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En este contexto, la economía ambiental para aplicar su lógica coste - beneficio a los
bienes libres que integran el medio ambiente, tiene que empezar por valorarlos, ya sea
implantando la propiedad y el mercado sobre ellos o simulando dicho mercado para
imputarles valores teóricos apoyados sobre el cálculo de “costes de oportunidad”,
“precios hedónicos”, “valoraciones contingentes”, etc.
Así, el discurso ambientalista parte de la misma premisa que el capitalismo: define la
naturaleza como un conjunto de recursos utilizables por la sociedad y considera que el
hábitat natural se halla al servicio de la especie humana, aunque introduce en su análisis
toda una serie de medidas relacionadas con la tecnología y la gestión de recursos
destinadas a evitar riesgos ecológicamente innecesarios. Esta visión no niega la
sustentabilidad sino que propone una transición para conseguirla basándose en la
mercantilización del medio natural (capitalismo verde) donde lo “verde vende” y
relanza la imagen de la empresa a la vez que la hace más competitiva frente a aquellas
que no aplican políticas de empresa ambientalmente correctas. Sin embargo, ente
modelo de capitalismo verde todavía no supone una alternativa ecológica real por tres
razones (Climent,1998, RIS, nº 19-20, pp. 279-293):
? 1-Porque los mecanismos de mercado todavía se resisten a interiorizar las
externalidades negativas que el mismo genera (p.ej. contaminación).
? Por el escaso peso de la iniciativa política de los Estados que se ve
reducida a corto plazo por la dinámica electoral y las fuertes presiones
ejercidas por los grandes grupos industriales
? Las diferencias entre los intereses productivos nacionales y el carácter
planetario de sus efectos secundarios.
La economía ecológica1, por su parte considera que todos los objetos que
componen la biosfera y los recursos naturales pueden ser escasos y de alguna manera
más o menos inmediata útiles (conjunto U, ver gráfico anterior, Naredo, pág.379).
Igualmente, se preocupa de la naturaleza física de los bienes a gestionar considerando
desde la escasez objetiva y la renovabilidad de los recursos empleados, hasta la
nocividad y el posible reciclaje de los residuos generados con el fin de establecer un
marco institucional que arroje soluciones adecuadas en costes, precios y cantidades de
recursos utilizados, de productos obtenidos y de residuos emitidos, a través de una
correcta planificación de recursos naturales sustentada en estadísticas económicas
adecuadas.
La economía ecológica se plantea como un concepto integrador o
“ecointegrador” que apunta a evitar la habitual disociación entre los planteamientos
económicos y ecológicos reconciliando las prácticas de valoración económica propias
de los economistas en términos de precios, costes y beneficios monetarios, y el aparato
analítico de disciplinas como la ecología o la termodinámica preocupadas por registrar
1
Aunque la economía ecológica data de algo más de 100 años, su consideración como corriente de
pensamiento apoyada en un consistente cuerpo teórico apenas cuenta con 30 años (Cuerdo y Ramos,
2000). El verdadero punto de partida es la obra de Georgescu – Roegen publicada en 1971, La Ley de la
Entropía y el proceso económico
las irreversibilidades inherentes a todo proceso físico. Bajo este modo de razonar el
mercado deja de ser la panacea que, se suponía, debería garantizar por sí sola el óptimo
económico, para convertirse en un instrumento a utilizar sobre bases controladas y
respeto al medio ambiente. Por otra parte, la pretensión de empujar la economía de las
sociedades humanas hacia bases más sostenibles ha sido asumido tratando de extender
ahora su objetivo de reflexión y de valoración hacia aquellas partes del proceso físico de
producción y gasto que no eran tenidas en cuenta a través de un sistema de gestión que
además de ser económico pretende ser sostenible. De ahí que la economía ecológica
pueda definirse como “la ciencia de la gestión de la sostenibilidad”.
2
La frontera de sostenibilidad es el nivel de impactos ambientales en el que empiezan a
decaer las capacidades medioambientales.
ambiental del PNB3 pudiera reducirse permitiendo que el PNB o el bienestar se eleve
sin causar una degradación mayor (figura 9.4, Jacobs, capítulo 9, pág. 189).
3
El coeficiente de impacto ambiental del Producto Nacional Bruto (PNB) es el grado
de impacto nocivo causado por un incremento en una unidad de la Renta Nacional.
Objetivo Medida
-Incrementar la eficiencia de -Incrementar el tamaño del stock del recurso
los Recursos renovables -Incrementar la productividad de especies de recursos
renovables.
-Cambios en técnicas de producción agrícola
-Cambios en la demanda
- Cambios en la composición de la demanda hacia
productos con menor contenido material
(medicina preventiva, transporte público, etc)
- Reducciones en la demanda per cápita
- Reducción de la población
? Unidades:
Unidades energéticas no monetarias vinculadas al Sistema Internacional
de Unidades
? Nomenclatura:
CI- Recursos utilizados en el proceso o consumos intermedios
PR- Producto obtenido en el proceso
VA- Valor añadido en el proceso
? Unidades:
Unidades monetarias y no unidades físicas
PR= P . pP,
CI= F . p F, como según (2), PR>CI, tenemos que:
P . pP > F . pF (3) y que pP/pF > F/P
Considerando la ecuación 3 de un modo general para más de un recurso y un
producto esta significa que el valor total (en términos monetarios) de los productos
obtenidos ha de ser mayor que el valor monetario total de lo gastado en el proceso. O lo
que es lo mismo, ha de producirse una revalorización monetaria de las unidades físicas
introducidas en el proceso, que supere el valor de las pérdidas físicas que se han ido
produciendo a lo largo del mismo.
La expresión 3 muestra una clara similitud con el equilibrio de la palanca por el
cual si asumimos que P<F, la condición de viabilidad económica del proceso exigiría
que los precios equilibraran el desequilibrio entre P y F a favor del producto P para que
se cumpliese que P . pP > F . pF.
Sin embargo, esta “milagrosa” conexión formal basada en la obtención de saldos
monetarios positivos de valores añadidos y ganancias, cuando la versión física de los
procesos recoge pérdidas, se explica analizando la vida económica corriente donde
muchos de los recursos (F) utilizados en el proceso se toman gratuitamente o a precios
muy inferiores a los de las unidades físicas de producto P (pF<p P) con lo que se
sobrevalora notablemente el producto con relación a los recursos, a la vez que los
residuos se penalizan poco evitando cargar los costes de un posible reciclaje sobre los
individuos o empresas que los generan.
Medidas como elevar el precio de los recursos (pF) más contaminantes (por
ejemplo el petróleo) o penalizar la contaminación mediante tasas, podrían acabar
engrosando las arcas de los países exportadores de esa materia prima y la de las
administraciones o empresas de los países más ricos respectivamente sin resolver el
problema. Por lo tanto parte de la solución podría recaer en una correcta evaluación del
coste físico de las sustancias y recursos contenidos en la corteza terrestre que permitiera
orientarnos hacia su valoración monetaria desvelando las profundas asimetrías que
existen entre ambos. Para ello sería necesario:
- Analizar los costes energéticos de los procesos teniendo en cuenta que éstos
de elevan exponencialmente a medida que la calidad de las materias primas
decae.
- Iniciar la valoración de los recursos a partir de los yacimientos hoy
disponibles en la corteza terrestre y su repercusión hacia el nivel de máxima
entropía hacia el que tiende nuestro planeta.
En muchos casos una correcta valoración de los costes físicos de los recursos en
relación a los productos podría dar al traste con los saldos monetarios positivos de
valores añadidos propios del análisis económico como lo hace el análisis termodinámico
de los procesos.
En definitiva, se trata de revisar la actual asimetría entre los costes físicos y la
valoración monetaria de las materias primas minerales y sus derivados, que es a la vez
fuente de deterioro medioambiental y de desigualdad social entre “tercer mundo” y
metrópolis industriales, o entre zonas de extracción y vertido y áreas de acumulación de
capitales y productos.
Una vez más podemos apreciar como los únicos procesos que podrían arrojar saldos
físicos y monetarios positivos son los derivados de la energía solar, si ésta no se registra
ni valora como recurso, lo que estaría justificado, habida cuenta de que es el único bien
que puede considerarse verdaderamente “libre”.
LECTURA OBLIGATORIA:
? Naredo, J.M. (2002): Economía y sostenibilidad. La economía ecológica en
perspectiva, paginas 13-44 del libro: Azqueta , D. y Casado, J.M. (2002,coords):
Estudios sobre política ambiental en España, Consejo General de Colegio de
Economistas, Madrid.
LECTURAS BÁSICAS:
? Cuerdo, M. y Ramos, J.L (2000): Economía Ecológica frente a Economía
Ambiental” páginas 249-280, capitulo 9 del libro: Cuerdo, M. y Ramos, J.L (2000):
“Economía y naturaleza: Una historia de las ideas”, Síntesis, Madrid.
? Jacobs, M (1996): Eficiencia ambiental, entropía y energía, páginas 183-204,
capitulo 9 del libro: Jacobs, M (1996): “La economía verde”. Icaria-Fuhem,
Barcelona,
? Naredo, J.M. (1994): Fundamentos de la Economía Ecológica, paginas 373-404 del
libro: Aguilera,F. Alcántara,V.(Eds, 1994.): “De la economía ambiental a la
economía ecológica”, Icaria/Fuhem, Barcelona,