You are on page 1of 6

| 

   p

Desde los albores mismos de la Independencia, en 1810, los hombres más liberales de
Venezuela pensaron en abolir la esclavitud, esa ignominia que pesa sobre ciertas
conciencias humanas.

No sólo la nueva Junta de Gobierno había prohibido la trata de negros, sino que el
Generalísimo Francisco de Miranda llamó a los esclavos a formar filas en el ejército
patriota ofreciéndoles la libertad.

Por su parte, Simón Bolívar, aunque mantuano y propietario de haciendas y de


esclavos, fue el primero en liberarlos, dando ejemplo de magnanimidad. Tal como se lo
prometió a su amigo y protector en Haití, el Presidente Petión, apenas llega a
Carúpano, el 2 de junio de 1816 decretó «la libertad absoluta de los esclavos que han
gemido bajo el yugo español en los tres siglos pasados».

El 6 de julio de ese mismo año de 1816, al desembarcar en Ocumare de la Costa dicta


una Proclama en que dice, al referirse a los esclavos: «Esta porción desgraciada de
nuestros hermanos que han gemido bajo las miserias de la esclavitud, ya es libre. La
naturaleza, la justicia y la política piden la emancipación de los esclavos: de aquí en
adelante sólo habrá en Venezuela una clase de hombres, todos serán ciudadanos».

Pese a estos decretos e intenciones nobles, pasarán todavía muchos años, hasta que
en 1854 el Presidente José Gregorio Monagas venció la tenaz oposición de los
terratenientes y esclavistas y decretó la definitiva abolición de la esclavitud.

Después de varias discusiones en el Congreso, en base a un Proyecto de Ley


presentado por 31 diputados el 3 de marzo de 1854, superadas las objeciones de que
la agricultura se quedaría sin mano de obra, se terminó por acallar la voz de Vicente
Amengual, uno de los más empecinados opositores, quien sostenía que el proyecto
era anticonstitucional y que «conduciría a la República a un abismo espantoso».

Así se pudo llegar a una mayoría y el Congreso sancionó la Ley el 23 de marzo. El


Presidente José Gregorio Monagas se apresuró a ponerle el «ejecútese» al día
siguiente, 24 de marzo de 1854. Y con eso pasó a la historia, porque el resto de su
gobierno fue bastante incoloro. Monagas dejaba libres, con su firma, a unos cuarenta
mil ciudadanos, que habían cargado por generaciones las cadenas del oprobio. Un
artículo de la Ley, tajante, basta para definirla: «Queda abolida para siempre la
esclavitud en Venezuela».


ü 

   

ü  

El proceso de abolición legal de la esclavitud se inicia en Venezuela prácticamente con


el movimiento independentista, pues la Junta de Gobierno creada el 19 de abril de
1810 prohíbe el 14 de agosto siguiente, la introducción y venta de esclavos en el país.
El artículo 202 de la Constitución Federal de 1811 eleva a precepto constitucional
dicha prohibición. Durante las campañas de la Independencia se ofrece en diversas
ocasiones la libertad a título individual (extensiva a sus familiares directos) a aquellos
esclavos que se alisten en el ejército y combatan a favor de la República un
determinado número de años, como lo proclama Simón Bolívar en Carúpano el 2 de
junio de 1816 y lo ratifica con mayor amplitud el 6 de julio del mismo año en Ocumare
de la Costa; sin embargo, estas disposiciones no llegaron a significar la abolición legal
de la esclavitud, la cual siguió existiendo como institución, tanto en las partes del
territorio venezolano libertadas como en aquellas que permanecían bajo el régimen
español. Posteriormente, en su Discurso de Angostura (15.2.1819) Bolívar, en su
condición de jefe supremo de la República, pide al Congreso reunido en esa ciudad
que decrete la abolición de la esclavitud, pero la decisión del cuerpo legislativo prevé
tan sólo su gradual extinción y sin que se perjudique económicamente a los dueños de
esclavos (11.1.1820). Inmediatamente después de la batalla de Carabobo, el
Libertador, en su condición de general en jefe del ejército vencedor, solicitó el 14 de
julio de 1821 al Congreso Constituyente de la Gran Colombia reunido en Cúcuta que
decretase «...la libertad absoluta de todos los colombianos al acto de nacer en el
territorio de la República...» El 21 de julio siguiente, dicho Congreso, acogiendo lo
expresado en 1820 por el Congreso de Angostura y en atención a la mencionada
solicitud de Bolívar, dio una ley que preveía la gradual extinción de la esclavitud. Para
lograrla se establecieron 2 procedimientos que operaban simultáneamente. Por una
parte, todos los hijos de esclavos nacidos a partir de entonces fueron declarados libres
al venir al mundo (lo que se llamó «libertad de vientres») pero hasta su mayoría de
edad, que se fijaba en los 18 años cumplidos, deberían permanecer al servicio del amo
de su madre con el fin de que éste los enseñase a trabajar y los preparase así a
ganarse la vida como trabajadores libres al ser manumitidos cuando alcanzaban su
mayoría de edad; tal era, por lo menos, la intención del legislador. A estos hijos de
esclavos se les denominó «manumisos». Por otra parte, se establecía un impuesto
sobre las sucesiones, que ciertos herederos debían pagar a un fondo especial
administrado en cada provincia por una Junta de Manumisión; estas juntas
determinaban al fin de cada año qué esclavos debían ser libertados (por su edad
avanzada o cualquier otra circunstancia), pagándoles su valor a sus respectivos
dueños con los fondos recaudados. Así, la esclavitud entraba en un proceso lento,
pero efectivo, que conducía a su extinción. El 2 de octubre de 1830 el Congreso de
Venezuela reunido en Valencia ratificó la ley de Cúcuta, pero aumentando a 21 años la
mayoría de edad exigida para ser manumitido y disponiendo que el Estado contribuiría
económicamente para libertar a 20 esclavos por año. En 1839 Venezuela e Inglaterra
suscribieron un tratado en el cual declaraban «...para siempre abolido el tráfico de
esclavos...» y las 2 naciones se concedían mutuamente el derecho a que los buques
de guerra de cada una pudiesen visitar en alta mar a los mercantes de la otra a fin de
comprobar si llevaban negros sacados de África y destinados a la venta en cualquier
lugar de América; en caso de que los hubiere, el buque era capturado y los esclavos
recuperaban su libertad. De este modo, entre 1810 y 1839 la institución de la
esclavitud fue atacada por una parte aboliendo la trata y persiguiendo a los buques
negreros y por la otra mediante disposiciones legislativas tendentes a su paulatina
extinción en Venezuela.

La puesta en práctica de la ley:


La sanción de esta ley suscitó disturbios en Caracas. Había sido costumbre que las
esclavas de las familias distinguidas siguiesen a sus amas llevando la alfombra sobre
la cual éstas se arrodillaban en el templo durante los oficios religiosos. El domingo 26
de marzo de 1854, inmediatamente siguiente a la promulgación de la ley de la
abolición, algunas de las mujeres cuya libertad había sido decretada y que continuaron
trabajando como sirvientas en las casas donde hasta el día 24 habían sido esclavas,
salieron como de costumbre a la calle detrás de sus señoras, cargándoles la alfombra
en el trayecto hacia la iglesia. Grupos de hombres, mujeres y muchachos reunidos en
las cercanías de los templos, decía un periódico, «...han tenido la osadía de embestir a
las sirvientas, arrebatarles las alfombras, tirarlas a los tejados, arrojárselas a la cara a
las señoras, en algunos casos, y en otros destrozarlas y repartir sus pedazos entre la
multitud desordenada...» Todo esto se llevó a cabo a los gritos de «Abajo las
alfombras!» Algunos parientes de las señoras irrespetadas acudieron en su defensa y
estallaron peleas. Fue necesario que un hijo del presidente, el joven José Gregorio
Monagas Marrero, saliese a la calle a la cabeza de algunos oficiales y soldados para
apaciguar los ánimos, lo cual se logró. Las reclamaciones de propietarios de esclavos
ascendieron en 1854 a unos 4.430.000 pesos, o sea un promedio aproximado de 190
pesos por cada esclavo o manumiso libertado. En 1856, incluidos los intereses, subió a
un poco más de 5.000.000. Una ley aprobada por el Congreso el 7 de mayo de 1856 y
refrendada el día 13 por el presidente de la República José Tadeo Monagas, afectó
nuevas fuentes de ingresos al fondo de manumisión además de las fijadas en 1854:
fueron, sobre todo, un impuesto a los expendedores de vinos, licores y tabaco, el 10%
del valor de los billetes de lotería y por los productos por descubrir». El pago se hizo,
con mucha lentitud, mediante bonos de la Deuda Pública llamados «vales de
abolición», los cuales fueron incorporados en 1865 a la Deuda Nacional Consolidada.

 
        

Estuvo precedida por un largo debate en el Congreso Nacional, y de manifestaciones y


documentos del Ejecutivo, "vivamente interesado en el inmediato éxito de la libertad de
los esclavos". Se enfrentaban en este asunto el derecho de propiedad de los amos de
esclavos, y el derecho de igualdad y de libertad proclamado por la Constitución. El
Presidente José Gregorio Monagas trató de influir la discusión en favor de la ley
abolicionista, y en su mensaje al Congreso, durante la discusión del problema, expresa
las siguientes ideas:
"Discutís señores, una cuestión vital: digo mal, no debe calificarse de cuestión, pues la
libertad del hombre no puede ponerse en duda, ni en contradicción, mucho menos en
Venezuela, donde tantos años se ha dado el grito de libertad, y donde tanta sangre se
ha derramado por alcanzar para todos ese bien inestimable. La esclavitud es, señores,
como dijo el gran Bolívar, la infracción de todas las leyes, la violación de todos los
derechos. Venezuela, pues que se gloria de haber sido la primera en Suramérica que
reconociese el gran principio de la soberanía popular, origen y fuente de toda
autoridad: Venezuela no debe aparecer más a los ojos del mundo entero, con la
horrible mancha de la esclavitud. ¿Qué derecho justo se alegará, señores, para
conservar por más tiempo este título de ignominia que nos legaron las generaciones
pasadas? Acordaos, honorables Representantes, que sin la igualdad perecen todas las
libertades, todos los derechos; y que con la esclavitud no hay igualdad.

Yo os esfuerzo, pues, a que no abandonéis el tratamiento de esta importante materia.


Buscad el modo de abolir la esclavitud sin vulnerar los derechos de los poseedores de
esclavos; y acabad de sancionar una ley justa, santa, digna de una política ilustrada y
consecuente con los principios liberales que nos han guiado hasta aquí."

La abolición de la esclavitud fue una medida legislativa que no afectó los intereses de
los amos de esclavos, porque en cierto modo más bien convenía a tales intereses. En
efecto, la esclavitud se había convertido en forma antieconómica para los hacendados,
a los cuales convenía más comprar libremente la fuerza de trabajo que utilizaba en sus
haciendas que mantener dicha fuerza. Por otra parte, estando prohibida la importación
de esclavos desde 1810, el crecimiento de la mano de obra esclava era menor que el
aumento de la demanda. Es decir, la esclavitud pasó a ser antieconómica porque no
se podía aumentar la mano de obra esclava en la misma medida en que crecía la
demanda de esclavos. Los propios dueños de hacienda vieron la conveniencia de
sustituir los esclavos por trabajadores libres. Por último, la libertad de los esclavos iba
a hacerse, y se hizo, mediante indemnización a los dueños, lo que en la práctica les
resultó un negocio pues recibieron buena paga por los esclavos que tenían. En
definitiva, "la abolición vino a robustecer a los señores de la tierra, que tuvieron
entonces el poder de fijar el salario que a ellos plugo y en condiciones que ellos a su
mejor conveniencia establecieron, dado el exceso de la oferta de brazos".

La indemnización de los propietarios se hizo de acuerdo con una tarifa que fijaba los
precios de los esclavos, entre 50 pesos para los recién nacidos y 300 pesos para el
esclavo sano e industrioso de 39 años de edad. A partir de esta edad bajaba el precio
del esclavo hasta cinco pesos para los esclavos viejos de 65 años. Como
consecuencia de la indemnización acordada en la ley, los propietarios recibieron del
gobierno más de tres millones de pesos. Lo que quiere decir, pues, que con la libertad
de los esclavos no se perjudicaron los amos, dada la circunstancia anotada de lo
antieconómico que había devenido la esclavitud. Estas circunstancias explican también
la buena acogida que tuvo la medida entre los propietarios. De haber sido perjudicial a
sus intereses no habría prosperado, ni siquiera mediante indemnización. Por eso no
había tenido éxito antes, ni siquiera durante la guerra de independencia, porque
entonces la institución era rentable. Pero en las nuevas condiciones ya no lo era.

Por último, en la abolición de la esclavitud intervinieron también razones políticas, que


siempre se habían manifestado en el proceso abolicionista. La abolición no fue el
resultado directo de la lucha de los esclavos contra los amos, sino más bien de
sectores y partidos políticos interesados en aprovechar la esclavitud como bandera y
ganar la simpatía popular. Desde los días de la guerra de independencia se había
manifestado esta realidad en los bandos contendientes; y en la república pasó a ser
una de las consignas del Partido Liberal. El programa de este partido incluía entre sus
objetivos, abolir la esclavitud, y cuando la llevó a cabo el Presidente Monagas, lo hizo
con la finalidad política de fortalecer las posiciones de los liberales y de su propio
gobierno, frente a la oligarquía, tradicionalmente esclavista. Sin embargo, aun cuando
la abolición fue un acto de gobierno que no perjudicó a los propietarios y dio
dividendos políticos, tal hecho constituye uno de los acontecimientos de mayor
significación en el proceso social y político de Venezuela.

p
República bolivariana de Venezuela.

Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior.

Universidad Arturo Michelena.

Bachiller:

Camacho Yistbel

C.I:21215118

Sección: 6

San Diego, 27 de abril de 2010.

You might also like