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Adorno, se ocupa de los efectos y problemas filosóficos después de la caída de los grandes
sistemas del idealismo, especialmente el kantiano que como hemos de saber, se ocupó del
problema del conocimiento en la ciencia, el problema de la razón práctica en su
pensamiento ético-político, la estética, la historia, el derecho etc. Tal capacidad se ve
reducida en dos o tres ramas o Escuelas filosóficas herederas de Kant: La escuela de
Marburgo, la Escuela de Baden y la de Gotinga asociada a la fenomenología husserliana.
Pero también, la crítica a la concepción de la filosofía y los problemas que esta pueda
plantear, se dirige a otro enfoque filosófico que ve más peligroso en cuanto al papel de la
filosofía en la sociedad moderna: el Círculo de Viena. Lo que subsiste en todas estas
escuelas, es que todas han devenido en un discurso filosófico unilateral porque “se ha
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perdido para la filosofía, y con ello se ha visto afectada en su mismo origen la pretensión de
ésta a la totalidad de lo real” (p.74.). Es más, esta unilateralidad se ha convertido en una
constante que lleva a escindir el mundo entre la razón y la materia. De allí que la Escuela
de Marburgo se haya dedicado a dar cuenta de toda realidad a partir de categorías lógicas y
en ello haya elaborado un “sistema cerrado” de filosofía que se interna solamente en el
sujeto trascendental y su estructura cognitiva. De igual modo, a este formalismo se han
opuesto tendencia psicologistas y naturalistas que cifran toda actividad huma en los ciegos
impulsos naturales.
La escuela de Baden, trata dar cuenta de la unión de estos elementos y relacionar más
fácilmente la necesidad lógica y la empiria, pero no es capaz de satisfacer la exigencia de
justificar y establecer una crítica a los valores de los que se ocuparon y que prometían un
análisis más concreto de la realidad (social). La fenomenología husserliana, precisamente,
por enfocarse en el sujeto de la experiencia ha olvidado los grandes problemas históricos de
los que se ocupó la filosofía, buscando la objetividad en el pensamiento subjetivo, casi en el
solipsismo. Lo que le lleva a la reformulación de la fenomenología y dirigirse hacia lo
externo y establecer el problema de la razón y la realidad (Cfr., p.77.) inclinado a la primera
de esas realidades, la fenomenología de Husserl es un sistema más complejo y más rico que
la filosofía de la Escuela de Marburgo, pero aún así sigue cerrado en “el tribunal de la
razón”. Los intentos de incorporar el materialismo en la fenomenología por parte del mismo
Husserl y de Max Scheler no han sido más que ilusiones al poner “sobre el telón de fondo”
“la imagen de una verdad suprahistórica” (p.79.) so pesar, de la metafísica del impulso y la
dinámica absoluta de la realidad. Cuestión que se extiende hasta el mismo Heidegger y la
fenomenología existencial en la que se ocupó enfocada en el ser subjetivo: “la exigencia de
la ontología material se reduce al terreno de la subjetividad, en cuyas profundidades busca
lo que no es capaz de encontrar en la abierta plenitud de la realidad” (p.79-80.), la cual se le
presenta al hombre plenamente justificada. La ontología heiddegeriana, por ello -nos dice
Adorno-, entra en contradicción pues coloca en la esencialidad del hombre la temporalidad,
lo eterno que lo constituye como un fluir, como algo que se le va y no es dueño, y de allí
que su proyecto ontológico se disuelva en las mismas categorías empleadas para la analítica
existencial (“estar arrojado”, “angustia” y “muerte”). La pretensión de hallar por el
pensamiento filosófico la estabilidad o esencialidad del Ser se desmorona de nuevo y se
demuestra que la filosofía no es capaz de dar cuenta de la totalidad de la realidad.
Ahora bien, los comentarios de Adorno, muestran que las principales corrientes filosóficas
en el siglo XX deben renunciar a los proyectos totalitarios sobre el ente, pero no por ello
debe dejarse de preguntar por la actualidad de la filosofía. Esta pregunta es clave para
poder redireccionar la filosofía de acuerdo a lo que ella misma le queda, a su labor, y a los
complementos con otras áreas del saber, es decir, a cómo la filosofía puede aportar
elementos para las ciencias físicas y estas para con ella. Por ello, la relación de la filosofía
con la ciencia física debe igualmente tenerse en cuenta en el contexto epistemológico del
siglo XX, dado que el Círculo de Viena fue el que más impulsó una concepción de la
filosofía que al ser auxiliar de las ciencias particulares; como propedéutica las ciencias se
convierte en un instrumento y auxiliar para poder lograr la ordenación de los elementos
empíricos observables, y desterrar del campo del pensamiento cualquier forma de pensar
que no corresponda con la cientificidad al formular proposiciones y teorías, por tal razón el
neopositivismo, considera que se debería de “liquidar sucintamente la filosofía y disolverla
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en las ciencias particulares antes que venir en su ayuda con un ideal literario que no
representa más que un ropaje ornamental de falsas ideas” (p.84.), en otras palabras, los
problemas de la filosofía sólo se hayan vinculados a los problemas de la descripción de lo
dado y al esclarecimiento del sentido de las proposiciones con lo que lo dado es descrito.
Con este planteamiento Adorno cambia de dirección, pues en primer lugar nos dice que la
filosofía no debe disolverse en las ciencias particulares sino más bien tener un contacto
permanente con ellas (Cfr. p.86.) porque la acercan a establecer el nexo entre el
pensamiento y la realidad material, pero hay una diferencia radical entre la filosofía y la
ciencia aún cuando la dificultad por establecer un método propio para la filosofía se haga
presente a cada instante o en toda la historia de ella: “el ideal de la ciencia es la
investigación, el de la filosofía, la interpretación” (p.87.), y esta interpretación es la que ha
caracterizado toda la tradición filosófica; ésta última pues es el constante entretejido de
preguntas y respuestas que en la pretensión de la verdad, no llega a poseer “nunca una clave
cierta de la interpretación” (Ibíd.). Esta paradoja en donde cada interpretación se esfuma en
un nuevo esfuerzo cifra por un lado la autonomía de la filosofía respecto a la ciencia en la
que el Círculo del Viena la quería disolver y por otro lado es lo que lo que le otorga
actualidad y la necesidad constante de su labor, “por eso, no puede prescindir aún del más
mínimo hilo que el tiempo pasado haya devanado, y que quizás complete la trama que
podría transformar las cifras en un texto” (Ibíd.), y, aún así, no debe justificar el estado den
cosas mediante un esfuerzo por dar el sentido a la realidad actual y los descubrimientos en
ella realizados en los últimos tiempos. La actualización de la filosofía se hace necesaria, y
su composición ha de ser “incompleto”, “contradictorio” y “fragmentario” -como ya se
había insinuado-.
Por otro lado, descifrar (si es que hay tal cosa) los signos del mundo no debería implicar en
principio la existencia de entidades eternas e inmutables, incluso en esta lectura del mundo
debe tenerse en cuenta el contexto socio-histórico del que parte cualquier interpretación
filosófica del mundo y si es posible, “iluminar” algún enigma en su seno: “La auténtica
interpretación filosófica no acierta a dar con un sentido que se encontraría ya listo, y
persistiría tras la pregunta, sino que ilumina repentina e instantáneamente, y al mismo
tiempo la hace consumirse” (p.89.). Estas iluminaciones aisladas pueden ser ordenadas
tentativamente mediante figuras legibles “como respuesta mientras la pregunta se esfuma”
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(Ibíd.), y con esta labor, aportar problemas, situaciones, ejemplos, cuestiones que la ciencia
debe pensar exhaustivamente mediante la investigación. Ahora bien, la interpretación
filosófica que debe anular toda posición dualista (entre el pensamiento y la realidad
material) se conecta con la interpretación materialista que no busca el sentido último de las
cosas sino las condiciones o “tendencias” socio-culturales específicas o problemas
particulares. La filosofía es pues un prisma que deconstruye el sentido y arroja
multiplicidad de iluminaciones o interpretaciones de cuestiones específicas bajo una figura
espectral que, sin embargo, queda a la posteridad en ideas intrahistóricas y asimbólicamente
“porque no hay un sentido ulterior que fuera separable de su manifestación histórica,
primera y única” (p.92.). No obstante, la interpretación filosófica y materialista de las
condiciones sociales debe también articularse con una praxis que transforme realmente este
mundo. La interpretación es por tal razón, dialéctica. La pregunta por el sentido se aniquila
en la interpretación individual del mundo, sobre esta base aniquilada nace la exigencia
filosófica de transformación del mundo.
Finalmente, Adorno no considera que la filosofía abandone tácitamente todos los problemas
filosóficos sobre los que se ha ocupado históricamente, lo cual a nuestro modo de ver,
constituye la misma tradición filosófica, pues si bien toda interpretación arte de cero, no por
ello deba hacer tabula rasa, debe más bien, asegurarse en las categorías y concepto no
demasiados grandes que le brinden la capacidad de entablar relaciones dialógicas con otras
esferas del conocimiento. De hecho, Adorno observa cómo se ha despojado de su contenido
y “filo” crítico a los conceptos de clase e ideología en la atomización con la que se observa
a la sociedad y los grupos sociales más pequeños. De igual modo, para poder articular la
dimensión del pensamiento filosófico y la praxis transformativa heredada del marxismo sin
olvidar, claro está, las ciencias particulares y en especial la sociología que brindaría
elementos empíricos de interpretación o de reflexión filosófica. Aquí Adorno uincluye otro
elementos que posibilita esta forma de interpretación filosófica y para la cual pide un “ideal
literario”, al ars inveniendi”: “Una fantasía exacta; fantasía que se atiene estrictamente al
material que las ciencia le ofrecen, y sólo va más allá en los rasgos mínimos que la
estructura establece: rasgos que ciertamente ha de ofrecer de primera mano y a partir de si
misma” (p.99.), esto es, pues, la inclusión de la fantasía para el establecimiento de un
mundo que no está constituido a partir de las condiciones existentes. Esta cuestión hace de
la actualidad de la filosofía una filosofía crítica no sólo con el actual estado espiritual y
epistemológico, sino también con el estado de cosas político y cultural: “Si es que la idea
de interpretación filosófica que me había propuesto exponer ante ustedes -nos dice Adorno-
tiene alguna vigencia, se puede expresar como la exigencia de dar cuenta de en todo
momento de las cuestiones de la realidad con que tropieza, mediante una fantasía que
reagrupe los elementos del problema sin rebasar la extensión que cubren, y cuya exactitud
se controla por la desaparición de la pregunta” (Ibíd.), con lo cual, la filosofía debe hallar
también sus límites y posibilidades.