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Art # yj022

Una memoria de María


Por: Yishai Jusidman

Periódico: Reforma
by courtesy of http://www.latinartcritic.com
cortesía de http://www.latinartcritic.com

El pasado 27 de abril murió María Guerra, tras un intempestivo cáncer


pancreático. Apenas hace unos meses ella todavía se paseaba con su
acostumbrada energía por los centros culturales de Europa, detallando
la curaduría de Desalojo, una ambiciosa muestra de instalación
contemporánea a presentarse en San Ildefonso el próximo año. La
enfermedad no se apiadó de la ilusión de María por ver realizado este
proyecto. Su deceso, prematuro y trágico, afecta entrañablemente a
quienes fuimos sus amigos y tuvimos la oportunidad de trabajar con
ella.

Y es que en nuestro mundillo del arte las colaboraciones profesionales


y la amistad por lo general son concomitantes, como también lo son la
rivalidad profesional y la enemistad. Nadie mejor que María Guerra
para ilustrarlo; sus convicciones no-negociables y su desmesurada
sinceridad la llevaron a cultivar tanto la apreciación de quienes
entraban en su círculo como la hostilidad de quienes no. Con María no
había medias tintas- ella sabía que en el arte, a diferencia de la
política, no se gana por mayoría de votos.

María tenía el temperamento y la intuición del artista rebelde, y de


hecho lo fue en su momento, aunque poco hablaría de esto con
quienes la conocimos más tarde. Tras graduarse del Kansas City Art
Institute en 1982, regresó a México para sumarse al equipo de Helen
Escobedo en el MAM. Aquí desarrolló el performance multidisciplinario
formando el grupo Atentamente, La Dirección , al lado de Mario
Rangel, Carlos Somonte, Dominique Liquois, Vicente Rojo y Eloy
Tarcisio. Con ellos coreografió, a lo largo de tres años, una serie de
eventos que involucraban al público en proyecciones, música,
instalación y acciones directas de los artistas. Posteriormente, María se
unió al grupo Biota, reconocido en el underground performancero
neoyorkino.

Durante su estancia en Nueva York comenzó a trabajar en la Scott Alan


Gallery, una galería que intentaba tallar un modesto nicho para
pintores mexicanos en medio de la desbordante euforia ochentera.
Cuando la conocí por primera vez, por ahí de 1988, María ya no se
presentaba como artista sino como directora de una galería. Me
pregunto cuáles habrán sido sus razones para decidirse por promover
arte contemporáneo en lugar de producirlo. ¿Agotamiento?
¿Aburrimiento? No, esto no podía decirse de María; ella tenía más
cuerda que cualquiera. No tengo la información suficiente para
comentar su obra, pero su inalterable reticencia a divulgar
documentación de ésta me hace pensar que su retiro como artista
requirió una inusitada dosis de modestia.

En todo caso, la experiencia artística colocaría a María en una


situación especial como curadora, pues habiendo conocido en carne
propia lo que es hacer arte pudo apreciar la producción
contemporánea desde su práctica y no sólo desde sus discursos. De
aquí que a María le interesaban menos las justificaciones y más los
resultados, aunque nunca dejó de verse atraída por la teoría. Una beca
de investigación que recién había obtenido de la Jan Van Eyck
Akademie en Maastricth habría sido redimida tras su próxima
exposición.

Como directora de la Galería Arte Contemporáneo, en 1991-92, María


fue pionera en su apoyo al arte de vanguardia en México, y luchó para
darle lugar a la producción post-nacionalista tanto dentro como fuera
del país. Entre sus proyectos como curadora independiente destacaría
La ilusión perenne (con Guillermo Santamarina, Art Center College of
Design, 1991) Las nuevas majas (Casona II SHCP y Otis College of Art,
1993-94), Es mi vida, voy a cambiar al mundo (X-Teresa y ACME
Gallery, 1995) y México Ahora, punto de partida (itinerante en museos
de Estados Unidos, 1997-99)

María se empeñó en demostrar que nadie debía dudar del ojo de María
Guerra. No había nada que le diera mayor placer que el impulsar,
como ella pudiera, la trayectoria de los artistas jóvenes en cuya obra
ella veía futuro. Muchos artistas fuimos favorecidos en menor o mayor
medida por intervención de María. Incluso lo fueron los ahora más
exitosos en la arena internacional- Julio Galán, Gabriel Orozco, Francis
Alys. Con todo, María poco se benefició de las carreras que respaldó, y
se sostenía invariablemente al borde de la bancarrota.

Sin embargo, la volubilidad, tanto material como emocional, no era


algo que parecía preocuparle a María. Sus relaciones siempre
estuvieron marcadas por extendidos y exagerados altibajos. Cierto,
hizo fama por agredir a diestra y siniestra si sus impulsos así lo
dictaban, pero a la vez nunca vaciló en ofrecer gestos de lealtad
incondicional. María daba el contrapunto a las vanidades vacuas y
oportunistas de nuestro medio al encarnar -hasta en perjuicio propio-
esa furia primordial, ese conflicto irresoluble del cual el arte es
consecuencia. Y es que sólo hubo una cosa con la cual ella fue
constante hasta lo último: el arte como motivo y fin de toda su
dedicación. Así, María nunca dejó de hacerle honor a su nombre: La
Guerra, la que perdimos nosotros, y la que recordaremos en el silencio
que su ausencia nos hereda.

Fuente: http://www.arte-mexico.com/critica/yj22.htm

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