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INTRODUCCIÓN
A sabiendas de la naturaleza del mundo real y del modo como éste se desenvuelve,
concientes de que la naturaleza humana se debate entre el egoísmo libertario y la
disposición a compartir un destino colectivo digno e igualitario, es necesario
retornar a los pasos de aquella legendaria reflexión sobre la propia capacidad
humana para no sucumbir ante el peso de sus derrotas y de sus propias creaciones.
Finalmente, lo que importa no es sólo lo que hemos hecho, sino además lo que no
hemos hecho y, en consecuencia, lo que debemos hacer urgentemente para lograr
una vida digna o menos penosa, pero no en un formato conforme al cual cada
quien podría coincidir al azar en un objetivo común, sino en uno que nos permita
inicialmente tomar conciencia de ese objetivo común para aligerar el riesgo de
dejar pasar demasiado tiempo hasta formar un escenario de coincidencia visible.
John Holloway —en su libro Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado
de la revolución hoy (2002: 23)— cree conveniente, en este tipo de discusiones,
Miguel González Madrid
Otro mundo es posible. El sujeto y el proyecto para otra transformación social
comenzar por el sujeto “o, al menos, por una subjetividad indefinida”, 1 es decir, por
mantener un esquema de pensamiento negativo o de descontento ante el mundo
objetivo, pero no contestatario, sino creativo o hacedor de una realidad distinta. No
20 se trata ya de ser creativo con los mismos instrumentos o herramientas que sólo
han servido para reproducir ese mundo objetivo, sino de utilizar otros medios
radicalmente diferentes a todo lo que tenga que ver con “el Estado” o “el poder del
Estado” y, por tanto, con el poder que impone la acción de unos (los que política o
jurídicamente son reconocidos como “sujetos con poder”) sobre la inmensa
mayoría. El sujeto-creativo, el único que puede ser capaz de dar a luz otro mundo,
sólo puede echar mano del poder-hacer (potentia), no del poder-imponer
(potestas).2 En todo caso, dice Holloway, el problema del poder-hacer “es
desplazarse hacia una dimensión diferente de la del capital”, el cual estigmatiza la
naturaleza estatal, a pesar de la presentación jurídica de éste como “comunidad
política” o unidad política de personas determinadas en calidad de ciudadanos. Se
trata, a final de cuentas, de “avanzar hacia modos en los que el capital no pueda
siquiera existir: romper la identidad, romper la homogeneización del tiempo”.3
Planteada así la cuestión, del mismo modo que Miguel Ramondetti se pregunta
“¿qué mañana nos espera?”,4 la hipótesis de una transformación posible por la fuerza
de un complejo de circunstancias y por la voluntad de un sujeto indefinible, en una
dirección no estatista y no capitalista, adquiere una connotación concreta y requiere
un grado avanzado para descifrarla. Sí, otro mundo es posible, pero, ¿cómo debe ser
ese otro mundo o a través de qué proyecto puede llegar a ser posible? La cuestión y la
respuesta global se plantean en una perspectiva normativa difusa porque estamos
tratando con la posibilidad que sólo deviene de un sujeto total hacedor de su propio
destino en condiciones de incertidumbre, no con un rango de probabilidad de que
algo pueda ocurrir con un alto grado de certeza, independientemente de quién sea el
sujeto o incluso habiendo definido al sujeto.
5
De acuerdo con Fredric Jameson, la derecha es intolerante a las utopías, pues vive atada al
mundo dominante. Lo «utópico» “ha pasado a convertirse en una palabra en clave de la
izquierda para decir socialismo o comunismo; mientras que, para la derecha, se ha vuelto
sinónimo de «totalitarismo» o, en realidad, de estalinismo. Los dos usos del término parecen
de hecho superponerse de algún modo y suponen que una política que desee cambiar el
sistema radicalmente se calificará de utópica, con el matiz derechista de que el sistema (ahora
entendido como el libre mercado) forma parte de la naturaleza humana; que cualquier intento
de cambio irá acompañado de violencia; y que los esfuerzos por mantener los cambios (contra
la naturaleza humana) necesitarán de una dictadura” (“La política de la utopía”, descargado de
http://www.newleftreview.net ).
6
Wenceslao Roces, en su “Prólogo” a las Obras Fundamentales, Escritos de Juventud de
Carlos Marx, edición del FCE, México, 1987, pp. XXI-XXII.
7
Cfr. Fredric Jameson, quien cita a Marge Piercy, Woman in the Edge of Time, Nueva York,
1976, pp. 197-198.
8
Juan-José Tamayo-Acosta, de un modo similar al que remite Fredric Jameson, y apoyándose a
su vez en Habermas, dice acertadamente: “La utopía es un referente ético irrenunciable y
constituye el horizonte privilegiado en que ha de moverse la acción humana. La utopía es, a su
vez, el motor de la historia. Sin ella, la historia vagaría sin rumbo y el ser humano caería en las
voraces fauces del destino. La renuncia a la utopía desemboca en la trivialidad, como ya
advirtiera perspicazmente Jürgen Habermas: «Cuando se secan los manantiales utópicos, se
difunde un desierto de trivialidad y perplejidad»” (“Sujeto, Comunidad y Utopía”, en Revista
Pasos núm. 84, descargada de http://www.dei-cr.org/pasos.htm#84
Miguel González Madrid
Otro mundo es posible. El sujeto y el proyecto para otra transformación social
9
* Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la
Universidad Carlos III de Madrid.
10
“Teología para otro mundo posible”, descargado de http://www.iglesiaviva.org
11
Gustavo Gutiérrez (1999), Teología de la Liberación. Perspectivas, Ediciones Sígueme,
Salamanca, España, p. 68, entre otras. La teología actual (liberadora), es reflexión, no acción,
sobre la sociedad y la Iglesia; en realidad, ésta es la base de aquélla. La teología clásica —dice
el autor, siguiendo a Y. M. Congar— partía del dato de la revelación y la tradición; en cambio,
la Teología de la Liberación parte de “hechos y preguntas, recibidos del mundo y de la
historia”.
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Otro mundo es posible. El sujeto y el proyecto para otra transformación social
Ningún otro problema puede tener una solución auténtica si el de la pobreza persiste
como el problema emblemático de la injusticia social, de la falta de solidaridad y de
la degradación de los medios de vida. No hablamos sólo de medios de vida material,
20 sino también espiritual; no sólo de un modo como las personas se relacionan con el
medio ambiente natural bajo la égida del capital, sino también de cómo la
degradación de ese medio ambiente erosiona los fines nobles del ser humano, que se
condensan en la búsqueda de una vida digna; no sólo de un conflicto de intereses
entre géneros, sino también de una falta de entendimiento entre personas racional y
éticamente iguales; y no sólo de un tipo de exclusión y opresión social que preocupa
a un tipo de teología, sino también de otros tipos de exclusión que están en el centro
de la preocupación de otras teologías.
Tal vez no sea visible la relación entre la intención de construir otro mundo posible y
la identificación del sujeto idóneo. No hay duda de que otro mundo puede ser posible
y de que éste debería constituir una lógica contraria a la que caracteriza al sistema
capitalista-estatista; pero parece haber mucha confusión en torno al sujeto idóneo.
Hay coincidencia en que el sujeto marxiano (el proletariado) hace algún tiempo que
perdió pertinencia, a pesar de la proyección histórica y universal de su naturaleza y
sus fines, puesto que el sistema capitalista-estatista ha generado tanto un
aislamiento jurídico-estructural de las formas de manifestación pública como una
fragmentación jurídico-política de las formas organizacionales de las clases y los
grupos sociales.
mayor que la que pudo tener lugar en las determinaciones del ‘ego cógito’
cartesiano, el ‘sujeto trascendental’ kantiano y el ‘sujeto de la historia’ marxiano”, a
pesar de las diferencias y asimetrías materiales, sociales y culturales. Pero
20 precisamente por eso, “se hace posible recuperar la heterogeneidad y diversidad de
su contenido real”. Así,
Es claro que tanto el sujeto ego-racional cartesiano como el sujeto individual del
liberalismo y del utilitarismo —ambos ilustración fiel de la abstracción con
pretensión universalista del ser humano— no tienen lugar alguno en un proyecto
de transformación colectiva-planetaria (aunque diferenciada en los diversos
contextos), pues con respecto al primero, en efecto, su autonomía “se vuelve
clausura” de sí mismo “para así protegerse del mundo exterior”, el cual no tiene
sentido salvo como una proyección racionalista (a veces voluntarista) del
14
Ibídem.
15
Heinz Dieterich Steffan, “El socialismo del siglo XXI”, difundido por si propio autor, descargado de
http://www.rebelion.org
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Otro mundo es posible. El sujeto y el proyecto para otra transformación social
Es cierto que la convicción moral y social de “que el ser humano sea sujeto” es una
determinación moderna basada en el cálculo de los medios y los fines que, por ende,
desplaza a las concepciones centradas en la comunidad étnico-cultural, en la
interdependencia natural y en la desestimación de la universalidad de la
consideración de personas. Sin embargo, “esta conceptualización del ser humano
como sujeto pasa por importantes cambios en el transcurso de una modernidad que,
finalmente, niega al sujeto de modo real y también conceptual”, ya que no considera
las diferencias y desigualdades materialmente reales entre las personas y entre los
grupos. El sujeto moderno ha sido aplastado y se alza sobre sus debilitados hombros
un mundo gobernado por sus creaciones, particularmente si hablamos del sujeto
marxiano; para la única clase productora de valor el cúmulo de objetos del mundo
capitalista es extraño y misterioso y, en consecuencia, no alcanza a reconocer en él su
propia proyección material; pero también es el caso del sujeto multitudinario
conformado por personas excluidas de la lógica productiva del capital, que son
convertidas en clases improductivas porque nunca han sido articuladas a los
procesos de valorización capitalista y, por tanto, tampoco pueden aceptar ese mundo
como suyo.
Marx señala las diversas facetas de la miseria a que han sido condenadas millones de
personas en todas las épocas del desarrollo del capitalismo: “cuando la sociedad
[capitalista] decae, […] más sufre el obrero”; cuando progresa, “la ruina y el
16
Juan-José Tamayo-Acosta (2004), “Sujeto, Comunidad y Utopía”, en revista Pasos núm. 84,
descargado de http://www.dei-cr.org/pasos.htm#84
17
“Manuscritos económico-filosóficos de 1844”, en Carlos Marx y Federico Engels, Obras
Fundamentales, Escritos de Juventud, FCE, México, 1987, p. 565.
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La crisis del sujeto marxiano no puede ser asumida, después de todo, como una
exclusión de toda proposición orientada al cambio radical del mundo. ¿De qué
modo, entonces, la única clase productora de valor y plusvalor puede ser situada
históricamente en el escenario de las transformaciones impulsadas por un sujeto-
red o combinado? Ahora no se trata sólo de recuperar la esencia del proyecto de
construcción de otro mundo posible, codificado en objetivos positivos para su
aceptación generalizada, sino además de reinsertar la fragmentada clase asalariada
en el ala eminentemente anticapitalista del mismo proyecto, porque el acto
constructor pasa necesariamente por una negación del decadente mundo moderno.
18
Ibídem, p. 598.
19
La idea seminal de que el poder político es creado por la propia condición del alienado,
corresponde a Óscar Correas (“Fetichismo, alienación y teoría del Estado”), quien además
relaciona los conceptos marxistas de alienación y fetichismo con el concepto kelseniano de
ficción.
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La otra reinserción corresponde a los excluidos, a “los olvidados”, a los “sin poder”,
a los pobres, a los que no tienen poder-de-dominación, a los mal tratados, que
integran todos ellos los llamados “movimientos alternativos”.
20
Es la recuperación de la voz de los más olvidados, que reivindican el grito último
de dignidad del más aplastado, que apela a la conciencia y sensibilidad de los
“humanos del mundo”, y que reclama no un modelo de sociedad, sino algo más
sencillo y difícil al mismo tiempo: una sociedad donde quepamos todos. Este
reclamo toca la fibra última de humanidad de quienes creemos aún que el
derecho de vivir no precisa legitimación o justificación alguna.
20
“La problemática del sujeto en el contexto de la globalización”, Síntesis del Encuentro de
Cientistas Sociales, Teólogos y Teólogas, realizado en el Departamento Ecuménico de
Investigaciones, San José, Costa Rica, 6 al 9 de diciembre de 1999, en revista Pasos núm. 187,
http://www.dei-cr.org/pasos.htm#87
21
Conocimientos, Agentes y Articulaciones. Una mirada situada a la intervención social, Tesis
Doctoral, Programa de Doctorado en Psicología Social, Universidad Autónoma de Barcelona,
dirigido por el Dr. Joan Pujol, enero de 2001, p. 20.
22
Cfr. “La Problemática del sujeto en el contexto de la globalización”, en Revista Pasos núm.
87, descargado de http://www.dei-cr.org/pasos.htm#87
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Otro mundo es posible. El sujeto y el proyecto para otra transformación social
El mundo actual como un problema global es, pues, un asunto de todos aquellos
que quieren transformarlo, pero además hay que visualizar el sentido de la
transformación y, por tanto, hacer posible la intención revelada. Se trata, a la vez,
20 de “ver” o de percibir ese proceso y de “promoverlo” de un modo práctico-
colectivo. Es cierto, según Marisela Montenegro, que desde los diversos
paradigmas teóricos que admiten la transformación social ésta surge en cierto
modo como deseable, como algo que se puede anticipar normativamente, sea en un
sentido progresista-evolutivo o bien en uno de cambio radical de las relaciones
dominantes capitalistas; sin embargo, no es suficiente, puesto que la posibilidad de
que ello ocurra de un modo práctico depende de la efectividad y concatenación de
la multiplicidad de actos del sujeto. Ambas cosas son recíprocamente necesarias. El
hacer siempre está motivado, iluminado por el deseo de llegar a una meta factible,
pero “hay que cargar de posibilidad el hacer” para darle certeza, concreción,
rumbo, dirección. Así, las transformaciones sociales con sentido sólo pueden
resultar de la “posibilidad de que las razones del descontento con el orden social
puedan ser superadas por alguna forma de acción humana consciente”. En
consecuencia, no basta una recuperación del sujeto y una motivación potenciada de
éste, sino que la elaboración-promoción colectiva y consciente del proyecto de
transformación es fundamental para evitar un corrimiento a posiciones
voluntaristas, a excesos utopistas y a una dispersión de metas.23
Después de cuarenta años de reflexión a que se sometió la TL, desde aquella señal
de apertura con el Concilio Vaticano II hasta el reconocimiento de un abanico de
teologías liberadoras condensado en un campo diverso de objetos de la
transformación social (ya no sólo los de la pobreza y la opresión), ella ingresa a una
época de mayores retos, en la que, por tanto, requiere avanzar sustancialmente en
la definición de puntos de convergencia con reflexiones teológicamente afines y en
la vinculación práctica con la constelación de movimientos sociales, precisamente
para evitar el riesgo del academicismo o del exceso espiritualista de las reflexiones.
José Ignacio González Faus atinadamente subraya que “precisamente por eso la TL,
también como Jesús, ha de saber vivir la historia no sólo como Promesa sino
también como abandono”, y cita al respecto la opinión relevante de D. Bonhoefer, a
propósito del cuestionamiento de Jesús a sus discípulos en Getsemaní por no
haber podido velar una hora con Él:
Esto es la vuelta del revés de todo lo que el hombre religioso espera de Dios. El
hombre es llamado a compartir el sufrimiento que el mundo sin Dios inflige a
Dios... No es el acto religioso lo que constituye al cristiano, sino la
participación en el dolor de Dios en la historia del mundo... Jesús no llama a
una nueva religión, sino a la vida (WuE, 180ss, carta del 18.VII.1944).
23
Marisela Montenegro Martínez, Conocimientos, Agentes y Articulaciones. Una mirada situada
a la intervención social, capítulo 2, pp. 17 a 68.
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A MODO DE CONCLUSIÓN
Sin duda, la gran revolución social no podrá ser sin la humanidad, es decir,
difícilmente será asunto de unos cuantos; del mismo modo, es probable que la
nociva fijación de plazos (propia de la racionalidad lineal) sea desplazada por la
valoración del alcance de las acciones colectivas, porque lo relevante ahora es la
recomposición-recuperación del sujeto en la dimensión de la universalidad
humana y la definición de un proyecto de transformación social en múltiples
lógicas del hacer cotidiano.
Tal como sugiere John Holloway, emprender una lucha permanente, descomunal y
colectiva, sin un sujeto hegemónico, que rompa la lógica de relaciones dominantes
capitalistas y la de la organización in continuum, requiere un largo tiempo, de una
combinación de líneas de acción, de acciones cotidianamente repetidas. Sin
embargo, y al contrario del modo como Holloway plantea el asunto, es pertinente
no volcar los nuevos carros de fuego hacia el lado anarquista, sino enderezar su
rodamiento hacia un horizonte en el que el poder no exista, pero también en el que
nuevas formas organizativas den sentido a la existencia humana desde el mismo
momento en que los actores socio-históricos35 tradicionales —articulados
intersubjetivamente— deciden impulsar múltiples formas eficaces de lucha contra
el sistema para alcanzar su liberación, y sobre todo desde el momento en que
irrumpen nuevos sujetos colectivos o franjas de sujetos colectivos en escenarios
pluritemáticos y multiorganizacionales. Ya no es posible una organización del
sujeto, sino variadas formas de organización de los sujetos colectivos, y por eso su
indefinición en una sola dirección. Sin embargo, sería catastrófico conceder que
incluso la derecha podría hablar a nombre de todos en esa dirección; es obvio que,
de admitirse tal supuesto posibilista, la derecha dejaría de serlo si no sólo se
manifestara como parte de un nuevo sujeto histórico, es decir, si además asumiera
un proyecto de negación del sistema capitalista y de las bases que le dan sustento.
33
Christian Smith, La teología de la liberación. Radicalismo religioso y compromiso social, Paidós,
Barcelona, 1994, pp. 302-303.
34
Javier Monserrat, Op. Cit., p. 209.
35
Término con el que Enrique Dussel se refiere a los “sujetos sociales” con consciencia que de
manera significativa ha impactado el curso de la historia en el sentido de la liberación (“Sobre
el sujeto y la intersubjetividad: el agente histórico como actor en los movimientos sociales”, en
Revista Pasos núm. 84, descargado de http://www.dei-cr.org/pasos.htm#84 ).
Miguel González Madrid
Otro mundo es posible. El sujeto y el proyecto para otra transformación social
FUENTES CONSULTADAS
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