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Conflictos interdisciplinarios en la
investigación sobre cultura*
FREDERIC JAMESON **
El deseo llamado estudios culturales es tal vez más de sus adherentes, cuando ofrecen, una vez más,
abordable política y socialmente como el proyecto de iniciar la campaña sectaria de izquierda en la lucha de
constituir un bloque histórico que, teóricamente, como la línea partidaria de la correcta formulación verbal
fundamento de una disciplina novedosa. De seguro, la de los estudios culturales. Pero esa línea no es im-
política en ese proyecto es política académica; polí- portante, sino la posibilidad de las alianzas sociales
tica dentro de la universidad y, más allá, en la vida cuyo slogan general parece reflejar. Y este es un sín-
intelectual en general, o en el espacio de los intelec- toma, más que una teoría. Como tal, lo que pudiera
tuales, propiamente. Al mismo tiempo, sin embargo, ser más deseable es el análisis cultural de los estu-
cuando la derecha ha comenzado a desarrollar su dios culturales mismos, y ello también significa que lo
propia política cultural, centrada en la reconquista de que requerimos (y lo que encontramos) en la reciente
las instituciones académicas, y en particular de las compilación Cultural Studies,1 editada por Lawrence
fundaciones y las universidades mismas, no parece Grossberg, Cary Nelson y Paula A. Treichler, es sen-
muy sabio continuar pensando la política académica cillamente una cierta comprehensividad y una re-
y la política entre los intelectuales, como una materia presentatividad general (pues cerca de cuarenta cola-
particularmente académica. De cualquier modo, la boradores parecerían ser garantía, de entrada), y no
derecha parece haber entendido que el proyecto y el la absoluta imposibilidad de la cosa hecha de otra
slogan de los estudios culturales (sean lo que puedan manera o presentada de un modo radicalmente dife-
ser) constituyen una objetivo crucial en su campaña rente. Esto no es para decir que las ausencias en, o los
y virtualmente un sinónimo de rectificación política huecos de, esta compilación, que esencialmente re-
(que puede en este contexto ser identificada, sim- imprime las ponencias presentadas en un congreso
plemente, como la política cultural de los numerosos sobre la materia sostenido en Urbana-Champaign en
nuevos movimientos sociales: antiracismo, antisexismo, la primavera de 1990, son elementos insignificantes
antihomofobia, etcétera). que merecerían comentario: más bien, ese comentario
Pero si esto es así y los estudios culturales pueden podría tomar la forma de un diagnóstico del suceso
ser vistos como la expresión de una alianza planeada particular y de la idea que envuelve a los estudios cul-
entre varios grupos sociales, entonces su formulación turales, más que la propuesta de una alternativa más
rigurosa como una empresa intelectual o pedagógi- adecuada (congreso, idea, programa o línea partidaria).
ca, puede no ser tan importante como creen algunos En verdad, yo debiera, probablemente, poner de una
vez mis cartas sobre la mesa y decir lo importante (y
en verdad, teóricamente interesante) que creo que es
discutir y debatir la cuestión de los estudios cultura-
* Traducción de José Hernández Prado. Artículo tomado de Social les justo ahora, no me preocupa especialmente qué
Text No. 34. forma final acabe tomando el programa, o aun si una
** Departamento de Literatura, Duke University, E.U. disciplina académica oficial de esta clase se constituye
Conflictos interdisciplinarios en la investigación sobre cultura
en primera instancia. Para empezar, esto es porque no serio problema”, procede a señalar que “el encuentro
creo mucho en la reforma de los programas académi- entre la historia convencional y los estudios cultu-
cos, pero también porque sospecho que una vez que rales en Gran Bretaña ha sido extremadamente
el tipo correcto de discusión o argumentación haya limitado” (271). Por supuesto que eso pudiera ser
tenido lugar públicamente, el propósito de los estu- tanto un problema para la historia convencional como
dios culturales se habrá conseguido de todos modos, para los estudios culturales; pero Carolyn Steedman
aun a pesar del marco departamental en el cual la prosigue examinando la materia más puntualmente
discusión se haya llevado a cabo (y debo decir, espe- y sugiere algunas diferencias metodológicas básicas.
cíficamente, que esta observación tiene que ver con lo Investigación colectiva versus investigación indivi-
que considero el elemento práctico crucial de toda dual, es una de ellas: “la práctica de grupo es colecti-
la materia, a saber, la inhibición de gente más joven va, mientras que la investigación de archivo implica al
escribiendo artículos en este nuevo campo, y su posi- historiador solitario, que toma parte en una práctica
bilidad de apropiárselo). antidemocrática. La investigación de archivo es costosa
Supongo que también tengo que decir, contra las en tiempo y dinero, y no algo que un grupo de perso-
definiciones (a Adorno le gustaba recordarnos el recha- nas pueda hacer prácticamente, de todos modos”
zo de Nietzche a los intentos por definir los fenóme- (618). Pero cuando ella intenta formular lo distintivo
nos históricos como tales), que creo que ya sabemos, del enfoque de los estudios culturales de manera más
de alguna manera, lo que son los estudios sociales; y definida, ellos surgen como basados en textos. El
que definirlos significa remover lo que es imposible; estudioso de la cultura analiza textos a la mano; el
remover el barro ajeno a la estatua develada, trazando historiador de archivo tiene que reconstruir, labo-
límites por instinto y sentimiento visceral, y tratan- riosamente, basado en síntomas y fragmentos. Y no es
do de identificar algo que es tan incomprensible que la parte menos interesante del análisis de Steedman
el trabajo estaría finalmente hecho si una definición su sugerencia de un método institucional, y más
positiva terminara surgiendo. específicamente educacional, determinante en el
Sea lo que sea, esos estudios vinieron al mundo surgimiento de lo basado en textos: “¿fue el ‘concepto
como el resultado de una insatisfacción con otras dis- de cultura’ usado por los historiadores (...) inventado
ciplinas, y no solamente con sus contenidos, sino con de hecho en las escuelas, entre aproximadamente
sus verdaderos límites como tales. Esto es así en ese 1955 y 1975? En Gran Bretaña, no tenemos aún una
sentido posdisciplinario; pero a pesar de ello, o tal vez historia social y cultural de la educación que nos
por esa misma razón, una de las maneras importan- permita pensar que éste puede ser un problema” (619-
tes como los estudios culturales siguen definiéndose 620). Ella no dice, sin embargo, a qué disciplina perte-
a sí mismos activa su relación con las disciplinas esta- necería, propiamente, ese problema de investigación.
blecidas. De ahí que pueda ser apropiado comenzar Steedman también nombra, sugestivamente a
por las quejas de sus aliados en tales disciplinas, en Burckhardt como un precursor del nuevo campo (na-
torno al descuido de los emergentes estudios cultura- die más lo hace); y ella se compromete brevemente con
les en objetivos que ellos consideran fundamentales. el nuevo historicismo, cuya ausencia en estas pági-
Ocho secciones siguientes tratarán con grupos, marxis- nas es, por otro lado, bastante significativo en verdad
mo, el concepto de articulación, cultura y libido, el (salvo en el momento en el que Peter Stallybrass niega
papel de los intelectuales, populismo, geopolítica y, tener algún parentesco con el movimiento rival). Porque
finalmente, utopía. el nuevo historicismo es, de seguro, competencia bá-
sica, y desde cualquier punto de vista histórico un
síntoma relacionado con los estudios culturales en su
¡No es mi campo! intento por asir analíticamente la nueva textualidad
del mundo (tanto como en su vocación de suceder al
Los historiadores parecen estar particularmente marxismo de un modo discreto y respetable). Puede,
perplejos por la relación, de alguna manera, inde- desde luego, aducirse que los estudios culturales
terminable entre los estudiosos de la cultura y el están demasiado ocupados con el presente y que no
material de archivo. Catherine Hall, la autora de uno puede esperarse que lo hagan todo o que se ocupen de
de los trabajos más relevantes de la compilación –un todo; y supongo que hay aquí una impresión resi-
estudio de la intermediación ideológica de los dual de la oposición más tradicional entre las preocu-
misioneros ingleses en Jamaica–, después de observar paciones contemporáneas de estudiosos de la cultura
que “si la historia cultural no es una parte de los popular o de masas y la tendenciosamente reaccio-
estudios culturales, entonces creo que aquí hay un naria visión de la crítica literaria (aun cuando las
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diferentes, del objeto de estudio que debieran compar- sión de tales espacios como una forma de colonialismo,
tir. Más que muchos de esos programas de reforma, sigue por confirmarse. La cuestión es central, sin embar-
los estudios culturales parecieran prometer un nom- go, para arribar a un comprensión del entretenimiento
bre para el objeto ausente, y no parecen acertar en que dispone sus prácticas en términos espaciales (42).
establecer la vaguedad táctica de la fórmula más
antigua. Lo que Berland aclara es que la atención a la situación
Tal vez, en verdad, es comunicación el nombre de la teoría (o del teórico o la disciplina) ahora envuelve
requerido: sólo los programas de comunicación son necesariamente una dialéctica: “Como la producción
tan recientes como para cubrir de muchas formas de significado se ubica (por la teoría angloamericana de
(incluyendo a su personal) la nueva empresa, dejando los medios) en las actividades y los actos de los pú-
tan sólo la tecnología de las comunicaciones como blicos, la topografía del consumo se identifica crecien-
una marca distintiva o un aspecto de la separación temente como (y así se expande para representar) el
disciplinaria (como con el alma y el cuerpo, la letra y mapa de lo social Esto reproduce en teoría lo que
el espíritu, la máquina y la vida). Esto es sólo cuando ocurre en la práctica” (42). La dramática introducción
una perspectiva específica unifica los elementos varios de una dimensión geopolítica, la identificación de una
del estudio de las comunicaciones como un campo cierta teoría cultural y comunicacional como la cana-
sobre el que se empieza a arrojar luz, tanto en los es- diense, en aguda oposición a la perspectiva hegemó-
tudios culturales como en sus relaciones con los pro- nica norteamericana (que asume su propia univer-
gramas de comunicación. Es el caso, por ejemplo, en salidad, porque se origina en el centro y no necesita
el que Jody Berland evoca la distintividad de la teoría definirse nacionalmente), ahora desplaza radical-
de las comunicaciones canadiense como tal: no a mente los elementos del diálogo y sus consecuencias,
manera de un homenaje a McLuhan y sus tradición y como veremos en extenso después.
precursores, sino más bien como esa forma más con- Por otro lado, no está claro qué clase de relación
temporánea del ensayo de Berland, como toda una con los emergentes estudios culturales se propone
nueva teoría de la ideología del entretenimiento, aquí. La lógica de la fantasía colectiva o grupal siem-
propiamente. Pero ella también deja en claro por qué pre es alegórica.2 Esta puede implicar una especie de
la teoría canadiense es necesariamente distinta de la alianza, como cuando los sindicatos laborales pro-
que refiere de un modo eufemístico como “la investi- ponen trabajar conjuntamente con este o ese movi-
gación dominante en comunicaciones”, para aludir a miento negro; o puede ser más próxima a un tratado
la teoría de la comunicación norteamericana. De ma- internacional de alguna clase, como la OTAN o la
nera clara, es la situación de los medios canadienses, nueva zona de libre comercio. Pero, presumiblemente,
a la sombra del imperio estadounidense, lo que les la teoría de la comunicación canadiense no intenta
da a nuestros vecinos su ventaja epistemológica y, en sumergir su identidad en el más amplio movimiento
particular, la posibilidad única de combinar el aná- angloamericano; igualmente claro es que tampoco
lisis espacial con la atención más tradicional de los puede universalizar su propio programa, y pedir una
medios: aprobación cobijadora del centro para lo que es ne-
cesariamente una perspectiva situada como depen-
El concepto de “tecnología cultural” nos ayuda a enten- diente o semiperiférica. Supongo que lo que surge
der este proceso. Como parte de una producción espacial aquí es entonces el sentido de que en algún deter-
que es tan determinante como problemática, y conforma- minado punto el análisis en cuestión podrá ser des-
da tanto por prácticas disciplinarias como antidiscipli- codificado e incluso traducido: de que en ciertas co-
narias, las tecnologías culturales abarcan simultánea- yunturas estratégicas un análisis dado podrá ser
mente los discursos articulados de la profesionalización, leído, tanto como un ejemplo de la perspectiva de los
la territorialidad y la diversidad. Estas son las indispen- estudios culturales, como una ejemplificación tam-
sables facetas tridimensionales del análisis de la cultura bién de todo lo distintivo de la teoría de la comuni-
popular producida a la sombra del imperialismo nor- cación canadiense. Cada perspectiva comparte así
teamericano. Ubicando sus “públicos” en un rango cada un objeto común (en una coyuntura particular), sin
vez más amplio y diverso de disposiciones, lugares y perder su diferencia específica o su originalidad (cómo
contextos, las tecnologías culturales contemporáneas nombrar o, mejor, describir este traslape sería enton-
contribuyen a y buscan legitimar su propia expansión ces un nuevo tipo de problema producido específica-
espacial y discursiva. Esta es otra manera de decir que la mente por la teoría de los estudios culturales).
producción de textos no puede ser concebida fuera de Nada escenifica mejor este traslape de perspecti-
la producción de espacios. Si uno concibe o no la expan- vas disciplinarias que los diferentes iconos erigidos a
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través de estas páginas: el nombre del finado Raymond placeres característicos de las formaciones sociales
Williams, por ejemplo, se invoca en vano por prácti- poderosas y las no poderosas. Distancia cultural es un
camente todos y exige apoyo moral en cierto número concepto multidimensional. En la cultura de lo social-
de pecados (y virtudes).3 Pero el texto que reiterada- mente avanzado y poderoso puede tomar la forma de una
mente resurge como un fetiche es con mucho un libro distancia entre el objeto artístico y el lector o espectador:
cuyos múltiples marcos genéricos ilustran el proble- una distancia que devalúa en forma social e histórica
ma que hemos estado discutiendo aquí. Me refiero al prácticas específicas de lectura en favor de una aprecia-
estudio sobre la cultura juvenil inglesa de Paul Willis ción trascendente o una sensibilidad estética que aspira
(que por cierto, no está presente en este congreso), a la universalidad, y que anima la reverencia o el respeto
intitulado Aprendiendo a Trabajar (1977). Este libro por el texto como un objeto de arte provisto de autentici-
pudiera ser pensado como un trabajo clásico en al- dad y de preservación indispensable. Esta “distancia”
guna nueva sociología de la cultura; o como un texto puede también funcionar para crear una diferenciación
precursor generado por la “original” escuela de Bir- entre la experiencia de la obra artística y la vida cotidiana.
mingham (de la que se hablará más abajo); o incluso Semejante “distancia” produce significados ahistóricos
otra vez como una especie de etnología que ahora ilu- de obras de arte y permite a los miembros de una for-
mina como un eje que recorre el terreno tradicional mación social el placer de aliarse ellos mismos con un
de la antropología y el nuevo territorio reclamado por conjunto de valores humanos que, en las versiones ex-
los estudios culturales. tremas de la teoría estética, se dice que son valores
Aquí, sin embargo, lo que enriquece la problemá- universales que trascienden sus condiciones históricas.
tica interdisciplinaria es el sentido ineludible (que Esta distancia con lo histórico es también una distancia
también pudiera existir para otras disciplinas, pero con las sensaciones corporales, porque son finalmente
que pudiera ignorarse igualmente en ellas) de que si nuestros cuerpos los que nos atan a nuestras circuns-
los estudios culturales son un paradigma emergente, tancias históricas y sociales. Como las mundanidades de
entonces la antropología misma, lejos de ser uno com- nuestras condiciones sociales son puestas a un lado, o
parativamente tradicional, está también en plena distanciadas por esta visión del arte, así también los lla-
metamorfosis y en una convulsiva transformación me- mados sensuales, baratos y fáciles placeres del cuerpo se
todológica y discursiva (como lo sugiere aquí la distancian de los más contemplativos y estéticos placeres
presencia de James Clifford a la cabeza de la lista de de la mente. Y finalmente esta distancia cobra la forma de
estudios culturales). Antropología significa ahora una una distancia con la necesidad económica. La separación
nueva clase de etnología, una nueva antropología in- de lo estético con lo social se hace una práctica de la élite
terpretativa o discursiva (textual) que –evidenciando que puede permitirse ignorar las constricciones de la ne-
algún remoto parecido de familia con el nuevo histo- cesidad material, y que construye así una estética que no
ricismo– emerge madura por completo en el trabajo de solamente rechaza asignarle algún valor a las condicio-
Clifford y también en el de George Marcus y Michael nes materiales, sino que además sólo considera valiosas
Fischer (con el apropiado reconocimiento a los ejem- a las formas del arte que las trascienden. Esta distancia
plos precursores de Geertz, Turner y otros). La des- estética y crítica es así, por último, una marca que dis-
cripción densa es evocada entonces por Andrew Ross, tingue a aquéllos que pueden separar su cultura de las
en su trabajo pionero sobre la cultura de la nueva era condiciones sociales y económicas de cada día y aquéllos
(New Age Culture): “el más exhaustivo, o profundo, que no pueden hacerlo (154).
estudio ‘etnográfico’ de comunidades culturales que
ha producido uno de los más excitantes desarrollos Pero los contenidos del presente volumen no confir-
en los recientes estudios culturales” (537); mientras man especialmente las afirmaciones de Ross, excepto
que la verdadera retórica de la amplitud, la textura y por su propio y lúcido estudio sobre aquella par-
la inmanencia se justifica en un memorable párrafo de ticularmente ambigua comunidad interpretativa que
John Fiske, que tiene el mérito adicional de destacar es la nueva cultura yuppie de la gente new age; en con-
algunos de los ejes prácticos del debate (que están traste con el claro y potente llamado de Fiske, Ross
lejos de decantarse en una batalla de simples recla- no nos conduce por el camino de la antropología en
mos y contrarreclamos teóricos): cuanto disciplina empírica, sino hacia toda una nueva
política de los intelectuales.
Me gustaría comenzar con el concepto de “distancia” en En verdad, el ensayo de Clifford –una descripción
la teoría cultural. En algún otro lugar he aducido que de su nuevo y excitante trabajo sobre la etnología de
“distancia” es una clave para diferenciar entre alta y viaje y turismo– define implícitamente ya el contexto
baja cultura, entre los significados, las prácticas y los polémico al ofrecer una reubicación de la tradicional
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Grupos Sociales:
¿Frente Popular o Naciones Unidas?
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microgrupos. Ciertamente los estudios culturales se Me parece que sólo tres ponencias discuten de mane-
han experimentado ampliamente como sólo un es- ra central el tema de la identidad de grupo (mientras
pacio de alianza de esta clase (si no exactamente un que Paul Gilroy ataca ese slogan que traduce como
movimiento en el sentido gramsciano, por lo menos absolutismo étnico, a éste se le examina mejor en otro
pueden entenderse sus ambiciones académicas –para contexto, más abajo); y de ellas sólo la de Elspeth
conseguir reconocimiento y sanción institucional, Probyn, profusamente citada, incide en la teoría de
ocupación y protección de los departamentos tra- identidad colectiva o por lo menos en la enunciación
dicionales y de la nueva derecha– como una política, colectiva como tal y nos pide “ir más allá de posicio-
en verdad la única política específica de los estudios nes discretas de diferencia y rechazar la crisis del
culturales como tales).4 Así, dan la bienvenida al fe- modo de representación... para hacer valer la voz de
minismo y la política negra, el movimiento homo- nuestras identidades mientras trabajamos en la cons-
sexual, el estudio de lo chicano, los grupos burgueses trucción de comunidades a las que hay que atender”
de estudios poscoloniales, junto a los aficionados más (511). Esas voces parecen ser bastante salvajes, sin
convencionales de las variadas culturas populares y embargo, porque se nos dice “cómo las imágenes de sí
de masas (que también pueden considerarse en la mismo pueden trabajar exitosamente para molestar,
academia tradicional como una especie de minoría para enervar las fijaciones discursivas y las expectativas
estigmatizada y perseguida), y a los diferentes extradiscursivas” (506).
“gorrones” marxistas (principalmente extranjeros). Pero los ensayos de Kobena Mercer y de Marcos
De los 41 participantes publicados, hay una distri- Sánchez-Tranquilino y John Tagg se encuentran ya
bución de sexos relativamente pareja (24 mujeres y en la ruta de algo muy distinto a la teoría clásica de la
21 hombres); hay 22 norteamericanos, 11 británicos, identidad. En efecto, Mercer explora nuevos senderos
4 australianos, 2 canadienses, un húngaro y un ita- sobre esa imagen sesentera de la militancia negra que
liano; hay 31 personas blancas, 6 negras, 2 chicanos podía servir como un modelo sugerente y liberador
y dos indígenas (del subcontinente); y parece haber para la política de otros grupos, mientras que Sánchez-
cuando menos 5 homosexuales entre las 41. En Tranquilino desplaza la problemática más psicoló-
cuanto a las disciplinas o los departamentos mismos, gica o filosófica de la identidad hacia la materia social
ellos parecen clasificarse como siguen: las letras (in- del nacionalismo: “lo que interesa en esta resurrec-
glesas) llevan la mayor parte con 11 personas, como ción del pachuco a fines de los setenta es... la repre-
era de esperarse; la comunicología, la sociología y la sentación de... la militancia a través de la articulación
historia del arte siguen de lejos con 4 cada una; hay de ese pachuco con la política de la identidad del mo-
tres representantes de los programas de humanida- vimiento nacionalista. Los problemas aquí son los de
des y dos, respectivamente, de los estudios sobre mu- todo nacionalismo...” (562).
jeres, de los estudios culturales propiamente dichos, Quizás sea así, pero los nacionalismos –o, mejor
de la historia de las ideas, de la radio, la televisión y dicho, los separatismos– no están presentes aquí: los
el cine; un representante de los estudios religiosos separatismos feminista, lesbiano y homosexual no
y uno de la antropología. se representan como tales, y si aún queda algún se-
Pero estas (en verdad muy impresionantes) ruptu- paratismo negro, tampoco se le encuentra. De los
ras no reflejan muy nítidamente los grupos o sub- otros grupos sólo se halla presente el de los chica-
grupos ni las posiciones ideológicas. Contra sólo cuatro nos, para representarse a sí mismo y tal vez a otros
ponencias feministas tradicionales hay por lo menos movimientos (pero no a las etnias nacionales más
dos planteamientos homosexuales. De las cinco tradicionales, cuyos problemas son notablemente
propuestas negras, una trata también de temas fe- diferentes de los de otros grupos, como lo testifican
ministas (sería más preciso decir que el ensayo de los debates sobre Grecia como una cultura de menor
Michele Wallace es una declaración del feminismo relevancia).(Jameson, 1990: 135-139) Mientras tanto,
negro como tal), mientras otros dos abordan la cuestión los poscolonialistas insisten incansablemente (como
nacional. Uno de los dos aportes chicanos también en el ensayo de Homi Bhabha recién mencionado) en
es feminista. Hay diez temas reconocibles de cultura que el hecho y la experiencia de la diáspora son todo
de masas y cultura popular que tienden a desplazar lo opuesto al separatismo étnico.
el énfasis desde la identidad hasta la comunicación Ello para significar, entonces, que este espacio
masiva. particular llamado estudios culturales no es terri-
Me he permitido este ejercicio para mostrar que lo blemente receptivo a las identidades puras, sino que,
que parece haberse omitido en la problemática de por el contrario, parece saludar la celebración (y
los estudios culturales es lo que ella misma incluye. también el análisis) de lo mezclado per se; de nuevas
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formas de complejidad estructural. Aires bajtinianos Birmingham) donde la necesidad de vivir con estas
pudieran invocarse para conjurar lo monológico (y ¿no tensiones se afirma con claridad (284). De seguro, en
es el separatismo cultural la añoranza de cierto dis- ese pasaje particular, él quiere decir por la tensión
curso monológico?). Clifford desea, así, “no declarar entre texto y sociedad, entre superestructura y base,
una democracia ingenua de la autoría plural, sino lo que denomina el necesario desplazamiento de la
suavizar al menos algo el control monológico del cultura extraída de lo real social hacia lo imaginario.
antropólogo-escritor ejecutivo” (100), mientras que la Pero él también evoca antes las tensiones implicadas
notable pieza de Stalleybrass sobre la invención de en múltiples influencias y compromisos ideológicos,
Shakespeare reemplaza al moderno autor individual hacia el marxismo además del feminismo, hacia el
con una red de relaciones de colaboración, normal- estructuralismo o el giro linguístico, tanto como hacia
mente entre dos o más escritores, entre escritores y distintas fuerzas de gravedad frente a las que respon-
compañías de actores, entre compañías de actores de la riqueza de la escuela, más que al intento de una
y editores, entre impresores y lectores de pruebas, síntesis final, suprimiendo las contradicciones y re-
entre editores y censores tal, que en ningún momen- duciendo múltiples operaciones en un programa o en
to hay un texto individual (601). La problemática del una fórmula simples. Las tensiones entre identida-
auteur nos recuerda así hasta qué grado la noción des de grupo, pudiera uno pensar, ofrecen un campo
narrativa de una única, aunque colectiva agencia to- de fuerza más productivo que las ambivalencias in-
davía es operativa en el variado jardín de las nocio- terdisciplinarias discutidas antes, aunque todo esto
nes de identidad (y en verdad remite a la última página sufre entonces la amenaza de ser aplanado y confun-
de esta antología en la agitada invocación de Angela dido de un modo muy distinto por la fórmula discipli-
McRobbie sobre la misión de los estudios culturales naria rival del posmodernismo con su versión del
como “una especie de guía para que la gente vea en sí pluralismo, un tópico que aquí será evitado completa
misma... como agente activo cuyo sentido de sí se y sistemáticamente, por una razón que se hará obvia
proyecta y se expresa en un rango expansivo de prác- a continuación.
ticas culturales” [730]). Pero esa concepción aisla-
cionista de la identidad del grupo pudiera, a lo más,
abrir un espacio para los estudios culturales en el Los estudios culturales como
que cada uno dijera su parte, en una especie de sesión sustitutos del marxismo
plenaria de las Naciones Unidas, y se le escuchara
respetuosamente (y con corrección política) por todos En efecto, para situar un ataque frontal al posmo-
los demás: un ejercicio ni productivo, ni estimulante, dernismo como tal, y para aducir en favor de la ne-
se podría pensar. cesidad filosófica de los estudios culturales como
Las identidades en cuestión en el presente volu- algo más que una celebración posmoderna de la
men son, sin embargo, principalmente duales: para desaparición de los límites entre lo alto y lo bajo, del
ellas el feminismo negro es el paradigma (pero tam- pluralismo de los microgrupos y del reemplazo de la
bién el chicano, como lo muestra el vigoroso ensayo de política ideológica por una cultura de los medios y
Angie Chabram-Dernersesian). En efecto, estoy ten- la imagen, se requeriría de una reafirmación de la re-
tado a sugerir que actualmente los estudios cultura- lación tradicional entre el movimiento general de los
les (o por lo menos los propuestos por esta particular estudios culturales y el marxismo que, evidentemente,
antología y congreso) son una materia de ciudadanía excedería las ambiciones de la presente conferencia.
dual, de posesión de un pasaporte doble cuando El marxismo es entendido ahí, todavía, como otra
menos, sino es que uno más heterogéneo. El trabajo y identidad de grupo (pero un grupo muy pequeño en
el pensamiento realmente interesante y productivo verdad, al menos en los Estados Unidos), más que
no parece ocurrir sin la tensión productiva de inten- como la clase de problemática –¡y problema!– que
tar combinar, navegar en o coordinar algunas identi- evoca Stuart Hall (“las cuestiones que el marxismo,
dades de una sola vez, con algunos compromisos, como proyecto teórico, pone en la agenda... cuestio-
algunas posiciones: es como una reiteración de la nes (que) son lo que uno significaría al trabajar en el
vieja idea sartriana de que el escritor será mejor si área de alcance del marxismo, o sobre el propio mar-
tiene que dirigirse a dos públicos distintos y no rela- xismo, o contra él o con él, para tratar de desarro-
cionados al mismo tiempo. Otra vez, es en las re- llarlo” [279]). Sin embargo, sería muy importante en-
flexivas observaciones de amplio rango de Stuart frentar estos asuntos, de la misma manera cómo, en
Hall (como uno de los precursores o de las figuras los estudios culturales norteamericanos, Michael
fundadoras de los más viejos estudios culturales de Denning (1986: 356-380) ha dicho de sus precursores
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Frederic Jameson
y competidores estudios americanos, que muy bien Todavía parece factible que, como los más ruido-
pudieran ser vistos como un sustituto del marxismo y sos detractores de la gran teoría son los australianos,
como un desarrollo suyo. Pero ni siquiera recibe aquí esta acción particular pueda deber algo a las raíces
atención la estratégica reformulación británica del idiosincráticas y anarquistas del radicalismo austra-
marxismo de Raymond Williams como un materialismo liano. Es verdad que desde Australia viene otra variante
cultural (ni los norteamericanos han mostrado mucha aún más siniestra de este (en otro contexto) inofensivo
ansiedad, en general, acerca del problema de evitar el antiintelectualismo, con la crítica política y activista
idealismo); tampoco está implícita la voluntad política de Tony Bennett al marxismo. Después de apresurarse
del grupo de Birmingham como lo está por lo general a exceptuar a los nuevos movimientos sociales de sus
en Williams, según lo evidencian estas páginas, acerca propias estructuras reformistas sobre la actividad po-
de lo cual es necesario asentar una y otra vez (para am- lítica, Bennett describe su posición como sigue:
bos) que los estudios culturales y el materialismo
cultural eran esencialmente un proyecto político y en Hay que argüir contra la manera de conducir estos as-
verdad un proyecto marxista. Cuando una teoría ex- pectos (las alianzas y la política monolítica), de los proce-
tranjera cruza el Atlántico, tiende a perder mucho de su sos políticos y contra su conexión mutua en modos que
contexto político o de sus matices de clase (como lo tes- anticipan –y que son concebidos para allanarle el camino
tifica la evaporación de gran parte de la teoría francesa). a– la producción de una clase única, o un género, pueblo,
Pero en ningún punto este proceso es más impactan- raza o agente social que pudiera tomar acciones decisi-
te, sin embargo, como en la actual reinvención nortea- vas en un momento de plenitud terminal política de un
mericana de lo que en Gran Bretaña fue un asunto mi- proceso con la tarea de realizar a ese agente. Y es para
litante y un compromiso con el cambio social radical. hacerlo así, precisamente por el grado en que esos pro-
Las usuales letanías norteamericanas antimar- yectos políticos y las construcciones que los animan
xistas, empero, sólo están ocasional y ligeramente a obstaculizan el desarrollo de formas más específicas e
tono con su volumen actual. Una transformación inmediatas de cálculo y acción políticas capaces de me-
sistemática (que, sin embargo, no quiere llamarse pos- jorar las circunstancias sociales y las posibilidades de los
moderna por alguna razón) es evocada con gusto en distritos en cuestión (32).
Sánchez-Tranquilino y Tagg: “Mientras el museo
podía ser concebido como un aparato ideológico de ¿Laclau y Mouffe versus Gramsci o Lenin?; ¿Bennett
Estado... era posible imaginar otro lugar, otra con- versus Laclau y Mouffe? El marco de referencia es im-
ciencia... Ahora, con el socavamiento de estas cate- posible de determinar, particularmente porque nadie
gorías y su lógica, ambos lados parecen haber sido (desde la izquierda) ha creído alguna vez en ninguna
arrojados a, o absorbidos por un espacio sin grave- clase única, o un género, pueblo o raza, en primer lugar
dad... Esas formas de explicación sociológica se han (y no, ciertamente, Gramsci, que ha sido encasillado
atrapado a sí mismas en el colapso interno de la disci- sumariamente en las páginas precedentes como
plina que buscaban criticar” (556-7). alguien que ya no es de mucha utilidad política [29]). La
Afortunadamente queda muy poco de los más de Bennett es una genuina “viga en el ojo ajeno” que
tontos reclamos convencionales, como ese de que el sondea cuidadosamente y que denuncia los errores
marxismo es antifeminista o excluye a las mujeres; ideológicos de todos los enemigos de la izquierda en
pero el feminismo de altura también parece encerrado la más ruidosa tradición de las bravatas althusseria-
en otro reproche familiar, a saber que los estudios nas. Y no parece darse cuenta de cómo los lectores de
culturales ya no hacen más gran teoría (“en la que los una obscena izquierda norteamericana pudieran reci-
problemas masivos e histórico-mundiales se debaten bir su propuesta de “dialogar con o trabajar dentro de
en tal nivel de generalidad, que es imposible su reso- lo que solía llamarse los AIE, más que escribir sobre
lución” [Morris, 466]): una crítica que se dirige espe- ellos desde afuera y, en una profecía que se autorrea-
cíficamente contra el marxismo, pero que también liza, los critica cuando ellos parecen afirmar las más
parece asegurar la justa evacuación completa de horribles predicciones funcionalistas” (32). La invi-
cualquier cantidad de grandes teorías y grandes tación a dejar proferir lemas marxistas (gran teoría) o
nombres además del feminismo, el psicoanálisis, el a entrar al (presumible y vagamente social y demo-
lacanianismo, la deconstrucción, Baudrillard, Lyo- crático) gobierno pudiera tener alguna relevancia en
tard, Derrida, Virilio, Deleuze, Greimas, etcétera un pequeño país con tradiciones socialistas, pero de
(Raymond Williams –aunque no Gramsci, Brecht o seguro es aquí un consejo desubicado (o por lo menos
Benjamin– es una excepción, y uno de los aún mí- imposible de cumplir). El tono del ensayo de Bennett,
nimamente operativos iconos del nuevo movimiento). que tiene un lugar de honor, por razones alfabéticas,
101
Conflictos interdisciplinarios en la investigación sobre cultura
al principio del volumen, es notablemente desafor- puede dejar de usar estas palabras por razones tácti-
tunado para el espíritu de la colección como un todo. cas (y para abreviar explicaciones léxicas y filoló-
Lo que es más inquietante en él, es su traicionera ig- gicas como la anterior), pero de seguro una visión
norancia acerca de las diferencias estructurales entre desapasionada de la presente colección pudiera
las variadas situaciones nacionales de hoy en día, uno mostrarla atiborrada de varios actos de totaliza-
de los temas más fuertes del volumen y paradójica- ción que sería insensato rastrear y eliminar, a menos
mente uno en el que colaboradores australianos juegan de que el objetivo fuese regresar a aquella clase de
un papel central, como veremos más adelante. teorización auténtica y matizada que, de acuerdo con
la política de una identidad no mezclada, se ha aduci-
do es incompatible con la naturaleza esencialmente
mixta de los estudios culturales.
102
Frederic Jameson
sugerente modelo cuya aplicación permanece in- en una interminable vida a medias, o siendo aparta-
explorada). Entre tanto, es importante insistir en el das violentamente por las convulsiones de una nueva
cercano, pero independiente y extraordinariamente crisis social–. La articulación es así una puntual y a
rico desarrollo del concepto de articulación de la Es- veces efímera totalización, en la que los planos de la
cuela de Birmingham, en cierto momento crucial de raza, el género, la clase, la etnicidad y la sexualidad
su historia cuando las intersecciones entre la raza, el se intersectan para formar una estructura operativa.
género y la clase se convirtieron en un urgente proble- He aquí una declaración más completa de Stuart Hall:
ma teórico. La formulación de Catherine Hall se ha
vuelto, pues, canónica: La unidad conformada por esta combinación o articula-
ción es siempre, necesariamente, una “estructura com-
No creo que tengamos todavía una teoría de la articula- pleja”: una estructura en la que las cosas están rela-
ción de la raza, la clase y el género ni de las formas en que cionadas, tanto a través de sus diferencias como de sus
sus articulaciones puedan operar generalmente. Los similitudes. Esto requiere que los mecanismos que
términos son a menudo volcados como una letanía para vinculan aspectos distintos deban explicitarse –ya que no
justificar una corrección política, pero eso no significa, pueden asumirse como dadas una “correspondencia ne-
necesariamente, que los modos de análisis que les si- cesaria” o una “homología expresa”–. Ello también signi-
guen estén realmente delineados por la aprehensión de fica –ya que la combinación es una estructura (una com-
trabajos sobre cada eje de poder en relación con los otros. binación articulada) y no una asociación azarosa– que
Es en extremo difícil, en verdad, emprender ese trabajo habrá relaciones estructuradas entre las parts, i. e., rela-
porque el nivel de análisis es sumamente complejo y con ciones de dominación y subordinación (579-480).
muchas variables pertinentes a un mismo tiempo. De
ahí que los estudios de caso, históricos o contemporá- En realidad, hay implícita toda una poética en esta
neos, que tracen cuidadosamente las formas contradic- terminología analítica, puesto que la auténtica re-
torias en las que tienen lugar aquellas articulaciones en presentación de tales complejos siempre es proble-
momentos históricos específicos o a lo largo del tiempo, mática. No es simplemente la estructura de lo comple-
me parecen muy importantes (270-271). jo aquello que no está dado de antemano (como, por
ejemplo, si la raza o el género son lo primero, y una se
ubica provisionalmente como la determinación en
última instancia de la otra); también hay que inventar
el lenguaje en el cual los elementos y sus conexiones
serán descritos. Las descripciones de una articula-
ción son, así, algo necesariamente autorreferencial
en aquello que ellas deben comentar, y tienen que
validar además sus propios instrumentos lingüísti-
cos –asegurando acaso la más débil y tenue sobre-
vivencia de un contenido figurativo más viejo (la unión
de los huesos que operan juntos; el sentido mecá-
nico de la pura conexión como tal).
La articulación se erige, entonces, como el nombre
del problema teórico central o del núcleo conceptual
Tal vez la sugerencia de la teoría que debiera haber de los estudios culturales, ejemplificado una y otra
(“no creo que tengamos todavía una teoría”) les brinda vez en este volumen, donde es menos frecuente des-
mucha ayuda y tranquilidad a quienes son alérgicos a tacado como tal. Puede percibírsele trabajando en la
la gran teoría, porque uno pudiera pensar que el con- mucho más freudiana (y también marxista) noción de
cepto de articulación, tal como es referido aquí, ya es Constance Penley sobre la formación de las carencias,
de por sí una teoría por derecho propio. Ello implica contradicciones, sustituciones y compensaciones,
una especie de estructura cambiante, un intercambio cuando en su ensayo sobre una pornografía de Viaje
de iones entre diferentes entidades, en el que los giros a las Estrellas (Star Trek) destinada a las mujeres,
ideológicos asociados con una de las partes se cruzan pone en la agenda
y se mezclan con las otras –pero sólo provisionalmen-
te, durante un momento histórico específico, antes de el hecho de que las mujeres aficionadas (fans) puedan
entrar en nuevas combinaciones, que se transforman imaginarse una relación sexual sólo si ella implica una
sistemáticamente en algo más, decayendo a destiempo pareja sin niños, hecha con dos personas que nunca
103
Conflictos interdisciplinarios en la investigación sobre cultura
tienen que cocinar o que lavar el baño y que viven a 300 grupo es definido por y define al otro) recurre al estig-
años de distancia en el futuro. Yo aduciría también que, ma de Erving Goffman para una relación de como los
en general, la afición a Viaje a las Estrellas es un intento rasgos distintivos funcionan para la otra gente:6 en
por resolver otra carencia referente a relaciones sociales. este sentido, entonces, una cultura es el ensamble de
La cultura del fanatismo Trek se estructura alrededor del estigmas que un grupo porta ante los ojos de otro (y
mismo vacío que estructura la cultura norteamericana en viceversa). Pero esos rasgos son muy a menudo pro-
general, con su deseo de que los antagonismos funda- yectados a la mente ajena en la forma de pensar-en-el-
mentales, como el de la clase o la raza, no existieran (495). otro que llamamos creencia y elaboramos como reli-
gión. Pero la creencia, en este sentido, no es algo que
Pero aquí la articulación público-privado o social- nosotros tenemos; más bien es lo que nos parece
sexual es enfrentada como una suerte de dualismo natural y no necesita de la motivación y la raciona-
que repliega la descripción hacia freudo-marxismos lización de la entidad extraña internalizada. Cier-
más familiares como el de Deleuze y Guattari en el tamente, el antropólogo Rodney Needham ha mos-
Anti-Edipo. Uno también puede representar la trado que la mayoría de las culturas no posee el equi-
articulación en términos de modelos e influencias valente de nuestro concepto, o pseudoconcepto, de
sugerentes, como en el trabajo de Kobena Mercer creencia (el cual es entonces desenmascarado como
sobre los sesenta (ya mencionado), en el que el movi- algo que los traductores ilícitamente proyectan en los
miento negro y la muy ideológica y libidinal estructura lenguajes no imperialistas, no cosmopolitas).
de la militancia negra se articula como una cadena Sucede, sin embargo, que nosotros también ha-
significante que puede reproducirse en otros com- blamos seguido de nuestra cultura, religión, creencias,
ponentes (que este es también un factor conectivo re- o lo que sea. Estos términos pueden ahora ser iden-
versible –que puede ser revirado hacia nuevas formas tificados como la recuperación del punto de vista de
originales de racismo– es otro punto que se aborda Otros sobre nosotros: de ese espejismo objetivo
apretadamente, en un oportuno reproche a cierto om- donde el Otro se ha formado un cuadro de nosotros
nipresente triunfalismo de los estudios culturales). como poseedores de una cultura. Dependiendo del
Pero la articulación también implica y en verdad llega poder del Otro, esta imagen alienada requerirá de una
a la alegoría como su estructura expresiva fundamen- respuesta, que puede ser tan inconsecuente como la
tal. Así, Janice Radway nos recuerda el modo como la negación que los norteamericanos hacen brusca-
cultura de masas o popular ha sido idealizada como mente de los estereotipos del norteamericano inso-
femenina (513): las estructuras alegóricas rotativas portable que encuentran fuera de su país, o tan per-
de la fantasía colectiva seguramente son, de hecho, el fecta como la de los diversos resurgimientos étnicos
texto básico de cualquier aproximación a la articula- donde, como en el nacionalismo hindú, un pueblo re-
ción como síntoma o programa político. Pero esta di- construye aquellos estereotipos y los afirma en una
námica de la articulación no se esclarecerá hasta que nueva política cultural-nacional: algo que no es nunca
se aprehendan más completamente las consecuen- un retorno a una autenticidad más vieja, pero siem-
cias implícitas en la visión de la cultura como expre- pre una nueva construcción (salida de lo que parecen
sión del grupo individual. antiguos materiales).
La cultura debe, así, ser apreciada como un vehículo
o un medio por el que la relación entre los grupos es
Cultura y libido de grupo llevada a cabo. Si ella no siempre es lúcidamente de-
senmascarada como una idea del Otro (aún cuando la
Porque la cultura –la más débil y secular versión de reasumo para mí mismo), al menos si perpetúa las
aquella cosa llamada religión– no es una sustancia o ilusiones ópticas y el falso objetivismo de esta relación
un fenómeno por derecho propio, es un espejismo histórica compleja (por lo que las objeciones que se
objetivo que emerge de la relación entre dos grupos han hecho a pseudo-conceptos como sociedad son
por lo menos. Esto es para decir que ningún grupo aún más validas, porque su origen en las luchas del
tiene una cultura por sí mismo: la cultura es la aureo- grupo puede ser descifrado). Entretanto, insistir en
la percibida por un grupo cuando entra en contacto este programa de traducción (el imperativo de volcar
con y cuando observa a otro. Es la objetivación de todo conceptos de cultura hacia formas de la relación entre
lo ajeno y extraño acerca del grupo contactado. En este grupos colectivos) ofrece un modo más satisfactorio
contexto, no es de poco interés observar que uno de de completar los objetivos de diversas formas de un
los primeros libros sobre la interrelación de grupos principio sociológico de Heisenberg, que hace la reco-
(el papel constitutivo del borde, la forma como cada mendación individualista de considerar el efecto del
104
Frederic Jameson
lugar del obervador. En realidad, el antropólogo-otro, los “grupistas” son en este sentido protointelectuales
el observador individual, se asimila en el todo del o intelectuales potenciales).
grupo social, y es en este sentido que su conocimiento En cuanto al aborrecimiento grupal, éste promue-
es una forma de poder, en donde el conocimiento de- ve los síndromes clásicos de la pureza y el peligro, y
signa algo individual, y el poder intenta caracterizar operativiza una suerte de defensa de las fronteras del
el modo de relacionarse entre grupos para los que grupo primario contra la amenaza que se percibe es
nuestro vocabulario es muy pobre. inherente a la existencia misma del otro. El racis-
Porque la relación entre grupos es, por así decirlo, mo moderno (como opuesto, en otras palabras, al ra-
no natural: es la oportunidad de contacto externo cismo posmoderno o neorracismo) es una de las formas
entre entidades que sólo tienen un interior (como una más elaboradas de ese aborrecimiento del grupo
mónada), pero no una superficie exterior o externa, –torcido en la dirección de todo un programa polí-
salvo en la especial circunstancia en la que es pre- tico; debería conducirnos a alguna reflexión sobre el
cisamente el borde externo del grupo que –mientras papel del estereotipo en cada grupo o relación cultural
permanece irrepresentable– choca contra el borde que, virtualmente, por definición no pueden prescin-
exterior de otro. Hablando crudamente, entonces, de- dir de lo estereotípico–. Y es que el grupo como tal es
beríamos decir que la relación entre grupos habrá de necesariamente una entidad imaginaria, en el sen-
ser siempre una de lucha y violencia, porque la única tido de que ninguna mente individual puede intuirlo
forma positiva o tolerante que tienen ellos para coexis- concretamente. El grupo debe ser abstraído, o idea-
tir es a partir del otro, descubriendo su aislamiento y lizado, sobre la base de los contactos discretos
su soledad. Cada grupo es así el mundo entero, y lo individuales y de experiencias que nunca pueden ser
colectivo es la forma fundamental de la mónada, sin generalizadas más que de una manera abusiva. Las
ventanas y sin ligazones (al menos dentro de sí). relaciones entre grupos son siempre estereotípicas
Pero esta falla u omisión de un plausible y mucho hasta el punto de que deben implicar abstracciones
menos natural conjunto de actitudes en donde las colectivas sobre el otro grupo, sin importar qué tan
relaciones de grupo pueden ser dirigidas, significa que sensatas o qué tan liberalmente censuradas o imbui-
las dos formas fundamentales de relaciones grupales das estén de respeto. Lo que es políticamente correc-
se reducen a aquellas primordiales de la envidia y el to hacer bajo tales circunstancias es permitirle al otro
aborrecimiento, respectivamente. La oscilación hacia grupo elaborar su propia imagen preferencial y tra-
adelante y atrás de estos dos polos puede explicarse, bajar a partir de ahí con ese estereotipo oficial. Pero la
al menos en parte, por el prestigio (para emplear una inevitabilidad de lo estereotípico –y de la persisten-
de las categorías de Gramsci). El intento de apropiar- cia de la posibilidad del aborrecimiento grupal, del
se de la cultura del otro grupo (que, como ya hemos racismo, la caricatura y todo lo restante que ello trae
visto, implica, en efecto, inventar la cultura del otro consigo– no es algo que pueda hacerse de lado. Por
grupo) significa un tributo o una forma de reconocer tanto, la utopía, en esas circunstancias, pudiera
a ese grupo, la expresión de la envidia colectiva o el significar solamente dos clases diferentes de situa-
reconocimiento del prestigio de ese otro grupo. Parece ciones que de hecho son capaces de convertirse en
probable que este prestigio no se reduzca rápida- una misma: un mundo en el que puros individuos se
mente a asuntos de poder, porque muy a menudo confronten el uno al otro, con una ausencia de grupos;
grupos más grandes y más poderosos homenajean a o un grupo aislado del resto del mundo en forma tal
los grupos que dominan, tomando prestadas e imi- que la materia de su estereotipo externo (o identidad
tando sus formas de expresión culturales. Pero el étnica) nunca alcanza un primer plano. El estereotipo
prestigio es más factiblemente una emanación de la es en verdad el lugar de un ilícito extra de significados,
solidaridad de grupo, algo que un grupo más debil que Barthes ha llamado la náusea de las mitologías:
necesita desarrollar más desesperadamente que el esa abstracción por virtud de la cual mi individuali-
complaciente grupo hegemónico más grande, que sin dad es alegorizada y convertida en una ilustración
embargo percibe oscuramente su propia deficiencia abusiva de algo más, algo no concreto y no individual
interna de cohesión y se lamenta inconscientemente (“Yo no me sumo a organizaciones ni adopto etiquetas”,
de su disolución tendencial en tanto que grupo. El decía un personaje en una película reciente. “No tienes
grupismo es otra fuerte expresión de esta clase de por qué hacerlo”, le respondía su amigo: “tú eres un
envidia, pero sobre una base individual, cuando los judío”). Pero la solución liberal a este dilema –suprimir
miembros de la cultura dominante optan por o imitan los estereotipos o fingir que no existen– es imposible,
su adherencia a la cultura dominada (después de todo aunque afortunadamente nos hemos conducido como
lo que se ha dicho, tal vez no es necesario añadir que si lo fuera la mayor parte del tiempo.
105
Conflictos interdisciplinarios en la investigación sobre cultura
Los grupos son siempre, así, conflictivos, y esto es observado el despliegue del odio grupal y de identidad
lo que ha llevado a Donald Horowitz, en el estudio en la reciente Convención Nacional Republicana –la
definitivo del conflicto étnico internacional,7 a sugerir hostilidad de raza y género tan claramente visible en
que aunque lo que él toma por el examen marxista los discursos y los gestos de contrarrevolucionarios cul-
económico o clasista es insatisfactorio, Marx pudo turales característicos, como Pat Buchanan– entenderá
haber anticipado inconscientemente un aspecto al instante que era fundamentalmente una hostilidad
fundamental de la moderna teoría étnica con su no- y lucha de clases la estaca clavada más hondo en esas
ción de la dicotomía estructural del conflicto de clases. pasiones y simbolismos. Por esa misma señal, los
Los conflictos étnicos, ciertamente, son siempre para observadores que apreciaron dicho simbolismo y
Horowitz tendencialmente dicotómicos, incorporan- respondieron en especie al derecho republicano, tam-
do en cada una de sus partes varios grupos étnicos bién pudieron haber dicho que la conciencia de sus
satélites más pequeños que reconstituyen simbóli- grupos e identidades más pequeñas se alzaba en
camente la versión gramsciana de la hegemonía y del dirección del horizonte final de la clase social).
bloque histórico hegemónico. Pero las clases, en ese El segundo punto se sigue de lo anterior, a saber,
sentido, no preceden al capitalismo y no reivindican que es sólo después de la modulación de lo étnico en
una teoría marxista única de la causalidad económi- la categoría de clase que puede hallarse una posible
ca, en donde lo económico es a menudo ese gatillo resolución para las luchas étnicas. Porque, en general,
ignorado que dispara toda clase de desarrollos no eco- el conflicto étnico no puede ser solucionado o resuel-
nómicos, y cuyo énfasis heurístico tiene que ver más to; sólo puede ser sublimado en una lucha de clase
con varias disciplinas (que estructuralmente ocultan diferente que sí puede ser resuelta. La lucha de clases,
o reprimen), que con la ontología. Lo que el marxismo que tiene su objetivo y sus consecuencias no en el
tiene que ofrecer a la teoría de las etnias es proba- triunfo de una clase sobre otra, sino en la abolición
blemente, por el contrario, la sugerencia de que las de la categoría misma de clase, ofrece un prototipo de
luchas étnicas pudieran muy bien clarificarse si se esa sublimación. El mercado y el consumo –es decir,
les añade la cuestión de la formación de las clases. lo que eufemísticamente llamamos modernización, la
Las clases completamente realizadas, en verdad. transformación de los miembros de varios grupos en
Las clases en y para sí mismas, potenciales o estruc- un consumidor universal– es otra clase de sublima-
turales que finalmente han conseguido, por una serie ción que ha venido a lucir tan universal como aquella
de complicados procesos históricos y sociales, aquello otra sin clases, pero que tal vez debe su éxito princi-
que seguido se llama la conciencia de clase, son tam- palmente a las circunstancias específicas de la riqueza
bién grupos en el sentido que hemos querido darles posfeudal norteamericana, y a las posibilidades de
(aunque los grupos en nuestro sentido son raramen- nivelación social que surgen con el desarrollo de los
te clases). El marxismo propone dos cosas acerca medios masivos de comunicación. Este es el sentido
de estos peculiares y relativamente raros géneros de en el que la democracia norteamericana parece haber
grupos. La primera es que ellos tienen muchas más podido adquirir la dinámica de las clases y ofrecer
posibilidades de desarrollarse que los grupos étnicos una solución única al asunto de la dinámica de los
como tales: ellos pueden expandirse potencialmente grupos discutida más arriba. De aquí que necesitemos
para llegar a ser tan amplios como la sociedad misma tomar en consideración la posibilidad de diferentes
(y lo hacen en esos sucesos precisos y únicos que lla- políticas de la diferencia –las diferencias inherentes
mamos revoluciones), toda vez que esos grupos están a las variadas políticas de la identidad de grupo– que
limitados por su propia autodefinición específica y sus hayan sido factibles sólo gracias a la nivelación
características constitutivas. Los conflictos étnicos tendencial de la identidad social generada por la so-
pueden, así, desarrollarse y expanderse como conflic- ciedad de consumo, y para sustentar la hipótesis de
tos de clase, en los que la degeneración del conflicto que una política cultural de diferencias se hace a sí
clasista en una rivalidad étnica tenga un desarrollo misma posible sólo cuando las grandes y prohibitivas
restrictivo y centrípeto. categorías de la Otredad clásica se han debilitado
(En verdad, la alternancia de la envidia y el aborre- sustancialmente por la modernización (de tal manera
cimiento constituye una excelente ilustración de la que las neoetnicidades pudieran distinguirse de su es-
dialéctica de la clase o del grupo en acción: como pecie clásica, como el neorracismo se distingue del
quiera que la inversión de un grupo o identidad tra- racismo clásico). (Etienne Balibar, 1991: 17-28)
baje en envidia, su opuesto libidinal tenderá siempre Pero ello no implica un debilitamiento de los con-
a trascender la dinámica de la relación del grupo en flictos de grupo, sino precisamente lo opuesto (como
dirección de la propia clase. Así, cualquiera que haya puede juzgarse de la escena mundial actual), y esto se
106
Frederic Jameson
espera también de los estudios culturales mismos la transcodificación del cuerpo y lo social establece el
–como un espacio en el que se desarrolla la dinámica mecanismo a través del cual el cuerpo es un tropo político
del nuevo grupo–, que también acarrearán su recu- privilegiado de las clases sociales bajas, y a través del
rrencia a lo libidinal. No es probable, en verdad, que cual la gordura física opera como una crítica de la ideo-
los intercambios de energía o formaciones de iones logía dominante. El poder de la gordura es predicado en
de la articulación tengan lugar neutralmente, sino su oposición contra y hacia el alto discurso, en sí mismo
que liberarán violentas ondas de afecto –heridas narci- profiláctico contra la desvalorización de lo bajo... (376).
cistas, sentimientos de envidia e inferioridad, repug-
nancia intermitente por los grupos de otros–. Y de Pero Kipnis incluso va más allá de lo anterior (y de
hecho esto es precisamente lo que observamos tra- Bourdieu mismo) en la forma en que, como es apro-
bajando en algunos de los ensayos más notables de la piado al tratar con la conciencia de clase, que es por
presente colección. definición una relación y una forma de lucha, ella
Así, en uno de los momentos más dramáticos de la enfrenta la intrincada materia de las posiciones
misma, Douglas Crimp dibuja una práctica liberal- subjetivas implicadas en este acto de agresión cul-
tolerante de la política cultural sobre el Síndrome de la tural (en el que, al menos en principio, las mujeres
Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) hasta el punto representan la gentileza y la cultura refinada y los
en el que hace claro que la documentación fotográfica hombres, de acuerdo con lo que Jeffrey Klein llama el
y de video persigue ostensiblemente inspirar piedad y impulso del obrero, una clase más baja):
compasión por las que siempre son llamadas víctimas,
y en realidad se compone de “imágenes fóbicas y de ...hay esa incomodidad adicional de ser interpelado como
terror ante la idea de que una persona con SIDA sea un sujeto de represión –como un sujeto con una historia–
todavía sexual”. Este liberalismo, entonces, implica y el rechazo de lo porno que puede ser visto como una
un precio, a saber, la posibilidad de que la clase media defensa erigida contra las representaciones que quieren
liberal simpatice con la omisión de imaginar a la per- desestabilizarla en su subjetividad. En otras palabras,
sona enferma como un ser sexuado. La implicación es hay una violación de la idea de la “naturalidad” de la
que la tolerancia liberal hacia los homosexuales y sexualidad y la subjetividad femeninas, que se exacerba
las lesbianas requiere generalmente de una repre- por el hecho social de que no todas las mujeres experi-
sión imaginativa más fundamental que la relativa a mentan la pornografía femenina de la misma manera
la conciencia de la sexualidad misma. Aquí el plano (380).
sexual o de los géneros le presta una poderosa anti-
catexia o aborrecimiento al plano social, y posibilita Pero este análisis de subjetividades intercolectivas y
un desarrollo de la reacción masiva y de un odio que posiciones del sujeto nos conduce virtualmente a la
puede ser movilizado más allá de objetivos particula- frontera de un nuevo campo, que no es ni antropo-
res de grupo y puede utilizarse para alianzas políticas logía ni sociología en sentido tradicional, pero que
de tipo diferente y más alarmante. ciertamente restaura en la cultura su significado in-
Y es que el aborrecimiento y la envidia son pre- terno y oculto, como el espacio en donde lo simbólico
cisamente las expresiones afectivas de las relaciones mueve a los grupos en una agónica relación con cada
de los grupos con otros, como se ha aducido más uno. Otro ensayo, “Representing Whiteness in the
arriba, en la medida en que el objeto de los estudios Black Imagination” de Bellhooks, ocupa esta área por
culturales puede ser definido como la expresión cultural derecho propio. Su relación del temor visceral por la
de las múltiples relaciones que los grupos tienen gente blanca en la imaginación negra tiene algo de
unos con otros (a veces en una escala global, y a veces la viveza de una verdadera obra de arte (aunque me
en una más particular), las semióticas de la repug- doy cuenta de que este no es necesariamente el mejor
nancia y la envidia de grupo debieran jugar un papel cumplido en el presente contexto).
más importante del que juegan habitualmente. A ese Sin embargo este nuevo campo no es ni tan accesi-
respecto, la muestra central es el notable artículo de ble ni de tan fácil ejecución, como involuntariamente
Laura Kipnis, cuyo título “(Male) Desire and (Female) pude haber sugerido. Hay barreras que no pueden
Disgust: Reading Hustler” (Deseo [masculino] y re- ser automáticamente superadas, incluso por la me-
pugnancia [femenina]: leyendo a Hustler”, no aclara nos autoindulgente introspección o la exploración
suficientemente que una de sus tesis centrales tiene biográfica más controlada. Para ver lo que son esas
que ver con el modo en que –de acuerdo con el espíritu barreras, necesitamos regresar otra vez al marxismo
de la distinción de Bourdieu– la conciencia de clase (ciertamente, la sección precedente constituye una
toma prestada las trampas de la repugnancia física: descripción de las formas que ha tomado la totaliza-
107
Conflictos interdisciplinarios en la investigación sobre cultura
ción en los estudios culturales). Pero lo que no se ha Esta es, creo, una visión burguesa (o premarxista)
aclarado todavía es el papel desempeñado por la clase de la cuestión, pero una que expresa la convicción en
social en los actualmente constituidos estudios cul- una verdad real, que no es otra que el principio de
turales, lo que tampoco ha de parecer algo obvio, aun- Heisenberg en la situación del intelectual como obser-
que haya sido indicado al pasar. vador, el sentido de que es precisamente esa situación
–en sí misma una realidad social y un hecho social– lo
que interviene entre el objeto de conocimiento y el
Intelectuales a la deriva acto de conocer. Semejante sociología está de cualquier
modo constituida por una pasión de ver a través de las
La clase toma aquí, esencialmente, dos formas, además ideologías y las coartadas que acompañan a las luchas
de la participación cambiante y aleatoria del factor de de clases y grupos en lo social y que las enmarañan
clase en las muchas constelaciones en cuestión (como inclusive en los niveles más altos de la complejidad
cuando la clase reaparece en el análisis de Kipnis cultural. Si ahora nos hacemos conscientes de esa
sobre un objeto cultural pornográfico, que es ideali- lucidez y de que los mecanismos reales de la relación
zado de acuerdo a una alegoría de género). La primera social demandan el precio de una simple mentira
forma en la que la clase reaparece aquí, cargada con blanca, un estratégico punto ciego en el área de lo
una ansiedad que es omnipresente en estas páginas, intelectual, la ocupación de todo lo que es social
es a través de la insignificante puerta trasera del papel acerca del punto de vista de nuestro propio obser-
del intelectual como tal. Simon Frith la designa con vador, la renuncia al compromiso social, el intento de
alguna franqueza nada caritativa cuando dice que rendir el conocimiento social a la acción en el mundo,
“desde mi perspectiva sociológica, la música popular en verdad el auténtico pesimismo acerca de la posi-
es una solución, una resistencia ritualizada, no para bilidad de esa acción en el mundo en primer lugar,
o ante los problemas de ser joven o pobre o proletario, parecerá un acto de expiación de este particular (y
sino de ser intelectual” (179). Tampoco es ociosa la estructural) pecado original. Porque el intelectual
referencia profe- está necesaria y constitutivamente a la distancia, no
sional a una perspec- simplemente de su propio origen de clase, sino tam-
tiva sociológica, por- bién de cualquier afiliación clasista deliberada. Y algo
que transmite una aún más relevante en este contexto, es que la afilia-
concepción muy di- ción intelectual también está necesariamente a la
ferente de la relación distancia de los grupos sociales, y que la seguridad
del intelectual con ontológica de los militantes de los nuevos movimien-
la sociedad, de la que tos sociales es engañosa. Quien pudiera experimentar
pudieran concebir eso siendo mujer, negro o etnia y al mismo tiempo
los estudios cultu- intelectual, se contaría como miembro de aquellas
rales (cuando en gentes sin poder enfrentar los dilemas del intelectual
verdad es que se quie- clásico con su hegeliana conciencia infeliz. Pero ahora
re conceptualizar sabemos que esto es imposible, particularmente desde
esta cuestión tan que la cuestión del intelectual ha sido reescrita en el
embarazosa), es de- nuevo paradigma como el problema de la represen-
cir, aquello que me tación, acerca del cual hay cierto acuerdo en que no es
he sentido tentado a posible ni deseable. En el paradigma anterior, sin em-
llamar el sentido bargo, el intelectual era más lúcidamente concebido
trágico de la vida de como lo que Sartre llamó un traidor objetivo, un crimen
los grandes sociólogos, desde Weber y Veblen hasta impersonal y no intencional para el que no puede
Bourdieu –ese desentendimiento glacial de los fenó- hallarse solución, salvo en la expiación o en la mala fe.
menos sociales como si fuese la verdadera condición Donde Sartre estuvo siempre más cerca del marxismo
de un conocimiento del sociólogo que no fuera abusivo fue en esta convicción de que cuando no se puede
y que excluyera cualquier participación activa en lo resolver una contradicción, lo mejor y más auténtico
social– que supera ciertamente cualquier compro- es sostenerla en una dolorosa autoconciencia; o por lo
miso político en el sentido usual –so pena de perder menos, si ello es preferible, como algo más que siem-
intuiciones genuinas y un verdadero poder de des- pre está, reprimirla y trabajarla artificialmente como
mitificación, que es el precio por una separación epis- esta o esa forma de buena conciencia. Esto no es
temológica de lo humano. inconsistente con una posición utópica, en la que, con
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Frederic Jameson
Stuart Hall, es posible tratar de actuar como si el de los subordinados. Muchos de los que viven en esas
grupo del que se es intelectual orgánico realmente formaciones subordinadas encuentran poca pertinencia
existiera; o, evocando esa otra observación de Gramsci entre las condiciones de su vida cotidiana y las formas de
de que “todo mundo es un intelectual”, es posible que la academia para explicar el mundo. Nada más ajeno a
suframos la culpa clasista y sangrienta de la situación nuestros intereses que permitir que esa brecha crezca y
contemporánea del intelectual, en la esperanza de al- se amplíe, particularmente cuando consideramos que
guna futura abolición de las clases y, con ella, de todo muchos de los movimientos recientes más efectivos
lo que ahora conflictúa a los grupos pequeños por el hacia el cambio social han implicado alianzas entre uni-
momento golpeados por el campo de fuerza de la lucha versidades y miembros de las formaciones sociales
de clases. oprimidas o subordinadas (164).
A la luz de este
dilema, la invención Aquí y por todas partes una cuantas almas robustas
ad hoc de Foucault se atreven a expresar la opinión de que los académi-
de la categoría nom- cos también son pueblo, pero ninguna parece par-
brada por él el inte- ticularmente entusiasta acerca de la perspectiva de
lectual específico emprender una etnología de su cultura, temiendo tal
parece trivial, mien- vez legítimamente las ansiedades y los horrores de
tras que más allá, tal autoconocimiento, que Pierre Bourdieu ha perse-
la vieja solución guido incesantemente en Francia (pero después de
maoísta parece ser todo hay una manera en la que el populismo y el
en sí misma una antiintelectualismo son específicamente –y uno qui-
trágica imposibi- siera decir excepcionalmente– un asunto norteame-
lidad, en la que por ricano). El reproche fundamental al trabajo de Fiske
el regreso del inte- radica en otro lado, y parece dirigirse precisamente
lectual a la fábrica a la ambigüedad de la cultura o a la superestructura
o al campo de cul- de la que previene Stuart Hall, con su tendencia, como
tivo se promete un objeto, a desplazarse fuera de lo social, para rea-
cierta reinmersión firmar su semiautonomía, “para particularizar un re-
en el grupo que lo purificará de aquel particular pe- traso necesario... algo descentrado acerca del medio
cado original que es el crimen de ser intelectual. Pero de la cultura... que siempre escapa y evade el inten-
esto es también el denominado populismo, que se to de ligarse, directa e inmediatamente, con otras
mantiene vivo, por lo menos en estas páginas. El estructuras” (284). El trabajo de Fiske de veras cons-
síntoma negativo del populismo es muy precisamente truye sobre esta brecha, afirmando la presencia de
el odio y el aborrecimiento de los intelectuales como la operación económica y la explotación social, al
tales (o, por ahora, de la academia que parece haberse mismo tiempo que entiende la cultura como un con-
convertido en su sinónimo).8 Consiste en un proceso junto de “recursos para pelear contra aquellas coac-
simbólico contradictorio no diferente del antisemitis- ciones” (157). El temor no es sólo que, como con la
mo judío, porque el populismo es en sí mismo jus- supuestamente infame visión de Marx de la religión, 9
tamente una ideología de intelectuales (el pueblo no es esa lucha pueda ser solamente imaginaria. Y más aún
populista), y representa un esfuerzo desesperado de hay aquí la sospecha de que sea el intelectual mismo
su parte por reprimir su condición y por denegar y el que pueda estar empleando la celebración de la
negar los hechos de su vida. En el área de los estudios cultura de masas como un ritual para conjurar esa
culturales, es por supuesto el nombre de John Fiske, distancia estructural particular y para participar,
que es primariamente asociado con cierta postura como Edward Curtis, en las danzas y la solidaridad de
populista en torno a la cultura: la tribu étnica misma. (Llamativamente, uno de los
muy interesantes estudios textuales de esta colección,
La política nunca ha estado tan abajo de la superficie en el artículo de William Warner sobre Rambo, afirma la
mi intento de pensar críticamente sobre las relaciones operatividad del dolor en este texto de la cultura de
entre los habitus dominantes y subordinados en la teoría masas, como una manera en la que el público nor-
cultural. Espero que ahora podamos reducir la brecha e teamericano alivia su culpa de perder una guerra a
incrementar el tránsito entre ellos porque creo que así través de las imágenes del sufrimiento físico de su
podemos ayudar al cambio de la relación entre la acade- héroe. En general, un poco más de atención a las
mia y otras formaciones sociales, en particular aquellas emociones negativas en la cultura popular, tanto
109
Conflictos interdisciplinarios en la investigación sobre cultura
como a su análisis, pudiera ampliar la credibilidad bung hegeliana que preserva y cancela a un mismo
de este volumen). tiempo) al reconocimiento de los medios y a su nueva
Pero es Michele Wallace quien plantea estos asun- reunificación por la imagen. Pero ésta no es tampoco
tos más agudamente en su exploración de las ironías una solución libre de problemas, porque el nuevo fan
de la representación en la micropolítica de los estu- es algo parecido a un fan de los fans, y tanto Constance
dios culturales: después de repudiar las exigencias de Penley, en su descripción del culto a Viaje a las Es-
otros para la representación del feminismo negro, y trellas, como Janice Radway (en su clásico libro sobre
después de describir las tensiones internas entre la la novela romántica), son cuidadosas al documentar la
subversión y la institucionalización (o el estrellato distancia que tiene que remontarse entre los verda-
comercial, como en los actores de El Color Púrpura), deros fans y sus etnógrafos académicos. Simon Frith
ella continúa problematizando la cosa en sí misma, de va, incluso, más allá: “si, como se sugiere de distintas
acuerdo con la famosa pregunta de Gayatri Spivak: formas en este libro, los fans son intelectuales ‘po-
¿pueden hablar los subalternos? pulares’ (u orgánicos), entonces ellos pueden muy
bien tener las mismas ansiedades por el hecho de ser
Lo que estoy cuestionando es la idea de que el feminis- fans (y consolarse con los mismos mitos) como el
mo negro (o cualquier otro programa) debiera asumir, resto de nosotros” (182). Esto subraya un peculiar
acríticamente, su posibilidad de hablar por las mujeres giro derrideano en la transformación del pueblo en
negras, la mayoría de las cuales son pobres y “silencia- fans, porque mientras que el primero era una sustan-
das” por una inadecuada educación, atención de salud y cia primaria, acérrima en su esencia, que ejercía un
vivienda y por un escaso acceso a lo público. Y no porque poderoso efecto gravitacional en los intelectuales in-
yo piense que el feminismo no debería tener nada que ver sustanciales que se agitaban alrededor de él, los se-
con una representación de la mujer negra que no puede gundos abren, como nueva versión, una sala de espe-
hablar por sí misma, sino porque el problema del silen- jos en la que el propio pueblo anhela ser pueblo y ser
cio y los defectos inherentes a cualquier representación popular, siente su propia debilidad ontológica y añora
del silenciado, necesitan ser reconocidos como una pro- su imposible estabilidad, y narcicistamente intenta,
blemática central en todo proceso de oposición del femi- con una serie de rituales, recuperar un ser que nunca
nismo negro (663). existió propiamente. Ello nos conduciría, de seguro, a
una visión más psicoanalítica de los grupos y del con-
Esta modestia, junto con el llamado directo de Cornel flicto étnico (como quizás a través de las líneas de Sla-
West a los participantes a reconocerse y asumirse a sí voj Zizek), aunque también ello enfriaría considerable-
mismos como intelectuales norteamericanos (y para mente el entusiasmo de los intelectuales populistas
afrontar el peso de la historia cultural norteamerica- por una condición colectiva no mejor que la suya propia.
na que, junto con los estudios norteamericanos, extra- Todo esto supone que el pueblo en cuestión refie-
ñamente está ausente aquí), pudiera ofrecer el modo ra todavía a esa población que ve televisión y bebe
más satisfactorio de trabajar y resolver el dilema del cerveza de empleados (o desempleados) de clase media
intelectual de la cultura. o baja que, blancos o negros, hombres o mujeres,
Este, sin embargo, no es el único dilema, y segu- generalmente idealizados como la más grande y
ramente el más innovativo tratamiento del intelec- fundamental realidad social étnica. ¿Pero y qué si
tual en este congreso radica en el nuevo modelo del fuera de otra manera? En verdad, Meaghan Morris
intelectual como fan: “como saben, algo del trabajo observa ominosamente que “este proceso no se extien-
más excitante realizado desde los estudios cultura- de hasta abarcar esa figura que de hecho persiste...
les es etnográfico, y ubica al estudioso en algunos as- como un ‘otro’ irredento: el burócrata” (465). Andrew
pectos como un ‘fan’” (Ross, 553). Esta es, al menos, Ross, mientras tanto, parece darse cuenta en varios
una imagen y un papel algo más atractivos que los del momentos de su contribución que lo que es más am-
grupista (groupie) de la cosecha sesentera, e implica la biguo para el público de los estudios culturales,
transformación de la identidad étnica o grupal (hacia acerca de su propio objeto de estudio (“la tecnocultura
los que el groupie se sentía atraído como la palomilla de la nueva era”), es que la gente de la nueva era (new
ante la bombilla de luz) en prácticas y desempeños que age people) ya no puede ser popular en el sentido
se pudieran apreciar como un espectador no partici- populista del término, sino más esperanzadamente
pante. Esto refleja, de seguro, las transformaciones de cultura media (ciertamente, la originalidad y la
propiamente posmodernas de la etnicidad en una neo- importancia del trabajo en curso de Janice Radway
etnicidad, del mismo modo que el aislamiento y la sobre el Club del Libro del Mes, radica en su promesa
opresión de grupos acceden (en una auténtica Aufhe- de mostrar la verdadera construcción de la cultura
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Frederic Jameson
media como tal, y la función social y política de esa al primer capítulo de la Fenomenología de Hegel). In-
construcción como una suerte de represión o des- cluso el trabajo médico y penal de Foucault pudiera
plazamiento de lo popular). Finalmente, en uno de los ser leído como un recuento de la construcción del
momentos más escalofriantes y cómicos del congre- cuerpo que rechaza la inmediatez prematura. En
so, Ian Hunter describe justo este primer contacto cualquier caso, el estructuralismo y el psicoanálisis
definitivo con el Otro burocrático: trabajan enérgicamente en la desmitificación de las
ilusiones de la intimidad corpórea más fuertemente
El problema con la crítica estética –y con los estudios cul- sugerida por el deseo. El tema de la tortura no refuta
turales en la medida en que todavía están atrapados en esto y más bien lo confirma haciendo la etérea ex-
la estela de aquélla– es que ella presume comprehender periencia corpórea individual la más aislada de todas
y juzgar estas otras regiones culturales desde un mero y la más difícil de abordar. Pero la fascinación actual
punto de vista metropolitano, típicamente el de la facul- por la pornografía, la tortura y la violencia es el signo
tad universitaria de artes. Pero viajar a través de estas de la pérdida de esa inmediatez y de la aspiración por
otras regiones –las oficinas legales, las instituciones de el imposible concreto físico, más que la prueba por el
los medios, los buroes de gobierno, las corporaciones, las Zeitgeist de que el cuerpo está muy cerca y a la mano.
agencias de publicidad, etcétera– es hacer un llano des- De hecho, lo que está alrededor de nosotros son más
cubrimiento: ellas ya están repletas de sus propios inte- bien imágenes y estereotipos de información sobre el
lectuales, que simplemente miran y dicen ‘bueno, ¿qué es cuerpo, que son en sí mismos la fuente más poderosa
exactamente lo que tú puedes hacer por nosotros?’ (372). de interferencia cuando se busca una aproximación
fenomenológica al cuerpo mismo. Esto último es, por
lo tanto, un tema que siempre ha sido históricamen-
El populismo como doxa te problematizado, y nunca asumido como un código
interpretativo por derecho propio, por lo menos no
Uno no puede, sin embargo, dejar la materia del po- por nosotros, aquí y ahora.
pulismo sin una queja final y más general, que incumbe Y en cuanto al poder, acerca del cual se sugiere fre-
a unos cuantos rituales teóricos y verbales de esta cuentemente en estas páginas que es de lo que tratan
ideología. El trabajo de Raymond Williams, Keywords los estudios culturales (que “comparten el compro-
(palabras clave),es aquí una crucial referencia inte- miso de examinar las prácticas culturales desde el
gral, puede hacer deseable pensar en un material punto de vista de su intrincación con, o dentro de, las
acompañante que se llamara Palabras-secreteadas relaciones de poder” [Bennett, 23]) es aún un slogan
(buzzwords) (y que uno se imagina como una especie más peligroso e intoxicante para los intelectuales,
de gemelo del Diccionario de Ideas Recibidas y sottisier que a través de él se sienten más cerca de su realidad
de lugares comunes de Flaubert). A falta de eso se de lo que verdaderamente lo están. El elemento que
pudiera proponer como una especie de profilaxis fi- destaco es que esas interpretaciones en términos de
losófica que, por algo así como diez años, dejásemos de poder deben servir como desmitificaciones puntua-
emplear dos palabras: poder y cuerpo. Nada es más les, o desidealizaciones, o implicar por tanto un cierto
desmembrante que tantas referencias sobre el cuer- shock, una penosa refutación para nuestros propios
po, excepto cuando, como en el artículo de Laura hábitos en principio. Y ciertamente el reino de la cul-
Kipnis sobre el Hustler ya referido, o en el de Douglas tura es un espacio privilegiado para tales efectos de
Crimp, se generan algunos efectos realmente viscera- choque, porque dado el carácter anfibio de las super-
les. Rara vez se accede al materialismo con la letanía estructuras (y de esa tendencia a verse desplazadas de
corpórea, que parece ser como una sopa arrojada a la su contexto, como indica Stuart Hall), la revelación en
(supuestamente) cultura materialista de las masas este o ese punto histórico, de que la cultura es so-
bajo la vigilante mirada de Bourdieu. El materialismo cialmente funcional, de que ella está esclavizada al
del cuerpo es el materialismo mecánico del siglo die- servicio de las instituciones, y de que es el venero de
ciocho y está delineado según el modelo médico (del lo estético y del tiempo libre, y el reconstituyente in-
que deriva el papel de Foucault en estas conductas cluso de lo utópico, es falsa y engañosa –esta especie
obsesivas), y no debiera ser confundido con un ma- de recordatorio oportuno sólo puede ser saludable,
terialismo histórico que se orienta a la praxis y al modo particularmente para los intelectuales culturales. Pero
de producción. si todo es poder, entonces no necesitaríamos ese
Pero de un modo más general, debiéramos sospe- recordatorio, ni podríamos retener de él su fuerza des-
char mucho de la referencia al cuerpo como una mitificadora (que tiene también el beneficio de poner-
atracción a la inmediatez (la advertencia se remonta nos en cuestión como intelectuales en un proceso). En
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Pacífico, era para plantear una manera de hablar acerca creció en California, aunque estimo que debió radicar en
de las relaciones entre Norte, Centro y Sudamérica –otra el Este por mucho tiempo. La reformulación “atlanticista”
forma de permanecer en la masa de tierra americana, y de Paul acerca de la herencia africana, la cultura africa-
no de cruzar el océano–. No estoy armando un alegato en na y los afroamericanos me replantea muchos asuntos.
favor de la inclusividad; es sólo que ciertas estructuras Pero es una declaración californiana la que quiero hacer.
globalizadoras tienen potencial, acaso “sólo” a nivel Se relaciona con ver el mundo en su vinculación con
económico, para afectar las vidas de la gente en el futu- América Latina, América Central y México, los cuales
ro y no están “centradas” de las mismas viejas maneras viven en un territorio conquistado, desde la cual parece
bipolares (EU/URSS o EU/GB) que las críticas tradi- que Quebec es más parte de California que de ese otro
cionales eurocentristas a veces asumen eurocéntrica- mundo del que se ha hablado aquí. Esta es la perspec-
mente. Ignorar esto me parece un error político (476). tiva del Pacífico. Pienso en la intervención de Bernice
Johnson Reagon sobre la coalición política que tuvo lugar
Hay mucho que decir acerca de este momento, de al- en el festival musical de mujeres de la Costa Oeste, y veo
guna manera uno de los clímax de todo el congreso. que es un texto absolutamente canónico del feminismo
Uno pudiera observar que el eurocentrismo ya no estadounidense en su construcción de la categoría “mu-
parece ser la misma palabra, porque seguro es ya jeres de color”, aunque también en su política cultural fe-
un parroquianismo norteamericano: incluso si con- minista y en su visión de una nueva política cultural
formadas por las perspectivas canónicas europeas (y mundial. Ninguna de estas entidades es aprehendida con
muy imbuidas con el regreso de la reprimida y esca- la tendencia a construir el mundo como blanco o negro,
samente inconsciente anglofilia –después de la fran- o americano y británico, con un poco de Australia o de
cofilia del momento precedente en la teoría de alto Canadá en medio. Semejante trazado global particular
nivel–), ellas son ahora las perspectivas de la visión deja fuera cuestiones verdaderamente cruciales (703).
del mundo de la OTAN norteamericanizada en la que
la vieja Europa ya no es tan significativa para noso- Todo lo dicho parece confirmar el punto de vista de
tros como Birmingham ya no lo es tampoco para los Clifford sobre los estudios culturales como un mode-
nuevos estudios culturales norteamericanos. Europa lo basado en el viaje y el turismo: pero esto sería
y Gran Bretaña son seguramente asuntos vivos para descartar tensiones más profundas e interesantes,
los australianos e incluso para los canadienses aquí, como por ejemplo, las expresadas en la aguda discu-
más que para los norteamericanos. Y tal vez este es un sión entre Morris y Paul Gilroy, cuya notable propues-
murmullo y una implicación más profundos del re- ta de reconocer y reconstruir una cultura atlántica
proche de Meaghan Morris, de propiamente negra parece a
que no estamos suficientemente primera vista presentar algunas
preocupados acerca del vínculo analogías simétricas con la vi-
europeo y edípico y de que somos sión de la Cuenca del Pacífico.
demasiado complacientes con Pero Gilroy tiene una agenda
él. Pero en el mismo sentido, la algo diferente: “la especificidad
nueva cultura de la Cuenca del del Atlántico negro puede de-
Pacífico que ella destaca pudiera finirse a cierto nivel a través del
ser una nueva clase de liberación deseo de trascender tanto las
para Australia y para los in- estructuras del Estado-nación
tentos norteamericanos de como las coacciones de la
compartirla con los japoneses. etnicidad y la particularidad
Y ella no considera a Latinoa- nacional” (194-5; hemos visto
mérica, un elemento que reme- ya que Gilroy repudia explí-
dia Donna Haraway, cuya des- citamente la política de iden-
cripción de una análoga cultura tidad y el separatismo cultural).
del Pacífico es conveniente yux- Pero Gilroy puede (y debe)
taponer en este punto: resistir la inercia divisionista de la celebración del ex-
cepcionalismo cultural británico o estadounidense
Yo crecí en un pueblo en Colorado donde pensaba que el (aunque cuando éste se plantee en términos de un
Océano Atlántico comenzaba en algún punto de Kansas excepcionalismo de la cultura negro-británica o afroa-
y que todo lo que ocurriera al Este de la ciudad homónima mericana): el gran archipiélago flotante y descen-
tenía que ver con la Costa Este. Sé también que Cornel tralizado del Caribe está ahí para autorizar esa re-
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sistencia. Quizás, sin embargo, los australianos y bra representación pudiera ser sustituida aun más
canadienses no pueden tan fácilmente deshacerse sugerentemente por la simple noción de pensar esas
del problema determinante y la categoría de nación, relaciones. Es pues curioso que Morris quiera re-
como piensa Jody Berland: chazar insistentemente el modelo ofrecido por David
Harvey en su espléndida Condition of Posmodernity,
La razón por la que rechacé la idea de identidad en tér- que no necesita ser la palabra final sobre nada, de
minos de una tradición histórica en la lucha sobre las seguro, aunque propone una manera de trazar el
comunicaciones fue que, en Canadá, es tan imposible nuevo sistema global con la que se puede comenzar
como obligatorio hablar acerca del problema de la (en verdad, ella misma dice que sus modelos alterna-
identidad. Es un completo nudo doble: uno tiene que tivos “usan argumentos económicos similares a los de
hablar acerca de ella constantemente porque es un pro- Harvey” [474]); sin embargo, ¿no es tal vez el marxis-
blema, pero no puedes hablar de ella porque tan pronto mo demasiado, como también lo es el eurocentrismo?
como empiezas a hacerlo, quedas en peligro de imponer (Ciertamente, en un momento notable ella parece
una definición singular sobre algo que en modo alguno atribuirle el cuasi-feudal grito de batalla “¡por Inglaterra
es singular (52). y el marxismo!” a Terry Eagleton, algo que los cama-
radas irlandeses no necesitan escuchar). Empero, la
La incomodidad parece tener que ver, en parte, con suya es con mucho la más rica y estimulante discu-
las palabras nación y nacional, que evidentemente sión tanto de la autorrepresentación nacional cul-
sirven como vehículo para el bagaje del Estado-nación tural como de las urgentes dimensiones internacio-
más viejo y autónomo y suscitan la aprehensión de nales aún faltantes en los estudios culturales. Y es
que uno todavía está hablando acerca de cultura na- embarazoso que ninguno de los norteamericanos
cional, de topoi nacional (como la llama Morris en su haya efectuado alguno de estos pensamientos (que
interesante esbozo de la versión australiana de ésta), Clifford, de seguro, secunda en un modo más reflexivo
de alegorías nacionales, en una suerte de forma cul- y contemplativo).
tural-nacionalista o separatista, porque esa alergia
estructural de los estudios culturales a todo lo no
mezclado que mencionaba más arriba, es claramente Utopía y conclusiones
decisiva, y juega un papel más importante en la reac-
ción de Gilroy que en las observaciones de Morris. Pero Es tiempo de resumir las lecciones de este libro (las
debiera añadirse que la autonomía es la gran cuestión lecciones que he aprendido de este libro): acaso lo
política de la era posmoderna: el comunismo mismo mejor hecho en la forma de tareas futuras, de una
se fundó en la imposibilidad de la autarquía (incluso agenda, aunque no necesariamente una agenda para
del socialismo en algunos cuantos países) en la era los estudios culturales en el sentido estrechamente
multinacional. Debiéramos, así, ver el nacionalismo institucionalizado y acaso disciplinario que hemos
no como el vicio o el síntoma tóxico de la era de la inme- visto surgir de esta colección. Esa agenda incluiría
diata segunda posguerra, sino más bien como una grupos, articulación y espacio; y también podría abrir-
especie de nostalgia por una autonomía social que se a un nuevo espacio (por ahora más bien vacío) sobre
nadie puede conseguir ahora. La nación debiera ser mercantilización y consumo. El fenómeno de la lucha
usada ahora como la palabra para un término dentro grupal –en Bellhooks y en Mercer, por ejemplo– nos
de un sistema, un término que implicara siempre re- recuerda que, no menos que para las clases, los dis-
lacionalidad (en tipos más que binarios). En realidad, cursos culturales, cuando están debidamente decodi-
es necesario un nuevo discurso relacional sobre estas ficados, pueden siempre y supuestamente constituir
materias globales y espaciales que se hacen sentir a sí muchos mensajes en el proceso simbólico y sopor-
mismas a través de tan incómodos debates. 10 El nuevo tar muchos distintos movimientos estratégicos y
requerimiento no es –como al respecto de las múlti- tácticos en lo que es una enorme agonía. Por ello es
ples posiciones subjetivas y de los problemas es- claro que la hermenéutica apropiada para la clase
tructurales internos de la identidad cultural– una social también demanda su aplicación aquí, en una
materia de articulación, sino que es uno de superpo- situación en la que los objetos culturales estables, o
sición de dimensiones inconmensurables. Morris nos los trabajos o los textos, necesitan reescribirse como
pide así correctamente “pensar a los estudios cultura- movimientos dialógicamente antagonísticos en la
les como una disciplina capaz de pensar las relaciones lucha entre grupos (que muy específicamente incluye
entre marcos de acción y experiencia locales, regiona- la adquisición de la conciencia del grupo como uno de
les, nacionales e internacionales” (470). Pero la pala- sus objetivos), movimientos que tienden a expresarse
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