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Según Amorth, «el Papa la vio, la llamó, la acarició y la trató con mucho
cariño durante media hora. Le dijo que en la mañana del día siguiente,
jueves, celebraría la misa por ella. En el exorcismo estuvo presente el
obispo Danzi. Al día siguiente, el jueves por la tarde, volví a hacer sobre
ella un exorcismo junto al padre Giancarlo que duró dos horas. En este
exorcismo también participó monseñor Danzi».
En esa ocasión, la voz diabólica aludió al encuentro del día anterior con el
Papa. «¡Cómo estaba contento el diablo --continúa diciendo el padre
Amorth--. Menudas carcajadas que se echaba. Llevó a la pobre muchacha a
decirme: "¡Ni siquiera tu jefe (es decir, el Papa) ha logrado hacer nada
conmigo!"».
ROMA, 7 SEP (ZENIT.org).- Es sacerdote desde hace doce años y padre de siete
hijos, entre los que hay tres sacerdotes, dos religiosas y un seminarista.
El padre Probo Vaccarini, de 81 años, párroco de San Martino, en la diócesis
de Rimini, una parroquia de 400 habitantes en los confines con la República
de San Marino, por esta singular experiencia de vida recibirá el domingo 10
de septiembre, en Asís, un premio con ocasión de la «Fiesta de la Familia».
El premio será entregado por los franciscanos de Asís, con motivo de la
reapertura al culto --tras el terremoto de 1997-- de la Iglesia Nueva, que
surge en el lugar de la casa paterna de San Francisco.
El padre Probo, tras haberse entrevistado con el padre Pío (hoy beato) que
le había preanunciado el desarrollo de su vida, se casó en el año 52 con
Anna Maria Vannuci y del matrimonio nacieron siete hijos. Al quedar viudo en
1970, pidió y le fue concedido hacerse sacerdote. Su sueño se cumplió en
1988. De los siete hijos, Giovanni es sacerdote en Viserba Monte de Rimini,
Francesco en Le Marmore de Terni, Giuseppe en una misión de la diócesis
riminense en Albania. Gioacchino está en el seminario de Rimini, Maria Luisa
es religiosa de las pías discípulas del Divino Maestro, Maria Celeste es
laica consagrada y Maria Pia está casada y es madre de cuatro hijos.
El premio que recibirá, comenta el padre Probo, «es una señal para decir que
también hoy la familia debe ser cristiana». Justamente mirando a su especial
historia de marido y padre primero, y sacerdote después, el padre Probo no
duda en decir que «el sacerdote célibe está dedicado por entero a Dios y a
la comunidad por la eucaristía, los sacramentos, la oración, la liturgia, la
caridad. Quien tiene familia, en cambio, tiene el deber de pensar también en
la mujer, en los hijos. No se puede comprender plenamente el celibato si no
se vive una fe adulta: es el Señor el que, a través de su Iglesia, llama a
esta opción de amor, el sacerdote célibe es un signo de eternidad en la
tierra».
ROMA, 7 SEP (ZENIT.org).- Es sacerdote desde hace doce años y padre de siete
hijos, entre los que hay tres sacerdotes, dos religiosas y un seminarista.
El padre Probo Vaccarini, de 81 años, párroco de San Martino, en la diócesis
de Rimini, una parroquia de 400 habitantes en los confines con la República
de San Marino, por esta singular experiencia de vida recibirá el domingo 10
de septiembre, en Asís, un premio con ocasión de la «Fiesta de la Familia».
El premio será entregado por los franciscanos de Asís, con motivo de la
reapertura al culto --tras el terremoto de 1997-- de la Iglesia Nueva, que
surge en el lugar de la casa paterna de San Francisco.
El padre Probo, tras haberse entrevistado con el padre Pío (hoy beato) que
le había preanunciado el desarrollo de su vida, se casó en el año 52 con
Anna Maria Vannuci y del matrimonio nacieron siete hijos. Al quedar viudo en
1970, pidió y le fue concedido hacerse sacerdote. Su sueño se cumplió en
1988. De los siete hijos, Giovanni es sacerdote en Viserba Monte de Rimini,
Francesco en Le Marmore de Terni, Giuseppe en una misión de la diócesis
riminense en Albania. Gioacchino está en el seminario de Rimini, Maria Luisa
es religiosa de las pías discípulas del Divino Maestro, Maria Celeste es
laica consagrada y Maria Pia está casada y es madre de cuatro hijos.
El premio que recibirá, comenta el padre Probo, «es una señal para decir que
también hoy la familia debe ser cristiana». Justamente mirando a su especial
historia de marido y padre primero, y sacerdote después, el padre Probo no
duda en decir que «el sacerdote célibe está dedicado por entero a Dios y a
la comunidad por la eucaristía, los sacramentos, la oración, la liturgia, la
caridad. Quien tiene familia, en cambio, tiene el deber de pensar también en
la mujer, en los hijos. No se puede comprender plenamente el celibato si no
se vive una fe adulta: es el Señor el que, a través de su Iglesia, llama a
esta opción de amor, el sacerdote célibe es un signo de eternidad en la
tierra».