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de Louis
Kahn
Se cumple este año
el centenario de
Louis I. Kahn
(1901-1974),
considerado
actualmente
como uno de los
más grandes
arquitectos del siglo
XX.
La obra de Kahn
aparece publicada
en extenso en una
monografía,
agotada en su día,
que AV dedicó al
último de los
maestros modernos
y que ahora
reimprime con
ocasión de la
efeméride.
Encontrará más
información sobre
la figura de Kahn
en
www.birkhäuser.ch
Incluimos a
continuación el
texto de Luis
Fernández-Galiano
publicado en el
diario El País.
Luis Fernández-Galiano
Louis Kahn, el presente
eterno
Louis Isadore Kahn nació el 20 de febrero de 1901 en la isla de
Ösel (hoy Saaremaa), un enclave que cierra en el Báltico el golfo
de Riga, perteneciente entonces a Rusia y actualmente a Estonia,
pero que en otros momentos ha formado parte de Finlandia, Suec
Dinamarca y Alemania. Sus padres, el estonio Leopold Kahn,
suboficial pagador del ejército imperial ruso y escribiente tras
licenciarse, y la lituana Bertha Mendelsohn, aficionada al arpa y a
la literatura, eran dos judíos de familias numerosas cuya modesta
educación no pudo rescatarles de una pobreza extrema, que les
indujo a emigrar a los Estados Unidos a los pocos años de casarse
La familia se estableció en Filadelfia cuando Louis tenía 5 años, y
allí vivieron en condiciones muy difíciles, incapaces siempre de
pagar el alquiler, lo que les obligó a mudarse 17 veces en dos año
mantenidos por las prendas de lana que la madre tejía para fábrica
ante la incapacidad de su marido para trabajar de forma regular en
el oficio que había elegido, pintor de vidrieras, y soportados
emocionalmente por el yídish y la música que Bertha promovía
para conservar vivas sus raíces culturales europeas
Capitolio de Dhaka,
Bangladesh, 1962-1983
Foto: JA
Biblioteca de la Academia
Phillips Exeter,
Exeter, New Hampshire,
1965-1972
Museo de Arte Kimbell,
Fort Worth, Texas, 1966-1972
Luis Fernández-Galiano
Elogio del facsímil
Mea culpa d’un sceptique: con este título publicó Émile Cartailha
en 1902 el artículo que legitimó la autenticidad de las pinturas de
cueva de Altamira, puesta en duda por la comunidad científica
desde su descubrimiento por Marcelino Sanz de Sautuola veintitré
años antes; y un mea culpa similar convendría hoy a los escéptico
que tantas veces hemos expresado reticencias irónicas frente a los
facsímiles como simulacros culturales. La réplica de Altamira
construida junto a la cueva original es de tan meticulosa exactitud
se inscribe en un proyecto investigador y pedagógico de tan
equilibrada pertinencia, y se alberga en un edificio de tan elegante
arquitectura y feliz inserción en el paisaje que habrá de perforar e
blindaje cáustico de los que allí sólo esperan hallar un parque
temático al servicio de la industria turística.
Carlos Jiménez
La buena nueva desde
Jerusalén
El pasado 29 de mayo tuvo lugar la ceremonia de entrega del 23º
Premio Pritzker, concedido a Rem Koolhaas en su edición del año
2000. Celebrado en los terrenos del Parque Arqueológico de
Jerusalén, el acontecimiento no podía haber tenido un escenario
más espectacular: una terraza con varios niveles en la que cada un
de las piedras está cargada de evocaciones milenarias; un paseo
elevado desde el que se aprecia el embrujo de la luz procedente d
desierto; un extenso balcón desde el que se observa el reluciente
perfil de esta magnífica ciudad, inexorablemente envuelta en un
duelo entre la memoria y la fe. No se podía evitar una sensación d
ironía: Koolhaas recibía el codiciado premio en una ciudad cuya
intensa implicación en los avatares de la historia se manifiesta
hasta en los detalles más nimios. En ese momento mágico de la
exaltación y los honores propios de la ceremonia, se podía notar l
incomodidad de Koolhaas al sentirse momentáneamente atrapado
entre los restos de la Calle de Herodes, el escenario donde tuvo
lugar la principal concentración. Nada podía resultar tan alejado d
esa cualidad vasta y vertiginosa de la ciudad contemporánea que
tan querida le resulta a este arquitecto. Adosada y paralela al
asombroso muro suroeste del Monte del Templo, esta calle
quebrada y alborotada nos recordaba a todos la fragilidad de la
historia, al tiempo que reafirmaba su incontenible rostro humano.
Luis Fernández-Galiano
El monte tallado
Topografía táctil
Peregrino de lenguajes, Peter Eisenman alcanza en Compostela la
meta de un camino. Todas sus experiencias formales confluyen en
este proyecto que puede ser el más importante de su trayectoria:
frente a una ciudad sagrada, el neoyorquino modela una loma con
ondas perforadas por profundas gargantas, y bajo ese paisaje
alabeado dispone a su albedrío los museos, bibliotecas y auditorio
de una acrópolis cultural para Galicia. En esta topografía táctil se
agavillan las sendas exploradas por una biografía impaciente: la
obsesión sintáctica de los años setenta, aquí presente en las malla
ortogonales que se deforman después con distorsiones rítmicas; la
excavaciones artificiales de los ochenta, reproducidas a través de
traslación de las trazas del casco medieval de Santiago al cerro
intacto del nuevo recinto; y los pliegues azarosos de los noventa,
llevados a su extremo más deliberado y coreográfico en una
corteza ondulante y agrietada que extiende sobre la colina un dose
pétreo.
Similar a un plegamiento geológico en el que se hubieran tallado
rendijas geométricas, el volumen de la Ciudad de la Cultura se
desmadeja sobre el terreno con plasticidad escultórica, y desdibuj
sus límites hasta fundirse con un lugar al que se enhebra a través
cinco calles prolongadas con paseos arbolados. Las calles remiten
las mismas cinco del casco antiguo compostelano, así como a su
extensión tradicional con rueiros, y de hecho la forma definitiva
del conjunto se obtiene a partir de la planta del núcleo histórico, a
la que se superpone la característica estructura estriada de la
venera, la concha de molusco que es el símbolo de la peregrinació
a Santiago. Levantando su perfil agitado frente a las torres de la
catedral y sobre la autopista que vertebra la fachada atlántica de
Galicia, la nueva Ciudad de la Cultura se propone así como una
montaña mágica que convoca a peregrinos del conocimiento.
El arquitecto describe el proyecto como una concha fluida, y fluid
es en efecto la moldeable materia de este caparazón pulsante que
derrama sus ondas en el paisaje, donde se vierten progresivament
amortiguadas como un perezoso oleaje de granito; fluida es la
plasticidad arcillosa y torneada de estas cubiertas que se levantan
del suelo, vuelven a caer hasta confundirse con el pavimento y se
elevan de nuevo en un latido arrítmico que invita a sustituir la
mirada por el tacto; y fluido es también el temblor vibrátil de los
labios vaginales que, aunque cuarteados y con grietas, más evoca
el molusco que su concha. A fin de cuentas, la venera es antes
símbolo de Venus que de Santiago, y su etimología inequívoca
entra aquí en resonancia con formas femeninas en su receptibilida
dúctil y emotiva. Huyendo de las geometrías asertivas y
aplomadas, esta topografía evita también la violencia de las arista
que sólo aparecen cuando su masa se recorta con la penetración d
la trama urbana sobreimpuesta, en una representación metafórica
invertida de la violación de la naturaleza por la edificación.
En su tránsito de las aristas a las ondas, Eisenman deja atrás la
papiroflexia angulosa de sus proyectos de los años noventa para
explorar un campo nuevo, ya ensayado en las propuestas de los
concursos de Brujas y Manhattan, pero en ningún lugar
desarrollado con la segura elocuencia de Santiago. Esta
arquitectura topográfica, que su autor entiende como una forma d
superar la oposición entre figura y fondo, revisa asimismo los
límites de lo que Kenneth Frampton —en la tradición de Semper—
suele llamar tectónico y estereotómico: la estructura ligera ligada
la cubierta y la obra gruesa vinculada al terreno. Aquí, las cubiert
pétreas se montan y se modelan, tectónicas y estereotómicas a la
vez, confundiéndose con el terreno en una continuidad tejida que
extiende sobre el monte una gruesa alfombra de granito, en cuyos
pliegues recortados se reúnen las formas mórbidas de la erosión
geológica con los contornos nítidos de la excavación arqueológica
Si se compara la ampulosidad teatral de estos ropajes rotundos co
las incisiones caligráficas y los dobleces aristados de proyectos
anteriores, se advierte que el arquitecto abandona el hieratismo
plisado de las esculturas románicas por las túnicas ondulantes de
los ángeles góticos, las fachadas diagramáticas de los palacios
renacentistas por el fragor volumétrico de los retablos barrocos, o
la geometría facetada del F-117 Nighthawk por la horizontalidad
alabeada, colosal y flotante del B-2 Spirit. Por un azar onomástico
Peter Eisenman reúne en su nombre el hierro tectónico y la piedra
estereotómica, y es posible que su deriva de la malla sintáctica al
volumen escultórico sea también un deslizamiento del apellido
familiar al patronímico individual; pero por otro azar
extraordinario, el arquitecto tiene un hermano teólogo y erudito
bíblico quien ha argumentado detalladamente que el Santiago
asociado a la venera y quizás enterrado en Compostela no es
Santiago el Mayor, sino Santiago el hermano de Jesús, a su juicio
el único de los Santiagos del Nuevo Testamento con existencia
histórica probada, identificado como el Maestro de Justicia en los
Manuscritos del Mar Muerto, y al que debe considerarse, por
delante de Pedro, como legítimo sucesor de Cristo en el liderazgo
de la Iglesia.
Esa coincidencia inesperada cierra un fraternal círculo virtuoso,
que encomienda a un judío la construcción de un santuario de la
cultura frente a la tumba del rival de un Pablo gentil y helenístico
que hizo la nueva religión universal seccionando sus raíces
mosaicas. Es posible que la tumba del Apóstol fuese sólo una
genial invención de la renovatio asturiana para tejer el norte de
España con la Europa cristiana; es posible que el presidente galleg
Manuel Fraga no se contemple como el sucesor de los
constructores de la catedral, los obispos Peláez y Gelmírez; y es
posible que el relato de Robert Eisenman sobre Santiago no sea
sino una sugerente hipótesis trenzada con los mimbres delgados d
la erudición y la ficción. Pero en la página más famosa de À la
recherche du temps perdu, Proust advierte que la envoltura de su
magdalena reproduce el abanico estriado de la concha peregrina,
es seguro que el placer producido por esta forma ondulante, mági
y mítica no puede sino augurar un final venturoso a este camino
arquitectónico de la gramática a la memoria, del doblez a la onda
del ojo a la piel.
Two works which a street is sandwiched in, and is opposite symbolize the life of one
architect.
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Street view. Photo: Norman McGrath