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Baza 2005.
Desde el corazón lo afirmo, que no es pregonero quien mejores palabras dice, sino quien
mayores amores siente; y tan es así que hasta el ritual de los agradecimientos sin el testimonio de
amor no sería otra cosa que un hueco sonido de campana.
Por eso no sería autentica mi gratitud ante mi Señor si con ella no renovara mi
disposición convencida y militante, al servicio de la tierra que me vio nacer.
No seria bien nacido si con algo diferente, que no fuera el amor fraterno, viniera a pagar
la generosidad y la delicadeza que ha demostrado en su presentación, mi primo Antonio Vallejo
Caparrós, hijo de mi entrañables tíos Antonio y Pepita, del que entre los muchos recuerdos gratos
que hoy tengo, me vienen a mi mente sus estaciones de penitencia como hermano ejemplar de la
Cofradía de la Soledad y, por que no decirlo, de aquellas “rayas” domingueras que, junto a mis
padres y la tía Pidilla, se “marcaban” en el desaparecido “111”.
O si no tuviera un recuerdo para todos los que me ayudaron con su alegría y sus
oraciones. A la confianza de la Federación de Cofradías y Hermandades, a la amistad de los
bastetanos y su entusiasmo.
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Del navegar por los días de mi vida, traigo a esta Muy Noble y Leal Ciudad de Baza mis
alforjas repletas de ilusiones y, arrodillado a los pies de su Majestad dulcísima la Santísima
Virgen de la Piedad, proclamo, en el dintel de esta primavera, mi profunda emoción y orgullo
por tener la alegría mas grande que se puede tener en este momento, la de ser sencillamente
bastetano.
Un sueño.-
La ciudad aún dormía. Por tejados florecidos de amarillos jaramagos del cercano
convento, se reflejaban los primeros rayos de un tímido sol que pausadamente iba rompiendo el
gris azulado del amanecer.
Era un Domingo de Ramos cuando, casi al alba, despertaba tras un profundo sueño un
niño de Baza. Un niño de un barrio; del barrio de la Cascada, donde permanentemente se
escuchaba la cantarina sinfonía de los caños de su popular fuente y, en las primeras horas del día,
los tres toques de las campañas que anunciaban la celebración de la Santa Misa en las
Dominicas.
Aquel niño de unos ocho años, que jugaba con pasitos realizados sobre cajas de zapatos y
penitentes de cartón, recibió el más de los maravillosos regalos que se le podía hacer. Su madre,
Paquita, le había confeccionado una túnica de penitente, que al despertar, descubrió colgada de la
percha de su dormitorio.
Que coincidencia. El niño había soñado con lo que diariamente gustaba de soñar
despierto: ser algún día, como su padre, hermano de la Cofradía del Stmo. Cristo de la
Misericordia y María Stma. de la Soledad. Y así se vio retratado en su sueño, figurando en una
imaginaria cofradía como diminuto penitente delante de su pequeño paso.
Cuando llegaba la Cuaresma de cada año, las enclaustradas MM. Dominicas, desde su
huerto, llamaban al niño del sueño que, desde la atalaya de su ventana, las contemplaba en su ir y
venir, realizando las tareas diarias de cualquier hortelano.
¿Quieres ponernos esta noche la radio para escuchar el sermón del Padre Pedro? Le
gritaba una monjita revestida en su inmaculado hábito blanco.
Por aquellos años, Radio Juventud de Baza, solía retransmitir algunos de los sermones
que se decían en el transcurso de las novenas en honor de los respectivos titulares de cofradías y
hermandades.
Por Navidad, el niño recibía del convento un suculento regalo, seguramente como premio
de sus vecinas, unos dulces: huesos de melocotón que ellas primorosamente hacían con
chocolate relleno de coco.
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En esos primeros años de su infancia el niño, en tiempos de la preparación de los desfiles
procesionales de la Semana Santa, acompañaba a su tío Rogelio al convento de la Merced y veía
y veía....como se vestía a la Virgen, como se preparaban las baterías para los tronos, como
después de la hora del trabajo los hermanos cofrades aparecían para ayudar y poner a punto su
procesión del Miércoles Santo.
Y en 1950 hizo su primera procesión. Se cumplió su sueño. Iba de estreno. Repeinao, más
ancho que un pavo real, con su capirote al hombro, cruzó la plaza Mayor siguiendo los
presurosos pasos de su padre, Diego el de las Contribuciones, camino de la Merced. De vez en
cuando, introducía su mano derecha en el bolsillo y recontaba los caramelos con sus menudos
dedos, como si estuviera pasando las cuentas de un rosario. Uno: para mamá; dos: para el Mimi ;
tres para Paquito y así hasta llegar a la adjudicación de la peseta de caramelos que había
comprado por la tarde, en el quiosco de la “tía Rubia”.
Y aquel niño nunca más jugó con pasitos y penitentes de cartón. A pesar de su temprana
edad, el mundo y las cosas cambiaron para él y, con ellas el concepto que había tenido hasta
entonces de lo que realmente significaba la Semana Santa y la propia vida.
Y al igual que tantos y tantos bastetanos aquel joven convirtió a su Cristo en espejo y
bandera de su vida.
Mirándose en Él, llevándolo consigo noche y día, llegó a escudriñar cada palmo de su
anatomía, la expresión de su rostro y cada síntoma de su escalofriante agonía. Fue así como llegó
a familiarizarse íntimamente con la muerte de Cristo, hasta el punto de perder el miedo y
encontrarla hermosa. Porque llegó a la conclusión de que la muerte de su Cristo no se
consumaría nunca en su totalidad, que existiría una especial transición que el se negaba a aceptar
como muerte, porque aseguraba que Baza nunca dejaría de aportar esa brizna de aire que
parecería faltarle para continuar con su vida eternamente.
Así pues, este Pregonero vuelve a echarse el antifaz, toma su cirio y ocupa su tramo en
esa general Cofradía que viene a formar Baza desde la primera Cruz de Guía del Lunes Santo al
último penitente del Domingo de Resurrección.
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Que más quisiera este Pregonero que llegar al oído de cada uno de vosotros aquí
presentes o en vuestros hogares, y poder comunicaros ese Pregón que esperáis, el vuestro, el de
tu Cristo y tu Virgen que en definitiva es lo que de verdad llega al alma.
Que más quisiera este Pregonero que contar con la satisfacción de que sus palabras
hubieran llegado hasta ti, antiguo vecino del Barrio de Santiago, que naciste y viviste más de
media vida en esa casa ya desaparecida, desde donde saliste tantos Viernes Santos camino de la
parroquia para acompañar a tu Virgen de los Dolores y ahora vives en la continua nostalgia de
esa calle Ancha, en un barrio lejano en el que aún te sigues encontrando extraño. Que más
quisiera yo, que mis palabras calaran en lo más hondo de tu alma bastetana.
Quisiera que entendierais que este Pregonero no pretende otra cosa que, en nombre de
Baza, anunciaros la anual llegada de Dios a la ciudad y transmitiros un mensaje de paz y
esperanza.
Ése que nació en Belén en un Pesebre porque no había Posada. Ése que a los sordos hace
oír, a los ciegos ver y a los mudos hablar, que sana a los enfermos y vuelve a los muertos a la
vida. Será Juzgado injustamente, condenado a Morir, pero al tercer día Resucitará. El templo
viejo de nuestro corazón será demolido, y vuelto a edificar por Él. En los Santos Lugares de
Baza se volverá a vivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Y el
Pueblo de la vieja Basti será una vez más pañuelo de la Virgen.
Y con Ntro. Padre Jesús del Rescate, en la noche del Lunes Santo, desde la iglesia de
Santiago, parroquia de los campos de mi Baza, se inicia la tragedia del Hijo de Dios. La
expresión de su Divino Rostro, ultrajado, maniatado, abrumado por la pena:
Cuadrillas de costaleras,
de Santiago son ellas,
jóvenes que se afanan
por mitigar sus penas.
Por la calle Ancha avanzan los ciriales, de sus balcones los geranios cuelgan como
lágrimas de sangre caídas del cielo. Justas las voces en el capataz. Suena el golpe seco del
llamador y el paso se detiene. Gesto de sufrimiento por nosotros de Jesús del Rescate. Como nos
duelen las espinas de su Corona. Cofradía ejemplar y modélica.
…Sí, por la señal de la Santa Cruz, que es lo primero que aprende nuestra fe de niños,
abierta a Cristo. Por la señal de cristianos, está en las calles nuestras, esa Cofradía de la Cruz, en
la noche del Martes Santo.
¡ Cofradía de “la Cruz”!. Cuando a la ciudad, en su noche, le nacen cruces en los vuelos
de la mente y en los entresijos del alma. Nuestra vida es Cruz, porque la Cruz es Pasión, porque
la Cruz es Muerte de Jesús, y ha de ser faro, guía, sendero para todos….
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Somos Cruz. Y seremos cruces de Penitencia, cuando buscamos su amparo en esta
Cofradía con solera donde las haya, que procesiona con una sencilla Cruz de nogal. Sobre ella,
una corona de espinas y un sudario. A sus pies, una exquisita talla de la Madre del Redentor
cubierta por un extraordinario manto salido de las manos primorosas de su Camarera Mayor
María del Carmen Gómez Lamadrid.
En tu regazo de Madre
vengo a dejar mi plegaria,
que es una flor pasionaria
deshojada ante la Cruz.
Te rezo por el que llora,
por el que sufre tristeza,
te rezo por quien no reza
por quien no busca tu luz.
Al caer la tarde del Miércoles Santo, la Merced abre sus puertas al Cristo de la
Misericordia y a su desconsolada Madre en su Soledad.
La vetusta y estrecha calle de los balcones de palo, recoge el rachear de las alpargatas de
sus costaleros, que con magistral y milagrosa destreza sortean, uno tras otro, los muchos
obstáculos que en su pausado caminar encuentran, a las ordenes de Esteban, su Capataz.
Aunque anónima su talla, el maestro plasmó la Misericordia de Cristo por los que sufren,
en toda su anatomía. En sus ojos, semicerrados y a punto de perder la luz en su agonía. En su
cabeza, inclinada por el peso del mundo. En sus pies y manos, bañados por su Sangre Redentora.
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Dos cosas hay en el mundo
que no se pueden contar
las lágrimas de la Soledad
y las arenas del mar.
Allá por el año 1945, Juan Vallejo el de “luz” y los “apagones” (quien por aquellos
entonces no le conocía) fundó, junto con amigos y compañeros del “Chorro”, la Cofradía de
Ntro. Padre Jesús Nazareno. La familia Alcantúd también tendría mucho que decir en esta
historia.
Sus mujeres y hombres, por cuadrillas se relevan para portar el pesado trono.
A su paso por la Cava Alta, el Cascamorras, desde su atalaya, contempla a Jesús con la
Cruz a cuestas, con inusitado estupor, con asombro pero sin indiferencia. Parado, no solo por su
petrificación sino por la estampa que ve.
Lleva la Cruz con nombres y apellidos que son el clamor de nuestro tiempo: Parados,
inmigrantes, drogadictos, niños explotados, transeúntes, víctimas del terrorismo, ancianos,
enfermos, mujeres marginadas y maltratadas, forman el rostro de esta pesada Cruz.
En sus Canciones del alma en la íntima comunicación de amor de Dios, el místico San
Juan de la Cruz, así decía:
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¡ Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras:
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!
Como todas y cada una de nuestras Cofradías, la Real e Ilustre Cofradía del Stmo. Cristo
del Amor, Ntra. Sra. de la Esperanza y San Juan Evangelista, en los últimos tiempos, ha sufrido
una gran transformación. La Esperanza, como popularmente se le conoce, reflejo del estilo
sevillano, fue, para mí, el revulsivo de la Semana Santa de Baza, a partir de los años 80. Sus
inusitados esfuerzos le han llevado a reunir un equilibrado y artístico conjunto.
En la tarde noche del Jueves Santo, desde San Juan nos llega la Esperanza y el Amor. La
Madre, el Hijo y el discípulo.
Dulce Señora de la Esperanza, haz que un día no muy lejano podamos dirigirnos, unos a
otros, como a diario lo hacemos los hombres de buena voluntad. Como lo vienen haciendo esas
palomas blancas que anidan y revolotean alrededor de tu casa. Utilizando, como mensaje, tan
solo tu nombre, y como símbolo, el blanco pañuelo y el rosario que portan tus manos. Esperanza,
Señora, Esperanza… Que tu Esperanza esté con todos nosotros.
Las plazas y calles de Baza reciben el paso del Stmo. Cristo de los Méndez, en la
noche del Jueves Santo.
Cuantas veces desde lejanos tiempos, en esperanzada rogativa, los bastetanos le hemos
pedido agua para nuestros secos campos.
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Solemnidad, humildad y elegancia son premisas fundamentales en esta Cofradía que
cierra la noche del Jueves Santo.
Saeta
Cristo moreno
pasa
de lirio de Judea
a clavel de España.
Cristo moreno,
con las guedejas quemadas,
los pómulos salientes
y las pupilas blancas.
Desde el momento en que expiró el Salvador, deseó su Madre bajarle de la cruz y darle
sepultura, a cuyo fin, dice San Bernardo, extendía sus brazos hacia el llagado cadáver y al no
poder alcanzarle, se postraba oprimida por el dolor sobre la tierra, regándola con sus lágrimas.
Tres horas estuvo María solicitando este consuelo y al fin se cumplieron sus deseos, y cuando
Pilatos concede la licencia, enseguida se efectúa el Descendimiento.
Las lenguas de los hombres deben enmudecer para venerar en silencio el amargo dolor de
María en ese terrible trance.
Y a Santiago volvemos en la mañana del Viernes Santo, en esta mañana del Parasceve
sublime en que murió Nuestro Señor Jesucristo, mañana del Parasceve o preparación para la
Pascua según el rito judaico, de donde hace su salida procesional la Venerable Cofradía de Ntra.
Sra. de los Dolores y Stmo. Cristo del Descendimiento.
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atravesado por siete puñales y el primoroso pañuelo que ofrece a nosotros los pecadores.
El pueblo de Baza, en la tarde del Viernes Santo, tiene una cita obligada: acompañar a
María en el último pasaje del sufrimiento de su Divino Hijo.
No hay más grandeza que la humildad, ni más triunfo que el de la Cruz. Suya es, en
verdad, la victoria, del que ahora yace en la urna, del primero que gustó el cáliz de la Pasión..
Muriendo el Salvador, perdonó a sus enemigos y pidió por los que le crucificaban: fue
condenado por Pilatos y entregado a un pueblo que le aborrecía y calumniaba. Faltan las palabras
para admirar la sabiduría divina y lo que tiene preparado a los que le aman. La memoria de los
grandes y poderosos se borra apenas cesa la pompa y el ruido del funeral, y la de Jesús resucita,
se perpetúa y celebra en el mismo Sagrado Sepulcro.
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La tarde del Viernes Santo,
se nos clava lentamente
al ver pasar una urna
donde va Cristo, que duerme
tras los dolores y afrentas
que coronaron su Muerte.
D. Esteban, hombre prudente, caballeroso, artista y maestro… Gracias por vuestra obra.
Y el Silencio se hace… y se cierra el tremendo drama de la Pasión del Señor con el paso
de la Cofradía del Silencio de Ntra. Sra. de los Dolores.
La ciudad espera la noche, en la que un silencio espeso, denso, pegajoso, como niebla de
enero que duerme en la Alameda, se apodera de ella. Por la puerta de la Parroquia del Sagrario,
aparece, el Silencio de Ntra. Sra. de los Dolores.
Respeto por la Madre que ha perdido a su Hijo. Dolor por la Madre Eterna.
Contemplamos tu paso, Madre nuestra, avergonzados, pesarosos y arrepentidos de nuestras
flaquezas.
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De Santiago, de San Juan, de la Mayor, de la Merced… Todas las cofradías están
representadas, en el día de la Alegría, por el futuro, por quienes naturalmente han de sucedernos,
por los más jóvenes, por nuestros hijos.
El Resucitado aglutina a todo un semillero de niños y niñas que, poco a poco, paso a
paso, van aprendiendo a ser cofrades, a vivir la Semana Santa, a entender el significado de la
liturgia llevada a la calle.
Es otro mundo. Os propongo que, el año que viene, asistáis a la constitución del trono del
Resucitado. Un hervidero de niñas y niños acuden a la Merced. Ricardo y Juan Luís, realizan el
alistamiento: Nombre, domicilio, altura, talla de sudadera….Ensayo, el bollo…Que tiempos
estos…
He visto las calles llenas de sol el Domingo de Resurrección. Tienen algo especial.
En la Plaza Mayor tiene lugar otro encuentro de fiesta, de bullicio, de alegría. El pueblo
se encuentra con Cristo Resucitado en un misterioso espectáculo de campanas, cohetes y
palomas, y lo negro se torna blanco, al grito de Aleluya.
En nuestra Plaza Mayor cabe todo: el diálogo humano y divino, el compromiso cerrado
con la única garantía de la palabra dada, el cotilleo de la vida diaria, el amoroso coloquio de
jóvenes y mayores, que cruzan su mirada; cabe el dolor y la alegría en la misma semana; pero
sobre todo es lugar de encuentro, símbolo de unión, de entendimiento y trabajo en común ante un
futuro esperanzador que ya nos alcanza.
Os convoco a la única alegría que en Semana Santa es posible: a la que nace y acaba en la
dignidad del hombre.
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He querido traeros la Verdad de mi vida,
y he querido deciros mi pasión contenida.
La Verdad y Pasión en que mi amor anida,
La Pasión y la Verdad que a meditar convida.
Muchas otras cosas podrían contarse…. Pero para ello el Pregón se renueva cada año y
una voz distinta prestará su pulso a este atril, del que yo ya me separo, dejando reposar en él, al
despertar, mi más maravilloso sueño.
Solo me resta, pues, decirte, ciudad mía, lo único que quisiste oír de mis labios para
empezar la Semana Santa.
¿Estáis preparados?
¿Estáis puestos?
¿Puedo llamar cuando quiera?
Ni un minuto más de espera….. BAZA
¡A ésta es!
He dicho.
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