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El Mundo visto por sus pueblos


El SALVADOR
ROBERTO RUBIO

A MÁS DE UNA DÉCADA DE POLÍTICAS NEOLIBERALES


EN EL SALVADOR

INTRODUCCIÓN

Para entender buena parte de la situación socioeconómica de ES en los últimos años es necesario
conocer las políticas neoliberales, los programas de estabilización y ajuste que los acompañan, y los
impactos que han tenido los mismos durante los últimos años.

I. LAS POLÍTICAS NEOLIBERALES EN EL SALVADOR

Antes de analizar los impactos que han tenido las políticas neoliberales en El Salvador, es pertinente
conocer cómo se fueron implementando los Programas de Estabilización y Ajuste Estructural en
este país, así como cuáles han sido las características relevantes de la estructura económica
salvadoreña durante los últimos años. Este es el principal cometido de este apartado1.

1. El período de Estabilización y Crecimiento (1990-1995)

En El Salvador, como en otros países, los Programas de Estabilización y Ajuste Estructural han
presentado sus propias particularidades. Sin embargo, han mantenido su fidelidad a las principales

1 Los contenidos de este apartado están elaborados en base a dos trabajos del autor: Rubio, Roberto y
Pleitez William, "Ajuste Estructural, términos de intercambio internos y la pequeña producción de granos
básicos: el caso de El Salvador", PRIAG, Universidad Libre de Amsterdam, San José de Costa Rica, 1992, y
Rubio, Roberto, “Los Programas de Estabilización y Ajuste en El Salvador”, documento borrador
(UNICEF/SAPRIN, 1999).
2

concepciones y medidas contenidas en los mismos: “predominancia de la política monetaria y


cambiaria sobre el conjunto de la política económica, liberalización de algunos mercados (comercio
exterior, construcción, transporte, financiero), privatizaciones, política tributaria basada en
impuestos indirectos, apertura comercial, etc.). Por tanto, aunque sea en forma no ortodoxa, sí se
han impulsado e implementado los programas de estabilización y ajuste”2

Durante este período de estabilización y crecimiento se llevaron a cabo varias reformas tendientes a
estabilizar las diferentes cuentas macroeconómicas (fiscal, comercio externo, monetaria, cambiaria).
"En primer término, las políticas económicas antes mencionadas pasan a integrarse en forma más
sistematizada dentro de los Programas de Estabilización Económica y de Ajuste Estructural
(PEE/PAE). Por tanto, analizar o describir la políticas económicas después de 1989 significa
analizar y describir los PEE/PAE. En segundo término, el conjunto de políticas y medidas de los
PEE/PAE, contenidas en el Plan de Desarrollo Económico y Social 1990-1994, buscaría, por el lado
de la demanda, corregir a corto plazo los desequilibrios internos (inflación heredada de cerca del
24% y amplio déficit fiscal) y externos (pronunciado déficit de la balanza en cuenta corriente). Ello
se realizaría en un período de 18 meses (entre julio 1989 y diciembre 1990) bajo el PEE. Por el lado
de la oferta se pretendía, a un mediano/largo plazo, ajustar la estructura productiva por medio de la
apertura externa, la eliminación de las distorsiones del mercado y de los precios, y la privatización
del sistema financiero y del comercio exterior. Esto debería lograrse a partir de enero 90 en adelante
bajo los PAE (al menos durante dos años)...Finalmente, las correcciones a la demanda y oferta se
llevarían a cabo por medio de las libres fuerzas del mercado. En tal sentido, las políticas económicas
expresan mecanismos diferentes a los presentados en el período 80-89: no control de precios, no
reforzamiento del Estado, uniformización de aranceles y tipo de cambio, restricción fiscal y
financiera, etc." 3

Con la llegada del gobierno de derecha de ARENA al gobierno en 1989, se comenzaron a impulsar
un conjunto de medidas de estabilización del entorno macroeconómico. He aquí algunas de las más
relevantes:

- Liberalización y unificación del tipo de cambio, el cual se llevó a cabo de manera gradual. Esto,
hay que admitirlo, en un contexto de creciente y masiva entrada de remesas provenientes de los
emigrantes hacia los estados Unidos, y de cierta expansión de la economía, logro ir estabilizando el
tipo de cambio de la moneda nacional (el colón) respecto del dólar.

- Se llevó a cabo un ordenamiento en la canalización de flujos externos, en especial de las remesas


provenientes de los salvadoreños (as) que residen y trabajan en el exterior, por medio de la
legalización de las Casas de Cambio. Esto favoreció la mayor entrada de remesas al país, y colocó la
casi totalidad de las mismas dentro de los circuitos del sistema financiero nacional.

- Uniformización de las tasas arancelarias, reducción general de las mismas, y flexibilización de las
medidas no arancelarias.

- Establecimiento de una estrategia para promover una política comercial de promoción de


exportaciones no tradicionales.

2 Rubio, Roberto y Pleitez, William, op. Cit. P.3


3 Ibid, p.5
2

- Esfuerzos por impulsar una estrategia de atracción de inversión extranjera centrada en la inversión
maquilera (creación de zonas francas).

- Formulación de una política de recaudación tributaria tendientes a cargar sobre los impuestos
indirectos y descargar la presión sobre los directos.

- Ligera tendencia a la disminución de los gastos sociales, en especial en salud y educación.

- Eliminación de algunas transferencias y subsidios, sobre todo para los sectores con menor
capacidad de presión. Se mantuvieron sin embargo casi en su totalidad las transferencias y subsidios
a sectores inversionistas y productores con gran poder y capacidad de presión y negociación.

- En este período se dio inicio al proceso de privatizaciones. Fue así que las tres grandes reformas
implementadas en la década de los 80 comenzaron a ser desmontadas a partir de 1989. Por un lado
se eliminó la nacionalización del Comercio Exterior e instituciones como el INCAFE e
INAZUCAR. Por otro lado, se procedió al saneamiento de las carteras de los bancos y se decretó la
privatización de los mismos, de tal forma que se asegura el control de la banca en un grupo cercano
al gobierno del Presidente Cristiani, así como del mismo Presidente. Asimismo se frena el proceso
de reforma agraria, que como medida contrainsurgente impulsó el gobierno demócrata cristiano en
los años ochenta. Valga señalar que los procesos de privatización, aparte del caso de la banca, se
dieron en actividades o activos de menor importancia relativa (Instituto de Vivienda Urbana (IVU),
Instituto de Investigaciones del Café, algunas operaciones de la compañía encargada de la
distribución de electricidad (CAESS), algunos servicios médicos como la consulta de especialidades
externas del Seguro Social (ISS), algunos ingenios de azúcar).

- En materia de política financiera, se dio un cambio importante en consonancia con la privatización


de la banca, como fue el cambio de una política financiera de sostenimiento de tasas de interés
reales negativas, hacia una política de establecimiento de tasas de interés reales positivas. "A partir
de agosto de 1989 se procedió a un incremento de las tasas de interés activas y pasivas y a la
simplificación de sus estructuras, bajo la promesa de hacer ajustes periódicos en función del
comportamiento de la inflación".4

- Por otra parte, la política crediticia tendió a simplificar la estructura crediticia, estableció la
supresión de algunas líneas preferenciales de crédito, favoreció una mayor concentración del crédito
en manos de grandes productores, mientras que su carácter mercantilista y cortoplacista favoreció el
poco acceso al crédito comercial por parte de los medianos y pequeños productores, al tiempo que
estimuló la orientación preferencial del crédito a sectores de servicios más vinculados al consumo,
los cuales presentaban rentabilidades más altas y de más corto plazo (grandes negocios comerciales,
servicios financieros, construcción de viviendas a sectores de ingresos medios y altos, etc)

- Durante este período también se estableció la liberalización general de los precios de bienes y
servicios, y por tanto se abandonó la política de control de precios que existía anteriormente. Así por
ejemplo, a partir de julio de 1989 se liberalizaron los precios de más de 230 productos

4 CENITEC, "Política Económica y Pobreza Rural en El Salvador". Revista


Política Económica, febrero-marzo 91, San Salvador, p.31.
2

agropecuarios e industriales (al tiempo que se incrementaban los precios de las tarifas eléctricas y
del transporte colectivo).

- Finalmente, se comenzaron a dar pasos hacia una política de contención de los salarios nominales
y reales, así como hacia prácticas de flexibilización de los mercados de trabajo.

Todas aquellas medidas, apoyadas, tal como lo hemos mencionado, por un fuerte flujo de dólares
provenientes del exterior y por un momento de expansión económica de post guerra, facilitaron un
entorno macroeconómico relativamente estable. Los rasgos más visibles de esta aparente estabilidad
eran cierta disminución de la inflación (sobre todo comparada con la habida en la década de los 80),
estabilidad del tipo de cambio, incremento de las reservas internacionales netas, relativa
disminución del déficit fiscal, repatriación de capitales, aumento del ahorro financiero, entre los más
importantes. Todo este cuadro macroeconómico, junto a los factores que promovían la expansión
económica de post guerra (como la inversión contenida, fin de la guerra, la potenciación del
consumo, el desarrollo de ciertos servicios y actividades de maquila, etc.) dieron como resultado
una dinamización del crecimiento económico, expresado éste en la tasa de crecimiento del PIB.

En conclusión, dado lo dicho anteriormente, podemos afirmar que los años 90-95 pueden
caracterizarse por una etapa de crecimiento con relativa estabilidad macroeconómica. No cabe duda
que las políticas de estabilización contribuyeron, junto con otros elementos donde destaca el rol de
las remesas familiares, a la conformación de dicho período. Sin embargo, habría que señalar una
cosa importante: la forma cómo se estabilizó y creció se llevó a cabo con altos costos sociales y
ambientales y jugó a favor del debilitamiento y desarticulación de las estructuras productivas...
elementos que a la larga van a contribuir a ir frenando el crecimiento de la economía, y al deterioro
social y ambiental del país.5

2. El período de desaceleración con signos de inestabilidad (1996-2000)

Este otro período se desarrolla en su mayor parte dentro de un nuevo gobierno de ARENA, bajo el
mandato del Presidente Calderón Sol, y se continúa en junio de 1999 con el actual gobierno,
también de ARENA, del Presidente Francisco Flores. La llegada del gobierno de Calderón Sol en
1994 marcó cierta línea de continuidad con la política económica del gobierno anterior del
Presidente Cristiani. Con una economía relativamente estable (macromonetaria y financieramente
hablando por supuesto) y en crecimiento la mejor política económica parecía no hacer política
económica. La inercia y la carencia de rumbo en materia de proyecto económico, eran unos de los
factores que marcaron los comienzos del período en cuestión.

Es así que en este período se continuaron impulsando muchas políticas derivadas de los PEE/PAE,
tanto en lo que a estabilización macroeconómica como al ajuste propiamente dicho se refiere. El
gobierno de Calderón Sol continuó con la política de fuerte apertura comercial (a tal extremo de
proponer en enero del 95 el establecimiento del arancel cero, y declarar que se trataría de convertir a
El Salvador en “una sola Zona Franca”), impulsó una reforma fiscal con la eliminación del impuesto
de timbres y la implantación del IVA en la línea preferencial de establecimiento de impuestos
5 Para conocer las informaciones y análisis que sostienen estas
afirmaciones ver: Rubio R., Arriola J y Aguilar V., "Crecimiento estéril o
Desarrollo. Bases para la construcción de un nuevo proyecto económico en El
Salvador", Libros FUNDE, San Salvador, 1996.
2

indirectos, siguió dando prioridad a la política monetaria y cambiaria por sobre toda otra política
económica, continuó permitiendo la ampliación de la brecha comercial, completó las
privatizaciones en dos áreas estratégicas de la economía (las telecomunicaciones y la distribución de
energía eléctrica), se abandonaron las políticas sectoriales especialmente hacia el agro y la industria
manufacturera nacional, se eliminó el Ministerio de Planificación, se mantuvo el sesgo anti agrario
de la política macroeconómica, etc.

Tal como lo mencionamos anteriormente, a pesar del mantenimiento de un entorno macro


monetario y financiero relativamente estable, la dinámica de crecimiento económico experimentado
en el primer quinquenio de los noventa no pudo seguirse sosteniendo por mucho tiempo. “En gran
parte esto se debió a que dicho crecimiento descansaba sobre todo en la expansión de una demanda
activada esencialmente por flujos externos independientes de la estructura productiva. Es decir que
mientras la actividad económica dependiera excesivamente del consumo y no de la producción, de
los flujos externos y no de los flujos emanados de las capacidades productivas internas, tarde o
temprano, la misma estructura económica no reaccionaría tan positivamente a los flujos externos. Es
así que a fines de 1995 la desaceleración de la actividad económica se deja sentir en varios sectores
productivos. La merma de la actividad económica no sólo pasa a ser característica del sector
agropecuario y de la industria no maquilera (comportamiento que venía desde principios de los
noventa), sino también de otros sectores como el de la construcción y el comercio, llegando a
nuestros días a afectar, todavía de forma no tan golpeante, al sector financiero” 6

De hecho, actualmente ya van casi más de cinco años que la economía salvadoreña viene mostrando
signos de debilitamiento en sus dinámicas de crecimiento, a tal punto hoy por hoy se encuentra
todavía en una fase prácticamente recesiva. Desde que comenzó el período de desaceleración
económica a finales de 1995 y principios de 1996, “la economía nacional no ha superado la tasa de
crecimiento del 3.5% anual. Esta situación, además de ir minando las capacidades productivas
sectoriales y nuestras capacidades exportadoras, viene desestimulando las ya de por sí débiles tasas
de crecimiento de la inversión pública y privada, favoreciendo el aumento del desempleo y
subempleo, y deteriorando las condiciones de vida de la mayoría de la población.

Ese estancamiento o debilitamiento paulatino de las estructuras reales de la economía, poco a poco
ha venido extendiéndose al campo de la estabilidad macroeconómica. Es así como para fines de este
período, que coincide con un nuevo cambio de gobierno del mismo partido ARENA, comienzan a
dibujarse preocupantes signos de inestabilidad en el entorno macroeconómico: incremento
imparable del déficit de la balanza comercial (con un déficit actual de más de 1600 millones de
dólares), reversión completa de la tendencia superavitaria en la cuenta corriente que venía
experimentando la economía desde principios de los noventa, aumento sensible en el déficit fiscal
(1999 cerró con un déficit cercano al 3% del PIB) y alarmantes proyecciones de una fuerte
ampliación del mismo para cubrir los fondos de pensiones de los cotizantes del ISSS incremento
constante de la mora bancaria.

Tal como lo intentaremos analizar en el siguiente apartado, todas estas dificultades manifestadas por
la economía salvadoreña no han sido ajenas a la implementación de los programas de estabilización
y ajuste en el país, llevadas a cabo por los sucesivos gobiernos de ARENA. Quede claro que no
estamos afirmando de forma simplista que todos los problemas de la economía antes expresados son
6 Rubio, Roberto, “Los programas de estabilización y ajuste estructural en El
Salvador”, op. Cit, p.5.
2

resultado de los PEE/PAE, ni tampoco que exista una relación directa y absoluta de causa y efecto
entre muchos de nuestros problemas económicos con las políticas de estabilización y ajuste.
Tampoco sostenemos que todos y cada uno de los efectos o impactos de los PEE/PAE hayan sido o
sean negativos. Solamente afirmamos que los Programas de Estabilización y Ajuste han tenido una
incidencia más negativa que positiva sobre las estructuras socioeconómicas del país, que los
PEE/PAE han contribuido a generar o profundizar varios de los rasgos negativos que ahora marcan
la economía nacional.”7

Tal como lo afirmamos anteriormente, este período también comprende un nuevo y tercer gobierno
de ARENA, el gobierno del Presidente Francisco Flores, el cual inicia sus funciones en junio de
1999. Este gobierno, de hecho, hereda la tendencia hacia la desaceleración económica y los signos
de relativa inestabilidad en el entorno macroeconómico, al tiempo que sigue enfrentando una
tendencia hacia el deterioro de la situación social y ambiental.

En efecto, desde fines de 1995 la economía ha venido perdiendo dinamismo, sin que hasta el
momento se vislumbren señales claras de recuperación. Así por ejemplo, si para 1995 la tasa de
crecimiento anual de PIB fue de 6.4%, para 1996 cayó bruscamente al 1.7%, tuvo una ligera y
artificial recuperación durante 1997 (4.2%), pero luego continua su descenso: 3.5% en 98, 3.4% en
99 y apenas el 2% en el 2000. Más aún, las cifras oficiales de fin del año 2000 se tuvieron que
ajustar a la baja ya que el Banco Cntral de Reserva (BCR) anunciaba que en 1999 la economía
salvadoreña sólo creció el 2.1%, en lugar de la meta esperada y anunciada del 3.4%. Todo esto
reafirma el estado de relativo estancamiento en que se encuentra desde hace casi más de cinco
años la economía salvadoreña.

La estructura económica de El Salvador no sólo fue perdiendo dinamismo (tasa de crecimiento


del PIB), sino también debilitándose y deformándose aún más. He aquí algunas de las
características actuales de esa estructura productiva:

– “Sectores claves para el desarrollo económico del país, como el sector agropecuario y la
industria manufacturera articulada al mercado interno (e incluso centroamericano), continúan
en una situación de práctico estancamiento. Adicionalmente, son cada vez menos evidentes y
posibles los niveles de articulación de los sectores productivos.

– Hay un claro deterioro en la calidad de vida de los salvadoreños (as): hoy, más que antes, es
más difícil el acceso al agua potable, y en general a buenos servicios públicos; el ciudadano
promedio emplea cada vez más horas en sus desplazamientos a sus centros de trabajo; al
salvadoreño(a) de hoy en día le es más difícil y más caro obtener una vivienda digna y
confortable; la vida de los habitantes de este país es más insegura e incierta que la de sus
antecesores; las presentes generaciones se encuentran más expuestas a las enfermedades y
con menos posibilidades de contar con servicios y atención médica que les hagan frente de
forma efectiva.

– El país viene perdiendo más condiciones de competitividad de las que crea: creciente
inseguridad jurídica; preocupantes señales de ingobernabilidad emanadas de los conflictos
entre los poderes del Estado; pérdida creciente de credibilidad de la clase política; mala

7 Ibid, p.6
2

gestión de los servicios públicos, en especial en lo que se refiere a infraestructura de


comunicaciones y transporte; insuficientes esfuerzos en la formación de capital humano;
dificultades para romper con la imperante estructura productiva monopólica, en especial
dentro del sistema financiero; altos costos financieros y de transporte aéreo.

– A pesar de varios años de crecimiento y de relativa estabilidad macroeconómica, las


condiciones de pobreza no tuvieron cambios significativos. Lejos de ello, la pobreza rural y
la extrema pobreza se han profundizado.

– Las condiciones de deterioro ambiental son alarmantes, es especial respecto al estado de los
recursos hídricos, y no hay signos contundentes que indiquen que se está haciendo y hará un
giro importante en esta materia”. 8

Ya para 1999 la estructura económica de El Salvador no sólo presentaba aquella falta de


dinamismo, debilitamiento y deformidad, sino que también comienza a hacerse patente la
fragilidad de lo que se suponía era una de sus fortalezas: la estabilidad de su entorno
macroeconómico. En efecto, una situación clave para el mantenimiento de la estabilidad macro
monetaria y financiera, como la situación fiscal, se ha venido deteriorando en los últimos años, y
sus perspectivas son alarmantes. Según estimaciones hechas a finales del 2000 por el Ministerio
de Hacienda, bajo un escenario optimista de crecimiento y sin grandes perturbaciones externas,
el déficit fiscal se iría incrementando hasta llegar a representar el 5% del PIB en el 2004.
Situación difícil, considerando que los “botones rojos” de alerta en materia de manejo del déficit
fiscal comienzan a encenderse cuando éste sobrepasa el 3% del PIB. Situación preocupante si
tomamos en cuenta que tan abultado déficit se estimaba sobre la base de un escenario optimista,
poco realista. Una situación muy delicada en el contexto de una economía en proceso de
dolarización, dadas las fuertes presiones que las nuevas reglas del juego le imponen al manejo de
las cuentas fiscales, y las erogaciones públicas que la dolarización exige. Situación alarmante si
consideramos las crecientes demandas sociales en torno al gasto público.

Si la situación fiscal ya era grave antes de los terremotos, éstos la agravaron mucho más. Si,
como se ha señalado, los impactos de los terremotos incrementaron de un solo golpe en al menos
un 2% el déficit fiscal, la gravedad amenaza directamente la misma “gobernabilidad” de la
estabilidad macroeconómica.

Ahora bien, desde las esferas oficiales se ha hecho énfasis que tal situación de deterioro de la
economía salvadoreña es producto de factores externos. Pero sin negar la importancia e impacto
negativo que los factores internacionales han jugado en la pérdida de dinamismo y
debilitamiento de nuestra economía, hay que decir que esta pérdida obedece más a factores
estructurales que coyunturales, que las causas son más que todo de orden interno que externo.

Ciertamente, el período de relativo estancamiento en que se encuentra nuestra economía tiene sus
principales raíces en una deformada estructura económica. Entre algunas de sus características
8 Rubio, Roberto, “La gestión de la política socioeconómica en El Salvador:
cómo estamos y hacia donde debemos ir. Recomendaciones para el próximo
gobierno”, Boletín Alternativas para el Desarrollo, publicación de la
Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE), julio-agosto 1998, San
Salvador.
2

podemos encontrar: “los elevados niveles de desarticulación del aparato productivo, donde
importantes sectores como el agropecuario e industrial no maquilero han sido severamente
debilitados; en los bajos niveles de formación de ahorro interno, alta propensión al consumo y
baja propensión a la inversión; en las pocas oportunidades de inversión y falta de condiciones de
rentabilidad para la misma; en los altos costos de operación de las empresas que imponen tanto
los mercados oligopólicos (costos financieros y de transporte), como la ineficiencia de la
inversión pública (carencia y baja calidad de la infraestructura) o los altos grados de delincuencia
(costos de seguridad); en la orientación preferencial de la inversión hacia actividades de servicio
de poco valor agregado y baja productividad; en una omnipotente y rígida política
cambiaria/monetaria que somete el resto de la política económica y contribuye a frenar el
crecimiento económico; en un estrecho mercado nacional, cuya parte más dinámica se articula
más con las actividades de importación que con las de producción interna; en un sostenido
proceso de concentración de la riqueza que limita las posibilidades de ampliación de la base
productiva; en una estructura impositiva que restringe la participación de la inversión pública” 9.

En conclusión, 1996-2000 puede ser calificado como un período de desaceleración con signos de
inestabilidad del entorno macro monetario y financiero. De hecho, la situación socioeconómica
en que se encontraba el país antes de los terremotos del 13 de enero y 13 de febrero era ya
bastante delicada y alarmante. Los terremotos la han venido a agravar aún mucho más. Así por
ejemplo, el último informe sobre Desarrollo Humano para El Salvador, elaborado por el
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)10, indica que los terremotos produjeron
225 mil nuevos pobres, mientras que 200 mil más cayeron en situación de extrema pobreza; todo
esto significa que la pobreza en el país se incrementó de un solo golpe en casi un 5%. Los
primeros síntomas de recuperación económica post-terremoto, algo esperado para un período de
reconstrucción, no dejarán de ser una ilusión pasajera si no se hacen los cambios estructurales
que el país necesita desde hace mucho tiempo.

Los dos grandes períodos analizados en este apartado han estado dominados por un conjunto de
concepciones y políticas económicas neoliberales ¿Cuáles han sido los impactos que dichas
concepciones y políticas han tenido en la situación socioeconómica de El Salvador. La respuesta a
esta interrogante es el principal objetivo del siguiente apartado.

II. LOS IMPACTOS DE UNA DÉCADA DE NEOLIBERALISMO.

Antes de analizar los impactos de las políticas neoliberales en El Salvador, y de los programas de
estabilización y ajuste que las acompañan, es necesario hacer algunas precisiones respecto a los
análisis o evaluaciones de impacto de cualquier política. Es importante señalar que una evaluación
de impacto depende en gran medida de los criterios o parámetros que se utilicen. Para las esferas
oficiales y los organismos financieros internacionales, como el Banco Mundial (BM) y el Fondo
Monetario Internacional (FMI), los impactos de las políticas neoliberales, o de los PEE/PAE, han
tenido, sobre todo en el primer quinquenio de los noventa, un saldo positivo. Así por ejemplo,
tomando en cuenta solamente los criterios de la dinámica experimentada por el PIB, la estabilidad
9 Rubio, Roberto, “La economía salvadoreña de cara al siglo XXI”, La Prensa
Gráfica, San Salvador, 27 de diciembre de 1999.
10 PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano. El Salvador, julio del 2001.
2

de algunas variables macroeconómicas (como la tasa de inflación, el tipo de cambio, el déficit fiscal,
la reservas internacionales netas), y los grados de apertura de la economía nacional, durante el
primer quinquenio de los noventa El Salvador se llevó unas de las primeras calificaciones por parte
de aquellos organismos internacionales. Así, para finales del primer quinquenio de los noventa la
economía salvadoreña era presentada por dichos organismos internacionales como una economía
modelo. En estos tiempos incluso se llegó a hablar de El Salvador como uno de los tigres
latinoamericanos.
Sin embargo, en su oportunidad afirmamos que "Tales noticias sobre la salud de la economía
salvadoreña no ha dejado de preocuparnos. Y no porque no quisiéramos compartir el optimismo, del
que quizá somos unos adeptos estructurales, sino porque nos negamos a encerrar la compleja
realidad económica en un puñado de estimaciones macroeconómicas -muchas veces seleccionadas
con sesgo político-ideológico.

Una visión compleja y abierta de la realidad nos lleva a poner en cuestionamiento los métodos y
análisis que subyacen en valoraciones semejantes sobre la marcha de la economía. Nos referimos al
simplismo y superficialidad de los métodos de evaluación económica empleados... simplismo y
superficialidad en los métodos de evaluación: la salud de la economía se mide sólo por unos
cuantos parámetros de corte estrictamente cuantitativo (algunas variables macro monetarias como el
crecimiento del PIB, tasa de inflación, etc.), que son formulados de tal manera que no van al fondo
del estado en que se encuentran las estructuras reales de la economía. Por ello no es casual (además
de dejar de lado otras variables macro monetarias importantes para la estabilidad como el déficit
comercial) que no se tomen en cuenta otros criterios que hacen referencia a las capacidades
productivas, a la relación capital/producto, al comportamiento de las tasas de inversión neta, a la
distribución de la riqueza, al poder adquisitivo por estratos sociales, a los desequilibrios del
ecosistema, y a otros indicadores que penetran en el estado de bienestar de la población salvadoreña.
El simplismo es grave: pareciera que todos estos parámetros se simplifican en la tasa de crecimiento
del PIB y el equilibrio de algunos agregados macro monetarios; de tal forma que se asume que si la
economía crece y dichos agregados se estabilizan el bienestar viene por añadidura.

Hacer tales valoraciones no sólo es pecar de simplismo sino también de irresponsabilidad. Como lo
hace aquel médico que determina la salud de sus pacientes solamente por su actividad motora
externa, el tamaño de su talla o el equilibrio de su peso. Desgraciadamente, los gurus de la
economía predominante, los operadores del pensamiento económico actual, han establecido e
impuesto aquellos parámetros simplificadores y cuantitativistas como criterio de lo que está bueno
o malo en economía. Felizmente sin embargo, muchos gurus de la ciencia de la salud se
equivocaron, y la gordura dejó de ser un parámetro de buena salud...como esperamos suceda lo
mismo en el campo de la ciencia económica. Mientras esto último sucede, nos seguiremos
equivocando. Seguiremos premiando la vigorosa salud de economías, que como la mexicana, de un
día para otro se despiertan moribundas." 11

Ahora bien, es relativamente cierto que durante el primer quinquenio de los noventa los PEE/PAE
contribuyeron a dinamizar por unos años las tasas de crecimiento del PIB, y que también
favorecieron la estabilidad en algunas variables macromonetarias, en especial en lo que a tasa de
cambio y tasa inflacionaria se refiere. En este sentido, y bajo los parámetros de evaluación estrechos

11 Rubio, Roberto y otros, “Crecimiento estéril o desarrollo”, op. cit,


p.vii y viii
2

antes mencionados, podemos decir que los PEE/PAE contribuyeron a conformar aquel período de
crecimiento económico con estabilidad macromonetaria.

Sin embargo habría que aclarar que tal período de crecimiento, con un ritmo promedio del 6%
anual, no fue producto exclusivo de los PEE/PAE; otros factores incidieron en ello:

- Finalización de la guerra.

- Inversión y consumo largamente contenidos.

- Mejora en las expectativas de inversión y ganancias.

- Aumento de flujos externos (más remesas, fondos para reconstrucción, repatriación de capitales,
fondos de ONGs, "lavado de dólares".)

- Situación relativamente favorable de la economía mundial.

También es cierto que durante el primer quinquenio de los noventa se logró cierta estabilización del
entorno macroeconómico, sobre todo en lo que concierne a la estabilidad del tipo de cambio y el
control de la inflación. A esto contribuyeron tanto aspectos de los programas de estabilización (por
ejemplo una política de sobrevaloración cambiaria y una política comercial de reducción arancelaria
que favorecieron la disminución de los precios de las importaciones), como otros aspectos externos
a dichos programas. Entre estos podemos mencionar:

- Alto flujo de recursos externos, sobre todo de remesas.

- Cierta cohesión en materia de política económica.

- Contención de las demandas salariales y caída del salario real.

A pesar de todo ello, habría que añadir que el proceso de desaceleración del crecimiento
económico, y el aparecimiento de preocupantes signos de inestabilidad macromonetaria durante
el segundo quinquenio de los noventa, tampoco son ajenos a la implementación de los mismos
PEE/PAE. A nuestro entender, y a manera de hipótesis, podemos afirmar que varias de las
políticas neoliberales, propias o colindantes de los PEE/PAE, se han constituido en factores que
han favorecido el proceso de desaceleración económica y la relativa inestabilidad del entorno
macroeconómico de El Salvador en los últimos años. En tal sentido estaríamos sosteniendo que
los PEE/PAE, aunque a corto plazo lograron alcanzar algunos de sus objetivos propuestos (como
el crecimiento económico y la estabilidad macromonetaria), a mediano plazo más bien actuaron
en contra de sus mismos objetivos planteados.

Entre algunas de aquellas políticas neoliberales podemos mencionar las siguientes:12

- La sobredeterminación de la política monetaria sobre el resto de la política económica. En efecto,


este enfoque de política monetarista cercano a las actuales versiones de los PEE/PAE, de carácter
12 Este análisis está basado en otro trabajo del autor: Rubio, Roberto, “Los
programas de estabilización y ajuste en El Salvador”, op. cit.
2

restrictivo (por tanto con presión hacia altas tasas de interés), favoreció el incremento de los costos
financieros para muchas empresas nacionales. Habría que añadir que esta sobredeterminación de la
política monetaria se mantuvo en un contexto donde la fuerte entrada de dólares al país, sobre todo
de remesas familiares, obligaba al Banco Central a una acción permanente de “esterilización” de la
masa monetaria local (compras de colones en operaciones de mercado abierto), y por ende a una
presión constante hacia el alza de los tipos de interés. No cabe duda que el mantenimiento de
elevados costos financieros ha sido un elemento que ha contribuido a la desaceleración de las
inversiones en el país, y por ende a la pérdida de dinamismo en el crecimiento económico. A su vez,
la pesada carga financiera, en un marco de debilitamiento de los mercados externos y del poder de
compra de la población, fue alimentando en los últimos años el incremento sostenido de la mora
bancaria. Más aún, para finales de los años noventa, las tasas de interés se resistieron a bajar a pesar
de los bajos niveles de inflación experimentados entonces. Esto conllevó a afectar aún más a
muchos empresarios, quienes tuvieron que enfrentar los altos costos financieros de operación de sus
empresas, con los bajos precios que recibieron por la venta de sus bienes y servicios.

- Una política comercial demasiado aperturista. También este tipo de políticas clásicas de los
PEE/PAE ha sido un factor cuyo saldo ha sido negativo sobre el crecimiento económico.
Ciertamente, la baja de aranceles ha permitido la importación de materias primas y bienes de capital
a bajo precio, como favorecido el consumo de muchos bienes a relativo bajo precio; de la misma
forma, la apertura externa favorece la captación de inversión externa, la conformación de alianzas
estratégicas con socios locales, y en ciertas circunstancias estimula la competencia, la mejora y el
cambio tecnológico en algunas empresas. Pero estos efectos positivos se han visto superados por los
efectos negativos que han tenido sobre amplios sectores empresariales nacionales, especialmente los
ubicados en las actividades agropecuarias y de la industria manufacturera volcada al mercado local
o centroamericano. Es así que la entrada de muchos bienes finales a bajo precio - sobre todo los
provenientes de países con esquemas de protección, más bajos salarios o altos niveles de desarrollo
-ha llevado a la quiebra o debilitamiento a miles de empresas de todo tamaño, especialmente de
granos básicos, ganadería, lácteos y derivados, industria textil, plásticos, juguetería, etc. Valga
señalar que la capacidad de reconversión de estas empresas para enfrentar la competencia externa, a
su vez se ha visto afectada por otra política clásica de los PEE/PAE: el debilitamiento del Estado, de
sus sistemas de incentivos y subsidios, de sus instancias de apoyo y promoción de la producción.
Por último es de destacar que todos estos efectos nocivos de la política comercial aperturista sobre
importantes sectores productivos locales, además de verse reforzados por aquella política de
debilitamiento del Estado, se vieron también potenciados por una política monetaria que ha venido
manteniendo niveles importantes de sobrevaloración del tipo de cambio. Todo este conjunto de
factores ha redundado en una merma importante de las capacidades de inversión y acumulación de
cientos o miles de empresas, contribuyendo así a una menor dinámica de crecimiento.

- Una política fiscal poco agresiva y regresiva. En un contexto de altos costos de operación
financiera, pocas oportunidades de inversión, incertidumbre, altos niveles de delincuencia, etc., una
política tributaria poco agresiva, de disminución de impuestos directos, no tiene grandes efectos
sobre los aumentos de inversión. De hecho, las medidas de reducción de impuestos directos
impulsadas bajo los PEE/PAE, tanto durante el primer y sobre todo segundo quinquenio de los
noventa, no parecen haber tenido mucha incidencia hacia los niveles de inversión bruta de capital,
los cuales no experimentaron mayores modificaciones durante toda la década ni se alejaron de su
comportamiento histórico (alrededor del 15% del PIB). La poca agresividad de la política tributaria
2

(eliminación y reducción de impuestos directos e impuestos selectivos), así como su alta


“permisividad” (niveles de 30% a 50% de evasión), mantienen una ya histórica baja carga fiscal,
que en el contexto actual, se está convirtiendo en un verdadero “Talón de Aquiles” para el
mantenimiento de la estabilidad macromonetaria. Mientras que por otro lado, la política de hacer
descansar más los ingresos tributarios en los impuestos indirectos, con un carácter regresivo, sí ha
contribuído a restringir el consumo y el poder de compra de la población, especialmente la de
menores ingresos. Esta a su vez no ha visto compensada la captación de sus ingresos/tributos por la
vía del gasto público, el cual en el esquema de los PEE/PAE ha tendido a limitarse u orientarse
hacia los sectores claves para el ajuste, es decir el gran capital. Esta situación más bien ha
favorecido el debilitamiento del mercado interno y estrechado su poder de compra, y por tanto
afectado las posibilides de inversión y crecimiento.

- Abandono del mercado interno. En el esquema de los PEE/PAE los mercados internos amplios no
se consideran relevantes. Este lineamiento predominó en las políticas oficiales, las cuales focalizan
los esfuerzos y prioridades hacia el mercado externo, o hacia ciertos mercados internos “verticales”
con alto poder de compra. En consecuencia con ello, las políticas públicas y de inversión privada
marginaron el mercado interno, debilitaron o simplemente eliminaron las políticas de
fortalecimiento o apoyo al mismo (vía gasto público, incrementos salariales, ausencia de programas
de empleo), ni se preocuparon por el fomento de los agentes productivos dinamizadores de tal
mercado. A la larga, tal como lo confirman los crecientes y actuales problemas de ventas de las
empresas locales, y el estado de cuasi-deflación que vivimos en 99, dicha situación de abandono del
mercado interno ha venido jugado en contra de la misma dinamización del aparato productivo
nacional, y por ende se ha llegado a convertir en un serio obstáculo a los intentos de generar altas
tasas de crecimiento económico.

- Políticas económicas que han favorecido la concentración de la riqueza. Las políticas económicas
derivadas de los PEE/PAE, en forma consciente o no, han venido favoreciedo un proceso creciente
de concentración de la riqueza: “durante los últimos años unos reducidos grupos económicos han
venido concentrando enormes riquezas en detrimento de importantes segmentos de la población.
Desde la privilegiada posición que les otorga el control de las actividades financieras, así como
de buena parte de la política económica y del quehacer del Estado, dichos grupos han acaparado
bancos y financieras, casas de cambio y de emisión de tarjetas de crédito, seguros y fondos de
pensiones, actividades de importación y exportación, maquila, producción agropecuaria
tradicional y no tradicional, etc.” (R, Rubio, La Prensa Gráfica, 3/1/2000). A este proceso de
concentración han contribuido, entre otras muchas, políticas afines a los PEE/PAE, como la
política fiscal regresiva, el retiro de apoyo estatal a sectores menos favorecidos de los
productores o de la población en general, la forma cómo se ha concebido e impulsado la política
de privatizaciones (acaparamiento de éstas en manos de reducidos grupos del capital,
saneamiento de los activos estatales a cuenta de los fondos públicos, débiles mecanismos de
regulación de las entidades privatizadas, etc.), la desregulación de muchos mercados llenos de
imperfecciones. Y no cabe duda, como lo vienen demostrando muchos estudios y experiencias,
que tal proceso de concentración de la riqueza tiene efectos de freno sobre el proceso de
crecimiento económico. Así dan prueba de ello muchas investigaciones y estudios de caso que
recientemente se han llevado a cabo al seno del Banco Interamericano de Desarrollo, las cuales
muestran las relaciones estrechas que existen entre la distribución de los ingresos y el
crecimiento económico: a mayor desigualdad de ingresos menor crecimiento económico, y a
2

mejor distribución de ingresos mejores tasas de crecimiento. En tal sentido, no es aventurado


afirmar que los procesos de concentración de la riqueza que se han venido dando en nuestro país
en los últimos años (así también lo han constatado los mismos estudios del BID), es otra de las
causas de la desaceleración que viene experimentando nuestra economía.

- Abandono de la planeación, de las políticas sectoriales y del sector productor de bienes transables.
Los enfoques y políticas provenientes de los PEE/PAE no sólo abandonaron el mercado interno sino
también los esfuerzos de planeación y de formulación de políticas sectoriales. El abandono de estas
últimas eran congruentes con una política económica que concentraba los esfuerzos en el sector
moderno de las finanzas, el comercio y la exportación, y dejaba a los “naturales desbordes” de estos
sectores la reactivación del agro, la industria manufacturera integrada al mercado nacional, y en
cierto sentido también la dinamización del sector de la construcción. Pero la reactivación de los
sectores modernos productores de bienes no transables (servicios financieros y comercio sobre todo)
no llegó a los importantes sectores productores de bienes transables (en particular el agropecuario y
la industria manufacturera local). Lejos de ello, éstos se mantuvieron a la espalda de los primeros, e
incluso quedaron afectados por sus modernas operaciones: importaciones a bajo precio que
desplazaron productores locales, altos costos financieros, orientación preferencial del crédito hacia
actividades de más corto plazo y menor riesgo, etc. No cabe duda que tal marginación y afectación
de sectores significativos para la generación de empleo e ingresos representó otro serio obstáculo a
las posibilidades de acumulación y crecimiento sostenido de nuestra economía.

- Políticas de desreglamentación de los mercados. La desreglamentación y pérdida de control de


varios mercados dentro de la economía nacional ha venido siendo sostenida por las políticas que se
desprenden de los PEE/PAE. Así, con el argumento que los mercados libres son los mejores y más
eficientes asignadores de recursos, durante todo el decenio de los noventa se fueron eliminando o
debilitando varios mecanismos de control, regulación o supervisión de los mercados financieros, del
comercio exterior, del transporte, de la tierra urbana, del trabajo, para citar algunos de ellos. Pero los
efectos sobre la inversión, la estabilidad y el crecimiento no han sido tan positivos como
teóricamente se supone. En primer lugar, muchos mercados declarados libre no fueron tales, y más
bien fueron amamantados de protección e intervención estatal. No hay que hacer muchos esfuerzos
para comprender que buena parte de la dinámica y desarrollo del sector financiero se debió al manto
de protección que le brindó el Estado: desde la forma altamente ventajosa en que se realizó el
proceso de privatización de la banca, pasando por el uso preferencial de instrumentos y apoyos de la
política del Banco Central, hasta llegar a los muros construidos a la competencia de la banca
externa. Algo parecido podemos decir de muchos grandes importadores nacionales. En segundo
lugar, mientras ciertos grupos cerraban los mercados donde tenían asegurado su control, la política
económica tendía a desreglamentarlos, así como a abrir otros mercados a la competencia bajo el
supuesto de la existencia de igualdad de oportunidades. Pero como la casi totalidad de los mercados
son imperfectos (los mercados perfectos existen sobre todo en los libros de introduccción a la
economía), y no todos los agentes económicos se encuentran con las mismas ventajas y
condiciones, luego la desreglamentación de los mismos suele actuar a favor de los pequeños grupos
mejor posicionados y tienden a excluir o actuar en contra de la mayor parte de los agentes que
actuan dentro de dichos mercados. En consecuencia, la desregalmentación de los mercados, más
allá de algunos beneficios producidos, más bien ha venido contribuyendo a la exclusión de
importantes sectores productivos, limitando nuevas oportunidades de acumulación e inversión,
2

debilitando el tejido productivo y el mercado interno, y estimulando la concentración de la riqueza,


y por ende, ha venido jugando en contra de las dinámicas de crecimiento.

Hasta acá hemos hecho una somera y general valoración de los resultados de los PEE/PAE sobre la
base de los reducidos parámetros del crecimiento económico y la estabilidad macromonetaria.
Ahora bien, si aplicamos otros criterios, a nuestro entender más adecuados y completos, los
resultados de los PEE/PAE en nuestro país no son tan halagadores que digamos. Más bien parece lo
contrario. Esto es lo que intentaremos analizar en el siguiente punto.

2.2. Los resultados de los Programas de Estabilización y Ajuste.

Tres criterios adicionales nos parecen básicos a tomar en cuenta en la evaluación de resultados de
los PEE/PAE:

a. La estabilidad macroeconómica de largo plazo y la calidad de dicha estabilidad.

b. El comportamiento de la economía real, de la estructura productiva en su conjunto, en especial el


comportamiento en la formación de capital, el grado de articulación e integración de los sectores
productivos, la situación del empleo, el comportamiento de los sectores productores de bienes
transables como el agropecuario y el industrial.

c. La calidad de vida y el nivel de bienestar de la población actual y de las futuras generaciones.

Sobre la base de dichos parámetros se presentan a continuación, a manera de un abreviado listado,


un conjunto de hipótesis respecto a los posibles efectos que han tenido los PEE/PAE en nuestro
país:

2.2.1. Respecto al logro de la estabilidad de largo plazo:

- Durante la década de los noventa se ha mantenido cierta estabilidad macromonetaria, sobre todo
en materia monetaria (control de inflación) y cambiaria. Sin embargo tal estabilidad se ha venido
sosteniendo sobre bases frágiles. En primer lugar porque ella se ha fundamentado en flujos externos
que no están atados a las dinámicas de nuestras capacidades productivas internas, como suelen ser
las remesas familiares. Mantener la estabilidad macroeconómica sobre estas fuentes, aunque no se
vislumbre su disminución a corto o medio plazo, no es una buena apuesta en el largo plazo.

- En segundo lugar, la estabilidad macroeconómica se ha venido manteniendo en buena parte en


detrimento de la estabilidad de la cuenta comercial externa. Así por ejemplo, el aumento notorio de
importaciones a bajo precio es uno de los mecanismos, junto a la política de sobrevaloración del
tipo de cambio, que ha favorecido el control inflacionario. En efecto, los PEE/PAE, como en la
mayoría de países donde han sido impulsados, han incrementado la brecha comercial. En nuestro
país ésta ha sido grande y creciente (sólo sostenida gracias a las remesas familiares). Así, durante
los noventa el déficit de la balanza comercial se ha estado aumentando en un promedio que va más
2

allá de los 100 millones de dólares anuales. En 1999 el déficit alcanzaba una cifra superior a los
1600 millones de dólares. Esta alta cifra, como ya hemos hecho notar antes, ya no es cubierta por las
remesas familiares ni por otras entradas de servicios, y por ello en los últimos años el país perdió la
tendencia positiva en los saldos de cuenta corriente de la balanza de pagos. La persistencia de esta
tendencia en la balanza comercial, y recientemente en la cuenta comercial externa, constituye, a
medio/largo plazo, una amenaza al logro de una sólida y perdurable estabilidad.

- Por otro lado, la estabilidad en cuanto al control de las cuentas fiscales se refiere, se ha construido
sobre una política fiscal regresiva y limitada. De hecho, la estabilidad se monta sobre el desmontaje
de la misma política fiscal como instrumento de desarrollo. Ciertamente, la política fiscal se va poco
a poco reduciendo a una "política" de recaudación de impuestos indirectos, y se va abandonando su
potencial como instrumento de reasignación de recursos, de mejoramiento en la distribución de la
riqueza o de reoreintación de ciertas actividades económicas. Y una política fiscal regresiva sin
incidencia en el rumbo de la economía, más bien representa un freno al crecimiento, y en
consecuencia contribuye a frenar al mismo tiempo las mismas posibilidades de incremento de la
recaudación tributaria. Esta situación, entre otros factores (donde cabe destacar la misma estructura
de poder y la falta de cultura de no pago entre los que pueden y deben pagar), ha producido una
política fiscal muy limitada, la cual está a la base de que el país se encuentre entre los que poseen de
las más bajas cargas fiscales a nivel continental (en 1999 apenas representaba el 12% del PIB). El
carácter limitado y frágil de la política fiscal, entre otras causas (como las futuras contribuciones
que tendrá que hacer el Estado al mantenimiento de los fondos de pensiones del ISSS), está
llevando al país a un constante aumento de la brecha fiscal. Para 1999 el déficit fiscal, lejos de lo
programado, llegó a representar un 3% del PIB; proporción todavía dentro de margenes manejables,
pero que de continuar su tendencia puede llegar a convertirse en un serio problema para el
mantenimiento de la estabilidad en los próximos años.

- Ciertamente, los PEE/PAE fueron elementos que contribuyeron a bajar los niveles de inflación.
Sin embargo, algunos de los mecanismos o políticas utilizados en dicho logro (como la contención o
deterioro de los salarios reales, o las importaciones de bajo precio de bienes similares a los
producidos nacionalmente) han provocado importantes costos sociales. De la misma manera, la
relativa reducción de los niveles generales de inflación, no han redundado significativamente en
favor de los mayoritarios segmentos de la población de escasos recursos: normalmente los niveles
de inflación para los bienes y servicios de consumo de la población de bajos ingresos, como los
alimentos, son más elevados que la que presenta la tasa promedio en general. Quizá aquí habría que
encontrar una de las explicaciones de porqué a pesar de la reducción de la tasa promedio de
inflación, gran parte de la población no lo percibe cuando tiene que pagar la facturas del
supermercado, y el “todo está cada vez más caro” sigue siendo un comentario post-compras. Más
aún, lo que el gobierno anterior presentó para principios de 1999 como uno de sus grandes logros,
es decir los niveles de inflación cercanos a cero, lejos de representar un éxito más bien representan
un fracaso. En efecto, la inflación cero expresaba una preocupante situación de deflación, la cual
tenía como base la creciente y constante pérdida del poder adquisitivo de la población, es decir el
estrechamiento del mercado interno, la pérdida de ingresos y empleos, o sea el deterioro de las
estructuras reales de la economía. Por lo tanto, la estabilidad de precios internos conseguida por los
PEE/PAE ha sido también frágil y con poca perspectiva de mantener su solidez en el largo plazo.
3

2.2.2. A nivel del comportamiento de las capacidades productivas.

Sobre este aspecto ya hemos realizado algunos análisis anteriormente (ver punto 2.1), por lo que nos
limitaremos a retomar algunos de ellos y a añadir algunos otros. Valga traer a cuenta que la apertura
comercial indiscriminada, la sobrevaloración cambiaria, la desregulación de algunos mercados, y el
debilitamiento del rol del Estado como agente orientador y promotor del desarrollo han favorecido:

El deterioro del sector agropecuario y del sector de la industria manufacturera vinculado al mercado
interno, y en cierta medida también la industria vinculada al mercado centroamericano.

La afectación negativa de la ya deteriorada situación de la pequeña y mediana empresa,


especialmente de la productora de bienes transables, la cual no ha podido enfrentar las
importaciones de bajo precio, ni la competencia de los grandes productores o distribuidores
nacionales. Valga indicar a su vez que los impactos negativos sobre el sector agropecuario, la
industria manufacturera doméstica, así como la pequeña y mediana empresa han tenido a su vez un
impacto negativo sobre el empleo, cuya falta distintas y recientes encuestas consideran uno de los
principales problemas que sienten los salvadoreños (as).

El debilitamiento de nuestras capacidades exportadoras (ausencia de una política sectorial de


promoción de exportaciones, sobrevaloración del tipo de cambio, debilitamiento de capacidades
productivas en agro e industria manufacturera, altos costos financieros y de transporte aéreo).

La pérdida de productividad de los recursos naturales (sobre todo ocasionado por la


desreglamentación u apertura indiscriminada de los mercados, el debilitamiento de los controles y
supervisiones, la poca o nula presencia del Estado frente al deterioro ambiental, etc.)

El deterioro de la infraestructura (lo que se explica en parte por el mismo debilitamiento del
Estado). Esto se ha venido haciendo patente en la construcción y mantenimiento de la red vial, así
como en la red de abastecimiento y distribución de agua.

El poco o nulo desarrollo de la ciencia y la tecnología (afectado nuevamente por el debilitamiento


del Estado como conductor de los procesos de desarrollo).

La disfuncionalidad o distancia del sistema financiero respecto a otros sectores productivos, en


especial con respecto a los sectores productores de bienes agropecuarios e industriales orientados al
abastecimiento del mercado interno. Así por ejemplo, los bajos niveles de rentabilidad en la que han
caído tales sectores, en buena parte ocasionado por la apertura indiscriminada, la sobrevaloración
cambiaria, la falta de apoyos estatales, los ha alejado como sujetos de crédito del sistema financiero.
De la misma forma, la débil presencia de una adecuada supervisión y control estatal dentro de un
mercado fuertemente oligopólico, ha contribuido a restringir el acceso al crédito a amplias capas de
la población, en particular respecto a los sectores populares y capas medias.

2.2.3. Respecto del bienestar y la calidad de vida de la población.


1

Aunque no es fácil, y a veces posible, establecer una causalidad directa del impacto de los PEE/PAE
sobre algunos indicadores de la calidad de vida o bienestar de la población, los datos y análisis que
disponemos nos permiten hacer el siguiente planteamiento general: los PEE/PAE han contribuido,
de forma directa o indirecta, a conformar unos de los signos actuales que marcan nuestro proceso
de mal-desarrollo. He aquí algunos análisis al respecto:

Marcado deterioro de los equilibrios de nuestro ecosistema. Nos nos cabe duda que una de las
causas de dicho deterioro se encuentra en la desreglamentación de los mercados y el debilitamiento
del Estado. Un ejemplo donde la desregulación de los mercados y la ausencia del rol normativo y
orientador del Estado ha tenido tales efectos nocivos es el mercado de la tierra urbana y el proceso
de deforestación y desabastecimiento de agua de la ciudad capital provocado por la industria de la
construcción. Podemos también traer a cuenta lo que sucede dentro del sector transporte, donde la
liberalización de dicho mercado y las dificultades de intervención del Estado en el mismo, han
permitido una de las actividades económicas más atrofiadas y caóticas, y un servicio público que
lejos de favorecer el bienestar de la población, se ha convertido en uno de sus cotidianos malestares.
Algo parecido podemos mencionar en el caso de una política comercial aperturista e indiscriminada,
que justamente no discrimina los bienes nocivos para la salud y el medio ambiente, y que se
convierte permisiva respecto a la importación de los mismos. En fin, en nombre del libre mercado, o
en contra de la intervención del Estado, no se ha evitado que muchas empresas tiren sus desechos a
los ríos y lagos y sigamos en los primeros lugares mundiales de contaminación de los recursos
hídricos, los humos de los buses sigan contaminando nuestros pulmones, las droguerías produzcan o
las farmacias distribuyan medicamentos con sustancias ya prohibidas internacionalmente, se
investigue y castigue con prontitud a los que matan pobladores con sus tambos de desechos tóxicos,
se ponga paro a muchos constructores que barren con bosques y tapan quebradas, se contenga el
abuso en el uso de insumos químicos en el agro y se establezcan fuertes controles a los importadores
de los mismos, etc.

Es verdad que algunas privatizaciones han mejorado ciertos servicios para algunos sectores de la
población, sobre todo en el campo de las telecomunicaciones como la telefonía celular, el uso de
internet, o el más fácil acceso a la red urbana de telefonía fija. Aunque habría que matizar dos cosas.
En primer lugar, también es cierto que han aumentado los gastos familiares y empresariales en
comunicaciones. En segundo lugar, los sectores ubicados fuera del mercado, por falta de ingresos o
por su ubicación geográfica distante de los centros urbanos, no han experimentado grandes mejoras
en la calidad de sus comunicaciones; más aún, las posibilidades de acceso telefónico se les complica
(uso de tarjeta para cabinas telefónicas, menores posibilidades de instalación de centros o redes
telefónicas en lugares marginales o con bajo poder de compra). Por otra parte, los procesos de
privatización de los que otrora eran servicios públicos vinculados a las necesidades básicas de la
población (como la energía) no han tenido los mismos efectos que en el campo de las
comunicaciones. La opinión pública y las recientes encuestas de opinión dan prueba que la mayoría
de la población (cerca del 90% de los encuestados por ejemplo) afirma que la calidad del servicio de
energía eléctrica no ha experimentado cambios y que las tarifas por el servicio después de la
privatización se han venido incrementando (contrariamente a lo afirmado por los defensores de su
privatización). En consecuencia, una de las políticas claves de los PEE/PAE como es la
privatización de los servicios públicos, no parece haber tenido efectos claramente positivos sobre el
bienestar y la calidad de vida de la mayoría de la población.
1

Mientras que los servicios públicos todavía en manos del Estado, como el abastecimiento y
distribución de agua y la salud, en los últimos años han más bien experimentado un franco
deterioro. Y esta situación no es ajena a las expectativas que genera su posible privatización, y/o al
mismo debilitamiento de las capacidades rectoras y conductoras del Estado. La pérdida de calidad
de muchos bienes y servicios que garantizan los niveles humanos de bienestar tampoco es ajena a
tales factores propios de los PEE/PAE: “miniturización” de las unidades habitacionales, reducción
sensible de espacios verdes y áreas recreativas, aflojamiento de los mecanismos de defensa del
consumidor, pésima calidad de los servicios de transporte público, etc.

Anteriormente hemos dicho que los PEE/PAE han más bien favorecido menores niveles de empleo
y mayores niveles de subempleo, así como a desarrollar una tendencia a la precarización del empleo
permanente y/o al deterioro de las condiciones laborales, así como a estimular un proceso de
exclusión y marginación de muchos sectores productivos. En este sentido, aunque de forma
indirecta, a través de su incidencia en todos estos factores sociales que alimentan la pobreza, los
PEE/PAE han dado su aporte al auge de la delincuencia común que se vive en nuestro país.

A manera de conclusión, podemos afirmar que las políticas socioeconómicas que pertenecen o están
vinculadas a los Programas de Estabilización y Ajuste en El Salvador han traído más impactos
negativos que positivos. Esto tanto si valoramos tales programas con los reducidos parámetros del
crecimiento y la estabilidad macromonetaria, como si los evaluamos con criterios que toman en
cuenta los niveles de bienestar y calidad de vida de los ciudadanos. Diez años de estabilización y
ajuste en El Salvador, independientemente de las formas ortodoxas o heterodoxas de
implementarlas, han significado un paso atrás en nuestro desarrollo. Es más, diez años de
estabilización y ajuste han más bien significado un paso adelante en la configuración de nuestros
rostros del mal desarrollo.

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