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Partiremos de aceptar como válida la idea de concebir a la arquitectura como el arte y ciencia
de crear espacios habitables para el ser humano, entendido éste no como un ente aislado sino
como miembro de una sociedad e inmerso en un contexto físico, social, cultural e histórico.
Para obtener un panorama más amplio y claro de lo que en sí la arquitectura debe ser,
habremos de considerar a la misma como inmersa en una esfera de valores que la validen
como tal y la distingan de otras manifestaciones y expresiones humanas.
Ya Vitrubio afirmaba que toda obra debía aspirar a ser útil, firme y bella, reconociéndose así
éstos tres aspectos como condición para que una obra sea considerada como valiosa.
Schoeller agrega a ésta lista de valores, los útiles, los vitales, los lógicos, los estéticos, los éticos
y los religiosos, en ése orden y jerarquía. Por su lado, para Philip Johnson existían las siete
muletas en las que toda obra debe apoyarse: la historia, los bellos dibujos, la utilidad, el
confort, la economía, el servicio al cliente y la estructura.
Así mismo, el arquitecto mexicano José Villagrán García elabora una estructura axiológica que
resume todos éstos requerimientos en cuatro valores, a saber: el útil, el estético, el lógico y el
social.
Veamos ahora cómo es que éstos valores se trasladan del plano de lo teórico a la práctica en
un intento por entender aquella que en primer instancia parecía ser una definición escueta y
pobre de este fenómeno complejo que llamamos arquitectura.
La utilidad de una obra está en función de un adecuado aprovechamiento del espacio
delimitado o habitable, en función de los requerimientos de habitabilidad tales como estar,
distribuir, circular, iluminar, ventilar, etc., así como la adecuación de los espacios y elementos
delimitantes o edificatorios, ya sea verticales, horizontales o mixtos, a funciones mecánicas de
resistencia, tales como cargar, contrarrestar empujes, distribuir cargas, soportar vibraciones,
etc. ambas respondiendo a requerimientos de funcionalidad y economía, con el objeto de
garantizar la plena satisfacción de las necesidades que dieron origen al programa
arquitectónico, en forma congruente, práctica, útil y económica.
Otro concepto viene a cubrir las expectativas y demandas de expresión, concepción espacial,
estimulación de la sensibilidad, proporción, verdad, unidad, carácter, originalidad, etc. y que
actualmente conocemos como la estética, entendida ésta como la cualidad de los objetos que
nos hacen gustarlos y admirarlos sin interés alguno.
Somos de la idea de que la forma en que jerarquizamos éstos valores de estética y utilidad está
sujeta, en definitiva al programa general de la obra por realizar, sin embargo coincidimos con
Villagrán García al afirmar que entre más tienda la obra a ser de carácter estética, relegando el
valor de utilidad a un segundo término, más se alejará ésta del ámbito de lo arquitectónico para
caer en el ámbito de lo escultórico.
Somos también de la idea, de que el proceso arquitectónico implica el establecimiento de
procesos y formas congruentes entre sí y con el entorno, de tal manera que resulte en sí un
proceso lógico, en el que finalidad, medios y forma signifiquen, en conjunto, un todo
congruente, y no un producto arcaico, ilógico y fuera de contexto.
Así mismo, el considerar a la arquitectura como una profesión de carácter humanístico implica
un compromiso para con la sociedad en la que se da, y éste significa, de acuerdo a la
estructura axiológica propuesta por Villagrán, el valor social del quehacer arquitectónico.
Este es, en resumidas cuentas, el marco teórico en el que debemos ubicar a la arquitectura, no
debiendo perder de vista el contexto histórico que ha motivado las diferentes interpretaciones
que en otras épocas y otras latitudes han dado, como reflejo de una adecuación de éstos
conceptos a las exigencias de cada contexto, dándose así una gran variedad, tanto en forma
cuantitativa como cualitativa, de expresiones y manifestaciones arquitectónicas.
Sin embargo, la arquitectura debemos referirla no solamente a éste marco teórico, sino que
debe darse también dentro de un marco creativo, metodológico y tecnológico.
Es innegable que todo que hacer arquitectónico conlleva un desarrollo sistemático y ordenado,
de acuerdo al proceso o sistema metodológico que mejor se acomode al proceso de planeación
de cada arquitecto.
Independientemente del sistema metodológico que se emplee, deberemos de ser conscientes
de que ésta es simplemente una herramienta que puede ser muy útil en manos de quien
reconoce en ella un medio, pero muy peligrosa para quienes la ven como un fin.
También debemos puntualizar que existen técnicas y herramientas que han coadyuvado a
entender el proceso de diseño, como es el caso del empleo de los procesos canónicos, icónicos,
pragmáticos, artesanales, sistemáticos, y analógicos, entre los que han tenido muchos adeptos
las analogías mecánica, orgánica y lingüística.
Por último y no por menos importante, debemos referirnos al marco tecnológico que no puede
quedar relevado en el quehacer arquitectónico en cuanto representa el complemento de éste
proceso.
La técnica significa eficiencia, eliminación de lo innecesario, economía, ingenio, invención de
procedimientos, hallazgo de recursos, organización, todo ello para la realización de un fin del
que se tiene conciencia previamente.
Es el medio práctico para alcanzar un objetivo.
Ortega y Gasset distingue la técnica primitiva inconsciente, la técnica artesanal y la técnica del
hombre moderno, la cual es ya un conjunto de procedimientos de que se sirve una ciencia o un
arte e implica pericia y habilidad por parte de quien la emplea.
A éste último concepto, debemos agregar responsabilidad y compromiso, para no caer en el
error de concebirla como un fin y no como una herramienta o medio para alcanzar un objetivo,
y por lo mismo, darle su justo y merecido valor.
Hasta ahora hemos estado hablando de cuestiones de derecho mas no de hecho, es decir que
la gran mayoría de las muestras del quehacer arquitectónico que se nos presentan hoy en día,
evidencian un total desapego a éstos principios de utilidad, estética, lógica y compromiso social.
La forma en que los arquitectos hemos tratado de resolver las exigencias espaciales del usuario
distan mucho de ser una respuesta acorde a éstas necesidades, en algunos de los casos,
diseñando una arquitectura para ser lucida como portada de revista, haciendo gala de formas,
técnicas, y procedimientos imitados de otros contextos, resultando en absurdos y arcaísmos
injustificados, haciendo burdas imitaciones y tratando de adoptar y adaptar un lenguaje que
sólo existe en la mente del arquitecto Ơarquicentristaơ, y en otros, haciendo burdos intentos por
responder a las inquietudes de una sociedad que aún no acaba de definir sus aspiraciones,
perdida en la confusión y desconcierto a que la han llevado éstas manifestaciones, en ocasiones
ostentosas en un contexto de privaciones, desempleo y pobreza, o en el peor de los casos,
Desarrollando soluciones minimistas y deshumanizadas.
Es por eso que se hace urgente la total pertenencia del arquitecto a la sociedad en la que se
da, permitiendo a éste una clara cosmovisión que a su vez coadyuve a la oferta de mejores
respuestas y soluciones, acordes a exigencias reales y realizables.
La sociedad requiere de profesionales comprometidos no solo con su profesión, sino con su
entorno social inmediato para revertir lo que parece un deterioro de la actividad profesional de
las diversas disciplinas. En la medida que los profesionales tomen conciencia de la fuerza que se
debiera tener como gremio, y ésta conciencia se canalice de forma positiva, la autoridad tendrá
el necesario contrapeso que se requiere para evitar prácticas profesionales desleales y
propondrá una forma de competencia sana que debe tener como fin una práctica profesional de
la disciplina.
Por otra parte, el vertiginoso avance de la ciencia y por ende de la tecnología, aunados a la
proliferación de sofisticados medios de comunicación que día a día han ido acortando las
distancias, han sido los detonadores de una globalización, para bien o para mal, en todos los
ámbitos de la vida del ser humano.
La aparición en la industria de nuevas técnicas y materiales necesitarán forzosamente formas y
proporciones nuevas, proporcionando al arquitecto contemporáneo una mayor riqueza y
abundancia en su lenguaje tectónico sin olvidar que éstas deberán estar en perfecta armonía
con los usos, clima y materiales constructivos acordes a las exigencias dictadas por el contexto.
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