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LÍMITES Y HABILIDADES SOCIALES

La crianza de los niños requiere de una continua educación por parte de


los padres. Estos son los responsables de enseñarles a desarrollar sus
máximas capacidades, autocontrol y una conducta moral y social,
elementos que marcarán la vida de los hijos. La meta de toda disciplina
es moldear la conducta para que se adecue al grupo cultural con el que
se identifica el individuo.

La consistencia o congruencia (sobretodo entre ambos padres) en la


disciplina aceleran el proceso de aprendizaje, ya que refuerzan las
conductas positivas en el tiempo, además de fomentar el respeto hacia
las reglas y las personas con autoridad. Lo más importante de todo es
que los niños que tienen una disciplina congruente poseen una
motivación más firme para comportarse según las normas aprobadas
por la sociedad que aquellos cuya disciplina es incongruente.

Consejos prácticos:
• Demuestre que comprende y acepta la razón por la cual el niño
hace lo que, a su parecer, esta mal ("Quieres jugar con el
camioncito pero...") Esto deja saber al niño que reconoce sus
deseos, y demuestra que usted es una persona comprensiva.
También demuestra una relación honesta desde el principio:
• Enseñe a los niños que los errores son oportunidades maravillosas
para aprender. Una forma es modelando usted mismo el uso de las
“Tres R's de Recuperación” después de cometer un error. (1)
Reconozca su error de buena gana; (2) Reconcíliese. Esté
dispuesto a decir “lo siento, no me gustó la forma como traté ese
asunto;” (3) Resuelva. Enfóquese en las soluciones en vez de la
culpa.
• Enseñe al niño que los demás también tienen necesidades.
Enséñelo a ver otros puntos de vista, y a desarrollar la habilidad
de ponerse en el lugar de otras personas.
• Enséñelos a ser más tolerantes, respete los tiempos del niño, pero
igualmente respete los suyos.
• Es sano decir NO, como también lo es ofrecer alternativas:
• Ayúdelos a expresar sus sentimientos, incluso el enojo pero de una
forma sana, es decir, nosotros no podemos modificar lo que
sentimos, pero sí el cómo los expresamos.
• Los adultos nunca deberán tener miedo al enojo de los niños:
• Permita que aprenda poco a poco las muchas habilidades
necesarias para asumir la responsabilidad de lo que le pase y sus
consecuencias.
• Anímele a que cambie de estrategia en lugar de culpar a los
demás.
• Ayúdelos siempre que lo necesiten, pero no haciendo todas las
cosas por ellos. Supervise su comportamiento y sus interacciones,
pero dele autonomía y respaldo para que se atrevan a hacer cosas
nuevas como conocer amigos, jugar con ellos, hacer pequeños
encargos.

Dentro de los límites es importante mencionar las habilidades sociales


ya que determinan el respeto y la relación que tengo con otros, estas
habilidades se forman desde el hogar e influye la escuela para su
formación, por lo que hay que reforzar a los niños para que aprendan a
manejarlas. Entre los diferentes tipos de habilidades sociales que se
pueden entrenar existe la asertividad, la empatía (ponerse en el lugar
del otro), la comunicación no verbal, la planificación, el establecer metas
y objetivos, la resolución de problemas.

Existen unas habilidades sociales básicas y otras más complejas. Sin las
primeras no podemos aprender y desarrollar las segundas. Cada
situación requerirá mostrar unas habilidades u otras, dependiendo de las
características de la situación y de la dificultad de la misma. A
continuación se enumeran algunas de estas habilidades:

1. Conocer y expresar asertivamente los propios sentimientos.

2. Comprender los sentimientos de los demás.

3. Resolver el miedo.

4. Pedir permiso.

5. Compartir algo.

6. Ayudar a los demás.

7. Negociar.

8. Emplear el autocontrol.

9. No entrar en peleas.

10. Arreglárselas cuando le dejan de lado.

11. Tomar iniciativas.

12. Tomar una decisión.


13. Pedir ayuda

14. Destrezas para hacer amistades

15. Utilizar el autocontrol

Tanto las primeras relaciones de apego como el posterior estilo


educativo de los padres son elementos que modulan el desarrollo
efectivo y social del niño. Factores como el grado de madurez exigido, la
consistencia en la comunicación, la manifestaciones de afecto, etc.,
influyen directamente en este desarrollo.

La actitud sobreprotectora puede limitar las experiencias sociales del


niño o niña por miedo a posibles peligros, a que no sea capaz de
arreglárselas por sí mismo/a, etc. Recordemos que la principal vía de
aprendizaje y la más significativa es la propia experimentación. El niño y
el adolescente necesita vivir las aventuras propias de su etapa vital,
poner en práctica habilidades cada vez más complejas y, por supuesto,
aprender de sus propios errores.

De todo lo dicho se deduce la importancia de mantener unas normas


claras y precisas que le ayuden al niño a regular su conducta social, a
asimilar lo que es adecuado en cada situación y a saber que de su
propia conducta se derivan una serie de consecuencias positivas y
negativas. Debemos comenzar ha enseñarles a que sean socialmente
competentes, dejando que adquieran autonomía haciendo cosas por sí
mismos. Esto les dará seguridad y reportará beneficios en su
autoestima.

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