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KEMP
EL ANTIGUO EGIPTO
Anatomía de una civilización
Traducción castellana de
MÓNICA TUSELL
CRÍTICA
ORIJALBO MONDADORI
BARCELONA
LAS BASES INTELECTUALES DEL INICIO DEL ESTADO 69
FIGURA 18. El estilo regio de la arquitectura en el período Dinástico Antiguo. (A) Sector su-
reste de Shunet el-Zebib en Abydos (¡amina 2, p. 70; reinado de Khasekhemui, finales de la di-
nastía U, c. 2640 a.C.). La situación de los montículos territoriales de piedra es hipotética. To-
mado de E. R. Ayrton, C. T. Currelly y A. E. P. Weigall, Abydos, vol. III, Londres, 1904, lámina
VI. Adviértase el estilo a base de entrantes, «fachada de palacio» simplificado, de la maniposte-
ría de las superficies externas. Para ver el tramo de la muralla de un palacio auténtico (por opo-
sición a UDO funerario), remítase a la figura 11, p. 52, de Hieracómpolis y también a la figura 10,
p. SO. (B) Reconstrucción de la parte de la fachada de una tumba de un cortesano de la dinas-
tía I, donde se recrea en miniatura la arquitectura de «fachada de palacio» de los edificios gu-
bernamentales. (C) La reconstrucción de los trabajados diseños —en su mayoría, pintados— de
la parte superior está basada en las reproducciones más tardías sobre los sarcófagos y en los lu-
gares de ofrendas de las capillas funerarias. Esta muestra procede de la tumba de Tepemanj, en
Abusir, dinastía V, tomada de J. Capart, L'Art égyptien 1: L'architecture, Bruselas y París, 1922,
lámina 46, a su vez sacada de L. Borcbardt, Das Grabdenkmal des K&nigs Ne-user-re, Leipzig,
1907, lámina 24. (D) Otro ejemplo, procedente de un sarcófago esculpido de la tumba de Fefi,
dinastía IV, de Gizeh. Tomado de S. Hassan, Excavations at Glza (1929-1930), Oxford, 1932,
lámina LXV.
LAS BASES INTELECTUALES DEL INICIO DEL ESTADO 75
FIGURA 19. Arquitectura política. (A) Reconstrucción del sector meridional de la Pirámide Es-
calonada del faraón Dyoser (Zoser) en Saqqara. plaza eterna de la exhibición rea! y escenario
de la fiesta Sed (cf. lámina 3, p. 79). tomada de J.-Ph. Lauer. La pyramide á degrés, El Cairo,
1936, lámina 4. (B) Escena del faraón Dyoser mientras procede a visitar el santuario temporal
de Horus de Behdet. La columna de jeroglíficos enfrente del monarca dice: «Un alto [en] el san-
tuario de Horus de Behdet». El último signo es, en realidad, el dibujo de un santuario temporal,
como los construidos en piedra alrededor del patio para la fiesta Sed en la Pirámide Escalona-
da. Estela norte, cámara subterránea de la Pirámide Escalonada de Saqqara, a partir de C. M.
Firth y J. E. Quíbell, The Síep Pyramid, vol. H, E! Cairo, 1935, lámina 17, y A. H. Gardiner.
«Horus the Behdetite». Journal of Egyptian Archaeology, 30 (1944), lámina 111.4. (C) Platafor-
ma de piedra con dos gradas hallada en el extremo meridional del patio para la fiesta Sed en la
Pirámide Escalonada (cf. lámina 3. p. 79), tomado de Lauer, op. di. foto LVi.J yp. 345, fíg. 146.
(D) Antigua representación de la plataforma para el doble sitial y el dosel como se usaba en la
fiesta Sed, basada en un dintel esculpido del faraón Sesostris 111 (dinastía XH), según la repro-
ducción de K. Lange y M. Hirmer, Egypt: Architecltire, Sculpture, Painting in Thrte Thtmsand
Years. Londres. 1961'. pp. 102-104.
LAS BASES INTELECTUALES DEL INICIO DEL ESTADO 77
templo funerario
con lugar de ofrendas
FIGURA 21- La apoteosis de la monarquía. La pirámide de Medum (remado del faraón Huní, fi-
nales de la dinastía III, c. 2575 a.C.), fue la primera de una nueva generación de tumbas en las
pirámides que expresaban un concepto diametraimente distinto de la naturaleza de la monar-
quía. En vez de un sepulcro donde se celebraba al faraón como reivindicado! supremo del te-
rritorio y que perpetuaba su fasto terrenal (figura 19, p. 74), el nuevo estilo de las pirámides pro-
clamaba su fusión con el símbolo místico del Sol. El minúsculo lugar de ofrendas era la principal
referencia a su vertiente humana. Los complejos de las pirámides más tardíos atenuaron el tre-
mendo contraste entre la escala de aquéllas y la de los templos.
armazones con pies (A31) o unos salientes que representan asideros para po-
derlos transportar. No obstante, dos de ellos (A29a y b), están apoyados en
unos pedestales cuyos lados están decorados con entrantes y salientes, así
que es probable que fueran de construcción sólida, a base de ladrillos de ado-
be.48 Otros dos (P243 y A31) contienen una figura humana que, en el caso del
segundo, tiene un rostro muy semejante al de aquellas que aparecían en la
parte superior de la paleta de Narmer. Lleva un rótulo con la palabra Repit
escrita en jeroglífico. Es imposible deducir ahora si se trata del nombre de
una diosa, o de un término empleado para hacer referencia a un tipo de ima-
gen o a la esencia de una divinidad, pues, como ocurre con tanta frecuencia,
no nos podemos fiar de que las referencias más tardías no conlleven una rein-
terpretación considerable.4' Las veces en que se ha escrito en jeroglífico esta
palabra se ha utilizado un signo que representa el mismo pequeño santuario
portátil, lo que implica que el hecho de ser transportable formaba parte de
su esencia.
Tradiciones que, en el fondo, son irracionales se mantienen por una inte-
racción entre un elemento oculto y otro visible. La cuidada puesta en escena
de las apariciones en público del monarca es un ejemplo. Lo vemos refleja-
do en la arquitectura y el ceremonial religioso del Imperio Nuevo y de las
épocas posteriores, en los que la naturaleza y el ritmo de la vida en el tem-
plo están mejor documentados. Para la faceta oculta de la divinidad hada fal-
ta un santuario, en el cual se albergaban las imágenes más sagradas, tan des-
vinculadas como se podía de cualquier contacto con la existencia humana
corriente. La revelación tenía lugar mediante una esmerada representación
teatral dirigida, que llevaba un símbolo tangible de la presencia divina a la
esfera pública, o semipública, a pesar de que todavía estuviera condicionada
por unas barreras físicas y psicológicas. En el Imperio Nuevo, la aparición en
público se hacía mediante unas barcas que se transportaban en angarillas y
que, en vez de una cabina, sostenían encima un pequeño santuario medio ce-
rrado (véanse la lámina 5, p. 237, y la figura 65, p. 236).50 La palabra que de-
signaba este santuario colocado sobre la barca era kariy, Resulta tranquiliza-
dor encontrar que la inscripción más antigua de esa palabra, que se halla en
los Textos de las Pirámides de finales del Imperio Antiguo, utiliza como de-
terminante jeroglífico un dibujo del santuario de campaña portátil como los
del Dinástico Antiguo; tranquilizador, porque ambos tienen la misma fun-
ción." En todos los lugares donde se guardaban las imágenes portátiles más
tardías, se les construyó una plataforma especial o un edificio entero. En el
Imperio Nuevo, a éstos también se les podía llamar «tienda del dios», aun-
que estuviera edificada en piedra. En su interior, el lugar donde en verdad se
depositaban las barcas procesionales con el santuario quedaba señalado por
un pedestal de piedra, con la forma aproximada de un cubo y la parte supe-
rior ornamentada.
Por consiguiente, podemos buscar algo que cumpla la misma función en
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bre un pedestal (véanse la figura 19, p, 74, y la lámina 3, p. 79). Algunas son
pequeñas y con ias fachadas lisas; sin embargo, los frontispicios de las más
grandes tienen esculpidos postes que sostienen el techo, de lo que se infiere
que, en verdad, representan tiendas abiertas por delante, Según esto, pode-
mos suponer que también las más pequeñas estaban pensadas para tener la
parte frontal abierta. Al menos en dos de los casos, una escalinata con pel-
daños estrechos asciende hasta el pedestal o la plataforma sobre la cual se le-
vanta la tienda.
Cuando estudiemos la arquitectura de la Pirámide Escalonada, no hemos
deí olvidar que estamos contemplando el fruto de una reconstrucción mo-
derna. Cuando la excavaron, se encontraron con que las importantísimas fa-
chadas de los edificios ubicados en el interior del complejo habían quedado
reducidas a las hiladas inferiores de los sillares. Es una suerte que el estudio
y parte de la reconstrucción de estos edificios hayan sido llevados a cabo por
un brillante arquitecto, Jean-Philippe Lauer, quien basó su trabajo en un mi-
nucioso estudio de los bloques sueltos aparecidos entre los escombros, así
como en los dibujos antiguos de los santuarios tradicionales. La honestidad
con que lo realizo ha hecho que todos los santuarios de este grupo en con-
creto sean muy parecidos. Pero, por los testimonios pictóricos de la antigüe-
dad, hemos de tener presente la posibilidad de que algunos o todos ellos lle-
vasen alguna marca que les distinguiese de los demás, pues probablemente
representan los santuarios provisionales para las fiestas, en los que se alber-
gaba las imágenes divinas procedentes de las ciudades de provincias.
El segundo tipo es una variante de mayor tamaño y que se levanta sobre
el mismo suelo en vez de encima de un pedestal. Existen dos ejemplos, las
llamadas Casas Norte y Sur. Nuevamente, reproducen un edificio abierto por
la parte frontal, en la que se ha esculpido una hilera exterior de delgados pi-
lares para sostener el techo. El aislamiento del interior lo proporcionaba una
cortina que colgaba entre los pilares y que sólo quedaba interrumpida por la
entrada (figura 34). Se concebía la cortina como si estuviera hecha con jun-
cos, idea que transmitieron al esculpir, de modo estilizado, los nudos que ata-
ban el extremo superior de los cabos sueltos. Este diseño general tenía una
gran fuerza, en especial con el uso de una pared protectora que unía los pi-
lares y la hilera de nudos estilizados, que, en calidad de cenefa jeker, llega-
ron a ser un motivo decorativo de uso generalizado.
Puede que tengamos cuatro ejemplos de la tercera versión de una cons-
trucción provisional de madera. Uno de ellos, el «templo T», en cuyo interior
hay habitaciones y corredores, tiene una importancia especial dado que es
uno de los pocos edificios «verdaderos» de la Pirámide Escalonada. EJ exte-
rior del templo T es una versión austera del estilo a base de madera y este-
ras (figura 35.1). Las cuatro paredes exteriores son iguales: superficies rec-
tangulares y lisas, coronadas por un ribete curvo, estrecho y horizontal,
encima del cual asoman las puntas sueltas del extremo superior de los juncos.
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expresados aquí mediante una simple cenefa. Las cuatro esquinas del edifi-
cio estaban protegidas por más haces de cañas atadas. Sin embargo, el inte-
rior no está en consonancia con la construcción hecha con dichos materiaíes.
La compleja planta interior recuerda a la de los palacios funerarios de Aby-
dos, construidos con adobe. Aunque se le añadieron piiastras, decoradas con-
forme al estilo de los haces de juncos, es la planta de un edificio hecho
con materiales sólidos, impresión que refuerzan fos techos, esculpidos a imi-
tación de troncos de madera colocados muy juntos. Es un tipo de cubierta
que, dado el peso que tendría, exige la presencia de unos muros macizos de
ladrillo o de piedra. Por una mera cuestión de estructura, es incompatible
con el ligero armazón de madera y Jas cortinas de estera.
El templo T, que reviste con la arquitectura de una tienda un edificio de
contornos más sólidos, definió el estilo de siglos venideros. En el exterior,
muestra la esencia del tipo ideal de los posteriores templos egipcios. Ello a
veces queda explícito en los relieves de los templos donde, en la ceremonia
de purificación de los mismos, se representaba ei edificio mediante un jero-
glífico que mostraba aquella sencilla forma original (figura 35.3). De todos
modos, únicamente fue el prototipo de la parte externa del templo. La aus-
tera construcción rectangular hecha de madera y esteras pasó a ser una fa-
chada, el envoltorio perfecto de un edificio cuyo interior reflejaba las necesi-
dades prácticas del momento.
De qué manera los arquitectos de otras épocas lograron la reconciliación
entre la forma y la función es, en realidad, la historia restante de la arquitec-
tura de los templos egipcios. Las plantas interiores se adecuaron a las nece-
sidades, que variaban de una época a otra y de un lugar a otro. En el capítu-
lo V, veremos que la moda de las barcas sagradas con naos y diversos
aspectos del culto funerario de los reyes, durante el Imperio Nuevo dieron
origen a unas plantas distintivas que todavía se mantenían inflexiblemente
dentro del antiguo tipo ideal. Por el momento, ilustraremos este punto con
algunos ejemplos que demuestran la perdurabilidad de las imágenes creadas
en la Pirámide Escalonada. El primero es el templo mortuorio casi intacto de
Amenirdis I, la esposa divina, en Madinet Habu, perteneciente a la dinastía
XXV (c. 715 a.C; figura 35.2). Fundamentalmente, el edificio consiste en dos
santuarios de campaña, uno colocado en el interior del otro. El santuario que
protege la entrada a la tumba de Amenirdis es una versión sencilla, con una
sola cámara, cuyo interior y exterior se aproximan a la forma original. A su
vez, se encuentra dentro de otro edificio más grande, el cual incluye un patio
porticado, uno de los elementos favoritos del diseño interior de los templos.
En lo que concierne al efecto de la parte exterior definitiva, el arquitecto
había vuelto al prototipo de santuario de campaña, aunque realzó la fachada
del edificio alzando el muro. También este era uno de los recursos predi-
lectos a pesar de que, a partir el Imperio Nuevo, los frontispicios de los edi-
ficios más grandes estaban normalmente divididos por la mitad para crear la
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