la llegada del año 2000, el ex presidente Clinton y su
esposa, exhibieron el prototipo de la Cápsula del Tiempo nacional para conmemorar el
Milenio. Si el planeta llegara a sobrevivir a eventuales guerras y otros desastres, los
norteamericanos del año 2100 abrirán la cápsula y para su curioso deleite se encontrarán
con los anteojos oscuros del cantante Ray Charles, un teléfono celular, un casco usado
en la Segunda Guerra Mundial, dibujos del muñequito Pokémon y un pedazo del muro de
Berlín, entre muchos otros objetos “representativos” del agitado siglo que acaba de
concluir.
Artistas, políticos, historiadores y estudiantes aportaron para tal fin sugerencias sobre los
artefactos que debían incluirse en la cápsula y el resultado fue una decisión
decididamente arbitraria de símbolos del siglo XX, que divirtió a quienes lo hicieron, pero
que dejará a los estadounidenses de futuras generaciones algo perplejos y con claves
extrañas, cuando no inentendibles, acerca de nuestra época.
Más allá de la importancia que revista este servicio, el que de hecho forma parte de un
aparente muy buen negocio, es evidente que existe un avance del sector privado sobre el
público respecto a la preservación de los testimonios del pasado, lo que llevaría a plantear
seguramente una discusión sobre el actual rol del Estado en esta cuestión. En tal sentido,
Canadá ha tomado medidas muy concretas (ver http://collections.ic.gc.ca/).
Otro intento relacionado a lo anterior que merece ser tenido en cuenta por su originalidad
y potencialidades, es el de dos científicos del Instituto de Investigación NEC, en Princeton
(New Jersey), Andrew V. Goldberg y Peter N. Yianillos, quienes han desarrollado un
proyecto denominado "Intermemory". La idea es sencilla: la gente arrienda una parte del
disco duro de su ordenador para que sirva de refugio seguro del conocimiento mundial. A
cambio, se otorga la oportunidad de colocar parte de nuestros archivos o documentos en
Intermemory.
Las copias de seguridad en todos sus formatos no son del todo seguras. Pueden ser
robadas, quemarse, o estropearse por una inundación, un terremoto o un ataque nuclear.
De esta forma, guardando pedacitos de historia y conocimiento repartidos por los
ordenadores de todo el mundo, destruir todos los documentos de un ordenador sería
mucho más difícil. Así tendremos que temer menos un cataclismo de proporciones
mundiales, porque siempre se salvará algo que permitirá que los que nos sustituyan
conocer parte de nuestra civilización.
Noten que en los dos casos que he señalado, hay un común denominador: la voluntad por
resguardar el pasado y la seguridad por recuperarlo frente a una potencial amenaza de
destrucción. ¿Qué sucedería si alguien pudiera robar, destruir o manipular la memoria de
una comunidad? Los ejemplos mucho antes de la invención de las computadoras sobran
como para imaginar los resultados.
En el CePEI, que antes he mencionado, hemos trabajado sobre una herramienta que
denominamos Museo Virtual de lo Cotidiano (MVC) que también se inscribe dentro de
esta tendencia planetaria que intenta el rescate digitalizado de las huellas culturales del
hoy, con miras a que en el futuro sean consideradas parte de la historia de una
comunidad. Es decir, precisar en el tiempo actual, qué es lo que se podría contar como
potencial patrimonio a legar a las futuras generaciones, sin descuidar el rescate
documental y/o testimonial del pasado en forma permanente.
Hay otra cuestión al respecto que también merece ser tenida en cuenta y está vinculada a
la posible participación ciudadana a partir de la irrupción de Internet, a la que
frecuentemente se la denomina como “democrática”. Los argumentos en contra parecen
tan lógicos como simples. El más frecuente es el siguiente: La enorme mayoría de la
población mundial no tiene Internet, por lo tanto de ninguna manera puede hablarse de
democracia cuando el sector más numeroso quedaría excluido de toda posibilidad de
participación. Suena contundente.
Reunir y sistematizar en un solo lugar, las más variadas evidencias de la cultura; hecho
que el museo tradicional impide;
Acercar a personas imposibilitadas de acceder a ese patrimonio por muy diversos motivos
(lejanía, enfermedad, etc.);
Crear salas temáticas de encuentro virtual para contar historias, anécdotas o costumbres;
Fomentar la integración intergeneracional y patrocinar a través de los adultos mayores, la
ancestral responsabilidad de trasmitir saberes y experiencias, perdidos muchas veces en
la tradición oral, y de indispensable valor en la consulta para la articulación y lectura del
pasado;
Incorporar y/o utilizar de forma inmediata, todo avance tecnológico que optimice ya sea su
resolución o el transporte de su caudal informativo;
Ser financiado y/o patrocinado (ya sea en bloque, “sala por sala” o por cada lugar
temático, etc.);
Digitalizar, por ejemplo, el olor y los sonidos de la ciudad y del campo, incluso distintas
zonas de una misma geografía para saber de las transformaciones sufridas;
Ocupar el tiempo de ocio a través de un juego virtual siguiendo los mecanismos básicos
de la búsqueda del tesoro permitiendo así el descubrimiento de diversos aspectos que
hagan a la historia local y/o regional. Cada paso dado, llevaría a encontrar nuevas pistas
para acceder a otros estadios indagatorios. Al final del recorrido, una recompensa podría
coronar la empresa. Por ejemplo, un diploma acreditado por la Municipalidad en donde se
designe como investigador inquieto, al ciudadano que haya llegado a la meta
exitosamente.
Este recurso, además, posibilitaría entre otras cosas, romper con el aislamiento de la
computadora como único recurso de búsqueda de información, comprometer el testimonio
oral de antiguos vecinos que aporten datos sobre la vida cotidiana de antaño para seguir
jugando, relevar información de periódicos, reconocer aspectos de un objeto histórico no
del todo conocidos, visitar museos reales para recabar detalles de un objeto, ponerse en
contacto a través del correo-e con oriundos de la localidad investigada que vivan en el
exterior para que respondan sobre cuestiones puntuales de la misma que ellos conozcan,
etc.
Por otra parte, los recorridos además de presentar distintos grados de complejidad,
podrían estar destinados a públicos específicos: Estudiantes de distintos niveles de la
enseñanza que utilicen este recurso como apoyatura de su trabajo en el aula,
trabajadores rurales que puedan apelar a sus saberes vivenciales para la resolución de
determinadas intrigas, adultos mayores que recuerden lo que no fue escrito en la “historia
oficial” para sortear nuevas etapas, familias que a partir del intercambio generacional
participen en el juego pero que también aporten a través del mismo información para el
MVC.
Por ahora, nada más. Espero no haberlos aburrido demasiado. Les agradezco el haber
compartido conmigo esta experiencia y espero que en otra oportunidad pueda salir de sus
pantallas convertido en un holograma y así poder conversar con ustedes “cara a cara”.
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