You are on page 1of 10

1

Vsévolod Meyerhold: el teatro del actor


Por Estela A. Castronuovo
Me permito decirles, a ustedes mis compañeros de lucha y mis alumnos, que la idea de un teatro de
director es un absurdo total en el que no hay por qué creer. No hay ningún director – por poco que
se trate de un auténtico director – que coloque su arte por encima de los intereses del actor, en
calidad de figura principal del teatro
V. Meyerhold

Juan Antonio Hormigón observa que, cuando Vsévolod Meyerhold inició su carrera, el
estilo de actuación imperante era el retoricismo naturalista y artificioso de los actores de los
teatros imperiales, un “modo de interpretar puramente técnico y de habilidad”, en palabras
de Konstantin Stanislavsky.
El “actor-divo” era el eje de las compañías teatrales de fines del siglo XIX, y a su cargo
estaba la docencia teatral. El trabajo del actor se basaba en la “improvisación inconsciente”
y la declamación.
El aprendizaje en el Teatro de Arte de Moscú le suministra a Meyerhold su primera
experiencia significativa: conoce allí a Anton Pávlovich Chéjov, en 1898, durante los
ensayos de La gaviota. Podemos decir que va a aprender de los desacuerdos entre
Stanislavsky y Chéjov, de los cuales él mismo fue testigo. El Teatro de Arte estaba muy
influido en esa etapa por el naturalismo de los Meininger, centrado en la concepción
psicologista del personaje, cuya “personalidad” el actor debía recrear fielmente a través de
la “vivencia”, y el verismo minucioso en la puesta en escena: “¿Saben quién fue el primero
que hizo nacer en mí las dudas sobre el camino que seguía el Teatro de Arte? Anton
Pávlovich Chéjov…”, escribiría Meyerhold.
Esta experiencia lo impulsa a buscar una alternativa al naturalismo hegemónico. El mismo
Chéjov insistía en el carácter convencional del teatro, en la ausencia de una cuarta pared, en
la necesidad de lograr una síntesis, de no caer en una multiplicidad de detalles para
construir una puesta en escena verosímil, “fotográfica”.
Meyerhold hallaba en Chéjov la posibilidad de instaurar zonas de sombra, “lugares de
indeterminación”, que movilizaran la participación activa del espectador en el proceso
creativo. Muchos años antes de la emergencia de la “estética de la recepción”, Meyerhold
afirma la interdependencia entre el escenario y el espectador en un proceso de
producción/recepción. Y el eje de este proceso es, sin lugar a dudas, el arte del actor.
2

En 1902, Meyerhold abandona el Teatro de Arte y comienza la búsqueda de su propio


lenguaje teatral. Ese mismo año viaja a Italia; allí lee los textos de Lenin, iniciando así el
desarrollo de su conciencia política que va a aflorar en su entusiasta apoyo a la Revolución
de 1917. Para él, revolución estética y revolución política son las caras de una misma
moneda: es necesario crear un teatro nuevo para el nuevo mundo socialista. La libertad
creadora supone y sostiene la libertad política.
Funda la “Compañía de Artistas Dramáticos Rusos”, que luego se convierte en la
“Asociación del Nuevo Drama”, la cual realiza temporadas en ciudades provincianas,
Jerson y Tiflis. Tiflis poseía un teatro construido en 1901, dotado de escenario giratorio, y
novedades técnicas que le permiten experimentar con el espacio escénico en piezas
radicalmente modernas. Si bien en esta primera etapa sigue el modelo del Teatro de Arte de
Moscú y de las puestas en escena stanislavskianas, cada vez toma más conciencia de la
necesidad de formar un nuevo actor para un nuevo teatro. Las mismas novedosas
experimentaciones con el espacio escénico exigían imperiosamente un actor entrenado para
esa nueva escena. Meyerhold pone cada vez más el acento en el entrenamiento físico del
actor, totalmente olvidado en el teatro naturalista. Mientras que el naturalismo exige del
actor una expresión concreta y precisa, sin ambigüedades, él propone una interpretación por
indicios, que deje conscientemente zonas de sombra en el personaje.
En 1905, Meyerhold pasa a dirigir el Teatro Studio de Moscú, creado por Stanislavsky
como sala de experimentación. En esta etapa, comienza a desarrollar los principios del
teatro de la “convención consciente” Los acontecimientos políticos de ese año provocan el
cierre de la sala.
Meyerhold toma las bases de la convención consciente de los escritos de Valeri Briusov y
de Maurice Maeterlinck. El verismo de la puesta naturalista es sustituido por una consciente
convencionalidad escénica: estilización frontal, el actor queda sometido a una estética
estatuaria y pictórica, concebido como una figura en bajorrelieve. La elocución rechaza la
declamación y configura unas cadencias sonoras neutras, lentas y frías, sin modulación
emocional. La disposición escénica y el movimiento de los actores obedece a una estética
pictórica basada en la configuración de líneas y colores, con un criterio bidimensional
(clara ruptura con la concepción tridimensional de la puesta naturalista) El criterio es
iconográfico: el área de actuación queda reducida al proscenio, en una estética frontal que
3

solo necesita el espacio justo para la composición de bajorrelieves. El espectador asimila la


tragedia condensada, elude los detalles inútiles y se concentra en los complejos procesos
espirituales.
Esta estética tiene como objetivo expresar el alma del artista, según las concepciones
simbolistas. Sobre esta base, Meyerhold concibe lo que llama el “teatro triángulo”: el actor
toma el contenido de la obra propuesta por el autor y lo comunica a través del director de
escena al espectador. Así, el actor puede abrirle libremente su alma al espectador, cosa que
no ocurre con el “teatro de la línea recta”, en el cual el director de escena, tras haberse
compenetrado con el arte del autor, lleva al actor su propio arte. La primera experiencia
dentro de la convención consciente fue la puesta en escena de la pieza de Maeterlinck, La
muerte de Tintagiles. 1
Es clara en esta etapa la influencia de Edward Gordon Craig, con sus puestas en escena
estilizadas y su concepción del actor teatral como “supermarioneta” 2
También se manifiesta en esta etapa el interés del Meyerhold por la concepción musical de
la puesta en escena: avanzó en la investigación de las relaciones entre ritmo y acción
escénica, uno de los pilares sobre los cuales constituirá la biomecánica.
En 1908, Meyerhold es invitado a incorporarse a los teatros imperiales Marinski y
Aleksandrinski como actor dramático y director. Pone en escena óperas y comedias: Tristán
e Isolda, de Wagner, Don Juan, de Molière, entre otros. Es su etapa de “tradicionalismo”,
de recuperación de las viejas formas teatrales, transfiriendo al presente los cánones del
teatro clásico italiano, francés y español. Es una etapa también convencional,
antinaturalista, pues reconstruye modelos estético-teatrales del pasado: la “Commedia
dell’Arte”, el teatro francés del siglo XVII, el teatro español de los Siglos de Oro. El actor
de esta etapa es un “actor rítmico”, que interactúa con la escenografía en forma dinámica,
siempre modelizado por la música, incorporada no como mero acompañamiento, sino como
matriz estructural del espectáculo.
Desde 1908 hasta 1917, Meyerhold está en los teatros imperiales y lleva una doble vida:
bajo el seudónimo de Doctor Dapertutto, experimenta en los cabarets, los teatritos armados
en sótanos o en la casa de sus amistades. Comienza a plantearse el problema del grotesco
como matriz estilística de una dramaturgia, y a investigar en la “Commedia del’Arte” una
técnica de interpretación propia del actor rítmico, que recupere para el teatro el estilo del
4

“barracón de feria” El “barracón” es para él un tipo de teatro de feria, de barraca, un teatro


ambulante donde juglares y mimos mostraran sus habilidades múltiples. La matriz
estilística del barracón es el grotesco, definido por Meyerhold como un estilo escénico que
juega con los contrastes extremos y desplaza los planos de percepción.
El grotesco y el barracón exigen un nuevo tipo de actor, que debe tener una intensa
preparación técnica la cual debía abarcar todas las artes escénicas, además de la actuación:
danza, pantomima, máscaras, canto, esgrima, acrobacia. Estos elementos fraguarán en la
biomecánica concebida como dramaturgia revolucionaria.
En 1917, estalla la Revolución Rusa. Meyerhold adhiere fervientemente al nuevo orden,
afiliándose al Partido Comunista y comprometiéndose con la construcción de un teatro
político y proletario, de la mano de Maiakovsky, los futuristas rusos y el Proletkult.
En 1922 A. Gan publica su obra Constructivismo. Esta nueva estética rechaza la idea del
arte como concepción idealista y abstracta, y la reemplaza por una concepción de lo
artístico como trabajo, con bases materiales muy concretas. El arte es un trabajo, en el
mismo plano que la ciencia y la técnica. El constructivismo vincula directamente la
producción artística con las técnicas industriales, el urbanismo, el utilitarismo. Si bien fue
un movimiento de arquitectos y artistas plásticos, Meyerhold y otros hombres de teatro
adhieren a él. La vanguardia teatral y la vanguardia plástica avanzan conjuntamente. El
aspecto escenográfico-espacial de la práctica teatral adopta las concepciones
constructivistas. También el trabajo del actor en la biomecánica revela esta influencia
constructivista. En este momento, Meyerhold crea con sus alumnos el seminario de
biomecánica y comienza a aplicar los principios del constructivismo en la puesta en escena.
En 1922, estrena El cornudo magnánimo, de Crommelinck, el primero de sus espectáculos
constructivistas, en el cual, además, la interpretación de los actores se basa en los principios
de la biomecánica. El dispositivo escénico, ideado por la artista Liubov Popova y
constituido por audaces combinaciones de escaleras, plataformas y planos inclinados,
estaba concebido puramente para servir como soporte al trabajo del actor; no pretendía
representar ningún lugar real en el mundo. Al definir y estructurar los límites espaciales del
área de representación, la construcción ayudaba a los actores del mismo modo en que una
máquina bien diseñada permite a un obrero realizar operaciones más eficaces.
5

Constructivismo y biomecánica son las dos bases de la revolución que Meyerhold iba a
promover en el teatro.
Respecto de la biomecánica, es un método para el entrenamiento físico de los actores, no
una finalidad en sí misma. El método fue enunciado en 1922, y alcanzó su madurez en
1925. Es el centro teórico, técnico y práctico de la dramaturgia meyerholdiana. El método
fue configurándose a lo largo de los espectáculos posrevolucionarios. Se basa en el
principio según el cual el actor, gracias a su entrenamiento, dominará el dispositivo
escénico con la misma precisión con la que el obrero domina su máquina y dotará a su
cuerpo de una concreción dinámica perfecta, resultado de un conocimiento preciso de sus
facultades orgánicas, orientadas a la expresión de un personaje concebido como ser social.
La biomecánica es la nueva formulación del actor como proletario, consciente de la función
social de su trabajo artístico.
El actor biomecánico es el artista proletario hecho hombre de teatro, con plena conciencia
de clase y de sus deberes productivos: un profesional que hace de su trabajo una praxis
política cotidiana.
Meyerhold mismo enuncia la ley esencial de la biomecánica: “La ley fundamental de la
biomecánica es muy simple: el cuerpo entero participa de cada uno de nuestros
movimientos” 3
El actor debe conocer a la perfección la mecánica de su cuerpo, pues cualquier
manifestación de fuerza y de desplazamiento en el espacio está sujeta a las leyes de la física
y la mecánica. El método reivindica su fundamento científico.
La biomecánica es una combinación de toda la gama técnica circense, del ritmo y la
dislocación del movimiento deportivo; la danza, el music-hall, la cabriola, el salto, el
equilibrio, el boxeo, la distorsión del eje del cuerpo, se combinan sobre la base de un
esquema riguroso, según leyes escénicas racionales. El actor biomecánico afina su
capacidad de reacción ante los fenómenos exteriores, a través de ejercicios basados en la
teoría de los reflejos condicionados, de base biofísica, de Pavlov, de quien Meyerhold era
amigo y admirador, y en la reflexología.
La biomecánica pretende formar un actor total, comediante, acróbata, juglar, clown,
prestidigitador, bailarín, chansonnier, dueño de una técnica universal basada en un dominio
total, con un sentido innato del ritmo y con una economía de movimientos rigurosa,
6

siempre racionales (no espontáneos, sino planificados de antemano para lograr ciertos
efectos) Meyerhold afirma que el teatro no debe ser psicológico ni un teatro de ideas: su
meta es convertirse en un brillante divertimento, un juego alegre, similar al cine (admiraba
profundamente el genio de Charles Chaplin y Buster Keaton), al music – hall o al circo.
La biomecánica tiene su fundamento en el principio de la organización racional del arte, de
la misma naturaleza que la organización científica del trabajo. El método tenía como
objetivo enseñar todas las aptitudes de base que permiten al actor moverse
convenientemente en escena. Surgida después de la Revolución, permitía entrenar en forma
rápida y económica a un gran número de actores para las compañías proletarias. Dado que
ponía el acento más en el movimiento que en las afecciones, la biomecánica era también la
respuesta de Meyerhold a la escuela de formación de actores del Teatro de Arte de Moscú.
La preocupación de Meyerhold por ciertas formas de adiestramiento físico para los actores
databa de antes de la Revolución rusa. En 1914 organizó, en su estudio de San Petersburgo,
junto a V. N. Soloviev, una serie de dieciséis estudios destinados a enseñar al futuro actor
ciertos principios del movimiento en escena. Estos estudios provenían de fuentes muy
diversas, como la Commedia dell’Arte, el teatro oriental y el teatro isabelino, y sentaron las
bases para el futuro desarrollo de la biomecánica. Un participante de los cursos recuerda
que Meyerhold comenzó por la técnica del movimiento y del gesto escénico, y por el
control de los objetos en el escenario. Estos ejercicios se transformaron luego en estudios, y
éstos a su vez, en pantomimas. Así, por ejemplo, el ejercicio del “tiro con arco”, dio origen
al estudio de “la caza”, y éste luego generó una pantomima. En el transcurso de los años, el
número de ejercicios varió de siete a más de veinte, con una media de doce.
En la puesta de El cornudo magnánimo, los actores representaban sus papeles pero, al
mismo tiempo, bloqueaban toda identificación directa con los personajes. Boris Alpers, en
su libro Teatro de la máscara social, escribió a propósito de Bruno, el protagonista:
“Bruno… el rostro pálido y fijo, permanecía frente al público y profería, con un tono
declamatorio y uniforme, sus monólogos apasionados que acompañaba siempre con un solo
movimiento amplio. Al mismo tiempo, el actor se burlaba de este Bruno haciendo
acrobacias, eructando y revolviendo sus ojos cómicamente en los momentos patéticos de su
discurso” 4
7

Este doble papel sostenido por el actor – que presenta a su personaje parodiándolo – ilustra
el nuevo estilo de presentación teatral de Meyerhold. Pero era un estilo que tenía poderosos
antecedentes antes de la Revolución, en la Commedia dell’Arte. Además, los dos aspectos
de la representación, tragedia y farsa, evocaban la predilección que Meyerhold tuvo toda su
vida por el grotesco.
En su búsqueda de lo “adecuadamente utilitario”, Liubov Popova diseñó para los actores un
traje azul muy simple, prototipo de un uniforme de trabajo, la prozodezhda: una camisa
amplia con escote en V, con mangas largas; los hombres la llevaban con pantalones de golf,
y las mujeres con una pollera que llegaba a las pantorrillas. A este traje básico se añadían
algunos accesorios de identificación, por ejemplo, pompones rojos de clown, en torno del
cuello de Bruno.
El entrenamiento a través de la biomecánica mostró ser imprescindible para las exigencias
acrobáticas que la puesta de El cornudo… imponía a los actores. Meyerhold incluyó en la
puesta uno de los ejercicios de biomecánica más famosos: el “salto sobre el pecho”, que
afirmaba haber tomado del actor siciliano Giovanni di Grasso.
También experimentó con las posibilidades de la voz humana concebida como un
instrumento musical: en las escenas con las mujeres del pueblo en el tercer acto, se hallan
las siguientes acotaciones: Stella, soprano de coloratura; Florencia, soprano dramática;
Cornelia, mezzo- soprano; la nodriza, contralto.
Meyerhold sostiene que el arte del actor descansa sobre tres principios fundamentales: el
ritmo, la improvisación y la autolimitación.
El principio del ritmo tiene que ver con la modulación musical de la actuación del actor. La
música es para Meyerhold el mejor organizador del tiempo en un espectáculo. La actuación
del actor es, en última instancia, su duelo con el tiempo. Y en este aspecto, la música es su
mejor aliado. Proponía ensayar sobre la base de una estructura musical, aunque en el
espectáculo se la eliminara: en escena, el intérprete ajustará sus ritmos a las leyes
musicales, con música o sin ella. Apoyándose sobre el fondo rítmico de la música, la
actuación del actor adquiere precisión. En el teatro oriental, el “siervo de escena” toca sobre
una pequeña tabla en los momentos de culminación. Eso también tiene como meta ayudar a
la precisión del juego del actor. Meyerhold manifiesta predilección por el actor que ama la
música.
8

Para Meyerhold, todo actor debe improvisar. El actor tiene ante sí una tarea propuesta por
el director, pero siempre contará con zonas vacías, con espacios en blanco que deberá llenar
con la actuación ex - improviso. Deberá colmar esos espacios con una actuación, no
preparada de antemano, sino con su “actuación de hoy”
El tercer principio, la autolimitación, es exigido por la improvisación. La autolimitación, la
exigencia de autocontrol, se encuentra en todas las artes. Esta “no libertad”es la verdadera
cara de la maestría de un actor.
En 1925, el Teatro Meyerhold estrenó El Profesor Bubus, comedia de A. Faiko, con
números musicales.
En esta puesta, a la actuación biomecánica se agregan dos procedimientos: el prejuego y el
juego invertido.
El prejuego está tomado de la técnica del comediante chino y japonés, y consiste en el
hecho de que el actor, antes de comenzar a hablar, descubre mímicamente los rasgos de su
personaje.
El juego invertido es una especie de aparte: “Cesando de repente de incorporar su
personaje, el actor interpreta directamente hacia el público para recordarle que no hace sino
interpretar y que en realidad el espectador y él son cómplices” 5
Para Meyerhold, prejuego y juego invertido son dos procedimientos utilizados por los
grandes actores de todos los tiempos, en la tradición oriental y también en el teatro clásico,
italiano y español. El actor occidental ha olvidado estas tradiciones y debe recuperarlas.
Debe recuperar este virtuosismo técnico, siguiendo el ejemplo del actor del circo y del
music-hall, del acróbata, del prestidigitador, del bailarín. Meyerhold encontraba este
ejemplo en los actores del cine cómico, como Chaplin y Keaton: es más, manifiesta su
preocupación porque el cine está sustituyendo al teatro en lo que respecta a modelos de
maestría actoral. 6
Muy interesantes son las ideas de Meyerhold respecto de la relación entre el actor y el
espacio escénico. Dice que, cuando el actor entra en escena, es impulsado naturalmente por
la tendencia hacia un cierto bienestar simétrico. Es atraído hacia el centro absoluto del
escenario, es decir, el lugar donde se lo puede ver y escuchar de la misma manera desde la
derecha y desde la izquierda. En la caja escénica de los viejos teatros a la italiana, esto lleva
a una configuración frontal del movimiento escénico. El espectador experimenta el mismo
9

sentimiento de equilibrio espacial, de “bienestar composicional” No obstante, no siempre


este equilibrio es necesario y recomendable. A veces, hay que hacerle “dar la vuelta” al
actor, ubicarlo en un cierto estado de distorsión, desgarrarlo de esa ubicación central,
destruir el punto de vista habitual, conmover los códigos de percepción a los cuales el
espectador está acostumbrado. Desplazar, en una palabra, el centro imaginario de la pieza.
Entonces el espectador no descansará cómodamente en su butaca, sino que comenzará a
sentirse inquieto.
Inquietar al espectador, sacudirlo, desplazarlo de la comodidad de las ideas establecidas: tal
la meta primordial de un teatro que se quiere revolucionario, meta que debe lograrse, según
Meyerhold, mediante procedimientos de composición.
Las investigaciones de Vsévolod Meyerhold respecto del arte del actor sentaron las bases
para las innovaciones que el gran teatro del siglo XX va a desarrollar y profundizar, desde
el teatro épico brechtiano hasta las posvanguardias, y los grandes directores ideólogos
como Grotowsky, Kantor y Barba.
Aún hoy, seguimos siendo deudores de sus revolucionarios descubrimientos, y de su total
compromiso con el arte, compromiso a la vez estético y político, sacrificialmente
refrendando por la entrega de la propia vida, en aquel aciago día de febrero de 1940.

Notas:
1. Según Leonid Andreiev, el teatro de la convención consciente es tal que “el espectador
no olvida un instante que tiene ante él a un actor que interpreta, el actor que tiene ante sí
una sala, bajo sus pies un escenario y los bastidores a los lados”
2. Cf. Craig, Edward Gordon. El arte del teatro. México, Escenografía, 1999.
3. Cf. El tonto del pueblo, pag. 96. Los textos de Meyerhold compilados en este número de
la revista están basados en las notas tomadas en forma directa por Alexander Gladkov,
entre 1934 y 1939, en charlas, clases y debates. Son, pues, de un valor extraordinario, dado
que muestran el pensamiento meyerholdiano en los últimos años de la vida del actor y
director ruso.
4. Citado por Alma H. Law, Les voix de la création théâtrale, pag. 16.
5. Cf. Hormigón, 1998: 86.
6. “Me gusta el teatro pero a menudo estoy triste pensando que el relevo de la maestría de
la actuación está pasando a los actores de cine. No hablo de Chaplin que como un
presentimiento mágico hemos amado antes de verlo. Pero ¡acuérdense de Buster Keaton!
Por la precisión, la agudeza del dibujo escénico y la moderación estilística del gesto,
constituye un fenómeno totalmente extraordinario”. Cf. El tonto del pueblo, pag. 100.
10

Bibliografía:
Abensour, Gérard: Vsévolod Meyerhold ou l’invention de la mise en scène. Paris, Fayard,
1998.
Braun, Edward: El director y la escena. Buenos Aires, Galerna, 1986.
“Meyerhold habla. Reflexiones de Meyerhold”, comp. Béatrice Picon – Vallin, en: El tonto
del pueblo, Revista de artes escénicas. N° 5, Teatro de los Andes, Bolivia, mayo de 2000,
pp. 94 – 117.
Meyerhold: textos teóricos. Edición de Juan Antonio Hormigón. Madrid, Asociación de
Directores de Escena de España, 1998
Law, Alma H. “Le cocu magnifique de Crommelynk, mise en scène de Meyerhold” ; en:
Les voix de la création théâtrale. Paris, CNRS, 1990.

You might also like