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Textos históricos de la unidad 05.

“Españoles: la ciudad de Cádiz puesta en armas, con toda su provincia, con la Armada anclada en su puerto y todo el
departamento marítimo de la Carraca, declara solemnemente que niega su obediencia al gobierno de Madrid, […] y resuelta a no
deponer la armas hasta que la Nación recobre su soberanía, manifieste su voluntad y se cumpla. […] Queremos que una legalidad
común por todos creada tenga implícito y constante el respeto de todos. Queremos que el encargado de observar la Constitución no sea
su enemigo irreconciliable […]. Queremos vivir la vida de la honra y de la libertad. Queremos que un gobierno provisional que
represente todas las fuerzas vivas del país asegure el orden, en tanto que el sufragio universal echa los cimientos de nuestra
regeneración social y política. Contamos para realizar nuestro inquebrantable propósito con el concurso de todos los liberales […];
con el apoyo de las clases acomodadas, […]; con los amantes del orden, […]; con los ardientes partidarios de las libertades
individuales, […]; con el apoyo de los ministros del altar, […]; con el pueblo todo y con la aprobación, en fin, de la Europa entera;
[…].” Duque de la Torre, Juan Prim, Domingo Dulce, Francisco Serrano Bedoya, Ramón Nouvilas, Rafael Primo de Rivera,
Antonio Caballero de Rodas y Juan Topete. Manifiesto revolucionario de Cádiz, 19 de septiembre de 1868.

A su Majestad la Reina Gobernadora:


“Señora, vender la masa de bienes que han venido a ser propiedad de la Nación, no es tan sólo cumplir una promesa solemne y
dar una garantía positiva a la deuda nacional, es abrir una fuente abundantísima de felicidad pública; vivificar una riqueza muerta,
desobstruir los canales de la industria y de la circulación; apegar al país por el amor natural y vehemente a todo lo propio; ensanchar la
patria, crear nuevos y fuertes vínculos que liguen a ella; es, en fin, identificar con el trono excelso a Isabel II, símbolo de orden y de la
libertad. No es, señora ni una fría especulación mercantil, ni una mera operación de crédito. . . El decreto que vaya a tener la honra de
someter a la augusta aprobación de V. M. sobre la venta de bienes adquiridos ya por la nación, así como en su resultado material ha de
producir el beneficio de minorar la fuerte suma de la deuda pública, es menester que en su objeto y aun en los medios por donde aspire
a aquel resultado, se encadene, se funde en la alta idea de crear una copiosa familia de propietarios, cuyos goces y cuya existencia se
apoye principalmente en el triunfo completo de nuestras actuales instituciones”. MENDIZABAL, D. J. A. [La desamortización,
Febrero de 1836].

“Mucho se habla en estos últimos tiempos de la necesidad de destruir la preponderancia militar para fortalecer el poder civil;
parécenos que la situación se ha planteado al revés y que más bien debiera pensarse en robustecer el poder civil para destruir la
preponderancia militar...
Las quejas contra la preponderancia militar datan de mucho tiempo: hace largos años que las fracciones liberales se acusan unas
a otras por los estados de sitio. Lo que en 1834 y 1835 decían los progresistas contra los moderados, dijeron los moderados contra los
progresistas en 1836 y 1837; hasta 1840 les tocó a los progresistas repetir los mismos cargos que luego reprodujeron los moderados
hasta 1843; desde el pronunciamiento de junio de dicho año se quejan otra vez los progresistas...
El poder militar es fuerte porque el civil es flaco, no tanto se debe pensar en abatir aquel como en fortalecer éste; la fuerza del
poder civil será la ruina del militar, que dejará de ser poder y pasará a ser una clase como las demás del Estado...”. El Pensamiento de
la Nación, 18 de marzo de 1846 [La preponderancia militar].

“Nosotros queremos la conservación del Trono, pero sin la camarilla que le deshonra; queremos la práctica rigurosa de las leyes
fundamentales, mejorándolas, sobre todo la Electoral y la de Imprenta; queremos la rebaja de los impuestos, fundada en una estricta
economía; queremos que se respeten en los empleos militares y civiles la antigüedad y los merecimientos; queremos arrancar los
pueblos a la centralización que los devora, dándoles la independencia local necesaria para que conserven y aumenten sus intereses
propios, y como garantía de todo esto, queremos plantearnos la Milicia Nacional. Tales son nuestros intentos (...) las Cortes generales
que luego se reunan, la misma nación, en fin, fijará las bases definitivas de la regeneración liberal a que aspiramos”. Manifiesto de
Manzanares, 7 de julio de 1854.

“Vacante el trono por renuncia de d. Amadeo de Saboya, el Congreso y el Senado, constituidos en las Cortes Soberanas, han
reasumido todos los poderes y proclamado la república. A consolidarla y darte prestigio han de dirigirse ahora los esfuerzos de todas
las Autoridades que de este Ministerio dependen. Se ha establecido sin sangre, sin convulsiones , sin la más pequeña alteración del
orden y sin disturbios conviene que se le sostenga, para que acaben de desengañarse los que la consideraban como inseparable de la
anarquía. Orden, Libertad y Justicia: Este es el tema de esta República. Se contrariarían sus fines si no se respetara y se hiciera
respetar el derecho de todos los ciudadanos, no se corrigieran con mano firme todos los abusos y no se doblegara al saludable eje de la
Ley en todos los terrenos. Se le contrariaría también, si no se dejara amplia y absoluta libertad a las manifestaciones del pensamiento y
de la conciencia; si se violara el más pequeño de los derechos consignados en el Título 1 de la Constitución de 1869. No se les
contrariaría menos, si por debilidad se dejara salir fuera de la órbita de la Ley a alguno de los partidos en que está dividida la nación
española. Conviene no olvidar que la insurrección deja de ser un derecho desde el momento en que, universal el sufragio, sin
condiciones la libertad, y sin el límite de la autoridad real la soberanía del pueblo, toda idea puede difundirse y realizarse sin necesidad
de apelar al bárbaro recurso de las armas [...] Se han de reunir las Cortes Constituyentes que vengan a dar organización y forma a la
República; no se repetirán en los próximos comicios las ilegalidades de otros tiempos. No se cometerán ya las coacciones, los
manejos, las violencias y los fraudes que tanto falsearon las otras elecciones; no quedará sin castigo el que las corneta. Sin un gran
respeto a la Ley sería la Republica un desengaño más para los pueblos y los que componen el Comité Ejecutivo no hemos de

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defraudarles ni consentir que se les defraude la ultima esperanza”. Pi y Margall, F. U,F. Circular del Ministerio de la Gobernación
a todos los gobernadores de provincias, de 14 de febrero de 1873 [Inicio I República].

“Cuantos me han escrito muestran igual convicción de que sólo el restablecimiento de la monarquía constitucional puede poner
término a la opresión, a la incertidumbre y a las crueles perturbaciones que experimenta España [...]. Por virtud de la espontánea y
solemne abdicación de mi augusta madre, tan generosa como infortunada, soy único representante yo del derecho monárquico en
España [...]. Huérfana la nación ahora de todo derecho público e indefinidamente privada de sus libertades, natural es que vuelva los
ojos a su acostumbrado derecho constitucional y a aquellas libres instituciones que ni en 1812 le impidieron defender su
independencia ni acabar en 1840 otra empeñada guerra civil [...]. Afortunadamente la monarquía hereditaria y constitucional posee en
sus principios la necesaria flexibilidad y cuantas condiciones de acierto hacen falta para que todos los problemas que traiga su
restablecimiento consigo sean resueltos de conformidad con los votos y la convivencia de la nación. No hay que esperar que decida yo
nada de plano y arbitrariamente; sin Cortes no resolvieron los negocios arduos los príncipes españoles allá en los antiguos tiempos de
la monarquía, y esta justísima regla de conducta no he de olvidarla yo en los tiempos presentes. Suyo afectísimo, Alfonso de Barbón.
Nork-Town (Sandhurst), 1 de Diciembre de 1874”. ALFONSO XII. Manifiesto de Sandhurst.

“Considerando que la sociedad actual tiene tan sólo por fundamento el antagonismo de clases; que éste ha alcanzado en
nuestros días su mayor grado de desarrollo, como bien claro lo revela el cada vez más reducido número de los inmensamente ricos y el
siempre creciente de los inmensa mente pobres; que la explotación que ejercen aquellos sobre éstos es debida únicamente a la
posesión de los primeros de la tierra, máquinas y demás instrumentos de trabajo; que dicha posesión está garantizada por el poder
político, hoy en manos de la clase explotadora; es decir, de la clase media.
Por otra parte: Considerando que la necesidad, la razón y la justicia exigen que el antagonismo entre una y otra clase
desaparezca, reformando o destruyendo un estado social que tiene sumidos en la más espantosa miseria a los que emplean toda su vida
en producir riqueza que poseen los que en muy poco, o nada, son útiles a la sociedad; Que esto no se puede conseguir más que de un
solo modo: aboliendo las clases y con ellas los privilegios y las injusticias que actualmente reinan y creando en su lugar colectividades
obreras unidas entre sí por la reciprocidad y el interés común; Que las transformaciones de la propiedad individual en propiedad social
o de la sociedad entera es la base firme y segura en que ha de descansar la emancipación de los trabajadores. Que la poderosa palanca
con que éstos han de remover y destruir los obstáculos que a dicha transformación de la propiedad se opongan ha de ser el Poder
político, del cual se vale la clase media para impedir la reivindicación de nuestros derechos.
Por todas estas razones, el Partido Socialista Obrero Español declara que su aspiración es: Abolición de clases, o sea,
emancipación completa de los trabajadores. Transformación de la propiedad individual en propiedad social o de la sociedad entera.
Posesión del poder político por la clase trabajadora. y como medios inmediatos para acercamos a la realización de este ideal, los
siguientes: Libertades políticas. Derecho de coalición o legalidad de las huelgas. Reducción de las horas. Prohibición del trabajo de los
niños menores de nueve años, y de todo trabajo poco higiénico o contrario a las buenas costumbres, para las mujeres. Leyes
protectoras de la vida y de la salud de los trabajadores. Creación de comisiones de vigilancia, elegidas por los obreros, que visitarán
las habitaciones en que éstos vivan, las minas, las fábricas y los talleres. Protección a las Cajas de socorros mutuos y pensiones a los
inválidos del trabajo. Reglamento del trabajo de las prisiones. Creación de escuelas gratuitas para la primera y segunda enseñanza y de
escuelas profesionales en cuyos establecimientos la instrucción y educación sean laicas. Justicia gratuita y Jurado para todos los
delitos. Servicio de las Armas obligatorio y universal y milicia popular. Reformas de las leyes de inquilinato y desahucios y de todas
aquellas que tiendan directamente a lesionar los intereses de la clase trabajadora. Adquisición por el Estado de todos los medios de
transporte y de circulación, así como de las minas, bosques, etc., y concesión de los servicios de estas propiedades a las asociaciones
obreras constituidas o que se constituyan al efecto. Y todos aquellos medios que el Partido Socialista Obrero Español acuerde según
las necesidades de los tiempos. Madrid, 9 de julio de 1879”. OCINA, A., ZUBIAURRE, G. H., CALDERÓN, V., IGLESIAS, P.
Programa del PSOE.

“Consecuencia de este sistema es el caciquismo, o sea, el entronizamiento de ciertos individuos en las localidades, los cuales,
como instrumento del diputado, son dueños de los resortes administrativos. El cacique da y quita míseros empleos que disfrutan los
más pobres del pueblo; suyos son el cartero, el secretario del Ayuntamiento, el peón caminero, el expendedor de efectos estancados.
El cacique es quien al hacer el reparto de la contribución carga la mano al adversario, aliviando al amigo, de lo que se originan
disgustos mil, y a veces porrazos y hasta puñaladas. Verdad que el tirano de la aldea agobia a ésta con sus exigencias, hasta el punto
de que muchos representantes del país reniegan de la hora en que se metieron en líos”. PÉREZ GALDÓS, B. Obras completas. Vol.
III. 1994 [El cacique].

“Enclavada Cataluña en el área geográfica conocida con el nombre de España, somos españoles de la misma manera que somos
europeos por estar comprendida España dentro del continente Europa. Gobernada España por el Estado español, los catalanes somos
españoles como miembros de ese Estado, como ciudadanos de esa sociedad política. No somos, pues, enemigos de España, tomada en
este sentido (que es el único real), ni al combatir al Estado español queremos otra cosa que rehacerlo con equidad y justicia, y con una
organización más adecuada y perfecta, dentro de la cual Cataluña pueda encontrar una vida de libertad y progreso”. PRAT DE LA
RIBA, E. Nacionalisme catalá y separatisme espanyol, 10 de abril de 1900.

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