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Voces: CHEQUE ~ CHEQUE SIN FONDOS ~ DEFRAUDACION ~ DOLO ~ ESTAFA ~ EXTORSION ~

FACTORING ~ OPERACIONES DE DESCUENTO


Tribunal: Cámara Nacional de Casación Penal, sala IV(CNCasacionPenal)(SalaIV)
Fecha: 08/03/2010
Partes: Cuerda Stange, Cecilia Ana Elena y otros
Publicado en: Sup. Penal2010 (julio), 47 - DJ01/09/2010, 2411 - LA LEY2010-D, 453
Cita Online: AR/JUR/13395/2010

Sumarios:
1. Corresponde condenar, como coautores del delito de estafa cometido en forma reiterada, a los directivos de
una sociedad que utilizaron cheques emitidos en cuentas corrientes pertenecientes a empleados insolventes,
simulando que los mismos provenían de operaciones comerciales correspondientes al giro de la empresa, para
obtener dinero en efectivo de entidades financieras con las cuales habían celebrado contratos de “ factoring” ya
que, la cantidad y montos de los cartulares que presentaron deliberadamente para su descuento, a sabiendas de
la imposibilidad de cubrirlos, denota el conocimiento y voluntad de realizar la maniobra defraudatoria.

Jurisprudencia Relacionada(*)
Ver Tambien
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, sala IV, “ Biglia, Nora Graciela” , 25/08/2008, LA LEY
15/12/2008, 15/12/2008, 11 - LA LEY 2009-A, 55 - IMP 2009-3 (febrero), 205, AR/JUR/8148/2008.
(*) Información a la época del fallo

2. Incurre en el delito de extorsión quien obliga a un empleado a abrir cuentas corrientes bancarias a su nombre,
y entregarle cheques en blanco con su firma que luego eran completados para ser presentados a los fines de
efectuar operaciones de descuento, bajo apercibimiento de proceder a su despido pues, visto que la víctima se
encontraba a cargo de la manutención de su familia y su padre padecía una enfermedad terminal, la posibilidad
de perder su fuente de ingresos implica una intimidación de suficiente envergadura como para doblegar su
voluntad.

Texto Completo: Buenos Aires, marzo 8 de 2010.


Resulta:
I. Que el Tribunal Oral en lo Criminal Nro. 25 de la Capital Federal, en la causa Nro. 2086 de su registro,
por sentencia de fecha 13 de agosto de 2007 -cuyos fundamentos fueron dictados y dados a conocer el día 21 de
agosto del mismo año (confr. fs. 1933/1934vta., 1940/2019, respectivamente)-, resolvió, en cuanto aquí interesa
“ I) Condenar a Milton Elbio Abeijon Hugarte de las restantes condiciones obrantes; en el exordio por resultar
coautor penalmente responsable de los delitos de estafa, cometido en forma reiterada -125 hechos- los que
concurren materialmente entre sí- en concurso real con el delito de extorsión (hecho cometido en perjuicio de
María Laura Zorilla) a la pena de cinco años de prisión de efectivo cumplimiento, accesorias legales, costas
procesales e inhabilitación especial por el doble de tiempo de la condena para ejercer el comercio (art. 12, 29
inc. 3°, 45, 55, 20 bis inc. 3°, 172 y 168 del Código Penal)
II) Condenar a Héctor Antonio Gómez Rode de las restantes condiciones obrantes en el exordio por resultar
coautor penalmente responsable de los delitos de estafa, cometido en Arma reiterada -125 hechos- los que
concurren materialmente entre sí en concurso real con el delito de extorsión (hecho cometido en perjuicio de
María Laura Zorilla) a la pena de cinco años de prisión de efectivo cumplimiento, accesorias legales, costas
procesales e inhabilitación especial por el doble de tiempo de la condena para ejercer el comercio (art. 12, 29
inc. 3° 45, 55, 20 bis inc. 3°, 172 y 168 del Código Penal)
III) Condenar a Cecilia Ana Elena Cuerda Stange de las restantes condiciones obrantes en el exordio por
resultar coautora penalmente responsable de los delitos de estafa, cometido en forma reiterada -125 hechos- los
que concurren materialmente entre sí- a la pena de dos años y seis meses de prisión de ejecución condicional,
costas procesales e inhabilitación especial para ejercer el comercio por el doble de tiempo de la condena (arts.
29 inc. 3°, 45, 55, 26 y 20 bis inc. 3° y 172 del Código Penal)
IV) Condenar a Dora Inés Tonelli de las restantes condiciones obrantes en el exordio por resultar coautora
penalmente responsable de los delitos de estafa, cometido en forma reiterada -125 hechos- los que concurren
materialmente entre sí- a la pena de dos años y seis meses de prisión de ejecución condicional, costas procesales
e inhabilitación especial para ejercer el comercio por el doble de tiempo de la condena (arts. 29 inc. 3°, 45, 55,
26 y 20 bis inc. 3° y 172 del Código Penal)...”
II. Que, contra esa decisión, interpusieron recurso de casación las respectivas defensas de los imputados, que
obran a fs. 2034/2035, 2036/2116 vta. y 2117/2145.
III. Que el letrado defensor de Cecilia Ana Elena Cuerda Stange y Dora Inés Tonelli -Dr. J. A. L.- indicó

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que la sentencia en crisis condenó a sus pupilas en orden al delito de estafas reiteradas -125 hechos- sin haber
efectuado una razonable apreciación de las pruebas colectadas en la causa.
Que se endilgó a los directivos de “ Orofarma S.A.” la entrega a entidades financieras de cheques de
terceros ajenos al giro comercial, para engañarlas a fin de obtener dinero; mas en realidad a los fines de los
contratos de factoring resultaba indiferente que los cartulares fueran propios o ajenos a la actividad de la
empresa.
Ello, debido a que la cláusula que indicaba que los cheques debían pertenecer al giro mercantil de la firma
carecía de sanción en caso de incumplimiento.
Asimismo, señaló que “ Orofarma S.A.” fue cubriendo los cartulares hasta que su debacle económica le
impidió continuar haciéndolo, agregando que mientras la empresa fue cubriendo los montos pertinentes no hubo
ningún reclamo respecto al origen de los cartulares y que sólo reaccionaron cuando éstos no fueron pagados.
Agregó que ninguna de sus asistidas tenían efectiva participación en las decisiones de la firma ya que se
ocupaban de tareas menores.
Por otra parte, impetró que se dictara la absolución de Cuerda Stange y Tonelli en orden al hecho que fuera
calificado legalmente como extorsión, ya que no habían sido condenadas respecto al mismo y el punto había
quedado sin un pronunciamiento que resolviera la cuestión.
IV.- La Dra. K. K., asistiendo a Milton Elbio Abeijón Hugarte, encauzó su protesta en ambos incisos del art.
456 del C.P.P.N.
En primer término, explicó que la sentencia devenía arbitraria por falta de motivación, ya que la ficticia
conjugación de hechos descripta no resultaba coherente ni se condecía con las probanzas obrantes en autos.
Mencionó que se tornaron como acontecidos hechos que resultan contradictorios y acusatorios, obviándose
elementos relevantes.
Que en relación al hecho encuadrado como extorsión, sólo se basó en la solitaria imputación de la testigo Z.,
cuya versión fue contradictoria a lo largo del proceso.
Atacó la aplicación efectuada por los sentenciantes de los arts. 40 y 41 del Código Penal, pues del propio
relato de la nombrada surgía que su pupilo la trataba de manera cordial y amable, no surgiendo ningún perfil “
psicótico” que justificara la aplicación de la pena impuesta. Máxime, de tener en cuenta que se trata de un
profesional reconocido y querido por sus allegados, sin antecedentes penales y que sólo intentó reflotar la fuente
de trabajo de los demás y suya.
Mencionó que incluso en la acusación fiscal se solicitó la imposición de tres años de ejecución condicional,
y que el tribunal omitió toda consideración al respecto.
Refirió que le resultaba “ extraña” la celeridad con que había actuado el juzgado instructor al recibir la
denuncia, pues convocó telefónicamente a la partes para que la ratificaran al día siguiente de haberla recibido.
Que la primera declaración de los testigos no permitió endilgar a su pupilo el delito de extorsión,
provocando el dictado de su sobreseimiento en la primera instancia. Sin embargo, ante la falta de mérito
dispuesta por la alzada, se los convocó nuevamente, a más de cinco años y medio de las primeras declaraciones,
donde sorpresivamente aportaron cuantiosos elementos y repentinos recuerdos que permitieron que los hechos
pudieran ser calificados como extorsión, extremó que provocó su procesamiento.
Aludió que el tribunal omitió valorar elementos objetivos de relevancia exculpatoria, tales como la falta de
probanzas respecto del hecho presuntamente extorsivo; a la vez que consideró como elementos de convicción,
circunstancias subjetivas de valoración.
En otro orden de ideas, consideró que, respecto del hecho encuadrado como estafa, el ardid resultaba
inidóneo y, además no se había actuado con dolo. Ello, debido a que los bancos no desconocían que los
cartulares no pertenecían al giro comercial de la firma, siendo que de hecho poseían numeraciones correlativas.
Que su defendido reconoció un mal manejo de la firma y el error de no advertir los riesgos de crecer sin
capital, mas ello no podía considerarse un delito.
Señaló que las actividades comerciales de la quiebra ponían de relieve que no existió dolo en el accionar en
sede mercantil y que incluso Abeijón Hugarte reconoció haber sido el responsable de la debacle financiera, pero
ello no podía ser utilizado, como lo hizo el tribunal, para considerar que había incurrido en una maniobra
estafatoria.
Que las entidades crediticias debieron, como mínimo, haber rechazado las aperturas de cuentas bancarias
hasta tanto los pretensos cuentistas acreditaran y aportaran todos los requisitos necesarios, para luego
analizarlos y evaluados. Por ello, le resulta suspicaz que otorgaran beneficios crediticios a un particular que no
acreditó respaldos ni garantías, ya que este tipo de operaciones son más que corrientes y por ello cuentan con
una base conformada que les permite analizar el riesgo de otorgamiento de beneficios de este tipo.
De esta forma, consideró que, si una diligencia mínima hubiera evitado la efectivización de la operación

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comercial cuestionada, quedaba evidenciado el actuar negligente de la víctima y su indiferencia frente al posible
engaño, con lo cual el error le era imputable a ella misma. Resaltó que resultaba sumamente curioso que quien
se considera autor de una estafa haya quedado en un estado de indigencia total, teniendo que recurrir al manejo
de un taxi para su subsistencia.
Consecuentemente, entendió que no se hallaba configurado el dolo directo requerido por la norma, que no
admitía la comisión del delito de forma negligente ni tampoco con dolo eventual.
En otro orden de ideas, señaló que el tribunal también había incurrido en un error al aplicar las reglas del
concurso material entre los delitos de estafa y extorsión achacados, ya que en realidad se trataba de un mismo
hecho.
Asimismo, indicó que los testimonios de cargo eran autocontradictorios, ya que las versiones otorgadas en la
instrucción diferían de aquellas vertidas en el marco de la audiencia de debate, donde sugestivamente todos
mencionaron que se sintieron “ acorralados” .
Respecto del delito de extorsión, aludió que la intimidación no consiste en cualquier exigencia más o menos
injusta, sino en una de carácter atemorizante y destinada a obrar sobre la voluntad del destinatario para decidirlo
a efectuar la prestación perjudicial a su patrimonio.
Por otro lado, atacó de nulidad el decisorio impugnado, sosteniendo que al no haberse mantenido la
acusación fiscal en la etapa de debate, ésta no se había perfeccionado. Así, explicó que una vez obtenida y
analizada la prueba obtenida en la audiencia oral y pública, el representante del Ministerio Público Fiscal debía
evaluar hasta qué punto se encontraban acreditados los extremos contenidos en el requerimiento de elevación a
juicio. Que este ha sido el criterio expuesto por el Máximo Tribunal, que considera que en ausencia de
acusación fiscal en el debate, el órgano judicial no puede emitir condena.
Refirió que en la sentencia se confundieron los principios de in dubio pro reo con el de in dubio pro
operario, adoptándose de tal forma sobre el empleador el rol de “ extorsionador” y sobre los trabajadores los
roles de “ víctimas” .
De tal forma, se invirtió el principio de inocencia, estableciéndose una presunción de culpabilidad “ hasta
que se demuestre lo contrario” , produciéndose a su vez una inversión de la carga de la prueba.
En orden a la ausencia de fundamentación de la sentencia alegada, señaló que no era suficiente que el
decisorio fuese extenso y narre todos los elementos del juicio, sino que éste debe esta debidamente fundado en
constancias de la causa y no en suposiciones y conclusiones aparentes.
Por último, efectuó reserva de caso federal.
IV.- Por su parte, la Dra. J. M. T. de E., asistiendo a H. G. R., refirió que el decisorio en crisis resulta
arbitrario por carecer de fundamento suficiente, carente a las reglas de la lógica, de la sana crítica y
autocontradictorio.
Aludió que se desconoció el principio de presunción de inocencia, pues sin prueba o prescindiendo de ella,
se declaró la culpabilidad de su pupilo.
Al respecto, mencionó que si bien es cierto que constatar si las probanzas son de cargo supone un cierto
control de la actividad psíquica o interna del juez, no lo es menos que el error o el capricho en la apreciación
puede aparecer como real al valorarse la prueba en su conjunto.
Que en el caso de autos se contó con elementos de prueba sólo indiciarios, no dirimentes o excluyentes, y
que los jueces han extraído de ellos conclusiones que no se condicen con las reglas de la lógica ni de la
experiencia. Así, indicó que resolvieron según su íntima convicción y no conforme con las reglas de la sana
crítica racional.
En tal sentido, precisó que los judicantes utilizaron el método de la “ abducción” , concepto lógico propio
del accionar de los detectives o la policía, que consiste en que, ante una realidad dada se lanza una hipótesis y
luego se trata de comprobarla.
Con ese norte, señaló que la decisión condenatoria ya había sido adoptada de antemano, y aunque no se
contaba con pruebas suficientes, se siguió adelante, vulnerando los cánones interpretativos adecuados y
forzando la letra de la ley.
En el carril de lo dispuesto por el art. 456, inc. 1 del digesto ritual, señaló que inobservó el art. 172 del
código de fondo. En efecto, indicó que entendió configurado dicho tipo penal soslayando que ni siquiera se
había conformado el primero de los requisitos típicos, es decir, el ardid o engaño.
Al respecto, mencionó que si bien en la sentencia se entendió que el accionar de los imputados importó una
conducta ardidosa, ello no era así, pues aquellos que hoy se sentían “ dañados” conocían perfectamente tal
ardid o engaño. Ello, pues las entidades financieras toman todos los recaudos posibles para otorgar o no créditos
-factoring-.
Que los elementos llevados por “ Orofarma S.A.” a las entidades bancarias nunca fueron falaces, pues no se

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mintió sobre los mismos, sólo se “ desdibujó” el origen de los cartulares cuando eran presentados. No obstante,
toda la operatoria era conocida por la financiera, pues no es creíble que pudieran ignorar que tales cheques
correspondían a empleados de la empresa cuando desde el inicio se otorgaba la lista de clientes y, entre ellos, no
figuraban los trabajadores.
Otras circunstancias que evidencian el conocimiento de la maniobra por parte de las entidades financieras,
son que en caso de rechazarse un cartular por falta de fondos, lo reemplazaban por otro de la misma persona y
que se entregaban varios con numeración correlativa.
De esta manera, consideró que la presunta puesta en escena no podía ser idónea, pues no actuaban con
personas ignorantes de las operaciones de esa índole y el despliegue realizado era conocido por éstos, pero lo
aceptaban porque les convenía.
También estimó ausente el elemento subjetivo exigido por el tipo, resaltando que el dolo debe existir desde
el inicio de la acción, extremo que en este caso se encuentra descartado ya que en un comienzo se cubrían los
montos de los cheques, hasta que el derrumbe económico se los impidió. Incluso, ya luego de la debacle, su
pupilo abonó 57 cartulares e intentó reemplazar el resto por títulos de crédito personales, pero eso e “ tapar la
cañería con un dedo” .
Desde otra línea, desvirtuó el grado de participación endilgada a su pupilo, pues sostuvo que para ser autor
de un delito se requiere el dominio del hecho. Así, indicó que al reputarse que el ardid comenzó con la
afirmación por parte de “ Orofarma S.A.” de que los cartulares pertenecían al giro comercial de la empresa, ello
no podía achacarse a su asistido, pues él nunca realizó tal compromiso.
En punto a la extorsión endilgada, indicó que ésta no existió porque los empleados entregaron los cheques
voluntariamente, pero luego se sintieron arrepentidos por haberlo hecho y “ no hay mejor consuelo a nuestros
propios errores que endilgárselos a otros” .
Por ello, una gran cantidad de ellos reconoció que los entregó para salvar a la firma, pues esto los
favorecería a todos.
De otra parte, atacó la versión de Zorrilla, reputándola contradictoria y con fisuras. Cuestionó que se haya
sentido “ acorralada” cuando ella misma sostuvo que los directivos la trataban de modo cordial, pues entendió
incompatible que se la haya intimidado con esa forma de cordialidad.
En otro orden de ideas, entendió vulnerado el principio in dubio pro reo ya que, en orden al delito de estafa,
se condenó a su asistido sin determinar su autoría en las gestiones bancarias; mientras que respecto de la
extorsión sólo se basaron en la declaración autocontradictoria de un solo testigo.
Subsidiariamente, solicitó que el monto de la pena impuesta no excediera de la solicitada por el fiscal,
teniendo en cuenta que éste no acusó
por la extorsión, carece de antecedentes penales y su conducta posterior al retiro de la empresa.
V.- Que en la oportunidad que otorgan los arts. 465 y 466 del código adjetivo, el Sr. Fiscal de Cámara,
Ricardo Gustavo Wechsler, solicitó que se hiciera lugar parcialmente al recurso de casación interpuesto por
defensor de Cecilia Ana Elena Cuerda Stange y Dora Inés Tonelli en cuanto solicitó que se dictara la absolución
de las nombradas en orden al delito de extorsión, puesto que no había existido pronunciamiento jurisdiccional
respecto de este hecho.
Asimismo, peticionó que se rechazara el resto de los recursos de casación interpuestos, así como también el
presentado por el Sr. Lacambra en orden al hecho que fuera calificado como estafas reiteradas. Ello, pues
evidenciaban una mera discrepancia con la valoración de la prueba efectuada por el tribunal, la cual a su criterio
poseía la contundencia suficiente para sustentar la conclusión condenatoria.
Respecto de las estafas reiteradas, indicó que los judicantes merituaron acabadamente la existencia de un
obrar plenamente intencional por parte de los acusados para apoderarse mediante la maniobra de emisión de
cheques entregados a entidades financieras librados mayormente por sus propios empleados, de los valores
entregados causando el consiguiente perjuicio.
En punto al delito de extorsión, se valoró acabadamente el testimonio de M. Z., pues el tribunal exteriorizó
la impresión de veracidad que brindó la testigo, quien demostró haber estado coacta de su libertad de decisión,
aceptando emitir documentos para evitar un mal que le había sido anunciado por parte de sus empleadores si no
aceptaba la imposición formulada.
Por último, consideró que la alegada errónea aplicación de las pautas mensurativas de los arts. 40 y 41 del
código de fondo escapa al control casatorio salvo manifiesta arbitrariedad cine debe ser demostrada (fs.
2177/2179).
Por otro lado, la defensa de Milton Elbio Abeijón Hugarte mantuvo en la misma ocasión los argumentos
expresados al momento de interponer el presente recurso (fs. 2185/2194)
VI.- Que, celebrada la audiencia prevista por el art. 468 del C.P.P.N., quedaron las actuaciones en estado de

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ser resueltas. Efectuado el sorteo de ley para que los señores jueces emitan su voto, resultó el siguiente orden
sucesivo de votación: doctores Mariano González Palazzo, Augusto M. Diez Ojeda y Gustavo M. Hornos. El
señor juez Mariano González Palazzo dijo:
I. De los hechos imputados.
Previo a expedirme sobre las cuestiones traídas a conocimiento del tribunal, resulta apropiado recordar
como se fijaron los hechos que originaron la presente causa.
Han dicho los magistrados a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal nro. 25, que tuvieron por acreditado
que: “ ...los imputados Cecilia Ana Elena Cuerda Stange, Milton Elbio Abejón Hugarte, Dora Inés Tonelli y
Héctor Gómez Rode, en su condición de Presidente, Vicepresidente, Directora y Director, respectivamente de la
firma Orofarma desplegaron maniobras estafatorias mediante las cuales utilizaron cheques emitidos en cuentas
corrientes de empleados de la firma y conocidos que resultaban claramente; insolventes, simulando que los
mismos provenían de operaciones comerciales correspondientes a los negocios de la empresa, de pago diferido
y así obtuvieron crédito en el Banco del Suquía S.A., Tutelar Compañía Financiera S.A. y Nuevo Banco
Industria de Azul, donde los valores fueron aceptados para ser descontados, sin poder ser cobrados porque
fueron rechazados, con el consiguiente perjuicio patrimonial de esas entidades crediticias, lo cual asciende a $
191.511,81. De tal manera y mediante la modalidad descripta precedentemente los imputados se sirvieron de las
chequeras de F. J. A. P. (Banco de Galicia), P. B. M. (Banco de Galicia), A. P. (Banco de Galicia), V. J. D.
(Banco Supervielle), J. S. C. y N. E. L. I. (ambos del Banco Buen Ayre y Banco Citibank), D. A. V. (Banco
Francés), R. C. T. (Banco Francés), D. A. G. (Banco Francés), H. O. R. (Banco Mercantil y Banco el Buen
Ayre), M. A. Z. (Banco Mercantil), C. J. S. y M. L. R. (Banco Credicoop), R. A. M... Banco Bisel y... Banco –
Boston-), R. l. G. (...Banco Provincia de Córdoba), RH Instalaciones SRL (Banco Río) y Ragh Farma SRL
(Banco Tornquist), O. A. B. (Banco Prov. de Córdoba), E. D. y L. T...”
Asimismo, los judicantes tuvieron por acreditado que los encartados “ ...obligaron a M. A. Z. a la apertura
de cuentas bancarias personales, a la entrega de chequeras y posterior suscripción de los instrumentos, en el
Banco Mercantil, para sí utilizar los cartulares firmados en blanco, intimándola de que sería despedida o
perdería su trabajo si no accedía por la situación económica de la firma perjudicándola económicamente, todo
ello para obtener los procesados un beneficio patrimonial. Los hechos de mención se encuentran ubicados
temporalmente entre los años 1998 y 1999, aproximadamente...”
II.- Advertida la multiplicidad de agravios introducidos por los distintos recurrentes, a los fines de una mejor
esquematilación de los tópicos que deben ser tratados, habré de desdoblar su tratamiento. De tal manera,
primero abordaré aquellos que, de alguna manera, se vinculan con el plexo probatorio, para luego introducirme
en los que repercuten o se conectan con el supuesto yerro en la aplicación de la ley sustantiva -subsunción legal,
grado de participación de los incriminados reglas concursales aplicables y mensuración de la pena impuesta-.
No obstante, atento a la naturaleza del primer planteo, referido al vicio que teñiría de nulidad a la totalidad
del procedimiento debido a las consecuencias que acarearía tal declaración, habré de adentrarme primeramente
en tal análisis.
II. a) De la falta de acusación del fiscal en la oportunidad prevista por el art. 393 del Código Procesal Penal
de la Nación.
La defensa de Abeijón Hugarte refirió que debido a que el fiscal ante el tribunal oral nro. 25 solicitó la
absolución de todos los imputados en orden al hecho que fuera encuadrado como extorsión, el tribunal se
encontraba condicionado por dicho pedido y, consecuentemente, estaba impedido de dictar una sentencia
condenatoria sobre el mismo.
Ahora bien, para dar respuesta al agravio de la parte, habré de recordar que según surge del criterio vertido
por el Máximo Tribunal en los precedentes “ Tarifeño” , “ Cáseres” , “ Mostaccio” y “ Agüero” , la acusación
que habilita el dictado de una sentencia de condena, se encuentra integrada por dos actos procesales distintos,
tales como el requerimiento de elevación a juicio -art. 347 del CPPN- y el pedido de condena al momento de
alegar en el debate.
Vale recordar, que los casos que dieron lugar al dictado de tales precedentes, se referían concretamente a los
actos acusatorios realizados por el representante del Ministerio Público Fiscal, y la discusión allí planteada
versaba en la posibilidad del tribunal de juicio de dictar una sentencia de condena sólo con el dictamen de
elevación a juicio, seguido por un pedido absolutorio por parte del funcionario estatal.
Sin embargo, la cuestión referente a la posibilidad de arribar a una condena sólo con la acusación de la
querella ha sido zanjada a través del fallo “ Santillán” de la Corte Federal, en donde se resaltó que “ ...el criterio
de considerar insuficiente esa acusación [por parte del querellante al final del debate] a los fines de permitir al
tribunal dictar una sentencia de condena era violatorio del “ derecho a la jurisdicción” , el cual, agregó, “ se
encuentra consagrado implícitamente en el art. 18 de la Carta Magna, como la posibilidad de ocurrir ante algún
órgano jurisdiccional en procura de justicia y de obtener de él sentencia útil relativa a los derechos de los
litigantes.” (confr. Carrio, Alejandro D.; Garantías constitucionales en el proceso penal” ; Hammurabi, 5ª

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edición actualizada y ampliada, Buenos Aires, 2008, p. 86)
En consecuencia, teniendo en cuenta que respecto de la extorsión, por la cual se condenara a Abeijón
Hugarte y Gómez Rode, el querellante Gerardo Federico Terrel -apoderado de María Laura Zorrilla- presentó el
requerimiento de elevación a juicio que obra a fs. 1489/1492, así como también realizó la oportuna acusación en
la etapa prevista por el art. 393 del CPPN (conforme surge de fs. 1907/1913 vta.), se despeja cualquier duda
respecto de la efectividad de la acusación efectuada por la querella para arribar al temperamento incriminatorio
cuestionado.
II. b) De la falta de fundamentación de la sentencia impugnada. Arbitrariedad. Sana crítica. Contradicciones.
Corresponde así que analice los agravios introducidos por las respectivas defensas de Abeijón Hugarte y
Gómez Rode, a fin de determinar si los fundamentos expresados por los sentenciantes para condenar a sus
asistidos lucen suficientemente motivados y ajustados a las reglas de la sana crítica racional (art. 398 del
CPPN), y no carentes de fundamentos o incursos en contradicciones (art. 404, inc. 2, CPPN).
Ya he señalado la plataforma fáctica tenida por cierta por los judicantes, la cual, según se colige tanto de los
fundamentos de la sentencia (fs. 1940/2019) como del acta de debate (fs. 1900/1932 vta.), encuentra particular
sustento en los dichos de C. J. S., M. L. R., M. Z., L. G., F. C., V. D. D. A. V., O. H. R., M. O. C., U. L. L., E.
P., R. M., M. S., H. O. R. y A. F. C. F.
Así también, se basaron en las declaraciones testimoniales incorporadas por lectura, de Francisco Pappola
-fallecido-, de los preventores D. R., P. S. Y., D. R. De C. y V. M. V.
Por otro lado, el tribunal tuvo en consideración las actas de los allanamientos realizados en el marco de la
investigación, los peritajes contables, la documentación presentada por las querellas y por las entidades
bancarias y crediticias, entre otros.
Ahora bien, respecto de la extorsión, para arribar a la conclusión incriminatoria, el tribunal a quo tuvo en
cuenta, especialmente, las declaraciones de Marcela Zorrilla, quien dio cuenta pormenorizadamente de las
circunstancias de tiempo, modo y lugar en que fue intimada por las autoridades de “ Orofarma S.A.” para que
abriera una cuenta corriente a su nombre y emitiera cartulares para la firma.
Así, la nombrada refirió que “ ...no tenía cuentas corrientes pero las abrió a pedido de la empresa. Que el
objeto de las mismas no fue explicado y tuvo que abrirlas porque estaba atravesando un problema familiar, y
tuvo miedo de perder el trabajo. Una vez que sacó la cuenta corriente entregaba los cheques en blanco con su
firma al Sr. Gómez Rode, o a su secretaria, B. O. Que entregó aproximadamente tres o cuatro chequeras... Que
su papá estaba muy enfermo de cáncer, y todo lo sucedido fue muy duro. Que no le dijeron para qué eran las
chequeras. Le dijeron: “ hay que sacar las cuentas” . Ella en un primer momento contestó que se lo dejen pensar,
pero luego accedió porque no podía permitirse perder el trabajo... Que tenía miedo, tenía sentimientos
ambiguos. Se sentía acorralada. Que el pedido se lo hicieron al poco tiempo de ingresar a la empresa,
aproximadamente veinte días... Que Gómez Rode le dijo que como la línea de productos que vendía no
funcionaba la tenía que despedir, luego de lo cual fue a hablar con Abeijón Hugarte que cuando vuelve le dice
que puede haber una solución consistente en librar cheques que la empresa necesitaba para su giro comercial.
Que por tal motivo se sintió acorralada pues era hija única, no tenía otro ingreso y su padre se encontraba
enfermo, por lo que su permanencia en el empleo era absolutamente indispensable para mantener ingresos en el
hogar, por tal motivo se sintió acorralada por el planteo que le hacían, decidiendo aceptar esa condición para
evitar la pérdida de su trabajo... Que el trato era normal y cordial... Que no le pareció casual que la línea no
funcionara coincidía justo en los días que le detectaron cáncer maligno de laringe a su padre y en la empresa lo
sabían. Si no hubiera tenido la presión de llevar el sueldo a su casa porque su padre estaba enfermo no lo
hubiera hecho. No hubiera dado algo tan personal...”
Respecto de la fuerza convictiva del relato de Z., el tribunal señaló que “ ...todas las preguntas que se le
formularan durante el debate las contestó sin dejar dudas; debiendo destacarse que no existe ninguna
contradicción por parte de la declarante entre su testimonial efectuada en la etapa instructoria, y lo manifestado
durante el debate, aún cuando sus palabras no sean textualmente idénticas. Siendo esta circunstancia, entre
otras, lo que da credibilidad a su testimonio... Por el contrario llamaría la atención si la testigo hiciera un relato
que demostrara que ha estudiado su declaración anterior repitiendo palabra por palabra, lo que podría ser un
indicio de algún tipo de falsedad. Es decir que la falta de coincidencia en algunas de sus palabras hacen
perfectamente creíble el relato cuando la idea es mantenida en todo su tiempo. Es importante resaltar la
impresión personal que diera la misma en la audiencia de juicio a través de su mirada, a través de su expresión,
de sus gestos, que le permiten al sentenciante valorar como plenamente auténticos sus dichos, impresión
personal de credibilidad que permite dar un gran valor al juicio oral pues esa percepción de tipo personal por
parte de los magistrados no puede ser reemplazada, ni llevada a través de un documento escrito...”
Fundamentalmente, los judicantes consideraron que “ Es también importante al valorar la coacción a la que
ha sido sometida, la falta de vínculo real que tenía con la empresa al momento que se le exige la emisión de
cheques -pues hacía muy poco tiempo que se había incorporado a la empresa, lo que demuestra que no tenía un
vínculo real con la misma- por lo que la amenaza del mal -el despido- ha sido un elemento que ha bloqueado su

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voluntad para aceptar -no en forma complaciente como sostiene la defensa- sino en forma coacta librar cheques
en una cuenta bancaria a su nombre asumiendo responsabilidades que ni siquiera conoce...” De esta forma, se
colige que el tribunal no desoyó las pretendidas contradicciones en las que según argumentan las defensas
habría incurrido Z., mas lo que sí hizo fue valorarlas en su conjunto, confiriéndoles su verdadera entidad, sin
restar valor a las firmes imputaciones realizadas por la nombrada, las cuales resultaron plenamente coincidentes
con las versiones otorgadas por el resto de los testigos de cargo.
Sin adelantar mi opinión respecto de la alegada violación de la ley sustantiva, concretamente del art. 168 del
código de fondo, debo resaltar que no ha existido arbitrariedad alguna en la valoración de este hecho por parte
del tribunal, sino que por el contrario, comparto la efectuada en la reseña que antecede y, por ende, entiendo que
la tacha de arbitrariedad efectuada por los defensores de Abeijón Hugarte y Gómez Rode no puede prosperar.
En otro orden de ideas, además de las probanzas sindicadas precedentemente, los sentenciantes han
considerado como determinante para considerar cometido el delito de estafas reiteradas, el testimonio de A. P.
-abogado externo de “ Tutelar S.A.” -, quien indicó que la firma que representa “ ...se obligó a habilitar una
línea de créditos a Orofarma a través del descuento de cheques de terceros que debían corresponder al giro
comercial de la empresa... ya que los cheques no correspondían al giro comercial fue iniciada la querella... Que
la totalidad de los cheques que formaba la operatoria de la empresa fueron rechazados, y se hizo la denuncia
policial. Que al momento de hacer la denuncia la empresa no podía saber si eran de empleados de la empresa, o
de terceras personas...”
A su vez, R. D. L., gerente zonal del “ Banco de Azul” , relató que “ ...el banco otorgó a la empresa una
línea de créditos, bajo la modalidad de operaciones de “ factoring” . Se firmó un contrato de cesión. Que la
operación de crédito se realizaba en el descuento de cheques que debían provenir del giro comercial de la
empresa. Que debía tratarse de cheques de clientes del banco...”
Asimismo, el resto de los testigos -mayormente ex empleados de “ Orofarma S.A.” - sostuvieron que por
pedido -ya sea a modo de favor o coaccionados- de los directivos de la firma procedieron a abrir cuentas
corrientes en distintos bancos a nombre suyo, entregando cartulares a la empresa con sus firmas, que luego eran
completados por ésta para ser presentados a los fines de efectuar descuentos de cheques.
Por ello, respecto de este tópico, habré de arribar a la misma solución que con el suceso anterior, pues
tampoco se colige que el tribunal haya incurrido en arbitrariedad alguna en la ponderación de las pruebas
obrantes en el expediente, sino, por el contrario, evaluó y analizó criteriosamente el plexo probatorio reunido.
Como corolario de lo expuesto, resta mencionar que si bien esta Cámara tiene facultades amplias de control
sobre los elementos de prueba así como para revisar la determinación de los hechos, según la doctrina del Alto
Tribunal establecida en el precedente “ Casal” (Fallos: 328: 3399), a partir de la adopción del sistema de la
oralidad. Por ello, no es cuestionable la impresión que causaron los testigos de argo a los judicantes, como
tampoco lo es que hayan dado mayor valor probatorio que al resto de los testigos que depusieron en los
actuados, p es como han brindado argumentos suficientes, esta postura no es revisable en esta instancia.
Así las cosas, examinada la sentencia de condena, se advierte que su razonamiento, ajustado a las
constancias de la causa, no presenta vicios de logicidad ni violación a las pautas de la sana crítica.
Es por ello que, no se desprende arbitrariedad ni contradicción sino que la protesta traduce una
disconformidad con la decisión adoptada, la cual se tomó a partir de la valoración y armonización de los
testimonios oídos en juicio y los dictámenes de los profesionales actuantes. Queda así descartado el argumento
de la defensa de Gómez Rode, respecto de la utilización por parte del tribunal del método de la abducción.
Sobre este proceder del juez es útil memorar las palabras de Karl Joseph Anton Mittermaier respecto a que “
el talento investigador del magistrado debe saber hallar. Una mina fecunda para el descubrimiento de la verdad
en el raciocinio, apoyando en la experiencia, y en los procedimientos que forma para el examen de los hechos y
de las circunstancias que se encadenan y acompañan al delito” y que “ todas estas circunstancias sirven de
punto de partida al juez; la marcha ordinaria de los acontecimientos humanos le proporciona analogías, y por vía
de inducción concluye de los hechos conocidos a otros necesariamente constitutivos de la acriminación” (“
Tratado de la prueba en materia criminal” , Hammurabi, Buenos Aires, 2006, pág. 359).
Sobre el método de valoración de prueba es dable recordar que “ en el sistema de la libre convicción, la
declaración de certeza sobre la participación del imputado puede basarse no sólo en pruebas directas, sino
también en elementos de convicción indirectos, entre los que se destacan los indicios. Pero, para que la prueba
indiciaria conduzca a una conclusión cierta de participación, críticamente analizada, debe permitir al juzgador
que, partiendo de la suma de indicios introducidos al debate, supere las meras presunciones que en ellos puedan
fundarse y arribe a un juicio de certeza legitimado por el método crítico seguido” (confr. Tribunal Superior de
Justicia, Sala Penal y Correccional, 27-VI-976, “ Manavella, René Miguel, publicada en SJ, Tomo XXVI,
Comercio y Justicia editores, pág. LIV).
II.- c) De la violación al principio in dubio pro reo.
Desde otra órbita, tampoco asiste razón a los impugnantes sobre que se condenó a Abeijón Hugarte y

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Gómez Rode con endebles e insuficientes pruebas, sembrándose un margen de duda respecto de la existencia de
la participación de los mencionados en los hechos pesquisados que se encuadraran como estafa, y, cuestionando
la existencia de la extorsión; que no fue interpretado a su favor pese a lo dispuesto por el art. 3 del ordenamiento
ritual.
Ahora bien, ante un nuevo examen de la cuestión debatida y del conjunto de probanzas, tampoco advierto
que se haya vulnerado el estado de inocencia que gozaban los encausados al momento en que los a quo
valoraron el cuadro incriminante, sino que, por el contrario, no ha quedado ninguna duda que debiera ser resulta
por imperio del principio rector de favor rei.
Ya he examinado el plexo probatorio obrante en la causa, y por ello puedo afirmar que no restan
cuestionamientos respecto; de la efectiva participación de los mentados en las maniobras estafatorias
endilgadas, pues ésta se desprende no sólo del relato de los testigos, sino también resulta evidenciada de la
propia función que prestaban en la empresa. En punto al hecho extorsivo, cabe agregar que no se trata de una
única versión contradictoria como lo afirma la asistencia técnica de Gómez Rode, sino que por el contrario
varios empleados de “ Orofarma S.A.” dieron cuenta que se sintieron intimidados ante el pedido de chequeras
por parte de sus directivos, y que además con el tiempo advirtieron que sus compañeros, entre ellos Marcela
Zorrilla, estaban en la misma situación, extremos que dan pábulo al testimonio de esta última.
En definitiva, al no existir estado de duda o incertidumbre que deba ser resuelto en favor de los imputados,
el presente agravio tampoco tendrá favorable acogida.
III.- Corresponde, pues, el tratamiento de las impugnaciones encauzadas en el inciso primero del
mencionado art. 456.
III. a) Del art. 172 del Código Penal.
De esta forma, procederé a analizar si resulta atinado y válido el encuadre típico realizado por el tribunal
oral referido a este delito.
Primero, daré tratamiento a los argumentos de la defensas relacionados con la ausencia de ardid por parte de
los directivos de “ Orofarma S.A.” .
En tal sentido, argumentaron que debido a que la cláusula contenida en los contratos de “ factoring” que
preveía que los cartulares que se entregarían para su descuento serían del giro comercial de la empresa no
preveía sanción alguna, no había ardid por parte de los imputados.
Señalaron también que en caso de considerarse que hubo engaño, éste no era idóneo. Ello, pues bastaba una
mínima diligencia por parte de las entidades crediticias para evitar la efectivización de las operaciones
comerciales en cuestión, extremo que demostraba el actuar negligente de las víctimas.
Ahora bien, a fin de determinar la idoneidad del ardid desplegado por los justiciables, debo recurrir al
momento en el que éste fue realizado. De esta forma, advierto que el primer tramo sucedió al suscribirse los
contratos de factoring con las entidades crediticias damnificadas, pues desde ese momento éstas quedaron
obligadas a entregar dinero en efectivo contra entrega por parte de “ Orofarma S.A.” de cartulares, los cuales
debían obedecer a la actividad mercantil de la firma.
Las defensas argumentan que la falsa de sanción en caso de incumplimiento desvirtúa la existencia del
ardid, pero ello implica confundir la órbita del derecho penal con cuestiones de derecho privado, pues en nada
obsta que no existiere tal sanción, para estimar válido el compromiso asumido entre las partes.
Tampoco entiendo que haya existido falta de diligencia por parte de los sujetos pasivos, ya que según surge
de autos realizaron un análisis de riesgos antes de suscribir los contratos de mención. No resulta, ami criterio,
exigible a estas financieras -como lo pretenden los recurrentes- un acabado conocimiento de la nómina de
empleados de “ Orofarma S.A.” para su constatación con los libradores de cartulares, pues ello implicaría una
carga superior a la debida.
Es cierto que el nivel de diligencia en el caso de empresas dedicadas a realizar operaciones de esta índole es
superior al que puede exigirse en otras situaciones, mas considero que lo han cumplido acabadamente a través
de las evaluaciones de riesgo que realizaron.
Más aún, teniendo en cuenta que el despliegue ardidoso se sustentó en el tiempo y se mantuvo en cada uno
de los hechos imputados, habiendo recurrido a otra especie de maquinación, consistente en cancelar algunos de
los cartulares que se presentaban a las entidades.
De esta forma, otorgaban mayor credibilidad frente a estas firmas, que por ello continuaron prestando las
obligaciones contractuales por un tiempo hasta que la situación alcanzó niveles espeluznantes.
Consecuentemente, tengo por acreditado que los imputados Cuerda Stange, Tonelli, Abeijón Hugarte y
Goméz Rode asumieron desde un inicio que no afrontarían las obligaciones que emergieron de los acuerdos
suscriptos y, precisamente por tal motivo, solicitaron a los empleados de la firma ya insolvente -a algunos de
manera más intimidante que a otros- que abrieran cuentas bancarias y emitieran cheques en blanco para
presentarlos como parte de su giro comercial y así obtener el dinero que las entidades entregaban como parte de

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la operatoria de descuento de tales instrumentos de crédito. Por estas razones, advierto que dicha omisión de
entregar cartulares del giro de la firma, no constituyó un mero incumplimiento contractual, sino el segundo
tramo del fraude, que terminó de perfeccionarse en cada disposición patrimonial efectuada por las financieras
que resultó causal de los perjuicios pecuniarios.
Los extremos antedichos, permiten descartar que los imputados hayan obrado sin dolo, como lo pretenden
las defensas, pues tal como adelanté, la importantísima cantidad y montos de los cartulares que presentaron
deliberadamente para su descuento, a sabiendas de la imposibilidad de cubrirlos -no sólo por parte de la empresa
a su cargo, sino también de los trabajadores a quienes, se los hicieron librar-, denota el conocimiento y voluntad
de realizar la maniobra estafatoria.
III.- b) Del art. 168. del C.P.
En punto a los agravios introducidos por las defensas de Abeijón Hugarte y Gómez Rode respecto de la
ausencia de los requisitos típicos de la extorsión, habré de adelantar que no coincido con los argumentos que
exponen para sustentar su pretensión.
En efecto, el asistente técnico del nombrado en primer término, aludió que para que se configure el delito
debe haber una exigencia atemorizante destinada a obrar sobre la voluntad del destinatario para decidirlo a
efectuar la prestación perjudicial a su patrimonio.
Ahora bien, la intimidación característica de este tipo penal consiste en “ ...la acción de infundir o generar
temor o miedo a la víctima, mediante el uso de palabras, actos o gestos a través de los cuales el autor le anuncia,
advierte o amenaza con la producción de un mal, dependiente de su voluntad, que recaerá sobre ella, sobre un
tercero o sobre afecciones, intereses o bienes para ella valiosos...” (Baigún, David - Zaffaroni, Eugenio Raúl;
Código Penal y normas complementarias. Análisis doctrinal y jurisprudencial; Tomo VI, Hammurabi, Buenos
Aires, 2009, p. 521).
En cuanto a la naturaleza de tal elemento típico, se ha sostenido que “ ...no es preciso que la amenaza llegue
a crear una situación de necesidad inevitable. Basta que el delincuente haya logrado hacerse temer, aunque sea
con una amenaza relativamente vaga o de importancia relativa...” , así como también que “ ...no se requiere que
el mal sea grave e inminente, ni que en sí mismo el medio revista el carácter de un hecho típico en razón de que
no es el número de derechos e intereses que pueden ser vulnerados por el autor lo que interesa, sino la idoneidad
para atemorizar o intimidar” (Baigún, David - Zaffaroni, Eugenio Raúl, ob. cit., p. 526, con cita de Soler y Laje
Anaya, respectivamente).
Las circunstancias apuntadas me convencen en la existencia de una intimidación de suficiente envergadura
para doblegar la voluntad de Marcela Zorrilla, pues si bien la pérdida de su fuente de ingresos ha sido
relativizada por los defensores, lo cierto es que en su caso particular se encontraba al frente de su familia,
encontrándose su padre gravemente enfermo de cáncer. Por lo tanto, si un mal de esas características
indudablemente puede condicionar la voluntad de una persona en situaciones normales, más aún en el caso que
nos ocupa, cuando la víctima se encontraba con semejante responsabilidad a su cargo.
Menos aún puedo considerar que los cartulares hayan sido suscriptos y entregados voluntariamente por la
mencionada, como lo indica el defensor de Gómez Rode, pues esta afirmación ha quedado ya desvirtuada por
las consideraciones efectuadas en el acápite anterior, abonando esta tesitura las referencias efectuadas respecto
de la particular situación en que se encontraba Zorrilla.
III.- c) Del grado de participación endilgado.
En primer término, la defensa de Cuerda Stange y Tonelli cuestionó que se las considerara autoras del delito
de estafa, cuando en realidad ninguna tenía efectiva participación en las decisiones de la firma, por cuanto se
ocupaban de tareas menores.
Sin embargo, entiendo que ambas han tenido una incidencia tal que permite achacarles la comisión de los
delitos que se les reprochan en calidad de coautoras -junto con Abeijón Hugarte y Gómez Rode-.
Ello se desprende de los testimonios de los empleados de “ Orofarma S.A.” , quienes afirmaron “ que las
directivas de la empresa las daba la Sra. Cecilia Cuerda Stange... Que Gómez Rode, Milton Abejón Hugarte,
Cuerda Stange y Dora Tonelli lo sabían. Conocían todo el manejo. Tonelli denunció sus chequeras, Cuerda
Stange endosaba sus chequeras...” [ver declaración de María Laura Romano]; “ Que las directivas de la
empresa las daba la Sra. Cecilia Cuerda Stange, avalada por los otros directivos, Abeijón Hugarte y Gómez
Rode... Que la petición vino de parte del Sr. Gómez Rode, pero el conocimiento era de las cuatro personas”
[Marcela Zorrilla]; “ ... cree que las decisiones eran tomadas por los directivos de la empresa, es decir, Milton
Abeijón Hugarte, Cecilia Cuerda Stange Dora Tonelli y Héctor Gómez Rode...” [Daniel Alejandro Vera] y “
...la Sra. Cuerda Stange manejaba la empresa... la Sra. Cuerda Stange y el Sr. Milton fueron los que le
requirieron la apertura de la cuenta corriente...” [Oscar Hugo Romano], entre otros.
Asimismo, a similar conclusión habré de arribar respecto de lo sostenido por Gómez Rode, en punto a que
argumentó que no podía imputársele el hecho en calidad de autor puesto que no había suscripto las carpetas de
crédito ante las entidades bancarias. Al respecto, habré de adelantar que sostener ésto implicaría reducir las

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reglas de la intervención criminal a un único acto ejecutorio que no define, per se, la autovía de la maniobra.
Pasaré a explicarme a través de una cita doctrinaria. Así, “ ...la imputación penal obliga a utilizar criterios
vinculados con esferas de competencia, roles, deberes de vigilancia, división de tareas y modos dolosos y hasta
imprudentes de participación que de alguna forma dejan perplejos a quienes pretenden trabajar con meros
criterios relacionados con el dominio empírico o de hecho de la situación...
...Mientras que en los delitos comunes usualmente quien ejecuta la acción será el autor y responsable del
delito, en materia empresarial probablemente haya que distinguir entre el ejecutor material de la conducta ilícita
y quien en definitiva será considerado autor y responsable del ilícito.
Otra consecuencia de la organización empresaria se advierte en los casos de los delitos de omisión y de
comisión por omisión, ya que los modos jerárquicos y de división de funciones integran cadenas de delegación,
donde se plantean competencias y roles de distinta responsabilidad. En ese ámbito, está claro que la delegación
obedece a reglas de especialidad, seguridad, salvaguarda, etc. donde la ejecución final de las conductas ha
debido pasar previamente diversos controles. Estos controles deben operar como barreras cuya finalidad es
evitar la creación de peligros desaprobados. Es por eso que la omisión de control o vigilancia determina una
situación equivalente a la producción activa del ilícito...” (Yacobucci, Guillermo Jorge; “ Algunos Criterios de
Imputación Penal en la Empresa” , en La responsabilidad penal de las personas jurídicas, órganos y
representantes. Coordinador Percy García Clavero, Ediciones Jurídicas Cuyo; p. 384 y ss.)
Teniendo en cuenta tales pautas, no resulta atendible que el personal jerárquico de la empresa pretenda
desvincularse de responsabilidad. Por un lado, Cuerda Stange como presidenta de “ Orofarma S.A.” tenía a su
cargo la mayor responsabilidad sobre las funciones de la firma, que en parte habían sido delegadas al resto de
los directivos, no obstante conservaba la mayor carga precisamente por su posición jerárquica.
En similar situación se encuentra el resto de los imputados, pues además que los testigos fueron contestes en
punto a la efectiva incidencia en las tomas de decisiones, no pueden desconocer que sus propias funciones los
colocaron en una posición de particular responsabilidad y deber que ahora no pueden soslayar.
III.- d) De las reglas concursales aplicables.
Llegado el momento de expedirme sobre el tópico, habré de efectuar un breve repaso a las circunstancias
puntuales que deben ser tenidas en cuenta a la hora de dilucidar si nos encontramos frente a uno o más hechos,
que posibilitaran despejar las dudas que presenta este particular caso en punto a qué tipo de concurso debe ser
aplicado respecto de los delitos de estafa y extorsión.
Previo a ello, debo aclarar que sobre la cuestión se han elaborado numerosas teorías, las cuales colocan
como cuestión medular de diferenciación a distintas circunstancias. Así, nos encontramos frente a las teorías “
subjetivas” , que consideran que existe unidad de delito cuando hay unidad de fin, designio o resolución
criminal; las teorías de “ medio a fin” que indican que ésta existirá cuando un hecho sea el medio para realizar
otro; las de “ unidad de acción” que fincan la cuestión en la existencia de un único comportamiento externo;
entre muchas otras.
Personalmente, considero las pautas que brindan cada una de ellas no deben excluirse necesariamente entre
sí, sino que deben servir a los operadores judiciales como herramientas válidas que coadyuven a esclarecer una
cuestión tan importante como intrincada a la vez.
He tenido oportunidad de mencionar como integrante de la Sala IV de la Cámara Nacional Criminal y
Correccional que debe recurrirse a la existencia de una continuidad temporal, así como también al designio
criminal del autor (in re mutatis mutandi, c. 30.959, “ Hospital Francés s/ procesamiento” , rta. el 8/3/07, c.
32.606, “ Mongelos Martínez, Nancy Dionisia s/ lesiones y otro” , rta. el 3/10/07, entre otras), pues cada uno de
estos caracteres constituyen indicios de unidad delictual, pero no la definen por sí mismos.
Al respecto, se ha indicado “ ...para que podarnos hablar de unidad de delito, debemos hacer referencia a un
aspecto objetivo o externo (corporal), a un aspecto subjetivo o final y a un aspecto normativo o tipo (en
realidad, adecuación típica)... para que haya pluralidad de delitos todos esos factores (objetivo, final y
normativo) deben ser plurales. No bastará la pluralidad de actuaciones externas, ni la de fines, ni la de
adecuaciones típicas, para que haya pluralidad de delitos. Todos esos factores deben ser plurales o repetidos...”
(Baigún, David - Zaffaroni, Eugenio Raúl; Código Penal y normas complementarias. Análisis doctrinal y
jurisprudencial; Tomo II A, 2ª edición, Hammurabi, Buenos Aires, 2007, p. 478 y ss.)
Complementando lo expuesto, “ La unidad de plan y la unidad de resolución son requisitos para que haya
unidad de conducta. Son los configuradores del factor final de la unidad de sentido de la acción a los efectos de
la prohibición... La unidad de resolución es del una conducta humana y, por consiguiente, final, siendo
indispensable como presupuesto de la unidad de conducta, sea dolosa o culposa. Con la expresión unidad de
conducta no quiere decirse otra cosa que consideración unitaria de los movimientos voluntarios (ligados por
decisión y plan común) a los efectos de una única desvaloración jurídica. Esto se impone porque si no existiese
el factor final no habría posibilidad de desvalorarlo como una única conducta y, en caso de no haber pluralidad
de movimientos voluntarios, tampoco habrá posibilidad de desvalorarlos como una pluralidad de conductas...”

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(Zaffaroni, Eugenio Raúl, Alagia, Alejandro y Slokar, Alejandro; “ Derecho Penal. Parte General” , 2ª edición;
Ediar, Buenos Aires, 2002, p. 858) Como corolario de todo lo expuesto, entiendo que en este caso particular,
entre las estafas reiteradas y la extorsión no podremos hablar de un concurso material -como sí entiendo existe
entre las primeras, aunque no haya sido motivo de recurso-, sino sólo ideal. Ello, pues prácticamente no ha
existido solución de continuidad entre uno y otro, salvo la necesaria e indispensable para ejecutar y perfeccionar
el hecho.
El plan delictual ha sido único, y se encontró configurado por el deseo de valerse de cartulares librados por
Marcela Zorrilla para luego obtener, presentación en las entidades crediticias mediante, los valores que les
entregaban como consecuencia de los contratos de factoring suscriptos.
Por ello, entiendo que la intimidación efectuada respecto de la aludida ha tenido una relación de medio a fin
con el fraude al postre cometido, extremo que aunado a las circunstancias antedichas, da pábulo a la aplicación
en la presente de las reglas del concurso ideal.
No coincido con el tribunal con la exclusión de la maniobra de Cuerda Stange y Tonelli, pues si bien es
cierto que la damnificada no indicó que éstas expresamente le hayan efectuado la solicitud de tinte extorsivo,
también mencionó que ambas conocían y estaban al tanto de lo que sucedía.
Pese a ello, la ausencia de impugnación fiscal y de las acusaciones particulares impiden superar tal escollo,
por lo que en virtud del principio de la reformatio in pejus su situación ha de ser mantenida.
III.- e) Del pedido de absolución de Cecilia Ana Elena Cuerda Stange y Dora Inés Tonelli.
A raíz de la necesaria vinculación de este agravio con las consideraciones expuestas en el anterior, sólo
habré de agregar que a raíz de encontrarnos ante un mismo suceso no corresponde el pronunciamiento
solicitado, pues habrá de estimarse que este hecho sólo encuadra en la calificación legal de estafa.
III.- f) De los arts. 40 y 41 del Código Penal.
Finalmente, ha llegado el momento de expedirme respecto del agravio que se emparenta con la graduación
de la pena.
Para ello, habré de mencionar las circunstancias que el tribunal oral tuvo en cuenta para arribar al monto que
agravia a las defensas de Abeijón Hugarte y Gómez Rode.
Así, indicaron que se considera atenuante “ ...la falta de antecedentes condenatorios, su actividad laboral
después de los hechos incriminados, y el gran lapso desde que se cometieron los mismos sin cometer nuevos
delitos, según consta en los legajos de personalidad respectivos. Y como elementos agravantes, la necesidad de
conservar el empleo por parte de los empleados; el escaso nivel cultural de los mismos; la edad de algunas de
las empleadas damnificadas a la fecha de los hechos; el importante monto estafatorio perpetrado; la
multiplicidad de hechos; la multiplicidad de víctimas; la prolongación en el tiempo de los delitos; la posición
dominante y jerárquica de las procesados frente a sus empleados; la desaprensión por las consecuencias que
podría acarrear a las víctimas tales hechos; el sometimiento de sus víctimas a responsabilidades administrativas;
inhabilitados para obtener cuentas corrientes, responsabilidades civiles y penales -juicios ejecutivos- figurar en
registro de morosos con la imposibilidad de obtener préstamos bancarios, tarjetas de créditos e incluso
locaciones; necesidad de contratar abogados particulares por los gastos que ello implica...”
Con fundamento en las circunstancias reseñadas, se impuso a Abeijón Hugarte y Gómez Rode la pena de
cinco años de prisión de efectivo cumplimiento, con accesorias legales, costas e inhabilitación especial por el
doble de tiempo de la condena para ejercer el comercio.
Ahora bien, si bien la escala penal de los delitos que se achacan los incriminados habrá de verse disminuida
en razón de haberse desechado el concurso material entre todas las estafas reiteradas -no así entre ellas- y la
extorsión, lo cierto es que el mínimo a imponerse sigue siendo de cinco años de prisión, por lo cual no logro
avisorar que, independientemente de las razones expuestas por los sentenciantes para agravar la pena, ésta
pueda reducirse más allá del piso punitivo.
Por ello, propongo al acuerdo:
I. Rechazar el recurso de casación interpuesto por la defensa de Cecilia Ana Elena Cuerda Stange y Dora
Inés Tonelli, sin costas.
II. Casar parcialmente los pronunciamientos de condena de Milton Abeijón Hugarte y Héctor Gómez Rode
y, en definitiva, condenarlos a la pena de cinco años de prisión, accesorias legales, costas e inhabilitación
especial por el doble de tiempo de la condena para ejercer el comercio, por resultar coautores penalmente
responsable del delito de estafas reiteradas -125 hechos en concurso real entre sí-, las cuales concurren de
manera ideal con el delito de extorsión, sin costas (arts. 12, 20 bis inc. c, 29 inc. 3, 45, 54, 55, 168 y 172 del
C.P. y 470, 530 y 531 01 C.P.P.N.)
Es mi voto.
El señor juez Augusto M. Diez Ojeda dijo:

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Que por compartir sustancialmente las consideraciones efectuadas en los considerandos I, II y III, acápites
a), b), c), e) y f) del voto que lidera el acuerdo, adhiero a la solución a la que arriba el distinguido colega en el
punto dispositivo I de su ponencia.
Sin embargo, habré de apartarme de la propuesta efectuada en el punto dispositivo II, por cuanto, a mi modo
de ver, luce ajustado a derecho el modo concursal -C.P., art. 55- escogido por el tribunal a quo para vincular a
las figuras de extorsión y estafas reiteradas por las que resultaran condenados Milton Abeijón Hugarte y Héctor
Gómez Rode.
Destaco el acierto analítico del distinguido colega en relación a que la maniobra objeto de la presente causa
ha sido el producto de un plan delictual común guiado por un único designio; sin perjuicio de lo cual, considero
que se trata de conductas perfectamente escindibles.
Es que no sólo se encuentran dirigidas a lesionar bienes jurídicos de distintos sujetos pasivos (la libertad y el
patrimonio de los empleados, por un lado y el patrimonio de las entidades financieras involucradas, por otro);
sino que, a su vez, se han desplegado persiguiendo finalidades disímiles, aunque conectadas en su tramo final.
Mientras el objeto de la extorsión ha sido el valerse de algunos de los cheques involucrados en la maniobra, el
del fraude ha sido, utilización de los cheques ilícitamente obtenidos, el de hacerse de parte del dinero simulando
la existencia de créditos propios de su operatoria comercial.
Con estas breves consideraciones, me pronunciaré por el íntegro rechazo de los recursos de casación
deducidos, con costas (C.P.P.N., arts. 530 y 531).
El señor juez Gustavo M. Hornos dijo:
Por compartir las consideraciones efectuadas en el voto precedente, adhiero a la solución allí propuesta.
Por ello, en mérito del acuerdo que antecede, el Tribunal, por mayoría resuelve:
Rechazar los recursos de casación interpuestos por la defensas de Cecilia Ana Elena Cuerda Stange, Dora
Inés Tonelli, Milton Abeijón Hugarte y Héctor Gómez Rode, con costas (arts. 530 y 531 del C.P.P.N.).
Regístrese, notifíquese y, oportunamente, remítase la causa al Tribunal Oral en lo Criminal Nro. 25 de la
Capital Federal, sirviendo la presente de muy atenta nota de envío. — Augusto M. Diez Ojeda — Gustavo M.
Hornos

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