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La iglesia como a conocemos hoy impide una iglesia como Dios quiere.

El cerne de la
iglesia cristiana no es apropiadamente espelhado por una serie de eventos religiosos
en recintos eclesiásticos reservados especialmente para encuentros con Dios . Por el
contrario, está en cuestión el estilo de vida profético de los seguidores de Jesucristo el
día-a-día, que como familias, responden la preguntas formuladas por la sociedad ,
justamente en el local en que eso es más decisivo: en casa. Por haber redescoberto el
evangelio de la redención “solamente por la gracia mediante la fe”, Lutero
desencadenó una Reforma – una reforma de la teologia. A partir del final del siglo XVII,
movimientos de renovación como el Pietismo descubrieron nuevamente el
relacionamento personal del individuo con Dios. Eso llevó a una reforma de la
espiritualidade, la segunda Reforma. Ahora Dios está avanzando más un paso, al
menear con las formas básicas del “ser iglesia”. De esa forma Él desencadena una
tercera reforma, una reforma de las estructuras. Desde los tiempos del Nuevo
Testamento no existe más algo como la “Casa de Dios”. Dios no vive en templos,
erguidos por manos humanas. ES el pueblo de Dios que constituye la iglesia. Por esa
razón la iglesia está en casa , en el exacto lugar en que las personas están; en las
casas. Es allí que los seguidores de Cristo partilham la vida en el poder del Espíritu de
Dios, toman refeições en conjunto y muchas veces ni aún hesitan en vender
propiedades particulares, repartiendo las bendiciones materiales y espirituales con
otras personas. Se instruyen sobre cómo insertarse mejor, mientras ser humano, en
las leyes espirituales constitutivas del Reino de Dios en medio a la vida práctica – y
justamente no por medio de palestras professorais, pero de modo dinámico, en el
estilo de pregunta y respuesta. Es allí que pueden dejar caer a la máscara y hasta
confesar pecados, porque conquistan una nueva identidad colectiva por el hecho de
amarse mutuamente, a pesar de conocerse y constantemente hagan a perdonarse y
aceptarse. La mayoría de las iglesias cristianas simplemente es gran demás para
realmente proporcionar espacio para la comunion. Fue que se hicieron “comunidades
sin comunion”. Las comunidades eclesiais del Nuevo Testamento eran
invariablemente grupos pequeños, con cerca de 15 a 20 personas. El crecimiento no
acontecía por el inchaço aditivo, formando gran comunidades eclesiales ,
estacionárias y que lotavam catedrales con 200 o 300 personas. Las iglesias en los
hogares se subdividiam cuando habían alcanzado el límite orgánico de cerca de 15 a
20 personas. Ese crecimiento multiplicativo por la base posibilitó a los cristianos que
también se congregassem para reuniones celebrativas que comprendían la ciudad
toda, como, por ejemplo, en los salones del Templo de Jerusalén. Los pastores son una
parte importante, sin embargo no pueden ser más que un fragmento, “para capacitar
los santos para el servicio”. Su ministerio necesita ser complementado por los otros
quatros ministerios, de lo contrario las iglesias no sólo sufren de enfermedades de
carencia espiritual, debido a la dieta unilateral, pero igualmente los propios pastores
no consiguen mover nada, quedando impedidos de realizarse en su vocación. La
iglesia no puede y ni debe volver atrás en la historia, sin embargo necesita retornar a
la matriz original. Las iglesias del Nuevo Testamento nunca fueron dirigidas por un
“hombre santo” o “pastor presidente”, que se encuentra en una conexión especial con
Dios en sustitución a otros y que regularmente alimenta consumidores relativamente
passivos en la fe. El cristianismo asumió de las religiones gentílicas, o en la mejor de
las hipótesis, del judaísmo, la categoría de los sacerdotes como un espacio
amortecedor de mediación entre Dios y el ser humano. Desde los días de Constantino
Magno la rigurosa profissionalização de la iglesia ya pesó tiempo suficiente como
maldición sobre la iglesia, subdividindo artificialmente el pueblo de Dios en laicos
infantilizados y clero profesional. Conforme el Nuevo Testamento hay “un sólo Dios y
un sólo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesus” (1TM 2:5). El véu del Templo
fue rasgado y Dios posibilita a todas las personas tengan acceso a él directamente por
medio de Jesus Cristo, el único Camino y Abogado. Ya no necesitan mantener contacto
con él de forma mediada e indirecta a través del representante de una casta religiosa.
A fin de transportar para la práctica el “sacerdócio de todos los que creen”, que
entrementes ya fue impetrado hace 500 años por la primera Reforma, el actual
sistema de una iglesia profissionalizada y burocratizada tendrá que ser transformado
radicalmente – o hundirá en la irrelevância de la religiosidade. La burocracia es la más
diabólica de todas las formas de administración. En ella difícilmente hay espacio para
la espontaneidade, la humanidad y la vida genuína llena de variaciones. Esa forma
estructural puede ser adecuada a emprendimientos políticos o económicos, sin
embargo no al cristianismo. Dios parece estar en vías de liberar su pueblo del
cautiverio babilônico de burocratas eclesiásticos y de personas en el ejercicio del
poder religioso. Hace eso al colocarla en las manos de personas simples, llamadas por
Dios para algo extraordinario y que, como los días de otrora, tal vez aún estén oliendo
a pez. Visto de fuera, el cristianismo se presenta del siguiente modo para muchas
personas: personas santas se dirigen, en una hora santa, un día santo, a un edificio
sagrado, a fin de participar de un ritual sagrado, celebrado por un hombre santo en
vestimentas sagradas, en pago de un dízimo u oferta sagrados. En la historia, el
deseo de los humanos de adorar “correctamente” a Dios llevó a los constrangedores
denominacionismos, confessionalismos y nominalismos. La tradición eclesiástica
consiguió la hazaña de “celebrar” la santa cena en dosis homeopáticas, con algunas
gotas de vino (entiéndase jugo de uva), una “galleta insípida” y un semblante triste.
Sin embargo, según la fe cristiana, la “Cena del Señor” es una refeição sustancial con
significado simbólico, no una refeição simbólica con un significado sustancial. Dios
está nuevamente alejando los cristianos de las “misas”, de vuelta a la mesas, de
vuelta á la mesa de comida. Jesus dio su vida por la iglesia, pero lo que apareció
fueron empresas religiosas con redes globales, que comercializaban sus respectivas
marcas del cristianismo, haciendo competencia una a la otra. A causa de esa
subdivisão en nombres y marcas la mayor parte del cristianismo perdió su voz en el
mundo y se hizo irrelevante. Muchas iglesias están más preocupadas con
especialidades tradicionales y discordias religiosas dentro de sus muros del que con
un testimonio ante el mundo en conjunto con otros cristianos. Jesucristo jamás pidió a
los seres humanos que se organizaran en denominações. Los primeros días de la
iglesia los cristianos tenían una doble identidad: eran seguidores de Jesucristo,
convertidos verticalmente a Dios. En segundo lugar, congregavam con base en la
geografía, cuando también se convertían localmente unos a los otros. No solamente
se conectaban en los hogares, en los cuales partilhavam su vida cotidiana, pero
también expresaban su nueva identidad en Cristo. Se encontraban para cultos
festivos de abrangências locales o regionales. En ellos celebraban su unidad y
demostraban un testimonio conjunto ante el mundo. Dios está llamando el
cristianismo de vuelta a esas dimensiones. Lo retorno al modelo bíblico de la “iglesia
de actos” – o sea, una nueva credibilidad de las iglesias en los hogares y en los
barrios, aliada a la cultos de abrangências local o regional, en que todos los cristianos
de una región se congregam regularmente. Jesus, el cabecilla de todos los cristianos,
fue crucificado. Hoy sus seguidores están tan ocupados con sus posiciones y su papel
respeitável en la economía, política y sociedad, o peor aún, están adaptados y quietos
de forma tan poco cristiana, que casi no son más notados. Jesus dice: ”Bendecidos
sois cuando por mi causa las personas os injuriarem y persigan” (MT 5:11). El
cristianismo bíblico es una amenaza para el ateísmo y pecado gentílicos, para un
mundo que fue dominado por la ganância, por el materialismo, por la envidia y por la
tendencia de creer en absolutamente todo. Eso llevó la aceptación social de
comportamientos en la esfera de la moral, del sexo, del dinero y del poder que
solamente pueden ser explicados en la dimensión demoníaca. Hasta el momento el
cristianismo actualmente conocido no constituye uno contraste para eso, pero en
muchos países él es simplemente inócuo y gentil demás para que fuera digno de
persecución. Cuando, sin embargo los cristianos comiencen a redescobrir los valores
del Nuevo Testamento, a vivir la vida resultante y perder la vergüenza de dar nombre
al pecado, el mundo en su redor será alcanzado en el cerne de su conciencia y
reaccionará como de costumbre, con conversión o con persecución. En vez de
construir para sí nidos en zonas confortáveis de presumida libertad religiosa, los
cristianos necesitan prepararse nuevamente para ser redescobertos como reos
principales. Nada más harán que no sea uno estorbo para el humanismo universal,
para la moderna esclavitud del entretenimiento eclesiástico y para la descarada
adoração del Yo, el falso centro del universo. Es por esa razón que cristianos
despertos, rápidamente sentirán las consecuencias del liberalismo y de la “tolerancia
represiva” de un mundo que perdió sus normas absolutas porque se negó a reconocer
el Dios Creador en sus padrões absolutos. Cuál es el lugar más simple para una
persona ser santa? Atrás de un púlpito santo y, trajada con túnicas sagradas,
predicando palabras santas. Y cuál es el lugar más difícil y, por eso más significativo,
para una persona ser santa? En casa, en la presencia de su familia, donde todo lo que
ella dice y hace es sometido a una prueba espiritual automático y conferido con la
realidad. Allí todo farisaísmo devoto está irremediablemente condenado a la muerte.
Las parcelas más significativas del cristianismo huyeron del enraizamento en la
familia como lugar flagrante del fracaso personal para salones sagrados, donde se
celebran “misas/cultos” artificiales bien alejados del cotidiano. Sin embargo, Dios está
en vías de reconquistar nuevamente las propias raíces, al lugar de donde ella
procede, a un movimiento de iglesias en los hogares. Así, la iglesia vuelve
literalmente para casa. En la última fase de la historia de la humanidad, poco antes
del retorno de Jesucristo, se cierra el ciclo de la historia de la iglesia. Cuando
cristianos de todos los segmentos sociales y culturales, de todas las situaciones de
vida y denominações sientan en su espíritu un eco nítido de aquello que el Espíritu de
Dios dice a la Iglesia, ellos comenzarán a funcionar claramente como un cuerpo, a oír
globalmente y actuar localmente. Dejarán de pedir que Dios bendiga lo que hacen y
comenzarán a hacer lo que Dios bendice. Es un nuevo tiempo de recomenzo, de
retorno al dibujo original.Es tiempo de arrepentirse y volver al plan original de Dios .
Que Dios te bendiga.

Ed SantAnna , ap

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